domingo, noviembre 21, 2021

REFLEXIÓN 920. EL "REPOSO" QUE QUEDA PARA EL PUEBLO DE DIOS: La Fidelidad De Cristo Y El Fracaso Del Antiguo Israel (HEBREOS 3).

En los tiempos del sacerdocio levítico los hombres debían cumplir con ciertas "obras", las cuales les ayudaban a comprender y apreciar el plan de salvación en Cristo Jesús; pero ahora, en los tiempos de la ministración de Cristo como Sumo Sacerdote, todos deben ir directamente a Cristo sin la mediación de un sacerdote humano.

Deben hallar "reposo" en Cristo sin necesidad de las "obras" que exigía el sistema ceremonial o cualquier otro sistema.

En los cap. 3 y 4 el autor ruega a sus hermanos cristianos de origen judío que no continúen con esas "obras" inútiles, y que entren en el "reposo" de la fe sencilla en los méritos expiatorios y en el ministerio de nuestro gran Sumo Sacerdote celestial. 

Cf. Isa. 30:15; Jer. 6:16; Mat. 11:29.

* Las admoniciones de Hebreos fueron originalmente dirigidas a los judíos creyentes de la iglesia apostólica, y los mensajes del libro tuvieron su primera aplicación para ese grupo.

Hebreos 3. 

EL "REPOSO" QUE QUEDA PARA EL PUEBLO DE DIOS, 3:1-19.

A. La fidelidad de Cristo, nuestro apóstol y sumo sacerdote, 3:1-6.

B. El fracaso del antiguo Israel al no entrar en el "reposo" de Dios, 3:7-19.

1. Una exhortación a la fidelidad nuestra, 3:7-15.

2. lncredulidad: la causa del fracaso de Israel, 3:16-19.

1 POR tanto, hermanos santos, participantes del llamamiento celestial, considerad al apóstol y sumo sacerdote de nuestra profesión, Cristo Jesús; 2 el cual es fiel al que le constituyó, como también lo fue Moisés en toda la casa de Dios. 3 Porque de tanto mayor gloria que Moisés es estimado digno éste, cuanto tiene mayor honra que la casa el que la hizo. 4 Porque toda casa es hecha por alguno; pero el que hizo todas las cosas es Dios. 5 Y Moisés a la verdad fue fiel en toda la casa de Dios, como siervo, para testimonio de lo que se iba a decir; 6 pero Cristo como hijo sobre su casa, la cual casa somos nosotros, si retenemos firme hasta el fin la confianza y el gloriarnos en la esperanza.

7 Por lo cual, como dice el Espíritu Santo: Si oyereis hoy su voz, 8 No endurezcáis vuestros corazones, Como en la provocación, en el día de la tentación en el desierto, 9 Donde me tentaron vuestros padres; me probaron, Y vieron mis obras cuarenta años. 10 A causa de lo cual me disgusté contra esa generación, Y dije: Siempre andan vagando en su corazón, Y no han conocido mis caminos. 

11 Portanto, juré en mi ira: No entrarán en mi reposo.

12 Mirad, hermanos, que no haya en ninguno de vosotros corazón malo de incredulidad para apartarse del Dios vivo; 13 antes exhortaos los unos a los otros cada día, entre tanto que se dice: Hoy; para que ninguno de vosotros se endurezca por el engaño del pecado. 14 Porque somos hechos participantes de Cristo, con tal que retengamos firme hasta el fin nuestra confianza del principio, 15 entre tanto que se dice: Si oyereis hoy su voz, No endurezcáis vuestros corazones, como en la provocación.

16 ¿Quiénes fueron los que, habiendo oído, le provocaron? ¿No fueron todos los que salieron de Egipto por mano de Moisés? 17 ¿Y con quiénes estuvo él disgustado cuarenta años? ¿No fue con los que pecaron, cuyos cuerpos cayeron en el desierto? 18 ¿Y a quiénes juró que no entrarían en su reposo, sino a aquellos que desobedecieron? 19 Y vemos que no pudieron entrar a causa de incredulidad. (Hebreos 3).

1. Por tanto. Esto es, en vista de todo lo que se ha dicho en los cap. 1 y 2 acerca de la suprema posición de Cristo como Dios, y su infinita condescendencia al tomar la naturaleza humana.

Hermanos santos. Todos los creyentes son "hermanos" en Cristo; pero como el libro de Hebreos está dirigido principalmente a los cristianos judíos (ver p. 401), el sustantivo "hermanos" parece referirse aquí a ese grupo más restringido. El tema de los capítulos siguientes -lecciones derivadas de la historia del antiguo Israel- era especialmente significativo para los judíos, "hermanos" en Cristo. Son llamados "santos" porque habían consagrado sus vidas a Dios y no porque no tuvieran faltas o errores (ver com. Mat. 5:48; Rom. 1:7).

Participantes. Gr. métodos, "copartícipe" (ver com. Luc. 5:7; cf. Heb. 3:14; 6:4; 12:8).

Llamamiento celestial. Osea el llamamiento de Dios a obtener salvación por medio de Jesucristo (ver coro. Rom. 8:28,30).

Considerad. Gr. katanoé "fijar la mente en", "contemplar". 

Se invita a los "hermanos santos" a que presten atención al tema central de la Epístola a los Hebreos: el ministerio de Cristo como nuestro gran sumo sacerdote en el santuario celestial (ver p. 404).

Apóstol. Gr. apóstoles, "embajador", "enviado", "delegado", "mensajero" (ver com. Mar. 3:14; Hech. 1:2). Cristo vino a esta tierra como el "Apóstol" del Padre, "el Enviado de Dios" (DTG 440; cf. Juan 6:29). 

Vino para representar a Dios ante los hombres (ver com. Mat. 1:23; Juan 1:14), y volvió al cielo como representante del hombre o sumo sacerdote delante del Padre. En los días del AT el sumo sacerdote del santuario terrenal también representaba a Dios delante del pueblo y al pueblo delante de Dios (ver com. Lev. 16:4).

Sumo sacerdote. Ver com. cap. 2:17.

Profesión. Gr. homología, "confesión", "convenio"; "fe" (BJ, BA). Ver com. Rom.10:9; 1Tim. 6:12.

Cristo Jesús. La evidencia textual establece (cf. 10) la omisión de la palabra "Cristo". La omiten la BJ, BA, BC y NC. "Jesús" era el nombre de nuestro Salvador como hombre entre los hombres; "Cristo" era su nombre como el Mesías del AT, como el "Enviado de Dios", como el Hijo de Dios. Llamar a Jesús el Cristo es, ciertamente, reconocer al Hijo de María como Aquel en quien se cumplieron las profecías del AT concernientes al Mesías, y que como Hijo del Hombre es verdaderamente el Hijo de Dios. El uso de ambos nombres constituye una afirmación de la creencia en la naturaleza divino-humana de nuestro Señor. Ver com. Mat. 1:1.

2. Fiel. Una referencia a la fidelidad de Jesús a través de toda su misión terrenal. 

En su encarnación se humilló, despojándose de las prerrogativas de la Deidad y tomando la naturaleza humana. 

Soportó las privaciones y tentaciones que lo acosaron durante su vida terrenal. 

Avanzó con determinación y fortaleza hasta la cruz (ver Fil. 2:5-8; Heb. 2:14, 17; 12-2; t. V, pp. 894-896). Fue fiel en toda las cosas al plan que había sido establecido antes de la creación de esta tierra (ver DGT 120-121-178).

Constituyó. Gr. piéo, "hacer", "constituir" (ver com. Mar. 3:14): Cristo fue leal al Padre cuando vino a esta tierra como su representante (ver com. Juan 1:14). En el concilio secreto de paz entre el Padre y el Hijo (ve com. Zac. 6:13), cuando se hizo el plan de salvación, Cristo convino en venir a la tierra Para llevar a cabo este plan voluntariamente entregó al Padre ciertas prerrogativas de la Deidad. Se subordinó al Padre durante su vida terrenal para poder vivir como hombre entre los hombres, y para que su vida perfecta pudiera proporcionarles un ejemplo de la relación que debían mantener con su Padre celestial (ver com. Mat. 6:9; Juan 1:14; cf. t. V, p. 895).

 De ese modo fue que el Padre "constituyó" a Cristo para su misión terrena (ver com. Juan 3:16), y Cristo fue "fiel" en ese estado de subordinación.

Como también lo fue Moisés. En los vers 1-6 Cristo es comparado con Moisés, el gran legislador (Juan 1:17; 7:19), y en cierto sentido fundador de la nación hebrea. Pablo de- sea mostrar que Cristo es infinitamente mayor que Moisés (Heb. 3:3). El alto precio que tenían por Moisés los judíos de los tiempos del NT, se demuestra por el orgullo que sentían al hablar de sí mismos como "discípulos" de él (Juan 9:28-29). Ya se ha demostrado que Cristo es igual con el Padre (Heb. 1:8) y superior a los ángeles (vers. 4), y aquí es presentado como superior a Moisés. Más tarde se demostrará que es superior a Abrahán (cap.7:2,4; cf. vers. 15), el padre de la nación judía (Juan 8:39; ver com. Mat. 1:1), a Leví (Heb. 7:9-10) y a Aarón (vers. 11); y que su sacerdocio es superior al sacerdocio aarónico.

Moisés "hizo conforme a todo lo que Jehová le mandó" (Exo. 40:16); era un dirigente fiel y digno de confianza. Cristo también representó fielmente al Padre en la tierra al vivir como hombre entre los hombres, diciendo y haciendo sólo lo que estaba en armonía con la voluntad de Dios y le agradaba (Juan 4:34; 6:38; 8:28-29). Cuando concluyó su ministerio en la tierra pudo decirle al Padre: "He acabado la obra que me diste que hiciese" (Juan 17:4).

La casa de Dios. Se compara a Moisés con un mayordomo que administra los asuntos de la casa de su amo (cf. Gén. 15:2; Luc. 12:42; 16:1-2). José desempeñó una vez ese cargo en la casa de Potifar (Gén. 39:1-6). El mayordomo era custodio y administrador de la propiedad de su amo.

La "casa" que aquí se menciona es el pueblo escogido de Dios, por medio del cual el Señor se proponía cumplir el plan de salvación. Esa casa fue en la antigüedad la nación hebrea; pero ahora es la iglesia cristiana (ver t. IV, pp. 28,37).

En el texto griego dice "la casa de él". No claro si el antecedente es Moisés o Dios, como podría deducirse por el vers. 4. Si se refiere a la casa de Moisés, el texto estaría designando a los israelitas como "casa de él". Si se refiere a la casa de Dios, se haría resaltar la idea de que Israel pertenecía a Dios. El significado básico no se altera si se toma en uno u otro sentido. Es probable que la última parte del vers. 2 se base en Núm. 12:7, donde Dios alaba a Moisés por ser "fiel" sobre la casa de Dios.

3. Gloria. Gr dóxa (ver com. Juan 1:14; Rom. 3:23; 1 Cor.11:7), que aquí significa respeto" u "honor". Cristo como edificador de la "casa" merecía más honor que la "casa" o que Moisés, quien fue mayordomo de ella Por un tiempo.

Estimado digno. O "considerado como digno" (BJ).

Este. "Jesucristo hombre" (1 Tim. 2:5).

Cuanto. La figura cambia ligeramente, pero el propósito sigue siendo ensalzar a Cristo. Se hace notar en su papel en el AT como edificador de la casa.

Mayor honra. Un edificio magnífico es alabado por los que lo contemplan; pero hay un mayor honor para el arquitecto que lo planeó y para el constructor que lo edificó.

El que la hizo. Es decir, Cristo. Cf. cap. 11:10.

4. Dios. En el vers. 3 Cristo es el edificador de la casa; aquí se dice que es Dios (cf. com. Juan 1:1,14).

5. A la verdad. La primera parte del vers. 5 repite la última parte del vers. 2 con el propósito de presentar de nuevo las figuras de Cristo y de Moisés como mayordomo, cada uno de su respectiva "casa". Esta figura se dejó a un lado en los vers. 3 y 4, en donde se hace referencia a Cristo como edificador en el AT de la casa sobre la cual Moisés fue mayordomo. En los días del NT Cristo asumió el papel de mayordomo de la casa.

Fue fiel. El propósito al ensalzar a Cristo no fue para rebajar a Moisés. ¡De ninguna manera! Moisés es alabado porque fue completamente "fiel". La superioridad de Cristo sobre Moisés consiste en el hecho de que aunque Cristo llegó más tarde a ser mayordomo de la "casa", en realidad fue su edificador y propietario cuando Moisés sirvió como mayordomo de ella.

Siervo. Gr. therápon, "servidor", "cuidador", "acompañante", "compañero". Se aplica a un siervo que presta un servicio más importante o más personal que el de un dóulos (ver com. Rom. 1:1), o un diákonos (ver com. Mar. 9:35). La designación de therápon aplicada a Moisés refleja la alta estima en que los judíos tenían al gran legislador. Pero a pesar de que era grande sólo era un "siervo acompañante" de Cristo para cumplir los propósitos de Dios en la tierra. Sin embargo, ¿qué honor más grande podría dispensar el cielo a hombre alguno?

Para testimonio. La vida fiel y el servicio de Moisés sirvieron como testimonio de la Fidelidad de Cristo cuando tuvo que venir a la tierra para servir; sirvió como lo había hecho Moisés (ver com. vers. 1-3). Todo el sistema ceremonial instituido por Moisés bajo la dirección de Dios, fue "para testimonio de lo que se iba a decir", un "testimonio" del ministerio de Cristo como "apóstol y como sacerdote de nuestra profesión" (vers. 1). Ver Deut. 18:15.

De lo que. Es decir, la vida y la misión de Cristo en la tierra y su ministerio como sumo sacerdote en el cielo.

6. Cristo como hijo. Cristo es mayor que Moisés así como un "hijo" es mayor que un "siervo" (Heb. 3:5; cf. Gál. 4:1). Moisés demostró ser "fiel" como "siervo", y Cristo como "hijo" (Mat. 21:34-37; cf. Gén. 15:2-4; com. Heb. 1:5; 5:8). Acerca de Cristo como el Hijo de Dios, ver com. Luc. 1:35; Juan 1:14.

Su casa. Ver com. vers. 2; cf. cap. 10:21.

La cual casa somos nosotros. La "casa" sobre la cual Moisés fue supervisor era la "casa de Israel" (cf. cap. 8:8). La "casa" sobre la cual preside ahora Cristo es la iglesia cristiana (Efe. 2:19-22; 1Ped. 2:5).

Retenemos. Ver com. Mat. 24:13; Heb. 10:35-36; cf. Apoc. 3:11.

Firme hasta el fin. La evidencia textual se inclina (cf. p. 10) por la omisión de estas palabras. Las omite la BJ. La misma frase está plenamente confirmada en el vers. 14. Ver com. Mat. 24:13; Apoc. 2:10.

Confianza. Gr. paressía, "osadía", "valor", "confianza" (ver com. Hech. 4:13; cf. Heb. 4:16; 10:19,35). Esta "confianza está constituida por la convicción en el corazón del cristiano de la certeza de las cosas que ha podido creer acerca de Cristo. 

El creyente tiene el privilegio de disfrutar de la bendita seguridad de haber sido aceptado por Dios (ver com. 1Juan 5:10-12). Atesora en su corazón "las arras del Espíritu" (ver com. 2Cor. 1:22) y tiene la "certeza" ("garantía", BJ, NC) de las cosas que espera (ver com. Heb.11:1).

El gloriarnos. Gr. káujema, 'jactancia" "regocijo", "orgullo".

 El verbo afín kaujáomai se traduce de diversas formas: "regocijarse", "gloriarse", 'jactarse", etc. (ver com. Rom. 5:2). Compárese con el "gloriarse" (kaujáomai) de Pablo en la cruz de Cristo (Gál. 6:14). El cristiano debe sentirse orgulloso en sumo grado por la esperanza cristiana y regocijarse en ella.

Esperanza. Ver com. Rom. 5:2-5; 8:24; Efe. 1:18. La esperanza del cristiano se centra en el "apóstol y sumo sacerdote de nuestra profesión", en "la manifestación gloriosa de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo, en "la resurrección de entre los muertos" y en la vida eterna (Heb. 3:1; Tito 2:13; 3:7; Fil. 3:11; 1 Cor. 15:12-23). Los cristianos tienen buenas razones para ser la gente más feliz y optimista del mundo.  '

7. Por lo cual. Es decir, en vista de lo que se ha dicho en los vers. 1-6 acerca de Cristo como "el apóstol y sumo sacerdote de nuestra profesión" (vers. 1) y de nuestra "confianza" y "esperanza" en él (vers. 6).

Dice el Espíritu Santo. Un reconocimiento de que el Espíritu Santo es el medio de comunicación entre Dios y el hombre (ver com. 2 Ped. 1:21), particularmente con respecto al Sal. 95 del cual se toma la cita de Heb. 3:7-11, y con respecto a David que fue divinamente inspirado cuando escribió ese salmo (cf. Heb. 4:7).

Si. Gr. eán, "si", "cuando", "siempre que". Con lenguaje claro e inconfundible se presenta la libre elección del hombre al aceptar o rechazar la misericordiosa invitación de Dios. Dios no ha predestinado a unos para que acepten su misericordia, y a otros para que la rechacen (ver com.  Juan 3:17-20; Efe. 1:4-6).

Oyereis. . . su voz. Es evidente que se incluye más que el simple oír. 

Se hace referencia a un oír atento, eficaz; es decir, un oír que produzca la debida acción. Cf. com. Mat. 7:24-27; Apoc. 1:3.

Hoy. Ver com. Sal. 95:7. Este "hoy" de David se refería a sus propios días, pero el autor de Hebreos declara, guiado por la Inspiración, que la verdad que aquí se presenta se aplicaba con igual fuerza en los días del NT (ver t. IV, p. 39; com. Deut. 18:15). 

El Espíritu Santo nos da hoy este mismo mensaje (ver com. Heb. 4:7-9). Esta misma misericordiosa exhortación que invita a los hombres a encontrar en Cristo "reposo" para el alma, se ha proclamado de generación en generación.  Pero la misericordia pronto cesará de suplicar, y terminará el día de salvación.

El pensamiento que se presenta en el cap. 3:7-11 se repite vez tras vez en los cap. 3 y 4, y forma la base del tema que aquí se expone. La conclusión a la cual se llega con este tema es que aún "queda un reposo para el pueblo de Dios" (cap. 4:9) y por lo tanto debemos acercarnos "confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro" (vers. 16).

Es necesario advertir que el tema de los cap. 3 y 4 comienza con la presentación de Cristo como "apóstol y sumo sacerdote de nuestra profesión" (cap. 3:1) y termina con una exhortación para ir a él con fe, con la plena seguridad de que puede darnos la ayuda que necesitamos, y nos la dará (cap. 4:14-16). 

Nótese la coherencia del hilo del razonamiento a través de estas expresiones: "si retenemos firme... la confianza" (cap. 3:6); "retengamos nuestra profesión" (cap. 4:14); acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia" (cap. 4:16).

8. No endurezcáis vuestros corazones. Esto es, no rechacéis ni descuidéis la misericordiosa exhortación de la voz de Dios (vers. 7). en cuanto al endurecimiento del corazón, ver. com. Exo. 4:21; Rom. 9:18. Provocación.

Literalmente "amargura"; con sentido secundario de "rebelión". Hay una referencia muy específica a la rebelión de Cades- barnea (ver Núm. 14:1-35), aunque, como lo sugiere Heb. 3:9, podría también aplicarse en forma general a las diferentes ocasiones en que el pueblo se rebeló antes de la crisis en Cades (ver Núm. 14:22).

El pueblo se negó allí a entrar en el "reposo" de Canaán (ver com. Heb. 4:11), y como resultado se le impidió a casi toda la generación adulta que entrara en la tierra prometida (Núm. 14:22-35).

Tentación. O "prueba", que es mejor aquí que "tentación" por el sentido que generalmente se le da a esta palabra (ver com. vers. 9). "El día de la tentación" se refiere a la mencionada rebelión y explica la naturaleza de la misma. Israel puso a prueba a Dios en muchas ocasiones (ver Exo. 17:2,7; Núm. 14:22).

En el desierto. Cades estaba situada en el desierto de Zin (Núm. 20:1; 27:14).

9. Me tentaron vuestros padres. O "me pusieron a prueba vuestros padres" (BJ). Israel probó la paciencia de Dios hasta lo sumo con sus continuas quejas y sus actos de rebelión. 

La paciencia infinita con el antiguo Israel puede ser un motivo de esperanza para los que quizá se hayan descarriado en nuestro tiempo, aunque nunca debe ser una excusa para abusar de la misericordia y de la magnanimidad de Dios (ver Rom. 6:1,15). "Por la misericordia de Dios no hemos sido consumidos" (Lam. 3:22; cf. Exo. 34:6-7).

Los repetidos casos de rebelión contra la autoridad y la dirección del Señor fueron el producto inevitable del "corazón malo" o de la "incredulidad" de Israel.

 (Ver com. Heb. 3:12,19). 

Por medio de las plagas de Egipto, del cruce del Mar Rojo, del maná, del agua que brotó de la roca, de la liberación de los ataques de las serpientes ardientes y en muchas otras formas, Dios demostró a su pueblo su grandiosa sabiduría y su poder. Dios permitió vez tras vez, que diversas circunstancias enseñaran a su pueblo a confiar en él y a seguir sus instrucciones; pero Israel demostró que era un "pueblo de dura cerviz" (Exo. 32:9), lento para aprender. Este espíritu perverso continuó casi hasta el fin de los 40 años de peregrinación por el desierto (ver Núm. 20:5).

No nos corresponde condenar al pueblo hebreo por sus muchos errores. Más bien debiéramos aprender de las tristes vicisitudes por las que pasaron debido a la dureza de su corazón, para que no caigamos en las mismas faltas que ellos cometieron (1 Cor. 10:5-12).

Me probaron. O"me pusieron a prueba".

Vieron mis obras. Fueron testigos de múltiples casos de la providencia divina, que debieran haber sido suficientes para hacer que desarrollaran una perfecta confianza en la sabiduría de Dios y en su poder.  Hubo repetidas ocasiones cuando Dios podría, con justicia, haberlos abandonado para que siguieran sus propios caminos perversos; pero con misericordia continuó soportándolos pacientemente.

Cuarenta años. Transcurrieron exactamente 40 años entre la pascua celebrada durante el éxodo de Egipto y la pascua que celebraron pocos días después de cruzar el Jordán (ver t. I, pp. 196-197).

10. Me disgusté. O"me molesté", "fui provocado", "me irrité". En lenguaje humano (vers. 9-11) Dios declara la completa inutilidad de hacer algo más para ganarse la confianza y cooperación de esa generación de esclavos que había liberado del yugo egipcio. En conjunto, aunque no necesariamente como individuos, su tiempo de gracia terminó en Cades-barnea. Los hechos habían demostrado claramente que el carácter de la nación era tal que no era posible cambio alguno, y que nada se ganaba con soportarlos por más tiempo.

Esa generación. Es decir, los adultos mayores de 20 años que emigraron de Egipto (Núm. 14:29,35).

Siempre. Cuando los hijos de Israel fueron probados, fracasaron repetidas veces en la ejercitación de su fe en la Providencia divina (ver Núm. 14:2).

Andan vagando. Gr. planáo, "vagar", "extraviarse" (cf. com. Mat. 18:12). "Andan siempre extraviados" (NC).

En su corazón. Israel no quiso entender ni la voluntad ni las providencias de Dios, ni seguir sus instrucciones. Fue un rechazo voluntario, deliberado, y persistió a pesar de toda la evidencia que Dios les dio. Cf. Ose. 4:6.

No han conocido mis caminos. Pensaron que merecían el cuidado providencial de Dios en el desierto, y fracasaron por completo en apreciar el elevado propósito del Señor al llamarlos a salir de Egipto para convertirlos en una nación (ver t. IV, 28-32). 

No comprendían que las vicisitudes que Dios permitía en el desierto eran para su bien, para enseñarles a confiar y a cooperar con él; que los estaba preparando para cuando ocuparan la tierra prometida.

11. Ira. Gr. orgé (ver com. Rom. 1:18; 2:8). 

En cuanto a la "ira" o "cólera" de Dios, ver com. 2Rey. 13:3.

No entrarán. Dios había prometido a Abrahán que sus descendientes volverían a Canaán "en la cuarta generación" (Gén. 15:16). Su único propósito al sacar a los hebreos de Egipto era conducirlos a la tierra que les había prometido. Pero cuando debido a su extremada desobediencia se negaron a aprender las lecciones que debían asimilar antes de que Dios pudiera hacerlos entrar en Canaán, finalmente no tuvo otra alternativa que abandonarlos para que siguieran sus propios caminos.

Hubiera sido inútil que les diera la posesión de la tierra prometida, pues, considerando la forma como se habían portado en el desierto, no habrían cumplido el gran propósito que Dios tenía al darles esa tierra. Dios había soportado durante mucho tiempo a ese pueblo, y no quedaba más nada que pudiera hacerse por él. Compárese el contraste entre la promesa divina de darles "descanso" (Exo. 33:14) y el "castigo" que sufrieron en Cades (Núm. 14:34). "Así sabréis lo que es apartarse de mí" (BJ); "y experimentaréis así mi aversión por vosotros" (NC).

Reposo. Gr. katápausis, "reposo" o "lugar de reposo". El concepto fundamental de katápausis es el de cesación de trabajo o de otra actividad más el estado de inactividad que sigue a tal cesación. Katápausis aparece ocho veces en los cap. 3 y 4 (3:11,18; 4:1,3 [dos veces], 5, 10-11); y el verbo afín katapáu se halla tres veces (cap. 4:4,8,10). Katápausis equivale siempre a "reposo", definido, específico, particular: el "reposo" de Dios. Cuando katápausis aparece en la LXX, por lo general es una traducción del Heb. menujah: "lugar de descanso", "reposo", que deriva de núaj, "establecerse", "Permanecer [en un lugar]", "reposar", es decir, después de una actividad previa.  Katápausis se usa en la LXX para referirse al lugar permanente del arca en Canaán después de la peregrinación por el desierto (Núm. 10:36), y también para significar la herencia de Israel en Canaán después de sus 430 años de peregrinación (Deut. 12:9).

El verbo afín katapáu generalmente se traduce del Heb. núaj o shabath, que significa "reposar". Katapáu se usa cinco veces en Gén. 2:2-3 y Exo. 34:21; 31:17 para referirse al "reposo" del sábado. Katapáu y katápausis representan la cesación de cualquier clase de actividad. También puede incluir el "reposo" que sigue a dicha cesación. 

Ver com. Heb. 4:9.

PARA ENTENDER BIEN el tema presentado en los cap. 3 y 4 es esencial prestar cuidadosa atención a las cuatro aplicaciones diferentes de katápausis y katapáu.

1. Se hace referencia (cap. 3:11,18; 4:3,5) a la ocupación prometida y literal de la tierra de Canaán por los israelitas que fueron liberados de Egipto. Esta promesa no se cumplió por causa de la rebelión de Cades-barnea (ver com. cap. 3:7-11). 

La generación siguiente entró en Canaán en ese aspecto del "reposo". Esto es evidente en Deut. 3:18,20; Jos. 21:44; 23:1, etc.

2. Pero es claro que la entrada de Israel en la Canaán literal era sólo un aspecto del "reposo" que Dios tenía preparado para su pueblo. Después de que se establecieran en la tierra prometida, el Señor tenía el propósito de capacitarlos como nación para que fueran sus mensajeros escogidos de salvación para el mundo (ver t. IV, pp. 28-32).

A pesar de todo, siglos más tarde, en el tiempo de David, aún no habían entrado en ese aspecto del "reposo" de Dios (Heb. 4:7-8); en realidad, nunca entraron en él. 

(Ver t. IV, pp. 32-36). 

Los israelitas a través de toda su historia cometieron en esencia y repetidas veces los mismos errores de aquella generación cuyo tiempo de gracia terminó en Cades. Por eso Dios finalmente los excluyó como nación de su "reposo" espiritual, así como había excluido a la generación en Cades de entrar en la Canaán literal (t.  IV, p. 35).  Perdieron el derecho a su misión como pueblo escogido (ver com. Mat. 21:43).

Las repetidas invitaciones de Dios en los días de David para que entraran en el aspecto espiritual de su "reposo", son evidencia de que el fracaso de los israelitas en los días de Josué no había anulado el propósito divino para Israel como nación. Más aún: la invitación en los días de David es una prueba de que Josué no había podido dar a Israel el "reposo" espiritual (cap. 4:8).

3. En el cap. 4:4 (ver el comentario respectivo) se presenta el reposo de Dios en el séptimo día de la semana de la creación como una ilustración del "reposo" en el cual Dios quiere que entren los cristianos.

4. En el cap. 4:1,3, 10-11 katapáu y katúpausis se refieren al reposo del cristiano de las obras del pecado y de los intentos de ganar la salvación por sus propios méritos. Compárese con la invitación personal de Cristo: "Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar" (ver com. Mat. 11:28).

El desarrollo del razonamiento de los cap. 3 y 4, que se centra en la palabra "reposo", es en esencia como sigue:

1. Originalmente Dios tenía el propósito de que Moisés hiciera entrar a Israel en el "reposo" de Canaán; pero ni entraron ellos, ni Moisés, ni la generación que salió de Egipto.

2. Sin embargo, Josué presidió la entrada en Canaán de la generación siguiente; pero debido a la incredulidad del pueblo no pudo hacerlos entrar en el "reposo" espiritual de Dios.

3. Dios renovó en los días de David la invitación a entrar en su "reposo" espiritual (ver t.IV, 33). A pesar de todo, era obvio en los días del NT que Israel, como nación, no había entrado en el "reposo" de Dios.

4. Sin embargo, la invitación de Dios y su promesa no habían caducado por el incumplimiento, pues cuando Dios determina cierto propósito, finalmente lo alcanzará a pesar de los fracasos humanos (ver com. cap. 4:34).

5. Por lo tanto, ya que el pueblo de Dios aún no ha entrado en el "reposo" divino, es evidente que "queda un reposo para el pueblo de Dios" (cap. 4:9).

6. Si los cristianos se acercan "confiadamente al trono de la gracia" (cap. 4:16), donde Cristo ministra como "el apóstol y sumo sacerdote de nuestra profesión" (cap. 3:1; cf. cap. 4:14-15), encontrarán a Aquel que puede "compadecerse de nuestras debilidades" (cap. 4:15), y obtendrán "misericordia" y hallarán "gracia para el oportuno socorro" (4:16). Si lo hacen, entrarán en el "reposo" espiritual de Dios, el "reposo" del alma que él ha preparado para el pecador arrepentido. En esta forma explica el autor que lo que Israel no disfrutó debido a su fracaso, se convirtió en el privilegio del cristiano sincero de hoy día (cap. 3:13,15).

7. "Temamos, pues, no sea que permaneciendo aún la promesa de entrar en su reposo, alguno de vosotros parezca no haberlo alcanzado... Procuremos, pues, entrar en aquel reposo, para que ninguno caiga en semejante ejemplo de desobediencia" (cap. 4:1,11). La fe es la llave para entrar en el "reposo" de Dios (cap. 4:2; cf. cap. 3:18-19; 4:6; 11), y debemos estar en guardia para que no haya en nosotros "corazón malo de incredulidad" (cap. 3:12).

EN LOS TIEMPOS DEL SACERDOCIO LEVÍTICO los hombres debían cumplir con ciertas "obras", las cuales les ayudaban a comprender y apreciar el plan de salvación en Cristo Jesús; pero ahora, en los tiempos de la ministración de Cristo como Sumo Sacerdote, todos deben ir directamente a Cristo sin la mediación de un sacerdote humano.

Deben hallar "reposo" en Cristo sin necesidad de las "obras" que exigía el sistema ceremonial o cualquier otro sistema.

EN LOS CAP. 3 Y 4 el autor ruega a sus hermanos cristianos de origen judío que no continúen con esas "obras" inútiles, y que entren en el "reposo" de la fe sencilla en los méritos expiatorios y en el ministerio de nuestro gran Sumo Sacerdote celestial. 

Cf. Isa. 30:15; Jer. 6:16; Mat. 11:29.

12. Mirad. O "tened cuidado", "¡cuidado con!", "considerad". Aquellos a quienes se dirige la epístola y todos los cristianos que la leen, deben prestar la más cuidadosa atención a la experiencia del antiguo Israel para no cometer el error en que cayeron los israelitas. Hermanos. Ver com. vers. 1.

Corazón malo de incredulidad. Esta ha sido siempre la raíz de las dificultades en las relaciones del hombre con Dios. Así le sucedió a Israel en el desierto y más tarde en la tierra de Canaán. Esta misma dificultad impide que los cristianos nominales de hoy día disfruten del "reposo" que es posible por medio de la fe genuina en Cristo Jesús. 

La falta de fe de Israel contrasta agudamente con la fidelidad de Moisés y de Cristo (vers. 1-2).

Apartarse. Gr. afístemi, "alejarse", "retirarse", "apartarse". La palabra "apostasía" deriva de la forma sustantivada apostasía, que le ha traducido en Hech. 21:21 "apostatar" y en 2Tes. 2:3 como "apostasía" (ver los comentarios respectivos). Se amonesta a los cristianos a que no apostaten en sus corazones apartándose "del Dios vivo" mientras mantienen una forma o apariencia de religión. Las vicisitudes por las cuales pasó el antiguo Israel "les acontecieron como ejemplo" o "para amonestarnos" (1 Cor. 10:11); todo fue escrito "para admonición de nosotros" (VM). Cuando se examina la obstinación del antiguo Israel, los cristianos que se consideren superiores harían bien en prestar atención a este consejo: "El que piensa estar firme, mire que no caiga" (1 Cor. 10:12; cf. vers. 1-10).

Dios vivo. Separarse de la fuente de la vida es morir.

13. Exhortaos los unos a los otros cada día. El verbo está en tiempo presente, por lo cual podría traducirse "seguid exhortando". Otras acepciones del verbo griego son "animar" y "consolar". Cf. com. Hech. 16:15; 1 Cor. 1:10.

Entre tanto que se dice: Hoy. Es decir, mientras dura el día de la gracia y aún se escucha la misericordiosa invitación a entrar en el "reposo" de Dios.

Endurezca. Ver com. Exo. 4:21; cf. Heb. 3:8.

Engaño. O "error", "fraude". Los hombres son seducidos por el pecado porque éste parece atrayente y deseable. Cuando Eva "vio" lo que Dios le había advertido que no comiera, le pareció "bueno", "agradable" y "codiciable" (ver com. Gén. 3:6). Entonces cruzó la línea que separa entre la rectitud y el pecado. El cristiano sincero debe estar alerta cuando algo que Dios ha prohibido comienza a parecerle atrayente y deseable. Si lo que Dios ha dicho que es completamente malo comienza a parecerle completamente bueno, puede estar seguro de que se halla en el terreno en cantado de Satanás, en donde las cosas parecen ser lo opuesto de lo que realmente son.

14. Somos hechos. Mejor "hemos venido a ser" (BJ).

Participantes de Cristo. O "participantes en Cristo". El cristiano participa de la victoria y el carácter de su bendito Señor, y también puede participar de los beneficios y de las bendiciones que le corresponde disfrutar como resultado del gran sacrificio de Cristo en la cruz y de su ministerio como Sumo Sacerdote en los atrios celestiales. La unión con Cristo aquí y ahora es una experiencia preciosa (ver com. Gál. 2:20). Este es el "reposo" en el cual debemos entrar.

Con tal que retengamos. Ver com. Mat. 24:13; Heb. 10:35-36.

Hasta el fin. Ver com. Mat. 24:13; Apoc. 2:10. Las admoniciones de Hebreos fueron originalmente dirigidas a los judíos creyentes de la iglesia apostólica, y los mensajes del libro tuvieron su primera aplicación para ese grupo (ver pp. 401, 404). 

Era creencia común en la iglesia de los tiempos apostólicos, que el prometido regreso del Señor no demoraría mucho (ver Nota Adicional de Rom. 13); pero ya habían pasado unos 30 años o más desde que Cristo había ascendido al cielo (ver t. VI, 109), y aún no había ninguna señal de su inmediata venida. Lo que entonces sin duda parecía una larga e inesperada demora puede haber producido un decaimiento en la fe de muchos.

La admonición a retener "firme hasta el fin" la "confianza" quizá estaba dirigida particularmente a ese grupo vacilante. Un claro concepto de la obra de Cristo en las moradas celestiales como nuestro Sumo Sacerdote, proporcionaría un firme fundamento para la fe de esas personas, lo que haría posible que fueran "participantes de Cristo" (Heb. 3:14).

Debían comprender que aún debía hacerse una gran obra tanto para ellos como para otros. Podía haber demora en el regreso de Jesús, pero tenían el privilegio de entrar en el "reposo" de Dios ahora (ver com. vers. 7-11) por la fe (ver com. vers. 12). 

La admonición que aquí se da a la iglesia apostólica es especialmente apropiada para la iglesia de nuestros días.

Confianza. Gr. hupóstasis (ver com. cap. 1:3), una palabra diferente de la que se ha traducido como "confianza" en el vers. 6 (ver el comentario respectivo).  

Mantener nuestra confianza firme hasta el fin es lo opuesto de endurecer nuestro corazón (cf. vers. 8, 15).

Del principio. La brillante fe que acompaña a una genuina conversión puede empañarse después de un tiempo, y enfriarse el corazón ferviente. Bienaventurado el cristiano que mantiene su primera fe y su primer ardor sin menguar a través de toda su vida. Ver com. vers. 6.

15. Entre tanto que se dice. El cristiano debe mantenerse "firme" a través del gran día de la salvación de la tierra, "entre tanto que se dice: Hoy".

Hoy. En cuanto al vers. 15, ver com. vers. 7-8. Aquí se repite parcialmente la cita del Sal. 95 para darle más énfasis. 

16. ¿Quiénes fueron? Es decir, los que se rebelaron en Cades-barnea (ver com. vers.8-11). Esta es una declaración bastante modesta, pues casi todos los que fueron liberados de Egipto estuvieron implicados en la rebelión y perecieron en el desierto.

Habiendo oído. O "aunque oyeron"; es decir, aunque conocían bien las cosas.

Provocaron. O se rebelaron (ver com. vers. 8).

¿No fueron todos? Mejor "¿acaso no fueron todos ...?" La primera pregunta retórica halla su respuesta mediante una segunda pregunta. La pregunta implica que se rebelaron todos los que salieron de Egipto. Esto fue cierto en general, aunque hubo algunas excepciones (Núm. 26:65; cf Jos. 17:4; 22:13, 31-32; Núm. 25:7).

Por mano de Moisés. Es decir, bajo el liderazgo de Moisés.

17. Disgustado. Ver com. vers. 10.

Cuarenta años. Ver com. vers. 9.

Los que pecaron. O los que continuamente se rebelaban (ver com. vers. 8-10).

El desierto. Ver com. vers. 8.

18.  Juró. Ver Núm. 14:22-35.

No entrarían en su reposo. Ver com. vers. 11.

19. Vemos. El autor concluye el razonamiento que comenzó con la cita que introdujo en el vers. 7.

No pudieron entrar. La generación de israelitas cuya rebelión llegó a su clímax en Cades-barnea, fue excluida de entrar en la tierra prometida a causa de un defecto fatal, y no por un acto arbitrario de Dios ni porque Moisés hubiera fallado en proporcionarles un liderazgo completo y hábil.  

Moisés había sido "fiel en toda la casa de Dios" (vers. 2,5), y por lo tanto no podía atribuírsele la responsabilidad por el fracaso de ellos. La falta de fe de los israelitas, demostrada por su desobediencia, les imposibilitó su entrada.

Incredulidad. La "incredulidad" del pueblo se presenta en agudo y triste contraste con la fidelidad de Moisés. Si el pueblo hubiese sido más semejante a él, podría haber entrado en Canaán. Cristo, a semejanza de Moisés, también es "fiel" y no puede ser responsabilizado por el fracaso de algunos cristianos que no entran en el "reposo" prometido del alma (ver com. vers. 11). Esta es la lección que el autor deriva de las vicisitudes del antiguo Israel (ver com. cap. 4:1).

COMENTARIOS DE EGW

5-6. PP 513. Moisés fue un tipo o figura de Cristo, El mismo había declarado a Israel: "Profeta de en medio de ti de tus hermanos, como yo, te levantará Jehová tu Dios; a él oiréis." (Deut. 18: 15.) 513 Dios tuvo a bien disciplinar a Moisés en la escuela de la aflicción y la pobreza, antes de que estuviera preparado para conducir las huestes de Israel hacia la Canaán terrenal. El Israel de Dios, que viaja hacia la Canaán celestial, tiene un Capitán que no necesitó enseñanzas humanas que le prepararan para su misión de conductor divino; no obstante fue perfeccionado por el sufrimiento; "porque en cuanto él mismo padeció siendo tentado, es poderoso para socorrer a los que son tentados." (Heb. 2:10,18.) Nuestro Redentor no manifestó las imperfecciones ni las debilidades humanas; pero murió a fin de obtener nuestro derecho a entrar en la tierra prometida. "Moisés a la verdad fue fiel sobre toda su casa, como siervo, para testificar lo que se había de decir; mas Cristo como hijo, sobre su casa; la cual casa somos nosotros, si hasta el cabo retuviéramos firme la confianza y la gloria de la esperanza." (Heb. 3: 5, 6.) 514

7-8. CC 33. No consideremos el pecado como cosa trivial. Toda transgresión, todo descuido o rechazo de la gracia de Cristo, obra indirectamente sobre vosotros; endurece el corazón, deprava la voluntad, entorpece el entendimiento y, no solamente os hace menos inclinados a ceder, sino también menos capaces de ceder a la tierna invitación del Espíritu de Dios.

Muchos están apaciguando su conciencia inquieta con el pensamiento de que pueden cambiar su mala conducta cuando quieran; de que pueden tratar con ligereza las invitaciones de la misericordia y, sin embargo, seguir siendo llamados. Piensan que después de menospreciar al Espíritu de gracia, después de echar su influencia del lado de Satanás, en un momento de terrible necesidad pueden cambiar de conducta. Pero esto no se hace tan fácilmente.

La experiencia y la educación de una vida entera han amoldado de tal manera el carácter, que pocos desean después recibir la imagen de Jesús. Un solo rasgo malo de carácter, un solo deseo pecaminoso, acariciado persistentemente, neutralizan a veces todo el poder del Evangelio. Toda 33 indulgencia pecaminosa fortalece la aversión del alma hacia Dios.

El hombre que manifiesta un descreído atrevimiento o una impasible indiferencia hacia la verdad, no está sino segando la cosecha de su propia siembra.

En toda la Biblia no hay amonestación más terrible contra el hábito de jugar con el mal que las palabras del hombre sabio, cuando dice: “Prenderán al impío sus propias iniquidades' (Proverbios 5:22).

Cristo está pronto para libertarnos del pecado, pero no fuerza la voluntad; y si por la persistencia en el pecado la voluntad misma se inclina enteramente al mal y no deseamos ser libres, si no queremos aceptar su gracia, ¿Qué más puede hacer? Hemos obrado nuestra propia destrucción por nuestro deliberado rechazo de su amor. "¡He aquí ahora es el tiempo acepto! ¡He aquí ahora es el día de salvación!" (2 Corintios 6:2). "¡Hoy, si oyereis su voz, no endurezcáis vuestros corazones!" (Hebreos 3:7, 8).

"El hombre ve lo que aparece, mas el Señor ve el corazón" (1 Samuel 16:7), el corazón humano con sus encontradas emociones de gozo y de tristeza, el extraviado y caprichoso corazón, morada de tanta impureza y engaño. Él sabe sus motivos, sus mismos intentos y miras. Id a él con vuestra alma manchada como está. Como el salmista, abrid sus cámaras al ojo que todo lo ve, exclamando "¡Escudríñame, oh Dios, y conoce mi corazón: ensáyame, y conoce mis pensamientos; y ve si hay en mí algún camino malo, y guíame en el camino eterno!" (Salmo 139:23,24). 34

Muchos aceptan una religión intelectual, una forma de santidad, sin que el corazón esté limpio. Sea vuestra oración: “¡Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, y renueva un espíritu recto dentro de mí!" (Salmo 51:10).

Sed leales con vuestra propia alma. Sed tan diligentes, tan persistentes, como lo seríais si vuestra vida mortal estuviera en peligro. Este es un asunto que debe arreglarse entre Dios y vuestra alma; arreglarse para la eternidad. Una esperanza supuesta, y nada más, llegará a ser vuestra ruina. Estudiad la Palabra de Dios con oración. Esa Palabra os presenta, en la ley de Dios y en la vida de Cristo, los grandes principios de la santidad, sin la cual "nadie verá al Señor'. (Hebreos 12:14). Convence de pecado; revela plenamente el camino de la salvación. Prestadle atención como a la voz de Dios que os habla.

12-16. 8T 117-121. HIMNO DEL CAUTIVERIO. - Aleluya. Alabad a Jehová, porque él es bueno; Porque para siempre es su misericordia. ¿Quién expresará las poderosas obras de Jehová? ¿Quién contará sus alabanzas? 

Dichosos los que guardan juicio, Los que hacen justicia en todo tiempo. Acuérdate de mí, oh Jehová, según tu benevolencia para con tu pueblo; Visítame con tu salvación, Para que yo vea el bien de tus escogidos, Para que me goce en la alegría de tu nación, Y me gloríe con tu heredad.

- Pecamos nosotros, como nuestros padres; Hicimos iniquidad, hicimos impiedad. Nuestros padres en Egipto no entendieron tus maravillas; No se acordaron de la muchedumbre de tus misericordias, (118) Sino que se rebelaron junto al mar, el Mar Rojo. Pero él los salvó por amor de su nombre, Para hacer notorio su poder. Reprendió al Mar Rojo y lo secó, Y les hizo ir por el abismo como por un desierto. Los salvó de mano del enemigo, Y los rescató de mano del adversario. Cubrieron las aguas a sus enemigos; No quedó ni uno de ellos. Entonces creyeron a sus palabras Y cantaron su alabanza.

-  Bien pronto olvidaron sus obras; No esperaron su consejo. Se entregaron a un deseo desordenado en el desierto; Y tentaron a Dios en la soledad. Y él les dio lo que pidieron; Mas envió mortandad sobre ellos. Tuvieron envidia de Moisés en el campamento, Y contra Aarón, el santo de Jehová. Entonces se abrió la tierra y tragó a Datán, Y cubrió la compañía de Abiram. Y se encendió fuego en su junta; La llama quemó a sus impíos. Hicieron becerro en Horeb, Se postraron ante una imagen de fundición. Así cambiaron su gloria Por la imagen de un buey que come hierba.

Olvidaron al Dios de su salvación, Que había hecho grandezas en Egipto, (119) Maravillas en la tierra de Cam, Cosas formidables sobre el Mar Rojo. Y trató de destruirlos, De no haberse interpuesto Moisés su escogido delante de él, A fin de apartar su indignación para que no los destruyese.

Pero aborrecieron la tierra deseable; No creyeron a su palabra, Antes murmuraron en sus tiendas, Y no oyeron la voz de Jehová. Por tanto, alzó su mano contra ellos Para abatirlos en el desierto, Y humillar su pueblo entre las naciones, Y esparcirlos por las tierras. Se unieron asimismo a Baal-peor, Y comieron los sacrificios de los muertos. Provocaron la ira de Dios con sus obras, Y se desarrolló la mortandad entre ellos.

Entonces se levantó Finees e hizo juicio, Y se detuvo la plaga; Y le fue contado por justicia De generación en generación para siempre.

También le irritaron en las aguas de Meribá; Y le fue mal a Moisés por causa de ellos, Porque hicieron rebelar a su espíritu, Y habló precipitadamente con sus labios. (120) No destruyeron a los pueblos Que Jehová les dijo; Antes se mezclaron con las naciones, Y aprendieron sus obras, Y sirvieron a sus ídolos, Los cuales fueron causa de su ruina. Sacrificaron sus hijos y sus hijas a los demonios, Y derramaron la sangre inocente, la sangre de sus hijos y de sus hijas, Que ofrecieron en sacrificio a los ídolos de Canaán, Y la tierra fue contaminada con sangre. Se contaminaron así con sus obras, Y se prostituyeron con sus hechos.

Se encendió, por tanto, el furor de Jehová sobre su pueblo, Y abominó su heredad; Los entregó en poder de las naciones, Y se enseñorearon de ellos los que les aborrecían. Sus enemigos los oprimieron, Y fueron quebrantados debajo de su mano. Muchas veces los libró; Mas ellos se rebelaron contra su consejo, Y fueron humillados por su maldad. Con todo, él miraba cuando estaban en angustia, Y oía su clamor; Y se acordaba de su pacto con ellos, Y se arrepentía conforme a la muchedumbre de sus misericordias. Hizo asimismo que tuviesen de ellos misericordia todos los que los tenían cautivos. Sálvanos, Jehová Dios nuestro, (121) Y recógenos de entre las naciones, Para que alabemos tu santo nombre, Para que nos gloriemos en tus alabanzas.

Bendito Jehová Dios de Israel, Desde la eternidad y hasta la eternidad; Y diga todo el pueblo, Amén. Aleluya. (Salmos 106). 8T 117-121

19. CS 511. No era voluntad de Dios que Israel peregrinase durante cuarenta años en el desierto; lo que él quería era conducirlo a la tierra de Canaán y establecerlo allí como pueblo santo y feliz. Pero "no pudieron entrar a causa de incredulidad." (Hebreos 3:19.) Perecieron en el desierto a causa de su apostasía, y otros fueron suscitados para entrar en la tierra prometida.

Ministerio Hno. Pio


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