Hebreos 10.
EL MINISTERIO DE CRISTO COMO SUMO
SACERDOTE:
EL SACRIFICIO DE
CRISTO Superior Al Sacrificio De Animales, 10:1-22.
1. La ineficacia de
sacrificios de animales, 10:1-4.
La Inferioridad De La Ley Ceremonial.
2. La eficacia y
permanencia del sacrificio de Cristo, 10:5-18.
Ofrecido Sólo Una Vez, Quitó Para Siempre Los Pecados.
3. La exhortación a
aceptar el ministerio sacerdotal de Cristo, 10:19-22.
UNA EXHORTACIÓN A
La Fidelidad Y A La Vida Piadosa, 10:23-39.
En Vista Del Día
Del Juicio Y De La Venida De Cristo.
Mantener Firmemente La Fe Con Paciencia Y Acción De Gracias.
1 PORQUE la ley, teniendo la
sombra de los bienes venideros, no la imagen misma de las cosas, nunca puede,
por los mismo sacrificios que se ofrecen continuamente cada año, hacer
perfectos a los que se acercan. 2 De otra manera cesarían de ofrecerse, pues
los que tributan este culto, limpios una vez, no tendrían ya más conciencia de
pecado. 3 Pero en estos sacrificios cada año se hace memoria de los pecados. 4
porque la sangre de los toros y de los machos cabríos no puede quitar los
pecados.
5 Por lo cual, entrando en el
mundo dice: Sacrificio y ofrenda no quisiste; Mas me preparaste cuerpo. 6
Holocaustos y expiaciones por el pecado no te agradaron. 7 Entonces dije: He
aquí que vengo, oh Dios, para hacer tu voluntad. Como en el rollo del libro
está escrito de mí. 8 Diciendo primero: Sacrificio y ofrenda y holocaustos y
expiaciones por el pecado no quisiste, ni te agradaron (las cuales cosas se
ofrecen según la ley), 9 y diciendo luego: He aquí que vengo, oh Dios, para
hacer tu voluntad; quita lo primero, para establecer esto último. 10 En esa
voluntad somos santificados mediante la ofrenda del cuerpo de Jesucristo hecha
una vez para siempre.
11 Y ciertamente todo sacerdote
está día tras día ministrando y ofreciendo muchas veces los mismos sacrificios,
que nunca pueden quitar los pecados; 12 pero Cristo, habiendo ofrecido una vez
para siempre un solo sacrificio por los pecados, se ha sentado a la diestra de
Dios, 13 de ahí en adelante esperando hasta que sus enemigos sean puestos por
estrado de sus pies; 14 porque con una sola ofrenda hizo perfectos para siempre
a los santificados.
15 Y nos atestigua lo mismo el
Espíritu Santo; porque después de haber dicho: 16 Este es el pacto que haré con
ellos Después de aquellos días, dice el Señor: Pondré mis leyes en sus
corazones, Y en sus mentes las escribiré, 17 añade: Y nunca más me acordaré de
sus pecados y transgresiones. 18 Pues donde hay remisión de éstos, no hay más
ofrenda por el pecado.
19 Así que, hermanos, teniendo
libertad para entrar en el Lugar Santísimo por la sangre de Jesucristo, 20 por
el camino nuevo y vivo que él nos abrió a través del velo, esto es, de su
carne, 21 y teniendo un gran sacerdote sobre la casa de Dios, 22 acerquémonos
con corazón sincero, en plena certidumbre de fe, purificados los corazones de
mala conciencia, y lavados los cuerpos con agua pura.
23 Mantengamos firme, sin
fluctuar, la profesión de nuestra esperanza, fiel es el que prometió. 24 Y
considerémonos unos a otros para estimularnos al amor y a las buenas obras; 25
no dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino
exhortándonos y tanto más, cuanto veis que aquel día se acerca. 26 Porque si
pecaremos voluntariamente después de haber recibido el conocimiento de la
verdad, ya no queda más sacrificio por los pecados, 27 sino una horrenda expectación
de juicio, y de hervor de fuego que ha de devorar a los adversarios.
28 El que viola la ley de Moisés,
por el testimonio de dos o de tres testigos muere irremisiblemente. 29 ¿Cuánto
mayor castigo pensáis que merecerá el que pisoteara al Hijo de Dios, y tuviere
por inmunda la sangre del pacto en la cual fue santificado, e hiciere afrenta
al Espíritu de gracia? 30 Pues conocemos al que dijo: Mía es la venganza, yo
daré el pago, dice el Señor. Y otra vez: El Señor juzgará a su pueblo. 31
¡Horrenda cosa es caer en manos del Dios vivo!
32 Pero traed a la memoria los
días pasados, en los cuales, después de haber sido iluminados, sostuvisteis
gran combate de padecimientos; 33 por una parte, ciertamente, con vituperios y
tribulaciones fuisteis hechos espectáculo; y por otra, llegasteis a ser
compañeros de los que estaban en una situación semejante. 34 Porque de los
presos también os compadecisteis, y el despojo de vuestros bienes sufristeis
con gozo, sabiendo que tenéis en vosotros una mejor y perdurable herencia en
los cielos.
35 No perdáis, pues, vuestra
confianza, que tiene grande galardón; 36 porque os es necesaria la paciencia,
para que habiendo hecho la voluntad de Dios, obtengáis la promesa. 37 Porque
aún un poquito, Y el que ha de venir vendrá, y no tardará. 38 Mas el justo
vivirá por fe; Y si retrocediera, no agradará a mi alma. 39 Pero nosotros no
somos de los que retroceden para perdición, sino de los que tienen fe para
preservación del alma. (Hebreos
10).
1. La ley. Esta palabra se emplea aquí como en el cap. 7:11:
para describir el sistema judío de leyes instituidas en el Sinaí casi
equivalente a la expresión "aquel [pacto] primero", tal como el autor
la usa (ver com. cap 8:7). "Ley" o "primer pacto"
equivalían al sistema levítico, en vigencia en los días del a partir del Sinaí.
Sombra. Una sombra sólo proyecta lo contornos del original;
por lo tanto, no debe esperarse una similitud demasiado estrecha entre la
sombra y el objeto que la proyecta "Sombra" se usa aquí en contraste
con "imagen" (éikon), que indica una representación mucho más precisa
(ver com. 2 Cor. 4:4 Apoc. 13:14).
Bienes venideros. Es decir, los que comenzarían con la venida de la realidad, o sea Cristo. No la imagen misma. "No la realidad" (BJ); "no la expresión real" (BC). Ver com "sombra". Nunca. Un intenso énfasis sobre la incapacidad de la "ley" para perfeccionar al ser humano.
Mismos sacrificios. Si bien lo que aquí se afirma se
aplica a los sacrificios diarios, e evidente que se refiere a los sacrificios
del día de la expiación. La razón por la cual se destacan los sacrificios
anuales es, según parece porque eran ofrecidos por el sumo sacerdote, y Jesús
es presentado en Hebreos como el gran sumo sacerdote del nuevo y mejor pacto
(cap. 8:1; 9:11). Cf. cap. 9:25-26, donde se contrasta de nuevo la obra de
Cristo con la del sumo sacerdote terrenal en el día de la expiación.
Continuamente. Gr. eis to dienekés, "sin interrupción", "continuamente", "para siempre". Los comentadores están divididos e cuanto a si esta frase adverbial corresponde con la flexión verbal "ofrecen" o con la frase "hacer perfectos". La sintaxis sugiere "ofrecen sin interrupción"; pero al comparar es versículo con el 14, se puede preferir "hace perfectos para siempre", pues allí se dice que la única ofrenda de Cristo hizo perfecto "para siempre" (eis to dienekés) a los santificados.
Los antiguos sacrificios tenían un valor
temporal, servían para instruir; pero de por sí nunca tuvieron el propósito de
perfeccionar a los que rendían culto. Era necesario repetirlos hasta el tiempo
cuando llegara la realidad con el sacrificio único de Cristo, hecho "una
vez para siempre".
Perfectos. Ver com. cap. 7:18-19; 9:9; 10:14.
Los que se acercan. O participaban en los servicios
del día de la expiación.
2. Cesarían de ofrecerse. Habrían cesado si pudieran haber
hecho lo que consumó el sacrificio de Cristo: perfeccionar "para
siempre" (vers. 14). Cristo hizo frente al problema del pecado "una
vez para siempre"; por lo tanto, no había necesidad de repetir su
sacrificio (cf. cap. 9:25-26).
Limpios una vez. "Una vez purificados"
(BJ). Esta limpieza no se efectuó hasta que Cristo "se ofreció a sí
mismo" (cap. 9:14). Fue entonces cuando hubo remisión para las
transgresiones cometidas bajo el primer pacto (cap. 9:15).
No tendrían ya más conciencia. Cf. cap. 9:9. Los que rendían
culto en los tiempos del AT podían, en el mejor de los casos, anticipar el
momento cuando se ofrecería el verdadero sacrificio por el pecado. Sin esa fe
su culto era muerto, sólo apariencia.
3. Se hace memoria. Los sacrificios que se ofrecían
año tras año recordaban constantemente el hecho de que el verdadero sacrificio
por los pecados aún no se había ofrecido.
4. No puede. Ya se ha destacado la incapacidad de la sangre de
los animales para quitar los pecados (cap. 9:9-14).
5. Entrando en el mundo. Osea en la encarnación. Se
presenta a Cristo como si estuviera pronunciando las palabras del Sal. 40: 6-8
en el momento de su entrada en el mundo. Aquí está claramente implícita la
preexistencia de Cristo.
Sacrificio y ofrenda. La afirmación de que Dios no
quería "sacrificio y ofrenda" sin duda se refiere a la presentación
de esos sacrificios sólo para cumplir con un requisito ritual, sin verdadera
consagración del corazón. Fue Cristo quien instituyó el sistema de sacrificios.
Si se hubiera cumplido debidamente habría sido una bendición para los
adoradores sinceros, porque Dios no siente agrado con los sacrificios de los
adoradores descuidados (cf 1 Sam. 15:22; Ose. 6:6).
Me preparaste cuerpo. Así traduce la LXX. En cuanto al
texto hebreo y su significado, ver com. Sal. 40:6. El autor de Hebreos sin duda conocía ambos textos, y eligió
el de la LXX. La redacción de la LXX destaca una verdad muy significativa, y el
uso de ese texto refuerza la verdad que se enseñaba, lo cual no necesariamente
respalda que esa traducción sea una versión totalmente fiel al texto hebreo.
Con referencia al significado que
el autor da a "cuerpo", ver com. vers. 10.
6. No te agradaron. Ver com. vers. 5. El adorador no
sincero creía que Dios se agradaba mucho con sus sacrificios formales,
externos.
7. Vengo. Mejor "he venido". La palabra parece
expresar una respuesta inmediata a una situación que exigía remedio.
Para hacer tu voluntad. En el contexto original estas
palabras describían obediencia moral a la voluntad de Dios. El autor de Hebreos
las usa para mostrar que el sacrificio de Cristo había cumplido con la voluntad
de Dios al proporcionar una expiación aceptable, expiación que los sacrificios
de animales no habían podido proporcionar. Continúa ampliando este Punto.
Rollo. Ver com. Sal. 40:7.
8. Primero. O "más arriba". Se hace referencia a los
vers. 5 y 6, ya citados. La mayor parte de esos versículos se repite en los
vers. 8 y 9.
Sacrificio y ofrenda. Ver com. vers. 5 y 6.
Según la ley. En cuanto a esta ley ver com. vers. 1.
9. Para hacer tu voluntad. Ver com. vers. 7.
Quita lo primero. El autor primero citó Sal. 40:5-7, después repitió la parte más importante para el propósito que buscaba (vers. 8 y 9), y ahora hace su aplicación. Usa este pasaje para probar que el antiguo sistema había caducado cuando Cristo vino para hacer la voluntad de Dios, más específicamente, para ofrecer el sacrificio eficaz.
Afirma que lo antiguo ha caducado, diciendo que Dios no se complacía en los sacrificios ofrecidos según la ley; destaca el establecimiento de lo nuevo, afirmando que Cristo hizo la voluntad de Dios al proporcionar el verdadero sacrificio. Cf. com. cap. 8:13.
El hecho de que el sistema antiguo fuera obsoleto era un punto difícil de aceptar
por parte de los cristianos de origen judío. El autor de Hebreos está tratando
de probarles que esto estaba predicho en el AT, las Escrituras que eran
consideradas como sagradas por los que vivían bajo el antiguo sistema.
10. En esa voluntad. Quizá significa que al cumplirse
esa voluntad mediante el perfecto sacrificio de Cristo, somos santificados, o
que en esa voluntad que entregó a Jesús como sacrificio por los hombres, está
incluida nuestra santificación (cf. 1Tes. 4:3).
Somos santificados. O "hemos sido
santificados". El texto griego insinúa el pensamiento de que fuimos
santificados y ahora permanecemos en estado de santificación. La santificación
se contempla aquí no desde el aspecto de un proceso continuo (para lo cual, ver
com. Rom. 6:19), sino en términos de un cambio radical del pecado a la santidad
y como una continuación en ese estado. Este significado se encuentra en otras
partes. Dirigiéndose a los creyentes corintios, Pablo les habla, por ejemplo,
como "a los santificados en Cristo Jesús" (ver com. 1 Cor. 1:2);
también les recuerda que "ya" han "sido santificados" (1
Cor. 6:11).
Ofrenda del cuerpo. Aquí se halla la aplicación que
le da el autor a la declaración "amas me preparaste cuerpo" (ver com.
vers. 5). Cristo tomó un cuerpo humano, cuerpo que fue ofrecido (cf. com. cap.
2:14); y por medio de la ofrenda de ese cuerpo los hombres obtuvieron la
santificación. Jesucristo "nos ha sido hecho por Dios sabiduría,
justificación, santificación y redención (1 Cor. 1:30).
Una vez para siempre. No era ni es necesario que se
repita el sacrificio de Cristo, pues proveyó la verdadera limpieza del pecado
(cap. 9:14). No fue sólo una "sombra" como lo eran los sacrificios de
la "ley".
11. Está. "Está en pie" (BJ); "de pie" (BA). En esta expresión parece recalcarse una tarea inconclusa; pero Cristo, por contraste, "se ha sentado" (vers. 12), lo cual significa que su obra -en lo que atañe a su sacrificio había sido completada. La naturaleza continua de los sacrificios sacerdotales se destaca aún más con las frases "día tras día" y "muchas veces". Quitar. Ver com. vers. 4.
12. Para siempre. Gr. eis to dienekés (ver com.
vers.1). Aquí la traducción "para siempre" parece ser más apropiada. Los
beneficios de ese único sacrificio fueron de valor permanente.
Un Solo sacrificio. En contraste con los muchos
ofrecidos por los sacerdotes terrenales (vers. 11).
Se ha sentado. Es decir, completó su tarea (ver com. vers. 11)
Diestra de Dios. Ver com. cap. 1: 3.
13. De ahí en adelante. Gr. to loipón, "de ahora en más", "de aquí en adelante", "en el futuro". Esperando. Ahora se presenta a Cristo como en espera del momento del triunfo final sobre todos sus enemigos. Hasta que sus enemigos. Alusión a Sal. 110:1 (ver com. Heb. 1:13; cf. com. 1 Cor. 15:24-28).
14. Una sola ofrenda. Este pensamiento se destaca repetidas veces.
(Ver com. vers. 10,12).
Perfectos. El sacrificio único de Cristo logró lo que no era
posible por los continuos sacrificios de los sacerdotes, pues no podían
purificar la conciencia (ver com. cap. 9:9, 14; 10:2). Cuando el pecador acepta
por fe los beneficios de ese único sacrificio, es acepto en el Amado, es
considerado como perfecto porque Cristo, su sustituto, ocupa su lugar (ver com.
Rom. 5:1; cf. CC 62).
Para siempre. Gr. eis to dienekés (ver com. vers. 1). No
significa que el hombre una vez que ha sido salvo ya no puede caer de la
gracia, pues el autor de Hebreos ya ha negado semejante razonamiento (ver com.
cap. 6:46). El énfasis radica en la eficacia continua del sacrificio único de
Cristo (cf. com. cap. 10:10,12).
Los santificados. La forma del participio griego
que aquí se usa es diferente de la que se traduce "santificados" en
el vers. 10 (ver el comentario respectivo). El significado es "los que
están siendo santificados", sin embargo, esta forma no implica
necesariamente que el autor esté hablando ahora de la santificación como un
proceso continuo. Es improbable que hubiera usado la misma palabra con un
significado tan diferente en una relación textual tan estrecha. "Siendo
santificados" se usa aquí probablemente para describir la afluencia
continua de nuevos creyentes dentro de la iglesia cristiana.
15. Espíritu Santo. El testimonio de las Escrituras
se presenta como el testimonio del Espíritu Santo (ver com. 2 Ped. 1:21).
Después de haber dicho. En este pasaje se pone énfasis en
el perdón de los pecados (vers. 17-18). El vers. 16 sencillamente sirve de
introducción para mostrar que el nuevo pacto es el que proporciona ese glorioso
beneficio.
16. Este es el pacto. Ver com. cap. 8:10. La redacción
es diferente a la del cap. 8:10. El autor quizá cita de memoria el pasaje, o
sencillamente puede haber elegido los puntos más resaltantes de la profecía de
Jeremías, que son suficientes para el propósito que ahora está persiguiendo,
17. Nunca más me acordaré. Ver com. cap. 8:12. Los pecados podían ser olvidados ahora,
pues se había ofrecido el supremo sacrificio expiatorio, lo cual no había
sucedido bajo el antiguo pacto (ver com. cap. 10:2).
18. Remisión. Gr. áfesis (ver com. cap. 9:22).
No hay más ofrenda. Ver com. vers. 1-2.
19. Así que... teniendo.
Aquí comienza una nueva sección. El autor resume brevemente sus
conclusiones, a saber: que por medio de Jesucristo tenemos acceso directo a
Dios, y deduce lecciones prácticas para los cristianos de origen judío. Esta
sección práctica continúa hasta el fin de la epístola.
Hermanos. Ver com. cap. 3:1. Esta es la segunda vez que
aparece esta manera familiar de hablar (ver cap. 3:12).
Libertad. Gr. parresía, "franqueza", "claridad
para hablar", "valor", "confianza",
"osadía", "intrepidez".
Para entrar. Bajo el antiguo pacto esto era privilegio exclusivo
del sumo sacerdote, y sólo una vez al año (cap. 9:7,25). Ahora cada creyente
tiene libre acceso.
El Lugar Santísimo. Aquí se emplea nuevamente la
frase ta hágia, "los lugares santos", nominación que se aplica al
santuario celestial (ver Nota Adicional del cap. 8).
Por la sangre de Jesucristo. No como el sumo sacerdote
terrenal, con la sangre de animales que no podía quitar los pecados (vers. 4), sino
por la sangre del sacrificio eficaz de Cristo, hecho "una vez para
siempre".
20. Nuevo. Era nuevo en el sentido de que no había existido
antes. El antiguo pacto no tenía ese "camino". Y también es nuevo
porque siempre es original, siempre es eficaz.
Vivo. Cristo vive "siempre para interceder por" nosotros (cap. 7:25).
El camino nuevo se centra en una persona que vive
eternamente. es "el camino, la verdad, y la vida" (Juan 14:6). Está
en agudo contraste con los sacrificios muertos que se ofrecían bajo el antiguo
acto.
Nos abrió. Gr. egkainízó, "inaugurar",
"dedicar". Este camino fue inaugurado por la muerte de Cristo.
Velo. Gr. katapétasma (ver com. cap. 6:19). Los antiguos
comentadores generalmente tendían que este velo representa el medio entrada; es
decir, la puerta por la cual se llega a la presencia divina. Pero este
"velo" parece usarse aquí con el sentido de algo que oculta la
presencia divina. Esta interpretación
parece concordar con el simbolismo del momento de velo del cap. 6:19, y también
con el significado de la rasgadura del velo en la muerte de Cristo (ver com.
Mat. 27:51). Esa rasgadura no sólo significó que el sistema de sacrificios
había llegado a su fin, sino también que "había sido preparado para todos
un camino nuevo y viviente" (DTG 705).
Esto es, de su carne. "Carne" se refiere a la humanidad de Jesús (cf. cap. 5:7).
El término abarca todo lo que estuvo
implicado en el primer advenimiento de Cristo a esta tierra, incluso su muerte
expiatorio.
La pregunta que debe responderse
es ésta: ¿"Carne" se halla en aposición con "velo" o con
"camino"? Gramaticalmente
cualquiera de los dos casos es posible en el texto griego, aunque el segundo
parece ser más natural; sin embargo, la interpretación del pasaje es más
sencilla con la primera relación' Las opiniones de los comentadores están
divididas en cuanto a esto. Si "carne" está en aposición con
"camino", entonces la encarnación, la vida y la muerte de Cristo se
presentan como el camino a través del velo hasta la presencia de Dios. En este caso el vers. 20 es sencillamente una
ampliación del vers. 19, en donde se presenta "la sangre de
Jesucristo" como el medio por el cual tenemos entrada al santuario
celestial.
Si "carne" está en
aposición con "velo", entonces significa que Cristo hizo posible
nuestra entrada en el santuario celestial cuando pasó por la experiencia de la
encarnación (vers. 19). No hay problema con esta interpretación si no se la
fuerza demasiado. Deben evitarse comparaciones más detalladas entre
"carne" y "velo"; por ejemplo, que Cristo después de pasar
por la humanidad ya no posee más su naturaleza humana (ver com. Juan 1:14), o
que la humanidad de Cristo actuó en uno u otro sentido como una barrera que
impide a los hombres llegar a Dios.
Cualquiera que sea el significado
específico de este texto, el significado general es claro. La mayoría de las
dificultades de este pasaje se producen cuando se lee en él más de lo que quiso
decir el autor.
Es bueno notar que éste es uno de
los varios pasajes donde el autor de Hebreos recalca que, mediante Cristo
Jesús, el hombre tiene acceso directo a Dios. Este parece ser el pensamiento
central de todo el mensaje del libro de Hebreos. Debido al sacrifico de Cristo
en favor de nosotros, ya no existe un velo entre nosotros y nuestro Dios.
Nuestra esperanza "penetra hasta dentro del velo, donde Jesús entró por nosotros
como precursor" (cap. 6:19-20). "No entro Cristo en el santuario
hecho de mano..., sino en el cielo mismo para presentarte ahora por nosotros
ante Dios" (cap. 9:24). El autor de Hebreos procura establecer la
superioridad del ministerio celestial de nuestro Señor sobre el ministerio
celestial de nuestro Señor sobre el ministerio terrenal cumplido por sacerdotes
terrenales. Y como una de las mejores pruebas cita el glorioso hecho de que no
hay un velo o barrera entre nosotros y nuestro Dios. Ver la Nota Adicional al
fin del capítulo; com. Éxodo 25:9; Dan. 8:14.
21. Un gran sacerdote. El autor reafirma el tema del
libro de Hebreos: el sacerdocio de Cristo en el santuario celestial (ver p.
404). Ver com. cap. 2:17; 4:14.
Casa de Dios. Es decir, la iglesia (ver com. cap. 3:3-6).
22. Acerquémonos. No es suficiente creer en Cristo
y en su ministerio sacerdotal en los atrios celestiales. El creyente sincero
tiene que hacer uso de las facilidades que el cielo ha proporcionado tan
bondadosamente y por medio de las cuales puede "alcanzar misericordia y
hallar gracia para el oportuno socorro" (ver. com. cap. 4:16).
"Acercarse" equivale a íntima comunión y participación.
Corazón sincero. Esta es la primera de cuatro condiciones que se presentan, y que deberán cumplir quienes se beneficien con los méritos de nuestro gran Sumo Sacerdote. El que se acerca con "corazón sincero" lo hace sin fingimiento, sin hipocresía ni reservas de ninguna clase.
Compárese con el íntegro corazón" de Isa. 38:3.
Plena certidumbre. Los que se acercan deben hacerlo con una fe firme en el poder de Cristo para limpiar el alma de pecado e impartir gracia para vivir a salvo del pecado.
La duda y la incredulidad privan
a una persona de la capacidad de valerse a de los méritos redentores de Cristo.
La importancia de la fe para una experiencia cristiana viva constituye el tema
que va del cap. 10:
Fe. Gr. pístis (ver com. cap. 11:1).
Purificados los corazones. El acto de rociar a las personas y a sus vecinos era antiguamente un símbolo de consagración a un servicio sagrado (cf. Lev. 8:30; etc.).
El pacto antiguo fue ratificado, o confirmado,
rociando sangre (Heb. 9:19.). Asimismo el que se acerca a Cristo aceptará de
todo corazón las estipulaciones del nuevo pacto y se consagrará a la nueva
forma de vida que proporciona ese pacto.
Mala conciencia. Osea el "viejo hombre" de Rom. 6:6; Efe. 4:22; Col. 3:9.
Un corazón nuevo ha reemplazado al viejo, y se han abandonado los deseos carnales que antes motivaban la vida. Predominan la mente y el amor de Cristo.
(Ver com. 2 Cor. 5:14; Fil. 2:5).
Lavados los cuerpos. Una evidencia externa que da testimonio de la transformación interna que se ha efectuado. El rito del bautismo proclama delante de todos, la intención de cada candidato de participar de los privilegios que siguen a la conversión y de aceptar sus responsabilidades.
Acerca del significado del rito del bautismo, ver com. Rom.
6:3-6.
Agua pura. El agua es un factor de suma importancia y valioso
para la limpieza en general, y es un símbolo adecuado de la eliminación de los
pecados de la vida.
23. Mantengamos firme. Cristo y los escritores del NT
destacan vez tras vez la importancia de la paciencia y la perseverancia (ver
Mat. 10:22; 24:13; Col. 1:23; etc.). Hay peligro de que los que han entrado en
la nueva vida en Cristo lleguen a cansarse "de hacer bien" (Gál. 6:9),
que dejen de aferrarse de las verdades eternas de la Palabra de Dios. Ver com.
Heb. 3:6.
Sin fluctuar. "Fluctuar" es lo opuesto a mantener firme
(ver com. Mat. 24:13; cf. Heb. 4:14; 10:35-36). Como resultado de
"fluctuar" en Cades-barnea, la generación de israelitas que salió de
Egipto no pudo entrar en la tierra prometida. Su fluctuación fue el resultado
de la falta de fe (ver com. Heb. 3:12, 18-19; 11:1).
Profesión. Ver com. cap. 3:1. Nuestra esperanza. La esperanza de salvación mediante Cristo (ver com. Tito 2:13; cf. Heb. 3:6; 6:11, 18-19).
Fiel. Dios es fiel en cumplir sus promesas: de liberación
de Egipto y de entrar en Canaán, de liberación del poder del pecado y de entrar
en las bendiciones del poder del pecado y de entrar en las bendiciones de la
salvación en Cristo Jesús. Puesto que Dios es fiel y no fluctúa en el
cumplimiento de sus promesas, debemos ser fieles y no "fluctuar" o
vacilar en aceptarlas. Se destaca la fidelidad de Cristo como nuestro gran sumo
sacerdote en cap. 3:2, 5-6.
El que prometió. El autor está pensando sin duda
en las promesas hechas a Abraham y a sus descendientes en cuanto a la tierra de
Canaán (ver com. Gén. 15:18; Heb. 4:1); pero en su mente predomina la promesa
de salvación mediante Jesucristo (cf. Juan 3:16; ver com. Mat. 1:21).
24. Consideremos. Este versículo podría también
traducirse: "Consideremos cómo animarnos unos a otros al amor y las buenas
obras". En lugar de hacer y decir cosas que hagan más difícil que otros se
mantengan firmes "sin fluctuar (ver. 23), el verdadero cristiano procurará
activamente animar a otros en el amor y las buenas obras. Esta es una
aplicación del gran principio del amor hacia el prójimo, que se refleja en la
segunda tabla del Decálogo (ver com. Mat. 5:43-44; 22:39). El sincero interés
por el bienestar temporal y eterno de otros, es la medida por la cual el cielo
determina la sinceridad del amor que el hombre profesa por Dios (ver com. 1Juan
2:9-11; 3:10,14).
Amor. Ver com. Mat. 5:43-44.
Buenas obras. Es decir, el amor en acción, el amor expresado en actos de bondad y de misericordia. Animamos a otros a que sean bondadosos y considerados si nosotros somos considerados y bondadosos. Este ejemplo es irresistible.
Ver com. Sant. 1:27; 2:18.
25. No dejando. O "no descuidando".
De congregarnos. El autor aquí se refiere a las
reuniones de los cristianos con el propósito de rendir culto y para animarse
mutuamente se celebraban en los hogares de los creyentes (ver t. VI. p. 48).
Algunos tienen por costumbre. Es evidente que algunos
descuidaban la comunión con sus hermanos en las reuniones de culto y devoción,
lo cual los perjudicaba. Su manera de obrar descuidaba el consejo del vers. 24
de animar a los creyentes "al amor y las buenas obras". Debido a la
tensa situación política que había cuando se escribió Hebreos, algunos podían
haberse ausentado por el temor de incurrir en el desagrado de las autoridades
civiles y quizá de ser castigados. Otros se ausentaban de los servicios
religiosos por descuido e indiferencia (ver los vers. 26 y 27).
Exhortándonos. O "animándonos". Las palabras de
exhortación animan a otros a mantenerse firmes y a que su fe permanezca
"sin fluctuar" (vers. 23). Los que están firmemente establecidos en
la fe nunca deben olvidar que algunos de sus hermanos en la fe pueden estar
pasando por momentos de duda y desánimo. "Saber hablar palabras al
cansado" (Isa. 50:4), podría ser el medio, en la providencia de Dios, para
hacer volver a un "pecador del error de su camino", para salvar
"de la muerte un alma" y para cubrir "multitud de pecados"
(Sant. 5:20).
Tanto más. A medida que aumentaran las tribulaciones,
dificultades y persecuciones, la exhortación y el ánimo mutuos proporcionarían
un beneficio aún mayor. El peligro que amenazara la seguridad personal, que
podría presentarse al asistir a los cultos públicos, serían ampliamente
superado por el valor y la fortaleza que infundiría la comunión cristiana.
Aquel día. Una referencia al día "de juicio, y de hervor de fuego" (ver. 27), el día cuando "el que ha de venir vendrá, y no tardará" (ver. 37). La expresión "veis que aquel día se acerca sin duda se refiere a la admonición de nuestro Señor en respuesta a la pregunta de los discípulos: "¿Cuáles serán estas cosas, y qué señal habrá de tu venida, y del fin del mundo?" (Mat. 24:3).
La pregunta de los discípulos y
la respuesta de nuestro Señor abarca tanto la destrucción de Jerusalén en el
año 70 d. C. (ver pp. 403-404), es posible que el autor también estuviera
anticipado los funestos acontecimientos de este año; pero, como es evidente por
el contexto (ver especialmente Heb. 10:27,37), en primer lugar está pensando en
la segunda venida de Cristo (ver la Nota Adicional de Rom. 13).
26. Porque si. En los vers. 26-31 el autor explica más plenamente
la naturaleza de la fluctuación del vers. 23 y el estado mental de los que
menciona en el vers. 23 y el estado mental de los que menciona en el vers. 25,
quienes eran negligentes en asistir a las reuniones establecidas para los
creyentes.
Pecáremos voluntariamente. La flexión del verbo griego que
se usa indica continuar pecando voluntariamente. "Si continuamos pecando
deliberadamente" (BA). Como es evidente en el contexto (ver vers. 29), no
se está haciendo referencia a hechos pecaminosos aislados, cometidos con pleno
conocimiento de su detestable carácter, sino a la actitud mental que prevalece
cuando una persona deliberadamente renuncia a Cristo, rechaza la salvación y
desprecia al Espíritu Santo. Este es un pecado deliberado, persistente y
desafiante: es una reversión voluntaria de la decisión anterior de aceptar la
salvación en Cristo y de entregarle el corazón y la vida, una apostasía
premeditada que conduce al pecado imperdonable (ver com. Mat. 12:31-32), un estado continuo de
rebeldía contra Dios.
Después de. Todos los pecadores están en realidad en estado de rebeldía contra Dios (ver com. Rom. 8:7); pero, como Pablo lo explicó a los atenienses, Dios tiene en cuenta su ignorancia hasta que reciben el conocimiento de la verdad (Hech. 17:30).
Dios no hace responsables a los hombres por las tinieblas en que viven antes de que la luz brille en sus corazones (ver Juan 15:22; cf. Eze. 3:18-21; 18:2-32; 33:12-20; Luc. 23:34; 1Tim. 1:13).
Dios ama a los pecadores, y por esto envió a su Hijo
para salvarlos (ver com. Juan 1:45, 9-12; 3:16; cf. Mat. 9:13). Pero cuando
llega la luz y los hombres prefieren las tinieblas, se condenan a sí mismos
delante de Dios (Juan 3:19), "y no queda más sacrificio por los [sus]
pecados" (Heb. 10:26; cf. Sant. 4:17).
Conocimiento. Gr. epígnosis, "pleno conocimiento" (BJ).
Las personas aquí incluidas están plenamente conscientes de los resultados de
la conducta que han elegido.
Verdad. La "verdad" acerca del amor del Padre por
los pecadores, como se revela en el plan de salvación y en la dádiva de su Hijo
(cf cap. 2:1-3).
No queda más sacrificio. La ley mosaica dictaminaba pena
de muerte -no sacrificios para los renegados persistentes (ver com. vers. 28) como
lo fueron Nadab y Abiú (Lev. 10:1-5), Coré, Datán y Abiram y sus 250 seguidores
(Núm. 16:1-35). El Señor no hubiera aceptado sacrificios por o a favor de esas
personas pues los sacrificios sólo tenían valor si representaban corazones
arrepentidos.
27. Horrenda expectación. "Una terrible
expectación".
Juicio. Gr. krísis, "juicio", con el sentido de
la ejecución de la sentencia, en este caso la sentencia final, como es evidente
por la expresión adicional "hervor de fuego" (ver com. Hech. 17:31;
Heb. 9:27).
Hervor de fuego. O "furia del fuego"
(BJ); es decir, el fuego del último día (2 Ped. 3: 7, 10-12; Apoc. 20:9-15). Se
hace referencia a la intensidad del fuego, no a la actitud divina que halla expresión
en el fuego (ver com. Rom. 1:18).
Devorar. O "acabar", "consumir".
Los adversarios. Los pecadores deliberados y
obstinados del vers. 26.
28. Viola. Gr. athetéÇ, "negarse a reconocer",
"rechazar", "anular". Los que "desechaban" la ley
de Moisés lo hacían actuando en abierta violación de sus preceptos. Despreciaban
la autoridad de la ley y desafiaban la jurisdicción que tenía sobre ellos.
Ley de Moisés. Se hace referencia a todo el código legal
promulgado por Moisés bajo la dirección divina, particularmente como se
registra en el libro de Deuteronomio 31:24-26.
De dos o de tres testigos. En el caso de un crimen grave,
por ejemplo, un asesinato, Moisés estipulaba que debían concordar por lo menos
dos testigos en cuanto a los detalles esenciales, antes de que pudiera
pronunciarse un veredicto de culpabilidad (Debut. 17:6; cf. com. Mat. 26:60;
ver t. V, p. 527). Esta estipulación misericordioso y sabia tenía el propósito
de desalentar falsas acusaciones, y de asegurar que hubiera justicia. Este
mismo principio es válido en la actualidad.
Muere irremisiblemente. No había posibilidad de
apelación. No había una corte superior que extendiera misericordia. No había
escapatoria para el castigo que prescribía la ley. Los apóstatas reconocidos
como tales, debían morir para que su influencia no se propagara a otros.
29. Mayor castigo. O "más severa
retribución". La muerte era el castigo más severo posible bajo la ley de
Moisés. Privaba a la persona de la vida. Pero el "hervor de fuego que ha
de devorar a los adversarios" del Señor (vers. 27) en el último día,
privará a los desobedientes de la vida eterna. Habrá una resurrección luego de
la primera muerte, pero no después de la segunda y, por lo tanto, la segunda
muerte será un "mayor castigo".
¿Pensáis ... ? La verdad que aquí se expone es mucho más enfática,
pues se presenta en forma de pregunta.
Merecerá. La decisión del castigo depende del gran juez del
universo.
Pisoteare. Es decir, un desprecio deliberado (cf. Mat. 7:6). Estas
personas no sólo rechazan la oferta de misericordia de Cristo, sino que no
escatiman esfuerzos para hacer saber que menosprecian el ofrecimiento de
Cristo.
Hijo de Dios. Ver com. Luc. 1:35.
Tuviere por. Es decir, considerase.
Inmunda. Literalmente "común". El que rechaza el
amor de Dios no aprecia el valor supremo de ese don. Su proceder está en agudo
contraste con el del mercader de buenas perlas (ver Mat. 13:45-46) y el del
hombre que descubrió un tesoro escondido en el campo (vers. 44).
Sangre del pacto. Es decir, la sangre de Cristo,
por la cual se hacen efectivas las estipulaciones del nuevo pacto (ver cap.
9:11-26).
Fue santificado. Este apóstata profesó una vez
aceptar la salvación por medio de la gracia expiatorio de Cristo, que apreciaba
lo que ahora desprecia; de esa manera dio un testimonio inconsciente de que su
proceder actual no se debe a su ignorancia.
Hiciere afrenta. Gr. enubrízo,
"insultar", "ultrajar". El rechazo persistente a las
insinuaciones del Espíritu Santo refleja un desprecio por ellas. Acerca de las
diversas formas en que los hombres pueden afrentar al Espíritu Santo y cometer
el pecado imperdonable, ver com. Mat. 12:31-32; Efe. 4:30.
Espíritu de gracia. El Espíritu es el instrumento
mediante el cual la gracia de Cristo es aplicada a cada pecador arrepentido.
30. Venganza. La cita es de Debut. 32:35. Ver com. Rom. 12:19.
Yo daré el pago. El Señor "pagará a cada uno
conforme a sus obras (Rom. 2:5-10; cf. Apoc. 22:12). En el gran día del juicio
final, los que hayan despreciado la misericordia de Dios y afrentado a su
Espíritu, no podrán esperar misericordia. Recibirán plenamente su merecido.
Juzgará. Cita de Debut. 32:36 que repite el pensamiento del
vers. 35.
31. Horrenda cosa. Es espantoso imaginarse el terror
que sobrecogerá a los pecadores cuando comparezcan ante la presencia del Dios
justo (cf. Apoc. 6:14-17). ¡Cuánto más espantoso será pasar por esa
experiencia!
Caer en manos. Muchos olvidan que aunque Dios es, sin duda alguna,
"misericordioso y piadoso... de ningún modo tendrá por inocente al
malvado" (Exo. 34:67). Los que desprecian la misericordia de Dios nunca
deben olvidar que "todo lo que el hombre sembrare, eso también
segará" (Gál. 6:7).
Del Dios vivo. ¡Dios vive! Sus advertencias de castigo no deben ser tomadas como puras amenazas, parecidas a las que se pronuncian en nombre de una deidad pagana que no es sino madera o piedra (ver Isa. 37:19).
32. Traed a la memoria. El autor se dirige de nuevo a sus
lectores, quienes podían comprender lo que él quería decirles si reflexionaban
en su experiencia pasada como cristianos.
Los días pasados. Es decir, las experiencias por
las que habían pasado poco después de su conversión. Los lectores que en primer
lugar fueron tenidos en cuenta en el libro de Hebreos, eran judíos (ver pp.
403-404). Como puede verse en varios pasajes del libro de los Hechos, los
judíos incrédulos persiguieron desde el principio a sus hermanos en la carne
que aceptaban el cristianismo.
Después de haber sido iluminados. Iluminados por
la luz del Evangelio.
Sostuvisteis. "Hubisteis de soportar" (BJ). Aquellos a
quienes se dirige el autor habían soportado pacientemente persecuciones y
penalidades en el pasado, ¿por qué tenían ahora que desanimarse?
Combate. Gr. áthelesis, "contienda",
"lucha", "prueba". Después de haber librado un "gran
combate", deberían estar bien preparados para enfrentarse a las
aflicciones presentes. La naturaleza de este "gran combate de
padecimientos" continúa explicándose en los vers. 33-34.
33. Por una parte. O "unas veces" (BJ).
Vituperios. Gr. oneidismós, "insulto",
"injuria", "deshonor".
Tribulaciones. O "sufrimientos", incluso quizá
vicisitudes como ser desheredados, sufrir el ostracismo social y la privación
de los medios para ganarse la vida.
Hechos espectáculo. Gr. theatrízo, "ofrecer como
espectáculo", "exponer a la vergüenza". Antiguamente los criminales eran expuestos a
menudo al ridículo público, y después eran ejecutados en un circo o teatro.
Compañeros. Aunque no hubieran sido perseguidos directamente,
habían estado dispuestos a participar de los "vituperios y
tribulaciones" a que estaban sometidos sus hermanos. En el versículo
siguiente se cita un ejemplo específico de su compañerismo en el sufrimiento.
34. De los presos. Si bien algunos manuscritos dicen "de las prisiones" y otros rezan "de mis prisiones", la evidencia textual favorece (cf p. 10) el texto de la RVR.
Debido a las variantes del texto griego, no se sabe con certeza si el autor se refiere específicamente a una experiencia personal anterior, o si quizá se incluye entre los varios presos que menciona colectivamente con "los que estaban" (vers. 33).
Cf Efe. 3:1, 2Tim. 1:8.
Os compadecisteis. Literalmente "sufristeis
con". Esta compasión sin duda incluía las visitas que recibió Pablo
mientras estaba en la prisión y también alimento que le habían llevado para
complementar la escasa ración de la cárcel.
Despojo. O "arrebato". Algunos habían sufrido la
confiscación de sus propiedades y pertenencias personales.
Con gozo. Ver com. Mat. 5:12; Sant. 1:2; cf. 1Ped. 4:13.
Sabiendo que tenéis en vosotros. La evidencia textual favorece
(cf. p. 10) la variante "sabiendo vosotros mismos que tenéis"; es
decir, sabiendo que vosotros tenéis.
Mejor. O "preferible", "más útil",
"más ventajosa".
Herencia. O "riqueza" (BJ), "posesión".
En los cielos. La evidencia textual establece (cf. p. 10) la
omisión de estas palabras. Las omiten la BJ, BA, BC y NC. Pero no puede haber
duda de que la "perdurable herencia" está "en los cielos"
(cf. Mat. 6:19-2l).
35. No perdáis. Como evidentemente le sucedía a algunos
(ver. 25). "No perder" equivale a "mantenerse firme" (vers.
23). Ver com. Mat. 24:13; Heb. 3:14.
Confianza. Gr. parresía (ver com. cap. 3:6).
Galardón. El "galardón" de la fidelidad es la vida
eterna (ver com. Rom. 2:6-7).
36. Paciencia. La paciencia es una virtud positiva; significa
perseverancia, persistencia y acción a pesar del cansancio, el desánimo y los
obstáculos que puedan interponerse en el camino.
Habiendo hecho la voluntad de Dios. En cuanto a la
importancia de hacer la voluntad de Dios, ver com. Mat. 7:21-27.
La promesa. Es decir, el galardón prometido, la vida eterna. Así
como un atleta recibe el premio después de una actuación triunfante, así
también el cristiano recibe "la promesa" después de haber "hecho
la voluntad de Dios". En el libro de Hebreos "la promesa" se
refiere específicamente a lo que se llama el "reposo" de Dios y
"la herencia eterna" (cap. 4:1; 9:15; cf. cap. 11:13).
37. Un poquito. El griego denota poquísimo
tiempo; "un poquito, tantico, tantico" (BC). Ver Nota Adicional de
Rom. 13.
El que ha de venir. O Aquel que ha prometido volver
(Juan 14:1-3). Cf. Luc. 21:27; Sant. 5:8.
Tardará. Gr. jronízo, "pasar tiempo",
"demorar". Cf. Hab. 2:3 (LXX), donde se usa el mismo verbo griego. Puede
parecer que las promesas de Dios demoran mucho en cumplirse, pero su
cumplimiento es finalmente seguro.
38. El justo. La primera parte del versículo es una cita de Hab.
2:4 (ver este comentario y el de Rom. 1:17; cf. Gál. 3:11). "El
justo" debe vivir "por fe" mientras espera la prometida- venida
de Cristo; por fe debe soportar pacientemente los tiempos difíciles que
precederán al advenimiento del Señor.
Si retrocediera. Es decir, si perdiere su
confianza (vers. 35).
No agradará. Los que "retroceden" en el camino de la
fe nunca podrán esperar oír las palabras: "Bien, buen siervo y fiel...
entra en el gozo de tu señor" (Mat. 25:21).
Mi alma. Una expresión bíblica usual que significa
"yo" (ver com. Sal. 16:10).
39. Nosotros no somos de los que retroceden. El autor
incluye hábilmente a todos sus lectores en el grupo de los que vivirán
"por fe" (vers. 38). La admonición de los vers. 23-36 sugiere que
algunos de ellos estaban en peligro de retroceder "para perdición";
pero el autor desecha ahora el pensamiento de que en realidad alguno de ellos
retroceda.
Perdición. Es decir, la destrucción final (ver com. Juan 17:12).
Preservación. Gr. peripóiesis, "adquisición",
"conservación". Ver com. Efe.
1:14, en donde peripóiesis se ha traducido "posesión adquirida".
NOTA ADICIONAL DEL
CAPÍTULO 10.
En la Biblia repetidas veces se
hace referencia al gran plan que Dios ideó para la salvación de los seres
humanos, plan que tiene como centro y fundamento. El sacrificio de nuestro
Señor en el Calvario y su ministerio en el cielo por nosotros. Cuando Dios
llamó a un pueblo escogido como suyo, una de sus primeras revelaciones a ese
pueblo fue acerca del plan de salvación. Dios instruyó a Moisés para que le
construyera un santuario a fin de poder habitar "en medio de ellos"
(ver com. Exo. 25:8).
Ese santuario estaba dividido en
dos compartimientos (ver com. Exo. 26:31-37), en cada uno de los cuales se
colocaron ciertos muebles muy importantes. En el primer compartimiento estaban
la mesa de los panes de la proposición, el candelero de siete brazos y el altar
del incienso; cada día se celebraban allí determinados servicios. En el segundo
compartimiento estaba el arca del pacto, y en ese lugar se celebraba sólo un
servicio en el día cumbre del ciclo anual: el día de la expiación. En relación
con los servicios que se celebraban en ambos compartimientos, se ofrecían
sacrificios de animales y se derramaba su sangre (ver t. I, pp. 710-723).
Este santuario fue hecho de acuerdo con un "modelo" que le fue mostrado a Moisés "en el monte" (Exo. 25:40; ver com. Exo. 25:9; Hech. 7:44). En el cielo se halla el original, del cual el santuario terrenal era una "sombra" (ver com. Heb. 8:5; 9:23).
El apóstol Juan, a quien le fueron reveladas repetidas vislumbres proféticas del cielo, dice que "fue abierto en el cielo el templo del tabernáculo del testimonio" (ver com. Apoc. 15:5). En ese templo vio en visión celestial el "arca" (cap. 11:19), y también el altar del incienso (ver com. cap. 8:3).
Pablo, el autor de Hebreos, habla de
nuestro "sumo sacerdote" en el cielo (Heb. 3:1; 9:24), quien se
sacrificó "una vez para siempre" y derramó su sangre en favor de los
pecadores que se arrepientan (ver com. cap. 9:24-26; 10:12).
Por éstos y otros pasajes que
podrían citarse es evidente que el santuario terrenal con sus dos
compartimientos y su ciclo de servicios, es una "sombra" o bosquejo
de la obra de Cristo por los pecadores en el Calvario y en el cielo. Es muy
probable que podamos hablar con más seguridad acerca de los servicios del
santuario que de cualquier otro aspecto de lo que Dios ha hecho para
relacionarse con el hombre, porque allí se presenta delante de nosotros, tan
fielmente como pueden hacerlo los símbolos del santuario terrenal, el gran
original que se halla en el ciclo.
Por lo que nos enseña el
santuario terrenal podemos deducir ciertas conclusiones acerca del celestial.
El ministerio terrenal no podía
comenzar hasta que el sacerdote no hubiera ofrecido un sacrificio; Cristo
comenzó su obra como nuestro sumo sacerdote en el santuario celestial después
de ofrendarse a sí mismo. El santuario terrenal tenía dos fases o etapas que se
llevaban a cabo en sus dos compartimientos o divisiones; el celestial tiene
también esas dos etapas. El servicio del santuario terrenal se desarrollaba en
su primera etapa y compartimiento hasta que llegaba el día más solemne de
todos: el día de expiación. El servicio del santuario celestial estuvo
vinculado con la primera etapa hasta ese día, ya cerca del fin de Ia historia
de la tierra, cuando nuestro gran sumo sacerdote entró en la segunda fase o
etapa de su ministerio sacerdotal. La profecía de Dan. 8:14 (ver comentario
respectivo) y la de Dan. 9:25, nos muestran que Cristo comenzó esa segunda fase
en 1844.
Sin embargo, como se ha hecho notar
en el comentario de Exo. 25:9, es vano especular en cuanto a las dimensiones,
la apariencia exacta, o la disposición precisa del santuario celestial, pues
"ningún edificio terrenal podría representar la grandeza y la gloria del
templo celestial" (PP 371). El hombre es la "imagen de Dios"
(Gén. 1:27), y sin embargo sólo Cristo es "la misma imagen de su
sustancia" (Heb. 1:3).
El santuario terrenal fue hecho conforme al modelo celestial; era, pues, una vívida representación de los diferentes aspectos del ministerio de Cristo en favor del hombre caído (PP 371). Podemos hablar correctamente del "lugar santo" y del "lugar santísimo" del santuario celestial, pues al hacerlo usamos el lenguaje y los símbolos del santuario terrenal (Exo. 26:33-34) para entender, de la mejor manera posible, la verdad concerniente al santuario celestial.
Pero
al basarnos en lo que conocemos del terrenal, no debemos permitir que ningún
tipo de perplejidad en la comprensión del santuario celestial opaque en nuestra
mente las grandes verdades enseñadas por esa "sombra" terrenal, una
de las cuales es que el ministerio de Cristo en nuestro favor se lleva a cabo
en dos fases o en "dos grandes divisiones" (PP 371).
Esta verdad es vital para la
debida comprensión de la obra de nuestro gran sumo sacerdote. Para un estudio más completo de este tema,
pueden leerse los comentarios de los textos citados.
La Epístola a los Hebreos trata de la obra de Cristo como nuestro sumo sacerdote.
En ciertos casos, por ejemplo,
el cap. 9, Pablo habla de dos compartimientos del tabernáculo terrenal y le da
cierta aplicación al ministerio de Cristo en el cielo. Por lo tanto, este libro
veces ha sido el centro de una discusión teológica en cuanto a la
interpretación de las palabras de Pablo acerca de dicho tema, particularmente
en cuanto a si enseña que hay dos compartimientos en el santuario celestial, o
"dos grandes divisiones" del ministerio sacerdotal de Cristo.
Este Comentario sostiene
firmemente que el ministerio celestial de Cristo se lleva a cabo en "dos
grandes divisiones", o empleando el simbolismo de las Escrituras, en el
"lugar santo" y después en el "lugar santísimo" del
santuario celestial (ver especialmente com. Exo. 25:9; Dan. 8:14); pero
considera que no ha de buscarse en el libro de Hebreos una presentación
definitiva de este asunto.
Los primeros cristianos de origen judío estaban muy perplejos con el problema de si debían participar o no en los servicios realizados en el santuario terrenal, que ellos y sus antepasados habían considerado durante mil quinientos años como centro y fundamento de la verdadera vida religiosa (ver t. VI, pp. 32-35), Pablo procura mostrar por medio de una serie de paralelos y de contrastes, que ya no debían consagrar su lealtad y dedicación al santuario terrenal porque Dios ya había establecido aquello de lo cual lo terrenal no era sino una "sombra" (ver la Introducción a Hebreos, pp. 404-407), donde hay una amplia lista de esos paralelos).
Por ejemplo, el autor de Hebreos habla del sacerdote inmortal del
cielo, comparado con los sacerdotes mortales de la tierra (ver com. Heb. 7:23-24,
28), del sacrificio incomparable de Cristo en contraste con el sacrificio de
animales (ver com. cap. 9:11-14, 23-26; 10:11-14); y llega a la grandiosa conclusión
de que ahora hay un "tanto mejor ministerio" (ver com. cap. 8:6) al
alcance de los hijos de Dios. Ya no necesitamos recurrir más a sacerdotes
terrenales para presentar ante Dios nuestras súplicas en busca de perdón. Nosotros
podemos ahora ir directa y confiadamente al trono de la gracia en virtud de
nuestro gran sumo sacerdote celestial (ver com. cap. 4:14-16; 10:19-22).
Pablo tenía que establecer esta
verdad fundamental de la inmensa superioridad del santuario celestial, para
persuadir a los cristianos de origen judío a apartar para siempre su atención
de los sacerdotes y del santuario terrenal para fijarla en el gran Sacerdote y
en el santuario celestial. Pablo
concentra sobre esta verdad su apasionado tema acerca del santuario. Este
Comentario sostiene que si las declaraciones de Pablo en Hebreos se comparan
con otros pasajes bíblicos que tratan más ampliamente con las "dos grandes
divisiones" del servicio del santuario, aparece nítidamente un cuadro
bíblico muy completo en cuanto a la naturaleza y a la preeminencia del
ministerio de Cristo por nosotros como sumo sacerdote. (7CBA).
COMENTARIOS DE EGW
5-7. DTG 14. EL PLAN DE NUESTRA REDENCIÓN NO FUE
UNA REFLEXIÓN ULTERIOR, formulada después de la caída de Adán. Fue una
revelación "del misterio que por tiempos eternos fue guardado en
silencio." Rom. 16:25.
FUE UNA
MANIFESTACIÓN DE LOS PRINCIPIOS QUE DESDE EDADES ETERNAS habían sido
el fundamento del trono de Dios. Desde el principio, Dios y Cristo sabían de la
apostasía de Satanás y de la caída del hombre seducido por el apóstata. Dios 14
no ordenó que el pecado existiese, sino que previó su existencia, e hizo provisión
para hacer frente a la terrible emergencia.
TAN GRANDE FUE SU AMOR POR EL MUNDO, que se
comprometió a dar a su Hijo unigénito "para que todo aquel que en él cree,
no se pierda, más tenga vida eterna." Juan 3:16.
Lucifer había
dicho: "Sobre las estrellas de Dios ensalzaré mi trono,... seré semejante
al Altísimo."*(Isaías 14:13,14). Pero Cristo, "existiendo en forma de
Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que debía aferrarse; sino que
se desprendió de ella, tomando antes la forma de un siervo, siendo hecho en
semejanza de los hombres."* (Filipenses 2:6,7).
ESTE FUE UN
SACRIFICIO VOLUNTARIO. Jesús podría haber permanecido al lado del
Padre. Podría haber conservado la gloria del cielo, y el homenaje de los
ángeles. Pero prefirió devolver el cetro a las manos del Padre, y bajar del
trono del universo, a fin de traer luz a los que estaban en tinieblas, y vida a
los que perecían.
HACE CASI DOS MIL
AÑOS, se oyó en el cielo una voz de significado misterioso que,
partiendo del trono de Dios, decía: "He aquí yo vengo."
"Sacrificio y ofrenda, no los quisiste; empero un cuerpo me has
preparado.... He aquí yo vengo (en el rollo del libro está escrito de mí), para
hacer, oh Dios, tu voluntad."* (Hebreos 10:5-7). En estas palabras se
anunció el cumplimiento del propósito que había estado oculto desde las edades
eternas.
CRISTO ESTABA POR
VISITAR NUESTRO MUNDO, Y ENCARNARSE. Él dice: "Un cuerpo me has
preparado." Si hubiese aparecido con la gloria que tenía con el Padre
antes que el mundo fuese, no podríamos haber soportado la luz de su presencia.
A fin de que pudiésemos contemplarla y no ser destruidos, la manifestación de
su gloria fue velada. Su divinidad fue cubierta de humanidad, la gloria
invisible tomó forma humana visible.
ESTE GRAN PROPÓSITO
HABÍA SIDO ANUNCIADO POR MEDIO DE FIGURAS Y SÍMBOLOS. La zarza ardiente, en
la cual Cristo apareció a Moisés, revelaba a Dios. El símbolo elegido para
representar a la Divinidad era una humilde planta que no tenía atractivos
aparentes. Pero encerraba al Infinito. El Dios que es todo misericordia velaba
su gloria en una figura muy humilde, a fin de que Moisés pudiese mirarla y
sobrevivir. Así también en la columna de nube de día y la columna de fuego de
noche, Dios 15 se comunicaba con Israel, les revelaba su voluntad a los
hombres, y les impartía su gracia.
LA GLORIA DE DIOS
ESTABA SUAVIZADA, Y VELADA SU MAJESTAD, a fin de que la débil visión de los
hombres finitos pudiese contemplarla. Así Cristo había de venir en "el
cuerpo de nuestra bajeza,"* (Filipenses 3:21). "hecho semejante
a los hombres." A los ojos del mundo, no poseía hermosura que lo hiciese
desear; sin embargo era Dios encarnado, la luz del cielo y de la tierra. Su
gloria estaba velada, su grandeza y majestad ocultas, a fin de que pudiese
acercarse a los hombres entristecidos y tentados.
16. CC 60. DOS ERRORES PELIGROSOS. Hay dos errores
contra los cuales los hijos de Dios, particularmente los que apenas han
comenzado a confiar en su gracia, deben especialmente guardarse.
1. El Primero, sobre el que ya se ha
insistido, es el de fijarse en sus propias obras, confiando en alguna cosa que
puedan hacer, para ponerse en armonía con Dios. El que está procurando llegar a
ser santo mediante sus propios esfuerzos por guardar la ley, está procurando
una imposibilidad. Todo lo que el hombre puede hacer sin Cristo está
contaminado de amor propio y pecado. Solamente la gracia de Cristo, por medio
de la fe, puede hacernos santos.
2. El Error Opuesto y no menos peligroso
es que la fe en Cristo exime a los hombres de guardar la ley de Dios; que
puesto que solamente por la fe somos hechos participantes de la gracia de
Cristo, nuestras obras no tienen nada que ver con nuestra redención.
Pero nótese aquí
que la obediencia no es un mero cumplimiento externo, sino un servicio de amor.
La ley de Dios es una expresión de 60 su misma
naturaleza; es la personificación del gran principio del amor y, en
consecuencia, el fundamento de su gobierno en los cielos y en la tierra. Si
nuestros corazones son regenerados a la semejanza de Dios, si el amor divino es
implantado en el corazón, ¿no se manifestará la ley de Dios en la vida?
Cuando es implantado
el principio del amor en el corazón, cuando el hombre es renovado conforme a la
imagen del que lo creó, se cumple en él la promesa del nuevo pacto:
"Pondré mis leyes en su corazón, y también en su mente las escribiré"
(Hebreos 10:16). Y si la ley está escrita en el corazón, ¿no modelará la vida?
La obediencia, es decir, el servicio y la lealtad de amor, es la verdadera
prueba del discipulado. Siendo así, la Escritura dice: “Este es el amor de
Dios, que guardemos sus mandamientos" "El que dice: Yo le conozco, y
no guarda sus mandamientos, es mentiroso, y no hay verdad en él" (1
Juan 5:3; 2:4).
En vez de que la fe
exima al hombre de la obediencia, es la fe, y sólo ella, la que lo hace
participante de la gracia de Cristo y lo capacita para obedecerlo.
No ganamos la
salvación con nuestra obediencia; porque la salvación es el don gratuito de
Dios, que se recibe por la fe. Pero la obediencia es el fruto de la fe.
"Sabéis que él fue manifestado para quitar los pecados, y en él no hay
pecado. Todo aquel que mora en él no peca; todo aquel que peca no le ha visto,
ni le ha conocido". (1 Juan 3: 5, 6).
He aquí la verdadera
prueba. Si moramos en Cristo, si el amor de Dios mora en nosotros, nuestros
sentimientos, nuestros pensamientos, nuestras acciones, tienen que 61 estar
en armonía con la voluntad de Dios como se expresa en los preceptos de su santa
ley. "¡Hijitos míos, no dejéis que nadie os engañe! el que obra justicia
es justo, así como él es justo""(1 Juan 3:7). Sabemos lo que es
justicia por el modelo de la santa ley de Dios, como se expresa en los Diez
Mandamientos dados en el Sinaí.
Esa así llamada fe
en Cristo, que según se declara exime a los hombres de la obligación de la
obediencia a Dios, no es fe sino presunción.
"Por gracia sois
salvos, por medio de la fe". Más "la fe, si no tuviere obras, es de
suyo muerta' (Efesios 2:8; Santiago 2:7). Jesús dijo de sí mismo antes de venir
al mundo: "Me complazco en hacer tu voluntad, oh Dios mío, y tu ley está
en medio de mi corazón" (Salmo 40:8).
19-20. DGT 36. JOSÉ Y MARÍA ERAN
POBRES; Y CUANDO 36 VINIERON CON EL NIÑO, el
sacerdote no vio sino a un hombre y una mujer vestidos como los galileos, y con
las ropas más humildes. No había en su aspecto nada que atrajese la atención, y
presentaban tan sólo la ofrenda de las clases más pobres.
EL SACERDOTE
CUMPLIÓ LA CEREMONIA OFICIAL. Tomó al niño en sus brazos, y le
sostuvo delante del altar. Después de devolverlo a su madre, inscribió el
nombre "Jesús" en el rollo de los primogénitos. No sospechó, al tener
al niñito en sus brazos, que se trataba de la Majestad del Cielo, el Rey de
Gloria. No pensó que ese niño era Aquel de quien Moisés escribiera: "El
Señor vuestro Dios os levantará profeta de vuestros hermanos, como yo; a él
oiréis en todas las cosas que os hablare."(Hechos 3:22). No pensó que ese
niño era Aquel cuya gloria Moisés había pedido ver. Pero el que estaba en los brazos
del sacerdote era mayor que Moisés; y cuando dicho sacerdote registró el nombre
del niño, registró el nombre del que era el fundamento de toda la economía
judaica.
Este nombre había
de ser su sentencia de muerte; pues el sistema de sacrificios y ofrendas
envejecía; el tipo había llegado casi a su prototipo, la sombra a su substancia. La presencia
visible de Dios se había apartado del santuario, más en el niño de Belén estaba
velada la gloria ante la cual los ángeles se postran.
ESTE NIÑO
INCONSCIENTE ERA LA SIMIENTE PROMETIDA, señalada por el
primer altar erigido ante la puerta del Edén. Era Shiloh, el pacificador. Era
Aquel que se presentara a Moisés como el YO SOY. Era Aquel que, en la columna
de nube y de fuego, había guiado a Israel. Era Aquel, que de antiguo predijeran
los videntes. Era el Deseado de todas las gentes, la Raíz, la Posteridad de
David, la brillante Estrella de la Mañana. El nombre de aquel niñito impotente,
inscrito en el registro de Israel como Hermano nuestro, era la esperanza de la
humanidad caída. El niño por quien se pagara el rescate era Aquel que había de
pagar la redención de los pecados del mundo entero. Era el verdadero "gran
sacerdote sobre la casa de Dios," la cabeza de "un sacerdocio
inmutable," el intercesor "a la diestra de la Majestad en las
alturas." (Hebreos 10:21; 7:24; 1:3). Las cosas espirituales se disciernen
espiritualmente.
21-22. 1JT 484. Se conducía
fuera del campamento a la vaquillona destinada al sacrificio, y se la mataba en
medio de una imponente ceremonia. Así sufrió Cristo fuera de las puertas de
Jerusalén, porque el Calvario estaba fuera de las murallas de la ciudad. Esto
era para demostrar que Cristo no moría sólo por los hebreos, sino por toda la
humanidad. Proclama a un mundo caído que ha venido para ser su Redentor, y le
insta a aceptar la salvación que le ofrece. Una vez degollada la vaquillona en
el transcurso de una ceremonia solemnísima, el sacerdote, ataviado con limpias
vestiduras blancas recogía en sus manos la sangre mientras fluía del cuerpo de
la víctima y la arrojaba siete veces hacia el templo. "Y teniendo un gran
sacerdote sobre la casa de Dios, lleguémonos con corazón verdadero, en plena
certidumbre de fe, purificados los corazones de mala conciencia y lavados los
cuerpos con agua limpia." (Heb. 10:21,22.)
El cuerpo de la vaquillona se
reducía a cenizas, lo cual significaba un sacrificio completo y amplio. Luego,
una persona que no había sido contaminada por el contacto con los muertos
recogía las cenizas, y las colocaba en una vasija que contenía agua de un
arroyo. Esta persona limpia y pura
tomaba luego un palo de cedro con un trapo escarlata y un manojo de hisopo y
asperjaba el contenido de la vasija sobre el tabernáculo y la gente congregada.
La ceremonia se repetía varias veces a fin de ser cabal, y se hacía como
purificación del pecado.
Así también Cristo, con su propia
justicia inmaculada, después 485 de derramar su preciosa sangre entra en el
lugar santo a purificar el santuario. Y allí la corriente carmesí inicia el
servicio de reconciliación entre Dios y el hombre. Algunos pueden considerar el
sacrificio de la vaquillona como una ceremonia sin significado; pero se
ejecutaba de acuerdo con la orden de Dios, y encierra un profundo significado
que no ha perdido su aplicación en nuestro tiempo.
El sacerdote usaba cedro e
hisopo, lo sumergía en el agua de la purificación, y con ello rociaba lo
inmundo. Esto simbolizaba la sangre de Cristo derramada para limpiarnos de las
impurezas morales. Las repetidas aspersiones ilustran el carácter cabal de la
obra que debe realizarse en favor del pecador arrepentido. Todo lo que éste
tiene debe ser consagrado. No sólo debe purificar su propia alma, sino que debe
esforzarse porque su familia, sus arreglos domésticos, su propiedad y todo lo que
le pertenece, quede consagrado a Dios.
Después de rociar con hisopo la
tienda, sobre la puerta de aquellos que habían sido purificados se escribía:
"No soy mío, Señor; soy tuyo." Así debe ser con los que profesan ser
purificados por la sangre de Cristo. Dios no es menos exigente ahora que en
tiempos antiguos. En su oración, el
salmista se refiere a esta ceremonia simbólica cuando dice: "Purifícame
con hisopo, y seré limpio: lávame, y seré emblanquecido más que la nieve."
"Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio; y renueva un espíritu recto
dentro de mi." "Vuélveme el gozo de tu salud; y el espíritu libre me
sustente." (Sal. 51: 7,10,12).
La sangre de Cristo es eficaz,
pero necesita ser aplicada continuamente.
No sólo quiere Dios que sus siervos empleen para su gloria los recursos
que les ha confiado, sino que desea que se consagren ellos mismos a su causa.
Hermanos míos, si os habéis vuelto egoístas y estáis privando al Señor de
aquello que debierais dar alegremente para su servicio, entonces necesitáis que
se os aplique cabalmente la sangre de la aspersión, para consagramos vosotros y
todos vuestros bienes a Dios. 486
25. 3JT 31.
El trato de Dios con su pueblo debe mencionarse con frecuencia. ¡Cuán a
menudo levantó el Señor, en su trato con el antiguo Israel, los hitos del
camino! A fin de que no olvidasen la historia pasada, ordenó a Moisés que
inmortalizase esos acontecimientos en cantos, a fin de que los padres pudiesen
enseñárselos a sus hijos. Habían de levantar monumentos recordativos bien a la
vista. Debían esmerarse para conservarlos, a fin de que cuando los niños
preguntasen acerca de esas cosas, les pudiesen repetir toda la historia. Así
eran recordados el trato providencial y la señalada bondad y misericordia de
Dios en su cuidado y liberación de su pueblo. Se nos exhorta a traer "a la
memoria los días pasados, en los cuales, después de haber sido iluminados,
sufristeis gran combate de aflicciones." (Heb. 10:32.) El Señor ha obrado
como un Dios 31 realizador de prodigios en favor de su pueblo en esta
generación. Es necesario recordar con
frecuencia a los hermanos y ancianos, la historia pasada de la causa de Dios.
Necesitamos relatar a menudo la bondad de Dios y alabarle por, sus obras
admirables.
Aunque se nos exhorta a no dejar
nuestras reuniones, esas asambleas no han de ser meramente para nuestro
refrigerio. Debemos sentir mayor celo para impartir el consuelo que hemos
recibido. Debemos ser muy celosos para la gloria de Dios y no atraerle oprobio,
ni aun por la tristeza de nuestro rostro ni por palabras imprudentes, como si
los requerimientos de Dios restringieran nuestra libertad. Aun en este mundo de
pesar, desengaño y pecado, desea el Señor que estemos alegres y fuertes en su
fortaleza. Todo el ser tiene el privilegio de dar un testimonio decidido en
todo respecto. Mediante nuestro
semblante, genio, palabras y carácter, debemos testificar que el servicio de
Dios es bueno. Así proclamamos que "la ley de Jehová es perfecta, que
vuelve el alma." (Sal. 19:7.)
La fase alegre y alentadora de
nuestra religión será representada por todos los que se consagran diariamente a
Dios. No debemos deshonrar a Dios con un lastimero relato de las pruebas que
parecen gravosas. Todas las pruebas que se reciban como medios de educarnos
producirán gozo. Toda la vida religiosa será elevadora y ennoblecedora, fragante
de buenas palabra y obras. Agrada al enemigo que las almas estén deprimidas,
abatidas, llorosas y gemebundas; quiere que así sean precisamente las
impresiones que deje el efecto de nuestra fe. Pero Dios quiere que la mente no
se rebaje a un nivel inferior. Desea que cada alma triunfe con el poder
custodio del Redentor. El salmista dice: "Dad a Jehová, oh hijos de
fuertes, dad a Jehová la gloria y la fortaleza. Dad a Jehová la gloria debida a
su nombre: humillaos a Jehová en el glorioso santuario." "Glorificarte he, oh Jehová; porque me
has ensalzado, y no hiciste a mis enemigos alegrarse de mí. Jehová Dios mío, a ti clamé y me sanaste. . .
. Cantad a Jehová, vosotros sus santos, 32 y celebrad la memoria de su
santidad." (Sal. 29:1,2; 30:1-4.)
La iglesia de Dios en la tierra
es una con la iglesia de Dios en el cielo.
Los creyentes de la tierra y los seres del cielo que nunca han caído
constituyen una sola iglesia. Todo ser celestial está interesado en las
asambleas de los santos que en la tierra se congregan para adorar a Dios. En el
atrio interior del cielo escuchan el testimonio que dan los testigos de Cristo
en el atrio exterior de la tierra, y las alabanzas de los adoradores de este
mundo hallan su complemento en la antífona celestial, y el loor y el regocijo
repercuten por todos los atrios celestiales porque Cristo no murió en vano por
los caídos hijos de Adán. Mientras que los ángeles beben en el manantial
principal, los santos de la tierra beben los raudales puros que fluyen del
trono y alegran la ciudad de nuestro Dios. ¡Ojalá que todos pudiesen comprender
cuán cerca está el cielo de la tierra! Aun cuando los hijos nacidos en la
tierra no lo saben, tienen ángeles de luz por compañeros. Un testigo silencioso
vela sobre toda alma, tratando de atraerla a Cristo. Mientras haya esperanza,
hasta que los hombres resistan al Espíritu Santo para eterna ruina suya, son
guardados por los seres celestiales. Recordemos todos que en cada asamblea de
los santos realizada en la tierra, hay ángeles de Dios escuchando los
testimonios, himnos y oraciones. Recordemos que nuestras alabanzas quedan
suplidas por los coros de las huestes angélicas en lo alto.
26-27. PP 429. Coré no hubiera
tomado el camino que siguió si hubiera sabido que todas las instrucciones y
reprensiones comunicadas a Israel venían de Dios. Pero podría haberlo sabido. Dios
había dado evidencias abrumadoras de que dirigía a Israel. 429 Pero Coré y sus
compañeros rechazaron la luz hasta quedar tan ciegos que las manifestaciones
más señaladas de su poder no bastaban ya para convencerlos, Las atribuían todas
a instrumentos humanos o satánicos.
Lo mismo hicieron los que, al día
siguiente después de la destrucción de Coré y sus asociados, fueron a Moisés y
Aarón y les dijeron: "Vosotros habéis muerto al pueblo de Jehová." A
pesar de que en la destrucción de los hombres que los sedujeron, habían
recibido las indicaciones más convincentes de cuánto desagradaba a Dios el
camino que llevaban, se atrevieron a atribuir sus juicios a Satanás, declarando
que por el poder de éste Moisés y Aarón habían hecho morir hombres buenos y
santos.
Este acto selló su perdición.
Habían cometido el pecado contra el Espíritu Santo, pecado que endurece
definitivamente el corazón del hombre contra la influencia de la gracia divina.
"Cualquiera que hablare
contra el Hijo del hombre, le será perdonado: mas cualquiera que hablare contra
el Espíritu Santo, no le será perdonado" (Mat. 12:32), dijo nuestro
Salvador cuando las obras de gracia que había realizado en virtud del poder de
Dios fueron atribuidas por los judíos a Belcebú.
Por medio del Espíritu Santo es
cómo Dios se comunica con el hombre; y los que rechazan deliberadamente este
instrumento, considerándolo satánico, han cortado el medio de comunicación
entre el alma y el Cielo.
Por la manifestación de su
Espíritu, Dios obra para reprender y convencer al pecador; y si se rechaza
finalmente la obra del Espíritu, nada queda ya que Dios pueda hacer por el
alma. Se empleó el último recurso de la misericordia divina. El transgresor se
aisló totalmente de Dios; y el pecado no tiene ya cura. No hay ya reserva de poder mediante la cual
Dios pueda obrar para convencer y convertir al pecador. "Déjalo" (Ose. 4:17), es la orden
divina. Entonces "ya no queda sacrificio por el pecado, sino una horrenda
esperanza de juicio, y hervor de fuego que ha de devorar a los
adversarios." (Heb. 10:26,27.) 430
29. CS 659. Todos los que estiman en lo que valen sus intereses eternos deben
mantenerse en guardia contra las incursiones del escepticismo. Hasta los
fundamentos de la verdad serán socavados. Es imposible ponerse a cubierto de
los sarcasmos y sofismas y de las enseñanzas insidiosas y pestilentes de la
incredulidad moderna. Satanás adapta sus tentaciones a todas las clases. Asalta
a los indoctos con una burla o una mirada de desprecio, 659 mientras que se
acerca a la gente instruída con objeciones científicas y razonamientos
filosóficos propios para despertar desconfianza o desprecio hacia las Sagradas
Escrituras. Hasta los jóvenes de poca experiencia se atreven a insinuar dudas
respecto a los principios fundamentales del cristianismo. Y esta incredulidad
juvenil, por superficial que sea, no deja de ejercer su influencia. Muchos se
dejan arrastrar así al punto de mofarse de la piedad de sus padres y desafían
al Espíritu de gracia. (Hebreos 10:29.) Muchos cuya vida daba promesa de honrar
a Dios y de beneficiar al mundo, se han marchitado bajo el soplo contaminado de
la incredulidad. Todos los que fían en los dictámenes jactanciosos de la razón
humana y se imaginan poder explicar los misterios divinos y llegar al
conocimiento de la verdad sin el auxilio de la sabiduría de Dios, están presos
en las redes de Satanás.
Vivimos en el período más solemne
de la historia de este mundo. La suerte de las innumerables multitudes que
pueblan la tierra está por decidirse. Tanto nuestra dicha futura como la salvación
de otras almas dependen de nuestra conducta actual. Necesitamos ser guiados por
el Espíritu de Verdad. Todo discípulo de Cristo debe preguntar seriamente:
"¿Señor, qué quieres que haga?" Necesitamos humillarnos ante el
Señor, ayunar, orar y meditar mucho en su Palabra, especialmente acerca de las
escenas del juicio. Debemos tratar de adquirir actualmente una experiencia
profunda y viva en las cosas de Dios, sin perder un solo instante. En torno
nuestro se están cumpliendo acontecimientos de vital importancia; nos
encontramos en el terreno encantado de Satanás. No durmáis, centinelas de Dios,
que el enemigo está emboscado, listo para lanzarse sobre vosotros y haceros su
presa en cualquier momento en que caigáis en descuido y somnolencia.
MUCHOS SE ENGAÑAN CON RESPECTO A
SU VERDADERA CONDICIÓN ANTE DIOS. Se felicitan por los actos
reprensibles que no cometen, y se olvidan de enumerar las obras buenas y nobles
que Dios requiere, pero que ellos descuidan de hacer. No basta 660 que sean
árboles en el huerto del Señor. Deben corresponder a lo que Dios espera de
ellos, llevando frutos. Dios los hace responsables de todo el bien que podrían
haber realizado, sostenidos por su gracia. En los libros del cielo sus nombres
figuran entre los que ocupan inútilmente el suelo. Sin embargo, aun el caso de
tales personas no es del todo desesperado. El Dios de paciencia y amor se
empeña en atraer aún a los que han despreciado su gracia y desdeñado su
misericordia. "Por lo cual se dice: Despiértate tú que duermes, y levántate
de los muertos, y te alumbrará Cristo. Mirad, pues, cómo andéis avisadamente; .
. . redimiendo el tiempo, porque los días son malos." (Efesios 5:14-16.)
Cuando llegue el tiempo de la
prueba, los que hayan seguido la Palabra de Dios como regla de conducta, serán
dados a conocer. En verano no hay diferencia notable entre los árboles de hojas
perennes y los que las pierden; pero cuando vienen los vientos de invierno los
primeros permanecen verdes en tanto que los otros pierden su follaje. Así puede
también que no sea dado distinguir actualmente a los falsos creyentes de los
verdaderos cristianos, pero pronto llegará el tiempo en que la diferencia
saltará a la vista. Dejad que la oposición se levante, que el fanatismo y la
intolerancia vuelvan a empuñar el cetro, que el espíritu de persecución se
encienda, y entonces los tibios e hipócritas vacilarán y abandonarán la fe;
pero el verdadero cristiano permanecerá firme como una roca, con más fe y
esperanza que en días de prosperidad.
El salmista dice: "Tus testimonios son mi meditación." "De tus mandamientos he adquirido inteligencia: por tanto he aborrecido todo camino de mentira." (Salmo 119:99,104.)
"Bienaventurado el hombre que halla la sabiduría." "Porque él será como el árbol plantado junto a las aguas, que junto a la corriente echará sus raíces, y no verá cuando viniere el calor, sino que su hoja estará verde; y en el año de sequía no se fatigará, ni dejará de hacer fruto." (Proverbios 3:13; Jeremías 17:8). 661
31. PP 339. La contestación fue: "Mi
rostro irá contigo, y te haré descansar." Pero Moisés no estaba satisfecho
todavía. Pesaba sobre su alma el
conocimiento de los terribles resultados que se producirían si Dios dejara a
Israel librado al endurecimiento y la impenitencia. No podía soportar que sus
intereses se separasen de los de sus hermanos, y pidió que el favor de Dios
fuese devuelto a su pueblo, y que la prueba de su presencia continuase
dirigiendo su camino: "Si tu rostro no ha de ir conmigo, no nos saques de
aquí. ¿Y en qué se conoceré aquí que he hallado gracia en tus ojos, yo y tu
pueblo, sino en andar tú con nosotros, y que yo y tu pueblo seamos apartados de
todos los pueblos que están sobre la faz de la tierra?"
La contestación fue ésta:
"También haré esto que has 339 dicho, por cuanto has hallado gracia en mis
ojos, y te he conocido por tu nombre." El profeta aun no dejó de suplicar.
Todas sus oraciones habían sido oídas, pero tenía fervientes deseos de obtener
aun mayores pruebas del favor de Dios. Entonces hizo una petición que ningún
ser humano había hecho antes: "Ruégote que me muestres tu gloria."
Dios no le reprendió por su
súplica ni la consideró presuntuosa, sino que, al contrario, dijo
bondadosamente: "Yo haré pasar todo mi bien delante de tu rostro."
Ningún hombre puede, en su naturaleza mortal, contemplar descubierta la gloria
de Dios y vivir; pero a Moisés se le aseguró que presenciaría toda la gloria
divina que pudiera soportar. Nuevamente se le ordenó subir a la cima del monte;
entonces la mano que hizo el mundo, aquella mano "que arranca, los montes
con su furor, y no conocen quién los trastornó" (Job 9:5), tomó a este ser
hecho de polvo, a ese hombre de fe poderosa, y lo puso en la hendidura de una
roca, mientras la gloria de Dios y toda su bondad pasaban delante de él.
Esta experiencia, y sobre todo la
promesa de que la divina presencia le ayudaría, fueron para Moisés una garantía
de éxito para la obra que tenía delante, y la consideró como de mucho más valor
que toda la sabiduría de Egipto, o que todas sus proezas como estadista o jefe
militar. No hay poder terrenal, ni habilidad ni ilustración que pueda
substituir la presencia permanente de Dios.
Para el transgresor es terrible
caer en las manos del Dios viviente; pero Moisés estuvo solo en la presencia
del Eterno y no temió, porque su alma, estaba en armonía con la voluntad de su
Hacedor. El salmista dice: "Si en mi corazón hubiese yo mirado a la
iniquidad, el Señor no me oyera." En cambio "el secreto de Jehová es
para los que le temen; y a ellos hará conocer su alianza." (Sal. 66:18;
25:14.)
La Deidad se proclamó a sí misma:
"Jehová, Jehová, fuerte, misericordioso, y piadoso; tardo para la ira, y
grande en benignidad y verdad; que guarda la misericordia en 340 millares, que
perdona la iniquidad, la rebelión, y el pecado, y que de ningún modo
justificará al malvado."
"Entonces Moisés,
apresurándose, bajó la cabeza hacia el suelo y encorvóse." De nuevo
imploró a Dios que perdonara la iniquidad de su pueblo, y que lo recibiera como
su heredad. Su oración fue contestada.
El Señor prometió benignamente renovar su favor hacia Israel, y hacer
por él "maravillas que no han sido hechas en toda la tierra, ni en nación
alguna."
32. CS 43. CUANDO Jesús reveló a sus discípulos la suerte de Jerusalén y los
acontecimientos de la segunda venida, predijo también lo que habría de
experimentar su pueblo desde el momento en que él sería quitado de en medio de
ellos, hasta el de su segunda venida en poder y gloria para libertarlos. Desde
el monte de los Olivos vio el Salvador las tempestades que iban a azotar a la
iglesia apostólica y, penetrando aún mas en lo porvenir, su ojo vislumbro las
fieras y desoladoras tormentas que se desatarían sobre sus discípulos en los
tiempos de obscuridad y de persecución que habían de venir. En unas cuantas
declaraciones breves, de terrible significado, predijo la medida de aflicción
que los gobernantes del mundo impondrían a la iglesia de Dios. (S. Mateo 24: 9,
21, 22.) Los discípulos de Cristo habrían de recorrer la misma senda de
humillación, escarnio y sufrimientos que a él le tocaba pisar. La enemistad que
contra el Redentor se despertara, iba a manifestarse contra todos los que
creyesen en su nombre.
La historia de la iglesia
primitiva atestigua que se cumplieron las palabras del Salvador. Los poderes de
la tierra y del infierno se coligaron para atacar a Cristo en la persona de sus
discípulos. El paganismo previó que de triunfar el Evangelio, sus templos y sus
altares serían derribados, y reunió sus fuerzas para destruir el cristianismo.
Encendióse el fuego de la persecución. Los cristianos fueron despojados de sus
posesiones y expulsados de sus hogares. Todos ellos sufrieron "gran
combate de aflicciones." "Experimentaron vituperios y azotes; y a más
de esto prisiones y cárceles." (Hebreos 10:32; 11:36.) Muchos sellaron su
testimonio con su sangre. Nobles y esclavos, ricos y pobres, sabios e
ignorantes, todos eran muertos sin misericordia. 44
Estas persecuciones que empezaron
bajo el imperio de Nerón, cerca del tiempo del martirio de S. Pablo,
continuaron con mayor o menor furia por varios siglos. Los cristianos eran
inculpados calumniosamente de los más espantosos crímenes y eran señalados como
la causa de las mayores calamidades: hambres, pestes y terremotos. Como eran
objeto de los odios y sospechas del pueblo, no faltaban los delatores que por
vil interés estaban listos para vender a los inocentes. Se los condenaba como
rebeldes contra el imperio, enemigos de la religión y azotes de la sociedad.
Muchos eran arrojados a las fieras o quemados vivos en los anfiteatros. Algunos
eran crucificados; a otros los cubrían con pieles de animales salvajes y los
echaban a la arena para ser despedazados por los perros. Estos suplicios
constituían a menudo la principal diversión en las fiestas populares. Grandes
muchedumbres solían reunirse para gozar de semejantes espectáculos y saludaban
la agonía de los moribundos con risotadas y aplausos.
35-37. 3JT 434. Nos hallamos
todavía en medio de las sombras y el torbellino de las actividades terrenales.
Consideremos con sumo fervor el bienaventurado más allá. Que nuestra fe penetre
a través de toda nube de tinieblas, y contemplemos a Aquel que murió por los
pecados del mundo. Abrió las puertas del paraíso para todos los que le reciban
y crean en él. Les da la potestad de llegar a ser hijos e hijas de Dios.
Permitamos que las aflicciones que tanto nos apenan y agravian sean lecciones
instructivas, que nos enseñen a avanzar hacia el blanco del 434 premio de
nuestra alta vocación en Cristo. Sintámonos alentados por el pensamiento de que
el Señor vendrá pronto. Alegre nuestro corazón esta esperanza. "Aun un poquito,
y el que ha de venir vendrá, y no tardará." (Heb. 10:37.) Bienaventurados
son aquellos siervos que, cuando venga su Señor, sean hallados velando.
Vamos hacia la patria. El que nos
amó al punto de morir por nosotros, nos ha edificado una ciudad. La Nueva
Jerusalén es nuestro lugar de descanso. No habrá tristeza en la ciudad de Dios.
Nunca más se oirá el llanto ni la endecha de las esperanzas destrozadas y de
los afectos tronchados. Pronto las vestiduras de pesar se trocarán por el manto
de bodas. Pronto presenciaremos la coronación de nuestro Rey. Aquellos cuya
vida quedó escondida con Cristo, aquellos que en esta tierra pelearon la buena
batalla de la fe, resplandecerán con la gloria del Redentor en el reino de
Dios.
No transcurrirá mucho tiempo
antes que veamos a Aquel en quien ciframos nuestras esperanzas de vida eterna.
Y en su presencia todas las pruebas y los sufrimientos de esta vida serán como
nada. "No perdáis pues vuestra confianza que tiene grande remuneración de
galardón: porque la paciencia os es necesaria; para que, habiendo hecho la
voluntad de Dios, obtengáis la promesa. Porque aun un poquito, y el que ha de
venir vendrá, y no tardará." (Heb. 10: 35-37.) Alzad los ojos, sí, alzad
los ojos, y permitid que vuestra fe aumente de continuo. Dejad que esta fe os
guíe a lo largo de la senda estrecha que, pasando por las puertas de la ciudad
de Dios, nos lleva al gran más allá, al amplio e ilimitado futuro de gloria
destinado a los redimidos. "Pues,
hermanos, tened paciencia hasta la venida del Señor. Mirad cómo el labrador
espera el precioso fruto de la tierra, aguardando con paciencia, hasta que
reciba la lluvia temprana y tardía. Tened también vosotros paciencia; confirmad
vuestros corazones: porque la venida del Señor se acerca." (Sant. 5:7,6.)
435
35-39. CS 459. En la Epístola
a los Hebreos hay palabras de aliento y de admonición para los que vivían en la
expectación y fueron probados en esa crisis: "No desechéis pues esta
vuestra confianza, que tiene una grande remuneración. Porque tenéis necesidad
de la paciencia, a fin de que, habiendo hecho la voluntad de Dios, recibáis la
promesa. Porque dentro de un brevísimo tiempo, vendrá el que ha de venir, y no
tardará. El justo empero vivirá por la fe; y si alguno se retirare, no se
complacerá mi alma en él. Nosotros empero no somos de aquellos que se retiran
para perdición, sino de los que tienen fe para salvación del alma."
(Hebreos 10:35-39, V.M.)
Que esta amonestación va dirigida
a la iglesia en los últimos días se echa de ver por las palabras que indican la
proximidad de la venida del Señor: "Porque dentro de un brevísimo tiempo,
vendrá el que ha de venir, y no tardará." Y este pasaje implica claramente
que habría una demora aparente, y que el Señor parecería tardar en venir.
Ministerio Hno. Pio
No hay comentarios:
Publicar un comentario