miércoles, noviembre 24, 2021

REFLEXIÓN 923. LA SUPREMA CONDICIÓN DE CRISTO COMO SUMO SACERDOTE: La Exhortación A Aceptarlo (HEBREOS 6).

Hebreos 6.  

EXHORTACIÓN A ACEPTAR A CRISTO COMO SUMO SACERDOTE. 6:1-20.

-La confianza del autor de que sus lectores crecerán en entendimiento, 6:1-12.

-La certeza de la esperanza cristiana, 6:13-20.

1 POR tanto, dejando ya los rudimentos de la doctrina de Cristo, vamos adelante a la perfección; no echando otra vez el fundamento del arrepentimiento de obras muertas, de la fe en Dios, 2 de la doctrina de bautismos, de la imposición de manos, de la resurrección de los muertos y del juicio eterno. 3 Y esto haremos, si Dios en verdad lo permite. 4 Porque es imposible que los que una vez fueron iluminados y gustaron del don celestial, y fueron hechos partícipes del Espíritu Santo, 5 y asimismo gustaron de la buena palabra de Dios y los poderes del siglo venidero, 6 y recayeron, sean otra vez renovados para arrepentimiento, crucificando de nuevo para sí mismos al Hijo de Dios y exponiéndole a vituperio.

7 Porque la tierra que bebe la lluvia que muchas veces cae sobre ella, y produce hierba provechosa a aquellos por los cuales es labrada, recibe bendición de Dios; 8 pero la que produce espinos y abrojos es reprobada, está próxima a ser maldecida, y su fin es el ser quemada.

9 Pero en cuanto a vosotros, oh amados, estamos persuadidos de cosas mejores, y que pertenecen a la salvación, aunque hablamos así. 10 Porque Dios no es injusto para olvidar vuestra obra y el trabajo de amor que habéis mostrado hacia su nombre, habiendo servido a los santos y sirviéndoles aún. 11 Pero deseamos que cada uno de vosotros muestre la misma solicitud hasta el fin, para plena certeza de la esperanza, 12 a fin de que no os hagáis perezosos, sino imitadores de aquellos que por la fe y la paciencia heredan las promesas.

13 Porque cuando Dios hizo la promesa a Abraham, no pudiendo jurar por otro mayor, juró por sí mismo, 14 diciendo: De cierto te bendeciré con abundancia y te multiplicaré grandemente. 15 Y habiendo esperado con paciencia, alcanzó la promesa. 16 Porque los hombres ciertamente juran por uno mayor que ellos, y para ellos el fin de toda controversia es el juramento para confirmación.

17 Por lo cual, queriendo Dios mostrar más abundantemente a los herederos de la promesa la inmutabilidad de su consejo, interpuso juramento; 18 para que por dos cosas inmutables, en las cuales es imposible que Dios mienta, tengamos un fortísimo consuelo los que hemos acudido para asirnos de la esperanza puesta delante de nosotros. 19 La cual tenemos como segura y firme ancla del alma, y que penetra hasta dentro del velo, 20 donde Jesús entró por nosotros como precursor, hecho sumo sacerdote para siempre según el orden de Melquisedec. (Hebreos 6).

1. Por tanto. El autor continúa con la exhortación que comenzó en el cap. 5. Sus lectores se han estado alimentando con leche cuando ya deberían estar comiendo un alimento más sólido. Aún eran niños, y se sentían satisfechos de serio. Pero el autor quiere que penetren más profundamente en las cosas de Dios y que no continúen satisfechos con lo que han alcanzado.

Rudimentos. Literalmente "la palabra del comienzo"; es decir, los principios elementales de la doctrina de Cristo. Son definidos en la última parte del vers. 1 y en el vers. 2. Perfección. O "madurez".

Fundamento. Es necesario poner un buen fundamento, pero el que no edifica sobre él nunca tendrá un edificio completo. El autor propone que se dejen los primeros rudimentos, pues da por sentado que la gente ya está bien fundada en ellos; pero dejarlos no es abandonarlos. El autor los "deja" como "fundamento" para construir sobre ellos, así como un constructor levanta el edificio sobre su base.

El autor menciona seis principios fundamentales sobre los cuales está construido el cristianismo.  Los menciona, pero no los discute porque considera que ya ha sido hecho, y bien.

Arrepentimiento. Gr. metánoia, "cambio de mente" (ver com. 2 Cor. 7:9). 

Este es el primero en la lista de los principios fundamentales. El que de verdad se arrepiente, evalúa sus acciones pasadas, las pesa en la balanza moral, repudia todos los motivos y actos indignos, y por la gracia de Dios cambia la antigua mente carnal por la mente de Cristo. Es transformado mediante la renovación de su mente (Rom. 12:2). El arrepentimiento no es primariamente una experiencia basada en emociones; es más bien un profundo proceso que afecta la mente y la vida, lo que da lugar a una "nueva criatura", hasta que pueda decirse "las cosas viejas pasaron;... todas son hechas nuevas" (2 Cor. 5:17).

Obras muertas. "Muertas" quizá en el sentido de que son pecaminosas. El pecador está muerto en "delitos y pecados" (Efe. 2:1). Estas son obras que debe desechar antes de que pueda convertirse en cristiano. Cf. Heb. 9:14

Fe en Dios. Está en segundo lugar en la lista de principios fundamentales. El arrepentimiento significa apartarse "de obras muertas"; la fe es ir hacia Dios. Lo viejo debe ser abandonado; lo nuevo debe ser adquirido. El arrepentimiento de obras muertas significa un cambio completo de mente -una nueva actitud espiritual- que induce al creyente a abandonar las obras muertas, y a volverse a Dios.

El arrepentimiento y la fe están entre los principios fundamentales del Evangelio. Si un hombre está completamente convertido, si se ha apartado de su vida pasada y ha renunciado a las "obras muertas", si ha depositado su fe en Dios, tiene un fundamento sólido que no le faltará cuando vengan los días malos.

2. Bautismos. Gr. baptismós, "lavamiento ritual", "ablución". La palabra aquí aparece en el plural; no es la misma que se aplica generalmente al bautismo cristiano (báptisma, ver com. Mat. 3:6). Baptismós se usa además en Mar. 7:4, 8 y Heb. 9:10, aunque la evidencia textual se inclina (cf. p. 10) por su uso también en Col. 2:12.

Claramente en Mar. 7:4,8 y Heb. 9:10 se refiere a los diferentes actos de purificación del ritual judaico. Sin embargo, éste no podría ser aquí su significado básico pues los reglamentos acerca de esos lavamientos no se consideraban como una doctrina fundamental del cristianismo. Es posible que el autor estuviera pensando en el bautismo cristiano, pero que emplee el plural de baptismos para representar el rito en sus aspectos más elementales.

Algunos ven en baptismós una referencia a los dos bautismos de la iglesia cristiana: bautismo con agua y el bautismo con el Espíritu, acerca de los cuales dijo Juan el Bautista: "Yo a la verdad os he bautizado con agua; pero él os bautizará en Espíritu Santo" (Mar. 1: 8). Jesús dijo después de su resurrección: "Juan ciertamente bautizó con agua, mas vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo dentro de no muchos días" (Hech. 1:5; cf. Juan 3:5; Hech. 11:16; 1 Cor. 12:13). Sin embargo, si estas dos formas de bautismo cristiano hubieran estado básicamente en el pensamiento del autor, es de esperar que usara el plural de báptisma en vez del de baptismos, especialmente porque éste último aparece posteriormente en la epístola con una clara referencia a los lavamientos ceremoniales (Heb. 9:10). Por lo tanto, parece preferible la explicación que considera al plural de baptismós como equivalente del bautismo cristiano en sus aspectos más elementales.

Imposición de manos. Esta es la cuarta de las doctrinas fundamentales que se presentan. La imposición de las manos en los tiempos del AT significaba la transferencia de una bendición o de un cargo (Gén. 48:9-14; Núm. 8:10-11; Deut. 34:9). En el NT se siguió la misma costumbre. Era especialmente significativa la imposición de las manos de los apóstoles después del bautismo, acto por el cual los creyentes recibían el Espíritu Santo (Hech. 8:17-18; 19:6).

 Como el autor inmediatamente antes ha mencionado "bautismos", quizá estaba pensando en esta función especial. En cuanto a la ordenación, ver Hech. 6:6; 1Tim. 4:14.

Resurrección de los muertos. Con referencia a la importancia de esta doctrina. 

Ver com. 1 Cor. 15.

Juicio eterno. La doctrina del juicio ocupa un lugar prominente tanto en el AT (cf. Sal. 9:3-8, 15-16; Dan. 7:9-10; cf. Jud. 14-15) como en el NT (Mat. 12:41-42; 25:31-46; Luc. 11:31-32; 2Cor. 5:10). Debe adherirse que los cristianos de origen judío no tenían dificultades con estos seis principios, pues todos se destacan en el AT. El peligro a que estaban expuestos era que se sintieran satisfechos con lo que habían traído del judaísmo y se negaran a aceptar con agrado las doctrinas del cristianismo.

3. Esto haremos. Aunque la evidencia textual favorece (cf. p. 10) el texto "haremos", algunos MSS dicen "hagamos". El autor anima a sus lectores a ir más allá de los rudimentos (vers. 1) del Evangelio, pues esperaba y creía que eran bien comprendidos. Dejaba atrás esos rudimentos así como un niño deja el abecedario para ocuparse de su primer libro de lectura; pero la realidad es que ningún niño ni tampoco el hombre más sabio abandonan jamás el alfabeto. Siempre usan sus 28 letras. Lo mismo sucede con estos principios fundamentales. No se abandonan; se edifica sobre ellos. El autor iba de las verdades elementales a las más profundas, de lo conocido a lo desconocido.

Si Dios... lo permite. Cf. com.  Hech. 18:21; 1Cor. 4:19; cf. 1 Cor. 16:7.

4. Es imposible. Los vers. 4-6 tratan de la suerte que corren los que se apartan de Dios. El tema que se presenta es la posibilidad de restaurar a los que han pasado por una profunda experiencia cristiana, pero luego se han apartado. Podrán ser restaurados a la comunión cristiana y recibir otra vez misericordia? Este pasaje ha causado gran perplejidad y desánimo a muchos.  Parece como si enseñara que los que se apartan de la fe están irremisiblemente perdidos.

Entre los diversos puntos de vista que se han sostenido, dos son dignos de consideración: (1) Que la apostasía de la cual aquí se habla, es haber incurrido en el pecado imperdonable (ver com. Mat. 12:31-32). pues es la única forma de apostasía sin esperanza; (2) que el pasaje, correctamente entendido, no enseña que esta apostasía sea absolutamente sin esperanza, sino que esa falta de esperanza es condicional (ver com. Heb. 6:6). La mayoría de los comentadores aceptan el primer punto de vista, aunque el segundo tiene sus fundamentos y puede ser sostenido usando el texto griego. La idea de que era imposible arrepentirse después de llegar a ciertas circunstancias, era común entre los judíos.

Por ejemplo, enseñaban que ese era el caso del hombre que pecaba desenfrenadamente confiando en un futuro arrepentimiento. "Si uno dice: pecaré y me arrepentiré, pecaré y me arrepentiré, no se le dará oportunidad de arrepentirse. [Si uno dice]: pecaré, y el día de la expiación procuraré expiación para mí, el día de la expiación no le concede ninguna expiación" (Mishnah Yoma 8. 9). Enseñaban también que el arrepentimiento era imposible para el hombre que inducía a muchos a pecar: "Cualquiera que hace que muchos sean justos, el pecado no ocurre a causa de él; y cualquiera que hace que muchos pequen, ellos no le conceden la facultad de arrepentirse" (Mishnah Aboth 5. 18). Es interesante también un pasaje del Eclesiástico: "No digas: 'Pequé, y ¿qué me ha pasado?', porque el Señor es paciente. Del perdón no te sientas tan seguro que acumules pecado tras pecado.  No digas: 'Su compasión es grande, él me perdonará la multitud de mis pecados'. Porque en él hay misericordia, pero también hay cólera, y en los pecadores se desahoga su furor. No te tardes en volver al Señor, no lo difieras de un día para otro, pues de pronto salta la ira del Señor, y perecerás al tiempo del castigo" (cap. 5:4-7, BJ).

Iluminados. Ver com. Efe. 1:18.

Gustaron. Gr. géuomai (ver com. cap. 2:9). Aquí parece aplicarse el significado "experimentaron".  Cf. Sal. 34:8.

Don celestial. Es decir, el don de la salvación o quizá un don especial del Espíritu (Rom. 5:15; 1Cor. 12).

Partícipes del Espíritu Santo. O que han recibido un derramamiento del Espíritu ya sea como energía divina en la conversión (Juan 3:5), o mediante el impartimiento de algún don especial (1Cor. 12).

5. Gustaron. Gr. géuomai (ver com. vers. 4). Este verbo sugiere algo más que un conocimiento superficial: da a entender estudio, meditación y aceptación.

Poderes. Gr. dúnamis (ver com. Hech. 1:8), aquí tal vez el plural tenga el sentido de "milagros" como en Heb. 2:4. En los comienzos de la época apostólica se hacían muchos milagros, los endemoniados eran liberados; los enfermos eran curados y aun muertos eran resucitados (Hech. 3:6-9; 5:15-16; 6:8; 8:6; 12:7; 20:9-12). Gustar de esos poderes era participar de ellos, ya fuera recibiendo personalmente una curación u otro beneficio, o haciendo un milagro, o haberlo presenciado. Aquellos a quienes aquí se hace referencia habían visto el gran poder de Dios para hacer lo que no era posible que hiciera el ser humano.

Siglo venidero. O "mundo venidero". Quizá se refiera a la era futura, de la cual la era evangélica, con sus milagros, era un anticipo o garantía.

Se enumeran estas diferentes cualidades para mostrar que esas personas habían tenido una experiencia auténtica. Habían sido testigos del gran poder de Dios en su vida y en la de otros. Se les había confiado mucho, y mucho se les pediría.

6. Y recayeron. O "y habiendo apostatado". Los alcances de la caída pueden ser juzgados por los privilegios concedidos. El contexto sugiere una gran apostasía.

Renovados para arrepentimiento. Es decir, para que se produzca el deseo de arrepentirse. Este no es el caso de un hombre que procura volverse a Dios, pero que le es imposible arrepentirse, sino el de un hombre que no desea regresar a la vida de la cual se apartó. En cuanto al significado del arrepentimiento, ver com. vers. 1.

Crucificando de nuevo. Gr. anastaurá, crucificar", "crucificar de nuevo". En los escritos extrabíblicos significa sencillamente "crucificar", pero en este pasaje el contexto favorece el sentido figurado de "crucificar de nuevo". Este sentido es especialmente significativo pues aquellos a quienes se dirige la epístola son cristianos de origen judío, cuya raza había sido culpable de crucificar al Hijo de Dios la primera vez (Hech. 3:14-15). Si estos cristianos rechazaban a su Salvador y volvían a su vida anterior, era como si lo hubieran crucificado de nuevo.

La interpretación de este pasaje depende mucho de la comprensión del participio griego que se traduce "crucificando". La construcción griega con un participio puede expresar tiempo, causa, condición o propósito. Algunos comentadores sugieren que el sentido es aquí temporal y que el pasaje debiera traducirse: "es imposible renovar el arrepentimiento mientras continúen crucificando al Hijo de Dios". Es común este uso temporal del participio. Si así se acepta, entonces el pasaje enseña que los que han apostatado no pueden ser restaurados mientras continúen sin arrepentirse.

Si se acepta el uso causal del participio ("en vista de", "puesto que", "debido a", etc.), entonces debe considerarse que el pasaje se ocupa del pecado imperdonable, pues los culpables de este pecado son los únicos que no pueden ser renovados para arrepentimiento. Este pecado generalmente se manifiesta en un continuo rechazo de las invitaciones de Dios y de las súplicas del Espíritu. Se trata de un endurecimiento del corazón, hasta que ya no hay ninguna respuesta a la voz de Dios. Por esta razón una persona que ha pecado contra el Espíritu no siente arrepentimiento, ni experimenta dolor por su pecado, ni desea apartarse de él, pues no hay una conciencia que lo acuse. Si alguno tiene el sincero deseo de hacer lo correcto, puede creer confiadamente que aún hay esperanza para él.

Esto debería ser una fuente de consuelo para el alma desanimada, pero de ninguna manera debería usarse como un incentivo para el descuido. Dios desea consolar a los desconsolados, pero también quiere advertir a su pueblo en cuanto al peligro de llegar al punto sin retorno.

Exponiéndole a vituperio. O "lo exponen a la ignominia pública". Esta oración podría traducirse: "Mientras continúen exponiendo a Cristo a vituperio" (ver com. de "crucificando de nuevo").

7. Bebe la lluvia. La tierra que recibe lluvia a su vez produce hierba y alimento para los seres humanos. Es una ilustración del corazón humano que recibe la lluvia y el rocío celestial y, por comparación, se espera que produzca frutos para la gloria de Dios.

Bendición de Dios. Es decir, en su productividad.

8. Espinos y abrojos. Dios había bendecido a los cristianos hebreos y esperaba que produjeran fruto. Si con todas las bendiciones que les había dado y con toda la luz que había iluminado su sendero, aún se negaban a dar fruto, o si se descarnaban, sólo habría un fin para ellos: la separación de Dios y el olvido.

Próxima a ser maldecida. Cf. Gén. 3:17-18. El autor no quiere decir que los cristianos hebreos ya estaban en la condición desesperada descrita en Heb. 6:4-6; pero sin fructificar, esa condición está "próxima". Se los aconseja debidamente para que no sigan un camino que produzca su rechazo (cf. cap. 2:1-3; 10:26-29).

Quemada. Cf. Deut. 29:23.

9. Amados. Esta es la única vez en que aparece este afectuoso término en Hebreos.

Cosas mejores. El autor ha pronunciado palabras de advertencia y admonición para sus lectores; ahora los consuela. Está persuadido de que no tienen la intención de rechazar la invitación de Dios, y sin embargo deben ser amonestados pues están en peligro de ir a la deriva, de no prestar atención a las cosas que han oído (cap. 2:1-3). Corren el peligro de repetir el error del antiguo Israel y no entrar en el reposo (cap. 4:1). No han progresado ni crecido satisfactoriamente, sino que aún son niños cuando ya debieran ser adultos (cap. 5:11-14). Y en el caso presente les está diciendo que están en verdadero peligro de perderse. Suaviza esto un poco diciéndoles que está persuadido "de cosas mejores" de parte de ellos, y sin embargo deja la impresión de que su condición es seria y que deben estar alerta para no perder la vida eterna.

Pertenecen a la salvación. El autor no declara cuáles son esas cosas, pero por lo que ya ha escrito los lectores podrían saber de qué se trata.

10. Dios no es injusto. El autor recurre a la justicia y equidad de Dios. 

Para olvidar. Dios no olvida ningún acto de bondad por pequeño que sea. Todo se registra y se tomará en cuenta en el día del juicio. 

No se olvida ni siquiera un vaso de agua fría (Mat. 10:42); la lágrima de dolor o simpatía se registra y recuerda (cf. Sal. 56:8).

Trabajo. La evidencia textual favorece (cf. p.10) la omisión de la frase "el trabajo de". La omiten la BJ, BA, BC y NC.

Hacia su nombre. Es decir, hacia Dios. "Nombre", como es frecuente, está aquí en lugar de persona (cf. com. Sal. 7:17).

Servido a los santos. Esto podría parecer algo sin importancia, no digno de ser mencionado cuando había tantos asuntos de mayor importancia que necesitaban ser atendidos. Pero la ayuda en tiempo de desgracia, el hospedaje por la noche, el alimento y la bebida para el forastero, la hospitalidad y la bondad: todo se registra en el libro de Dios; y él no olvida tales actos de bondad (cf. Mat. 10:42; 25:31-40).

11. Deseamos. Gr. epithuméÇ, "anhelar fervientemente".

Solicitud. Gr. spoudL (ver com. Rom. 12:8).

Hasta el fin. Es bueno comenzar, pero es mejor terminar. No importa cuán bueno sea el comienzo, será sin valor a menos que se continúe hasta el fin. La promesa de Dios es que "el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará" (Fil. 1:6). Son muchos los que comienzan, pero no terminan.

Plena certeza de la esperanza. Cf. Col. 2:2. Los creyentes a quienes se dirigía la epístola habían sido celosos en su hospitalidad para con los santos. Necesitaban continuar con esa obra, pero también debían ser diligentes en otros asuntos relativos a la salvación.

12. Perezosos. Gr. nÇthrós, "lento", "perezoso"; si se usa en relación con oír se traduce como "tardos" en cap. 5:11. La pereza es lo opuesto a la diligencia. La religión es para muchos algo circunstancial, que puede cultivarse perezosamente. No ocupa el primer lugar en su programa, sino cerca del fin de la lista. Todo debe hacerse antes, y Dios puede quedarse con lo que queda.  Esta conducta debe ser invertida.

Fe. Esta cualidad esencial se trata ampliamente en el cap. 11 (ver el comentario respectivo).

Paciencia. Gr. makrothumía, "longanimidad", "paciencia", "perseverancia".

Heredan las promesas. Cf. cap. 4:1.

13. Dios hizo la promesa a Abraham. Se presenta a Abrahán como un ejemplo de alguien que mediante su paciente perseverancia "alcanzó la promesa" (vers. 15).

Jurar por otro mayor. Ver com. vers. 16.

Juró por sí mismo. Referencia a Gén. 22:16-17.

14. De cierto te bendeciré con abundancia. Literalmente "te bendeciré bendiciendo". Esta frase idiomática hebrea da mucho énfasis a la acción del verbo.

Te multiplicaré grandemente. Literalmente "multiplicando te multiplicaré". Ver com. "de cierto te bendeciré con abundancia".

15. Habiendo esperado con paciencia. Ver com. vers. 12. Se presenta a Abrahán como un ejemplo digno de ser imitado por otros.

Alcanzó la promesa. Esto es, con el nacimiento de Isaac. Este hijo de la promesa fue como una prenda o señal de la multitud de descendientes por medio de los cuales vendría una bendición a todas las naciones, y especialmente mediante la "simiente", Cristo (Gál. 3:16).

16. Mayor. Los hombres tienen la costumbre de jurar por Dios; pero Dios, no teniendo otro mayor por el cual pudiera jurar, juró por sí mismo (vers. 13).

Confirmación. Gr. bebáiÇsis, que aquí se usa como un término legal que significa "prenda" o "garantía". Un juramento tiene un efecto positivo: proporciona una seguridad legal, y un efecto negativo: pone fin a una controversia.

17. Queriendo Dios mostrar. No era necesario que Dios jurara. Su palabra vale tanto como su juramento. Fue, por lo tanto, algo admirable que se colocara al mismo nivel del hombre y que consintiera en prestar juramento por la verdad de la promesa.

A los herederos. No sólo a Abrahán sino a todos los herederos, incluso los descendientes espirituales de Abrahán (Gál. 3:29). 

Interpuso juramento. Gr. mesitéuÇ, "mediar", "actuar como fiador", "garantizar".  

La confirmación de la palabra de Dios mediante un juramento se registra en Gén. 22:16-18.

18. Dos cosas inmutables. Es decir, la promesa de Dios y su juramento. La palabra de Dios es intrínsecamente inmutable. Ningún juramento puede a añadir nada o a lo que Dios ha dicho, o hacerlo más seguro; pero él lo confirmó con un juramento únicamente por causa de nosotros. Los hombres juran para confirmar algo, y Dios condescendió a hacer lo mismo para ayudarnos en nuestra fe. Este juramento era sin duda una ayuda definida para la gente que vivió antes de Cristo. Si alguna duda surgía en su mente podían depender del hecho de que Dios no sólo lo había prometido, sino que lo había confirmado con un juramento, y que, por lo tanto, con seguridad cumpliría su palabra. De ese modo el juramento ayudaría a fortalecer su fe.

Fortísimo consuelo. O "fuerte aliento"; "vehemente consolación" (BC).

Hemos acudido. "Buscamos un refugio" (BJ). La ilustración puede haberse tomado de la antigua costumbre de una persona que, creyéndose en peligro, huía al tabernáculo como lugar de refugio (ver Exo. 21:13-14; 1 Rey. 2:28-34).

Para asirnos. O "para aferrarnos".

Esperanza. Ver com. Rom. 5:4; 8:24; 12:12.

Puesta delante de nosotros. La esperanza de la salvación se ha puesto delante de todos, y todos pueden aferrarse a ella.

19. Ancla. Un cambio en la metáfora. Un ancla sostiene a un barco en la tormenta e impide que se estrelle contra las rocas. Las anclas a veces se zafan; pero no sucede así con el ancla de la "esperanza". Este es el único lugar de las Escrituras donde aparece la metáfora del ancla.

Que penetra. Es decir, penetra la esperanza.

Dentro. Gr. es^teros, "interior"; "más allá" (BJ); "detrás" (BA). 

Esta palabra aparece en el NT sólo aquí y en Hech. 16: 24, en donde se describe el calabozo "de más adentro" donde fueron encerrados Pablo y Silas. Esoteros es más frecuente en la LXX (Exo. 26:33; Lev. 16:2,12,15, etc,).

Velo. Gr. katapétasma, "cortina", "velo". Esta palabra aparece seis veces en el NT. Tres veces se usa para referirse al velo del templo que fue rasgado cuando Cristo murió (Mat. 27:51; Mar. 15:38; Luc. 23:45). Las restantes se hallan en Hebreos (cap. 6:19; 9:3; 10:20).

En las referencias al santuario, tal como están en la LXX, katapétasma se usa para describir (1) la cortina que separaba el lugar santo del lugar santísimo (Exo. 26:31,33); (2) la cortina de la puerta del tabernáculo (Exo. 26:37; 36:37; Núm. 3:26); (3) la cortina de la entrada del atrio (Exo. 38:18). El hecho de que la cortina de la entrada del tabernáculo y la cortina interior que separaba el lugar santo del lugar santísimo fueran llamadas katapétasma, proporciona una explicación sencilla para el uso de la expresión "segundo [velo katapétasma]" en Heb. 9:3, para describir la cortina interior. Surge la pregunta: ¿A cuál cortina se refiere el autor como aquella dentro de la cual "penetra" nuestra esperanza?

Algunos escrituristas no adventistas enseñan que Cristo inmediatamente después de su ascensión comenzó su obra en el lugar santísimo del santuario celestial. 

Sostienen que katapétasma se refiere aquí a la cortina que separaba el lugar santo del santísimo. Hacen notar que "dentro del velo" es una traducción de las palabras griegas es^teron tóu katapetásmatos, que en las cuatro veces que aparece en la LXX (Exo. 26:33; Lev. 16:2,12,15) siempre describe el lugar santísimo. Sin embargo, no necesariamente puede deducirse que "el velo" que aquí se menciona es el velo que dividía el lugar santo del santísimo, y que, por lo tanto, Cristo inmediatamente después de su ascensión comenzó su obra mediadora en el lugar santísimo.

A continuación hay tres posibles explicaciones de la expresión "dentro del velo", todas las cuales concuerdan con la posición de la Iglesia Adventista del Séptimo Día acerca del tema del santuario.

1. "El velo" significa la cortina divisoria entre los lugares santo y santísimo; pero Pablo está hablando de la entrada de Cristo dentro del lugar santísimo del santuario celestial para dedicarlo, junto con el resto del santuario, cuando asumió su ministerio de Sumo Sacerdote. Esa dedicación está mencionada en Dan. 9:24 (ver el comentario respectivo) y se simboliza con el ungimiento del santuario terrenal después de que fue edificado (Exo. 40; cf. cap. 30:26-29).

2. En Heb. 6:19 Pablo deja sin definir la palabra "velo", pues su propósito es llamar la atención no al velo sino a lo que está dentro [o 'detrás'] del velo", a saber: el lugar donde ministra Cristo, nuestro Sumo Sacerdote. En otras palabras, Pablo está usando la palabra "velo" (katapétasma) no en términos de una explicación técnica o detallada de la estructura del santuario celestial, sino como una figura de lenguaje para describir lo que divide lo visible de lo invisible, lo terrenal de lo celestial. Por esta razón "dentro del velo" significa sencillamente estar en la presencia de Dios. Según este punto de vista, se personifica a la "esperanza", pues "penetra hasta dentro del velo", hasta la misma presencia de Dios, donde entró Cristo (vers. 20; cf. cap. 9:24).

3. Pablo describe específicamente en otro lugar de Hebreos el velo que separaba el lugar el lugar santísimo, como "el segundo velo" (cap. 9:3); por lo tanto, cuando habla del "velo" (cap. 6:19) debe referirse sencillamente al velo de la entrada del tabernáculo. 

Además, como el santuario celestial y el orden de sus servicios estaban prefigurados por el santuario terrenal, cuando Cristo ascendió al cielo "entró" en el lugar santo -el primer compartimiento- para comenzar la primera fase de su ministerio celestial (ver CS 472-473).

20. Precursor. Gr. pródromos, "que corre delante". Esta palabra sólo aparece aquí en el NT. En la LXX se encuentra dos veces: en Núm. 13:20 y en Isa. 28:4; en este último texto se refiere a la fruta "temprana" (pródromos). Cuando se aplica a Jesús, el pensamiento parece ser que él fue adelante para estar en la presencia de Dios y nosotros iremos tras él. La idea es similar a la que se expresa en Heb. 2:10 con el término arjégós (ver el comentario respectivo)

Sumo sacerdote para siempre. Ver com. cap. 5:6. El autor vuelve hábilmente al tema del cual se ha apartado desde el cap. 5:11. Este tema se trata detalladamente en el cap. 7. (7CBA).

COMENTARIOS DE EGW

1. CS 523. LA DOCTRINA DE LA SANTIFICACIÓN VERDADERA ES BÍBLICA. El apóstol Pablo, en su carta a la iglesia de Tesalónica, declara: "Esta es la voluntad de Dios, es a saber, vuestra santificación." Y ruega así: "El mismo Dios de paz os santifique del todo." (1 Tesalonicenses 4:3; 5:23, V.M.) La Biblia enseña claramente lo que es la santificación, y cómo se puede alcanzarla. El Salvador oró por sus discípulos: "Santifícalos con la verdad: tu Palabra es la verdad." (S. Juan 17:17,19, V.M.) Y San Pablo enseña que los creyentes deben ser santificados por el Espíritu Santo. (Romanos 15:16.) ¿Cuál es la obra del Espíritu Santo? Jesús dijo a sus discípulos: "Cuando viniere aquél, el Espíritu de verdad, él os guiará al conocimiento de toda la verdad." (Juan 16:13, V.M.) Y el salmista dice: "Tu 523 ley es la verdad." Por la Palabra y el Espíritu de Dios quedan de manifiesto ante los hombres los grandes principios de justicia encerrados en la ley divina. Y ya que la ley de Dios es santa, justa y buena, un trasunto de la perfección divina, resulta que el carácter formado por la obediencia a esa ley será santo. Cristo es ejemplo perfecto de semejante carácter. El dice: "He guardado los mandamientos de mi Padre." "Hago siempre las cosas que le agradan." (Juan 15:10; 8:29, V.M.) Los discípulos de Cristo han de volverse semejantes a él, es decir, adquirir por la gracia de Dios un carácter conforme a los principios de su santa ley. Esto es lo que la Biblia llama santificación.

Esta obra no se puede realizar sino por la fe en Cristo, por el poder del Espíritu de Dios que habite en el corazón. San Pablo amonesta a los creyentes: "Ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor; porque Dios es el que en vosotros obra así el querer como el hacer, por su buena voluntad." (Filipenses 2:12,13.) El cristiano sentirá las tentaciones del pecado, pero luchará continuamente contra él. Aquí es donde se necesita la ayuda de Cristo. La debilidad humana se une con la fuerza divina, y la fe exclama: "A Dios gracias, que nos da la victoria por el Señor nuestro Jesucristo." (1 Corintios 15:57.)

Las Santas Escrituras enseñan claramente que la obra de santificación es progresiva. Cuando el pecador encuentra en la conversión la paz con Dios por la sangre expiatoria, la vida cristiana no ha hecho más que empezar. Ahora debe llegar "al estado de hombre perfecto;" crecer "a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo." El apóstol San Pablo dice: "Una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo al blanco, al premio de la soberana vocación de Dios en Cristo Jesús." (Filipenses 3:13,14.) Y San Pedro nos presenta los peldaños por los cuales se llega a la santificación de que habla la Biblia: "Poniendo de vuestra parte todo empeño, añadid a vuestra fe el poder; y al poder, la ciencia; y a la ciencia, la templanza; y a 524 la templanza, la paciencia; y a la paciencia, la piedad; y a la piedad, fraternidad; y a la fraternidad, amor.... Porque si hacéis estas cosas, no tropezaréis nunca." (2 Pedro 1:5-10, V.M.)

Los que experimenten la santificación de que habla la Biblia, manifestarán un espíritu de humildad. Como Moisés, contemplaron la terrible majestad de la santidad y se dan cuenta de su propia indignidad en contraste con la pureza y alta perfección del Dios infinito.

5. 2JT 343. En el cielo, Dios es todo en todos. Allí reina suprema la santidad; allí no hay nada que estropee la perfecta armonía con Dios. Si estamos a la verdad en viaje hacia allá, el espíritu del cielo morará en nuestro corazón aquí. Pero si no hallamos placer ahora en la contemplación de las cosas celestiales; si no tenemos interés en tratar de conocer a Dios, ningún deleite en contemplar el carácter de Cristo; si la santidad no tiene atractivos para nosotros, podemos estar seguros de que nuestra esperanza del cielo es vana. La perfecta conformidad a la voluntad de Dios es el alto blanco que debe estar constantemente delante del cristiano. Él se deleitará en hablar de Dios, de Jesús, del hogar de felicidad y pureza que Cristo ha preparado 343 para los que le aman. La contemplación de estos temas, cuando el alma se regocija en las bienaventuradas seguridades de Dios, es comparada por el apóstol al goce de "las virtudes del siglo venidero."

Está por sobrecogernos la lucha final del gran conflicto, cuando con "grande potencia, y señales, y milagros mentirosos, y con todo engaño de iniquidad," Satanás obrará para representar falsamente el carácter de Dios, a fin de seducir, "si es posible, aun a los escogidos." (Mat. 24:24.) Si hubo alguna vez un pueblo que necesitase un aumento constante de la luz del cielo, es el pueblo que, en este tiempo de peligro, Dios llamó a ser depositario de su santa ley y a vindicar su carácter delante del mundo. Aquellos a quienes se confió un cometido tan sagrado deben ser espiritualizados y elevados por las verdades que profesan creer.

Nunca la iglesia ha necesitado tanto, y nunca ha estado Dios tan deseoso de que ella obtuviese la condición descrita en la carta de Pablo a los colosenses cuando escribió: "No cesamos de orar por vosotros, y de pedir que seáis llenos del conocimiento de su voluntad, en toda sabiduría y espiritual inteligencia; para que andéis como es digno del Señor, agradándole en todo, fructificando en toda buena obra, y creciendo en el conocimiento de Dios." (Col. 1:9,10.) 344

6. DMJ 14. A medida que una persona se siente persuadida a mirar a Cristo levantado en la cruz, percibe la pecaminosidad del ser humano. Comprende que es el pecado lo que azotó y Crucificó al Señor de la gloria. Reconoce que aunque se lo amó con cariño indecible, su vida ha sido un espectáculo continuo de ingratitud y rebelión Abandonó a su mejor Amigo y abusó del don más precioso del cielo. El mismo crucificó nuevamente al Hijo de Dios y traspasó otra vez su corazón sangrante y agobiado. Lo separa de Dios un abismo ancho, negro y hondo, y llora con corazón quebrantado. Ese llanto recibirá "consolación".  
Dios nos revela nuestra culpabilidad para que nos refugiemos en Cristo y para que por él seamos librados de la esclavitud del pecado, a fin de que nos regocijemos en: la libertad de los hijos de Dios. Con verdadera contrición, podemos llegar al pie de la cruz y depositar allí nuestras cargas.

Hay también en las palabras del Salvador un mensaje de consuelo para los que sufren aflicción o la pérdida de un ser querido. Nuestras tristezas no brotan de la tierra.  
Dios "no aflige ni entristece voluntariamente a los hijos de los hombres". Cuando él permite que suframos pruebas y aflicciones, es "para lo que nos es provechosos para que participemos de su santidad". Lam. 3:33; Heb.12:10.
 Si la recibimos con fe, la prueba que parece tan amarga y difícil de soportar resultará una bendición. El golpe cruel que  marchita los gozos terrenales nos hará dirigir los ojos al cielo.
 ¡Cuántos son  los que nunca habrían conocido a Jesús si la tristeza no los hubiera movido a buscar consuelo en él! 15

19-20. CS 473, 543. Las Escrituras Contestan Con Claridad A La Pregunta: ¿QUÉ ES EL SANTUARIO? La palabra "santuario," tal cual la usa la Biblia, se refiere, en primer lugar, al tabernáculo que construyó Moisés, como figura o imagen de las cosas celestiales; y, en segundo lugar, al "verdadero tabernáculo" en el cielo, hacia el cual señalaba el santuario terrenal. Muerto Cristo, terminó el ritual típico. El "verdadero tabernáculo" en el cielo es el santuario del nuevo pacto. Y como la profecía de Daniel 8:14 se cumple en esta dispensación, el santuario al cual se refiere debe ser el santuario del nuevo pacto. Cuando terminaron los 2.300 días, en 1844, hacía muchos siglos que no había santuario en la tierra. De manera que la profecía: "Hasta dos mil y trescientas tardes y mañanas; entonces será purificado el 470 Santuario," se refiere indudablemente al santuario que está en el cielo.

PERO QUEDA AÚN LA PREGUNTA MÁS IMPORTANTE POR CONTESTAR: ¿QUÉ ES LA PURIFICACIÓN DEL SANTUARIO? En el Antiguo Testamento se hace mención de un servicio tal con referencia al santuario terrenal. ¿Pero puede haber algo que purificar en el cielo? En el noveno capítulo de la Epístola a los Hebreos, se menciona claramente la purificación de ambos santuarios, el terrenal y el celestial. "Según la ley, casi todas las cosas son purificadas con sangre; y sin derramamiento de sangre no hay remisión. Fue pues necesario que las representaciones de las cosas celestiales fuesen purificadas con estos sacrificios, pero las mismas cosas celestiales, con mejores sacrificios que éstos" (Hebreos 9: 22, 23, V.M.), a saber, la preciosa sangre de Cristo.

En ambos servicios, el típico y el real, la purificación debe efectuarse con sangre; en aquél con sangre de animales; en éste, con la sangre de Cristo. San Pablo dice que la razón por la cual esta purificación debe hacerse con sangre, es porque sin derramamiento de sangre no hay remisión. La remisión, o sea el acto de quitar los pecados, es la obra que debe realizarse. ¿Pero como podía relacionarse el pecado con el santuario del cielo o con el de la tierra? Puede saberse esto estudiando el servicio simbólico, pues los sacerdotes que oficiaban en la tierra, ministraban "lo que es la mera representación y sombra de las cosas celestiales." (Hebreos 8: 5, V.M.)

El servicio del santuario terrenal consistía en dos partes; los sacerdotes ministraban diariamente en el lugar santo, mientras que una vez al año el sumo sacerdote efectuaba un servicio especial de expiación en el lugar santísimo, para purificar el santuario. Día tras día el pecador arrepentido llevaba su ofrenda a la puerta del tabernáculo, y poniendo la mano sobre la cabeza de la víctima, confesaba sus pecados, transfiriéndolos así figurativamente de sí mismo a la víctima inocente. Luego se mataba el animal. "Sin derramamiento de sangre," dice el apóstol, no hay remisión de pecados. "La vida de la carne en 471 la sangre está." (Levítico 17: 11.) La ley de Dios quebrantada exigía la vida del transgresor. La sangre, que representaba la vida comprometida del pecador, cuya culpa cargaba la víctima, la llevaba el sacerdote al lugar santo y la salpicaba ante el velo, detrás del cual estaba el arca que contenía la ley que el pecador había transgredido. Mediante esta ceremonia, el pecado era transferido figurativamente, por intermedio de la sangre, al santuario. En ciertos casos, la sangre no era llevada al lugar santo; pero el sacerdote debía entonces comer la carne, como Moisés lo había mandado a los hijos de Aarón, diciendo: "Dióla él a vosotros para llevar la iniquidad de la congregación." (Levítico 10: 17.) Ambas ceremonias simbolizaban por igual la transferencia del pecado del penitente al santuario.

Tal era la obra que se llevaba a cabo día tras día durante todo el año. Los pecados de Israel eran transferidos así al santuario, y se hacía necesario un servicio especial para eliminarlos. Dios mandó que se hiciera una expiación por cada uno de los departamentos sagrados. "Así hará expiación por el Santuario, a causa de las inmundicias de los hijos de Israel y de sus transgresiones, con motivo de todos sus pecados. Y del mismo modo hará con el Tabernáculo de Reunión, que reside con ellos, en medio de sus inmundicias." Debía hacerse también una expiación por el altar: "Lo purificará y lo santificará, a causa de las inmundicias de los hijos de Israel." (Levítico 16: 16, 19, V.M.)

Una vez al año, en el gran día de las expiaciones, el sacerdote entraba en el lugar santísimo para purificar el santuario. El servicio que se realizaba allí completaba la serie anual de los servicios. En el día de las expiaciones se llevaban dos machos cabríos a la entrada del tabernáculo y se echaban suertes sobre ellos, "la una suerte para Jehová y la otra para Azazel." (Vers. 8.) El macho cabrío sobre el cual caía la suerte para Jehová debía ser inmolado como ofrenda por el pecado del pueblo. Y el sacerdote debía llevar velo adentro la sangre de aquél y rociarla sobre el propiciatorio y delante de él. También había 472 que rociar con ella el altar del incienso, que se encontraba delante del velo.

"Y pondrá Aarón entrambas manos sobre la cabeza del macho cabrío vivo, y confesará sobre él todas las iniquidades de los hijos de Israel, y todas sus transgresiones, a causa de todos sus pecados, cargándolos así sobre la cabeza del macho cabrío, y le enviará al desierto por mano de un hombre idóneo. Y el macho cabrío llevará sobre sí las iniquidades de ellos a tierra inhabitada." (Levítico 16: 21, 22, V.M.) El macho cabrío emisario no volvía al real de Israel, y el hombre que lo había llevado afuera debía lavarse y lavar sus vestidos con agua antes de volver al campamento.

Toda la ceremonia estaba destinada a inculcar a los israelitas una idea de la santidad de Dios y de su odio al pecado; y además hacerles ver que no podían ponerse en contacto con el pecado sin contaminarse. Se requería de todos que afligiesen sus almas mientras se celebraba el servicio de expiación. Toda ocupación debía dejarse a un lado, y toda la congregación de Israel debía pasar el día en solemne humillación ante Dios, con oración, ayuno y examen profundo del corazón.

El servicio típico enseña importantes verdades respecto a la expiación. Se aceptaba un substituto en lugar del pecador; pero la sangre de la víctima no borraba el pecado. Sólo proveía un medio para transferirlo al santuario. Con la ofrenda de sangre, el pecador reconocía la autoridad de la ley, confesaba su culpa, y expresaba su deseo de ser perdonado mediante la fe en un Redentor por venir; pero no estaba aún enteramente libre de la condenación de la ley. El día de la expiación, el sumo sacerdote, después de haber tomado una víctima ofrecida por la congregación, iba al lugar santísimo con la sangre de dicha víctima y rociaba con ella el propiciatorio, encima mismo de la ley, para dar satisfacción a sus exigencias. Luego, en calidad de mediador, tomaba los pecados sobre sí y los llevaba fuera del santuario. Poniendo sus manos sobre la cabeza del segundo macho cabrío, confesaba sobre él todos esos pecados, transfiriéndolos 473 así figurativamente de él al macho cabrío emisario. Este los llevaba luego lejos y se los consideraba como si estuviesen para siempre quitados y echados lejos del pueblo.

Tal era el servicio que se efectuaba como "mera representación y sombra de las cosas celestiales." Y lo que se hacía típicamente en el santuario terrenal, se hace en realidad en el santuario celestial. Después de su ascensión, nuestro Salvador empezó a actuar como nuestro Sumo Sacerdote. San Pablo dice: "No entró Cristo en un lugar santo hecho de mano, que es una mera representación del verdadero, sino en el cielo mismo, para presentarse ahora delante de Dios por nosotros." (Hebreos 9: 24, V.M.)

El servicio del sacerdote durante el año en el primer departamento del santuario, "adentro del velo" que formaba la entrada y separaba el lugar santo del atrio exterior, representa la obra y el servicio a que dio principio Cristo al ascender al cielo. La obra del sacerdote en el servicio diario consistía en presentar ante Dios la sangre del holocausto, como también el incienso que subía con las oraciones de Israel. Así es como Cristo ofrece su sangre ante el Padre en beneficio de los pecadores, y así es como presenta ante él, además, junto con el precioso perfume de su propia justicia, las oraciones de los creyentes arrepentidos. Tal era la obra desempeñada en el primer departamento del santuario en el cielo.

Hasta allí siguieron los discípulos a Cristo por la fe cuando se elevó de la presencia de ellos. Allí se concentraba su esperanza, "la cual -dice San Pablo- tenemos como ancla del alma, segura y firme, y que penetra hasta a lo que está dentro del velo; adonde, como precursor nuestro, Jesús ha entrado por nosotros, constituido sumo sacerdote para siempre." 

"Ni tampoco por medio de la sangre de machos de cabrío y de terneros, sino por la virtud de su propia sangre, entró una vez para siempre en el lugar santo, habiendo ya hallado eterna redención." (Hebreos 6: 19, 20; 9: 12, V.M.)

* Los que desean participar de los beneficios de la mediación del Salvador no deben permitir que cosa alguna les impida cumplir su deber de perfeccionarse en la santificación en el temor de Dios.  En vez de dedicar horas preciosas a los placeres, a la ostentación o a la búsqueda de ganancias, las consagrarán a un estudio serio y con oración de la Palabra de verdad El pueblo de Dios debería comprender claramente el asunto del santuario y del juicio investigador.  Todos necesitan conocer por sí mismos el ministerio y la obra de su gran Sumo Sacerdote. De otro modo, les será imposible ejercitar la fe tan esencial en nuestros tiempos, o desempeñar el puesto al que Dios los llama. Cada cual tiene un alma que salvar o que perder. Todos tienen una causa pendiente ante el tribunal de Dios.  Cada cual deberá encontrarse cara a cara con el gran Juez. ¡Cuán importante es, pues, que cada uno contemple a menudo de antemano la solemne escena del juicio en sesión, cuando serán abiertos los libros, cuando con Daniel, cada cual tendrá que estar en pie al fin de los días!

Todos los que han recibido la luz sobre estos asuntos deben 543 dar testimonio de las grandes verdades que Dios les ha confiado. El santuario en el cielo es el centro mismo de la obra de Cristo en favor de los hombres. Concierne a toda alma que vive en la tierra. Nos revela el plan de la redención, nos conduce hasta el fin mismo del tiempo y anuncia el triunfo final de la lucha entre la justicia y el pecado. Es de la mayor importancia que todos investiguen a fondo estos asuntos, y que estén siempre prontos a dar respuesta a todo aquel que les pidiere razón de la esperanza que hay en ellos.

La intercesión de Cristo por el hombre en el santuario celestial es tan esencial para el plan de la salvación como lo fue su muerte en la cruz.  Con su muerte dio principio a aquella obra para cuya conclusión ascendió al cielo después de su resurrección. Por la fe debemos entrar velo adentro, "donde entró por nosotros como precursor Jesús." (Hebreos 6:20.) Allí se refleja la luz de la cruz del Calvario; y allí podemos obtener una comprensión más clara de los misterios de la redención, La salvación del hombre se cumple a un precio infinito para el cielo; el sacrificio hecho corresponde a las más amplias exigencias de la ley de Dios quebrantada.  Jesús abrió el camino que lleva al trono del Padre, y por su mediación pueden ser presentados ante Dios los deseos sinceros de todos los que a él se allegan con fe.

Ministerio Hno. Pio

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