EN
LA VIDA DEL DISCÍPULO JUAN SE EJEMPLIFICA LA VERDADERA SANTIFICACIÓN. Durante los
años de su íntima asociación con Cristo, a menudo fue amonestado y prevenido
por el Salvador, y aceptó sus reprensiones. A medida que el carácter del divino
Maestro se le manifestaba, Juan vio sus propias deficiencias, y esta revelación
le humilló. Día tras día, en contraste con su propio espíritu violento,
contemplaba la ternura y la tolerancia de Jesús y oía sus lecciones de humildad
y paciencia. Día tras día su corazón fue atraído a Cristo hasta que se perdió
de vista a sí mismo por amor a su Maestro. El poder y la ternura, la majestad y
la mansedumbre, la fuerza y la paciencia, que vio en la vida diaria del Hijo de
Dios llenaron su alma de admiración. Sometió su temperamento resentido y
ambicioso al poder modelador de Cristo, y el amor divino realizó en él una
transformación de carácter.
EN NOTABLE CONTRASTE con la obra de
santificación realizada en la vida de Juan está la experiencia de su
condiscípulo Judas. Así como su compañero, éste profesaba ser discípulo de
Cristo, pero poseía solamente la forma de la piedad. No era insensible a la
hermosura del carácter de Cristo; y a menudo, mientras oía las palabras del
Salvador, afloraba la convicción de su culpabilidad; pero no humilló su corazón
ni confesó sus pecados. Resistiendo a la influencia divina deshonró al Maestro
a quien profesaba amar.
JUAN
LUCHÓ FERVOROSAMENTE CONTRA SUS DEFECTOS; pero Judas violó su
conciencia y cedió a la tentación, ligándose con mayor seguridad a sus malos
hábitos. La práctica de las verdades que Cristo enseñaba se oponía a sus deseos
y propósitos, y no quiso renunciar a sus ideas a fin de recibir la 446 sabiduría del cielo. En vez de
caminar en la luz, escogió andar en las tinieblas. Acarició deseos perversos,
la codicia, pasiones de venganza, obscuros y sombríos pensamientos, hasta que
Satanás obtuvo la dirección completa de su vida.
JUAN
Y JUDAS REPRESENTAN A LOS QUE PROFESAN SER SEGUIDORES DE CRISTO. Ambos
discípulos tuvieron las mismas oportunidades de estudiar y seguir al Modelo
divino. Ambos estuvieron íntimamente relacionados con Jesús y tuvieron el
privilegio de escuchar sus enseñanzas. Cada uno poseía graves defectos de
carácter. Y ambos tuvieron acceso a la gracia divina que transforma el
carácter. Pero mientras uno en humildad aprendía de Jesús, el otro reveló que
no era un hacedor de la palabra, sino solamente un oidor. El uno, destruyendo
diariamente el yo y venciendo al pecado, fue santificado por medio de la
verdad; el otro, resistiendo al poder transformador de la gracia y dando rienda
suelta a sus deseos egoístas, fue reducido a servidumbre por Satanás.
SEMEJANTE
TRANSFORMACIÓN DE CARÁCTER como la observada en la vida de Juan, es siempre
resultado de la comunión con Cristo. Pueden existir defectos notables en el
carácter de una persona, pero cuando llega a ser un verdadero discípulo de
Cristo, el poder de la gracia divina le transforma y santifica. Contemplando
como por un espejo la gloria del Señor, es transformado de gloria en gloria,
hasta que llega a asemejarse a Aquel a quien adora.
Juan era un maestro de
santidad, y en sus cartas a la iglesia señaló reglas infalibles para la
conducta de los cristianos. "Y
cualquiera que tiene esta esperanza en él -escribió,- se purifica, como él
también es limpio." "El que dice que está en él, debe andar como él
anduvo." (1 Juan 3:3; 2:6.)
Enseñó que el cristiano debe ser puro de
corazón y vida. Nunca debe estar satisfecho con una profesión vana. Así como
Dios es santo en su esfera, el hombre caído, por medio de la fe en Cristo, debe
ser santo en la suya.
EL APÓSTOL PABLO ESCRIBIÓ: "Porque la voluntad de Dios es 447 vuestra
santificación." (1 Tes. 4:3.) La
santificación de la iglesia es el propósito de Dios en todo su trato con su
pueblo. Lo escogió desde la eternidad, para que fuese santo. Dio a su Hijo para
que muriese por él, a fin de que fuese santificado por medio de la obediencia a
la verdad, despojándose de todas las pequeñeces del yo. Requiere de él una obra
personal, una entrega individual, Dios puede ser honrado por los que profesan
creer en él únicamente cuando se asemejan a su imagen y son dirigidos por su
Espíritu. Entonces, como testigos del Salvador, pueden dar a conocer lo que ha
hecho la gracia divina por ellos.
LA VERDADERA SANTIFICACIÓN es consecuencia del desarrollo del principio del amor. "Dios es amor; y el que vive en amor, vive en Dios, y Dios en él." (1Juan 4:16.)
La vida de aquel en cuyo corazón habita Cristo revelará una piedad práctica.
El carácter
será purificado, elevado, ennoblecido y glorificado. Una doctrina pura
acompañará las obras de justicia; y los preceptos celestiales a las costumbres
santas.
Los que quieren alcanzar la bendición de la santidad deben aprender primero el significado de la abnegación. La cruz de Cristo es la columna central sobre la cual descansa el "sobremanera alto y eterno peso de gloria." "Si alguno quiere venir en pos de mí -dijo Cristo- niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame." (2 Cor. 4:17; Mat. 16:24.)
Es la fragancia del amor para
con nuestros semejantes lo que revela nuestro amor para con Dios. Es la
paciencia en el servicio lo que otorga descanso al alma. Es mediante el trabajo
humilde, diligente y fiel cómo se promueve el bienestar de Israel. Dios
sostiene y fortalece al que desea seguir en la senda de Cristo.
LA SANTIFICACIÓN no es obra de un momento, una hora, o un día, sino de toda la vida.
No se la consigue por medio de un feliz arranque de los sentimientos, sino que
es el resultado de morir constantemente al pecado y vivir cada día para Cristo.
No pueden corregirse los males ni producirse reformas en el carácter por medio
de esfuerzos débiles e intermitentes. Solamente 448 venceremos mediante un prolongado y perseverante trabajo, penosa
disciplina y duro conflicto. No sabemos en el día actual cuán intenso será nuestro
conflicto en el siguiente. Mientras reine Satanás, tendremos que dominarnos a
nosotros mismos y vencer los pecados que nos rodean; mientras dure la vida, no
habrá un momento de descanso, un lugar al cual podamos llegar y decir: Alcancé
plenamente el blanco. La santificación es el resultado de la obediencia
prestada durante toda la vida.
NINGÚN
APÓSTOL O PROFETA PRETENDIÓ HABER VIVIDO SIN PECADO. Hombres que han vivido
lo más cerca de Dios, hombres que sacrificaron sus vidas antes de cometer a
sabiendas un acto pecaminoso, hombres a quienes Dios honró con luz divina y
poder, confesaron su naturaleza pecaminosa. No pusieron su confianza en la
carne, no pretendieron poseer una justicia propia, sino que confiaron
completamente en la justicia de Cristo.
ASÍ
DEBE SER CON TODOS LOS QUE CONTEMPLAN A JESÚS. Cuanto más nos
acerquemos a él y cuanto más claramente discernamos la pureza de su carácter,
tanto más claramente veremos la extraordinaria gravedad del pecado y tanto
menos nos sentiremos tentados a exaltarnos a nosotros mismos. Habrá un continuo
esfuerzo del alma para acercarse a Dios; una constante, ferviente y dolorosa
confesión del pecado y una humillación del corazón ante él.
EN
CADA PASO DE AVANCE que demos en la experiencia cristiana, nuestro arrepentimiento
será más profundo. Conoceremos que la suficiencia solamente se encuentra en
Cristo, y haremos la confesión del apóstol: "Y yo sé que en mí (es a
saber, en mi carne) no mora el bien." "Mas lejos esté de mí
gloriarme, sino en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por el cual el mundo me
es crucificado a mí, y yo al mundo." (Rom. 7:18; Gál. 6:14.)
ESCRIBAN
LOS ÁNGELES LA HISTORIA DE LAS SANTAS CONTIENDAS y conflictos del
pueblo de Dios y registren sus oraciones y lágrimas; pero no sea Dios
deshonrado por la declaración hecha por 449
labios humanos: No tengo pecado; soy santo. Nunca pronunciarán los labios
santificados tan presuntuosas palabras.
EL
APÓSTOL PABLO FUE ARREBATADO AL TERCER CIELO, y vio y oyó cosas que
no podían referirse, y aun así su modesta declaración es: "No que ya haya
alcanzado, ni que ya sea perfecto; sino que prosigo." (Fil. 3:12.)
PODÍAN
ÁNGELES DEL CIELO REGISTRAR LAS VICTORIAS DE PABLO mientras proseguía la
buena carrera de la fe. Podía el cielo regocijarse en su resuelto andar
ascendente, mientras él, teniendo el galardón a la vista, consideraba todas las
otras cosas como basura. Los ángeles se regocijaban al contar sus triunfos,
pero Pablo no se jactaba de sus victorias. La actitud de ese apóstol es la que
debe asumir cada discípulo de Cristo que anhele progresar en la lucha por la
corona inmortal.
MIREN EN EL ESPEJO DE LA LEY DE DIOS los que se sienten inclinados a hacer una elevada profesión de santidad. Cuando vean la amplitud de sus exigencias y comprendan cómo ella discierne los pensamientos e intentos del corazón, no se jactaran de su impecabilidad.
"Si dijéremos - dice Juan, sin separarse de
sus hermanos- que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y no hay
verdad en nosotros." "Si dijéramos que no hemos pecado, lo hacemos a
él mentiroso, y su palabra no, está en nosotros." "Si confesamos
nuestros pecados, él es fiel y justo para que nos perdone nuestros pecados, y
nos limpie de toda maldad." (1Juan 1:8,10,9.)
HAY QUIENES PROFESAN SANTIDAD, quienes
declaran que están completamente con el Señor, quienes pretenden tener derecho
a las promesas de Dios, mientras rehúsan prestar obediencia a sus mandamientos.
Dichos transgresores de la ley quieren recibir todas las cosas que fueron
prometidas a los hijos de Dios; pero eso es presunción de su parte, por
cuanto Juan nos dice que el
verdadero amor a Dios será revelado mediante la obediencia a todos sus
mandamientos. No basta creer la teoría de la verdad, hacer una profesión de fe
en Cristo, creer que Jesús no es un impostor, y que la religión de la Biblia no
es una 450 fábula por arte
compuesta. "El que dice, Yo le he
conocido, y no guarda sus mandamientos -escribió Juan-, el tal es mentiroso, y
no hay verdad en él, mas el que guarda su palabra, la caridad de Dios está
verdaderamente perfecta en él: por esto sabemos que estamos en él."
"El que guarda sus mandamientos, está en él, y él en él." (1 Juan
2:4,5; 3:24.)
JUAN
no enseñó que la salvación puede ser ganada por la obediencia; sino que la
obediencia es el fruto de la fe y del amor. "Y sabéis que él apareció para
quitar nuestros pecados -dijo,- y no hay pecado en él. Cualquiera que permanece
en él, no peca; cualquiera que peca, no le ha visto, ni le ha conocido."
(1Juan 3:5,6.) Si permanecemos en Cristo, si el amor de Dios habita en el
corazón, nuestros sentimientos, pensamientos y acciones estarán de acuerdo con
la voluntad de Dios. El corazón santificado está en armonía con los preceptos
de su ley.
MUCHOS Son Los Que, Aunque
Se Esfuerzan Por Obedecer Los Mandamientos De Dios, Tienen Poca Paz Y Alegría. Esa
falta en su experiencia es el resultado de no ejercer fe. Caminan como
si estuvieran en una tierra salitroso, o en un desierto reseco. Demandan poco,
cuando podrían pedir mucho, por cuanto no tienen límite las promesas de Dios.
Los tales no representan correctamente la santificación que viene mediante la
obediencia a la verdad. El Señor desea que todos sus hijos sean felices, llenos
de paz y obedientes. Mediante el ejercicio de la fe el creyente llega a poseer
esas bendiciones. Mediante ella puede ser suplida cada deficiencia del
carácter, cada contaminación purificada, cada falta corregida, cada excelencia
desarrollada.
LA ORACIÓN ES EL MEDIO
Ordenado Por El Cielo Para Tener Éxito en el conflicto con el pecado y
desarrollar el carácter cristiano. Las
influencias divinas que vienen en respuesta a la oración de fe, efectuarán en
el alma del suplicante todo lo que pide. Podemos pedir perdón del pecado, el
Espíritu Santo, un temperamento semejante al de Cristo, sabiduría y poder para
realizar 451 su obra, o
cualquier otro don que él ha prometido; y la promesa es: "Se os
dará."
FUE
EN EL MONTE CON DIOS DONDE MOISÉS contempló el modelo de aquel
maravilloso edificio donde debía morar su gloria. Es en el monte con Dios -en
el lugar secreto de comunión- donde nosotros podemos contemplar su glorioso
ideal para la humanidad. En todas las edades, mediante la comunión con el
cielo, Dios ha realizado su propósito para con sus hijos, desarrollando
gradualmente ante sus mentes las doctrinas de la gracia. Su manera de impartir
la verdad se ilustra con las siguientes palabras: "Como el alba está aparejada
su salida." (Oseas 6:3.) El que se coloca donde Dios puede iluminarle,
alcanza, por decirlo así, desde la obscuridad parcial del alba hasta la plena
luz del mediodía.
LA VERDADERA SANTIFICACIÓN SIGNIFICA AMOR PERFECTO, obediencia perfecta y
conformidad perfecta a la voluntad de Dios. Somos santificados por Dios mediante
la obediencia a la verdad. Nuestra conciencia debe ser purificada de las obras
de muerte sirviendo al Dios viviente. Todavía no somos perfectos; pero es
nuestro privilegio separarnos de los lazos del yo y del pecado y avanzar hacia
la perfección. Grandes posibilidades, altos y santos fines están al alcance de
todos.
LA
RAZÓN POR LA CUAL MUCHOS EN ESTE SIGLO no realizan mayores progresos en la vida espiritual, es porque
interpretan que la voluntad de Dios es precisamente lo que ellos desean hacer. Mientras
siguen sus propios deseos se hacen la ilusión de que están conformándose a la
voluntad de Dios. Los tales no tienen conflictos consigo mismos. Hay otros que
por un tiempo tienen éxito en su lucha contra sus propios deseos de placeres y
comodidad. Son sinceros y fervorosos, pero se cansan por el prolongado
esfuerzo, la muerte diaria y la incesante inquietud. La indolencia parece
invitarlos, la muerte al yo es desagradable; finalmente cierran sus soñolientos
ojos y caen bajo el poder de la tentación en vez de resistirla.
LAS
INSTRUCCIONES FORMULADAS EN LA PALABRA DE DIOS no dan 452 lugar para transigir con el mal. El
Hijo de Dios se manifestó para atraer a todos los hombres a si mismo. No vino
para adormecer al mundo arrullándolo, sino para señalarle el camino angosto por
el cual todos deben andar si quieren alcanzar finalmente las puertas de la
ciudad de Dios. Sus hijos deben seguir por donde él señaló la senda; sea cual
fuere el sacrificio de las comodidades o de las satisfacciones egoístas que se
les exija; sea cual fuere el costo en labor o sufrimiento, deben sostener una
constante batalla consigo mismos.
La Mayor Alabanza Que Los
Hombres Pueden Ofrecer A Dios Es Llegar A Ser Medios Consagrados Por Los Cuales
Pueda Obrar.
EL
TIEMPO PASA RÁPIDAMENTE HACIA LA ETERNIDAD. No retengamos de Dios
lo que le pertenece. No le rehusemos lo que, aun cuando no puede ser ofrecido
con mérito, no puede ser negado sin ruina. Él nos pide todo el corazón;
démoselo; es suyo, tanto por derecho de creación como de redención.
NOS PIDE NUESTRA INTELIGENCIA; démosela, es suya. Pide nuestro dinero; démoselo, pues es suyo. No sois vuestros, "porque comprados sois por precio." (1 Cor. 6:19,20.)
Dios requiere el homenaje de un alma
santificada, que, por el ejercicio de la fe que obra por medio del amor, se
haya preparado para servirle. Sostiene ante nosotros el más alto ideal, el de
la perfección. Nos pide que nos manifestemos absoluta y completamente en favor
de él en este mundo, así como él está siempre en favor nuestro en la presencia
de Dios.
"PORQUE la voluntad de Dios -acerca de vosotros- es vuestra santificación." (1Tes. 4:3.) ¿Es La Vuestra También?
VUESTROS
PECADOS
pueden aparecer ante vosotros como montañas; pero si humilláis vuestro corazón,
y los confesáis, creyendo en los méritos de un Salvador crucificado y
resucitado, os perdonará y limpiará de toda injusticia. Dios demanda de
vosotros una completa conformidad con su ley. Esa ley es el eco de su voz que
nos dice: Más santo, sí, más santo aún. Desead la plenitud de la gracia de
Cristo. Permitid que vuestro corazón se llene con un intenso anhelo de su
justicia, cuya obra, declara 453 la
Palabra de Dios, es paz, y su efecto quietud y seguridad para siempre.
Mientras vuestra alma
suspire por Dios, encontraréis más y más de las inescrutables riquezas de su
gracia. Mientras las contempléis, llegaréis a poseerlas y se os revelarán los
méritos del sacrificio del Salvador, la protección de su justicia, la
perfección de su sabiduría y su poder para presentaros ante el Padre "sin
mácula, y sin reprensión." (2Pedro 3:14.) 454
Los Hechos
De Los Apóstoles En La Proclamación
Del
Evangelio De Jesucristo. (EGW). MHP
No hay comentarios:
Publicar un comentario