Santiago 1.
SALUDO 1:1
LA TENTACIÓN,
1:2-18.
A.
La necesidad de
paciencia y sabiduría, 1:2-8.
“Debemos gozamos
por las pruebas”.
B.
Cómo soportar las
aflicciones terrenales
o el ensalzamiento, 1:9-12.
“Pedir Sabiduría Y Paciencia A
Dios”.
C. El origen de la tentación, 1:13-18.
“No Culpar A Dios Por Nuestras Pruebas,
Debilidades Y Pecados”.
EVIDENCIAS DE LA
VERDADERA RELIGIÓN, 1:19-27.
A.
Mejor oír que
hablar, 1:19-22.
“Prestar
Atención A La Palabra, Meditar En Ella Y Obedecerla”.
B. No sólo oír sino hacer, 1:23-27.
“De Lo Contrario Sólo Habrá Una Religiosidad De Apariencia”.
1 SANTIAGO, siervo de Dios y del
Señor Jesucristo, a las doce tribus que están en la dispersión: Salud. 2 Hermanos míos, tened por sumo gozo cuando os
halléis en diversas pruebas, 3 sabiendo que la prueba de vuestra fe produce
paciencia. 4 Mas tenga la paciencia su obra completa, para que seáis perfectos
y cabales, sin que os falte cosa alguna.
5 Y si alguno de vosotros tiene
falta de sabiduría, pídala a Dios, el cual da a todos abundantemente y sin
reproche, y le será dada. 6 Pero pida con fe, no dudando nada; porque el que
duda es semejante a la onda del mar, que es arrastrada por el viento y echada
de una parte a otra. 7 No piense, pues, quien tal haga, que recibirá cosa
alguna del Señor. 8 El hombre de doble ánimo es inconstante en todos sus
caminos.
9 El hermano que es de humilde
condición, gloríese en su exaltación; 10 pero el que es rico, en su
humillación; porque él pasará como la flor de la hierba. 11 Porque cuando sale
el sol con calor abrasador, la hierba se seca, su flor se cae, y perece su
hermosa apariencia; así también se marchitará el rico en todas sus empresas.
12 Bienaventurado el varón que
soporta la tentación; porque cuando haya resistido la prueba, recibirá la
corona de vida, que Dios ha prometido a los que le aman.
13 Cuando alguno es tentado, no
diga que es tentado de parte de Dios; porque Dios no puede ser tentado por el
mal, ni él tienta a nadie; 14 sino que cada uno es tentado, cuando de su propia
concupiscencia es atraído y seducido. 15 Entonces la concupiscencia, después
que ha concebido, da a luz el pecado; y el pecado, siendo consumado, da a luz
la muerte.
16 Amados hermanos míos, no
erréis. 17 Toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto, del
Padre de las luces, en el cual no hay mudanza, ni sombra de variación. 18 El,
de su voluntad, nos hizo nacer por la palabra de verdad, para que seamos
primicias de sus criaturas.
19 Por esto, mis amados hermanos,
todo hombre sea pronto para oír, tardo para hablar, tardo para airarse; 20
porque la ira del hombre no obra la justicia de Dios. 21 Por lo cual,
desechando toda inmundicia y abundancia de malicia, recibid con mansedumbre la
palabra implantada, la cual puede salvar vuestras almas. 22 Pero sed hacedores
de la palabra, y no tan solamente oidores, engañándoos a vosotros mismos.
23 Porque si alguno es oidor de
la palabra pero no hacedor de ella, éste es semejante al hombre que considera
en un espejo su rostro natural. 24 Porque él se considera a sí mismo, y se va,
y luego olvida cómo era. 25 Mas el que mira atentamente en la perfecta ley, la
de la libertad, y persevera en ella, no siendo oidor olvidadizo, sino hacedor
de la obra, éste será bienaventurado en lo que hace.
26 Si alguno se cree religioso
entre vosotros, y no refrena su lengua, sino que engaña su corazón, la religión
del tal es vana. 27 La religión pura y sin mácula delante de Dios el Padre es
esta: Visitar a los huérfanos y a las viudas en sus tribulaciones, y guardarse
sin mancha del mando. (Santiago 1).
1. Santiago. El hecho de que el apóstol se refiera a sí mismo de una manera tan sencilla, demuestra que era bien conocido y no necesitaba de una mayor identificación. Sin embargo, hoy día es grande la incertidumbre en cuanto a cuál Santiago (Jacobo) del NT es el autor de esta epístola.
Respecto al
significado del nombre "Jacobo", ver com. Mar. 3:17, y acerca del
autor de la epístola, ver pp. 513-516. (Introducción general a Santiago).
Siervo. Gr. dóulos, "esclavo" (ver coro. Rom.
1:1). Con sencilla dignidad Santiago se llama a sí mismo "siervo", o
mejor "esclavo", y no "apóstol", título que sin duda podría
haber usado con toda justicia. Aunque Santiago era un misionero digno de
respeto en el reino de Cristo de esta tierra, sólo se da el título de
"esclavo". Da, pues, un digno ejemplo para todos los que llevan responsabilidades
en la iglesia. No hay honor más grande que ser "siervo" o
"esclavo" de Dios.
Del Señor. Santiago reconoce que sus credenciales como
"siervo" lo convierten en representante del Padre y del Hijo. Aunque
en esta epístola con frecuencia se alude a las enseñanzas de Cristo, la única
otra referencia directa al Señor, por nombre, está en cap. 2:1.
Las doce tribus. Las doce tribus de Israel (ver Gén. 35:22-26; 49:28; Hech. 7:8).
Las diez tribus del reino del norte habían
sido llevadas cautivas por los asirios en el año 722 a. C. (2 Rey 17:6,23), y
sólo unos pocos de sus descendientes regresaron a Palestina (cf. com. Esd.
6:17; 8:35).
Sin embargo, hay algunas indicaciones de que en los días del NT aún eran reconocidas por lo menos algunas de esas tribus.
Por ejemplo, Ana era de la tribu de Aser (Luc. 2:36;
ver com. Hech. 26:7). Pero Santiago
podría haber usado la frase "doce tribus" para referirse en forma
general y colectiva a los judíos, sin tener en cuenta su procedencia tribal.
Algunos sostienen que Santiago
está hablando de las doce tribus del Israel espiritual (ver com. Apoc. 7:4); otros, que su carta está
principalmente dirigida a los cristianos de origen judío. Este Comentario apoya
el segundo punto de vista. Pero cualquiera que sea la opinión a la cual uno se
incline, no varía la instrucción espiritual de la epístola.
Santiago indica claramente que tanto él como sus lectores son judíos. Por ejemplo, se refiere a Abrahán como a "nuestro padre" (cap. 2:21) y a la "congregación [literalmente, sinagoga]" (vers. 2), el lugar donde solían reunirse los judíos (ver t. V, pp. 57-59).
Pero el autor y los lectores a los que originalmente fue dirigida
la epístola también eran cristianos, como lo demuestran las repetidas
referencias a Jesucristo como "Señor" (cap. 1:1,7; 2:1; 5:7,11). Por
eso, al escribir a "las doce tribus" de "la dispersión",
Santiago se está dirigiendo a cristianos de origen judío en diferentes lugares
de todo el mundo romano (cf. 1 Ped. 1:1). No hay razón para pensar que escribía
a judíos inconversos, o que anticipaba que la carta necesariamente sería leída
por miembros de todas las doce tribus de Israel.
Debe recordarse que, en general,
los cristianos de origen hebreo de los tiempos apostólicos siempre se
consideraban como judíos piadosos, que en cierto sentido permanecían siendo
fieles al judaísmo y que, en diversos grados, anticipaban que mediante
Jesucristo se realizaría el cumplimiento final de todas las promesas hechas a
Israel por los profetas de antaño (cf Hech. 1:6). Pocos de ellos entendían que
Israel, como nación, había perdido, en beneficio de la iglesia cristiana, el
mandato divino de ser el pueblo escogido de Dios (ver t. IV, pp. 37-38). La
mención de las "doce tribus" recordaría a esos cristianos judíos su
primitiva historia nacional, y les inspiraría la esperanza de que, en Cristo,
pronto podrían poseer la rica herencia prometida a sus padres (ver t. IV, pp.
28-32). Hasta Pablo, el apóstol de los gentiles, usa el término "doce
tribus" (Hech. 26:7; cf. Mat. 19:28; cf. com. Rom. 11:25-36).
En la dispersión. Cf. 1 Ped. 1:1. Se hace referencia específica a la dispersión de los judíos entre las otras naciones en el tiempo de Ester (Est. 3:8) y en Pentecostés (Hech. 2:5, 9-11; ver t, VI, mapa p. 140). En cuanto a los judíos de la dispersión, ver t. V, pp. 61-62.
El
propósito original de Dios era que los judíos fueran misioneros para todo el
mundo. Aunque Israel dejó de cumplir este plan, tal como era su propósito
original, el efecto de los dos cautiverios cumpliría -en parte- el propósito inicial
de Dios. Se trata más ampliamente el plan divino para Israel en el t. IV, pp.
28-32.
Salud. Gr. jáiro, "regocijarse". Compárese con
el uso que tiene en Luc. 1:28; ver com. Rom. 1:7. También se usaba al
despedirse con el sentido de "el gozo te acompañe". Compárese con la
forma hebrea de saludar (ver coro. Jer. G:14). Este saludo no aparece en otros
pasajes de las epístolas. Su uso en Hech. 15:23 es una de las pocas
peculiaridades de estilo que insinúan una posible identificación del autor de
esta epístola con el Jacobo de la última parte de Hechos (ver pp. 513-516).
2. Hermanos míos. El apóstol expresa desde el
comienzo el espíritu de hermandad que lo une con sus lectores. Lo cálido del
afecto revelaría la naturaleza constructiva de sus admoniciones acerca de
problemas de la vida diaria. Santiago usa 15 veces esta forma de dirigirse a
sus lectores, o sea un promedio de una vez en cada 7 versículos. Es un esfuerzo
evidente para destacar el vínculo de hermandad que unía su corazón con el de
ellos en la comunión cristiana.
Tened por. "Considerad", "estimad", "pensad". Los cristianos tienen el privilegio y el deber de considerar con inteligencia las pruebas y las dificultades que los asaltan en su sendero. Necesitan estudiar y comprender el propósito que tiene Dios al permitirlas.
(Ver com. Job 42:5; Sal. 38:3; 39:9; Mat.6:13; Rom. 8:28).
Sumo gozo. Es decir, un gozo puro. Las pruebas y las dificultades de la vida no
deben abrumar, desanimar ni chasquear al cristiano maduro, quien lo soporta
todo con fe y esperanza, "como viendo al Invisible" (Heb. 11:27). El
gozo y el valor del cristiano no se basan en las circunstancias externas que
con frecuencia pueden ser sumamente desagradables, sino en la fe en la
providencia soberana de Dios y en una comprensión inteligente de la forma en
que él trata a los seres humanos.
Las filosofías humanas, ya sean
religiosas o seculares, quizá preparen a los hombres para enfrentarse
filosóficamente a las dificultades, con un espíritu tranquilo y paciente; pero
el cristianismo enseña a los hombres a estar gozosos en tales circunstancias
debido a una comprensión inteligente de las causas del sufrimiento y mediante
su fe en Dios.
Cuando os halléis. El cristiano debe esperar
periódicamente "pruebas"; esto es evidente por la palabra
"cuando", o más literalmente "cuando quiera". Esas
situaciones por regla general no son buscadas, ni esperadas, ni tampoco se les
da la bienvenida. Además, las "pruebas" aquí mencionadas por Santiago
indudablemente constituyen obstáculos mayores que fácilmente podrían abrumar al
que o ha "confiado" en Dios (ver com. Isa. 26:3-4).
Diversas. O "varias". Las "pruebas" a las
cuales está sujeta la humanidad son múltiples, particularmente los cristianos.
Pruebas. Gr. Peirasmós, "Prueba",
"dificultad", "aflicción", "tentación" (al
pecado, ver com. Mat. 6:13; cf. com.
Mat. 4:1). Peirasmós incluye aflicciones, como enfermedades, persecuciones,
pobreza y calamidades. Las dificultades, ya sea que hayan sido causadas
expresamente por Satanás para tentar a un hombre a pecar, o sólo para
molestarle y acosarlo, son siempre una prueba para la vida cristiana.
Hasta los más fervientes cristianos con mucha frecuencia no pueden comprender el ministerio del sufrimiento y de las pruebas en la formación del carácter. Como resultado no sólo no aprovechan esas vicisitudes como podrían hacerlo, sino que hacen que su camino sea más duro, y pierden la comunión con Dios que, de otra manera, podría haber sido suya. No hay ninguna vicisitud de la vida, no importa cuán amarga o desanimadora sea, que por la providencia de Dios y la gracia de Cristo no pueda contribuir al crecimiento cristiano, a acercarnos más a Dios y a enriquecer nuestra comprensión de su amor para nosotros.
Pablo es el ejemplo clásico del NT en cuanto a la forma en que un cristiano puede convertir toda derrota en una victoria (ver com. 2Cor. 2:14; 4:8-11; 12:7-10).
Un análisis más completo de la actitud cristiana frente a las pruebas y el sufrimiento, se halla en com. Sal. 38:3.
3. Sabiendo. El vers. 3 presenta la base para el regocijo que se
menciona en el vers. 2. Santiago recuerda a sus lectores que el gozo personal,
en medio de las aflicciones de la vida, sólo puede ser sentido por los que les
hacen frente con una sana y firme filosofía cristiana.
Prueba. Gn dokímion, como sustantivo, "prueba" o "medio de prueba"; como adjetivo neutro, "lo aprobado", "lo genuino"; "la calidad probada" (BJ). Esta palabra se refiere no sólo a la prueba de la fe de un cristiano, sino en forma más precisa al atributo de la fe que la hace triunfar sobre los problemas de la vida.
En los
papiros (ver t. V, pp. 106-108) se usa en relación con el oro para describir el
"oro genuino", es decir, el oro que pasa la prueba porque es genuino.
Por eso la frase "la prueba de vuestra fe" podría referirse a la fe
que está a la altura de la prueba.
Fe. Gr. pístis, "fe", "creencia",
"confianza", "fidelidad". Santiago habla de la fe que se ha
enfrentado victoriosamente con los diversos problemas de la vida, o sea las
"diversas pruebas". Cada
conflicto con la "prueba" fortalece la fe y la fidelidad del
cristiano victorioso Así como un veterano fogueado en muchas batallas, que ha
aprendido a enfrentarse con confianza a los peligros es más digno de confianza
que un recluta bisoño, de la misma manera el cristiano victorioso se halla
mejor preparado para las futuras pruebas que aquel cuya fe aún no ha sido
probada.
Esta fe es la convicción
inmutable de que Jesucristo tiene un plan satisfactorio para la vida de cada
uno y que proporciona la solución para cada prueba. El hombre de fe cree que
ninguna persona ni ninguna circunstancia puede desvirtuar el plan que Dios
tiene para la felicidad de sus hijos.
Paciencia. Gr. hupomone, "firmeza", "perseverancia", "constancia", "paciencia"
(ver com. Rom. 5:3).
Este poder para resistir es resultado de la fe que ha sido probada y ha triunfado. Es muy común que la palabra "paciencia" sugiera a muchos una simple sumisión pasiva; sin embargo, hupomone destaca el poder activo y permanente que hace triunfar a los hombres sobre sus "diversas pruebas" (ver Luc. 8:15; Rom. 2:7; Heb. 10:36; Apoc. 14:12).
Esta cualidad positiva del carácter es necesaria para todos los que
hacen frente a difíciles adversidades, ya sea de naturaleza personal, o las que
a menudo hay que enfrentar cuando se procura hacer progresar la causa de Dios. Por
la fe creemos que Dios está actuando con nosotros, y esta convicción crea una
estable firmeza que es invencible.
4. Tenga. La adquisición de una paciente perseverancia es, en
realidad, el proceso de desarrollar un carácter semejante al de Cristo. Para
obtener el resultado que se espera de una paciencia activa, que es en sí
producto de una fe gozosa, no debemos limitar ni debilitar nuestro poder de
resistir debido a nuestras murmuraciones, quejas o rebeliones. Ver com. Isa.
26:3.
Obra completa. "Perfecta su obra" (RVA); "obra perfecta" (BC, NC).
Ver. com. Mat. 5:48.
La mejor forma de expresar el
significado es: "La paciente resistencia continúe hasta que haya
completado su tarea". Compárese con Juan 17:4, en donde Jesús habla de
haber llevado adelante su tarea fijada hasta terminar "la obra".
Perfectos y cabales. No debe faltar ni un solo rasgo
deseable en el carácter Cada uno debe ser perfectamente desarrollado. Estos dos
adjetivos juntos sugieren la más completa adquisición posible de una vida
semejante a la de Cristo. La paciente resistencia nos ayudará a cumplir esta
tarea de reproducir el carácter de Cristo, que es la "obra" que Dios
nos ha dado para que hagamos.
5. Si alguno. Basándose quizá en su propia experiencia. Santiago
se da cuenta de que sus hermanos en la fe no han alcanzado todavía la meta
deseada de la madurez cristiana que se describe en el vers. 4. Ahora explica
cómo cualquiera puede hallar el poder y el entendimiento que lo convertirán en
un cristiano victorioso en medio de los problemas de la vida.
Falta. Gr., "no alcanzar". Compárese con el uso
de este vocablo en Luc. 18:22.
Sabiduría. Gr. Sofía, "sabiduría", "sagacidad", "prudencia" (ver com. Luc. 2:52; 1Cor. 1:17).
Esto incluye aun más
que el conocimiento exacto, porque el simple conocimiento no garantiza un
proceder correcto ni siquiera el razonamiento correcto.
La sabiduría nos ayuda
a dar el verdadero valor a todo lo que exige nuestra atención, y nos asegura el
debido uso del conocimiento cuando nos esforzamos por proceder con rectitud.
Pídala. La sabiduría debe buscarse constantemente para
poder enfrentar con éxito cada nueva prueba de fe y resistencia, como se vio en
los vers. 3 y 4. Muchos problemas de la vida son desconcertantes para el que no
sabe hacerles frente dándoles un enfoque cristiano. Para ver la vida como Dios
quiere que la veamos, diariamente necesitamos asegurarnos de que nuestros ojos
han sido ungidos con el óleo de la sabiduría celestial. Ver com. Mat. 7:11;
Luc. 18:1-18.
Dios, el cual da. El AT se refiere a menudo a esa
sabiduría que sólo Dios puede dar al hombre (ver Prov. 2:6). Mediante su Santa
Palabra Dios nos reanima en medio de las complejas y difíciles pruebas, y
debido al enfoque celestial que esa sabiduría nos proporciona podemos tener
"por sumo gozo" cuando los problemas de la vida nos abruman.
Nuestro Dios es uno que
"da" y también un Dios "justo" y "amante". En
Sal. 145:17-19 se sugiere que debido a que el Señor es "justo",
siempre está dispuesto a cumplir "el deseo de los que le temen". Dios
es generoso por naturaleza (ver com. Juan 3:16), y no podemos atribuirle mayor
honor que buscar con humildad sus dádivas de sabiduría y fortaleza día tras
día.
Abundantemente. "Generosamente" (BJ,
BC), "sinceramente". Dios se goza en dar. Cuando un hombre busca
sabiduría, Dios responde su pedido sin vacilación y con buena voluntad. Dios no
da con mezquindad ni parcialidad. "Sin echarlo en cara" (BJ).
Sin reproche. Dios no nos censura por nuestros muchos fracasos,
ni nos recuerda constantemente las continuas mercedes que ya nos ha concedido.
Santiago está procurando destacar el contraste entre la forma en que Dios
imparte sus dádivas y cómo los seres humanos a menudo humillan o avergüenzan a
los que reciben sus favores. Este hecho debe animarnos a presentar con
confianza nuestras peticiones delante de Dios. Debemos ir a él como hijos que
buscan el amor y la ayuda de un Padre solícito (ver Heb. 4:16; com. Mat. 7:11).
Le será dada. El requisito que aquí se presenta para recibir sabiduría de Dios es pedirla con sinceridad. Para el mejor beneficio del hombre, Dios no concede todo pedido; pero si con sinceridad buscamos sabiduría, nos será dada. Dios puede dar sabiduría al hombre de varias maneras.
Podría
aumentar la comprensión que tenemos de su Palabra, de modo que discernamos
claramente su voluntad para nosotros. Podría impresionar nuestro corazón
mediante su Espíritu Santo en cuanto al curso de acción que es mejor para
nosotros (ver Isa. 30:21). O podría hablarnos por medio de amigos, o dirigir
los acontecimientos y las circunstancias de tal modo que nos revelen la
voluntad divina.
Sin embargo, Dios nos ha dado inteligencia y lo honramos cuando la usamos para resolver los problemas de la vida bajo la conducción del Espíritu Santo. No sería sabio que él hiciera por nosotros lo que él quiere que hagamos nosotros mismos bajo su conducción.
Para
que podamos adquirir madurez de juicio y de entendimiento (ver Fil. 1:9),
quiere que formemos el hábito de tomar decisiones correctas basadas en los
amplios principios de su voluntad, como se revela en las Escrituras. Entonces
podrá grabar con más facilidad su voluntad en nuestra mente, y así nos protegerá
de los sutiles engaños de Satanás. Si después de haber consultado toda fuente
de sabiduría divina que esté a nuestro alcance, presentamos nuestro pedido y,
con paciencia y confianza, mantenemos nuestro corazón abierto delante de Dios,
reconoceremos su respuesta (ver Mat. 7:7).
6. Con fe. O sea, la fe que Dios contestará nuestra petición. "oración
sin fe firme, es inútil. Cuando pedimos sabiduría, debemos tener fe y confiar
en que la recibiremos (vers. 5). No sólo debemos acudir a la verdadera fuente
de bendiciones, sino que tenemos que ir con la verdadera actitud. Debemos
acercarnos a nuestro Padre con confianza en su poder y buena voluntad para
ayudarnos, apoyándonos en la seguridad de sus promesas, y presentando nuestra
necesidad y no nuestros méritos. "[Tener] fe significa confiar en Dios,
creer que nos ama y que sabe mejor qué es lo que nos conviene" (Ed 247).
No dudando nada. "Sin vacilar" (BJ, NC); "sin titubear" (BC). El que pide "con fe", no vacilará como si no estuviera seguro de que Dios oirá y contestará su petición.
La fe genuina confía en Dios, y el creyente descansa en la seguridad de que sus necesidades serán prontamente satisfechas en la forma en que Dios lo considere mejor.
Sin
embargo, si una persona duda íntimamente de que Dios oirá su petición, sufre un
serio estorbo en recibir la respuesta a su oración. Dios busca la cooperación
del hombre para que su respuesta sea posible, y esa cooperación faltará en algo
si hay incertidumbre en la persona. La fe genuina se eleva por encima del tiempo
y de las circunstancias, haciendo que nuestra fidelidad a Dios sea firme e
inmutable en su propósito (PVGM 113). La desconfianza e incertidumbre se
describen en el vers. 8 como 'doble ánimo".
El que duda. "El que vacila" (BJ, NC). Santiago no
está hablando de dudas intelectuales sino de inestabilidad espiritual. El que
duda puede estar indeciso no sólo en cuanto a si Dios responderá a su pedido,
sino también en cuanto a si él le exigirá más sacrificio del que está dispuesto
a hacer. Tiene reservas mentales y sus pensamientos son egocéntricos. No desea
con toda su alma la gracia que piden sus labios.
Semejante a la onda. Cuando la mente está llena de incertidumbre o de duda, el alma está tan inquieta y agitada como el océano; pero el que está convencido de que Dios está dispuesto a atender sus necesidades, y el que sin reservas somete los planes de su vida a la voluntad divina, se eleva por encima de sus pruebas y aflicciones.
Cf. Isa. 57:20.
Arrastrada por el viento. La ola no tiene estabilidad
propia; se halla completamente sujeta a la fuerza del viento. Se levanta y cae
a medida que el viento la impulsa en una u otra dirección. El viento representa
las circunstancias que pueden influir para que el cristiano dude.
Echada de una parte a otra. Una gráfica descripción del mar
sacudido por el viento.
7. No piense. Santiago dice al vacilante que no espere respuesta.
La indecisión es más que suficiente para desbaratar el bondadoso propósito de
Dios en favor del que vacila, pues si Dios viera conveniente negar su pedido,
el chasco que le sobrevendría sólo fortalecería su tendencia a dudar.
Quien tal haga. Literalmente "el hombre
ese"; ("un hombre como éste", BJ), "hombre semejante"
(NC). La frase "ese hombre" es enfática y un poco despectiva. Describe
a la persona cuya fidelidad vacila, que no está segura de las cosas que
necesita o del poder de Dios para darlas. Esta persona puede orar, pero como no
tiene una fe genuina, su mente no se halla en condiciones de recibir una
respuesta positiva (ver com. Juan 4:48). Dios tiene entonces que demorar las
respuestas a nuestros pedidos hasta que estemos listos a ser movidos por fe,
sin vacilaciones.
Cosa alguna del Señor. Se refiere a favores específicos, pues todo ser humano recibe las bendiciones temporales que Dios concede diariamente (ver com. Mat. 5:45).
Las bendiciones especiales que podría haber
recibido si hubiese pedido con fe, le son negadas debido a su confianza
vacilante. Sin embargo, no debemos deducir que Dios demora sus respuestas hasta
que hayamos ganado el derecho a que nuestras oraciones sean respondidas. Nadie
merece los favores de Dios.
Nuestro único argumento es
nuestra necesidad, y también nuestra única esperanza es la misericordia divina,
que mueve a Dios a dar "a todos abundantemente" (vers. 5).
Pero Dios no concede sus dádivas
en forma indiscriminada. No puede responder a pedidos que fomentarían el
orgullo y el egoísmo, y dificultarían el desarrollo del carácter. Debemos estar
conscientes de nuestra completa impotencia y de la necesidad que tenemos de una
confianza inmutable en las promesas de Dios. La fortaleza de carácter es el
resultado de modificar nuestros deseos y nuestras aspiraciones para que se
conformen con la sabiduría y la voluntad de Dios, y no de tratar de doblegar la
voluntad divina para que se adapte a la nuestra.
8. Doble ánimo. Gr. dípsujos, literalmente "de dos almas", frase que describe bien al vacilante del vers. 6. Su mente se encuentra dividida entre la atracción de los placeres terrenales y el deseo de ser completamente fiel a Dios.
En El peregrino, Juan Bunyan
caracteriza a esta clase de personas como el señor "Doscaras". El
hombre de "doble ánimo" tiene "dos almas" o responde a dos
motivos de lealtad. Compárese con la expresión hebrea "doblez de corazón"
(1 Crón. 12:33). Sin duda Santiago tenía
en mente las palabras de Cristo en el Sermón del Monte: "Ninguno puede
servir a dos señores" (Mat. 6:24). El de "doble ánimo" vacila
entre la fe y la incredulidad, mientras que la persona de un solo propósito no
vacila en absoluto.
Los vers. 7 y 8 forman, en el
griego, una sola oración y bien podrían traducirse en esta forma: "No
piense ese hombre [el vacilante] que el hombre de doble ánimo, siendo
inconstante en todos sus caminos, recibirá cosa alguna del Señor".
Inconstante. Gr. akatástatos, "agitado", "inestable", "inconstante".
El sustantivo afín de
akatástatos comúnmente se usa en el sentido de "desorden",
"confusión", "agitación", "inestabilidad", y se
une con "guerras" como algo opuesto a "paz" (ver Luc. 21:9;
1Cor. 14:33; 2Cor. 6:5; 12:20).
En todos sus caminos. La inestabilidad del vers. 6 se
refiere específicamente a lo que atañe a la oración; pero ahora el apóstol
aprovecha esta oportunidad para destacar que un hombre tal es inestable en
otras fases de su vida. Todos sus "caminos" -hábitos, acciones,
pensamientos- reflejan su doble propósito en la vida, y su experiencia
religiosa nunca será satisfactoria, ni para él mismo ni para Dios. La perturbación mental y la confusión en
todos los asuntos de la vida son la consecuencia natural de una confianza
vacilante en Dios. Necesitamos sabiduría para discernir cómo vivir cada día,
pues es una completa necedad confiar algunas veces en uno mismo y otras veces
en Dios. El tener un solo propósito, fijo en Dios, es imprescindible para el
éxito espiritual del cristiano.
9. Hermano. Santiago deja ahora a un lado la consideración de
las pruebas en general, y comienza a tratar dos pruebas en particular: las de la
pobreza y las de la riqueza. Al comenzar este delicado tema repite (vers. 2) el
afectuoso término "hermano", con el fin de destacar el vínculo común
de fraternidad que une a ricos y a pobres en la comunión. cristiana. No se debe
permitir que ni la pobreza ni la riqueza malogren esta deseable relación entre los
cristianos.
De humilde condición. Gr. tapeinós,
"humilde", "bajo", "abatido"; es decir de poca
jerarquía o situación modesta, en situación de dependencia o de pobreza. Estas
palabras contrastan con el "rico" del vers. 10. Esta condición de
dificultad económica es una prueba a la cual muchos tienen que enfrentarse. Quizá
no pocos miembros de iglesia en los días de Santiago eran despreciados y
oprimidos por carecer de bienes materiales, aunque la aceptación de la fe
cristiana podría haber sido la causa, por lo menos en parte, de sus
dificultades económicas. Esas circunstancias eran una prueba en el sentido de
que sacudían su "fe" en Dios y su lealtad al Señor "El hermano
que es de humilde condición" siempre está tentado a criticar y ser
quisquilloso con su hermano "rico", y el hermano "rico" a
pensar que es superior al "hermano... humilde", y a aprovecharse de
él.
Gloríese. O "Jáctese". Santiago da aquí una
aplicación práctica del principio general presentado en el vers. 2. Con la
"sabiduría" (vers. 5) que Dios nos da podemos contemplar la vida en
su correcta perspectiva; podemos ver las cosas temporales a la luz de la eternidad.
La "sabiduría" atribuye el debido valor a las posesiones terrenales y
hace notar que la naturaleza moral del hombre es mucho más importante que sus
riquezas; por lo tanto, el progreso espiritual de una persona es mucho más
importante que su progreso económico. "Gloriarse" consiste en
comprender que a pesar de la falta de riquezas, Dios compensa al cristiano
humilde con mucho más que lo que proporcionan los goces de las transitorias
posesiones terrenales.
En su exaltación. O "en su elevada jerarquía". La exaltación del hermano más pobre debe consistir en las bendiciones espirituales que recibe ahora y también en el gozo que se le promete para la eternidad, satisfacciones que compensan con creces sus dificultades económicas.
Santiago trata de contrastar las abundantes riquezas de las misericordias de
Dios con la naturaleza transitoria de las posesiones terrenales (ver 1Juan
2:16-17). Hay más seguridad en una madura experiencia cristiana que en todas
las riquezas del mundo. Los que han aprendido a ver los problemas de la vida
desde el punto de vista de Dios, que han adquirido la "sabiduría" de
la cual habla Santiago (vers. 5), superan todas las pruebas que puedan
sobrevenirles.
10. El... rico. Es decir "el... [hermano]
rico", en contraste con el "hermano" pobre del vers. 9. Santiago
anima ahora al cristiano rico para que se regocije en las pruebas particulares
que tiene que enfrentar. La Biblia no insinúa que tener riquezas en sí y de por
sí sea un pecado, o que un rico no puede ser un verdadero seguidor de Dios (ver
com. Mat. 19:23). Hay muchos ejemplos de buenos cristianos ricos, aunque con
seguridad no tantos como de quienes son pobres en bienes temporales. Lo que sí
indican muy claramente las Escrituras es que las riquezas son un constante
peligro para una experiencia cristiana victoriosa (ver com. Mat. 6:19-21; Luc.
12:13-22).
En su humillación. Algunos comentadores consideran
que esta frase es estrictamente paralela con "en su exaltación"
(vers. 9). Por lo tanto, el pobre debe regocijarse como cristiano en sus
privilegios presentes y futuros, y el rico hacer otro tanto en su humildad
cristiana y en el menosprecio del mundo, y no en sus posesiones materiales. En
otras palabras: el rico debe regocijarse porque aunque ahora suele ser
despreciado por pertenecer a una clase mal mirada, llegará el día cuando será
ensalzado como miembro del eterno reino de Dios.
Santiago está dando énfasis en
los vers. 9 y 10 al hecho de que, sin tomar en cuenta las circunstancias
materiales, el hermano cristiano -ya sea rico o pobre- encontrará su mejor
motivo de regocijo en los privilegios de la fe cristiana.
Otros piensan que Santiago está
refiriéndose a la pérdida de bienes, algo común en el siglo I para los ricos
que aceptaban el cristianismo. El rico que aceptaba a Cristo encontraba muchas
oportunidades para usar su riqueza. Los aprietos de otros miembros de iglesia
que perdían su empleo debido a su fe, le proporcionaba la oportunidad de
compartir sus posesiones.
El amplio progreso de la obra
misionera de los apóstoles, que era fenomenal aun comparándolo con el de los
tiempos modernos, necesitaba apoyo financiero, y los miembros de iglesia ricos
respondían a esa necesidad. Sin duda había muchos que con toda decisión se
ofrecieron para emplear sus riquezas en beneficio de sus hermanos (cf. HAp 86).
Por lo tanto, los cristianos
ricos veían cómo disminuían sus posesiones materiales; pero podían regocijarse
en el privilegio de dar de sus recursos para el progreso de la causa de Cristo,
aunque significara la pérdida de su seguridad temporal y tuvieran que vivir en
forma más humilde. Este sentido el de la
mayordomía, propio de los primeros no cristianos con respecto a los fondos que
Dios les confiaba, es un digno ejemplo para aquellos que en la iglesia de hoy
tienen la bendición de disponer de abundancia de recursos.
El pasará. Se le recuerda al rico que finalmente morirá. Entonces
todas las posesiones materiales que tanto le ha costado reunir, pasarán a manos
de otros. El cristiano rico contempla esta situación en su debida perspectiva,
y se regocija por la oportunidad que tiene de gastar sus riquezas antes de
morir (ver com. vers. 10), aunque al hacerlo pueda sufrir penalidades
económicas y ser menospreciado.
Las riquezas son atrayentes, pero
como la flor, también son frágiles y transitorias, y el hombre que sólo confía
en sus bienes finalmente perecerá junto con ellos sin haber adquirido la
riqueza por excelencia: la vida eterna. De modo que el hermano rico necesita
reflexionar en pasajes de las Escrituras que amonestan a no poner la confianza
en las riquezas que se pueden desvanecer fácilmente (ver com. Mat. 6:19; Luc.
12:16-21). El cristiano debe fijar su mirada en la posesión de los privilegios
cristianos para esta vida y en las riquezas de la eternidad (ver com. Mat.
19:29).
Flor de la hierba. Santiago usa esta ilustración del
AT (Isa. 40:6) para destacar la naturaleza transitoria de la vida humana. Compárese con Isa. 51:12, en donde se declara
que en el "hijo de hombre... es como heno".
11. Cuando sale el sol. El autor amplía su parábola de la
flor (vers. 10), que disfruta sólo de una breve existencia y luego perece (cf.
Mat. 13:6,21).
Perece su hermosa apariencia. La belleza desaparece cuando la
flor se marchita y muere. Cuando el rico es comparado con la flor, su
"hermosa apariencia" consiste en el ambiente externo que puede
comprar su riqueza, y que no está al alcance del pobre. Esto podría incluir una
hermosa mansión, elegantes muebles, costosos vestidos, adornos de piedras o
metales preciosos y todo lo que aumente la llamativa ostentación de la
apariencia. Todo esto se esfuma en un momento de crisis económica o debido a la
muerte, así el como es fugaz la belleza de la flor.
Así también se marchitará el rico. Santiago pone
de relieve la advertencia de Cristo acerca de los tesoros terrenales que
"la polilla y el orín corrompen" y que "ladrones minan y hurtan"
(ver com. Mat. 6:19-21). Recuerda al cristiano "rico" que los tesoros
terrenales pueden perderse aún antes de la muerte; pero aunque el rico los
retuviera, no le serán de ningún valor al morir. La única base segura para el
regocijo del cristiano rico es la seguridad que halla en la comunión con
Jesucristo, pues ésta es la única posesión que no desaparece.
12. Bienaventurado. Gr. makários (ver com. Mat. 5:3).
Santiago alude a menudo a las enseñanzas de Jesús (ver p. 516); en este caso
quizá el Sermón del Monte. Aquí parece ampliar el tono enfático de los vers. 2,
9-10. El hombre que se enfrenta a los problemas de la vida, a veces puede
considerarse como desventurado y tal vez así lo consideren otros; sin embargo,
el apóstol quiere corregir ese concepto con una nueva perspectiva que abarca
los resultados de una fiel paciencia, así como un claro punto de vista de la
forma en que comienzan las pruebas (vers. 14).
Soporta. Gr. hupoméno, "soportar con firmeza" (ver
com. vers. 3).
Tentación. Gr. peirasmós, "prueba" (ver com. vers.
2), lo que implica cualquier situación que ponga a prueba la fe o el carácter
Peirasmós incluye aflicciones, como enfermedades, pobreza o calamidades, y
también la insinuación directa al pecado. Este versículo pone énfasis en la
bendición que acompaña a una firme resistencia que capacita a una persona para
salir ilesa de sus pruebas.
Haya resistido la prueba. El cristiano que es tentado no
sólo ha sido probado, sino que ha salido victorioso de la prueba. El cristiano
fiel puede compararse con el oro de buena ley, que queda después de que la
escoria ha sido fundida (cf. Job 23:10).
Corona de vida. Es decir, la corona que es vida o
que consiste de vida. Ver com. Apoc.2:10. La vida eterna será la recompensa de
la paciencia fiel en medio de los problemas actuales de la vida. Este don de
vida eterna (Rom. 6:23) es la corona o don supremo de todas las dádivas. Es
cierto que la vida eterna comienza cuando una persona permite que el Espíritu
Santo rija su conducta; pero esta "corona de vida" en realidad será
concedida definitivamente a todos los redimidos al mismo tiempo, cuando Cristo
venga por segunda vez (ver com. Juan 3:16; 11:25; 2Tim. 4:8; 1Juan 5:11-12).
Dios. La evidencia textual favorece (cf. p. 10) la
omisión de esta palabra; sin embargo, es claro por el contexto que Dios es el
que ha prometido. Nuestro Señor promete personalmente la dádiva de la vida
eterna a todos los que prefieren aceptar el plan divino de salvación (ver
com. Juan 3:16).
A los que le aman. Claramente se revela al hombre el
requisito para la vida eterna. La fe en Dios (Rom. 3:28; 4:5,13) y el amor
hacia él son dos características estrechamente relacionadas que forman la base
de la sincera respuesta del hombre al ofrecimiento divino de salvación. No
podemos amar a Dios a menos que estemos dispuestos a confiar plenamente en él y
a creer que la manera de vivir que nos prescribe es la mejor para nosotros.
13. Tentado. Gr. peirázo, "probar", "poner a
prueba", que aquí se usa en el mal sentido de inducir al mal (ver com.
vers. 2-3). Santiago aclara que los sufrimientos, las pruebas y dificultades
que enfrenta cada cristiano, nunca se deben entender como que Dios los permite
con el propósito de inducir al hombre a pecar.
DIOS permite que le sobrevengan pruebas a los seres
humanos, pero nunca con el propósito de que alguno se rinda ante ellas. El
propósito de Dios es semejante al del refinador que echa el mineral en el
crisol con la esperanza de obtener un metal puro, no con la intención de
amontonar escoria.
Sin embargo, Satanás tienta con
la intención de causar la derrota y nunca de fortalecer el carácter de un
hombre (ver com. Mat. 4:1). "El sufrimiento es infligido por Satanás,
pero... Dios predomina sobre él con fines de misericordia" (DTG 436).
No diga. La idea de que los dioses originaban las
tentaciones del hombre y los pecados consiguientes, prevalecía especialmente
entre los griegos en los días de Santiago e indudablemente, hasta cierto grado,
también se había difundido en el pensamiento de los cristianos. Esta clase de
acusación fue la que nuestros primeros padres levantaron contra Dios después de
su pecado (Gén. 3:12-13). Adán acusó a Dios de crear a Eva como su esposa, y
ésta a su vez, acusó al Señor de colocar la serpiente en el huerto del Edén. La
advertencia de Santiago es oportuna en todos los tiempos, para que un hombre
-indirecta y quizá inconscientemente- no acuse a su Hacedor de crear las
insinuaciones al pecado con las cuales se enfrenta diariamente.
No puede ser tentado. Gr. apéirastos, "no tentado",
"que no puede ser tentado". Santiago muestra que es inconcebible que
Dios tiente a los hombres a pecar. Él no puede ser tentado con el deseo de
tentar a los seres humanos para que hagan lo malo. Dios concede a los hombres libre albedrío,
pero no por esto debe culpárselo por las malas acciones que los seres humanos
puedan cometer por disfrutar de ese privilegio. Santiago absuelve en forma
terminante a Dios de ser el originador de cualquier insinuación para que alguno
peque.
14. Cada uno es tentado. Si Dios no es el origen de la
tentación, surge inevitablemente la pregunta: "¿Quién o cuál es el
origen?" El apóstol destaca que el origen del pecado no está fuera del
hombre sino dentro de él.
Concupiscencia. Gr. epithumía, "deseo",
"sed", "anhelo" (ver coro. Mar. 4:19). El origen de toda
tentación es la "sed" del hombre por lo que es malo. Cada persona
tiene sus propios anhelos, que surgen de su temperamento y sus experiencias;
pero el hecho de que existan estas malas concupiscencias internas, no niega la
existencia y la actividad de un tentador exterior que busca aprovecharse de nuestras
malas tendencias (cf. Juan 14:30; ver com. Mat. 4:1-3).
Satanás y sus huestes maléficas
son los verdaderos instigadores de la tentación (Efe. 6:12; 1Tes. 3:5). Ellos
pueden tentar al hombre a pecar; pero sus tentaciones no tendrían fuerza alguna
si no hubiese dentro del hombre un deseo de responder a esa atracción.
"Ningún hombre puede ser obligado a pecar. Primeramente
debe ser ganado su propio consentimiento; el alma debe proponerse el acto
pecaminoso antes de que la pasión pueda dominar a la razón o la iniquidad
triunfar sobre la conciencia" (MJ 65).
La naturaleza de la tentación,
así definida, elimina cualquier posibilidad de que sea Dios quien decreta las
tentaciones de los hombres, o de que Satanás sea en realidad el responsable por
las caídas morales del hombre. El hombre cae ante la tentación debido a un
deseo de satisfacer un anhelo particular que es contrario a la voluntad de
Dios.
Es atraído. O "es arrastrado". La propia
"concupiscencia" del hombre lo arrastra o atrae.
"El vicio es un monstruo de
semblante tan horrible, que sólo necesita ser visto para ser odiado. Pero si se
ve muy a menudo y su rostro se torna familiar, primero lo toleramos, después
nos compadecemos de él, luego lo abrazamos". -Alejandro Pope, Essay on Mar
(Ensayo sobre el hombre), Epístola II, línea 217.
Seducido. Gr. deleázo, "atraer con carnada o cebo",
"inducir". Así como el pez es atraído a su destrucción por la carnada
del anzuelo, así también los hombres son cebados para caer en el pecado debido
a la carnada del engaño y los halagos del pecado. La fuerza y el poder del
pecado no prevalecerían si no fuera por la astucia y la seducción del pecado. Esto
es evidente cuando se repasa la triste historia de los pecados de hombres y
mujeres, comenzando con Eva y Adán y llegando hasta nuestros días (ver com.
Gén. 3:1-6).
15. Entonces. Es decir, el siguiente paso.
La concupiscencia. El mal deseo (cf. vers. 14) descubre aquí que el pecado es atrayente. "Concupiscencia" o "deseo" no son por sí mismos idénticos al "pecado".
Hay deseos naturales y legítimos que Dios puso
en el hombre en la creación, como el deseo de alimento, de bienestar físico, de
paternidad y de convivencia social. Sin embargo, cuando el hombre procura
satisfacer aun esos deseos básicos en una forma contraria al plan de Dios,
coquetea con el pecado y se coloca en la situación de ser inducido a pecar. Ver
com. Mat. 4:1-4.
Concebido. Si se alimentan y fomentan deseos desenfrenados,
finalmente dan a luz actos pecaminosos.
Da a luz. Gr. tíkto, "dar a luz",
"producir".
Pecado. Esta es la prueba de que cuando se permite que la
mente sea dominada por un mal deseo ("concupiscencia"), el resultado
final sólo puede ser el pecado.
Consumado. O "completado", "madurado". El
pecado, debido a su naturaleza engañosa, antes de que se desarrolle en forma
completa, puede ser fácilmente confundido con algo bueno. Cuando se ha
"consumado" o "completado", sus resultados destructivos son
evidentes.
Muerte. El pecado destruye amistades, círculos familiares,
futuros promisorios y el respeto propio. No importa cuán sutil sea su
camuflaje, el resultado inevitable del pecado es destrucción y muerte (ver com.
Rom. 6:23), tanto espiritual como física. La "muerte" a la que aquí
se hace referencia no es sólo la primera muerte que sobreviene a todos (ver
com. Rom. 5:12; cf. 1 Cor. 15:22), sino la segunda muerte, la aniquilación
final (ver com. Apoc. 20:6). Dios no es el autor de la muerte sino de la vida;
por lo tanto, no es el autor del pecado que causa la muerte. La muerte, en cualquier
forma que exista, tiene su origen en el pecado, y el pecado la produce en forma
natural e inevitable.
16. Amados hermanos míos. Ver com. vers. 2.
No erréis. O "no seáis descarriados", "no seáis
engañados". El propósito bien pensado que tiene Satanás es cegar los ojos
de los seres humanos en cuanto a la parte de Dios en la historia del pecado. La
mayoría de las filosofías y de las religiones de este mundo se construyen sobre
falsos conceptos mediante los cuales Satanás procura distorsionar el carácter
de Dios. Santiago no quiere que los cristianos crean que Dios es responsable
por el pecado y los males que produce.
Los dos versículos siguientes presentan razones adicionales sobre este
punto, para que nadie piense que, en alguna manera, Dios es responsable de la
tentación.
17. Toda. Dios es el único origen de los bienes morales y
físicos, ya sean dados a los cristianos o a quienes que no lo son.
Buena. El contraste entre esta palabra que describe la
forma en que Dios trata a los hombres y las "tentaciones" y
"concupiscencias" de los vers. 14 y 15, es obvio. Dios no da a los
hombres dádivas que les hagan daño (ver com. Mat. 7:11).
Dádiva. Gr. dósis, que se refiere al "acto de
dar". Cada impulso a dar se origina en Dios. La naturaleza de Dios es dar
(vers. 5), y es como respuesta a su Espíritu Santo y ejemplo que los seres
humanos comparten sus bienes mutuamente.
Don. Gr. dórema, "presente",
"beneficio", "obsequio". En el NT sólo aparece aquí y en
Rom. 5:16.
Perfecto. Queda excluido todo elemento de mal.
Desciende. Este es el argumento final de Santiago contra la
falacia de que Dios, directa o indirectamente, es el origen de la tentación. La
"perfecta" bondad de Dios es la seguridad que tiene el hombre de que
el Señor no envía ni las dificultades que se producen exteriormente, ni las
tentaciones que surgen del interior.
De lo alto. Es decir, de Dios (ver com. Juan 3:3,31). Dios
actúa mediante hombres, y hasta donde el pensamiento de éstos sea verdadero,
revelará una parte de la verdad más plena que Dios anhela que los seres humanos
comprendan (cf. Ed 12).
Padre. Aquí en el sentido de "Creador" (ver Mal.
2:10; Heb. 12:9; Job 38:28).
Luces. Según el contexto parece que se trata de los
cuerpos celestes (ver Sal. 8:3; Amós 5:8). El sol es el astro más importante de
nuestro sistema solar, pues es la fuente indispensable de beneficios para
nuestro mundo. Pero el esplendor de los cuerpos celestes es sólo una débil
ilustración de la naturaleza de Dios, quien "habita en luz
inaccesible" (1 Tim. 6:16). Con frecuencia "luz" equivale a
"vida", para describir con una débil comparación, propia de la
comprensión humana, el supremo esplendor de Dios (ver com. Mat. 5:14; Juan 1:4,9).
No hay mudanza. Los orígenes de la luz física
varían en intensidad. El sol parece variar desde el amanecer hasta el
crepúsculo y de una estación a otra; pero en Dios no hay cambio de disposición
de ánimo ni de propósito. Siempre es el inmutable Dios con el eterno anhelo de
salvar por todos los medios posibles a los seres humanos perdidos en un mundo
extraviado. Este es un feliz contraste
con la volubilidad y los caprichos atribuidos a los dioses paganos.
Sombra de variación. No hay variación en Dios, ni
tampoco hay siquiera la más ínfima excusa válida para que sea acusado de
volubilidad.
18. Voluntad. O "propósito estudiado", "decisión
deliberada". La "voluntad" de Dios para nosotros contrasta con
la voluntad del hombre, con frecuencia sometida a las
"concupiscencias" humanas (ver com. vers. 14,15).
Nos hizo nacer. Gr. tíktó (ver com. vers. 15).
Dios no sólo no es la causa final de nuestros pecados, sino que es el autor de
toda la santidad que jamás se haya desarrollado en los corazones humanos. Así
como los hijos se parecen a sus padres, también los cristianos que han nacido
de nuevo reflejarán el carácter de su Padre celestial. Un verdadero cristiano
es una persona diferente de lo que era antes de su conversión, es como si
hubiera sido formado naturalmente otra vez y nacido de nuevo.
Palabra de verdad. Es decir, el Evangelio de salvación (ver com. Efe. 1:13).
Pablo lo expresa más claramente: "En
Cristo Jesús yo os engendré por medio del evangelio" (1 Cor. 4:15; cf. 1
Ped. 1:23,25). La conversión es el producto de una entrega plena a los
principios de las Escrituras. El proceso de crecimiento que sigue al nuevo
nacimiento depende de cómo la persona practica la Palabra de Dios en su vida.
Para que seamos primicias. Mejor "para que fuésemos como las primicias" (BJ).
La ofrenda de las "primicias' era un símbolo de la consagración de toda la cosecha,
(ver com. Exo. 23:19).
Las
"primicias" eran -debían ser- lo mejor de su especie y lo primero en
alcanzar la madurez, por lo tanto, eran un anticipo de la cosecha venidera.
Cristo es las "primicias de los que duermen", un anticipo de la futura resurrección.
(Ver 1Cor. 15:20,23).
Esta expresión es común en el NT (cf. Rom. 8:23; 16:5 ["primer fruto"]; Apoc. 14:4).
El apóstol Pablo aplica en forma específica la
comparación a los creyentes: "como primicias". La voluntad de Dios es
que los hombres lleguen a ser como él es, y el deber de la iglesia es educar a
los cristianos nuevos en la fe hasta que alcancen "la estatura de la
plenitud de Cristo" (Efe. 4:13).
19. Por esto. La evidencia textual favorece (cf. p. 10) el texto
"sabed" o "sabéis". De todos modos este versículo presenta
la conclusión de que como Dios es el origen del bien y no tienta a nadie, y él
ha engendrado a cada cristiano y le ha conferido el honor de ser "como las
primicias", el cristiano debe poner en práctica esos principios del
Evangelio que ha aprendido.
Amados hermanos. Ver com. vers. 2.
Pronto para oír. Aunque los miembros de iglesia ya
han nacido de nuevo por la Palabra (vers. 18), esto no los exonera de seguir
escuchando la "palabra", sino que deben escucharla con más atención y
fervor, como lo dijo el Señor: "El que tiene oídos para oír, oiga"
(Luc. 8:8; 14:35; etc.). Pablo insta a los miembros de la iglesia a que
continuamente aumenten "el conocimiento de Dios" (ver com. Col. 1:10;
cf. 2Ped. 1:5).
Aunque sin duda éste es
el propósito principal de la frase, su significado incluye seguramente también
la sugerencia general de que los seres humanos deben ser más prontos para oír
que para hablar.
Tardo para hablar. En vista de las repetidas
referencias en esta epístola contra las
lenguas sin control (cap. 1:26; 3:1-18; 4:11), es evidente que Santiago se
encontraba a menudo con el problema de quienes hablaban con precipitación. Este
mal se menciona también en otros pasajes de las Escrituras (Prov. 10:19;
17:27-28- Ecl. 5:2). El énfasis se hace en ser lento para comenzar a hablar, no
en hablar lentamente.
Tardo para airarse. El cristiano debe, por sobre todo, poder dominar su mal genio (Job 5:2; Prov. 15:18; 16:32-9 19:19, 22:24; 25:28; 27:3; Rom. 12:18).
Las tres admoniciones de este versículo se presentan
a la luz del privilegio descrito en el vers. 18. Los que cumplen la voluntad de
Dios en su vida, serán conocidos, por ejemplo, por su afán de aprender
continuamente de la verdad, por su dominio propio al no forzar prematuramente a
otros a aceptar la verdad y por la forma simpática y atractiva como estudian
con los que no comparten su posición.
20. Ira. O "cólera". La ira es totalmente
inapropiada y dañina cuando se manifiesta en una controversia religiosa. Un
celo iracundo por la causa de Cristo no demuestra que la persona está llena del
espíritu de Cristo. Es y seguirá siendo verdad que "un cristiano bondadoso
y cortés es el argumento más poderoso que se pueda presentar en favor del
cristianismo" (OE 128).
Justicia de Dios. El carácter de un Padre amante no
se refleja en el miembro de iglesia que se encoleriza fácilmente. Esta
declaración es parte de una verdad conocida por todos: que la ira tiende a producir
lo opuesto a la justicia. No nos impulsa a abrazar la verdad, sino que nos guía
a lo opuesto. No sana, sino hiere.
21. Por lo cual. Santiago hace ahora una
aplicación práctica del principio general expuesto en el vers. 20.
Desechando. O "despojándoos", como quien se quita una prenda de vestir,
(ver Efe. 4:25; Col. 3:9; 1Ped. 2:1).
Toda inmundicia. Así como una persona se despoja
de la ropa sucia, también los miembros de la iglesia deben eliminar toda
"inmundicia" de su mente y su alma.
Abundancia. Gr. perisséia, "exceso", "superabundancia". Toda forma de mal sobra en la vida cristiana. El cristiano debe dedicarse con toda diligencia a la tarea de eliminar cualquier imperfección de carácter que pueda persistir en él.
Malicia. Gr. kakía, "mala voluntad",
"mal", "impiedad" (cf. Efe. 4:31; Col. 3:8; Tito 3:3). Se
destaca el espíritu de bondad y humildad -tanto al recibir la instrucción
cristiana como al impartir a otros- como la meta práctica de cada miembro de la
iglesia. El problema de las lenguas sin control podría eliminarse si los
cristianos dejaran a un lado toda "mala voluntad" y suspicacia.
Mansedumbre. Gr. praútes, "dulzura". En cuanto al
adjetivo praús, ver com. Mat. 5:5. "Mansedumbre" es lo opuesto de la
"ira" del vers. 20, la que hace que los hombres sean indóciles. La
mansedumbre no significa que uno se subestime, sino que alberga un espíritu
humilde, suave y perdonador, y una disposición de tranquilidad y de perdón.
La palabra implantada. El Evangelio es un don de Dios, y
en otro pasaje se compara con la "semilla" que se planta en el
terreno del corazón (ver com. Mat. 13:3-8). La salvación no es el resultado de
un estudio personal o de cualquier otra cosa que el hombre haga. La
"palabra" es "implantada" ("sembrada", BJ, BC)
dentro de una persona cuando decide hacer de los principios de las Escrituras
el dechado de su vida.
Puede salvar. La "palabra" es el "Evangelio",
la cual Pablo presenta como el "poder de Dios" (ver com. Rom. 1:16). Las
Escrituras revelan ese Evangelio del poder de Dios, poder que está al alcance
de todos. Cuando un hombre vive por el poder de Dios de acuerdo con los
principios de la "palabra", interiormente es guiado por la "palabra
implantada" (ver com. Rom. 10:17).
22. Hacedores. Una referencia al Sermón del Monte (ver p. 516;
Mat. 7:21-29). Esto amplía el significado del precepto anterior de ser "pronto
para oír" (Sant. 1:19). No es suficiente recordar lo que oímos o aun
enseñarlo a otros.
Debemos practicar sistemática y
persistentemente la "palabra de verdad" (vers. 18) en nuestra vida
diaria. El apóstol Santiago concuerda de este modo perfectamente con las
enseñanzas de Pablo: "Porque no son los oidores de la ley los justos ante
Dios, sino los hacedores de la ley serán justificados" (Rom. 2:13).
No tan solamente oidores. Esta no es de ninguna manera una
condenación para los que oyen la "palabra de verdad", la leen y la
explican. El mal radica en "solamente" oír y no proceder a aplicar la
"palabra" a la vida (ver com. Mat. 7:21-27; Rom. 2:13).
Engañándoos. Gr. paralogízomai, "engañar mediante un
razonamiento falso". Este engaño consiste en que una persona se traiciona
a sí misma debido a un falso razonamiento. El oidor se engaña a sí mismo cuando
razona que para salvarse es suficiente escuchar la palabra, o debatir mucho
acerca de la verdad, o ser miembro de iglesia. Debe haber una completa
transformación de la vida por el poder del Espíritu Santo, el único que da
fortaleza a los creyentes para que sean "hacedores de la palabra".
23. No hacedor. El oír por sí mismo sólo produce
impresiones fugaces y convicciones momentáneas en cuanto al deber. El cristiano
sincero aprende continuamente para poder cumplir con la voluntad de Dios, y no
únicamente para saber.
Considera. Es decir, mira atentamente. La persona que se mira
en un espejo demuestra de ese modo un deseo genuino de descubrir los hechos;
pero no hace nada. Un "oidor de la palabra" desea, como resultado de
lo que oye, entender su condición espiritual; pero esto no basta, pues debe
hacer algo con lo que ha comprendido.
Espejo. Los espejos antiguos eran hechos de metal pulido,
no de vidrio.
Rostro natural. Un espejo muestra cómo está el
rostro, si sucio o manchado; así también la ley de Dios da a conocer el rostro
moral, echado a perder con defectos y manchado con el pecado.
OÍR Y ENTENDER la
Palabra de Dios es como mirarse en un espejo.
CUANDO contemplamos
los preceptos perfectos de la ley como se magnifican y amplifican en el
carácter de Jesucristo, nos damos cuenta de nuestras faltas y defectos. El espejo
de la verdad nunca adula.
Pablo no se daba cuenta de su
propia naturaleza corrupta hasta que se vio correctamente en el espejo de la
ley. Sin la ley pensaba que su condición moral era buena -que él
"vivía"-; pero cuando comprendió realmente los elevados principios de
la ley de Dios, se dio cuenta de que estaba espiritualmente muerto (ver Rom.
7:9).
24. Se va. Se olvida de su verdadera apariencia ni bien se
aparta del espejo. La prueba de sinceridad y propósito radica en la respuesta
del hombre a la exhortación de la Palabra de Dios. Los que son "solamente
oidores", como resultado de posponer sus deberes o de un falso
razonamiento (ver com. vers. 22), prefieren no rendir su vida a Dios. El que
sólo oye, puede ser comparado con el oidor "junto al camino" (Mat.
13:4).
Luego olvida. El apóstol no necesariamente se refiere a un
deliberado propósito de olvidar, sino a lo que suele ocurrir cuando no hay una
determinación clara y consecuente
25. Mira. Aquí comienza la aplicación de la ilustración del
"espejo" (vers. 24).
Perfecta. Ver coro. Mat. 5:48; Sant. 1:4.
Ley. Podría ser una alusión a la enseñanza de Cristo en
el Sermón del Monte acerca de la ley (ver com. Mat. 5:17-18).
También es obvio que hay un
estrecho paralelo con los comentarios de Pablo acerca de la "ley"
(ver com. Rom. 2:12; 7:12).
En el cap. 2. Santiago hace
equivaler la "ley" al Decálogo (vers.10-11), e indudablemente aquí
también se refiere a ese código (ver CS 519). Hay otra afirmación inspirada de
que la "ley" es "perfecta" en Sal. 19:7.
LA "PERFECTA
LEY" puede compararse con "la palabra de verdad" (Sant. 1:18) y
con "la palabra implantada" (vers. 21), cuyo cumplimiento es obediencia
cristiana en la vida.
LA "LEY" es
una descripción del carácter de Dios -la verdadera norma de justicia-, y
bosqueja la verdadera relación entre Dios y el hombre y también las relaciones
entre los seres humanos. Por lo tanto,
la "ley" se convierte en un "espejo" por cuyo medio el
hombre puede evaluar sus motivos y acciones.
Libertad. El que viola la ley, descubre que su libertad queda
restringida. El lema: "Obediencia a la ley es libertad", que con
frecuencia se ve en algunos países en las paredes de la sala de tribunales, es
una consigna que debe recordar todo cristiano. Cuando una persona acepta por la
gracia de Dios el yugo del Salvador (Mat. 11:28-30), comprende claramente que
la ley está de acuerdo con sus intereses más elevados, y produce como resultado
la máxima felicidad posible (ver DTG 296).
Entonces contempla la voluntad de Dios como libertad y el pecado como esclavitud.
El apóstol presenta la ley moral como la regia infalible del deber (ver com. cap. 2:12). Cuando reconocemos los defectos de carácter que ella revela en nosotros y nos volvemos a Cristo en busca de remedio para ellos, descubrimos que la ley señala el camino de la verdadera libertad, pues la máxima libertad es ser liberado de pecado.
Por otra parte, la observancia de la ley -ya sea moral o ceremonial- como un medio de justificación, la convierte en un yugo de servidumbre,
(ver t. VI, pp. 931-933;
com. Gál. 2:16).
Persevera. La ley será un medio de "libertad" sólo
para los que buscan el "reino de Dios" (ver com. Mat. 6:33). Ella
libera únicamente a los que, por la gracia de Dios, convierten en un hábito de
vida el reflejar el carácter de Cristo (ver com. Juan 8:31-36).
Hacedor de la obra. La ley de Dios encauza y motiva
para vivir una genuina vida cristiana. De esa manera el cristiano es un hacedor
de acciones semejantes a las de Cristo. Cada hombre será juzgado finalmente
"conforme a sus obras" (Rom. 2:6), y sólo la "ley"
proporciona al ser humano una norma segura para justipreciar sus acciones (ver
com. Rom. 2:6, 13).
Bienaventurado. Son incontables las
"bienaventuranzas" que reciben los que plenamente viven de acuerdo con
la voluntad divina (ver com. Sal. 1:1-3; Mat. 19:29).
En lo que hace. Es decir "practicándola [la
ley]" (BJ). Será bendito por el hecho de obedecer la ley de Dios (cf. Sal.
19:11). La acción no es intrínsecamente el origen de la bendición, pues
entonces sería una justificación por las obras; pero el hacer la voluntad de
Dios elimina barreras que, de otro modo, nos apartan de la bendición divina.
26. Si alguno. Santiago ahora concluye con una aplicación práctica
tomada de su comparación entre el simple "oidor" de la ley y el
"hacedor… bienaventurado"
Se cree. Gr. dokéo, "pensar", "suponer".
El énfasis se halla en lo que el hombre piensa de sí mismo y no en lo que otros
piensan de él. Santiago amplía aquí su advertencia del vers. 22: que el simple
conocimiento de la verdad no constituye un cristianismo genuino. Creer lo
contrario es un autoengaño.
Religioso. Gr. threskós, "piadoso", "observante", especialmente desde el punto de vista de la religión que se expresa mediante actos externos. Una persona puede pensar que el simple cumplimiento externo de las formas de la religión, es cristianismo genuino; y podría pensar que actos como asistir regularmente a la iglesia, o dar cuantiosas ofrendas, o presidir en asuntos de la iglesia, constituyen una "religión" que agrada a Dios (vers. 27). El que así piensa, no comprende que todos esos actos exteriores de carácter religioso, sin la consagración íntima del corazón, son vanos,
(ver com. Mat. 6:1-7, 16:18).
Entre vosotros. La evidencia textual establece (cf. p. 10) la omisión de estas palabras. Las omiten la BJ, BA, BC y NC. Refrena. Santiago compara una lengua temeraria y precipitada con un caballo desenfrenado. La lengua y el caballo sin "freno" ponen en peligro a todos los que están cerca. El apóstol ruega a sus hermanos en la fe que cultiven el loable hábito de ser discretos en sus palabras (cf. vers. 19), las que reflejan lo íntimo del ser (ver com. Mat. 12:34-37). Algunos piensan que hablar acerca de "religión" es una señal de piedad; pero Santiago aconseja a los cristianos a hacer lo correcto y no sólo hablar de lo que es recto. Es necesario respetar las normas externas de la "religión"; pero si la lengua está sin control o si se acaricia algún otro pecado, es evidente que el hombre interior aún no ha sido transformado por la gracia de Dios.
Engaña. Ningún engaño es más lamentable que el autoengaño.
Una
forma externa de rectitud puede ganar la alabanza de los hombres que sólo miran
las apariencias (cf. 1Sam. 16:7); pero el corazón debe ser motivado por la
"perfecta ley" (Sant. 1:25) antes de que un hombre pueda vivir
humildemente (vers. 21) delante de Dios y de sus prójimos.
Vana. Gr. mátaios, "inútil", "vano",
"sin propósito" (ver com. 1 Cor. 15:17). La piedad externa y las
buenas acciones de nada sirven si no son motivadas por un sincero deseo de que
cada pensamiento y acción se ajusten a la "perfecta ley, la de la libertad".
27. Religión. Gr. threskéia, "religión", sobre todo en
lo que se refiere al culto o las prácticas religiosas. Pero el apóstol no define aquí la
"verdadera religión"; sólo se refiere al hecho de que las evidencias
externas acompañan en forma natural a la genuina experiencia del corazón. No
describe todo lo que es la religión, sino que sólo menciona dos ejemplos
característicos del genuino espíritu religioso que impulsa a tales actos. Ver
com. Miq. 6:8.
Pura. Ver com. Mat. 5:8. Sin mácula. Los fariseos dependían de las formas rituales visibles para mantenerse sin mancha; pero interiormente estaban llenos de contaminación moral (ver com. Mar 7:23). Santiago muestra aquí un tipo muy superior de evidencias externas de la "religión pura".
Dios el Padre. La verdadera religión nos enseña a hacer todo como
si estuviéramos en la presencia de Dios. Además, Dios conoce tanto los motivos
como las acciones (ver com. Mat. 6:1-18). Las buenas obras aquí mencionadas no
son una evidencia de la "religión pura y sin mácula", a menos que la persona
las haga impulsada por los motivos correctos. Muchos ayudan para las obras de
caridad sólo para tener una buena imagen delante de los ojos de sus prójimos, o
quizá sólo teniendo en cuenta que podrán deducir de sus impuestos lo que donan.
Visitar. Gr. episképtomai, "visitar" con la idea de ayudar.
Epískopos, que deriva de la misma raíz, significa literalmente
"inspector", y se ha traducido como "obispo" (ver com.
Hech. 11:30). El "obispo" o "anciano" debe ser un ejemplo
para todos los creyentes en la práctica de la "religión pura" como
aquí se la define, revelando así un corazón lleno del amor de Dios (ver com. Sal.
68:5).
Huérfanos. Cf. coro. Juan 14:18.
Viudas. Los lectores de esta epístola sin duda conocían
bien las prácticas de los fariseos, quienes se aprovechaban de la condición de
las viudas (ver com. Mat. 23:14). Los huérfanos y las viudas necesitan el
consuelo y el ánimo de los amigos solícitos, y no sólo la ayuda económica.
Guardarse. El cristiano se esfuerza por servir a Dios ejerciendo el verdadero poder de la voluntad, y al mismo tiempo ora y depende plenamente del Señor (ver com. Juan 17:15; Jud. 24).
En la vida cristiana sólo
conquista el éxito aquel que une el esfuerzo humano con el omnipotente poder de
Dios.
Sin mancha. "Incontaminado" (BJ, BC, NC).
Gr. áspilon, "sin ninguna tacha
moral" (ver 1Tim. 6:14).
Mundo. El mundo, como existe bajo el pecado, es sinónimo
de malos principios y prácticas que son contrarias a la voluntad de Dios (ver
Juan 17:14-16). El miembro de iglesia verdaderamente convertido, evitará
cualquier pensamiento o acción que permita que lo manche la inmundicia del
"mundo". (7CBA).
COMENTARIOS DE EGW
2. 3JT 31. Debemos Relatar Cómo Dios Nos Ha
Guiado. El trato de Dios con su pueblo debe mencionarse con frecuencia. ¡Cuán a
menudo levantó el Señor, en su trato con el antiguo Israel, los hitos del
camino! A fin de que no olvidasen la historia pasada, ordenó a Moisés que
inmortalizase esos acontecimientos en cantos, a fin de que los padres pudiesen
enseñárselos a sus hijos. Habían de levantar monumentos recordativos bien a la
vista. Debían esmerarse para conservarlos, a fin de que cuando los niños
preguntasen acerca de esas cosas, les pudiesen repetir toda la historia. Así
eran recordados el trato providencial y la señalada bondad y misericordia de
Dios en su cuidado y liberación de su pueblo. Se nos exhorta a traer "a la
memoria los días pasados, en los cuales, después de haber sido iluminados,
sufristeis gran combate de aflicciones." (Heb. 10:32.) El Señor ha obrado
como un Dios 31 realizador de prodigios en favor de su pueblo en esta
generación. Es necesario recordar con frecuencia a los hermanos y ancianos, la
historia pasada de la causa de Dios. Necesitamos relatar a menudo la bondad de
Dios y alabarle por, sus obras admirables.
Aunque se nos exhorta a no dejar
nuestras reuniones, esas asambleas no han de ser meramente para nuestro
refrigerio. Debemos sentir mayor celo para impartir el consuelo que hemos
recibido. Debemos ser muy celosos para la gloria de Dios y no atraerle oprobio,
ni aun por la tristeza de nuestro rostro ni por palabras imprudentes, como si
los requerimientos de Dios restringieran nuestra libertad. Aun en este mundo de
pesar, desengaño y pecado, desea el Señor que estemos alegres y fuertes en su
fortaleza. Todo el ser tiene el privilegio de dar un testimonio decidido en
todo respecto.
Mediante nuestro
semblante, genio, palabras y carácter, debemos testificar que el servicio de
Dios es bueno. Así proclamamos que "la ley de Jehová es perfecta, que
vuelve el alma." (Sal. 19:7.)
La fase alegre y alentadora de
nuestra religión será representada por todos los que se consagran diariamente a
Dios. No debemos deshonrar a Dios con un lastimero relato de las pruebas que
parecen gravosas. Todas las pruebas que se reciban como medios de educarnos
producirán gozo. Toda la vida religiosa será elevadora y ennoblecedora,
fragante de buenas palabra y obras. Agrada al enemigo que las almas estén
deprimidas, abatidas, llorosas y gemebundas; quiere que así sean precisamente
las impresiones que deje el efecto de nuestra fe. Pero Dios quiere que la mente
no se rebaje a un nivel inferior. Desea que cada alma triunfe con el poder
custodio del Redentor. El salmista dice: "Dad a Jehová, oh hijos de fuertes,
dad a Jehová la gloria y la fortaleza. Dad a Jehová la gloria debida a su
nombre: humillaos a Jehová en el glorioso santuario." "Glorificarte
he, oh Jehová; porque me has ensalzado, y no hiciste a mis enemigos alegrarse
de mí. Jehová Dios mío, a ti clamé y me sanaste. . . Cantad a Jehová, vosotros
sus santos, 32 y celebrad la memoria de su santidad." (Sal. 29:1,2;
30:1-4.)
La iglesia de Dios en la tierra
es una con la iglesia de Dios en el cielo. Los creyentes de la tierra y los
seres del cielo que nunca han caído constituyen una sola iglesia. Todo ser
celestial está interesado en las asambleas de los santos que en la tierra se
congregan para adorar a Dios. En el atrio interior del cielo escuchan el
testimonio que dan los testigos de Cristo en el atrio exterior de la tierra, y
las alabanzas de los adoradores de este mundo hallan su complemento en la
antífona celestial, y el loor y el regocijo repercuten por todos los atrios
celestiales porque Cristo no murió en vano por los caídos hijos de Adán. Mientras
que los ángeles beben en el manantial principal, los santos de la tierra beben
los raudales puros que fluyen del trono y alegran la ciudad de nuestro Dios.
¡Ojalá que todos pudiesen comprender cuán cerca está el cielo de la tierra! Aun
cuando los hijos nacidos en la tierra no lo saben, tienen ángeles de luz por
compañeros. Un testigo silencioso vela sobre toda alma, tratando de atraerla a
Cristo. Mientras haya esperanza, hasta que los hombres resistan al Espíritu
Santo para eterna ruina suya, son guardados por los seres celestiales.
Recordemos todos que en cada asamblea de los santos realizada en la tierra, hay
ángeles de Dios escuchando los testimonios, himnos y oraciones. Recordemos que
nuestras alabanzas quedan suplidas por los coros de las huestes angélicas en lo
alto.
5-7. 1JT 202. Si tomamos
equivocadamente la sabiduría del hombre por la de Dios, nos extraviará la
insensatez de la sabiduría humana. Tal es el gran peligro de muchos de los que
están en ***. No tienen experiencia propia. No han seguido el hábito de 202
considerar con oración por su cuenta, sin prejuicios, las cuestiones y los
temas nuevos que puedan surgir. Esperan para ver lo que piensan otros. El
disentimiento ajeno es todo lo que se necesita para convencerlos de que el tema
considerado carece de importancia. Aunque esta clase de personas es numerosa,
ello no cambia el hecho de que no tienen experiencia y que su mente es débil
porque cedieron durante mucho tiempo al enemigo. Serán siempre tan enfermizos
como infantes; andarán a la luz ajena y vivirán según la experiencia de otros;
sentirán como sientan los demás, y actuarán como ellos, como si no tuvieran
individualidad, porque su identidad está fundida en la ajena. Son simplemente
sombras de quienes para ellos tienen razón.
A menos que se percaten de su carácter
vacilante y lo corrijan, se verán todos privados de la vida eterna; no podrán
resistir los peligros de los postreros días. No poseerán energía para resistir
al diablo; porque no saben que de él se trata. Es necesario que haya alguien a
su lado para indicarles si se acerca un enemigo o un amigo. No son
espirituales, y por lo tanto no disciernen las cosas espirituales. No son
sabios en las cosas que se relacionan con el reino de Dios. Ni los jóvenes ni
los ancianos tienen excusa por confiar en que los otros tengan experiencia en
su lugar. Dice el ángel: "Maldito el varón que confía en el hombre, y pone
carne por su brazo." (Jer. I7:5.) En la experiencia y la lucha cristianas,
se necesita una noble independencia.
HAY QUE PEDIR CON FE. Hombres,
mujeres y jóvenes, Dios requiere de vosotros que poseáis valor moral, firmeza
de propósito, fortaleza y perseverancia, mentes que no admitan los asertos
ajenos, sino que investiguen por su cuenta antes de aceptarlos o rechazarlos, y
escuchen y pesen las evidencias, y las lleven al Señor en oración. "Y si
alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, demándela a Dios, el cual da a
todos abundantemente, y no zahiere; y le será dada." (Sant. 1:5.) Ahora
bien, se impone la condición: "Pero pida en fe, no dudando nada: porque el
203 que duda es semejante a la onda de la mar, que es movida del viento, y
echada de una parte a otra. No piense pues el tal hombre que recibirá ninguna
cosa del Señor." (Vers. 6, 7.) Esta petición de sabiduría no debe ser una
oración sin sentido, que se olvide tan pronto como se haya terminado. Es una
oración que expresa el enérgico y ferviente deseo inspirado al corazón por un
consciente anhelo de poseer sabiduría para discernir la voluntad de Dios.
Después de hecha la oración, si
no obtenemos inmediatamente la respuesta, no nos cansemos de esperar, ni nos
volvamos inestables. No vacilemos. Aferrémonos a la promesa: "Fiel es el
que os ha llamado; el cual también lo hará." (1 Tes. 5:24.) Como la viuda
importuna, presentemos nuestros casos con firmeza de propósito. ¿Es importante
el objeto y de gran consecuencia para nosotros? Por cierto que sí. Entonces, no
vacilemos; porque tal vez se pruebe nuestra fe. Si lo que deseamos es valioso,
merece un esfuerzo enérgico y fervoroso. Tenemos la promesa; velemos y oremos.
Seamos firmes, y la oración será contestada; porque, ¿no es Dios quien ha
formulado la promesa? Cuanto más nos cueste obtener algo, tanto más lo
apreciaremos cuando lo obtengamos. Se nos dice claramente que si vacilamos, ni
podemos pensar que recibiremos algo del Señor. Se nos recomienda aquí que no
nos cansemos, sino que confiemos firmemente en la promesa. Si pedimos, él nos
dará liberalmente, sin zaherir.
En esto es donde muchos yerran.
Vacilan en su propósito y les falta la fe. Esta es la razón por la cual no
reciben nada del Señor, fuente de nuestra fortaleza. Nadie necesita andar en
tinieblas, tropezando como ciego, porque el Señor ha provisto luz si queremos
aceptarla como él lo indica, y no elegir nuestro propio camino. Él exige de todos
un cumplimiento diligente de los deberes de cada día. Esto lo requiere
especialmente de los que están empeñados en la obra solemne e importante de la
oficina de publicaciones: tanto de aquellos sobre quienes pesan las más pesadas
responsabilidades del trabajo, como de los que 204 llevan las responsabilidades
menores. Pero estos deberes pueden cumplirse únicamente pidiendo a Dios la
capacidad de hacer fielmente lo recto ante el cielo, gobernados por motivos
abnegados, como si todos viesen el ojo de Dios que nos contempla e investiga
nuestras acciones
10. Ed 179; PR 403. Del nacimiento y de la caída de las naciones, según resaltan en los libros de Daniel y Apocalipsis, necesitamos aprender cuán vana es la gloria y pompa mundanal.
Babilonia, con todo su poder y magnificencia, cuyo parangón nuestro mundo no ha vuelto a contemplar un poder y una magnificencia que 403 la gente de aquel tiempo creía estables y duraderos, se desvaneció y ¡cuán completamente! Pereció "como la flor de la hierba." (Sant. 1:10.)
Así perecieron el
reino medo-persa, y los imperios de Grecia y de Roma. Y así perece todo lo que
no está fundado en Dios. Sólo puede perdurar lo que se vincula con su propósito
y expresa su carácter. Sus principios son lo único firme que conoce nuestro
mundo.
Un estudio cuidadoso de cómo se
cumple el propósito de Dios en la historia de las naciones y en la revelación
de las cosas venideras, nos ayudará a estimar en su verdadero valor las cosas
que se ven y las que no se ven, y a comprender cuál es el verdadero objeto de
la vida. Considerando así las cosas de este tiempo a la luz de la eternidad,
podremos, como Daniel y sus compañeros, vivir por lo que es verdadero, noble y
perdurable. Y al aprender en esta vida a reconocer los principios del reino de
nuestro Señor y Salvador, el reino bienaventurado que ha de durar para siempre,
podemos ser preparados para entrar con él a poseerlo cuando venga. 404
12. PVGM 120. NUNCA podemos con seguridad
poner la confianza en el yo, ni tampoco, estando, como nos hallamos, fuera del
cielo, hemos de sentir que nos encontramos seguros contra la tentación.
NUNCA Debe Enseñarse A Los Que
Aceptan Al Salvador, Aunque Sean Sinceros En Su Conversión, A Decir O Sentir
Que Están Salvados. Eso Es Engañoso.
DEBE ENSEÑARSE a todos a acariciar
la esperanza y la fe; pero aun cuando nos entregamos a Cristo y sabemos que él
nos acepta, no estamos fuera del alcance 120 de la tentación.
LA PALABRA DE DIOS DECLARA: "Muchos serán
limpios, y emblanquecidos, y purificados". Daniel 12:10. Sólo el
que soporte la prueba, "recibirá la corona de vida". Santiago
1:12.
LOS
QUE ACEPTAN A CRISTO y dicen en
su primera fe: "Soy salvo", están en peligro de confiar en sí mismos.
Pierden de vista su propia debilidad y constante necesidad de la fortaleza
divina. No están preparados para resistir los ardides de Satanás, y cuando son tentados,
muchos, como Pedro, caen en las profundidades del pecado. Se nos
amonesta: "El que piensa estar firme, mire no caiga". 1 Cor.
10:12.
NUESTRA
ÚNICA SEGURIDAD está en desconfiar
constantemente de nosotros mismos y confiar en Cristo.
13. DMJ 99. No
debemos procurar reducir nuestra culpa hallándole excusas al
pecado. Debemos aceptar el concepto que Dios tiene de pecado, algo
muy grave en su estimación. Solamente el Calvario puede revelar la
terrible enormidad del pecado. Nuestra culpabilidad nos aplastaría
si tuviésemos 99 que cargarla; pero el que no cometió pecado tomó nuestro
lugar; aunque no lo merecía, llevó nuestra iniquidad.
"Si
confesamos nuestros pecados", Dios "es fiel y justo para perdonar
nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad".
¡Verdad gloriosa! Él es justo con su propia ley, y es a la vez el justificador de todos los que creen en Jesús.
"¿Qué Dios como tú, que perdona la
maldad,
y olvida el pecado del remanente de su
heredad?
No retuvo para siempre su enojo,
porque se deleita en
misericordia".
*1 Juan 1:9; Miqueas 7:18.
"NO NOS DEJES CAER EN TENTACIÓN, MAS LÍBRANOS
DEL MAL".
La
tentación es incitación al pecado, cosa que no procede de Dios, sino de Satanás
y del mal que hay en nuestros propios corazones. "Dios no puede
ser tentado por el mal, ni él tienta a nadie". * Santiago 1:13.
Satanás trata de arrastrarnos a la tentación, para que el mal de nuestros caracteres pueda revelarse ante los hombres y los ángeles, y él pueda reclamarnos como suyos. En la profecía simbólica de Zacarías, se ve a Satanás de pie a la diestra del Ángel del Señor, acusando a Josué, el sumo sacerdote, que aparece vestido con ropas sucias y resistiendo la obra que el Ángel desea hacer por él. Así se representa la actitud de Satanás hacia cada alma que Cristo trata de atraer. El enemigo nos induce a pecar, y luego nos acusa ante el universo celestial como indignos del amor de Dios. Pero "dijo Jehová a Satanás: Jehová te reprenda, oh Satanás; Jehová que ha escogido a Jerusalén te reprenda. ¿No es éste un tizón arrebatado del incendio?" Y a Josué dijo: "Mira que he quitado de ti tu pecado, y te he hecho vestir de ropas de gala". * Zacarías 3:1-4.
EN SU GRAN AMOR, Dios
procura desarrollar en nosotros las gracias preciosas de su Espíritu. Permite
que hallemos obstáculos, persecución y opresiones, pero no como una maldición,
sino como la bendición más grande de nuestra vida. Cada tentación
resistida, cada aflicción sobrellevada valientemente, nos da nueva experiencia
y nos hace progresar en la tarea de edificar nuestro carácter. El
alma que 100 resiste la tentación mediante el poder divino revela al mundo y al
universo celestial la eficacia de la gracia de Cristo.
14. MJ 428. LA TENTACIÓN. Satanás, el archiengañador, se transforma en ángel de luz y se presenta a los jóvenes con sus engañosas tentaciones, y consigue apartarlos, paso a paso, de la senda del deber. Se lo describe como acusador, engañador, mentiroso, atormentador, asesino.
"El que hace pecado, es
del diablo".*
Cada
transgresión acarrea condenación sobre el alma y provoca el desagrado divino.
Dios discierne
los pensamientos del corazón. 428 Cuando se acarician pensamientos impuros, no
es necesario expresarlos por palabras o hechos para consumar el pecado y
acarrear la condenación sobre el alma. Su pureza ya está contaminada, y el
tentador ha triunfado.
Todo hombre es tentado cuando es
llevado por sus propias concupiscencias y seducido. Al seguir sus inclinaciones
se aparta del camino de la virtud y del bien verdadero. Si los jóvenes poseyesen integridad moral, en
vano se les presentarían las más fuertes tentaciones. El acto de tentar es de
Satanás, pero el de ceder es vuestro. Toda la hueste de Satanás no tiene poder
para forzar al tentado a ceder. No hay
excusa para el pecado.
Mientras algunos de los jóvenes
malgastan sus facultades en la vanidad y la locura, otros disciplinan sus
mentes, almacenando conocimientos, ciñéndose la armadura para entrar en la
batalla de la vida, decididos a tener éxito. Pero no pueden hacer de la vida un
éxito, por alto que quieran subir, a menos que concentren sus afectos en Dios.
Si quieren volverse a Dios de todo corazón, rechazando la lisonja de los que en
el menor grado pudieran debilitar su buen propósito, tendrán fuerza y confianza
en Dios.
LA VERDADERA FELICIDAD NO SE
HALLA EN LA VANA DIVERSIÓN. Los que aman la sociedad satisfacen frecuentemente
este gusto hasta que llega a ser una pasión dominante. Vestir bien, concurrir a
lugares de diversión, reír, charlar de asuntos más livianos que la vanidad: tal
es el objeto de sus vidas. No pueden soportar la lectura de la Biblia ni
meditar en cosas celestiales. Se sienten
desgraciados a menos que haya algo que los excite. No tienen en sí el poder
para ser felices, sino que dependen, para tener felicidad, de la compañía 429
de otros jóvenes tan irreflexivos y temerarios como ellos. Dedican a la locura
las facultades que podrían ser dirigidas hacia propósitos nobles.
El joven que halla gozo y
felicidad en leer la Palabra de Dios y en la hora de la oración, es
constantemente refrescado por las corrientes de la Fuente de la vida. Alcanzará
una altura de excelencia moral y una amplitud de pensamiento que otros no
pueden concebir. La comunión con Dios estimula los buenos pensamientos, las
aspiraciones nobles, la percepción clara de la verdad, y los elevados
propósitos de acción. Los que así ponen sus almas en comunión con Dios son
reconocidos por él como sus hijos e hijas. Se elevan cada vez más, obteniendo
visiones más claras de Dios y de la eternidad hasta que Dios hace de ellos
conductos de luz y de sabiduría para el mundo. . .
Los que moran en Jesús serán felices, alegres y gozosos en Dios. La voz se caracterizará por un tono bajo, los actos y la música expresarán la reverencia por las cosas espirituales y eternas, y de sus labios brotará una música gozosa, pues procede del trono de Dios. Este es el misterio de la piedad, que no se puede explicar fácilmente, pero que no por eso deja de ser sentido y gozado.
El corazón empedernido y
rebelde puede cerrar sus puertas a todas las dulces influencias de la gracia de
Dios y a todo el gozo en el Espíritu Santo, pero los caminos de la sabiduría
son caminos agradables, y todas sus veredas son paz. Cuanto más estrechamente
nos relacionemos con Cristo, más mostrarán nuestras palabras y acciones el
poder subyugador y transformador de su gracia (Testimonies, tomo 4, págs.
622-626). 430
15. MJ 65. LA DEGRADACIÓN
CAUSADA POR LA ENTREGA A LA SENSUALIDAD. Los que buscan como bien principal la
satisfacción de los apetitos y pasiones, no son nunca hombres buenos o
verdaderamente grandes. Por elevada que sea su posición ante la opinión del
mundo, son bajos, viles y corruptos en la estimación de Dios. El cielo ha
ordenado que en su mismo rostro lleven impresa la marca de su depravación. Sus
pensamientos son de 65 la tierra, terrenos. Sus palabras revelan el bajo nivel
de la mente. Han llenado el corazón de
vileza y casi borrado de él la imagen de Dios. La voz de la razón ha sido
ahogada y pervertido el criterio. ¡Cuán enteramente degradan la naturaleza del hombre
las prácticas sensuales! Cuando se somete la voluntad a Satanás, ¡a cuán
grandes profundidades del vicio y la locura descienden los hombres! En vano
llama la verdad al intelecto, pues el corazón se encuentra en oposición a sus
puros principios (Signs of the Times, diciembre 1, 1881).
AYUDA EN LA TENTACIÓN. Mediante
la fe y la oración, todos pueden cumplir los requerimientos del Evangelio. Ningún
hombre puede ser obligado a pecar.
Primeramente debe ser ganado su propio consentimiento; el alma debe
proponerse el acto pecaminoso antes de que la pasión pueda dominar a la razón o
la iniquidad triunfar sobre la conciencia. La tentación, por fuerte que sea, no
es nunca excusa para pecar. "Los
ojos de Jehová están sobre los justos, y atentos sus oídos al clamor de
ellos".* Clama al Señor, alma tentada. Échate, impotente, indigna, en
brazos de Jesús, y echa mano de su auténtica promesa. El Señor oirá. Él sabe
cuán fuertes son las inclinaciones del corazón natural, y ayudará en cada
momento de tentación.
¿Has caído en pecado? Busca
entonces sin demora a Dios, para obtener misericordia y perdón... Todavía se
extiende la misericordia al pecador. El
Señor nos llama en todos nuestros extravíos: "Convertíos, hijos rebeldes,
y sanaré vuestras rebeliones"* (Testimonies, tomo 5, pág. 177). 66
17. CC 19. Muchas son las figuras por las cuales el Espíritu de
Dios ha procurado ilustrar esta verdad y hacerla clara a las almas que desean
verse libres de la carga del pecado. Cuando Jacob pecó, engañando a Esaú, y
huyó de la casa de su padre, estaba abrumado por el conocimiento de su culpa.
Solo y abandonado como estaba, separado de todo lo que le hacía preciosa la
vida, el único pensamiento que sobre todos los otros oprimía su alma, era el
temor de que su pecado lo hubiese apartado de Dios, que fuese abandonado del
cielo. En medio de su tristeza, se recostó para descansar sobre la tierra
desnuda. Rodeábamos solamente las solitarias montañas, y cubríalo la bóveda
celeste con su manto de estrellas. Habiéndose dormido, una luz extraordinaria
se le apareció en su sueño; y he aquí, de la llanura donde estaba recostado,
una inmensa escalera simbólica parecía conducir a lo alto, hasta las mismas
puertas del cielo, y los ángeles de Dios subían y descendían por ella; al paso
que de la gloria de las alturas se oyó la voz divina que pronunciaba un mensaje
de consuelo y esperanza.
Así hizo Dios conocer
a Jacob aquello que satisfacía la necesidad y el ansia de su alma: un Salvador.
Con gozo y gratitud vio revelado un camino por el cual él, como 19 pecador,
podía ser restaurado a la comunión con Dios. La mística escalera de su sueño
representaba a Jesús, el único medio de comunicación entre Dios y el hombre.
Esta es la misma figura a la cual Cristo se refirió en su conversación con
Natanael, cuando dijo: “Veréis abierto el cielo, y a los ángeles de Dios
subiendo y bajando sobre el Hijo del hombre" (Juan 1:51). Al caer, el
hombre se apartó de Dios: la tierra fue cortada del cielo. A través del abismo
existente entre ambos no podía haber ninguna comunión. Mas mediante Cristo, el
mundo está unido otra vez con el cielo. Con sus propios méritos, Cristo ha
salvado el abismo que el pecado había hecho, de tal manera que los hombres
pueden tener comunión con los ángeles ministradores. Cristo une al hombre
caído, débil y miserable, con la Fuente del poder Infinito.
MÁS VANOS son los
sueños de progreso de los hombres, vanos todos sus esfuerzos por elevar a la
humanidad, si menosprecian la única fuente de esperanza y amparo para la raza
caída.
"Toda dádiva buena y todo don perfecto" (Santiago 1:17) es de Dios. No hay verdadera excelencia de carácter fuera de él. Y el único camino para ir a Dios es Cristo, quien dice: “Yo soy el Camino, y la Verdad, y la Vida; nadie viene al Padre sino por mí". (Juan 14:6)
El corazón de Dios suspira por sus hijos
terrenales con un amor más fuerte que la muerte. Al dar a su Hijo nos ha
vertido todo el cielo en un don. La vida, la muerte y la intercesión del
Salvador, el ministerio de los ángeles, la imploración del Espíritu Santo, el
Padre que obra 20 sobre todo y por todo, el interés incesante
de los seres celestiales: todos están empeñados en la redención del hombre.
¡Oh, Contemplemos
El Sacrificio Asombroso Que Ha Sido Hecho Por Nosotros!
22. HAp 446. JUAN
LUCHÓ FERVOROSAMENTE CONTRA SUS DEFECTOS;
pero Judas violó su conciencia y cedió a la tentación, ligándose con mayor seguridad
a sus malos hábitos. La práctica de las verdades que Cristo enseñaba se oponía
a sus deseos y propósitos, y no quiso renunciar a sus ideas a fin de recibir
la 446 sabiduría del cielo. En vez de caminar en la luz,
escogió andar en las tinieblas. Acarició deseos perversos, la codicia, pasiones
de venganza, obscuros y sombríos pensamientos, hasta que Satanás obtuvo la
dirección completa de su vida.
JUAN
Y JUDAS REPRESENTAN A LOS QUE PROFESAN SER SEGUIDORES DE CRISTO. Ambos
discípulos tuvieron las mismas oportunidades de estudiar y seguir al Modelo
divino. Ambos estuvieron íntimamente relacionados con Jesús y tuvieron el
privilegio de escuchar sus enseñanzas. Cada uno poseía graves defectos de
carácter. Y ambos tuvieron acceso a la gracia divina que transforma el
carácter. Pero mientras uno en humildad aprendía de Jesús, el otro reveló que
no era un hacedor de la palabra, sino solamente un oidor. El uno, destruyendo
diariamente el yo y venciendo al pecado, fue santificado por medio de la
verdad; el otro, resistiendo al poder transformador de la gracia y dando rienda
suelta a sus deseos egoístas, fue reducido a servidumbre por Satanás.
SEMEJANTE
TRANSFORMACIÓN DE CARÁCTER como la observada en la vida de Juan, es
siempre resultado de la comunión con Cristo. Pueden existir defectos notables
en el carácter de una persona, pero cuando llega a ser un verdadero discípulo
de Cristo, el poder de la gracia divina le transforma y santifica. Contemplando
como por un espejo la gloria del Señor, es transformado de gloria en gloria,
hasta que llega a asemejarse a Aquel a quien adora.
Juan
era un maestro de santidad, y en sus cartas a la iglesia señaló reglas
infalibles para la conducta de los cristianos. "Y cualquiera que
tiene esta esperanza en él -escribió,- se purifica, como él también es
limpio." "El que dice que está en él, debe andar como él
anduvo." (1 Juan 3:3; 2:6.)
Enseñó
que el cristiano debe ser puro de corazón y vida. Nunca debe estar satisfecho
con una profesión vana. Así como Dios es santo en su esfera, el hombre caído,
por medio de la fe en Cristo, debe ser santo en la suya.
23-25. 1JT 313. Es muy
necesario el examen propio y la oración secreta. Dios ha prometido sabiduría a
quienes se la pidan. A menudo emprenden la labor misionera quienes no están
preparados para ella. Cultivan un celo exterior mientras descuidan la oración
secreta. Cuando tal es el caso, se causa mucho daño, pues estos obreros
procuran regir las conciencias de otros por sus propias normas. Necesitan mucho
dominio propio. Las palabras apresuradas despiertan contienda…
Hno. S***, Ud. tiene mucho que
aprender. Se ha sentido inclinado a echar la culpa de sus fracasos y
desalientos sobre el Hno. W***; pero una detenida investigación de sus motivos
y conducta revelaría que estos desalientos tienen otras causas que se hallan en
Ud. mismo. Al seguir las inclinaciones de su corazón natural se reduce a la
servidumbre. El espíritu severo y torturador que alberga a veces, cercena su
influencia. Hermano mío, Ud. tiene que hacer para sí mismo una obra que ninguna
otra persona puede hacer por Ud. Cada uno deberá dar cuenta de sí mismo a Dios.
Él nos ha dado su ley como espejo en el cual podemos descubrir los defectos de
nuestro carácter. No hemos de mirar este espejo con el propósito de ver
reflejados los defectos de nuestro vecino ni de observar si él llega a la
altura de la norma, sino para ver nuestras imperfecciones a fin de eliminarlas.
El conocimiento no es todo lo que necesitamos; debemos seguir la luz. No se nos
deja elegir por nuestra cuenta, para obedecer lo que nos agrada y desobedecer
cuando nos conviene más. La obediencia es mejor que el sacrificio.314
27. HAp 463.
Al principio, la
iglesia de Éfeso se distinguía por su sencillez y fervor. Los
creyentes trataban seriamente de obedecer cada palabra de Dios, y sus vidas
revelaban un firme y sincero amor a Cristo. Se regocijaban en hacer la voluntad
de Dios porque el Salvador moraba constantemente en sus corazones. Llenos de
amor para con su Redentor, su más alto propósito era ganar almas para él. No
pensaron en atesorar para sí el precioso tesoro de la gracia de Cristo. Sentían
la importancia de su vocación y, cargados con el mensaje: "Sobre la tierra
paz; entre los hombres buena voluntad," ardían en deseos de llevar las
buenas nuevas de la salvación a los rincones más remotos de la tierra. Y el
mundo conoció que ellos habían estado con Jesús. Pecadores arrepentidos,
perdonados, limpiados y santificados se allegaron a Dios por medio de su Hijo. 463
LOS MIEMBROS DE LA
IGLESIA estaban unidos en sentimiento y acción. El
amor a Cristo era la cadena de oro que los unía. Progresaban en un conocimiento
del Señor cada vez más perfecto, y en sus vidas se revelaba el gozo y la paz de
Cristo. Visitaban a los huérfanos y a las viudas en su aflicción, y se
guardaban sin mancha del mundo, pues comprendían que de no hacerlo, estarían
contradiciendo su profesión y negando a su Redentor.
LA OBRA SE LLEVABA
ADELANTE EN CADA CIUDAD. Se
convertían almas y a su vez éstas sentían que era su deber hablar a otros acerca
del inestimable tesoro que habían recibido. No podían descansar hasta que la
luz que había iluminado sus mentes brillara sobre otros. Multitudes de
incrédulos se enteraron de las razones de la esperanza cristiana. Se hacían
fervientes e inspiradas súplicas personales a los errantes, a los perdidos y a
los que, aunque profesaban conocer la verdad, eran más amadores de los placeres
que de Dios.
PERO DESPUÉS DE UN
TIEMPO EL CELO DE LOS CREYENTES COMENZÓ A DISMINUIR, y su amor hacia Dios y su
amor mutuo decreció. La frialdad
penetró en la iglesia. Algunos se olvidaron de la manera maravillosa en que
habían recibido la verdad. Uno tras otro, los viejos portaestandartes cayeron
en su puesto. Algunos de los obreros más jóvenes, que podrían haber
sobrellevado las cargas de los soldados de vanguardia, y así haberse preparado
para dirigir sabiamente la obra, se habían cansado de las verdades tan a menudo
repetidas. En su deseo de algo novedoso y sorprendente, intentaron introducir
nuevas fases de doctrina, más placenteras para muchas mentes, pero en
desarmonía con los principios fundamentales del Evangelio. A causa de su
confianza en sí mismos y su ceguera espiritual no pudieron discernir que esos
sofismas serían causa de que muchos pusieran en duda las experiencias
anteriores, y así producirían confusión e incredulidad.
AL INSISTIRSE EN ESAS DOCTRINAS FALSAS Y APARECER
DIFERENCIAS, la
vista de muchos fue desviada de Jesús, como el autor y consumador 464 de
su fe. La discusión de asuntos de doctrina sin importancia, y la contemplación
de agradables fábulas de invención humana, ocuparon el tiempo que debiera
haberse dedicado a predicar el Evangelio. Las multitudes que podrían haberse
convencido y convertido por la fiel presentación de la verdad, quedaban
desprevenidas. La piedad menguaba rápidamente y Satanás parecía estar a punto
de dominar a los que decían seguir a Cristo.
Ministerio Hno. Pio
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