MÁS
DE MEDIO SIGLO Había Pasado Desde La Organización De La Iglesia Cristiana. Durante ese
tiempo se había manifestado una oposición constante al mensaje evangélico. Sus
enemigos no habían cejado en sus esfuerzos, y finalmente lograron la
cooperación del emperador romano en su lucha contra los cristianos.
DURANTE
LA TERRIBLE PERSECUCIÓN QUE SIGUIÓ, EL
APÓSTOL JUAN hizo mucho para confirmar y fortalecer la fe de los
creyentes. Dio un testimonio que sus adversarios no pudieron contradecir, y que
ayudó a sus hermanos a afrontar con valor y lealtad las pruebas que les
sobrevinieron. Cuando la fe de los cristianos parecía vacilar ante la terrible
oposición que debían soportar, el anciano y probado siervo de Jesús les repetía
con poder y elocuencia la historia del Salvador crucificado y resucitado.
Sostuvo firmemente su fe, y de sus labios brotó siempre el mismo mensaje
alentador: "Lo que era desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos
visto con nuestros ojos, lo que hemos mirado, y palparon nuestras manos tocante
al Verbo de vida, . . . lo que hemos visto y oído, eso os anunciamos." (1
Juan 1:1-3.)
JUAN
VIVIÓ HASTA SER MUY ANCIANO. Fue testigo de la destrucción de Jerusalén y
de la ruina del majestuoso templo. Como último sobreviviente de los discípulos
que estuvieron íntimamente relacionados con el Salvador, su mensaje tenía gran
influencia cuando manifestaba que Jesús era el Mesías, el Redentor del mundo. Nadie
podía dudar de su sinceridad, y mediante sus enseñanzas muchos fueron inducidos
a salir de la incredulidad. 455
LOS
GOBERNANTES JUDÍOS estaban llenos de amargo odio contra Juan por su inmutable
fidelidad a la causa de Cristo. Declararon que sus esfuerzos contra los
cristianos no tendrían resultado mientras el testimonio de Juan repercutiera en
los oídos del pueblo. Para conseguir que los milagros y enseñanzas de Jesús
pudiesen olvidarse, había que acallar la voz del valiente testigo.
CON
ESTE FIN, JUAN fue llamado a Roma para ser juzgado por su fe. Allí, delante
de las autoridades, las doctrinas del apóstol fueron expuestas erróneamente.
Testigos falsos le acusaron de enseñar herejías sediciosas, con la esperanza de
conseguir la muerte del discípulo.
JUAN
se
defendió de una manera clara y convincente, y con tal sencillez y candor que
sus palabras tuvieron un efecto poderoso. Sus oyentes quedaron atónitos ante su
sabiduría y elocuencia. Pero cuanto más convincente era su testimonio, tanto
mayor era el odio de sus opositores. El emperador Domiciano estaba lleno de
ira. No podía refutar los razonamientos del fiel abogado de Cristo, ni competir
con el poder que acompañaba su exposición de la verdad; pero se propuso hacer
callar su voz.
JUAN
FUE ECHADO EN UNA CALDERA DE ACEITE HIRVIENTE; pero el Señor
preservó la vida de su fiel siervo, así como protegió a los tres hebreos en el
horno de fuego. Mientras se pronunciaban las palabras: Así perezcan todos los
que creen en ese engañador, Jesucristo de Nazaret, Juan declaró: Mi Maestro se
sometió pacientemente a todo lo que hicieron Satanás y sus ángeles para
humillarlo y torturarlo. Dio su vida para salvar al mundo. Me siento honrado de
que se me permita sufrir por su causa. Soy un hombre débil y pecador. Solamente
Cristo fue santo, inocente e inmaculado. No cometió pecado, ni fue hallado
engaño en su boca. Estas palabras tuvieron su influencia, y Juan fue retirado
de la caldera por los mismos hombres que lo habían echado en ella.
NUEVAMENTE
la mano de la persecución cayó pesadamente 456
sobre el apóstol. Por decreto del emperador, fue desterrado a la isla de
Patmos, condenado "por la palabra de Dios y el testimonio de
Jesucristo." (Apoc. 1:9.) Sus enemigos pensaron que allí no se haría
sentir más su influencia, y que finalmente moriría de penurias y angustia.
PATMOS, una isla árida
y rocosa del mar Egeo, había sido escogida por las autoridades romanas para
desterrar allí a los criminales; pero para el siervo de Dios esa lóbrega
residencia llegó a ser la puerta del cielo. Allí, alejado de las bulliciosas
actividades de la vida, y de sus intensas labores de años anteriores, disfrutó
de la compañía de Dios, de Cristo y de los ángeles del cielo, y de ellos
recibió instrucciones para guiar a la iglesia de todo tiempo futuro. Le fueron
bosquejados los acontecimientos que se verificarían en las últimas escenas de
la historia del mundo; y allí escribió las visiones que recibió de Dios. Cuando
su voz no pudiera testificar más de Aquel a quien amó y sirvió, los mensajes
que se le dieron en aquella costa estéril iban a alumbrar como una lámpara
encendida, anunciando el seguro propósito del Señor acerca de cada nación de la
tierra.
ENTRE
LOS RISCOS Y ROCAS DE PATMOS, JUAN mantuvo comunión con su Hacedor. Repasó
su vida pasada, y, al pensar en las bendiciones que había recibido, la paz
llenó su corazón. Había vivido la vida de un cristiano, y podía decir con fe:
"Nosotros sabemos que hemos pasado de muerte a vida." (1 Juan 3: 14.)
No así el emperador que le había desterrado. Este podía mirar hacia atrás y ver
únicamente campos de batalla y matanza, hogares desolados, viudas y huérfanos
llorando: el fruto de su ambicioso deseo de preeminencia.
EN
SU AISLADO HOGAR, JUAN estaba en condiciones, como nunca antes, de
estudiar más de cerca las manifestaciones del poder divino, conforme están
registradas en el libro de la naturaleza y en las páginas de la inspiración.
Para él era motivo de regocijo meditar en la obra de la creación y adorar al
divino Arquitecto. En años anteriores sus ojos habían observado 457 colinas cubiertas de bosques,
verdes valles, llanuras llenas de frutales; y en las hermosuras de la
naturaleza siempre había sido su alegría rastrear la sabiduría y la pericia del
Creador. Ahora estaba rodeado por escenas que a muchos les hubiesen parecido
lóbregas y sin interés; pero para Juan era distinto. Aunque sus alrededores
parecían desolados y áridos, el cielo azul que se extendía sobre él era tan
brillante y hermoso como el de su amada Jerusalén. En las desiertas y
escarpadas rocas, en los misterios de la profundidad, en las glorias del
firmamento, leía importantes lecciones. Todo daba testimonio del poder y la
gloria de Dios.
EN
TODO su derredor el apóstol observaba vestigios del diluvio que había
inundado la tierra porque sus habitantes se habían aventurado a transgredir la
ley de Dios. Las rocas sacadas de las profundidades del mar y de la tierra por
la irrupción de las aguas, le recordaban vívidamente los terrores de aquella
terrible manifestación de la ira de Dios. En la voz de muchas aguas, en que un
abismo llamaba a otro, el profeta oía la voz de su Creador. El mar, azotado por
la furia de vientos despiadados, representaba para él la ira de un Dios
ofendido. Las poderosas olas, en su terrible conmoción, contenidas por límites
señalados por una mano invisible, le hablaban del control de un poder infinito.
Y en contraste se daba cuenta de la fragilidad e insensatez de los mortales,
los cuales, a pesar de ser gusanos del polvo, se glorían en su supuesta
sabiduría y fuerza, y ponen sus corazones contra el Rey del universo, como si
Dios fuera semejante a uno de ellos.
AL
MIRAR LAS ROCAS Recordaba A Cristo: La Roca De Su Fortaleza, a cuyo abrigo
podía refugiarse sin temor. Del apóstol desterrado en la rocosa Patmos subían
los más ardientes anhelos de su alma por Dios, las más fervientes oraciones.
LA HISTORIA DE JUAN nos proporciona una
notable ilustración de cómo Dios puede usar a los obreros de edad. Cuando Juan
fue desterrado a la isla de Patmos, muchos le consideraban incapaz de continuar
en el servicio, y como una caña vieja y 458
quebrada, propensa a caer en cualquier momento. Pero el Señor juzgó conveniente
usarle todavía.
AUNQUE alejado de las escenas de su trabajo anterior,
no dejó de ser un testigo de la verdad. Aun en Patmos se hizo de amigos y
conversos. Su mensaje era de gozo, pues proclamaba un Salvador resucitado que
desde lo alto estaba intercediendo por su pueblo hasta que regresase para
llevarlo consigo. Después que Juan había envejecido en el servicio de su Señor,
recibió más comunicaciones del cielo de las que había recibido durante todos
los años anteriores de su vida.
LA MÁS TIERNA CONSIDERACIÓN debe
abrigarse hacia aquellos cuyos intereses durante toda la vida estuvieron
ligados a la obra de Dios. Esos obreros ancianos han permanecido fieles en
medio de tormentas y pruebas. Pueden tener achaques, pero aún poseen talentos
que los hacen aptos para ocupar su lugar en la causa de Dios. Aunque gastados e
imposibilitados de llevar las pesadas cargas que los más jóvenes pueden y deben
llevar, el consejo que pueden dar es del más alto valor.
PUEDEN HABER COMETIDO EQUIVOCACIONES, pero de
sus fracasos aprendieron a evitar errores y peligros y, ¿no serán por lo tanto
competentes para dar sabios consejos? Sufrieron pruebas y dificultades y aun
cuando perdieron parte de su vigor, el Señor no los pone a un lado. Les da
gracia especial y sabiduría.
LOS QUE SIRVIERON A SU MAESTRO cuando
el trabajo era duro, soportaron pobreza y se mantuvieron fieles cuando
solamente unos pocos estaban de parte de la verdad, deben ser honrados y
respetados. El Señor desea que los obreros más jóvenes logren sabiduría, fuerza
y madurez por su asociación con esos hombres fieles. Reconozcan los más jóvenes
que al tener entre ellos tales obreros son altamente favorecidos. Déseles un
lugar honorífico en sus concilios.
A MEDIDA que los que han gastado su vida
en el servicio de Cristo se acercan al fin de su ministerio terrenal, serán
impresionados por el Espíritu Santo a recordar los incidentes por los cuales
han pasado en relación con la obra de Dios. El relato de 459 su maravilloso trato con su pueblo, su gran bondad al librarlos
de las pruebas, debe repetirse a los que son nuevos en la fe. Dios desea que
los obreros ancianos y probados ocupen su lugar y hagan su parte para impedir
que los hombres y mujeres sean arrastrados hacia abajo por la poderosa
corriente del mal; desea que tengan puesta su armadura hasta que él les mande
deponerla.
EN LA EXPERIENCIA Que Adquirió El Apóstol Juan bajo la
persecución, hay una lección de maravilloso poder y ánimo para el cristiano.
Dios no impide las conspiraciones de los hombres perversos, sino que hace que
sus ardides obren para bien a los que en la prueba y el conflicto mantienen su
fe y lealtad. A menudo los obreros evangélicos realizan su trabajo en medio de
tormentas y persecución, amarga oposición e injusto oprobio.
EN MOMENTOS TALES
RECUERDEN que la experiencia que se adquiere en el horno de la prueba y
aflicción vale todo el dolor que costó. Así Dios
acerca a sus hijos a sí mismo, para poder mostrarles sus debilidades en
contraste con su fortaleza. Les enseña a apoyarse en él. Así los prepara para
afrontar emergencias, para ocupar puestos de confianza, y para cumplir el gran
propósito para el cual les concedió sus poderes.
EN TODOS LOS TIEMPOS Los
Testigos Señalados Por Dios se han expuesto al vituperio y la persecución por
amor a la verdad.
JOSÉ fue calumniado y perseguido porque mantuvo
su virtud e integridad.
DAVID, el mensajero escogido de Dios,
fue perseguido por sus enemigos como una fiera.
DANIEL fue echado al foso de los leones
porque se mantuvo fiel al cielo.
JOB fue privado de sus posesiones terrenales y
estuvo tan enfermo que le aborrecieron sus parientes y amigos; pero aun así
mantuvo su integridad.
JEREMÍAS no pudo ser disuadido de decir
las palabras que Dios le había ordenado hablar; y su testimonio enfureció tanto
al rey y a los príncipes que le echaron en una inmunda mazmorra.
ESTEBAN fue apedreado porque predicó a
Cristo y su crucifixión.
PABLO fue encarcelado, azotado con
varas, apedreado y finalmente muerto porque fue un fiel mensajero 460 de Dios a los gentiles.
Y JUAN fue desterrado a la isla de
Patmos "por la palabra de Dios y el testimonio de Jesucristo."
ESTOS EJEMPLOS DE
CONSTANCIA humana atestiguan LA FIDELIDAD de las promesas de Dios, SU CONSTANTE
PRESENCIA y su GRACIA sostenedora. Testificaron del poder de la fe para resistir
a las potestades del mundo.
ES OBRA DE LA FE confiar
en Dios en la hora más obscura, y sentir, a pesar de ser duramente probados y
azotados por la tempestad, que nuestro Padre empuña el timón. Sólo el ojo de la
fe puede ver más allá de las cosas presentes para estimar correctamente el
valor de las riquezas eternas.
JESÚS NO PRESENTÓ A SUS SEGUIDORES la
esperanza de alcanzar gloria y riquezas terrenas ni de vivir una vida libre de
pruebas. Al contrario, los llamó a seguirle en el camino de la abnegación y el
vituperio. El que vino para redimir al mundo fue resistido por las fuerzas
unidas del mal.
En
confederación despiadada, los hombres malos y los ángeles caídos se opusieron
al Príncipe de Paz. Todas las palabras y los hechos de él revelaron divina
compasión, y su diferencia del mundo provocó la más amarga hostilidad.
Así será
con todos los que deseen vivir píamente en Cristo Jesús. Persecuciones y
vituperios esperan a todos los que estén dominados por el espíritu de Cristo.
El Carácter De La
Persecución Cambia Con Los Tiempos, Pero El Principio -El Espíritu Que La
Fomenta- Es El Mismo Que Siempre Mató A Los Escogidos Del Señor Desde Los Días
De Abel.
EN
TODAS LAS ÉPOCAS SATANÁS PERSIGUIÓ AL PUEBLO DE DIOS. Torturó a sus hijos y
los entregó a muerte, pero en su muerte llegaron a ser vencedores. Testificaron
del poder de Uno que es más fuerte que Satanás.
HOMBRES
PERVERSOS Pueden Torturar Y Matar El Cuerpo, pero no pueden
destruir la vida que está escondida con Cristo en Dios. Pueden encerrar a
hombres y mujeres dentro de las paredes de una cárcel, pero no pueden amarrar
el espíritu.
EN
MEDIO DE LA PRUEBA Y LA PERSECUCIÓN, la gloria -el carácter- de Dios se
revela en sus escogidos. Los creyentes en 461
Cristo, odiados y perseguidos por el mundo, son educados y disciplinados en la
escuela del Señor.
En la tierra andan por
caminos angostos; son purificados en el horno de la aflicción. Siguen a Cristo
en medio de penosos conflictos; soportan la abnegación y experimentan amargos
chascos; pero así aprenden lo que es la culpa y miseria del pecado, y llegan a
mirarlo con aborrecimiento. Al ser participantes de los sufrimientos de Cristo,
pueden ver la gloria más allá de las tinieblas, y dirán: "Porque tengo por
cierto que lo que en este tiempo se padece, no es de comparar con la gloria
venidera que en nosotros ha de ser manifestada." (Rom. 8:18.) 462
Los Hechos
De Los Apóstoles En La Proclamación
Del
Evangelio De Jesucristo. (EGW). MHP
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