Gálatas 3.
LA FE CONTRA EL
LEGALISMO COMO MEDIO DE SALVACIÓN: LA SALVACIÓN DE LOS GENTILES PROVISTA EN EL PACTO
HECHO CON ABRAHÁN. Vers. 1-14: Los gálatas se
habían hecho cristianos por medio de la fe. (1-5). La fe es la
característica distintiva del pacto hecho con Abrahán. (6-7). La salvación de los gentiles por medio de la fe. (8-14).
LA CONDICIÓN DE "LA LEY" EN RELACIÓN CON EL PACTO HECHO CON ABRAHÁN. Vers. 15-29: "La ley" no anulaba las provisiones mesiánicas del pacto. (15-18). El papel subordinado y provisorio de "la ley". (19-25). En Cristo todos son herederos de las promesas del pacto por la fe. (26-29).
1 ¡Oh Gálatas insensatos! ¿quién os fascinó para no obedecer a la verdad, a vosotros ante cuyos ojos Jesucristo fue ya presentado claramente entre vosotros como crucificado? 2 Esto solo quiero saber de vosotros: ¿Recibisteis el Espíritu por las obras de la ley, o por el oír con fe? 3 ¿Tan necios sois? ¿Habiendo comenzado por el Espíritu, ahora vais a acabar por la carne? 4 ¿Tantas cosas habéis padecido en vano? si es que realmente fue en vano. 5 Aquel, pues, que os suministra el Espíritu, y hace maravillas entre vosotros, ¿lo hace por las obras de la ley, o por el oír con fe?
6 Así Abraham creyó a Dios, y le fue contado por justicia. 7 Sabed, por tanto, que los que son de fe, éstos son hijos de Abraham.
8 Y la Escritura, previendo que
Dios había de justificar por la fe a los gentiles, dio de antemano la buena
nueva a Abraham, diciendo: En ti serán benditas todas las naciones. 9 De modo
que los de la fe son bendecidos con el creyente Abraham. 10 Porque todos los
que dependen de las obras de la ley están bajo maldición, pues escrito está: Maldito
todo aquel que no permaneciere en todas las cosas escritas en el libro de la
ley, para hacerlas.
11 Y que por la ley ninguno se justifica para con Dios, es evidente, porque: El justo por la fe vivirá: 12 y la ley no es de fe, sino que dice: El que hiciere estas cosas vivirá por ellas. 13 Cristo nos redimió de la maldición de la ley, hecho por nosotros maldición (porque está escrito: Maldito todo el que es colgado en un madero), 14 para que en Cristo Jesús la bendición de Abraham alcanzase a los gentiles, a fin de que por la fe recibiésemos la promesa del Espíritu.
15 Hermanos, hablo en términos humanos: Un pacto, aunque sea de hombre, una vez ratificado, nadie lo invalida, ni le añade. 16 Ahora bien, a Abraham fueron hechas las promesas, y a su simiente. No dice: Y a las simientes, como si hablase de muchos, sino como de uno: Y a tu simiente, la cual es Cristo. 17 Esto, pues, digo: El pacto previamente ratificado por Dios para con Cristo, la ley que vino cuatrocientos treinta años después, no lo abroga, para invalidar la promesa. 18 Porque si la herencia es por la ley, ya no es por la promesa; pero Dios la concedió a Abraham mediante la promesa.
19 Entonces, ¿para qué sirve la ley? Fue añadida a causa de las transgresiones, hasta que viniese la simiente a quien fue hecha la promesa; y fue ordenada por medio de ángeles en mano de un mediador.
20 Y el mediador no
lo es de uno solo; pero Dios es uno.
21 ¿Luego la ley es contraria a las promesas de Dios? En ninguna manera; porque si la ley dada pudiera vivificar, la justicia fuera verdaderamente por la ley. 22 Mas la Escritura lo encerró todo bajo pecado, para que la promesa que es por la fe en Jesucristo fuese dada a los creyentes. 23 Pero antes que viniese la fe, estábamos confinados bajo la ley, encerrados para aquella fe que iba a ser revelada. 24 De manera que la ley ha sido nuestro ayo, para llevarnos a Cristo, a fin de que fuésemos justificados por la fe. 25 Pero venida la fe, ya no estamos bajo ayo,
26 pues todos sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús; 27 porque todos los que habéis sido bautizados en Cristo, de Cristo estáis revestidos. 28 Ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer; porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús. 29 Y si vosotros sois de Cristo, ciertamente linaje de Abraham sois, y herederos según la promesa. (Gálatas 3).
1. Gálatas insensatos. Los gálatas habían demostrado su
falta de entendimiento al ceder ante la influencia de los falsos maestros. No
había ninguna razón válida para que hubieran decidido renunciar a la salvación
por la fe.
Os fascinó. Se habían apartado mucho, y Pablo les escribió esta
epístola con la esperanza de que comprendieran su inconsecuencia y se apartaran
del evidente error en que habían caído. Tenían que haber estado sometidos a
alguna influencia ajena a la razón, pues ésta condenaba su proceder. Su
elección no podía haber sido el resultado de un sano juicio basado en hechos.
Para no obedecer a la verdad. La evidencia textual (cf. p. 10)
establece la omisión de esta frase.
Presentado claramente. Gr. prografÇ, "escribir
delante", "proclamar". Esta palabra se usaba con frecuencia en
los días de Pablo para referirse a anuncios públicos o proclamas. Los gálatas
no podían pretender que ignoraban las verdades del Evangelio, pues Pablo se las
había presentado con tanta claridad que era como si hubieran visto a Jesús con
sus propios ojos.
Crucificado. No crucificado entre ellos, sino presentado entre
ellos como crucificado. Pablo se gloriaba en la cruz de Cristo y la convertía
en el centro de su predicación (1Cor. 1:23; 2:1-2; 15:3). Los gálatas habían
entendido el significado de la muerte de Cristo; les había sido hecha tan real
como si la hubieran contemplado con sus propios Ojos. Habían aceptado ese
sacrificio como necesario para su justificación. ¿Cómo podían aceptar ahora
esas falsas doctrinas, como si todo lo que Pablo les había enseñado fuera pura
fantasía?
2. Esto solo. Un punto sería suficiente para dilucidar la
cuestión. En el tema que sigue (vers. 6-29) Pablo se extiende en la cuestión
planteada en los vers. 1-5. Si los gálatas contestaban la única pregunta que
ahora les hace, guiándose por el razonamiento que sigue, sería suficiente para
convencerlos de su error.
Recibisteis el Espíritu. Es decir, el Espíritu Santo
prometido por Jesús antes de que regresara a su Padre (Juan 14:16-17). El
Espíritu convencería de pecado, dirigiría a los hombres a Cristo y los guiaría
para que entraran en la verdad (Juan 16:7-13).
Los gálatas creyentes habían
experimentado la conducción del Espíritu en su vida y habían sido testigos de
la manifestación de los dones del Espíritu (ver 1 Cor. 12; Efe. 4:10-13). Todo
eso había sucedido después que aceptaron el Evangelio en Cristo como les enseñó
Pablo. No podía haber incertidumbre en cuanto al origen de esas bendiciones
espirituales.
Obras de la ley. Ver com. Rom. 3:20; Gál. 2:16.
Oír con fe. Es decir, la fe que resulta de oír el Evangelio
(Rom. 10:17), o el oír que es acompañado por la fe. Mediante la fe los gálatas
habían aceptado la salvación como la da Jesús y habían experimentado las
consiguientes bendiciones del Espíritu. Como Cornelio (Hech. 10:44) habían
creído lo que habían oído, y habían recibido "las arras del Espíritu"
como una prueba de que Dios aceptaba su fe (ver com. 2 Cor. 1:22). Habían
aceptado la instrucción de Pablo acerca de la justificación por la fe y la
habían sentido en sus vidas.
3. ¿Tan necios sois? Ver com. vers. 1.
Comenzado por el Espíritu. Ver com. vers. 2. La vida
cristiana es una experiencia espiritual que comienza cuando el Espíritu
convence al corazón de pecado y continúa con la conducción divina de la vida
por las sendas de justicia (Juan 16:8).
Los gálatas ya habían recibido
ricas bendiciones de Dios y muchas pruebas de la presencia divina en medio de
ellos, pero eso era sólo el comienzo. Ciertamente era extraño que dieran la
espalda a Dios precisamente cuando él había comenzado a llevar a cabo su plan
para ellos. ¡Qué ricas bendiciones perderían si abandonaban el plan de Dios y
tomaban un sendero de invención humana!
Por la carne. Es decir, por los conceptos materialistas y las
prácticas legalistas del judaísmo.
4. Padecido. O "soportado". Los gálatas, como otros
cristianos, sin duda habían sufrido mucho por aceptar el cristianismo, aunque
sus padecimientos no se registran en el libro de los Hechos. Los tesalonicenses
fueron perseguidos (1 Tes. 2:14). En Gál. 4:29 Pablo se refiere indirectamente
a los sufrimientos que los cristianos entonces estaban soportando a causa del
Evangelio.
En vano. Si su vida anterior, guiada por el Espíritu, había
sido un error, entonces habían sido vanos todos los sufrimientos que habían
padecido por su fe. Como creían en la expiación proporcionada por Jesús, habían
sufrido persecuciones. Pablo esperaba sinceramente que ese sufrimiento no
hubiera sido en vano y que los gálatas aún reconocieran su error y se volvieran
a su lealtad anterior.
5. Os suministra. "Os otorga" (BJ). Según
algunos comentadores, la persona que aquí se presenta como que trabajara entre
los gálatas, era Pablo. Su ministerio entre ellos había sido un testimonio de
fe salvadora y del poder del Espíritu que obraba en la vida de él mismo (vers.
5), y la forma en que ellos aceptaban el Evangelio que él les presentaba era
también una evidencia de fe y del Espíritu que obraba en las vidas de ellos
(vers. 2). Si los gálatas con sinceridad hacían frente a la pregunta del vers.
5, no tendrían dificultad en responder las preguntas de los vers. 2-4.
Otros comentadores explican que
la palabra "aquel" se refiere a Dios, porque él es quien les concede
el Espíritu y obra milagros entre ellos. Pero si se compara la última parte del
vers. 5 con el vers. 2, se deduce que el amor de la epístola tenía en cuenta a
un ser humano, y Pablo era evidentemente el instrumento mediante el cual Dios
concedía esos notables dones. Pablo destaca que su ministerio, y la respuesta
de ellos ante ese ministerio, habían tenido como base la fe sin depender de las
disposiciones del sistema legal.
6. Abrabam creyó a Dios. Una cita de Gén. 15:6, LXX, donde
se dice que Abrahán aceptó las promesas del pacto por fe. Los opositores de
Pablo habían dado la impresión de que él no respetaba los escritos de Moisés a
los cuales ellos atribuían exagerada importancia. Pablo les hace frente ahora
en su propio terreno citándoles a Moisés para probar su posición. El caso de
Abraham, de quien ellos se jactaban, es en realidad un ejemplo de lo que Pablo
cree que debe ser la experiencia permanente de todos los cristianos.
En Rom. 4:1-3 Pablo cita el mismo
pasaje como una prueba de que Abrahán fue justificado por la fe y no por las
obras. Si fue cierto en el caso de Abrahán, también debía ser en el de sus
descendientes (Gál. 3:7) y con más razón con sus Hijos espirituales (vers. 14,
26-29). Lo importante es la superioridad de la fe sobre la ley como el medio
para lograr la justificación.
Contado. "Computado" (NC). La fe de Abraham le fue
acreditada en su cuenta en el cielo, con lo que quedó saldada su deuda, y de
esa manera Dios lo consideró justo. Las obras no tuvieron parte alguna para que
lograra ese crédito favorable en los libros del cielo. Sencillamente Dios se lo
ofreció y él lo aceptó por fe creyendo que Dios cumpliría lo que prometía. Sus
esfuerzos propios nunca podrían haber comprado esa bendita condición. Ver com.
Rom. 4:9-13.
La fe no satisface las demandas
de la ley, pues la ley exige perfecta obediencia. Por lo tanto, para que una persona sea
justificada por la fe, debe tenerse en cuenta algún otro principio diferente al
de las obras de la ley Ser considerado como justo significa ser perdonado y
admitido dentro del favor de Dios. El hombre no puede hacer nada para merecer
la dádiva de la justicia de Cristo; no puede pedirla presentando méritos. La
gracia divina hace posible que Dios, que es justo, considere como rectos a los
pecadores arrepentidos.
Justicia. Gr. dikaiosún' (ver com. Mat. 5:6).
7. Los que son de fe. Es decir, los que dependen de la
fe en os méritos salvadores de Cristo, sin "las obras de la ley" (ver
com. cap. 2:16).
Hijos de Abraham. Es decir, sus descendientes
espirituales y no necesariamente según la carne (vers. 26-29). Todos los que
tienen la misma fe inmutable que tuvo Abrahán, son considerados como sus
herederos espirituales; son justificados como él lo fue, y están en condiciones
de recibir todas las bendiciones que se le prometieron a él. En Rom. 4:10-11,
Pablo destaca el hecho de que Dios imputó justicia a Abrahán antes de que fuera
circuncidado: la primera de las llamadas "obras" de la ley que se
cumplía con cada judío y con cada converso al judaísmo. Si Abrahán pudo encontrar justificación sin
las obras de la ley los gentiles sin duda pueden hacer lo mismo.
Este es el núcleo del tema de
Pablo contra los judaizantes, que insistían en la circuncisión como un
requisito previo e indispensable para la justificación. Pero Pablo argumenta
que no hay diferencia entre la forma en que un judío y un gentil alcanzan el
favor de Dios. Si han de ser salvados, todos lo serán por la fe (Rom. 3:22; 10:12).
Ningún judío ni ningún gentil jamás fue salvado por "obras". La única
forma como un hombre puede ser salvado es por medio de la fe en Jesucristo
(Hech. 4:12).
8. Escritura. En este caso, el AT, y especialmente los escritos
de Moisés.
Previendo. La cita es de Gén. 12:3. La promesa a Abrahán fue
una declaración del propósito divino de enviar al Salvador al mundo (ver com.
Gál. 3:16) para salvar a todos los que aceptan ir a él por fe (vers. 14).
Justificar. Gr. dikaióÇ (ver com. Rom. 3:20).
Gentiles. Gr. éthnos, "nación". Este vocablo se
emplea en plural en el NT para los no judíos, los paganos o las naciones
gentiles. Los escritores del NT usan la palabra laós, "gente" cuando se
refieren a la nación judía. Era una buena nueva para los gentiles que Dios les
ofreciera la justificación en las mismas condiciones con que la ofrecía a los
judíos, es decir, por fe.
Dio de antemano la buena nueva. La promesa de Gén. 12:3 fue un
anuncio anticipado de las buenas nuevas de salvación por medio de Cristo. La
buena nueva anunciada a Abrahán fue que la bendición de la salvación -la
justificación por la fe- llegaría a todas las naciones a través de él.
Abrahán no tenía justicia propia,
pero la justicia de Cristo le fue imputada por Dios, y él la aceptó por fe. Todos
los que llegan a ser justos o justificados, lo hacen por medio de la fe, como
sucedió con Abrahán. Este ha sido y será siempre el único medio para que los
hombres puedan experimentar la justificación.
En ti. O "por medio de ti". Abrahán y sus
descendientes fueron hechos depositarios de las buenas nuevas de salvación, y
se les dio la misión de ser sus heraldos a todas las gentes. Además, uno de sus
descendientes sería el Salvador de la humanidad. De modo que en esos dos
respectos todas las naciones recibirían las bendiciones de la salvación
mediante Abrahán.
Todas las naciones. Un resumen de las instrucciones
del NT acerca de la forma como Dios se proponía evangelizar a "todas las
naciones" mediante su pueblo escogido, se halla en t. IV, pp. 28-32.
9. Los de. Es decir, los que buscan la justicia por medio de la fe. "Los que viven de la fe" (BJ, BC). Bendecidos. El patriarca recibió la bendición de la justificación porque creyó en Dios, y no porque fue elegido para ser antepasado del Mesías. Todos los que crean como él creyó, serán bendecidos como él lo fue. La fe de Abrahán lo indujo a obedecer a Dios (Gén. 26:5), y todos los que tienen la fe que tuvo Abrahán, obedecerán la voz de Dios como él obedeció y observarán fielmente sus mandamientos (ver Gén. 26:5; com. Mat. 7:21-27).
10. Todos los que. Osea los que esperan que les sea
imputada la justificación como resultado de cumplir con los requisitos rituales
de la ley ceremonial. Este grupo contrasta con el grupo del vers. 9: "los
de la fe".
Obras de la ley. Literalmente "obras de ley". Ver com. cap. 2:16. Maldición. La ley de Moisés contenía bendiciones maravillosas para los obedientes (Deut. 28:1-14) y terribles maldiciones para los desobedientes (cap. 27:15-26; 28:15-68). La más leve violación de las ordenanzas de la ley era suficiente para incurrir en la maldición.
Finalmente el legalismo fue
creciendo hasta convertirse en un minucioso esfuerzo para evitar incurrir en la
maldición de la ley (ver com. Mar. 7:3). Pero una persona, aun evitando la
maldición de la ley, sólo podía, en el mejor de los casos, obtener una justicia
legal; no necesariamente habría alcanzado la justificación delante de Dios.
Escrito está. La forma del verbo en griego implica que la cita
siguiente no sólo fue registrada como una declaración que expresa la voluntad
divina, sino que su validez permanece inmutable, y no ha disminuido la fuerza
de su vigencia. La frase "escrito está" era una expresión judía común
para comenzar una cita de los escritos canónicos.
Libro de la ley. "La ley" era el título
que generalmente aplicaban los judíos de los días del NT a los escritos de
Moisés (ver com. Luc. 24:44). Esta referencia quizá sea al libro de Deuteronomio
en particular, que a veces era llamado el libro de la ley. La cita es de Deut.
27:26, donde aparece en formula negativa: "el que no confirmara". Pablo
le da una forma positiva: "todos los que dependen de las obras de la
ley". Cf. com. Rom. 2:7. Los que
dan la espalda al plan de salvación de Dios por medio de la fe, nunca pueden
cumplir los más insignificantes
requisitos de la ley. Sus esfuerzos están condenados al fracaso.
11. El justo por la fe vivirá. Es una cita de Hab. 2:4 (ver el
comentario respectivo y el de Rom. 1:17). Luego de demostrar que todos los que
dependen de las obras de la ley para la salvación están bajo una maldición
(Gál.3:10), Pablo cita un texto para mostrar que es la fe -y no la ley- lo que
proporciona la justificación. La afirmación de Hab. 2:4 significa que el hombre
recto y humilde avanzará por fe, confiando en la sabiduría y en la providencia
de Dios, en contraste con el altivo "cuya alma. . . se enorgullece" y
que duda de la sabiduría y la justicia de la forma en que Dios trata a los hombres
(ver com. vers. 1,4).
En otras palabras, el hombre que
es justo procederá con fe. Sin embargo, cuando Pablo cita a Habacuc lo hace
para demostrar que el hombre que procede con fe, como resultado de su fe será
considerado justo (ver Gál. 3:6-9). Pablo declara que la fe es el requisito
previo y básico para ser aceptado por Dios.
12. No es de fe. La eficacia de la ley no depende
de la fe los que la cumplen no necesitan tener fe.
El que hiciere. Una cita de Lev. 18:5. Pablo
ahora recurre a la ley para demostrar a sus opositores judaizantes que lo que
él enseña acerca de la ley es sencillamente una afirmación de lo que la ley
dice de sí misma. Esta exigía el estricto cumplimiento de todos sus
requerimientos, pero no proporcionaba ninguna ayuda para que los hombres
pudieran cumplirlos.
La ley no capacita al pecador, ni
tampoco puede hacerlo, para que alcance la norma de justicia que ella ensalza,
pues todos los hombres son pecadores (Rom. 3:10,23), incluso los que han
procurado alcanzar justicia mediante el sistema legal (vers. 9). La ley sólo
prescribe obediencia, pero la obediencia a la ley no puede hacer justo a un
pecador delante de Dios. La condición de ser justo sólo se alcanza por medio de
la fe en las promesas del pacto (Gál. 3:6,14).
Vivirá por ellas. Es decir, vivirá una vida justa,
o será aceptado como justo delante de Dios; sin embargo, la realidad era que
todos los que alguna vez habían procurado la perfección sólo por medio de la
ley, no habían alcanzado la meta y, por lo tanto, habían atraído sobre sí
"la maldición" (ver com. vers. 10).
13. Cristo nos redimió. La ley no podía redimir a los que
habían atraído sobre sí la maldición, lo cual incluía a todos los que alguna
vez habían buscado la justificación por medio de la ley. Sólo se podía ser
liberado de la maldición por medio de la fe en Cristo. Mientras estuvieron bajo
la tutela de la ley en los tiempos del AT, todos los que prefirieron servir al
Señor hallaron la salvación por medio de la fe en el Mesías prometido.
La ley no fue su salvador, sino sólo su
"ayo" (vers. 24) para llevarlos al Salvador y ayudarlos a entender
las estipulaciones que el cielo había hecho para su salvación. La ley era buena
en sí misma y por sí misma, pues Dios la había dado; pero era completamente
impotente para salvar al hombre de sus pecados.
La maldición. Ver com. vers. 10.
Por nosotros. Ver com.
Isa. 53:4-6.
Maldición. Nuestro Señor nació "bajo la ley" (cap.
4:4) para así poder redimir "a los que estaban bajo la ley" (vers.
5). Su muerte en la cruz expió "las transgresiones que había bajo el
primer pacto" (Heb. 9:15) y también las que se cometieran después de la
cruz. Por eso tomó sobre sí "la maldición" en la que habían incurrido
los que vivieron "bajo la ley", pero que por fe anticipaban la
expiación que Cristo finalmente les proporcionaría.
Está escrito. Una cita de Deut. 21:23. "Está escrito"
era la forma que generalmente usaban los judíos para comenzar una cita de las
Escrituras (ver Mat. 2:5; Luc. 2:23; etc.; com. de "Escrito está").
Maldito. Esta maldición no es la misma del vers. 10 y de la
primera parte del vers. 13. Un criminal que era empalado, o traspasado con un
palo puntiagudo -el método que usaban los judíos, equivalente a la
crucifixión-, se consideraba que estaba bajo la maldición de Dios y de los
hombres. Esta bárbara forma de ejecución era en verdad una demostración pública
del máximo desprecio con que era considerado el criminal.
Colgado en un madero. El hecho de que Jesús fuera
crucificado, aunque a la manera romana, reflejaba la opinión de los judíos y de
sus dirigentes de que era maldito delante de Dios y también ante ellos.
Teniendo esto en cuenta, Pablo cita Deut. 21:23 para ilustrar el hecho de que
Jesús murio; bajo "la maldición de la ley" (ver com. Gál. 3:10).
14. En Cristo Jesús. La negligencia de Israel impidió que los gentiles recibieran la bendición que Dios quería que obtuvieran por medio del testimonio del pueblo escogído (ver t. IV, pp. 32-34).
Esto sucedió en primer lugar porque los judíos adoptaron prácticas paganas, y posteriormente por levantar un muro inexpugnable que los separaba de los gentiles; por lo tanto, fue sólo mediante Cristo que la bendición del Evangelio de salvación prometida a Abrahán llegó a todos los hombres. La bendición de Abrahán. Es decir, la bendición prometida a Abrahán, o sea la bendición de salvación del pacto mediante Jesucristo (ver com. vers. 8-9). Alcanzase a los gentiles. Es decir, llegara a estar al alcance de éstos (ver com. vers. 8).
Recibiésemos. Pablo usa la primera persona plural porque se
considera unido con los gentiles; pero en el vers. 13 habla como judío.
La promesa. Recibir "la promesa del Espíritu" quizá
es el equivalente de recibir "en Cristo Jesús la bendición de
Abrahán" (ver com. vers. 2,5). Los gálatas habían recibido el Espíritu prometido
(Gál. 3:2; cf. Juan 16: 7-14). Como la promesa del Espíritu se recibe por medio
de la fe (Gál. 3:2-3), está al alcance de los gentiles y de los judíos.
15. En términos humanos. Es decir, para usar una
ilustración humana, tomada de las relaciones civiles que son usuales entre las
personas (cf. Rom. 6:19).
Pacto. Gr. diathék', que en el NT y en los papiros
generalmente significa "testamento" (BJ, BC, NC). Era una disposición
preparada unilateralmente o en tal forma que la otra parte podía aceptarla o rechazarla,
pero no alterarla. La palabra que corresponde a pacto o convenio, en donde se
conjugan dos partes en términos iguales, es suntheke, la cual no aparece en el
NT.
Sin embargo, Pablo usa diath'k',
"pacto. . . de hombre": "testamento", "última
voluntad", para ilustrar el "pacto" de Dios con Abrahán (Gén.
15; Gál. 3:6-9, 16-18). Dios estableció las disposiciones de ese
"pacto"; Abrahán las aceptó por fe y las obedeció.
Ratificado. "Confirmado"; "hecho en regla" (BJ). Después que un convenio ha sido aceptado formalmente por los que participan en él, sus condiciones tienen fuerza legal y no pueden ser cambiadas excepto por mutuo consentimiento.
Si se considera que las disposiciones de un
convenio humano tienen esa validez, argumenta Pablo, ¿alteraría acaso Dios
caprichosamente sus promesas a Abrahán de salvar a los hombres que han
demostrado su fe en el Mesías venidero? (ver Gál. 3:6-9; com. Gál. 3:16; Heb. 6:17-18).
Invalida. O "revoca", "cancela".
16. Promesas. Esas promesas incluían: un hijo que sería su
heredero (Gén. 15:4), la posesión de la tierra literal de Canaán (vers. 18), la
perspectiva de llegar a ser una gran nación (cap. 12:2; 15:5), que el Mesías
sería no descendiente suyo (Gál. 3:16) y el privilegio de ser el instrumento
elegido por Dios para proclamar la salvación a las naciones de la tierra (Gén.
12:3; Gál. 3:8,14). Esas promesas fueron repetidas a Abrahán en diferentes
ocasiones, durante unos 50 años (Gén. 12:1-4, 7; 13:15-16; 15:4-5, 13-18; 17:1-8,
16-21; 18:10; 22:17-18).
Las simientes, como si hablase de muchos. Es decir, de todos los descendientes de Abrahán.
Tu simiente. El propósito del pacto de Dios con Abrahán fue la venida del Mesías y la salvación de los hombres; todas las otras promesas eran accesorias. Había grandes bendiciones para los israelitas si cooperaban con Dios (ver t. IV, pp. 28-32); pero desafortunadamente no cumplieron con su parte (pp. 32-34); por esa razón perdieron el derecho a desempeñar su misión como los instrumentos del cielo para la salvación del mundo. A pesar de todo, Dios superó el fracaso de ellos en tal manera que el Mesías vino a la tierra en la plenitud del tiempo como un Hijo de Abrahán (ver t. IV, p. 34).
La promesa de descendencia
originalmente anticipaba en sentido literal a Isaac (ver las referencias ya
citadas en cuanto a las "promesas"; cap. 4:22-23); pero el apóstol
Pablo indica aquí por inspiración una verdad figurada más profunda que aquella
que, vista superficialmente, parecía abarcar la promesa (ver com. Deut. 18:15).
La promesa, pues, halló su primer cumplimiento parcial en Isaac; pero tendría
un cumplimiento final y completo en Cristo.
Pablo no excluye ni a los
descendientes del linaje de Abrahán por Isaac (ver Gál. 4:23) ni a sus
descendientes espirituales mediante Cristo (cf. cap. 3:29), cuando declara que
Cristo era, en sentido especial, la "simiente" prometida a
Abrahán. Por lo tanto, la promesa halló
su cumplimiento supremo en Cristo, aunque no un cumplimiento totalmente
exclusivo.
17. El pacto previamente ratificado. Pablo alude a la seguridad que Dios le dio a Abrahán del cumplimiento de la promesa del pacto, de una "simiente"
(ver com. Gén. 15:13, 16; 22:15-17; Gál. 3:16; Heb. 6:13-18).
Para con Cristo. La evidencia textual favorece
(cf. p. 10) la omisión de estas palabras.
La ley. Es decir, todo el sistema legal dentro del cual
Israel fue constituido en el Sinaí como una teocracia, lo que incluía la ley
moral que fue proclamada por Dios en persona y el sistema ceremonial promulgado
mediante Moisés.
Cuatrocientos treinta años. Ver t. I, pp. 194,196. Este período abarca el intervalo desde que Dios llamó primero a Abrahán hasta el establecimiento de Israel como nación en el tiempo del éxodo (ver Gén. 12:3-4; com. Exo. 12:40), período que comprende el tiempo que permaneció en Canaán y después en Egipto, desde la promesa de hacer de los hebreos una nación y establecerlos en la tierra de Canaán, y el cumplimiento de esa promesa.
Pablo
se refiere particularmente a la promesa del pacto al principio del período y la
proclamación de la ley como su terminación, ley bajo la cual Israel debía
comportarse como una teocracia hasta la crucifixión de Cristo (ver DTG
686-687).
No lo abroga. Ver com. vers. 15.
Para invalidar la promesa. El sistema legal ordenado por
Dios en el Sinaí (ver p. 931; com. cap. 2:16) no podía reemplazar, ni en
ninguna forma alterar las condiciones del pacto (ver com. cap. 3:15). "La
ley" no proporcionó un medio nuevo y específico de salvación; no
estableció un sistema de justificación por medio de las obras para que ocupara
el lugar de la promesa de justificación por la fe en el Mesías venidero, o para
que compitiera con esa promesa (vers. 6-8, 14). Por lo tanto, los seres humanos
fueron salvados por la fe desde el Sinaí hasta la cruz. En cuanto a la relación
de la ley con el pacto, ver com. vers. 19.
18. La herencia. O sea las promesas del pacto (ver
com. vers. 16). En sentido material se refiere a la tierra de Canaán; en
sentido racial, a Israel como pueblo escogido de Dios; y en sentido espiritual,
a las bendiciones de la salvación por medio del Mesías. Aunque no hay duda de
que los dos primeros aspectos estaban basados en la promesa del pacto, y no en
la ley, Pablo se ocupa principalmente de la "herencia" de la salvación
por la fe en Cristo.
En otras palabras, Dios dio y
ellos recibieron "la herencia" en virtud de su fe en la promesa
divina del pacto, y no por la promesa de cumplir con las condiciones del sistema
legal (ver com. Rom. 2:12; Gál. 2:16).
La ley. Literalmente "ley" (ver com. Rom. 2:12;
Gál. 2:16).
Ya no es por la promesa. Es decir, sobre la base de las
promesas incorporadas en el pacto hecho con Abrahán (ver com. vers. 16-17).
Mediante la promesa. La deducción es clara. La
herencia vino mediante la promesa y no mediante la ley. Abrahán sólo tenía la
promesa de Dios. A sus descendientes literales se les concedió el ser el pueblo
escogido de Dios y la posesión de Canaán en virtud de esa promesa, sin embargo,
retendrían su condición y la posesión de Canaán únicamente si cumplían con la
ley; pero no fue que ganaron el derecho a esa herencia. Ese derecho les
pertenecía sólo en virtud de la fe en la promesa; pero su idoneidad para
retener ese derecho estaría en relación directa con su cumplimiento de la
voluntad de Dios como se expresa en "la ley" (ver t. IV, p. 36). Lo
mismo sucede con la herencia de la salvación en esta vida (ver com. Heb. 5:9) y con la herencia eterna de los
santos en la Canaán celestial.
19. Entonces, ¿para qué? Este pasaje y todo el razonamiento de Pablo desde aquí hasta el vers. 25 a veces ha sido mal interpretado, en otras palabras, se ha entendido que todos los códigos o leyes divinamente revelados en el AT terminaron en el Calvario. Fruto de esa interpretación es la creencia de que en época del AT los creyentes se salvaban por la observancia de la ley; pero que en la era cristiana se salvan por gracia mediante la fe. Pero este concepto es diametralmente opuesto a la enseñanza general de las Escrituras. Dios ha tenido siempre un solo medio para salvar a los hombres desde los días de Adán: por medio de la fe en el sacrificio de nuestro Señor.
La buena nueva de esa salvación ha sido predica la a los hombres
a través de los siglos (ver Heb. 4:2).
En otro pasaje Pablo rechaza
enfáticamente la idea que él presintió que algunos podrían equivocada y
apresuradamente deducir de sus escritos, esto es, que la gracia y el Evangelio
anulan la ley: "¿Luego por la fe invalidamos la ley? En ninguna manera,
sino que confirmamos la ley" (Rom. 3:31).
Es, pues, evidente que sea cual
fuere el razonamiento de Pablo en Gál. 3:19-25, no enseña de ninguna manera la
doctrina de una era de salvación, anterior al cristianismo, por medio de la
ley, y otra era cristiana de salvación por la gracia, diametralmente opuesta a
la anterior.
Lo que Pablo enseña se ve claramente cuando se tiene en cuenta dos
factores.
Primero para todos los judíos y todos los que fueron
enseñados desde el punto de vista judío -como sucedió con los gálatas debido a
la instrucción de maestros judaizantes-, los acontecimientos del Sinaí fueron
los comienzos y la esencia de toda la religión revelada por Dios para su pueblo
escogido.
En el Sinaí, Dios, en forma
completamente literal, llamó y separó a los israelitas para que fueran suyos e
hizo de ellos su pueblo peculiar, su nación santa. La característica distintiva
de esa experiencia inicial en el Sinaí fue el anuncio del gran código moral que
debía ser constantemente la norma de la vida de Israel, al cual se añadieron
(a) disposiciones civiles, que eran una interpretación y aplicación del código
moral para el estado judío, y (b) ciertos estatutos para regir el ritual
simbólico de los sacrificios y de las ofrendas que anticipaban el gran
sacrificio de Cristo.
El Señor había dicho a los
israelitas en el Sinaí que si eran obedientes a todas sus leyes, comerían del
bien de la tierra y serían su pueblo para siempre. Pero equivocadamente
pensaron que con sus esfuerzos podían cumplir con esa obediencia, y que, por lo
tanto, su esperanza de ser aceptados por Dios y de recibir una herencia siempre
dependía de sus propias obras para guardar dichas leyes.
Segundo: debe recordarse -si se quiere entender
correctamente los vers. 19-25- que Pablo acababa de afirmar a los gálatas que
mucho antes del Sinaí Abrahán había recibido la herencia sencilla porque había
creído en las promesas de Dios, y para ilustrar de nuevo la principal
afirmación de su epístola había añadido enfáticamente que la salvación es
únicamente por fe, que nada de lo que le había sucedido a Abrahán
"cuatrocientos treinta años después" pudo haber cambiado los términos
con los que se garantizó la herencia. El razonamiento de Pablo se resume en
estas palabras: "porque si la herencia es por la ley, ya no es por la
promesa" (vers. 18).
Para todos los que estaban
dominados por el punto de vista judío, este razonamiento de Pablo pudo haberles
hecho parecer inútil y sin sentido el pavoroso drama del Sinaí, con los grandes
códigos legales y la declaración comerían del bien de la tierra. En otras
palabras, los que leían las palabras de Pablo podrían preguntar inmediatamente:
"Entonces, ¿para qué sirve la ley?"
Añadida. Flexión del verbo prostíth'mi, literalmente,
"colocar al lado", "añadir". ¿Y por qué fue
"añadida" la ley si el pacto hecho con Abrahán era adecuado para la
salvación? La respuesta es: "A causa de las transgresiones". La
diferencia entre los tiempos anteriores y los posteriores al Sinaí no fue una
diferencia en cuanto a la existencia de grandes leyes procedentes de Dios, sino
en cuanto a la revelación explícita de ellas.
En el Sinaí hubo una presentación
concreta de la ley moral en dos tablas de piedra y de otras leyes en "el
libro de la ley". Pero en los siglos anteriores al Sinaí, los patriarcas
de Dios poseían en gran medida la ley moral escrita en sus corazones, y por lo
tanto eran conscientes de las elevadas normas morales de Dios (ver Gén. 17:9;
18:19; 26:5). También poseían, en embrión, las leyes de los sacrificios
rituales.
Durante el largo y oscuro
cautiverio de los israelitas en Egipto, donde vivieron en medio del más
tenebroso paganismo y de la inmoralidad más depravada, casi perdieron su
comprensión o conocimiento de las normas morales de Dios y aun de las más
rudimentarias ideas de los sacrificios. Y cuando los seres humanos llegan a
semejante estado, son insensibles al pecado, pues por "la ley"
conocemos el pecado, como Pablo lo declara en otro lugar: "Yo no conocí el
pecado sino por la ley" (Rom. 7:7).
Cuando Dios sacó a Israel de la oscuridad y la contaminación de Egipto, su primer contacto con los israelitas consistió en hacerles una presentación de las leyes morales que son la norma de su gobierno, y luego de los estatutos ceremoniales que tenían el propósito de proporcionar a Israel un modelo de servicio ritual que les aclarar sacrificio prometido de nuestro Señor.
La ley "fue añadida a causa de las transgresiones" (Gál. 3:19), "a fin de que por el mandamiento el pecado llegase a ser sobremanera pecaminoso" (Rom. 7:13).
Los israelitas, lamentablemente acostumbrados a los burdos conceptos religiosos de los egipcios, únicamente podían comprender que eran pecadores y que por lo tanto necesitaban la salvación, si llegaban a tener una muy clara visión de la ley moral de Dios.
Y como se les presentaron con claros detalles los estatutos ceremoniales, pudieron ver la forma que Dios había ideado para salvarlos de sus pecados (cf. com. Efe. 2:15).
Hasta que viniese la simiente. Es decir, hasta que viniera Cristo (ver com. 16,24).
A quien fue hecha la promesa. O "con respecto a quien la promesa fue hecha".
Ordenada por medio de ángeles. El relato del éxodo no dice nada
en cuanto a la presencia de ángeles en el Sinaí. Según Deut. 33:2 había
presentes "diez millares de santos" cuando se dio la ley La última
parte de este versículo dice en la LXX: "A su diestra ángeles con él"
(cf. Sal. 68:17). Esteban (Hech. 7:53) y
Pablo (Heb. 2:2) hablan de ángeles que participaron de la entrega del código
mosaico (cf PP 379).
Mediador. O "árbitro", "intermediario". El que interviene entre dos partes para reconciliar puntos de vista o intereses divergentes, o hace que puedan coincidir en un pacto. En el vers. 20 Pablo aclara su propósito al mencionar la forma mediata o indirecta en que fue dada la ley ceremonial. Como las leyes ceremoniales y civiles fueron dadas a través de un mediador, Moisés, (Exo. 20:19; 21:1), procedieron indirectamente de Dios; sin embargo, el pacto y sus promesas se dieron directamente a Abrahán, sin la ayuda de un mediador humano.
20. El mediador no lo es de uno. Literalmente "de uno no
es". O sea que un mediador no representa solo a una persona. Una mediación
presupone dos o más partes, y el árbitro representa los intereses de ambas. El
pueblo de Israel se entendió con Moisés en la ratificación del antiguo pacto en
todo lo que concernía a la serie de estatutos que lo acompañaban.
Dios es uno. No es clara la relación de esta afirmación con su contexto, como puede verse en que hay más de 250 diferentes explicaciones que le han dado los comentadores. El contexto impide que se considere como una repetición de Deut. 6:4: "Jehová nuestro Dios, Jehová uno es", y sugiere que Pablo se refiere de nuevo a la promesa del pacto mencionada en Gál. 3:18. Todo el capítulo trata de la diferencia entre la salvación por la fe en la promesa del pacto y la salvación "por las obras de la ley". La conjunción adversativo "pero" del vers. 20 implica un contraste entre la ley de los vers. 19 y 20 y la promesa del pacto del vers. 18.
La promesa del pacto no fue
"añadida" a nada; fue dada personalmente por Dios. Por lo tanto, el
vers. 20 podría ser parafraseado de esta manera: "Ahora bien, un mediador
implica un convenio entre dos partes; pero la promesa del pacto fue unilateral:
dependía sólo de Dios y, por lo tanto, no requería mediador".
El antiguo pacto (ver com. Eze.
16: 60) tenía la forma de un contrato entre Dios y el pueblo escogido, y a
Moisés como mediador (Exo. 19:3-8; 20:19-21; 21:1; 24:3-8; ver com. Gál. 3:15,19);
pero el pacto nuevo o eterno, concedido por Dios a Abrahán, sencillamente
estaba bajo la forma de una promesa. En el antiguo pacto había un convenio de
parte del pueblo de obedecer, mientras que en el nuevo pacto sólo es necesario
aceptar la promesa por fe, y la obediencia sigue en forma natural (Gén. 26:5).
21. Contraria a las promesas. La ley parece incompatible con el
pacto; hasta puede dar la impresión de que ha reemplazado la promesa de la
salvación por la fe con una esa de salvación por obras.
De Dios. Si bien en algunos MSS falta esta frase, la
evidencia textual (cf. p. 10) se inclina por retenerla.
En ninguna manera. ¡Ni siquiera se albergue este
pensamiento porque nunca podría ser cierto! Dios fue el autor tanto de "la
ley" como de "las promesas", y no repudiará su promesa
incondicional de salvación por la fe en Cristo (ver Heb. 6:17-20). Si lo
hiciera negaría su integridad como Dios, porque resultaría ser inconsecuente e
indigno de confianza.
Pudiera vivificar. La ley nunca tuvo el propósito de
impartir justificación y proporcionar vida eterna (ver com. vers. 19). Los
hombres pueden tener acceso a la justificación, a la vida más abundante en este
mundo y a la vida eterna en el venidero, sólo por medio de Cristo (Luc. 18:30).
Fuera verdaderamente. Si hubiese sido posible alcanzar
la justificación por las "obras de la ley" (ver com. cap. 2:16), la
promesa del pacto habría resultado superflua. Para el corazón carnal es mucho
más atrayente un programa de justificación por las obras que él plan divino de
justificación por la fe. Al "ego" humano siempre le halaga más hacer
algo para ganar la justificación que, sencillamente, aceptarla por fe como una
dádiva. Aceptar la justificación como una dádiva es un reconocimiento de que no
hay nada que uno pueda hacer para alcanzarla con méritos personales. El orgullo
carnal se siente herido si es objeto de caridad material o espiritual.
22. La Escritura. El pensamiento evidentemente
deriva de Sal. 14:1-3.
Todo bajo pecado. Tanto a los judíos que confiaban
en las obras de la ley para salvarse como a los gentiles (Gál. 2:15,17; ver
com. Rom. 3:9,22).
La promesa que es por la fe. Osea, la promesa del pacto de
salvación por la fe (ver com. vers. 6-9, 14).
A los creyentes. En otras palabras, no a los que
cumplían los requisitos de la ley ritual para alcanzar la salvación.
23. Antes que viniese la fe. Es decir, antes de que se
revelara claramente el misterio de cómo Dios podría salvar a los hombres solo
por la fe en la encarnación, la vida perfecta, la muerte vicaria y la
resurrección gloriosa de nuestro Señor. (1 Tim. 3:16; ver com. Juan 1:17; Gál.
3:14,19; cf. com. Luc. 16:16). Nótese el énfasis que se pone en el tiempo de la
"venida de la fe" en Gál. 3:23,25.
Confinados. Literalmente "custodiados", como para
impedir una evasión.
Bajo la ley. Es decir, bajo el sistema legal (ver com. cap.
2:16). "Bajo la ley" significa estar bajo su jurisdicción, o poder,
no "bajo" su condenación (ver com. Rom. 6:14).
Aquella fe. Ver com. de "antes que viniese la fe".
Que iba a ser revelada. La fe de los tiempos del AT fue
recompensada cuando Cristo vino por primera vez (ver Rom. 16:25-26; Heb.
1:1-2). Antes de su encarnación, la promesa de la venida del Redentor exigía fe
en que Dios cumplía su promesa. Cuando Jesús vino. la fe se encontró con la
realidad.
24. La ley. Es decir, todo el sistema legal compuesto por
estatutos morales, ceremoniales y civiles (ver com. cap. 2:16).
Ayo. Gr. paidagÇgós, "tutor", o "guardián
de niños". Literalmente "conductor de niños", pero no
"maestro" (didáskalos). El paidagÇgós era en las familias griegas un
supervisor de los niños varones y su acompañante mientras fueran menores de
edad. Los acompañaba a la escuela, los protegía de peligros, impedía que se
portaran mal, y tenía derecho a disciplinarlos. En las obras de arte griegas el
paidagÇgós, generalmente se representa con un palo en la mano. Si tenía
suficiente instrucción, también podía ayudarlos en la preparación de sus
lecciones.
La función del paidagÇgós es una
ilustración adecuada (ver com. vers. 19). "La ley" sirvió como el
guardián, supervisor o custodio del pueblo escogido en los días del AT, y a
semejanza del paidagÇgós, tuvo a su cargo su preparación moral.
A Cristo. Es decir, hasta que viniera Cristo, como lo indica
el contexto (vers. 19, 23). Según el vers. 19, "la ley. . . fue añadida,
[al pacto]. . . hasta que viniese la simiente [Cristo; ver com. vers, 16]"
(ver el comentario respectivo). O para decirlo en forma más enfática, Israel
fue "confinado bajo la ley" (vers. 23) hasta que las condiciones de
Dios para la salvación por la fe fueran "reveladas" con la venida de
Cristo.
Pablo se está refiriendo muy
particularmente al sistema ceremonial que representa a Cristo (ver com. cap.
2:16; 3:19); pero también es cierto que la ley moral -los Diez Mandamientos-
fue dada por Dios para conducir a los hombres a Cristo, pues les revela sus pecados
y por lo tanto su necesidad de ser limpiados de ellos.
25. Venida la fe. O sea la salvación únicamente
mediante la fe en Cristo.
Ya no estamos. Nótese el énfasis que se hace en el tiempo en los
vers. 23,25: "antes. . . iba a ser", "venida la fe. . . ya no
estamos".
Bajo ayo. Es decir, bajo la ley (vers. 23; cf. vers. 24). Algunos
han interpretado que esta frase significa estar "bajo la condenación de la
ley". Es cierto que estas palabras podrían explicarse así; pero tal
explicación no concuerda con el contexto, y por esta razón es claro que ese no
es el sentido que Pablo quiso darles. El oficio de un "ayo" no era
condenar, sino ejercer autoridad, guardar, proteger (ver com. vers. 24). El
tema de Pablo no se refiere en nada a la condenación que viene a causa de la
impiedad, sino a la posibilidad de alcanzar la justificación cumpliendo la ley
(vers. 1-3, 7,11,14,21; etc.; ver com. Rom. 6:14).
Debemos recordar que Pablo está
usando un lenguaje metafórico, y que, por lo tanto, no debe hacerse demasiado
énfasis en cada una de sus palabras y en cada detalle. Hay un punto esencial
que quiere destacar, y es el significado especial del acontecimiento importante
que ocurrió "cuatrocientos treinta años después" (vers. 17) de
Abrahán: el anuncio solemne que hizo Dios a Israel de la ley moral divina y la
entrega, por medio de Moisés, de estatutos civiles y un código para dirigir sus
ceremonias religiosas. Los santos hombres de Dios tuvieron, antes del Sinaí, la
ley moral escrita en su corazón en cierta medida, y por lo menos conocían los
rudimentos del sistema ceremonial.
Cuando Dios llamó a Israel para
que saliera de la esclavitud egipcia, dio una realidad objetiva a todas esas
leyes para que los israelitas pudieran ver la enorme gravedad del pecado, tal
como lo revela el Decálogo, y además les mostró el medio por el cual se
proponía salvarlos del pecado, tal como lo demuestra el sistema ceremonial ver
com. vers.19. Las mismas leyes tan características del sistema judío,
proclamaban continuamente la condición perdida del hombre y el plan divino para
su perdón.
Esas mismas leyes, puede decirse,
encerraban a los hombres, los confinaban (vers. 23) o guardaban bajo custodia
hasta el día de su liberación espiritual.
Pablo describe figuradamente a los hijos de Dios que vivieron antes del
advenimiento de Cristo como que hubieran estado "bajo tutores y curadores
hasta el tiempo señalado por el padre" (cap. 4:2). "Pero cuando vino
el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer y nacido bajo
la ley, para que redimiese a los que estaban bajo la ley, a Fin de que
recibiesen la adopción de hijos" (vers. 4-5).
¿Y qué sucedió en realidad a los
hijos de Dios -en lo que se refiere a la ley, que fue, nuestro ayo"-
cuando vino Cristo? Las leyes ceremoniales cesaron porque Dios les había
señalado un límite, pues el sacrificio de Cristo ocupó el lugar de los
sacrificios de animales y por lo tanto terminaron las leyes que reglamentaban
dichos sacrificios. En cuanto a las leyes civiles, también perdieron su
significado por la sencilla razón de que Israel terminó como nación o Estado, y
su lugar lo ocupó el Israel espiritual.
En lo que respecta a la ley
moral, el Decálogo, ya no se destaca más sobre dos tablas de piedra, como algo
separado del hombre, sino que los que "justificados por la fe" (vers.
24) en Cristo se convierten en nuevas criaturas en él (2 Cor. 5:17), y tienen
la ley de Dios escrita en su mente y corazón (Heb. 8:10); de esa manera
"la justicia" (o "requerimientos") de la "ley"
son "cumplidos" en ellos (Rom. 8:4).
Por esta razón Pablo utiliza una
figura muy adecuada cuando declara que ya no estamos "bajo ayo". Es
difícil entender cómo alguien alguna vez pudo llegar a la conclusión de que
Pablo esta anunciando aquí la abolición del Decálogo, la gran ley moral de
Dios. Mientras perduren los corazones nuevos y las mentes nuevas de los Hijos
de Dios, la ley divina estará grabada en ellos con caracteres vivientes.
26. Pues todos sois. Es decir, judíos y gentiles (cf.
vers. 28).
HiJos de Dios. Por haber "nacido de nuevo" como miembros
de la familia de Dios en el cielo y en la tierra (ver com. Mat. 5:9; Juan
1:12-13; 3:3,5; Rom. 8:15-16; 9:8,26; Efe. 3:15; 1 Juan 3:1-2).
Por la fe. Ver com. Rom. 1:5,17; Gál. 3:11. Los judíos y los
gentiles serán salvos por la fe, y no por las "obras de la ley" (ver
com. cap. 2:16).
27. Bautizados en Cristo. Ver com. Mat. 3:6; Rom. 6:3-4.
De Cristo estáis revestidos. Ver com. Rom. 13:14; cf. com. Mat. 22:11. "Revestirse" de Cristo significa adoptar, sus
principios, imitar su ejemplo, aceptar su dirección, llegar a ser como él (ver
com. 2 Cor. 5:17). Los escritores griegos hablan de revestirse de Platón,
Sócrates, etc., como el significado de aceptarlos como maestros y seguir sus
enseñanzas. Ver com. Gál. 5:22-23. "Revestirse de Cristo" equivale a
despojarse del yo y de la antigua naturaleza.
28. No hay judío ni griego. Es decir, ni judío ni gentil (ver com. Rom. 1:16).
El cristianismo subordina la raza y la nacionalidad al
principio de la hermandad de todos los hombres (Hech. 17:26); pero Pablo habla
aquí de la condición ante Dios del judío y del que no lo es (ver com. Hech. 10:34;
cf. com. Mat. 20:15).
En el reino de Cristo todos están
cubiertos con la misma vestidura de la justicia de Cristo, que reciben por la
fe en él. Pero para los cristianos judaizantes de los días de Pablo tal idea
era una grave herejía. Afirmaban que la única forma para entrar en la iglesia
cristiana era por medio del judaísmo, que un gentil primero debía ser
circuncidado -en otras palabras, hacer se judío- antes de ser aceptado en la
comunión cristiana.
Esclavo ni libre. Delante de Dios no hay diferencia
entre un esclavo y uno que es libre. El esclavo puede salvarse como el libre. Ambos,
si lo desean, serán salvos por la fe en Jesús. El verdadero cristianismo es el
único que elimina las distinciones basadas en raza, nacionalidad y condición
social. Pero Pablo no se está refiriendo al tema de la esclavitud.
Varón ni mujer. En la antigüedad las mujeres solían
ser consideradas poco más o menos como objetos y, por lo tanto, muy inferiores
a los hombres. Los filósofos paganos a veces debatían en cuanto a si una mujer
tenía alma. Un padre o esposo tenía tal autoridad sobre las mujeres de su casa
en algunas sociedades paganas, que podía, incluso, ordenar su ejecución. La
elevación de la mujer a la igualdad con el hombre es el resultado directo de
las enseñanzas y las prácticas cristianas. Pero Pablo piensa aquí en la
condición de la mujer ante Dios, como pecadora que necesita salvación.
Uno en Cristo. A medida que se ponen en práctica los preceptos
divinos de amor a Dios y a nuestros prójimos, los corazones de los seres
humanos se unen en un vínculo íntimo de comunión mutua, de acuerdo con su Padre
celestial (ver com. Mat. 22:36-40).
29. Linaje de Abraham. Cristo, como hijo de Abrahán, se
convirtió en un sentido especial en heredero de las promesas del pacto (ver
com. vers. 16). Por el bautismo llegamos a ser parientes de Cristo, y mediante
él adquirimos el derecho de participar de las promesas hechas a Abrahán (vers.
7-9). Acerca de la importancia que atribuían los judíos a ser descendientes de
Abrahán, ver com. Mat. 3:9; Rom. 9:4.
Herederos. Los cristianos, como hijos espirituales de Abrahán,
se convierten en "coherederos con Cristo" (Rom. 8:17). Cristo, como
Hijo de Dios, es también heredero de la gloria y de la honra del cielo; y a los
que creen en él les corresponde ser herederos de un puesto de honor en el
universo, del cual nunca hubieran podido disfrutar los seres creados si el
Verbo no se hubiese hecho carne (Juan 1:1,14). En la encarnación, la divinidad
y la humanidad de Cristo se unieron con vínculos que nunca se romperán (DTG 12,
16-18).
Todos los que imiten el sublime
ejemplo de fe de Abrahán entrarán, como herederos con este patriarca de las
promesas del pacto, en "la ciudad que tiene fundamentos", la cual
Abrahán siempre anticipó por fe (Heb. 11:10; ver com. Gál. 3:9,14).
La promesa. Es decir, la "promesa" de Dios a Abrahán
de justificar tanto a los judíos como a los gentiles por medio de la fe y sin
las "obras de la ley" (ver com. vers. 8,14,16). 6CBA
COMENTARIOS DE
EGW
1-5. HAp
308. LAS ENSEÑANZAS DE PABLO habían
estado en 308 armonía con las Escrituras, y el Espíritu había
dado testimonio acerca de sus labores; por lo tanto exhortó a sus hermanos a
que no escucharan a quien contradijera la verdad que él les había enseñado.
EL
APÓSTOL Pidió A Los Creyentes Gálatas que
consideraran cuidadosamente el comienzo de su vida cristiana."
¡OH
GÁLATAS INSENSATOS! EXCLAMÓ, ¿quién os fascinó, para no obedecer a la
verdad, ante cuyos ojos Jesucristo fue ya descrito como crucificado entre
vosotros? Esto sólo quiero saber de vosotros: ¿Recibisteis el Espíritu por las
obras de la ley, o por el oír de la fe? ¿Tan necios sois? ¿habiendo comenzado
por el Espíritu, ahora os perfeccionáis por la carne? ¿Tantas cosas habéis
padecido en vano? si empero en vano. Aquel, pues, que os daba el Espíritu, y
obraba maravillas entre vosotros ¿hacíalo por las obras de la ley, o por el oír
de la fe?"
ASÍ
PABLO EMPLAZÓ A LOS CREYENTES DE GALACIA ante
el tribunal de su propia conciencia, y trató de detenerlos en su conducta. Confiando
en el poder de Dios para salvar, y rehusando reconocer las doctrinas de los
maestros apóstatas, el apóstol se esforzó por inducir a los conversos a ver que
habían sido groseramente engañados, pero que retornando a su fe anterior en el
Evangelio, podrían sin embargo frustrar el propósito de Satanás. Tomó partido
firmemente del lado de la verdad y la justicia; y su suprema fe y confianza en
el mensaje que predicaba ayudaron a muchos cuya fe había fallado, a recuperar
su lealtad al Salvador.
¡Cuán Diferente Del Modo En Que Pablo Escribió A
La Iglesia De Corinto, Fue El Proceder Que Siguió Hacia Los Gálatas!
A
LA PRIMERA la reprendió con cuidado y ternura; a los
últimos, con palabras de despiadado reproche.
LOS
CORINTIOS habían sido vencidos por la tentación.
Engañados por los ingeniosos sofismas de maestros que presentaban errores bajo
el disfraz de la verdad, se habían confundido y desorientado. El enseñarles a
distinguir lo falso de lo verdadero requería cautela y paciencia. La severidad
o la prisa imprudente de parte de Pablo hubiera 309 destruido
su influencia sobre muchos de aquellos a quienes anhelaba ayudar…
7. DTG 510.
El Señor dice: "Si el
impío restituyere la prenda, devolviere lo que hubiere robado, caminare en las
ordenanzas de la vida, no haciendo iniquidad...no se le recordará ninguno de
sus pecados que había cometido: . . . vivirá ciertamente."*(Ezequiel
33:15,16).
Si hemos perjudicado a otros en cualquier transacción comercial injusta, si nos hemos extralimitado en el comercio o defraudado a algún
hombre, aun dentro del marco de la ley, 510 deberíamos confesar nuestro agravio
y hacer restitución en la medida de lo posible. Es justo que devolvamos, no
solamente lo que hemos tomado, sino todo lo que se habría ganado con ello si se
lo hubiese usado correcta y sabiamente durante el tiempo que haya estado en
nuestro poder.
EL SALVADOR DIJO A ZAQUEO: "Hoy ha venido la salvación a esta
casa." No solamente
Zaqueo fue bendecido, sino toda su familia con él. Cristo fue a su casa para
darle lecciones de verdad e instruir a su familia en las cosas del reino. Ellos
habían sido expulsados de la sinagoga por el desprecio de los rabinos y
adoradores; pero ahora su casa era la más favorecida de toda Jericó; acogían
bajo su propio techo al divino Maestro y oían por sí mismos las palabras de
vida.
Cuando Cristo es recibido como Salvador
personal, la salvación viene al alma.
ZAQUEO no había recibido a Jesús
meramente como a un forastero, sino como al que moraba en el templo del alma.
Los escribas y fariseos, que le acusaban de ser pecador, murmuraron contra
Cristo porque se hizo su huésped, pero el Señor le reconoció como hijo de
Abrahán. Porque "los que son de fe, los tales son hijos de
Abraham." *(Gálatas 3:7). 511
8. DTG 163.
LOS
SAMARITANOS VINIERON Y OYERON A JESÚS Y CREYERON EN ÉL. Rodeándole
al lado del pozo, le acosaron a preguntas, y ávidamente recibieron sus
explicaciones de las muchas cosas que antes les habían sido obscuras. Mientras
escuchaban, su perplejidad empezó a disiparse. Eran como gente que hallándose
en grandes tinieblas, siguen un repentino rayo de luz hasta encontrar el día.
Pero no les bastaba esta corta conferencia. Ansiaban oír más, y que sus amigos
también oyesen a este maravilloso Maestro. Le invitaron a su ciudad, y le
rogaron que quedase con ellos. Permaneció, pues, dos días en Samaria, y muchos
más creyeron en él.
LOS FARISEOS DESPRECIABAN LA
SENCILLEZ DE JESÚS. Desconocían sus milagros, y pedían una señal de que
era el Hijo de Dios. Pero los samaritanos no pidieron señal, y Jesús no hizo
milagros entre ellos, fuera del que consistió en revelar los secretos de su vida
a la mujer que estaba al lado del pozo. Sin embargo, muchos le recibieron. En
su nuevo gozo, decían a la mujer: "Ya no creemos por tu dicho; porque
nosotros mismos hemos oído, y sabemos que verdaderamente éste es el Salvador
del mundo, el Cristo."
LOS SAMARITANOS CREÍAN QUE EL
MESÍAS HABÍA DE VENIR COMO REDENTOR, no sólo de los judíos,
sino del mundo. El Espíritu Santo, por medio de Moisés, lo había anunciado como
profeta enviado de Dios. Por medio de Jacob, se había declarado que todas las
gentes se congregarían alrededor suyo; y por medio de Abraham, que todas las
naciones de la tierra serían benditas en él. En estos pasajes basaba su fe en
el Mesías la gente de Samaria.
13. DTG
690. "Y COMO vinieron al lugar que se llama de la Calavera, le
crucificaron allí." "Para santificar al
pueblo por su propia sangre," Cristo "padeció fuera de la
puerta." (Hebreos 13:12).
POR LA TRANSGRESIÓN DE LA LEY DE DIOS, Adán y Eva fueron
desterrados del Edén. Cristo, nuestro substituto, iba a sufrir fuera de los
límites de Jerusalén. Murió fuera de la puerta, donde eran ejecutados los
criminales y homicidas. Rebosan de significado las palabras: "Cristo
nos redimió de la maldición de la ley, hecho por nosotros maldición."
(Gálatas 3:13).
PP 48. LA CAÍDA del hombre llenó todo el cielo de tristeza. El mundo que Dios había hecho quedaba mancillado por la maldición del pecado, y habitado por seres condenados a la miseria y a la muerte.
Parecía no existir escapatoria para aquellos que habían
quebrantado la ley. Los ángeles suspendieron sus himnos de
alabanza. Por todos los ámbitos de los
atrios celestiales, había lamentos por la ruina que el pecado había causado.
El Hijo de Dios, el glorioso Soberano del cielo, se conmovió de compasión por la raza caída. Una infinita misericordia conmovió su corazón al evocar las desgracias de un mundo perdido. Pero el amor divino había concebido un plan mediante el cual el hombre podría ser redimido.
La
quebrantada ley de Dios exigía la vida del pecador. En todo el universo sólo existía uno que podía
satisfacer sus exigencias en lugar del hombre. Puesto que la ley divina es tan
sagrada como el mismo Dios, sólo uno igual a Dios podría expiar su
transgresión. Ninguno sino Cristo podía salvar al hombre de la maldición de la
ley, y colocarlo otra vez en armonía con el Cielo. Cristo cargaría con la culpa
y la vergüenza del pecado, que era algo tan abominable a los ojos de Dios que
iba a separar al Padre y su Hijo. Cristo descendería a la profundidad de la
desgracia para rescatar la raza caída.
Cristo intercedió ante el Padre
en favor del pecador, mientras la hueste celestial esperaba los resultados con
tan intenso interés que la palabra no puede expresarlo. Mucho tiempo duró
aquella misteriosa conversación, el "consejo de paz" (Zac. 6:13.) en
favor del hombre caído. El plan de la salvación había sido concebido antes de
la creación del 49 mundo; pues Cristo es "el Cordero, el cual fue muerto
desde el principio del mundo." (Apoc. 13:8.) Sin embargo, fue una lucha,
aun para el mismo Rey del universo, entregar a su Hijo a la muerte por la raza
culpable. Pero, "de tal manera amó
Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él
cree, no se pierda, mas tenga vida eterna." (Juan 3:16.) ¡Oh, el misterio
de la redención! ¡El amor de Dios hacia un mundo que no le amaba! ¿Quién puede
comprender la profundidad de ese amor "que excede a todo
conocimiento"? Al través de los siglos sin fin, las mentes inmortales,
tratando de entender el misterio de ese incomprensible amor, se maravillarán y
adorarán a Dios.
Dios se iba a manifestar en
Cristo, "reconciliando el mundo a sí." (2 Cor. 5:19.) El hombre se
había envilecido tanto por el pecado que le era imposible por si mismo ponerse
en armonía con Aquel cuya naturaleza es bondad y pureza.
Pero después de haber redimido al mundo de la
condenación de la ley, Cristo podría impartir poder divino al esfuerzo
humano. Así, mediante el arrepentimiento
ante Dios y la fe en Cristo, los caídos hijos de Adán podrían convertirse
nuevamente en "hijos de Dios." (1 Juan 3: 2.). PP
16. HAp 181. A ABRAHÁN SE LE DIO LA PROMESA que de su
descendencia vendría el Salvador del mundo: "En tu simiente serán benditas
todas las gentes de la tierra." (Gén. 22:18.) "No dice: Y a las
simientes, como de muchos; sino como de uno: Y a tu simiente, la cual es
Cristo." (Gál. 3:16).
MOISÉS, cerca del fin de su
trabajo como jefe y maestro de Israel, profetizó claramente del Mesías
venidero. "Profeta de en medio de ti declaró a las huestes reunidas de
Israel, de tus hermanos, como yo, te levantará Jehová tu Dios: a él
oiréis." Y Moisés aseguró a los israelitas que Dios mismo le había
revelado esto en el monte de Horeb, diciendo: "Profeta les suscitaré de en
medio de sus hermanos, como tú; y pondré mis palabras en su boca, y él les
hablará todo lo que yo le mandare.' (Deut. 18:15,18).
EL MESÍAS había de ser
del linaje real; porque en la profecía pronunciada por Jacob el Señor dijo:
"No será quitado el cetro de Judá, y el legislador de entre sus pies,
hasta que venga Shiloh; y a él se congregarán los pueblos." (Gén. 49:10).
ISAÍAS PROFETIZÓ: "Y
saldrá una vara del tronco de Isaí, y un vástago retoñará de sus raíces."
"Inclinad vuestros oídos, y venid a mí; oíd, y vivirá vuestra alma; y haré
con vosotros pacto eterno, las misericordias firmes de David. He aquí, que yo
lo di por testigo a los pueblos, por jefe y por maestro a las naciones. He
aquí, llamarás a gente que no conociste, y gentes que no te conocieron correrán
a ti; por causa de Jehová tu Dios, y del Santo de Israel que te ha
honrado." (Isa. 11:1; 55:3-5).
JEREMÍAS también testificó
del Redentor venidero como de un príncipe de la casa de David: "He aquí
que vienen los días, dice Jehová, y despertaré a David renuevo justo, y reinará
Rey, el cual será dichoso, y hará juicio y justicia en la tierra. En sus días
será salvo Judá, e Israel habitará confiado: y éste será su nombre que le
llamarán: Jehová, justicia nuestra." Y nuevamente: "Porque así ha
dicho Jehová: No faltará a David varón que se siente sobre el trono de la casa
de Israel; y de los sacerdotes y levitas no faltará varón de mi presencia que
ofrezca 182 holocausto, y encienda
presente, y que haga sacrificio todos los días." (Jer. 23:5,6; 33:17,18).
26. HAp 169. TODO VERDADERO MINISTRO siente una pesada responsabilidad 169 por el progreso espiritual de los creyentes confiados a su cuidado, un anhelante deseo de que sean colaboradores de Dios.
Comprende que del fiel cumplimiento del
trabajo que Dios le da depende en gran medida el bienestar de la iglesia.
Trata Ardiente E
Incansablemente De Inspirar En Los Creyentes El Deseo De Ganar Almas Para
Cristo, recordando que todo el que se añade a la iglesia debería ser un agente
más para el cumplimiento del plan de la redención.
Habiendo visitado las
iglesias de Pisidia y de la región vecina, Pablo y Silas, con Timoteo,
penetraron en "Frigia y la provincia de Galacia," donde proclamaron
con gran poder las buenas nuevas de la salvación. Los gálatas eran idólatras,
pero cuando los apóstoles les predicaron se gozaron en el mensaje que les
prometía libertad de la servidumbre del pecado.
PABLO Y SUS
COLABORADORES proclamaron la doctrina de la justicia por la fe en el sacrificio
expiatorio de Cristo.
PRESENTABAN A
CRISTO como Aquel que, al ver la impotente condición de la especie caída, vino
a redimir a los hombres y mujeres viviendo una vida de obediencia a la ley de
Dios y pagando la penalidad de la desobediencia. Y a la luz
de la cruz, muchos que nunca habían conocido antes al Dios verdadero empezaron
a comprender la grandeza del amor del Padre.
ASÍ SE LES ENSEÑARON
A LOS GÁLATAS las verdades fundamentales concernientes a "Dios el
Padre," y a "nuestro Señor Jesucristo, el cual se dio a sí mismo por
nuestros pecados para librarnos de este presente siglo malo, conforme a la
voluntad de Dios y Padre nuestro." "Por el oír de la fe,"
recibieron el Espíritu de Dios, y llegaron a ser "hijos de Dios por la fe
en Cristo." (Gál. 1:3,4; 3:2,26.)
Pablo vivió de tal
manera entre los gálatas que pudo decir más tarde: "Os ruego, sed como
yo." (Gál. 4:12). Sus labios habían sido tocados con un carbón encendido
del altar, y fue habilitado para sobreponerse a las debilidades corporales y
presentar a Jesús como la única esperanza del pecador. Los que lo oían sabían
que había estado con Jesús.
27. 1JT 350. Los derechos de
Dios son igualmente válidos para todos. Los que prefieren descuidar la gran
salvación que se les ofrece 350 gratuitamente; los que prefieren servirse a sí
mismos y permanecer siendo enemigos de Dios, enemigos del Redentor que se
sacrificó a sí mismo, están ganando su paga. Están sembrando para la carne y de
la carne cosecharán corrupción.
Los que se han revestido de
Cristo por el bautismo, demostrando por este acto que se separan del mundo y
que se han comprometido a andar en novedad de vida, no deben levantar
ídolos en su corazón. Los que se regocijaron una vez en la evidencia de que sus
pecados eran perdonados, que gustaron el amor del Salvador, y que luego
persisten en unirse con los enemigos de Cristo, rechazando la perfecta justicia
que Jesús les ofrece y escogiendo los caminos que él ha condenado, serán
juzgados más severamente que los paganos que nunca tuvieron la luz, y que nunca
conocieron a Dios ni su ley. Los que se niegan a seguir la luz que Dios les ha
dado, prefiriendo las diversiones, vanidades y locuras del mundo y negándose a
conformar su conducta con los santos y justos requerimientos de la ley de Dios,
son culpables de los más graves pecados a la vista de Dios. Su culpabilidad y
su paga serán proporcionales a la luz y a los privilegios que tuvieron.
Vemos al mundo absorto en sus
propias diversiones. Los primeros y principales pensamientos de la gran
mayoría, especialmente de las mujeres, se dedican a la ostentación. El amor a
la indumentaria y los placeres está destruyendo la felicidad de millares. Y algunos de los que profesan amar y guardar
los mandamientos de Dios imitan a esa clase de personas, tanto como les es
posible hacerlo sin perder el nombre de cristianos. Algunos de los jóvenes tienen tanta afición a
la ostentación, que hasta están dispuestos a renunciar al nombre de cristianos
para seguir su inclinación a la vanidad y la indumentaria, y el amor a los
placeres.
2JT 394. Háganse sentir a los candidatos para el bautismo los requerimientos del
Evangelio. Uno de los puntos acerca de los cuales los recién convertidos a la fe
necesitarán instrucción, es el asunto de la indumentaria. Óbrese fielmente con
los nuevos conversos. ¿Son vanidosos en el atavío? ¿Albergan orgullo en su
corazón? La idolatría del atavío es una enfermedad moral. No debe ser
introducida en la nueva vida. En la mayoría de los casos, la sumisión a los
requerimientos del Evangelio exigirá un cambio decidido en la manera de vestir.
No debe haber negligencia al
respecto. Por amor a Cristo, cuyos testigos somos, debemos tratar de sacar el
mejor partido de nuestra apariencia. En el servicio del tabernáculo, Dios 394
explicó todo detalle concerniente a las vestiduras de los que ministraban
delante de él. Esto nos enseña que él tiene una preferencia con respecto a la
indumentaria de los que le sirven. Fueron muy específicas las instrucciones
dadas acerca de las vestiduras de Aarón, porque eran simbólicas. Así la
indumentaria de los que siguen a Cristo, debe ser simbólica. En todas las
cosas, hemos de ser representantes de él.
Nuestra apariencia en todo respecto debe caracterizarse por el asco, la
modestia y la pureza. Pero la Palabra de
Dios no sanciona el hacer cambios en el atavío meramente por seguir la moda, a
fin de conformarse al mundo. Los cristianos no han de adornar su persona con
atavíos costosos o adornos caros.
Las palabras de la Escritura
acerca de la indumentaria deben ser consideradas cuidadosamente. Necesitamos
comprender lo que el Señor del cielo aprecia, aun en lo referente a vestir el
cuerpo. Todos los que busquen sinceramente la gracia de Cristo, escucharán las
preciosas palabras de instrucción inspiradas por Dios. Aun el modo de
ataviarnos expresará la verdad del Evangelio.
Todos los que estudian la vida de
Cristo y practican sus enseñanzas, vendrán a ser como Cristo. Su influencia
será como la de él. Revelarán sanidad de carácter. Mientras andan en la humilde
senda de la obediencia, haciendo la voluntad de Dios, ejercen una influencia que
se hace sentir en favor del progreso de la causa de Dios y la sana pureza de su
obra. En estas almas cabalmente
convertidas, el mundo debe ver un testimonio del poder santificador de la
verdad sobre el carácter humano.
El conocimiento de Dios y de
Jesucristo, expresado en el carácter, los exalta sobre todo lo que se estima en
la tierra o en el cielo. Es la educación más elevada que haya. Es la llave que
abre los portales de la ciudad celestial. Es propósito de Dios que todos los
que se visten de Cristo por el bautismo posean este conocimiento. Y los siervos
de Dios tienen el deber de presentar a estas almas el privilegio de su alta
vocación en Cristo Jesús. 395
Cuandoquiera que sea posible,
adminístrese el bautismo en un lago claro o un arroyo de agua corriente. Y
désele a la ocasión toda la importancia y solemnidad que se le pueda impartir.
Los ángeles de Dios están siempre presentes en un servicio tal.
28. DTG
370. LAS BENDICIONES DE LA SALVACIÓN SON PARA CADA ALMA. Nada, a no ser
su propia elección, puede impedir a algún hombre que llegue a tener parte en la
promesa hecha en Cristo por el Evangelio. 370 Las castas son algo aborrecible
para Dios. El desconoce cuanto tenga ese carácter. A su vista las almas de
todos los hombres tienen igual valor. "De una sangre ha hecho todo
el linaje de los hombres, para que habitasen sobre toda la faz de la tierra; y
les ha prefijado el orden de los tiempos, y los términos de la habitación de
ellos; para que buscasen a Dios, si en alguna manera, palpando, le hallen;
aunque cierto no está lejos de cada uno de nosotros."
Sin distinción de edad, jerarquía, nacionalidad o privilegio religioso,
todos están invitados a venir a él y vivir. "Todo aquel que en él creyere,
no será avergonzado. Porque no hay diferencia." "No hay judío, ni
griego; no hay siervo, ni libre." "El rico y el pobre se encontraron:
a todos ellos hizo Jehová." "El mismo que es Señor de todos, rico es
para con todos los que le invocan: porque todo aquel que invocare el nombre del
Señor, será salvo." (Hechos 17:26,27; Gálatas 3:28; Proverbios 22:2;
Romanos 10:11-13). 371
29. PP 167. La herencia que
Dios prometió a su pueblo no está en este mundo. Abrahán no tuvo posesión en la
tierra, "ni aun para asentar un pie." (Hech. 7:5.) Poseía grandes
riquezas y las empleaba en honor de Dios y para el bien de sus prójimos; pero
no consideraba este mundo como su hogar. El Señor le había ordenado que
abandonara a sus compatriotas idólatras, con la promesa de darle la tierra de
Canaán como posesión eterna; y sin embargo, ni él, ni su hijo, ni su nieto la
recibieron. Cuando Abrahán deseó un lugar donde sepultar sus muertos, tuvo que
comprarlo a los cananeos. Su única
posesión en la tierra prometida fue aquella tumba cavada en la peña en la cueva
de Macpela.
Pero Dios no faltó a su palabra;
ni tuvo ésta su cumplimiento final en la ocupación de la tierra de Canaán por
el pueblo judío. "A Abraham fueron
hechas las promesas, y a su simiente." (Gál. 3:16.) Abrahán mismo debía participar
de 167 la herencia. Puede parecer que el cumplimiento de la promesa de Dios
tarda mucho; pues "un día delante del Señor es como mil años y mil años
como un día;" puede parecer que se demora, pero al tiempo determinado
"sin duda vendrá; no tardará." (2 Ped. 3:8; Hab. 2:3.)
La dádiva prometida a Abrahán y a
su simiente incluía no sólo la tierra de Canaán, sino toda la tierra. Así dice
el apóstol: "No por la ley fue dada la promesa a Abraham o a su simiente,
que sería heredero del mundo, sino por la justicia de la fe." (Rom. 4:13.)
Y la Sagrada Escritura enseña expresamente que las promesas hechas a Abrahán
han de ser cumplidas mediante Cristo. Todos los que pertenecen a Cristo,
"ciertamente la simiente de Abrahán" son, "y conforme a la
promesa los herederos," herederos de la "herencia incorruptible, y
que no puede contaminarse, ni marchitarse," herederos de la tierra libre
de la maldición del pecado. Porque "el reino, y el señorío, y la majestad
de los reinos debajo de todo el cielo," será "dado al pueblo de los
santos del Altísimo;" y "los mansos heredarán la tierra, y se
recrearán con abundancia de paz." (Gál. 3:29; 1 Ped. 1.4; Dan. 7:27; Sal.
37:11.)
Dios dio a Abrahán una vislumbre
de esta herencia inmortal, y con esta esperanza, él se conformó. "Por fe
habitó en la tierra prometida como en tierra ajena, morando en cabañas con
Isaac y Jacob, herederos juntamente de la misma promesa: porque esperaba ciudad
con fundamentos, el artífice y hacedor de la cual es Dios." (Heb.
11:9,10.)
De la descendencia de Abrahán
dice la Escritura: "Conforme a la fe murieron todos éstos sin haber
recibido las promesas, sino mirándolas de lejos, y creyéndolas, y saludándolas,
y confesando que eran peregrinos y advenedizos sobre la tierra." Tenemos
que vivir aquí como "peregrinos y advenedizos," si deseamos la patria
"mejor, es a saber, la celestial." Los que son hijos de Abrahán
desearán la ciudad que él buscaba, "el artífice y hacedor de la cual es
Dios." (Vers. 13,16.) 168
Ministerio Hno. Pio
No hay comentarios:
Publicar un comentario