Apocalipsis 4
EL TRONO DE DIOS
Y EL LIBRO DE LOS SIETE SELLOS,
4:1.11.
1-3. Juan ve el trono de Dios en
el cielo.
4-5. Los veinticuatro ancianos.
6-9. Los cuatro animales llenos
de ojos por delante y por detrás.
10-11. Los ancianos colocan sus
coronas frente al trono
y adoran al que está sentado sobre él.
1 DESPUES de esto miré, y he aquí
una puerta abierta en el cielo; y la primera voz que oí, como de trompeta,
hablando conmigo, dijo: Sube acá, y yo te mostraré las cosas que sucederán
después de estas. 2 Y al instante yo estaba en el Espíritu; y he aquí, un trono
establecido en el cielo, y en el trono, uno sentado. 3 Y el aspecto del que
estaba sentado era semejante a piedra de jaspe y de cornalina; y había
alrededor del trono un arco iris, semejante en aspecto a la esmeralda.
4 Y alrededor del trono había
veinticuatro tronos; y vi sentados en los tronos a veinticuatro ancianos,
vestidos de ropas blancas, con coronas de oro en sus cabezas. 5 Y del trono
salían relámpagos y truenos y voces; y delante del trono ardían siete lámparas
de fuego, las cuales son los siete espíritus de Dios.
6 Y delante del trono había como
un mar de vidrio semejante al cristal; y junto al trono, y alrededor del trono,
cuatro seres vivientes llenos de ojos delante y detrás. 7 El primer ser
viviente era semejante a un león; el segundo era semejante a un becerro; el
tercero tenía rostro como de hombre; y el cuarto era semejante a un águila
volando. 8 Y los cuatro seres vivientes tenían cada uno seis alas, y alrededor
y por dentro estaban llenos de ojos; y no cesaban día y noche de decir: Santo,
santo, santo es el Señor Dios Todopoderoso, el que era, el que es, y el que ha
de venir. 9 Y siempre que aquellos seres vivientes dan gloria y honra y acción
de gracias al que está sentado en el trono, al que vive por los siglos de los
siglos.
10 los veinticuatro ancianos se
postran delante del que está sentado en el trono, y adoran al que vive por los
siglos de los siglos, y echan sus coronas delante del trono, diciendo: 11
Señor, digno eres de recibir la gloria y la honra y el poder; porque tú creaste
todas las cosas, y por tu voluntad existen y fueron creadas. (Apocalipsis 4).
1. Después de esto. Es decir, después de que Juan
hubo contemplado la visión de las siete iglesias (cap.1:10 a 3:22).
"Después de esto" no especifica el tiempo transcurrido entre las dos
visiones.
Miré. O "vi", expresión que Juan usa repetidas
veces para introducir nuevas escenas o importantes símbolos nuevos (ver com.
cap. 1:2).
Una puerta. Indudablemente se trata de la puerta que conduce a
la sala del trono del universo (vers. 2; compárese con el comentario del vers.
5).
En el cielo. No "que conducía al cielo", como si Juan
estuviese afuera y mirando hacia adentro. Como al mirar hacia adentro contempló el trono de Dios, ésta debe haber
sido una puerta que conducía a la sala del trono del universo. Esta sala del
trono ha sido identificada como el lugar santísimo del santuario celestial.
Después de considerar el estado
de la iglesia en la tierra (cap. 1-3), la atención de Juan se dirige ahora a
una visión simbólica del trono de Dios en el cielo. Que la descripción del
trono de Dios y la escena que lo rodea en los cap. 4 y 5 deben entenderse
simbólica y no literalmente, es claro, por ejemplo en cap. 5:6, donde se describe
a Cristo como "un Cordero como inmolado, que tenía siete cuernos, y siete
ojos", y, sin embargo, estaba vivo y podía ir y tomar el libro de la mano
de Dios.
Puesto que éste es un lenguaje
evidentemente simbólico, es lógico que toda la escena profético debe interpretarse
de la misma manera. En el símbolo el profeta puede volar sobre los objetos
terrenales y materiales hasta alcanzar los niveles más elevados de la mente y
el corazón, recibiendo impresiones celestes que sobrepujan la expresión del
lenguaje literal (ver com. Eze. 1:10)
La primera voz. El significado del texto original
se expresa más claramente así: "He aquí... la primera voz que oí como de
trompeta, hablando conmigo, dijo..." Esta es, sin duda, la voz del cap. 1:10,
la que dio comienzo a la primera visión y ahora inicia la segunda.
Sube acá. Una invitación para que Juan entrara en visión,
apartando sus sentidos de las cosas terrenales que lo rodeaban para enfocarlos
en las realidades celestiales.
Después de éstas. No necesariamente después del
cumplimiento de la visión anterior, sino desde el punto de vista del tiempo de
Juan; por consiguiente, esta declaración es paralela a la del cap. 1:1 (ver el
comentario respectivo).
2. En el Espíritu. Gr. en pnéumati (ver com. cap.
1:10). Juan entra en visión por segunda vez. No se sabe cuánto tiempo
transcurrió entre la primera visión y ésta.
Establecido. El trono ya estaba en su lugar.
Uno sentado. La reverente discreción de Juan para describir al
Gobernante del universo con palabras que parecieran en modo alguno
antropomórficas, es clara, porque lo describe simplemente con el participio
kath'menos, "sentado", sin decir qué o quién estaba sentado. Sólo afirma que sobre el trono había una
presencia. Esta referencia al Padre se halla en notable contraste con la
detallada descripción del Hijo (cap. 1:13-16); pero el Hijo es humano a la vez
que divino, y por lo tanto puede ser descrito apropiadamente en términos humanos
(vers. 3; cf. cap. 6:16; 7:10).
3. Que estaba sentado. De nuevo sólo se usa el participio
(ver com. vers. 2).
Jaspe. Gr. iáspis, que no es precisamente el jaspe
moderno, sino una piedra descrita por el antiguo naturalista Plinio, como
translúcida (Historia Natural xxxvii).
Juan se refiere repetidas veces a piedras preciosas para describir colores
brillantes, porque la luz del sol que brillaba sobre tales piedras producía
algunos de los colores más brillantes conocidos por el hombre en sus días. El iáspis quizá describa aquí una luz
brillante, refulgente, más notable por su brillo que por su color.
Cornalina. La cornalina o alguna otra piedra de color rojizo. Aquí
describe una luz rojiza, brillante.
Arco iris. Compárese con la visión del trono de Dios que tuvo
Ezequiel (cap. 1:26-28).
Semejante en aspecto a la esmeralda. Es decir, de
color verde. El brillo de la luz que refulge de la presencia sobre el trono se
templa con la suave luz verde del arco iris que rodea el trono. Este arco iris
representa la combinación de la justicia y la misericordia que caracterizan a
Dios (Ed 110-111; cf. PVGM 114).
4. Trono. Gr. thrónos, "tronos". Los 24 ancianos están sentados sobre los 24
tronos que rodean el trono de Dios.
Veinticuatro ancianos. Esta escena hace recordar a Isa.
24:23 (LXX): "Reinará el Señor.. y delante de los ancianos será
glorificado".
El hecho de que estos ancianos
estén vestidos con vestiduras blancas, que pueden simbolizar justicia (ver com.
Apoc. 3:4), y que tienen sobre sus cabezas "coronas" (stéfanos,
emblema de victoria; ver com. cap. 2:10), ha inducido a algunos a sugerir que
representan a hombres redimidos.
En una interpretación se explica
que la descripción del trono celestial de los cap. 4 y 5 debe ubicarse en un
tiempo antes de que comiencen a suceder los acontecimientos simbolizados por
los siete sellos. Si así es, entonces los 24 ancianos, si son seres humanos,
necesariamente debían ser hombres que ya estaban en el cielo en los días de
Juan.
Los adventistas a menudo los han identificado con los santos que se levantaron de sus tumbas cuando Cristo resucitó (Mat. 27:52-53; cf. Efe. 4:8), pues ése es un grupo que se sabe que fue resucitado.
La resurrección
principal aún se halla en el futuro (1 Tes. 4:16).
Por lo tanto, es un hecho que la
presencia de seres humanos en el cielo no puede tomarse como una evidencia de
que la resurrección de todos los redimidos debe preceder a los acontecimientos
que se describen en los sellos.
Otra interpretación compara a los
24 ancianos con las 24 órdenes del sacerdocio levítico. Así como los sacerdotes
ministraban delante de Dios en el santuario terrenal, así también Juan ve a 24
ancianos que ministran en el santuario celestial.
Otros sugieren que los 24
ancianos simbolizan a Israel en su sentido más amplio (ver com. Apoc. 7:4): dos
ancianos por cada tribu: uno que simboliza al Israel literal; el pueblo de Dios
antes de la cruz; y el otro, al Israel espiritual, la iglesia cristiana, el
pueblo de Dios después de la cruz.
De esta manera pueden compararse
con los 12 patriarcas y los 12 apóstoles.
Este parecer destaca el
carácter simbólico de estas representaciones, en vez de considerarlas como
santos literales que están ahora en el cielo (ver com. vers. 1).
Algunos intérpretes ven en los 24
ancianos a ángeles y no a seres humanos. Ponen el énfasis en que se describe a
los ancianos como ministrando las oraciones de los santos (cap. 5:8), una obra
-dicen ellos- que difícilmente sería encomendada a seres humanos.
Ropas blancas. Ver com. cap. 3:18.
Coronas. Ver lo anterior en cuanto a los 'veinticuatro
ancianos".
Oro. Quizá sea sólo una señal de algo muy precioso.
5. Relámpagos y truenos y voces. Una expresión favorita de Juan
(cap. 8:51, 11:19; 16:18), que posiblemente describe poder y majestad (ver Job
37:4-5; Sal. 29:3-4; Eze. 1:13).
Siete lámparas de fuego. O "siete lámparas
ardientes". Ver com. cap. 5:6.
Aunque tienen cierto parecido con
los siete "candeleros" de oro del cap. 1:12, son llamadas
"lámparas" (lampás) y no "candeleros" o "portalámparas"
(lujníon; ver com. cap. 1:12).
Además, se dice claramente que
representan a los siete Espíritus de Dios, mientras que los candeleros del cap.
1 representan a las siete iglesias (vers. 20).
Basados en este simbolismo
algunos han identificado la "puerta" (cap. 4:1) como una abertura hacia
el primer compartimento del santuario celestial.
Siete espíritus. Ver com. cap. 1:4.
6. Mar de vidrio. Esta descripción es muy parecida
a la que da Ezequiel del trono de Dios, el cual estaba sobre una
"expansión" (Eze. 1:26). El vidrio tenía en la antigüedad mucho más
valor del que tiene hoy Aquí representa la apariencia clara y cristalina de la
superficie sobre la cual estaba el trono.
Cristal. Gr. krústallos, una palabra que significa
"cristal", un mineral incoloro, transparente, o "hielo". Lo
que Juan ve es una expansión amplia y brillante que refleja gloriosamente el
resplandor rojo y verde que rodea el trono. Compárese con la visión de Ezequiel
(cap. 1:22).
Junto al trono, y alrededor del trono. Como los querubines
de Ezequiel (Eze. 1:22,26), esos seres vivientes quizá se veían por debajo del
trono y alrededor de él.
El simbolismo está en armonía con
el antiguo pensamiento semítico.
Un sarcófago de Biblos, de fines del segundo milenio a. C., describe a un rey fenicio sentado sobre un trono sostenido por un querubín con forma de animal.
(Ver W. F. Albright, "What
Where the Cherubim?' The Biblical Archaelogist 1:1 [Febrero, 1938], pp. 1-3).
Cf. Sal. 80: 1; 99:1; Isa. 37:16.
Seres vivientes. Gr. zÇon, "seres
vivientes'. ZÇon no indica a qué orden
de seres pertenecen estos cuatro "seres vivientes"; sin embargo, se
parecen mucho a los de la visión de Ezequiel (ver com. Eze. 1:5-26), quien los
llama "querubines" (cap. 10:20-22).
Llenos de ojos. Cf. Eze. 1:18; 10:12. Puede entenderse como símbolo de la inteligencia e incesante vigilancia de los seres celestiales.
Puesto que el símbolo de los ojos
proviene claramente de Ezequiel, es posible entenderlo aquí según el
pensamiento hebreo.
En el AT se usa nueve veces la
palabra hebrea 'áyin, "ojo", con el sentido de "color" o
"brillo" (Prov. 23:31; Eze. 1:4,7,16,22,27; 8:2; 10:9; Dan. 10:6); lo
que sugiere que al describir los cuatro animales como "llenos de
ojos", Juan podía estar expresando que su apariencia era de brillante
resplandor.
7. León. Aquí aparece cada uno de los cuatro seres con una de las cuatro caras características de cada uno de los querubines de la visión de Ezequiel.
(Eze. 1:10; 10:14).
El significado de estos símbolos
se trata en com. Eze. 1:10.
8. Seis alas. 'Los querubines' de la visión de Ezequiel tenían
cuatro alas cada uno (Eze. 1:6; 10:21), mientras que los 'serafines" de
Isaías tenían seis (Isa. 6:2).
Las alas pueden indicar la
Velocidad Con que las criaturas celestiales ejecutan los mandatos de Dios (cf.
Heb. 1:14).
Llenos de ojos. Ver com. vers. 6.
No cesaban. Los hombres comúnmente trabajan de día y descansan
de noche, pero,'no se adormecerá ni dormirá el que guarda a Israel" (Sal.
121:4). El poder divino que sostiene el universo nunca descansa.
Día y noche. La noche trae un intervalo para la mayoría de las
actividades humanas, pero no tiene efecto sobre la incesante corriente de
alabanza a Dios que emana de los seres celestiales.
Santo, santo, santo. Este es también el clamor de los
serafines de la visión de Isaías (ver com. Isa. 6:3). No hay una razón válida para tomar esta triple expresión de
alabanza como que indica la Trinidad, pues se dirige a quien está sobre el
trono: al Padre. La segunda y la tercera persona de la Trinidad son
representadas aquí por otros símbolos (Apoc. 4:5; 5:6).
Señor Dios Todopoderoso. Ver com. cap. 1:8.
El que era, el que es, y el que ha de venir. Ver com. cap.
1:4.
9. Aquellos seres vivientes. Ver com. vers. 6. Esta alabanza es de carácter antifonal; se inicia con los seres celestiales más próximos a Dios.
Acción de gracias. Los seres celestiales y los seres
humanos deben dar gracias a Dios sin cesar porque les ha dado la vida. Existen
porque él así lo quiere. Después de todo, Dios no le debe nada a sus criaturas;
ellas le deben todo a él.
Al que está sentado. Ver com. vers. 2.
Que vive por los siglos de los siglos. Compárese con
la expresión del AT "el Dios
viviente" (Jos. 3:10; Sal. 42:2; 84:2). Dios es la fuente de toda vida, y
el hecho de que viva 'por los siglos de los siglos" es la base de que
sustente incesantemente la naturaleza (ver com. Juan 1:4; Apoc. 4:8).
10. Veinticuatro ancianos. Ver com. vers. 4.
Al Que está sentado. Ver com. vers. 2.
Vive por los siglos de los siglos. Ver com. vers.
9.
Echan sus coronas. Ver com. vers. 4.
11. Señor. La evidencia textual establece (cf. p. 10)
el texto
"Señor y Dios nuestro" (BJ, BA, BC).
Los que sostienen el punto de vista de que los 24 ancianos son seres humanos, destacan que el título kúrios "Señor", que usan los ancianos y no los cuatro seres vivientes, puede tener importancia, porque kúrios es el equivalente griego del Heb. Yahvéh, el nombre divino con el cual Dios se reveló a su pueblo (Exo. 6:2-3).
Este título,
afirman, es particularmente adecuado para las alabanzas de los hombres. Ver t. I,
pp. 180-181.
Digno. Dios es "digno" de recibir alabanzas de
sus criaturas porque les ha dado la vida y todo lo que poseen: las ha hecho lo
que son.
Por tu voluntad. A Dios le agradó traer a la
existencia al universo y dar vida a sus criaturas. Vio que era bueno hacerlo. No
había nada deseable, según él, en estar solo en un universo vacío. Le pareció
muy bueno que el universo estuviera poblado por seres inteligentes, capaces de
apreciar y reflejar su amor infinito y carácter perfecto. Este fue su propósito
al crearlos.
Existen y fueron creadas. La evidencia textual establece (cf. p. 10) el texto "eran y fueron creadas". Con "eran" Juan se refiere sin duda a la existencia del universo después de que Dios lo creó. Dios creó todas las cosas y ahora las sustenta.
(Ver com. Col. 1:17). 7CBA
COMENTARIOS DE EGW
2-3. PP 97. ¡Cuán grandes
fueron la condescendencia y compasión que Dios manifestó hacia sus criaturas
descarriadas al colocar el bello arco iris en las nubes como señal de su pacto
con el hombre! El Señor declaró que al ver el arco iris recordaría su pacto.
Esto no significa que pudiera olvidarlo, sino que nos habla en nuestro propio
lenguaje, para que podamos comprenderle mejor. Quería el Señor que cuando los
niños de las generaciones futuras preguntasen por el significado del glorioso
arco que se extiende por el cielo, sus padres les repitiesen la historia del
diluvio, y les explicasen que el Altísimo había combado el arco, y lo había
colocado en las nubes para asegurarles que las aguas no volverían jamás a
inundar la tierra. Así sería el arco iris, de generación en generación, un
testimonio del amor divino hacia el hombre, y fortalecería su confianza en
Dios.
EN EL CIELO una semejanza del arco iris rodea el trono nimba la cabeza de Cristo.
El profeta dice:
"Cual parece el arco del cielo que está en las nubes el día que llueve,
así era el parecer del resplandor alrededor [del trono]. Esta fue la visión de
la semejanza de la gloria de Jehová." (Eze. 1:28.) Juan el revelador
declara: "Y he aquí, un trono que estaba puesto en el cielo, y sobre el
trono estaba uno sentado. . . Y un arco celeste había alrededor del trono,
semejante en el aspecto a la esmeralda." (Apoc. 4:2,3.) Cuando por su
impiedad el hombre provoca los juicios divinos, el Salvador intercede ante el
Padre en su favor y señala el arco en las nubes, el arco iris que está en torno
al trono y sobre su propia cabeza, como recuerdo de la. misericordia de Dios
hacia el pecador arrepentido.
A la seguridad dada a Noé
respecto al diluvio, Dios mismo ligó una de las más preciosas promesas de su
gracia: "Juré que nunca más las aguas de Noé pasarían sobre la tierra; así
he jurado que no me enojaré contra ti, ni te reñiré. Porque los montes se
moverán, y los collados temblarán; mas no se apartará de ti mi misericordia, ni
el pacto de mi paz vacilará, 98 dijo Jehová, el que tiene misericordia de
ti." (Isa. 54:9, 10.)
3. DTG 455. EL ARCO IRIS DE LA PROMESA que circuye el trono de lo alto
456 es un testimonio eterno de que "de tal manera amó Dios al
mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no
se pierda, más tenga vida eterna." (Juan 3:16).
ATESTIGUA AL UNIVERSO que nunca
abandonará Dios a su pueblo en la lucha contra el mal. Es una garantía para
nosotros de que contaremos con fuerza y protección mientras dure el trono.
5. CS 467. Con todo, el
santuario terrenal y sus servicios revelaban importantes verdades relativas al
santuario celestial y a la gran obra que se llevaba allí a cabo para la
redención del hombre.
Los lugares santos del santuario
celestial están representados por los dos departamentos del santuario terrenal.
Cuando 467 en una visión le fue dado
al apóstol Juan que viese el templo de Dios en el cielo, contempló allí
"siete lámparas de fuego ardiendo delante del trono." (Apocalipsis
4:5, V.M.)
8. CM 308; CS 703. ¡Oh maravillosa
redención, tan descrita y tan esperada, contemplada con anticipación febril,
pero jamás enteramente comprendida!
Los justos vivos son mudados
"en un momento, en un abrir de ojo." A la voz de Dios fueron
glorificados; ahora son hechos inmortales, y juntamente con los santos
resucitados son arrebatados para recibir a Cristo su Señor en los aires. Los
ángeles "juntarán sus escogidos de los cuatro vientos, de un cabo del
cielo hasta el otro." Santos ángeles llevan niñitos a los brazos de sus
madres. Amigos, a quienes la muerte tenía separados desde largo tiempo, se
reúnen para no separarse más, y con cantos de alegría suben juntos a la ciudad
de Dios.
En cada lado del carro nebuloso
hay alas, y debajo de ellas, ruedas vivientes; y mientras el carro asciende las
ruedas gritan: "¡Santo!" y las alas, al moverse, gritan:
"¡Santo!" y el cortejo de los ángeles exclama: "¡Santo, santo,
santo, es el Señor Dios, el Todopoderoso!" Y los redimidos exclaman:
"¡Aleluya!" mientras el carro se adelanta hacia la nueva Jerusalén.
10. HAd 493. LA FAMILIA
UNIDA DEL CIELO Y DE LA TIERRA.- Allí los redimidos conocerán como son
conocidos. Los sentimientos de amor y simpatía que el mismo Dios implantó en el
alma, se 493 desahogarán del modo más completo y más dulce. El trato puro con
seres santos, la vida social y armoniosa con los ángeles bienaventurados y con
los fieles de todas las edades que lavaron sus vestiduras y las emblanquecieron
en la sangre del Cordero, los lazos sagrados que unen a "toda la familia
en los cielos, y en la tierra" -todo eso constituye la dicha de los redimidos.*
Las naciones de los salvos no
conocerán otra ley que la del cielo. Todos constituirán una familia feliz y
unida, ataviada con las vestiduras de alabanza y agradecimiento. Al presenciar
la escena, las estrellas de la mañana cantarán juntas, y los hijos de los hombres
aclamarán de gozo, mientras Dios y Cristo se unirán para proclamar: No habrá
más pecado ni muerte.*
Desde aquella escena de gozo
celestial [la ascensión de Cristo], nos llega a la tierra el eco de las
palabras admirables de Cristo: "Subo a mi Padre y a vuestro Padre, a mi
Dios y a vuestro Dios." La familia del cielo y la familia de la tierra son
una. Nuestro Señor ascendió para nuestro bien y para nuestro bien vive. "Por lo cual puede también salvar
eternamente a los que por él se allegan a Dios, viviendo siempre para
interceder por ellos." *
AUNQUE SE DEMORE, LA PROMESA ES
SEGURA.- Largo tiempo hemos esperado el retorno del Salvador, pero ello no
quita seguridad a su promesa. Pronto estaremos en la patria prometida. Allí
Jesús nos conducirá junto al vivo caudal que fluye del trono de Dios y nos
explicará las obscuras providencias por las cuales nos hizo pasar en esta
tierra para perfeccionar nuestro carácter. Allí contemplaremos con límpida
visión las bellezas del Edén restaurado. Arrojando a los pies del Redentor las
coronas que puso sobre nuestras cabezas y tocando nuestras arpas de oro,
llenaremos todo el cielo con las alabanzas del que está sentado en su trono.*
Todo lo hermoso de nuestra patria
terrenal ha de recordarnos 494 el río de cristal y los campos verdes, los
árboles ondeantes y las fuentes de aguas vivas, la ciudad resplandeciente y los
cantores vestidos de blanco de nuestra patria celestial, el mundo de una
belleza que ningún pintor puede reproducir y que ninguna lengua humana puede describir. "Cosas que ojo no vio, ni oreja oyó, ni
han subido en corazón de hombre, son las que ha Dios preparado para aquellos
que le aman." * 495
PE 190. El cielo entero
aguardaba la hora triunfal en que Jesús ascendería a su Padre. Vinieron ángeles
a recibir al Rey de gloria y escoltarlo triunfalmente hasta el cielo. Después
de bendecir Jesús a sus discípulos, separóse de ellos y ascendió a los cielos
seguido de numerosos cautivos libertados cuando él resucitó. Acompañábale una
numerosísima hueste celestial, mientras una innumerable cohorte de ángeles
esperaba su llegada en el cielo. Según iban ascendiendo hacia la santa ciudad,
los ángeles que escoltaban a Jesús exclamaban "Alzad, oh puertas, vuestras
cabezas y alzaos vosotras, puertas eternas, y entrará el Rey de gloría."
Los ángeles de la ciudad exclamaban arrobados: "¿Quién es este Rey de
gloria?" Los ángeles de la escolta respondían con voz de triunfo
"Jehová el fuerte y valiente, Jehová el poderoso en batalla. Alzad, oh
puertas, vuestras cabezas, y alzaos vosotras, puertas eternas, y entrará el Rey
de gloria." Nuevamente los ángeles del cielo preguntaban: "¿Quién es
este Rey de gloria?" Y los de la escolta respondían en melodiosos acentos:
"Jehová de los ejércitos, él es el Rey de la gloria." Y la celeste
comitiva entró en la ciudad de Dios. Entonces toda la hueste celestial rodeó a
su majestuoso Caudillo, e inclinóse ante él con profundísima adoración,
arrojando las brillantes coronas a sus pies. Después pulsaron las áureas arpas,
y con dulces y melodiosos acordes hinchieron todo el cielo de embelesadora
música y cánticos en loor del Cordero que había sido inmolado, y sin embargo
vive en majestad y gloria.
288. Vi después un
gran número de ángeles que traían de la ciudad brillantes coronas, una para
cada santo, cuyo nombre estaba inscrito en ella. A medida que Jesús pedía las
coronas, los ángeles se las presentaban y con su propia diestra el amable Jesús
las ponía en la cabeza de los santos. Asimismo los ángeles trajeron arpas y
Jesús las presentó a los santos. Los caudillos de los ángeles preludiaban la
nota del cántico que era luego entonado por todas las voces en agradecida y
dichosa alabanza. Todas las manos pulsaban hábilmente las cuerdas del arpa y
dejaban oír melodiosa música en fuertes y perfectos acordes. Después vi que
Jesús conducía a los redimidos a la puerta de la ciudad; y al llegar a ella la
hizo girar sobre sus goznes relumbrantes y mandó que entraran todas las gentes
que hubiesen guardado la verdad. Dentro de la ciudad había todo lo que pudiese
agradar a la vista. Por doquiera los redimidos contemplaban abundante gloria.
Jesús miró entonces a sus redimidos santos, cuyo semblante irradiaba gloria, y
fijando en ellos sus ojos bondadosos les dijo con voz rica y musical:
"Contemplo el trabajo de mi alma, y estoy satisfecho. Vuestra es esta
excelsa gloria para que la disfrutéis eternamente. Terminaron vuestros pesares.
No habrá más muerte ni llanto ni pesar ni dolor."
Vi que la hueste de los
redimidos se postraba y echaba sus brillantes coronas a los pies de Jesús, y
cuando su bondadosa mano los alzó del suelo, pulsaron sus áureas arpas y
llenaron el cielo con su deleitosa música y cánticos al Cordero.
295. LA SEGUNDA MUERTE. Satanás se
precipitó en medio de sus secuaces e intentó incitar a la multitud a la acción.
Pero llovió sobre ellos fuego de Dios desde el cielo, y consumió conjuntamente
al magnate, al noble, al poderoso, al pobre y al miserable. Vi que unos quedaban
pronto aniquilados mientras que otros sufrían por más tiempo. A cada cual se le
castigaba según las obras que había hecho con su cuerpo. Algunos tardaban
muchos días en consumirse, y aunque una parte de su cuerpo estaba ya consumida,
el resto conservaba plena sensibilidad para el sufrimiento. Dijo el ángel:
"El gusano de la vida no morirá ni su fuego se apagará mientras haya una
partícula que consumir."
Satanás y sus ángeles sufrieron
largo tiempo. Sobre Satanás pesaba no sólo el castigo de sus propios pecados
sino 295 también el de todos los de la hueste redimida, que habían sido puestos
sobre él. Además, debía sufrir por la ruina de las almas a quienes
engañara. Después vi que Satanás y toda
la hueste de los impíos estaban consumidos y satisfecha la justicia de Dios. La
cohorte angélica y los santos redimidos exclamaron en alta voz:
"¡Amén!"
Dijo el ángel: "Satanás es
la raíz, y sus hijos son las ramas. Ya están consumidos raíz y ramas. Han
muerto de una muerte eterna. Nunca resucitarán y Dios tendrá un universo
limpio." Entonces miré y vi que el mismo fuego que había consumido a los
malos quemaba los escombros y purificaba la tierra. Volví a mirar, y vi la
tierra purificada. No quedaba la más leve señal de maldición. La quebrada y
desigual superficie de la tierra era ya una dilatada planicie. Todo el universo
de Dios estaba limpio y había terminado para siempre la gran controversia. Por
doquiera posáramos la vista, todo era santo y hermoso. Toda la hueste de
redimidos, viejos y jóvenes, grandes y pequeños, arrojaron sus brillantes
coronas a los pies del Redentor y, postrándose reverentemente ante él, adoraron
al que vive por siempre. La hermosa tierra nueva, con toda su gloria, iba a ser
la heredad eterna de los santos. El reino, el señorío y la grandeza del reino
bajo todo el cielo fue dado entonces a los santos del Altísimo, que iban a
poseerlo por siempre jamás. 296
11. CS 490. EL DEBER DE ADORAR A DIOS estriba en la circunstancia de que él es el Creador, y que a él es a quien todos los demás seres deben su existencia.
Y cada vez que la Biblia presenta el derecho de Jehová a nuestra reverencia y adoración con preferencia a los dioses de los paganos, menciona las pruebas de su poder creador.
"Todos los dioses de los pueblos son ídolos; mas Jehová hizo los cielos." (Salmo 96:5.)
"¿A quién pues me 490 compararéis, para que yo sea como él? dice el Santo. ¡Levantad hacia arriba vuestros ojos, y ved! ¿Quién creó aquellos cuerpos celestes?" "Así dice Jehová, Creador de los cielos (él solo es Dios), el que formó la tierra y la hizo; . . . ¡Yo soy Jehová, y no hay otro Dios!" (Isaías 40:25, 26; 45:18, V.M.)
Dice el salmista: "Reconoced que Jehová él es Dios: él nos hizo, y no nosotros a nosotros mismos." "¡Venid, postrémonos, y encorvémonos; arrodillémonos ante Jehová nuestro Hacedor!" (Salmos 100:3; 95:6, V.M.)
Y
los santos que adoran a Dios en el cielo dan como razón del homenaje que le
deben: "¡Digno eres tú, Señor nuestro y Dios nuestro, de recibir la gloria
y la honra y el poder; porque tú creaste todas las cosas!" (Apocalipsis
4:11, V.M.)
EN EL CAPÍTULO 14 DEL APOCALIPSIS se exhorta a los hombres a que adoren al Creador, y la profecía expone a la vista una clase de personas que, como resultado del triple mensaje, guardan los mandamientos de Dios. Uno de estos mandamientos señala directamente a Dios como Creador.
El cuarto precepto declara: "El
séptimo día será Sábado a Jehová tu Dios: . . . porque en seis días hizo Jehová
los cielos y la tierra, la mar y todas las cosas que en ellos hay; y en el día
séptimo reposó; por tanto Jehová bendijo el día del sábado, y lo santificó."
(Éxodo 20:10, 11, Versión Valera de la S.B.A.) Respecto al sábado, el Señor
dice además, que será una "señal . . . para que sepáis que yo soy Jehová
vuestro Dios." (Ezequiel 20:20, Id.) Y la razón aducida es: "Porque
en seis días hizo Jehová los cielos y la tierra, y en el séptimo día cesó, y
reposó." (Éxodo 31: 17.)
"LA IMPORTANCIA DEL SÁBADO, como institución conmemorativa de la creación, consiste en que recuerda siempre la verdadera razón por la cual se debe adorar a Dios," - porque él es el Creador, y nosotros somos sus criaturas. "Por consiguiente, el sábado forma parte del fundamento mismo del culto divino, pues enseña esta gran verdad del modo más contundente, como no lo hace ninguna otra institución. El verdadero motivo del culto divino, no tan sólo del que se tributa en el 491 séptimo día, sino de toda adoración, reside en la distinción existente entre el Creador y sus criaturas. Este hecho capital no perderá nunca su importancia ni debe caer nunca en el olvido." - J. N. Andrews, History of the Sabbath, cap. 27. Por eso, es decir, para que esta verdad no se borrara nunca de la mente de los hombres, instituyó Dios el sábado en el Edén y mientras el ser él nuestro Creador siga siendo motivo para que le adoremos, el sábado seguirá siendo señal conmemorativa de ello.
“LOS 24 ANCIANOS DEL LIBRO DE APOCALIPSIS” SERMONES PROFÉTICOS CON ESTEBAN BOHR/VIDEOS: TEMARIO: Introducción A Los 24 Ancianos, El retorno del Héroe de Guerra, ¿Quiénes Son Los 24 Ancianos?, Los Dos Representantes Terrestres, ¿Los Redimidos De La Tierra?, Las Funciones De Los Ancianos.
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Ministerio Hno. Pio
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