(Este capítulo 41. Está basado en
San Juan 6:22-71).
CUANDO CRISTO
PROHIBIÓ A LA GENTE QUE LE DECLARARA REY, sabía que había llegado a un
momento decisivo de su historia. Mañana se apartarían de él las multitudes que
hoy deseaban exaltarle al trono. El chasco que sufriera su ambición egoísta iba
a transformar su amor en odio, su alabanza en maldiciones. Aunque sabía esto,
no tomó medidas para evitar la crisis. Desde el principio, no había presentado
a sus seguidores ninguna esperanza de recompensas terrenales. A uno que vino
deseando ser su discípulo, le había dicho: "Las
zorras tienen cavernas, y las aves del cielo nidos; mas el Hijo del hombre no
tiene donde recueste su cabeza.'* (Mateo 8:20).
SI LOS HOMBRES
PUDIESEN HABER TENIDO EL MUNDO CON CRISTO, MULTITUDES LE HABRÍAN TRIBUTADO
FIDELIDAD;
pero no podía aceptar un servicio tal. Entre los que estaban relacionados con
él, muchos habían sido atraídos por la esperanza de un reino mundanal. Estos
debían ser desengañados. La profunda enseñanza espiritual que hay en el milagro
de los panes no había sido comprendida. Tenía que ser aclarada. Y esa nueva
revelación iba a traer consigo una prueba más detenida.
LA NOTICIA DEL
MILAGRO DE LOS PANES SE DIFUNDIÓ LEJOS Y CERCA, y muy
temprano a la mañana siguiente, la gente acudió a Betsaida para ver a Jesús.
Venía en grandes multitudes, por mar y tierra. Los que le habían dejado a la
noche anterior, volvieron esperando encontrarle todavía allí; porque no había
barco en el cual pudiese pasar al otro lado. Pero su búsqueda fue infructuosa,
y muchos se dirigieron a Capernaúm, siempre buscándole. Mientras tanto, él
había llegado a Genesaret, después de sólo un día de ausencia. Apenas se supo
que había desembarcado, la gente, "recorriendo
toda la tierra de alrededor, comenzaron a traer de todas partes enfermos en
lechos, a donde oían que estaba."* (Marcos 6:55).
DESPUÉS DE UN
TIEMPO, FUE A LA SINAGOGA, y allí le 348 encontraron los que habían venido de
Betsaida. Supieron por sus discípulos cómo había cruzado el mar. La furia de la
tempestad y las muchas horas de inútil remar contra los vientos adversos, la
aparición de Cristo andando sobre el agua, los temores así despertados, sus
palabras consoladoras, la aventura de Pedro y su resultado, con el repentino
aplacamiento de la tempestad y la llegada del barco, todo esto fue relatado
fielmente a la muchedumbre asombrada.
NO CONTENTOS
CON ESTO, MUCHOS SE REUNÍAN ALREDEDOR DE JESÚS PREGUNTANDO: "Rabbí,
¿cuándo llegaste acá?" Esperaban oír de sus labios otro relato del
milagro. Jesús no satisfizo su curiosidad.
DIJO TRISTEMENTE:
"Me
buscáis, no porque habéis visto las señales, sino porque comisteis el pan y os
hartasteis." No le buscaban por algún motivo digno; sino que como habían
sido alimentados con los panes, esperaban recibir todavía otros beneficios
temporales vinculándose con él.
EL SALVADOR LES
INSTÓ:
"Trabajad
no por la comida que perece, más por la comida que a vida eterna
permanece." No busquéis solamente el beneficio material. No tenga
por objeto vuestro principal esfuerzo proveer para la vida actual, pero buscad
el alimento espiritual, a saber, esa sabiduría que durará para vida eterna.
Sólo el Hijo de Dios puede darla; "porque a éste señaló el Padre, que es
Dios."
POR
EL MOMENTO SE DESPERTÓ EL INTERÉS DE LOS OYENTES. Exclamaron:
"¿Qué haremos para que obremos las obras de Dios?" Habían
estado realizando muchas obras penosas para recomendarse a Dios; y estaban
listos para enterarse de cualquier nueva observancia por la cual pudiesen
obtener mayor mérito. Su pregunta significaba: ¿Qué debemos hacer para merecer
el cielo? ¿Cuál es el precio requerido para obtener la vida venidera?
"Respondió Jesús y díjoles: Esta es la obra de Dios, que creáis en el que
él ha enviado. "El precio del cielo es Jesús. El camino al cielo es por la fe en
"el Cordero de Dios, que quita el
pecado del mundo."* (Juan 1:29).
PERO LA GENTE NO QUERÍA RECIBIR ESTA DECLARACIÓN DE LA VERDAD DIVINA.
Jesús había hecho la obra que la profecía había predicho que haría el Mesías;
pero no habían presenciado lo que sus esperanzas egoístas habían representado
como obra suya.349
CRISTO HABÍA
ALIMENTADO EN VERDAD UNA VEZ A LA MULTITUD CON PANES DE CEBADA; pero en los días de Moisés, Israel había sido
alimentado con maná durante cuarenta años, y se esperaban bendiciones mucho
mayores del Mesías. Con corazón desconforme, preguntaban por qué, si Jesús
podía hacer obras tan admirables como las que habían presenciado, no podía dar
a todos los suyos salud, fuerza y riquezas, librarlos de sus opresores y exaltarlos
al poder y la honra.
El hecho de que aseverara ser el Enviado de
Dios, y, sin embargo, se negara a ser el Rey de Israel era un misterio que no
podían sondear.
SU NEGATIVA FUE
MAL INTERPRETADA. Muchos concluyeron que no se atrevía a presentar sus derechos
porque él mismo dudaba del carácter divino de su misión. Así abrieron su
corazón a la incredulidad, y la semilla que Satanás había sembrado llevó fruto
según su especie: incomprensión y deserción.
AHORA, MEDIO EN
TONO DE BURLA, UN RABINO PREGUNTÓ "¿Qué señal pues haces tú, para que
veamos, y te creamos? ¿Qué obras? Nuestros padres comieron el maná en
el desierto, como está escrito: Pan del cielo les dio a comer."
LOS
JUDÍOS HONRABAN A MOISÉS COMO DADOR DEL MANÁ, tributando
alabanza al instrumento, y perdiendo de vista a Aquel por quien la obra había
sido realizada. Sus padres habían murmurado contra Moisés, y habían dudado de
su misión divina y la habían negado. Ahora, animados del mismo espíritu, los
hijos rechazaban a Aquel que les daba el mensaje de Dios. "Y Jesús les dijo: De
cierto, de cierto os digo: No os dio Moisés pan del cielo; mas mi Padre os dio
el verdadero pan del cielo."
EL
QUE HABÍA DADO EL MANÁ ESTABA ENTRE ELLOS. Era Cristo mismo
quien había conducido a los hebreos a través del desierto, y los había
alimentado diariamente con el pan del cielo. Este alimento era una figura del
verdadero pan del cielo. El Espíritu que fluye de la infinita plenitud de Dios
y da vida es el verdadero maná. Jesús dijo: "El pan de Dios es aquel que
descendió del cielo y da vida al mundo."
PENSANDO
TODAVÍA QUE JESÚS SE REFERÍA AL ALIMENTO TEMPORAL,
algunos de sus oyentes exclamaron: "Señor, danos siempre este pan."
Jesús habló entonces claramente: "Yo soy el pan de vida." La figura
que Cristo empleó era familiar para los judíos. 350 Moisés, por inspiración del
Espíritu Santo, había dicho: "El
hombre no vivirá de solo pan, más de todo lo que sale de la boca de
Jehová." Y el profeta Jeremías había escrito: "Halláronse tus palabras, y yo las comí; y tu palabra me fue por
gozo y por alegría de mi corazón."* (Deuteronomio 8:3; Jeremías 15:16).
LOS RABINOS MISMOS SOLÍAN DECIR QUE EL COMER PAN, en su significado espiritual, era estudiar la ley y practicar las buenas obras; se decía a menudo que cuando viniese el Mesías, todo Israel sería alimentado. La enseñanza de los profetas aclaraba la profunda lección espiritual del milagro de los panes. Cristo trató de presentar esta lección a sus oyentes en la sinagoga. Si ellos hubiesen comprendido las Escrituras, habrían entendido sus palabras cuando dijo: "Yo soy el pan de vida."
TAN
SÓLO EL DÍA ANTES, LA GRAN MULTITUD, HAMBRIENTA Y CANSADA, había sido
alimentada por el pan que él había dado. Así como de ese pan habían recibido
fuerza física y refrigerio, podían recibir de Cristo fuerza espiritual para
obtener la vida eterna. "El que a mí viene --dijo,-- nunca tendrá hambre;
y el que en mí cree, no tendrá sed jamás." Pero añadió: "Mas os he
dicho, que aunque me habéis visto, no creéis."
HABÍAN
VISTO A CRISTO POR EL TESTIMONIO DEL ESPÍRITU SANTO,
por la revelación de Dios a sus almas. Las evidencias vivas de su poder habían
estado delante de ellos día tras día, y, sin embargo, pedían otra señal. Si
ésta les hubiese sido dada, habrían permanecido tan incrédulos como antes. Si
no quedaban convencidos por lo que habían visto y oído, era inútil mostrarles
más obras maravillosas.
La incredulidad hallará siempre disculpas para
dudar, y destruirá por sus raciocinios las pruebas más positivas.
CRISTO
VOLVIÓ A APELAR A ESTOS CORAZONES OBCECADOS. "Al
que a mí viene, no le echo fuera." Todos los que le recibieran por
la fe, dijo él, tendrían vida eterna. Ninguno se perdería. No era necesario que
los fariseos y saduceos disputasen acerca de la vida futura. Ya no necesitaban
los hombres llorar desesperadamente a sus muertos. "Esta es la voluntad del que
me envió, del Padre: Que todo aquel que ve al Hijo, y cree en él, tenga vida
eterna: y yo le resucitaré en el día postrero."
PERO LOS DIRIGENTES DEL PUEBLO SE
OFENDIERON,
"y
decían: ¿No es éste Jesús, el hijo de José, cuyo padre y madre nosotros
conocemos? ¿Cómo, pues, dice éste: Del cielo he descendido?" 351
Refiriéndose con escarnio al origen humilde de Jesús, procuraron despertar
prejuicios. Aludieron despectivamente a su vida como trabajador galileo, y a su
familia pobre y humilde. Los asertos de este carpintero sin educación, dijeron,
eran indignos de su atención. Y a causa de su nacimiento misterioso, insinuaron
que era de parentesco dudoso, presentaron así las circunstancias humanas de su nacimiento
como una mancha sobre su historia. Jesús no intentó explicar el misterio de su
nacimiento.
NO CONTESTÓ LAS PREGUNTAS RELATIVAS A
SU DESCENSO DEL CIELO, como no había contestado las preguntas acerca de cómo
había cruzado el mar. No llamó la atención a los milagros que señalaban su
vida. Voluntariamente se había hecho humilde, sin reputación, tomando forma de
siervo. Pero sus palabras y obras revelaban su carácter. Todos aquellos cuyo
corazón estaba abierto a la iluminación divina reconocerían en él al "unigénito del Padre, lleno de gracia
y de verdad."* (Juan 1:14).
EL PREJUICIO DE LOS
FARISEOS ERA MÁS HONDO DE LO QUE SUS PREGUNTAS INDICABAN; tenía su raíz
en la perversidad de su corazón. Cada palabra y acto de Jesús despertaba en
ellos antagonismo; porque el espíritu que ellos albergaban no podía hallar
respuesta en él. "Ninguno puede venir a mí, si el Padre
que me envió no le trajere; y yo le resucitaré en el día postrero. Escrito está
en los profetas: Y serán todos enseñados de Dios. Así que, todo aquel que oyó
del Padre, y aprendió, viene a mí." Nadie vendrá jamás a
Cristo, salvo aquellos que respondan a la atracción del amor del Padre. Pero
Dios está atrayendo todos los corazones a él, y únicamente aquellos que
resisten a su atracción se negarán a venir a Cristo. En las palabras,
"serán todos enseñados de Dios," Jesús
se refirió a la profecía de Isaías: "Y
todos tus hijos serán enseñados de Jehová; y multiplicará la paz de tus
hijos." (Isaías 54:13).
ESTE
PASAJE SE LO APROPIABAN LOS JUDÍOS. SE JACTABAN DE QUE DIOS ERA SU MAESTRO. Pero
Jesús demostró cuán vano era este aserto; porque dijo: "Todo aquel que oyó del
Padre, y aprendió, viene a mí." Únicamente por Cristo podían ellos
recibir un conocimiento del Padre. La humanidad no podía soportar la visión de
su gloria. Los que habían aprendido de Dios habían estado 352 escuchando la voz
del Hijo, y en Jesús de Nazaret iban a reconocer a Aquel a quien el Padre había
declarado por la naturaleza y la revelación. "De cierto, de cierto os digo: El que cree en mí, tiene vida
eterna." Por medio del amado Juan, que escuchó estas palabras, el
Espíritu Santo declaró a las iglesias: "Y
este es el testimonio: Que Dios nos ha dado vida eterna; y esta vida está en su
Hijo. El que tiene al Hijo, tiene la vida." (1 Juan 5:11,12). Y Jesús
dijo: "Yo le resucitaré en el día
postrero."
CRISTO SE HIZO CARNE CON
NOSOTROS, A FIN DE QUE PUDIÉSEMOS SER ESPÍRITU CON ÉL. En virtud de
esta unión hemos de salir de la tumba, no simplemente como manifestación del
poder de Cristo, sino porque, por la fe, su vida ha llegado a ser nuestra. Los
que ven a Cristo en su verdadero carácter, y le reciben en el corazón, tienen
vida eterna.
POR EL ESPÍRITU Es Como Cristo Mora En Nosotros; Y El Espíritu De Dios,
Recibido En El Corazón Por La Fe, Es El Principio De La Vida Eterna.
AL HABLAR CON
CRISTO, LA GENTE SE HABÍA REFERIDO AL MANÁ QUE SUS PADRES COMIERON EN EL
DESIERTO,
como si al suministrar este alimento se hubiese realizado un milagro mayor que
el que Jesús había hecho; pero él les demuestra cuán débil era este don
comparado con las bendiciones que él había venido a otorgar.
EL MANÁ PODÍA
SOSTENER SOLAMENTE ESTA EXISTENCIA TERRENAL; no impedía la llegada de la
muerte, ni aseguraba la inmortalidad; mientras que el pan del cielo alimentaría
el alma para la vida eterna. El Salvador dijo: "Yo soy el pan de vida.
Vuestros padres comieron el maná en el desierto, y son muertos. Este es el pan
que desciende del cielo, para que el que de el comiere, no muera. Yo soy el pan
vivo que he descendido del cielo: si alguno comiere de este pan, vivirá para
siempre."
CRISTO AÑADIÓ LUEGO OTRA
FIGURA A ÉSTA. Únicamente
muriendo podía impartir vida a los hombres, y en las palabras que siguen señala
su muerte como el medio de salvación. Dice: "El pan que yo daré es mi carne, la cual yo daré por la vida del
mundo." Los judíos estaban por celebrar la Pascua en Jerusalén, en
conmemoración de la noche en que Israel había sido librado, cuando el ángel
destructor hirió los hogares de Egipto. En el cordero pascual, Dios deseaba que
ellos viesen el Cordero de 353 Dios y que por este símbolo recibiesen a Aquel
que se daba a sí mismo para la vida del mundo.
PERO
LOS JUDÍOS HABÍAN LLEGADO A DAR TODA LA IMPORTANCIA AL SÍMBOLO, mientras que
pasaban por alto su significado. No discernían el cuerpo del Señor. La misma
verdad que estaba simbolizada en la ceremonia pascual, estaba enseñada en las
palabras de Cristo. Pero no la discernían tampoco.
ENTONCES LOS
RABINOS EXCLAMARON AIRADAMENTE: "¿Cómo puede éste darnos su carne
a comer?" Afectaron comprender sus palabras en el mismo sentido literal
que Nicodemo cuando preguntó: "¿Cómo
puede el hombre nacer siendo viejo?" (Juan 3:4). Hasta cierto punto
comprendían lo que Jesús quería decir, pero no querían reconocerlo. Torciendo
sus palabras, esperaban crear prejuicios contra él en la gente.
CRISTO NO
SUAVIZÓ SU REPRESENTACIÓN SIMBÓLICA. Reiteró la verdad con lenguaje aún
más fuerte: "De cierto, de cierto os digo: Si no comiereis la carne del
Hijo del hombre, y bebiereis su sangre, no tendréis vida en vosotros. El que
come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna: y yo le resucitaré en el día
postrero. Porque mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida.
El que come mi carne y bebe mi sangre, en mí permanece, y yo en él."
COMER
LA CARNE Y BEBER LA SANGRE DE CRISTO ES RECIBIRLE COMO SALVADOR PERSONAL,
creyendo que perdona nuestros pecados, y que somos completos en él.
Contemplando su amor, y espaciándonos en él, absorbiéndolo, es como llegamos a
participar de su naturaleza. Lo que es el alimento para el cuerpo, debe serlo
Cristo para el alma. El alimento no puede beneficiarnos a menos que lo comamos;
a menos que llegue a ser parte de nuestro ser.
ASÍ TAMBIÉN
CRISTO NO TIENE VALOR PARA NOSOTROS SI NO LE CONOCEMOS COMO SALVADOR PERSONAL. Un
conocimiento teórico no nos beneficiará. Debemos alimentarnos de él, recibirle
en el corazón, de tal manera que su vida llegue a ser nuestra vida. Debemos
asimilarnos su amor y su gracia.
PERO AUN ESTAS
FIGURAS NO ALCANZAN A PRESENTAR EL PRIVILEGIO QUE ES PARA EL CREYENTE LA
RELACIÓN CON CRISTO. Jesús dijo: "Como me envió el Padre viviente, y yo
vivo por el Padre, asimismo el que me come, él también vivirá por mí."
Como el Hijo de Dios vivía por la fe en el Padre, hemos de vivir 354 nosotros
por la fe en Cristo.
TAN
PLENAMENTE ESTABA JESÚS ENTREGADO A LA VOLUNTAD DE DIOS QUE SÓLO EL PADRE
APARECÍA EN SU VIDA. Aunque tentado en todos los puntos como nosotros, se
destacó ante el mundo sin llevar mancha alguna del mal que le rodeaba. Así
también hemos de vencer nosotros como Cristo venció.
¿SOMOS SEGUIDORES DE CRISTO? Entonces
todo lo que está escrito acerca de la vida espiritual, está escrito para
nosotros, y podemos alcanzarlo uniéndonos a Jesús. ¿Languidece nuestro celo?
¿Se ha enfriado nuestro primer amor? Aceptemos otra vez el amor que nos ofrece
Cristo. Comamos de su carne, bebamos de su sangre, y llegaremos a ser uno con
el Padre y con el Hijo.
LOS JUDÍOS INCRÉDULOS SE
NEGARON A VER OTRA COSA SINO EL SENTIDO MÁS LITERAL DE LAS PALABRAS DEL
SALVADOR. Por la ley
ritual se les prohibía probar la sangre, y ahora torcieron el lenguaje de
Cristo hasta hacerlo parecer sacrílego, y disputaban entre sí acerca de él.
Muchos, aun entre los discípulos dijeron: "Dura es esta palabra: ¿quién la puede oír?" El Salvador
les contestó: "¿Esto os escandaliza? ¿Pues
qué, si viereis al Hijo del hombre que sube donde estaba primero? El espíritu
es el que da vida; la carne nada aprovecha: las palabras que yo os he hablado,
son espíritu, y son vida."
LA VIDA DE CRISTO, QUE DA VIDA AL MUNDO, ESTÁ EN SU PALABRA. Fue por su
palabra como Jesús sanó la enfermedad y echó los demonios; por su palabra calmó
el mar y resucitó los muertos; y la gente dio testimonio de que su palabra era
con autoridad. Él hablaba la palabra de Dios, como había hablado por medio de
todos los profetas y los maestros del Antiguo Testamento.
TODA LA BIBLIA es una manifestación de Cristo, y el Salvador
deseaba fijar la fe de sus seguidores en la Palabra. Cuando su presencia
visible se hubiese retirado, la Palabra sería fuente de poder para ellos. Como
su Maestro, habían de vivir "con toda palabra que sale de la boca de
Dios."* (Mateo 4:4).
ASÍ COMO
NUESTRA VIDA FÍSICA ES SOSTENIDA POR EL ALIMENTO, nuestra vida
espiritual es sostenida por la palabra de Dios. Y cada alma ha de recibir vida
de la Palabra de Dios para sí. Como debemos comer por nosotros mismos a fin de
recibir alimento, así hemos de recibir la Palabra por nosotros mismos. 355
NO
HEMOS DE OBTENERLA SIMPLEMENTE POR MEDIO DE OTRA MENTE. Debemos
estudiar cuidadosamente la Biblia, pidiendo a Dios la ayuda del Espíritu Santo
a fin de comprender su Palabra. Debemos tomar un versículo, y concentrar el
intelecto en la tarea de discernir el pensamiento que Dios puso en ese
versículo para nosotros. Debemos espaciarnos en el pensamiento hasta que venga
a ser nuestro y sepamos "lo que dice Jehová."
EN
SUS PROMESAS Y AMONESTACIONES, Jesús se dirige
a mí. Dios amó de tal manera al mundo, que dio a su Hijo unigénito, para que,
creyendo en él, yo no perezca, sino tenga vida eterna. Lo experimentado según
se relata en la Palabra de Dios ha de ser lo que yo experimente. La oración y
la promesa, el precepto y la amonestación, son para mí. "Con Cristo estoy juntamente crucificado, y vivo, no ya yo, más
vive Cristo en mí: y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo
de Dios, el cual me amó, y se entregó a sí mismo por mí.'* (Gálatas 2:20).
A MEDIDA QUE LA
FE RECIBE Y SE ASIMILA ASÍ LOS PRINCIPIOS DE LA VERDAD, vienen a ser
parte del ser y la fuerza motriz de la vida. La Palabra de Dios, recibida en el
alma, amolda los pensamientos y entra en el desarrollo del carácter. Mirando
constantemente a Jesús con el ojo de la fe, seremos fortalecidos. Dios hará las
revelaciones más preciosas a sus hijos hambrientos y sedientos.
HALLARÁN QUE CRISTO ES UN SALVADOR PERSONAL. A
medida que se alimenten de su Palabra, hallarán que es espíritu y vida. La
Palabra destruye la naturaleza terrenal y natural e imparte nueva vida en
Cristo Jesús. El Espíritu Santo viene al alma como Consolador. Por el factor
transformador de su gracia, la imagen de Dios se reproduce en el discípulo;
viene a ser una nueva criatura. El amor reemplaza al odio y el corazón recibe
la semejanza divina. Esto es lo que quiere decir vivir de "toda palabra
que sale de la boca de Dios." Esto es comer el Pan que descendió del
cielo.
CRISTO HABÍA PRONUNCIADO UNA VERDAD SAGRADA Y ETERNA Acerca De La Relación Entre Él Y Sus Seguidores. El conocía el carácter de los que aseveraban ser discípulos suyos, y sus palabras probaron su fe. Declaró que habían de creer y obrar según su enseñanza. Todos los que le recibían debían participar de su naturaleza y ser conformados según su carácter.
ESTO ENTRAÑABA RENUNCIAR A
SUS AMBICIONES MÁS CARAS. Requería la 356 completa entrega de sí
mismos a Jesús. Eran llamados a ser abnegados, mansos y humildes de corazón.
Debían andar en la senda estrecha recorrida por el Hombre del Calvario, si
querían participar en el don de la vida y la gloria del cielo.
LA PRUEBA ERA DEMASIADO
GRANDE.
El entusiasmo de aquellos que habían procurado tomarle por fuerza y hacerle rey
se enfrió. Este discurso pronunciado en la sinagoga -declararon,- les había
abierto los ojos. Ahora estaban desengañados. Para ellos, las palabras de él
eran una confesión directa de que no era el Mesías, y de que no se habían de
obtener recompensas terrenales por estar en relación con él.
Habían Dado La Bienvenida A
Su Poder De Obrar Milagros; Estaban Ávidos De Verse Libres De La Enfermedad Y
El Sufrimiento; Pero No Podían Simpatizar Con Su Vida De Sacrificio Propio.
NO LES INTERESABA EL
MISTERIOSO REINO ESPIRITUAL DEL CUAL LES HABLABA. Los que no eran sinceros,
los egoístas, que le habían buscado, no le deseaban más. Si no quería consagrar
su poder e influencia a obtener su libertad de los romanos, no querían tener
nada que ver con él. Jesús les dijo claramente: "Hay algunos de vosotros que no creen;" y añadió: "Por eso os he dicho que ninguno puede
venir a mí, si no le fuere dado del Padre." El deseaba que
comprendiesen que si no eran atraídos a él, era porque sus corazones no estaban
abiertos al Espíritu Santo. "El
hombre animal no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque le son
locura: y no las puede entender, porque se han de examinar espiritualmente.' (1
Corintios 2:14).
POR LA
FE ES COMO EL ALMA CONTEMPLA LA GLORIA DE JESÚS. Esta gloria está oculta hasta
que, por el Espíritu Santo, la fe se enciende en el alma.
POR EL REPROCHE
PÚBLICO DIRIGIDO A SU INCREDULIDAD, ESTOS DISCÍPULOS SE ALEJARON AÚN MÁS DE
JESÚS.
Sintieron profundo desagrado y, deseando herir al Salvador y satisfacer la
malicia de los fariseos, le dieron la espalda y le abandonaron con desdén.
Habían hecho su elección: habían tomado la forma sin el espíritu, la envoltura
sin el grano. Nunca habían de cambiar de decisión, porque no anduvieron más con
Jesús. "Su aventador en su mano
está, y aventará su era: y allegará su trigo en el alfolí." (Mateo 3:12).
ESTA FUE UNA DE LAS OCASIONES EN QUE SE HIZO LIMPIEZA. Por las
palabras de verdad, estaba separándose 357 el tamo del trigo. Porque eran
demasiado vanos y justos en su propia estima para recibir reprensión, y amaban
demasiado el mundo para aceptar una vida de humildad, muchos se apartaron de
Jesús.
MUCHOS ESTÁN
HACIENDO TODAVÍA LA MISMA COSA. El alma de muchos es probada hoy como
lo fue la de los discípulos en la sinagoga de Capernaúm. Cuando la verdad
penetra en el corazón, ven que su vida no está de acuerdo con la voluntad de
Dios. Ven la necesidad de un cambio completo en sí; pero no están dispuestos a
realizar esta obra de negarse a sí mismos. Por lo tanto, se aíran cuando sus
pecados son descubiertos. Se van ofendidos, así como los discípulos abandonaron
a Jesús, murmurando: "Dura es esta
palabra: ¿quién la puede oír?" La alabanza y la adulación agradarían a
sus oídos; pero la verdad no es bienvenida; no la pueden oír.
CUANDO LAS
MUCHEDUMBRES SIGUEN Y SON ALIMENTADAS, y se oyen los gritos de triunfo, sus
voces claman alabanzas; pero cuando el escrutinio del Espíritu de Dios revela
su pecado y los invita a dejarlo, dan la espalda a la verdad y no andan más con
Jesús.
CUANDO AQUELLOS
DISCÍPULOS DESAFECTOS SE APARTARON DE CRISTO, un espíritu diferente se
apoderó de ellos. No podían ver atractivo alguno en Aquel a quien habían
encontrado una vez tan interesante. Buscaron a sus enemigos porque estaban en
armonía con su espíritu y obra. Interpretaron mal las palabras de Jesús,
falsificaron sus declaraciones e impugnaron sus motivos. Mantuvieron su
actitud, recogiendo todo detalle que se pudiera volver contra él; y fue tal la
indignación suscitada por esos falsos informes que su vida peligró. Cundió
rápidamente la noticia de que, por su propia confesión, Jesús de Nazaret no era
el Mesías. Y así la corriente del sentimiento popular se volvió contra él en
Galilea, como había sucedido el año anterior en Judea.
¡AY DE ISRAEL! RECHAZÓ A SU SALVADOR PORQUE DESEABA UN CONQUISTADOR
QUE LE DIESE PODER TEMPORAL. Deseaba el alimento que perece, y no el que dura
para vida eterna. Con corazón anhelante, Jesús vio a aquellos que habían sido
sus discípulos apartarse de él, la Vida y la Luz de los hombres. Al sentir que
su compasión no era apreciada, su amor no era correspondido, su misericordia
era despreciada, su salvación 358 rechazada, se llenó su corazón de una
tristeza inefable. Eran Sucesos Como Éstos Los
Que Le Hacían Varón De Dolores, Experimentado En Quebranto.
SIN INTENTAR IMPEDIR A LOS QUE SE APARTABAN QUE LO
HICIERAN, Jesús se volvió a los doce y dijo: "¿Queréis vosotros iros
también?" Pedro respondió preguntando: "Señor, ¿a quién iremos? tú
tienes palabras de vida eterna- añadió,- y nosotros creemos y conocemos que tú
eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente." "¿A quién iremos?"
LOS MAESTROS DE
ISRAEL ERAN ESCLAVOS DEL FORMALISMO. Los fariseos y saduceos estaban en
constante contienda. Dejar a Jesús era caer entre los que se aferraban a ritos
y ceremonias, y entre hombres ambiciosos que buscaban su propia gloria.
LOS DISCÍPULOS
HABÍAN ENCONTRADO MÁS PAZ Y GOZO DESDE QUE HABÍAN ACEPTADO A CRISTO QUE EN TODA
SU VIDA ANTERIOR. ¿Cómo podrían volver a aquellos que habían despreciado y
perseguido al Amigo de los pecadores? Habían estado buscando durante mucho
tiempo al Mesías; ahora había venido, y no podían apartarse de su presencia,
para ir a aquellos que buscaban su vida y que los habían perseguido por haberse
hecho discípulos de él. "¿A quién iremos?" No podían apartarse de las
enseñanzas de Cristo, de sus lecciones de amor y misericordia, a las tinieblas
de la incredulidad, a la perversidad del mundo.
MIENTRAS
ABANDONABAN AL SALVADOR MUCHOS DE LOS QUE HABÍAN PRESENCIADO SUS OBRAS
ADMIRABLES,
Pedro expresó la fe de los discípulos: "Tú eres el Cristo." Aun el
pensar que pudiesen perder esta ancla de sus almas, los llenaba de temor y
dolor. Verse privados de un Salvador, era quedar a la deriva en un mar sombrío
y tormentoso.
MUCHAS DE LAS PALABRAS Y LAS ACCIONES DE JESÚS PARECEN MISTERIOSAS PARA LAS MENTES FINITAS, pero cada palabra y acto tenía su propósito definido en la obra de nuestra redención; cada uno estaba calculado para producir su propio resultado. Si pudiésemos comprender sus propósitos, todo parecería importante, completo y en armonía con su misión.
AUNQUE NO PODEMOS COMPRENDER AHORA LAS OBRAS Y LOS
CAMINOS DE DIOS, podemos discernir su gran amor, que está a la base
de todo su trato con los hombres. El que vive cerca de 359 Jesús comprenderá
mucho del misterio de la piedad. Reconocerá la misericordia que administra
reprensión, que prueba el carácter y saca a luz el propósito del corazón.
CUANDO JESÚS
PRESENTÓ LA VERDAD ESCRUTADORA QUE HIZO QUE TANTOS DE SUS DISCÍPULOS SE
VOLVIERAN ATRÁS, sabía cuál sería el resultado de sus palabras; pero tenía
un propósito de misericordia que cumplir. Preveía que en la hora de la
tentación cada uno de sus amados discípulos sería severamente probado. Su
agonía de Getsemaní, su entrega y crucifixión, serían para ellos una prueba muy
penosa.
SI NO HUBIESE VENIDO UNA PRUEBA ANTERIOR,
Habrían Estado Relacionados Con Ellos Muchos Impulsados Solamente Por Motivos
Egoístas. Cuando su Señor
fuese condenado en el tribunal; cuando la multitud que le había saludado como
Rey le silbase y le vilipendiase; cuando la muchedumbre escarnecedora clamase:
"Crucifícale;" cuando sus ambiciones mundanales fuesen frustradas,
estos egoístas, renunciando a su fidelidad a Jesús habrían abrumado el corazón
de los discípulos con una amarga tristeza adicional al pesar y chasco que
sentían al ver naufragar sus esperanzas más caras. En esa hora de tinieblas, el
ejemplo de los que se apartasen de él podría haber arrastrado a otros con
ellos.
PERO JESÚS PROVOCÓ ESTA CRISIS mientras podía por su presencia personal
fortalecer todavía la fe de sus verdaderos seguidores. ¡Compasivo Redentor que,
en pleno conocimiento de la suerte que le esperaba, allanó tiernamente el
camino para los discípulos, los preparó para su prueba culminante y los
fortaleció para la aflicción final! 360
DTG/EGW
(Este capítulo 41. Está basado en
San Juan 6:22-71).
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