(Este capítulo 42. Está basado en San Mateo 15:1-20; San Marcos 7:1-23).
LOS ESCRIBAS Y
FARISEOS, ESPERANDO VER A JESÚS EN LA PASCUA, LE HABÍAN PREPARADO UNA TRAMPA. Pero Jesús,
conociendo su propósito, se mantuvo ausente de esta reunión. "Entonces
llegaron a Jesús ciertos escribas y fariseos." Como él no fue a ellos,
ellos acudieron a él. Por un tiempo había parecido que el pueblo de Galilea iba
a recibir a Jesús, y que quedaría quebrantado el poder de la jerarquía en
aquella región. La misión de los doce, indicadora de la extensión de la obra de
Cristo, al poner a los discípulos en conflicto más directo con los rabinos,
había excitado de nuevo los celos de los dirigentes de Jerusalén. Habían sido
confundidos los espías que ellos habían mandado a Capernaúm durante la primera
parte de su ministerio, cuando trataron de acusarle de que violaba el sábado;
pero los rabinos estaban resueltos a llevar a cabo sus fines; enviaron ahora
otra diputación para vigilar sus movimientos y encontrar alguna acusación
contra él.
COMO ANTES, LA
BASE DE SU QUEJA ERA SU DESPRECIO DE LOS PRECEPTOS TRADICIONALES QUE RECARGABAN
LA LEY DE DIOS. Se los decía ideados para mantener la observancia de la
ley, pero eran considerados como más sagrados que la ley misma. Cuando
contradecían los mandamientos dados desde el Sinaí, se daba la preferencia a
los preceptos rabínicos.
ENTRE LAS
OBSERVANCIAS QUE CON MÁS RIGOR SE IMPONÍAN, ESTABA LA DE LA PURIFICACIÓN
CEREMONIAL.
El descuido de las formas que debían observarse antes de comer, era considerado
como pecado aborrecible que debía ser castigado tanto en este mundo como en el
venidero; y se tenía por virtud el destruir al transgresor. Las reglas acerca
de la purificación eran innumerables. Y la vida entera no habría bastado para
aprenderlas todas. La vida de los que trataban de observar los requerimientos
rabínicos era una larga lucha contra la contaminación ceremonial, 361 un sin
fin de lavacros y purificaciones. Mientras La Gente
Estaba Ocupada En Distinciones Triviales, en observar lo que Dios no había
pedido, su atención era desviada de los grandes principios de la ley.
CRISTO Y SUS
DISCÍPULOS NO OBSERVABAN ESTOS LAVAMIENTOS CEREMONIALES y los espías
hicieron de esta negligencia la base de su acusación. No hicieron, sin embargo,
un ataque directo contra Cristo, sino que vinieron a él con una crítica
referente a sus discípulos. En presencia de la muchedumbre, dijeron: "¿Por qué tus discípulos traspasan la
tradición de los ancianos? porque no
se lavan las manos cuando comen pan."
SIEMPRE QUE EL MENSAJE DE LA VERDAD LLEGA A LAS ALMAS CON PODER ESPECIAL, Satanás excita a sus agentes para que provoquen alguna disputa referente a alguna cuestión de menor importancia. Así trata de distraer la atención de la cuestión verdadera. Siempre que se inicia una buena obra, hay maquinadores listos para entrar en disputa sobre cuestiones de forma o detalles técnicos, para apartar la mente de las realidades vivas. Cuando es evidente que Dios está por obrar de una manera especial en favor de su pueblo, no debe éste dejarse arrastrar a una controversia que ocasionará tan sólo la ruina de las almas.
Las cuestiones que
más nos preocupan son: ¿Creo yo con fe salvadora en el Hijo de Dios? ¿Está mi
vida en armonía con la ley divina? "El
que cree en el Hijo, tiene vida eterna; mas el que es incrédulo al Hijo, no
verá la vida." "Y en esto
sabemos que nosotros le hemos conocido, si guardamos sus mandamientos.' (Juan
3:36; 1Juan 2:3).
JESÚS NO INTENTÓ DEFENDERSE A SÍ MISMO O A SUS DISCÍPULOS. No aludió a las acusaciones dirigidas contra él, sino que procedió a desenmascarar el espíritu que impulsaba a estos defensores de los ritos humanos. Les dio un ejemplo de lo que estaban haciendo constantemente, y de lo que acababan de hacer antes de venir a buscarle.
"Bien invalidáis --les dijo-- el
mandamiento de Dios para guardar vuestra tradición. Porque Moisés dijo: Honra a
tu padre y a tu madre, y: El que maldijere al padre o a la madre, morirá de
muerte. Y vosotros decís: Basta si dijere un hombre al padre o a la madre: Es
Corbán (quiere decir, don mío a Dios) todo aquello con que pudiera valerte; y no
le dejáis hacer más por su padre o por su madre." 362
DESECHABAN EL
QUINTO MANDAMIENTO COMO SI NO TUVIESE IMPORTANCIA, pero eran muy
meticulosos para cumplir las tradiciones de los ancianos. Enseñaban a la gente
que el consagrar su propiedad al templo era un deber más sagrado aún que el
sostén de sus padres; y que, por grande que fuera la necesidad de éstos, era
sacrilegio dar al padre o a la madre cualquier porción de lo que había sido así
consagrado. Un hijo infiel no tenía más que pronunciar la palabra
"Corbán" sobre su propiedad, dedicándola así a Dios, y podía
conservarla para su propio uso durante toda la vida, y después de su muerte
quedaba asignada al servicio del templo. De esta manera quedaba libre tanto en
su vida como en su muerte para deshonrar y defraudar a sus padres, bajo el
pretexto de una presunta devoción a Dios.
NUNCA, NI POR
SUS PALABRAS NI POR SUS ACCIONES, MENOSCABÓ JESÚS LA OBLIGACIÓN DEL HOMBRE DE
PRESENTAR DONES Y OFRENDAS A DIOS. Cristo fue quien dio todas las
indicaciones de la ley acerca de los diezmos y las ofrendas. Cuando estaba en
la tierra, elogió a la mujer pobre que dio todo lo que tenía a la tesorería del
templo. Pero el celo por Dios que aparentaban los sacerdotes y rabinos era un
simulacro que cubría su deseo de ensalzamiento propio. El pueblo era engañado
por ellos. Llevaba pesadas cargas que Dios no le había impuesto. Aun los
discípulos de Cristo no estaban completamente libres del yugo de los prejuicios
heredados y la autoridad rabínica. Ahora, revelando el verdadero espíritu de
los rabinos, Jesús trató de libertar de la servidumbre de la tradición a todos
los que deseaban realmente servir a Dios.
"HIPÓCRITAS
--DIJO,
dirigiéndose a los astutos espías-- bien profetizó de vosotros Isaías, diciendo:
Este pueblo de labios me honra; mas su corazón lejos está de mí. Más en vano me
honran, enseñando doctrinas y mandamientos de hombres." Las
palabras de Cristo eran una requisitoria contra el farisaísmo. El declaró que
al poner sus requerimientos por encima de los principios divinos, los rabinos
se ensalzaban más que a Dios. Los diputados de Jerusalén se quedaron llenos de
ira. No pudieron acusar a Cristo como violador de la ley dada en el Sinaí, porque
hablaba como quien la defendía contra sus 363 tradiciones. Los grandes preceptos
de la ley, que él había presentado, se destacaban en sorprendente contraste
frente a las mezquinas reglas que los hombres habían ideado.
A LA MULTITUD,
Y MÁS TARDE CON MAYOR PLENITUD A SUS DISCÍPULOS, Jesús explicó
que la contaminación no proviene de afuera, sino de adentro. La pureza e
impureza se refieren al alma. Es la mala acción, la mala palabra, el mal
pensamiento, la transgresión de la ley de Dios, y no la negligencia de las
ceremonias externas ordenadas por los hombres, lo que contamina a un hombre.
LOS DISCÍPULOS
NOTARON LA IRA DE LOS ESPÍAS AL VER DESENMASCARADA SU FALSA ENSEÑANZA. Vieron sus
miradas airadas y oyeron las palabras de descontento y venganza que murmuraban.
Olvidándose de cuán a menudo Cristo había dado pruebas de que leía el corazón
como un libro abierto, le hablaron del efecto de sus palabras. Esperando que él
conciliaría a los enfurecidos magistrados, dijeron a Jesús: "¿Sabes
que los fariseos oyendo esta palabra se ofendieron?" Él contestó:
"Toda planta que no plantó mi Padre celestial, será desarraigada."
LAS COSTUMBRES Y TRADICIONES TAN ALTAMENTE APRECIADAS POR LOS RABINOS ERAN DE ESTE MUNDO, NO DEL CIELO. Por grande que fuese su autoridad sobre la gente, no podían soportar la prueba de Dios.
Cada
invención humana que haya substituido los mandamientos de Dios, resultará
inútil en aquel día en que "Dios
traerá toda obra a juicio, el cual se hará sobre toda cosa oculta, buena o
mala." (Eclesiastés 12:14).
LA SUBSTITUCIÓN DE LOS
MANDAMIENTOS DE DIOS POR LOS PRECEPTOS DE LOS HOMBRES NO HA CESADO. Aun entre los
cristianos, se encuentran instituciones y costumbres que no tienen mejor
fundamento que la tradición de los padres. Tales instituciones, al descansar
sobre la sola autoridad humana, han suplantado a las de creación divina. Los
hombres se aferran a sus tradiciones, reverencian sus costumbres y alimentan
odio contra aquellos que tratan de mostrarles su error. En esta época, cuando
se nos pide que llamemos la atención a los mandamientos de Dios y la fe de
Jesús, vemos la misma enemistad que se manifestó en los días de Cristo.
ACERCA
DEL ÚLTIMO PUEBLO DE DIOS, ESTÁ ESCRITO: "El dragón fue airado contra la mujer; y se fue a hacer
guerra contra los otros de la simiente 364 de ella, los cuales guardan los
mandamientos de Dios, y tienen el testimonio de Jesucristo." (Apocalipsis
12:17). Pero
"toda planta que no plantó mi Padre celestial, será desarraigada." En
lugar de la autoridad de los llamados padres de la iglesia, Dios nos invita a
aceptar la Palabra del Padre eterno, el Señor de los cielos y la tierra. En
ella sola se encuentra la verdad sin mezcla de error. David dijo: "Más que todos mis enseñadores he
entendido: porque tus testimonios son mi meditación. Más que los viejos he
entendido, porque he guardado tus mandamientos."* Salmos 119:99, 100). Todos
aquellos que aceptan la autoridad humana, las costumbres de la iglesia, o las
tradiciones de los padres, presten atención a la amonestación que encierran las
palabras de Cristo: "En vano me honran, enseñando doctrinas y mandamientos
de hombres." 365
(Este capítulo 42. Está basado en San
Mateo 15:1-20; San Marcos 7:1-23).
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