domingo, noviembre 28, 2021

REFLEXIÓN 927. EL MINISTERIO DE CRISTO COMO SUMO SACERDOTE: El Sacrificio De Cristo Superior Al Sacrificio De Animales/ UNA EXHORTACIÓN A LA FIDELIDAD Y A LA VIDA PIADOSA: En Vista Del Día Del Juicio Y De La Venida De Cristo (HEBREOS 10).

Hebreos 10. 

EL MINISTERIO DE CRISTO COMO SUMO SACERDOTE:

EL SACRIFICIO DE CRISTO Superior Al Sacrificio De Animales, 10:1-22.

1.       La ineficacia de sacrificios de animales, 10:1-4.

La Inferioridad De La Ley Ceremonial.

2. La eficacia y permanencia del sacrificio de Cristo, 10:5-18.

Ofrecido Sólo Una Vez, Quitó Para Siempre Los Pecados.

3. La exhortación a aceptar el ministerio sacerdotal de Cristo, 10:19-22.

UNA EXHORTACIÓN A La Fidelidad Y A La Vida Piadosa, 10:23-39.

En Vista Del Día Del Juicio Y De La Venida De Cristo.

Mantener Firmemente La Fe Con Paciencia Y Acción De Gracias.

1 PORQUE la ley, teniendo la sombra de los bienes venideros, no la imagen misma de las cosas, nunca puede, por los mismo sacrificios que se ofrecen continuamente cada año, hacer perfectos a los que se acercan. 2 De otra manera cesarían de ofrecerse, pues los que tributan este culto, limpios una vez, no tendrían ya más conciencia de pecado. 3 Pero en estos sacrificios cada año se hace memoria de los pecados. 4 porque la sangre de los toros y de los machos cabríos no puede quitar los pecados.

5 Por lo cual, entrando en el mundo dice: Sacrificio y ofrenda no quisiste; Mas me preparaste cuerpo. 6 Holocaustos y expiaciones por el pecado no te agradaron. 7 Entonces dije: He aquí que vengo, oh Dios, para hacer tu voluntad. Como en el rollo del libro está escrito de mí. 8 Diciendo primero: Sacrificio y ofrenda y holocaustos y expiaciones por el pecado no quisiste, ni te agradaron (las cuales cosas se ofrecen según la ley), 9 y diciendo luego: He aquí que vengo, oh Dios, para hacer tu voluntad; quita lo primero, para establecer esto último. 10 En esa voluntad somos santificados mediante la ofrenda del cuerpo de Jesucristo hecha una vez para siempre.

11 Y ciertamente todo sacerdote está día tras día ministrando y ofreciendo muchas veces los mismos sacrificios, que nunca pueden quitar los pecados; 12 pero Cristo, habiendo ofrecido una vez para siempre un solo sacrificio por los pecados, se ha sentado a la diestra de Dios, 13 de ahí en adelante esperando hasta que sus enemigos sean puestos por estrado de sus pies; 14 porque con una sola ofrenda hizo perfectos para siempre a los santificados.

15 Y nos atestigua lo mismo el Espíritu Santo; porque después de haber dicho: 16 Este es el pacto que haré con ellos Después de aquellos días, dice el Señor: Pondré mis leyes en sus corazones, Y en sus mentes las escribiré, 17 añade: Y nunca más me acordaré de sus pecados y transgresiones. 18 Pues donde hay remisión de éstos, no hay más ofrenda por el pecado.

19 Así que, hermanos, teniendo libertad para entrar en el Lugar Santísimo por la sangre de Jesucristo, 20 por el camino nuevo y vivo que él nos abrió a través del velo, esto es, de su carne, 21 y teniendo un gran sacerdote sobre la casa de Dios, 22 acerquémonos con corazón sincero, en plena certidumbre de fe, purificados los corazones de mala conciencia, y lavados los cuerpos con agua pura.

23 Mantengamos firme, sin fluctuar, la profesión de nuestra esperanza, fiel es el que prometió. 24 Y considerémonos unos a otros para estimularnos al amor y a las buenas obras; 25 no dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos y tanto más, cuanto veis que aquel día se acerca. 26 Porque si pecaremos voluntariamente después de haber recibido el conocimiento de la verdad, ya no queda más sacrificio por los pecados, 27 sino una horrenda expectación de juicio, y de hervor de fuego que ha de devorar a los adversarios.

28 El que viola la ley de Moisés, por el testimonio de dos o de tres testigos muere irremisiblemente. 29 ¿Cuánto mayor castigo pensáis que merecerá el que pisoteara al Hijo de Dios, y tuviere por inmunda la sangre del pacto en la cual fue santificado, e hiciere afrenta al Espíritu de gracia? 30 Pues conocemos al que dijo: Mía es la venganza, yo daré el pago, dice el Señor. Y otra vez: El Señor juzgará a su pueblo. 31 ¡Horrenda cosa es caer en manos del Dios vivo!

32 Pero traed a la memoria los días pasados, en los cuales, después de haber sido iluminados, sostuvisteis gran combate de padecimientos; 33 por una parte, ciertamente, con vituperios y tribulaciones fuisteis hechos espectáculo; y por otra, llegasteis a ser compañeros de los que estaban en una situación semejante. 34 Porque de los presos también os compadecisteis, y el despojo de vuestros bienes sufristeis con gozo, sabiendo que tenéis en vosotros una mejor y perdurable herencia en los cielos.

35 No perdáis, pues, vuestra confianza, que tiene grande galardón; 36 porque os es necesaria la paciencia, para que habiendo hecho la voluntad de Dios, obtengáis la promesa. 37 Porque aún un poquito, Y el que ha de venir vendrá, y no tardará. 38 Mas el justo vivirá por fe; Y si retrocediera, no agradará a mi alma. 39 Pero nosotros no somos de los que retroceden para perdición, sino de los que tienen fe para preservación del alma. (Hebreos 10).

1. La ley. Esta palabra se emplea aquí como en el cap. 7:11: para describir el sistema judío de leyes instituidas en el Sinaí casi equivalente a la expresión "aquel [pacto] primero", tal como el autor la usa (ver com. cap 8:7). "Ley" o "primer pacto" equivalían al sistema levítico, en vigencia en los días del a partir del Sinaí.

Sombra. Una sombra sólo proyecta lo contornos del original; por lo tanto, no debe esperarse una similitud demasiado estrecha entre la sombra y el objeto que la proyecta "Sombra" se usa aquí en contraste con "imagen" (éikon), que indica una representación mucho más precisa (ver com. 2 Cor. 4:4 Apoc. 13:14).

Bienes venideros. Es decir, los que comenzarían con la venida de la realidad, o sea Cristo. No la imagen misma. "No la realidad" (BJ); "no la expresión real" (BC). Ver com "sombra". Nunca. Un intenso énfasis sobre la incapacidad de la "ley" para perfeccionar al ser humano.

Mismos sacrificios. Si bien lo que aquí se afirma se aplica a los sacrificios diarios, e evidente que se refiere a los sacrificios del día de la expiación. La razón por la cual se destacan los sacrificios anuales es, según parece porque eran ofrecidos por el sumo sacerdote, y Jesús es presentado en Hebreos como el gran sumo sacerdote del nuevo y mejor pacto (cap. 8:1; 9:11). Cf. cap. 9:25-26, donde se contrasta de nuevo la obra de Cristo con la del sumo sacerdote terrenal en el día de la expiación.

Continuamente. Gr. eis to dienekés, "sin interrupción", "continuamente", "para siempre". Los comentadores están divididos e cuanto a si esta frase adverbial corresponde con la flexión verbal "ofrecen" o con la frase "hacer perfectos". La sintaxis sugiere "ofrecen sin interrupción"; pero al comparar es versículo con el 14, se puede preferir "hace perfectos para siempre", pues allí se dice que la única ofrenda de Cristo hizo perfecto "para siempre" (eis to dienekés) a los santificados. 

Los antiguos sacrificios tenían un valor temporal, servían para instruir; pero de por sí nunca tuvieron el propósito de perfeccionar a los que rendían culto. Era necesario repetirlos hasta el tiempo cuando llegara la realidad con el sacrificio único de Cristo, hecho "una vez para siempre".

Perfectos. Ver com. cap. 7:18-19; 9:9; 10:14.

Los que se acercan. O participaban en los servicios del día de la expiación.

2. Cesarían de ofrecerse. Habrían cesado si pudieran haber hecho lo que consumó el sacrificio de Cristo: perfeccionar "para siempre" (vers. 14). Cristo hizo frente al problema del pecado "una vez para siempre"; por lo tanto, no había necesidad de repetir su sacrificio (cf. cap. 9:25-26).

Limpios una vez. "Una vez purificados" (BJ). Esta limpieza no se efectuó hasta que Cristo "se ofreció a sí mismo" (cap. 9:14). Fue entonces cuando hubo remisión para las transgresiones cometidas bajo el primer pacto (cap. 9:15).

No tendrían ya más conciencia. Cf. cap. 9:9. Los que rendían culto en los tiempos del AT podían, en el mejor de los casos, anticipar el momento cuando se ofrecería el verdadero sacrificio por el pecado. Sin esa fe su culto era muerto, sólo apariencia.

3. Se hace memoria. Los sacrificios que se ofrecían año tras año recordaban constantemente el hecho de que el verdadero sacrificio por los pecados aún no se había ofrecido.

4. No puede. Ya se ha destacado la incapacidad de la sangre de los animales para quitar los pecados (cap. 9:9-14).

5. Entrando en el mundo. Osea en la encarnación. Se presenta a Cristo como si estuviera pronunciando las palabras del Sal. 40: 6-8 en el momento de su entrada en el mundo. Aquí está claramente implícita la preexistencia de Cristo.

Sacrificio y ofrenda. La afirmación de que Dios no quería "sacrificio y ofrenda" sin duda se refiere a la presentación de esos sacrificios sólo para cumplir con un requisito ritual, sin verdadera consagración del corazón. Fue Cristo quien instituyó el sistema de sacrificios. Si se hubiera cumplido debidamente habría sido una bendición para los adoradores sinceros, porque Dios no siente agrado con los sacrificios de los adoradores descuidados (cf 1 Sam. 15:22; Ose. 6:6).

Me preparaste cuerpo. Así traduce la LXX. En cuanto al texto hebreo y su significado, ver com. Sal. 40:6. El autor de Hebreos sin duda conocía ambos textos, y eligió el de la LXX. La redacción de la LXX destaca una verdad muy significativa, y el uso de ese texto refuerza la verdad que se enseñaba, lo cual no necesariamente respalda que esa traducción sea una versión totalmente fiel al texto hebreo.

Con referencia al significado que el autor da a "cuerpo", ver com. vers. 10.

6. No te agradaron. Ver com. vers. 5. El adorador no sincero creía que Dios se agradaba mucho con sus sacrificios formales, externos.

7. Vengo. Mejor "he venido". La palabra parece expresar una respuesta inmediata a una situación que exigía remedio.

Para hacer tu voluntad. En el contexto original estas palabras describían obediencia moral a la voluntad de Dios. El autor de Hebreos las usa para mostrar que el sacrificio de Cristo había cumplido con la voluntad de Dios al proporcionar una expiación aceptable, expiación que los sacrificios de animales no habían podido proporcionar. Continúa ampliando este Punto.

Rollo. Ver com. Sal. 40:7.

8. Primero. O "más arriba". Se hace referencia a los vers. 5 y 6, ya citados. La mayor parte de esos versículos se repite en los vers. 8 y 9.

Sacrificio y ofrenda. Ver com. vers. 5 y 6.

Según la ley. En cuanto a esta ley ver com. vers. 1.

9. Para hacer tu voluntad. Ver com. vers. 7.

Quita lo primero. El autor primero citó Sal. 40:5-7, después repitió la parte más importante para el propósito que buscaba (vers. 8 y 9), y ahora hace su aplicación. Usa este pasaje para probar que el antiguo sistema había caducado cuando Cristo vino para hacer la voluntad de Dios, más específicamente, para ofrecer el sacrificio eficaz. 

Afirma que lo antiguo ha caducado, diciendo que Dios no se complacía en los sacrificios ofrecidos según la ley; destaca el establecimiento de lo nuevo, afirmando que Cristo hizo la voluntad de Dios al proporcionar el verdadero sacrificio. Cf. com. cap. 8:13. 

El hecho de que el sistema antiguo fuera obsoleto era un punto difícil de aceptar por parte de los cristianos de origen judío. El autor de Hebreos está tratando de probarles que esto estaba predicho en el AT, las Escrituras que eran consideradas como sagradas por los que vivían bajo el antiguo sistema.

10. En esa voluntad. Quizá significa que al cumplirse esa voluntad mediante el perfecto sacrificio de Cristo, somos santificados, o que en esa voluntad que entregó a Jesús como sacrificio por los hombres, está incluida nuestra santificación (cf. 1Tes. 4:3).

Somos santificados. O "hemos sido santificados". El texto griego insinúa el pensamiento de que fuimos santificados y ahora permanecemos en estado de santificación. La santificación se contempla aquí no desde el aspecto de un proceso continuo (para lo cual, ver com. Rom. 6:19), sino en términos de un cambio radical del pecado a la santidad y como una continuación en ese estado. Este significado se encuentra en otras partes. Dirigiéndose a los creyentes corintios, Pablo les habla, por ejemplo, como "a los santificados en Cristo Jesús" (ver com. 1 Cor. 1:2); también les recuerda que "ya" han "sido santificados" (1 Cor. 6:11).

Ofrenda del cuerpo. Aquí se halla la aplicación que le da el autor a la declaración "amas me preparaste cuerpo" (ver com. vers. 5). Cristo tomó un cuerpo humano, cuerpo que fue ofrecido (cf. com. cap. 2:14); y por medio de la ofrenda de ese cuerpo los hombres obtuvieron la santificación. Jesucristo "nos ha sido hecho por Dios sabiduría, justificación, santificación y redención (1 Cor. 1:30).

Una vez para siempre. No era ni es necesario que se repita el sacrificio de Cristo, pues proveyó la verdadera limpieza del pecado (cap. 9:14). No fue sólo una "sombra" como lo eran los sacrificios de la "ley".

11. Está. "Está en pie" (BJ); "de pie" (BA). En esta expresión parece recalcarse una tarea inconclusa; pero Cristo, por contraste, "se ha sentado" (vers. 12), lo cual significa que su obra -en lo que atañe a su sacrificio había sido completada. La naturaleza continua de los sacrificios sacerdotales se destaca aún más con las frases "día tras día" y "muchas veces". Quitar. Ver com. vers. 4.

12. Para siempre. Gr. eis to dienekés (ver com. vers.1). Aquí la traducción "para siempre" parece ser más apropiada. Los beneficios de ese único sacrificio fueron de valor permanente.

Un Solo sacrificio. En contraste con los muchos ofrecidos por los sacerdotes terrenales (vers. 11).

Se ha sentado. Es decir, completó su tarea (ver com. vers. 11)

Diestra de Dios. Ver com. cap. 1: 3.

13. De ahí en adelante. Gr. to loipón, "de ahora en más", "de aquí en adelante", "en el futuro". Esperando. Ahora se presenta a Cristo como en espera del momento del triunfo final sobre todos sus enemigos. Hasta que sus enemigos. Alusión a Sal. 110:1 (ver com. Heb. 1:13; cf. com. 1 Cor. 15:24-28).

14. Una sola ofrenda. Este pensamiento se destaca repetidas veces.

 (Ver com. vers. 10,12).

Perfectos. El sacrificio único de Cristo logró lo que no era posible por los continuos sacrificios de los sacerdotes, pues no podían purificar la conciencia (ver com. cap. 9:9, 14; 10:2). Cuando el pecador acepta por fe los beneficios de ese único sacrificio, es acepto en el Amado, es considerado como perfecto porque Cristo, su sustituto, ocupa su lugar (ver com. Rom. 5:1; cf.  CC 62).

Para siempre. Gr. eis to dienekés (ver com. vers. 1). No significa que el hombre una vez que ha sido salvo ya no puede caer de la gracia, pues el autor de Hebreos ya ha negado semejante razonamiento (ver com. cap. 6:46). El énfasis radica en la eficacia continua del sacrificio único de Cristo (cf. com. cap. 10:10,12).

Los santificados. La forma del participio griego que aquí se usa es diferente de la que se traduce "santificados" en el vers. 10 (ver el comentario respectivo). El significado es "los que están siendo santificados", sin embargo, esta forma no implica necesariamente que el autor esté hablando ahora de la santificación como un proceso continuo. Es improbable que hubiera usado la misma palabra con un significado tan diferente en una relación textual tan estrecha. "Siendo santificados" se usa aquí probablemente para describir la afluencia continua de nuevos creyentes dentro de la iglesia cristiana.

15. Espíritu Santo. El testimonio de las Escrituras se presenta como el testimonio del Espíritu Santo (ver com. 2 Ped. 1:21).

Después de haber dicho. En este pasaje se pone énfasis en el perdón de los pecados (vers. 17-18). El vers. 16 sencillamente sirve de introducción para mostrar que el nuevo pacto es el que proporciona ese glorioso beneficio.

16. Este es el pacto. Ver com. cap. 8:10. La redacción es diferente a la del cap. 8:10. El autor quizá cita de memoria el pasaje, o sencillamente puede haber elegido los puntos más resaltantes de la profecía de Jeremías, que son suficientes para el propósito que ahora está persiguiendo,

17. Nunca más me acordaré. Ver com. cap.  8:12. Los pecados podían ser olvidados ahora, pues se había ofrecido el supremo sacrificio expiatorio, lo cual no había sucedido bajo el antiguo pacto (ver com. cap. 10:2).

18. Remisión. Gr. áfesis (ver com. cap. 9:22).

No hay más ofrenda. Ver com. vers. 1-2.

19. Así que... teniendo.  Aquí comienza una nueva sección. El autor resume brevemente sus conclusiones, a saber: que por medio de Jesucristo tenemos acceso directo a Dios, y deduce lecciones prácticas para los cristianos de origen judío. Esta sección práctica continúa hasta el fin de la epístola.

Hermanos. Ver com. cap. 3:1. Esta es la segunda vez que aparece esta manera familiar de hablar (ver cap. 3:12).

Libertad. Gr. parresía, "franqueza", "claridad para hablar", "valor", "confianza", "osadía", "intrepidez".

Para entrar. Bajo el antiguo pacto esto era privilegio exclusivo del sumo sacerdote, y sólo una vez al año (cap. 9:7,25). Ahora cada creyente tiene libre acceso.

El Lugar Santísimo. Aquí se emplea nuevamente la frase ta hágia, "los lugares santos", nominación que se aplica al santuario celestial (ver Nota Adicional del cap. 8).

Por la sangre de Jesucristo. No como el sumo sacerdote terrenal, con la sangre de animales que no podía quitar los pecados (vers. 4), sino por la sangre del sacrificio eficaz de Cristo, hecho "una vez para siempre".

20. Nuevo. Era nuevo en el sentido de que no había existido antes. El antiguo pacto no tenía ese "camino". Y también es nuevo porque siempre es original, siempre es eficaz.

Vivo. Cristo vive "siempre para interceder por" nosotros (cap. 7:25). 

El camino nuevo se centra en una persona que vive eternamente. es "el camino, la verdad, y la vida" (Juan 14:6). Está en agudo contraste con los sacrificios muertos que se ofrecían bajo el antiguo acto.

Nos abrió. Gr. egkainízó, "inaugurar", "dedicar". Este camino fue inaugurado por la muerte de Cristo.

Velo. Gr. katapétasma (ver com. cap. 6:19). Los antiguos comentadores generalmente tendían que este velo representa el medio entrada; es decir, la puerta por la cual se llega a la presencia divina. Pero este "velo" parece usarse aquí con el sentido de algo que oculta la presencia divina. Esta interpretación parece concordar con el simbolismo del momento de velo del cap. 6:19, y también con el significado de la rasgadura del velo en la muerte de Cristo (ver com. Mat. 27:51). Esa rasgadura no sólo significó que el sistema de sacrificios había llegado a su fin, sino también que "había sido preparado para todos un camino nuevo y viviente" (DTG 705).

Esto es, de su carne. "Carne" se refiere a la humanidad de Jesús (cf. cap. 5:7). 

El término abarca todo lo que estuvo implicado en el primer advenimiento de Cristo a esta tierra, incluso su muerte expiatorio.

La pregunta que debe responderse es ésta: ¿"Carne" se halla en aposición con "velo" o con "camino"?  Gramaticalmente cualquiera de los dos casos es posible en el texto griego, aunque el segundo parece ser más natural; sin embargo, la interpretación del pasaje es más sencilla con la primera relación' Las opiniones de los comentadores están divididas en cuanto a esto. Si "carne" está en aposición con "camino", entonces la encarnación, la vida y la muerte de Cristo se presentan como el camino a través del velo hasta la presencia de Dios.  En este caso el vers. 20 es sencillamente una ampliación del vers. 19, en donde se presenta "la sangre de Jesucristo" como el medio por el cual tenemos entrada al santuario celestial.

Si "carne" está en aposición con "velo", entonces significa que Cristo hizo posible nuestra entrada en el santuario celestial cuando pasó por la experiencia de la encarnación (vers. 19). No hay problema con esta interpretación si no se la fuerza demasiado. Deben evitarse comparaciones más detalladas entre "carne" y "velo"; por ejemplo, que Cristo después de pasar por la humanidad ya no posee más su naturaleza humana (ver com. Juan 1:14), o que la humanidad de Cristo actuó en uno u otro sentido como una barrera que impide a los hombres llegar a Dios.

Cualquiera que sea el significado específico de este texto, el significado general es claro. La mayoría de las dificultades de este pasaje se producen cuando se lee en él más de lo que quiso decir el autor.

Es bueno notar que éste es uno de los varios pasajes donde el autor de Hebreos recalca que, mediante Cristo Jesús, el hombre tiene acceso directo a Dios. Este parece ser el pensamiento central de todo el mensaje del libro de Hebreos. Debido al sacrifico de Cristo en favor de nosotros, ya no existe un velo entre nosotros y nuestro Dios. Nuestra esperanza "penetra hasta dentro del velo, donde Jesús entró por nosotros como precursor" (cap. 6:19-20). "No entro Cristo en el santuario hecho de mano..., sino en el cielo mismo para presentarte ahora por nosotros ante Dios" (cap. 9:24). El autor de Hebreos procura establecer la superioridad del ministerio celestial de nuestro Señor sobre el ministerio celestial de nuestro Señor sobre el ministerio terrenal cumplido por sacerdotes terrenales. Y como una de las mejores pruebas cita el glorioso hecho de que no hay un velo o barrera entre nosotros y nuestro Dios. Ver la Nota Adicional al fin del capítulo; com. Éxodo 25:9; Dan. 8:14.

21. Un gran sacerdote. El autor reafirma el tema del libro de Hebreos: el sacerdocio de Cristo en el santuario celestial (ver p. 404). Ver com. cap. 2:17; 4:14.

Casa de Dios. Es decir, la iglesia (ver com. cap. 3:3-6).

22. Acerquémonos. No es suficiente creer en Cristo y en su ministerio sacerdotal en los atrios celestiales. El creyente sincero tiene que hacer uso de las facilidades que el cielo ha proporcionado tan bondadosamente y por medio de las cuales puede "alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro" (ver. com. cap. 4:16). "Acercarse" equivale a íntima comunión y participación.

Corazón sincero. Esta es la primera de cuatro condiciones que se presentan, y que deberán cumplir quienes se beneficien con los méritos de nuestro gran Sumo Sacerdote. El que se acerca con "corazón sincero" lo hace sin fingimiento, sin hipocresía ni reservas de ninguna clase. 

Compárese con el íntegro corazón" de Isa. 38:3.

Plena certidumbre. Los que se acercan deben hacerlo con una fe firme en el poder de Cristo para limpiar el alma de pecado e impartir gracia para vivir a salvo del pecado. 

La duda y la incredulidad privan a una persona de la capacidad de valerse a de los méritos redentores de Cristo. La importancia de la fe para una experiencia cristiana viva constituye el tema que va del cap. 10:38 a 11:40.

Fe. Gr. pístis (ver com. cap. 11:1).

Purificados los corazones. El acto de rociar a las personas y a sus vecinos era antiguamente un símbolo de consagración a un servicio sagrado (cf. Lev. 8:30; etc.). 

El pacto antiguo fue ratificado, o confirmado, rociando sangre (Heb. 9:19.). Asimismo el que se acerca a Cristo aceptará de todo corazón las estipulaciones del nuevo pacto y se consagrará a la nueva forma de vida que proporciona ese pacto.

Mala conciencia. Osea el "viejo hombre" de Rom. 6:6; Efe. 4:22; Col. 3:9. 

Un corazón nuevo ha reemplazado al viejo, y se han abandonado los deseos carnales que antes motivaban la vida. Predominan la mente y el amor de Cristo.

 (Ver com. 2 Cor. 5:14; Fil. 2:5).

Lavados los cuerpos. Una evidencia externa que da testimonio de la transformación interna que se ha efectuado. El rito del bautismo proclama delante de todos, la intención de cada candidato de participar de los privilegios que siguen a la conversión y de aceptar sus responsabilidades. 

Acerca del significado del rito del bautismo, ver com. Rom. 6:3-6.

Agua pura. El agua es un factor de suma importancia y valioso para la limpieza en general, y es un símbolo adecuado de la eliminación de los pecados de la vida.

23. Mantengamos firme. Cristo y los escritores del NT destacan vez tras vez la importancia de la paciencia y la perseverancia (ver Mat. 10:22; 24:13; Col. 1:23; etc.). Hay peligro de que los que han entrado en la nueva vida en Cristo lleguen a cansarse "de hacer bien" (Gál. 6:9), que dejen de aferrarse de las verdades eternas de la Palabra de Dios. Ver com. Heb. 3:6.

Sin fluctuar. "Fluctuar" es lo opuesto a mantener firme (ver com. Mat. 24:13; cf. Heb. 4:14; 10:35-36). Como resultado de "fluctuar" en Cades-barnea, la generación de israelitas que salió de Egipto no pudo entrar en la tierra prometida. Su fluctuación fue el resultado de la falta de fe (ver com. Heb. 3:12, 18-19; 11:1).

Profesión. Ver com. cap. 3:1. Nuestra esperanza. La esperanza de salvación mediante Cristo (ver com. Tito 2:13; cf. Heb. 3:6; 6:11, 18-19).

Fiel. Dios es fiel en cumplir sus promesas: de liberación de Egipto y de entrar en Canaán, de liberación del poder del pecado y de entrar en las bendiciones del poder del pecado y de entrar en las bendiciones de la salvación en Cristo Jesús. Puesto que Dios es fiel y no fluctúa en el cumplimiento de sus promesas, debemos ser fieles y no "fluctuar" o vacilar en aceptarlas. Se destaca la fidelidad de Cristo como nuestro gran sumo sacerdote en cap. 3:2, 5-6.

El que prometió. El autor está pensando sin duda en las promesas hechas a Abraham y a sus descendientes en cuanto a la tierra de Canaán (ver com. Gén. 15:18; Heb. 4:1); pero en su mente predomina la promesa de salvación mediante Jesucristo (cf. Juan 3:16; ver com. Mat. 1:21).

24. Consideremos. Este versículo podría también traducirse: "Consideremos cómo animarnos unos a otros al amor y las buenas obras". En lugar de hacer y decir cosas que hagan más difícil que otros se mantengan firmes "sin fluctuar (ver. 23), el verdadero cristiano procurará activamente animar a otros en el amor y las buenas obras. Esta es una aplicación del gran principio del amor hacia el prójimo, que se refleja en la segunda tabla del Decálogo (ver com. Mat. 5:43-44; 22:39). El sincero interés por el bienestar temporal y eterno de otros, es la medida por la cual el cielo determina la sinceridad del amor que el hombre profesa por Dios (ver com. 1Juan 2:9-11; 3:10,14).

Amor. Ver com. Mat. 5:43-44.

Buenas obras. Es decir, el amor en acción, el amor expresado en actos de bondad y de misericordia. Animamos a otros a que sean bondadosos y considerados si nosotros somos considerados y bondadosos. Este ejemplo es irresistible. 

Ver com. Sant. 1:27; 2:18.

25. No dejando. O "no descuidando".

De congregarnos. El autor aquí se refiere a las reuniones de los cristianos con el propósito de rendir culto y para animarse mutuamente se celebraban en los hogares de los creyentes (ver t. VI. p. 48).

Algunos tienen por costumbre. Es evidente que algunos descuidaban la comunión con sus hermanos en las reuniones de culto y devoción, lo cual los perjudicaba. Su manera de obrar descuidaba el consejo del vers. 24 de animar a los creyentes "al amor y las buenas obras". Debido a la tensa situación política que había cuando se escribió Hebreos, algunos podían haberse ausentado por el temor de incurrir en el desagrado de las autoridades civiles y quizá de ser castigados. Otros se ausentaban de los servicios religiosos por descuido e indiferencia (ver los vers. 26 y 27).

Exhortándonos. O "animándonos". Las palabras de exhortación animan a otros a mantenerse firmes y a que su fe permanezca "sin fluctuar" (vers. 23). Los que están firmemente establecidos en la fe nunca deben olvidar que algunos de sus hermanos en la fe pueden estar pasando por momentos de duda y desánimo. "Saber hablar palabras al cansado" (Isa. 50:4), podría ser el medio, en la providencia de Dios, para hacer volver a un "pecador del error de su camino", para salvar "de la muerte un alma" y para cubrir "multitud de pecados" (Sant. 5:20).

Tanto más. A medida que aumentaran las tribulaciones, dificultades y persecuciones, la exhortación y el ánimo mutuos proporcionarían un beneficio aún mayor. El peligro que amenazara la seguridad personal, que podría presentarse al asistir a los cultos públicos, serían ampliamente superado por el valor y la fortaleza que infundiría la comunión cristiana.

Aquel día. Una referencia al día "de juicio, y de hervor de fuego" (ver. 27), el día cuando "el que ha de venir vendrá, y no tardará" (ver. 37). La expresión "veis que aquel día se acerca sin duda se refiere a la admonición de nuestro Señor en respuesta a la pregunta de los discípulos: "¿Cuáles serán estas cosas, y qué señal habrá de tu venida, y del fin del mundo?" (Mat. 24:3). 

La pregunta de los discípulos y la respuesta de nuestro Señor abarca tanto la destrucción de Jerusalén en el año 70 d. C. (ver pp. 403-404), es posible que el autor también estuviera anticipado los funestos acontecimientos de este año; pero, como es evidente por el contexto (ver especialmente Heb. 10:27,37), en primer lugar está pensando en la segunda venida de Cristo (ver la Nota Adicional de Rom. 13).

26. Porque si. En los vers. 26-31 el autor explica más plenamente la naturaleza de la fluctuación del vers. 23 y el estado mental de los que menciona en el vers. 23 y el estado mental de los que menciona en el vers. 25, quienes eran negligentes en asistir a las reuniones establecidas para los creyentes.

Pecáremos voluntariamente. La flexión del verbo griego que se usa indica continuar pecando voluntariamente. "Si continuamos pecando deliberadamente" (BA). Como es evidente en el contexto (ver vers. 29), no se está haciendo referencia a hechos pecaminosos aislados, cometidos con pleno conocimiento de su detestable carácter, sino a la actitud mental que prevalece cuando una persona deliberadamente renuncia a Cristo, rechaza la salvación y desprecia al Espíritu Santo. Este es un pecado deliberado, persistente y desafiante: es una reversión voluntaria de la decisión anterior de aceptar la salvación en Cristo y de entregarle el corazón y la vida, una apostasía premeditada que conduce al pecado imperdonable (ver com. Mat. 12:31-32), un estado continuo de rebeldía contra Dios.

Después de. Todos los pecadores están en realidad en estado de rebeldía contra Dios (ver com.  Rom. 8:7); pero, como Pablo lo explicó a los atenienses, Dios tiene en cuenta su ignorancia hasta que reciben el conocimiento de la verdad (Hech. 17:30). 

Dios no hace responsables a los hombres por las tinieblas en que viven antes de que la luz brille en sus corazones (ver Juan 15:22; cf. Eze. 3:18-21; 18:2-32; 33:12-20; Luc. 23:34; 1Tim. 1:13). 

Dios ama a los pecadores, y por esto envió a su Hijo para salvarlos (ver com. Juan 1:45, 9-12; 3:16; cf. Mat. 9:13). Pero cuando llega la luz y los hombres prefieren las tinieblas, se condenan a sí mismos delante de Dios (Juan 3:19), "y no queda más sacrificio por los [sus] pecados" (Heb. 10:26; cf. Sant. 4:17).

Conocimiento. Gr. epígnosis, "pleno conocimiento" (BJ). Las personas aquí incluidas están plenamente conscientes de los resultados de la conducta que han elegido.

Verdad. La "verdad" acerca del amor del Padre por los pecadores, como se revela en el plan de salvación y en la dádiva de su Hijo (cf cap. 2:1-3).

No queda más sacrificio. La ley mosaica dictaminaba pena de muerte -no sacrificios para los renegados persistentes (ver com. vers. 28) como lo fueron Nadab y Abiú (Lev. 10:1-5), Coré, Datán y Abiram y sus 250 seguidores (Núm. 16:1-35). El Señor no hubiera aceptado sacrificios por o a favor de esas personas pues los sacrificios sólo tenían valor si representaban corazones arrepentidos.

27. Horrenda expectación. "Una terrible expectación".

Juicio. Gr. krísis, "juicio", con el sentido de la ejecución de la sentencia, en este caso la sentencia final, como es evidente por la expresión adicional "hervor de fuego" (ver com. Hech. 17:31; Heb. 9:27).

Hervor de fuego. O "furia del fuego" (BJ); es decir, el fuego del último día (2 Ped. 3: 7, 10-12; Apoc. 20:9-15). Se hace referencia a la intensidad del fuego, no a la actitud divina que halla expresión en el fuego (ver com. Rom. 1:18).

Devorar. O "acabar", "consumir".

Los adversarios. Los pecadores deliberados y obstinados del vers. 26.

28. Viola. Gr. athetéÇ, "negarse a reconocer", "rechazar", "anular". Los que "desechaban" la ley de Moisés lo hacían actuando en abierta violación de sus preceptos. Despreciaban la autoridad de la ley y desafiaban la jurisdicción que tenía sobre ellos.

Ley de Moisés. Se hace referencia a todo el código legal promulgado por Moisés bajo la dirección divina, particularmente como se registra en el libro de Deuteronomio 31:24-26.

De dos o de tres testigos. En el caso de un crimen grave, por ejemplo, un asesinato, Moisés estipulaba que debían concordar por lo menos dos testigos en cuanto a los detalles esenciales, antes de que pudiera pronunciarse un veredicto de culpabilidad (Debut. 17:6; cf. com. Mat. 26:60; ver t. V, p. 527). Esta estipulación misericordioso y sabia tenía el propósito de desalentar falsas acusaciones, y de asegurar que hubiera justicia. Este mismo principio es válido en la actualidad.

Muere irremisiblemente. No había posibilidad de apelación. No había una corte superior que extendiera misericordia. No había escapatoria para el castigo que prescribía la ley. Los apóstatas reconocidos como tales, debían morir para que su influencia no se propagara a otros.

29. Mayor castigo. O "más severa retribución". La muerte era el castigo más severo posible bajo la ley de Moisés. Privaba a la persona de la vida. Pero el "hervor de fuego que ha de devorar a los adversarios" del Señor (vers. 27) en el último día, privará a los desobedientes de la vida eterna. Habrá una resurrección luego de la primera muerte, pero no después de la segunda y, por lo tanto, la segunda muerte será un "mayor castigo".

¿Pensáis ... ? La verdad que aquí se expone es mucho más enfática, pues se presenta en forma de pregunta.

Merecerá. La decisión del castigo depende del gran juez del universo.

Pisoteare. Es decir, un desprecio deliberado (cf. Mat. 7:6). Estas personas no sólo rechazan la oferta de misericordia de Cristo, sino que no escatiman esfuerzos para hacer saber que menosprecian el ofrecimiento de Cristo.

Hijo de Dios. Ver com. Luc. 1:35.

Tuviere por. Es decir, considerase.

Inmunda. Literalmente "común". El que rechaza el amor de Dios no aprecia el valor supremo de ese don. Su proceder está en agudo contraste con el del mercader de buenas perlas (ver Mat. 13:45-46) y el del hombre que descubrió un tesoro escondido en el campo (vers. 44).

Sangre del pacto. Es decir, la sangre de Cristo, por la cual se hacen efectivas las estipulaciones del nuevo pacto (ver cap. 9:11-26).

Fue santificado. Este apóstata profesó una vez aceptar la salvación por medio de la gracia expiatorio de Cristo, que apreciaba lo que ahora desprecia; de esa manera dio un testimonio inconsciente de que su proceder actual no se debe a su ignorancia.

Hiciere afrenta. Gr. enubrízo, "insultar", "ultrajar". El rechazo persistente a las insinuaciones del Espíritu Santo refleja un desprecio por ellas. Acerca de las diversas formas en que los hombres pueden afrentar al Espíritu Santo y cometer el pecado imperdonable, ver com. Mat. 12:31-32; Efe. 4:30.

Espíritu de gracia. El Espíritu es el instrumento mediante el cual la gracia de Cristo es aplicada a cada pecador arrepentido.

30. Venganza. La cita es de Debut. 32:35. Ver com. Rom. 12:19.

Yo daré el pago. El Señor "pagará a cada uno conforme a sus obras (Rom. 2:5-10; cf. Apoc. 22:12). En el gran día del juicio final, los que hayan despreciado la misericordia de Dios y afrentado a su Espíritu, no podrán esperar misericordia. Recibirán plenamente su merecido.

Juzgará. Cita de Debut. 32:36 que repite el pensamiento del vers. 35.

31. Horrenda cosa. Es espantoso imaginarse el terror que sobrecogerá a los pecadores cuando comparezcan ante la presencia del Dios justo (cf. Apoc. 6:14-17). ¡Cuánto más espantoso será pasar por esa experiencia!

Caer en manos. Muchos olvidan que aunque Dios es, sin duda alguna, "misericordioso y piadoso... de ningún modo tendrá por inocente al malvado" (Exo. 34:67). Los que desprecian la misericordia de Dios nunca deben olvidar que "todo lo que el hombre sembrare, eso también segará" (Gál. 6:7).

Del Dios vivo. ¡Dios vive! Sus advertencias de castigo no deben ser tomadas como puras amenazas, parecidas a las que se pronuncian en nombre de una deidad pagana que no es sino madera o piedra (ver Isa. 37:19).

32. Traed a la memoria. El autor se dirige de nuevo a sus lectores, quienes podían comprender lo que él quería decirles si reflexionaban en su experiencia pasada como cristianos.

Los días pasados. Es decir, las experiencias por las que habían pasado poco después de su conversión. Los lectores que en primer lugar fueron tenidos en cuenta en el libro de Hebreos, eran judíos (ver pp. 403-404). Como puede verse en varios pasajes del libro de los Hechos, los judíos incrédulos persiguieron desde el principio a sus hermanos en la carne que aceptaban el cristianismo.

Después de haber sido iluminados. Iluminados por la luz del Evangelio.

Sostuvisteis. "Hubisteis de soportar" (BJ). Aquellos a quienes se dirige el autor habían soportado pacientemente persecuciones y penalidades en el pasado, ¿por qué tenían ahora que desanimarse?

Combate. Gr. áthelesis, "contienda", "lucha", "prueba". Después de haber librado un "gran combate", deberían estar bien preparados para enfrentarse a las aflicciones presentes. La naturaleza de este "gran combate de padecimientos" continúa explicándose en los vers. 33-34.

33. Por una parte. O "unas veces" (BJ).

Vituperios. Gr. oneidismós, "insulto", "injuria", "deshonor".

Tribulaciones. O "sufrimientos", incluso quizá vicisitudes como ser desheredados, sufrir el ostracismo social y la privación de los medios para ganarse la vida.

Hechos espectáculo. Gr. theatrízo, "ofrecer como espectáculo", "exponer a la vergüenza". Antiguamente los criminales eran expuestos a menudo al ridículo público, y después eran ejecutados en un circo o teatro.

Compañeros. Aunque no hubieran sido perseguidos directamente, habían estado dispuestos a participar de los "vituperios y tribulaciones" a que estaban sometidos sus hermanos. En el versículo siguiente se cita un ejemplo específico de su compañerismo en el sufrimiento.

34. De los presos. Si bien algunos manuscritos dicen "de las prisiones" y otros rezan "de mis prisiones", la evidencia textual favorece (cf p. 10) el texto de la RVR. 

Debido a las variantes del texto griego, no se sabe con certeza si el autor se refiere específicamente a una experiencia personal anterior, o si quizá se incluye entre los varios presos que menciona colectivamente con "los que estaban" (vers. 33). 

Cf Efe. 3:1, 2Tim. 1:8.

Os compadecisteis. Literalmente "sufristeis con". Esta compasión sin duda incluía las visitas que recibió Pablo mientras estaba en la prisión y también alimento que le habían llevado para complementar la escasa ración de la cárcel.

Despojo. O "arrebato". Algunos habían sufrido la confiscación de sus propiedades y pertenencias personales.

Con gozo. Ver com. Mat. 5:12; Sant. 1:2; cf. 1Ped. 4:13.

Sabiendo que tenéis en vosotros. La evidencia textual favorece (cf. p. 10) la variante "sabiendo vosotros mismos que tenéis"; es decir, sabiendo que vosotros tenéis.

Mejor. O "preferible", "más útil", "más ventajosa".

Herencia. O "riqueza" (BJ), "posesión".

En los cielos. La evidencia textual establece (cf. p. 10) la omisión de estas palabras. Las omiten la BJ, BA, BC y NC. Pero no puede haber duda de que la "perdurable herencia" está "en los cielos" (cf. Mat. 6:19-2l).

35. No perdáis. Como evidentemente le sucedía a algunos (ver. 25). "No perder" equivale a "mantenerse firme" (vers. 23). Ver com. Mat. 24:13; Heb. 3:14.

Confianza. Gr. parresía (ver com. cap. 3:6).

Galardón. El "galardón" de la fidelidad es la vida eterna (ver com. Rom. 2:6-7).

36. Paciencia. La paciencia es una virtud positiva; significa perseverancia, persistencia y acción a pesar del cansancio, el desánimo y los obstáculos que puedan interponerse en el camino.

Habiendo hecho la voluntad de Dios. En cuanto a la importancia de hacer la voluntad de Dios, ver com. Mat. 7:21-27.

La promesa. Es decir, el galardón prometido, la vida eterna. Así como un atleta recibe el premio después de una actuación triunfante, así también el cristiano recibe "la promesa" después de haber "hecho la voluntad de Dios". En el libro de Hebreos "la promesa" se refiere específicamente a lo que se llama el "reposo" de Dios y "la herencia eterna" (cap. 4:1; 9:15; cf. cap. 11:13).

37. Un poquito. El griego denota poquísimo tiempo; "un poquito, tantico, tantico" (BC). Ver Nota Adicional de Rom. 13.

El que ha de venir. O Aquel que ha prometido volver (Juan 14:1-3). Cf. Luc. 21:27; Sant. 5:8.

Tardará. Gr. jronízo, "pasar tiempo", "demorar". Cf. Hab. 2:3 (LXX), donde se usa el mismo verbo griego. Puede parecer que las promesas de Dios demoran mucho en cumplirse, pero su cumplimiento es finalmente seguro.

38. El justo. La primera parte del versículo es una cita de Hab. 2:4 (ver este comentario y el de Rom. 1:17; cf. Gál. 3:11). "El justo" debe vivir "por fe" mientras espera la prometida- venida de Cristo; por fe debe soportar pacientemente los tiempos difíciles que precederán al advenimiento del Señor.

Si retrocediera. Es decir, si perdiere su confianza (vers. 35).

No agradará. Los que "retroceden" en el camino de la fe nunca podrán esperar oír las palabras: "Bien, buen siervo y fiel... entra en el gozo de tu señor" (Mat. 25:21).

Mi alma. Una expresión bíblica usual que significa "yo" (ver com. Sal. 16:10).

39. Nosotros no somos de los que retroceden. El autor incluye hábilmente a todos sus lectores en el grupo de los que vivirán "por fe" (vers. 38). La admonición de los vers. 23-36 sugiere que algunos de ellos estaban en peligro de retroceder "para perdición"; pero el autor desecha ahora el pensamiento de que en realidad alguno de ellos retroceda.

Perdición. Es decir, la destrucción final (ver com. Juan 17:12).

Preservación. Gr. peripóiesis, "adquisición", "conservación". Ver com.  Efe. 1:14, en donde peripóiesis se ha traducido "posesión adquirida".

NOTA ADICIONAL DEL CAPÍTULO 10.

En la Biblia repetidas veces se hace referencia al gran plan que Dios ideó para la salvación de los seres humanos, plan que tiene como centro y fundamento. El sacrificio de nuestro Señor en el Calvario y su ministerio en el cielo por nosotros. Cuando Dios llamó a un pueblo escogido como suyo, una de sus primeras revelaciones a ese pueblo fue acerca del plan de salvación. Dios instruyó a Moisés para que le construyera un santuario a fin de poder habitar "en medio de ellos" (ver com. Exo. 25:8).

Ese santuario estaba dividido en dos compartimientos (ver com. Exo. 26:31-37), en cada uno de los cuales se colocaron ciertos muebles muy importantes. En el primer compartimiento estaban la mesa de los panes de la proposición, el candelero de siete brazos y el altar del incienso; cada día se celebraban allí determinados servicios. En el segundo compartimiento estaba el arca del pacto, y en ese lugar se celebraba sólo un servicio en el día cumbre del ciclo anual: el día de la expiación. En relación con los servicios que se celebraban en ambos compartimientos, se ofrecían sacrificios de animales y se derramaba su sangre (ver t. I, pp. 710-723).

Este santuario fue hecho de acuerdo con un "modelo" que le fue mostrado a Moisés "en el monte" (Exo. 25:40; ver com. Exo. 25:9; Hech. 7:44). En el cielo se halla el original, del cual el santuario terrenal era una "sombra" (ver com. Heb. 8:5; 9:23). 

El apóstol Juan, a quien le fueron reveladas repetidas vislumbres proféticas del cielo, dice que "fue abierto en el cielo el templo del tabernáculo del testimonio" (ver com. Apoc. 15:5). En ese templo vio en visión celestial el "arca" (cap. 11:19), y también el altar del incienso (ver com. cap. 8:3). 

Pablo, el autor de Hebreos, habla de nuestro "sumo sacerdote" en el cielo (Heb. 3:1; 9:24), quien se sacrificó "una vez para siempre" y derramó su sangre en favor de los pecadores que se arrepientan (ver com. cap. 9:24-26; 10:12).

Por éstos y otros pasajes que podrían citarse es evidente que el santuario terrenal con sus dos compartimientos y su ciclo de servicios, es una "sombra" o bosquejo de la obra de Cristo por los pecadores en el Calvario y en el cielo. Es muy probable que podamos hablar con más seguridad acerca de los servicios del santuario que de cualquier otro aspecto de lo que Dios ha hecho para relacionarse con el hombre, porque allí se presenta delante de nosotros, tan fielmente como pueden hacerlo los símbolos del santuario terrenal, el gran original que se halla en el ciclo.

Por lo que nos enseña el santuario terrenal podemos deducir ciertas conclusiones acerca del celestial.

El ministerio terrenal no podía comenzar hasta que el sacerdote no hubiera ofrecido un sacrificio; Cristo comenzó su obra como nuestro sumo sacerdote en el santuario celestial después de ofrendarse a sí mismo. El santuario terrenal tenía dos fases o etapas que se llevaban a cabo en sus dos compartimientos o divisiones; el celestial tiene también esas dos etapas. El servicio del santuario terrenal se desarrollaba en su primera etapa y compartimiento hasta que llegaba el día más solemne de todos: el día de expiación. El servicio del santuario celestial estuvo vinculado con la primera etapa hasta ese día, ya cerca del fin de Ia historia de la tierra, cuando nuestro gran sumo sacerdote entró en la segunda fase o etapa de su ministerio sacerdotal. La profecía de Dan. 8:14 (ver comentario respectivo) y la de Dan. 9:25, nos muestran que Cristo comenzó esa segunda fase en 1844.

Sin embargo, como se ha hecho notar en el comentario de Exo. 25:9, es vano especular en cuanto a las dimensiones, la apariencia exacta, o la disposición precisa del santuario celestial, pues "ningún edificio terrenal podría representar la grandeza y la gloria del templo celestial" (PP 371). El hombre es la "imagen de Dios" (Gén. 1:27), y sin embargo sólo Cristo es "la misma imagen de su sustancia" (Heb. 1:3).

El santuario terrenal fue hecho conforme al modelo celestial; era, pues, una vívida representación de los diferentes aspectos del ministerio de Cristo en favor del hombre caído (PP 371). Podemos hablar correctamente del "lugar santo" y del "lugar santísimo" del santuario celestial, pues al hacerlo usamos el lenguaje y los símbolos del santuario terrenal (Exo. 26:33-34) para entender, de la mejor manera posible, la verdad concerniente al santuario celestial. 

Pero al basarnos en lo que conocemos del terrenal, no debemos permitir que ningún tipo de perplejidad en la comprensión del santuario celestial opaque en nuestra mente las grandes verdades enseñadas por esa "sombra" terrenal, una de las cuales es que el ministerio de Cristo en nuestro favor se lleva a cabo en dos fases o en "dos grandes divisiones" (PP 371).

Esta verdad es vital para la debida comprensión de la obra de nuestro gran sumo sacerdote. Para un estudio más completo de este tema, pueden leerse los comentarios de los textos citados.

La Epístola a los Hebreos trata de la obra de Cristo como nuestro sumo sacerdote. 

En ciertos casos, por ejemplo, el cap. 9, Pablo habla de dos compartimientos del tabernáculo terrenal y le da cierta aplicación al ministerio de Cristo en el cielo. Por lo tanto, este libro veces ha sido el centro de una discusión teológica en cuanto a la interpretación de las palabras de Pablo acerca de dicho tema, particularmente en cuanto a si enseña que hay dos compartimientos en el santuario celestial, o "dos grandes divisiones" del ministerio sacerdotal de Cristo.

Este Comentario sostiene firmemente que el ministerio celestial de Cristo se lleva a cabo en "dos grandes divisiones", o empleando el simbolismo de las Escrituras, en el "lugar santo" y después en el "lugar santísimo" del santuario celestial (ver especialmente com. Exo. 25:9; Dan. 8:14); pero considera que no ha de buscarse en el libro de Hebreos una presentación definitiva de este asunto.

Los primeros cristianos de origen judío estaban muy perplejos con el problema de si debían participar o no en los servicios realizados en el santuario terrenal, que ellos y sus antepasados habían considerado durante mil quinientos años como centro y fundamento de la verdadera vida religiosa (ver t. VI, pp. 32-35), Pablo procura mostrar por medio de una serie de paralelos y de contrastes, que ya no debían consagrar su lealtad y dedicación al santuario terrenal porque Dios ya había establecido aquello de lo cual lo terrenal no era sino una "sombra" (ver la Introducción a Hebreos, pp. 404-407), donde hay una amplia lista de esos paralelos). 

Por ejemplo, el autor de Hebreos habla del sacerdote inmortal del cielo, comparado con los sacerdotes mortales de la tierra (ver com. Heb. 7:23-24, 28), del sacrificio incomparable de Cristo en contraste con el sacrificio de animales (ver com. cap. 9:11-14, 23-26; 10:11-14); y llega a la grandiosa conclusión de que ahora hay un "tanto mejor ministerio" (ver com. cap. 8:6) al alcance de los hijos de Dios. Ya no necesitamos recurrir más a sacerdotes terrenales para presentar ante Dios nuestras súplicas en busca de perdón. Nosotros podemos ahora ir directa y confiadamente al trono de la gracia en virtud de nuestro gran sumo sacerdote celestial (ver com. cap. 4:14-16; 10:19-22).

Pablo tenía que establecer esta verdad fundamental de la inmensa superioridad del santuario celestial, para persuadir a los cristianos de origen judío a apartar para siempre su atención de los sacerdotes y del santuario terrenal para fijarla en el gran Sacerdote y en el santuario celestial. Pablo concentra sobre esta verdad su apasionado tema acerca del santuario. Este Comentario sostiene que si las declaraciones de Pablo en Hebreos se comparan con otros pasajes bíblicos que tratan más ampliamente con las "dos grandes divisiones" del servicio del santuario, aparece nítidamente un cuadro bíblico muy completo en cuanto a la naturaleza y a la preeminencia del ministerio de Cristo por nosotros como sumo sacerdote. (7CBA).

COMENTARIOS DE EGW

5-7. DTG 14. EL PLAN DE NUESTRA REDENCIÓN NO FUE UNA REFLEXIÓN ULTERIOR, formulada después de la caída de Adán. Fue una revelación "del misterio que por tiempos eternos fue guardado en silencio." Rom. 16:25.

FUE UNA MANIFESTACIÓN DE LOS PRINCIPIOS QUE DESDE EDADES ETERNAS habían sido el fundamento del trono de Dios. Desde el principio, Dios y Cristo sabían de la apostasía de Satanás y de la caída del hombre seducido por el apóstata. Dios 14 no ordenó que el pecado existiese, sino que previó su existencia, e hizo provisión para hacer frente a la terrible emergencia.

TAN GRANDE FUE SU AMOR POR EL MUNDO, que se comprometió a dar a su Hijo unigénito "para que todo aquel que en él cree, no se pierda, más tenga vida eterna." Juan 3:16.

Lucifer había dicho: "Sobre las estrellas de Dios ensalzaré mi trono,... seré semejante al Altísimo."*(Isaías 14:13,14). Pero Cristo, "existiendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que debía aferrarse; sino que se desprendió de ella, tomando antes la forma de un siervo, siendo hecho en semejanza de los hombres."* (Filipenses 2:6,7).

ESTE FUE UN SACRIFICIO VOLUNTARIO. Jesús podría haber permanecido al lado del Padre. Podría haber conservado la gloria del cielo, y el homenaje de los ángeles. Pero prefirió devolver el cetro a las manos del Padre, y bajar del trono del universo, a fin de traer luz a los que estaban en tinieblas, y vida a los que perecían.

HACE CASI DOS MIL AÑOS, se oyó en el cielo una voz de significado misterioso que, partiendo del trono de Dios, decía: "He aquí yo vengo." "Sacrificio y ofrenda, no los quisiste; empero un cuerpo me has preparado.... He aquí yo vengo (en el rollo del libro está escrito de mí), para hacer, oh Dios, tu voluntad."* (Hebreos 10:5-7). En estas palabras se anunció el cumplimiento del propósito que había estado oculto desde las edades eternas.

CRISTO ESTABA POR VISITAR NUESTRO MUNDO, Y ENCARNARSE. Él dice: "Un cuerpo me has preparado." Si hubiese aparecido con la gloria que tenía con el Padre antes que el mundo fuese, no podríamos haber soportado la luz de su presencia. A fin de que pudiésemos contemplarla y no ser destruidos, la manifestación de su gloria fue velada. Su divinidad fue cubierta de humanidad, la gloria invisible tomó forma humana visible.

ESTE GRAN PROPÓSITO HABÍA SIDO ANUNCIADO POR MEDIO DE FIGURAS Y SÍMBOLOSLa zarza ardiente, en la cual Cristo apareció a Moisés, revelaba a Dios. El símbolo elegido para representar a la Divinidad era una humilde planta que no tenía atractivos aparentes. Pero encerraba al Infinito. El Dios que es todo misericordia velaba su gloria en una figura muy humilde, a fin de que Moisés pudiese mirarla y sobrevivir. Así también en la columna de nube de día y la columna de fuego de noche, Dios 15 se comunicaba con Israel, les revelaba su voluntad a los hombres, y les impartía su gracia.

LA GLORIA DE DIOS ESTABA SUAVIZADA, Y VELADA SU MAJESTAD, a fin de que la débil visión de los hombres finitos pudiese contemplarla. Así Cristo había de venir en "el cuerpo de nuestra bajeza,"* (Filipenses 3:21). "hecho semejante a los hombres." A los ojos del mundo, no poseía hermosura que lo hiciese desear; sin embargo era Dios encarnado, la luz del cielo y de la tierra. Su gloria estaba velada, su grandeza y majestad ocultas, a fin de que pudiese acercarse a los hombres entristecidos y tentados.

16. CC 60. DOS ERRORES PELIGROSOS. Hay dos errores contra los cuales los hijos de Dios, particularmente los que apenas han comenzado a confiar en su gracia, deben especialmente guardarse.

1. El Primero, sobre el que ya se ha insistido, es el de fijarse en sus propias obras, confiando en alguna cosa que puedan hacer, para ponerse en armonía con Dios. El que está procurando llegar a ser santo mediante sus propios esfuerzos por guardar la ley, está procurando una imposibilidad. Todo lo que el hombre puede hacer sin Cristo está contaminado de amor propio y pecado. Solamente la gracia de Cristo, por medio de la fe, puede hacernos santos.

2. El Error Opuesto y no menos peligroso es que la fe en Cristo exime a los hombres de guardar la ley de Dios; que puesto que solamente por la fe somos hechos participantes de la gracia de Cristo, nuestras obras no tienen nada que ver con nuestra redención.

Pero nótese aquí que la obediencia no es un mero cumplimiento externo, sino un servicio de amor. La ley de Dios es una expresión de 60 su misma naturaleza; es la personificación del gran principio del amor y, en consecuencia, el fundamento de su gobierno en los cielos y en la tierra. Si nuestros corazones son regenerados a la semejanza de Dios, si el amor divino es implantado en el corazón, ¿no se manifestará la ley de Dios en la vida?

Cuando es implantado el principio del amor en el corazón, cuando el hombre es renovado conforme a la imagen del que lo creó, se cumple en él la promesa del nuevo pacto: "Pondré mis leyes en su corazón, y también en su mente las escribiré" (Hebreos 10:16). Y si la ley está escrita en el corazón, ¿no modelará la vida? La obediencia, es decir, el servicio y la lealtad de amor, es la verdadera prueba del discipulado. Siendo así, la Escritura dice: “Este es el amor de Dios, que guardemos sus mandamientos" "El que dice: Yo le conozco, y no guarda sus mandamientos, es mentiroso, y no hay verdad en él" (1 Juan 5:3; 2:4).

En vez de que la fe exima al hombre de la obediencia, es la fe, y sólo ella, la que lo hace participante de la gracia de Cristo y lo capacita para obedecerlo.

No ganamos la salvación con nuestra obediencia; porque la salvación es el don gratuito de Dios, que se recibe por la fe. Pero la obediencia es el fruto de la fe. "Sabéis que él fue manifestado para quitar los pecados, y en él no hay pecado. Todo aquel que mora en él no peca; todo aquel que peca no le ha visto, ni le ha conocido". (1 Juan 3: 5, 6).

He aquí la verdadera prueba. Si moramos en Cristo, si el amor de Dios mora en nosotros, nuestros sentimientos, nuestros pensamientos, nuestras acciones, tienen que 61 estar en armonía con la voluntad de Dios como se expresa en los preceptos de su santa ley. "¡Hijitos míos, no dejéis que nadie os engañe! el que obra justicia es justo, así como él es justo""(1 Juan 3:7). Sabemos lo que es justicia por el modelo de la santa ley de Dios, como se expresa en los Diez Mandamientos dados en el Sinaí.

Esa así llamada fe en Cristo, que según se declara exime a los hombres de la obligación de la obediencia a Dios, no es fe sino presunción.

"Por gracia sois salvos, por medio de la fe". Más "la fe, si no tuviere obras, es de suyo muerta' (Efesios 2:8; Santiago 2:7). Jesús dijo de sí mismo antes de venir al mundo: "Me complazco en hacer tu voluntad, oh Dios mío, y tu ley está en medio de mi corazón" (Salmo 40:8).

19-20. DGT 36. JOSÉ Y MARÍA ERAN POBRES; Y CUANDO 36 VINIERON CON EL NIÑO, el sacerdote no vio sino a un hombre y una mujer vestidos como los galileos, y con las ropas más humildes. No había en su aspecto nada que atrajese la atención, y presentaban tan sólo la ofrenda de las clases más pobres.

EL SACERDOTE CUMPLIÓ LA CEREMONIA OFICIAL. Tomó al niño en sus brazos, y le sostuvo delante del altar. Después de devolverlo a su madre, inscribió el nombre "Jesús" en el rollo de los primogénitos. No sospechó, al tener al niñito en sus brazos, que se trataba de la Majestad del Cielo, el Rey de Gloria. No pensó que ese niño era Aquel de quien Moisés escribiera: "El Señor vuestro Dios os levantará profeta de vuestros hermanos, como yo; a él oiréis en todas las cosas que os hablare."(Hechos 3:22). No pensó que ese niño era Aquel cuya gloria Moisés había pedido ver. Pero el que estaba en los brazos del sacerdote era mayor que Moisés; y cuando dicho sacerdote registró el nombre del niño, registró el nombre del que era el fundamento de toda la economía judaica.

Este nombre había de ser su sentencia de muerte; pues el sistema de sacrificios y ofrendas envejecía; el tipo había llegado casi a su prototipo, la sombra a su substancia. La presencia visible de Dios se había apartado del santuario, más en el niño de Belén estaba velada la gloria ante la cual los ángeles se postran.

ESTE NIÑO INCONSCIENTE ERA LA SIMIENTE PROMETIDA, señalada por el primer altar erigido ante la puerta del Edén. Era Shiloh, el pacificador. Era Aquel que se presentara a Moisés como el YO SOY. Era Aquel que, en la columna de nube y de fuego, había guiado a Israel. Era Aquel, que de antiguo predijeran los videntes. Era el Deseado de todas las gentes, la Raíz, la Posteridad de David, la brillante Estrella de la Mañana. El nombre de aquel niñito impotente, inscrito en el registro de Israel como Hermano nuestro, era la esperanza de la humanidad caída. El niño por quien se pagara el rescate era Aquel que había de pagar la redención de los pecados del mundo entero. Era el verdadero "gran sacerdote sobre la casa de Dios," la cabeza de "un sacerdocio inmutable," el intercesor "a la diestra de la Majestad en las alturas." (Hebreos 10:21; 7:24; 1:3). Las cosas espirituales se disciernen espiritualmente.

21-22. 1JT 484. Se conducía fuera del campamento a la vaquillona destinada al sacrificio, y se la mataba en medio de una imponente ceremonia. Así sufrió Cristo fuera de las puertas de Jerusalén, porque el Calvario estaba fuera de las murallas de la ciudad. Esto era para demostrar que Cristo no moría sólo por los hebreos, sino por toda la humanidad. Proclama a un mundo caído que ha venido para ser su Redentor, y le insta a aceptar la salvación que le ofrece. Una vez degollada la vaquillona en el transcurso de una ceremonia solemnísima, el sacerdote, ataviado con limpias vestiduras blancas recogía en sus manos la sangre mientras fluía del cuerpo de la víctima y la arrojaba siete veces hacia el templo. "Y teniendo un gran sacerdote sobre la casa de Dios, lleguémonos con corazón verdadero, en plena certidumbre de fe, purificados los corazones de mala conciencia y lavados los cuerpos con agua limpia." (Heb. 10:21,22.)

El cuerpo de la vaquillona se reducía a cenizas, lo cual significaba un sacrificio completo y amplio. Luego, una persona que no había sido contaminada por el contacto con los muertos recogía las cenizas, y las colocaba en una vasija que contenía agua de un arroyo.  Esta persona limpia y pura tomaba luego un palo de cedro con un trapo escarlata y un manojo de hisopo y asperjaba el contenido de la vasija sobre el tabernáculo y la gente congregada. La ceremonia se repetía varias veces a fin de ser cabal, y se hacía como purificación del pecado.

Así también Cristo, con su propia justicia inmaculada, después 485 de derramar su preciosa sangre entra en el lugar santo a purificar el santuario. Y allí la corriente carmesí inicia el servicio de reconciliación entre Dios y el hombre. Algunos pueden considerar el sacrificio de la vaquillona como una ceremonia sin significado; pero se ejecutaba de acuerdo con la orden de Dios, y encierra un profundo significado que no ha perdido su aplicación en nuestro tiempo.

El sacerdote usaba cedro e hisopo, lo sumergía en el agua de la purificación, y con ello rociaba lo inmundo. Esto simbolizaba la sangre de Cristo derramada para limpiarnos de las impurezas morales. Las repetidas aspersiones ilustran el carácter cabal de la obra que debe realizarse en favor del pecador arrepentido. Todo lo que éste tiene debe ser consagrado. No sólo debe purificar su propia alma, sino que debe esforzarse porque su familia, sus arreglos domésticos, su propiedad y todo lo que le pertenece, quede consagrado a Dios.

Después de rociar con hisopo la tienda, sobre la puerta de aquellos que habían sido purificados se escribía: "No soy mío, Señor; soy tuyo." Así debe ser con los que profesan ser purificados por la sangre de Cristo. Dios no es menos exigente ahora que en tiempos antiguos.  En su oración, el salmista se refiere a esta ceremonia simbólica cuando dice: "Purifícame con hisopo, y seré limpio: lávame, y seré emblanquecido más que la nieve." "Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio; y renueva un espíritu recto dentro de mi." "Vuélveme el gozo de tu salud; y el espíritu libre me sustente."  (Sal. 51: 7,10,12).

La sangre de Cristo es eficaz, pero necesita ser aplicada continuamente.  No sólo quiere Dios que sus siervos empleen para su gloria los recursos que les ha confiado, sino que desea que se consagren ellos mismos a su causa. Hermanos míos, si os habéis vuelto egoístas y estáis privando al Señor de aquello que debierais dar alegremente para su servicio, entonces necesitáis que se os aplique cabalmente la sangre de la aspersión, para consagramos vosotros y todos vuestros bienes a Dios. 486

25. 3JT 31. El trato de Dios con su pueblo debe mencionarse con frecuencia. ¡Cuán a menudo levantó el Señor, en su trato con el antiguo Israel, los hitos del camino! A fin de que no olvidasen la historia pasada, ordenó a Moisés que inmortalizase esos acontecimientos en cantos, a fin de que los padres pudiesen enseñárselos a sus hijos. Habían de levantar monumentos recordativos bien a la vista. Debían esmerarse para conservarlos, a fin de que cuando los niños preguntasen acerca de esas cosas, les pudiesen repetir toda la historia. Así eran recordados el trato providencial y la señalada bondad y misericordia de Dios en su cuidado y liberación de su pueblo. Se nos exhorta a traer "a la memoria los días pasados, en los cuales, después de haber sido iluminados, sufristeis gran combate de aflicciones." (Heb. 10:32.) El Señor ha obrado como un Dios 31 realizador de prodigios en favor de su pueblo en esta generación. Es necesario recordar con frecuencia a los hermanos y ancianos, la historia pasada de la causa de Dios. Necesitamos relatar a menudo la bondad de Dios y alabarle por, sus obras admirables.

Aunque se nos exhorta a no dejar nuestras reuniones, esas asambleas no han de ser meramente para nuestro refrigerio. Debemos sentir mayor celo para impartir el consuelo que hemos recibido. Debemos ser muy celosos para la gloria de Dios y no atraerle oprobio, ni aun por la tristeza de nuestro rostro ni por palabras imprudentes, como si los requerimientos de Dios restringieran nuestra libertad. Aun en este mundo de pesar, desengaño y pecado, desea el Señor que estemos alegres y fuertes en su fortaleza. Todo el ser tiene el privilegio de dar un testimonio decidido en todo respecto.  Mediante nuestro semblante, genio, palabras y carácter, debemos testificar que el servicio de Dios es bueno. Así proclamamos que "la ley de Jehová es perfecta, que vuelve el alma." (Sal. 19:7.)

La fase alegre y alentadora de nuestra religión será representada por todos los que se consagran diariamente a Dios. No debemos deshonrar a Dios con un lastimero relato de las pruebas que parecen gravosas. Todas las pruebas que se reciban como medios de educarnos producirán gozo. Toda la vida religiosa será elevadora y ennoblecedora, fragante de buenas palabra y obras. Agrada al enemigo que las almas estén deprimidas, abatidas, llorosas y gemebundas; quiere que así sean precisamente las impresiones que deje el efecto de nuestra fe. Pero Dios quiere que la mente no se rebaje a un nivel inferior. Desea que cada alma triunfe con el poder custodio del Redentor. El salmista dice: "Dad a Jehová, oh hijos de fuertes, dad a Jehová la gloria y la fortaleza. Dad a Jehová la gloria debida a su nombre: humillaos a Jehová en el glorioso santuario."  "Glorificarte he, oh Jehová; porque me has ensalzado, y no hiciste a mis enemigos alegrarse de mí.  Jehová Dios mío, a ti clamé y me sanaste. . . . Cantad a Jehová, vosotros sus santos, 32 y celebrad la memoria de su santidad." (Sal. 29:1,2; 30:1-4.)

La iglesia de Dios en la tierra es una con la iglesia de Dios en el cielo.  Los creyentes de la tierra y los seres del cielo que nunca han caído constituyen una sola iglesia. Todo ser celestial está interesado en las asambleas de los santos que en la tierra se congregan para adorar a Dios. En el atrio interior del cielo escuchan el testimonio que dan los testigos de Cristo en el atrio exterior de la tierra, y las alabanzas de los adoradores de este mundo hallan su complemento en la antífona celestial, y el loor y el regocijo repercuten por todos los atrios celestiales porque Cristo no murió en vano por los caídos hijos de Adán. Mientras que los ángeles beben en el manantial principal, los santos de la tierra beben los raudales puros que fluyen del trono y alegran la ciudad de nuestro Dios. ¡Ojalá que todos pudiesen comprender cuán cerca está el cielo de la tierra! Aun cuando los hijos nacidos en la tierra no lo saben, tienen ángeles de luz por compañeros. Un testigo silencioso vela sobre toda alma, tratando de atraerla a Cristo. Mientras haya esperanza, hasta que los hombres resistan al Espíritu Santo para eterna ruina suya, son guardados por los seres celestiales. Recordemos todos que en cada asamblea de los santos realizada en la tierra, hay ángeles de Dios escuchando los testimonios, himnos y oraciones. Recordemos que nuestras alabanzas quedan suplidas por los coros de las huestes angélicas en lo alto.

26-27. PP 429. Coré no hubiera tomado el camino que siguió si hubiera sabido que todas las instrucciones y reprensiones comunicadas a Israel venían de Dios. Pero podría haberlo sabido. Dios había dado evidencias abrumadoras de que dirigía a Israel. 429 Pero Coré y sus compañeros rechazaron la luz hasta quedar tan ciegos que las manifestaciones más señaladas de su poder no bastaban ya para convencerlos, Las atribuían todas a instrumentos humanos o satánicos.

Lo mismo hicieron los que, al día siguiente después de la destrucción de Coré y sus asociados, fueron a Moisés y Aarón y les dijeron: "Vosotros habéis muerto al pueblo de Jehová." A pesar de que en la destrucción de los hombres que los sedujeron, habían recibido las indicaciones más convincentes de cuánto desagradaba a Dios el camino que llevaban, se atrevieron a atribuir sus juicios a Satanás, declarando que por el poder de éste Moisés y Aarón habían hecho morir hombres buenos y santos.

Este acto selló su perdición. Habían cometido el pecado contra el Espíritu Santo, pecado que endurece definitivamente el corazón del hombre contra la influencia de la gracia divina.

"Cualquiera que hablare contra el Hijo del hombre, le será perdonado: mas cualquiera que hablare contra el Espíritu Santo, no le será perdonado" (Mat. 12:32), dijo nuestro Salvador cuando las obras de gracia que había realizado en virtud del poder de Dios fueron atribuidas por los judíos a Belcebú.

Por medio del Espíritu Santo es cómo Dios se comunica con el hombre; y los que rechazan deliberadamente este instrumento, considerándolo satánico, han cortado el medio de comunicación entre el alma y el Cielo.

Por la manifestación de su Espíritu, Dios obra para reprender y convencer al pecador; y si se rechaza finalmente la obra del Espíritu, nada queda ya que Dios pueda hacer por el alma. Se empleó el último recurso de la misericordia divina. El transgresor se aisló totalmente de Dios; y el pecado no tiene ya cura.  No hay ya reserva de poder mediante la cual Dios pueda obrar para convencer y convertir al pecador.  "Déjalo" (Ose. 4:17), es la orden divina. Entonces "ya no queda sacrificio por el pecado, sino una horrenda esperanza de juicio, y hervor de fuego que ha de devorar a los adversarios." (Heb. 10:26,27.) 430

29. CS 659. Todos los que estiman en lo que valen sus intereses eternos deben mantenerse en guardia contra las incursiones del escepticismo. Hasta los fundamentos de la verdad serán socavados. Es imposible ponerse a cubierto de los sarcasmos y sofismas y de las enseñanzas insidiosas y pestilentes de la incredulidad moderna. Satanás adapta sus tentaciones a todas las clases. Asalta a los indoctos con una burla o una mirada de desprecio, 659 mientras que se acerca a la gente instruída con objeciones científicas y razonamientos filosóficos propios para despertar desconfianza o desprecio hacia las Sagradas Escrituras. Hasta los jóvenes de poca experiencia se atreven a insinuar dudas respecto a los principios fundamentales del cristianismo. Y esta incredulidad juvenil, por superficial que sea, no deja de ejercer su influencia. Muchos se dejan arrastrar así al punto de mofarse de la piedad de sus padres y desafían al Espíritu de gracia. (Hebreos 10:29.) Muchos cuya vida daba promesa de honrar a Dios y de beneficiar al mundo, se han marchitado bajo el soplo contaminado de la incredulidad. Todos los que fían en los dictámenes jactanciosos de la razón humana y se imaginan poder explicar los misterios divinos y llegar al conocimiento de la verdad sin el auxilio de la sabiduría de Dios, están presos en las redes de Satanás.

Vivimos en el período más solemne de la historia de este mundo. La suerte de las innumerables multitudes que pueblan la tierra está por decidirse. Tanto nuestra dicha futura como la salvación de otras almas dependen de nuestra conducta actual. Necesitamos ser guiados por el Espíritu de Verdad. Todo discípulo de Cristo debe preguntar seriamente: "¿Señor, qué quieres que haga?" Necesitamos humillarnos ante el Señor, ayunar, orar y meditar mucho en su Palabra, especialmente acerca de las escenas del juicio. Debemos tratar de adquirir actualmente una experiencia profunda y viva en las cosas de Dios, sin perder un solo instante. En torno nuestro se están cumpliendo acontecimientos de vital importancia; nos encontramos en el terreno encantado de Satanás. No durmáis, centinelas de Dios, que el enemigo está emboscado, listo para lanzarse sobre vosotros y haceros su presa en cualquier momento en que caigáis en descuido y somnolencia.

MUCHOS SE ENGAÑAN CON RESPECTO A SU VERDADERA CONDICIÓN ANTE DIOS. Se felicitan por los actos reprensibles que no cometen, y se olvidan de enumerar las obras buenas y nobles que Dios requiere, pero que ellos descuidan de hacer. No basta 660 que sean árboles en el huerto del Señor. Deben corresponder a lo que Dios espera de ellos, llevando frutos. Dios los hace responsables de todo el bien que podrían haber realizado, sostenidos por su gracia. En los libros del cielo sus nombres figuran entre los que ocupan inútilmente el suelo. Sin embargo, aun el caso de tales personas no es del todo desesperado. El Dios de paciencia y amor se empeña en atraer aún a los que han despreciado su gracia y desdeñado su misericordia. "Por lo cual se dice: Despiértate tú que duermes, y levántate de los muertos, y te alumbrará Cristo. Mirad, pues, cómo andéis avisadamente; . . . redimiendo el tiempo, porque los días son malos." (Efesios 5:14-16.)

Cuando llegue el tiempo de la prueba, los que hayan seguido la Palabra de Dios como regla de conducta, serán dados a conocer. En verano no hay diferencia notable entre los árboles de hojas perennes y los que las pierden; pero cuando vienen los vientos de invierno los primeros permanecen verdes en tanto que los otros pierden su follaje. Así puede también que no sea dado distinguir actualmente a los falsos creyentes de los verdaderos cristianos, pero pronto llegará el tiempo en que la diferencia saltará a la vista. Dejad que la oposición se levante, que el fanatismo y la intolerancia vuelvan a empuñar el cetro, que el espíritu de persecución se encienda, y entonces los tibios e hipócritas vacilarán y abandonarán la fe; pero el verdadero cristiano permanecerá firme como una roca, con más fe y esperanza que en días de prosperidad.

El salmista dice: "Tus testimonios son mi meditación." "De tus mandamientos he adquirido inteligencia: por tanto he aborrecido todo camino de mentira." (Salmo 119:99,104.) 

"Bienaventurado el hombre que halla la sabiduría." "Porque él será como el árbol plantado junto a las aguas, que junto a la corriente echará sus raíces, y no verá cuando viniere el calor, sino que su hoja estará verde; y en el año de sequía no se fatigará, ni dejará de hacer fruto." (Proverbios 3:13; Jeremías 17:8). 661

31. PP 339.  La contestación fue: "Mi rostro irá contigo, y te haré descansar." Pero Moisés no estaba satisfecho todavía.  Pesaba sobre su alma el conocimiento de los terribles resultados que se producirían si Dios dejara a Israel librado al endurecimiento y la impenitencia. No podía soportar que sus intereses se separasen de los de sus hermanos, y pidió que el favor de Dios fuese devuelto a su pueblo, y que la prueba de su presencia continuase dirigiendo su camino: "Si tu rostro no ha de ir conmigo, no nos saques de aquí. ¿Y en qué se conoceré aquí que he hallado gracia en tus ojos, yo y tu pueblo, sino en andar tú con nosotros, y que yo y tu pueblo seamos apartados de todos los pueblos que están sobre la faz de la tierra?"

La contestación fue ésta: "También haré esto que has 339 dicho, por cuanto has hallado gracia en mis ojos, y te he conocido por tu nombre." El profeta aun no dejó de suplicar. Todas sus oraciones habían sido oídas, pero tenía fervientes deseos de obtener aun mayores pruebas del favor de Dios. Entonces hizo una petición que ningún ser humano había hecho antes: "Ruégote que me muestres tu gloria."

Dios no le reprendió por su súplica ni la consideró presuntuosa, sino que, al contrario, dijo bondadosamente: "Yo haré pasar todo mi bien delante de tu rostro." Ningún hombre puede, en su naturaleza mortal, contemplar descubierta la gloria de Dios y vivir; pero a Moisés se le aseguró que presenciaría toda la gloria divina que pudiera soportar. Nuevamente se le ordenó subir a la cima del monte; entonces la mano que hizo el mundo, aquella mano "que arranca, los montes con su furor, y no conocen quién los trastornó" (Job 9:5), tomó a este ser hecho de polvo, a ese hombre de fe poderosa, y lo puso en la hendidura de una roca, mientras la gloria de Dios y toda su bondad pasaban delante de él.

Esta experiencia, y sobre todo la promesa de que la divina presencia le ayudaría, fueron para Moisés una garantía de éxito para la obra que tenía delante, y la consideró como de mucho más valor que toda la sabiduría de Egipto, o que todas sus proezas como estadista o jefe militar. No hay poder terrenal, ni habilidad ni ilustración que pueda substituir la presencia permanente de Dios.

Para el transgresor es terrible caer en las manos del Dios viviente; pero Moisés estuvo solo en la presencia del Eterno y no temió, porque su alma, estaba en armonía con la voluntad de su Hacedor. El salmista dice: "Si en mi corazón hubiese yo mirado a la iniquidad, el Señor no me oyera." En cambio "el secreto de Jehová es para los que le temen; y a ellos hará conocer su alianza." (Sal. 66:18; 25:14.)

La Deidad se proclamó a sí misma: "Jehová, Jehová, fuerte, misericordioso, y piadoso; tardo para la ira, y grande en benignidad y verdad; que guarda la misericordia en 340 millares, que perdona la iniquidad, la rebelión, y el pecado, y que de ningún modo justificará al malvado."

"Entonces Moisés, apresurándose, bajó la cabeza hacia el suelo y encorvóse." De nuevo imploró a Dios que perdonara la iniquidad de su pueblo, y que lo recibiera como su heredad. Su oración fue contestada.  El Señor prometió benignamente renovar su favor hacia Israel, y hacer por él "maravillas que no han sido hechas en toda la tierra, ni en nación alguna."

32. CS 43. CUANDO Jesús reveló a sus discípulos la suerte de Jerusalén y los acontecimientos de la segunda venida, predijo también lo que habría de experimentar su pueblo desde el momento en que él sería quitado de en medio de ellos, hasta el de su segunda venida en poder y gloria para libertarlos. Desde el monte de los Olivos vio el Salvador las tempestades que iban a azotar a la iglesia apostólica y, penetrando aún mas en lo porvenir, su ojo vislumbro las fieras y desoladoras tormentas que se desatarían sobre sus discípulos en los tiempos de obscuridad y de persecución que habían de venir. En unas cuantas declaraciones breves, de terrible significado, predijo la medida de aflicción que los gobernantes del mundo impondrían a la iglesia de Dios. (S. Mateo 24: 9, 21, 22.) Los discípulos de Cristo habrían de recorrer la misma senda de humillación, escarnio y sufrimientos que a él le tocaba pisar. La enemistad que contra el Redentor se despertara, iba a manifestarse contra todos los que creyesen en su nombre.

La historia de la iglesia primitiva atestigua que se cumplieron las palabras del Salvador. Los poderes de la tierra y del infierno se coligaron para atacar a Cristo en la persona de sus discípulos. El paganismo previó que de triunfar el Evangelio, sus templos y sus altares serían derribados, y reunió sus fuerzas para destruir el cristianismo. Encendióse el fuego de la persecución. Los cristianos fueron despojados de sus posesiones y expulsados de sus hogares. Todos ellos sufrieron "gran combate de aflicciones." "Experimentaron vituperios y azotes; y a más de esto prisiones y cárceles." (Hebreos 10:32; 11:36.) Muchos sellaron su testimonio con su sangre. Nobles y esclavos, ricos y pobres, sabios e ignorantes, todos eran muertos sin misericordia. 44

Estas persecuciones que empezaron bajo el imperio de Nerón, cerca del tiempo del martirio de S. Pablo, continuaron con mayor o menor furia por varios siglos. Los cristianos eran inculpados calumniosamente de los más espantosos crímenes y eran señalados como la causa de las mayores calamidades: hambres, pestes y terremotos. Como eran objeto de los odios y sospechas del pueblo, no faltaban los delatores que por vil interés estaban listos para vender a los inocentes. Se los condenaba como rebeldes contra el imperio, enemigos de la religión y azotes de la sociedad. Muchos eran arrojados a las fieras o quemados vivos en los anfiteatros. Algunos eran crucificados; a otros los cubrían con pieles de animales salvajes y los echaban a la arena para ser despedazados por los perros. Estos suplicios constituían a menudo la principal diversión en las fiestas populares. Grandes muchedumbres solían reunirse para gozar de semejantes espectáculos y saludaban la agonía de los moribundos con risotadas y aplausos.

35-37. 3JT 434. Nos hallamos todavía en medio de las sombras y el torbellino de las actividades terrenales. Consideremos con sumo fervor el bienaventurado más allá. Que nuestra fe penetre a través de toda nube de tinieblas, y contemplemos a Aquel que murió por los pecados del mundo. Abrió las puertas del paraíso para todos los que le reciban y crean en él. Les da la potestad de llegar a ser hijos e hijas de Dios. Permitamos que las aflicciones que tanto nos apenan y agravian sean lecciones instructivas, que nos enseñen a avanzar hacia el blanco del 434 premio de nuestra alta vocación en Cristo. Sintámonos alentados por el pensamiento de que el Señor vendrá pronto. Alegre nuestro corazón esta esperanza. "Aun un poquito, y el que ha de venir vendrá, y no tardará." (Heb. 10:37.) Bienaventurados son aquellos siervos que, cuando venga su Señor, sean hallados velando.

Vamos hacia la patria. El que nos amó al punto de morir por nosotros, nos ha edificado una ciudad. La Nueva Jerusalén es nuestro lugar de descanso. No habrá tristeza en la ciudad de Dios. Nunca más se oirá el llanto ni la endecha de las esperanzas destrozadas y de los afectos tronchados. Pronto las vestiduras de pesar se trocarán por el manto de bodas. Pronto presenciaremos la coronación de nuestro Rey. Aquellos cuya vida quedó escondida con Cristo, aquellos que en esta tierra pelearon la buena batalla de la fe, resplandecerán con la gloria del Redentor en el reino de Dios.

No transcurrirá mucho tiempo antes que veamos a Aquel en quien ciframos nuestras esperanzas de vida eterna. Y en su presencia todas las pruebas y los sufrimientos de esta vida serán como nada. "No perdáis pues vuestra confianza que tiene grande remuneración de galardón: porque la paciencia os es necesaria; para que, habiendo hecho la voluntad de Dios, obtengáis la promesa. Porque aun un poquito, y el que ha de venir vendrá, y no tardará." (Heb. 10: 35-37.) Alzad los ojos, sí, alzad los ojos, y permitid que vuestra fe aumente de continuo. Dejad que esta fe os guíe a lo largo de la senda estrecha que, pasando por las puertas de la ciudad de Dios, nos lleva al gran más allá, al amplio e ilimitado futuro de gloria destinado a los redimidos.  "Pues, hermanos, tened paciencia hasta la venida del Señor. Mirad cómo el labrador espera el precioso fruto de la tierra, aguardando con paciencia, hasta que reciba la lluvia temprana y tardía. Tened también vosotros paciencia; confirmad vuestros corazones: porque la venida del Señor se acerca." (Sant. 5:7,6.) 435

35-39. CS 459. En la Epístola a los Hebreos hay palabras de aliento y de admonición para los que vivían en la expectación y fueron probados en esa crisis: "No desechéis pues esta vuestra confianza, que tiene una grande remuneración. Porque tenéis necesidad de la paciencia, a fin de que, habiendo hecho la voluntad de Dios, recibáis la promesa. Porque dentro de un brevísimo tiempo, vendrá el que ha de venir, y no tardará. El justo empero vivirá por la fe; y si alguno se retirare, no se complacerá mi alma en él. Nosotros empero no somos de aquellos que se retiran para perdición, sino de los que tienen fe para salvación del alma." (Hebreos 10:35-39, V.M.)

Que esta amonestación va dirigida a la iglesia en los últimos días se echa de ver por las palabras que indican la proximidad de la venida del Señor: "Porque dentro de un brevísimo tiempo, vendrá el que ha de venir, y no tardará." Y este pasaje implica claramente que habría una demora aparente, y que el Señor parecería tardar en venir.

Ministerio Hno. Pio

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