EN
LOS DÍAS DE LOS APÓSTOLES, los creyentes cristianos estaban llenos de
celo y entusiasmo. Tan incansablemente trabajaban por su Maestro que, en un
tiempo relativamente corto, a pesar de la terrible oposición, el Evangelio del
reino se divulgó en todas las partes habitadas de la tierra. El celo
manifestado en ese tiempo por los seguidores de Jesús fue registrado por la
pluma inspirada como estímulo para los creyentes de todas las épocas.
DE
LA IGLESIA DE ÉFESO, que el Señor Jesús usó como símbolo de toda la iglesia
cristiana de los días apostólicos, el Testigo fiel y verdadero declara: "Yo
sé tus obras y tu trabajo y paciencia; y que tú no puedes sufrir los malos, y
has probado a los que se dicen ser apóstoles, y no lo son, y los has hallado
mentirosos; y has sufrido, y has tenido paciencia, y has trabajado por mi
nombre, y no has desfallecido." (Apoc. 2:2,3-)
Al
principio,
la iglesia de Éfeso se distinguía
por su sencillez y fervor. Los creyentes trataban seriamente de obedecer cada
palabra de Dios, y sus vidas revelaban un firme y sincero amor a Cristo. Se
regocijaban en hacer la voluntad de Dios porque el Salvador moraba constantemente
en sus corazones. Llenos de amor para con su Redentor, su más alto propósito
era ganar almas para él. No pensaron en atesorar para sí el precioso tesoro de
la gracia de Cristo. Sentían la importancia de su vocación y, cargados con el
mensaje: "Sobre la tierra paz; entre los hombres buena voluntad,"
ardían en deseos de llevar las buenas nuevas de la salvación a los rincones más
remotos de la tierra. Y el mundo conoció que ellos habían estado con Jesús. Pecadores
arrepentidos, perdonados, limpiados y santificados se allegaron a Dios por
medio de su Hijo. 463
LOS
MIEMBROS DE LA IGLESIA estaban unidos en sentimiento y acción. El amor a
Cristo era la cadena de oro que los unía. Progresaban en un conocimiento del
Señor cada vez más perfecto, y en sus vidas se revelaba el gozo y la paz de
Cristo. Visitaban a los huérfanos y a las viudas en su aflicción, y se
guardaban sin mancha del mundo, pues comprendían que de no hacerlo, estarían
contradiciendo su profesión y negando a su Redentor.
LA
OBRA SE LLEVABA ADELANTE EN CADA CIUDAD. Se convertían almas y
a su vez éstas sentían que era su deber hablar a otros acerca del inestimable
tesoro que habían recibido. No podían descansar hasta que la luz que había
iluminado sus mentes brillara sobre otros. Multitudes de incrédulos se
enteraron de las razones de la esperanza cristiana. Se hacían fervientes e
inspiradas súplicas personales a los errantes, a los perdidos y a los que,
aunque profesaban conocer la verdad, eran más amadores de los placeres que de
Dios.
PERO
DESPUÉS DE UN TIEMPO EL CELO DE LOS CREYENTES COMENZÓ A DISMINUIR, y su amor
hacia Dios y su amor mutuo decreció. La frialdad penetró en la iglesia. Algunos
se olvidaron de la manera maravillosa en que habían recibido la verdad. Uno
tras otro, los viejos portaestandartes cayeron en su puesto. Algunos de los
obreros más jóvenes, que podrían haber sobrellevado las cargas de los soldados
de vanguardia, y así haberse preparado para dirigir sabiamente la obra, se
habían cansado de las verdades tan a menudo repetidas. En su deseo de algo
novedoso y sorprendente, intentaron introducir nuevas fases de doctrina, más
placenteras para muchas mentes, pero en desarmonía con los principios
fundamentales del Evangelio. A causa de su confianza en sí mismos y su ceguera
espiritual no pudieron discernir que esos sofismas serían causa de que muchos
pusieran en duda las experiencias anteriores, y así producirían confusión e
incredulidad.
AL
INSISTIRSE EN ESAS DOCTRINAS FALSAS Y APARECER DIFERENCIAS, la vista de
muchos fue desviada de Jesús, como el autor y consumador 464 de su fe. La discusión de asuntos de doctrina sin importancia,
y la contemplación de agradables fábulas de invención humana, ocuparon el
tiempo que debiera haberse dedicado a predicar el Evangelio. Las multitudes que
podrían haberse convencido y convertido por la fiel presentación de la verdad,
quedaban desprevenidas. La piedad menguaba rápidamente y Satanás parecía estar
a punto de dominar a los que decían seguir a Cristo.
FUE EN ESA HORA CRÍTICA DE LA HISTORIA DE LA IGLESIA cuando Juan
fue sentenciado al destierro. Nunca antes había necesitado la
iglesia su voz como ahora. Casi todos sus anteriores asociados en el ministerio
habían sufrido el martirio. El remanente de los creyentes sufría una terrible
oposición. Según todas las apariencias, no estaba distante el día cuando los
enemigos de la iglesia de Cristo triunfarían.
PERO
LA MANO DEL SEÑOR se movía invisiblemente en las tinieblas. En la
providencia de Dios, Juan fue colocado en un lugar donde Cristo podía darle una
maravillosa revelación de sí mismo y de la verdad divina para la iluminación de
las iglesias.
LOS
ENEMIGOS DE LA VERDAD confiaban que al mantener a Juan en el
destierro, silenciarían para siempre la voz de un fiel testigo de Dios; pero en
Patmos, el discípulo recibió un mensaje cuya influencia continuaría fortaleciendo
a la iglesia hasta el fin del tiempo. Aunque no se libraron de la
responsabilidad de su mala acción, los que desterraron a Juan llegaron a ser
instrumentos en las manos de Dios para realizar los propósitos del Cielo; y el
mismo esfuerzo para extinguir la luz destacó vívidamente la verdad.
FUE
EN UN SÁBADO CUANDO LA GLORIA DEL SEÑOR se manifestó al
desterrado apóstol. Juan observaba el sábado tan reverentemente en Patmos como
cuando predicaba al pueblo de las aldeas y ciudades de Judea. Se aplicaba las
preciosas promesas que fueron dadas respecto a ese día. "Yo fui en
Espíritu en el día del Señor -escribió Juan,- y oí detrás de mí una gran voz
como de trompeta, que decía: Yo soy el Alpha y Omega, el 465 primero y el último. . . . Y me volví a ver la voz que hablaba
conmigo: y vuelto, vi siete candeleros de oro; y en medio de los siete
candeleros, uno semejante al Hijo del hombre." (Apoc. 1:10-13.)
FUE RICAMENTE FAVORECIDO EL DISCÍPULO AMADO. Había
visto a su Maestro en el Getsemaní con su rostro marcado con el sudor de sangre
de su agonía; "tan desfigurado, era su aspecto más que el de cualquier
hombre, y su forma más que la de los hijos de Adam." (Isa. 52:14, V.M.) Le
había visto en manos de los soldados romanos, vestido con el viejo manto purpúreo
y coronado de espinas. Le había visto pendiendo de la cruz del Calvario, siendo
objeto de cruel burla y abuso. Ahora se le permite contemplar una vez más a su
Señor. Pero, ¡cuán distinta es su apariencia! Ya no es varón de dolores,
despreciado y humillado por los hombres. Lleva vestiduras de brillantez
celestial. "Su cabeza y sus cabellos eran blancos como la lana blanca,
como la nieve; y sus ojos como llama de fuego; y sus pies semejantes al latón
fino, ardientes como en un horno." (Apoc. 1:14,15.) Su voz era como el
estruendo de muchas aguas. Su rostro brillaba como el sol. En su mano tenía
siete estrellas, y de su boca salía una espada aguda de dos filos, emblema del
poder de su palabra.
Patmos resplandeció con la gloria del
Señor resucitado. "Y cuando yo le vi -escribió Juan,- caí como muerto a
sus pies. Y él puso su diestra sobre mí, diciéndome: No temas," (Apoc.
1.17.)
JUAN
FUE FORTALECIDO PARA VIVIR EN LA PRESENCIA DE SU SEÑOR GLORIFICADO. Entonces ante
sus maravillados ojos fueron abiertas las glorias del cielo. Le fue permitido
ver el trono de Dios y, mirando más allá de los conflictos de la tierra,
contemplar la hueste de los redimidos con sus vestiduras blancas. Oyó la música
de los ángeles del cielo, y los cantos de triunfo de los que habían vencido por
la sangre del Cordero y la palabra de su testimonio. En la revelación que vio
se desarrolló una escena tras otra de conmovedor interés en la experiencia del 466 pueblo de Dios, y la historia de la
iglesia fue predicha hasta el mismo fin del tiempo. En figuras y símbolos, se
le presentaron a Juan asuntos de gran importancia, que él debía registrar para
que los hijos de Dios que vivían en su tiempo y los que vivieran en siglos
futuros pudieran tener una comprensión inteligente de los peligros y conflictos
que los esperaban.
ESA
REVELACIÓN fue dada para la orientación y el aliento de la iglesia durante la
dispensación cristiana. Y sin embargo ha habido maestros religiosos
que declararon que es un libro sellado y que sus secretos no pueden explicarse.
Como resultado, muchos han dejado de lado el registro profético y rehusado
dedicar tiempo al estudio de sus misterios. Pero Dios no desea que su pueblo
considere así ese libro. Es "la revelación de Jesucristo, que Dios le dio,
para manifestar a sus siervos las cosas que deben suceder presto."
"Bienaventurado el que lee -dijo el Señor,- y los que oyen las palabras de
esta profecía, y guardan las cosas en ella escritas: porque el tiempo está
cerca." (Apoc. 1:1,3.) "Porque yo protesto a cualquiera que oye las
palabras de la profecía de este libro: Si alguno añadiere a estas cosas, Dios
pondrá sobre él las plagas que están escritas en este libro. Y si alguno
quitare de las palabras del libro de esta profecía, Dios quitaré su parte del
libro de la vida, y de la santa ciudad, y de las cosas que están escritas en
este libro. El que da testimonio de estas cosas, dice: Ciertamente, vengo en
breve." (Apoc. 22: 18-20.)
EN EL APOCALIPSIS ESTÁN REVELADAS LAS COSAS PROFUNDAS DE DIOS. El
nombre mismo que fue dado a sus páginas inspiradas: El Apocalipsis o
Revelación, contradice la afirmación de que es un libro sellado. Una revelación
es algo revelado. El Señor mismo reveló a su siervo los misterios contenidos en
dicho libro y es su propósito que estén abiertos al estudio de todos.
SUS VERDADES se dirigen tanto a los que viven en
los últimos días de la historia de esta tierra como a los que vivían los días
de Juan.
Algunas de las escenas descritas en esa
profecía pertenecen al pasado,
Otras se están cumpliendo ahora; 467
Algunas tienen que ver con el fin del gran
conflicto entre los poderes de las tinieblas y el Príncipe del cielo,
Y Otras Revelan los triunfos y alegrías de los
redimidos en la tierra nueva.
NADIE PIENSE QUE AL NO PODER EXPLICAR EL SIGNIFICADO de cada el
significado de cada símbolo del Apocalipsis, es
inútil seguir escudriñando el libro en un esfuerzo de conocer el significado de
la verdad que contiene. El que reveló esos misterios a Juan dará al
Investigador diligente de la verdad un goce anticipado de las cosas celestiales.
LOS QUE TENGAN SUS CORAZONES ABIERTOS para la
recepción de la verdad, serán capacitados para entender sus enseñanzas, y se
les otorgará la bendición prometida a los que "oyen las palabras de esta
profecía, y guardan las cosas en ella escritas."
EN EL APOCALIPSIS todos
los libros de la Biblia se encuentran y terminan. En él está el complemento del
libro de Daniel. Uno es una profecía, el otro una revelación.
EL LIBRO QUE FUE SELLADO NO FUE EL APOCALIPSIS,
sino aquella porción de la profecía de Daniel que se refiere a los últimos
días. El ángel ordenó: "Tú empero Daniel, cierra las palabras y sella el
libro hasta el tiempo del fin." (Dan. 12:4.)
FUE
CRISTO QUIEN ORDENÓ AL APÓSTOL QUE ESCRIBIERA LO QUE LE IBA A SER REVELADO. "Escribe
en un libro lo que ves -le mandó,- y envíalo a las siete iglesias que están en
Asia; a Éfeso, y a Esmirna, y a Pérgamo, y a Tiatira, y a Sardis, Y a
Filadelfia, y a Laodicea." "Yo
soy . . . el que vivo, y he sido muerto; y he aquí que vivo por siglos de
siglos. . . Escribe las cosas que has visto, y las que son, y las que han de
ser después de éstas: el misterio de las siete estrellas que has visto en mi
diestra, y los siete candeleros de oro. Las siete estrellas son los ángeles de
las siete iglesias; y los siete candeleros que has visto, son las siete
iglesias." (Apoc. 1:11, 17-20.)
LOS NOMBRES de éstas son un
símbolo de la iglesia en diferentes períodos de la era cristiana.
EL NÚMERO SIETE indica algo
completo, y significa que los mensajes se extienden hasta el fin del tiempo,
MIENTRAS QUE LOS SÍMBOLOS
USADOS revelan la condición de la iglesia en diferentes períodos de la
historia.
468
SE
HABLA DE CRISTO como caminando en medio de los candeleros de oro. Así se
simboliza su relación con las iglesia. Está en constante comunicación con su
pueblo. Conoce su real condición. Observa su orden, su piedad, su devoción. Aunque
es el sumo sacerdote y mediador en el santuario celestial, se le representa
como caminando de aquí para allá en medio de sus iglesias en la tierra.
CON
INCANSABLE DESVELO Y CONSTANTE VIGILANCIA, observa para ver si
la luz de alguno de sus centinelas arde débilmente o si se apaga. Si el
candelero fuera dejado al mero cuidado humano, la vacilante llama languidecería
y moriría; pero él es el verdadero centinela en la casa del Señor, el fiel guardián
de los atrios del templo. Su cuidado constante y su gracia sostenedora son la
fuente de la vida y la luz.
CRISTO
FUE PRESENTADO COMO SOSTENIENDO LAS SIETE ESTRELLAS EN SU MANO DERECHA. Esto nos
asegura que ninguna iglesia que sea fiel a su cometido necesita temer la
destrucción; porque ninguna estrella que tiene la protección del Omnipotente
puede ser arrancada de la mano de Cristo.
"El que tiene las
siete estrellas en su diestra. . . dice estas cosas." (Apoc. 2:1.) Estas
palabras son dirigidas a los maestros de la iglesia, a aquellos a quienes Dios
confió pesadas responsabilidades. Las dulces influencias que han de abundar en
la iglesia están vinculadas estrechamente con los ministros de Dios, quienes deben
revelar el amor de Cristo. Las estrellas del cielo están bajo su dirección.
LAS
LLENA DE LUZ; GUÍA Y DIRIGE SUS MOVIMIENTOS. Si no lo hiciera,
llegarían a ser estrellas caídas. Así es con sus ministros. Son instrumentos en
sus manos, y todo lo bueno que pueden hacer es realizado por medio del poder
divino. Por medio de ellos se difunde la luz del Salvador, quien ha de ser su
eficiencia. Si tan sólo miraran a él como él miraba al Padre, serían
capacitados para hacer su obra. Cuando dependan de Dios, él les dará su esplendor
para reflejarlo al mundo.
EN EL COMIENZO DE LA HISTORIA DE LA IGLESIA, el
misterio de iniquidad, predicho por el apóstol Pablo, comenzó a hacer su 469 obra impía; y al insistir en sus
herejías los falsos maestros, acerca de los cuales Pablo amonestó a los
creyentes, muchos fueron engañados por falsas doctrinas. Algunos vacilaron bajo
las pruebas, y fueron tentados a abandonar la fe. En el tiempo cuando Juan
recibía esta revelación, muchos habían perdido su primer amor a la verdad del
Evangelio. Pero en su misericordia Dios no dejó que su iglesia permaneciese en
la apostasía. En un mensaje de infinita ternura reveló su amor hacia ella, y su
deseo de que hiciera una obra segura para la eternidad. "Recuerda -rogó-
de dónde has caído, y arrepiéntete, y haz las primeras obras." (Apoc.
2:5.)
LA IGLESIA TENÍA DEFECTOS, y necesitaba severa reprensión y corrección; y Juan fue inspirado a escribir mensajes de amonestación, reprensión y ruego a los que, habiendo perdido de vista los principios fundamentales del Evangelio, ponían en peligro la esperanza de su salvación.
Pero las palabras de reproche que Dios halla
necesario enviar se pronuncian siempre con tierno amor, y con la promesa de paz
a cada creyente arrepentido. "He aquí, yo estoy a la puerta y llamo -dice
el Señor;- si alguno oyere mi voz y abriere la puerta, entraré a él, y cenaré
con él, y él conmigo." (Apoc. 3:20.)
Y
PARA LOS QUE EN MEDIO DEL CONFLICTO MANTUVIESEN SU FE EN DIOS, le fueron
confiadas al profeta estas palabras de encomio y promesa: "Yo conozco tus
obras: he aquí, he dado una puerta abierta delante de ti, la cual ninguno puede
cerrar; porque tienes un poco de potencia, y has guardado mi palabra, y no has
negado mi nombre. . . . Porque has guardado la palabra de mi paciencia, yo
también te guardaré de la hora de la tentación que ha de venir en todo el
mundo, para probar a los que moran en la tierra." Se amonestó al creyente:
"Sé vigilante y confirma las otras cosas que están para morir."
"He aquí, yo vengo presto; retén lo que tienes, para que ninguno tome tu
corona." (Apoc. 3:8,10,2,11.)
POR MEDIO DE UNO QUE DECLARÓ SER "HERMANO, y
participante en la tribulación" (Apoc. 1:9), Cristo reveló a su iglesia
las 470 cosas que ella debía sufrir
por su causa. Al penetrar con su vista a través de largos siglos de tinieblas y
superstición, el anciano desterrado vio a multitudes sufrir el martirio por
causa
de su
amor haca la verdad. Pero también vio que Aquel que sostuvo a sus primeros
testigos, no olvidaría a sus fieles seguidores durante los siglos de persecución
que debían venir antes del fin del tiempo. "No tengas ningún temor de las
cosas que has de padecer -declara el Señor,- He aquí, el diablo ha de enviar
algunos de vosotros a la cárcel, para que seáis probados, y tendréis
tribulación. . . . Sé fiel hasta la muerte, y yo te daré la corona de la
vida." (Apoc. 2:10.)
Y para
todos los fieles que están luchando contra el mal, Juan oyó hacer las promesas:
"Al que venciere, daré a comer del árbol de la vida, el cual está en medio
del paraíso de Dios." "El que venciere, será vestido de vestiduras
blancas: y no borraré su nombre del libro de la vida, y confesaré su nombre
delante de mi Padre y delante de sus ángeles." "Al que venciere, yo
le daré que se siente conmigo en mi trono; así como yo he vencido, y me he
sentado con mi Padre en su trono." (Apoc. 2:7; 3:5,21.)
JUAN
VIO LA MISERICORDIA, la ternura y el amor de Dios mezclados con su
santidad, justicia y poder. Vio a los pecadores hallar un Padre en Aquel a
quien sus pecados les habían hecho temer. Y mirando más allá de la culminación
del gran conflicto, contempló en Sión a "los que habían alcanzado la
victoria . . . estar sobre el mar de vidrio, teniendo las arpas de Dios,"
y cantando el cántico de Moisés y del Cordero. (Apoc. 15:2,3.)
EL SALVADOR SE PRESENTA
ANTE JUAN BAJO LOS SÍMBOLOS DEL "LEÓN DE LA TRIBU DE JUDÁ" Y DE
"UN CORDERO COMO INMOLADO." (Apoc. 5:5,6.) Dichos símbolos
representan la unión del poder omnipotente con el abnegado sacrificio de amor.
EL LEÓN DE JUDÁ, tan
terrible para los que rechazan su gracia, ES EL CORDERO DE DIOS para el
obediente y fiel. La columna de fuego que anuncia terror e ira al transgresor
de la ley de Dios, es una 471
señal de misericordia y liberación para los que guardan sus mandamientos. El
brazo que es fuerte para herir a los rebeldes, será fuerte para librar a los
leales. Todo el que sea fiel será salvo. "Enviará sus ángeles con gran voz
de trompeta, y juntarán sus escogidos de los cuatro vientos, de un cabo del cielo
hasta el otro." (Mat. 24:31.)
EN
COMPARACIÓN CON LOS MILLONES DEL MUNDO, los hijos de Dios
serán, como siempre lo fueron, un rebaño pequeño; pero si permanecen de parte
de la verdad como está revelada en su Palabra, Dios será su refugio. Están bajo
el amplio escudo de la Omnipotencia. Dios constituye siempre una mayoría.
Cuando el sonido de la final trompeta penetre en la prisión de la muerte, y los
justos se levanten con triunfo, exclamando: "¿Dónde está, oh muerte, tu
aguijón? ¿dónde, oh sepulcro, tu victoria?" (1Cor. 15:55) para unirse con
Dios, con Cristo, con los ángeles y con los fieles de todas las edades, los
hijos de Dios serán una gran mayoría.
LOS
VERDADEROS DISCÍPULOS DE CRISTO le siguen a través de duros conflictos, siendo
abnegados y experimentando amargos desengaños; pero eso les muestra la
culpabilidad y la miseria del pecado y son inducidos a mirarlo con
aborrecimiento.
PARTICIPANTES
EN LOS SUFRIMIENTOS DE CRISTO, son destinados a ser participantes de su
gloria. En santa visión el profeta vio el postrer triunfo de la iglesia
remanente de Dios.
ESTO FUE LO QUE ESCRIBIÓ: "Y
vi así como un mar de vidrio mezclado con fuego; y los que habían alcanzado la
victoria . . . estar sobre el mar de vidrio, teniendo las arpas de Dios. Y
cantan el cántico de Moisés siervo de Dios, y el cántico del Cordero, diciendo:
Grandes y maravillosas son tus obras, Señor Dios Todopoderoso; justos y
verdaderos son tus caminos, Rey de los santos." (Apoc. 15:2,3.) "Y
miré, y he aquí, el Cordero estaba sobre el monte de Sión, y con él ciento
cuarenta y cuatro mil, que tenían el nombre de su Padre escrito en sus f
rentes." (Apoc. 14:1).
EN
ESTE 472 MUNDO HABÍAN CONSAGRADO SUS MENTES A DIOS; le habían servido con
la inteligencia y el corazón; y ahora él puede poner su nombre "en sus
frentes." "Y reinarán para siempre jamás." (Apoc. 22:5.) No
entrarán y saldrán como quienes mendigan un lugar. Pertenecerán a aquellos de
los cuales Cristo dijo: "Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino
preparado para vosotros desde la fundación del mundo." Les dará la
bienvenida como a hijos, diciéndoles: "Entra en el gozo de tu Señor."
(Mat. 25:34,21.)
"ESTOS, LOS QUE SIGUEN AL CORDERO por
dondequiera que fuere. Estos fueron comprados de entre los hombres por
primicias para Dios y para el Cordero." (Apoc. 14:4,5.)
LA VISIÓN DEL PROFETA LOS COLOCA FRENTE AL MONTE DE SIÓN,
ceñidos para un servicio santo, vestidos de lino blanco, que es la
justificación de los santos. Pero todo el que siga al Cordero en el cielo,
primeramente tiene que seguirle en la tierra, no con inquietud o caprichosamente,
sino con confianza, amor y obediencia voluntaria; como la oveja sigue al
pastor. "Y oí una voz de tañedores de arpas que tañían con sus arpas: y
cantaban como un cántico nuevo delante del trono, . . . y ninguno podía
aprender el cántico sino aquellos ciento cuarenta y cuatro mil, los cuales
fueron comprados de entre los de la tierra. . . . En sus bocas no ha sido
hallado engaño; porque ellos son sin mácula delante del trono de Dios."
(Apoc. 14:2-5.)
"Y
YO JUAN VI LA SANTA CIUDAD, Jerusalem nueva, que descendía del cielo, de
Dios, dispuesta como una esposa ataviada para su marido." "Teniendo
la claridad de Dios; y su luz era semejante a una piedra preciosísima, como
piedra de jaspe, resplandeciente como cristal. Y tenía un muro grande y alto
con doce puertas; y en las puertas, doce ángeles, y nombres escritos, que son
los de las doce tribus de los hijos de Israel." "Las doce puertas
eran doce perlas, en cada una, una; cada puerta era de una perla. Y la plaza de
la ciudad era de oro puro como vidrio transparente. Y no vi en ella templo;
porque 473 el Señor Dios
Todopoderoso es el templo de ella, y el Cordero." (Apoc. 21:2,11,13,12,21,22.)
"Y
NO HABRÁ MÁS MALDICIÓN; sino que el trono de Dios y del Cordero estará
en ella, y sus siervos le servirán. Y verán su cara; y su nombre estará en sus
frentes. Y allí no habrá más noche; y no tienen necesidad de lumbre de
antorcha, ni de lumbre del sol: porque el Señor Dios los alumbrará."
(Apoc. 22:3-5.)
"Me mostró un río
limpio de agua de vida, resplandeciente como cristal, que salía del trono de
Dios y del Cordero. En el medio de la plaza de ella, y de la una y de la otra
parte del río, estaba el árbol de vida, que lleva doce frutos, dando cada mes
su fruto: y las hojas del árbol eran para la sanidad de las naciones." "Bienaventurados
los que guardan sus mandamientos, para que su potencia sea en el árbol de la
vida, y que entren por las puertas en la ciudad." (Apoc. 22:1,2,14.) "Y
oí una gran voz del cielo que decía: He aquí el tabernáculo de Dios con los
hombres, y morará con ellos; y ellos serán su pueblo, y el mismo Dios será su
Dios con ellos." (Apoc. 21:3.) 474
Los Hechos
De Los Apóstoles En La Proclamación
Del
Evangelio De Jesucristo. (EGW). MHP
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