sábado, noviembre 20, 2021

REFLEXIÓN 919. EL PUESTO SUPREMO Y LA SUPREMA AUTORIDAD DE JESUCRISTO: Importancia De La Salvación Que Ofrece Y El Propósito De Su Encarnación (HEBREOS 2).

Hebreos 2. 

EL PUESTO SUPREMO Y LA SUPREMA AUTORIDAD DE JESUCRISTO:

La importancia de aceptar la salvación que proporciona Cristo, 2:1-4.

El propósito de la encarnación de Cristo, 2:5-18:

1. El elevado destino de la raza humana, 2:5-8

2. La posibilidad de la salvación debido a la encarnación, 2:9-18 

1 POR tanto, es necesario que con más diligencia atendamos a las cosas que hemos oído, no sea que nos deslicemos. 2 Porque si la palabra dicha por medio de los ángeles fue firme, y toda transgresión y desobediencia recibió justa retribución,

¿Cómo escaparemos nosotros, si descuidamos una salvación tan grande? La cual, habiendo sido anunciada primeramente por el Señor, nos fue confirmada por los que oyeron, 4 testificando Dios juntamente con ellos, con señales y prodigios y diversos milagros y repartimientos del Espíritu Santo según su voluntad.

5 Porque no sujetó a los ángeles el mundo venidero, acerca del cual estamos hablando; 6 pero alguien testificó en cierto lugar, diciendo: Qué es el hombre, para que te acuerdes de él, O el hijo del hombre, para que le visites? 7 Le hiciste un poco menor que los ángeles, Le coronaste de gloria y de honra, y le pusiste sobre las obras de tus manos; 8 Todo lo sujetaste bajo sus pies. Porque en cuanto le sujetó todas las cosas, nada dejó que no sea sujeto a él; pero todavía no vemos que todas las cosas le sean sujetas.

9 Pero vemos a aquel que fue hecho un poco menor que los ángeles, a Jesús, coronado de gloria y de honra, a causa del padecimiento de la muerte, para que por la gracia de Dios gustase la muerte por todos. 10 Porque convenía a aquel por cuya causa son todas las cosas, y por quien todas las cosas subsisten, que habiendo de llevar muchos hijos a la gloria, perfeccionase por aflicciones al autor de la salvación de ellos.

11 Porque el que santifica y los que son santificados, de uno son todos; por lo cual no se avergüenza de llamarlos hermanos, 12 diciendo: Anunciaré a mis hermanos tu nombre, En medio de la congregación te alabaré. 13 Y otra vez: Yo confiaré en él. Y de nuevo: He aquí, yo y los hijos que Dios me dio. 14 Así que, por cuanto los hijos participaron de carne y sangre, él también participó de lo mismo, para destruir por medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo 15 y librar a todos los que por el temor de la muerte estaban durante toda la vida sujetos a servidumbre.

16 Porque ciertamente no socorrió a los ángeles, sino que socorrió a la descendencia de Abraham. 17 Por lo cual debía ser en todo semejante a sus hermanos, para venir a ser misericordioso y fiel sumo sacerdote en lo que a Dios se refiere, para expiar los pecados del pueblo. 18 Pues en cuanto él mismo padeció siendo tentado, es poderoso para socorrer a los que son tentados. (Hebreos 2).

1. Por tanto. Es decir, debido a la supremacía del Hijo sobre los ángeles -tema del cap. 1- y por causa de la importancia del mensaje del Hijo "en estos postreros días" 

(ver com. cap. 1:2).

Con más diligencia. O "prestemos mayor atención" (BJ). Es el Hijo, Dios mismo, quien ha hablado.

Las cosas que hemos oído. La manera en que les llegó el mensaje se describe en el vers. 3.

No sea que nos deslicemos. También podría traducirse: "no sea que marchemos a la deriva", o "no sea que, arrastrados, nos alejemos de ellas". El autor teme que sus lectores dejen de reconocer la importancia trascendental de lo que fue dicho por Cristo. Los cristianos de origen judío eran muy celosos por la revelación del AT, pero estaban en peligro de no ver la importancia de la nueva revelación que había sido dada.

Dejarse llevar por la corriente es una forma de locomoción fácil y placentera, pero también es sumamente traidora y peligrosa. No se necesita ningún esfuerzo para ello, y cuando uno es llevado aguas abajo hacia una muerte segura, la sensación es de bienestar y contentamiento, y aun de somnolencia. Es difícil sentir el movimiento descendente, pues el bote parece que estuviera inmóvil. El bote se mueve con el agua, y por eso la apariencia es engañosa.

2. Palabra dicha por medio de los ángeles. Referencia al sistema de leyes instituido en el Sinaí (ver com. Gál. 3:19).

Firme. Gr. bébaios, "seguro", "establecido". La ley era plenamente válida y no podía ser ignorada impunemente.

Transgresión. Gr. parábasis, "pasarse del límite", "extralimitación", "transgresión", "violación". La palabra implica pasar deliberadamente por encima de una línea, un acto deliberado en contraste con una caída accidental. En la oscuridad, una persona puede pasar por encima de una línea que no ve y no sabe que está allí, lo cual es diferente de traspasar la línea en plena luz del día, viendo la señal que prohibe hacerlo. Esa violación voluntaria es transgresión.

Desobediencia. Gr. parakoe (ver com. Rom. 5:19).

Justa retribución. La ley mosaica especificaba los castigos para las diversas clases de transgresiones. Aunque "dicha por medio de los ángeles", la ley era de origen divino y, por lo tanto, a semejanza de su autor, era justa en todos sus castigos y exigencias.

3. ¿Cómo escaparemos nosotros? Esta pregunta retórica demanda una sola respuesta: "No escaparemos". El pronombre "nosotros" da en el texto griego más énfasis a la pregunta. "Nosotros" contrasta con los que en los días del AT transgredían el código mosaico (vers. 2). Ellos descuidaban "la palabra dicha por medio de los ángeles"; los que están representados por "nosotros" están en peligro de descuidar la palabra dicha por Cristo.

Descuidamos. Gr. ameléo, "descuidar", 'despreocuparse", "ser negligente". Muchos de los cristianos de origen judío se aferraban al antiguo sistema judaico y se sentían inclinados a restarle importancia al Evangelio. El propósito de la epístola era mostrar que el antiguo sistema había terminado y que la salvación sólo se podía encontrar en Cristo y en el Evangelio.

La amonestación es aplicable en cualquier tiempo. No hay escapatoria para los que decidan las exhortaciones del Evangelio. Quizá no haya un rechazo directo de Cristo sino sólo demora y negligencia. Tal proceder está impregnado de un grave peligro, y si se persiste en él se llegará a la perdición eterna.

Salvación tan grande. Grande porque Dios es su autor. Grande debido a su costo: la vida el Hijo de Dios. Grande en lo que logra: la renovación del cuerpo, el alma y el espíritu, y el ensalzamiento de la humanidad a un lugar celestial.

Anunciada. . . por el Señor. En contraste con "la palabra dicha por medio de los ángeles" (vers. 2), "Dios... en estos postreros días... nos ha hablado por el Hijo" (1:12). Una referencia al mensaje proclamado por Cristo durante su ministerio terrenal. En cuanto al significado del título "Señor" cuando se aplica a Cristo.

Ver com. Juan 13:13; 20:28.

Nos. El autor se identifica como uno de aquellos a quienes el Evangelio había sido confirmado por los que lo oyeron directamente de Jesús. Esto indica que ninguno de los doce apóstoles fue el autor de Hebreos. Muchos afirman que esto también excluye a Pablo, pues él se jacta de que no había recibido el Evangelio de hombre alguno sino por revelación de Jesucristo (Gál. 1:12). Pero este razonamiento no es concluyente pues el autor podría estarse incluyendo en forma general con sus lectores. 

Además, sin duda hubo muchas cosas que le fueron confirmadas a Pablo por los testigos oculares de Jesús. El recibió, por supuesto, el misterio del Evangelio directamente de Jesucristo. El problema de la paternidad literaria debe resolverse con otros argumentos (ver pp. 401-403).

Confirmada. Gr. bebaióo, "establecer", "confirmar". No sólo les había sido proclamado el Evangelio, había sido proclamado con poder convincente.

4. Dios juntamente. Dios también dio testimonio de la veracidad del mensaje evangélico. El mensaje no podía tener una confirmación mayor.

Señales. Respecto a una definición de señales, prodigios y milagros, ver t. V, p. 198; com. Rom. 15:19.

Repartimientos del Espíritu Santo. Hay una enumeración de estos dones en 1Cor. 12:8-10, 28; cf. Efe. 4:11-12.

Según su voluntad. Ver com. 1 Cor. 12:11.

5. A los ángeles. Se trata nuevamente del lugar de Cristo en contraste con el de los ángeles (cf. cap. 1). El pensamiento que sigue implica el lado positivo: el mundo venidero ha sido sometido al Hijo.

El mundo venidero. Una indudable referencia al reino de gloria que comenzará con la segunda venida de Cristo (cf. com. Mat. 4:17; 5:3). Ver Efe. 1:21; Heb. 6:5.

6. Cierto lugar. No implica incertidumbre en cuanto a dónde debe hallarse la referencia; es sólo un medio de introducir una declaración cuando se cree innecesario citar la fuente.

¿Qué es el hombre? La cita de los vers. 6-8 es de Sal. 8:4-6, LXX. En cuanto al significado original del pasaje, ver com. Sal. 8:4-6. El autor de Hebreos, extiende por inspiración el significado del pasaje y lo aplica a Cristo (Heb. 2:9). En cuanto a los principios que fundamentan tales aplicaciones, ver com. Deut. 18:15.

7. Un poco. O "por un corto tiempo". En el texto griego puede entenderse de ambas maneras; las dos son ciertas. La segunda es especialmente apropiada cuando se aplica a Cristo (vers. g), pues sólo brevemente, durante su encarnación, fije hecho menor que los ángeles.

Le coronaste. Se refiere al caso de Adán y Eva registrado en Gén. 1:28 (ver el comentario respectivo).  Dios no creó al hombre para que fuera siervo o esclavo sino para que fuera rey, y le confirió gloria y honor.

Le pusiste sobre. . . manos. La evidencia textual se inclina (cf. p. 10) por la omisión de esta cláusula. Quizá fue añadida en algunos MSS para completar la cita de Sal. 8:4-6.

8. Lo sujetaste. Después que Dios creó a Adán y a Eva, "los bendijo.... y les dijo: Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgadla" (Gén. 1:28). Esto le dio al hombre una incontestable posesión de la tierra y dominio sobre todo ser viviente.

Nada dejó. Los eruditos no están de acuerdo en cuanto a los alcances del dominio original. Algunos sostienen que incluía poder sobre la naturaleza y los elementos, así como Cristo tenía poder sobre ellos citando estuvo en la tierra. Otros afirman que al hombre se le dio dominio sobre los animales y era superior a ellos.

El hombre ha aprendido a utilizar en forma muy notable los poderes o leyes de la naturaleza. Se remonta por los cielos y las profundidades del mar le entregan sus secretos. Aprovecha la fuerza de las aguas tormentosas, y hace que la electricidad le sirva. Habla, y los confines de la tierra oyen su voz; excava en los continentes, y extrae riquezas ocultas. Fisiona el átomo, y libera un inmensurable poder.

Todavía no. A pesar de sus notables conquistas (ver el comentario de "nada dejó"), hay fuerzas contra las cuales el hombre es impotente. Ha aprendido a posponer la muerte, pero finalmente no puede escaparse de ella. Se halla en gran medida bajo el poder de Satanás, razón por la cual está muy lejos de ejercer el dominio que originalmente le fue entregado.

9. Pero vemos. . . a Jesús. La conjunción adversativa "pero" señala un contraste. El hombre "todavía no" tiene el dominio (ver com. vers. 8); "pero vemos... a Jesús". Él tiene el dominio. Fue coronado de gloria y honra. Tiene toda la autoridad (Mat. 28:18). 

Un poco menor. O "menor por un corto tiempo" (ver com. vers. 7). Se afirma que Cristo es verdaderamente hombre así como en el primer capítulo fue presentado como verdaderamente Dios. Su humanidad lo capacita para ser un sumo sacerdote como el que necesitan los hombres (vers. 17-18). Por supuesto, en el cielo Cristo era superior a los ángeles, infinitamente superior. Pero cuando se hizo hombre, voluntariamente ocupó su lugar entre los hombres y no exigió favores especiales. Pero, aunque estaba en esas condiciones, no renunció a su Deidad. Sabía de dónde provenía (Juan 13:3); sabía que tenía poder para perdonar pecados (Mat. 9:6); sabía que en cualquier momento podía pedir la ayuda de legiones de ángeles (cap. 26:53). Pero, aunque tenía ese poder, siempre lo usó dirigido por Dios y en ningún momento lo empleó para salvarse a sí mismo. Si lo hubiese hecho, habría invalidado su obra. Con referencia a la humillación de Cristo, ver com. Fil. 2:5-8.

Coronado de gloria. Esto es, inmediatamente después de su ascensión (ver com. Heb.1:3; cf. com. Fil. 2:9).

A causa del padecimiento de la muerte. Este pasaje no destaca el propósito de la encarnación, sino el resultado de sufrir la muerte, a saber: el ensalzamiento.

Por la gracia de Dios. Si bien algunos MSS dicen "sin Dios", sugiriendo que en su muerte Jesús no tuvo la presencia sustentadora del Padre, la evidencia textual favorece (cf, p. 10) el texto que aparece en la RVR. Por otra parte, ambas frases corresponden con la realidad: Cristo sufrió solo en su muerte (Mat. 27:46)- su sufrimiento por el hombre fue también una demostración de la gracia de Dios.

Gustase. Gr. géuomai, "comer"," gustar", "experimentar". El pasaje no significa, como algunos sugieren, que Cristo gustó la muerte sólo superficialmente y no sufrió en forma completa. El Getsemaní demuestra que bebió la copa hasta las heces y gustó la muerte como ningún hombre jamás la ha gustado.

Por todos. O "en provecho de todos". El sacrificio de Cristo fue en favor de todos (ver com. Rom, 5:15). Todo el que esté dispuesto a hacerlo, puede apropiarse de los beneficios de la muerte expiatoria de Cristo (ver Apoc. 22:17).

10. Convenía. Gr. prépo, "caer bien", "convenir", "sentar bien".

Aquel. Es decir, el Padre, como lo indica claramente el resto del versículo.

Por cuya causa. O "debido a quien". "Todas las cosas" existen porque Dios tuvo la voluntad de que existieran (cf. com. 1 Cor. 8:6).

Por quien. O "mediante quien". Dios es Aquel por quien "todas las cosas" vinieron a la existencia. Cf. Rom. 11:36. Las Escrituras también presentan a Cristo como Aquel por medio de quien todas las cosas fueron creadas (Col. l: 16; cf. Heb. 1:2). El Padre "creó todas las cosas" mediante Jesucristo (Efe. 3:9).

Llevar muchos hijos a la gloria. Cristo fue glorificado después de su humillación (ver Juan 17:5), y su muerte expiatoria también hará que muchos sean glorificados. En cuanto al significado de glorificación, ver com. Rom. 8:30. 

Acerca del significado del sustantivo "hijos", ver com. Rom. 8:14. Se ha elegido este nombre para mostrar la relación entre Cristo, el Hijo y los redimidos, que son sus hermanos (ver Heb. 2:11-18).

Perfeccionase. Gr. teleióo, "completar", "hacer perfecto", "llevar a la consumación". 

En cuanto al adjetivo téleios, ver com, Mat. 5:48. 

El autor no dice que Cristo no era previamente perfecto. Como Dios era perfecto, y en su encarnación fue perfecto como hombre; pero por medio de sus sufrimientos llegó a ser perfecto como Salvador (ver Hech. 5:31). 

Aquí el pensamiento del verbo teleióo es alcanzar una meta predeterminada, de terminar una carrera, de completar un recorrido prescrito. Antes de que Cristo viniera a la tierra, era claro para él el sendero que tenía que recorrer, cada paso le era nítido. Para llegar a la meta debía andar todo el camino. No podía detenerse antes de su destino final; debía perseverar hasta el fin. La terminación de esa carrera es tácita en este texto, y no un simple perfeccionamiento moral.

Aflicciones. Cristo alcanzó su suprema condición recorriendo el sendero del sufrimiento. Su "padecimiento de la muerte" (vers. 9) fue lo que lo constituyó como Salvador y lo capacitó para ser el capitán que conduciría muchos hijos a la gloria. Los sufrimientos de la tentación lo capacitaron para ser un "misericordioso y fiel sumo sacerdote..., poderoso para socorrer a los que son tentados" (ver com. vers. 17-18).

Si Cristo hubiese venido a este mundo y el tiempo que se le dio lo hubiese pasado en paz y contentamiento, guardado por ángeles celestiales y protegido de los riesgos y las tentaciones comunes a los seres humanos, no hubiera sido perfeccionado para su oficio, no hubiera tenido la oportunidad de demostrar lo que haría estando sometido a presión.

Si no hubiese sido tentado en todas las formas, los hombres se hubieran preguntado qué habría hecho si hubiera estado verdaderamente hambriento, cansado y enfermo; cómo habría reaccionado si la gente lo ridiculizase, lo maldijese, lo escupiese, lo azotase, y cuando finalmente lo colgase de una cruz. ¿Conservaría aún su serenidad y oraría por sus enemigos? Si aquellos en quienes confiaba lo abandonaran, lo negaran, lo traicionaran y lo dejaran solo en su hora suprema o más difícil, ¿seguiría confiando en Dios? Y si para remate, Dios, el Padre, pareciera abandonarlo y lo envolviera y casi aplastara el horror de las tinieblas, ¿bebería aún la copa, o se echaría atrás? Los hombres se habrían hecho todas estas preguntas si Cristo hubiera estado protegido contra todas las tentaciones y los sufrimientos.

Autor. Gr. arjégós, "jefe", "principal", "fundador", "autor", "guía". Arjegós aparece cuatro veces en el NT'. En la RVR se traduce tres veces como "autor" (Hech. 3:15; Heb. 2:10; 12:2) y una vez como "príncipe" (Hech.5:31).

Arjgós se usaba en el griego clásico para designar al caudillo o progenitor de un clan griego, y también para referirse a los héroes y aun al nombre del dios Apolo. Para el texto que comentamos algunos han sugerido como adecuado el nombre "Pionero", pues la encarnación y la muerte de Cristo fue lo que hizo posible que los miembros de la raza humana finalmente sean llevados a la gloria. El fue el pionero porque abrió el camino. Pero este nombre no es completo, pues Cristo es mucho más que un pionero: él es el Salvador, y los que lo siguen son los redimidos.

11. El que santifica. En este contexto, Cristo (cf. Heb. 9:13-14).

Los que son santificados. Estos son los "muchos hijos" que serán llevados a la gloria (vers. 10).

De uno. Es decir, de Dios, el Padre. Cristo el Hijo y los "muchos hijos", todos tienen un solo Padre.

No se avergüenza. A pesar de su enorme superioridad sobre los ángeles (Heb. 1:4; cf. Luc. 9:26).

Hermanos. Ver com. Mat. 12:49-50; cf. Juan 20:17.

12. Anunciaré. . . tu nombre. Una cita de Sal. 22:22. El Salmo 22 es mesiánico (ver la introducción de este salmo).  Pablo emplea el pasaje para apoyar su observación de que los que son santificados (vers. 11) son hermanos de Cristo.

Hermanos. La palabra significativa por la cual se cita el pasaje (cf. vers. 11).

13. Otra vez. Frase empleada para introducir una nueva cita.

Confiaré. Una cita de 2 Sam. 22:3 o de Isa. 8:17, más probablemente de este último pues la cita siguiente es de Isa. 8:18. Se la presenta como prueba de la humanidad de Cristo. Presenta un cuadro de su completa comunión con nosotros. Él puso en práctica la misma confianza y fe que pide de nosotros.

Y los hijos. En cuanto al significado de la cita y su contexto original, ver com. Isa. 8:18. El autor de Hebreos da una aplicación mesiánica al pasaje. Considera a Isaías como un símbolo de Cristo y a sus hijos como representantes de los hijos espirituales de Cristo. La figura cambia de "hermanos" a "hijos" pero se destaca la misma idea básica: Cristo comparte la humanidad con nosotros, lo que se ilustra aquí con el hecho de que un padre y sus hijos comparten la misma naturaleza.

Dios me dio. En su oración antes de la experiencia del Getsemaní, Cristo siete veces dijo que Dios le había dado a sus discípulos (Juan 17:2, 6, 9, 11-12, 24). No se atribuyó honor sino que dio la gloria a Dios por el resultado de la obra de su vida.

14. Los hijos. "Los hijos" mencionados en el vers. 13.

Participaron. O "han participado". Los hijos comparten una naturaleza humana común.

El también. Es decir, Cristo. Participó. El uso del tiempo aoristo sugiere llegar a participar de algo de lo cual antes no se participaba. Esto fue una realidad en Jesús: era divino, pero tomó nuestra naturaleza humana, fusionando misteriosamente ambas naturalezas en una (ver com. Juan 1:14). Cristo se hizo hombre para poder compenetrarse con todas las experiencias de la humanidad.

Destruir. Gr katargéo, "anular", "invalidar", "destruir" (ver com. Rom. 3:3). Ya ha sido quebrantado el poder de Satanás sobre la muerte; aunque todavía reina la muerte, la resurrección está asegurada (1Cor. 15:20-22, 51-57). Finalmente será aniquilado el originador del pecado y autor de la muerte (ver com. Apoc. 20:10).

Por medio de la muerte. Es decir, su muerte expiatoria en la cruz (cf. vers. 9). Cuando Jesús murió en la cruz, pareció como si Satanás hubiera triunfado, porque hasta el Hijo de Dios parecía, con su muerte, reconocer el poder de Satanás para dar muerte, y someterse a él. Pero Dios tenía otro propósito.

Al que tenía el imperio. Satanás tiene el poder de la muerte porque es el originador del pecado, y la muerte es el resultado del pecado (ver com. Rom. 5:12). Su reino es un reino de muerte, y él rige allí. Si el pecado domina nuestra vida, la muerte reina, y también Satanás.

Cristo fue el que entró en la casa del hombre fuerte (Mar. 3:27), ató al enemigo y liberó a los que él tenía prisioneros. Cristo entró en el reino tenebroso de la muerte -el baluarte de Satanás-, y arrebató la presa de Satanás. Cuando él pensó que tenía a Cristo en su poder, cuando la tumba fue sellada estando Cristo dentro de ella, Satanás se regocijó. Pero Cristo rompió las ataduras de la muerte y salió de la tumba, pues "era imposible que fuese retenido por ella" (Hech. 2:24).

Y no sólo resucitó él, sino que "se abrieron los sepulcros, y muchos cuerpos de santos que habían dormido se levantaron; y saliendo de los sepulcros, después de la resurrección de él, vinieron a la santa ciudad" (Mat, 27:52-53). 

Y así, aunque "el hombre fuerte armado guarda su palacio...viene otro más fuerte que él y le vence" (Luc. 11:21-22). El hombre más fuerte, Cristo, entró en el reino de la muerte, y con su muerte venció al que tenía el poder de la muerte, se llevó sus cautivos y despojó su casa (Mat. 12: 29); "y despojando a los principados y a las potestades, los exhibió públicamente, triunfando sobre ellos en la cruz" (Col. 2:15).

Desde allí en adelante la muerte es sólo un sueño para los creyentes; descansan en paz hasta que Dios los llame. Para muchos aun será un sueño bendito (Apoc. 14:13). Cristo "ha destruido la muerte" (2Tim. 1:10, BJ); tiene "las llaves de la muerte y del Hadas" (Apoc. 1:18; cf. 1Cor. 15:51-57).

Diablo. Gr. diablos (ver com. Mat. 4:1).

15. Librar. Gr. apallásso, "liberar", "soltar". Cristo vino para liberar al hombre del yugo del pecado y de la muerte.

Temor de la muerte. Esta es la condición de los que no están con Cristo. Millones están sometidos al yugo del pecado y anhelan ser liberados. Tienen temor del presente; sienten temor del futuro; los abruma el miedo de la vida; temen a la muerte. ¿Hay alguna esperanza, algún consuelo o liberación? La respuesta es que Cristo destruyó el poder de Satanás, abolió la muerte, y los ha librado y los librará de los temores que los mantienen atados.

Toda la vida. El hombre ha nacido en pecado, y continúa en yugo de esclavitud hasta que es liberado por Cristo. Servidumbre. O "esclavitud". En cuanto a la servidumbre del pecado, ver com. Rom. 8:15.

16. Ciertamente. Gr. depou, "por supuesto".

Socorrió. Gr. epilambánomai, "apoderarse de", "alcanzar", "ocuparse de", "tener interés en", "ayudar". ¿Cuál de estos diversos significados puede aplicarse en este pasaje? El verbo está en presente, lo cual indicaría que se trata de algo que Cristo hace de continuo.

El significado "ayudar" concuerda con el contexto y con la sintaxis griega, por lo tanto, sugiere este pensamiento: "Porque no ayuda a los ángeles, sino que ayuda a la descendencia de Abraham" (BA). "Ocuparse de" es también una traducción lógica: "Porque, ciertamente, no se ocupa de los ángeles, sino la descendencia de Abrahán" (BJ). El ser humano necesita redención y puede ser restaurado, y, en lo que atañe al plan de salvación, la preocupación constante de Cristo se centra en el ser humano.

La descendencia de Abraham. Quizá sea sinónimo de "hombre". No hay el propósito de excluir a los gentiles. Quizá se haga referencia a la simiente espiritual (Gál. 3:29; Rom. 2:28-29).

17. Por lo cual. Es decir, debido a que se ocupaba del hombre (ver com. vers. 16).

Debía ser. Gr. oféilo, "deber", "estar en deuda", "tener obligación"; "tuvo que" (BJ). Compárese con el uso del verbo y sustantivos afines en Mat. 18:30,34; 23:16; Luc. 16:6-7; Juan 13:14; 1Cor. 5:10; 2Tes. 2:13.

En todo. Cristo debía hacerse hombre en forma tan completa que nunca se pudiera decir de él que es ajeno a cualquier tentación, a cualquier dolor, prueba o sufrimiento por los que tienen que pasar los seres humanos.

Semejante. Por la razón que sigue: para poder ser sumo sacerdote. No quiere decir que sus experiencias debían ser idénticas a las nuestras en todo respecto -al lapso de mil vidas- no sería suficiente para esto; significa, sin duda, que las pruebas debían ser típicas e incluir, en principio, todo lo que el hombre tiene que sufrir, y que en intensidad debían estar a la altura de todo lo que el ser humano debe soportar.

Misericordioso y fiel. Dos características necesarias para un ministerio justo, completo. La misericordia sola podría ser demasiado condescendiente y no tomar en cuenta a la justicia. La fidelidad equilibra la misericordia al tener en cuenta los derechos y los deberes del ofensor y del ofendido. Cristo, como sumo sacerdote, debe ser bondadoso y comprensivo con el transgresor; pero también debe ser fiel con la justicia y no ignorar la ley. La fidelidad mantiene el delicado equilibrio entre la misericordia incondicional y la justicia implacable. El sumo sacerdote debe ser considerado con el pecador y también con el que ha sido ofendido. Debe ser fiel a su cometido y al mismo tiempo misericordioso con el transgresor.

Sumo sacerdote. Aquí comienza el tema de Cristo como sumo sacerdote, que posteriormente se desarrollará con más amplitud (cf. cap. 3; 5; 7-10).

En lo que a Dios se refiere. O en los asuntos del servicio divino. Esta frase griega aparece en Exo. 4:16, LXX, con referencia a la relación de Moisés con Dios en cuanto a Aarón.

Para expiar. Gr. hiláskomai. En cuanto al significado de este verbo y los sustantivos afines, ver com. Rom. 3:25. Este verbo sólo aparece aquí y en Luc. 18:13, en donde se ha traducido "sé propicio".

18. Siendo tentado. Gr. peirázo, "examinar", "probar", "tentar" (ver com. Mat. 4:1). La naturaleza humana de Cristo sintió toda la fuerza de la tentación. De otra manera no habría comprendido la terrible lucha del pobre pecador que es abrumadamente tentado a rendirse. Cristo fue tentado en todo sentido "según nuestra semejanza" (Heb. 4:15). Sufrió realmente bajo la tentación.

El desierto, el Getsemaní y el Gólgota revelan hasta qué punto sufrió Cristo resistiendo la tentación. En los primeros dos casos, la tentación fue tan abrumadora que pareció que moriría bajo el impacto si no se hubiera enviado a un ángel para que lo fortaleciera (Mat. 4:11; Luc. 22:43). A pesar de su oración la copa no le fue quitada. Debía beberla. El autor se refiere evidentemente a esas experiencias cuando dice: "No habéis resistido hasta la sangre, combatiendo contra el pecado" (Heb. 12:4). Cristo resistió sin duda alguna "hasta la sangre".

Es poderoso para socorrer. O "capaz de ayudar" (NC). Cristo venció al tentador resistiendo con éxito la tentación y soportando pacientemente los sufrimientos. Ahora estamos luchando con un enemigo vencido. La victoria de Cristo es la seguridad de nuestra victoria. Ver com. Mat. 4:1.

Para el cristiano es una fuente permanente de consuelo saber que Cristo comprende nuestros dolores y nuestras perplejidades, y simpatiza con nosotros.

Si Cristo no se hubiese hecho hombre, fácilmente podría haber surgido esta pregunta: ¿Cómo podemos saber que Dios nos ama y nos cuida si nunca ha experimentado las pruebas que sufrimos, si nunca ha sido pobre ni ha sido abandonado, ni nunca ha sabido lo que es estar solo y hacer frente a un futuro desconocido? Nos pide que seamos fieles hasta la muerte, ¿pero alguna vez ha hecho frente a las difíciles decisiones que nosotros enfrentamos? Si fuera uno de nosotros y uno con nosotros, sabría cuán difícil es hacer frente a ciertas pruebas, Pero si nunca ha sido hombre, ¿conoce en realidad todos nuestros dolores y puede simpatizar con nosotros cuando nos extraviamos?

La respuesta es que Dios ciertamente conoce todo esto, y que no fue por su culpa sino por la nuestra que se hizo pobre. Cristo sufrió y murió no por su culpa sino por la nuestra. Necesitábamos la demostración que Cristo vino a dar, de lo contrario nunca hubiéramos conocido el profundo amor de Dios por la humanidad suficiente. Además, nunca hubiéramos conocido los sufrimientos que el pecado ha causado al corazón de Dios. (7CBA).

COMENTARIOS DE EGW

7. CN532. ¡Qué escena se verá cuando los padres y los hijos se encuentren en ocasión del cómputo final! Millares de hijos que han sido esclavos del apetito y del vicio denigrante, cuyas vidas son naufragios morales, estarán frente a frente de sus padres que hicieron de ellos lo que son. ¿Quiénes sino los padres deben llevar esta terrible responsabilidad? ¿Hizo el Señor 532 corruptos a esos jóvenes? ¡Oh, no! Los hizo a su imagen, un poco menores que los ángeles. ¿Quién pues ha realizado la terrible obra de formar el carácter de sus vidas? ¿Quién cambió sus caracteres de modo que no lleven la imagen de Dios y deban quedar separados para siempre de su presencia por ser demasiado impuros para ocupar un lugar con los ángeles puros en un cielo santo? ¿Fueron transmitidos a los hijos los pecados de los padres convertidos en apetitos y pasiones perversos? ¿Y fue la obra completada por la madre, amante de los placeres, por lo que descuidó la preparación adecuada de sus hijos, de acuerdo con el modelo que le fue dado? Todas esas madres pasarán en revista delante de Dios tan ciertamente como que existen (Testimonies, tomo 3, págs. 568, 569).

Ed 17. Puesto que Dios es la fuente de todo conocimiento verdadero, el principal objeto de la educación es, según hemos visto, dirigir nuestra mente a la revelación que él hace de sí mismo. Adán y Eva recibieron conocimiento comunicándose directamente con Dios, y aprendieron de él por medio de sus obras. Todas las cosas creadas, en su perfección original, 17 eran una expresión del pensamiento de Dios. Para Adán y Eva, la naturaleza rebosaba de sabiduría divina. Pero por la transgresión, el hombre fue privado del conocimiento de Dios mediante una comunión directa, y en extenso grado del que obtenía por medio de sus obras. La tierra, arruinada y contaminada por el pecado, no refleja sino oscuramente la gloria del Creador. Es cierto que sus lecciones objetivas no han desaparecido. En cada página del gran volumen de sus obras creadas se puede notar todavía la escritura de su mano.  La naturaleza aún habla de su Creador. Sin embargo, estas revelaciones son parciales e imperfectas. Y en nuestro estado caído, con las facultades debilitadas y la visión limitada, somos incapaces de interpretarlas correctamente. Necesitamos la revelación más plena que Dios nos ha dado de sí en su Palabra escrita.

Las Sagradas Escrituras son la norma perfecta de la verdad y, como tales, se les debería dar el primer lugar en la educación. Para obtener una educación digna de tal nombre, debemos recibir un conocimiento de Dios, el Creador, y de Cristo, el Redentor, según están revelados en la Sagrada Palabra.

Cada ser humano, creado a la imagen de Dios, está dotado de una facultad semejante a la del Creador: la individualidad, la facultad de pensar y hacer. Los hombres en quienes se desarrolla esta facultad son los que llevan, responsabilidades, los que dirigen empresas, los que influyen sobre el carácter.

La obra de la verdadera educación consiste en desarrollar esta facultad, en educar a los jóvenes para que sean pensadores y no meros reflectores de los pensamientos de otros hombres.

En vez de restringir su estudio a lo que los hombres han dicho o escrito, los estudiantes deben ser dirigidos a las fuentes de la verdad, a los vastos campos abiertos a la investigación en la naturaleza y en la revelación. 18 Contemplen las grandes realidades del deber y del destino, y la mente se expandirá y robustecerá. En vez de jóvenes, educados, pero débiles, las instituciones del saber debieran producir hombres fuertes para pensar y obrar, hombres que sean amos y no esclavos de las circunstancias, hombres que posean amplitud de mente, claridad de pensamiento y valor para defender sus convicciones.

9. PP 50. El único plan que podía asegurar la salvación del hombre afectaba a todo el cielo en su infinito sacrificio.  Los ángeles no podían regocijarse mientras Cristo les explicaba el plan de redención pues veían que la salvación del hombre iba a costar indecible angustia a su amado Jefe.  Llenos de asombro y pesar, le escucharon cuando les dijo que debería bajar de la pureza, paz, gozo, gloria y vida inmortal del cielo, a la degradación de la tierra, para soportar dolor, vergüenza y muerte.  Se interpondría entre el pecador y la pena del pecado, pero pocos le recibirían como el Hijo de Dios.  Dejaría su elevada posición de Soberano del cielo para presentarse en la tierra, y humillándose como hombre, conocería por su propia experiencia las tristezas y tentaciones que el hombre habría de sufrir. Todo esto era necesario para que pudiese socorrer a 50 los que iban a ser tentados. (Heb. 2:18.) Cuando hubiese terminado su misión como maestro, sería entregado en manos de los impíos y sometido a todo insulto y tormento que Satanás pudiera inspirarles. Sufriría la más cruel de las muertes, levantado en alto entre la tierra y el cielo como un pecador culpable. Pasaría largas horas de tan terrible agonía, que los ángeles se habrían de velar el rostro para no ver semejante escena. Mientras la culpa de la transgresión y la carga de los pecados del mundo pesaran sobre él, tendría que sufrir angustia del alma y hasta su Padre ocultaría de él su rostro.

Los ángeles se postraron de hinojos ante su Soberano y se ofrecieron ellos mismos como sacrificio por el hombre.  Pero la vida de un ángel no podía satisfacer la deuda; solamente Aquel que había creado al hombre tenía poder para redimirlo. No obstante, los ángeles iban a tener una parte que desempeñar en el plan de redención.  Cristo iba a ser hecho "un poco . . . inferior a los ángeles, para que . . . gustase la muerte." (Heb. 2:9, V. M.) Cuando adoptara la naturaleza humana, su poder no sería semejante al de los ángeles, y ellos habrían de servirle, fortalecerle y mitigar su profundo sufrimiento. Asimismo, los ángeles habrían de ser espíritus auxiliadores, enviados para ayudar a los que fuesen herederos de la salvación. (Heb. 1:14.) Guardarían a los súbditos de la gracia del poder de los malos ángeles y de las tinieblas que Satanás esparciría constantemente alrededor de ellos.

10. CS 399. Cuando en el día de su resurrección estos discípulos encontraron al Salvador, y sus corazones ardieron al escuchar sus palabras; cuando miraron su cabeza, sus manos y sus pies que habían sido heridos por ellos; cuando antes de su ascensión, Jesús les llevara hasta cerca de Betania y, levantando sus manos para bendecirlos, les dijera: "Id por todo el mundo; predicad el evangelio a toda criatura," y agregara: "He aquí, yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo" (Marcos 16:15; Mateo 28:20); cuando en el día de Pentecostés descendió el Consolador prometido, y por el poder de lo alto que les fue dado las almas de los creyentes se estremecieron con el sentimiento de la presencia de su Señor que ya había ascendido al cielo, -entonces, aunque la senda que seguían, como la que siguiera su Maestro, fuera la senda del sacrificio y del martirio, ¿habrían ellos acaso cambiado el ministerio del Evangelio de gracia, con la "corona de justicia" que habían de recibir a su venida, por la gloria de un trono mundano que había sido su esperanza en los comienzos de su discipulado? Aquel "que es poderoso para hacer infinitamente más de todo cuanto podemos pedir, y aun pensar," les había concedido con la participación en sus sufrimientos, la comunión de su gozo - el gozo de "llevar muchos hijos a la gloria," dicha indecible, "un peso eterno de gloria," al que, dice San Pablo, nuestra "ligera aflicción que no dura sino por un momento," no es "digna de ser comparada."

DMJ 56. Requiere sacrificio entregarnos a Dios, pero es sacrificio de lo inferior por lo superior, de lo terreno por lo espiritual, de lo perecedero por lo eterno. No desea Dios que se anule nuestra voluntad, porque solamente mediante su ejercicio podemos hacer lo que Dios quiere. Debernos entregar nuestra voluntad a él para que podamos recibirla de vuelta purificada y refinada, y tan unida en simpatía con el Ser divino que él pueda derramar, por nuestro medio los raudales de su amor y su poder. Por amarga y dolorosa que parezca esta entrega al corazón voluntarioso y extraviado, aun así nos dice: "Mejor te es".

Hasta que Jacob no cayó desvalido y sin fuerzas sobre el pecho del Ángel del pacto, no conoció la victoria de la fe vencedora ni recibió el título de príncipe con Dios. Sólo cuando "cojeaba de su cadera" se detuvieron las huestes armadas de Esaú, y el Faraón, heredero soberbio de un linaje real, se inclinó para pedir su bendición. Así el autor de nuestra salvación se hizo ""perfecto... por ¡medio de los padecimientos". y los hijos de fe "sacaron fuerzas de debilidad" y "pusieron en fuga ejércitos extranjeros".  Así "los cojos arrebatarán presa", el débil "será como David" y "la casa de David como... el ángel de Jehová". * Génesis 32:31; Hebreos 2:10 (VM); 11:34; Isaías 33:23; Zacarias 12:8.

11. CC 13. Nadie sino el Hijo de Dios podían efectuar nuestra redención; porque sólo él, que estaba 13 en el seno del Padre podía darlo a conocer. Sólo él, que conocía la altura y la profundidad del amor de Dios, podía manifestarlo. Nada menos que el infinito sacrificio hecho por Cristo en favor del hombre caído podía expresar el amor del Padre hacia la perdida humanidad. "Porque de tal manera amó Dios al mundo, que dio a su Hijo unigénito".

Lo dio no solamente para que viviese entre los hombres, no sólo para que llevase los pecados de ellos y muriese como su sacrificio; lo dio a la raza caída. Cristo debía identificarse con los intereses y necesidades de la humanidad. 

El que era uno con Dios se ha unido con los hijos de los hombres con lazos que jamás serán quebrantados. Jesús "no se avergüenza de llamarlos hermanos" (Heb. 2:11). Es nuestro Sacrificio, nuestro Abogado, nuestro Hermano, lleva nuestra forma humana delante del trono del Padre, y por las edades eternas será uno con la raza que ha redimido: es el Hijo del hombre. Y todo esto para que el hombre fuese levantado de la ruina y degradación del pecado, para que reflejase el amor de Dios y participase del gozo de la santidad.

El precio pagado por nuestra redención, el sacrificio infinito que hizo nuestro Padre celestial al entregar a su Hijo para que muriese por nosotros, debe darnos un concepto elevado de lo que podemos ser hechos por Cristo. Al considerar el inspirado apóstol Juan "la altura", "la profundidad" y "la anchura" del amor del Padre hacia la raza que perecía, se llena de alabanzas y reverencia, y no pudiendo 14 encontrar lenguaje conveniente en que expresar la grandeza y ternura de este amor, exhorta al mundo a contemplarlo. "¡Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, que seamos llamados hijos de Dios!" (1 San Juan 3:1) ¡Qué valioso hace esto al hombre! Por la transgresión, los hijos del hombre se hacen súbditos de Satanás.

Por la fe en el sacrificio reconciliador de Cristo, los hijos de Adán pueden ser hechos hijos de Dios. Al revestirse de la naturaleza humana, Cristo eleva a la humanidad. Los hombres caídos son colocados donde pueden, por la relación con Cristo, llegar a ser en verdad dignos del nombre de "hijos de Dios". Tal amor es incomparable. ¡Hijos del Rey celestial! ¡Promesa preciosa! ¡Tema para la más profunda meditación! ¡El incomparable amor de Dios para con un mundo que no lo amaba! Este pensamiento tiene un poder subyugador y cautiva el entendimiento a la voluntad de Dios.

Cuanto más estudiamos el carácter divino a la luz de la cruz, más vemos la misericordia, la ternura y el perdón unidos a la equidad y la justicia, y más claramente discernimos pruebas innumerables de un amor infinito y de una tierna piedad que sobrepuja la ardiente simpatía y los anhelosos sentimientos de la madre para con su hijo extraviado. "Romperse puede todo lazo humano, Separarse el hermano del hermano, Olvidarse la madre de sus hijos, Variar los astros sus senderos fijos; Mas ciertamente nunca cambiará El amor providente de Jehová". CC 7-14

13. CN 531,535. CUANDO DIOS PREGUNTE: "¿DÓNDE ESTÁN LOS HIJOS?" Los padres que han descuidado las responsabilidades que Dios les dio, deben hacer frente a ese descuido en el juicio. Entonces preguntará el Señor: "¿Dónde están los hijos que te di para que los prepararas para mí? ¿Por qué no están a mi diestra?" Muchos padres verán entonces que un amor necio les cegó los ojos para que no vieran las faltas de sus hijos y dejó que esos hijos desarrollaran caracteres deformados inaptos para el cielo. Otros verán que no concedieron a sus hijos tiempo y atención, amor y ternura; su descuido del deber hizo de sus hijos lo que son (Testimonies, tomo 4, pág. 424).

Padres, si perdéis vuestra oportunidad, Dios tenga piedad de vosotros, pues en el día del juicio el Señor preguntará: "¿Dónde está el rebaño que te fue dado, tu hermosa grey?"…

Supongamos que llegarais al cielo y ninguno de vuestros hijos estuviera allí. ¿Cómo podríais decir a Dios: "Heme aquí, Señor, y los hijos que tú me diste"? El cielo toma nota del descuido de los padres. Se registra en los libros del cielo (Manuscrito 62, 1901).

LAS FAMILIAS PASARÁN EN REVISTA DELANTE DE DIOS. ¡Qué escena se verá cuando los padres y los hijos se encuentren en ocasión del cómputo final! Millares de hijos que han sido esclavos del apetito y del vicio denigrante, cuyas vidas son naufragios morales, estarán frente a frente de sus padres que hicieron de ellos lo que son. ¿Quiénes sino los padres deben llevar esta terrible responsabilidad? ¿Hizo el Señor 532 corruptos a esos jóvenes? ¡Oh, no! Los hizo a su imagen, un poco menores que los ángeles. ¿Quién pues ha realizado la terrible obra de formar el carácter de sus vidas? ¿Quién cambió sus caracteres de modo que no lleven la imagen de Dios y deban quedar separados para siempre de su presencia por ser demasiado impuros para ocupar un lugar con los ángeles puros en un cielo santo? ¿Fueron transmitidos a los hijos los pecados de los padres convertidos en apetitos y pasiones perversos? ¿Y fue la obra completada por la madre, amante de los placeres, por lo que descuidó la preparación adecuada de sus hijos, de acuerdo con el modelo que le fue dado? Todas esas madres pasarán en revista delante de Dios tan ciertamente como que existen (Testimonies, tomo 3, págs. 568, 569).

14-15. DTG 286. El cortejo fúnebre volvió a Naín como una procesión triunfal. "Y salió esta fama de él por toda Judea, y por toda la tierra de alrededor." El que estuvo al lado de la apesadumbrada madre cerca de la puerta de Naín, vela con toda persona que llora junto a un ataúd. Se conmueve de simpatía por nuestro pesar. Su corazón, que amó y se compadeció, es un corazón de invariable ternura. Su palabra, que resucitó a los muertos, no es menos eficaz ahora que cuando se dirigió al joven de Naín.

Él dice: "Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra." (Mateo 28:18). Ese poder no ha sido disminuido por el transcurso de los años, ni agotado por la incesante actividad de su rebosante gracia. Para todos los que creen en él, es todavía un Salvador viviente. Jesús cambió el pesar de la madre en gozo cuando le devolvió su hijo; sin embargo, el joven no fue sino restaurado a esta vida terrenal, para soportar sus tristezas, sus afanes, sus peligros, y para volver a caer bajo el poder de la muerte.

PERO JESÚS consuela nuestra tristeza por los muertos con un mensaje de esperanza infinita: "Yo soy . . . el que vivo, y he sido muerto; y he aquí que vivo por siglos de siglos.... Y tengo las llaves del infierno y de la muerte."

"Así que, por cuanto los hijos participaron de carne y sangre, él también participó de lo mismo, para destruir por la muerte al que tenía el imperio de la muerte, es a saber, al diablo, y librar a los que por el temor de la muerte estaban por toda la vida sujetos a servidumbre."* (Apocalipsis 1:8; Hebreos 2:14,15).

Satanás no puede retener los muertos en su poder cuando el Hijo de Dios les ordena que vivan. No puede retener en la muerte espiritual a una sola alma que con fe reciba la palabra de poder de Cristo. 

Dios dice a todos los que están muertos en el pecado: "Despiértate, tú que duermes, y levántate de los muertos."* (Efesios 5:14).

Esa palabra es vida eterna. Como la palabra de Dios, que ordenó al primer hombre que viviera, sigue dándonos vida; como la palabra de Cristo: "Mancebo, a ti digo, levántate," dio la vida al joven de Naín, así también aquella palabra: "Levántate de los muertos," es vida para el alma que la recibe.

DIOS "nos ha librado de la potestad de las tinieblas, 287 y trasladado al reino de su amado Hijo." (Colosenses 1:13). En su palabra, todo nos es ofrecido. Si la recibimos, tenemos liberación. "Y si el Espíritu de Aquel que levantó de los muertos a Jesús mora en vosotros, el que levantó a Cristo Jesús de los muertos, vivificará también vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que mora en vosotros." "Porque el mismo Señor con aclamación, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero: luego nosotros, los que vivimos, los que quedamos, juntamente con ellos seremos arrebatados en las nubes a recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor." (Rom. 8:11; 1 Tes. 4:16,17). Tales son las palabras de consuelo con que él nos invita a que nos consolemos unos a otros. 

17-18. CS 469. LA OBRA MEDIADORA DE CRISTO en favor del hombre se presenta en esta hermosa profecía de Zacarías relativa a Aquel "cuyo nombre es El Vástago."

 El profeta dice: "Sí, edificará el Templo de Jehová, y llevará sobre sí la gloria; y se sentará y reinará sobre su trono, siendo Sacerdote sobre su trono; y el consejo de la paz estará entre los dos." (Zacarías 6:12,13, V.M.)

"Sí, edificará el Templo de Jehová." Por su sacrificio y su mediación, Cristo es el fundamento y el edificador de la iglesia de Dios. El apóstol Pablo le señala como "la piedra principal del ángulo: en la cual todo el edificio, bien trabado consigo mismo, va creciendo para ser un templo santo en el Señor; en quien -dice- vosotros también sois edificados juntamente, para ser morada de Dios, en virtud del Espíritu." (Efesios 2:20-22, V.M.)

"Y llevará sobre sí la gloria." Es a Cristo a quien pertenece la gloria de la redención de la raza caída. Por toda la eternidad, el canto de los redimidos será: "A Aquel que nos ama, y nos ha lavado de nuestros pecados en su misma sangre, . . . a él sea la gloria y el dominio por los siglos de los siglos." (Apocalipsis 1:5, 6, V.M.)

"Y se sentará y reinará sobre su trono, siendo Sacerdote sobre su trono." No todavía "sobre el trono de su gloria;" el reino de gloria no le ha sido dado aún. Solo cuando su obra mediadora haya terminado, "le dará el Señor Dios el trono de David su padre," un reino del que "no habrá fin." (S. Lucas 1: 32, 33.) Como sacerdote, Cristo está sentado ahora con el Padre en su trono. (Apocalipsis 3: 21.) En el trono, en compañía 469 del Dios eterno que existe por sí mismo, está Aquel que "ha llevado nuestros padecimientos, y con nuestros dolores . . . se cargó," quien fue "tentado en todo punto, así como nosotros, mas sin pecado," para que pudiese "también socorrer a los que son tentados." "Si alguno pecare, abogado tenemos para con el Padre, a saber, a Jesucristo el justo. "  (Isaías 53: 4; Hebreos 4:15; 2:18; 1Juan 2:1 V.M.) Su intercesión es la de un cuerpo traspasado y quebrantado y de una vida inmaculada. Las manos heridas, el costado abierto, los pies desgarrados, abogan en favor del hombre caído, cuya redención fue comprada a tan infinito precio.

"Y El Consejo De La Paz Estará Entre Los Dos." El amor del Padre, no menos que el del Hijo, es la fuente de salvación para la raza perdida. 

Jesús había dicho a sus discípulos antes de irse: "No os digo, que yo rogaré al Padre por vosotros; pues el mismo Padre os ama." (Juan 16: 26, 27.) "Dios estaba en Cristo, reconciliando consigo mismo al mundo." (2 Corintios 5: 19, V.M.) Y en el ministerio del santuario celestial, "el consejo de la paz estará entre los dos." "De tal manera amó Dios al mundo, que dio a su Hijo unigénito, para que todo aquel que cree en él, no perezca, sino que tenga vida eterna." (Juan 3: 16, V.M.).

Las Escrituras Contestan Con Claridad A La Pregunta: ¿QUÉ ES EL SANTUARIO? La palabra "santuario," tal cual la usa la Biblia, se refiere, en primer lugar, al tabernáculo que construyó Moisés, como figura o imagen de las cosas celestiales; y, en segundo lugar, al "verdadero tabernáculo" en el cielo, hacia el cual señalaba el santuario terrenal. Muerto Cristo, terminó el ritual típico. El "verdadero tabernáculo" en el cielo es el santuario del nuevo pacto. Y como la profecía de Daniel 8:14 se cumple en esta dispensación, el santuario al cual se refiere debe ser el santuario del nuevo pacto. Cuando terminaron los 2.300 días, en 1844, hacía muchos siglos que no había santuario en la tierra. De manera que la profecía: "Hasta dos mil y trescientas tardes y mañanas; entonces será purificado el 470 Santuario," se refiere indudablemente al santuario que está en el cielo.

DMJ 17. Por medio del sufrimiento, Jesús se preparó para el 17 ministerio de consolación. Fue afligido por toda angustia de la humanidad, y "en cuanto él mismo padeció siendo tentado, es poderoso para socorrer a los que son tentados". *Heb. 2:18; Isa. 63:9. 
Quien haya participado de esta comunión de sus padecimientos tiene el privilegio de participar, también de su ministerio.  "Porque de la manera que abundan en nosotros las aflicciones de Cristo, así abunda también por el mismo Cristo nuestra consolación".  El Señor tiene gracia especial para los que lloran, y hay en ella poder para enternecer los corazones y ganar a las almas.  
Su amor se abre paso en el alma herida y afligida, y se convierte en bálsamo curativo para cuantos lloran.  El "Padre de misericordias y Dios de toda consolación..., nos consuela en todas nuestras tribulaciones, para que podamos también nosotros consolar a los que están en cualquier tribulación, por medio de la consolación con que nosotros somos consolados por Dios". 2 Cor. 1:5, 3,4.

Ministerio Hno. Pio


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