domingo, diciembre 26, 2021

REFLEXIÓN 963. EL TRONO DE DIOS Y EL LIBRO DE LOS SIETE SELLOS: El Trono Celestial (APOCALIPSIS 4).

Apocalipsis 4 

EL TRONO DE DIOS 

Y EL LIBRO DE LOS SIETE SELLOS, 4:1.11.

1-3. Juan ve el trono de Dios en el cielo.

4-5. Los veinticuatro ancianos.

6-9. Los cuatro animales llenos de ojos por delante y por detrás.

10-11. Los ancianos colocan sus coronas frente al trono

y adoran al que está sentado sobre él.

1 DESPUES de esto miré, y he aquí una puerta abierta en el cielo; y la primera voz que oí, como de trompeta, hablando conmigo, dijo: Sube acá, y yo te mostraré las cosas que sucederán después de estas. 2 Y al instante yo estaba en el Espíritu; y he aquí, un trono establecido en el cielo, y en el trono, uno sentado. 3 Y el aspecto del que estaba sentado era semejante a piedra de jaspe y de cornalina; y había alrededor del trono un arco iris, semejante en aspecto a la esmeralda.

4 Y alrededor del trono había veinticuatro tronos; y vi sentados en los tronos a veinticuatro ancianos, vestidos de ropas blancas, con coronas de oro en sus cabezas. 5 Y del trono salían relámpagos y truenos y voces; y delante del trono ardían siete lámparas de fuego, las cuales son los siete espíritus de Dios.

6 Y delante del trono había como un mar de vidrio semejante al cristal; y junto al trono, y alrededor del trono, cuatro seres vivientes llenos de ojos delante y detrás. 7 El primer ser viviente era semejante a un león; el segundo era semejante a un becerro; el tercero tenía rostro como de hombre; y el cuarto era semejante a un águila volando. 8 Y los cuatro seres vivientes tenían cada uno seis alas, y alrededor y por dentro estaban llenos de ojos; y no cesaban día y noche de decir: Santo, santo, santo es el Señor Dios Todopoderoso, el que era, el que es, y el que ha de venir. 9 Y siempre que aquellos seres vivientes dan gloria y honra y acción de gracias al que está sentado en el trono, al que vive por los siglos de los siglos.

10 los veinticuatro ancianos se postran delante del que está sentado en el trono, y adoran al que vive por los siglos de los siglos, y echan sus coronas delante del trono, diciendo: 11 Señor, digno eres de recibir la gloria y la honra y el poder; porque tú creaste todas las cosas, y por tu voluntad existen y fueron creadas. (Apocalipsis 4).

1. Después de esto. Es decir, después de que Juan hubo contemplado la visión de las siete iglesias (cap.1:10 a 3:22). "Después de esto" no especifica el tiempo transcurrido entre las dos visiones.

Miré. O "vi", expresión que Juan usa repetidas veces para introducir nuevas escenas o importantes símbolos nuevos (ver com. cap. 1:2).

Una puerta. Indudablemente se trata de la puerta que conduce a la sala del trono del universo (vers. 2; compárese con el comentario del vers. 5).

En el cielo. No "que conducía al cielo", como si Juan estuviese afuera y mirando hacia adentro. Como al mirar hacia adentro contempló el trono de Dios, ésta debe haber sido una puerta que conducía a la sala del trono del universo. Esta sala del trono ha sido identificada como el lugar santísimo del santuario celestial.

Después de considerar el estado de la iglesia en la tierra (cap. 1-3), la atención de Juan se dirige ahora a una visión simbólica del trono de Dios en el cielo. Que la descripción del trono de Dios y la escena que lo rodea en los cap. 4 y 5 deben entenderse simbólica y no literalmente, es claro, por ejemplo en cap. 5:6, donde se describe a Cristo como "un Cordero como inmolado, que tenía siete cuernos, y siete ojos", y, sin embargo, estaba vivo y podía ir y tomar el libro de la mano de Dios.

Puesto que éste es un lenguaje evidentemente simbólico, es lógico que toda la escena profético debe interpretarse de la misma manera. En el símbolo el profeta puede volar sobre los objetos terrenales y materiales hasta alcanzar los niveles más elevados de la mente y el corazón, recibiendo impresiones celestes que sobrepujan la expresión del lenguaje literal (ver com. Eze. 1:10)

La primera voz. El significado del texto original se expresa más claramente así: "He aquí... la primera voz que oí como de trompeta, hablando conmigo, dijo..." Esta es, sin duda, la voz del cap. 1:10, la que dio comienzo a la primera visión y ahora inicia la segunda.

Sube acá. Una invitación para que Juan entrara en visión, apartando sus sentidos de las cosas terrenales que lo rodeaban para enfocarlos en las realidades celestiales.

Después de éstas. No necesariamente después del cumplimiento de la visión anterior, sino desde el punto de vista del tiempo de Juan; por consiguiente, esta declaración es paralela a la del cap. 1:1 (ver el comentario respectivo).

2. En el Espíritu. Gr. en pnéumati (ver com. cap. 1:10). Juan entra en visión por segunda vez. No se sabe cuánto tiempo transcurrió entre la primera visión y ésta.

Establecido. El trono ya estaba en su lugar.

Uno sentado. La reverente discreción de Juan para describir al Gobernante del universo con palabras que parecieran en modo alguno antropomórficas, es clara, porque lo describe simplemente con el participio kath'menos, "sentado", sin decir qué o quién estaba sentado.  Sólo afirma que sobre el trono había una presencia. Esta referencia al Padre se halla en notable contraste con la detallada descripción del Hijo (cap. 1:13-16); pero el Hijo es humano a la vez que divino, y por lo tanto puede ser descrito apropiadamente en términos humanos (vers. 3; cf. cap. 6:16; 7:10).

3. Que estaba sentado. De nuevo sólo se usa el participio (ver com. vers. 2).

Jaspe. Gr. iáspis, que no es precisamente el jaspe moderno, sino una piedra descrita por el antiguo naturalista Plinio, como translúcida (Historia Natural xxxvii).  Juan se refiere repetidas veces a piedras preciosas para describir colores brillantes, porque la luz del sol que brillaba sobre tales piedras producía algunos de los colores más brillantes conocidos por el hombre en sus días.  El iáspis quizá describa aquí una luz brillante, refulgente, más notable por su brillo que por su color.

Cornalina. La cornalina o alguna otra piedra de color rojizo. Aquí describe una luz rojiza, brillante.

Arco iris. Compárese con la visión del trono de Dios que tuvo Ezequiel (cap. 1:26-28).

Semejante en aspecto a la esmeralda. Es decir, de color verde. El brillo de la luz que refulge de la presencia sobre el trono se templa con la suave luz verde del arco iris que rodea el trono. Este arco iris representa la combinación de la justicia y la misericordia que caracterizan a Dios (Ed 110-111; cf. PVGM 114).

4. Trono. Gr. thrónos, "tronos".  Los 24 ancianos están sentados sobre los 24 tronos que rodean el trono de Dios.

Veinticuatro ancianos. Esta escena hace recordar a Isa. 24:23 (LXX): "Reinará el Señor.. y delante de los ancianos será glorificado".

El hecho de que estos ancianos estén vestidos con vestiduras blancas, que pueden simbolizar justicia (ver com. Apoc. 3:4), y que tienen sobre sus cabezas "coronas" (stéfanos, emblema de victoria; ver com. cap. 2:10), ha inducido a algunos a sugerir que representan a hombres redimidos.

En una interpretación se explica que la descripción del trono celestial de los cap. 4 y 5 debe ubicarse en un tiempo antes de que comiencen a suceder los acontecimientos simbolizados por los siete sellos. Si así es, entonces los 24 ancianos, si son seres humanos, necesariamente debían ser hombres que ya estaban en el cielo en los días de Juan.

Los adventistas a menudo los han identificado con los santos que se levantaron de sus tumbas cuando Cristo resucitó (Mat. 27:52-53; cf. Efe. 4:8), pues ése es un grupo que se sabe que fue resucitado.  

La resurrección principal aún se halla en el futuro (1 Tes. 4:16).

Por lo tanto, es un hecho que la presencia de seres humanos en el cielo no puede tomarse como una evidencia de que la resurrección de todos los redimidos debe preceder a los acontecimientos que se describen en los sellos.

Otra interpretación compara a los 24 ancianos con las 24 órdenes del sacerdocio levítico. Así como los sacerdotes ministraban delante de Dios en el santuario terrenal, así también Juan ve a 24 ancianos que ministran en el santuario celestial.

Otros sugieren que los 24 ancianos simbolizan a Israel en su sentido más amplio (ver com. Apoc. 7:4): dos ancianos por cada tribu: uno que simboliza al Israel literal; el pueblo de Dios antes de la cruz; y el otro, al Israel espiritual, la iglesia cristiana, el pueblo de Dios después de la cruz.

De esta manera pueden compararse con los 12 patriarcas y los 12 apóstoles.

Este parecer destaca el carácter simbólico de estas representaciones, en vez de considerarlas como santos literales que están ahora en el cielo (ver com. vers. 1).

Algunos intérpretes ven en los 24 ancianos a ángeles y no a seres humanos. Ponen el énfasis en que se describe a los ancianos como ministrando las oraciones de los santos (cap. 5:8), una obra -dicen ellos- que difícilmente sería encomendada a seres humanos.

Ropas blancas. Ver com. cap. 3:18.

Coronas. Ver lo anterior en cuanto a los 'veinticuatro ancianos".

Oro. Quizá sea sólo una señal de algo muy precioso.

5. Relámpagos y truenos y voces. Una expresión favorita de Juan (cap. 8:51, 11:19; 16:18), que posiblemente describe poder y majestad (ver Job 37:4-5; Sal. 29:3-4; Eze. 1:13).

Siete lámparas de fuego. O "siete lámparas ardientes". Ver com. cap. 5:6.

Aunque tienen cierto parecido con los siete "candeleros" de oro del cap. 1:12, son llamadas "lámparas" (lampás) y no "candeleros" o "portalámparas" (lujníon; ver com. cap. 1:12).

Además, se dice claramente que representan a los siete Espíritus de Dios, mientras que los candeleros del cap. 1 representan a las siete iglesias (vers. 20).

Basados en este simbolismo algunos han identificado la "puerta" (cap. 4:1) como una abertura hacia el primer compartimento del santuario celestial.

Siete espíritus. Ver com. cap. 1:4.

6. Mar de vidrio. Esta descripción es muy parecida a la que da Ezequiel del trono de Dios, el cual estaba sobre una "expansión" (Eze. 1:26). El vidrio tenía en la antigüedad mucho más valor del que tiene hoy Aquí representa la apariencia clara y cristalina de la superficie sobre la cual estaba el trono.

Cristal. Gr. krústallos, una palabra que significa "cristal", un mineral incoloro, transparente, o "hielo". Lo que Juan ve es una expansión amplia y brillante que refleja gloriosamente el resplandor rojo y verde que rodea el trono. Compárese con la visión de Ezequiel (cap. 1:22).

Junto al trono, y alrededor del trono. Como los querubines de Ezequiel (Eze. 1:22,26), esos seres vivientes quizá se veían por debajo del trono y alrededor de él.

El simbolismo está en armonía con el antiguo pensamiento semítico.

Un sarcófago de Biblos, de fines del segundo milenio a. C., describe a un rey fenicio sentado sobre un trono sostenido por un querubín con forma de animal.

 (Ver W. F. Albright, "What Where the Cherubim?' The Biblical Archaelogist 1:1 [Febrero, 1938], pp. 1-3). Cf. Sal. 80: 1; 99:1; Isa. 37:16.

Seres vivientes. Gr. zÇon, "seres vivientes'. ZÇon no indica a qué orden de seres pertenecen estos cuatro "seres vivientes"; sin embargo, se parecen mucho a los de la visión de Ezequiel (ver com. Eze. 1:5-26), quien los llama "querubines" (cap. 10:20-22).

Llenos de ojos. Cf. Eze. 1:18; 10:12. Puede entenderse como símbolo de la inteligencia e incesante vigilancia de los seres celestiales.

Puesto que el símbolo de los ojos proviene claramente de Ezequiel, es posible entenderlo aquí según el pensamiento hebreo.

En el AT se usa nueve veces la palabra hebrea 'áyin, "ojo", con el sentido de "color" o "brillo" (Prov. 23:31; Eze. 1:4,7,16,22,27; 8:2; 10:9; Dan. 10:6); lo que sugiere que al describir los cuatro animales como "llenos de ojos", Juan podía estar expresando que su apariencia era de brillante resplandor.

7. León. Aquí aparece cada uno de los cuatro seres con una de las cuatro caras características de cada uno de los querubines de la visión de Ezequiel.

 (Eze. 1:10; 10:14).

El significado de estos símbolos se trata en com. Eze. 1:10.

8. Seis alas. 'Los querubines' de la visión de Ezequiel tenían cuatro alas cada uno (Eze. 1:6; 10:21), mientras que los 'serafines" de Isaías tenían seis (Isa. 6:2).

Las alas pueden indicar la Velocidad Con que las criaturas celestiales ejecutan los mandatos de Dios (cf. Heb. 1:14).

Llenos de ojos. Ver com. vers. 6.

No cesaban. Los hombres comúnmente trabajan de día y descansan de noche, pero,'no se adormecerá ni dormirá el que guarda a Israel" (Sal. 121:4). El poder divino que sostiene el universo nunca descansa.

Día y noche. La noche trae un intervalo para la mayoría de las actividades humanas, pero no tiene efecto sobre la incesante corriente de alabanza a Dios que emana de los seres celestiales.

Santo, santo, santo. Este es también el clamor de los serafines de la visión de Isaías (ver com. Isa. 6:3). No hay una razón válida para tomar esta triple expresión de alabanza como que indica la Trinidad, pues se dirige a quien está sobre el trono: al Padre. La segunda y la tercera persona de la Trinidad son representadas aquí por otros símbolos (Apoc. 4:5; 5:6).

Señor Dios Todopoderoso. Ver com. cap. 1:8.

El que era, el que es, y el que ha de venir. Ver com. cap. 1:4.

9. Aquellos seres vivientes. Ver com. vers. 6. Esta alabanza es de carácter antifonal; se inicia con los seres celestiales más próximos a Dios.

Acción de gracias. Los seres celestiales y los seres humanos deben dar gracias a Dios sin cesar porque les ha dado la vida. Existen porque él así lo quiere. Después de todo, Dios no le debe nada a sus criaturas; ellas le deben todo a él.

Al que está sentado. Ver com. vers. 2.

Que vive por los siglos de los siglos. Compárese con la expresión del AT "el Dios viviente" (Jos. 3:10; Sal. 42:2; 84:2). Dios es la fuente de toda vida, y el hecho de que viva 'por los siglos de los siglos" es la base de que sustente incesantemente la naturaleza (ver com. Juan 1:4; Apoc. 4:8).

10. Veinticuatro ancianos. Ver com. vers. 4.

Al Que está sentado. Ver com. vers. 2.

Vive por los siglos de los siglos. Ver com. vers. 9.

Echan sus coronas. Ver com. vers. 4.

11. Señor. La evidencia textual establece (cf. p. 10)

 el texto "Señor y Dios nuestro" (BJ, BA, BC).

Los que sostienen el punto de vista de que los 24 ancianos son seres humanos, destacan que el título kúrios "Señor", que usan los ancianos y no los cuatro seres vivientes, puede tener importancia, porque kúrios es el equivalente griego del Heb. Yahvéh, el nombre divino con el cual Dios se reveló a su pueblo (Exo. 6:2-3). 

Este título, afirman, es particularmente adecuado para las alabanzas de los hombres. Ver t. I, pp. 180-181.

Digno. Dios es "digno" de recibir alabanzas de sus criaturas porque les ha dado la vida y todo lo que poseen: las ha hecho lo que son.

Por tu voluntad. A Dios le agradó traer a la existencia al universo y dar vida a sus criaturas. Vio que era bueno hacerlo. No había nada deseable, según él, en estar solo en un universo vacío. Le pareció muy bueno que el universo estuviera poblado por seres inteligentes, capaces de apreciar y reflejar su amor infinito y carácter perfecto. Este fue su propósito al crearlos.

Existen y fueron creadas. La evidencia textual establece (cf. p. 10) el texto "eran y fueron creadas". Con "eran" Juan se refiere sin duda a la existencia del universo después de que Dios lo creó. Dios creó todas las cosas y ahora las sustenta.

(Ver com. Col. 1:17). 7CBA

COMENTARIOS DE EGW

2-3. PP 97. ¡Cuán grandes fueron la condescendencia y compasión que Dios manifestó hacia sus criaturas descarriadas al colocar el bello arco iris en las nubes como señal de su pacto con el hombre! El Señor declaró que al ver el arco iris recordaría su pacto. Esto no significa que pudiera olvidarlo, sino que nos habla en nuestro propio lenguaje, para que podamos comprenderle mejor. Quería el Señor que cuando los niños de las generaciones futuras preguntasen por el significado del glorioso arco que se extiende por el cielo, sus padres les repitiesen la historia del diluvio, y les explicasen que el Altísimo había combado el arco, y lo había colocado en las nubes para asegurarles que las aguas no volverían jamás a inundar la tierra. Así sería el arco iris, de generación en generación, un testimonio del amor divino hacia el hombre, y fortalecería su confianza en Dios.

EN EL CIELO una semejanza del arco iris rodea el trono nimba la cabeza de Cristo. 

El profeta dice: "Cual parece el arco del cielo que está en las nubes el día que llueve, así era el parecer del resplandor alrededor [del trono]. Esta fue la visión de la semejanza de la gloria de Jehová." (Eze. 1:28.) Juan el revelador declara: "Y he aquí, un trono que estaba puesto en el cielo, y sobre el trono estaba uno sentado. . . Y un arco celeste había alrededor del trono, semejante en el aspecto a la esmeralda." (Apoc. 4:2,3.) Cuando por su impiedad el hombre provoca los juicios divinos, el Salvador intercede ante el Padre en su favor y señala el arco en las nubes, el arco iris que está en torno al trono y sobre su propia cabeza, como recuerdo de la. misericordia de Dios hacia el pecador arrepentido.

A la seguridad dada a Noé respecto al diluvio, Dios mismo ligó una de las más preciosas promesas de su gracia: "Juré que nunca más las aguas de Noé pasarían sobre la tierra; así he jurado que no me enojaré contra ti, ni te reñiré. Porque los montes se moverán, y los collados temblarán; mas no se apartará de ti mi misericordia, ni el pacto de mi paz vacilará, 98 dijo Jehová, el que tiene misericordia de ti." (Isa. 54:9, 10.)

3. DTG 455. EL ARCO IRIS DE LA PROMESA que circuye el trono de lo alto 456 es un testimonio eterno de que "de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, más tenga vida eterna." (Juan 3:16).

ATESTIGUA AL UNIVERSO que nunca abandonará Dios a su pueblo en la lucha contra el mal. Es una garantía para nosotros de que contaremos con fuerza y protección mientras dure el trono.

5. CS 467. Con todo, el santuario terrenal y sus servicios revelaban importantes verdades relativas al santuario celestial y a la gran obra que se llevaba allí a cabo para la redención del hombre.

Los lugares santos del santuario celestial están representados por los dos departamentos del santuario terrenal. Cuando 467 en una visión le fue dado al apóstol Juan que viese el templo de Dios en el cielo, contempló allí "siete lámparas de fuego ardiendo delante del trono." (Apocalipsis 4:5, V.M.)

8. CM 308; CS 703. ¡Oh maravillosa redención, tan descrita y tan esperada, contemplada con anticipación febril, pero jamás enteramente comprendida!

Los justos vivos son mudados "en un momento, en un abrir de ojo." A la voz de Dios fueron glorificados; ahora son hechos inmortales, y juntamente con los santos resucitados son arrebatados para recibir a Cristo su Señor en los aires. Los ángeles "juntarán sus escogidos de los cuatro vientos, de un cabo del cielo hasta el otro." Santos ángeles llevan niñitos a los brazos de sus madres. Amigos, a quienes la muerte tenía separados desde largo tiempo, se reúnen para no separarse más, y con cantos de alegría suben juntos a la ciudad de Dios.

En cada lado del carro nebuloso hay alas, y debajo de ellas, ruedas vivientes; y mientras el carro asciende las ruedas gritan: "¡Santo!" y las alas, al moverse, gritan: "¡Santo!" y el cortejo de los ángeles exclama: "¡Santo, santo, santo, es el Señor Dios, el Todopoderoso!" Y los redimidos exclaman: "¡Aleluya!" mientras el carro se adelanta hacia la nueva Jerusalén.

10. HAd 493. LA FAMILIA UNIDA DEL CIELO Y DE LA TIERRA.- Allí los redimidos conocerán como son conocidos. Los sentimientos de amor y simpatía que el mismo Dios implantó en el alma, se 493 desahogarán del modo más completo y más dulce. El trato puro con seres santos, la vida social y armoniosa con los ángeles bienaventurados y con los fieles de todas las edades que lavaron sus vestiduras y las emblanquecieron en la sangre del Cordero, los lazos sagrados que unen a "toda la familia en los cielos, y en la tierra" -todo eso constituye la dicha de los redimidos.*

Las naciones de los salvos no conocerán otra ley que la del cielo. Todos constituirán una familia feliz y unida, ataviada con las vestiduras de alabanza y agradecimiento. Al presenciar la escena, las estrellas de la mañana cantarán juntas, y los hijos de los hombres aclamarán de gozo, mientras Dios y Cristo se unirán para proclamar: No habrá más pecado ni  muerte.*

Desde aquella escena de gozo celestial [la ascensión de Cristo], nos llega a la tierra el eco de las palabras admirables de Cristo: "Subo a mi Padre y a vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro Dios." La familia del cielo y la familia de la tierra son una. Nuestro Señor ascendió para nuestro bien y para nuestro bien vive. "Por lo cual puede también salvar eternamente a los que por él se allegan a Dios, viviendo siempre para interceder por ellos." *

AUNQUE SE DEMORE, LA PROMESA ES SEGURA.- Largo tiempo hemos esperado el retorno del Salvador, pero ello no quita seguridad a su promesa. Pronto estaremos en la patria prometida. Allí Jesús nos conducirá junto al vivo caudal que fluye del trono de Dios y nos explicará las obscuras providencias por las cuales nos hizo pasar en esta tierra para perfeccionar nuestro carácter. Allí contemplaremos con límpida visión las bellezas del Edén restaurado. Arrojando a los pies del Redentor las coronas que puso sobre nuestras cabezas y tocando nuestras arpas de oro, llenaremos todo el cielo con las alabanzas del que está sentado en su trono.*

Todo lo hermoso de nuestra patria terrenal ha de recordarnos 494 el río de cristal y los campos verdes, los árboles ondeantes y las fuentes de aguas vivas, la ciudad resplandeciente y los cantores vestidos de blanco de nuestra patria celestial, el mundo de una belleza que ningún pintor puede reproducir y que ninguna lengua humana puede describir.  "Cosas que ojo no vio, ni oreja oyó, ni han subido en corazón de hombre, son las que ha Dios preparado para aquellos que le aman." * 495

PE 190. El cielo entero aguardaba la hora triunfal en que Jesús ascendería a su Padre. Vinieron ángeles a recibir al Rey de gloria y escoltarlo triunfalmente hasta el cielo. Después de bendecir Jesús a sus discípulos, separóse de ellos y ascendió a los cielos seguido de numerosos cautivos libertados cuando él resucitó. Acompañábale una numerosísima hueste celestial, mientras una innumerable cohorte de ángeles esperaba su llegada en el cielo. Según iban ascendiendo hacia la santa ciudad, los ángeles que escoltaban a Jesús exclamaban "Alzad, oh puertas, vuestras cabezas y alzaos vosotras, puertas eternas, y entrará el Rey de gloría." Los ángeles de la ciudad exclamaban arrobados: "¿Quién es este Rey de gloria?" Los ángeles de la escolta respondían con voz de triunfo "Jehová el fuerte y valiente, Jehová el poderoso en batalla. Alzad, oh puertas, vuestras cabezas, y alzaos vosotras, puertas eternas, y entrará el Rey de gloria." Nuevamente los ángeles del cielo preguntaban: "¿Quién es este Rey de gloria?" Y los de la escolta respondían en melodiosos acentos: "Jehová de los ejércitos, él es el Rey de la gloria." Y la celeste comitiva entró en la ciudad de Dios. Entonces toda la hueste celestial rodeó a su majestuoso Caudillo, e inclinóse ante él con profundísima adoración, arrojando las brillantes coronas a sus pies. Después pulsaron las áureas arpas, y con dulces y melodiosos acordes hinchieron todo el cielo de embelesadora música y cánticos en loor del Cordero que había sido inmolado, y sin embargo vive en majestad y gloria.

288. Vi después un gran número de ángeles que traían de la ciudad brillantes coronas, una para cada santo, cuyo nombre estaba inscrito en ella. A medida que Jesús pedía las coronas, los ángeles se las presentaban y con su propia diestra el amable Jesús las ponía en la cabeza de los santos. Asimismo los ángeles trajeron arpas y Jesús las presentó a los santos. Los caudillos de los ángeles preludiaban la nota del cántico que era luego entonado por todas las voces en agradecida y dichosa alabanza. Todas las manos pulsaban hábilmente las cuerdas del arpa y dejaban oír melodiosa música en fuertes y perfectos acordes. Después vi que Jesús conducía a los redimidos a la puerta de la ciudad; y al llegar a ella la hizo girar sobre sus goznes relumbrantes y mandó que entraran todas las gentes que hubiesen guardado la verdad. Dentro de la ciudad había todo lo que pudiese agradar a la vista. Por doquiera los redimidos contemplaban abundante gloria. Jesús miró entonces a sus redimidos santos, cuyo semblante irradiaba gloria, y fijando en ellos sus ojos bondadosos les dijo con voz rica y musical: "Contemplo el trabajo de mi alma, y estoy satisfecho. Vuestra es esta excelsa gloria para que la disfrutéis eternamente. Terminaron vuestros pesares. No habrá más muerte ni llanto ni pesar ni dolor."

Vi que la hueste de los redimidos se postraba y echaba sus brillantes coronas a los pies de Jesús, y cuando su bondadosa mano los alzó del suelo, pulsaron sus áureas arpas y llenaron el cielo con su deleitosa música y cánticos al Cordero.

295. LA SEGUNDA MUERTE. Satanás se precipitó en medio de sus secuaces e intentó incitar a la multitud a la acción. Pero llovió sobre ellos fuego de Dios desde el cielo, y consumió conjuntamente al magnate, al noble, al poderoso, al pobre y al miserable. Vi que unos quedaban pronto aniquilados mientras que otros sufrían por más tiempo. A cada cual se le castigaba según las obras que había hecho con su cuerpo. Algunos tardaban muchos días en consumirse, y aunque una parte de su cuerpo estaba ya consumida, el resto conservaba plena sensibilidad para el sufrimiento. Dijo el ángel: "El gusano de la vida no morirá ni su fuego se apagará mientras haya una partícula que consumir."

Satanás y sus ángeles sufrieron largo tiempo. Sobre Satanás pesaba no sólo el castigo de sus propios pecados sino 295 también el de todos los de la hueste redimida, que habían sido puestos sobre él. Además, debía sufrir por la ruina de las almas a quienes engañara.  Después vi que Satanás y toda la hueste de los impíos estaban consumidos y satisfecha la justicia de Dios. La cohorte angélica y los santos redimidos exclamaron en alta voz: "¡Amén!"

Dijo el ángel: "Satanás es la raíz, y sus hijos son las ramas. Ya están consumidos raíz y ramas. Han muerto de una muerte eterna. Nunca resucitarán y Dios tendrá un universo limpio." Entonces miré y vi que el mismo fuego que había consumido a los malos quemaba los escombros y purificaba la tierra. Volví a mirar, y vi la tierra purificada. No quedaba la más leve señal de maldición. La quebrada y desigual superficie de la tierra era ya una dilatada planicie. Todo el universo de Dios estaba limpio y había terminado para siempre la gran controversia. Por doquiera posáramos la vista, todo era santo y hermoso. Toda la hueste de redimidos, viejos y jóvenes, grandes y pequeños, arrojaron sus brillantes coronas a los pies del Redentor y, postrándose reverentemente ante él, adoraron al que vive por siempre. La hermosa tierra nueva, con toda su gloria, iba a ser la heredad eterna de los santos. El reino, el señorío y la grandeza del reino bajo todo el cielo fue dado entonces a los santos del Altísimo, que iban a poseerlo por siempre jamás. 296

11. CS 490. EL DEBER DE ADORAR A DIOS estriba en la circunstancia de que él es el Creador, y que a él es a quien todos los demás seres deben su existencia. 

Y cada vez que la Biblia presenta el derecho de Jehová a nuestra reverencia y adoración con preferencia a los dioses de los paganos, menciona las pruebas de su poder creador. 

"Todos los dioses de los pueblos son ídolos; mas Jehová hizo los cielos." (Salmo 96:5.) 

"¿A quién pues me 490 compararéis, para que yo sea como él? dice el Santo. ¡Levantad hacia arriba vuestros ojos, y ved! ¿Quién creó aquellos cuerpos celestes?" "Así dice Jehová, Creador de los cielos (él solo es Dios), el que formó la tierra y la hizo; . . . ¡Yo soy Jehová, y no hay otro Dios!" (Isaías 40:25, 26; 45:18, V.M.) 

Dice el salmista: "Reconoced que Jehová él es Dios: él nos hizo, y no nosotros a nosotros mismos." "¡Venid, postrémonos, y encorvémonos; arrodillémonos ante Jehová nuestro Hacedor!" (Salmos 100:3; 95:6, V.M.) 

Y los santos que adoran a Dios en el cielo dan como razón del homenaje que le deben: "¡Digno eres tú, Señor nuestro y Dios nuestro, de recibir la gloria y la honra y el poder; porque tú creaste todas las cosas!" (Apocalipsis 4:11, V.M.)

EN EL CAPÍTULO 14 DEL APOCALIPSIS se exhorta a los hombres a que adoren al Creador, y la profecía expone a la vista una clase de personas que, como resultado del triple mensaje, guardan los mandamientos de Dios. Uno de estos mandamientos señala directamente a Dios como Creador. 

El cuarto precepto declara: "El séptimo día será Sábado a Jehová tu Dios: . . . porque en seis días hizo Jehová los cielos y la tierra, la mar y todas las cosas que en ellos hay; y en el día séptimo reposó; por tanto Jehová bendijo el día del sábado, y lo santificó." (Éxodo 20:10, 11, Versión Valera de la S.B.A.) Respecto al sábado, el Señor dice además, que será una "señal . . . para que sepáis que yo soy Jehová vuestro Dios." (Ezequiel 20:20, Id.) Y la razón aducida es: "Porque en seis días hizo Jehová los cielos y la tierra, y en el séptimo día cesó, y reposó." (Éxodo 31: 17.) 

"LA IMPORTANCIA DEL SÁBADO, como institución conmemorativa de la creación, consiste en que recuerda siempre la verdadera razón por la cual se debe adorar a Dios," - porque él es el Creador, y nosotros somos sus criaturas. "Por consiguiente, el sábado forma parte del fundamento mismo del culto divino, pues enseña esta gran verdad del modo más contundente, como no lo hace ninguna otra institución. El verdadero motivo del culto divino, no tan sólo del que se tributa en el 491 séptimo día, sino de toda adoración, reside en la distinción existente entre el Creador y sus criaturas. Este hecho capital no perderá nunca su importancia ni debe caer nunca en el olvido." - J. N. Andrews, History of the Sabbath, cap. 27. Por eso, es decir, para que esta verdad no se borrara nunca de la mente de los hombres, instituyó Dios el sábado en el Edén y mientras el ser él nuestro Creador siga siendo motivo para que le adoremos, el sábado seguirá siendo señal conmemorativa de ello.

 “LOS 24 ANCIANOS DEL LIBRO DE APOCALIPSIS” SERMONES PROFÉTICOS CON ESTEBAN BOHR/VIDEOSTEMARIO: Introducción A Los 24 Ancianos, El retorno del Héroe de Guerra, ¿Quiénes Son Los 24 Ancianos?, Los Dos Representantes Terrestres, ¿Los Redimidos De La Tierra?, Las Funciones De Los Ancianos.  

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Ministerio Hno. Pio 


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