Hebreos 1.
EL PUESTO SUPREMO Y LA SUPREMA AUTORIDAD DE
JESUCRISTO, 1:1-14.
A. Su igualdad con
el Padre, 1:1-3.
B. Su superioridad sobre los ángeles, 1:4-14.
1 DIOS, habiendo hablado muchas
veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas, 2 en
estos postreros días nos ha hablado por el Hijo, a quien constituyó heredero de
todo, y por quien asimismo hizo el universo; 3 El cual, siendo el resplandor de
su gloria, y la imagen misma de su sustancia, y quien sustenta todas las cosas
con la palabra de su poder, habiendo efectuado la purificación de nuestros
pecados por medio de sí mismo, se sentó a la diestra de la Majestad en las
alturas,
4 hecho tanto superior a los
ángeles, cuanto heredó más excelente nombre que ellos. 5 Porque ¿a cuál de los
ángeles dijo Dios jamás: Mi Hijo eres tú, Yo te he engendrado hoy, y otra vez:
Yo seré a él Padre, Y el será a mí hijo? 6 Y otra vez, cuando introduce al
Primogénito en el mundo, dice: Adórenle todos los ángeles de Dios.
7 Ciertamente de los ángeles
dice: El que hace a sus ángeles espíritus, Y a sus ministros llama de fuego.
8 Mas del Hijo dice: Tu trono, oh
Dios, por el siglo del siglo; Cetro de equidad es el cetro de tu reino. 9 Has
amado la justicia, y aborrecido la maldad, Por lo cual te ungió Dios, el Dios
tuyo, Con óleo de alegría más que a tus compañeros.
10 Y: Tú,oh Señor, en el principio fundaste la tierra, Y
los cielos son obra de tus manos. 11 Ellos perecerán, mas tú permaneces; Y todos
ellos se envejecerán como una vestidura, 12 Y como un vestido los envolverás, y
serán mudados; Pero tú eres el mismo, Y tus años no acabarán.
13 Pues, ¿a cuál de los ángeles
dijo Dios jamás: Sientate a mi diestra, Hasta que ponga a tus enemigos por estrado
de tus pies? 14 ¿No son todos espíritus ministradores enviados para servicio a
favor de los que serán herederos de la salvación? (Hebreos 1).
1. Dios. La epístola entra directamente en un tema doctrina,
sin los saludos iniciales acostumbrados (ver los primeros versículos de las
otras epístolas del NT; ver p. 402). En el texto griego la palabra
"Dios" no se halla al comienzo; el orden es: "Muchas veces y de
muchas maneras en otro tiempo Dios habló". Ver el comentario inmediato, "hablado".
Hablado. El autor destaca el hecho de que fue Dios quien habló
por medio de los profetas. Un libro puede llevar el nombre de Isaías o Amós o
Daniel, pero Dios es el verdadero autor (cf. Juan 5:46-47). El hecho de que él
había dado revelaciones por medio de los profetas en los tiempos del AT, no
impidió que más tarde también las diera, y aun mayores, cuando fue necesario
hacerlo. En los tiempos del AT era imprescindible demostrar fe en el Redentor
que vendría, ofreciendo un cordero sobre el altar; pero después de que Cristo
vino, era completamente inapropiado seguir ofreciendo tales sacrificios. Si se
hubiese continuado con ellos, no se ha demostrado fe sino incredulidad. Era
necesario dejar a un lado los ritos y ceremonias que señalaban a Cristo y
reemplazarlos por otros en que se demostrara confianza en que Cristo ya había
venido. Pero para que el creyente en Dios pudiera hacerlo, eran necesarias
nuevas revelaciones del cielo.
Terminar con ceremonias y
costumbres que tenían la aureola de santidad que les daban los siglos-como el
cristianismo lo exigía de Israel- y adoptar otras nuevas que en ostentación y
pompa no se comparaban con las antiguas; desprenderse de los majestuosos
servicios del templo, parecía a muchos, sin duda, que no sólo era repudiar
todas las experiencias religiosas y revelaciones del pasado sino poner fin a
toda religión. Los judíos del siglo I y sus antepasados siempre habían ofrecido
sacrificios, y Dios había aceptado su culto. ¿Podría haber algún perjuicio en
continuar con lo que el cielo había bendecido tan manifiestamente?
Recordaban cómo Dios había
instruido a Moisés para que construyera el santuario, y cómo honró directamente
su dedicación enviando fuego del cielo para encender la leña del altar.
Conceptuaban que la religión que
había sido buena para Abrahán, Moisés y Elías, tenía que ser también para
ellos.
Siempre será una tarea difícil
cambiar las costumbres de siglos; transformar los hábitos de una nación en unos
pocos años es casi imposible. En el caso de la transición del judaísmo al
cristianismo era particularmente difícil, pues el cambio debía hacerse mediante
el liderazgo de hombres que, según el concepto de la mayoría, no estaban a la
altura de los que habían instituido las prácticas ancestras. Por eso fue
sumamente difícil el período de transición. Se necesitaba mucha sabiduría y
sabio consejo.
No hay duda de que había
interrogantes casi siempre presentes: si Dios no exige ahora sacrificios, si en
realidad le son desagradables, ¿entonces qué se puede decir de los hombres de la
antigüedad, grandes y buenos, que enseñaron a Israel a ofrecer sacrificios a
Dios y ellos también los ofrecieron? ¿No siguieron entonces las instrucciones
específicas de Dios? ¿Y quiénes son Pablo y los otros apóstoles para que se
atrevan a cambiar prácticas e instituciones antiguas? Los judíos podían
preguntar directamente a los apóstoles si se consideraban mayores que los
profetas y los patriarcas de la antigüedad (cf. Juan 4:12).
Estas preguntas son respondidas
en las primeras palabras de la epístola. Los grandes dirigentes del pasado no
estaban equivocados. Habían sido guiados por Dios. Eran hombres de Dios. Cuando
hablaban, Dios hablaba. No habían seguido fábulas sutiles, engañosas. Al
enfocar las cosas de esta manera, el autor del libro naturalmente se ganaba la
confianza de la gente que creía que los grandes hombres y los profetas de la
antigüedad habían sido guiados por Dios.
Muchas veces. Gr. polumeros. Este adverbio griego significa
"en muchas partes" o " muchas maneras"; "de una manera
fragmentaria" (BJ). La luz procedente del trono de Dios no irrumpió sobre
los hombres como un gran relámpago de gloria, sino que descendió lentamente,
poco a poco, a medida que los hombres podían comprenderla.
De muchas maneras. Gr. polutrópós, "multiforme", "de muchos modos" (BJ).
Dios hablo mediante profetas
a través de mensajes verbales y escritos, por parábolas y por medios visuales. Pero
cualesquiera que fueren los medios, era Dios el que hablaba (ver el comentario
de "hablado").
En otro tiempo. Gr. pálai, "hace mucho",
"anteriormente". La referencia es sin duda a toda la revelación del
AT.
Padres. Con el sentido de "antepasados" o
"ascendientes".
Profetas. Gr profétes (ver com. Mat. 11:9).
2. Estos postreros días. Equivale a la expresión "en nuestro tiempo".
Los escritores bíblicos a veces hablan de los
acontecimientos relacionados con el primer advenimiento de Cristo como si
ocurrieran en los "postreros días" (cf. Hech. 2:17; Heb. 9:26; 1Ped.
1:5).
Por el Hijo. "Por medio del Hijo" (BJ). Se establece un contraste entre la revelación mediante un profeta y la revelación mediante un "hijo". En el texto griego no se encuentra el artículo "el" que antecede a "Hijo". Cf. com. Dan. 7:13; Apoc. 1:13; Juan 1:1.
A quien constituyó. Es difícil ubicar este suceso en
un momento preciso de la historia, pues los propósitos de Dios son eternos. Sin
embargo, la designación a la cual se hace referencia quizá ocurrió después de
la ascensión, cuando Cristo "se sentó a la diestra de la Majestad en las
alturas" (vers. 3).
El primer versículo presenta al
Padre; el segundo, al Hijo. Cuando el autor de Hebreos presenta al Hijo, llega
al corazón de su tema. Si Cristo tiene que reemplazar al sacerdocio aarónico
instituido por Moisés, debe demostrarse que es superior a Moisés; de lo
contrario no tendría poder para abrogar lo que Moisés había instituido. Por
esto Cristo es presentado como Dios (ver com. Heb. 1:3; cf. com. Juan 1:1).
Heredero de todo. Cuando Jesús vino a la tierra, se
despojó "de su vestido y corona reales" (5TS 182). "Prefirió
devolver el cetro a las manos del Padre, y bajar del trono del universo"
(DTG 14). Con su ascensión tomó otra vez el puesto que había tenido con el Pare
antes de su encarnación (ver HAp 31-32; cf. 3JT 266-267).
Era importante que los hebreos entendieran el verdadero lugar del Hijo. Los escritores del AT no comprendían la naturaleza trinitaria de la Deidad. A Israel se le había enseñado: "Oye, Israel: Jehová nuestro Dios, Jehová uno es" (Deut. 6:4). Era necesario que entendieran que el Mesías compartía el trono del universo con el Padre.
Ver Nota Adicional de Juan 1; cf.
com. 1 Cor. 15:24-27.
Por quien asimismo hizo. Se presenta al Hijo como asociado
con el Padre y como agente activo en la creación (ver com. Juan 1:3; Col. 1:16-17).
Universo. Gr. aión, "siglo", "edad", "mundo"; "mundos" (BJ, BC). Ver com. Mat. 13:39. El plural del vocablo griego probablemente se refiera a todo el sistema de cosas que fue llamado a la existencia por Cristo.
Son "todas las cosas" de Heb. 1:3,
las "visibles e invisibles: sean tronos, sean dominios, sean principados,
sean potestades" (Col. 1:16-17).
Dios hizo los mundos por medio de
Cristo; pero no usó a Cristo como una herramienta sino como un colaborador. Aquí
se presenta una división de las actividades de la Deidad. El que sería el
Redentor del hombre, fue su Creador; y porque es el Creador, puede crear al
hombre como "nueva criatura" (2 Cor. 5:17).
Cuando consideramos la magnitud
de la creación de Dios, los innumerables millones de mundos que circundan el
trono de la Deidad, no sólo obtenemos un concepto más amplio de Dios, sino que
somos inducidos a decir con el salmista: "¿Qué es el hombre, para que
tengas de él memoria, y el hijo del hombre, para que lo visites?" (Sal.
8:4). Nuestro Dios es admirable en sabiduría, conocimiento y poder; y junto con
esto, es admirable el amor de Aquel que creó y sostiene todas las cosas e
invita al ser humano a participar activamente con él de la gloria.
3. El cual, siendo. O "el que es". El verbo
griego eimí, "ser" o "estar", nunca puede traducirás
"llegar a ser" o "convertirse en". La misma idea se nota en
Juan 1:1: "En el principio era el Verbo" (ver com. respectivo). En el
principio Cristo no apareció ni vino a la existencia, ya era. Según Juan 1:14, cuando el que era o existía
antes vino a la tierra, se hizo carne, lo que antes no había sido. Por otra
parte, la frase "el que es" aparece la LXX de Exo. 3:14 como nombre
de Dios; el que se use aquí la misma frase sin duda no es coincidencia (ver
com. Apoc. 1:4).
Resplandor. Gr. apáugasma, "resplandor",
esplendor", "reflejo". El Padre y el Hijo son inseparables. El
Hijo revela al Padre, es el reflejo del Padre. Cuando miramos el sol, no vemos
el sol sino sus rayos; tampoco vemos al Padre sino al Hijo, pues el Padre es
invisible, "habita en luz inaccesible; a quien ninguno de los hombres ha
visto ni puede ver" (1Tim. 6:16).
Gloria. Gr. dóxa (ver com. Rom. 3:23; 1Cor. 11:7). La
gloria de Dios es la suma total de todos sus atributos. Moisés le pidió a Dios:
"Te ruego que me muestres tu gloria" (Exo.33:18), y Dios le
respondió: "Yo haré pasar todo mi bien ['mi bondad', BA, BC, NC] delante
de tu rostro" (Exo. 33:19; cf. cap. 34:5-7).
La gloria de Dios es su carácter
(ver DTG 1l; PR 231-232; OE 431). Cristo no llegó a ser el resplandor de la
gloria de Dios; ya lo era, y siempre lo había sido (ver com. Juan1:1; t. V,
pp. 894-895). Esto constituye el fundamento esencial y eterno de su
personalidad.
Imagen misma. Gr. jaraktér originalmente una herramienta para
grabar o marcar. Posteriormente llegó a significar la marca misma. La
traducción "impronta" (BJ, BC, NC) se acerca más al significado de
algo grabado o marcado. Esta misma dualidad de significa se puede advertir en
algunas palabras. Por ejemplo, "sello" puede significar la impresión
que se marca sobre un objeto y también el sello que la marcó. Cristo es el
sello o la "impronta" exacta de Dios.
Sustancia. Gr. hupóstasis, literalmente, "lo que está
debajo", y por lo tanto, "meollo", "esencia",
"realidad". Es realidad en contraste con imaginación y fantasía. Se
usa esta palabra para designar la esencia de las cosas, la naturaleza íntima de
algo, el verdadero ser. También se emplea para denotar firmeza, estabilidad,
seguridad, confianza.
Cuando se dice que Cristo es
"la imagen misma" de la hupóstasis del Padre, significa más que una
semejanza externa: es la expresión exacta y verdadera de la naturaleza íntima
de Dios. Así como es el Padre, así es el Hijo: uno en esencia, uno en carácter,
uno en pensamiento y propósito. Son tan semejantes que Cristo pudo decir:
"El que me ha visto a mí, ha visto al Padre... Yo y el Padre uno
somos" (Juan 14:9; 10:30). o de los grandes propósitos de la venida de
Cristo a esta tierra fue para dar a los hombres una fiel representación del
Padre.
Sustenta. Gr. féro, "dirigir", "llevar",
"sostener". Puede añadirse el significado de movimiento, propósito,
conducción, de proceder con una intención definida. Cristo es el que sostiene
todas las cosas en todo el universo y el que mantiene a los cuerpos celestes en
sus órbitas prefijadas.
Compárese con la oración
"todas las cosas en él subsisten". Féro es más abarcante que
"subsistir" o "consistir", pues abarca el concepto de una
acción deliberada, llena de propósito. Esta definición cambia el concepto de un
poder que sólo sostiene el universo físico, por el de un Ser inteligente que
tiene un plan y se halla en el proceso de llevarlo a cabo.
Palabra. Gr. rhema, "expresión",
"palabra", "orden". El universo fue constituido por la
"palabra" (rhema) de Dios (cap. 11:3). Compárese con el uso de la
rhema de Dios en Rom. 10:8, 17-18; Efe. 6:17; 1Ped. 1:25.
Su. O de Cristo.
Poder. Gr. dúnamis, "potencia",
"vigor", "capacidad de realizar".
Purificación. Con su expiación en la cruz Cristo obtuvo la
limpieza del pecado en general -que incluye finalmente la purificación del
pecado en el universo-, y también la limpieza de los pecados individuales. Esta
última purificación, también hecha posible mediante la cruz, aún se lleva a cabo,
y continuará hasta cuando sea posible salvar la última persona.
Cristo terminó su obra en la cruz
como víctima y sacrificio. Derramó su sangre, y así se convirtió en "un
manantial abierto... para la purificación del pecado y de la inmundicia"
(Zac. 13:1). Pero continúa su obra como intercesor. Es nuestro abogado ante el
Padre (ver Heb. 7:25).
Cristo venció toda tentación. Aunque
los pecados del mundo fueron colocados sobre él, su alma permaneció inmaculada.
Rechazó toda sugestión al mal. Satanás nunca obtuvo ventaja alguna. Atacó mil veces a Cristo, pero nunca tuvo
éxito.
Nuestros. La evidencia textual establece (cf. p. 10) la
omisión de esta palabra. Por lo tanto, el texto significa que Cristo llevó
"a cabo la purificación de los pecados" (BJ, BA, BC, NC). Es cierto
que Cristo purificó "nuestros" pecados, pero el autor presenta aquí
un panorama más abarcante, incluyendo a todos los pecados.
Por medio de sí mismo. La evidencia textual se inclina
por (cf. p. 10) la omisión de estas palabras. Las omiten la BJ, BA, BC y NC.
Pero la idea está implícita en la expresión griega que se traduce "habiendo
efectuado la purificación". Cristo pisó solo el lagar (Isa. 63:3).
Se sentó. Esta expresión indica hacerse cargo de algo, asumir
un cargo; sugiere una inauguración, una coronación. Significa investir con
autoridad, reconocer el derecho de Cristo a tener jurisdicción. Era el
principio, no el fin, de su actividad como mediador especial. Era la colocación
del sello de Dios sobre su obra de intercesión. Dios, sentando en esa forma a
Cristo a su diestra, colocó su aprobación sobre la obra que Cristo había hecho
en la tierra, y la aceptó. Lo consagró como sumo sacerdote y, por lo tanto, lo
autorizó para que se desempeñara como mediador según el orden de Melquisedec
(cap. 7:17).
A Cristo se le concedió que se
sentara a la diestra de la Majestad en las alturas porque había logrado la
purificación de los pecados. Había triunfado donde fracasó Adán. Había ganado
el derecho de hablar y actuar en favor de la humanidad. Por lo tanto, lejos de
sentarse a descansar, estaba comenzando su nueva actividad. Cuando un juez se
sienta para presidir una asamblea, ocupa su solio de magistrado y comienza el
procedimiento judicial. Así también Cristo se sentó a la diestra de Dios, y
recibió un reconocimiento oficial ante las multitudes congregadas de que
actuaba por la designación y la voluntad de Dios.
En los servicios del santuario
los sacerdotes ofrecían la sangre de las víctimas que la gente presentaba. Era
necesario que Cristo, como sumo sacerdote, tuviera "algo que ofrecer"
(cap. 8:3). Ese "algo" no fue la "sangre de machos cabríos ni de
becerros, sino... su propia sangre" (cap. 9:12). No podía ofrecer esa
sangre hasta que no la hubiera derramado en el Calvario. Pero tan pronto como
la derramó, pudo comenzar su ministerio; y lo hizo inmediatamente después de
ser instituido en su cargo. Ahora ya era sacerdote para siempre, y estaba listo
para interceder por el hombre en el santuario del cielo.
Diestra. El lugar de honor y autoridad. Hay sin duda una
alusión a Sal. 110:1.
Majestad. Gr. megalosúne "grandeza",
"magnificencia". En el NT sólo aparece aquí, Heb. 8:1 y Jud. 25. Aquí
se usa como atrito de la divinidad en lugar del nombre divino, sin duda con
propósito literario.
En Las alturas. Es decir, en el cielo (cf. Sal.
93:3).
4. Hecho. Mejor "habiendo llegado a ser". Debido a
su encarnación, Jesús llegó a ser "un poco menor que los ángeles"
(cf.com. cap. 2:9); ahora es grandemente ensalzado (cap. 1:3).
Tanto superior. El resto del capítulo se dedica a presentar el contraste entre Cristo y los ángeles. El autor comienza mostrando que Cristo es Dios en sentido supremo.
Si Cristo limpia a los hombres de los
pecados, tiene que ser Dios, pues sólo Dios puede perdonar pecados. Aunque los
ángeles fueran poderosos y aunque los judíos tuvieran un concepto tan elevado
de ellos, ningún ángel puede ser jamás un salvador. Por eso el autor procede a
mostrar que Cristo es "tanto superior" a los ángeles.
La deidad de Cristo era una gran
piedra de tropiezo para que los judíos aceptaran el cristianismo. Israel se había sentido orgulloso durante
siglos de adorar a un solo Dios, entre tanto que los paganos tenían muchos
dioses. "Jehová nuestro Dios, Jehová uno es" (Deut. 6:4) había sido
el desafío a sus vecinos paganos. Los
judíos necesitaban entender la naturaleza de la Deidad, que las palabras
"Jehová uno es" incluían al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
Heredó. Cristo fue constituido "heredero de todo"
(ver com. vers. 2). Con esta herencia también le fue dado "un nombre que es
sobre todo nombre" (ver com. Fil. 2:9).
Más excelente nombre. Algunos creen que este nombre es
"Jesús". Este es el nombre que se le dio al nacer, y le fue dado
reconociendo el hecho de que salvaría "a su pueblo de sus pecados"
(Mat. 1:21). Puesto que el ángel que anunció el nombre sólo estaba cumpliendo
una orden de Dios, en realidad fue Dios el Padre quien le dio el nombre.
Otros piensan que se hace
referencia al título "Hijo". Creen, que este es ensalzado con las
diversas citas que se presentan del AT (Heb. 1:5-8). El título "Hijo"
se aplicó especialmente con respecto a la encarnación (ver com. Luc. 1:35). Los
ángeles son sólo "espíritus ministradores" (Heb. 1:13-14); el único
"Hijo" es Jesús.
5. Cuál de los ángeles. Se da comienzo a una serie de
citas del AT para probar la superioridad de Cristo sobre los ángeles. La
respuesta anticipada a la pregunta es: "Nunca dijo esto a ningún ángel en
ningún momento".
Mi Hijo eres tú. Una cita de Sal. 2:7 (ver el
comentario respectivo). En cuanto al título "Hijo" aplicado a Cristo,
ver com. Luc. 1:35; cf. com. Rom. 1:4. El autor desbarata el argumento de
algunos de que Cristo es sólo un ángel encumbrado. Si Cristo fuera realmente un
ángel elevado a su condición de gloria, entonces Dios "habría dicho"
a un ángel: "Mi Hijo eres tú"; pero Dios 'jamás"
"dijo" esto a ningún ángel.
Algunos se refieren a Job 1:6; 2:1; 38:7 como una prueba de que las Escrituras llaman hijos de Dios a los ángeles (ver el comentario de estos versículos).
Debe notarse que todas estas
expresiones están en plural. Las Escrituras no dicen en ninguna parte que un
ángel es llamado hijo de Dios; y los ángeles, por supuesto, son seres creados
(Col. 1:16).
Yo te he engendrado hoy. En cuanto a las diversas
interpretaciones dadas a este pasaje, ver com. Hech. 13:33; cf. com. Rom. 1:4.
Yo seré a él Padre. Una cita de 2 Sam. 7:14 (ver el
comentario respectivo). La profecía original se había aplicado en primer lugar
a Salomón, pero aquí se le da no significado mesiánico. El propósito de la cita
es destacar la condición de hijo de Cristo, y de ese modo establecer más
firmemente su superioridad sobre los ángeles.
6. Cuando introduce. Una indudable referencia a la
encarnación, aunque en ninguna parte se registra una orden tal. Algunos
insisten en que no debe destacarse el elemento temporal. Cristo era Dios antes
de la encarnación; era Dios durante la encarnación; y es Dios después de la
encarnación. En cualquiera de esas etapas le correspondía la adoración. La orden de adorarlo destaca la supremacía
del Hijo.
Primogénito. Gr. protótokos (ver com. com. 8:29).
Adórenle todos los ángeles. Una cita no textual de Deut. 32:43,
LXX, con elementos de Sal. 97:7. La cita no aparece así en la Biblia hebrea. Las
citas de la LXX son características de esta epístola (ver p. 402). La orden de
adorar a Cristo confirma la deidad del Salvador. Los ángeles son encumbrados,
pero Cristo es tan superior a ellos, que se les ordena que lo adoren. Sólo se
debe adorar a Dios (Apoc. 22:8-9), por lo tanto, Cristo es Dios.
7. Espíritus. Gr. pnéuma, "viento",
"espíritu", "aliento". Una cita del Sal. 104:4. El propósito
del autor al citar este texto es mostrar que los ángeles son siervos, y que
Dios los usa como a sus ministros, en contraste con el Hijo que es Dios.
En cuanto a la diferencia entre
Sal. 104:4 y Heb. 1:7, ver t.III, p. 875, com. Sal. 104:4. Nótese que
"ángel" y "mensajero" tienen una misma raíz: en hebreo,
mal'ak significa tanto "ángel" como "mensajero" (cf. com. 2
Sam. 14:17); y en griego, ággelos también puede traducirse o "ángel"
o "mensajero" (cf. com. Apoc. 1:20).
Otro tanto sucede con "espíritu"
y "viento": ambos pueden ser o del hebreo ruaj (cf com. Job 1:3), o
del griego pneúma (cf. com. Luc. 8:55).
Ministros. Gr. leitourgós (ver com. Rom. 13:6). El Hijo es
Dios y debe ser adorado; pero los ángeles son ministros, siervos que se
deleitan en cumplir la voluntad de Dios. Desde el mismo principio han tenido
una parte definida en el plan de Dios y han servido de muchas maneras. Después
que el hombre pecó, custodiaron el camino que daba acceso al árbol de la vida
(Gén. 3:24). Cuando se produzcan los sucesos finales y Cristo vuelva a la
tierra, los ángeles vendrán con él (Mat. 25:31), y Cristo los enviará para que
reúnan "a sus escogidos, de los cuatro vientos, desde un extremo del cielo
hasta el otro" (Mat. 24:31).
Los ángeles han sido a través de toda
la historia los guardianes y protectores de los hombres, "enviados para
servicio a favor de los que serán herederos de la salvación" (Heb. 1:14). Los
ángeles se presentaron con frecuencia durante el ministerio terrenal de Cristo,
desde el primer anuncio de su nacimiento hasta el momento de su ascensión. Aunque
no estemos siempre conscientes de la presencia constante de los ángeles en
nuestras vidas, con seguridad podemos saber que siempre estamos bajo su amoroso
cuidado.
Llama de fuego. Cf. com. Gén. 3:24.
8. Del Hijo. En contraste con "de los ángeles" (vers.
7).
Tu trono, oh Dios. Una cita de Sal. 45:6-7 (ver el
comentario respectivo). El Padre se dirige reverentemente al Hijo llamándolo
Dios, lo cual puede considerarse como el clímax del tema de la posición y
dignidad de Cristo. No puede haber un testimonio superior en cuanto a la deidad
de Cristo, que esta exclamación del Padre dirigida al Hijo. En forma
solemnísima se afirma la deidad de Cristo, y eso lo hace el mismo Padre.
La salvación del hombre y todo el
plan de salvación se basan en la deidad de Cristo. Si Cristo no es Dios en el
sentido más sublime y por su propio derecho, es vana nuestra fe y la salvación
se vuelve imposible.
Muchos de los judíos habían visto
a Jesús en persona, y quizá les era más difícil que a las generaciones
posteriores creer que Cristo era divino. ¿Acaso no conocían a su supuesto padre
y a su madre, y no vivían todavía algunos de su familia? ¿Cómo podía ser Dios
este hombre? El autor procura quitar esta piedra de tropiezo, y por eso recurre
al testimonio de las Escrituras para confirmar su posición. De poco valdría
presentar los temas vitales que trata la Epístola a los Hebreos si este punto
no era aclarado y plenamente aceptado.
Cuando consideramos la historia
de la iglesia desde los días de los apóstoles, sentimos la necesidad de
destacar la deidad de Cristo. Hay muchos hoy día que reverencian a Cristo y lo
estiman altamente a su manera, y sin embargo se niegan a darle el lugar al que
tiene derecho. No comprenden que la deidad
de Cristo es el hecho central en el plan de redención, y que "no hay otro
nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos"
(Hech. 4:12).
Por el siglo del siglo. Cf. com. Apoc. 11:15; 14:11.
Equidad. Gr. euthúts, "rectitud", "justicia". Son dignas de notarse las referencias al
"trono" y al "cetro": indican verdadera posesión de poder y
no una posibilidad. No presentan el reino como futuro, sino como presente y en
función activa. El trono y el reino son eternos; y el cetro -símbolo de
verdadero ejercicio de autoridad- se caracteriza por su rectitud.
9. Justicia. Gr. dikaiosúne (ver com. Mat. 5:6). Se refiere
especialmente a la vida terrenal de Cristo. Por eso fue ungido, como se
menciona en la última parte del versículo.
Amar la justicia es una virtud más noble que simplemente practicar la justicia. Muchos sinceros cristianos participan activamente en diversas empresas buenas más por un sentido de obligación que por un amor inherente a la obra. Un misionero puede ir a un lugar necesitado movido por un alto sentido del deber y de responsabilidad, y puede hacer una gran obra; pero sólo alcanzará la norma establecida por Dios cuando esté dominado por el amor a la obra y cuando comience a amar verdaderamente a la gente entre quienes trabaja. Es digno de alabanza que uno trabaje motivado por el deber; pero una experiencia mayor a ésa es trabajar motivado por el amor.
Muchos aceptan la doctrina de la iglesia y obedecen lo
que Dios ordena debido a la lógica abrumadora de la verdad y su excelente
presentación; "el amor de la verdad para ser salvos" (2Tes.2:10) finalmente
pueden ser hallados faltos.
El amor movió a Dios actuar:
"De tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito"
(Juan 3:16) "Cristo amó a la iglesia, y se entregó así mismo por
ella" (Efe.5:25). Pablo, quien declara, "he trabajado más que todos
ellos" (1 Cor.15:10), testifica: "el amor de Cristo nos
constriñe" (2 Cor.5:14).
Maldad. Gr.anomía,"ilegal", "violación de la
ley"; "iniquidad" (BJ).El amor es una virtud cristiana esencial;
pero es necesario destacar también la cualidad de odiar el mal. Dios alaba a
Cristo por su amor a la justicia, y también por su odio al pecado.
Es posible resistir el pecado sin
odiarlo realmente. Un cierto pecado puede no atraer a una persona, y por lo
tanto no serle una tentación.
Otros pecados quizá la atraigan,
pero como sabe que son pecado y que podría ser descubierta, se abstiene de
hacer lo que en realidad le agradaría hacer. No sabemos cómo se considerará una
persona tal en los libros del cielo; pero sí sabemos que no es suficiente que
no es suficiente el motivo de abstenerse de pecar por temor de que se arruine
la reputación propia si se es descubierto. Él ha aprendido en realidad a odiar
el pecado es el único que puede estar seguro. El que se abstiene de pecar y sin
embargo desea hacerlo y encuentra que el pecado es atrayente e interesante, no
está en terreno seguro. Necesita aprender a odiar el pecado. La iglesia de Éfeso
fue alabada por que odiaba la obra de los nicolaítas (Apoc. 2:6) En los libros
de Dios no sólo lo que amamos sino también lo que odiamos.
Ungió. Este ungimiento es con el "óleo de
alegría", es decir, con aceite que es alegría. El ungimiento es un símbolo
de bendiciones y de gozo (ver Deut. 28:40; Sal. 23:5; 92:10).
Compañeros. En la profecía original éstos eran sin duda otros
personajes celestiales. Cuando el pasaje se aplica a Cristo, algunos entienden
que estos "compañeros" representan a todos los otros seres; otros
creen que representan a los que están asociados con Cristo en el plan de
salvación, es decir, los salvados que son coherederos con él.
10. Tú. Los vers. 10-12 son una cita de Sal. 102:25-27. Se
presenta una cita tras otra, tomadas de la LXX, para establecer la deidad de Cristo
por encima de toda duda. En el vers. 8 Cristo es llamado Dios; aquí Señor. Jesús
es Señor y Dios (cf. com. Hech. 2:36).
Fundaste la tierra. Ya se ha mencionado el hecho de
que Cristo fue el agente activo en la creación (ver com. vers. 2). Aquí se
muestra que una cita del AT que los judíos consideraban como referente a Dios,
se refiere específicamente a Cristo.
11. Ellos perecerán. Es decir, los cielos atmosféricos
y la tierra experimentarán cambios fundamentales (ver com. Mat. 24:35-, Apoc.
21:1).
Tú permaneces. A Cristo se le atribuye eternidad. Como Creador, Cristo existió antes que todas
las cosas (Col. 1:17), y cuando se desvanezcan las cosas perecederas, él
permanecerá.
12. Como un vestido. Una impresionante figura de la
naturaleza transitoria y pasajera de los cielos y la tierra (ver coro. vers.
11).
Tú eres el mismo. Esta declaración afirma la
inmutabilidad de Cristo. Todos los atributos de Dios son imprescindibles. Destacamos
su amor, su bondad, su justicia; pero su inmutabilidad es igualmente
importante, aunque no siempre la apreciemos. Gozamos de una infinita bendición
al tener la certeza de que Cristo es siempre "el mismo ayer, y hoy, y por
los siglos" (cap. 13:8).
Inmutabilidad y eternidad dan la
idea de coherencia, estabilidad, permanencia. Son " segura y firme ancla
del alma" (cap. 6:19). En estos tiempos de incertidumbre es bueno tener
algo sobre lo cual edificar; es bueno tener un ancla que no vaya a la deriva.
13. Los ángeles. La respuesta anticipada a la
pregunta (cf. com. vers. 5) es: "Dios nunca llamó a un ángel 'mi Hijo', ni
jamás lo invitó a que se sentara a su diestra para compartir el lugar divino y
sus prerrogativas".
Siéntate a mi diestra. Cita de Sal. 110:1. Ver com. Heb.
1:3.
Tus enemigos por estrado. Referencia a una costumbre
oriental, según la cual el vencedor colocaba un pie sobre el cuello de sus
enemigos como señal de sumisión de los vencidos. Compárese con la referencia de Jesús a esta
declaración de los Salmos (Luc. 20:42-43).
14. Ministradores. Gr. leitourgikós, "destinado
al servicio", "dedicado al ministerio". Es un vocablo
relacionado con leitourgós, cuyo plural se ha traducido como
"ministros" en el vers. 7. En cuanto al verbo leitourgéo, ver com. Hech.
13:2.
Para servicio. En cuanto a diakonía, ver com. Rom. 12:7. Cuando el autor presenta la supremacía
de Cristo sobre los ángeles, no tiene el propósito de hablar livianamente de
estos mensajeros de Dios. Su misión es destacada (ver com. vers. 7). Los judíos
tenían un alto concepto de los ángeles. Por eso es tan grandioso el tema de
este capítulo. (7CBA).
COMENTARIOS DE EGW
1-5. 3JT 266. El Testimonio De La Escritura. Las Escrituras indican claramente la relación que hay entre Dios y Cristo, y hacen resaltar muy claramente la personalidad individual de cada uno. "Dios, habiendo hablado muchas veces y en muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas, en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo, al cual constituyó heredero de todo, por el cual asimismo hizo el universo: el cual siendo el resplandor de su gloria, y la misma imagen de su sustancia, y sustentando todas las cosas con la palabra de su potencia, habiendo hecho la purgación de nuestros pecados por sí mismo, se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas, hecho tanto más excelente que los ángeles, cuanto alcanzó por herencia más excelente nombre que ellos. Porque ¿a cuál de los ángeles dijo Dios jamás: Mi Hijo eres tú, hoy yo te he engendrado? Y otra vez: Yo seré a él Padre, y él me será a mí hijo?" (Heb. 1:1-5.)
Dios es el Padre de Cristo;
Cristo es el Hijo de Dios. A Cristo ha sido dada una posición exaltada. Ha sido hecho igual al Padre. Todos los consejos de Dios están abiertos
para su Hijo.
Jesús dijo a los judíos: "Mi Padre hasta ahora obra, y yo obro. . . . No puede el Hijo hacer nada de sí mismo, sino lo que viere hacer al Padre: porque todo lo que él hace, esto también hace el Hijo juntamente. Porque el Padre ama al Hijo, y le muestra todas las cosas que él hace." (Juan 5:17-20.) 267 Aquí, se recalca otra vez la personalidad del Padre y la del Hijo, y se demuestra la unidad que existe entre ellos.
Esta unidad se expresa también en el capítulo 17 de Juan, en la oración de Cristo por sus discípulos: "Mas no ruego solamente por éstos, sino también por los que han de creer en mí por la palabra de ellos. Para que todos sean una cosa; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean en nosotros una cosa: para que el mundo crea que tú me enviaste. Y yo, la gloria que me diste les he dado; para que sean una cosa, como también nosotros somos una cosa. Yo en ellos, y tú en mí, para que sean consumadamente una cosa; y que el mundo conozca que tú me enviaste, y que los has amado, como también a mí me has amado." (Juan 17:20-23.)
¡Admirable declaración! La unidad que existe entre Cristo y sus discípulos no destruye la personalidad de ninguna de las partes. Son uno en propósito, en mente, en carácter, pero no en persona. Así es como Dios y Cristo son uno. . . . Su cuidado providencial
Nuestro Dios tiene a su
disposición el cielo y la tierra y sabe exactamente lo que necesitamos. Sólo
podemos ver hasta corta distancia delante de nosotros; mas "todas las
cosas están desnudas y abiertas a los ojos de aquel a quien tenemos que dar
cuenta." (Heb. 4:13.) Por sobre las perturbaciones de la tierra está él
entronizado; y todas las cosas están abiertas a su visión divina; y desde su
grande y serena eternidad ordena aquello que su providencia ve que es lo mejor.
Ni siquiera un pajarillo cae al
suelo sin que lo note el Padre. El odio de Satanás contra Dios le induce a
deleitarse en destruir hasta los animales. Y sólo por el cuidado protector de Dios son preservadas las aves para
alegrarnos con sus cantos de gozo. Pero
él no se olvida siquiera de los pajarillos.
"Así que, no temáis: más valéis vosotros que muchos
pajarillos." (Mat. 10:31.) 268
MC 329. El Carácter De Dios
Revelado En Cristo. Cristo llevó
consigo a las cortes celestiales su humanidad glorificada. A los que le reciben les da potestad de ser
hechos hijos de Dios, para que al fin Dios los reciba como suyos, a fin de que
vivan con él por toda la eternidad. Si
durante esta vida permanecen leales a Dios, al fin "verán su cara; y su
nombre estará en sus frentes."(Apocalipsis 22:4.) ¿Y en qué consiste la
felicidad del cielo sino en ver a Dios? ¿Qué gozo mayor puede haber para el
pecador salvado por la gracia de Cristo que el de contemplar la faz de Dios y
conocerle como a Padre? 329 Las Escrituras indican con claridad la relación
entre Dios y Cristo, y manifiestan con no menos claridad la personalidad y la
individualidad de cada uno de ellos.
"Dios, habiendo hablado
muchas veces y en muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas,
en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo, ... el cual siendo el
resplandor de su gloria, y la misma imagen de su sustancia, y sustentando todas
las cosas con la palabra de su potencia, habiendo hecho la purgación de
nuestros pecados por sí mismo, se sentó a la diestra de la majestad en las
alturas, hecho tanto más excelente que los ángeles, cuanto alcanzó por herencia
más excelente nombre que ellos. Porque ¿a cuál de los ángeles dijo Dios jamás:
Mi hijo eres tú, hoy yo te he engendrado? Y otra vez: Yo seré a él Padre, y él
me será a mí hijo?" (Hebreos 1:1-5.)
La personalidad del Padre y del
Hijo, como también la unidad que existe entre ambos, aparecen en el capítulo
décimo séptimo de Juan en la oración de Cristo por sus discípulos: "Mas no
ruego solamente por éstos, sino también por los que han de creer en mí por la
palabra de ellos. Para que todos sean
una cosa; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean en
nosotros una cosa: para que el mundo crea que tú me enviaste."(Vers. 20,
21.)
La unidad que existe entre Cristo
y sus discípulos no destruye la personalidad de uno ni de otros. Son uno en
propósito, en espíritu, en carácter, pero no en persona. Así es como Dios y Cristo son uno.
Habiéndose humanado, Cristo vino
al mundo para ser uno con la humanidad, y al mismo tiempo revelar a nuestro
Padre celestial a los hombres pecadores. Aquel que había estado en la presencia
del Padre desde el principio, Aquel que era la imagen expresa del Dios
invisible, era el único capaz de revelar a la humanidad el carácter de la
Deidad. En todo fue hecho Cristo semejante a sus hermanos. Fue hecho carne, como lo 330 somos nosotros.
Sintió el hambre, la sed y el cansancio. Fue reconfortado y sostenido por el
alimento y el sueño. Compartió la suerte de los hombres; y no obstante fue el
Hijo de Dios sin mancha. Fue extranjero y advenedizo en la tierra; estuvo en el
mundo, mas no fue del mundo; tentado y probado como lo son hoy hombres y
mujeres, llevó no obstante una vida libre de pecado. Tierno, compasivo, lleno
de simpatía, considerado para con los demás, Cristo representó el carácter de Dios
y se consagró siempre al servicio de Dios y del hombre.
"Me ungió Jehová -dijo;-
hame enviado a predicar buenas nuevas a los abatidos, a vendar a los
quebrantados de corazón, a publicar libertad a los cautivos." "Y a
los ciegos vista." "A promulgar año de la buena voluntad de Jehová,
... a consolar a todos los enlutados." (Isaías 61:1; Lucas 4:18; Isaías
61:2.) "Amad a vuestros enemigos -nos dice,- bendecid a los que os
maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y
os persiguen; para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los
cielos." "Porque él es benigno para con los ingratos y malos."
"Hace que su sol salga sobre malos y buenos, y llueve sobre justos e
injustos." "Sed pues misericordiosos, como también vuestro Padre es
misericordioso." (Mateo 5:44; Lucas 6:35; Mateo 5:45; Lucas 6:36.)
"Por las entrañas de
misericordia de nuestro Dios, con que nos visitó de lo alto el Oriente, para
dar luz a los que habitan en tinieblas y en sombra de muerte; para encaminar
nuestros pies por camino de paz." (Lucas 1:78, 79.)331
6. DTG 774.
TODO EL CIELO ESTABA ESPERANDO PARA DAR LA
BIENVENIDA AL SALVADOR A LOS ATRIOS CELESTIALES. Mientras ascendía, iba
adelante, y la multitud de cautivos libertados en ocasión de su resurrección le
seguía. La hueste celestial, con aclamaciones de alabanza y canto celestial,
acompañaba al gozoso séquito. 773
AL ACERCARSE A LA CIUDAD
DE DIOS, la escolta de ángeles demanda: "Alzad, oh puertas,
vuestras cabezas, Y alzaos vosotras, puertas eternas, Y entrará el Rey de
gloria." Gozosamente, los centinelas de guardia responden: "¿Quién
es este Rey de gloria?" Dicen esto, no porque no sepan quién es,
sino porque quieren oír la respuesta de sublime loor: "Jehová el
fuerte y valiente, Jehová el poderoso en batalla. Alzad, oh puertas, vuestras
cabezas, Y alzaos vosotras, puertas eternas, Y entrará el Rey de gloria."
Vuelve a oírse otra
vez: "¿Quién es este Rey de gloria?" porque los
ángeles no se cansan nunca de oír ensalzar su nombre. Y los ángeles de la
escolta responden: "Jehová de los ejércitos, Él es el Rey de la
gloria." *(Salmos 24:7-10).
ENTONCES LOS PORTALES
DE LA CIUDAD DE DIOS SE ABREN DE PAR EN PAR, y la muchedumbre
angélica entra por ellos en medio de una explosión de armonía triunfante. Allí
está el trono, y en derredor el arco iris de la promesa. Allí están los
querubines y los serafines. Los comandantes de las huestes angélicas, los hijos
de Dios, los representantes de los mundos que nunca cayeron, están congregados.
El concilio celestial
delante del cual Lucifer había acusado a Dios y a su Hijo, los representantes
de aquellos reinos sin pecado, sobre los cuales Satanás pensaba establecer su
dominio, todos están allí para dar la bienvenida al Redentor.
Sienten impaciencia
por celebrar su triunfo y glorificar a su Rey.
PERO CON UN ADEMÁN,
ÉL LOS DETIENE. Todavía no; no puede ahora recibir la corona de gloria y el manto
real.
ENTRA A LA PRESENCIA
DE SU PADRE. Señala su cabeza herida, su costado traspasado, sus pies
lacerados; alza sus manos que llevan la señal de los clavos. Presenta los
trofeos de su triunfo; ofrece a Dios la gavilla de las primicias, aquellos que
resucitaron con él como representantes de la gran multitud que saldrá de la 774 tumba en ocasión de su segunda
venida. Se acerca al Padre ante quien hay regocijo por un solo pecador que se
arrepiente.
Desde Antes Que
Fueran Echados Los Cimientos De La Tierra, el Padre y el Hijo se habían unido en
un pacto para redimir al hombre en caso de que fuese vencido por Satanás.
Habían unido sus manos en un solemne compromiso de que Cristo sería fiador de
la especie humana. Cristo había cumplido este compromiso.
CUANDO SOBRE LA CRUZ EXCLAMÓ: "Consumado
es," se dirigió al Padre. El pacto había sido llevado plenamente a cabo.
Ahora declara: Padre, consumado es. He hecho tu voluntad, oh Dios mío. He
completado la obra de la redención. Si tu justicia está satisfecha, "aquellos
que me has dado, quiero que donde yo estoy, ellos estén también conmigo." (Juan
19:30; 17:24).
SE OYE ENTONCES LA
VOZ DE DIOS Proclamando Que La Justicia Está Satisfecha. Satanás Está Vencido.
Los Hijos De Cristo, Que Trabajan Y Luchan En La Tierra, Son "Aceptos En
El Amado." (Efesios 1:6). Delante de los ángeles celestiales y los
representantes de los mundos que no cayeron, son declarados justificados. Donde
él esté, allí estará su iglesia.
"La misericordia
y la verdad se encontraron: la justicia y la paz se besaron." (Salmos
85:10).
LOS BRAZOS DEL PADRE
RODEAN A SU HIJO, Y SE DA LA ORDEN: "Adórenlo todos los
ángeles de Dios." (Hebreos 1:6). Con gozo inefable, los
principados y las potestades reconocen la supremacía del Príncipe de la vida.
La hueste angélica se
postra delante de él, mientras que el alegre clamor llena todos los atrios del
cielo: "¡Digno es el Cordero que ha sido inmolado, de recibir el
poder, y la riqueza, y la sabiduría, y la fortaleza, y la honra, y la gloria, y
la bendición!'*(Apocalipsis 5:12 VM.).
LOS CANTOS de triunfo se
mezclan con la música de las arpas angelicales, hasta que el cielo parece
rebosar de gozo y alabanza. El amor ha vencido. Lo que estaba perdido se ha
hallado. El cielo repercute con voces que en armoniosos acentos proclaman: "¡Bendición,
y honra y gloria y dominio al que está sentado sobre el trono, y al Cordero,
por los siglos de los siglos!" (Apocalipsis 5:13).
DESDE AQUELLA ESCENA
DE GOZO CELESTIAL, nos llega a la tierra el eco de las palabras admirables de Cristo:
"Subo a mi Padre
y a vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro Dios." (Juan 20:17).
La familia del
cielo y la familia de la tierra son una. Nuestro Señor ascendió 775 para
nuestro bien y para nuestro bien vive. "Por lo cual
puede también salvar eternamente a los que por él se allegan a Dios, viviendo
siempre para interceder por ellos." (Hebreos 7:25).
8-9. DTG 152, 683. CRISTO PODÍA DECIR: "No
busco mi voluntad, más la voluntad del que me envió, del Padre." De él se
declara: "Has amado la justicia, y aborrecido la maldad; por lo cual te
ungió Dios, el Dios tuyo, con óleo de alegría más que a tus compañeros."
(Juan 5:30; Hebreos 1:9). El Padre no le da "el Espíritu por
medida".
ASÍ TAMBIÉN SUCEDE
CON LOS QUE SIGUEN A CRISTO. Podemos recibir la luz del cielo únicamente en la
medida en que estamos dispuestos a ser despojados del yo. No podemos discernir
el carácter de Dios, ni aceptar a Cristo por la fe, a menos que consintamos en
sujetar todo pensamiento a la obediencia de Cristo. El Espíritu Santo se da sin
medida a todos los que hacen esto. En Cristo "reside toda la
plenitud de la Deidad corporalmente; y vosotros estáis completos en él."
(Colosenses 2:9,10).
* LOS ENEMIGOS DE CRISTO HABÍAN PEDIDO UN MILAGRO COMO PRUEBA
DE SU DIVINIDAD. Tenían una prueba mayor que cualquiera de las que buscasen.
Así como su crueldad degradaba a sus atormentadores por debajo de la humanidad
a semejanza de Satanás, así también la mansedumbre y paciencia de Jesús le
exaltaban por encima de la humanidad y probaban su relación con Dios. Su
humillación era la garantía de su exaltación. Las cruentas gotas de sangre que
de sus heridas sienes corrieron por su rostro y su barba, fueron la garantía de
su ungimiento con el "óleo de alegría" (Hebreos 1:9). Como Sumo
Sacerdote Nuestro. La ira de Satanás fue grande al ver que todos los insultos
infligidos al Salvador no podían arrancar de sus labios la menor murmuración. Aunque
se había revestido de la naturaleza humana, estaba sostenido por una fortaleza
semejante a la de Dios y no se apartó un ápice de la voluntad de su Padre.
14. ¿QUIÉNES SON LOS ÁNGELES?
https://elaguila3008.blogspot.com/2009/11/quienes-son-los-angeles.html
Ministerio Hno. Pio
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