Mateo 23. Conflicto
Con Los Escribas Y Fariseos. En Los Versículo 1-12 Corresponden Con Lo Que Jesús
Dijo A Los Discípulos Y Al Pueblo En General. (1-4) Cristo aconseja a la gente a seguir la buena doctrina de los escribas
y fariseos, pero no su mal ejemplo. (5-12). Los seguidores de Cristo deben
cuidarse de la ambición.
Los versículos 13-33 abarcan lo dicho específicamente
a los escribas y a los fariseos que se encontraban presentes. En la última
parte del capítulo aparecen siete ayes, u ocho, si se incluye el del vers. 14. Condenó la hipocresía y ceguedad de los escribas y
fariseos.
Versículos (34-36) predice la persecución de sus seguidores,
y (37-39) la destrucción de Jerusalén.
*En el cap. 23, Jesús no pone en duda las
enseñanzas de los escribas y fariseos, cosa que había hecho en otras ocasiones
(ver com. Mar. 7: 1-13), sino hace resaltar el hecho de que la vida de ellos no
estaba en armonía con su excelsa profesión de piedad.
1 ENTONCES habló Jesús a la gente y a sus discípulos, diciendo: 2 En la cátedra de Moisés se sientan los escribas y los fariseos. 3 Así que, todo lo que os digan que guardéis, guardadlo y hacedlo; mas no hagáis conforme a sus obras, porque dicen, y no hacen. 4 Porque atan cargas pesadas y difíciles de llevar, y las ponen sobre los hombros de los hombres; pero ellos ni con un dedo quieren moverlas.
5 Antes, hacen todas sus obras para ser vistos por los hombres. Pues ensanchan sus filacterias, y extienden los flecos de sus mantos; 6 y aman los primeros asientos en las cenas, y las primeras sillas en las sinagogas, 7 y las salutaciones en las plazas, y que los hombres los llamen: Rabí, Rabí. 8 Pero vosotros no queráis que os llamen Rabí; porque uno es vuestro Maestro, el Cristo, y todos vosotros sois hermanos. 9 Y no llaméis padre vuestro a nadie en la tierra; porque uno es vuestro Padre, el que está en los cielos. 10 Ni seáis llamados maestros; porque uno es vuestro Maestro, el Cristo. 11 El que es el mayor de vosotros, sea vuestro siervo. 12 Porque el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido.
13 Mas ¡ay de vosotros, escribas y fariseos,
hipócritas! porque cerráis el reino de los cielos delante de los hombres; pues
ni entráis vosotros, ni dejáis entrar a los que están entrando.
14
¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque devoráis las casas de
las viudas, y como pretexto hacéis largas oraciones; por esto recibiréis mayor
condenación.
15
¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque recorréis mar y
tierra para hacer un prosélito, y una vez hecho, le hacéis dos veces más
hijo del infierno que vosotros.
16
¡Ay de vosotros, guías ciegos! que decís: Si alguno jura por el templo, no es
nada; pero si alguno jura por el oro del templo, es deudor.
17 ¡Insensatos y ciegos! porque ¿cuál es mayor, el oro, o el templo que santifica al oro? 18 También decís: Si alguno jura por el altar, no es nada; pero si alguno jura por la ofrenda que está sobre él, es deudor.
19 ¡Necios y ciegos! porque ¿cuál es mayor, la ofrenda, o el altar que santifica la ofrenda? 20 Pues el que jura por el altar, jura por él, y por todo lo que está sobre él; 21 y el que jura por el templo, jura por él, y por el que lo habita; 22 y el que jura por el cielo, jura por el trono de Dios, y por aquel que está sentado en él.
23 ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque diezmáis la menta y el eneldo y el comino, y dejáis lo más importante de la ley: la justicia, la misericordia y la fe. Esto era necesario hacer, sin dejar de hacer aquello. 24 ¡Guías ciegos, que coláis el mosquito, y tragáis el camello!
25 ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque limpiáis lo de fuera del vaso y del plato, pero por dentro estáis llenos de robo y de injusticia. 26 ¡Fariseo ciego! Limpia primero lo de dentro del vaso y del plato, para que también lo de fuera sea limpio.
27 ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque sois semejantes a sepulcros blanqueados, que por fuera, a la verdad, se muestran hermosos, mas por dentro están llenos de huesos de muertos y de toda inmundicia. 28 Así también vosotros por fuera, a la verdad, os mostráis justos a los hombres, pero por dentro estáis llenos de hipocresía e iniquidad.
29 ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque edificáis los sepulcros de los profetas, y adornáis los monumentos de los justos, 30 y decís: Si hubiésemos vivido en los días de nuestros padres, no hubiéramos sido sus cómplices en la sangre de los profetas. 31 Así que dais testimonio contra vosotros mismos, de que sois hijos de aquellos que mataron a los profetas. 32 ¡Vosotros también llenad la medida de vuestros padres! 33 ¡Serpientes, generación de víboras! ¿Cómo escaparéis de la condenación del infierno?
34 Por tanto, he aquí yo os envío profetas y sabios y escribas; y de ellos, a unos mataréis y crucificaréis, y a otros azotaréis en vuestras sinagogas, y perseguiréis de ciudad en ciudad; 35 para que venga sobre vosotros toda la sangre justa que se ha derramado sobre la tierra, desde la sangre de Abel el justo hasta la sangre de Zacarías hijo de Berequías, a quien matasteis entre el templo y el altar. 36 De cierto os digo que todo esto vendrá sobre esta generación.
37 ¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas, y apedreas a los que te son enviados! ¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos, como la gallina junta sus polluelos debajo de las alas, y no quisiste! 38 He aquí vuestra casa os es dejada desierta. 39 Porque os digo que desde ahora no me veréis, hasta que digáis: Bendito el que viene en el nombre del Señor. (Mateo 23).
1. Entonces habló Jesús. [Jesús acusa a escribas y fariseos, Mat. 23:1-39 = Mar. 12:38-40 = Luc. 20:45-47. Comentario principal: Mateo. Cf. com. Luc. 11: 39- 52.]
Con
referencia a las circunstancias en las cuales se pronunció este discurso, ver
com. cap. 21: 23, 28, 33; 22: 1, 15, 23, 34, 41. Es probable que este episodio
ocurriera el día martes antes de la crucifixión, en las últimas horas de la
tarde. Este fue el último día que Jesús enseñó públicamente en el templo, y
este fue su último discurso público. Evidentemente,
mediante sus vigorosas censuras dirigidas a los escribas y fariseos, procuraba
quebrantar las cadenas que ataban al pueblo a la tradición y a quienes la
perpetuaban.
En este capítulo, los vers. 1-12 corresponden con
lo que Jesús dijo a los discípulos y al pueblo en general, mientras que los
vers. 13-33 abarcan lo dicho específicamente a los escribas y a los fariseos
que se encontraban presentes. En la última parte del capítulo aparecen siete
ayes, u ocho, si se incluye el del vers. 14 (ver com. vers. 14).
La gente. La muchedumbre que se había reunido en los atrios del templo.
2. En la cátedra de Moisés. Los escribas y los fariseos (ver pp. 53, 57, 59) se
habían erigido en intérpretes oficiales de la ley de Moisés. Antes se pensaba que la "cátedra de
Moisés" representaba algo figurado, tal como se habla de una cátedra
universitaria. Sin embargo, los arqueólogos
han descubierto que las antiguas sinagogas judías tenían una cátedra o asiento
donde evidentemente se sentaban quienes interpretaban la ley. En la sinagoga en Hamat, hay un asiento de
piedra junto al muro sur, cuya espalda da al arca donde se guardaban los rollos
(ver p. 59). Es probable que Jesús se
estuviera refiriendo a un asiento como éste.
LOS FARISEOS.- La conquista del
antiguo Cercano Oriente realizada por Alejandro Magno (331 a. C.) fue seguida
por una invasión cultural más permanente del idioma, las costumbres, las ideas
y la religión de los griegos.
Finalmente, los intentos de Antíoco Epífanes por helenizar a los judíos,
es decir, para obligarlos a adoptar la cultura griega, provocaron la más
decidida resistencia (pp. 30-33; ver com.
Dan. 11: 14). Los judíos,
acaudillados por judas Macabeo y otros miembros de su familia -más tarde
conocidos como macabeos o asmoneos-, derrochando heroísmo derrotaron a las
fuerzas de Antíoco y lograron su libertad (164 a. C.). Entre los judíos,
especialmente de los más ricos y educados así como entre los que residían más
allá de los límites de Palestina, hubo una tendencia gradual a asimilar la
cultura griega. Esos judíos eran
conocidos como helenistas y constituían el elemento liberal de la sociedad
judía. Pero la mayoría de los que vivían
en Judea se aferraban tenazmente a las costumbres y a la religión de sus antepasados.
En oposición a las influencias griegas, surgió en
Judea un movimiento conservador cuyos miembros tomaron el nombre de hasidim
(Heb. jasidim), que significa "los piadosos" o "santos"
(ver com. Sal. 16: 10 y Nota Adicional
del Sal. 36). Los fariseos, cuyo nombre
significa "separatistas", se originaron con los hasidim, y
aparecieron por primera vez como un partido político alrededor del año 120 a.
C., durante el tiempo de Juan Hircano (ver pp. 31, 35). Los fariseos eran el partido mayoritario,
popular y ortodoxo. Su programa
consistía en adherirse rígidamente a la ley y a la multitud de interpretaciones
tradicionales de las Escrituras que surgieron en ese tiempo. Insistían en rehuir responsabilidades
públicas y deberes cívicos. No se
apartaban del bullicio y de la actividad de la vida, pero eran severos jueces
de ella y procuraban evitar las relaciones que creían que los
contaminaban. Insistían en que dependían
de Dios para la conducción del pueblo y que trabajaban en favor de ellos como
Dios lo había hecho en lo pasado.
La iglesia y el Estado estaban unidos en Judea,
como en todos los gobiernos de ese tiempo.
Entre los judíos la religión atañía al Estado de un modo especial. Siempre había sido así desde los días de
Moisés y de Samuel hasta David, en cuyo tiempo la clase sacerdotal había
llegado a ser diferente de la autoridad civil.
Además, la casa de los asmoneos había sido sacerdotal, aunque no
provenía directamente del linaje aarónico de sumos sacerdotes. Por lo tanto, Judas, Jonatán y Simón -hijos
de Matatías, el viejo sacerdote de Modín- continuaban siendo sacerdotes
mientras gobernaban a su país recientemente liberado, pues no había quien
tuviera pretensiones mejor fundadas para el cargo del sumo sacerdocio. Pero los fariseos se oponían a esa unión del
liderazgo político y religioso; querían separar la religión del tutelaje del
Estado, liberar el sumo sacerdocio de complicaciones políticas y alejarse de
las actividades cívicas.
Pero era difícil llevar a buen término todos esos
esfuerzos, pues para los judíos no había una línea lógica de separación entre
la religión y las otras actividades de la vida.
Al sacerdocio le incumbía tanto una parte de la vida pública, que no
podía librarse de complicaciones políticas.
Los fariseos en vez de apartarse de la sociedad -como lo hacían los
esenios y más tarde lo hicieron los monjes cristianos- se convertían en
partidarios de cualquier caudillo que sostuviera sus puntos de vista. Como estudiantes de la ley constituían la
clase de los escribas o teólogos, y, por lo tanto -aunque no pertenecían al
común del pueblo-, eran los guías espirituales.
Defendían sus creencias con ardor y convicción, y conquistaban numerosos
partidarios para sus puntos de vista.
Los fariseos creían en una vida futura; que Dios, en
su presencia, daría felicidad 54 a su pueblo, felicidad de la cual sólo podría
disfrutar el justo. En ese estado
beatífico los buenos recibirían la recompensa de su virtud. Pero los impíos, los que resistían a Dios,
los que desobedecían la ley divina, sufrirían para siempre en un lugar de
tormentos. Sin embargo, no todos los
fariseos estaban de acuerdo en cuanto a los detalles de las recompensas y
castigos del futuro, los cuales aguardaban a fieles e infieles. Había muchas variantes en el pensamiento
acerca de la vida después de la muerte.
Una creencia común entre los fariseos era el concepto de que en un lugar
intermedio todas las almas de los muertos aguardaban ser trasladadas, cada una
a su destino final. Desde este lugar
imaginario, designado como Hades, aquellos que no estaban todavía preparados
para entrar en el "seno de Abrahán" (ver Talmud Kiddushin 72a),
podían ver la anticipación de sus placeres, mientras que los que aún no habían
sido confirmados para un destino impío, podían visualizar la realidad de los
horrores que les aguardaban.
Cristo usó en la parábola del rico y Lázaro (Luc.
16: 19-31) las enseñanzas de los fariseos acerca de la vida futura, como un
recurso para destacar que uno, mientras vive, debe aprovechar las advertencias
y amonestaciones para su bien (PVGM 243-246).
Después de su arresto en Jerusalén, Pablo se valió de la creencia de los
fariseos en la resurrección para dividir a sus acusadores (Hech. 23: 6-10).
Los fariseos mantenían viva la esperanza
mesiánica. El Ungido vendría,
restauraría e incrementaría en gran manera la gloria que Israel había tenido
durante el reinado de David (ver t. IV, p. 33), y el Mesías gobernaría el mundo
(ver t. IV, p. 35). David había sido
poderoso y había gobernado con gran influencia en el mundo; pero el Mesías
superaría a todos los gobernantes. David
había sido sabio y bueno; pero el Mesías sería la justicia personificada, y
aunque no lo concebían como a Dios, creían que estaría revestido de poder sobrenatural. Los términos legalismo, nacionalismo y
mesianismo podrían usarse para describir la filosofía y los propósitos de los
fariseos.
A medida que la casa de los asmoneos adquiría
experiencia con el correr del tiempo y los deberes del Estado incluían más y
más relaciones internacionales, los gobernantes se hacían menos estrictamente
judíos y se caracterizaban más por el mismo helenismo contra el cual se habían
sublevado el anciano Matatías y su hijo Judas Macabeo. Esa tendencia aumentó hasta que finalmente
prevaleció la política helenizante de la dinastía herodiana.
LOS ESCRIBAS.- Este grupo era llamado en hebreo soferim, "escribas", "escritores"; y en griego, grammatéis, literalmente "secretarios" o "amanuenses". También se los llamaba -y con más exactitud nomikói: "intérpretes de la ley" (Mat. 22: 35; Luc. 7: 30; etc.), y nomodidáskaloi: "maestros de las leyes" ("doctores" en la ley; ver 1 Tim. 1: 7). Su tarea consistía en estudiar e interpretar las leyes civiles y religiosas, y aplicarlas a los detalles de la vida diaria. Sus dictámenes -semejantes a los de los magistrados actuales de una corte suprema- tenían mucha importancia y se convertían en la base de futuras interpretaciones. Ese conjunto de decisiones constituía la "tradición" contra la cual Jesús se pronunció con tanta frecuencia, y la cual -también con frecuencia- fue acusado de haber violado (Mat. 15:2-3, 6; Mar. 7:2-3, 8-9). Algunos escribas notables fueron grandes maestros entre los judíos.
En
los días de Jesús los escribas eran más influyentes que cualquier otro grupo de
dirigentes. Muchos de ellos eran miembros del sanedrín al que probablemente se
hace referencia en Mat. 26:3. Algunos escribas aceptaron a Cristo (Mat. 8: 19);
pero la mayoría de ellos tenían un profundo prejuicio contra él (Mat. 16:
21). La mayoría eran fariseos.
3. Todo lo que os digan. En el cap. 23, Jesús no pone en duda las enseñanzas de los escribas y
fariseos, cosa que había hecho en otras ocasiones (ver com. Mar. 7: 1-13), sino
hace resaltar el hecho de que la vida de ellos no estaba en armonía con su
excelsa profesión de piedad.
No hagáis. En los vers. 13-33, Jesús condena específicamente actitudes tales como una
pretendida mayor santidad, la exhibición de piedad, el amor a la preeminencia
en las actividades religiosas y seculares, y la codicia. Haríamos bien en examinar nuestras propias
vidas a fin de ver si en ellas se encuentran rastros de estos mismos males que
hicieron que la palabra "fariseo" fuera sinónima de
"hipócrita" (ver com. Luc. 18:
9- 14).
Dicen, y no hacen. Es decir, predican, pero no practican. Ver com. cap. 7: 21- 23. Decir y no hacer convierte a una persona en hipócrita (ver com. cap. 6: 2; 7: 5).
Los escribas y los fariseos profesaban
absoluta lealtad a las Escrituras, pero no practicaban los principios que allí
se enuncian. Sus buenas obras consistían
en la práctica minuciosa de los requerimientos de las ceremonias y los rituales
antes que "lo más importante de la ley" 476 (ver com. cap. 9:13;
22:36; 23:23). Comparar con la lección
derivada de la maldición de la higuera (ver, com. Mar. 11: 12- 14, 20- 22) y del ejemplo del
hijo que dijo: "Sí, señor, voy. Y
no fue" (Mat. 21: 30).
4. Atan cargas pesadas. Los escribas y los fariseos eran amos duros, pero ellos mismos no estaban
dispuestos a llevar carga alguna. Estas
"cargas pesadas" no eran parte de la ley mosaica, sino de la
tradición rabínica (ver com. Mar. 7:1-13).
Difíciles de llevar. Las exigencias rabínicas sólo producían problemas y desánimo a los que
intentaban cumplirlas. En la ley de Dios
no hay nada que cause tristeza o cansancio.
Esto ocurre sólo con los detalles de las exigencias de las leyes
humanas. Cf. cap. 11: 28-30.
5. Para ser vistos por los hombres. Parecían olvidar que Dios mira el corazón y que, si
examinaba el corazón de ellos, posiblemente no habría hallado allí nada que
comprobara que eran hijos obedientes.
En buena
medida, su obediencia era externa, semejante a un manto (ver com. vers.
25-26). Su conducta estaba determinada
por lo que esperaban que los hombres pensaran de ellos, más que por el amor a
Dios (cf. 2 Cor. 5: 14). Esta clase de
religión se describe más ampliamente en com.
Mat. 6: 1-8.
Filacterias. Gr. fulakt'rion, de un verbo que significa "vigilar", "guardar". El sustantivo significa "salvaguardia". La idea de llevar filacterias se basaba en la interpretación literal de Deut. 6: 8. con referencia a las filacterias y la forma de llevarlas, ver com. Exo. 13: 9.
Para muchos, las filacterias sin duda se convirtieron más bien en amuletos
protectores, así como en el antiguo Israel los hebreos habían considerado que
el arca les servía de talismán (ver. com. 1 Sam. 4: 3).
Los judíos piadosos
del tiempo de Cristo solían llevar las filacterias al hacer su culto diario, pero los rabinos
recomendaban que se las llevara durante todo el día, todos los días, excepto
los sábados y en las festividades. EL TALMUD de Jerusalén habla de
"fariseos de hombres que llevan todo su cumplimiento de los mandamientos
en sus hombros" (Berakoth 9, 14b 40).
Los flecos. Gr. kráspedon, "fleco", "orla" (BJ), o
"borla". Estos flecos se
describen en com. Mar. 5: 27. Extender los flecos sería hacerlos más
visibles. Puesto que la ropa en la cual
estaban estos flecos era usada para propósitos religiosos, el que fueran más visibles
llamaría la atención al hecho de que el que los vestía era más piadoso de lo
que exigían las leyes y más piadoso que los demás. La ley judía especificaba sólo la dimensión
mínima de los flecos. La costumbre de usarlos se basaba en Núm. 15: 38-40 y
Deut. 22: 12 (cf. com. Mar. 12: 38).
6. Los primeros asientos. Es decir, los "primeros puestos" (BJ), los lugares de honor
(cf. DTG 564; Sant. 2: 2-4). Con referencia a la costumbre de buscar los
asientos más conspicuos en las fiestas, ver com. Luc. 14: 7-11. Dos días más tarde, en la
última cena, los doce estaban discutiendo acerca de una cuestión similar (Luc.
22: 24; DTG 600- 601).
Las primeras sillas. Es decir, los lugares reservados para las personas importantes. Pareciera que la gente común se sentaba en el
suelo o permanecía de pie, mientras que los ancianos o los miembros más
destacados de la comunidad se sentaban en bancos construidos en torno de las
paredes, como lo demuestran los hallazgos arqueológicos. El que presentaba el sermón, tenía una silla
especial (ver p. 59; com. Mat. 23: 2).
7. Las plazas. Es decir, los lugares donde solían reunirse la gente para conversar y para
hacer negocios.
Rabí. Literalmente,
"mi grande". Sin embargo, este adjetivo perdió importancia y el
título pasó a emplearse para designar a los maestros y grandes personajes. Es
probable que, desde hacía mucho tiempo, en los días de Jesús, no se estuviera
empleando este título para los eruditos en la ley Hasta donde se sepa, aparece
el vocablo rab por primera vez para designar a un maestro en torno al año 110
a. C., en boca de Josué ben Perahah (Mishnah
Aboth 1. 6). El título de rabí distinguía a un hombre versado en la ley
de Moisés, y, por lo tanto, implicaba que su interpretación de los deberes
religiosos allí prescritos era correcta y debía observarse.
El empleo de este
título tendía a dar prioridad a la autoridad humana antes que a la palabra
expresa de Dios. Jesús aconsejó a sus seguidores que no se guiaran por los
hombres, sino que buscaran a Dios y su voluntad, según aparece en las Sagradas
Escrituras.
8. Pero vosotros no queráis. La construcción griega, al igual que la española, es enfática. Probablemente esta advertencia iba dirigida a los discípulos, quienes no debían asumir un papel autoritario en asuntos de teología.
El Cristo. La evidencia textual establece (cf. p. 147) la omisión de estas palabras.
Todos vosotros sois hermanos. Los que siguieran a Cristo habían de considerarse
como iguales. Ninguno debía ejercer
indebida autoridad sobre otro. En
asuntos de conciencia, no debía haber ninguna coerción.
9. Padre. Título aplicado con frecuencia a los patriarcas Abrahán, Isaac y Jacob Juan
7: 22; 8: 53; etc.), y en general a los dignos varones de generaciones
pasadas. Tanto Elías como Eliseo
recibieron el título de "padre" (2 Rey. 2: 12; 6: 21). Un tratado de la Mishnah (ver p.100) se llama
Aboth, "padres". La palabra
aramea 'abba', "padre", aparece en la RVR sin traducir en Mar. 14:
36; Rom. 8: 15; Gál. 4: 6. Aquí Jesús parece referirse a un uso técnico
de la palabra, de aplicaciones semejantes a la de la palabra rabí (ver
com. Mat. 23: 7- 8).
10. Maestros. Gr. kat'g't's, "maestro".
En el griego moderno, se emplea esta palabra para referirse a los
profesores.
El Cristo. Ver com. cap. 1: 1
11. El que es el mayor. Ver com. Mat. 20: 26; Mar. 9:35;
Luc. 9: 48; DTG 564).
12. Se enaltece. Ver com. Mat. 11: 29; 20: 26; Luc. 14: 11; 18: 14. Esta declaración parece
haber sido una de las preferidas de Jesús, pues aparece repetidas veces. En el Talmud de Jerusalén (Erubin 13b, 35) se
lee: "Dios ensalzará al que se humilla; Dios humillará al que se
ensalza" (ver Nota Adicional del cap. 7).
13. ¡Ay! Gr.
ouái, exclamación de dolor o censura (ver com. cap. 11: 21). Los siete ayes (ocho, si se incluye el del
cap. 23: 14; ver com. vers. 14) ilustran las observaciones hechas en los vers.
3-5 acerca de los escribas y fariseos.
En relación con el propósito que tuvo Jesús al censurar tan duramente a
los dirigentes religiosos de la nación, ver com. vers. 1.
Hipócritas. Ver com. cap. 6: 2; 7: 5. Este
adjetivo aparece siete veces en el cap. 23: 13-29.
Cerráis el reino. En primera instancia, el reino de la gracia divina; pero, finalmente,
también el reino de la gloria divina (ver com. cap. 4: 17; 5: 3). Los escribas y los fariseos habían puesto
tales dificultades que resultaba casi imposible que los sinceros de corazón
hallaran el camino a la salvación. Lo habían logrado, primero, haciendo que la
religión fuera una carga intolerable (cap. 23: 4); y segundo, por su propio
ejemplo de hipocresía (vers. 3). En vez de iluminar el camino de la salvación,
la tradición rabínica lo oscurecía de tal modo que en el mejor de los casos los
hombres sólo podían andar a tientas, como si estuviesen rodeados de una densa
neblina (ver com. Mar. 7: 5-13).
Ni entráis vosotros. Su hipocresía no les permitiría entrar. Ni dejáis entrar. Era como si los escribas y fariseos estuvieran a la puerta (ver com. 7:13-14) a fin de impedir que entrara la gente y como si después de cerrar con llave, hubieran tirado la llave, a fin de que nadie más pudiera entrar.
Su actitud mental era
tan estrecha que pensaban que el reino de los cielos era una especie de club
privado en el cual podrían entrar sólo aquellos que estuvieran a la altura de
las exigencias que ellos establecían.
14. Devoráis las casas de las viudas. La evidencia textual favorece (cf. p. 147) la omisión del vers. 14. Sin embargo, está establecida su inclusión en Mar. 12: 40. Los fariseos persuadían a viudas pudientes para que donaran su propiedad al templo y luego la empleaban para su propio provecho (DTG 565).
Se suponía que las viudas eran protegidas por
la ley (Exo. 22: 22), pero esto no las salvaba de los rapaces fariseos (cf. Isa. 10: 2).
Ver com. Mar. 7: 11-13, donde se
habla de otra forma legal de defraudar a los ancianos.
Como pretexto. Ver com. vers. 5.
Largas oraciones. Ver com. cap. 6: 7.
Mayor condenación. Puesto que eran dirigentes, sus malas acciones eran más reprensibles que
los mismos hechos cometidos por la gente común. Como maestros de la ley, su conducta estaba más expuesta a la censura
que la de los pecadores comunes. En
primer lugar, conocían mejor los detalles de la ley; y, en segundo lugar, su
mal ejemplo sería considerado por otros como justificación de sus propias
faltas.
15. ¡Ay! Ver
com. vers. 13.
Para hacer un prosélito. Con referencia a la vasta influencia de los judíos y de su religión en el
Imperio Romano en tiempos de Cristo, ver las pp. 62-63. Los antiguos registros revelan el hecho de
que hubo incontables miles de conversos a la fe judía. Algunos de ellos se hicieron judíos y
vivieron en armonía con todos los requisitos ceremoniales del judaísmo. En primer lugar, se los instruía cabalmente;
luego, se los bautizaba y se les exigía que ofrecieran sacrificio en el templo
de Jerusalén. Todos los varones eran
circuncidados en señal de que habían aceptado el pacto de Abrahán (ver
com. Gén. 17: 10-12). Un número
mayor creía en el verdadero Dios y lo adoraba, pero sin participar en los ritos
propios del judaísmo .Estos era
conocidos como "prosélitos de la puerta" o "temerosos de
Dios".
Dos veces más. Un converso
entusiasta, de ser eso posible, se volvía aún más fanático que los fariseos. Ser
"hijo del infierno" es ser, "hijo de condenación" (BJ), es
decir, participar, de la condenación e ir camino al infierno(Gr.géenna ,ver
com. cap 5: 22).Por otra parte, el ser "hijo del reino" es participar
de las características del reino e ir camino al reino de los cielos.
16. Guías ciegos. Por supuesto aquí Jesús se refiere a la ceguera espiritual (ver com. Juan 9: 39-41). Los judíos estaban orgullosos de que eran los
guías de los ciegos gentiles (Rom. 2: 19).
En verdad, realizaban grandes esfuerzos por conseguir prosélitos (Mat.
23: 15). Pero que un ciego pretenda
guiar a otros ciegos es el colmo de la locura.
Jesús explica de inmediato lo que quiere decir con ceguera espiritual
(vers. 16-24). Esta sección de la
condenación de los dirigentes judíos es más larga que cualquiera de las otras
consignadas en el cap. 23. Por lo tanto, parecería que Jesús hubiera querido
hacer resaltar este aspecto de la hipocresía. El único remedio para la ceguera
espiritual es el colirio espiritual (Apoc. 3: 18), pero los dirigentes judíos
se negaban comprarlo del único Mercader que lo ofrecía en venta. En esto hay una seria advertencia para la
iglesia de hoy.
Jura. Ver
com. cap. 5: 33-37
No es nada. Esta es la primera ilustración de la ceguera espiritual de los escribas y
de los fariseos. La razón por la cual un
juramento no era válido y el otro sí lo era, quizá sea que para que el
juramento fuera válido, debía ser específico.
Por ejemplo, según el Talmud (Nedarim 14b): "Si uno jura por la
Torah, sus palabras no tienen vigencia; si se jura por lo que allí está
escrito, su promesa debe cumplirse; si jura por la Torah y por lo que allí está
escrito, su promesa debe cumplirse".
Notar la expresión "no tiene vigencia" y comparar con la
expresión de Jesús, no es nada".
Es deudor. Es decir, "queda obligado" (BJ).
Debe cumplir lo que ha prometido o aceptar la responsabilidad por lo que
ha jurado.
17. Insensatos. Gr. mÇros, "insensato".
Ver la advertencia de Cristo en el cap. 5: 22 (ver allí el comentario)
en cuanto al uso descuidado de esta palabra.
Es evidente que en Mateo Jesús condena los motivos que en algunas
ocasiones llevaban a emplear la palabra y no el uso de la palabra en sí. En el Sermón del Monte, Jesús se refirió más
a los motivos que a las acciones exteriores.
No se dirigía a los escribas y fariseos con ira, sino que,
sencillamente, estaba presentando los hechos.
Santifica. Es decir, lo hace sagrado. El oro
era sagrado sólo porque era el oro del templo.
18. Jura por el altar. Ver com. vers. 16-17, donde está en juego el mismo principio.
19. ¡Necios! La evidencia textual se inclina (cf. p. 147) por la omisión de este
vocativo.
22. Jura por el cielo. Ver com. vers. 16-17, donde se aplica el mismo principio. El cielo, como también el trono de Dios, son sagrados sólo en virtud de la presencia de Dios.
23. Diezmáis. El diezmo constituía una parte de la ley (ver com. Lev. 27: 30; Deut. 14: 22). La minuciosidad
con que pagaban el diezmo los judíos piadosos es reflejada en la Mishnah:
"Cualquier cosa que se emplee como alimento, que se vigile y crezca de la
tierra, debe ser diezmada. Y otra regla
general ha deteminado: todo lo que se usa como alimento, ya sea en su condición
anterior o posterior [de madurez], aunque quede sin cosechar para que produzca
más alimento, debe ser diezmado, no importa que se junte en su estado primero o
posterior [de inmadurez], pero todo lo que no se usa como alimento en su estado
primero, sino sólo en el posterior, no necesita diezmarse hasta que está listo
para ser comido. ¿Cuándo deben diezmarse los frutos? Los higos, en cuanto
comienzan a madurar; las uvas y las uvas silvestres, en cuanto son visibles sus
semillas; el zumaque y las moras, en cuanto se ponen rojos" (Ma'aseroth 1. 1-2).
Menta. En
la Mishnah, esta hierba no es mencionada como planta que debe diezmarse. Sin duda era diezmada por
los judíos escrupulosos para demostrar el profundo respeto que tenían por la
ley del diezmo.
Eneldo. La Mishnah dice que el eneldo (Ma'aseroth 4. 5) debía diezmarse. Debía pagarse el diezmo de todas las partes de la planta -las sencillas, las hojas, el tallo- todo, menos las raíces. Comino. Una planta cultivada cuyas semillas aromáticas se emplean para condimentar el alimento (Isa. 28: 25, 27). Las tres plantas mencionadas en este pasaje se empleaban como condimentos, y las últimas dos tenían valor por sus propiedades medicinales. Cf. com. Isa. 28: 25.
Dejáis. "Descuidáis"
(BJ). Los dirigentes de los judíos habían hecho una acusación similar a Jesús
(ver com. cap. 5: 17-20).
Lo más importante. Los escribas habían elaborado una complicada y artificial jerarquía de las
leyes del judaísmo, dándole a cada una mayor o menor importancia (ver com. cap.
22:36). En com. cap. 5: 17-20 se hace
referencia a lo que dijo Jesús respecto al asunto de que ciertos requisitos son
de mayor importancia que otros. Los
escribas y los fariseos daban gran valor a los mandatos formulados por los
hombres y a las formas visibles de la observancia de la ley (ver com. Mar. 7: 3-13), pero se olvidaban casi
completamente del verdadero espíritu de la misma: el amor para Dios y para el
prójimo (ver com. Mat. 22: 37, 39). En el Sermón del Monte Jesús había procurado
devolver el espíritu a la observancia externa de la ley (ver com. cap. 5:
17-22).
Justicia. Gr. krísis, "juicio", en el sentido de "juicio, justo"
o "justicia". Con referencia a
la importancia de la misericordia como guía de las relaciones humanas, ver com.
cap. 9: 13. Con referencia al significado
de la fe, ver com. Hab. 2: 4.
Esto. Es
decir, las cosas menos importantes, que, con frecuencia, consistían mayormente
en ceremonias y formas visibles. Jesús aquí aprueba el diezmo. Ni él ni ningún autor del NT disminuye en lo
más mínimo esta obligación. Jesús deja en claro que no se opone al diezmo, sino
al espíritu hipócrita de los escribas y fariseos, cuya religión consistía en la
observancia minuciosa de lo externo de la ley.
Aquello. Es
decir, las cosas más importantes de la ley, las cuales los escribas y fariseos
habían descuidado.
El diezmo y la ofrenda
no es cuestionada por Jesús. sino que es necesario y está vigente en el Nuevo
Testamento. Por eso dice: dejáis lo más importante de la ley: la justicia, la
misericordia y la fe. Esto era necesario hacer, sin dejar de hacer aquello (diezmar).
24. ¡Guías ciegos! Ver com. vers. 16.
Coláis. Gr.
diulízÇ, "colar" con colador.
La figura se refiere a colar el agua antes de beberla (DTG 569). Aquí Jesús censura a los escribas y a los
fariseos por las complicadas precauciones que tomaban en asuntos sin
importancia y por el descuido con que realizaban lo que era en verdad
importante. Según la ley levítica, tanto
el mosquito como el camello eran inmundos (ver com. Lev. 11: 4, 22-23). Aquí Jesús presentó, por un lado, las
cuidadosas precauciones tomadas a fin de evitar tragar uno de los más diminutos
animales inmundos; y, por otro lado, el tragarse a uno de los más grandes
animales inmundos, el camello. Esta es
una de las más impresionantes de las hipérboles presentadas por Cristo y por
cuyo uso su enseñanza se hizo famosa (cf. com.
Mat. 19: 24).
25. Lo de fuera del vaso. Jesús no se refiere aquí a las costumbres de los fariseos en cuanto a los
utensilios empleados en la casa, en cuyo uso los judíos eran sumamente
escrupulosos, sino a los fariseos mismos.
Al lavar los vasos, los fariseos eran tan cuidadosos con el interior
como con el exterior. Pero en relación
con sus vidas, el problema estaba en que, en ese caso, no aplicaban el mismo
principio. Vivían para ser vistos de los
hombres (ver com. vers. 5), como si estuvieran totalmente olvidados de que Dios
podía ver su corazón y conocía perfectamente los motivos hipócritas que
impulsaban su piedad externa, tan escrupulosa.
Cf. Mar. 7: 18-23.
Plato. Gr.
paropsís, plato en el cual se servían manjares.
De robo y de injusticia. La primera palabra se refiere al robo, a la rapiña, y a la avaricia. La segunda, a la falta de dominio propio, a
la intemperancia. Cristo señala aquí
cómo los escribas y los fariseos fallaban en "lo más importante de la
ley" (vers. 23).
26. Limpia primero. Para ser efectiva, la limpieza debe comenzar desde adentro (ver com. Mar. 7:3-18; Luc. 11:41).
27. ¡Ay de vosotros! Ver com. vers. 13.
Sepulcros blanqueados. Según la ley ritual, el contacto con los muertos constituía una grave forma de contaminación. Por ejemplo, los sacerdotes no debían contaminarse con los muertos, sino en el caso de familiares inmediatos (Lev. 21: 1-4), pero esta excepción le era negada al sumo sacerdote (vers. 10-11).
Según la
Mishnah, era la costumbre blanquear las tumbas el día 15 del mes de Adar, un mes
antes de la pascua, a fin de que los sacerdotes y los nazarenos pudieran evitar
la contaminación por tocar, sin querer, las tumbas (Shekalim 1. 1). Con referencia al procedimiento requerido en
caso de contaminación ritual ocasionada por el contacto con los muertos, ver
Núm. 19: 11-22; cf. Hech. 23: 3; com.
Luc. 11: 44.
28. Os mostráis justos. Ver com. vers. 3, 5.
Por dentro. ver com. cap. 5: 22, 28 donde se trata acerca de la importancia que Cristo
le atribuye a la injusticia interior.
29. Edificáis los sepulcros. Los mártires de una generación con frecuencia son
los héroes 480 de la siguiente. Mientras
vivían los profetas, era popular tirarles piedras; algún tiempo después de su
muerte, se les levantaba importantes monumentos de piedra para
recordarlos. Los judíos no podían honrar
a los profetas vivos sin aceptar su mensaje, por era fácil honrar a los
profetas muertos, aunque no se los obedeciera.
30. Si hubiésemos vivido. Cada generación tiende a enorgullecerse de ser más sabia y más tolerante
que las generaciones anteriores.
Nosotros mismos podemos hallar satisfacción en pensar que no habríamos
actuado como los escribas y los fariseos, sin comprender que al pensar así nos
parecemos a ellos (ver com. Luc. 18:
11). Al tener mayor luz, el hombre tiene
mayores responsabilidades. Los profetas de antaño sufrieron porque desafiaron
las creencias, las normas y las acciones de sus contemporáneos. Si esos profetas vivieran hoy, habrían
pronunciado los mismos mensajes de condenación del pecado, y es probable que
esos mensajes hubieran hallado la misma endurecida indiferencia y hubieran
provocado los mismos intentos de acallar a los profetas que los pronunciaban.
31. Contra vosotros mismos. Se habían hecho responsables de la luz de la verdad
que emanaba de los mensajes de los profetas, quienes, aunque muertos, aún
hablaban.
32. Vosotros también llenad. Tal como lo es en nuestro idioma, esta construcción
es enfática en griego. La copa de la culpa de la nación judía estaba casi
repleta, y las obras de la gente de la generación de Cristo, en especial el
rechazo de Cristo como Mesías (ver com.
Juan 19: 15), llenaría esa copa hasta hacerla rebosar (ver t. IV, pp.
34-35). Así como la culpa de Babilonia
llegó a los límites de la tolerancia divina en la noche del festín de Belsasar,
así también la nación judía colmó los límites de la gracia divina al rechazar y
crucificar a Jesús.
33. Generación de víboras. Ver com. cap. 3: 7; 12: 34.
¿Cómo escaparéis? Ver
com. Heb. 2: 3.
Infierno. Gr. géenna (ver com. cap. 5: 22).
Los escribas y fariseos daban testimonio en contra de sí mismos (cap.
23: 31). Si admitían su culpa, ¿cómo
podrían tener esperanza de escapar?
34. Os envío. Cf. Luc. 11: 49.
Sabios. Personas
que comprendían los mensajes de los profetas y procuraban aplicar a la vida de
la nación los principios allí enunciados.
Estos eran los "entendidos en los tiempos, y que sabían lo que
Israel debía hacer" (1 Crón. 12: 32) a la luz de la verdad revelada. Con referencia al significado de la palabra
"sabiduría" en contraste con "comprensión" y
"conocimiento", ver com. Prov.
1: 2. Los sabios eran aquellos consejeros seguros, hombres prudentes cuya
dirección era digna de confianza. No
eran dirigentes "ciegos" como los escribas y fariseos (ver com. Mat. 23: 16-17).
Mataréis y crucificaréis. Esteban murió para satisfacer el deseo de los escribas y de los fariseos de derramar la sangre de los portavoces de Dios (Hech. 7: 59).
El odio de los judíos condujo al segundo
arresto de Pablo y a su ejecución (ver 2 Tim. 4: 6-8; HAp 390, 497).
Azotaréis. Con referencia a la costumbre de azotar en la sinagoga, ver com. cap. 10:
17. Pablo fue azotado cinco veces (2 Con
11: 24).
Perseguiréis. Ver com. cap. 5: 10-12; 10: 17-18, 23. En Hech. 13: 50; 14: 5-6, 19-20; 26:
11; etc., se registran ejemplos de persecución.
35. Para que venga sobre vosotros. Esto no significa que los de la generación de
Cristo habían de ser castigados por los pecados de sus antepasados, porque la
Biblia enseña específicamente que a ninguno se lo castigará por los pecados de
otro (Eze. 18: 2-30; cf. Exo. 32:
33). Pero al rechazar a Jesús y sus
enseñanzas, esa generación había incurrido en una culpa mayor que la de
cualquier generación anterior.
Sangre justa. Es decir, sangre de personas inocentes.
Abel. Ver
com. Gén. 4: 8-10.
Zacarías. Sin duda, se refiere a Zacarías, hijo de Joiada, el sumo sacerdote quien fue apedreado en el atrio del templo por orden del rey Joás, quien reinó del año 835 al 796 a. C. (2 Crón. 24: 20-22; ver t. II, p. 85). Numerosas referencias a este homicidio en la literatura judía posterior indican que dejó una profunda impresión en el recuerdo de la nación. En la Biblia hebrea, los libros de Crónicas están al final, así como Malaquías está al final de nuestro AT (ver t. I, p. 40). Basándose en la idea bien fundada de que Abel y Zacarías representan, por el orden en que aparecen los libros de la Biblia hebrea, el primero y el último de los mártires conocidos, la mayoría de los eruditos llegan a la conclusión de que el orden judío de los libros del AT, según el cual Crónicas está al fin, existía ya en tiempos de Jesús.
Hijo de Berequías. Zacarías, hijo de Joiada (2 Crón. 24: 20-22), es el único personaje de
nombre Zacarías que, según las Escrituras, murió de esta manera (DTG 571). No se dice nada de que Zacarías hijo de
Berequías (Zac. 1: 1) hubiera muerto en forma violenta. Lo mismo podría decirse de "Zacarías,
hijo de Berequías" de Isa. 8: 2. Es
posible que Jesús no haya identificado a Zacarías como "hijo de
Berequías", pero que estas palabras hayan sido añadidas por algún escriba
posterior, quien, al escribir, estaba pensando en el profeta Zacarías o en el
Zacarías de Isa. 8: 2, y en este sentido hay escasa evidencia textual. Por otra parte, cabe señalar que en el pasaje
paralelo de Luc. 11: 51, Zacarías no aparece como hijo de Berequías sino en
unos pocos antiguos manuscritos.
El templo. Gr. naós, "santuario", o "altar" y no hierón,
"templo", que comprende los atrios y los edificios adyacentes al
"santuario" (cap. 21: 23). Por
lo general, sólo los sacerdotes tenían acceso al atrio interior del templo,
donde se encontraba el altar del sacrificio, y el hecho de que Zacarías
estuviera "entre el templo y el altar" sugeriría que ejercía el
sacerdocio cuando murió como mártir. Si
los atrios del templo de Salomón eran como los del templo de Herodes, los
asesinos de Zacarías a menos que hubieran sido sacerdotes o levitas no habrían
tenido el derecho de entrar en este atrio.
36. De cierto. Ver com. cap. 5: 18. Todo esto. Es decir, la culminación de la conducta impía resumida en los vers. 34-35. La copa de la iniquidad de la nación judía estaba a punto de colmarse (ver com. vers. 32).
Esta generación. Jesús claramente se refiere aquí a la generación que vivía en ese momento,
es decir, sus contemporáneos judíos. En
el siguiente capítulo especifica el hecho al cual aquí sólo alude: la destrucción
de Jerusalén y del templo por los ejércitos romanos en el año 70 d. C. (Mat.
24: 15-20; cf. Luc. 21: 20-24; también
cf. Mat. 24: 34; Luc. 11: 50).
37. ¡Jerusalén! Cf. Luc. 13: 34. En Jerusalén se centraban todas las
esperanzas de Israel como nación. La
ciudad era el símbolo del orgullo y de la fuerza de la nación. Con referencia al papel de Jerusalén en el
plan de Dios, ver t. IV pp. 28-32.
Matas a los profetas. Ver com. vers. 34.
Quise juntar. Nunca se oyó de labios de Jesús una expresión más conmovedora ni de más tierna solicitud. Con el mismo tierno anhelo el cielo contempla a todos los perdidos (ver com. Luc. 15: 7). Casi había llegado el momento cuando Dios debería rechazar a los judíos como pueblo escogido (Mat. 23: 38); muy a su pesar, el cielo los abandonaría a sus propios caminos perversos y a su triste fin.
Otras declaraciones bíblicas
acerca de la misericordia y la longanimidad de Dios para con los pecadores
impenitentes aparecen en Eze. 18: 23, 31-32; 33: 11; 1 Tim. 2: 4; 2 Ped. 3: 9.
No quisiste. Su propia elección había determinado su destino (ver com. Dan. 4: 17; t. IV, pp. 34-35; 1JT 170). Ningún pecador habrá de perderse debido a que
el cielo no haya dispuesto lo necesario para su salvación. Cf.
Jos. 24: 15; Isa. 55: 1; Apoc. 22: 17.
38. Vuestra casa. Apenas el día anterior Jesús se había referido al templo como casa de Dios
(cap. 21: 13). Aquí habla de
"vuestra casa". Las palabras
de Cristo deben haber causado terror a los sacerdotes y dirigentes. Posiblemente recordaron esta declaración
durante el juicio de Jesús (cap. 26: 61-64).
El velo desgarrado tres días más tarde fue una señal visible de que Dios
ya no aceptaba las ceremonias sin sentido que por casi cuarenta años más
siguieron realizándose en el templo (cap. 27: 51). Había llegado en ese momento la mitad de la
semana profético de Dan. 9: 27, y en lo que al cielo atañía, el valor del
sacrificio había de cesar para siempre. Ver com. Mat. 24: 3, 15; cf. Luc. 21: 20; t. IV, p. 37.
39. No me veréis. Esta afirmación debe entenderse dentro del contexto de las otras
declaraciones hechas por Jesús durante esa misma semana, especialmente la del
cap. 26:64. Al decir "desde
ahora" Jesús no se refería a su partida del templo ese martes por la
tarde, sino a todo lo que se relacionaba con su rechazo, su juicio y su
crucifixión.
Bendito el que viene. Jesús se refirió aquí al momento cuando los seres humanos, entre ellos los que le traspasaron (Apoc. 1: 7), le verían "viniendo sobre las nubes del cielo, con poder y gran gloria" (Mat. 24: 30).
En aquel último gran día aun los burladores
se verían obligados a reconocer como bendito al que ahora maldecían tan impunemente
(Fil. 2: 9-11). Los escribas y los
fariseos a los cuales Jesús estaba hablando estarán en esa multitud. Jesús
quería decir con esta declaración que no lo verían de nuevo hasta que volviera
en gloria.
Poco
después de pronunciar estas palabras, Jesús se retiró para siempre de los
recintos del templo. Con referencia a
otros 482 acontecimientos ocurridos antes de que se alejara de los atrios del
templo, ver com. Mar. 12: 41- 44; Juan
12: 20-50. (5CBA).
COMENTARIOS DE EGW
1-39. DTG 562-573. "AYES SOBRE LOS FARISEOS" (Está basado en San Mateo Capitulo 23; San Marcos 12:41-44; San Lucas 20:45-47; 21:1-4).
https://elaguila3008.blogspot.com/2009/11/dtg-capitulo-67-ayes-sobre-los-fariseos.html
"UN PUEBLO CONDENADO"
https://elaguila3008.blogspot.com/2009/11/dtg-capitulo-64-un-pueblo-condenado.html
Ministerio Hno. Pio
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