1 Juan 3.
LOS HIJOS DE DIOS EN CONTRASTE
CON LOS HIJOS DEL DIABLO, 3:1-24.
A. La Justicia De Los Hijos De
Dios, 3:1-7.
B. El Que Practica El Pecado Es
Del Diablo, 3:8-9.
C. El Que No Ama A Su Hermano Es
Del Diablo, 3:10-18.
D. Dios Asegura La Salvación A
Sus Hijos, 3:19-24.
“Declaración Del Gran Amor De Dios
Por Nosotros Al Hacernos Hijos Suyos.
Por Eso Debemos Guardar Sus
Mandamientos
Y También Amarnos Fraternal Y Mutuamente”.
1 MIRAD cuál amor nos ha dado el
Padre, Para que seamos llamados hijos de Dios; por esto el mundo no nos conoce,
porque no le conoció a él. 2 Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha
manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando él se manifieste,
seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es. 3 Y todo aquel que
tiene esta esperanza en él, se purifica a sí mismo, así como él es puro. 4 Todo
aquel que comete pecado, infringe también la ley; pues el pecado es infracción
de la ley. 5 Y sabéis que él apareció para quitar nuestros pecados, y no hay
pecado en él. 6 Todo aquel que permanece en él, no peca; todo aquel que peca,
no le ha visto, ni le ha conocido. 7 Hijitos, nadie os engañe; el que hace
justicia es justo, como él es justo.
8 El que practica el pecado es
del diablo; porque el peca desde el principio. Para esto apareció el Hijo de
Dios, para deshacer las obras del diablo. 9 Todo aquel que es nacido de Dios,
no practica el pecado, porque la simiente de Dios permanece en él; y no puede
pecar, porque es nacido de Dios.
10 En esto se manifiestan los
hijos de Dios y los hijos del diablo: todo aquel que no hace justicia, y que no
ama a su hermano no es de Dios. 11 Porque este es el mensaje que has oído desde
el principio: Que nos amemos unos a otros. 12 No como Caín, que era del maligno
y mató a su hermano. ¿Y por qué causa le mató? Porque sus obras eran malas, y
las de su hermano justas.
13 Hermanos míos, no os extrañéis si el mundo os aborrece. 14 Nosotros sabemos que hemos pasado de muerte a vida, en que amamos a los hermanos, El que no ama a su hermano, permanece en muerte. 15 Todo aquel que aborrece a su hermano es homicida; y sabéis que ningún homicida tiene vida eterna permanente en él.
16 En esto hemos conocido el amor, que él
puso su vida por nosotros; también nosotros debemos poner nuestras vidas por
los hermanos. 17 Pero el que tiene bienes de este mundo y ve a su hermano tener
necesidad, y cierra contra él su corazón, ¿cómo mora el amor de Dios en él? 18
Hijitos míos, no amemos de palabra ni de lengua, sino de hecho y en verdad.
19 Y en esto conocemos que somos
de la verdad, y aseguraremos nuestros corazones delante de él; 20 pues si
nuestro corazón nos reprende, mayor que nuestro corazón es Dios, y él sabe todas
las cosas. 21 Amados, si nuestro corazón no nos reprende, confianza tenemos en
Dios; 22 y cualquiera cosa que pidiéremos la recibiremos de él, porque
guardamos sus mandamientos, y hacemos las cosas que son agradables delante de
él. 23 Y este es su mandamiento: Que creamos en el nombre de su Hijo
Jesucristo, y nos amemos unos a otros como nos lo ha mandado. 24 Y el que guarda
sus mandamientos, permanece en Dios, y Dios en él. Y en esto sabemos que él
permanece en nosotros, por el Espíritu que nos ha dado. (1 Juan 3).
1. Mirad. El apóstol ya ha presentado idea de ser
"nacido de Dios" (cap. 2:29) y explica que este nacimiento se debe a
la obra del amor divino. Esto lo induce este amor y la clase de conducta que
producir en el creyente. Ahora pide a sus lectores que compartan tos
contemplando el incomparable amor del Padre.
Cuál. Gr. potapós, que originalmente significó "¿de
qué país?"; pero que después llegó a significar "¿de qué clase?"
o "¿de qué manera?", y que a menudo expresaba asombro (cf. Mat. 8:27; Mar. 13:1; Luc. 1:29). La
admiración de Juan no conoce límites al Contemplar la inmensurable altura Y
Profundidad y anchura del amor divino.
Amor. Gr. agáp' (ver com. 1Cor. 13:1; cf. com. Mat.
5:43-44). Sólo se usa 9 veces en los cuatro Evangelios, pero
más de 100 veces en el resto del NT.
Juan usa agáp' y el verbo afín
agapáo "amar", no menos de 46 veces en esta epístola. Se halla tan
cautivado por la magnitud del amor divinos que el tema llena su corazón como
debe también llenar el de todos los cristianos.
Ha dado. El pretérito perfecto hace notar que el acto de dar
se ha completado pero, continúan sus resultados. Nada puede alterar el hecho de
que Dios ha dado su amor a la humanidad en general y a sus hijos espirituales
en particular. Los seres humanos pueden responder a ese amor o pueden
menospreciarlo; pero Dios, por su parte, lo ha prodigado en forma absoluta
sobre su creación.
Padre. El uso de este nombre familiar naturalmente precede
a la mención de los "hijos de Dios".
Llamados. Este llamado puede no referirse al llamamiento divino
en sentido paulino (Rom. 8:28-30), pero sí es una clara referencia al bondadoso
acto de Dios de recibir a los pecadores en su familia y llamarlos sus hijos.
Hijos de Dios. Ver com. Juan 1:12. La evidencia textual favorece
(cf. P. 10) el añadido de las palabras "y lo somos". Las Palabras
adicionales destacan, en armonía con el estilo de Juan (cf. 1Juan 1:2), la
realidad de la filiación, que no sólo existe en la mente de Dios sino en las
vidas de los creyentes.
Por esto. Lo dicho previamente que Somos hijos de Dios, es la
razón por la cual el mundo no reconoce a los cristianos. También se refiere
anticipadamente a la afirmación de que el mundo no conoció a Dios.
Mundo. Aquí se refiere a los que se oponen a Dios (ver
com. Cap. 2:15).
Conoce. Gr.ginsk (ver com. cap. 2:29). La oración podría parafrasearse así: "El mundo no nos reconoce por que nunca ha tenido una relación personal con Dios".
Los amantes del mundo se han negado a conocer al Padre, por lo que es natural que no puedan reconocer a aquellos a quienes Dios llama su hijos, o que no estén dispuestos a hacerlo Cuanto más los hijos de Dios reflejan el carácter divino, más se despierta la ira de los que han rechazado el amor de Dios.
Los mundanos tienen múltiples razones para amar a
los cristianos debido a la bondad y a la rectitud de sus vidas, pero éstos no
deben sorprenderse si son odiados (cf. Mat. 5:10-12;10:16-18).
2. Amados. Forma muy apropiadas de dirigirse a ellos, pues Juan se está ocupando del amor. Con toda naturalidad usa este término en el resto de la epístola.
(Vers. 21; cap. 4:1, 7,11).
Ahora. Es ahora, mientras somos imperfectos, mientras aún caemos en el pecado y mientras aún no hemos sido completamente modelados a la semejanza de nuestro Padre, cuando se dice que somos "hijos de Dios" (ver com. Mat. 5:48). Esto es posible y cierto porque hemos sido aceptados en el Amado y se considera como si ya estuviéramos en el cielo por medio de nuestro Representante (Efe. 1:5-7; 2:4-6).
La justicia de Cristo ha sido
aceptada en lugar de nuestra pecaminosidad (PP 458-459), y estamos delante del
Padre revestidos de Cristo en forma tan acabada, que no se nos ve (PVGM
252-254).
Aún. Semejante cambio aún está en lo futuro (cf. com. 1
Cor. 15:51-52; Fil. 3:20-21).
Manifestado. Cf. com. cap. 2:28. El apóstol muestra que tiene la
certeza de que finalmente habrá perfección de carácter y también corporal.
Cuando él se manifieste. El texto griego puede traducirse
"cuando él aparezca" o "cuando sea manifestado".
Teológicamente ambas son aceptables, pues las dos se refieren al mismo evento. CE
com. cap. 2:28.
Semejantes a él. Se refiere al cumplimiento del plan de Dios para el hombre caído: la restauración de la imagen divina.
El hombre fue creado a la imagen de Dios (ver com. Gén. 1:26), pero el pecado destruyó esa semejanza.
El propósito de Dios es restaurar esa imagen dándole al
hombre la victoria sobre el pecado y sobre toda tentación (ver com. Rom. 8:29;
Col. 3:10; DTG 28, 355, 767; PVGM 152).
La restauración se perfeccionará
en el segundo advenimiento (1 Cor. 15:51-53; Fil.3:20-21).
Porque le veremos. Cuando Jesús estuvo en la tierra,
sólo percibieron su Divinidad los que tenían discernimiento espiritual (Mat.
16:17). La misma condición espiritual existirá en los que vean a Cristo en el
último día.
Tal como él es. Los que vieron a Jesús de Nazaret no contemplaron al Hijo de
Dios como es realmente, pues su gloria divina estaba velada por su humanidad
(DTG 29). Cuando Cristo venga por segunda vez aparecerá en su gloria (Mat. 25:31),
y los que entonces lo vean contemplarán su verdadero esplendor.
3. Tiene esta esperanza. El autor no se refiere a los que
vagamente esperan el aparecimiento del Salvador, sino al creyente que con
firmeza se aferra a una expectativa claramente definida del regreso de Cristo.
En él. En Cristo. Juan está escribiendo de la esperanza
que se centra en Jesús, y no de la esperanza que anida en el corazón humano.
Se purifica. Gr. hagnízÇ, "limpiar de contaminación", "purificar".
Este vocablo se aplica a la limpieza ceremonial y a la limpieza moral.
(Juan 11:55; Hech. 21:24,26; 24:18; Sant. 4:8; 1Ped. 1:22).
El pecador no puede limpiarse a
sí mismo; está vendido a la esclavitud del pecado y para su purificación
depende completamente del Salvador (Jer. 17:9; Juan 3:3; 15:4-5; Rom. 8:7).
Pero hay una obra que el pecador debe hacer a favor de sí mismo con la ayuda divina (ver com. Fil. 2:12-13).
Esta
obra exige velar y orar con diligencia (Efe. 6:13-18; Col. 4:2; Apoc. 3:3).
La lucha principal consiste en
mantener la fe en la victoria que Cristo conquistó para nosotros y vivir
creyendo que su gracia es suficiente para darnos el dominio sobre cualquier
obstáculo (Gál. 2:20; Fil. 4:13; CC 47-48; MC 116).
Los gnósticos enseñaban que podía
albergarse la esperanza cristiana sin tener en cuenta la moral personal; pero
Juan refuta este aserto en cuanto a la purificación. Todos los que de veras anhelan ver a Cristo,
tendrán que esforzarse para que su vida sea pura.
Así como él es puro. El cristiano debe esforzarse para ir en busca de la norma de pureza que Cristo alcanzó (cf. com. Fil. 3:8-15).
El
ganó la victoria sobre cada obstáculo (ver com. Juan 8:46; 2Cor. 5:21; 1Ped. 2:22),
y así hizo posible que todos los seres humanos también puedan vivir vidas
victoriosas (ver com. Mat. 1:21; Rom. 7:24-25; 8:1-2; 1Juan 1:9).
4. Todo aquel. Juan presenta ahora el caso opuesto con suficiente
explicación para ampliar su declaración previa y confirmarla: todos los que
tienen la esperanza, se purifican a sí mismos; todos los que cometen pecado,
también cometen impiedad.
Pecado. Gr. hamartía, "pecado",
"error"; con el sentido de "no dar en el blanco"; afín del
verbo hamartán, "errar el blanco", "errar",
"equivocarse", "pecar".
Es la palabra que se usa en la
Biblia para el acto de alejarse de la ley de Dios, de violar la ley moral.
Hamartía es específicamente la violación de una ley moral divinamente dada. También
puede referirse al principio y al poder que hace que uno peque (ver com. Rom.
5:12), pero es obvio que Juan se refiere aquí al acto malo en sí.
En griego dice literalmente "el pecado"; sin embargo, no parece que el autor se refiera a algún pecado en particular, ni el contexto identifica "el pecado".
Pero el
uso del artículo definido sugiere que el autor está hablando de
"pecado" para referirse a toda clase de pecados, o sea el pecado que
causa la separación entre Dios y el hombre (cf. Isa. 59:2)
Infringe también la ley. "Hace anomía". Gr. anomía, "no conformidad con la ley", "ilegalidad", vocablo compuesto de a-, "sin", y nómos "ley"
(ver com. Mat. 7:23; Rom. 6:19; 2Tes. 2:3,7).
El apóstol relaciona anomía con
hamartía para destacar la estrecha e inevitable relación entre pecado e
ilegalidad [desobediencia]. "Traspasa la ley" (NC); "hace
también lo que es contra la ley" (BC).
El autor lo hace completamente
diáfano con su acostumbrada claridad, repitiéndolo en la siguiente declaración.
Pues el pecado es infracción de la ley. La sintaxis griega indica que hamartía y anomía son sinónimos y pueden intercambiarse.
Todo
pecado es ilegalidad (contra el principio de ley); toda ilegalidad es
pecado. Juan, con su manera sencilla y
penetrante, pone al descubierto el verdadero carácter del pecado.
Declara que pecado es no hacer
caso de la ley, es decir, de la ley de Dios. En cuanto a las definiciones de
"ley", ver com. Prov. 3:1; Mat. 5:17; Rom. 2:12; 3:19. Dios ordenó
leyes para guiar a los hombres, para capacitarlos a fin de que disfrutaran
plenamente de la vida, para salvarlos del mal y para guardarlos para el bien
(ver com. Exo. 20:1).
La ley de Dios es un trasunto del carácter divino. Jesús vino para revelar a los hombres el carácter de su Padre, por lo tanto, él es la ley ampliada y demostrada.
Si los hombres quieren
ajustar su vida en armonía con la ley de Dios, deben contemplar a Jesús e
imitar su vida. La ley puede ser resumida brevemente en las siguientes
palabras: "ser como Dios" o "ser como Jesús".
La transformación del carácter de
los hombres de acuerdo con la semejanza divina es el gran propósito del plan de
salvación. La ley revela el carácter de Dios y de Cristo; el plan de salvación
indica cómo se puede adquirir la gracia que capacita para obtener todas las
virtudes.
5. Sabéis. Juan recurre de nuevo al conocimiento que tenían
sus lectores del plan de salvación (cf. cap. 2:12-14, 20,27).
Apareció. Gr. faneróÇ, "revelar", "hacer saber"; en forma pasiva, "hacerse visible", "ser revelado".
FaneróÇ se usa en otros
pasajes (vers. 2; cap. 2:28) para describir la segunda venida de Cristo; pero
aquí se aplica a la encarnación.
Quitar. Gr. áirÇ (ver com. Juan 1:29). Una referencia al
principal propósito de la venida de Cristo: salvar a los hombres de sus pecados
(ver com. Mat. 1:21). Puede considerarse que ese propósito fue cumplido por
Cristo (1) quitando los pecados mediante la expiación, o (2) destruyendo el
pecado.
Ambas interpretaciones son
válidas, pues él hizo lo primero para poder cumplir con lo segundo. Al hacerlo,
el Salvador quita la desobediencia de la cual el pecado es una expresión, y
salva al hombre de la transgresión de la ley de Dios; pero Cristo quitará los
pecados únicamente de los que deseen ser liberados del pecado.
Es bien claro dentro del contexto
que Cristo apareció para "quitar" el pecado, no para quitar la ley.
A los gnósticos les agradaba
creer que en el caso particular de ellos, habían sido suprimidas las
restricciones de la ley; pero Juan sabía bien que Cristo no había quitado la
ley sino la transgresión de ella (cf. com. Mat. 5:17-19; Rom. 3:31).
Nuestros pecados. La evidencia textual se inclina
(cf. p. 10) por la omisión del adjetivo "nuestros". Lo omiten la BJ,
BA y NC. De todos modos no se afecta el significado básico, aunque el adjetivo
"nuestros" sí añade fuerza al mensaje y muestra que el apóstol no
hablaba del pecado en general sino de los pecados del cristiano en particular.
No hay pecado en él. En Cristo no hay ni el principio
del pecado ni el acto del pecado. Juan usa el verbo en presente para destacar
que en la vida de Cristo nunca hubo ni habrá pecado, ni en la tierra ni en el
cielo. Jesús fue tentado, pero la tentación de por sí no contamina.
El hombre es contaminado cuando
cede a la tentación. Nuestro Salvador tenía conciencia de las tentaciones que
lo acosaban por todos lados (Heb. 4:15), pero ni por un momento permitió que su
pensamiento se apartara de la voluntad de su Padre.
El pecado lo rodeaba constantemente, lo oprimió durante toda su vida terrenal; sin embargo, no halló respuesta en él (Juan 14:30).
Jesús permaneció inmaculado frente al pecado;
pero Aquel que fue impecable fue hecho pecado por nosotros (ver com. 2 Cor.
5:21). Fue considerado como transgresor (Isa. 53:12) y tratado como el pecador
más vil aunque no por ningún pecado suyo.
6. Todo aquel que permanece. Otra de las abarcantes
declaraciones de Juan (cf. cap. 2:23; 3:4, 9,15; 5:1). "Permanece"
puede sugerir el deseo y la disposición de quedar en unión con Cristo. El verbo
en presente significa continuidad. Esta frase habla de seguir permaneciendo en
Cristo.
No peca. O "no continúa pecando" o "no peca habitualmente".
El apóstol se refiere al pecado constante, no a errores
ocasionales que puede cometer cualquier cristiano (ver com. cap. 2:1). Juan
sabe que los cristianos son inducidos a pecar (cap. 1:8, 10), pero también
conoce el remedio para tales caídas (cap. 1:9; 2:1). Aquí habla del estado
ideal que alcanza el que constantemente permanece en la presencia protectora
del impecable Salvador
Todo aquel que peca. Es decir, "todo aquel que
peca continuamente" (ver com. "todo aquel que permanece"). Juan
se refiere al que peca de manera habitual, al que continuamente practica el
pecado.
No le ha visto. El que sigue pecando demuestra
que no ha conservado su visión original de Cristo.
Ni le ha conocido. Ver com. cap. 2:3.
7. Hijitos. Ver com. cap. 2:1.
Engañe. Gr. plantíÇ, "descarriar" (ver com. Mat.
18: 12). Los gnósticos habían tratado de descarriar a los lectores de Juan (ver
p. 643), especialmente respecto a la necesidad de vivir en forma recta. El
gnosticismo inducía a la indiferencia frente al pecado y sus normas estaban muy
por debajo de las que Juan había bosquejado en el versículo anterior (cap.
3:6).
Hace justicia. Ver com. cap. 2:29.
El es justo. Es una indudable referencia a Cristo (cf. com. cap.
2:29), el origen de nuestra justicia (ver com. Jer. 23:6; Rom. 3:22; Fil. 3:9).
El que consecuentemente permanece en Cristo poseerá un carácter similar al de
él.
8. El que practica el pecado. Ver com. vers. 4.
Del diablo. Es decir, es hijo o del diablo y hace la voluntad,
del diablo (cf. Juan 8:44).
Desde el principio. Esta frase podría referirse a (1)
el comienzo de la oposición del diablo a Dios; es, decir, desde el comienzo de
su pecado, pues él ha estado pecando continuamente, o (2) al momento cuando
indujo a Adán y a Eva a pecar; es decir, desde el comienzo del pecado del
hombre, pues desde ese tiempo ha estado pecando sin cesar e induciendo a otros
a que lo hagan. Ver com. cap. 1:1.
Para esto. Esta revolución es parte del "propósito eterno"
de Dios (ver com. Efe. 3:11).
Apareció. Gr. faneróÇ (ver com. vers. 5).
Una clara
referencia a la encarnación, lo que implica la preexistencia de Cristo como el
eterno Hijo de Dios (ver com. Miq. 5:2; Juan 1:1-3 t. V, p. 895).
Pero el interés de Juan no es
establecer aquí la naturaleza de Cristo; se ocupa de explicar el propósito que
movió al Hijo de Dios hacerse "carne".
Hijo de Dios. Esta es la primera vez que Juan usa este título en
esta epístola, pero ya ha reconocido previamente la filiación divina de Cristo
(cap. 1:3,7; 2:22-24), y continúa haciéndolo (cap. 3:23; 4:9-10,14), y hará
muchas, otras referencias al "Hijo de Dios' (cap. 4:15; 5:5,10,13,20).
En cuanto a la filiación divina
de Cristo,
ver com. Mat. 1:1; Luc. 1:35;
Juan 1:1,14; Nota Adicional de Juan 1.
Deshacer. Gr. lúÇ, "desatar", "soltar",
"disolver", "destruir". Compárese el significado que tiene
en Mat. 5:19; Juan 2:19; 5:18; 7:23; etc.
Obras del diablo. Estas "obras", incluyen
todo el mal que Satanás ha hecho en el mundo en la creación de Dios, pero esta
referencia particular podría ser a los pecados que el diablo ha fomentado en la
vida de los seres humanos. Cristo vino a liberar a los hombres de la
servidumbre del pecado (ver com Mat. 1:21), con lo que deshizo la obra del
maligno.
9. Todo aquel. El apóstol usa otra vez esta frase abarcante
(cf. com. Juan 3:16; 1Juan 3:4,6).
Lo que dice se aplica a todos los que son nacidos
"de Dios".
Nacido de Dios. No hay duda de que aquí, a diferencia del cap. 2: 29 (ver el comentario), el autor está hablando de ser nacido del Padre.
Juan es el único autor del NT que habla de que somos
"engendrados" o "nacidos de Dios" (Juan 1:13; 1Juan 4:7;
5:1,4,18).
La forma del verbo griego indica
que se está refiriendo a los que han sido nacidos de Dios y continúan siendo
sus hijos. Se incluye a cada cristiano que no ha regresado al mundo negando de
ese modo al Señor que lo redimió.
No practica el pecado. O no continúa en el pecado, o no
peca habitualmente (ver com. vers. 6; el tiempo del verbo griego es aquí el
mismo del vers. 6).
Así caracteriza el apóstol a los
que han nacido de Dios. Han experimentado el nuevo nacimiento, sus naturalezas
han sido cambiadas y se asemejan a su Padre celestial (ver: com. Juan 3:3-5
:1Juan 3:1). Aborrecen el pecado que solían amar y aman la virtud que
acostumbraban despreciar (ver com. Rom. 6:2,6; 7:14-15).
Estas personas no continúan en la
esclavitud de sus antiguos pecados, no cometen habitualmente sus viejos
errores. El poder divino les ha dado la victoria sobre esas debilidades, y ese
poder está disponible siempre para ayudarles a vencer otras faltas que
previamente no habrían reconocido.
La simiente de Dios. "El divino principio de la
vida" (Vincent), que implantado en un pecador da lugar al nacimiento del
hombre nuevo y produce el cristiano. Esta "simiente" permanece en el
hombre verdaderamente convertido, asegurándole energía espiritual y
capacitándolo para tener éxito en resistir el pecado. De ese modo Juan atribuye
a Dios el hecho de que un cristiano pueda vivir libre de pecado. El poder
divino actúa en su alma, y por esa razón el cristiano no continúa en el pecado.
No puede pecar. Mejor "no puede seguir
pecando" o "no puede pecar habitualmente"; lo cual no significa
que el cristiano, no puede cometer un acto incorrecto. Si no pudiera pecar no,
habría virtud alguna, en que estuvieran libre de pecado ni tampoco habría
ningún Verdadero desarrollo del carácter. Juan ya ha dicho implícitamente que el cristiano cometerá errores
ocasionales (ver com. cap. 2:1).
El pasaje quiere decir que el que
es nacido de Dios y en quien ha morado el poder vivificante de Dios, no puede
continuar en su antigua y crónica práctica del pecado. Ahora sigue los puros
ideales que han sido implantados en su alma mediante el nuevo nacimiento.
10. En esto. Juan comienza ahora otra sección de la epístola
(vers. 10-18). Suavemente efectúa esta transición hablando de los "hijos
de Dios" -es decir, de los que son nacidos de Dios-, aquellos de los que
ya se ha ocupado (cap.2:29 a 3:9). Ahora muestra que los hijos de Dios sienten
amor mutuo, entre tanto que los que son del diablo odian a sus hermanos.
Se manifiestan. A los hombres, pues Dios no
necesita ser informado acerca del carácter de sus propios hijos y conoce a los
que no le pertenecen.
Hijos de Dios. Una referencia a los que han nacido "de
Dios"
(ver com. vers. 9; cf. com. Juan
1:12).
Hijosdel diablo. Ver com vers. 8.
No hace justicia. Juan presenta el aspecto negativo
de la verdad enunciada antes: "Todo el que hace justicia es nacido de
él" (ver com. cap. 2:29). Se expresa la verdad ya en forma positiva, ya en
forma negativa. En la conducta no hay un terreno neutral: el que no está
haciendo lo correcto, está. actuando mal en la misma proporción y demuestra que
"no es de Dios" (es decir, no proviene de Dios) porque, su motivación
procede del diablo.
No ama. Los maestros gnósticos (ver p. 643) creían que eran
los escogidos, pero no tenían amor fraternal hacia sus prójimos. Juan muestra que el verdadero cristiano no
puede menos que amar a su hermano.
11. Este es el mensaje. Ver com. cap. 1:5, donde el autor
enuncia su primer mensaje de que trata la naturaleza de Dios. Ahora se ocupa de
la naturaleza del cristiano y enseña que esta debe basarse en el amor. Ya ha
introducido este tema (cap. 2:7-1 1), pero ahora lo vuelve a presentar en
términos más definidos.
Desde el principio. Cf. com. cap. 2:7. Esta frase
podría referirse al comienzo de la experiencia cristiana de los lectores, o al
comienzo de la predicación del evangelio.
Nos amemos unos a otros. Este es el mensaje que Juan está transmitiendo a sus lectores, y es también el "mandamiento nuevo" dado por Cristo a sus seguidores.
(Ver com. Juan 13:34-35).
Su importancia supera toda duda,
y la iglesia debe colocarlo en un lugar destacado entre sus normas para que
cada miembro pueda comprender que uno de sus primeros deberes cristianos es
cultivar y expresar un amor sincero y práctico, por sus hermanos.
12. Caín. Esta es la única referencia directa en esta
epístola a un episodio del AT Juan presenta a Caín como el ejemplo supremo de
falta de amor fraternal. Nótese que no se Pone en duda la historicidad del
asesinato cometido por Caín cuando mató a Abel; el apóstol acepta el relato del
Génesis como genuino y; analiza las causas del acto de Caín (ver com. Gén. 4:8-15).,
Del maligno. Caín demos" que era hijo del diablo, así como
un cristiano puede demostrar que es hijo de Dios (cf. com. vers. 10).
Mató. Gr. sfázÇ, "matar", "asesinar",
"degollar" Este verbo aparece en el NT. sólo aquí y en Apocalipsis
(cap. 5:6; 6:4; etc.).
¿Por qué causa? Con esta pregunta Juan estimula a
sus lectores a examinar los motivos que impulsaron a Caín a asesinar a Abel, e
introduce una explicación del odio que siente el mundo por los cristianos
(vers.13).
Sus obras eran malas. En estas palabras tenemos un
comentario inspirado de la escena descrita en Gén. 4:1-15.
Juan ve más allá de los hechos y
descubre en el contrasten entre la "obras" o acciones de los dos
hermanos. La única falta de Abel fue su rectitud. La humilde obediencia de Abel
a las órdenes de Dios, despertó el odio celoso de sus hermanos. La única falta
de Abel fue su rectitud. La conciencia de Caín condenaba su conducta, y se vio
frente a la disyuntiva de reconocer su pecado o matar a Abel, quien con su
conducta hacía su hermano estuviera consiente de su pecaminosidad (PP; 62). Los
dirigentes de los judíos también condenaron a Jesús a muerte impulsados por los
mismos motivos.
13. Hermanos mío. La evidencia textual establece
(cf. p. 10) la omisión del pronombre "míos" "hermanos" (BJ,
BA, BC, NC). Quizá Juan quiere destacar el hecho de que comparte los
sufrimientos de sus lectores debido a la persecución por parte del mundo de que
son objeto los hijos de Dios.
No os extrañéis. Como se registra que los impíos
siempre han aborrecido a los justos, los lectores de Juan no tenían razón para
sorprenderse prenderse si eran objeto del odio de sus contemporáneos.
Mundo. Ver com. cap. 2:15.
Aborrece. Ver com. Juan 15:18-25.
14. Sabemos. De acuerdo con la mutua afinidad de intereses sugerida en el vers. 13, Juan se incluye a sí mismo con sus lectores y continúa haciéndolo (cf. vers. 16, 18-19, etc.).
El cristiano tiene un conocimiento íntimo
que no posee el mundano. Ese conocimiento puede fortalecerle y guiarlo en una
conducta piadosa consecuente. La naturaleza de ese conocimiento se explica en
la siguiente declaración.
Hemos pasado. Gr. metabáino, "pasar [de un lugar a
otro]", 'cambiar", "partir". "Hemos pasado"
muestra que Juan se está refiriendo a los que habían pasado a una nueva
experiencia y permanecían en su nueva condición, así como los emigrantes se
establecen permanentemente en el país que han escogido para vivir.
De muerte a vida. Literalmente "de la muerte a la vida" (BJ, BC, NC). El artículo definido que va antes de "muerte" y "vida" indica que se trata de dos condiciones que se excluyen mutuamente; en una de éstas se encuentran todos los seres humanos.
Por naturaleza todos somos ciudadanos del reino de la muerte (Efe. 2:1-3);
pero el cristiano, como resultado de la dádiva de su Maestro, ha entrado en el
reino de la vida eterna (1Juan 5:11-12; ver com. cap. 3:2).
Amamos a los hermanos. Las expresiones "os améis
unos a otros", "amaos unos a otros", "nos amemos unos a
otros", son bastante frecuentes en el NT (Juan 13:34; 1Ped. 1:22; 1Juan 3:11);
pero "amemos a los hermanos" sólo aparece aquí, y puede tener una
amplia interpretación. Los que han
pasado de muerte a vida no restringen su amor al círculo íntimo de sus
relaciones, sino que extienden su amor a todos los hermanos en la fe (cf. com.
1Ped. 2:17).
Esta acción demuestra que han
salido del mundo de la muerte y han entrado en el reino de la vida eterna. Ya
han comenzado a poner en práctica las virtudes que serán suyas eternamente,
aquellas virtudes que son el fundamento del reino de los cielos. Cuán
importante es que el cristiano practique la virtud de amar a sus hermanos para
que pueda estar en armonía con los principios del reino para el cual se está
preparando.
No ama. La evidencia textual favorece (cf. p. 10) la
omisión de la frase "a su hermano".
La omiten la BJ, BA, BC y NC.
Esta afirmación más general
incluye, por supuesto, los que no aman a sus hermanos. La ausencia del amor
indica que la persona aún e muerta en el pecado. Esta oración es ejemplo de la
costumbre del apóstol de repetir en forma negativa lo que ya ha dicho en forma
positiva (cf. com. cap. 1:5).
Si la demostración de amor
fraternal es evidencia de la posesión de vida eterna, la falta de amor
demuestra que el individuo todavía ha pasado "a vida" sino que
permanece en la "muerte" de la que otros ya han sido rescatados.
15. Todo aquel. Cf. com. vers. 9. Juan tan seguro
de la corrección de su análisis que puede emplear esta expresión que abarca a
todos pues sabe que es totalmente verdadera.
Aborrece. Una comparación con el vers. 14 muestra que
"aborrece" equivale a "no ama". La ausencia del amor indica
la presencia del aborrecimiento. A los ojos de Dios evidentemente no hay
terreno neutral.
Sabéis. El autor recurre al conocimiento intuitivo de sus
lectores. No se necesitaba profundo criterio teológico para saber que un
homicida no era un candidato idóneo para la vida eterna. Si se necesitaba
prueba bíblica, el Salvador había afirmado que el homicidio se originó en el
diablo (Juan 8:44) y Pablo había escrito que los culpables de homicidio no
heredarían el reino de Dios (Gál. 5:21). Esto no significa que homicidio y el
odio sean pecados imperdonables sino que no podemos entrar en la vida mientras
continuemos albergando semejantes pecados. Podemos ser limpiados de todo pecado
(ver com. 1Juan 1:9).
Homicida. Gr. anthrÇ poktónos, literalmente, "matador de
hombre". Este vocablo aparece en el NT sólo aquí y en Juan 8:44. Juan
destaca con firmeza el resultado final del aborrecimiento.
Hay otras formas de matar sin,
quitarle la vida a una persona mediante violencia física.
La calumnia o la difamación
pueden desanimarlo hasta el punto de impedir que desarrolle plenamente sus
capacidades innatas y de ese modo se destruye parte de la vida a que podría
haber llegado. veces el saberse menospreciado por un miembro de iglesia de buen
nombre, puede ser, suficiente para que se apague el ardor espiritual de
alguien. Así puede alguno perder su fe
en Cristo, y ver destruida su vida espiritual.
Permante en él. La vida eterna permanece en
nosotros siempre que Cristo more en lo íntimo de nuestro ser. Él no puede morar
en el corazón que está lleno de odio y "el que no tiene al Hijo de Dios no
tiene la vida" (cap. 5:11-12).
16. En esto hemos conocido. Cf. com. cap. 2:3; 3:10.
Aunque
el conocimiento del amor de Dios se recibe como un impacto especial en la
conversión, la comprensión de ese amor continúa haciéndose más profunda en el
cristiano con el transcurso de los años.
El amor. No se necesita una descripción más amplia de
"el amor", pues el sacrificio de Cristo ha revelado el origen divino
de todo verdadero amor.
Puso. Ver com. Juan 10:11, 17- 18.
Vida. Gr. psuj' (ver com. Mat. 10:28).
Por nosotros. Cristo reconocido como Rey del universo, puso su
vida incomparablemente preciosa por los miserables pecadores. El acto de Dios
de dar a su Hijo (Juan 3:16) continuará enseñándonos más y más a través de la
eternidad acerca de las profundidades del amor infinito (MC 371).
Nosotros. Este pronombre da más énfasis a la expresión en
griego.
Debemos. Gr. oféilÇ (ver com. cap. 2:6). Los que hemos sido
redimidos por el sacrificio del Salvador tenemos la obligación moral de seguir
su ejemplo aún hasta el punto de poner nuestra vida.
Por los hermanos. O "en favor de los
hermanos".
Juan anima a sus lectores a fomentar el amor que llevará, si fuere necesario, hasta el sacrificio supremo (Juan 13:37; 15:13).
Cristo había ido aún mucho más lejos, pues aquellos por
los cuales él murió no eran entonces 'hermanos" sino sus enemigos (ver
com. Rom. 5:8).
17. Pero. Juan deja el tema de morir por los hermanos, y pasa
a ocuparse de los sacrificios más pequeños que con frecuencia se demandan de
nosotros debido a las necesidades de nuestros hermanos en la fe.
Bienes de este mundo. Literalmente "los medios de
vida del mundo". Gr. bíos, "bienes" (ver com. cap. 2:16), denota
los medios de subsistencia; lo indispensable, no lo superfluo. El hecho de que
pertenezcan al mundo no significa que son malos, sino que con al mundo, que no
serán llevados a la vida eterna.
Ve. Gr. theÇreÇ,"Contemplar",
"observar", "percibir".
Compárese con el uso de esta
palabra en Mar. 15:40; Luc. 23:35.
Lo que el hermano egoísta hace o
se niega a hacer es el resultado de un propósito deliberado y no de una
inadvertencia. Tiene lo suficiente para cubrir sus propias necesidades, y
comprende bien que su hermano en la fe sufre necesidad.
Contra él. Una descripción del que da la espalda
deliberadamente a un hermano necesitado.
Corazón. Ver com. 2Cor. 6:12; Fil. 1:8. En griego dice literalmente "entrañas".
Las entrañas se consideraban antiguamente
como la sede de las emociones más profundas.
¿Cómo? ¡Es imposible decir que el amor de Dios vive en uno
que es egoístamente indiferente ante las necesidades de otro! Si el amor está
ausente, Cristo está ausente. El cristiano sólo de nombre no tiene vida eterna.
18. Hijitos. Gr. tekníon (ver com. cap. 2:1).
No amemos. Es posible dar un sentido de continuidad a estas
palabras- "no continuemos amando"- como si los lectores de Juan en
realidad hubieran estado amando sólo de palabra y necesitaran terminar con esa
farsa. Pero es más probable que el apóstol hubiera estado dando una sencilla
exhortación a sus hermanos para que practicaran el verdadero amor y evitaran la
hipócrita actitud sugerida por el vers. 17.
De palabra. No es Perjudicial amar de palabra. Si la persona
que es objeto del amor no necesita una ayuda más activa, es laudable el amor
expresado mediante palabras bien escogidas; pero Juan reprocha el amor que se
limita a palabras cuando se necesita ayuda práctica, de hechos. Cf. Sant. 2:15-16.
De hecho y en verdad. Hay quienes practican la bondad
sin sentir verdadero amor por aquellos a quienes ayudan. Quizá sólo los mueva
un sentimiento de deber o un deseo de ganar las alabanzas de los hombres. Por
eso Juan destaca la necesidad de un amor genuino. Nuestros actos de amor deben
ser inspirados por un afecto genuino hacia otros, especialmente para los
necesitados.
19. Y en esto conocemos. Aunque esta frase aparece en
varias formas en los MSS, la evidencia textual sugiere (cf. P. 10) el texto
como aparece en la RVR.
El verbo aparece en el futuro en
griego: "en esto sabremos" (BA). A diferencia de construcciones
similares en pasajes anteriores (vers. 10,16; cap.2:3), "en esto"
parece referirse al versículo precedente (vers. 18).
El autor quiere decir que cuando
se practica el precepto aquí enunciado sentimos esa convicción de la cual él
habla. Cuando amamos de hecho y en verdad, estamos seguros de la realidad de
nuestra conversión. Entonces nuestros propios frutos nos hacen saber que
nuestra profesión de fe es genuina, y las vidas de otros testifican de su
sinceridad (Mat. 7:16-20).
De la verdad. Compárese con la referencia a "verdad" en
el vers. 18. Los que aman de hecho y en verdad son hijos de la verdad.
Aseguraremos. Gr.péithÇ, "persuadir" o
"convencer". La convicción de que somos nacidos de Dios da una
confianza que hace que repose el corazón, y nos capacita para ir a Dios a pesar
de nuestra pecaminosidad.
Nuestros corazones. En griego dice "nuestro
corazón", entendiéndose un corazón en cada uno.
La palabra "corazón"
puede significar aquí "conciencia" (cf. com. Mat. 5:8). "Nuestra
conciencia" (BJ).
Delante de él. Delante de Dios o en la presencia de Dios. Es muy
fácil tranquilizar nuestro corazón cuando el examen se hace de acuerdo con las
normas humanas; pero es muy diferente encontrarse en la presencia de Dios y aún
tener un corazón tranquilo. Pero Juan nos asegura que esto es posible.
Mientras más nos acercamos a
Dios, más conscientes seremos de nuestras imperfecciones y sentiremos más
necesidad de enumerar las muchas razones por las cuales debemos confiar en los
méritos de nuestro Salvador (cf. cap. 2:1-2). Y si amamos a los hermanos de
hecho y en verdad, sabemos que somos de la verdad; y como somos de la verdad,
podemos estar sin temor delante de nuestro Padre celestial.
20. Pues si. A los comentadores les ha sido difícil establecer
la relación entre los vers. 19 y 20 y explicar el significado del vers. 20.
En la paráfrasis que sigue se
presenta lo que, según parece, debe ser el significado de los vers. 19 y 20: "Si
amamos verdaderamente a nuestro hermano, podemos saber que somos hijos de la
verdad, o de Dios. Este conocimiento nos capacitará para permanecer
confiadamente en la presencia de Dios, pues aunque nuestro corazón nos condene,
aunque todavía seamos pecadores, sabemos que Dios es mayor que nuestro corazón.
El conocimiento y la comprensión del Señor sobrepasan en mucho a los nuestros,
y él puede percibir nuestra sinceridad y ser compasivo con los errores que
cometemos.
Reprende. Una condenación propia innecesaria ha echado a
perder más de una experiencia cristiana.
Muchos dependen de su propio discernimiento moral para determinar su
condición espiritual, y no comprenden que sus conceptos son un criterio
insatisfactorio para decidir el estado de su salud espiritual.
Juan está consolando a sus
lectores desviando su atención de una concentración morbosa en su propia
debilidad y elevando su mente a la contemplación de la altura y la profundidad
del amor comprensivo de Dios.
Mayor... es Dios. La comprensión de la omnisapiencia de Dios puede tener dos efectos: o aterrorizar al corazón culpable, o traer consuelo al pecador arrepentido.
El autor a procurado a través
de todo este capítulo reanimar a sus lectores (vers. 1-3, 5,9,11,16,18), y es
razonable suponer que aquí tiene mismo propósito positivo. Para el verdadero
puede ser reconfortante el pensamiento de la omnisapiencia de Dios.
21. Amados. Ver com. vers. 2.
No nos reprende. Es bueno recordar que estas
palabras fueron dirigidas a aquellos habían sido enseñados "desde el
principio" (cap. 2:7), cuyos pecados habían sido perdonados (cap. 2:12),
que había conocido al Padre (cap. 2:13) y sido aceptados como hijos de Dios
(cap. 3:1-2).
Lo que hubiera sido una vana
confianza propia en el caso de cristianos menos maduros, podría ser, en el caso
de los lectores de Juan, nada más que un reconocimiento de la misericordia
redentora de Dios hacia ellos.
Confianza. Gr. parr'sía (ver com. cap. 2:28). El contexto
(cap. 3:22) muestra que primer lugar se hace referencia a la forma en que nos
allegamos a Dios en oración; pero el apóstol también puede tener presente
nuestra actitud ante el Juez de toda la tierra. Respecto a la oración, no hay
nada de presunción en las peticiones de fe del creyente. Podemos abrir el
corazón a Dios en oración como se lo abrimos a un amigo sincero y digno de
confianza (CC 92).
En Dios. El pecador redimido puede como hijo de Dios, llegar
tan libremente hasta la presencia del Padre como lo hacia el Salvador (Juan 16:23).
22. Y cualquier. En el vers. 21, Juan ha
establecido las condiciones previas cumpla lo expuesto en el vers. 22. El que
ora debe tener una conciencia clara, con la consiguiente libertad para llegar a
Dios, antes de presentar sus pedidos.
Juan luego declara que el
creyente cumple otras dos condiciones: (1) guarda los mandamientos de Dios; (2)
hace las cosas que agradan a Dios. Cuando el cristiano ha cumplido con estos
requisitos, puede pedir el cumplimiento de lo que el apóstol asegura en este
versículo. En cuanto a un panorama más completo de las condiciones para que
haya respuesta a la oración, ver com. Mat. 7:7; Luc. 11:9; Juan 14:13; 15:16.
Pidiéremos. Los lectores de Juan sin duda conocían bien la
forma cristiana de orar, y sabían cómo pedir en el nombre de Cristo (ver com.
Juan 14:13).
Recibiremos. Cada oración que cumple las condiciones aquí
expuestas, recibe una rápida respuesta.
La aparente demora puede surgir
de varias causas: (1) La respuesta a la petición puede ser "no", en
este caso quizá no se reciba una respuesta tangible. Nuestra petición puede ser
equivocada, y la sabiduría divina ve que lo mejor es no conceder la petición. Pablo
tenía "un aguijón" en su carne y aún después de tres fervientes
peticiones no fue liberado de él (ver com. 2Cor. 12:7-9).
(2) La respuesta puede ser
"espera", porque aún no estamos preparados para recibir lo que hemos
pedido, o porque las circunstancias todavía no son favorables para la
respuesta. Daniel tuvo que esperar que fuera vencida la oposición, y luego se
le dijo el futuro que quería conocer (Dan. 10:12-14). Pero en uno u otro caso
ha sido hecha la decisión y la acción inmediatamente ha comenzado a asegurar
que la respuesta final a nuestras oraciones vendrá en el debido tiempo.
(3) A veces la respuesta es un
"sí" inmediato. Esto ocurre siempre que se pide ayuda
espiritual. Cuando pedimos poder para
vencer el pecado, perdón, un corazón limpio, o sabiduría, debemos creer que
nuestras oraciones han sido respondidas, y debemos agradecer al Señor por su
respuesta.
Entonces debemos actuar con la
seguridad, de que tenemos el poder que hemos pedido (ver com. Sant. 1:56; Ed
252).
De él. Es decir, de Dios.
Guardamos sus mandamientos. El pecado, que es desobediencia a los mandamientos de Dios (ver com. vers. 4), levanta una barrera entre el hombre y Dios (ver com. Isa. 59:1-2); impide que las oraciones asciendan al cielo e incapacita al hombre para recibir las respuestas que Dios puede tener preparadas para darle.
La obediencia a
la voluntad de Dios, que se revela en sus mandamientos, es de suma importancia
en lo que atañe a la oración contestada. Esta obediencia es posible por medio
del poder divino prometido al hijo de Dios.
Hacemos. La segunda condición. Debemos hacer algo más que
guardar los mandamientos de Dios o evitar transgredir la ley: es necesario que
continuemos fielmente haciendo todo lo que es agradable a Dios. Debemos vivir
una vida cristiana activa recordando la orden: "Sed, pues, vosotros
perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto" (ver
com. Mat. 5:48; Fil. 3:12-15).
Agradables. El cristiano siempre deseará hacer las cosas que
Dios dice que son buenas o apropiadas, y se abstendrá de hacer aquellas cosas
que Dios considera dañinas. Esta fue una de las reglas que guiaron la vida del
Salvador (Juan 8:29). Cuando observamos la misma regla en nuestra vida, podemos
esperar respuestas más positivas a nuestras oraciones.
23. Este es su mandamiento. Juan define ahora en parte
"sus mandamientos" (vers. 22), y usa el número, singular porque su
definición se refiere a la ley que todo lo abarca: la ley de creer y amar (ver
com. Mat. 22:36-40).
Creamos en el nombre. En cuanto a esta frase, ver com.
Juan 1:7,12; Hech. 3:16; 10:43. Gr. pisteúÇ, "creer", aparece 9 veces
desde ahora en adelante y juega un papel importante en el mensaje que Juan
presenta después. Aquí aparece por primera vez en esta epístola. El apóstol lo
emplea 90 veces en su Evangelio.
Su Hijo Jesucristo. En cuanto a la filiación divina
de Jesús, ver com. Luc. 1:35; y en cuanto al calificativo
"Jesucristo", ver com. Mat. 1:1; Fil. 2:5. Pablo usa el mismo
calificativo en Rom. 1:3; 1Cor. 1:9. Juan condensa aquí la esencia de la
doctrina cristiana en pocas palabras (cf. com. 1Juan 1:3; 5:20), para que sus
lectores puedan captar los elementos indispensables de la creencia cristiana.
Creer en la persona descrita en
este admirable nombre compuesto ["Jesús" y "Cristo"] es
reconocer la divinidad de Jesús, su humanidad, su victoria sobre el pecado y la
muerte, y también es reconocer la posibilidad de que conquistemos la misma
victoria con los mismos medios que empleó el Salvador y que ha puesto a nuestro
alcance.
Nos amemos unos a otros. Para Juan, así como para su
Maestro, los requerimientos de Dios se resumen en la ley del amor (ver com.
vers. 11). El amor es el elemento activo que se une a la fe en el nombre de
Jesús. La fe debe ir acompañada de obras (Sant. 2:17).
Como. O "así como". Juan es consciente en los versículos finales de este capítulo de que está amoldando sus pensamientos a la enseñanza de su Señor (ver com. Juan 13:34-35).
Es necesario que nos amemos
mutuamente como Cristo nos dijo que nos amemos (Mat. 22:39).
Cuando los apóstoles ampliaron
las enseñanzas del Salvador, dieron más detalles acerca de cómo debemos amarnos
mutuamente: con un corazón puro y ferviente, con espíritu bondadoso, en cuanto
a honra prefiriendo uno al otro, tiernamente, perdonándonos mutuamente como hemos
sido perdonados (Rom. 12:10; Efe. 4:32; 1Ped. 1:22).
24. Sus mandamientos. Es decir, los mandamientos de Dios (ver com. cap. 2:3).
Si guardamos los mandamientos de Dios tenemos
confianza en él, recibimos lo que pedimos (cap. 3:22), y como resultado tenemos
íntima comunión con Dios.
Permanece en Dios. El que guarda los mandamientos de
Dios tiene el privilegio de permanecer en él, de morar con él. El profeta Amós
lo presenta en forma de pregunta: "¿Andarán dos juntos, si no estuvieron
de acuerdo?" (cap. 3:3). Nadie puede sentirse cómodo con Dios mientras
viva quebrantando la expresa voluntad divina; pero el que está dispuesto a
cumplir la voluntad de Dios puede permanecer constantemente con el
Todopoderoso.
Dios en él. La permanencia es siempre mutua (cf. Juan 15:4-5). El
que desee permanecer con Dios, puede estar seguro de que Dios siempre ha
deseado permanecer con él; pero debe mostrar que está en armonía con el Señor,
guardando voluntariamente sus mandamientos.
Y en esto. Una referencia anticipada al don del Espíritu que
se menciona al final del versículo. La presencia del Espíritu en la vida del
cristiano es una prueba de que Dios permanece en él, pues Dios habita en el
hombre mediante el Espíritu (Rom. 8:9,11, 14-16; 1Cor. 3:16). Un pensamiento
casi idéntico se expresa en 1 Juan 4:13.
Por el Espíritu. El apóstol Juan no usa en sus
epístolas ni tampoco en el Apocalipsis, la expresión "Espíritu
Santo", aunque claramente habla de la tercera persona de la Deidad.
Ha dado. Mejor "dio" (BJ), pues Juan se está refiriendo al tiempo cuando los creyentes recibieron por primera vez el Espíritu Santo.
En Juan 14:16 se aclara que el Padre da el Espíritu, aunque el
Hijo coopera en enviar la tercera persona del trío celestial (cf. Juan 16:7).
7CBA
COMENTARIOS DE EGW
1. HAp 269. AL CONTEMPLAR A
CRISTO, nos detenemos en la orilla de un amor
inconmensurable. Nos esforzamos por hablar de este 269 amor, pero nos faltan
las palabras. Consideramos su vida en la tierra, su sacrificio por nosotros, su
obra en el cielo como abogado nuestro, y las mansiones que está preparando para
aquellos que le aman; y sólo podemos exclamar: ¡Oh! ¡qué altura y
profundidad las del amor de Cristo! "En esto consiste el amor: no que
nosotros hayamos amado a Dios, sino que él nos amó a nosotros, y ha enviado a
su Hijo en propiciación por nuestros pecados." "Mirad cuál amor nos
ha dado el Padre, que seamos llamados hijos de Dios." (1 Juan 4:10; 3:1)
EN
TODO VERDADERO DISCÍPULO, este amor,
como fuego sagrado, arde en el altar del corazón. Fue en la tierra donde el
amor de Dios se reveló por Cristo. Es en la tierra donde sus hijos han de
reflejar su amor mediante vidas inmaculadas. Así los pecadores serán
guiados a la cruz, para contemplar al Cordero de Dios. 270
1-2. HAp 435. A
CAUSA DE SU PROFUNDO AMOR HACIA CRISTO, Juan
deseaba siempre estar cerca de él. El Salvador amaba a los doce, pero el
espíritu de Juan era el más receptivo. Era más joven que los demás y con mayor
confianza infantil, abrió su corazón a Jesús. Así llegó a simpatizar más con
Cristo, y mediante él, las más 435 profundas lecciones
espirituales de Cristo fueron comunicadas al pueblo.
JESÚS
AMA A AQUELLOS QUE REPRESENTAN AL PADRE, y
Juan pudo hablar del amor del Padre, como no lo pudo hacer ningún otro de los
discípulos. Reveló a sus semejantes lo que sentía en su propia alma,
representando en su carácter los atributos de Dios. La gloria del Señor se
expresaba en su semblante. La belleza de la santidad que le había transformado
brillaba en su rostro con resplandor semejante al de Cristo. En su adoración y
amor contemplaba al Salvador hasta que la semejanza a Cristo y el compañerismo
con él llegaron a ser su único deseo, y en su carácter se reflejó el carácter
de su Maestro.
"Mirad
-dijo- cuál amor nos ha dado el Padre, que seamos llamados hijos de Dios....
Muy amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos
de ser; pero sabemos que cuando él apareciere, seremos semejantes a él, porque
le veremos como él es." (1 Juan 3:1,2.) 436
3. HAp 446. JUAN
LUCHÓ FERVOROSAMENTE CONTRA SUS DEFECTOS;
pero Judas violó su conciencia y cedió a la tentación, ligándose con mayor
seguridad a sus malos hábitos. La práctica de las verdades que Cristo enseñaba
se oponía a sus deseos y propósitos, y no quiso renunciar a sus ideas a fin de
recibir la 446 sabiduría del cielo. En vez de caminar en la
luz, escogió andar en las tinieblas. Acarició deseos perversos, la codicia,
pasiones de venganza, obscuros y sombríos pensamientos, hasta que Satanás
obtuvo la dirección completa de su vida.
JUAN
Y JUDAS REPRESENTAN A LOS QUE PROFESAN SER SEGUIDORES DE CRISTO. Ambos
discípulos tuvieron las mismas oportunidades de estudiar y seguir al Modelo
divino. Ambos estuvieron íntimamente relacionados con Jesús y tuvieron el
privilegio de escuchar sus enseñanzas. Cada uno poseía graves defectos de
carácter. Y ambos tuvieron acceso a la gracia divina que transforma el
carácter. Pero mientras uno en humildad aprendía de Jesús, el otro reveló que
no era un hacedor de la palabra, sino solamente un oidor. El uno, destruyendo
diariamente el yo y venciendo al pecado, fue santificado por medio de la
verdad; el otro, resistiendo al poder transformador de la gracia y dando rienda
suelta a sus deseos egoístas, fue reducido a servidumbre por Satanás.
SEMEJANTE
TRANSFORMACIÓN DE CARÁCTER como la observada en la vida de Juan, es
siempre resultado de la comunión con Cristo. Pueden existir defectos notables
en el carácter de una persona, pero cuando llega a ser un verdadero discípulo
de Cristo, el poder de la gracia divina le transforma y santifica. Contemplando
como por un espejo la gloria del Señor, es transformado de gloria en gloria,
hasta que llega a asemejarse a Aquel a quien adora.
Juan
era un maestro de santidad, y en sus cartas a la iglesia señaló reglas
infalibles para la conducta de los cristianos. "Y cualquiera que
tiene esta esperanza en él -escribió,- se purifica, como él también es
limpio." "El que dice que está en él, debe andar como él
anduvo." (1 Juan 3:3; 2:6.)
Enseñó
que el cristiano debe ser puro de corazón y vida. Nunca debe estar satisfecho
con una profesión vana. Así como Dios es santo en su esfera, el hombre caído,
por medio de la fe en Cristo, debe ser santo en la suya.
4-6. HAp 443. EXISTEN
EN ESTOS ÚLTIMOS DÍAS 443 MALES SEMEJANTES a
los que amenazaban la prosperidad de la iglesia primitiva; y las enseñanzas del
apóstol Juan acerca de estos puntos deben considerarse con cuidadosa atención.
"Debéis tener amor," es el clamor que se oye por doquiera,
especialmente de parte de quienes se dicen santos. Pero el amor verdadero es
demasiado puro para cubrir un pecado no confesado. Aunque debemos amar a las
almas por las cuales Cristo murió, no debemos transigir con el mal. No debemos unirnos
con los rebeldes y llamar a eso amor. Dios requiere de su pueblo en esta época
del mundo, que se mantenga de parte de lo justo tan firmemente como lo hizo
Juan cuando se opuso a los errores que destruían las almas.
EL
APÓSTOL ENSEÑÓ que al mismo tiempo que
manifestamos cortesía cristiana, estamos autorizados a tratar con el pecado y
los pecadores en términos claros: que tal proceder no está en desacuerdo con el
amor verdadero. "Cualquiera que hace pecado -escribió,- traspasa
también la ley; pues el pecado es transgresión de la ley. Y sabéis que él
apareció para quitar nuestros pecados, y no hay pecado en él. Cualquiera que
permanece en él, no peca; cualquiera que peca, no le ha visto, ni le ha
conocido."
COMO
TESTIGO DE CRISTO, JUAN no entró en
controversias ni en fastidiosas disputas. Declaró lo que sabía, lo que había
visto y oído. Estuvo asociado íntimamente con Cristo, oyó sus enseñanzas y fue
testigo de sus poderosos milagros. Pocos pudieron ver las bellezas del carácter
de Cristo como Juan las vio. Para él las tinieblas habían pasado; sobre él
brillaba la luz verdadera. Su testimonio acerca de la vida y
muerte del Señor era claro y eficaz. Hablaba con un corazón que rebosaba de
amor hacia su Salvador; y ningún poder podía detener sus palabras.
"Lo
que era desde el principio -declaró,- lo que hemos oído, lo que hemos visto con
nuestros ojos, lo que hemos mirado, y palparon nuestras manos tocante al Verbo
de vida, . . . lo que hemos visto y oído, eso os anunciamos, para que 444 también
vosotros tengáis comunión con nosotros: y nuestra comunión verdaderamente es
con el Padre, y con su Hijo Jesucristo."
ASIMISMO puede
todo creyente estar capacitado, por medio de su propia experiencia, para
afirmar "que Dios es verdadero." (Juan 3:33.) Puede testificar de lo
que ha visto, oído y sentido del poder de Cristo. 445
5-6; 24. HAp 450. HAY
QUIENES PROFESAN SANTIDAD, quienes
declaran que están completamente con el Señor, quienes pretenden tener derecho
a las promesas de Dios, mientras rehúsan prestar obediencia a sus mandamientos.
Dichos transgresores de la ley quieren recibir todas las cosas que fueron
prometidas a los hijos de Dios; pero eso es presunción de su parte, por
cuanto Juan nos dice que el verdadero amor a Dios será
revelado mediante la obediencia a todos sus mandamientos. No basta creer la
teoría de la verdad, hacer una profesión de fe en Cristo, creer que Jesús no es
un impostor, y que la religión de la Biblia no es una 450 fábula
por arte compuesta. "El que dice, Yo le he conocido, y no guarda
sus mandamientos -escribió Juan-, el tal es mentiroso, y no hay verdad en él,
mas el que guarda su palabra, la caridad de Dios está verdaderamente perfecta
en él: por esto sabemos que estamos en él." "El que guarda sus mandamientos,
está en él, y él en él." (1 Juan 2:4,5; 3:24.)
JUAN
no enseñó que la salvación puede ser ganada por la obediencia; sino
que la obediencia es el fruto de la fe y del amor. "Y sabéis que él
apareció para quitar nuestros pecados -dijo,- y no hay pecado en él. Cualquiera
que permanece en él, no peca; cualquiera que peca, no le ha visto, ni le ha
conocido." (1Juan 3:5,6.) Si permanecemos en Cristo, si el amor de Dios
habita en el corazón, nuestros sentimientos, pensamientos y acciones estarán de
acuerdo con la voluntad de Dios. El corazón santificado está en armonía con los
preceptos de su ley.
MUCHOS
Son Los Que, Aunque Se Esfuerzan Por Obedecer Los Mandamientos De Dios, Tienen
Poca Paz Y Alegría. Esa
falta en su experiencia es el resultado de no ejercer fe. Caminan
como si estuvieran en una tierra salitroso, o en un desierto reseco. Demandan
poco, cuando podrían pedir mucho, por cuanto no tienen límite las promesas de
Dios. Los tales no representan correctamente la santificación que viene
mediante la obediencia a la verdad. El Señor desea que todos sus hijos sean
felices, llenos de paz y obedientes. Mediante el ejercicio de la fe el creyente
llega a poseer esas bendiciones. Mediante ella puede ser suplida cada
deficiencia del carácter, cada contaminación purificada, cada falta corregida,
cada excelencia desarrollada.
LA
ORACIÓN ES EL MEDIO Ordenado Por El Cielo Para Tener Éxito en
el conflicto con el pecado y desarrollar el carácter cristiano. Las
influencias divinas que vienen en respuesta a la oración de fe, efectuarán en
el alma del suplicante todo lo que pide. Podemos pedir perdón del pecado, el
Espíritu Santo, un temperamento semejante al de Cristo, sabiduría y poder para
realizar 451 su
obra, o cualquier otro don que él ha prometido; y la promesa es: "Se os
dará."
5-7. CC 60. DOS ERRORES PELIGROSOS. Hay dos errores
contra los cuales los hijos de Dios, particularmente los que apenas han
comenzado a confiar en su gracia, deben especialmente guardarse.
1. El Primero, sobre el que ya se ha
insistido, es el de fijarse en sus propias obras, confiando en alguna cosa que
puedan hacer, para ponerse en armonía con Dios. El que está procurando llegar a
ser santo mediante sus propios esfuerzos por guardar la ley, está procurando
una imposibilidad. Todo lo que el hombre puede hacer sin Cristo está
contaminado de amor propio y pecado. Solamente la gracia de Cristo, por medio
de la fe, puede hacernos santos.
2. El Error Opuesto y no menos peligroso
es que la fe en Cristo exime a los hombres de guardar la ley de Dios; que puesto
que solamente por la fe somos hechos participantes de la gracia de Cristo,
nuestras obras no tienen nada que ver con nuestra redención.
Pero nótese aquí
que la obediencia no es un mero cumplimiento externo, sino un servicio de amor.
La ley de Dios es una expresión de 60 su misma
naturaleza; es la personificación del gran principio del amor y, en
consecuencia, el fundamento de su gobierno en los cielos y en la tierra. Si
nuestros corazones son regenerados a la semejanza de Dios, si el amor divino es
implantado en el corazón, ¿no se manifestará la ley de Dios en la vida?
Cuando es implantado
el principio del amor en el corazón, cuando el hombre es renovado conforme a la
imagen del que lo creó, se cumple en él la promesa del nuevo pacto:
"Pondré mis leyes en su corazón, y también en su mente las escribiré"
(Hebreos 10:16). Y si la ley está escrita en el corazón, ¿no modelará la vida?
La obediencia, es decir, el servicio y la lealtad de amor, es la verdadera
prueba del discipulado. Siendo así, la Escritura dice: “Este es el amor de
Dios, que guardemos sus mandamientos" "El que dice: Yo le conozco, y
no guarda sus mandamientos, es mentiroso, y no hay verdad en él" (1
Juan 5:3; 2:4).
En vez de que la fe
exima al hombre de la obediencia, es la fe, y sólo ella, la que lo hace
participante de la gracia de Cristo y lo capacita para obedecerlo.
No ganamos la
salvación con nuestra obediencia; porque la salvación es el don gratuito de
Dios, que se recibe por la fe. Pero la obediencia es el fruto de la fe.
"Sabéis que él fue manifestado para quitar los pecados, y en él no hay
pecado. Todo aquel que mora en él no peca; todo aquel que peca no le ha visto,
ni le ha conocido". (1 Juan 3: 5, 6).
He aquí la verdadera
prueba. Si moramos en Cristo, si el amor de Dios mora en nosotros, nuestros
sentimientos, nuestros pensamientos, nuestras acciones, tienen que 61 estar
en armonía con la voluntad de Dios como se expresa en los preceptos de su santa
ley. "¡Hijitos míos, no dejéis que nadie os engañe! el que obra justicia
es justo, así como él es justo""(1 Juan 3:7). Sabemos lo que es
justicia por el modelo de la santa ley de Dios, como se expresa en los Diez
Mandamientos dados en el Sinaí.
Esa así llamada fe
en Cristo, que según se declara exime a los hombres de la obligación de la
obediencia a Dios, no es fe sino presunción.
"Por gracia sois
salvos, por medio de la fe". Más "la fe, si no tuviere obras, es de
suyo muerta' (Efesios 2:8; Santiago 2:7). Jesús dijo de sí mismo antes de venir
al mundo: "Me complazco en hacer tu voluntad, oh Dios mío, y tu ley está
en medio de mi corazón" (Salmo 40:8).
Y cuando estaba por
ascender a los cielos, dijo otra vez: "Yo he guardado los mandamientos de
mi Padre, y permanezco en su amor' (Juan 15:10). La Escritura dice: “¡Y en esto
sabemos que le conocemos a él, a saber, si guardamos sus mandamientos.... El
que dice que mora en él, debe también él mismo andar así como él anduvo' (1
Juan 2:3-6). "Pues que Cristo también sufrió por vosotros, dejándoos
ejemplo, para que sigáis en sus pisadas" (1Pedro 2:21).
La condición para alcanzar la vida eterna es ahora exactamente la misma de siempre, tal cual era en el paraíso antes de la caída de nuestros primeros padres: la perfecta obediencia a la ley de Dios, la perfecta justicia. Si la vida eterna se concediera con alguna condición 62 inferior a ésta, peligraría la felicidad de todo el universo. Se le abriría la puerta al pecado con todo su séquito de dolor y miseria para siempre.
6. CS 526. EL DESEO de llevar una religión fácil, que no exija
luchas, ni desprendimiento, ni ruptura con las locuras del mundo, ha hecho
popular la doctrina de la fe, y de la fe sola; ¿Pero Qué Dice La Palabra De
Dios?
El apóstol Santiago dice:
"Hermanos míos, ¿Qué aprovechará si alguno dice que tiene fe, y no tiene
obras? ¿Podrá la fe salvarle? . . . ¿Más quieres saber, hombre vano, que la fe
sin obras es muerta? ¿No fue justificado por las obras Abraham nuestro padre,
cuando ofreció a su hijo Isaac sobre el altar? ¿No ves que la fe obró con sus
obras, y que la fe fue perfecta por las obras? . . . Veis, pues, que el hombre
es justificado por las obras, y no solamente por la fe." (Santiago 2:14-24.)
526
El testimonio de la Palabra de
Dios se opone a esta doctrina seductora de la fe sin obras. No es fe pretender
el favor del Cielo sin cumplir las condiciones necesarias para que la gracia
sea concedida. Es presunción, pues la fe verdadera se funda en las promesas y
disposiciones de las Sagradas Escrituras.
NADIE SE ENGAÑE A SÍ MISMO CREYENDO QUE PUEDA VOLVERSE SANTO mientras viole
premeditadamente uno de los preceptos divinos. Un pecado cometido
deliberadamente acalla la voz atestiguadora del Espíritu y separa al alma de
Dios. "El pecado es transgresión de la ley." Y "todo aquel que
peca [transgrede la ley], no le ha visto, ni le ha conocido." (1 Juan 3:
6.) Aunque San Juan habla mucho del amor en sus epístolas, no vacila en poner
de manifiesto el verdadero carácter de esa clase de personas que pretenden ser
santificadas y seguir transgrediendo la ley de Dios. "El que dice: Yo le
conozco, y no guarda sus mandamientos, es mentiroso, y no hay verdad en él; mas
el que guarda su palabra, verdaderamente en éste se ha perfeccionado el amor de
Dios." (1 Juan 2:4,5, V.M.)
ESTA ES LA PIEDRA
DE TOQUE DE TODA PROFESIÓN DE FE. No podemos reconocer como santo a ningún
hombre sin haberle comparado primero con la sola regla de santidad que Dios
haya dado en el cielo y en la tierra.
Si los hombres no sienten el peso
de la ley moral, si empequeñecen y tienen en poco los preceptos de Dios, si
violan el menor de estos mandamientos, y así enseñan a los hombres, no serán
estimados ante el cielo, y podemos estar seguros de que sus pretensiones no
tienen fundamento alguno.
Y LA ASERCIÓN de estar sin
pecado constituye de por sí una prueba de que el que tal asevera dista mucho de
ser santo. Es porque no tiene un verdadero concepto de lo que es la pureza y
santidad infinita de Dios, ni de lo que deben ser los que han de armonizar con
su carácter; es porque no tiene verdadero concepto de la pureza y perfección
supremas de Jesús ni de la maldad y horror del pecado, por lo que el hombre
puede creerse santo. Cuanto más lejos esté de Cristo y más yerre acerca del
carácter y los pedidos de Dios, más justo se cree. 527
La Santificación
Expuesta En Las Santas Escrituras Abarca Todo El Ser: Espíritu, Cuerpo Y Alma.
8. DTG 236. LOS FARISEOS se aferraron a estas palabras como una blasfemia, y concibieron que podrían ser presentadas como un pecado digno de muerte. Dijeron en su corazón: "Blasfemias dice. ¿Quién puede perdonar pecados, sino sólo Dios?" Fijando en ellos una mirada bajo la cual se atemorizaron y retrocedieron, Jesús dijo: "¿Por qué pensáis mal en vuestros 235 corazones? Porque, ¿qué es más fácil, decir: Los pecados te son perdonados; o decir: Levántate, y anda? Pues para que sepáis que el Hijo del hombre tiene potestad en la tierra de perdonar pecados, (dice entonces al paralítico): Levántate, toma tu cama, y vete a tu casa."
Entonces el que había sido traído en una camilla a Jesús, se puso de pie con la elasticidad y fuerza de la juventud. La sangre vivificadora corrió raudamente por sus venas. Todo órgano de su cuerpo se puso en repentina actividad. El rosado color de la salud sucedió a la palidez de la muerte cercana. "Entonces él se levantó luego, y tomando su lecho, se salió delante de todos, de manera que todos se asombraron, y glorificaron a Dios, diciendo: Nunca tal hemos visto.
"¡Oh admirable amor de Cristo, que se inclina a sanar al culpable y afligido! ¡La divinidad se compadece de los males de la doliente humanidad y los calma!
¡Oh maravilloso poder así manifestado en favor de los hijos de los hombres! ¿Quién puede dudar del mensaje de salvación? ¿Quién puede despreciar las misericordias de un Redentor compasivo?
Para restaurar la salud a ese cuerpo que se
corrompía, no se necesitaba menos que el poder creador. La misma voz que
infundió vida al hombre creado del polvo de la tierra, había infundido vida al
paralítico moribundo. Y el mismo poder que dio vida al cuerpo, había renovado el
corazón. El que en la creación "dijo, y fue hecho,"
"mandó, y existió,"* (Salmos 33:9).
Había infundido por su palabra vida al alma muerta en delitos y pecados. La curación del cuerpo era una evidencia del poder que había renovado el corazón. Cristo ordenó al paralítico que se levantase y anduviese, "para que sepáis --dijo-- que el Hijo del hombre tiene potestad en la tierra de perdonar pecados." El paralítico halló en Cristo curación, tanto para el alma como para el cuerpo. La curación espiritual fue seguida por la restauración física.
Esta lección no debe ser pasada por alto. Hay hoy día miles que están sufriendo de enfermedad física y que, como el paralítico, están anhelando el mensaje: "Tus pecados te son perdonados."
La carga de pecado, con su intranquilidad y deseos no satisfechos es el fundamento de sus enfermedades. No pueden hallar alivio hasta que vengan al 236 Médico del alma. La paz que el solo puede dar, impartiría vigor a la mente y salud al cuerpo. Jesús vino para "deshacer las obras del diablo." "En él estaba la vida," y él dice: "Yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia." Él es un "espíritu vivificante."* (1 Juan 3:8; Juan 1:4; 10:10; 1 Corintios 15:45).
Y tiene todavía el
mismo poder vivificante que, mientras estaba en la tierra, sanaba a los
enfermos y perdonaba al pecador. El "perdona todas tus
iniquidades," él "sana todas tus dolencias.'* (Salmos 103:3).
El efecto producido sobre el pueblo por la curación del paralítico fue como si el cielo, después de abrirse, hubiese revelado las glorias de un mundo mejor. Mientras que el hombre curado pasaba por entre la multitud, bendiciendo a Dios a cada paso, y llevando su carga como si hubiese sido una pluma, la gente retrocedía para darle paso, y con temerosa reverencia le miraban los circunstantes, murmurando entre sí: "Hemos visto maravillas hoy." Los fariseos estaban mudos de asombro y abrumados por su derrota. Veían que no había oportunidad de inflamar a la multitud con sus celos.
El prodigio realizado en el hombre, a quien ellos
habían entregado a la ira de Dios, había impresionado de tal manera a la gente,
que por el momento los rabinos quedaron olvidados. Vieron que Cristo poseía un
poder que ellos habían atribuido a Dios solo; sin embargo, la amable dignidad
de sus modales, estaba en marcado contraste con el porte altanero de ellos.
Estaban desconcertados y avergonzados; y reconocían, aunque no lo confesaban,
la presencia de un Ser superior. Cuanto más convincente era la prueba de que
Jesús tenía en la tierra poder de perdonar los pecados, tanto más firmemente se
atrincheraban en la incredulidad.
Salieron de la casa
de Pedro, donde habían visto al paralítico curado por la palabra de Jesús, para
inventar nuevas maquinaciones con el fin de hacer callar al Hijo de Dios. La
enfermedad física, por maligna que fuese y arraigada que estuviera, era curada
por el poder de Cristo; pero la enfermedad del alma se apoderaba más firmemente
de aquellos que cerraban sus ojos para no ver la luz.
La Lepra Y La Parálisis no eran tan terribles como el fanatismo y la incredulidad. En la casa del paralítico sanado, hubo gran regocijo cuando 237 él volvió a su familia, trayendo con facilidad la cama sobre la cual se le había llevado de su presencia poco tiempo antes. Le rodearon con lágrimas de alegría, casi sin atreverse a creer lo que veían sus ojos.
Estaba delante de ellos, en el pleno vigor de la virilidad. Aquellos brazos que ellos habían visto sin vida, obedecían prestamente a su voluntad. La carne que se había encogido, adquiriendo un color plomizo, era ahora fresca y rosada. El hombre andaba con pasos firmes y libres. En cada rasgo de su rostro estaban escritos el gozo y la esperanza; y una expresión de pureza y paz había reemplazado los rastros del pecado y del sufrimiento.
De aquel hogar subieron alegres palabras de
agradecimiento, y Dios quedó glorificado por medio de su Hijo, que había
devuelto la esperanza al desesperado, y fuerza al abatido. Este hombre y su
familia estaban listos para poner sus vidas por Jesús. Ninguna duda enturbiaba
su fe, ninguna incredulidad manchaba su lealtad hacia Aquel que había impartido
luz a su obscurecido hogar. DTG (EGW
9-24. TM 94. SE NOS AMONESTA A
NO DESPRECIAR EL MENSAJE DE DIOS. Quiero presentar una amonestación
para los que por años han resistido la luz y albergado un espíritu de
oposición. ¿Por cuánto tiempo odiaréis y despreciaréis a los mensajeros de la
justicia de Dios? Dios les ha dado su mensaje. Llevan la palabra del Señor. Hay
salvación para vosotros, pero sólo por medio de los méritos de Jesucristo. La
gracia del Espíritu Santo os ha sido ofrecida una y otra vez. La luz y el poder
de lo alto han brillado abundantemente en vuestro medio.
Aquí había evidencia, para que todos
pudieran discernir a quién reconocía el Señor como su siervo. Pero existen
personas que desprecian a los hombres y el mensaje que ellos presentan. Se han
burlado de ellos tratándolos como fanáticos, extremistas y entusiastas.
Permitidme que profetice acerca de vosotros: A menos que humilléis rápidamente vuestros corazones delante de Dios, y confeséis vuestros pecados, que son muchos, cuando sea demasiado tarde veréis que habéis estado luchando contra Dios. Por la convicción del Espíritu Santo, que no contenderá por más tiempo para producir reforma y perdón, veréis que estos hombres contra los cuales habéis hablado han sido como señales en el mundo, como testigos de Dios.
Entonces querréis dar todo el mundo si pudierais
redimir el pasado, y ser precisamente tales hombres celosos, movidos por el
Espíritu de Dios para elevar vuestra voz en solemnes amonestaciones al mundo;
y, como ellos, ser firmes como una roca en los principios. La forma en que dais
vuelta completamente las cosas es conocida por el Señor. Continuad por un poco
más de tiempo como habéis andado, rechazando la luz del cielo, y estaréis
perdidos. "Y el que fuere inmundo, y no se purificare, la tal persona será
cortada de entre la congregación". 95
No tengo un mensaje suave para
presentar a aquellos que han sido por tanto tiempo falsos postes indicadores,
señalando el camino erróneo. Si rechazáis a los mensajeros delegados por
Cristo, rechazáis a Cristo. Descuidad esta gran salvación, que ha sido
mantenida ante vosotros durante años, despreciad está gloriosa oferta de
justificación por medio de la sangre de Cristo, y esta santificación por el
poder purificador del Espíritu Santo, y no quedará más sacrificio por el
pecado, sino ciertamente una horrenda esperanza de juicio y un hervor de fuego.
Os ruego que os humilléis y ceséis en vuestra obstinada resistencia a la luz y
la evidencia.
Decid al Señor: Mis iniquidades
han hecho separación entre mí y mi Dios. Oh Señor, perdona mis transgresiones.
Borra mis pecados de tu libro de memoria. Gracias a su santo nombre, hay perdón
en él, y podéis ser convertidos y transformados. "Porque si la sangre de
los toros y de los machos cabríos, y la ceniza de la becerra, rociada a los
inmundos, santifica para la purificación de la carne, ¿cuánto más la sangre de
Cristo, el cual por el Espíritu eterno se ofreció a sí mismo sin mancha a Dios,
limpiará vuestras conciencias de las obras de muerte para que sirváis al Dios
vivo?" "El que Piensa Estar Firme, Mire no Caiga"
11; 14-16. HAp 438. COMPRENDIENDO
JUAN que el amor fraternal iba mermando en la iglesia, se
esforzaba por convencer a los creyentes de la necesidad constante de ese amor.
Sus cartas a las iglesias están 438 llenas de este
pensamiento. "Carísimos, amémonos unos a otros -escribe;- porque
el amor es de Dios. Cualquiera que ama, es nacido de Dios, y conoce a Dios. El
que no ama, no conoce a Dios; porque Dios es amor. En esto se mostró el amor de
Dios para con nosotros, en que Dios envió a su Hijo unigénito al mundo, para
que vivamos por él. En esto consiste el amor: no que nosotros hayamos amado a
Dios, sino que él nos amó a nosotros, y ha enviado a su Hijo en propiciación
por nuestros pecados. Amados, si Dios así nos ha amado, debemos también
nosotros amarnos unos a otros."
TOCANTE AL SENTIDO ESPECIAL en que ese amor
debería manifestarse por los creyentes, el apóstol dice: "Os
escribo un mandamiento nuevo, que es verdadero en él y en vosotros; porque las
tinieblas son pasadas, y la verdadera luz ya alumbra. El que dice que está en
luz, y aborrece a su hermano, el tal aun está en tinieblas todavía. El que ama
a su hermano, está en luz, y no hay tropiezo en él. Mas el que aborrece a su
hermano, está en tinieblas, y anda en tinieblas, y no sabe a donde va; porque
las tinieblas le han cegado los ojos." "Porque éste es el mensaje que
habéis oído desde el principio: Que nos amemos unos a otros." "El que
no ama a su hermano, está en muerte. Cualquiera que aborrece a su hermano, es
homicida; y sabéis que ningún homicida tiene vida eterna permaneciente en sí.
En esto hemos conocido el amor, porque él puso su vida por nosotros: también nosotros
debemos poner nuestras vidas por los hermanos."
EL
MAYOR PELIGRO de la iglesia de Cristo no es la oposición del mundo. Es el mal
acariciado en los corazones de los creyentes lo que produce el más grave
desastre, y lo que, seguramente, más retardará el progreso de la causa de Dios.
No hay forma más segura para destruir la espiritualidad que abrigar envidia,
sospecha, crítica o malicia. Por otro lado, el testimonio más fuerte de que
Dios ha enviado a su Hijo al mundo, es la armonía y unión entre hombres de
distintos caracteres que forman su iglesia. El privilegio de los seguidores de
Cristo es 439 dar ese testimonio. Pero para poder hacerlo, deben colocarse bajo
las órdenes de Cristo. Sus caracteres deben conformarse a su carácter, y sus
voluntades a la suya.
"UN
MANDAMIENTO NUEVO OS DOY -DIJO CRISTO:- Que os améis unos a otros: como os he
amado, que también os améis los unos a los otros." (Juan 13:34.)
¡QUÉ
MARAVILLOSA DECLARACIÓN! Pero, ¡Cuán Poco Se La Practica!
Hoy
día en la iglesia de Dios, el amor fraternal falta, desgraciadamente. Muchos
que profesan amar al Salvador, no se aman unos a otros. Los incrédulos observan
para ver si la fe de los profesos cristianos ejerce una influencia
santificadora sobre sus vidas; y son prestos para discernir los defectos del
carácter y las acciones inconsecuentes.
12. PP 62. CUANDO CAÍN VIO QUE
SU OFRENDA ERA DESECHADA, se enfureció
contra el Señor y contra Abel; se disgustó porque Dios no aceptaba el
sacrificio con que el hombre substituía al que había sido ordenado divinamente,
y se disgustó con su hermano porque éste había decidido obedecer a Dios en vez
de unírsele en la rebelión contra él. A pesar de que Caín despreció el divino
mandamiento, Dios no le abandonó a sus propias fuerzas; sino que condescendió
en razonar con el hombre que se había mostrado tan obstinado. Y el Señor dijo a
Caín"¿Por qué te has ensañado, y por qué se ha inmutado tu rostro?"
POR MEDIO DE UN ÁNGEL SE LE HIZO
LLEGAR LA DIVINA AMONESTACIÓN: "Si bien hicieres, ¿no
serás ensalzado? y si no hicieres bien, el pecado está a la puerta." (Gén,
4:6,7.) Tocaba a Caín escoger. Si confiaba en los méritos del Salvador
prometido, y obedecía los requerimientos de Dios, gozaría su favor. Pero si
persistía en su incredulidad y transgresión, no tendría fundamento para
quejarse al ser rechazado por el Señor.
PERO EN LUGAR DE RECONOCER SU
PECADO, Caín siguió quejándose 62 de la injusticia de Dios, y abrigando envidia y
odio contra Abel. Censuró violentamente a su hermano y trató de arrastrarlo a
una disputa acerca del trato de Dios con ellos. Con mansedumbre, pero valiente
y firmemente, Abel defendió la justicia y la bondad de Dios. Indicó a Caín su
error, y trató de convencerle de que el mal estaba en él.
LE RECORDÓ la infinita
misericordia de Dios al perdonar la vida a sus padres cuando pudo haberlos
castigado con la muerte instantánea, e insistió en que Dios realmente los
amaba, pues de otra manera no entregaría a su Hijo, santo e inocente, para que
sufriera el castigo que ellos merecían. Todo esto aumentó la ira de Caín. La
razón y la conciencia le decían que Abel estaba en lo cierto; pero se enfurecía
al ver que quien solía aceptar su consejo osaba ahora disentir con él, y al ver
que no lograba despertar simpatía hacia su rebelión. En la furia de su pasión, dio muerte a su
hermano.
CAÍN ODIO Y MATÓ A SU HERMANO, no porque
Abel le hubiese causado algún mal, sino "porque sus obras eran malas, y
las de su hermano justas." (1 Juan 3:12.) Asimismo odiaron los impíos en
todo tiempo a los que eran mejores que ellos. La vida de obediencia de Abel y
su fe pronta para responder eran un perpetuo reproche para Caín. "Todo aquel
que hace lo malo, aborrece la luz y no viene a la luz, porque sus obras no sean
redargüídas." (Juan 3:20.) Cuanto más clara sea la luz celestial reflejada
por el carácter de los fieles siervos de Dios, tanto más a lo vivo quedan
revelados los pecados de los impíos, y tanto más firmes serán los esfuerzos que
harán por destruir a los que turban su paz.
LA MUERTE DE ABEL
Fue El Primer Ejemplo De La Enemistad Que Dios Predijo Que Existiría Entre La
Serpiente Y La Simiente De La Mujer; Entre Satanás Y Sus Súbditos, Y Cristo Y
Sus Seguidores. Mediante el pecado del hombre, Satanás había obtenido el
dominio de la raza humana, pero Cristo habilitaría al hombre para librarse de
su yugo.
Siempre que por la fe en el Cordero
de Dios, un alma renuncie a servir al 63 pecado, se enciende la ira de Satanás.
La vida santa de Abel desmentía el aserto de Satanás de que es imposible para
el hombre guardar la ley de Dios.
13. PP 602.
Cuando su pueblo se apartó de los pecados que le habían privado de la
presencia de Dios, él oyó sus oraciones y en seguida comenzó a obrar en su
favor. Le suscitó un libertador en la persona de Jefté el galaadita, quien hizo
guerra contra los amonitas, y quebrantó eficazmente su poder. Durante dieciocho
años, Israel había sufrido bajo la opresión de sus enemigos, y sin embargo
volvió a olvidar la lección ensenada por los padecimientos.
Cuando su pueblo volvió a sus
malos caminos, el Señor permitió que nuevamente lo oprimiesen sus poderosos
enemigos los filisteos. Durante muchos años fueron acosados 602 constantemente,
y a veces completamente subyugados, por esta nación cruel y belicosa. Habían
acompañado a estos idólatras en sus placeres y en su culto, a tal grado que
parecían unificados con ellos en espíritu e intereses. Entonces estos pretensos
amigos de Israel se trocaron en sus enemigos más acérrimos, y por todos los
medios procuraron su completa destrucción.
COMO ISRAEL, los cristianos ceden a menudo a la
influencia del mundo, y se amoldan a sus principios y costumbres para ganar la
amistad de los impíos; pero al fin se verá que estos supuestos amigos son sus
enemigos más peligrosos.
La Biblia enseña clara y expresamente que no puede
haber armonía entre el pueblo de Dios y el mundo.
"Hermanos míos, no os
maravilléis si el mundo os aborrece." (1Juan 3:13.) Nuestro Salvador dice:
"Si el mundo os aborrece, sabed que a mí me aborreció antes que a
vosotros." (Juan 15:18.) Satanás obra por medio de los impíos, bajo el
disfraz de una presunta amistad, para seducir a los hijos de Dios y hacerlos
pecar, a fin de separarlos de él, y una vez eliminada la defensa de ellos,
inducirá a sus agentes a volverse contra ellos y procurar su destrucción. 603
17. 1JT 58. ALGUNOS no siguen
una conducta honrada ni sincera. Los tales deben actuar en forma muy diferente
y trabajar rápidamente para redimir el tiempo. Muchos observadores del sábado
yerran en esto. Se aprovechan de sus hermanos pobres y los que tienen
abundancia de recursos exigen a sus hermanos que están en situación embarazosa
y angustiosa por falta de recursos un precio superior al valor real de las
cosas que les venden, mucho más de lo que ellos mismos pagarían. Dios conoce
todas estas cosas. Todo acto egoísta, toda extorsión codiciosa, traerá su
recompensa.
Vi que es cruel e injusto no
tener consideración de la situación de un hermano. Si él está angustiado y
empobrecido, a pesar de hacer lo mejor que puede, se le debe hacer alguna
concesión. Ni siquiera se le debe exigir el pleno valor de las cosas que compre
a los ricos; sino que ellos deben manifestar compasión hacia él. Dios aprobará
tales actos de bondad, y el que los haga no perderá su recompensa. Pero una
terrible cuenta subsiste contra muchos observadores del sábado por actos de
egoísmo y avaricia.
Me fue recordado un tiempo en el
cual eran pocos los que escuchaban y abrazaban la verdad. Estos no tenían
muchos bienes de este mundo. Las necesidades de la causa se dividían entre muy
pocos. Entonces era necesario que algunos vendiesen sus casas y tierras, y
consiguiesen otras más baratas para usarlas como refugio u hogar, mientras que
prestaban libre y generosamente sus recursos al Señor para publicar la verdad,
y ayudar de otras maneras a hacer progresar la causa de Dios. Mientras
contemplaba a estos hermanos abnegados, vi que habían soportado privaciones
para beneficiar a la causa.
Vi a 59 su lado a un ángel que
señalaba hacia arriba y decía: "¡Tenéis bolsas en el cielo! Tenéis en el
cielo bolsas que no envejecen. Resistid hasta el fin y grande será vuestra
recompensa."
Dios ha estado
obrando en muchos corazones. La verdad por la cual unos pocos se sacrificaron
tanto, a fin de presentarla a otros, ha triunfado, y multitudes la han
aceptado. En su providencia Dios ha obrado en ciertas personas acaudaladas, y
las ha traído a la verdad a fin de que a medida que la obra crece, sean
suplidas las necesidades de la causa.
Muchos recursos han ingresado en
las filas de los observadores del sábado, y vi que actualmente Dios no exige
las casas que la gente necesita para vivir, a menos que se quieran cambiar
casas costosas por otras más económicas. Pero si los que están en la abundancia
no oyen su voz para separarse del mundo y, vendiendo parte de su propiedad y
tierra, hacer un sacrificio para Dios, los pasará por alto, y llamará a quienes
estén dispuestos a hacer cualquier cosa por Jesús, hasta el punto de vender sus
casas para satisfacer las necesidades de la causa. Dios quiere ofrendas
voluntarias. Los que den deben considerar que es un privilegio el poder
hacerlo. 60
18. HAp 440. LOS
QUE NUNCA EXPERIMENTARON el tierno y persuasivo amor de Cristo,
no pueden guiar a otros a la fuente de la vida. Su amor en el corazón es un
poder competente, que induce a los hombres a revelarlo en su conversación, por
un espíritu tierno y compasivo, y en la elevación de las vidas de aquellos con
quienes se asocian.
LOS
OBREROS CRISTIANOS que tienen éxito en sus
esfuerzos deben conocer a Cristo, y a fin de conocerle, 440 deben
conocer su amor. En El Cielo se mide su idoneidad como obreros por su
capacidad de amar como Cristo amó y trabajar como él trabajó.
"No amemos de palabra," escribe el
apóstol, "sino de obra y en verdad." La
perfección del carácter cristiano se obtiene cuando el impulso de ayudar y
beneficiar a otros, brota constantemente de su interior. Cuando una atmósfera
de tal amor rodea el alma del creyente, produce un sabor de vida para vida, y
permite que Dios bendiga su trabajo.
UN
AMOR SUPREMO HACIA DIOS y un amor
abnegado hacia nuestros semejantes, es el mejor don que nuestro Padre celestial
puede conferirnos. Tal amor no es un impulso, sino un principio divino, un
poder permanente. El corazón que no ha sido santificado no puede originarlo ni
producirlo. Únicamente se encuentra en el corazón en el cual reina
Cristo. "Nosotros le amamos a él, porque él nos amó primero." En
el corazón que ha sido renovado por la gracia divina, el amor es el principio
dominante de acción. Modifica el carácter, gobierna los impulsos, controla las
pasiones, y ennoblece los afectos. Ese amor, cuando uno lo alberga en el alma,
endulza la vida, y esparce una influencia ennoblecedora en su derredor.
JUAN SE ESFORZÓ POR HACER COMPRENDER A LOS CREYENTES los eminentes privilegios que podían obtener por el ejercicio del espíritu de amor. Cuando ese poder redentor llenara el corazón, dirigiría cualquier otro impulso y colocaría a sus poseedores por encima de las influencias corruptoras del mundo. Y a medida que este amor llegara a dominar completamente y a ser la fuerza motriz de la vida, su fe y confianza en Dios y en el trato del Padre para con ellos serían completas. Podrían llegar a él con plena certidumbre y fe, sabiendo que el Señor supliría cada necesidad para su bienestar presente y eterno.
"En esto es perfecto el amor con nosotros -escribió,- para que
tengamos confianza en el día del juicio; pues como él es, así somos nosotros en
este mundo. En amor no hay temor; mas el perfecto 441 amor
echa fuera el temor." "Y ésta es la confianza que tenemos en él, que
si demandaremos alguna cosa conforme a su voluntad, él nos oye. Y si sabemos
que él nos oye. . . sabemos que tenemos las peticiones que le hubiéramos
demandado."
22. DTG 622. ASÍ COMO CRISTO VIVIÓ LA LEY EN
LA HUMANIDAD, podemos vivirla nosotros si tan sólo
nos asimos del Fuerte para obtener fortaleza. Pero no hemos de colocar la
responsabilidad de nuestro deber en otros, y esperar que ellos nos digan lo que
debemos hacer. No podemos depender de la humanidad para obtener
consejos. El Señor nos enseñará nuestro deber tan voluntariamente como a
alguna otra persona. Si acudimos a él con fe, nos dirá sus misterios a nosotros
personalmente. Nuestro corazón arderá con frecuencia en nosotros mismos cuando
él se ponga en comunión con nosotros como lo hizo con Enoc.
Los que decidan no
hacer, en ningún ramo, algo que desagrade a Dios, sabrán, después de
presentarle su caso, exactamente qué conducta seguir. Y recibirán no solamente
sabiduría, sino fuerza. Se les impartirá poder para obedecer, para servir,
según lo prometió Cristo. Cuanto se dio a Cristo --todas las cosas destinadas a
suplir la necesidad de los hombres caídos,-- se le dio como a la cabeza y
representante de la humanidad. "Y cualquier cosa que pidiéremos, la
recibiremos de él, porque guardamos sus mandamientos, y hacemos las cosas que
son agradables delante de él." (1 Juan 3:22).
ANTES DE OFRECERSE
COMO VÍCTIMA PARA EL SACRIFICIO, Cristo buscó el don más esencial
y completo que pudiese otorgar a sus seguidores, un don que pusiese a su
alcance los ilimitados recursos de la gracia. "Yo rogaré al Padre
--dijo,-- y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre:
Al Espíritu de verdad, al cual el mundo no puede recibir, porque no le ve, ni
le conoce: más vosotros le conocéis; porque está con vosotros, y será en
vosotros. No os dejaré huérfanos; vendré a vosotros."
Antes De Esto, El
Espíritu Había Estado En El Mundo; Desde El Mismo Principio De La Obra De
Redención Había Estado Moviendo Los Corazones Humanos.
PERO MIENTRAS
CRISTO ESTABA EN LA TIERRA, los discípulos no habían deseado otro
ayudador. Y antes de verse privados de su presencia no sentirían su necesidad
del Espíritu, pero entonces vendría. El Espíritu Santo es el representante de
Cristo, pero despojado de la personalidad humana e independiente de ella.
Estorbado por la humanidad, Cristo no podía estar en todo lugar personalmente.
Por lo tanto, convenía a sus discípulos que 623 fuese al Padre y enviase el Espíritu como su sucesor en la
tierra.
Nadie podría
entonces tener ventaja por su situación o su contacto personal con Cristo. Por
el Espíritu, el Salvador sería accesible a todos. En este sentido, estaría más
cerca de ellos que si no hubiese ascendido a lo alto. "El que
me ama, será amado de mi Padre, y yo le amaré, y me manifestaré a él."
Ministerio Hno. Pio
No hay comentarios:
Publicar un comentario