sábado, diciembre 25, 2021

REFLEXIÓN 962. LAS CARTAS A LAS SIETE IGLESIAS: Sardis, Filadelfia, Laodicea (APOCALIPSIS 3).

Apocalipsis 3 

LAS CARTAS A LAS SIETE IGLESIAS:

A Sardis, 3:1-6: El ángel de la iglesia de Sardis es reprobado,

se le exhorta al arrepentimiento, y se le amenaza si no se arrepiente.

A Filadelfia, 3:7-13: El ángel de la iglesia de Filadelfia es aprobado por su paciencia y diligencia.

A Laodicea, 3:14-22: El ángel de Laodicea es reprobado por no ser ni frío ni caliente, y se le amonesta a ser más celoso. Cristo está a la puerta y llama.

1 ESCRIBE al ángel de la iglesia en Sardis: El que tiene los siete espíritus de Dios, y las siete estrellas, dice esto: Yo conozco tus obras, que tienes nombre de que vives, y estás muerto. 2 Sé vigilante, y afirma las otras cosas que están para morir; porque no he hallado tus obras perfectas delante de Dios.

3 Acuérdate, pues, de lo que has recibido y oído; y guárdalo, y arrepiéntete. Pues si no velas, vendré sobre ti como ladrón, y no sabrás a qué hora vendré sobre ti. 4 Pero tienes unas pocas personas en Sardis que no han manchado sus vestiduras; y andarán conmigo en vestiduras blancas, porque son dignas. 5 El que venciere será vestido de vestiduras blancas; y no borraré su nombre del libro de la vida, y confesaré su nombre delante de mi Padre, y delante de sus ángeles. 6 El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias.

7 Escribe al ángel de la iglesia en Filadelfia: Esto dice el Santo, el Verdadero, el que tiene la llave de David, el que abre y ninguno cierra, y cierra y ninguno abre: 8 Yo conozco tus obras; he aquí, he puesto delante de ti una puerta abierta, la cual nadie puede cerrar; porque aunque tienes poca fuerza, has guardado mi palabra, y no has negado mi nombre. 9 He aquí, yo entrego de la sinagoga de Satanás a los que se dicen ser judíos y no lo son, sino que mienten; he aquí, yo haré que vengan y se postren a tus pies, y reconozcan que yo te he amado.

10 Por cuanto has guardado la palabra de mi paciencia, yo también te guardaré de la hora de la prueba que ha de venir sobre el mundo entero, para probar a los que moran sobre la tierra. 11 He aquí, yo vengo pronto; retén lo que tienes, para que ninguno tome tu corona.

12 Al que venciere, yo lo haré columna en el templo de mi Dios, y nunca más saldrá de allí; y escribiré sobre él el nombre de mi Dios, y el nombre de la ciudad de mi Dios, la nueva Jerusalén, la cual desciende del cielo, de mi Dios, y mi nombre nuevo. 13 El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias.

14 Y escribe al ángel de la iglesia en Laodicea: He aquí el Amén, el testigo fiel y verdadero, el principio de la creación de Dios, dice esto: 15 Yo conozco tus obras, que ni eres frío ni caliente. ¡Ojalá fueses frío o caliente! 16 Pero por cuanto eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca.

17 Porque tú dices: Yo soy rico, y me he enriquecido, y de ninguna cosa tengo necesidad; y no sabes que tú eres un desventurado, miserable, pobre, ciego y desnudo.

18 Por tanto, yo te aconsejo que de mí compres oro refinado en fuego, para que seas rico, y vestiduras blancas para vestirte, y que no se descubra la vergüenza de tu desnudez; y unge tus ojos con colirio, para que veas.

19 Yo reprendo y castigo a todos los que amo; sé, pues, celoso, y arrepiéntete.

20 He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo.

21 Al que venciere, le daré que se siente conmigo en mi trono, así como yo he vencido, y me he sentado con mi Padre en su trono.

22 El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias. (Apocalipsis 3).

1. Ángel. Ver com. cap. 1:20.

Sardis. Una ciudad importante a poca distancia al sur de Tiatira.

Sardis gozaba como Tiatíra de una ubicación comercial favorable. Estrabón, el antiguo geógrafo, la llamaba "una gran ciudad" (Geografia xiii. 4. 5), aunque en los días de Juan no rivalizaba en importancia ni con Éfeso ni con Pérgamo.

Hay más información acerca de Sardis en las pp. 102-104.

El significado del nombre es incierto; sin embargo, algunos sugieren "canción de gozo", o "lo que queda", o "algo nuevo".

Siete Espíritus. Ver com. cap. 1:4.

Siete Estrellas. Esta figura, como las que dan comienzo a los mensajes a cada una de las otras iglesias, deriva de la descripción de Cristo glorificado en el cap. 1 

(ver com. vers. 16, 20).

Tus obras. Ver com. cap. 2:2.

Nombre. Aquí "reputación". Esta iglesia se caracterizó por la hipocresía: no era lo que pretendía ser. 

Las iglesias de la Reforma afirmaban que habían descubierto lo que significaba vivir por la fe en Jesucristo, pero cayeron finalmente en un estado que se parecía, en ciertos sentidos, al de la organización de la cual se habían apartado (cf. 2Tim. 3:5).

Su nombre -protestante- implicaba oposición a los abusos, los errores y el formalismo de la Iglesia Católica Romana, y el nombre Reforma daba a entender que ninguna de estas faltas se hallaba dentro del redil protestante. Ver pp. 44-69.

Estás muerto. Este punzante comentario da comienzo a un mensaje que consiste mayormente de reprensiones. El pecado de la hipocresía mereció las condenaciones más penetrantes de Jesús contra los dirigentes religiosos de sus días (Mat. 23:13-33).

El Cristo glorificado envía ahora a la iglesia hipócrita de Sardis su más directa reprensión.

En vez de estar viva en Cristo (cf. Efe. 2:5; Col. 2:13; Gál. 2:20), como lo pretendía esta iglesia, en verdad estaba "muerta" (cf. 2Tim. 3:5).

Este mensaje aplicado a Sardis, puede considerarse como dirigido al período de la iglesia que existió hacia fines de la época de la Reforma, de 1517 a 1755; sin embargo, ver Nota Adicional de Apoc. 2.

Algunas décadas después del comienzo de la Reforma, las nuevas iglesias experimentaron un período de violenta controversia doctrinal. Finalmente se zanjaron las diferencias de opinión adoptando credos definidos que tendían a desalentar la búsqueda de nuevas verdades. Por un proceso similar la Iglesia Católica Romana, en los primeros siglos de su historia, había estereotipado su teología.

Protegidas por el poder y el prestigio del Estado y resguardadas al abrigo de rígidas confesiones de credos, las iglesias nacionales del mundo protestante por lo general llegaron a contentarse con una forma de piedad carente de su poder.

Otro factor importante que contribuyó a la apatía hacia las cosas espirituales fue el surgimiento del racionalismo en los siglos XVII y XVIII. Ante el impacto de los descubrimientos científicos, muchos eruditos llegaron a creer que la ley natural era suficiente para explicar el funcionamiento del universo.

A menudo concluyeron que la principal función de Dios con relación a este mundo sólo era la de una primera causa, y que a partir de ese acto inicial de creación, el mundo marchaba más o menos independientemente de Dios. Hombres pensadores que creían que eran impedidos en su pensamiento teológico independiente por las rígidas fórmulas de la ortodoxia protestante, en algunos casos se volvieron al nuevo racionalismo filosófico.

Aunque el racionalismo produjo un elevado idealismo y suscitó reflexiones dignas de alabanza en la ciencia política y el humanitarismo, cuando sus postulados fueron aplicados a la religión influían mucho para fomentar la frialdad espiritual que caracterizó al protestantismo en los siglos que siguieron a la Reforma.

2. Sé vigilante. Respecto a la vigilancia como deber cristiano,

ver com. Mat. 24:42; cf. Mat. 25:13.

Las otras cosas. En el protestantismo en decadencia aún había ciertas características dignas de ser conservadas aunque representara un esfuerzo. No todo se había perdido. La vida espiritual del protestantismo estaba moribunda, pero aún no estaba muerto el sistema. La "supervivencia" puede considerarse como la nota predominante del período de la historia de la iglesia correspondiente a Sardis.

Tus obras perfectas. El ardor del protestantismo durante sus primeros años prometía un avance hacia la perfección en la comprensión de la verdad revelada y en su aplicación a la vida; pero con el transcurso de los años, el celo y la piedad decayeron, y la iglesia se cansó del esfuerzo por alcanzar la meta que se había propuesto.

3. Acuérdate, pues. Cf. cap. 2:5. 773

Has recibido. La flexión del verbo griego no sólo indica que la iglesia de Sardis había recibido la verdad, sino especifica que aún la tenía; no se había perdido todo. El hecho de que aún hubiera esperanza, se destaca en la amonestación "guárdalo", en griego, "continúa guardando".

Algunos cristianos de Sardis no habían apostatado; esto aparece más claramente en el vers. 4.

Arrepiéntete. Gr. metanoéÇ (ver com. Mat. 3:2).

Ladrón. Cf. Mat. 24:43, donde se hace referencia a la segunda venida de Cristo. Esta amonestación puede incluir no sólo el segundo advenimiento sino una visitación divina más inmediata (cf. Apoc. 2:5).

Cualquier venida sería inesperada para los que dejaban de arrepentirse y velar. 

Cf. CS 544- 545. 

4. Manchado sus vestiduras. Una figura de lenguaje para indicar la contaminación moral en la cual había caído la mayor parte de la iglesia de Sardis. Ver com. Mat. 22:11; cf. Apoc. 16:15; cf. com. Isa. 63:6.

Vestiduras blancas. En contraste con los que habían caído moralmente y contaminado sus "vestiduras", los que permanecieron fieles son representados como dignos de llevar "vestiduras blancas". Que estas "vestiduras blancas" simbolizan su pureza, lo indica la frase "porque son dignos" y además el uso del mismo símbolo en el cap. 7:13-14.

Este último pasaje aclara que tal justicia no les pertenece a los fieles; es el resultado de lavar sus vestiduras y blanquearlas en la sangre del Cordero. Han recibido la justicia de Cristo.

Las vestiduras blancas también son características de los seres celestiales (Dan. 7:9; Apoc. 4:4; 6:11; 19:14), y de esta manera son para los santos una figura de su "cuerpo espiritual" (1Cor. 15:40-44; cf. vers. 51-54).

5. El que venciere. Ver com. cap. 2:7.

Vestido. Es decir, con inmortalidad en la vida venidera.

Vestiduras blancas. Ver com. vers. 4.

No borraré. Ver com. Hech. 3:19.

La promesa "no borraré" le asegura al pecador arrepentido que sus pecados han sido perdonados. Por otra parte advierte al impenitente que su nombre será eliminado del libro de la vida. Dejará de existir su identidad como persona; ya no tendrá lugar entre los seres creados. Cf. CS 544-545.

Libro de la vida. Ver com. Fil. 4:3; cf. Apoc. 13:8; 20:15.

Confesaré su nombre. Es decir, lo reconocerá como un seguidor leal y consagrado.  Cristo es el abogado e intercesor, el gran Sumo Sacerdote de todos los que invocan su justicia (ver 1Juan 2:1-2; cf. Mat. 10:32-33; Heb. 8:1-6).

Delante de sus ángeles. "Pero el plan de salvación tenía todavía un propósito más amplio y profundo que el de salvar al hombre. Cristo... vino para vindicar el carácter de Dios ante el universo" (PP 55; DTG 11).

Cuando Cristo como intercesor y sumo sacerdote presenta a su pueblo redimido delante del trono de Dios, ofrece así a las huestes angelicales un testimonio convincente de que los caminos de Dios son justos y verdaderos.

Ven la justicia de Dios vindicada tanto en su "extraña obra" (Isa. 28:21) de entregar al impenitente a la destrucción como en su perdón de los pecadores que, por fe, aceptan su gracia salvadora.

Sin la intercesión de Cristo como sumo sacerdote, ese misterioso proceder de Dios de otra manera podría parecer ante las inteligencias del universo como arbitrario e injustificado.

6. Que tiene oído. Ver com. cap. 2:7.

7. Ángel. Ver com. cap. 1:20.

Filadelfia. Palabra que significa "amor fraternal", Esta ciudad fue fundada antes del año 138 a. C. y recibió su nombre de Atalo II Filadelfo, de Pérgamo, en homenaje a su lealtad hacia su hermano mayor Eumenes II, que le había precedido en el trono.

Después de un destructor terremoto en el año 17 d. C., fue reconstruida por el emperador romano Tiberio, pero siguió siendo relativamente pequeña. Estaba situada a unos 50 km al sudeste de Sardis.

Cuando se hace la aplicación histórica, se considera que el mensaje a Filadelfia es apropiado para los diversos movimientos que sucedieron dentro del protestantismo durante los últimos años del siglo XVIII y la primera mitad del XIX, cuyo objeto fue hacer de la religión un asunto vital y personal.

 (Ver com. vers. 2; Nota Adicional del cap. 2).

Especialmente los grandes movimientos evangélicos y el movimiento adventista de Europa y Estados Unidos, restauraron el espíritu del amor fraternal destacando la piedad práctica en contraste con las formas vacías de religión. Una fe renovada en la gracia salvadora de Cristo y en la proximidad de su regreso dieron como resultado un espíritu más profundo de fraternidad cristiana que el que había experimentado la iglesia desde los primeros días de la Reforma.

Hay más comentarios sobre el desarrollo histórico de este período en las pp. 70-73.

El Santo. Este título es equivalente a "el Santo" aplicado a Dios en el AT (Isa. 40:25; Hab. 3:3).

En el NT una denominación similar se aplica repetidas veces a Cristo,

para indicar su deidad (Luc. 1:35; Hech. 4:27,30; cf. com. Juan 6:69).

Verdadero. Gr. al'thinós, "genuino", "real", en contraste con los dioses falsos.

Llave de David. Este versículo aplica a Cristo la profecía de Isaías acerca de Eliaquim (Isa. 22:20-22; ver 2Rey. 18:18).

Eliaquim fue nombrado para supervisar "la casa de David", como lo demuestra el hecho de que se le" daría "la llave de la casa de David".

El hecho de que Cristo tenga la "llave" representa su autoridad sobre la iglesia y sobre el propósito divino que debía ser cumplido por ella.

(Ver Mat. 28:18; Efe. 1:22). Cf Apoc. 5:5; 22:16; ver com. Mat.1:1.

El que abre. Es decir, con "la llave de David". Cristo tiene plena autoridad para abrir y cerrar, para hacer triunfar el plan de la redención.

8. Tus. En cuanto al énfasis del singular, ver com. cap. 2:2.

Obras. Ver com. cap. 2:2.

Una puerta abierta. En el versículo anterior se dice que Cristo tiene "la llave de David", y en el vers. 8 puede sugerir que con esa "llave" abre ante la iglesia de Filadelfia una "puerta" de oportunidades limitadas para la victoria personal en la lucha con el pecado y para dar el testimonio de la verdad salvadora del Evangelio. 

De manera similar se usa una "puerta" como símbolo de oportunidad en Hech. 14:27; 1Cor. 16:9; 2Cor. 2:12; Col. 4:3.

Los adventistas del séptimo día sostienen que el fin del período de Filadelfia (1844) señala el comienzo del juicio investigador descrito en Dan. 7:10; Apoc. 14:6-7 

(Ver los comentarios respectivos).

Cristo es nuestro gran Sumo Sacerdote (Heb. 4:14-15; 8:1) que ministra en el santuario celestial, "aquel verdadero tabernáculo que levantó el Señor, y no el hombre" 

(Heb. 8:2,6; Exo. 25:8-9).

Ahora bien, el ritual del santuario terrenal consistía esencialmente en dos partes: el lugar santo, el servicio de ministración diaria por el pecado; y en el lugar santísimo, el servicio anual en el día de la expiación, que era considerado como un día de juicio.

(Ver Heb.9:1, 6-7; com. Dan. 8:11,14).

En vista de que el santuario terrenal servía como "figura y sombra de las cosas celestiales" (Heb. 8:5), es razonable concluir que los servicios diarios y anuales de este santuario tienen su equivalencia en el ministerio de Cristo en el santuario celestial. Hablando en términos del simbolismo del santuario terrenal -"figura del verdadero" (Heb. 9: 24)-, puede afirmarse que en el día de la verdadera expiación que comenzó en 1844, nuestro gran Sumo Sacerdote dejó el lugar santo del santuario celestial y entró en el lugar santísimo.

Por lo tanto, la "puerta cerrada" sería la del lugar santo del santuario celestial, y la "puerta abierta" la del lugar santísimo, donde Cristo desde ese tiempo ha estado ministrando en la obra del gran día de la verdadera expiación.

 (Ver CS 483-484, 488; PE 42).

En otras palabras: la "puerta cerrada" indica la terminación de la primera fase del ministerio celestial de Cristo, y la "puerta abierta", el comienzo de la segunda fase. Se ocupa de este tema de "la puerta cerrada" en las enseñanzas de los primeros adventistas, L. E. Froom en The Prophetic Faith of Our Fathers, t. 4, pp. 829-842; F.D. Nichol en Ellen G. White and her Critics, pp. 161-252.

Hay un resumen de la doctrina del santuario en la Nota Adicional de Heb.10.

Nadie puede cerrar. Cristo proseguirá con la obra de la redención hasta terminarla. Los hombres no pueden hacer nada para estorbar su ministerio en las cortes celestiales ni su jurisdicción y dominio sobre los asuntos terrenales.

 (Ver com. Dan. 4:17).

Poca fuerza. No es claro si Cristo está reprendiendo a la iglesia de Filadelfia por tener tan poca fuerza, o si la alaba por tener algo de fuerza. Aparte de los "pocos" de Sardis, esa iglesia estaba casi "muerta", y puede ser que la "poca fuerza" de Filadelfia represente una situación más animadora que la de Sardis.

El hecho de que la "poca fuerza" esté tan íntimamente relacionada con la alabanza por guardar la Palabra de Cristo y no negar su nombre, tiende a confirmar esta conclusión.

La "puerta abierta" puede también considerarse como una invitación a participar de una experiencia de una fuerza aún mayor. La iglesia de la antigua Filadelfia sin duda no era grande ni influyente, pero era pura y fiel.

El período de la historia de la iglesia que corresponde a Filadelfia con su creciente dedicación a la Palabra de Dios, particularmente a las profecías de Daniel y Apocalipsis y a la piedad personal, presentaba un cuadro mucho más animador que el del período anterior.

Mi palabra. La palabra de Dios expresa su voluntad. Dios ha revelado su voluntad mediante la naturaleza, también mediante sus profetas y apóstoles, por el testimonio directo del Espíritu Santo al corazón humano, por las vicisitudes de la vida, mediante el curso de la historia humana y especialmente, por medio de Cristo.

Nombre. Ver com. cap. 2:3.

9. Yo entrego. La declaración del vers. 9 puede entenderse gramaticalmente como que Dios "haría" que algunos miembros de la "sinagoga de Satanás" vinieran y adoraran impenitentes a los pies de los cristianos de Filadelfia, o que Dios "daría" a los cristianos de Filadelfia algunos de los judíos como conversos al cristianismo. El contexto no es concluyente.

De la sinagoga. O "algunos de la sinagoga" (ver com. cap. 2:9).

Se dicen ser judíos. Ver com. cap. 2: 9.

Vengan y se postren. La secuencia del pensamiento: "vengan.,., se postren..., reconozcan", parece indicar más el triunfo final y público de los cristianos de la antigua Filadelfia sobre sus opositores judíos. Que los cristianos, como los vencedores paganos, se regocijaran por la perspectiva de que sus acusadores finalmente quedarían postrados a sus pies, no parece reflejar el espíritu del verdadero cristianismo.

Estas palabras pueden referirse mejor a la conversación de algunos de los judíos de Filadelfia (cf. 1 Cor. 14:24-25), quienes aprenderían el amor de Dios por experiencia personal.

Ese crecimiento en feligresía podría provenir de la "puerta abierta" de Apoc. 3:8 y de la lealtad de la iglesia "palabra" de Cristo. Esta lealtad a menudo ha llevado la convicción aun a los corazones de los mismos perseguidores.

Esta expresión aplicada al período de la historia de la iglesia correspondiente a Filadelfia, puede considerarse que se refiere a los que no se mantienen a tono con el avance de la verdad y se oponen a los cristianos que sí lo hacen. Entendida de esta manera puede referirse a un tiempo cuando los que han rechazado la verdad confesarán su error públicamente (CS 713).

La frase "vengan y se postren a tus pies" es de Isa. 60: 14 (LXX) (cf. cap. 49: 23).

Así como los extranjeros vendrían al Israel literal de la antigüedad para aprender de Dios (ver t. IV, pp. 28-32), así también los que no eran cristianos vendrían a la luz del Evangelio para hallar la salvación (ver t. IV, pp. 37-38).

Apoc. 3: 9 también se ha aplicado a los que persisten en su oposición a la verdad, particularmente al tiempo cuando las circunstancias los obligarán, aunque sean impenitentes, a reconocer que los que se han mantenido leales a la verdad son ciertamente el pueblo de Dios.

No hay nada que excluya la posibilidad de que la declaración de este versículo pueda incluir a los opositores de la verdad ya arrepentidos y también a los que no quieren arrepentirse. Un grupo expresaría ese reconocimiento con sinceridad; el otro, sólo porque las circunstancias lo obligan a hacerlo.

Te he amado. Estas palabras son tomadas probablemente de Isa. 43:4.

10. La palabra de mi paciencia. Algunos interpretan esta frase dándole el significado de "mi palabra de paciencia", es decir, mi orden de que tengas paciencia. Otros creen que se refiere a la enseñanza respecto a la paciencia de Cristo (cf. 2Tes. 3:5).

Las dos ideas se combinan en el pensamiento de que Cristo nos anima a ser pacientes como él fue paciente en la prueba.

De. Gr. ek, "que sale de", lo que indica que los vencedores soportarán con éxito el período de tribulación, y no que no serán afectados por él.

 (Ver com. Dan. 12:1 Mat. 24:21,22, 29-31).

Hora de la prueba. No se trata de un período específico literal o profético, sino de una "temporada" o "tiempo". "Hora" se usa aquí en el mismo sentido que en el cap. 3:3.

En armonía con las repetidas referencias en el Apocalipsis a la inminencia del regreso de Cristo (ver com. cap. 1:1), la "hora de la prueba" sin duda se refiere a un gran período de prueba que antecede al segundo advenimiento.

Los que moran. Esta y otras expresiones similares.

(Cap. 6:10; 8:13; 11:10; 13:8,14; 17:2,8)

Se usan vez tras vez en el Apocalipsis para referirse a los impíos, sobre los cuales serán derramados los castigos divinos.

11. Corona. Ver com. cap. 2:10.

12. Columna en el templo. Una "columna" en sentido metafórico es, por supuesto, parte de un "templo" metafórico, figurado. En el NT la palabra que se traduce "templo" (naós) generalmente se refiere al santuario interior, que comprende los lugares santo y santísimo y no a todo el conjunto de edificios que constituían el antiguo templo.

Por lo tanto, esta promesa significa que el vencedor ocupará un lugar permanente e importante en la presencia de Dios. También se usa la palabra "columna" en sentido metafórico en Gál. 2:9; 1 Tim. 3:15.

Nunca más saldrá de allí. Esto es, será permanente. En armonía con la figura, "salir de allí" sería dejar la presencia de Dios deliberadamente como lo hizo Lucifer (PP 15).

Una promesa como ésta sólo se podría hacer a los que vencen permanentemente. En esta vida aún queda la posibilidad de "salir fuera", pero en la vida futura nadie querrá salir.

Nombre de mi Dios. Ver com. Hech. 3:16; Apoc. 2:3; cf. Apoc. 2:17; 14:1; 22:4.

Continúa el lenguaje simbólico que comienza con la columna, y por lo tanto debe tomarse figuradamente. Puesto que un "nombre" refleja la personalidad y el carácter, esta promesa "significa que los que venzan recibirán la huella o impresión permanente del carácter de Dios"; la imagen de su Creador será plenamente restaurada en ellos.

Este lenguaje figurado también puede entenderse como que implica que los santos victoriosos serán plenamente la propiedad de Dios como lo manifiesta el nombre divino, como señal de propiedad que se les aplica.

Nombre de la ciudad. La columna tiene grabado en ella no sólo el nombre divino sino también el de la nueva Jerusalén. Puede entenderse que el cristiano victorioso es ciudadano de la nueva Jerusalén y que tiene derechos a vivir en ella (cap. 22:14).

Nueva Jerusalén. No "nueva" en el sentido de ser una réplica de la ciudad literal que llevaba el mismo nombre, sino en contraste sobrenatural con su equivalente terrenal.

El propósito era que la antigua Jerusalén llegase a ser la metrópoli de esta tierra y permaneciera para siempre (ver t. IV, pp. 31-32).

Como fracasó en llevar a cabo la tarea que se le encomendó, ese papel será concedido a la nueva Jerusalén. La expresión nueva Jerusalén es exclusiva del Apocalipsis, pero el pensamiento se anticipa en Gál. 4:26; Heb. 12:22. En cuanto al significado del nombre Jerusalén, ver com. Jos. 10:1.

La cual desciende. Ver com. cap. 21:2.

Mi nombre nuevo. El tercer nombre escrito en la columna simbólica es el de Cristo. Por medio de Cristo, el vencedor recibe el carácter divino representado por el nombre (ver com. Hech. 3:16). Sólo en virtud de que Dios se hizo hombre en Jesucristo, puede el hombre ser restaurado nuevamente a la imagen de Dios. 

Esto se lleva a cabo por el don de la vida y el carácter de Cristo que se imparten al creyente (ver Gál. 2:20; DTG 352). Recibir el nombre de Cristo es recibir la confirmación de que es nuestro dueño (ver com. 2Cor. 1:22).

13. El que tiene oído. Ver com. cap. 2:7.

14. Ángel. Ver com. cap. 1:20.

LAODICEA. Este nombre se ha definido como "juicio del pueblo",

o "un pueblo juzgado".

Lo último parece preferible. La distancia que hay desde Filadelfia hasta la ciudad de Laodicea es de unos 65 km (ver t. VI, mapa frente a p. 33). Laodicea fue fundada por el rey seléucida Antíoco II Teos (261-246 a. C.), y recibió su nombre en honor de Laodice, la esposa del rey. La ciudad se hallaba situada en el valle del río Licos.

En los días de Juan era un centro comercial próspero que se especializaba en la producción de tejidos de lana. Estaba a pocos kilómetros de las ciudades de Colosas y Hierápolis, y muy pronto hubo cristianos en cada una de esas ciudades (cf. Col. 4:13). La iglesia de Laodicea quizá tenía ya unos 40 años de fundada cuando Juan escribió el Apocalipsis. Pablo se interesó mucho en esa congregación y encargó a los colosenses que hicieran un intercambio de epístolas con los laodicenses (Col. 4:16).

Hay información acerca de la antigua ciudad de Laodicea en la pp. 105-106.

Amén. La unión de este título con "el testigo fiel y verdadero" lo identifica como un título de Cristo (cap. 1:5), el autor de las cartas a las siete iglesias.

En cuanto al significado de "amén", ver com. Deut. 7:9; Mat. 5:18.

La aplicación de este término a Cristo puede compararse con Isa. 65:16, donde en hebreo el Señor recibe el nombre de 'Elohe 'amen, "el Dios del amén". En el pasaje que consideramos, puede entenderse este título como una declaración de que Cristo es la verdad Juan 14:6), y por lo tanto, su mensaje a la iglesia de Laodicea debe ser aceptado sin vacilación.

El Testigo Fiel Y Verdadero. Ver com. cap. 1:5.

Principio. Gr. arjé, palabra que tiene sentido pasivo y también activo. En sentido pasivo se refiere a lo que recibe la acción en el principio. Si así se interpreta aquí, significaría que Cristo fue el primer ser creado; pero es evidente que ésta no puede ser la traducción correcta, pues Cristo no es un ser creado.

En sentido activo se refiere a lo que comienza una acción, la primera causa o motor.

Si así se entiende entonces se afirma que Cristo es el Creador.

Este es, sin duda alguna, el significado de este pasaje, porque en otros versículos se describe a Cristo repetidas veces desempeñando ese mismo oficio (ver t. V, p. 894; com. Juan 1:3; Heb. 1:2). La declaración notablemente similar de Col. 1:15-16 había sido leída por la iglesia de Laodicea muchos años antes (cf. Col. 4:16).

15. Tus. En cuanto al énfasis del singular, ver com. cap. 2:2.

Obras. Ver com. cap. 2:2.

Ni Eres Frío Ni Caliente. Se ha sugerido que esta expresión figurada debe haber tenido un significado especial para los cristianos de Laodicea. Uno de los principales lugares de interés de esa comarca es una serie de cascadas de agua salobre proveniente de las termas de Hierápolis.

Las cascadas forman piletas naturales de agua tibia, muy apreciadas por los turistas.

Los informes históricos y las ruinas de Hierápolis no dejan duda de que el agua termal fluía en el primer siglo d. C. El agua tibia era, pues, algo familiar para los laodicenses; describía adecuadamente su condición espiritual.

La tibia condición espiritual de la iglesia de Laodicea era más peligrosa que si hubiera estado fría.

EL CRISTIANISMO TIBIO retiene la forma y hasta el contenido del Evangelio en cantidad suficiente para adormecer las facultades de percepción del espíritu. Esto hace que los creyentes olviden el esfuerzo diligente que es necesario hacer para alcanzar el alto ideal de una vida victoriosa en Cristo.

El típico cristiano laodicense está contento con el rutinario transcurrir de las cosas y se enorgullece del poco progreso que hace. Es casi imposible convencerlo de su gran necesidad y de cuán lejos se encuentra de la meta de la perfección.

Puesto que los mensajes a las siete iglesias reflejan el curso completo de la historia de la iglesia cristiana (ver com. cap. 1:11; 2:1), el séptimo mensaje debe representar la experiencia de la iglesia durante el período final de la historia de este mundo. 

El nombre Laodicea sugiere el último paso en el proceso espiritual del cristiano: la perfección de "un pueblo juzgado" (ver com. cap. 3:14) y hallado justo.

Además, implica que la preparación de este pueblo y el procedimiento divino de determinar que son justos, concluirán al final del período.

 (Ver com. Dan. 8:13-14; Apoc. 3:8; 14:6-7).

Por lo tanto, el mensaje para Laodicea se aplica en un sentido especial a la iglesia desde 1844 hasta el fin del tiempo (ver Nota Adicional al final del capítulo).

Este lapso puede describirse como el período del juicio. El mensaje de Laodicea se aplica a todos los que afirman que son cristianos (ver 6T 77).

Los adventistas del séptimo día han reconocido por más de un siglo que el mensaje a los laodicenses también tiene una aplicación especial para ellos.

(Ver Jaime White, RH 16-10-1856; cf. 1JT 41-44).

El reconocimiento de esta aplicación es una constante reprensión contra el engreimiento y un estímulo para vivir íntegramente de acuerdo con el modelo de una vida perfecta en Cristo Jesús (ver com. cap. 3:18).

Ojalá. Un estado espiritual de tibieza produce una disminución de la vigilancia, lentitud en las reacciones e indecisión. Si la iglesia de Laodicea fuese fría, el Espíritu de Dios tal vez podría convencerla más fácilmente de su peligrosa condición.

¿Por qué es preferible una condición de frialdad a una de tibieza? Las siguientes palabras proyectan luz al respecto: "Al Señor le agradaría que los tibios, que creen que son religiosos, nunca hubieran mencionado su nombre. Son una carga continua para los que anhelan ser fieles seguidores de Jesús. Son una piedra de tropiezo para los incrédulos" (1T 188).

16. No frío ni caliente. Ver com. vers. 15; cf. 1T 188- 2T 175-176.

Te vomitaré. La figura del agua tibia prosigue hasta su lógica conclusión. Nuevamente, conviene recordar el agua de Hierápolis, que además de ser tibia, tiene mal gusto por su contenido mineral. Esta agua desagrada, produce náuseas; el que la bebe casi involuntariamente vomita. Ver 3JT 15.

17. Yo soy rico. Puede entenderse literal o espiritualmente. Laodicea era una ciudad próspera, y sin duda algunos de los cristianos que vivían allí tenían recursos. En el año 60 d. C., cuando toda la región sufrió un devastador terremoto, Laodicea se negó a aceptar la ayuda que Roma ofreció para la reconstrucción. Sus ciudadanos se sintieron suficientemente ricos como para hacer frente a los gastos de levantar los edificios caídos.

Esta iglesia evidentemente no había sufrido ninguna grave persecución. El orgullo producido por su prosperidad llevaba naturalmente a la complacencia espiritual. 

La riqueza no es mala en sí misma; lo que sucede es que las riquezas hacen que su poseedor se sienta tentado a ceder al orgullo y a la complacencia propia. Contra esos males la única protección segura es la humildad espiritual.

Los cristianos pobres en bienes terrenales se sienten ricos y colmados de bienes espirituales; sin embargo, se parecen a un antiguo filósofo que orgullosamente proclamaba su "humildad" usando un vestido desgarrado. 

El orgullo que les produce su pretendida espiritualidad, brilla a través de los agujeros de sus vestiduras. 

El conocimiento de importantes verdades que sólo se han albergado intelectualmente, pero que no se permite que impregnen el alma, lleva al orgullo espiritual y a la intolerancia religiosa.

Hasta la iglesia de Dios, poderosa en la estructura de su organización y rica con las joyas de la verdad, fácilmente puede llegar a ser intolerante en doctrina e inmoralmente orgullosa de sus riquezas de verdad. "El pecado más incurable es el orgullo y la presunción. Estos defectos impiden todo crecimiento" (3JT 183-184).

Enriquecido. La iglesia de Laodicea no sólo afirma que es rica, sino que también comete el error fatal de considerar que estas riquezas son el resultado de sus propios esfuerzos (cf. Ose. 12:8).

De ninguna cosa tengo necesidad. El colmo de la jactancia de los laodicenses es que pretenden que su situación no puede ser mejorada. Este engreimiento es fatal porque el Espíritu de Dios nunca entra donde no se siente necesidad de su presencia; pero sin esa presencia es imposible que haya novedad de vida.

No sabes. El que no sabe, y no sabe que no sabe, casi no tiene esperanza.  

La ignorancia de su verdadera condición, que caracteriza a los cristianos de Laodicea, es un agudo contraste con el certero conocimiento que Cristo tiene de la verdadera condición de sus iglesias, como lo refleja su categórica afirmación a cada una de ellas: "Yo conozco tus obras" (cap. 2:2,9,13,19; 3:1,8,15).

Tú eres. El pronombre es enfático en griego. El énfasis de la oración es: "No sabes que eres tú el desventurado y miserable".

Desventurado... desnudo. El cuadro que aquí se presenta es diametralmente opuesto a la jactancia de la iglesia de Laodicea. No es rica ni necesita nada; en realidad es tan pobre que hasta le faltan ropas.

18. De mí compres. La "iglesia" de Laodicea no puede sin este esfuerzo llegar a la altura que Cristo desea que alcance. Las cosas que él le ofrece tienen su precio aunque la salvación es siempre gratuita. Debe abandonar su vieja manera de vivir para que sea verdaderamente rica, para que sea sana y para que esté vestida; para que aunque no tenga nada de dinero, pueda comprar (cf. Isa. 55:1).

Oro. Representa las riquezas espirituales que se ofrecen como el remedio de Cristo para la pobreza espiritual de los laodicenses. Este "oro" simbólico representa la "fe que obra por el amor" (Gál. 5:6; Sant. 2:5; cf. PVGM 123) y las obras que resultan de la fe (1Tim. 6:18).

Refinado en fuego. Es decir el oro que ha salido del fuego después de consumirse toda su escoria. Sin duda se refiere a la fe que ha sido probada y purificada por el fuego de la aflicción (ver com. Sant. 1:2-5; cf. Job 23:10).

Vestiduras blancas. Se ofrecen como un contraste con la desnudez de los laodicenses, la cual se destacaba tan horriblemente frente a su jactancia de que no tenían necesidad de nada (vers. 17).

 Las vestiduras blancas son la justicia de Cristo (Gál. 3:27; 

ver com. Mat. 22:11; Apoc. 3:4; cf. 1JT 479; PVGM 252-254; com. Apoc. 19:8). 

Esta figura debe haber tenido un significado especial para los cristianos de Laodicea, porque su ciudad era famosa por su tela de lana negra.

Vergüenza de tu desnudez. Cf. Exo. 20:26; Lam. 1:8; Eze. 16:36-, 23:29; Nah. 3:5.

Colirio. Gr. kollúrion, "rollito". El colirio antiguo era conocido por la forma del paquete en el cual se envolvía. Cerca de Laodicea había un templo al dios frígido, Men Karou. Surgió una famosa escuela de medicina dependiente de ese templo, y allí podía conseguirse un polvo para los ojos.

Este hecho puede ser la base histórica de la figura del colirio.

El colirio simbólico que se le ofrece a los laodicenses es el antídoto celestial para su ceguera espiritual. Su propósito es abrirles los ojos a su verdadera condición. Esta es la obra del Espíritu Santo Juan 16:8-11); sólo por medio de su obra convincente en el corazón puede eliminarse la ceguera espiritual. También puede considerarse que este colirio representa la gracia espiritual que capacita al cristiano para distinguir entre la verdad y el error, entre el bien y el mal. Ver 1JT 479.

Que veas. Es decir, veas el pecado como lo ve Dios y comprendas tu verdadera condición, como requisito previo para el arrepentimiento.

19. Yo reprendo. El propósito de toda verdadera disciplina correctora es hacer comprender su culpa al que yerra y animarlo a un nuevo proceder.

Castigo. Gr. paidéuÇ, "educar a niños", "disciplinar", "castigar", particularmente como un padre castiga a un hijo con el propósito de encaminarlo y educarlo. El castigo le llega al cristiano cuando no presta atención a la reprensión de Cristo; pero ni su castigo ni su reprensión son una expresión de ira -como cuando una persona pierde el dominio propio- sino de un gran amor, cuyo propósito es llevar a los pecadores al arrepentimiento.

Parece que la iglesia de Laodicea no había sufrido aún persecución como sus iglesias hermanas, porque no se menciona que hubiera padecido sufrimientos. Pero Cristo amonesta a la iglesia que no puede continuar en su proceder indiferente sin encontrar una disciplina correctivo. Más de medio siglo después de los días de Juan, parece que la iglesia de la antigua Laodicea sufrió persecución.

 (Ver- Eusebio, Historia eclesiástica iv. 26; v. 24).

Los que amo. Gr. filéÇ, "amar", "tener afecto", "tratar como amigo". Compárese con el amor de Cristo como se expresa para la iglesia e Filadelfia mediante la palabra agapáÇ (vers. 9). 

En cuanto a la diferencia entre estas palabras, ver com. Mat. 5:43-44; Juan 11:3; 21:15.

Esta seguridad del favor de Cristo muestra que los laodicenses no están sin esperanza.

(Ver Nota Adicional al final de este capítulo).

En realidad, son el objeto especial de la atención divina. El amor de Dios por ellos se expresa en el castigo por cuyo medio espera inducirlos al arrepentimiento (ver Prov. 3:12).

Sé, pues, celoso. Gr. z'lóÇ, de la misma raíz que zestós, "caliente", condición que la iglesia de Laodicea no había alcanzado (vers. 15). Se invita a los laodicenses a que disfruten del calor y el entusiasmo que propicia el verdadero arrepentimiento, la consagración y la entrega a Cristo.

Arrepiéntete. Gr. metanoéÇ (ver com. Mat. 3:2). El verbo en singular destaca la naturaleza personal e individual de esta admonición. El arrepentimiento, como la salvación, nunca suceden en masa. La vida espiritual de un pariente o un amigo sólo puede tener valor de salvación para esa persona. Este nuevo dolor por la vida del pasado y el celo con sabiduría por el futuro, es lo que Cristo quiere que experimente la iglesia de Laodicea. Ver Nota Adicional al final del capítulo.

20. Estoy. La flexión del verbo sugiere que Cristo se ha detenido junto a la puerta y allí permanece. Nunca se cansa de ofrecer su bendita presencia a todos los que quieren recibirlo.

La puerta. No es la puerta de la oportunidad que se ofrece en el vers. 8, ni la puerta de la salvación (cf. Mat. 25:10; Luc. 13:25). Esas puertas las abre y cierra únicamente Dios. Pero esta puerta está bajo el control individual y cada uno puede abrirla o cerrarla según su voluntad. Cristo aguarda la decisión de cada persona porque es la puerta del alma.

Cristo llama a la puerta de las emociones por medio de su amor, su palabra y sus providencias; llama a la puerta de la mente por medio de su sabiduría; llama a la puerta de la conciencia por medio de su autoridad; llama a la puerta de las esperanzas humanas por medio de sus infalibles promesas.

También puede considerarse que este pasaje se refiere a Cristo que está a la puerta de la vida humana, y en verdad de la historia humana, listo para entrar y bendecir con su presencia a su pueblo que espera (cf. Mat. 24:33; Luc. 12:36; Sant. 5:9).

Cenaré. Gr. deipnéÇ, "comer", "cenar"; participar de la comida principal

 (ver com. Luc. 14:12). 

Esta palabra indica que el versículo se aplica a la gran cena de las bodas de Apocalipsis 19:9. Generalmente los judíos comparaban los goces de la vida futura con un festín. (Ver com. Luc. 14:15-16). 

Con él. Pocos actos revelan mayor amistad y compañerismo que el compartir juntos los alimentos. Cristo promete compartir nuestras experiencias y nos invita a participar de las suyas. (cf. Gál. 2:20; Heb. 2:14-17).

21. Al que venciere. Ver com. cap. 2:7.

Le daré que se siente. Ver Mat. 19:28; Luc. 22:30; cf. 1Cor. 6:2; com. Mat. 25:31.

En mi trono. El vencedor compartirá la gloria y el poder de Cristo, así como él comparte la gloria y el poder de su Padre.

Como yo he vencido. Ver com. Juan 16:33. El ser humano puede vencer únicamente con la fuerza de la victoria de Cristo.

Con mi Padre. Ver Mar. 16:19; Efe. 1:20; Heb. 1:3; 8:1; 12:2.

22. Tiene oído. Ver com. cap. 2:7.

NOTA ADICIONAL DEL CAPÍTULO 3

El tono severo e inflexible del mensaje a la iglesia de Laodicea ha hecho que algunos concluyan que no hay esperanza para los cristianos de esta "iglesia" a menos que transfieran su feligresía a la "iglesia" de Filadelfia; pero esa conclusión no concuerda ni con el contexto ni con los principios de una correcta interpretación. Ver com. cap. 1:11, y nótese lo siguiente:

1. Esta Hipótesis Supone Que La "Iglesia" De Filadelfia Existe Simultáneamente Con La De Laodicea; pero si hay razón para entender que Filadelfia es simultánea con Laodicea, hay igual razón para pensar lo mismo de cualquiera o de todas las demás iglesias. Si se considera que es posible emigrar espiritualmente de Laodicea a Filadelfia, no hay ninguna razón válida para que no sea igualmente posible -y deseable- emigrar, por ejemplo, de Laodicea a Éfeso, o de Sardis a Esmirna.

Además, si se consideran coexistentes dos o más períodos, se interrumpe el esquema consecutivo. Los mensajes individuales dejarían de tener una relación específica y cronológica con la historia, y no habría ninguna base válida para creer que el mensaje de Laodicea tiene una mayor y específica importancia para nuestro tiempo que para cualquier otro.

El mensaje que se envía a cada una de las siete "iglesias" se aplicará específicamente a la iglesia cristiana en un determinado tiempo de la historia, sólo si se acepta que las siete "iglesias" representan siete períodos consecutivos que abarcan la era cristiana, y que cada mensaje tiene una aplicación específica sólo en un período específico.

Sólo así puede considerarse a los cristianos de cualquier período como pertenecientes a una "iglesia" en particular, y únicamente así el mensaje de Laodicea puede aplicarse de una manera especial a la "iglesia" de nuestro tiempo. Por lo tanto, cuando se consideran cronológicamente las siete "iglesias", o se afirma que representan períodos específicos de la historia, no es posible que los cristianos de un período puedan emigrar espiritualmente a otro.

2. La Hipótesis De Que Los Laodicenses Deben Dejar Su "Iglesia" para unirse con la de Filadelfia para ser salvos, se basa en la idea de que cada "iglesia" representa únicamente un estado o condición espiritual particular. Es cierto que cada una de las siete tiene sus problemas característicos y que los consejos, las amonestaciones y las promesas que se dirigen a cada una son apropiados para todas. Pero es igualmente cierto que algunas de las "iglesias" reflejan un estado o condición espiritual más deseable que otras.

Ahora bien, es bueno que el cristiano diligente de cualquier período de la historia haya aspirado y aspire a reflejar las características deseables de todas las "iglesias" y a ser digno de recibir las diferentes promesas hechas a ellas. Así también debe procurar evitar sus características indeseables y prestar atención a las amenazas y amonestaciones que se les dirige. Pero cuando los mensajes se consideran desde este punto de vista, son intemporales en su naturaleza; el lector diligente los aplica a su propio caso pues considera que pueden suplir sus necesidades personales, sin pensar en que vive en un determinado tiempo. No tiene necesidad de pasar simbólicamente su feligresía de una a otra iglesia.

3. Hablando En Términos Generales, se dirigen palabras de alabanza a todas las "iglesias", excepto a Sardis y a Laodicea; palabras de reprensión a todas, salvo a Esmirna y Filadelfia, y palabras de promesa a las siete, y por esta razón se ve que las "iglesias" tenían miembros deseables e indeseables. Pero en ningún caso aconseja Cristo a los miembros leales de una "iglesia" que se supone que es desleal, que transfieran su feligresía espiritual a otra cuya condición espiritual parece preferible. 

Si este fuera su propósito, tendríamos derecho a esperar una clara exhortación a salir de Sardis o Laodicea, similar, por ejemplo, a la exhortación para salir de Babilonia (18:4). Pero la Inspiración no ha registrado ninguna exhortación al respecto a Laodicea ni a ninguna de las otras "iglesias".

En cada caso el remedio para el mal prevaleciente ha sido un sencillo y enfático: "Arrepiéntete". A los cristianos leales de la "iglesia" de Éfeso que habían caído y "dejado" su "primer amor", no se les aconsejó que emigrasen a Esmirna (cf. cap. 2:4-5). A los del período de Pérgamo que albergaban las doctrinas de Balaam y de los nicolaítas (vers. 14-15), no se les dijo que transfiriesen su feligresía a Éfeso o a Esmirna.

La "iglesia" de Sardis estaba casi muerta (cap. 3:2), pero a sus miembros fieles no se les ordenó que se mudaran a Filadelfia. Similarmente, a los cristianos leales del período de Laodicea no se les ordena que se hagan miembros de Filadelfia; por lo menos no lo hace Cristo, el testigo verdadero al dirigirse a los de Laodicea. Pero se les dice, como laodicenses, que se arrepientan y hallen en Cristo el remedio para todos sus defectos de carácter (vers. 18-20).

La idea de que el cristiano puede mejorar sus perspectivas de salvación recurriendo al escapismo de una emigración espiritual y practicando una forma de justicia que cree que es superior a la de otros cristianos, está claramente en desacuerdo con las enseñanzas de nuestro Señor (cf. Luc. 18:9-14).

En la parábola de la cizaña (Mat. 13:24-30, 37-43) el dueño del campo ordenó que el trigo y la cizaña debían "crecer juntamente lo uno y lo otro hasta la siega" (vers. 30). 

La cizaña no debía ser desarraigada por manos humanas, ni tampoco trasplantarse el trigo a otra parte. 

Sólo cuando los ángeles segadores junten el trigo en el alfolí del Dueño y quemen la cizaña, habrá una separación general de justos e impíos (vers. 30, 39-42).

Los miembros de la antigua iglesia de Laodicea no habrían mejorado su condición espiritual con mudarse a la ciudad de Filadelfia. El propósito de Dios para la "iglesia" de Laodicea no incluye un plan de emigración espiritual a alguna de las otras "iglesias" del Apocalipsis, sino más bien una transformación completa del corazón y de la vida.

 (ver com. Apoc. 3:18-20). 

Cualquier otra solución que se proponga para los males de Laodicea 

sólo hará de la persona un hipócrita.

4. Es verdad que a ninguna otra "iglesia" se le dirige una reprensión tan incisiva como a la "iglesia" de Laodicea; pero también es cierto que a ninguna otra se le ofrece una evidencia más tierna del amor de Cristo, una comunión más íntima con él, o una recompensa más gloriosa (vers. 19-21).

El mensaje para Laodicea no significa un rechazo incondicional, como tampoco lo son los que se dirigen a las otras "iglesias". Si la pobreza espiritual de los laodicenses fuese irremediable, el Testigo verdadero no les ofrecería "oro"; si su vista espiritual no tuviese cura, no les ofrecería el "colirio" celestial; si su desnudez "espiritual" no tuviese esperanza, no les ofrecería sus propias "vestiduras blancas" (ver com. vers. 17-18).

Es evidente que hay vencedores en Laodicea (vers. 21) como en cada uno de los períodos anteriores de la historia de la iglesia, y a estos vencedores de Laodicea es a quienes se les da la promesa de sentarse con Cristo en su trono. (7CBA).

COMENTARIOS DE EGW

1-3. 2J 253. LA AMONESTACIÓN DEL TESTIGO FIEL A LA IGLESIA DE SARDIS ES: "Tienes nombre que vives, y estás muerto. Sé vigilante y confirma las otras cosas que están para morir; porque no he hallado tus obras perfectas delante de Dios. Acuérdate pues de lo que has recibido y has oído, y guárdalo, y arrepiéntete." (Apoc. 3:1-3-)

El pecado especialmente imputado a esa iglesia es que sus miembros no habían fortalecido las cosas que quedaban, que estaban por perecer. ¿Se aplica esta amonestación a nosotros? Examinemos individualmente nuestro corazón a la luz de la Palabra de Dios, y sea nuestra primera obra poner nuestro corazón en orden por la ayuda de Cristo.

Dios ha hecho su parte en la obra de salvar a los hombres, y ahora pide la cooperación de la iglesia. Allí está la sangre de Cristo, la Palabra de verdad, el Espíritu Santo, por un lado, y por el otro las almas que perecen. Cada uno de los que siguen a Cristo tiene que hacer una parte para inducir a los hombres a aceptar las bendiciones que el ciclo ha provisto. Examinémonos detenidamente a nosotros mismos y veamos si hemos hecho esta obra.  Indaguemos nuestros motivos y cada acción de nuestra vida.

¿No hay muchos cuadros desagradables grabados en la memoria? Con frecuencia habéis necesitado el perdón de Jesús. Habéis dependido constantemente de su compasión y amor.

Sin embargo, ¿no habéis dejado de manifestar hacia otros el espíritu que Cristo manifestó hacia vosotros? ¿Habéis sentido preocupación por aquel a quien visteis aventurarse por sendas prohibidas? ¿Le habéis amonestado bondadosamente? ¿Habéis llorado y orado por él y con él? ¿Habéis demostrado por vuestras palabras de ternura y actos bondadosos que le amabais y deseabais salvarle?

Mientras tratabais a aquellos que vacilaban y se tambaleaban bajo la 254 carga de sus propias flaquezas de disposición y de sus hábitos defectuosos, ¿los habéis dejado pelear sus batallas solos, cuando podríais haberles ayudado? ¿No habéis pasado de un lado del camino frente a estas almas fieramente tentadas, mientras que el mundo estaba listo para manifestarles simpatía y para atraerlas a las redes de Satanás? ¿No habéis estado con Caín listos para decir: "¿Soy yo guarda de mi hermano?" (Gén. 4:9.) ¿Cómo debe considerar la obra de vuestra vida la gran Cabeza de la iglesia? ¿Cómo mira vuestra indiferencia para con los que se extravían del buen camino, Aquel para quien toda alma es preciosa, como comprada por su sangre? ¿No teméis que él os deje como los habéis dejado a ellos? Tened por seguro que el verdadero Centinela de la casa del Señor ha notado toda negligencia.

4. HAp 418. Es correcto amar lo bello y desearlo; pero Dios desea que primero amemos y busquemos las bellezas superiores, que son imperecederas. Ningún adorno exterior puede ser comparado en valor o belleza con aquel "espíritu agradable y pacífico," el "lino finísimo, blanco y limpio" (Apoc. 19:14) que todos los santos de la tierra usarán. Estas ropas los harán hermosos 418 y deseables aquí, y en el futuro serán su distintivo de admisión en el palacio del Rey. Su promesa es: "Y andarán conmigo en vestiduras blancas; porque son dignos." (Apoc. 3:4.)

5. CS 537. A medida que los libros de memoria se van abriendo en el juicio, las vidas de todos los que hayan creído en Jesús pasan ante Dios para ser examinadas por él. Empezando con los que vivieron los primeros en la tierra, nuestro Abogado presenta los casos de cada generación sucesiva, y termina con los vivos. 537

Cada nombre es mencionado, cada caso cuidadosamente investigado. Habrá nombres que serán aceptados, y otros rechazados. En caso de que alguien tenga en los libros de memoria pecados de los cuales no se haya arrepentido y que no hayan sido perdonados, su nombre será borrado del libro de la vida, y la mención de sus buenas obras será borrada de los registros de Dios. 

El Señor declaró a Moisés: "Al que haya pecado contra mí, a éste borraré de mi libro."

 (Éxodo 32:33, V.M.)

Y el profeta Ezequiel dice: "Si el justo se apartare de su justicia, y cometiere maldad, . . . todas las justicias que hizo no vendrán en memoria." (Ezequiel 18:4.)

A todos los que se hayan arrepentido verdaderamente de su pecado, y que hayan aceptado con fe la sangre de Cristo como su sacrificio expiatorio, se les ha inscrito el perdón frente a sus nombres en los libros del cielo; como llegaron a ser partícipes de la justicia de Cristo y su carácter está en armonía con la ley de Dios, sus pecados serán borrados, y ellos mismos serán juzgados dignos de la vida eterna. El Señor declara por el profeta Isaías: "Yo, yo soy aquel que borro tus transgresiones a causa de mí mismo, y no me acordaré más de tus pecados." (Isaías 43:25, V.M.)

Jesús dijo: "El que venciere, será así revestido de ropas blancas; y no borraré su nombre del libro de la vida, sino confesaré su nombre delante de mi Padre, y delante de sus santos ángeles." 

"A todo aquel, pues, que me confesare delante de los hombres, le confesaré yo también delante de mi Padre que está en los cielos. Pero a cualquiera que me negare delante de los hombres, le negaré yo también delante de mi Padre que está en los cielos." 

(Apocalipsis 3:5; Mateo 10:32,33, V.M.)

Todo el más profundo interés manifestado entre los hombres por los fallos de los tribunales terrenales no representa sino débilmente el interés manifestado en los atrios celestiales cuando los nombres inscritos en el libro de la vida desfilen ante el Juez de toda la tierra.

El divino Intercesor aboga por que a todos los que han vencido por la fe en su sangre se les perdonen 538 sus transgresiones, a fin de que sean restablecidos en su morada edénica y coronados con él coherederos del "señorío primero." (Miqueas 4:8.) Con sus esfuerzos para engañar y tentar a nuestra raza, Satanás había pensado frustrar el plan que Dios tenía al crear al hombre, pero Cristo pide ahora que este plan sea llevado a cabo como si el hombre no hubiese caído jamás. Pide para su pueblo, no sólo el perdón y la justificación, plenos y completos, sino además participación en su gloria y un asiento en su trono.

HAp 470. Y para todos los fieles que están luchando contra el mal, Juan oyó hacer las promesas: "Al que venciere, daré a comer del árbol de la vida, el cual está en medio del paraíso de Dios." "El que venciere, será vestido de vestiduras blancas: y no borraré su nombre del libro de la vida, y confesaré su nombre delante de mi Padre y delante de sus ángeles." "Al que venciere, yo le daré que se siente conmigo en mi trono; así como yo he vencido, y me he sentado con mi Padre en su trono." (Apoc. 2:7; 3:5,21.)

7-8 CS 483, 488. Pero una luz más viva surgió del estudio de la cuestión del santuario. Vieron entonces que tenían razón al creer que el fin de los 2.300 días, en 1844, había marcado una crisis importante. Pero si bien era cierto que se había cerrado la puerta de esperanza y de gracia por la cual los hombres habían encontrado 483 durante mil ochocientos años acceso a Dios, otra puerta se les abría, y el perdón de los pecados era ofrecido a los hombres por la intercesión de Cristo en el lugar santísimo. Una parte de su obra había terminado tan sólo para dar lugar a otra. Había aún una "puerta abierta" para entrar en el santuario celestial donde Cristo oficiaba en favor del pecador.

Entonces comprendieron la aplicación de las palabras que Cristo dirigió en el Apocalipsis a la iglesia correspondiente al tiempo en que ellos mismos vivían: "Estas cosas dice el que es santo, el que es veraz, el que tiene la llave de David, el que abre, y ninguno cierra, y cierra, y ninguno abre: Yo conozco tus obras: he aquí he puesto delante de ti una puerta abierta, la cual nadie podrá cerrar." (Apocalipsis 3:7,8, V.M.) Son los que por fe siguen a Jesús en su gran obra de expiación, quienes reciben los beneficios de su mediación por ellos, mientras que a los que rechazan la luz que pone a la vista este ministerio, no les beneficia.

Los judíos que rechazaron la luz concedida en el tiempo del primer advenimiento de Cristo, y se negaron a creer en él como Salvador del mundo, no podían ser perdonados por intermedio de él. Cuando en la ascensión Jesús entró por su propia sangre en el santuario celestial para derramar sobre sus discípulos las bendiciones de su mediación, los judíos fueron dejados en obscuridad completa y siguieron con sus sacrificios y ofrendas inútiles.

Había cesado el ministerio de símbolos y sombras. La puerta por la cual los hombres habían encontrado antes acceso cerca de Dios, no estaba más abierta. Los judíos se habían negado a buscarle de la sola manera en que podía ser encontrado entonces, por el sacerdocio en el santuario del cielo. No encontraban por consiguiente comunión con Dios. La puerta estaba cerrada para ellos. No conocían a Cristo como verdadero sacrificio y único mediador ante Dios; de ahí que no pudiesen recibir los beneficios de su mediación.

La condición de los judíos incrédulos ilustra el estado de los indiferentes e incrédulos entre los profesos cristianos, que 484 desconocen voluntariamente la obra de nuestro misericordioso Sumo Sacerdote. En el servicio típico, cuando el sumo sacerdote entraba en el lugar santísimo, todos los hijos de Israel debían reunirse cerca del santuario y humillar sus almas del modo más solemne ante Dios, a fin de recibir el perdón de sus pecados y no ser separados de la congregación.

* Se hizo cuanto se pudo por conmover su fe. Nadie podía dejar de ver que si el santuario terrenal era una figura o modelo del celestial, la ley depositada en el arca en la tierra era exacto trasunto de la ley encerrada en el arca del cielo; y que aceptar la verdad relativa al santuario celestial envolvía el reconocimiento de las exigencias de la ley de Dios y la obligación de guardar el sábado del cuarto mandamiento.

En esto estribaba el secreto de la oposición violenta y resuelta que se le hizo a la exposición armoniosa de las Escrituras que revelaban el servicio desempeñado por Cristo en el santuario celestial. Los hombres trataron de cerrar la puerta que Dios había abierto y de abrir la que él había cerrado. Pero "el que abre, y ninguno cierra; y cierra, y ninguno abre," había declarado: "He aquí, he puesto delante de ti una puerta abierta, la cual nadie podrá cerrar." 

(Apocalipsis 3:7, 8, V.M.)

Cristo había abierto la puerta, o ministerio, del lugar santísimo, la luz brillaba desde la puerta abierta del santuario celestial, y se vio que el cuarto mandamiento estaba incluido en la ley allí encerrada; lo que Dios había establecido, nadie podía derribarlo.

Los que habían aceptado la luz referente a la mediación de Cristo y a la perpetuidad de la ley de Dios, encontraron que éstas eran las verdades presentadas en el capítulo 14 del Apocalipsis.

Los mensajes de este capítulo constituyen una triple amonestación (véase el Apéndice), que debe servir para preparar a los habitantes de la tierra para la segunda venida del Señor. La declaración: "Ha llegado la hora de su juicio," indica la obra final de la actuación de Cristo para la salvación de los hombres. Proclama una verdad que debe seguir siendo proclamada hasta el fin de la intercesión del Salvador y su regreso a la tierra para llevar a su pueblo consigo.

La obra del juicio que empezó en 1844 debe proseguirse hasta que sean 489 falladas las causas de todos los hombres, tanto de los vivos como de los muertos; de aquí que deba extenderse hasta el fin del tiempo de gracia concedido a la humanidad.

Y para que los hombres estén debidamente preparados para subsistir en el juicio, el mensaje les manda: "¡Temed a Dios y dadle gloria," "y adorad al que hizo el cielo y la tierra, y el mar y las fuentes de agua!" El resultado de la aceptación de estos mensajes está indicado en las palabras: "En esto está la paciencia de los santos, los que guardan los mandamientos de Dios, y la fe de Jesús." Para subsistir ante el juicio tiene el hombre que guardar la ley de Dios. Esta ley será la piedra de toque en el juicio.

El apóstol Pablo declara: "Cuantos han pecado bajo la ley, por la ley serán juzgados; . . . en el día en que juzgará Dios las obras más ocultas de los hombres . . . por medio de Jesucristo." Y dice que "los que cumplen la ley serán justificados.' (Romanos 2: 12-16, V.M.)

LA FE es esencial para guardar la ley de Dios; pues "sin fe es imposible agradarle." Y "todo lo que no es de fe, es pecado." 

(Hebreos 11:6, V.M.; Romanos 14:23.)

2,8,10,11. HAp 469. LA IGLESIA TENÍA DEFECTOS, y necesitaba severa reprensión y corrección; y Juan fue inspirado a escribir mensajes de amonestación, reprensión y ruego a los que, habiendo perdido de vista los principios fundamentales del Evangelio, ponían en peligro la esperanza de su salvación.

Pero las palabras de reproche que Dios halla necesario enviar se pronuncian siempre con tierno amor, y con la promesa de paz a cada creyente arrepentido. "He aquí, yo estoy a la puerta y llamo -dice el Señor;- si alguno oyere mi voz y abriere la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo." (Apoc. 3:20.)

Y PARA LOS QUE EN MEDIO DEL CONFLICTO MANTUVIESEN SU FE EN DIOS, le fueron confiadas al profeta estas palabras de encomio y promesa: "Yo conozco tus obras: he aquí, he dado una puerta abierta delante de ti, la cual ninguno puede cerrar; porque tienes un poco de potencia, y has guardado mi palabra, y no has negado mi nombre. . . . Porque has guardado la palabra de mi paciencia, yo también te guardaré de la hora de la tentación que ha de venir en todo el mundo, para probar a los que moran en la tierra." Se amonestó al creyente: "Sé vigilante y confirma las otras cosas que están para morir." "He aquí, yo vengo presto; retén lo que tienes, para que ninguno tome tu corona." (Apoc. 3:8,10,2,11.)

12. DTG 503. DELANTE DE ÉL, HABÍA UNA CRUZ EN VEZ DE UN TRONO, y por compañeros suyos, a su derecha 503 y a su izquierda, dos malhechores. Juan y Santiago tuvieron que participar de los sufrimientos con su Maestro; uno fue el primero de los hermanos que pereció a espada; el otro, el que por más tiempo hubo de soportar trabajos, vituperio y persecución.

"MÁS EL SENTAROS A MI MANO DERECHA Y A MI IZQUIERDA --continuó Jesús,-¬no es mío darlo, sino a aquellos para quienes está aparejado de mi Padre." En el reino de los cielos, no se alcanza la posición por favoritismo. No se la gana ni se la recibe como un regalo arbitrario. Es el resultado del carácter. La corona y el trono son las prendas de una condición alcanzada; son las arras de la victoria sobre sí mismo por medio de nuestro Señor Jesucristo. Largo tiempo después, cuando se había unido en simpatía con Cristo por la participación de sus sufrimientos, el Señor le reveló a Juan cuál es la condición de la proximidad en su reino. "Al que venciere --dijo Cristo,-- yo le daré que se siente conmigo en mi trono; así como yo he vencido, y me he sentado con mi Padre en su trono." "Al que venciere, yo lo haré columna en el templo de mi Dios, y nunca más saldrá fuera; y escribiré sobre él el nombre de mi Dios,. . . y mi nombre nuevo.” (Apocalipsis 3:21,12).

14-15. HAp 398. A TRAVÉS de su largo período de servicio, la fidelidad de Pablo hacia su Salvador nunca vaciló. Por doquiera, ya fuera frente a los enfurruñados fariseos o a las autoridades romanas, o frente a la furiosa turba de Listra o los convictos pecadores de la cárcel macedónica, o razonando con los atemorizados tripulantes del buque náufrago, o solo ante Nerón para defender su vida, nunca se avergonzó de la causa que había abrazado. El gran propósito de su vida cristiana había sido servir a Aquel por cuyo nombre una vez había sentido desprecio; y de ese propósito no habían sido capaces 399 de apartarlo ni la oposición ni la persecución. Su fe, robustecida por el esfuerzo y purificada por el sacrificio, lo sostuvo y lo fortaleció….

EL VERDADERO MINISTRO DE DIOS NO REHÚYE LAS DIFICULTADES NI LAS RESPONSABILIDADES. De la fuente que nunca deja de manar para los que sinceramente buscan el poder divino, obtiene fuerza que lo capacita para enfrentar y vencer las tentaciones, y cumplir los deberes que Dios le impone.

La naturaleza de la gracia que recibe aumenta su capacidad para conocer a Dios y a su Hijo. Su alma anhela fervorosamente realizar un servicio aceptable para su Maestro. A medida que avanza en el camino cristiano, se esfuerza "en la gracia que es en Cristo Jesús".

Esta gracia lo habilita para ser testigo fiel de las cosas que ha oído. No desprecia ni descuida el conocimiento que ha recibido de Dios, sino que lo confía a hombres fieles, que a su vez lo enseñarán a otros.

4-16. 2T 175. Cuando Jesús deje de interceder por el hombre, los casos de todos estarán decididos para siempre. Este es el momento cuando sus siervos deben rendir cuentas. Para los que no se han preparado en pureza y santidad, que los capacitaría para encontrarse entre los que aguardan para dar la bienvenida a su Señor, el sol se pone en medio de pesar y tinieblas, para no salir nunca más. El tiempo de prueba termina; la intercesión de Cristo cesa en el cielo. 

Ese momento por fin llega repentinamente sobre todos, y los que no purificaron sus almas por la obediencia a la verdad, estarán durmiendo. Se cansaron de esperar y ve­lar; se volvieron indiferentes con respecto al regreso de su Maestro. No anhelaban su aparición, y cre­yeron que no era necesaria esa vigilancia constante y perseverante. Se han sentido desilusionados en sus expectativas, y eso podría ocurrirles de nuevo. 

Llegaron a la conclusión de que aún había tiempo para que se despertaran. Querían estar seguros de no perder la oportunidad de obtener un tesoro terre­nal. Sería prudente obtener todo lo posible de este mundo. Y al tratar de lograr ese objetivo, perdieron todo su deseo y su interés en la aparición de su Maestro.

 Se volvieron indiferentes, y descuidados, co­mo si su venida estuviera todavía muy lejos. Pero mientras su interés quedaba sepultado debajo de las ganancias mundanales, la obra terminó en el santuario celestial, y ellos no estaban preparados. Si los tales hubieran sabido que la obra de Cristo en el santuario celestial iba a terminar tan pronto, ¡qué diferente habría sido su comportamiento! ¡Con cuánto fervor habrían velado!

El Maestro, al anticipar todo esto, les dio una oportuna advertencia en la orden de velar. Definidamente describe cuán repentina será su venida. No nos da la fecha, para que no descuidemos nuestra preparación, y en nuestra indolen­cia esperemos el momento cuando nos parece que va a venir, para postergar nuestra preparación. 

"Ve­lad, pues, porque no sabéis" (Mat. 24:42). Y a pesar de que (174) esta incertidumbre fue predicha, junto con el carácter repentino de su venida, no salimos de nuestro sopor para dedicarnos a una ferviente vi­gilancia, y para acentuar nuestra disposición a esperar al Maestro.

 Los que no estén esperando y vigi­lando, serán sorprendidos finalmente en su infidelidad. 

El Maestro viene, y en lugar de estar listos para abrirle la puerta inmediatamente, están sumidos en un sopor mundano, y finalmente se perderán. Se me presentó otro grupo que contrastaba con el que acabo de describir. Estos estaban esperando y ve­lando. 

Sus ojos se dirigían al cielo, y las palabras de su Maestro brotaban de sus labios: "Y lo que a vo­sotros digo, a todos lo digo: Velad" (Mar. 13:37). "Velad, pues, porque no sabéis cuándo vendrá el Se­ñor de la casa; si al anochecer, o a la medianoche, o al canto del gallo, o a la mañana; para que cuando venga de repente, no os halle durmiendo" (Mar. 13:35-36).

El Señor sugiere que habrá una demora an­tes que finalmente amanezca. Pero no quiere que den lugar a la fatiga, ni que disminuya la intensidad de su ferviente vigilancia, porque la mañana no llega tan pronto como la habían esperado. Se me pre­sentó a los que esperaban con la mirada dirigida hacia lo alto. Se animaban mutuamente al repetir estas palabras: "Ya pasaron la primera y la segunda vigilias. Estamos en la tercera vigilia, esperando el re­greso del Maestro, y velando. Lo que nos queda de esta vigilia es muy poco ya".

Vi que algunos se can­saban; tenían la mirada dirigida hacia abajo; estaban absortos por las cosas terrenales y no eran fieles en su vigilia. Decían: "Esperamos que el Maestro viniera en la primera vigilia, pero sufrimos una des­ilusión. Estábamos seguros de que vendría en la segunda, pero ésta pasó, y no vino. De nuevo podemos sufrir un chasco. No es necesario que seamos tan estrictos. Es posible que no venga tampoco en la si­guiente vigilia. Estamos en la tercera vigilia, y creemos que es mejor que depositemos nuestro tesoro en la tierra, para estar seguros de que no vamos a pasar necesidad". 

Muchos estaban durmiendo, adormi­lados por los cuidados de esta vida, y seducidos por el engaño de las riquezas para abandonar su actitud de espera y vigilancia. Se me presentaron algunos ángeles que velaban con intenso interés mientras observaban el aspecto de los cansados pero fieles vigilantes, a fin de que la prueba no fuera demasiado dura, y no (175) desfalle­cieran por causa del esfuerzo y las dificultades duplicadas por el hecho de que sus hermanos habían de­jado de velar y se habían embriagado con los cuidados mundanales y estaban engañados por la prospe­ridad terrenal. Estos ángeles celestiales se sentían apenados por causa de los que una vez estuvieron ve­lando y que ahora, por su indolencia e infidelidad, aumentaban las pruebas y preocupaciones de los que con fervor y perseverancia estaban tratando de mantener su actitud de espera y vigilancia.

Vi que era imposible que los afectos e intereses estuvieran dedicados a los cuidados mundanales, para acrecentar las posesiones terrenales, y tener al mismo tiempo una actitud de espera y vigilancia, como el Salvador lo ha mandado. Dijo el ángel: "Pueden conseguir un solo mundo. Para lograr el tesoro ce­lestial, deben sacrificar el terrenal. No pueden tener ambos mundos".

Vi cuán necesario era que la fide­lidad en la vigilancia fuera permanente para poder huir de las trampas engañosas de Satanás. Este indu­ce a los que esperan y velan a que den un paso en dirección del mundo; no tenían la intención de avan­zar más, pero ese paso los separó de Jesús, y les facilitó la tarea de dar el segundo; y así se da un paso tras otro en dirección del mundo, hasta que la única diferencia que hay entre ellos y éste es una profe­sión de fe, un mero nombre. 

Han perdido su carácter peculiar y santo, y nada, salvo su profesión de fe los diferencia de los amadores del mundo que están en torno de ellos. 

Vi que las sucesivas vigilias eran cosa del pasado. Por causa de esto, ¿debería haber falta de vigilancia? ¡Oh, no! Hay ahora una mayor necesidad de velar incesantemente, porque nos queda menos tiempo que cuando se produjo la primera vigilia. Ahora el período de espera es necesariamente más corto que an­tes. Si esperamos con una vigilancia inquebrantable entonces, con cuánto mayor interés deberíamos ve­lar el doble que antes durante la segunda vigilia. El transcurso de esta segunda vigilia nos ha traído a la tercera y ahora no hay excusa ninguna para disminuir nuestra vigilancia.

La tercera vigilia reclama una triple dedicación. Ponernos impacientes ahora implicaría perder toda nuestra ferviente y perseverante vigilancia anterior. La larga noche de pesar nos somete a prueba, pero la mañana se posterga misericor­diosamente, porque si el Maestro viniera ahora, hallaría (176) a tantos sin preparación. La actitud de Dios de no permitir que su pueblo perezca ha sido la razón de tan larga demora. Pero la venida de la mañana para los fieles, y de la noche para los infieles, está a punto de producirse. Al esperar y velar, el pueblo de Dios debe manifestar su carácter peculiar, su separación del mundo.

Mediante nuestra actitud vigilante debemos demostrar que somos verdaderamente extranjeros y peregrinos sobre la tierra. La di­ferencia entre los que aman al mundo y los que aman a Cristo es tan clara que resulta inconfundible. Mientras los mundanos dedican todo su entusiasmo y su ambición a obtener los tesoros terrenales, el pueblo de Dios no se conforma a este mundo, sino que manifiesta, mediante su actitud fervorosa de vi­gilia y espera, que ha sido transformado; que su hogar no está en el mundo, sino que está buscando una patria mejor: la celestial. Espero, mis queridos hermanos y hermanas, que ustedes no leerán estas palabras sin ponderar cuidado­samente su importancia. 

Así como los hombres de Galilea permanecieron con los ojos fijos en el cielo para captar, si fuera posible, una vislumbre de su Salvador que ascendía, dos hombres vestidos de blan­co, ángeles celestiales encargados de consolarlos por la pérdida de la presencia de su Salvador, se pu­sieron de pie junto a ellos y les dijeron: "Varones galileos, ¿por qué estáis mirando al cielo? Este mis­mo Jesús, que ha sido tomado de vosotros al cielo, así vendrá como le habéis visto ir al cielo" (Hechos 1:11).

El propósito de Dios es que su pueblo fije sus ojos en el cielo, para aguardar la gloriosa aparición de nuestro Señor y Salvador Jesucristo. Mientras la atención de los mundanos se concentra en diversas empresas, la nuestra debería fijarse en el cielo; nuestra fe debería penetrar más y más en los gloriosos misterios del tesoro celestial, para que los preciosos y divinos rayos del santuario celestial resplandez­can en nuestros corazones, como resplandecen en el rostro de Jesús. 

Los burladores se mofan de los que esperan y velan, y preguntan: "¿Dónde está la promesa de su advenimiento? Os habéis chasqueado. Uníos a nosotros y prosperaréis en las cosas terrenales. Ganad dinero, y seréis honrados por el mundo". Los que aguardan miran hacia lo alto y responden: "Estamos velando". Y al apartarse de los placeres terrenales y la fama mundanal, y del engaño de las riquezas, (177) demuestran que han asumido esa ac­titud. Al velar, se fortalecen; vencen la negligencia, el egoísmo y el amor a la comodidad.

Los fuegos de la aflicción arden sobre ellos, y el tiempo de espera parece largo. A veces se entristecen y la fe fla­quea; pero se unen de nuevo, vencen sus temores y dudas, y mientras sus ojos están dirigidos al cielo, le dicen a sus adversarios: "Estamos velando, estamos esperando el regreso de nuestro Señor. Nos glo­riaremos en la tribulación, en la aflicción, en las necesidades". 

El deseo de nuestro Señor es que vigilemos, de manera que cuando venga y llame le abramos la puerta inmediatamente. Pronuncia una bendición sobre los siervos que estén velando. "Se ceñirá, los hará tomar asiento para que coman, y vendrá a servirles". ¿Quién entre nosotros en estos últimos días será honrado tan especialmente por el Maestro de las asambleas? ¿Estamos preparados a fin de abrirle la puerta sin demora para darle la bienvenida? ¡Velad, velad, velad! Casi todos han dejado de velar y es­perar; no estamos preparados para abrirle la puerta inmediatamente.

El amor al mundo ha ocupado de tal manera nuestros pensamientos, que nuestros ojos no están dirigidos hacia lo alto sino hacia abajo, hacia la tierra. Estamos apurados, dedicados con celo y entusiasmo a diferentes empresas, pero Dios ha sido olvidado, y no valoramos el tesoro celestial. No estamos en una actitud de espera y vigilancia. El amor al mundo y el engaño de las riquezas eclipsa nuestra fe, y no anhelamos la aparición de nuestro Salvador, ni la amamos. Tratamos con demasiado interés de preocuparnos por nosotros mismos. Somos intranquilos, y carecemos de una firme confianza en Dios.

14-21. 1JT 327-338. LA IGLESIA DE LAODICEA. El Mensaje a la iglesia de Laodicea es una denuncia sorprendente y se aplica al actual pueblo de Dios.

"Y escribe al ángel de la iglesia en Laodicea. He aquí dice el Amén, el testigo fiel y verdadero, el principio de la creación de Dios: Yo conozco tus obras, que ni eres frío, ni caliente. ¡Ojalá fueses frío, o caliente! Mas porque eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca. Porque tú dices: Yo soy rico, y estoy enriquecido, y no tengo necesidad de ninguna cosa; y no conoces que tú eres un cuitado y miserable y pobre y ciego y desnudo." (Apoc. 3:14-17.)

El Señor nos muestra aquí que el mensaje que deben dar a su pueblo los ministros que él ha llamado para que amonesten a la gente no es un mensaje de paz y seguridad. No es meramente teórico, sino práctico en todo detalle. En el mensaje a los laodicenses, los hijos de Dios son presentados en una posición de seguridad carnal. Están tranquilos, creyéndose en una exaltada condición de progreso espiritual. "Porque tú dices: Yo soy rico, y estoy enriquecido, y no tengo necesidad de ninguna cosa; y no conoces que tú eres un cuitado y miserable y pobre y ciego y desnudo."

¡Qué mayor engaño puede penetrar en las mentes humanas que la confianza de que en ellos todo está bien cuando todo anda mal!

El mensaje del Testigo Fiel encuentra al pueblo de Dios sumido en un triste engaño, aunque crea sinceramente dicho engaño. No sabe que su condición es deplorable a la vista de Dios. Aunque aquellos a quienes se dirige el mensaje del Testigo Fiel se lisonjean de que se encuentran en una exaltada condición espiritual, dicho mensaje quebranta su 328 seguridad con la sorprendente denuncia de su verdadera condición de ceguera, pobreza y miseria espirituales. Este testimonio tan penetrante y severo no puede ser un error porque es el Testigo Fiel el que habla y su testimonio debe ser correcto.

A los que se sienten seguros por causa de sus progresos y se creen ricos en conocimiento espiritual, les cuesta recibir el mensaje que declara que están engañados y necesitan toda gracia espiritual. El corazón que no ha sido santificado es engañoso "más que todas las cosas, y perverso."" (Jer. 17:9.) 

Se me mostró que muchos se ilusionan creyéndose buenos cristianos, aunque no tienen un solo rayo de la luz de Jesús.  No tienen una viva experiencia personal en la vida divina. Necesitan humillarse profunda y cabalmente delante de Dios antes de sentir su verdadera necesidad de realizar esfuerzos fervientes y perseverantes para obtener los preciosos dones del Espíritu.

Dios conduce a su pueblo paso a paso. La vida cristiana es una constante batalla y una marcha. No hay descanso de la lucha. Es mediante esfuerzos constantes e incesantes como nos mantenemos victoriosos sobre las tentaciones de Satanás.

Como pueblo, estamos triunfando en la claridad y fuerza de la verdad. Somos plenamente sostenidos en nuestra posición por una abrumadora cantidad de claros testimonios bíblicos. Pero somos muy deficientes en humildad, paciencia, fe, amor, abnegación, vigilancia y espíritu de sacrificio según la Biblia. Necesitamos cultivar la santidad bíblica. El pecado prevalece entre el pueblo de Dios. El claro mensaje de reprensión enviado a los laodicenses no es recibido. Muchos se aferran a sus dudas y pecados predilectos, a la par que están tan engañados que hablan y sienten como si nada necesitasen.

Piensan que es innecesario el testimonio de reproche del Espíritu de Dios, o que no se refiere a ellos. Los tales se hallan en la mayor necesidad de la gracia de Dios y de discernimiento espiritual para poder descubrir su falta de conocimiento espiritual. Les falta casi toda cualidad necesaria para perfeccionar 329 un carácter cristiano. No tienen el conocimiento práctico de la verdad bíblica que induce a la humildad en la vida y a conformar la voluntad a la de Cristo. No viven obedeciendo a todos los requerimientos de Dios.

No es suficiente el simple hecho de profesar creer la verdad. Todos los soldados de la cruz de Cristo se obligan virtualmente a entrar en la cruzada contra el adversario de las almas, a condenar lo malo y sostener la justicia. Pero el mensaje del Testigo Fiel revela el hecho de que nuestro pueblo está sumido en un terrible engaño, que impone la necesidad de amonestarlo para que interrumpa su sueño espiritual y se levante a cumplir una acción decidida.

LA CAUSA DE LA CEGUERA ESPIRITUAL. En mi última visión se me mostró que este mensaje decidido del Testigo Fiel no ha cumplido aún el designio de Dios. La gente duerme en sus pecados. Continúa declarándose rica, y sin necesidad de nada.  Muchos preguntan: ¿Por qué se dan todos estos reproches? ¿Por qué los Testimonios nos acusan continuamente de apostasía y graves pecados? Amamos la verdad; estamos prosperando; no necesitamos esos testimonios de amonestación y reproche.

Pero miren sus corazones estos murmuradores y comparen su vida con las enseñanzas prácticas de la Biblia; humillen sus almas delante de Dios; ilumine la gracia de Dios las tinieblas; y caerán las escamas de sus ojos y se percatarán de su verdadera pobreza y miseria espirituales. Sentirán la necesidad de comprar oro, que es la fe y el amor puro; ropa blanca, que es el carácter inmaculado, purificado en la sangre de su amado Redentor; y colirio, que es la gracia de Dios, y que les dará un claro discernimiento de las cosas espirituales para descubrir el pecado. Estas cosas son más preciosas que el oro de Ofir.

Se me ha mostrado que la mayor razón por la cual los hijos de Dios se encuentran ahora en este estado de ceguera espiritual, es que no quieren recibir la corrección.

Muchos han 330 despreciado los reproches y amonestaciones que se les dirigieron. El Testigo Fiel condena la tibieza de los hijos de Dios, que confiere a Satanás gran poder sobre ellos en este tiempo de espera y vigilancia. Los egoístas, los orgullosos y los amantes del pecado se ven siempre asaltados por dudas. Satanás sabe sugerir dudas e idear objeciones contra el testimonio directo que Dios envía, y muchos piensan que es una virtud, un indicio de inteligencia ser incrédulos, dudar y argüir. Los que desean dudar tendrán bastante oportunidad de hacerlo. Dios no se propone suprimir todo motivo de incredulidad. El da evidencias que deben ser investigadas cuidadosamente con mente humilde y espíritu dispuesto a recibir enseñanza; y todos deben decidir por el peso de las evidencias.

La vida eterna es de valor infinito y nos costará todo lo que poseemos. Se me mostró que no estimamos debidamente las cosas eternas. Todo lo que es digno de posesión, aún en este mundo, debe obtenerse mediante esfuerzo y a veces por el sacrificio más penoso. Y ello es tan sólo para obtener un tesoro perecedero. ¿Estaremos menos dispuestos a soportar conflictos y trabajos y a hacer esfuerzos fervientes y grandes sacrificios, para obtener un tesoro que es de valor incalculable y una vida que se mide con la del Infinito? ¿Puede el cielo costarnos demasiado?

LA FE Y EL AMOR son tesoros áureos, elementos que faltan en gran manera entre el pueblo de Dios. Se me ha mostrado que la incredulidad en los testimonios de amonestación, estímulo y reproche está apartando la luz del pueblo de Dios. La incredulidad les cierra los ojos para que ignoren su verdadera condición. El Testigo Fiel describe así su ceguera: "Y no conoces que tú eres un cuitado y miserable y pobre y ciego y desnudo." (Apoc. 3:17.)

La fe en la pronta venida de Cristo se está desvaneciendo. "Mi Señor se tarda en venir" (Mat. 24:48), es no sólo lo que se dice en el corazón, sino que se expresa en palabras y muy definidamente en las obras. En este tiempo de vigilia, el 331 estupor anubla los sentidos del pueblo de Dios con respecto a las señales de los tiempos. 

La terrible iniquidad que tanto abunda requiere la mayor diligencia y el testimonio vivo para impedir que el pecado penetre en la iglesia. La fe ha estado disminuyendo en grado temible, y únicamente el ejercicio puede hacerla aumentar.

Cuando nació el mensaje del tercer ángel, los que se dedicaban a la obra de Dios tenían algo que arriesgar, tenían que hacer sacrificios. Empezaron esta obra en la pobreza y sufrieron las mayores privaciones y oprobios. Arrostraban una oposición resuelta que los impulsaba hacia Dios en su necesidad y mantenía viva su fe.* Nuestro actual plan de la benevolencia sistemática sostiene ampliamente a nuestros predicadores y no hay necesidad de que ellos ejerzan fe en que serán sostenidos. Los que ahora emprenden la predicación de la verdad no tienen nada que arriesgar. No corren peligros, ni tienen que hacer sacrificios especiales. El sistema de la verdad está listo y a mano, y se provee a los obreros de publicaciones que defienden las verdades que ellos promulgan.

Algunos jóvenes se inician en la obra sin tener un sentimiento real de su exaltado carácter. No tienen que soportar privaciones, penurias ni severos conflictos que requerirían el ejercicio de la fe. No cultivan la abnegación práctica ni albergan un espíritu de sacrificio. Algunos se están poniendo orgullosos y engreídos, y no tienen verdadera preocupación por la obra. El Testigo Fiel dice a estos ministros: "Sé pues celoso, y arrepiéntete." (Apoc. 3:19.) Algunos de ellos se ensoberbecen tanto que son realmente un estorbo y una maldición para la preciosa causa de Dios. No ejercen una influencia salvadora sobre los demás. Estos hombres necesitan convertirse cabalmente 332 a Dios y ser santificados por las verdades que presentan a otros.

Muchos se sienten impacientes e irritados porque son frecuentemente molestados por amonestaciones y reproches que les hacen acordar de sus pecados.

Dice el Testigo Fiel: "Yo conozco tus obras." (Apoc. 3:15.) Los motivos, los propósitos, la incredulidad, las sospechas y los celos, pueden ocultarse de los hombres, pero no de Cristo. 

El Testigo Fiel viene como consejero: "Yo te amonesto que de mi compres oro afinado en fuego, para que seas hecho rico, y seas vestido de vestiduras blancas, para que no se descubra la vergüenza de tu desnudez; y unge tus ojos con colirio, para que veas. Yo reprendo y castigo a todos los que amo: sé pues celoso, y arrepiéntete. He aquí, yo estoy a la puerta y llamo: si alguno oyere mi voz y abriere la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo. Al que venciere, yo le daré que se siente conmigo en mi trono; así como yo he vencido, y me he sentado con mi Padre en su trono." (Apoc. 3:18-21.)

TESTIMONIOS DIRECTOS EN LA IGLESIA. Los que son reprendidos por el Espíritu de Dios no deben levantarse contra el humilde instrumento. Es Dios, y no un mortal sujeto a error, quien ha hablado para salvarlos de la ruina. Los que desprecian la amonestación serán dejados en las tinieblas y se engañarán a sí mismos. Pero los que la escuchen y se dediquen celosamente a la obra de apartar sus pecados de sí a fin de tener las gracias necesarias, estarán abriendo la puerta de su corazón para que el amado Salvador pueda entrar y morar con ellos. Esta clase de personas se encontrará siempre en perfecta armonía con el testimonio del Espíritu de Dios.

Los Ministros que predican la verdad presente no deben descuidar el solemne mensaje dirigido a los laodicenses. El testimonio del Testigo Fiel no es un mensaje suave.

El Señor no nos dice: "Estáis más o menos bien; habéis soportado 333 castigos y reproches que nunca merecisteis; habéis sido innecesariamente desalentados por la severidad; no sois culpables de los males y pecados por los cuales se os reprendió."

El Testigo Fiel declara que cuando uno supone que está en buenas condiciones de prosperidad, realmente lo necesita todo. No es suficiente que los ministros presenten temas teóricos; deben también presentar los temas prácticos. 

Deben estudiar las lecciones prácticas que Cristo dio a sus discípulos, y hacer una detenida aplicación de las mismas a sus propias almas y a las de la gente. 

Porque Cristo da este testimonio de reprensión, ¿supondremos que le faltan sentimientos de tierno amor hacia su pueblo? ¡Oh, no! 

El que murió para redimir al hombre de la muerte, ama con amor divino, y a aquellos a quienes ama los reprende. "Yo reprendo y castigo a todos los que amo." Pero muchos no quieren recibir el mensaje que el cielo les manda gracias a su misericordia, No pueden soportar que se les hable de su negligencia en el cumplimiento del deber, ni de sus malas acciones, de su egoísmo, orgullo y amor al mundo.

PELIGROS DE LOS POSTREROS DÍAS. Estamos viviendo en un tiempo muy solemne e importante en la historia de esta tierra. Nos vemos en medio de los peligros de los postreros días. Está por sobrecogernos sucesos importantes y terribles. ¡Cuán necesario es que todos los que temen a Dios y aman su ley, se humillen delante de él y se aflijan y lamenten, confesando los pecados que han separado a Dios de su pueblo! 

Lo que debe excitar la mayor alarma es que no sentimos ni comprendemos nuestra condición degradada, y que nos contentamos con permanecer como estamos. Debemos acudir a la Palabra Dios y a la oración, buscando individualmente al Señor con fervor, para encontrarlo. Debemos hacer de esto nuestro primer quehacer.- 1872, tomo 3, pág. 53. 334

EL DEBER DE REPRENDER EL PECADO*

SE ME ha mostrado que Dios ilustra aquí cómo considera el pecado de los que profesan ser el pueblo que guarda sus mandamientos. Aquellos a quienes él ha honrado especialmente haciéndoles presenciar las notables manifestaciones de su poder, como al antiguo Israel, y que aún así se atreven a despreciar sus expresas indicaciones, serán objeto de su ira.

Quiere enseñar a su pueblo que la desobediencia y el pecado le ofenden excesivamente, y que no se los debe considerar livianamente. Nos muestra que cuando su pueblo es hallado en pecado, debe inmediatamente tomar medidas decisivas para apartar el pecado de sí, a fin de que el desagrado de Dios no descanse sobre él.

Pero si los que ocupan puestos de responsabilidad pasan por alto los pecados del pueblo, su desagrado pesará sobre ellos, y el pueblo de Dios será tenido en conjunto por responsable de esos pecados. En su trato con su pueblo en lo pasado, el Señor reveló la necesidad de purificar la iglesia del mal. Un pecador puede difundir tinieblas que privarán de la luz de Dios a toda la congregación. Cuando el pueblo comprende que las tinieblas se asientan sobre él y no conoce las causas, debe buscar a Dios con gran humillación, hasta que se hayan descubierto y desechado los males que agravian su Espíritu.

El prejuicio que se ha levantado contra nosotros porque hemos reprendido los males cuya existencia Dios me reveló, y la acusación que se ha suscitado de que somos duros y severos, es injusta. Dios nos ordena hablar, y no queremos callar. Si hay males evidentes entre su pueblo, y si los hijos de Dios los pasan por alto con indiferencia, en realidad éstos sostienen y justifican al pecador, son igualmente culpables y causarán 335 como aquél el desagrado de Dios, porque serán hechos responsables de los pecados de los culpables. 

Se me han mostrado en visión muchos casos que provocaron el desagrado de Dios por la negligencia de sus siervos al tratar con los males y pecados que existían entre ellos. Los que excusaron estos males fueron considerados por el pueblo como personas de disposición muy amable, simplemente porque rehuían el desempeño de un claro deber bíblico. La tarea no era agradable para sus sentimientos; por lo tanto la eludían.

El espíritu de odio que ha existido entre algunos porque fueron reprendidos los males que reinaban entre el pueblo de Dios, ha ocasionado ceguera y un terrible engaño para sus almas, haciéndoles imposible discriminar entre lo bueno y lo malo. Los tales han apagado su propia visión espiritual. Pueden presenciar los males, pero no se sienten como se sentía Josué, ni se humillan al advertir el peligro de las almas.

El verdadero pueblo de Dios, que toma a pecho el espíritu de la obra del Señor y la salvación de las almas, verá siempre al pecado en su verdadero carácter pecaminoso. Estará siempre de parte de los que denuncian claramente los pecados que tan fácilmente asedian a los hijos de Dios. Especialmente en la obra final que se hace en favor de la iglesia, en el tiempo del sellamiento de los ciento cuarenta y cuatro mil que han de subsistir sin defecto delante del trono de Dios, sentirán muy profundamente los yerros de los que profesan ser hijos de Dios.

Esto lo expone con mucho vigor la ilustración que presenta el profeta acerca de la última obra, bajo la figura de los hombres que tenían sendas armas destructoras en las manos. Entre ellos había uno vestido de lino que tenía a su lado un tintero. "Y díjole Jehová: Pasa por medio de la ciudad, por medio de Jerusalem, y pon una señal en la frente a los hombres que gimen y que claman a causa de todas las abominaciones que se hacen en medio de ella." (Eze. 9:4.)

¿Quiénes siguen el consejo de Dios en este tiempo? ¿Son los que excusan virtualmente los yerros de entre el profeso 336 pueblo de Dios, y quienes murmuran en su corazón, si no abiertamente, contra los que quisieran reprender el pecado? ¿Son aquellos que se les oponen y simpatizan con los que contemporizan con el mal? No, en verdad.

A menos que se arrepientan, y dejen la obra satánica de oprimir a los que tienen la preocupación de la obra, y de dar la mano a los pecadores de Sión, nunca recibirán el sello de la aprobación de Dios. Caerán en la destrucción general de los impíos, representada por la obra de los hombres que llevaban armas.

Nótese esto con cuidado: Los que reciban la marca pura de la verdad, desarrollada en ellos por el poder del Espíritu Santo y representada por el sello del hombre vestido de lino, son los que "gimen y que claman a causa de todas las abominaciones que se hacen" en la iglesia. Su amor por la pureza y el honor y la gloria de Dios es tal, y tienen una visión tan clara del carácter excesivamente pecaminoso del pecado, que se los representa agonizando, suspirando y llorando. Léase el capítulo noveno de Ezequiel.

Pero la matanza general de todos los que no ven así el amplio contraste entre el pecado y la justicia, y no tienen los sentimientos de aquellos que siguen el consejo de Dios y reciben la señal, está descrita en la orden dada a los cinco hombres con armas: "Pasad por la ciudad en pos de él, y herid; no perdone vuestro ojo, ni tengáis misericordia.  Matad viejos, mozos y vírgenes, niños y mujeres, hasta que no quede ninguno: más a todo aquel sobre el cual hubiere señal, no llegaréis; y habéis de comenzar desde mi santuario."  (Eze. 9:5,6.)

ACÁN ES UNA LECCIÓN OBJETIVA. En el caso del pecado de Acán, Dios dijo a Josué: "Ni seré más con vosotros, si no destruyereis el anatema de en medio de vosotros."  (Jos. 7:12.) ¿Cómo se compara este caso con la conducta seguida por los que no quieren alzar la voz con el pecado y el mal, sino que siempre simpatizan con aquellos que perturban el campamento de Israel con sus pecados? Dios 337 dijo a Josué: "No podrás estar delante de tus enemigos, hasta tanto que hayáis quitado el anatema de en medio de vosotros." (Vers.13) Pronunció el castigo que debía seguir a la transgresión de su pacto.

Josué inició entonces una diligente búsqueda para descubrir al culpable. Consideró a Israel por tribus, luego por familias, y al fin individualmente; y Acán fue descubierto como el culpable. Pero, a fin de que el asunto fuese claro para todo Israel y que no hubiese ocasión de murmurar y decir que se había hecho sufrir a un inocente, Josué obró con método. Sabía que Acán era el transgresor y que había ocultado su pecado y provocado la ira de Dios contra su pueblo. Indujo discretamente a Acán a que confesara su pecado, a fin de que el honor y la justicia de Dios fuesen vindicados delante de Israel.

"Entonces Josué dijo a Acán: Hijo mío, da gloria ahora a Jehová el Dios de Israel y dale alabanza, y declárame ahora lo que has hecho; no me lo encubras.

"Y Acán respondió a Josué, diciendo: Verdaderamente yo he pecado contra Jehová el Dios de Israel, y he hecho así y así: Que vi entre los despojos un manto babilónico muy bueno, y doscientos siclos de plata, y un changote de oro de peso de cincuenta siclos; lo cual codicié y tomé: y he aquí que está escondido debajo de tierra en el medio de mi tienda, y el dinero debajo de ello. Josué entonces envió mensajeros, los cuales fueron corriendo a la tienda; y he aquí estaba escondido en su tienda, y el dinero debajo de ello: y tomándolo de en medio de la tienda, trajéronlo a Josué y a todos los hijos de Israel, y pusiéronlo delante de Jehová. 

Entonces Josué y todo Israel con él, tomó a Acán hijo de Zera, y el dinero, y el manto, y el changote de oro, y sus hijos, y sus hijas, y sus bueyes, y sus asnos, y sus ovejas, y su tienda, y todo cuanto tenía, y lleváronlo todo al valle de Achor; y dijo Josué: ¿Por qué nos has turbado? Túrbete Jehová en este día. Y todos los israelitas los apedrearon y los quemaron a fuego, después de apedrearles con piedras."  (Josué 7:19-25.) 338

El Señor dijo a Josué que Acán no solamente había tomado las cosas que él les había encargado positivamente que no se tocasen, para no incurrir en maldición, sino que también las había ocultado. El Señor había dicho que Jericó y todos sus despojos debían ser consumidos, excepto el oro y la plata, que habían de reservarse para la tesorería del Señor.  

La victoria que fue la toma de Jericó no se obtuvo por la guerra, ni porque el pueblo se expusiera a peligros. El Capitán del ejército de Jehová había conducido las huestes del cielo.

 La batalla había sido del Señor; era él quien la había peleado. 

Los hijos de Israel no asestaron un solo golpe. 

La victoria y la gloria pertenecían al Señor, y los despojos eran suyos. Indicó que todo debía ser consumido excepto el oro y la plata que se reservaban para su tesorería. Acán comprendía bien la reserva hecha y sabía que los tesoros de oro y plata que él codiciaba pertenecían al Señor.  Robó a la tesorería del Señor para su propio beneficio. 339

15-16. DMJ 34. Jesús añadió esta solemne amonestación: "Si la sal hubiere perdido su sabor ¿con qué será ella misma salada?  No sirve ya para nada, sino para ser echada fuera, y hollada de los hombres" Mat. 5:13 (VM).

Al escuchar las palabras de Cristo, la gente podía ver la sal, blanca y reluciente, arrojada en los senderos porque había perdido el sabor y resultaba, por lo tanto, inútil. Simbolizaba muy bien la condición de los fariseos y el efecto de su religión en la sociedad. Representa la vida de toda alma de la cual se ha separado el poder de la gracia de Dios, dejándola fría y sin Cristo. 

No importa lo que esa alma profese, es considerada insípida y desagradable por los ángeles y por los hombres. A tales personas dice Cristo: 

"¡Ojalá fueses frío o caliente! Pero por cuanto eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca". Apoc. 3:15,16.

Sin una fe viva en Cristo como Salvador personal, nos es imposible ejercer influencia eficaz sobre un mundo escéptico. 

No podemos dar a nuestros prójimos lo que nosotros mismos no poseemos. La influencia que ejercemos para bendecir y elevar a los seres humanos se mide por la 35 devoción y la consagración a Cristo que nosotros mismos tenemos.  Si no prestamos un servicio verdadero, y no tenemos amor sincero, ni hay realidad en nuestra experiencia, tampoco tenemos poder para ayudar ni relación con el cielo, ni hay sabor de Cristo en nuestra vida.

16. 3JT 15. A los que son indiferentes en este tiempo, Cristo dirige esta amonestación: "Mas porque eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca." (Apoc. 3:16.) La figura empleada al decir que os vomitará de su boca, significa que no puede ofrecer a Dios vuestras oraciones o vuestras expresiones de amor. No puede apoyar vuestras enseñanzas de su Palabra ni vuestra obra espiritual. No puede presentar vuestros ejercicios religiosos con la petición de que se os conceda gracia.

17-18. DTG 246. Jesús señaló el poder que la falsa enseñanza tiene para destruir el aprecio y el deseo de la verdad. "Ninguno --dijo él,-- que bebiere del añejo, quiere luego el nuevo; porque dice: El añejo es mejor." Toda la verdad que había sido dada al mundo por los patriarcas y los profetas resplandecía con nueva belleza en las palabras de Cristo. Pero los escribas y fariseos no deseaban el precioso vino nuevo. Hasta que no se vaciasen de sus viejas tradiciones, costumbres y prácticas, no tenían en su mente o corazón lugar para las enseñanzas de Cristo. Se 246 aferraban a las formas muertas, y se apartaban de la verdad viva y del poder de Dios. Esto ocasionó la ruina de los judíos y será la ruina de muchas almas en nuestros tiempos.

MILES están cometiendo el mismo error que los fariseos a quienes Cristo reprendió en el festín de Mateo. Antes que renunciar a alguna idea que les es cara, o descartar algún ídolo de su opinión, muchos rechazan la verdad que desciende del Padre de las luces. Confían en sí mismos y dependen de su propia sabiduría, y no comprenden su pobreza espiritual. Insisten en ser salvos de alguna manera por la cual puedan realizar alguna obra importante. Cuando ven que no pueden entretejer el yo en esa obra, rechazan la salvación provista.

Una religión legal no puede nunca conducir las almas a Cristo, porque es una religión sin amor y sin Cristo. El ayuno o la oración motivada por un espíritu de justificación propia, es abominación a Dios. La solemne asamblea para adorar, la repetición de ceremonias religiosas, la humillación externa, el sacrificio imponente, proclaman que el que hace esas cosas se considera justo, con derecho al cielo, pero es todo un engaño. Nuestras propias obras no pueden nunca comprar la salvación. 

Como fue en los días de Cristo, así es hoy; los fariseos no conocen su indigencia espiritual. 

A ellos llega el mensaje: "Porque tú dices: Yo soy rico, y estoy enriquecido, y no tengo necesidad de ninguna cosa; y no conoces que tú eres un cuitado y miserable y pobre y ciego y desnudo; yo te amonesto que de mí compres oro afinado en fuego, para que seas hecho rico, y seas vestido de vestiduras blancas, para que no se descubra la vergüenza de tu desnudez."* (Apocalipsis 3:17,18).

La Fe Y El Amor son el oro probado en el fuego. Pero en el caso de muchos, el oro se ha empañado, y se ha perdido el rico tesoro. La justicia de Cristo es para ellos como un manto sin estrenar, una fuente sellada.

A ellos se dice: "Tengo contra ti que has dejado tu primer amor. Recuerda por tanto de dónde has caído, y arrepiéntete, y haz las primeras obras; pues si no, vendré presto a ti, y quitaré tu candelero de su lugar, si no te hubieres arrepentido."* (Apocalipsis 2:4,5). "Los sacrificios de Dios son el espíritu quebrantado: al corazón contrito y humillado no despreciarás tú, oh Dios." (Salmos 51:17).

El hombre debe despojarse de sí mismo antes que pueda ser, en 247 el sentido más pleno, creyente en Jesús. Entonces el Señor puede hacer del hombre una nueva criatura. Los nuevos odres pueden contener el nuevo vino. El amor de Cristo animará al creyente con nueva vida. En aquel que mira al Autor y Consumador de nuestra fe, se manifestará el carácter de Cristo. 248

18-19. 1JT 42. Vi que Satanás observa el temperamento peculiar egoísta y codicioso de algunos que profesan creer la verdad, y los tentará prosperando su camino y ofreciéndoles las riquezas de la tierra. Sabe que si no vencen su temperamento natural, tropezarán y caerán al amar a Mammón y adorar su ídolo. 42

Con frecuencia Satanás logra su objeto. El fuerte amor al mundo vence o absorbe el amor a la verdad. 

Les son ofrecidos los reinos del mundo, y ellos se apoderan ávidamente de sus tesoros, y piensan que son admirablemente prosperados. Satanás triunfa porque su plan ha tenido éxito. Ellos han abandonado el amor de Dios por el amor del mundo.

EL AMOR DEL MUNDO. Vi que aquellos que son así prosperados pueden estorbar el designio de Satanás si deciden vencer su codicia egoísta poniendo todas sus posesiones sobre el altar de Dios. Cuando ven dónde se necesitan recursos para hacer progresar la causa de Dios y ayudar a la viuda y a los huérfanos y afligidos, deben dar alegremente, y así hacerse tesoros en el cielo.

Oíd el consejo del Testigo fiel: Comprad oro afinado en el fuego, a fin de que seáis ricos, ropas blancas para que estéis vestidos, y colirio a fin de que veáis. Haced algún esfuerzo. Estos tesoros preciosos no descenderán sobre nosotros sin esfuerzo alguno de nuestra parte. Debemos comprar, ser celosos y arrepentimos de nuestro estado de tibieza. Debemos despertarnos para ver nuestros males, buscar nuestros pecados y arrepentirnos celosamente de ellos.

18-21. 1JT 332. Algunos jóvenes se inician en la obra sin tener un sentimiento real de su exaltado carácter. No tienen que soportar privaciones, penurias ni severos conflictos que requerirían el ejercicio de la fe. No cultivan la abnegación práctica ni albergan un espíritu de sacrificio. Algunos se están poniendo orgullosos y engreídos, y no tienen verdadera preocupación por la obra. El Testigo Fiel dice a estos ministros: "Sé pues celoso, y arrepiéntete." (Apoc. 3:19.) Algunos de ellos se ensoberbecen tanto que son realmente un estorbo y una maldición para la preciosa causa de Dios. No ejercen una influencia salvadora sobre los demás. Estos hombres necesitan convertirse cabalmente 332 a Dios y ser santificados por las verdades que presentan a otros.

MUCHOS se sienten impacientes e irritados porque son frecuentemente molestados por amonestaciones y reproches que les hacen acordar de sus pecados.

Dice el Testigo Fiel: "Yo conozco tus obras." (Apoc. 3:15.) Los motivos, los propósitos, la incredulidad, las sospechas y los celos, pueden ocultarse de los hombres, pero no de Cristo. El Testigo Fiel viene como consejero: "Yo te amonesto que de mi compres oro afinado en fuego, para que seas hecho rico, y seas vestido de vestiduras blancas, para que no se descubra la vergüenza de tu desnudez; y unge tus ojos con colirio, para que veas. Yo reprendo y castigo a todos los que amo: sé pues celoso, y arrepiéntete. He aquí, yo estoy a la puerta y llamo: si alguno oyere mi voz y abriere la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo. Al que venciere, yo le daré que se siente conmigo en mi trono; así como yo he vencido, y me he sentado con mi Padre en su trono." (Apoc. 3:18-21.)

TESTIMONIOS DIRECTOS EN LA IGLESIA. Los que son reprendidos por el Espíritu de Dios no deben levantarse contra el humilde instrumento. Es Dios, y no un mortal sujeto a error, quien ha hablado para salvarlos de la ruina. Los que desprecian la amonestación serán dejados en las tinieblas y se engañarán a sí mismos. Pero los que la escuchen y se dediquen celosamente a la obra de apartar sus pecados de sí a fin de tener las gracias necesarias, estarán abriendo la puerta de su corazón para que el amado Salvador pueda entrar y morar con ellos. Esta clase de personas se encontrará siempre en perfecta armonía con el testimonio del Espíritu de Dios.

Los ministros que predican la verdad presente no deben descuidar el solemne mensaje dirigido a los laodicenses. El testimonio del Testigo Fiel no es un mensaje suave.

El Señor no nos dice: "Estáis más o menos bien; habéis soportado 333 castigos y reproches que nunca merecisteis; habéis sido innecesariamente desalentados por la severidad; no sois culpables de los males y pecados por los cuales se os reprendió."

El Testigo Fiel declara que cuando uno supone que está en buenas condiciones de prosperidad, realmente lo necesita todo. No es suficiente que los ministros presenten temas teóricos; deben también presentar los temas prácticos. Deben estudiar las lecciones prácticas que Cristo dio a sus discípulos, y hacer una detenida aplicación de las mismas a sus propias almas y a las de la gente. Porque Cristo da este testimonio de reprensión, ¿supondremos que le faltan sentimientos de tierno amor hacia su pueblo? ¡Oh, no! El que murió para redimir al hombre de la muerte, ama con amor divino, y a aquellos a quienes ama los reprende.  "Yo reprendo y castigo a todos los que amo." Pero muchos no quieren recibir el mensaje que el cielo les manda gracias a su misericordia, No pueden soportar que se les hable de su negligencia en el cumplimiento del deber, ni de sus malas acciones, de su egoísmo, orgullo y amor al mundo.

21. CS 468. COMO SACERDOTE, Cristo está sentado ahora con el Padre en su trono. (Apocalipsis 3:21.) En el trono, en compañía 469 del Dios eterno que existe por sí mismo, está Aquel que "ha llevado nuestros padecimientos, y con nuestros dolores . . . se cargó," quien fue "tentado en todo punto, así como nosotros, mas sin pecado," para que pudiese "también socorrer a los que son tentados." "Si alguno pecare, abogado tenemos para con el Padre, a saber, a Jesucristo el justo." (Isaías 53:4; Hebreos 4:15; 2:18; 1Juan 2:1 V.M.) Su intercesión es la de un cuerpo traspasado y quebrantado y de una vida inmaculada. Las manos heridas, el costado abierto, los pies desgarrados, abogan en favor del hombre caído, cuya redención fue comprada a tan infinito precio.

HAp 433. En el reino de Dios no se obtiene un puesto por medio del favoritismo. No se gana, ni es otorgado por medio de una gracia arbitraria. Es el resultado del carácter. La cruz y el trono son los símbolos de una condición alcanzada, los símbolos de la conquista propia por medio de la gracia de nuestro Señor Jesucristo.

MUCHO DESPUÉS, cuando Juan había llegado a armonizar con Cristo por haberle seguido en sus sufrimientos, el Señor Jesús le reveló cuál es la condición que nos acerca a su reino. "Al que venciere -dijo Cristo,- yo le daré que se siente conmigo en mi trono; así como yo he vencido, y me he sentado con mi Padre en su trono." (Apoc. 3:21.)

Ministerio Hno. Pio


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