GÁLATAS 2. DEFENSA DE LA AUTORIDAD APOSTÓLICA DE PABLO: Vers. (1-2) Pablo se refiere a un viaje que realizó a Jerusalén; (3-10) que Tito no fue circuncidado; (11-14) que se opuso a Pedro y la razón que tuvo para hacerlo;
LA FE CONTRA EL LEGALISMO COMO MEDIO DE SALVACIÓN: Vers. (15-19) que él y otros, aunque eran judíos, creían en Cristo para ser justificados por la fe y no por las obras, y que (20-21) los justificados no viven en pecado.
1 Después, pasados catorce años, subí otra vez a Jerusalén con Bernabé, llevando también conmigo a Tito. 2 Pero subí según una revelación, y para no correr o haber corrido en vano, expuse en privado a los que tenían cierta reputación el evangelio que predico entre los gentiles.
3 Mas ni aun Tito, que estaba
conmigo, con todo y ser griego, fue obligado a circuncidarse; 4 y esto a pesar
de los falsos hermanos introducidos a escondidas, que entraban para espiar
nuestra libertad que tenemos en Cristo Jesús, para reducirnos a esclavitud, 5 a
los cuales ni por un momento accedimos a someternos, para que la verdad del
evangelio permaneciese con vosotros.
6 Pero de los que tenían
reputación de ser algo (lo que hayan sido en otro tiempo nada me importa; Dios
no hace acepción de personas), a mí, pues, los de reputación nada nuevo me
comunicaron. 7 Antes por el contrario, como vieron que me había sido
encomendado el evangelio de la incircuncisión, como a Pedro el de la
circuncisión.
8 (pues el que actuó en Pedro para el apostolado de la circuncisión, actuó también en mí para con los gentiles), 9 y reconociendo la gracia que me había sido dada, Jacobo, Cefas y Juan, que eran considerados como columnas, nos dieron a mí y a Bernabé la diestra en señal de compañerismo, para que nosotros fuésemos a los gentiles, y ellos a la circuncisión. 10 Solamente nos pidieron que nos acordásemos de los pobres; lo cual también procuré con diligencia hacer.
11 Pero cuando Pedro vino a Antioquía, le resistí cara a cara, porque era de condenar. 12 Pues antes que viniesen algunos de parte de Jacobo, comía con los gentiles; pero después que vinieron, se retraía y se apartaba, porque tenía miedo de los de la circuncisión. 13 Y en su simulación participaban también los otros judíos, de tal manera que aun Bernabé fue también arrastrado por la hipocresía de ellos. 14 Pero cuando vi que no andaban rectamente conforme a la verdad del evangelio, dije a Pedro delante de todos: Si tú, siendo judío, vives como los gentiles y no como judío, ¿por qué obligas a los gentiles a judaizar?
15 Nosotros, judíos de nacimiento, y no pecadores de entre los gentiles, 16 sabiendo que el hombre no es justificado por las obras de la ley sino por la fe de Jesucristo, nosotros también hemos creído en Jesucristo, para ser justificados por la fe de Cristo y no por las obras de la ley, por cuanto por las obras de la ley nadie será justificado. 17 Y si buscando ser justificados en Cristo, también nosotros somos hallados pecadores, ¿es por eso Cristo ministro de pecado? En ninguna manera. 18 Porque si las cosas que destruí, las mismas vuelvo a edificar, transgresor me hago. 19 Porque yo por la ley soy muerto para la ley, a fin de vivir para Dios.
20 Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí. 21 No desecho la gracia de Dios; pues si por la ley fuese la justicia, entonces por demás murió Cristo. (Gálatas 2).
1. Después, pasados catorce años. Pablo continúa
su tema sin interrupción. No es claro si este período de 14 años comenzó con su
conversión o con su visita a Jerusalén tres años después. Para estudiar este
problema, ver p. 103 y la Nota Adicional de Hech. 15. El propósito de mencionar
estos 14 años es destacar cuánto tiempo pasó antes de que Pablo se relacionara
ampliamente con los discípulos de Cristo después de su conversión. No había
aprendido de ellos el Evangelio que había estado predicando durante unos 14 (ó 17)
años.
Otra vez en Jerusalén. Si los períodos de 3 y 14 años
son sucesivos, transcurrieron 17 años desde la conversión de Pablo hasta el
tiempo de esta visita suya a Jerusalén, y 14 años desde su breve visita de 15
días a Pedro (cap. 1:18). Como ya se ha hecho notar (vers. 18-19), Pablo había
tenido poca oportunidad de aprender algo de los apóstoles durante su primera
visita.
Pablo aclara (cap. 2:1-10) que
del mensaje que había estado predicando nada había recibido de los apóstoles
(ver com. vers. 6-7). En cuanto a la relación de esta visita de Gál. 2:1-10 con
la que se registra en Hech. 11:25-30, ver las pp. 315-317. Este Comentario
prefiere identificar la visita de Gál. 2:1-10 con la de Hech. 15.
Con Bernabé. Cuando el apóstol Pablo fue enviado por la iglesia
de Antioquía para que asistiera al concilio de Jerusalén, hubo otros que lo
acompañaron, entre los cuales estaba Bernabé (Hech. 15:2). Si se considera como
paralelos los relatos de Hech. 15 y Gál. 2, uno de los que lo acompañó fue
Tito. Lucas no menciona a Tito en relación con ninguno de los viajes de Pablo. Pablo
se refiere a Tito por primera vez en la segunda carta a los corintios, donde
evidentemente lo considera como un ayudante muy valioso (ver com. 2 Cor. 2:13).
2. Según una revelación. "Por una revelación"
(BJ). Si esta visita y la de Hech. 15 son la misma, la declaración de Pablo de
que Dios lo dirigió para que visitara a Jerusalén parece estar en conflicto con
la de Lucas, el cual dice que Pablo y Bernabé fueron enviados a Jerusalén por
la iglesia de Antioquía.
Es evidente que Pablo y la
iglesia de Antioquía fueron dirigidos por Dios para que se hiciera esa visita a
Jerusalén, a la cual se refiere el apóstol. De igual manera el Espíritu Santo y
la iglesia estuvieron unidos al enviar a Pablo y a Bernabé en su primer viaje
misionero (Hech. 13:2-3). Compárese Núm. 13:1-2 con Deut. 1:22. Con frecuencia
Pablo recibía iluminación divina; en varias oportunidades fue dirigido,
advertido o animado por Dios (Hech. 16:9; 20:23; 23:11; 27:22-26).
Para no correr. Pablo no sugiere que hubiera
albergado duda alguna acerca de la veracidad de su Evangelio, sino del éxito de
su visita a Jerusalén. Temía que los hermanos de esta iglesia pudieran
desaprobar su ministerio entre los gentiles. Esta hubiera sido una importante
victoria para los judaizantes opositores y un serio obstáculo en sus planes de
evangelizar a los gentiles. Si los judaizantes hubiesen podido oponerse a Pablo
con cartas oficiales procedentes de los apóstoles, en las que lo condenaran a
él y a su Evangelio, hubiera quedado en la categoría de un apóstol de error.
Expuse. O "declaré", "presenté". Las
instrucciones que Pablo recibió por revelación le indicaron que fuera a
Jerusalén y presentara ante los dirigentes el Evangelio que había estado
predicando entre los gentiles. En vista de las dudas que albergaban algunos
acerca de su aptitud como apóstol y de la naturaleza de su Evangelio, ese encuentro
era sumamente apropiado. Los dirigentes de Jerusalén tenían el derecho y el
deber de conocer todo eso.
En privado. Pablo procuraba prudentemente que no se levantara
una oposición innecesaria a la misión a la que Dios lo había llamado, pero al
mismo tiempo recibió el consejo de los dirigentes reconocidos de la iglesia.
Cierta reputación. Es decir, Los dirigentes
identificados en el vers. 9 como Jacobo, Cefas (o Pedro) y Juan. Sin duda Pablo
reconocía la posición de esos apóstoles más antiguos, aunque después (vers. 6)
reduce al mínimo el valor de cualquier instrucción que pudiera haber recibido
de ellos.
3. Circuncidarse. Los vers. 3-5 constituyen un
paréntesis dentro del tema principal. El caso de Tito era una evidencia de que
los apóstoles entendían y aprobaban el Evangelio de Pablo; pero podría haber
otra razón igualmente importante en la mente de Pablo para que incluyera este
caso. Timoteo, que era gálata, medio
judío y medio gentil, había sido circuncidado al principio del ministerio de
Pablo como una concesión frente a los prejuicios judaicos (Hech. 16:1-3).
En 1 Cor 9:21-23, hay una
declaración en cuanto al principio aquí implicado. Esa concesión se hizo
necesaria para facilitar la predicación del Evangelio entre los judíos que
estaban en tierras de gentiles. En el caso de Tito, enteramente gentil por
nacimiento, la situación era diferente.
Si Pablo hubiese consentido en
circuncidar a Tito habría negado el Evangelio y dado la impresión de que
admitía que esas ceremonias externas eran esenciales para la salvación. El
propósito de Pablo al mencionar lo que sucedió con Tito era citar un caso en
que los apóstoles no exigieron que fuera circuncidado un converso gentil, Es
obvio que no habían transigido ante las demandas de los "falsos
hermanos" de Gál. 2:4-5.
Los falsos maestros que habían
estado descarriando a los gálatas, debían hacer frente a esos hechos que
significaban para ellos un argumento que les sería muy difícil de responder. El
hecho de que los dirigentes de Jerusalén no presionaron para que Tito fuera
circuncidado, es una evidencia de su posición frente a este asunto.
Este caso revela tanto la firmeza
de Pablo como la disposición de los dirigentes a poner de lado los prejuicios y
reconocer la verdad cuando les era presentada. Este espíritu hizo posible que
Dios obrara mediante la iglesia primitiva en una forma maravillosa. El espera
el mismo espíritu de amor y tolerancia en la iglesia de hoy día. Debe haber la
misma disposición para aceptar una nueva luz cuando es presentada si se espera
que la iglesia alcance nuevas cumbres de experiencia espiritual y nuevas
profundidades -un nuevo entendimiento- del plan de Dios para su iglesia.
4. Falsos hermanos. Esos fanáticos judaizantes quizá
eran los cristianos de origen farisaico de Hech. 15:5. Su propósito era influir
en los judíos creyentes contra Pablo debido a la indiferencia del apóstol ante
las prescripciones de la ley ceremonial.
Para espiar. Su aparente amistad tenía un propósito siniestro:
los celos causados por la "libertad" de los gentiles conversos.
Libertad. Es decir, libertad de las prescripciones de la ley
ritual y del legalismo como un medio de salvación (ver p. 931).
Esclavitud. Esclavitud a las exigencias de la ley ritual y al
legalismo (cap. 4:3,9, 24-25, 31; 5:1-2). Todos los que aceptan el principio
del legalismo que la salvación se puede ganar ciñéndose a un código prescrito
-es obvio que se han atado a la observancia de cada ordenanza de ese código. Se
convierten en esclavos de la ley obligados a cumplir "todas las cosas
escritas en el libro de la ley" (cap. 3:10). Si los judaizantes
triunfaban, la libertad del Evangelio hubiera sido cambiada por la esclavitud
que resulta cuando se depende de las obras.
5. A los cuales. Es decir, a los judaizantes y a
su exigencia de que Tito fuera circuncidado.
Ni por un momento accedimos. La evidencia textual favorece
este texto (cf p. 10). En algunos MSS griegos dice lo contrario: que Pablo cedió
e hizo circuncidar a Tito; pero el tenor del relato indica que no fue así. El
problema que ahora perturbaba a las iglesias de Galacia también se había
levantado en Jerusalén con respecto a Tito. Pero es evidente que los apóstoles
se negaron a apoyar la demanda de los judaizantes de que Tito fuera
circuncidado. De modo que al tratar de obligar a los gálatas a que se
circuncidaran, quienes se opusieron a la posición de los apóstoles fueron los
judaizantes, no Pablo.
La verdad. Someterse a los judaizantes en Jerusalén o en
Galacia, o en cualquier otro lugar, hubiera sido negar el máximo principio de
la justificación por la fe. No fue, en ningún sentido, una demostración de
capricho de parte de Pablo; por el contrario, fue una posición firme contra un
intento de pervertir el Evangelio sustituyendo su verdad cardinal -la
justificación por la fe- por la justificación por las obras de la ley
6. Tenían reputación de ser algo. Es decir, quizá
los mismos apóstoles, los dirigentes reconocidos de la iglesia. Esas personas
también son descritas en el vers. 2 como "los que tenían cierta
reputación".
En el vers. 6 se continúa el
pensamiento interrumpido por los vers. 3-5. Pablo no habla aquí despectivamente
de esos hombres de "reputación", como podría parecer a primera vista,
pues la forma en que ellos lo aceptaron y aprobaron su Evangelio (cap. 1:24; 2:9)
constituye una prueba importante que confirma su autoridad como apóstol (ver
vers. 9).
Lo que hayan sido. El propósito de este paréntesis
es recordar a los gálatas que la cuestión que se trata no es la excelencia de
los apóstoles, sino la validez del Evangelio de Pablo. La personalidad, y aun
un cargo elevado, son siempre menos importantes que la verdad. Los doce habían
tenido evidentemente grandes privilegios. Se habían relacionado personalmente
con Jesús durante tres años; lo habían oído predicar; habían sido testigos de
sus milagros.
Pablo no trata de disminuir la
importancia de los apóstoles, sino que se esfuerza por dejar en claro que la
posición de ellos y su cargo no podían tener ninguna relación con el problema
que se consideraba. Dios no consulta a los hombres en cuanto a lo que es
verdad, sino que los envía para que declaren la verdad. Pablo y los doce habían
sido llamados a cumplir ese importante deber.
Personas. Literalmente "rostro", es decir, la
apariencia exterior en contraste con el carácter interior (ver com. 1 Sam.
16:7). Si ese es el método de Dios para evaluar, ¿por qué, pues, deben
considerarse la posición o la categoría de más valor que el carácter? La verdad
es de suprema importancia; la posición o la categoría de los que la proclaman,
poco o nada importan.
A pesar de todo, Pablo siempre
apoyó lealmente a los que habían sido nombrados para cargos de responsabilidad
en la iglesia. Estimaba mucho a aquellos que, como él, habían sido comisionados
por Dios para predicar el Evangelio. Consideraba su propio llamamiento como un
alto honor, y creía que le daba una autoridad que estaba obligado a ejercer
cuando así lo exigieran las circunstancias (ver Rom. 11:13; 2 Cor. 13:2, cf.
Hech. 10:34).
Nada nuevo me comunicaron. El Evangelio de Pablo tenía el
mismo origen que el de los apóstoles; era un Evangelio completo. Añadirle o
quitarle algo habría sido arruinar su perfección. La fuerza del argumento de
Pablo es que a pesar de que él no había consultado con los doce ni había sido
instruido por ellos, su Evangelio era igual al de ellos.
Cuando los apóstoles estudiaron
la exigencia de los judaizantes de que se obligara a Tito y a todos los
gentiles convertidos al cristianismo a que se circuncidaran, estuvieron en
completo acuerdo con Pablo; además, no le pidieron que modificara o alterara su
posición.
7. Evangelio de la incircuncisión. No hay dos
Evangelios diferentes, uno para los circuncidados y otro para los no
circuncidados. Como Pablo lo presenta claramente en los cap. 3 y 4, tanto los
judíos como los gentiles son salvados por la fe y no por las obras de la ley
(cf. cap. 3:28). El mensaje para ambos grupos era el mismo; sólo difería la
condición anterior de aquellos a quienes fue dado.
A Pedro. Había dos clases de oyentes a quienes predicar
-judíos y gentiles-, pero un solo Evangelio; Pablo era el misionero y embajador
para una, y Pedro para la otra (vers. 7-9).
8. El que actuó en Pedro. El éxito del ministerio de Pedro
era una prueba de que Dios obraba por medio de él; pero lo mismo también sucedía
con el ministerio de Pablo. Hubiera sido una inconsecuencia aclamar a uno y
rebajar al otro. Tanto Pablo como Pedro tenían la misma fuente de autoridad y
poder. Si uno era apóstol, el otro también lo era.
9. Jacobo. No el hermano de Juan que había sido muerto antes
del primer viaje misionero de Pablo (Hech. 12:1-2), sino sin duda "Jacobo
el hermano del Señor", que ya fue presentado en Gál. 1:19). El hecho de
que se lo mencione primero implica que en ese tiempo era el principal de los
apóstoles de Jerusalén.
En el relato que presenta Lucas
del concilio de Jerusalén (Hech. 15), Jacobo ocupa el primer lugar entre los
dirigentes de la iglesia (vers. 13, 19-22). El hecho de que Jacobo, reconocido
dirigente de la iglesia, no hubiera sido uno de los doce, resta importancia a
la acusación de los judaizantes de que Pablo no podía ser considerado como un
verdadero apóstol. En unos pocos manuscritos se lee "Pedro y Jacobo",
con el claro propósito de hacer que Pedro parezca ser el primero entre los
apóstoles.
Cefas. Ver com. Mat. 16:18; Mar. 3:16.
Juan. Ver com. Mar. 3:17.
Eran considerados. Pablo pudo haber evitado a
propósito decir que estos tres eran dirigentes. El éxito o el fracaso del
Evangelio no depende de un hombre o de un grupo de hombres. Ninguna persona es
indispensable para el éxito del Evangelio.
Columnas. Es decir, dirigentes de la iglesia. Si Jacobo, que
no era de los doce, era tenido en tan alta estima que se lo consideraba como
"columna" de la iglesia junto con Pedro y Juan, ¿por qué no habría de
serlo también Pablo?
La diestra. Los principales apóstoles pactaron un convenio
amistoso y formal con Pablo, en el que reconocían su apostolado y aprobaban su
Evangelio. Dar la diestra era una costumbre familiar en otras naciones como
entre los judíos. Es evidente que ese acto significaba mucho más que reconocer
a regañadientes que Dios había llamado y bendecido a Pablo y Bernabé y aceptar
de mala gana sus puntos de vista. Con el proceder de darles "la
diestra", los apóstoles los reconocían como iguales a ellos en el
ministerio cristiano. Su Evangelio también era aceptado como puro y digno de
ser predicado.
Compañerismo. Gr. koinÇnía, "participación",
"comunión", "asociación".
A los gentiles. Los apóstoles no estaban celosos
por el éxito del cual informaron Pablo y Bernabé, sino que se regocijaron en
él. Consintieron en que Pablo continuara con su obra entre los gentiles, como
ya lo había hecho. Este es un buen ejemplo en cuanto a la posibilidad de
alcanzar una solución armoniosa para los difíciles problemas de la iglesia sin
que haya pleitos ni ásperas disputas. Si los creyentes hubieran sido tan rectos
y nobles como los dirigentes de los tiempos apostólicos, nunca se habrían
presentado muchos conflictos que deshonraron a la iglesia en siglos
posteriores.
10. Nos acordásemos de los pobres. Sin duda se
refiere a los cristianos pobres de Judea. Hay dos razones evidentes para este
pedido. La primera es, por supuesto, la necesidad; la segunda, el deseo de
evitar que hubiera desunión entre los nuevos conversos gentiles y los
cristianos de origen judío. El hecho de que Pablo fuera formalmente reconocido
por los dirigentes de la iglesia como apóstol para los gentiles, no alteraba su
actitud hacia sus compatriotas, los judíos.
Procuré con diligencia. Pablo cumplió con toda fidelidad
este pedido presentando repetidas exhortaciones a las iglesias de los gentiles
de Macedonia y Grecia para que contribuyeran con liberalidad (ver Rom.
15:25-27; 1 Cor. 16:3; 2 Cor. 8).
11. Cuando Pedro vino. Aunque la conducta de Pedro
(vers. 11-14) nos parezca extraña, después de lo que le sucedió con Cornelio
(Hech. 10:19 a 11:18) y especialmente después de la decisión del concilio de
Jerusalén (Hech. 15:7,22,29), es evidente que Pablo narra el caso en su debido
orden cronológico. Debe recordarse que la decisión del concilio de Jerusalén afectaba
únicamente a los creyentes gentiles; no había liberado a los cristianos de
origen judío de los requerimientos de la ley ritual.
Después de que los judaizantes
fueron derrotados en lo que respecta a los creyentes gentiles, naturalmente se
negaron a ver en la decisión del concilio lo que tal acuerdo implicaba. Pero
Pablo y otros razonaban correctamente que si los gentiles podían ser salvos sin
cumplir con la ley ritual, los judíos podían ser salvos del mismo modo.
Cuando Pablo estuvo en Jerusalén,
aunque judío, no puso objeciones para participar personalmente en ceremonias
rituales (cf Hech. 21:20-27). En lo que tenía que ver con comer alimentos
ofrecidos a ídolos (1 Cor. 10:27-29), no estaba implicado ningún principio
moral (1 Cor. 8:8).
La preocupación de Pablo se
enfocaba en esta ocasión en los miembros de la iglesia (cf. 1 Cor. 10:29-33), y
la iglesia de Antioquía estaba compuesta principalmente de gentiles (Hech.
11:19-21). Por lo tanto, Pedro debería haber estado dispuesto a mantenerse
Firme en la posición que había adoptado al principio: participar con los
gentiles creyentes en un completo compañerismo basado en la reciprocidad.
Es evidente que esta visita de
Pedro a Antioquía fue hecha poco después de que terminó el concilio de
Jerusalén. Según Hech. 15:1-2, el debate que tuvo lugar en Antioquía acerca de
la circuncisión había causado la inmediata convocación del concilio. Ahora,
cuando la cuestión había sido definida en una forma que parecía satisfactoria
para todos los implicados, era natural que por lo menos algunos de los dirigentes
visitaran a Antioquía. Por lo que se registra de la participación de Pedro en
el concilio (Hech. 15:6-11), especialmente por lo que le sucedió en la casa de
Cornelio, era de esperar que en Antioquía hiciera todo lo posible para
reconciliar las diferencias de opiniones y ayudar a que se cumplieran las
decisiones del concilio.
Le resistí. Esta experiencia prueba claramente la igualdad de
Pablo como apóstol, y justifica su argumento de no exigir que los gentiles fueran
sometidos a las prácticas legalistas judaicas (vers. 14). Pablo, Bernabé y
otros dos habían sido elegidos para llevar la decisión del concilio a Antioquía
(Hech. 15:22-23).
Debido a que Pedro había estado
en favor de la decisión del concilio y sin duda la había apoyado de corazón,
difícilmente se puede decir que hubiera una controversia entre él y Pablo. Estaban
de acuerdo, por lo menos en principios generales, y por lo tanto en cuanto a la
decisión a que llegó el concilio respecto a la posición de los gentiles dentro
de la iglesia cristiana. Esa clara e inequívoca decisión sin duda fue la base
del franco reproche de Pablo a Pedro, y lo justificó.
Es posible que los dirigentes
eclesiásticos tuvieran ocasión de discutir diversas opiniones sin que se produjeran
resentimientos. Es razonable aceptar que el silencio de Pedro reflejó su
admisión de haberse equivocado; fue un proceder noble. Es necesario que se unifiquen
los esfuerzos para que tenga éxito cualquier empresa. La iglesia nunca podrá
cumplir su misión hasta que haya la misma rectitud e integridad que se,
manifestaron en los dirigentes apostólicos.
Era de condenar. Algunos escritores eclesiásticos
de los primeros días del cristianismo insistían en que el Pedro que aquí se
menciona no era el apóstol Pedro sino uno de los setenta. Otros dicen que los
dos apóstoles habían preparado de antemano la escena como una lección para que
los judaizantes estuvieran dispuestos a someterse, así como Pedro se sometía a
los argumentos de Pablo.
Estos y otros intentos para
eliminar con explicaciones los hechos evidentes, se deben a la creencia
preconcebida de la supremacía de Pedro y a no querer admitir que pudiera
haberse equivocado, y menos aún, que pudiera haber sido reprochado públicamente
por otro apóstol. Es indudable que Pedro comprendió su propio error y no trató
de justificarse ni de excusarse. Esta reacción concuerda con lo que habría de
esperarse de Pedro después de su gran confesión (ver Juan 21:15-17); lo
distingue como un hombre de noble estatura espiritual.
12. De parte de Jacobo. Lo más que puede deducirse con
seguridad acerca de esos creyentes que llegaron "de parte de Jacobo",
es que eran miembros de la iglesia de Jerusalén, presidida por Jacobo. Como no
se dice que él los envió, no se puede afirmar que llegaron con una autorización
oficial de parte de Jacobo. Es evidente que representaban a los partidarios de
la circuncisión y que quizá eran cristianos fariseos (ver Hech. 15:5).
Es probable que hubieran ido a
Antioquía sin la aprobación de Jacobo, pues es seguro que no habrían contado
con su autorización para fomentar dificultades, ya que en las observaciones que
Jacobo presentó en el concilio había demostrado su sincero deseo de que hubiera
armonía entre los creyentes por dondequiera (Hech. 15:13-21).
Con los gentiles. Antes de la visión que tuvo y de lo que le sucedió en la casa de Cornelio (Hech. 10:9-48), Pedro no se hubiera relacionado con los gentiles como luego lo hizo en Antioquía.
Su precaución de
hacerse acompañar por seis testigos (Hech. 11:12), refleja su temor de que los
hermanos de Jerusalén vacilarían en aceptar su testimonio si hubiera ido solo.
Pero después de la extraordinaria
demostración de la aprobación de Dios manifestada mediante el don del Espíritu
antes del bautismo de los gentiles, Pedro quedó convencido de la legitimidad de
la aceptación de los gentiles en la iglesia cristiana. Esa confianza fue
fortalecida por el proceder del concilio de Jerusalén años más tarde (Hech.
15). Ya no había lugar para dudas en cuanto a este asunto. Por lo tanto, cuando Pedro fue a Antioquía se
sintió libre para unirse con sus hermanos en compañerismo con los creyentes
gentiles.
Se retraía y se apartaba. Según parece, Pedro calladamente
dejó de relacionarse con los gentiles, sin explicaciones. Esa separación quizá
sólo significaba una ruptura de relaciones sociales.
Tenía miedo. Pedro, para evitar dificultades, procuró no tener más conflictos con esos irrazonables hermanos judaizantes que venían de Jerusalén.
Era el mismo grupo que había creado problemas en Antioquía antes del
concilio, al insistir en que todos los gentiles que buscaran ser admitidos en
la iglesia cristiana debían ser circuncidados (ver Hech. 15:5).
Algunos representantes de esa tendencia habían subvertido también la lealtad de muchos en la iglesia de Corinto (ver com. 2 Cor. 11:22).
El temor de Pedro pudo haberse debido, por lo
menos en parte, al mismo espíritu de precaución que lo impulsó a hacerse
acompañar por otros seis judíos cuando fue a la casa de Cornelio (Hech. 11:11).
Después de todo, el concilio de
Jerusalén no había ordenado que los judíos se relacionaran libremente con los
gentiles (ver com. Gál. 2:11), y tal vez Pedro temió que esos hermanos
judaizantes interpretaran su proceder de tal manera que le resultara difícil
dar explicaciones cuando volviera a Jerusalén.
13. En su simulación participaban. Literalmente
"actuaban bajo una máscara con [Pedro]". Es decir, procedían como
hipócritas. Pedro y esos "otros judíos" sabían que no estaban
procediendo correctamente, pero cedieron para evitar dificultades con los
judaizantes. Procedieron de esa manera con el propósito de ocultar sus
verdaderos sentimientos a aquellos que venían de Jerusalén; querían dar la
impresión de que estaban de parte de los hermanos judaizantes. Si era cierta la
acusación de Pablo de que faltaba sinceridad -y no hay, razón para dudar de que
así era-, Pedro hizo bien en permanecer callado, como parece que lo hizo. Nada puede
decirse en defensa de su conducta ni hay excusas para ella.
Aun Bernabé. Pablo tuvo que haber sufrido mucho cuando su amigo
íntimo y colaborador sucumbió ante la presión del ambiente. Es evidente que aun
los poderosos dirigentes cristianos están en peligro de ceder en sus
convicciones cuando son sometidos a una fuerte presión.
14. No andaban rectamente. El proceder de Pedro, Bernabé y
los otros judíos causaba confusión y división en la iglesia. La cuestión
implicaba mucho más que la conducta de los dirigentes: estaba en peligro el
bienestar de los creyentes gentiles, y aun la suerte del Evangelio. Si se
permitía que triunfaran los judaizantes, entonces el Evangelio la salvación por
la fe en la muerte expiatorio de Jesús- sería suplantado por la doctrina de la
salvación mediante las obras de la ley Entonces "la verdad del
Evangelio" no sería proclamada más.
Delante de todos. La reprensión fue pública porque
la falta era pública. Estaban implicados
todos o casi todos. Posteriormente Pablo escribió a Timoteo que una reprensión
pública para un pecado manifiesto es eficaz para impedir que otros participen
del mismo proceder (ver 1 Tim. 5:20).
La conducta de Pedro y de los
otros judíos creaba una división en la iglesia y amenazaba con destruir la
unidad en Cristo de gentiles y judíos. Las perspectivas eran desastrosas. Pablo
dirigió sus observaciones a Pedro porque la conducta de éste era la causa
principal de la crisis que se había producido en esa ocasión.
Como los gentiles. Había sido necesario un milagro
para que Pedro se convenciera de que los gentiles debían ser admitidos en la
comunión cristiana exactamente como los judíos (ver Hech. 10:20, 28-29, 34).
Desde esa ocasión evidentemente
se había sentido libre para relacionarse con los gentiles, en contra de la
costumbre judaica. Su silencio cuando fue reprendido, significa que reconocía
el error de su proceder apresurado y la seriedad de sus consecuencias para el
futuro de la iglesia como un cuerpo unido universal. Por lo menos esto se puede
aceptar en favor de Pedro.
¿Por qué obligas? El súbito cambio de proceder de
Pedro obligaba a los gentiles a someterse a las exigencias de los judaizantes,
de que se circuncidaran y observaran los ritos judaicos para que pudieran
continuar las relaciones amistosas entre ellos y los cristianos de origen
judío. Esto virtualmente obligaba a los gentiles a vivir como judíos. Pablo
destaca la inconsecuencia que resultaría de este proceder de los judíos
cristianos hacia los gentiles de la iglesia.
15. Judíos de nacimiento. Es decir, descendientes literales
de Abrahán. No es del todo claro si los vers. 15-21 son parte de la reprensión
pública de Pablo a Pedro en Antioquía, o si Pablo se dirige otra vez directamente
a las iglesias de Galacia.
Es razonable suponer que la
ausencia de cualquier transición obvia indica, en resumen, que Pablo está
repitiendo en esencia y con otras palabras lo que dijo a Pedro, y lo dirige a
los cristianos de Galacia.
Los vers. 15 y 16 parecen estar
dirigidos particularmente a los cristianos de origen judaico; pero no es seguro
si se trata de Antioquía o de Galacia. El hecho de que el vers. 14 hable de
cristianos de origen judío, de Antioquía, podría indicar que Pablo aún está
citando lo que les dijo.
Pecadores de entre los gentiles. O "gentiles pecadores"
(BJ); "pecadores procedentes de la gentilidad" (NC). Quizá ésta era
una expresión judía común que reflejaba cierto desprecio por los gentiles
irregenerados, como si fueran una casta inferior, sin la ley.
Pablo admitía que había ciertas
ventajas en ser judío (Rom. 3:1-2; 9:4-5); pero al tratarse de la forma en que
Dios los consideraba, todos eran pecadores necesitados de salvación (ver cap.
3:9). Los gentiles estaban en desventaja hasta cierto punto, pues no habían
disfrutado de todos los beneficios concedidos a los judíos; pero a pesar de
todo, aquéllos no tenían excusa (cf. Rom. 1:20).
16. Justificado. O "reconocido como
justo" (ver com. Rom. 3:20,28; 4:8,25).
Las obras de la ley. Literalmente "obras de ley" (ver com. Rom. 2:12). Pablo no se refiere tanto a la observancia ritual de la ley ceremonial únicamente, como al concepto judaico de que un hombre podía salvarse observando minuciosamente (ver com. 2 Cor. 3:3-9) "la ley", que constaba de preceptos morales, ceremoniales y civiles (ver pp. 931-932). En su Epístola a los Gálatas Pablo se ocupa únicamente de los códigos moral y ceremonial. Es evidente que el civil no entraba directamente en el problema que aquí se trata.
LOS ERRORES DE LOS JUDÍOS CONSISTÍAN EN: (1) considerar que la salvación podía alcanzarse mediante esfuerzos individuales, por medio del cumplimiento de los ritos de "la ley" y en virtud de una vida meritoria, en la cual un excedente de buenas obras pudiera pagar el precio de las malas obras;
(2) añadir a la ley que fue dada por Dios una gran cantidad de
requisitos humanos comúnmente llamados "tradición" (ver t. V, pp.
97-98; com. Mar. 7:3), y (3) extender o tratar de poner en vigor más allá de la
cruz ciertos aspectos de las ordenanzas rituales y ceremoniales de "la
ley", cuando éstas necesariamente habían expirado.
Pablo sin duda tuvo todo esto en
cuenta cuando escribió. Como ya se dijo, la palabra "ley" -como la
usa Pablo en la Epístola a los Gálatas- incluye tanto la ley moral -el
Decálogo- como la ley ceremonial (ver Material Suplementario de EGW com. Gál. 3:24);
pero Pablo no se ocupa tanto de una u otra de ellas como del sistema judaico de
justificación por las obras, que se basaba en esas leyes.
Fe de Jesucristo. Es decir, fe en Jesucristo (ver
com. Juan 1:12; 3:16; Rom. 4:3; 5:1). La justificación se recibe como un don o
regalo de Dios por medio de Jesucristo (ver com. Juan 3:16).
Las obras no tienen nada que ver
en esa transacción, pues, repetimos, es un don de parte de Dios hecho posible
por medio de Jesucristo. Para que el hombre lo reciba, debe ejercer completa fe
y confianza en Dios que puede y está dispuesto a justificar al pecador. La fe
es el medio por el cual el hombre recibe la justificación.
Hemos creído. Esto era cierto en el caso de Pedro y en el de
Pablo; el primero ya sabía que la observancia de la ley no podía justificar a
nadie. Por esa razón ambos habían
acudido a Cristo para que los salvara del pecado. Pablo insinúa que esa
profesión de fe era un reconocimiento de que sus anteriores observancias eran
en sí mismas inútiles y vanas.
Nadie. O ningún ser humano. Ver com. Rom. 3:20.
17. Buscando. . . nosotros. Los que "buscaban" eran
los "judíos de nacimiento" (vers.15); es decir, los cristianos de
origen judío que procuraban ser "justificados en Cristo".
Ser justificados en Cristo. Por lo menos debido a su
profesión de fe, los cristianos de origen judío reconocían la necesidad de
recurrir a Cristo para la salvación, y así tácitamente admitían la
insuficiencia de "las obras de la ley" (vers. 16).
También nosotros. Mejor "nosotros mismos"
(VM). En el texto griego la construcción sintáctica destaca el pronombre.
Somos hallados pecadores. Es decir, además de los gentiles
pecadores del vers. 15. El texto griego dice literalmente "hemos sido
hallados pecadores" (VM), lo que indica un determinado momento en el
pasado, después de llegar a ser cristianos.
Cristo había prometido la
justificación a los que acudieran a Dios por medio de él (vers.16); pero si
los que buscaban eran aún "pecadores", entonces la provisión de
gracia concedida por Cristo era insuficiente. Si había hecho una promesa y no
la podía cumplir, debía entonces ser considerado como responsable porque
permanecía en estado de pecado.
Ministro de pecado. Gr. servidor (diákonos) de
pecado. Es decir, aquel por medio del cual llegamos a ser pecadores y, por lo
tanto, culpable de que lo seamos. Esto habría llegado a suceder si se aceptaban
las exigencias de los cristianos judaizantes, pues aunque se llamaban
cristianos, sostenían que era necesario un estricto cumplimiento de la ley
ceremonial para ser libres de pecado. Si así hubiera sido, ¿para qué ser
cristianos? De ese modo los cristianos volverían a ser lo que antes eran:
pecadores condenados por la ley Pablo concluye que si Cristo pedía eso de
ellos, entonces se había convertido en un instrumento o cómplice de pecado.
En ninguna manera. Sin embargo, esa era la
conclusión lógica, aunque absurda, a la que conducía la posición de los
judaizantes. La idea es descabellada y completamente contraria a todo concepto
acertado de lo que ha hecho Cristo para salvar al hombre del abismo en que lo
han puesto sus pecados. Tratar de sustituir la fe por las obras es confundir y
distorsionar la sencilla verdad del Evangelio de que la salvación es solamente
por fe.
18. Las cosas que destruí. Es decir, las observancias
rituales del judaísmo como medio de salvación. Si un judío aceptaba a Cristo
era una admisión tácita de que el judaísmo no podía de ninguna manera salvar al
hombre. Aunque Pablo escribe en primera persona, es evidente que piensa en lo
que sucedería con todos los judíos convertidos al cristianismo.
Vuelvo a edificar. Es decir, si vuelvo al sistema
legal judío para tratar de hallar justificación después de que yo, como
cristiano de origen judío, reconocí la completa ineficacia de la ley como medio
de salvación y acudí a Cristo en busca de justificación.
Transgresor. Si un judío convertido volvía a las prácticas del
judaísmo como un medio de salvación, era admitir la ineficacia de Cristo para
salvar al hombre sólo por la fe; además, aceptaba que había cometido un error
al apartarse del judaísmo y que por haberlo hecho se había convertido en "transgresor"
de la ley ritual. Esto era precisamente lo que había hecho Pedro (vers. 11-14)
y hacían todos los judaizantes.
19. Porque yo. La sintaxis del texto griego destaca el pronombre
"yo". En el vers. 18 Pablo habla como si él fuera uno de los
judaizantes, pero ahora se refiere a su experiencia personal (vers. 19-21).
Por la ley. Pablo había comprobado por experiencia personal, al
buscar la salvación por medio de los requisitos del sistema legal, la ineficacia
de esas ceremonias. Además, ahora comprendía que la ley presentaba a Cristo
ante el pecador.
Muerto para la ley. Es decir, sin tener nada más que
ver con la ley. Pablo había esperado antes ser justificado por medio de un
cuidadoso cumplimiento de todos los requisitos de la ley; ese había sido el
propósito de su vida. Pero ahora que se le había hecho claro el verdadero
propósito de la ley, comprendía que no podía esperar ayuda de esa fuente. Por
lo tanto, había abandonado completamente la observancia de leyes como medio
para alcanzar la salvación.
Vivir para Dios. La vida de Pablo se orientaba
ahora hacia Dios, así como antes lo había estado hacia la ley Su propósito en
la vida era posesionarse del medio de salvación que Dios proporcionaba bondadosamente
(ver Fil. 3:13).
20. Con Cristo estoy juntamente crucificado. Es decir, Pablo
había aceptado la expiación proporcionada por la muerte de Cristo en la cruz
(ver Rom. 6:3-11; Fil. 3:8-10). Se consideraba a sí mismo como muerto al
pecado, al mundo y a los métodos ideados por el hombre para lograr la
justificación, como si él hubiera sido realmente crucificado. Ya no sentía la
atracción de esos métodos; en su corazón no había respuesta para ellos.
Y ya no vivo yo. Pablo había muerto a algunas cosas, pero estaba completamente vivo para otras. Su actividad después de su conversión era tan intensa como lo había sido antes, pues la vida de un cristiano no es una vida de inactividad. Jesús habló de esa nueva vida como una vida más abundante (Juan 10:10). Jesús es la fuente de la vida, por lo tanto, no se puede apreciar verdaderamente la vida sin tenerlo en cuenta a él. Vive Cristo en mí. Este es el secreto de una vida cristiana de éxito: Cristo viviendo en nosotros, a la vista de todos, la misma vida perfecta que él vivió en la tierra. El amor de Cristo nos constriñe (2 Cor. 5:14) y la justicia de Cristo llega a ser una realidad en nuestra vida (Rom. 8:3-4).
En la carne. Es decir, esta vida. El cristiano está aún en el
mundo, aunque no pertenezca a él (Juan 17:11,14).
Fe del Hijo de Dios. Es decir, fe en el Hijo de Dios. Existe
evidencia textual (cf. p. 10) que favorece la variante "fe en Dios y
Cristo".
21. No desecho. O "no soslayo",
"no anulo". Volver al sistema legal de justificación por obras
anularía todo lo que se ha recibido mediante la gracia de Dios, por fe en
Jesucristo.
Pablo se niega a acceder aunque
sea por un momento a las exigencias de aquellos que, como Pedro y los
judaizantes, insisten en volver a las obras de la ley como base para la
justificación. Esto debe considerarse como una reprensión del proceder de Pedro
(ver com. vers. 15). Resulta, pues, evidente la conclusión de Pablo: que los
que como Pedro se separaban de los cristianos gentiles, estaban frustrando la
gracia de Dios.
Si por la ley fuese la justicia. Si no se necesita la gracia, el
Evangelio no tiene valor ni atracción. Cuando Pablo se ocupa de la
justificación que recibió Abrahán por medio de la fe, argumenta que la
recompensa que recibe el que obra no es un favor ni una dádiva, pues le
pertenece como resultado de sus propios esfuerzos (ver Rom. 4:4-5).
Ahora bien, si por las obras de
la ley uno pudiera obtener todos los beneficios que vienen por medio del
Evangelio, el plan para la salvación del hombre por medio de Jesucristo habría
sido innecesario. La lógica de esta conclusión debe haber sido evidente para
Pedro y para todos los que estaban siguiendo su ejemplo. (6CBA).
COMENTARIOS DE EGW
11-14. HAp 161. CUANDO PEDRO visitó más tarde a
Antioquía, ganó la confianza de muchos por su prudente conducta hacia los
conversos gentiles. Por un tiempo procedió de acuerdo con la luz procedente del
cielo.
SE SOBREPUSO A SU
NATURAL PREJUICIO hasta el punto de sentarse a la mesa con los conversos
gentiles. Pero cuando ciertos judíos celosos de la ley ceremonial vinieron de
Jerusalén, Pedro cambió imprudentemente su actitud hacia los conversos del
paganismo. "Y a su disimulación consentían también los otros judíos; de tal
manera que aun Bernabé fue también llevado de ellos en su simulación."
(Gál. 2:13).
ESTA
MANIFESTACIÓN de debilidad de parte de aquellos que habían sido
respetados y amados como dirigentes, hizo la más penosa impresión en la mente
de los creyentes gentiles.
LA IGLESIA ESTABA
AMENAZADA POR UN CISMA, pero Pablo, que vio la subversiva influencia del
mal hecho a la iglesia por el doble papel desempeñado por Pedro, le reprendió
abiertamente por disimular así sus verdaderos sentimientos. En presencia de la
iglesia, le preguntó: "Si tú, siendo Judío, vives como los Gentiles y no
como Judío, ¿por qué constriñes a los Gentiles a judaizar?" (Vers. 14).
PEDRO VIO EL ERROR en que había
caído, y se puso a reparar inmediatamente el mal que había hecho, hasta donde
pudo. Dios, que conoce el fin desde el principio, permitió que Pedro revelara
esta debilidad de carácter, a fin de que el probado apóstol pudiera ver que no
había nada en sí mismo por lo cual pudiera enorgullecerse.
AUN LOS MEJORES
HOMBRES, abandonados
a sí mismos, se equivocan. Dios vio también que en lo venidero algunos se
engañarían hasta el punto de atribuir a Pedro y sus presuntos sucesores las
exaltadas prerrogativas que pertenecen a Dios solo. Y este informe de la
debilidad del apóstol subsistiría como prueba de que no era infalible ni
superior a los otros apóstoles. 162
LA HISTORIA DE ESTE
APARTAMIENTO DE LOS BUENOS PRINCIPIOS permanece como una solemne
amonestación para los hombres que ocupan puestos de confianza en la causa de
Dios, para que no carezcan de integridad, sino que se adhieran firmemente a los
principios. Cuanto mayores son las responsabilidades colocadas sobre el agente
humano, y mayores sus oportunidades para mandar y dirigir, mayor daño hará con
toda seguridad si no sigue cuidadosamente el camino del Señor y trabaja de
acuerdo con las decisiones del cuerpo general de los creyentes en consejo
unánime.
DESPUÉS DE TODOS
LOS FRACASOS DE PEDRO; después de su caída y restauración, su largo
servicio, su íntima relación con Cristo, su conocimiento de la integridad con
que el Salvador practicaba los principios correctos, después de toda la
instrucción que había recibido, todos los dones, conocimiento e influencia que
había obtenido predicando y enseñando la Palabra, ¿no es extraño que
disimulase, y eludiese los principios del Evangelio por temor al hombre, o a
fin de granjearse estima? ¿No es extraño que vacilara en su adhesión a lo
recto?
DIOS DÉ A
CADA uno la comprensión de su impotencia, de su incapacidad para guiar
debidamente su propio navío sano y salvo al puerto.
20. CC 62, 71.
La condición para alcanzar la vida eterna es ahora exactamente la misma
de siempre, tal cual era en el paraíso antes de la caída de nuestros primeros
padres: la perfecta obediencia a la ley de Dios, la perfecta justicia. Si la
vida eterna se concediera con alguna condición 62 inferior a
ésta, peligraría la felicidad de todo el universo. Se le abriría la puerta al
pecado con todo su séquito de dolor y miseria para siempre.
Era posible para
Adán, antes de la caída, conservar un carácter justo por la obediencia a la ley
de Dios. Más no lo hizo, y por causa de su caída tenemos una naturaleza
pecaminosa y no podemos hacernos justos a nosotros mismos. Puesto que somos pecadores
y malos, no podemos obedecer perfectamente una ley santa. No tenemos por
nosotros mismos justicia con que cumplir lo que la ley de Dios demanda.
Más Cristo nos ha
preparado una vía de escape. Vivió sobre la tierra en medio de pruebas y
tentaciones tales como las que nosotros tenemos que arrostrar. Sin embargo, su
vida fue impecable. Murió por nosotros y ahora ofrece quitarnos nuestros
pecados y vestirnos de su justicia. Si os entregáis a él y lo aceptáis como
vuestro Salvador, por pecaminosa que haya sido vuestra vida, seréis contados
entre los justos por consideración a él.
El carácter de
Cristo toma el lugar del vuestro, y vosotros sois aceptados por Dios como si no
hubierais pecado. Más aún, Cristo cambia el corazón. Habita en vuestro corazón
por la fe. Debéis mantener esta comunión con Cristo por la fe y la sumisión
continua de vuestra voluntad a él; mientras hagáis esto, él obrará en vosotros
para que queráis y hagáis conforme a su voluntad. Así podréis decir: “Aquella
vida que ahora vivo en la carne, la vivo por la fe en el Hijo de Dios, el cual
me amó, y se dio a sí mismo por mí” (Gálatas 2: 20).
* No debemos hacer
de nuestro yo el centro de nuestros pensamientos, ni alimentar ansiedad ni
temor acerca de si seremos salvos o no. Todo esto es lo que desvía el alma de
la Fuente de nuestra fortaleza. Encomendad vuestra alma al cuidado de Dios y
confiad en él. Hablad de Jesús y pensad en él. Piérdase en él vuestra
personalidad. Desterrad toda duda; disipad vuestros temores. Decid con el
apóstol Pablo: “Vivo; mas no ya yo, sino que Cristo vive en mí: y aquella vida
que ahora vivo en la carne, la vivo por la fe en el Hijo de Dios, el cual me
amó, y se dio a sí mismo por mí' (Gálatas 2: 20).
Reposad en Dios. El
puede guardar lo que le habéis confiado. Si os 72 ponéis en sus manos, él os
hará más que vencedores por Aquel que nos amó. Cuando Cristo se humanó, se unió
a sí mismo a la humanidad con un lazo de amor que jamás romperá poder alguno,
salvo la elección del hombre mismo. CC
HAp 204. LOS ESFUERZOS DEL
APÓSTOL No Se Limitaban A La Predicación Pública; había muchos que no podrían
ser alcanzados de esa manera. Pasaba mucho tiempo en el trabajo de casa en
casa, aprovechando el trato del círculo familiar.
Visitaba a los
enfermos y tristes, consolaba a los afligidos y animaba a los oprimidos. En todo lo que
decía y hacía, magnificaba el nombre de 204 Jesús. Así
trabajaba "con flaqueza, y mucho temor y temblor." (1 Cor. 2:3).
Temblaba de temor de que su enseñanza llevara el sello humano en lugar del
divino.
"HABLAMOS
SABIDURÍA ENTRE PERFECTOS DECLARÓ MÁS TARDE PABLO; y sabiduría, no de
este siglo, ni de los príncipes de este siglo, que se deshacen; mas hablamos
sabiduría de Dios en misterio, la sabiduría oculta, la cual Dios predestinó
antes de los siglos para nuestra gloria: la que ninguno de los príncipes de
este siglo conoció: porque si la hubieran conocido, nunca hubieran crucificado
al Señor de gloria: antes, como está escrito: Cosas que ojo no vio, ni oreja
oyó, ni han subido en corazón de hombre, son las que ha Dios preparado para
aquellos que le aman. Empero Dios nos lo reveló a nosotros por el Espíritu:
porque el Espíritu todo lo escudriña, aun lo profundo de Dios.
Porque ¿quién de los
hombres sabe las cosas del hombre, sino el espíritu del hombre que está en él?
Así tampoco nadie conoció las cosas de Dios, sino el Espíritu de Dios. "Y
nosotros hemos recibido, no el espíritu del mundo, sino el Espíritu que es de
Dios, para que conozcamos lo que Dios nos ha dado; lo cual también hablamos, no
con doctas palabras de humana sabiduría, mas con doctrina del Espíritu,
acomodando lo espiritual a lo espiritual." (1 Cor. 2:6-13).
PABLO COMPRENDÍA QUE
SU SUFICIENCIA NO ESTABA EN ÉL, sino en la presencia del Espíritu Santo, cuya
misericordiosa influencia llenaba su corazón y ponía todo pensamiento en
sujeción a Cristo. Hablando de sí mismo, afirmaba que llevaba "siempre por
todas partes la muerte de Jesús en el cuerpo, para que también la vida de Jesús
sea manifestaba en nuestros cuerpos." (2 Cor. 4:10). En las enseñanzas del
apóstol, Cristo era la figura central. "Vivo declaraba, no ya yo, mas
vive Cristo en mí." (Gál. 2:20). El yo estaba escondido; Cristo era
revelado y ensalzado.
Ministerio Hno. Pio
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