2 Corintios 10.
RESPUESTA A LOS QUE HABÍAN MENOSPRECIADO A PABLO COMO APÓSTOL: Vers. (1-6) Pablo presenta su autoridad y poder espiritual, con los cuales está armado para defenderse de todos los poderes del adversario y contra los falsos apóstoles que echan en cara su debilidad y su ausencia corporal,
(7-11) asegurándoles que a su llegada será tan fuerte con la palabra como lo es ahora por medio de sus cartas, estando ausente. (12-18) Los recrimina por extralimitarse e inmiscuirse en las labores de los demás.
1 YO PABLO os ruego por la mansedumbre y ternura de Cristo, yo que estando presente ciertamente soy humilde entre vosotros, mas ausente soy osado para con vosotros; 2 ruego, pues, que cuando esté presente, no tenga que usar de aquella osadía con que estoy dispuesto a proceder resueltamente contra algunos que nos tienen como si anduviésemos según la carne. 3 Pues aunque andamos en la carne, no militamos según la carne; 4 porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas, 5 derribando argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo, 6 y estando prontos para castigar toda desobediencia, cuando vuestra obediencia sea perfecta.
7 Miráis las cosas según la apariencia. Si alguno está persuadido en sí mismo que es de Cristo, esto también piense por sí mismo, que como él es de Cristo, así también nosotros somos de Cristo. 8 Porque aunque me gloríe algo más todavía de nuestra autoridad, la cual el Señor nos dio para edificación y no para vuestra destrucción, no me avergonzaré; 9 para que no parezca como que os quiero amedrentar por cartas. 10 Porque a la verdad, dicen, las cartas son duras y fuertes; más la presencia corporal débil, y la palabra menospreciable. 11 Esto tenga en cuenta tal persona, que así como somos en la palabra por cartas, estando ausentes, lo seremos también en hechos, estando presentes.
12 Porque no nos atrevemos a
contarnos ni a compararnos con algunos que se alaban a sí mismos; pero ellos,
midiéndose a sí mismos por sí mismos, y comparándose consigo mismos, no son
juiciosos. 13 Pero nosotros no nos gloriaremos desmedidamente, sino conforme a
la regla que Dios nos ha dado por medida, para llegar también hasta vosotros. 14
Porque no nos hemos extralimitado, como si no llegásemos hasta vosotros, pues
fuimos los primeros en llegar hasta vosotros con el evangelio de Cristo.
15 No nos gloriamos desmedidamente en trabajos ajenos, sino que esperamos que conforme crezca vuestra fe seremos muy engrandecidos entre vosotros, conforme a nuestra regla; 16 y que anunciaremos el evangelio en los lugares más allá de vosotros, sin entrar en la obra de otro para gloriarnos en lo que ya estaba preparado. 17 Mas el que se gloria, gloríese en el Señor; 18 porque no es aprobado el que se alaba a sí mismo, sino aquel a quien Dios alaba. (2 Corintios 10).
1. Ruego. Gr. parakaléÇ, "suplicar", "amonestar", "exhortar". Con este capítulo comienza la tercera sección de esta epístola (cap. 10-13).
En los cap. 1 al 7, Pablo trata del poder y la gloria del ministerio apostólico; en los cap. 8 y 9 de la colecta para los pobres de Jerusalén, y en cap. 10:1 a 13:10 se ocupa de sí mismo como apóstol. Pablo defiende su autoridad apostólica y la contrasta con la de sus oponentes, los "falsos apóstoles" (cap. 11:13), que estaban perturbando a la iglesia de Corinto. Ver com. vers. 22.
En los primeros nueve capítulos
Pablo se dirige a la mayoría fiel y sólo hay referencias incidentales a los
falsos dirigentes y a los que podrían haber sido influidos por ellos (cap.
2:17; 3:1; 5:12), y advierte a los corintios contra los "falsos apóstoles"
que había entre ellos. Conocía muy bien su nociva influencia en la iglesia,
pero sin duda Tito le había dado más informaciones en cuanto a la mala obra de
ellos. Para la mayoría sólo tenía palabras de afecto, exhortación y
reconciliación. Pero a pesar de sus instrucciones, los judaizantes (ver com.
cap. 11:22) no habían cedido en su obra.
Al escribir a la iglesia de
Corinto cerca del fin del siglo I, Clemente Romano encontró que los mismos
elementos antagónicos actuaban en la iglesia. Sin embargo, el reproche de Pablo
a ese grupo rebelde parece que, por lo menos por un tiempo, liberó a la iglesia
de las disensiones causadas por esas personas.
La firmeza con que Pablo trató
esa situación no dejó ninguna duda en los creyentes corintios en cuanto a la
autoridad que tenía como apóstol. Los capítulos finales de 2 Corintios están
llenos de consejos para los que tienen que hacer frente ahora a elementos
discordantes similares.
Para que haya una interpretación
correcta de lo que sigue, es esencial una adecuada comprensión de la naturaleza
del cambio que ocurre en este punto de la epístola.
En el texto griego las primeras palabras de este versículo son intensamente personales y enfáticas; el pronombre plural "nosotros" es sustituido por el pronombre singular "yo": "Y yo mismo, Pablo" (cf. Gál. 5:2; Efe. 3:1; File. 19).
El apóstol
hace sentir todo el peso de su autoridad y personalidad contra los falsos caudillos
judaizantes (ver com. 2 Cor. 11:22), quienes lo habían acusado de cobardía y
timidez (cap. 10:1-2), de que su hablar era despreciable (cap. 11:6), de que su
inteligencia y juicio eran dudosos (vers. 16-19).
Pero eran falsos guías que
difundían enseñanzas erróneas y "otro evangelio" (vers. 4),
jactanciosos insolentes (vers. 20-21), intrusos impertinentes (cap. 10:15) y
culpables de imponerse sobre los creyentes (cap. 11:20). Pero al fin había
llegado la oportunidad de llamarlos al orden. Tendrían que hacer frente
personalmente a Pablo.
El tono del apóstol en estos
capítulos siguientes revela indignación y un punzante reproche. A veces casi
pide disculpas por la severidad de lo que siente que debe decir. En ninguna
otra parte de los escritos de Pablo hay algo que se pueda comparar con el
espíritu y el método que se ven en los cap. 10-13.
Mansedumbre. Gr. praót's, "dulzura",
"suavidad", "mansedumbre". En cuanto a la palabra afín
praús, ver com. Mat. 5:5.
Ternura. Gr. epieikéia, "moderación", "equidad",
"benignidad". En la palabra epieikéia se funden la bondad y la
equidad, virtudes que brotan del amor y de la devoción.
Pablo prefería imitar el espíritu
manso y tierno de Cristo en su trato con los hombres; no se complacía en la
severidad, pero aun su severidad revela humildad.
En los vers. 1-6 Pablo ruega a
los corintios que no lo obliguen a usar medidas y palabras severas contra
ellos; estas armas rara vez son muy eficaces, y su uso puede justificarse sólo
cuando fracasan la "mansedumbre" y la "ternura". Pablo
estaba en camino a Corinto, y pronto se enfrentaría a sus adversarios cara a
cara. Si lo que necesitaban era una severa disciplina, estaba bien preparado
para emplearla. Aunque el tono de su exhortación era severo, esperaba no verse
obligado a usar palabras aún más severas cuando se presentara en persona.
Los adversarios de Pablo eran
arrogantes, caprichosos y engreídos. Confundían su mansedumbre con debilidad,
su ternura con cobardía. Debido a eso no era posible llegar a ellos con
exhortaciones conciliatorias y bondadosas como las empleadas en los cap. 1-7. La
única forma de hacer mella en su orgullosa autosuficiencia era con el reproche,
la denuncia y la franqueza de los cap. 10 al 13.
Los que padecen del mal de tener
un concepto exagerado de su importancia por lo general son indiferentes ante
las virtudes apacibles. Desprecian inclusive a los que poseen las cualidades
más delicadas de la humildad y la generosidad. La posición y el liderazgo,
mantenidos mediante la dominación de otros, son para ellos la prueba del éxito.
Por eso Pablo explica que aunque habría preferido dirigió se a ellos con un
espíritu apacible, su proceder lo obligaba a usar términos severos.
Humilde. Gr. tapeinós, "modesto",
"insignificante", "sumiso". Pablo alude a los vituperios de
sus oponentes (vers. 10; cf. cap. 12:5,7). Lo habían ridiculizado, insinuando
que era débil y cobarde. Además, ¿no había estado siempre temeroso de
presentarse en Corinto? ¿Acaso no había demorado su llegada porque tenía miedo
de enfrentarse a ellos? ¿Acaso no había tratado de encubrir su timidez
escribiendo cartas severas?
Osado. Gr. tharréÇ, "confiar", "estar
animoso", "mostrarse audaz" (cf. vers. 10).
2. Ruego. Gr. déomai, "implorar",
"suplicar". Déomai expresa más urgencia que parakaléÇ (2 Cor. 10:1;
ver Mat. 9:38; Luc. 8:28; 9:40; Hech. 21:39; 2 Cor. 5:20; etc.; com. 2 Cor.
10:1. Pablo deseaba fervientemente que no fuera necesario mostrar en forma
decisiva su autoridad, lo que inevitablemente les hubiera creado una situación
humillante y embarazoso. Les suplicaba que no permitieran que llegara a ese
punto.
El espíritu de amor se
caracteriza porque evita ocasionar dolor o humillación a alguien. Para arreglar
las diferencias dentro de un espíritu de compañerismo cristiano, es preferible
siempre un esfuerzo paciente, ferviente y discreto antes que una demostración
pública de autoridad y de aplicación de disciplina.
Osadía. Es decir, en el trato de los asuntos de Corinto.
Pablo
no expresa aquí una vana jactancia. Demostrar osadía ante el peligro ya le era
habitual (ver com. cap. 4:8-10; 11:23-27).
La obstinada minoría de Corinto
tendría la oportunidad de ver, si fuera necesario, ese aspecto del carácter de
Pablo, que en otras circunstancias era humilde, paciente y manso. No temería a nadie,
ni vacilaría en actuar. A menos que un cambio en la actitud y en la conducta de
ellos lo hiciera innecesario, se vería obligado a tratarlos con severidad. Todo
dependía de ellos. Estaba bien preparado para enfrentarse a sus críticos
personalmente y a tratarlos con toda decisión.
Como si anduviésemos. O "como si
procediésemos".
La carne. Esto es, la persona que no ha sido regenerada, el
aspecto de la naturaleza humana carnal, natural, terrenal, sin la influencia
del Espíritu Santo (ver com. Rom. 7:24; cf. com. 1 Cor. 9:27). Los impulsos
naturales del hombre son llamados "los deseos de la carne" (1 Juan
2:16).
Los que son dominados y dirigidos
por el Espíritu no satisfacen "los deseos de la carne" (Gál. 5:16;
cf. Efe. 2:3; 2 Ped. 2:18). La Biblia habla de la "sabiduría carnal"
(2Cor. 1:12, BJ). Una persona carnal piensa "en las cosas de la
carne" (Rom. 8:5; cf. Col. 2:18). En la "carne" (Rom. 7:18)
"no mora el bien" porque es, "enemistad contra Dios" (cap.
8:7).
Juzgándolos por lo que eran, los
corintios enemigos de Pablo parecían acusarlo de estar motivado por fines
egoístas y terrenales (cf. 2 Cor. 1:17). Tales personas tienden a juzgar los
motivos y la conducta de otros por el nivel de ellos mismos. Pero cuando tienen
que vérselas con alguien semejante a Pablo, ejerciendo su osadía y valor
santificados, huyen o aparentan humillarse. Se reducen a su verdadera y pequeña
estatura.
3. Andamos en la carne. Es decir, vivimos en este mundo
como seres humanos.
No militamos según la carne. Aunque vivía en medio de hombres
que utilizaban los métodos del mundo, Pablo no se rebajaba a usarlos. Compárese
con las palabras de Cristo en cuanto a que sus seguidores están "en el
mundo", pero "no son del mundo" (Juan 17:11,14). El hombre
convertido posee una naturaleza enteramente nueva y diferente, y está motivado
por el amor de Cristo y el Espíritu de Dios, en armonía con los ideales divinos
(Juan 3:3,5; Rom. 8:5-14; 1 Cor. 2:12-16; 2 Cor. 5:14).
Ha ganado la victoria sobre el
mundo, el demonio y la carne (ver 1 Juan 2:15-16), Junto con la experiencia de
la regeneración y del nuevo nacimiento, inmediatamente existe una activa y
profunda hostilidad y guerra entre la carne y el espíritu (Rom. 8: 3-14; Gál.
5: 16-23). Los dos no pueden reconciliarse. La carne nunca puede volverse
espiritual, pues en ella "no mora el bien" (Rom. 7:18).
El cristiano aún está en el
mundo, pero su naturaleza espiritual predomina sobre la naturaleza inferior y carnal
(ver Rom. 1:18 a 2:4). Pablo libró la buena batalla de la fe con armas espirituales,
no carnales (Efe. 6:12-20). Pablo entendía la verdadera naturaleza de la
situación en Corinto, y no vacilaba en usar las armas que pudiera exigir la
situación.
4. Armas de nuestra milicia. Ver com. Efe. 6:10-20; cf. 1 Tim.
1:18; 2 Tim. 2:3-5; 4:7. Las armas del mundo son riqueza, talento,
conocimiento, prestigio, jerarquía, influencia, razonamiento, perversión de la
verdad, fuerza y designios humanos. Los corintios enemigos de Pablo luchaban
con esas armas (ver com. 2 Cor. 3:1).
Pero Pablo se negaba a luchar
valiéndose de esa armadura o con esas armas, pues los principios del cielo no
permiten el empleo de tales métodos (cf Juan 18:36). Si la salvación de las
almas y la extensión del reino de Cristo dependieran del talento humano, de su
intelecto y poder, el cristianismo sería una religión puramente humana. Pero
las cualidades espirituales nunca pueden imponerse al hombre desde el exterior.
Poderosas en Dios. Las armas del cristiano se forjan
en el arsenal del cielo, y están a su disposición mediante el ministerio de los
ángeles (2 Cor. 1:12; Efe. 6:12-20; cf. DTG 767). Esas armas incluyen la verdad tal como se presenta en la
Palabra de Dios (Heb. 4:12) y en el poder impartido por Cristo y el Espíritu
Santo (1 Cor. 2:4). Dios llama a los hombres para que entren en este conflicto,
los pertrecha para la batalla y les asegura la victoria. Proporciona al hombre
todo el poder (2 Cor. 2:14).
Destrucción. Ninguna fortaleza de construcción humana puede oponerse a las armas del cielo. Fortalezas. O "castillos". Pablo describe al reino de Satanás como si estuviera defendido por numerosas fortificaciones. La obra del cristiano y de la iglesia es asediar al enemigo, destruir sus defensas y hacerlo salir a campo abierto. Sin duda Pablo pensaba en las ciudades íntimas de los corazones de los hombres, las malignas fortificaciones de sus mentes, los hábitos de pecado y egoísmo bien atrincherados. La batalla es de la verdad contra el error, del conocimiento de Dios contra la ignorancia y la superstición, del verdadero culto contra todas las formas de idolatría, de la libertad en Cristo contra la esclavitud del pecado, de la santidad contra la impiedad, de la rectitud contra la injusticia, del dominio de Cristo contra el de Satanás.
El lenguaje figurado de los vers.
4-5 podría haber acudido a la mente de Pablo debido a los piratas que
infestaban la costa marítima en las proximidades de Tarso, antes de que fueran
expulsados de los mares por las galeras romanas una generación antes de que
naciera el apóstol.
Esos merodeadores del mar salían
desde muchos lugares ocultos en la costa, hacían incursiones contra los navíos
que comerciaban en los puertos cercanos, y después se retiraban con su botín. Finalmente
el general romano Pompeyo dirigió una campaña contra ellos, redujo a ruinas más
de 100 de sus "fortalezas' y capturó a más de 10.000 prisioneros.
5. Argumentos. Gr. logismós, "razonamiento",
"concepto", "pensamiento" (ver com. Rom. 2:3,15).
"Sofismas" (BJ, BC, NC). Pablo se refiere a las teorías humanas en
contraste con las verdades divinas reveladas. No hay nada más engañoso que el
razonamiento especulativo de hombres vanidosos que tienen una confianza
ilimitada en su propia sabiduría y desprecian a Dios y a su Palabra. Pablo se
proponía asaltar las fortalezas del mal.
Altivez. Es decir, toda muralla y torre desafiantes. Pablo compara las altivas especulaciones de
los hombres con fortalezas en la cima de las montañas. Un rasgo distintivo y
constante de las fuerzas del mal y de la rebelión ha sido desafiar al Dios del
cielo (Isa. 14:13-15; Dan. 7:25; 8:11; 11:36; 2 Tes. 2:4; Apoc. 13:5-8).
LOS HOMBRES
LEVANTAN INDIVIDUALMENTE sus reductos particulares desde los cuales resisten el
poder de Dios. La fortaleza más formidable del mal es una forma de vivir
aparentemente cristiana, pero que está en contra de los principios cristianos.
El conocimiento de Dios. Es decir, el conocimiento que proviene de Dios.
La exaltación de la sabiduría humana se opone a ese
conocimiento superior, espiritual, que Dios imparte (Juan 17:8; Hech. 17:23; 1
Cor. 1:24; 2:10; Col. 1:9).
El dios del filósofo es creado por
sus propios razonamientos. El Dios del cristiano es el Dios de la revelación
divina. El primero es subjetivo; el segundo, objetivo.
Si se aceptan las sencillas verdades del Evangelio
como la condición pecaminosa del hombre Y la justicia expiatorio de Cristo,
derribarán la vana confianza propia, la autosuficiencia intelectual, el orgullo
de la sabiduría terrenal y todas las pretensiones humanas.
Llevando cautivo. O "subyugando",
"dominando".
Pensamiento. Gr. nó'ma, vocablo traducido como "entendimiento"
en 2 Cor. 3:14; 4:4; Fil. 4:7, "sentidos" en 2 Cor. 11:3 y
"maquinaciones" en 2 Cor. 2:11. Pablo quizá se refiera a la
caprichosa teología de los "falsos apóstoles" (cap. 11:13), que se
originaba en la mente de Satanás.
Obediencia a Cristo. Sin una obediencia basada en el
amor no puede haber una genuina experiencia cristiana (ver com. Mat. 7:21-27). Cristo
no ha dejado al hombre en duda en cuanto a la naturaleza de la verdadera
obediencia (Juan 14:15,21, 23-24; 15:10; 17:6,17). Todos los cristianos
genuinos se someterán alegremente a la amante autoridad de Cristo.
A los corazones orgullosos les es
intolerable tener que someterse a la autoridad, especialmente la de Cristo y su
Palabra. La razón principal por la cual el Evangelio no ha progresado más en el
mundo y en las vidas de los hombres, es la renuencia para aceptar a Cristo como
el verdadero Señor de la vida y para aceptar la autoridad de toda la Palabra de
Dios.
6. Estando prontos. O estando listos, dispuestos.
Para castigar. Pablo estaba listo para ejercer su autoridad
apostólica y disciplinar y castigar al grupo rebelde de la iglesia corintia. Hasta
aquí se había abstenido de hacerlo porque el asunto aún no era claro y muchos
podrían haber sido inducidos a tomar una decisión equivocada. Pero ya aclarado
todo, la mayoría estaba a favor de Pablo y lo apoyaba en su posición contra la
minoría contumaz. Antes algunos de ellos quizá habían simpatizado con los
rebeldes y probablemente estaban contra Pablo.
Lo que esa minoría rebelde había
interpretado como cobardía y timidez del apóstol, era sencillamente la
paciencia que había manifestado con la esperanza de que otros pudieran ser
ganados. No quería ser severo con los que hubieran sido engañados con las
falsas enseñanzas y los métodos de ellos, que aún no habían alcanzado a ver
claramente lo que estaba en peligro, pero que aún podrían ser rescatados para
la verdad. Pablo ya les había escrito dos cartas, quizá tres, para explicarles
pacientemente qué era lo que estaba en peligro (ver p. 818).
Cuando vuestra obediencia sea perfecta. Pablo ya estaba
preparado para proceder con firmeza. Esta era su advertencia final. No dice qué
forma de castigo estaba dispuesto a aplicar a los pocos que habían ejercido una
influencia tan poderosa y tan funesta. Quizá los iba a reprender públicamente,
y si fracasaban todos los medios, los expulsaría de la iglesia (cf. 1 Cor. 5:5;
1 Tim. 5:20). Si algunos aún estaban indecisos, tenían que decidirse ahora.
7. Miráis las cosas. El griego puede traducirse o como
una pregunta, o como una orden, o como una simple afirmación. Si fuera una
pregunta, significaría una desaprobación. ¿Juzgaban los corintios sólo por las
apariencias? Si fuera una orden les estaba pidiendo que abrieran los ojos ante
los hechos innegables. Y si se trataba de una simple afirmación, era una
reprensión porque algunos de los corintios seguían fijándose en las
apariencias.
En los tres casos Pablo les dice
a los corintios que no habían examinado atentamente las acusaciones presentadas
contra él. Habían llegado a una conclusión movidos por emociones y no por
lógica, fijándose sólo en las apariencias (ver com. cap. 5:12). Por lo general
se juzga superficialmente porque son pocos los que están dispuestos a no emitir
su juicio hasta haber examinado todas las evidencias.
Si alguno. Aquí parece que Pablo se estuviera refiriendo a
alguno de los caudillos de la oposición, o a algunos que eran sinceros de
corazón, pero cuyo pensamiento todavía estaba confuso. El contexto parece favorecer
la primera suposición. Compárese con los "algunos" del vers. 2 (cf.
cap. 11:4,20).
Es de Cristo. Es decir, afirma que es un representante de Cristo debidamente
autorizado.
Así también nosotros somos. Pablo afirma que era un apóstol
realmente autorizado. En este capítulo y en los dos siguientes se refiere
repetidas veces a que era un legítimo embajador de Cristo, que su autoridad era
igual a la de los doce (cap. 11:5; 12:11-12), que había sido llamado y enviado
directamente por el Señor (Hech. 9:3-9; 22:17-21; cf. 1 Cor. 15:8; 2 Cor. 10:14-18),
que había tenido comunión con Cristo participando en sus sufrimientos (cap. 11:23-33)
y había recibido revelaciones y visiones directamente de Cristo (cap. 12:1-6).
8. Me gloríe. Gr. kaujáomai, "jactarse",
"gloriarse". Pablo usa esta
palabra 21 veces en esta epístola. Los
falsos cabecillas de Corinto indudablemente se habían jactado y alabado mucho a
sí mismos (ver com. cap. 5:12). Ahora le había llegado el turno a Pablo para
gloriarse; pero lo hacía a disgusto y con moderación, únicamente con el
propósito de confirmar su autoridad como apóstol de Cristo, para beneficio de
algunos que todavía sinceramente pudieran estar confundidos con esa disputa.
Pero había una gran diferencia
entre Pablo y los falsos caudillos: éstos se jactaban de una autoridad que, en
realidad, sólo era de origen humano y egoísta en sus motivos; en cambio, Pablo
se gloriaba de su autoridad que era divinamente conferida y la ejercía para la
edificación de la iglesia.
Como la autoridad de él provenía
de Dios, los corintios debían reconocerla y respetarla. El resultado sería la
edificación de la iglesia de Corinto, la derrota de los elementos cismáticos y
la vindicación de Pablo como apóstol de Jesucristo.
Edificación. En el uso que hace Pablo de este vocablo está
implicada la figura del cristiano como un templo en el cual mora Dios (1 Cor.
3:9-17; 2 Cor. 6:16; Efe. 2:20-22; 1 Ped. 2:4-5). La autoridad evangélica tiene
el propósito de edificar y no de derribar. El fin que buscaban los falsos
caudillos de Corinto era ensalzarse o edificarse a sí mismos, y el resultado
fue dividir y derribar la iglesia. Pablo había fundado la iglesia de Corinto, y
la autoridad que él ejercía, aun cuando se tratara de una disciplina severa,
tenía el propósito de edificar.
No me avergonzaré. Los falsos apóstoles de Corinto
tenían el propósito de avergonzar a Pablo ridiculizándolo como apóstol y
menospreciando su Evangelio. Pablo declara que el propósito suyo al gloriarse
"algo" de su "autoridad" como apóstol, era defender su
apostolado y su Evangelio. No tenía otros motivos.
9. Amedrentar. O "atemorizar". Los enemigos que había en
Corinto sin duda habían atribuido un motivo tal a Pablo, pero él negó que su
propósito fuera intimidar a los creyentes.
Cartas. Pablo ya había escrito por lo menos dos cartas a
Corinto, y quizá más (ver com. cap. 2:3-4; cf. p. 818). En el plural
"cartas", sin duda Pablo incluía la carta perdida mencionada en 1
Cor. 5:9.
10. Duras y fuertes. Es evidente que Pablo cita las
palabras exactas de sus críticos. Aun sus enemigos tenían que admitir que era
un redactor de cartas muy capaz, y el tiempo había confirmado ese juicio. Sus
enemigos no sabían que las epístolas de Pablo eran inspiradas y que llegarían a
formar una gran parte de lo que finalmente sería el NT, la base de la teología
cristiana.
Esas epístolas están llenas de
poderosos argumentos en favor de la fe; están henchidas con el poder del
Espíritu Santo manifestado en duros reproches, en amor cristiano y delicadeza,
en el ensalzamiento de Cristo como Redentor, en exhortaciones para todos los
extraviados para que acepten el camino de la salvación, en inspiración para tener
comunión con Cristo y en un testimonio personal de la propia conversión
milagrosa de Pablo y su experiencia cristiana.
Presencia. Gr. parousía (ver coro. Mat. 24:3). Esta es la
única referencia del NT a la apariencia corporal de alguno de los apóstoles
(cf. 1 Cor. 2:3-4; 2 Cor. 12:7-10; Gál. 4:13-14). Escritores anteriores al
siglo IV alarmaban que Pablo era de pequeña estatura, encorvado -quizá por los
repetidos azotes (2 Cor. 11:24-25)-, calvo y estevado; pero lleno de gracia y
los ojos le brillaban de amor, nobleza y celo por Cristo (ver Hechos de Pablo y
Tecla 1:7).
Otros escritores antiguos
confirman esta descripción; pero, por supuesto, es sólo algo de la tradición.
En el cap. 10:1 aparentemente Pablo confirma la idea de que su apariencia
personal no tenía nada de impresionante; pero el hecho de que sus adversarios
de Corinto se rebajaran a ridiculizar su debilidad física, y quizá leves
deformidades, revela el carácter despreciable de ellos.
Menospreciable. O "despreciable" (BJ). "no
vale nada" (BC). Esta acusación
parece haber sido por lo menos una gran exageración, si no directamente una
calumnia. Pablo era un excelente orador (Hech. 14:12; cf. cap. 24:1-21), aunque
es cierto que después del episodio de Atenas evitó la retórica y la oratoria que
tanto deleitaba a los griegos. (1Cor. 2:2). Se negaba a emplear esos medios para
atraer a los pecadores a Cristo. No se debe permitir que nada disminuya la
claridad y el poder del Evangelio (1 Cor. 2:4-5).
11. Tal persona. Ver com. vers. 2,7. Pablo se
dirige a la persona o personas responsables de la dificultad. Su afirmación no
es tanto una amenaza de lo que intentaba hacer cuando llegara a Corinto, como
una refutación de la acusación de que actuaba de cierto modo cuando estaba
ausente y de otro muy distinto cuando estaba presente.
Parece que las declaraciones
incisivas y lógicas de Pablo en los cap. 10 al 12 habían convencido a sus
oponentes de que era insostenible la posición en que se encontraban debido a
sus maliciosas mentiras. Era completamente ilógico pensar que un hombre como
ellos describían, pudiera fundar iglesia tras iglesia como la de Corinto. Pablo
ganaba por dondequiera que iba multitudes de judíos y gentiles para la fe
cristiana, como una evidencia del poder del Evangelio tal como él lo predicaba.
12. No nos atrevemos. En los vers. 12-18, Pablo ensalza
sus labores como ministro del Evangelio. En esta epístola defiende repetidas
veces su integridad como apóstol (cap. 3:1; 4:2; 5:12; 12:11). Ahora compara
sutilmente la presumida y vanagloriosa jactancia de sus adversarios con la
prudente labor que había hecho mientras estuvo en Corinto, y pone a sus
adversarios en una situación difícil mediante el hábil uso de los verbos
egkrínÇ y sugkrínÇ (ver más adelante).
Pablo evidentemente se refiere a
la acusación de cobardía. Si sus adversarios querían decir que le faltaba valor
para defenderse y ser un verdadero líder en el sentido popular de ese término,
estaba dispuesto a admitir la acusación. Además, ni procuraba conseguir los aplausos de los hombres, ni tampoco
se atrevía a buscarlos. Para él no tenía ningún atractivo la jactancioso osadía
que sus adversarios habían demostrado.
Pero había una clase de valor que
no le faltaba (cap. 11:21-30): el valor para penetrar en nuevos países con el
Evangelio y para sufrir por Cristo (cap. 10:15-16). Se conceptuaba a sí mismo y
a su obra de acuerdo con la voluntad y la norma de Dios (Rom. 12:3; Efe. 4:7). Pablo
declaró a los gálatas que no se atrevía a jactarse sino en "la cruz de nuestro
Señor Jesucristo" (Gál. 6:14).
A contarnos. Gr. egkrínÇ, "computarse entre", juzgarse
digno de ser admitido a un círculo que se supone que es selecto.
Ni a compararnos. Gr. sugkrínÇ,
"compararse", "medirse". Pablo no quería aventurarse a
competir con esos maestros de la vanagloria propia, pues en este aspecto ellos
lo sobrepasaban muchísimo.
Comparándose consigo mismos. Esos corintios jactanciosos
parece que eran miembros de lo que podría llamarse una "sociedad de
admiración recíproca". Cada uno de ellos se ponía a sí mismo como su
propia norma de excelencia, y alababa a otros miembros de esa
"sociedad" para promover sus propios interéses individuales y los del
grupo al que pertenecía. Al establecer sus propias supuestas virtudes como norma
de comparación, se convertían en su propio ideal.
La alabanza propia es la peor
forma de autoengaño. El engreimiento impide que las personas vean una norma
objetiva de excelencia por la cual podrían hacer una evaluación justa de sí
mismas, y como resultado siempre van siguiéndose a sí mismas en un círculo
vicioso.
No pueden ver la norma de medida
de Dios; están ciegas a su propio orgullo, ciegas a las excelentes cualidades
de todo el que se les oponga, ciegas inclusive a su propia necesidad de
salvación. Esta forma de autoevaluación -que se origina en el yo y termina en
el yo-, carece de perspicacia y hasta de un correcto interés personal. Vivir
sujeto a esta norma es algo completamente opuesto a la mente y al espíritu de
Cristo (Fil. 2:5-11).
No son juiciosos. El ideal del pecador orgulloso es
considerarse perfecto, o estar muy próximo a serlo (Rom. 7:18; 1 Juan 1:10); en
cambio el reconocimiento de nuestras imperfecciones es el primer requisito
celestial para todos los que desean ser aceptados como hijos e hijas de Dios
(ver com. Mat. 5:3).
13. Desmedidamente. O "más allá del límite", es decir, el límite de lo correcto y lo debido, señalado por Dios, la medida de la regia que Dios nos ha dado. Los adversarios de Pablo no tenían otra norma para medirse que no fuera la de ellos; por lo tanto, recurrían siempre al procedimiento de autoensalzarse.
El pronombre
"nosotros" es enfático en el griego, y contrasta la gran diferencia
entre Pablo y sus colaboradores y los judaizantes que se alababan a sí mismos. Pablo
reconocía que su autoridad tenía un límite ya fijado, así como lo tenían su
esfera de acción y su conducta (ver Gál. 2:7-9). No se atrevía a ir más allá de
ese límite fijado divinamente.
La esfera especial de la obra de Pablo era entre los gentiles (Hech. 26:17-18, Gál. 2:7-9).
Comenzó en Antioquía
y alcanzó buena parte del Imperio Romano.
Cuando escribió esta epístola no había llegado más lejos que Corinto. Los
falsos apóstoles de esta ciudad no reconocían ninguna limitación para sus
actividades. Su misma presencia y su
pretensión de autoridad eran suficientes para condenarlos. Habían perseguido a
Pablo desde Jerusalén hasta Antioquía, Galacia y después Corinto, procurando
deshacer su obra, atribuyéndose el mérito de lo que él había alcanzado y jactándose
como si los éxitos de Pablo les pertenecieran.
Pablo tenía todo derecho a la
lealtad de los corintios; pero esos falsos apóstoles, no. Dios le había
encomendado a Pablo la obra en Corinto (Hech. 18:8-10); a ellos no los había
enviado allí. Sólo había una fuente de la cual pudieron haber recibido su
misión (2 Cor. 11:3); sin embargo allí estaban. Pero el apóstol no se atribuía
el mérito del éxito ajeno.
14. No nos hemos extralimitado. O no nos hemos excedido de los
límites de la esfera de labor que nos fue asignada.
No llegásemos hasta vosotros. Es decir, como si Corinto hubiese
estado más allá del territorio asignado a Pablo. Macedonia y Grecia estaban
dentro de su esfera de acción designada (Hech. 16:9-10). Era, pues, por orden
divina que él había predicado primero el Evangelio en Corinto. Cuando esos
falsos caudillos se le opusieron allí, demostraron ser unos usurpadores. Nadie
los había enviado; no tenían autoridad ni credenciales válidas; dependían
solamente de sus pretensiones caprichosas.
15. No nos gloriamos. Ver com. vers. 8.
Desmedidamente. Ver com. vers. 13. El principio
que siempre guiaba a Pablo había sido sembrar el Evangelio en terreno virgen,
ser el primero en comenzar la obra en determinado lugar (Rom. 15:20); y por esa
razón no corría el riesgo de gloriarse por las labores ajenas.
Vuestra fe. El mejoramiento de la condición espiritual de los
creyentes corintios le daba la esperanza a Pablo para creer que esa iglesia
pronto se convertiría en un bastión de la fe y en una avanzada desde la cual
podrían lograrse otros triunfos para el Evangelio. La madurez de la fe de los
corintios haría posible que la obra de Pablo se extendiera a territorios más
lejanos.
Hasta ese momento había sido impedido de llegar hasta nuevos territorios, debido, en parte, a la difícil situación de Corinto.
Hay sólidas razones para creer que se cumplió la esperanza que
expresó de penetrar en nuevas zonas con el Evangelio (cf. Rom. 15:22-28).
A medida que creciera la fe de
los corintios también crecería la reputación de Pablo como apóstol. Así como un
maestro se siente honrado por los avances de sus alumnos (ver com. 2 Cor. 3:1-3),
la madurez espiritual de los corintios como cristianos sería para Pablo una
corona de gloria. Una evidencia de madurez en una iglesia es que no necesita
más la leche, el alimento indicado para los niños espirituales (1 Cor. 3:1-3).
Desgraciadamente ahora, como a
veces sucedía en los tiempos apostólicos, algunas iglesias restringen la obra
de su pastor pidiéndole continuamente ayuda para ciertas cosas de las cuales no
tiene necesidad la gente espiritualmente madura. Una iglesia que no es
espiritual no podrá sostener por mucho tiempo una obra misionera intensa.
Engrandecidos entre vosotros. Pablo procuraba inspirar con celo
misionero las iglesias que había fundado. Centralizaba su obra en las grandes
ciudades, e iba de una a otra mientras dejaba con cada iglesia,
estratégicamente ubicada, la responsabilidad de evangelizar el distrito en el
cual se encontraba.
Este método de evangelismo resultó
ser sumamente eficaz, pues muchas de las grandes iglesias centrales fundaron y
sostuvieron a otras iglesias dentro de sus distritos. Por ejemplo, se dice que
la iglesia de Laodicea fundó otras 16 iglesias en su zona inmediata. Cada
iglesia tiene el privilegio de enviar a sus miembros a predicar a Cristo.
16. Lugares más allá. La única indicación que tenemos
de los lugares a los que se refería Pablo está en Rom. 15:19-24: lírico, Italia
y España. Es evidente que ya había cristianos en Roma y también una iglesia
(Rom. 1:7-13), pero aparentemente no habían recibido los beneficios de la obra
de algún apóstol.
La obra de otro. Es decir, la región donde otro
hubiera estado o estuviera trabajando. Pablo no deseaba penetrar, bajo ninguna
circunstancia, en territorio ajeno y recibir méritos por las labores de otros,
como lo habían hecho los falsos apóstoles de Corinto.
17. Gloríese en el Señor. O "gloríese en el Señor" en vez de gloriarse en sí mismo.
El vers. 17 es una cita de Jer. 9:24 (ver el comentario respectivo).
El
mérito del éxito es de Dios, ya sea en la experiencia cristiana personal o en
el ministerio para otros. Apropiarse del honor del éxito es deshonrar a Dios,
es apartar de él los ojos de las personas para que los fijen en el instrumento
humano y ensalcen al ser humano antes que a Dios. Ver Sal. 115:1; 1 Cor. 1:31;
10:12; 15:10; 2 Cor. 12:5; Gál. 2:20; 6:14; com. 1 Cor. 1:31.
Los que se sienten
satisfechos consigo mismos, están lejos de haber alcanzado el ideal cristiano
(Fil. 3:12-14). Los que están en constante comunión con Cristo, nunca tienen
una opinión demasiado exaltada de sí mismos (ver CC 58).
18. Dios alaba. Un cargo directivo da lugar a la tentación de aceptar los aplausos de los hombres y de enorgullecerse egoístamente por los triunfos personales.
El paso siguiente es el deseo de
ejercer una autoridad arbitraria sobre otros. Sin embargo, en el caso del
cristiano la única aprobación que desea es la aprobación de Dios (ver Rom.
2:29; 1 Cor. 3:13-14; 4:1-6).
Los que no sucumben ante esta prueba y triunfan sobre el engreimiento, el orgullo y el ensalzamiento propio, serán los únicos que recibirán la aprobación de Dios.
La autoalabanza de los
falsos apóstoles de Corinto -que no tenían nada de qué jactarse- demostraba en
forma concluyente que carecían por completo de la aprobación de Dios. En cuanto
a la base sobre la cual Dios recompensa los servicios, ver com. Mat, 20:1-16.
(6CBA).
COMENTARIOS DE EGW
4. HAp 369. EN
AÑOS ANTERIORES EL APÓSTOL había
proclamado públicamente la fe de Cristo con persuasivo poder; y mediante
señales y milagros había dado inequívoca evidencia del carácter divino de la
misma. Con noble firmeza se había presentado ante los sabios de Grecia, y por
sus conocimientos y elocuencia había 369 silenciado los argumentos de los orgullosos filósofos.
Con intrépida valentía se había presentado ante reyes y gobernadores para
disertar sobre la justicia, la temperancia y el juicio venidero, hasta hacer
temblar a los soberbios gobernantes como si ya contemplaran los terrores del
día de Dios.
TALES
OPORTUNIDADES no se le presentaban ahora al apóstol,
confinado en su propia casa; solamente podía proclamar la verdad a los que
acudían a él. No tenía, como Moisés y Aarón, la orden divina de presentarse
ante el rey libertino, y en el nombre del gran Yo Soy reprochar su crueldad y
opresión. NO OBSTANTE, en ese mismo tiempo, cuando el principal
abogado del Evangelio estaba aparentemente impedido de realizar trabajo
público, SE GANÓ una gran victoria para la causa de Dios:
miembros de la misma casa del rey fueron añadidos a la iglesia.
En
ninguna parte podía existir una atmósfera más antagónica hacia el cristianismo
que en la corte romana.
NERÓN
Parecía Haber Borrado De Su Alma El Último Vestigio De Lo Divino, Y
Aun De Lo Humano, y llevar la misma estampa de Satanás. Sus asistentes
y cortesanos eran, en general, del mismo carácter: crueles, degradados y
corrompidos.
SEGÚN
TODAS LAS APARIENCIAS, sería imposible para el cristianismo abrirse paso en la
corte y palacio de Nerón. No obstante,
aun en este caso, como en muchos otros, se comprobó la veracidad de la
afirmación de Pablo; que las armas de nuestra milicia son "poderosas en
Dios para la destrucción de fortaleza" (2 Cor. 10:4)
AUN
EN LA MISMA CASA DE NERÓN fueron
ganados trofeos para la cruz. De entre los viles siervos de un rey aún más vil,
se ganaron conversos que llegaron a ser hijos de Dios. No eran cristianos
secretos, sino que profesaban su fe abiertamente y no se avergonzaban.
¿Y
POR QUÉ MEDIOS Alcanzó Entrada Y Se Abrió Paso El Cristianismo Donde Su Misma
Admisión Parecía Imposible?
5. HAp. 204,
385. LOS ESFUERZOS DEL APÓSTOL No Se
Limitaban A La Predicación Pública; había muchos que no podrían ser alcanzados
de esa manera. Pasaba mucho tiempo en el trabajo de casa en casa, aprovechando
el trato del círculo familiar.
Visitaba a los
enfermos y tristes, consolaba a los afligidos y animaba a los oprimidos. En todo lo que
decía y hacía, magnificaba el nombre de 204 Jesús. Así trabajaba "con flaqueza, y mucho temor y
temblor." (1 Cor. 2:3). Temblaba de temor de que su enseñanza llevara el
sello humano en lugar del divino.
"HABLAMOS
SABIDURÍA ENTRE PERFECTOS DECLARÓ MÁS TARDE PABLO; y sabiduría, no de
este siglo, ni de los príncipes de este siglo, que se deshacen; mas hablamos
sabiduría de Dios en misterio, la sabiduría oculta, la cual Dios predestinó
antes de los siglos para nuestra gloria: la que ninguno de los príncipes de
este siglo conoció: porque si la hubieran conocido, nunca hubieran crucificado
al Señor de gloria: antes, como está escrito: Cosas que ojo no vio, ni oreja
oyó, ni han subido en corazón de hombre, son las que ha Dios preparado para
aquellos que le aman. Empero Dios nos lo reveló a nosotros por el Espíritu:
porque el Espíritu todo lo escudriña, aun lo profundo de Dios.
Porque ¿quién de los
hombres sabe las cosas del hombre, sino el espíritu del hombre que está en él?
Así tampoco nadie conoció las cosas de Dios, sino el Espíritu de Dios. "Y
nosotros hemos recibido, no el espíritu del mundo, sino el Espíritu que es de
Dios, para que conozcamos lo que Dios nos ha dado; lo cual también hablamos, no
con doctas palabras de humana sabiduría, mas con doctrina del Espíritu,
acomodando lo espiritual a lo espiritual." (1 Cor. 2:6-13).
PABLO COMPRENDÍA QUE
SU SUFICIENCIA NO ESTABA EN ÉL, sino en la presencia del Espíritu Santo, cuya
misericordiosa influencia llenaba su corazón y ponía todo pensamiento en
sujeción a Cristo. Hablando de sí mismo, afirmaba que llevaba "siempre por
todas partes la muerte de Jesús en el cuerpo, para que también la vida de Jesús
sea manifestaba en nuestros cuerpos." (2 Cor. 4:10). En las enseñanzas del
apóstol, Cristo era la figura central. "Vivo declaraba, no ya yo, mas
vive Cristo en mí." (Gál. 2:20). El yo estaba escondido; Cristo era
revelado y ensalzado. HAp.
* DIOS DESEA QUE TENGAMOS DOMINIO
SOBRE NOSOTROS MISMOS, pero no puede ayudarnos sin
nuestro consentimiento y cooperación. El Espíritu divino obra por medio de los
poderes y facultades otorgados al hombre. Por naturaleza, no estamos
capacitados para armonizar nuestros propósitos, deseos e inclinaciones con la voluntad
de Dios; pero si tenemos el deseo 385 de que Dios cree en nosotros la voluntad,
el Salvador lo efectuará por nosotros, "derribando argumentos y toda
altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo
pensamiento a la obediencia a Cristo" (2 Cor. 10:5).
El
Que Desea adquirir un carácter fuerte y armónico, el que desea
ser un cristiano equilibrado, debe darlo todo a Cristo y hacerlo todo por él;
porque el Redentor no aceptará un servicio a medias.
Debe
Aprender cada día el significado de la sumisión propia.
Debe
Estudiar la Palabra de Dios, para aprender su significado y
obedecer sus preceptos. De ese modo puede alcanzar la norma de la excelencia
cristiana.
Día
A Día Dios trabaja con él, para perfeccionar el carácter
que será capaz de resistir en el momento de la prueba final. Y día tras día el
creyente hace ante hombres y ángeles un experimento sublime, que demuestra lo
que el Evangelio puede hacer en favor de los seres humanos caídos.
'YO MISMO no
pretendo haberlo ya alcanzado -escribió Pablo-, pero una cosa
hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está
delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo
Jesús".
PABLO HACÍA
MUCHAS COSAS. Desde el momento en que decidió ser fiel a Cristo, su vida estuvo llena de
un servicio incansable.
De ciudad en
ciudad, de país en país, viajaba refiriendo la historia de la
cruz, para ganar conversos al Evangelio y fundar iglesias.
Siempre estaba preocupado por
esas iglesias, y les escribió muchas cartas de instrucción.
A veces
trabajaba en su oficio para ganarse el pan cotidiano. Pero en medio de todas las
absorbentes actividades de su vida, Pablo nunca perdió de vista su gran
propósito: Avanzar hacia el premio de su soberana vocación.
Mantenía
resueltamente su blanco ante sí: Ser fiel al que se le había
revelado junto a la puerta de Damasco. Nada tenía poder para apartarlo de ese
blanco. Exaltar la cruz del Calvario era el motivo dominante que inspiraba sus
palabras y actos. 386
10. PE 206. Después de la
conversión de Pablo, éste visitó a Jerusalén y allí predicó a Jesús y las
maravillas de su gracia. Relató su conversión milagrosa, lo cual enfureció
hasta tal punto a los sacerdotes y gobernantes que procuraron quitarle la vida.
Pero a fin de que se salvase, Jesús volvió a aparecerle en visión mientras
oraba, y le dijo: "Date prisa, y sal prontamente de Jerusalén; porque no
recibirán tu testimonio acerca de mí." Pablo contestó: "Señor, ellos
saben que yo encarcelaba y azotaba en todas las sinagogas a los que creían en
ti; y cuando se derramaba la sangre de Esteban tu testigo, yo mismo también
estaba presente, y consentía en su muerte, y guardaba las ropas de los que le
mataban." Pablo pensaba que los judíos de Jerusalén no podrían resistir su
testimonio; que considerarían que el gran cambio realizado en él podía deberse
únicamente al poder de Dios. Pero la respuesta fue aún más decidida: "Ve,
porque yo te enviaré lejos a los gentiles."
Mientras estuvo ausente de
Jerusalén, Pablo escribió muchas cartas a diferentes lugares, en las que
relataba su experiencia y testificaba poderosamente. Pero algunos se esforzaron
por destruir la influencia de aquellas cartas. Se veían obligados a admitir que
tenían peso y poder, pero declaraban que la presencia corporal del autor era
débil y despreciable su habla.
Los hechos del caso eran que
Pablo era un hombre de gran saber, y su prudencia y sus modales encantaban a
sus oyentes. Agradaba a los sabios con su conocimiento, y muchos de ellos
creían en Jesús. Cuando estaba ante reyes y grandes asambleas, manifestaba tal
elocuencia que fascinaba a todos los presentes. Esto enfurecía mucho a los
sacerdotes 207 y ancianos. Era fácil para Pablo entrar en raciocinios profundos
y, elevándose, arrastraba a la gente consigo en los pensamientos más exaltados,
al presentar las riquezas profundas de la gracia de Dios y describir el
asombroso amor de Cristo. Luego, con sencillez, descendía al nivel que el
pueblo común podía comprender y de la manera más poderosa relataba su
experiencia, y despertaba en sus oyentes el ardiente deseo de ser discípulos de
Cristo.
12. 1JT 27, 47, 157. NUESTRO ÚNICO MODELO. Vi que muchos se miden entre sí y comparan su vida con la vida de otros.
Esto no debe ser. Nadie sino Cristo nos es dado como ejemplo. Él es nuestro
verdadero modelo, y cada uno debe luchar para distinguirse por su imitación de
él. Somos colaboradores de Cristo, o colaboradores del enemigo. O juntamos para
Cristo, o dispersamos contra él. Somos cristianos decididos y de todo corazón,
o no lo somos en absoluto. Dice Cristo: "¡Ojalá fueses frío, o caliente!
Mas porque eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca."
(Apoc. 3:15, 16.)
Vi que algunos apenas saben lo
que es la abnegación o el sacrificio, o lo que significa sufrir por causa de la
verdad. Pero nadie entrará en el cielo sin hacer un sacrificio. Debemos tener
espíritu de abnegación y sacrificio. Algunos no se han ofrecido a sí mismos ni
a sus propios cuerpos sobre el altar de Dios. Conservan un genio impulsivo y
arrebatado. Satisfacen sus apetitos y atienden sus propios intereses, sin tener
en cuenta la causa de Dios. Los que están dispuestos a hacer cualquier
sacrificio para obtener la vida eterna, la tendrán, y vale la pena sufrir por
ella, crucificar el yo, y sacrificar todo ídolo. El más excelso y eterno peso
de gloria, supera todo lo demás, y eclipsa todo placer terreno. 28
* EL 22 de
agosto de 1857, en la casa de oración de Monterrey, estado de Míchigan, me fue
mostrado que muchos no han oído todavía la voz de Jesús, ni se ha posesionado
de su alma el mensaje salvador para realizar una reforma en su vida. Muchos de
los jóvenes no abrigan el espíritu de Jesús. El amor de Dios no mora en su
corazón, y por lo tanto, todas las tendencias naturales que los asedian
obtienen la victoria, en lugar del Espíritu de Dios y la salvación.
Los que poseen
realmente la religión de Jesús no se avergonzarán ni temerán llevar la cruz
ante aquellos que tienen más experiencia que ellos. Desearán toda la ayuda que
puedan obtener de los cristianos de más edad, si anhelan con fervor obrar con
rectitud. Aquellos les ayudarán gustosamente; las bagatelas no estorbarán en la
carrera cristiana a los de corazón enternecido por el amor de Dios. Hablarán de
lo que el Espíritu de Dios obra en ellos. Lo expresarán con canto y oración. Es
la falta de religión, la falta de santidad, lo que infunde timidez a los
jóvenes, pues su vida los condena. Ellos saben que no viven como debieran vivir
los cristianos, por lo tanto, no tienen confianza ante Dios, ni ante la
iglesia.
Cuando los jóvenes sienten más
libertad al estar ausentes los mayores, es porque están con los de su clase.
Cada uno piensa que es tan bueno como el otro. Todos quedan por debajo de lo
que debieran ser, pero se miden por sí mismos, se comparan entre sí y descuidan
la única norma perfecta y verdadera. Jesús es el verdadero Modelo. Su vida de
abnegación es nuestro ejemplo.
Vi cuán poco se estudia el
Modelo, cuán poco se lo ensalza delante de ellos. ¡Cuán poco sufren los
jóvenes, o se, niegan a 48 sí mismos por su religión! Apenas si se piensa en el sacrificio entre ellos.
No imitan al Modelo a este respecto. Vi que el lenguaje de su vida es: el yo
debe ser complacido, el orgullo debe ser satisfecho. Se olvidan del Varón de dolores, que conoció
el pesar. Los sufrimientos de Jesús en el Getsemaní, su sudor, como de grandes
gotas de sangre en el huerto, la apretada corona de espinas que hirió su
sagrada frente, no los conmueven. Se han encallecido. Sus sensibilidades están
embotadas, y han perdido toda noción del gran sacrificio hecho por ellos.
Pueden quedar sentados escuchando la historia de la cruz, y oyendo cómo los
crueles clavos traspasaron las manos y los pies del Hijo de Dios sin conmoverse
hasta lo más profundo del alma.
* ANDAD EN LA LUZ. ME FUE revelado que los hijos de Dios moran
demasiado bajo una nube. No es voluntad de su Padre que ellos vivan en
incredulidad. Jesús es luz, y en él no hay tinieblas. Sus hijos son hijos de la
luz. Son renovados a su imagen y llamados de las tinieblas a su luz admirable.
Él es la luz del mundo, y lo mismo son los que le siguen. No deben andar en
tinieblas, sino tener la luz de la vida. Cuanto más lucha el pueblo de Dios
para imitar a Cristo, con tanta mayor perseverancia será perseguido por el
enemigo; pero al estar cerca de Cristo se fortalece para resistir los esfuerzos
que hace nuestro astuto enemigo para apartarlo de Jesús.
Me fue mostrado que establecemos
demasiadas comparaciones entre nosotros mismos, tomando a hombres falibles por
nuestro modelo, cuando tenemos un Dechado seguro e infalible. No debemos
medirnos por el mundo, ni por las opiniones de los hombres, ni por lo que
éramos antes de aceptar la verdad. Nuestra fe y nuestra posición en el mundo,
tal como son ahora, deben compararse con lo que habrían sido si nuestra senda
nos hubiese llevado siempre hacia adelante y hacia arriba desde que profesamos
seguir a Cristo. Esta es la única comparación que se puede hacer sin peligro.
En cualquier otra que se haga, habrá engaño. Si el carácter moral y el estado
espiritual de los hijos de Dios no corresponden a las bendiciones, los
privilegios y la luz que él les ha concedido, aquéllos son pesados en la
balanza, y los ángeles los declaran faltos.
Algunos parecen ignorar su
verdadero estado. Ven la verdad, pero no perciben su importancia ni sus
requerimientos. Oyen la verdad, pero no la comprenden plenamente, porque no
amoldan su vida a ella, y por lo tanto no son santificados por 158 la
obediencia. Y sin embargo, permanecen tan despreocupados y satisfechos como si
los precediese la nube de día columna de fuego de noche, como señales del favor
de Dios. Profesan conocer a Dios, pero en sus obras lo niegan. Se declaran su
pueblo escogido y peculiar, pero su presencia y de salvar hasta lo sumo se
manifiestan rara vez en ellos. ¡Cuán grandes son las tinieblas de los tales!
Sin embargo, no lo saben. La luz resplandece, pero no lo comprenden.
No hay engaño que
pueda seducir a la mente humana que aquel de hacer creer a los hombres que
están perfectamente bien y Dios acepta sus obras cuando están pecando contra
él. Confunden la forma de la piedad con el espíritu y poder de ella. Suponen
que son ricos y no necesitan nada, cuando son pobres, miserables, ciegos y
desnudos, y lo necesitan todo.
Hay quienes profesan seguir a
Cristo, y, sin embargo, no hacen esfuerzo alguno en las cosas espirituales. En
cualquier empresa mundanal realizan esfuerzos y manifiestan ambición para
lograr su objeto y obtener el fin deseado; pero en la empresa de la vida
eterna, donde todo está en juego y donde la felicidad eterna depende de su
éxito, obran con tanta indiferencia como si no fuesen agentes morales, como si
otro estuviese jugando el juego de la vida por ellos, y no tuviesen nada hacer
sino aguardar el resultado. ¡Oh, qué insensatez! ¡Que locura! Si todos quisieran tan sólo manifestar el
grado de ambición, celo y fervor para la vida eterna que manifiestan e empresas
mundanales, serian vencedores y victoriosos.
Vi cada uno debe obtener
experiencia por sí mismo, cada debe desempeñar bien y fielmente su parte en el
juego vida. Satanás aguarda su oportunidad para arrebatar las gracias preciosas
cuando estamos desprevenidos, y tendremos sostener un severo conflicto con las
potestades de las tinieblas para retenerlas, o para recuperar una gracia
celestial si por de vigilancia la perdemos…
16. 2JT 524. Cuidar de estos
menesterosos es buena obra; pero en esta época del mundo, el Señor no ordena a
nuestro pueblo que establezca grandes y costosas instituciones con este fin.
Sin 524 embargo, si hay entre nosotros quienes se sientan llamados por Dios a
establecer instituciones dedicadas a cuidar de los niños huérfanos, cumplan lo
que consideran su deber. Pero al cuidar de los pobres del mundo, deben
solicitar la ayuda del mundo. No deben recurrir al pueblo al cual el Señor
confió la obra más importante que haya sido dada a los hombres, que consiste en
proclamar el último mensaje de misericordia a todas las naciones, tribus,
lenguas y pueblos. La tesorería del Señor debe tener un superávit para sostener
la obra del Evangelio en "las regiones lejanas."
Dispongan de solicitantes sabios
los que sienten la preocupación de establecer estas instituciones, para
presentar sus necesidades y recoger fondos. Despierten a la gente del mundo,
recurran a las iglesias de otras denominaciones los hombres que sienten la
necesidad de que se haga algo en favor de los pobres y huérfanos. En toda
iglesia hay quienes temen a Dios. Diríjanse a ellos, porque Dios les ha dado
esta obra.
Las instituciones que han sido
establecidas por nuestro pueblo para cuidar de los huérfanos, los enfermos y
ancianos de entre nosotros, deben ser sostenidas. No se las debe dejar
languidecer, ni permitir que sean un oprobio para la causa de Dios. La ayuda
prestada para sostener a estas instituciones debe ser considerada, no solamente
como un deber, sino como un precioso privilegio. En vez de hacernos regalos
inútiles unos a otros, concedamos nuestros dones a los pobres e indefensos.
Cuando el Señor vea que estamos haciendo lo mejor que podemos para aliviar a
estos necesitados, inducirá a otros a cooperar en esta buena obra.
El propósito de un asilo de
huérfanos no debe ser solamente proveer a los niños con alimentos y ropas, sino
colocarlos bajo el cuidado de maestros cristianos que los educarán en el
conocimiento de Dios y de su Hijo. Los que trabajan en este sentido deben ser
hombres y mujeres de corazón grande, que se inspiraron con entusiasmo a los
pies de la cruz del Calvario. Deben ser hombres y mujeres de cultura y
abnegación; que 525 trabajarán como Cristo trabajó, para la causa de Dios y de
la humanidad.
A medida que esas personas sin
hogar sean colocadas donde puedan obtener conocimiento, felicidad y virtud y
llegar a ser hijos e hijas del Rey celestial, estarán preparadas para
desempeñar un papel semejante al de Cristo en la sociedad. Se las debe educar
para que ellas a su vez ayuden a otros. Así se extenderá la buena obra y se
perpetuará.
¿Qué madre amó jamás a su hijo
como Jesús ama a los suyos? El mira el carácter mancillado con un pesar más
profundo y más agudo que el de cualquier madre. Ve la retribución futura de una
mala conducta. Por lo tanto, hágase todo cuanto se pueda en favor del alma
descuidada. 2JT/EGW
Ministerio Hno. Pio
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