Hechos 2. El Poder Del Espíritu. Vers. (1-13) Los apóstoles, llenos del Espíritu Santo, hablan en diversas lenguas; unos los admiran, pero otros se burlan.
(14-36) El Sermón: Pedro desaprueba a éstos, y les muestra que los apóstoles hablan así por el poder del Espíritu Santo; que Jesús resucitó, ascendió al cielo y ha derramado el Espíritu Santo sobre sus discípulos; que el Mesías (Jesús), un hombre conocido por ellos como aprobado de Dios por sus milagros, maravillas y señales, no fue crucificado sin la previa voluntad y conocimiento del Padre.
(37-41) Resultados Del Sermón De Pedro: Bautismo de un gran número de conversos, (42-47) los cuales perseveran en la doctrina, en la caridad y la oración. Los apóstoles hacen milagros, y crece la iglesia.
1 Cuando Llegó El Día De
Pentecostés, Estaban Todos Unánimes Juntos.
2 Y de repente vino del cielo un estruendo como de un viento recio que soplaba, el cual llenó toda la casa donde estaban sentados; 3 y se les aparecieron lenguas repartidas, como de fuego, asentándose sobre cada uno de ellos. 4 Y fueron todos llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les daba que hablasen.
5 Moraban entonces en Jerusalén
judíos, varones piadosos, de todas las naciones bajo el cielo. 6 Y hecho este
estruendo, se juntó la multitud; y estaban confusos, porque cada uno les oía hablar en su propia lengua. 7 Y estaban
atónitos y maravillados, diciendo: Mirad, ¿no son galileos todos estos que hablan?
8 ¿Cómo, pues, les oímos nosotros hablar cada uno en nuestra lengua en la que
hemos nacido? 9 Partos, medos, elamitas, y los que habitamos en Mesopotamia, en
Judea, en Capadocia, en el Ponto y en Asia, 10 en Frigia y Panfilia, en Egipto
y en las regiones de Africa más allá de Cirene, y romanos aquí residentes,
tanto judíos como prosélitos, 11 cretenses y árabes, les oímos hablar en
nuestras lenguas las maravillas de Dios.
12 Y estaban todos atónitos y perplejos, diciendose unos a otros: ¿Qué quiere decir esto? 13 Mas otros, burlándose, decían: Están llenos de mosto.
14 Entonces Pedro, poniéndose en
pie con los once, alzó la voz y les habló diciendo: Varones judíos, y todos los
que habitáis en Jerusalén, esto os sea notorio, y oíd mis palabras. 15 Porque
éstos no están ebrios, como vosotros suponéis, puesto que es la hora tercera
del día. 16 Mas esto es lo dicho por el profeta Joel: 17 Y en los postreros
días, dice Dios, Derramaré de mi Espíritu sobre toda carne, Y vuestros hijos y
vuestras hijas profetizarán; Vuestros jóvenes verán visiones. Y vuestros
ancianos soñarán sueños; 18 Y de cierto sobre mis siervos y sobre mis siervas
en aquellos días Derramaré de mi
Espíritu, y profetizarán.
19 Y daré prodigios arriba en el cielo, Y señales abajo en la tierra, Sangre y fuego y vapor de humo; 20 El sol se convertirá en tinieblas, Y la luna en sangre, Antes que venga el día del Señor, Grande y manifiesto; 21 Y todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo.
22 Varones israelitas, oíd estas
palabras: Jesús nazareno, varón aprobado por Dios entre vosotros con las
maravillas, prodigios y señales que Dios hizo entre vosotros por medio de él,
como vosotros mismos sabéis;
29 Varones hermanos, se os puede
decir libremente del patriarca David, que murió y fue sepultado, y su sepulcro
está con nosotros hasta el día de hoy. 30 Pero siendo profeta, y sabiendo que
con juramento Dios le había jurado que de su descendencia, en cuanto a la
carne, levantaría al Cristo para que se sentase en su trono, 31 viéndolo antes,
habló de la resurrección de Cristo, que su alma no fue dejada en el Hades, ni
su carne vio corrupción.
34 Porque David no subió a los
cielos; pero él mismo dice: Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate a mi diestra, 35
Hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies.
36 SEPA, pues, ciertísimamente toda la casa de Israel, que a este Jesús a quien vosotros crucificasteis, Dios le ha hecho Señor y Cristo.
37 Al oír esto, se compungieron de corazón, y dijeron a Pedro y a los otros apóstoles: Varones hermanos, ¿qué haremos? 38 Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo. 39 Porque para vosotros es la promesa, y para vuestros hijos, y para todos los que están lejos; para cuantos el Señor nuestro Dios llamare. 40 Y con otras muchas palabras testificaba y les exhortaba, diciendo: Sed salvos de esta perversa generación.
41 Así que, los que recibieron su palabra fueron bautizados; y se añadieron aquel día como tres mil personas. 42 Y perseveraban en la
doctrina de los apóstoles, en la comunión unos con otros, en el partimiento del
pan y en las oraciones. 43 Y sobrevino temor a toda persona; y muchas
maravillas y señales eran hechas por los apóstoles.
44 Todos los que habían creído estaban juntos, y tenían en común todas las cosas; 45 y vendían sus propiedades y sus bienes, y lo repartían a todos según la necesidad de cada uno. 46 Y perseverando unánimes cada día en el templo, y partiendo el pan en las casas, comían juntos con alegría y sencillez de corazón, 47 alabando a Dios, y teniendo favor con todo el pueblo. Y el Señor añadía cada día a la iglesia los que habían de ser salvos. (Hechos 2).
1. Llegó. Literalmente "al haberse cumplido". Esta
forma verbal parece expresar que el día ya había llegado. Posiblemente se habla aquí de una hora matutina.
Día. Hasta hoy los judíos palestinos celebran la fiesta
de Pentecostés en un solo día; pero los judíos de la diáspora lo celebran
durante dos días. Antiguamente se hacía esto para tener la seguridad de que la
fiesta se celebrara en el día correcto.
Pentecostés. Gr. pent'kost'- del adjetivo quincuagésimo",
el cual es una referencia a los cincuenta días entre el comienzo de la fiesta
de los panes sin levadura y la fiesta de las primicias (fiesta de las semanas o
Pentecostés). Hasta donde se sepa, esta palabra griega se usó por primera vez
para referirse a la fiesta judía de las semanas en Tobías 2:1 (escrito c.
Exodo 23:16. La fiesta de la siega. Debían contarse cincuenta días desde el día cuando se ofrecía la gavilla de cebada (Lev. 23:15-21). El 50º día era llamado "la fiesta de las semanas" porque siete semanas completas lo separaban de la pascua.
En los tiempos del NT fue llamado Pentecostés, de una
palabra griega que significa "quincuagésimo". Esta fiesta se
celebraba en la última parte de nuestro mes de mayo o a principios de junio, el
tiempo de la cosecha de primavera.
Para expresar gratitud por los cereales, dos hogazas cocinadas con levadura eran presentadas delante de Dios (Lev. 23:17). Era una ocasión de gozo (Deut. 16:9-11).
La tradición
judía relacionaba la fiesta con la promulgación de la ley que ocurrió unos 50
días después de la salida de Egipto (ver Exo. 19:1-16), y por lo tanto uno de
los propósitos del Pentecostés era conmemorar la promulgación de la ley. Para
los cristianos de los tiempos apostólicos también conmemoraba la dádiva del
Espíritu Santo en el día de Pentecostés, cuando la iglesia naciente cosechó los
primeros frutos del Evangelio (Hech. 2:1- 12, 41).
Los primeros frutos de tus labores. Literalmente, "de las primicias de tus trabajos"
(BJ). La expresión está relacionada con "cosecha", no con
"fiesta".
La fiesta de la cosecha. En otros pasajes, es comúnmente llamada "la fiesta de los
tabernáculos" porque la gente debía hacerse cabañas para morar en ellas durante
la fiesta (Lev. 23:33-36; Deut. 16:13-15; 31:10; Juan 7:2). Esta festividad de
ocho días comenzaba en el 15º día de Tishri, que caía en la parte final de
octubre o a principios de noviembre. Las aceitunas habían sido cosechadas y se
había completado la vendimia. Una santa convocación señalaba su comienzo y su
fin.
Era un período de alegría y agradecimiento por la recolección final de la cosecha otoñal y conmemoraba el feliz viaje de los israelitas de Egipto a Palestina. Además habían observado el gran día de la expiación tan sólo unos pocos días antes y habían recibido la seguridad de que sus pecados no serían más recordados.
Estaban en paz con Dios. Bien podían
reconocer la bondad del Eterno y alabarlo por su misericordia. La fiesta de los tabernáculos no sólo
conmemoraba la permanencia en el desierto sino que -como la fiesta de la
cosecha 640 anticipaba la recolección de la cosecha de la tierra (PP 581-583). Indudablemente
durante el cautiverio esta fiesta fue descuidada, pero en el tiempo de Nehemías
otra vez fue observada con mucho gozo (Neh. 8:13-18).
A la salida del año. Es decir al fin del año agrícola y civil, después de que se habla recogido
la cosecha.
Levitico 23:16. Cincuenta días. Esta fiesta tenía lugar en el quincuagésimo día después de la presentación de la gavilla mecida el 16 del mes de Abib, es decir, en el sexto día del tercer mes; a fines de mayo o principios de junio. Esta fiesta era conocida como la "fiesta de las semanas", la de "las primicias de la siega" (Exo. 34:22).
En
tiempos del NT, se la conocía con el nombre de "Pentecostés", palabra
derivada del vocablo griego que significa "cincuenta".
Así como la gavilla mecida era presentada al comienzo de la cosecha, antes de que se pudiera usar cualquier parte de ella, así el Pentecostés marcaba el fin de la temporada de cosecha, aunque podía quedar todavía algún cereal por cosechar en los lugares más elevados de las montañas. En esta fiesta se reconocía con júbilo que Israel dependía de Dios, el dador de toda buena dádiva.
En esta
ocasión no se presentaba una gavilla, sino dos panes para ofrenda mecida, de
flor de harina, cocidos con levadura, juntamente con siete corderos, un becerro
y dos carneros (Lev. 23:17,18). Esto se acompañaba con un macho cabrío como
ofrenda por el pecado y dos corderos como ofrenda de paz (vers. 19).
Durante la
celebración de la pascua, no debía consumirse ninguna levadura, ni se la debía
encontrar en las casas del pueblo. En el día de Pentecostés se presentaban dos
panes, "cocidos con levadura" (vers. 17). La gavilla mecida
representaba a Cristo, "las primicias" (ver com. vers. 14). El no
tuvo pecado.
Pentecostés
simboliza el derramamiento del Espíritu Santo. Así como los panes eran
ofrecidos 50 días después de la gavilla mecida, así también transcurrieron
cincuenta días entre la resurrección de Cristo y el derramamiento del Espíritu
Santo en el día de Pentecostés (Hech. 2:1-4).
Cristo pasó en la tierra cuarenta de estos días, instruyendo y ayudando a sus discípulos (Hech. 1:3). Luego ascendió, y durante diez días, los once discípulos continuaron en oración y súplicas, hasta que "llegó el día de Pentecostés". En ese día recibieron la plenitud del Espíritu (Hech. 1:8; 2:4). En Pentecostés la labor de los discípulos se sumó a la de Cristo, y el resultado fue glorioso para el reino del cielo.
Estos diez días
fueron importantes para la iglesia en la tierra. También fueron importantes en
el cielo. Cuando Cristo subió "a lo alto, llevó cautiva la cautividad, y
dio dones a los hombres" (Efe. 4:8). Aquellos cuyos sepulcros fueron
abiertos en el momento cuando Cristo murió, y salieron "de los sepulcros,
después de la resurrección de él", ascendieron con él al cielo y fueron
entonces presentados ante el Padre, como una especie de primicias de la
resurrección (Mat. 27:52,53). 1CBA
A continuación presentamos un
breve resumen de los hechos importantes relacionados con el derramamiento del
Espíritu Santo en esa ocasión. La fecha de Pentecostés depende de la fecha de
la pascua. El cordero pascual era sacrificado el 14 de Nisán. El 15 de Nisán
comenzaba la fiesta de los panes sin levadura, y el 16 se mecía delante del
Señor una gavilla de las primicias de la cosecha de cebada (Lev. 23:5-11). Desde
el día 16 se contaban, de acuerdo con el cómputo inclusivo, siete semanas y un
día, es decir 50 días, hasta la fiesta de las primicias de la cosecha del
trigo, que también se llamaba fiesta de las semanas, debido a las siete semanas
que transcurrían (Lev. 23:15-16). Esta era la fiesta que llegó a conocerse con
el nombre de Pentecostés.
En vista de que en el año de la
crucifixión, el 16 de Nisán cayó en día domingo (ver la primera Nota Adicional
de Mat. 26), Pentecostés, 50 días más tarde, de acuerdo con el cómputo
inclusivo, también habría caído en domingo ese año. Sin embargo, este hecho no
le da apoyo bíblico a la santidad del día domingo (ver com. Mat. 28:1).
https://elaguila3008.blogspot.com/2021/05/enlaces-659-695-reflexionesmhp.html
De todas las fiestas judías, la
de Pentecostés era la que atraía el mayor número de peregrinos de tierras
lejanas. Los peligros propios de los viajes por mar y tierra a comienzos de la
primavera o a fines del otoño (Hech. 27:9), impedían que vinieran muchos de
lugares lejanos para la pascua o para la fiesta de los tabernáculos. Pero la
temporada de Pentecostés era favorable, y en ninguna otra fiesta habrían estado
presentes en Jerusalén tantos representantes de otras naciones. No había
ninguna otra ocasión cuando el don del Espíritu podría producir efectos tan
directos, inmediatos y abarcantes.
Además, el tipo de ofrendas, que
eran principalmente de paz y de consagración, le daban a la ocasión un carácter
de gozo. El pan era leudado, lo cual indicaba un nuevo espíritu de liberación y
comunión que se manifestaba en medio de los celebrantes mientras se regocijaban
juntos. La fiesta de Pentecostés se parecía mucho a una fiesta de cosecha.
Hasta Pablo, que poco se interesaba en festividades como éstas (Rom. 14:5),
tenía deseos de celebrar la fiesta de Pentecostés en Jerusalén a pesar de sus
viajes misioneros en Asia y Grecia (Hech. 18:21; 20:16).
Cada aspecto de la antigua fiesta
de las semanas tenía un sentido figurado, lo que la hacía un símbolo de la obra
que estaba a punto de consumarse. Como era la fiesta de las primicias, era
apropiado que fuera la ocasión de la primera cosecha de los campos que ya
estaban "blancos para la siega" (Exo. 23:16; Juan 4:35). Cuando los
israelitas recordaban en esta fiesta que habían sido esclavos en Egipto, podían
sentir otra vez la libertad que les había dado el éxodo (Deut. 16:9-12) y su
liberación de la esclavitud (Lev. 23:21). Por lo tanto, era un momento
apropiado para el derramamiento del Espíritu del Señor, pues "donde está
el Espíritu del Señor, allí hay libertad" (2 Cor. 3:17). Ese Espíritu
habría de guiar a la iglesia en la verdad, la cual ciertamente libera a todos
los que la reciben (Juan 8:32).
Es interesante recordar que los
rabinos, quienes computaron el intervalo entre la primera pascua y la entrega
de la ley en el Sinaí, llegaron a la conclusión de que Dios "habló"
(expuso con palabras) la ley al pueblo (Exo. 20:1) en el día que más tarde fue
observado como Pentecostés (Talmud, Pesaj 68b). Se cree que por medio de esta
tradición la fiesta adquirió una naturaleza conmemorativa.
Pentecostés era un día importante
en la vida de los israelitas, y se constituyó en un símbolo apropiado de un día
aún más importante, cuando el Espíritu de Dios descendió sobre todos los que
estaban preparados para recibirlo.
Todos. Probablemente se refiera a los 120 y a otros
creyentes que pudieron haberse unido a ellos.
Unánimes juntos. La evidencia textual establece
(cf. p. 10) el texto: "estaban todos reunidos en un mismo lugar"
(BJ).
Aunque en el griego no se afirme
que estaban "unánimes", es evidente que había unidad entre los
discípulos. Los celos manifestados
cuando no pudieron sanar al muchacho endemoniado (Mar. 9: 14-29; DTG
394,396398), cuando luchaban por los primeros puestos (Luc. 22:24) y cuando se
negaron a lavarse mutuamente los pies (Juan 13:3-17; DTG 599-600), habían sido
eliminados de sus corazones por las agonías de la crucifixión, la gloria de la
resurrección y la majestad de la ascensión. Su Maestro había resucitado el día
del ofrecimiento de la gavilla de cebada mecida, que lo representaba a él, las
primicias.
Durante 40 días Jesús había estado con ellos repetidas veces. Desde la ascensión habían transcurrido diez días, durante los cuales habían aguardado "la promesa del Padre". ¿Qué les depararía esa promesa? Los diez días de espera habían sido de ferviente oración (Hech. 1:14), elevada con espíritu de unanimidad (HAp 29-30).
Esta es la verdadera unidad que debe caracterizar al pueblo de Dios cuando
aspire a disfrutar de una experiencia especial con su Señor, o espere de él una
manifestación de poder. Todo lo que impida tal unidad debe quitarse para que no
obstaculice la obra del Espíritu, que es la obra de Dios en favor de su pueblo.
Es probable que todos estuvieran
en el mismo aposento alto donde se había celebrado la última cena (Luc. 22:11-14),
lugar donde posiblemente también se refugiaron los discípulos después de la
crucifixión, y al cual volvieron después de que Jesús ascendió (ver com. Hech.
1:13). Algunos suponen que es probable que los discípulos se estuvieran
reuniendo en uno de los aposentos del templo, a los cuales Josefo (Antigüedades
viii. 3.2) llama bikoi, "casas", y que podían ser usados por un grupo
de amigos o miembros de una fraternidad durante una fiesta. Sin embargo, parece
poco probable que los discípulos se hubieran arriesgado a que se los viera
juntos en un lugar público como eran los recintos del templo.
2. De repente. Sin advertencia, en forma inesperada. Los 120 no
podían tener ninguna idea de la manera en la cual habría de llegar el
Consolador.
Del cielo. Del mismo lugar de donde vino el Espíritu Santo
para descender sobre Jesús cuando fue bautizado (Mat. 3:16; Luc. 3:21-22).
Estruendo. Gr.' jos, "sonido", "ruido"; de
donde deriva "eco". Lucas la usa en su Evangelio (cap. 21:25) para
describir el rugido de las olas del mar, y el autor de Hebreos (cap. 12:19)
para referirse al sonido de la trompeta tocada en el Sinaí.
Un viento recio. Literalmente "un viento violento llevado", es decir, "un viento que sopla impetuosamente" (NC). Nótese que no fue un viento, sino "como" viento.
La impresión sensorial de quienes vivieron esa experiencia fue la de un viento fuerte.
La
palabra que se traduce "viento" (pno') aparece en el NT sólo aquí y
en el cap. 17:25, donde significa "aliento". En la LXX se usa con
este mismo sentido. Lucas quizá escogió usar aquí la palabra pnoé como una
descripción del "soplo" sobrenatural que los discípulos estaban a
punto de experimentar, y que debe haberles recordado lo que sintieron cuando el
Señor "sopló, y les dijo: Recibid el Espíritu Santo" (Juan 20:22). Ahora
sintieron una vez más el impacto celestial de ese soplo divino que les
inspiraba temor y reverencia.
Llenó. Si bien la sintaxis exige que "estruendo"
sea el sujeto de este verbo, es evidente que la casa se llenó del Espíritu
Santo, representado en Juan 3:8 por el viento.
Toda la casa. El lugar donde se hallaban reunidos (vers. 1). Tanto
el sonido como el viento pueden llenar rápidamente todos los rincones de un
edificio. Así también la venida del Espíritu llenó el lugar donde estos
cristianos estaban reunidos.
Estaban sentados. Por la mañana (vers. 15),
posiblemente aguardando la hora de la oración.
3. Se les aparecieron. Acababan de recibir una evidencia
audible de la venida del Espíritu (vers. 2); ahora tenían una evidencia visible
de que sí había venido.
Lenguas repartidas. Mejor lenguas "de fuego que
dividiéndose" (BJ, 1966). En el griego da la idea de un fuego que se
divide en muchas lenguas pequeñas que luego se posan en cada miembro de la
asamblea reunida. La figura de "lenguas" es apropiada en vista del
don del habla que el Espíritu concedió a los creyentes.
Como de fuego. Las lenguas no eran llamas de fuego, sino que
parecían fuego (cf. "como de viento recio", vers. 2). La divinidad y
el fuego muchas veces aparecen unidos en las Escrituras (cf. Exo. 3:2; Deut. 5:4; Sal. 50:3; Mal. 3:2),
sin duda, debido al poder, el resplandor y los efectos purificadores del fuego.
Juan el Bautista había prometido que Cristo bautizaría "en Espíritu Santo
y fuego" (Mat. 3:11).
Asentándose. En el texto griego el verbo está en singular; por
lo tanto, el sujeto debe ser cada una de las lenguas de fuego por separado o el
Espíritu Santo (vers. 4). La forma verbal griega que se traduce
"asentándose", sugiere una acción momentánea y no continua. Aunque
las lenguas con apariencia de fuego permanecieron sobre los creyentes sólo
brevemente, los efectos de este acontecimiento perduraron durante toda la vida
de los fieles cristianos que recibieron el Espíritu.
4. Fueron todos llenos. Este es el cumplimiento de
"la promesa del Padre" (ver com. cap. 1:4-5) y el resultado gozoso de
los diez días de espera en oración. A los discípulos se les había enseñado a
orar pidiendo el Espíritu (Luc. 11:13). Jesús había soplado sobre ellos la
noche que siguió a la resurrección, y les había dicho: "Recibid el
Espíritu Santo" (Juan 20:22). El Espíritu prometido se posesionó de ellos,
llenando lo íntimo de su ser e instándoles a poner en intensa actividad todas
sus facultades. Así participaron de las mismas experiencias de los profetas,
pensando y hablando palabras que no eran las suyas, sino inspiradas (cf. 2 Ped.
1:21).
No debe pensarse que este
derramamiento se limitó a los apóstoles. Las palabras y el contexto inducen al
lector a creer que todos los que estaban reunidos, sin omitir las mujeres,
compartieron la distribución del don del Espíritu Santo. De no haber sido así,
Pedro difícilmente habría aplicado la profecía de Joel como lo hizo (Hech. 2:16-18).
Espíritu Santo. En el AT hay muchas claras
referencias al Espíritu de Dios (Núm. 24:2; Juec. 6:34; 1 Sam. 16:13; 2 Sam. 23:2;
2 Crón. 24:20; Sal. 51:11; Isa. 48:16; Eze. 11:5; Joel 2:28-29; etc.). Pero ninguna manifestación del Espíritu en el
AT puede compararse con la que presenciaron los discípulos en el día de
Pentecostés: (1) por la ineq uívoca identificación del Agente, (2) por la
plenitud del derramamiento, y (3) por los resultados que siguieron. Por lo
tanto, muchas veces se designa ese día como el cumpleaños de la iglesia. Los
grandes episodios de la vida terrenal de Jesús -su nacimiento, su bautismo y la
recepción del Espíritu Santo, su crucifixión, su resurrección, su ascensión-
fueron de suprema importancia y vitales para el desarrollo del plan de
salvación. Pero el derramamiento del Espíritu en el día de Pentecostés vino
inmediatamente después de la aceptación celestial del gran sacrificio de Cristo
y su entronización con el Padre (HAp 31-32). Por medio de ese derramamiento la
iglesia quedó capacitada para hacer por Cristo lo que nunca antes se había
intentado: la predicación de las buenas nuevas de salvación a todas las
naciones. Este no fue simplemente un movimiento del Espíritu; no fue sólo el
soplo del Espíritu; fue el henchimiento de los discípulos, su completa posesión
por el Espíritu Santo. A partir de ese momento la iglesia fue el instrumento del
Espíritu. No hay nada en el registro posterior que sugiera que alguno de los
que en ese día memorable fueron poseídos por el Espíritu, perdiera alguna vez
esa posesión. Los cristianos, en las sucesivas generaciones, cada vez más
alejados de la experiencia de Pentecostés, se hicieron menos y menos receptivos
al don divino, y sobrevino la apostasía. Los creyentes de hoy pueden
beneficiarse con esta realidad histórica de la iglesia primitiva.
Comenzaron. Esto señala el efecto inmediato del descenso del
Espíritu Santo sobre los discípulos. No hubo un período de espera ni de
aprendizaje. "Comenzaron a hablar" inmediatamente.
Otras lenguas. Es decir "lenguas diferentes" de su
propio idioma. La palabra griega glÇssa, "lengua" (aquí y en el vers.
11), se refiere en primer lugar a la lengua que permite hablar, y también se
refiere a un idioma cualquiera.
La capacidad de hablar otros
idiomas fue un don que se dio a los discípulos con el propósito especial de que
pudieran llevar el mensaje evangélico a todo el mundo. Para la fiesta de
Pentecostés se habían reunido en Jerusalén peregrinos de los cuatro puntos cardinales
(ver com. vers. 9-11). Estos judíos de la diáspora, quizá entendían suficientemente el hebreo como para poder aprovechar
los servicios del templo; pero posiblemente no estaban en condiciones de
entender el arameo, idioma cotidiano de los discípulos. Por el bien de los
discípulos y de aquellos que habrían de recibir el mensaje por medio de ellos,
el Espíritu Santo los capacitó para proclamar el Evangelio con fluidez en los
idiomas hablados por los peregrinos. Este fue un gran milagro, y cumplió una de
las últimas promesas del Señor (ver com. Mar. 16:17). Facilitó que hubiera una
gran cosecha ese día (Hech. 2:41), y tuvo efectos de alcance mundial en los
años que siguieron. Ver com. Hech. 10:45-46; 1 Cor.14.
La narración no dice claramente
si este don de hablar en otras lenguas fue permanente, pero debería tenerse en
cuenta que lo que el Espíritu hizo una vez, es capaz de repetirlo cuando sea
necesario (HAp 33).
Según el Espíritu. El Espíritu dio a los discípulos no sólo el don de hablar en otras lenguas, sino también el mensaje. Hablaron movidos por la conducción directa del Espíritu. Daba. El tiempo del verbo en griego sugiere que el Espíritu continuaba dando palabras a los oradores según surgiera la necesidad. Es posible que los discípulos se dirigieron sucesivamente a los diferentes grupos lingüísticos, y que el sermón de Pedro (vers. 14-36) ante toda la multitud resumía sus mensajes.
Que hablasen. Gr. apofthéggomai, "declarar",
"decir francamente". La LXX emplea esta palabra para describir el acto
de profetizar (1 Crón. 25:1; Eze. 13:19; Zac. 10:2). Aquí se emplea para dar la
idea de expresarse en forma clara, digna y potente, lo cual llevó a la conversión
de 3.000 personas en un solo día. Con referencia a la relación entre el día del
Pentecostés y la lluvia temprana, ver com. Joel 2:23.
5. Moraban entonces en Jerusalén. Ha surgido la
pregunta de cómo puede entenderse que los extranjeros mencionados en los vers.
9-11 pudieran estar viviendo en Jerusalén. Hay dos explicaciones posibles. Estos
Judíos posiblemente llegaron a la ciudad de sus antepasados para permanecer
algún tiempo quizá por asuntos comerciales, o tal vez, como Pablo, para
estudiar (cap. 22:3), o algunos podían haber estado ya retirados de la vida
activa. Además, no es imposible entender que estas personas que "residían"
(BJ) en Jerusalén, estaban allí de paso, especialmente porque algunos son
llamados habitantes de Mesopotamia (cap. 2:9) y "forasteros romanos"
(vers. 10, BJ).
Piadosos. Este adjetivo se usa para describir a Simeón (Luc.
2:25). En primer lugar se refiere a la circunspección, la manera de ocuparse
cuidadosamente de las cosas sagradas, con reverencia y consagración. Este
significado podría incluir tanto a los prosélitos como a los que eran judíos de
nacimiento. La expresión "todas las naciones bajo el cielo" hace que
esta inclusión sea necesaria. Este mismo
adjetivo aparece nuevamente en Hech. 8:2.
De todas las naciones bajo el cielo. En su famoso
discurso, pronunciado unos 35 años más tarde, y en un intento por conseguir que
los judíos no se rebelasen contra los romanos, Herodes Agripa II declaró que
"no hay pueblo en el mundo que no contenga parte de nuestra raza"
(Josefo, Guerra ii. 16.4); y Santiago dirigió su epístola inspirada "a las
doce tribus que están en la dispersión" (Sant. 1:1). Esta
"dispersión" de los judíos se debía en primer lugar a los grandes
cautiverios que habían sufrido: (1) las diez tribus llevadas a Asiria y a Media
en el año
6. Hecho este estruendo. "Al producirse aquel
ruido" (BJ). La palabra griega que se traduce "estruendo" es
fÇn', "voz", "sonido". Se la usa en Juan 3:8 para referirse
al viento y para explicar los movimientos del Espíritu. Aquí podría entenderse
en dos formas: (1) que se trata del estruendo que vino del cielo como un viento
recio (Hech. 2:2), (2) o como el ruido que produjeron los diferentes discursos
de los discípulos (vers. 4). Pero como fÇn' aparece en singular, parece mejor
relacionarla con el sonido de origen divino, el cual bien pudo haberse
escuchado fuera de la casa donde estaban los creyentes; pero también puede
relacionarse con las muchas voces del vers. 4.
La multitud. Es decir, las multitudes en Jerusalén, entre las
cuales se menciona especialmente a los visitantes de tierras lejanas.
Estaban confusos. Gr. sugjéó "mezclar con",
"confundir", "trastornar". Esta palabra sólo se usa en los
Hechos, en donde aparece cinco veces. La
multitud naturalmente quedó sorprendida cuando llegó al lugar de donde provenía
el ruido, y oyó a oradores que usaban tantas lenguas diferentes.
Les oía hablar. Algunas veces surge la pregunta
si los apóstoles recibieron el don de hablar en otras lenguas, o si el don
operó en los oyentes para que entendieran lo que decían los apóstoles. Es cierto que Pablo más tarde reconoció la
existencia del don de interpretación de lenguas (1 Cor. 12:30; 14:13,27), pero
parece ser bien claro que en el día de Pentecostés el don fue concedido a los
apóstoles, porque el Espíritu fue derramado sobre ellos (Hech. 2:3-4; HAp 33;
DTG 760).
Lengua. Gr. diálektos (ver com. cap. 1:19). La lista que
sigue (cap. 2:9-11) se refiere a grupos lingüísticos. Es probable que cada
orador hablase en una lengua diferente, según el grupo al que se dirigía. Los
que llegaban a la reunión sin duda buscaban en un lado y otro hasta encontrar
el grupo donde se hallaba su propia lengua. De este modo muchas nacionalidades
recibieron simultáneamente el mensaje.
7. Estaban atónitos y maravillados. "Atónitos"
se traduce de una palabra griega que literalmente significa "estar fuera
de sí"; se refiere al asombro que sobrevino a quienes fueron testigos del
milagro del don de lenguas. Compárese con el uso del mismo verbo en Mar 3:21:
"Está fuera de sí". "Maravillados" tiene la connotación de
una acción continuada: cuanto más oían, más maravillados quedaban.
Galileos. Esta descripción de los mensajeros evangélicos
podría referirse en primer lugar a los apóstoles, que eran todos galileos (ver
com. Mar. 3:14), si se incluye a Matías como oriundo de esa provincia. De un
modo general, podría decirse lo mismo de los 120, muchos de los cuales sin duda
eran de Galilea.
Parece que el gentilicio
"galileo" se usaba despectivamente porque los habitantes de Galilea
no eran cultos (ver com. Mat. 2:22; 4:15; 26:73; DTG 199). Por lo tanto, era
muy sorprendente encontrarse con galileos que hablaran correctamente idiomas
extranjeros.
8. Les oímos nosotros hablar. Sin duda se trata de una
declaración compuesta en la que el autor incorpora numerosos comentarios de
representantes de las diversas nacionalidades que a continuación se enumeran. El
hecho que atestiguan estos maravillados oidores era tanto una profecía como una
promesa de que el Evangelio sería proclamado en todo el mundo, a pesar de la
gran diversidad de idiomas.
En la que hemos nacido. Muchos de los presentes, aunque
judíos por religión, habían nacido en otros países y se habían criado hablando
los idiomas de sus diferentes lugares de nacimiento. La lista que sigue revela
a un historiador bien preparado, que había investigado cuidadosamente en cuanto
a las naciones representadas en esta gran ocasión, quien después asistió por lo
menos a una fiesta de Pentecostés (21:15), y que por lo tanto conocía la
heterogénea multitud que se congregaba en esa fiesta. Lucas sigue cierta
secuencia al enumerar las naciones, como si tuviera una visión panorámica del
Imperio Romano. Con Palestina al centro, mira primero al este; luego, en orden,
pasa al norte, al oeste, y al sur. De este modo se justifica la referencia a
"todas las naciones bajo el cielo" (cap. 2:5).
Los judíos de la diáspora (t. V,
pp. 61-62; Juan 7:35; Hech. 6:1) parecen, por lo general, haberse dividido en
cuatro clases. Estas clases, junto con algunos de sus componentes, a los cuales
se refiere Lucas, son: (1) los que venían de Babilonia y otras regiones
orientales: partos, medos, elamitas; los que habitaban en Mesopotamia; (2) los
de Siria y de Asia Menor: Judea, Capadocia, Ponto, Asia, Frigia, Panfilia; (3)
los del norte de Africa: Egipto, regiones más allá de Cirene; (4) los de Roma. Por
lo tanto, parece que esta lista se presenta conforme a un esquema generalmente conocido. Con referencia a la situación geográfica de
los diversos pueblos mencionados, ver mapas del t. I, p. 283; t. V, mapa frente
a la p. 289; t. VI, p. 140.
9. Partos. La lista comienza por el oriente con el gran reino
parto. Partia era aún el principal enemigo del gobierno romano, como lo había
sido casi un siglo antes en los tiempos de Craso, general romano a quien
derrotó. Partia quedaba al sur del mar Caspio, desde el Tigris hasta el Indo. Allí
se hablaba el persa, idioma que quizá hablaban también los medos.
Medos. Media, al sudoeste del mar Caspio, al este de la región de Asiria. Algunos israelitas de las diez tribus habían sido llevados cautivos a Media (2 Rey 17:6).
Ver com. Gén. 10:2; Dan. 2:39.
Elamitas. Este pueblo vivía en un reino limítrofe con Partia,
al este; con Media, al norte; y con Babilonia, al oeste. El golfo Pérsico
quedaba al sur. Ver com. Gén. 10:22; Est. 1:2; Dan. 8:2. En la LXX los elamitas
son llamados "persas", pero el idioma de ellos era diferente al de
Persia.
Los que habitamos en Mesopotamia. Mejor "habitantes
de Mesopotamia" (BJ). Mesopotamia quedaba entre dos ríos, es decir, entre
el Tigris y el Eufrates (ver com. Gén. 24:10). Sus habitantes incluían varios
grupos lingüísticos que hablaban diversos dialectos del arameo (t. I, p. 34;
ver com. Dan. 2:4).
Judea. Llama la atención que Lucas mencione aquí a Judea. Algunos
han supuesto que debería leerse India o Idumea.
Pero era natural que el gentil Lucas mencionara a Judea, el punto
central de su relato. Su presencia hacía más completa la lista. Puede
entenderse que "Judea" se refiere, en sentido más amplio, a toda
Palestina.
Capadocia. Al desplazarse de este a oeste, Lucas nombra a
continuación la provincia que quedaba al noroeste de Mesopotamia. Capadocia
estaba en la parte central de lo que ahora es Turquía; limitaba con Armenia por
el este y con el mar Negro (Ponto Euxino) y la provincia del Ponto por el
norte; con Galacia por el oeste, y con Cilicia, el país de Pablo (cap. 21:39),
por el sur. No se sabe qué idioma se
hablaba allí. Quizá era similar a la "lengua licaónica" (Hech. 14:11).
Ponto. Esta región quedaba en la orilla sur del mar Negro,
al norte de Capadocia. Como su vecina, estaba bajo la administración romana. No
se conoce su lengua autóctona.
Asia. No se refiere a lo que hoy llamamos Asia, sino a la
provincia romana que quedaba en la parte occidental del Asia Menor, la cual
abarcaba parte de lo que hoy es Turquía. La ciudad principal era Efeso. En el
segundo viaje misionero de Pablo, el Espíritu Santo le impidió que entrara en
esta región; con frecuencia se la llamaba Jonia y, en cuanto a la población,
era peculiarmente griega. Las siete cartas de Apoc. 2 y 3 están dirigidas a ciudades
de la provincia de Asia. Aunque la mayoría de la población de esta región y de
la zona circunvecina hablaba el griego, con toda seguridad el pueblo usaba sus
idiomas autóctonos.
10. Frigia y Panfilia. Dos pequeños distritos al sureste
de la provincia romana de "Asia".
Egipto. Egipto y los hebreos habían tenido relaciones por
más de mil quinientos años. Jacob y su familia habían estado allí; las tribus
hebreas habían sido esclavas en Egipto, y más tarde los egipcios invadieron a
Palestina (ver com. 1 Rey. 14:25). En los tiempos de Jeremías había en Judea un
partido político fuertemente favorable a los egipcios, y muchos, incluso
Jeremías, fueron llevados a Egipto mientras Judea caía en manos de los
babilonios (Jer. 42:
Regiones de Africa... Corresponde a lo que hoy se
conoce como Libia. La BJ dice "la parte de Libia fronteriza con
Cirene". Su ciudad principal en la costa del Mediterráneo se llamaba
Cirene. Su cultura era muy helenística,
pero tenía una gran colonia judía, que era el resultado de una deportación de
Palestina en los días de Tolomeo I (Josefo, Contra Apion ii. 4). Simón cireneo,
que cargó la cruz de Jesús (Mat. 27:32), era de allí, y de esa región salieron
los misioneros que habrían de evangelizar a Antioquía de Siria, misioneros que
tuvieron tanto éxito que Bernabé y Saulo de Tarso fueron a ayudarles (Hech.
11:19-26). Ver com. Gén. 10:13.
Romanos aquí residentes. El griego dice hoi epidemountes rhomáioi, es decir, "los romanos que estaban viviendo en forma temporaria", los "forasteros romanos" (BJ). Los rhomáioi eran por lo general los "ciudadanos romanos" y no los "habitantes de Roma". Por lo tanto, estas palabras podrían referirse a judíos que habían vivido por un tiempo en Roma, o a judíos romanos que estaban en ese momento en Jerusalén.
Había tantos judíos en Roma que cuando Varo les permitió enviar una embajada a Augusto, a los 50 embajadores se les unieron 8.000 compatriotas residentes en esa ciudad (Josefo, Antigüedades xvii, 11.1).
Los judíos habían
sido expulsados de Italia por Tiberio en el año 19 d. C. Por causa de ese
edicto varios miles debieron salir en busca de asilo, y es natural que muchos
de ellos hubieran regresado a Palestina. Tiberio revocó este edicto, pero es
posible que muchos judíos romanos se hubieran quedado en Jerusalén (t. V, pp.
67).
Tanto judíos como prosélitos. Estas palabras pueden aplicarse a
toda la lista anterior, o pueden leerse como una nota explicativa que destaca
la prominencia de los prosélitos romanos en esa multitud cosmopolita que venía
a rendir culto.
Es natural que el gentil Lucas
(t.V, p. 650), al escribir a Teófilo, también gentil (ver com. Luc.1:3),
mencionara a los visitantes que habían llegado de la capital del Imperio
Romano. Con referencia a los prosélitos, ver com. Mat. 23:15.
11. Cretenses y árabes. Estos dos gentilicios parecen haberse añadido a la lista anterior, lo cual se ha citado como una ilustración de la autenticidad del relato de Lucas, como si éste estuviera informando lo que un testigo ocular le había relatado.
La isla de Creta, al sur de Grecia,
tenía una numerosa población judía. Arabia, limítrofe con Palestina, era
domicilio de muchos males de judíos.
Al estudiar la lista de los
países mencionados en los vers. 9-11, se nota la ausencia de muchos nombres que
se esperaría encontrar, y que, en cambio, están incluidos algunos de escasa
importancia. Puede considerarse que esta es una evidencia adicional de que
Lucas no inventó la lista, sino que la recibió de quienes habían sido testigos
del milagro ocurrido en el día de Pentecostés. Sin embargo, esta lista no
debería considerarse como una enumeración exacta de todos los que estaban en
Jerusalén, sino más bien un intento de describir la naturaleza cosmopolita de
la multitud a la que se dirigieron los discípulos y los muchos y diversos
idiomas que hablaban.
Las maravillas de Dios. Esta frase abarca las
providencias de Dios manifestadas en el transcurso de la obra y de la vida de
Jesús.
12. Atónitos. Ver com. vers. 7.
Perplejos. Gr. diaporéÇ "estar perplejo". Lucas es
el único escritor del NT que emplea esta palabra.
¿Qué quiere decir esto? Los oidores estaban genuinamente
perplejos por el fenómeno, y discutían con vehemencia acerca de su significado.
13. Otros. Gr. héteros, "otro de clase distinta", no állos, "otro de la misma clase". Se sugiere un tipo de persona diferente al que se menciona en los vers. 5-12. Quizá estos "otros" eran los residentes oriundos de Jerusalén y Palestina, que no entendían ninguna de las lenguas habladas por los discípulos. Es probable que hubieran influido en ellos las muchas mentiras que se decían acerca de Jesús.
Los judíos habían
atribuido algunos de los milagros del Señor al poder del príncipe de los
demonios (Luc. 11:15), y Festo había dicho a Pablo que estaba loco (Hech. 26:24). Los sacerdotes se habían burlado de Cristo en
la cruz (Mat. 27:41-43), y eran capaces de instigar viles rumores para explicar
este milagro de las lenguas a fin de que no se debilitara la influencia de los
sacerdotes sobre el pueblo (cf. HAp 33).
Mosto. Gr. gléukos, "vino dulce", no "vino
nuevo", puesto que Pentecostés caía en junio y las uvas no maduraban hasta
agosto. Parece que aquí se refiere a una bebida embriagante. La acusación de
estos burladores sugiere que había cierta excitación en la modalidad y el tono
de los discípulos. Sin duda habría sido extraño que hubieran hablado con toda
tranquilidad, como si nada hubiera ocurrido. El gran poder de Dios los había
sobrecogido, y su tema era de inmensa importancia.
14. Pedro. En las pocas semanas transcurridas desde que negó a Jesús, se ha producido un gran cambio en el apóstol. Se ha convertido. Su mente ha sido abierta por la instrucción del Señor para que pueda comprender las Escrituras (Luc. 24:45). Ha sido dotado de percepción y de poder por el Espíritu Santo. Y como resultado se destaca como un santificado dirigente de hombres.
En vez de incertidumbre, hay convicción; en vez de temor, osadía; en
vez de palabras apresuradas como las que se encuentran en los Evangelios,
presenta un discurso detallado y bien razonado. Con método y claridad expone las
profecías acerca de Cristo. Se observa aquí una prueba natural de autenticidad.
Un inventor de cuentos difícilmente se habría atrevido a mostrar el cambio de
carácter que Lucas muestra en Pedro.
Con los once. Pedro no habla en forma aislada. Se levanta como representante
de sus hermanos. En forma individual se han estado dirigiendo a los diferentes
grupos nacionales; pero Pedro se dirige a la multitud y termina así esta gran
reunión evangelística. La mención de "los once" muestra que Matías es
contado entre los apóstoles, y que por lo tanto ha asumido rápidamente sus
responsabilidades.
Alzó la voz. Esta expresión es un hebraísmo, aunque también se
encuentra en la LXX y en el griego clásico (Gén. 21:16; 27:38); y sugiere que
Pedro clamó en alta voz, cosa que era necesaria para poder hacerse oír de la
gran multitud.
Les habló. Del Gr. apofthéggomai, "declarar" (ver
com. vers. 4). El uso de esta palabra da más énfasis al hecho de que Pedro
estaba hablando con el don del Espíritu. El apóstol no sólo hablaba, sino que
estaba declarando lo que el Espíritu le había inspirado.
Varones judíos. Parece que Pedro se dirigió en
primer lugar a los judíos de Palestina (vers. 13), para hacer notar la
diferencia entre éstos y los judíos de la diáspora, de los vers. 5-11.
Habitáis en Jerusalén. Esta frase parece referirse a los
que habitaban en la capital. Sin embargo, las palabras de Pedro podían abarcar
a toda la multitud; y por el vers. 22 se llega a la conclusión de que el
apóstol se dirigía a todo el conjunto.
Oíd. Literalmente "prestad oído".
15. No están ebrios. Pedro apela al sentido común de sus oyentes. ¿Acaso era aceptable que los discípulos estuvieran ebrios por la mañana de la fiesta de Pentecostés? La ebriedad pertenecía a la noche (1 Tes. 5:7).
Indicaba una depravación completa el levantarse "de mañana para
seguir la embriaguez" (Isa. 5:11; cf. Ecl. 10:16-17). Basando su práctica
tradicional en Exo. 16:8, los judíos comían pan por la mañana y carne por la
noche (Talmud, Yoma 75a, 75b; Berakoth, 20b). Un judío de buenos modales no
bebía vino sino hasta cerca del atardecer.
Como vosotros suponéis. El apóstol encara con tacto la
infundada acusación de ebriedad, y supone que se han equivocado y no que hayan
hecho una acusación maliciosa.
Hora tercera. Es decir, alrededor de las 9 de la mañana. Con
referencia al cómputo de tiempo en el NT, ver t. V, p. 52; com. Mat. 27:45. La
hora tercera era la hora de la oración matutina.
16. Esto es. Pedro no encaró su tema con timidez. Sin temor
identificó esta predicación como el cumplimiento de una profecía. Podía
hacerlo, pues había sido enseñado por el Señor e inspirado por el Espíritu.
Guiado por esta doble dirección, comenzó su primera exposición de la vida y las
obras del Mesías registrada desde la ascensión. Los versículos que siguen son
una prueba poderosa de lo que el apóstol era capaz de hacer ahora.
Joel. Pedro no entró en controversias en cuanto a Jesús. Primero usó las Escrituras del AT -en las cuales creían sus oyentes- para demostrar la legitimidad del fenómeno que en ese mismo momento estaban viendo. Esto captó su atención, y les ayudó a aceptar el razonamiento del apóstol y los preparó para recibir las pruebas en cuanto a Cristo. Algunos creen que el libro de Joel es el libro profético más antiguo de la Biblia (t. IV, pp. 22-23). Joel, empleando el tema del "día de Jehová", llamó a Israel al arrepentimiento y prometió el derramamiento del Espíritu en un tiempo futuro, que identifica sólo como "después de esto" (ver com. Joel 2:28-32; t. IV, pp. 961-962).
La expectativa de tal derramamiento del
Espíritu Santo era firme entre la gente piadosa del AT (ver com. Hech. 2:3). Los
vers. 17-21 se citan de Joel 2:28-32, y siguen muy de cerca a la LXX.
17. En los postreros días. Pedro sugiere que el momento del
cumplimiento de la profecía de Joel ha llegado; que ante los mismos ojos de sus
oyentes se ha cumplido la profecía. Ver com. Joel 2:28; cf. com. Isa. 2:2.
Dice Dios. Estas palabras no aparecen en el texto de Joel. Son
una inserción de Pedro para efectos de su sermón, y para identificar al Dador
de la promesa que sigue.
De mi Espíritu. Ver com. cap. 3:19.
Sobre toda carne. Es decir, sobre todos los seres
humanos, concediendo así poder divino a los débiles mortales. El don no se
concentra en los judíos, ni en ninguna clase social, ni en las personas de
determinado sexo, aunque sin duda el pensamiento de Pedro lo imitaría, en esta
etapa, a su propio pueblo.
Profetizarán. La aplicación que hace Pedro de la profecía de Joel
a este episodio de Pentecostés parece ligar el don de la profecía con el don de
lenguas (ver com. Joel 2:28). La profecía también afirma que las mujeres y los
hombres recibirían el don. Lucas registra el cumplimiento de esta promesa en
Hech. 9:10-16; 11:27-28; 13:1-3; 16:6-7; 18:9-10; 21:9-11; 22:17-18; 27:10,
22-25. Ver com. Luc. 2:36. Los dones del
Espíritu siempre se han revelado en las actividades de los siervos de Dios,
especialmente en momentos cruciales.
Vuestros jóvenes. Se ha demostrado vez tras vez que
los jóvenes tienen tanto los ideales como la energía para ver el futuro e
intentar lo que parece imposible hacer. Parece que la mayoría de los discípulos
de Jesús eran jóvenes, o quizá todos ellos. Muchos movimientos religiosos y
empresas políticas y cívicas han tenido a jóvenes como sus protagonistas.
Verán visiones. Con referencia a "visiones" y "sueños", ver com. Núm. 12:6; 1 Sam. 3:1. Los jóvenes tendrán visiones dadas por el Espíritu, con estímulo e instrucción para el presente y el futuro. Vuestros ancianos. En el libro de Joel éstos se mencionan antes que los jóvenes. Sueños. Esto es, revelaciones recibidas mientras se duerme, en contraste con las visiones que son revelaciones visuales, sin tomarse en cuenta si la persona duerme o no.
18. Mis siervos. El pasaje que aquí se cita (Joel
2:29) dice "los siervos", tanto en el hebreo como en la LXX. Así se
asegura que el Espíritu de Dios no está reservado para los nobles y los
poderosos, sino que también será recibido por hombres y mujeres de los niveles
más humildes de la sociedad (ver com. Joel 2:28). Pero Pedro parece hacer en
este contexto una aplicación más amplia de estas palabras. En el vers. 17 habla
de "vuestros hijos", "vuestras hijas", "vuestros
jóvenes" y "vuestros ancianos". Luego, al comienzo del vers. 18
hace un cambio sutil del texto del AT, y dice: "Y de cierto sobre mis
siervos y sobre mis siervas". Al añadir al texto del AT las palabras
"de cierto" y "mis", Pedro parece insinuar que consideraba
que los "siervos" y las "siervas" no eran otra categoría
más de los que habrían de recibir el Espíritu, sino un resumen de todos los que
ya habían sido mencionados. Vuestros
hijos, hijas, jóvenes, y ancianos, en realidad todo Israel (ver com. vers. 17),
deberían ser mis siervos y siervas, verdaderos siervos de Dios.
En aquellos días. Es decir "en los postreros días" (ver com. vers. 17).
De mi Espíritu. Ver com. cap. 3:19. Profetizarán. Ver com. vers. 17. Estas palabras no aparecen en el pasaje paralelo de Joel 2:29.
19. Prodigios. Gr. téras "portento",
"prodigio" (ver t. V, p. 198).
En el cielo. Pedro pudo haber pensado que la aplicación
inmediata de esta profecía era el don del Espíritu que en ese momento descendía
del cielo; pero la profecía de Joel también es importante para los últimos días
(ver com. vers. 20).
Señales. Gr. s'méion, "señal",
"milagro". Esta palabra o su equivalente no aparece en Joel ni en el
hebreo, ni en la LXX; pero sí con frecuencia en el NT con la palabra téras (ver
com. "prodigios"), en cuyo caso ambas están en plural (Juan 4:48;
Hech. 4:30; Rom. 15:19; etc.).
En la tierra. Podría referirse en forma inmediata al milagro de
hablar en otras lenguas; pero como lo muestran las afirmaciones siguientes, su
verdadera importancia es para los últimos días.
Los adverbios "arriba' y "abajo" no aparecen en Joel;
estas palabras fueron añadidas por Pedro para poner de relieve el contraste
entre "cielo" y "tierra".
Sangre. Sangre, fuego y humo son los terribles e inseparables compañeros de la guerra. Vapor. Aquí se sigue a la LXX. En el hebreo dice "columnas de humo".
20. El sol. Con referencia al cumplimiento específico de las
señales mencionadas en este versículo, ver com. Joel 2:10; Mat. 24:29.
Antes. Este adverbio insinúa que los "prodigios"
y las "señales" precederán al "día del Señor", y que son en
sí mismos parte de ese día.
Día del Señor. Ver com. Isa. 13:6; Joel 1:15; 2:1. Ese día será
terrible para los enemigos de Dios Joel 2:1-2; Amós 5:18-20; Apoc. 6:15-17;
etc.); pero grato para quienes acepten la invitación del Señor (Isa. 25:9; Joel
2:32).
Manifesto. Gr. epifanés "manifiesto",
"ilustre", "glorioso". La palabra hebrea que se usa en Joel
2:31 significa "terrible", "temible" Hech. 2:20 concuerda
con ese pasaje de Joel como se lo registra en la LXX.
21. Todo aquel. Esta promesa se aplicó en primer
lugar a los oyentes de Pedro; pero en su sentido más amplio abarca toda la
humanidad y destaca la universalidad de la invitación evangélica.
Invocare el nombre del Señor. "Invocar el nombre del Señor" era una frase hebrea comúnmente relacionada con los que adoraban a Dios (Gén. 12:8; ver com. cap. 4:26). Lucas y Pablo la utilizan (Hech. 7:59; 9:14; 22:16; Rom. 10:12; 1 Cor. 1:2).
En Hechos se emplea el mismo verbo con el sentido de apelar a un tribunal superior (cap. 25:11-12,21,25). La oración de fe proporcionará un espíritu de tranquila seguridad en medio de los terrores del día del Señor, y es cierto también que los que en cualquier momento sinceramente invocan el nombre del Señor encuentran el camino de la salvación (cap. 4:12).
Pedro presenta la gran conclusión hacia la cual se había estado dirigiendo: Jesús es el "Señor y Cristo" (cap. 2:36). Ha tomado una profecía del AT que habla de Yahweh "Jehová" (t. I. pp. 180-182), y la aplica a Jesús. El título kúrios, "señor", empleado en la LXX para designar a Yahweh, se le atribuye al Maestro que ascendió al cielo: es una valiente afirmación. Demuestra cómo la convicción de que Cristo era Dios constituía la nota clave del pensamiento y de la doctrina de Pedro. La palabra "nombre" en relación con el Señor aparece tantas veces en el libro de Hechos que constituye un tema guiador. El nombre del Señor se convirtió para los discípulos en un símbolo del glorioso carácter y del ilimitado poder de Aquel con quien habían recorrido Palestina.
Será salvo. Aquí hay una doble aplicación: la salvación del
hombre del pecado y también de los juicios de Dios que caerán sobre la tierra. En
cuanto a estos juicios, los cristianos del siglo I que obedecieron el consejo de
Jesús registrado en Mat. 24:15-20, se salvaron de morir durante la destrucción
de Jerusalén a manos de los romanos (Eusebio, Historia eclesiástica iii. 5.3;
ver com. Mat. 24:16). Los verdaderos
cristianos se salvarán de las catástrofes de los últimos días, si siguen
fielmente los consejos del Señor como Salvador y Rey próximo a venir; sin
embargo, la principal aplicación de las palabras de este versículo se refiere a
la salvación del hombre del pecado.
22. Varones israelitas. La palabra Israel abarca la
relación de pacto de Dios con su pueblo (ver com. Gén. 32:28).
Oíd estas palabras. Estas impresionantes palabras
constituyen el punto divisorio de la argumentación de Pedro. Hasta aquí ha
presentado el aspecto profético; pero ahora comienza a presentar su tema
principal: la divinidad de Jesús.
Jesús nazareno. La primera parte del título que
fue puesto sobre la cruz (cf. Juan 19:19); pero siete semanas más tarde Pedro
lo usa para presentar a quien está demostrando que es "Señor y
Cristo" (Hech. 2:36). El uso de ese título muy difícilmente podría haber
sido algo casual.
Varón. Pedro comienza su argumentación hablando del Jesús
humano, el Hombre que había vivido y andado entre ellos manifiesta y
públicamente, y había probado por medio de su vida y de sus obras que era todo
lo que Pedro ahora afirmaba que era.
Aprobado por Dios. Es decir, reconocido por Dios.
Maravillas, prodigios y señales. Las maravillas son "obras
portentosas" o "milagros". Los prodigios y las señales bien
podrían aludir a las palabras de Joel citadas en el vers. 19. Las tres palabras
en cierto modo son sinónimas, pero expresan diferentes aspectos del mismo hecho
y no una minuciosa clasificación de las obras de Cristo.
Dios hizo. Pedro afirma que Dios autorizó y aprobó los
milagros de Jesús.
Vosotros mismos. Difícilmente podían oponerse los
oyentes a lo que Pedro decía, porque sabían que era cierto y se basaba en
hechos sucedidos en medio de ellos.
23. A éste. Es decir, a Jesús nazareno (vers. 22).
Entregado. Esto es, traicionado por judas. Dios, para darle a
Satanás la oportunidad de demostrar la perversidad de su gobierno (el de
Satanás), permite que ocurran muchas cosas que son contrarias al propósito
final divino; sin embargo, en su divina sabiduría todo lo encauza para su
gloria.
Determinado consejo. Pedro había desarrollado de tal
modo su percepción espiritual, que ahora podía comprender cómo Dios estaba
cumpliendo su propósito en armonía con su presciencia, en los trágicos
acontecimientos relacionados con la muerte de Cristo (cf. cap. 1:16). Ver com.
Isa. 53:10; cf. Luc. 22:22.
Prendisteis. La evidencia textual establece (cf. p. 10) la
omisión de este verbo.
Matasteis. "Vosotros le matasteis clavándole en la cruz
por mano de los impíos" (BJ). Pedro
incluye a sus oyentes entre los que son culpables de la muerte del Señor. Esta
es una terrible acusación si se tiene en cuenta cómo concluye (vers. 36).
24. Al cual Dios levantó. Probablemente había circulado
entre la gente el relato de la resurrección de Jesús, pero es posible que se
estuviera poniendo en duda debido al falso relato registrado en Mat. 28:11-15. Esta
es la primera vez que se registra que uno de los seguidores de Jesús diera
testimonio público de su resurrección.
Dolores. Literalmente "dolores de parto". Esta palabra
también se usa en Mat. 24:8.
Imposible. La convicción de Pedro se basa, en parte, en las
seguras palabras proféticas citadas en los vers. 25-28, en donde se predice el
triunfo del Mesías sobre la muerte; pero además hay otras razones: (1) la
impecabilidad de Cristo (Juan 8:46; 1Ped. 2:22; ver com. Mat. 4:1-11; Nota Adicional de Juan 1): la
muerte no podía retener al Inocente; (2) el Dador de la vida no podía ser
sujetado indefinidamente por la muerte (Juan 5:26; 10:17-18).
25. De él. Sin este complemento podría parecer que el Sal. 16
sólo presenta la esperanza de David de que sería librado de sus enemigos. La
resurrección dio un nuevo significado a las profecías, que ellas mismas no
habrían sugerido, pero sin el cual eran incompletas. Señor. Dios el Padre.
A mi diestra. Puede aludirse a la escena de una batalla,
durante la cual un soldado se sitúa a la diestra de su amigo para protegerlo
contra un ataque. También puede representar a un abogado al lado de su cliente.
Esta cita destaca el apoyo inquebrantable que Dios da al Hijo.
26. Mi corazón se alegró. Ser uno con Dios es el mayor motivo de felicidad.
Mi lengua. Ver com. Sal. 16:9. Mi carne. Es decir "mi cuerpo". Descansará. Literalmente "pondrá tienda" o "vivirá en tienda" (ver com. 2 Ped. 1:13-14). En Sal. 16 se habla de la seguridad de David en esta vida, pero Pedro aplica las palabras del salmista a la resurrección.
27. Alma. Ver com. Sal. 16:10; Mat. 10:28.
Hades. Gr. hád's, "sepulcro" (ver com. Sal.
16:10; Mat. 11:23). La muerte de Cristo fue real, pero su resurrección
garantizó la victoria sobre la muerte, la cual él había gustado por todos los
hombres (Heb. 2:9).
Santo. Gr. hósios, "piadoso",
"santo". Esta palabra
transmite la idea de piedad personal (Heb. 7:26; Apoc. 15:4), y en eso difiere
de hágios, "santo", que se refiere a la consagración o la dedicación
(Mar. 1:24). Ver Nota Adicional del Sal. 36.
Corrupción. En el texto hebreo del versículo citado se emplea
la palabra shajath, "sepulcro" (ver com. Sal. 16:10). Sin duda Lucas
seguía la LXX de Sal. 16:10, en donde se traduce "corrupción".
28. Los caminos de la vida. Esto concuerda con la LXX, la
cual presenta una traducción muy libre del hebreo (ver com. Sal. 16:11). Gozo. Gr. eufrosún', "gozo",
"alegría", "bienestar".
Con tu presencia. Literalmente "con tu
rostro" (BJ). El rostro, o sea la presencia de Dios, es el motivo de gozo
y de alegría.
29. Varones hermanos. Pedro sigue con su forma
persuasiva de dirigirse a la multitud.
Se os puede decir libremente. Los que escuchaban las palabras
del apóstol no podían contradecir los sucesos de la muerte y sepultura de
David; por lo tanto, la profecía que se acababa de citar debía tener otra
aplicación.
Patriarca. En sentido primario, el patriarca era el fundador de una familia o de una dinastía. En el NT se emplea también este término para referirse a los 12 hijos de Jacob (cap. 7:8) y a Abrahán (Heb. 7:4). Su sepulcro. El rey David fue sepultado en Jerusalén, en "la ciudad de David" (ver com. 1 Rey. 2:10; 3:1).
30. Siendo profeta. Una rara descripción del rey
David, aunque justificada porque el Sal. 16 va más allá de la experiencia
personal de David para convertirse en un salmo mesiánico.
Dios le había jurado. Ver com. 2 Sam. 7:12-14,16. El
juramento al cual se refiere Pedro aparece en Sal. 132:11.
En cuanto a la carne. La evidencia textual favorece
(cf. p. 10) la omisión de la frase "en cuanto a la carne, levantaría al
Cristo". De ese modo, el versículo se leería: "Siendo profeta, y
sabiendo que con juramento Dios le había jurado que sentaría a uno de sus
descendientes en su trono". Esto
concuerda mejor con Sal. 132:11.
31. Viéndolo antes. Se atribuye visión profética a
David, pero no se indica que él mismo hubiera comprendido que la profecía se
refería a la resurrección del Mesías (cf. 1 Ped. 1:11).
Su alma. La evidencia textual establece (cf. p. 10) la
omisión de "su alma", y que sólo se leía "no fue dejado en el Hades".
Ver com. vers. 27 con referencia a "hades" y "corrupción";
con referencia a "alma", ver com.
Sal. 16:10; Mat. 10:28.
32. Este Jesús. Jesús de Nazaret, el crucificado,
de los vers. 22-23.
Resucitó Dios. Cristo se levantó al ser llamado por Dios el Padre, quien comisionó a los ángeles para que llamaran a su Hijo a fin de que saliera de la tumba (Mat. 28:2-6; Rom. 8:11; DTG 729). Testigos. Ver com. cap. 1:8,22.
33. Exaltado. Ver com. Juan 1:1-3,14; Nota Adicional de Juan 1.
https://elaguila3008.blogspot.com/2021/07/evangelio-segun-san-juan-1-21enlaces.html
Por la diestra de Dios. O también "a la diestra de Dios".
Esta era una posición de honor (Mat. 20:21; 25:33), y Pedro dice que Cristo la ocupó cuando fue glorificado (Mat. 26:64; Heb. 1:3; cf. Hech. 2:34).
La promesa del Espíritu Santo. Ver com. Juan 14:16, 26; 15:26.
34. No subió. El argumento de Pedro es claro: David había muerto y había sido sepultado (ver com. vers. 29); por lo tanto, la declaración de Sal. 16:10 "no dejarás mi alma en el Seol" (ver com. Hech. 2:27) no podía referirse a él.
Aquí hay
una evidencia de que Pedro creía que el hombre no asciende al cielo cuando
muere (cf. 1 Tes. 4:14-17; com. 2 Sam. 12:23; 22:6; Job 7:9).
Dice. Pedro cita Sal. 110:1. Este es el salmo más citado en el NT (Mat. 22:44; 1 Cor. 15:25; Heb. 1:13; 5:6; 7:17,21; 10:13). Los judíos consideraban que este era un salmo mesiánico, y así también lo interpretó Jesús (Mat. 22: 41-46). Ver coro. Sal. 110:1.
El Señor. Dentro de este contexto, este título se refiere a Dios el Padre (ver com. Sal. 110:1).
Mi Señor. Dentro de este contexto, este título se refiere a
Cristo (ver com. Sal. 110:1).
Siéntate. Estas palabras sugieren el reconocimiento de que
Cristo mantiene una jerarquía única (Efe. 1:20; cf. Fil. 2:10-11).
35. Tus enemigos. Cristo es el vencedor en la gran
lucha con Satanás y sus huestes. En el triunfo final sobre el mal, el
"postrer enemigo que será destruido es la muerte" (1Cor. 15:26).
Estrado. El poderoso rey sentado en un trono seguro, pone su pie sobre un estrado (ver com. Sal. 99:5). Poner a un enemigo en el vergonzoso lugar de un estrado para los pies, es símbolo de un completo triunfo (ver com. Jos. 10:24).
Cristo finalmente vencerá en forma completa a todos sus enemigos,
y su reino será establecido con gloria eterna (Apoc. 11:15). En ese tiempo
triunfal, el Hijo entregará el reino universal al Padre (1Cor. 15:24-28).
36. Casa de Israel. Pedro tiene el propósito de que
sus palabras vayan más allá del círculo inmediato de sus oyentes: a todo
Israel; sin embargo, hasta este momento su visión evidentemente está limitada a
la raza judía, y lo mismo ocurría con los otros discípulos. El propósito de
Pedro se hace evidente por su experiencia con Cornelio (cap. 10:9-16; 11:1-18).
A este Jesús. Mejor "a este mismo Jesús" (cf. vers.
22-23).
Vosotros crucificasteis. En el griego aparece el pronombre
"vosotros" (huméis) como para destacar el contraste entre la forma en
que los judíos habían tratado a Jesús y cómo lo había reconocido el Padre. En
el griego la forma verbal "crucificasteis" aparece al final de la
oración y significa una conclusión muy solemne. Pedro acusa sin temor a los
judíos del crimen perpetrado. Con firmeza insiste en la culpabilidad de ellos,
y de ese modo prepara el camino para los efectos que se describen en el vers.
37.
Señor y Cristo. La palabra "Señor"
refleja la idea del salmo citado en el vers. 34. El título "Cristo"
identifica a Jesús como el Mesías (ver com. Sal. 2:2; Mat. 1:1). La sintaxis
del griego original tiene una fuerza que se pierde con la traducción:
"Tanto Señor como Cristo hizo Dios a este Jesús".
37. Al oír esto. Dios ha ordenado que la
predicación de su Palabra sea uno de los medios más eficaces para llevar al
hombre a la fe y a la convicción de que es pecador (Rom. 10:17; 1 Cor. 1:21).
Se compungieron. Del Gr. katanússomai,
"traspasar", y en sentido metafórico, "causar dolor
mental". Este es el profundo dolor que debe acompañar al verdadero
arrepentimiento (2 Cor. 7:9-11).
Apóstoles. Deben haber estado cerca, apoyando a Pedro en su
dinámico ministerio.
Varones hermanos. Esta misma expresión fue empleada
entre los discípulos (cap. 1:16), y Pedro ya la había usado al dirigirse a la
multitud (cap. 2:29). El sermón inspirado por el Espíritu Santo impulsó a la
gente a simpatizar con los apóstoles.
¿Qué haremos? El clamor genuino de los corazones arrepentidos
(cf. cap. 16:30; 22:10).
38. Arrepentíos. Con referencia al significado de
esta palabra, ver com. Mat. 3:2; 4:17. Este es el mensaje que Cristo ordenó que
se predicara (Luc. 24:47).
Bautícese. Ver com. Mat. 3:6; Mar. 16:16. El bautismo debía
ser una parte vital del ministerio de los apóstoles (Mat. 28:19).
Cada uno. Pedro insiste en que todos, sin excepción, deben
bautizarse. Aunque el bautismo no salva, sí es un símbolo visible de la muerte
a la vida antigua y el comienzo de una vida nueva.
En el nombre. Si bien la evidencia textual establece (cf. p. 10)
el texto "sobre el nombre", entendiéndose así que se bautizaban al
confesar el nombre de Jesús -interpretación que corresponde al contexto que
trata de Jesús como "Señor y Cristo" (vers. 36)-, no hay una
verdadera diferencia entre el sentido de las preposiciones "en" y
"sobre" según su uso en el griego koiné.
Surge la pregunta: ¿Por qué en este caso, como también en otros pasajes (cap. 10:48; 19:5), sólo se menciona el nombre de Jesús en relación con el bautismo, y no la triple fórmula que aparece en Mat. 28:19? Se han dado varias explicaciones.
La más satisfactoria parece ser la que dice que Lucas no registra la fórmula bautismal, sino la exhortación de Pedro a quienes están dispuestos a confesar a Jesús como el Cristo. Era lógico que algunas veces se relacionara el bautismo cristiano con un solo nombre, pues, de las personas de la Deidad, el bautismo se relaciona específicamente con Cristo.
Esto puede verse en la literatura cristiana primitiva, tanto en el NT como después. Por ejemplo, en la Didajé o Doctrina del Señor [predicada] por los doce apóstoles a los [cristiano-] gentiles (7;9), se usa tanto el nombre de Cristo solo como también los tres nombres en relación con el bautismo. Esta antigua actitud fue también la de Ambrosio (m. 397 d. C.), quien declaró lo siguiente en cuanto a la fórmula bautismal: "El que dice uno, quiere decir la Trinidad. Si se dice Cristo, se ha designado también a Dios el Padre de parte de quien el Hijo fue ungido, y también el Hijo, el mismo que fue ungido, y el Espíritu Santo por quien fue ungido" (De Spiritu Sancto, i. 3). Los oyentes de Pedro ya creían en Dios el Padre. En lo que a ellos concernía, la verdadera prueba consistía en aceptar a Jesús como el Mesías.
Como Cristo lo había enseñado, el
bautismo se administró "en el nombre"; es decir, en relación vital
con la persona de Jesucristo. El converso sólo podía ser bautizado si lo
aceptaba. Los discípulos acababan de
recibir el don del Espíritu Santo, y por lo tanto estaban en condiciones de
reconocer el significado de la profecía de Juan el Bautista de que Cristo los
bautizaría con "Espíritu Santo y fuego" (Mat. 3:11). Con el rito del
bautismo se simboliza la unión mística entre el creyente y su Señor, hecha real
por el Espíritu.
Los pecados. La evidencia textual establece (cf. p. 10) el texto:
"vuestros pecados" (BJ). De este modo el perdón se convierte en un
asunto muy personal (ver com. Mat. 1:21; 3:6; 26:28; Luc. 3:3).
https://elaguila3008.blogspot.com/2021/07/evangelio-segun-san-lucas-1-24enlaces.html
El don del Espíritu Santo. Estas palabras pueden entenderse
como una identificación del don, y por lo tanto podrían leerse "el don que
es el Espíritu Santo". La palabra griega dÇrJa es un término general, y se
diferencia de járisma, vocablo que se aplica a los dones más específicos del
Espíritu (1 Cor. 12:4). El apóstol promete la presencia del Espíritu de Dios
como una posesión personal para cada creyente, sin necesariamente preocuparse
de que se concedan poderes especiales.
Nótense los pasos en la bendita
experiencia de llegar a ser verdadero cristiano, según se presentan en este
versículo: (1) arrepentimiento, (2) bautismo, (3) remisión o perdón de los
pecados, (4) recepción del Espíritu Santo.
39. Para vosotros. Los mismos que habían participado
en la crucifixión del Señor. Sus hijos
también estaban en condiciones de beneficiarse de la promesa (cf. Mat. 27:25). Promesa. Ver com. cap. 1:4.
Los que están lejos. Los judíos de la diáspora (t. V,
pp. 61-62), a quienes el apóstol más tarde escribió (1 Ped. 1:1-2), y
posiblemente también las naciones paganas entre las cuales vivían los judíos
dispersos (cf. Efe. 2:13,17). Es posible que, movido por la inspiración, Pedro hubiera
estado pronosticando aquí la entrada de los gentiles en la iglesia (Mat. 28:19).
El Señor nuestro Dios. Dios el Padre, a quien los judíos
afirmaban que servían.
Llamare. Mejor "llamare a sí". La invitación de
Dios es para todos. Todos tienen la oportunidad de ser salvos. Según la
invitación, los "llamados" son muchos; pero los "escogidos"
son sólo los que responden al llamamiento (ver com. Mat. 22:14). Estos últimos son, en sentido
esencial o básico, los "llamados" (ver com. Rom. 8:28-30).
40. Otras muchas palabras. En este versículo Lucas resume el
resto del discurso de Pedro, citando sólo su exhortación final (cf. com. Juan
21:25).
Testificaba. "Advertía" o "conjuraba". En el
griego el pretérito imperfecto sugiere, como en castellano, repetición de la
acción.
Sed salvos. Nótese que no dice "salvaos". Los hombres
no pueden salvarse a sí mismos, pero sí pueden aceptar o rechazar las
provisiones que Dios ofrece para la salvación.
Perversa. "Torcida", "inescrupulosa". La
misma palabra aparece en Luc. 3:5; Fil. 2:15. Cf. com. Deut. 32:5.
41. Se añadieron. Se agregaron a los que ya confesaban
a Cristo (ver com. cap. 1:15).
Tres mil. Debido al gran número de personas que pidieron el
bautismo, se ha sugerido que el rito se administró por aspersión y no por
inmersión. Pero no es necesario suponer que fue así (ver com. Mat. 3:6). En
Jerusalén y en sus proximidades había suficiente agua para bautizar a un gran
número de personas. Estaban los estanques de Betesda (ver com. Juan 5:2), de
Siloé (ver com. Juan 9:7) y los de Salomón.
Además, no debe pensarse que sólo
los doce administraron el rito. Los capítulos siguientes muestran que se
convirtieron muchos de entre los judíos helenísticos que estaban presentes en
la fiesta (Hech. 6:1) y que muy pocos conversos pertenecían a las clases
gobernantes locales (cap. 4:1). Algunos de estos conversos regresaron a sus
lugares de origen, y bien pueden haber sido los fundadores desconocidos de
iglesias en ciudades como Damasco, Alejandría o aun Roma.
42. Perseveraban. Gr. proskarteréÇ,
"perseverar", "atenerse a", "prestar atención
constante a". Este verbo extiende
la narración más allá del día de Pentecostés, abarcando la acción de los
creyentes en los días que siguieron (ver com. cap. 3:1).
Doctrina. Es decir, la enseñanza. Los recién bautizados habían escuchado el
sermón de Pedro, y los diferentes grupos se habían beneficiado con los mensajes
presentados en muchos idiomas. Esa primera instrucción sería reforzada en días
futuros por nuevas lecciones acerca de Cristo. Toda esta instrucción está
comprendida en el término "doctrina", o sea enseñanza. Es difícil
pensar que los apóstoles ya hubieran redactado algo que se asemejara a un
credo.
Comunión. Gr. koinónía, "comunión",
"asociación", "participación". La RVR traduce generalmente
"comunión" (1 Cor. 1:9; 10:16; 2 Cor. 13:14; Fil. 1:5; 1 Juan 1:3,
6-7; etc.); pero la misma palabra se usa en Rom. 15:26; 2 Cor. 9:13; Heb. 13:16
para referirse a contribuciones con fines de caridad, y se traduce,
respectivamente, "ofrenda", "contribución", "ayuda
mutua". Queda claro dentro del
contexto de Hech. 2 que la palabra se refiere a la hermandad que existió entre
los apóstoles y sus conversos.
El partimiento del pan. Es probable que este término
abarque tanto la Cena del Señor (1 Cor. 10:16) como las comidas habituales en
conjunto (pp. 46-47; Hech. 2:44,46).
La expresión "partimiento
del pan" o su equivalente, aparece en Mat. 14:19; 15:36; Mar. 8:6, 19;
Luc. 24:30,35 para referirse a comidas que evidentemente no eran la celebración
de la Cena del Señor. "Partimiento del pan" era una frase idiomática,
judía equivalente a "comer".
En Mat. 26:26; Mar. 14:22; Luc.
22:19; 1 Cor. 10:16; 11:24 se emplea específicamente para referirse a la Cena
del Señor; pero en Hech. 2:42,46; 20:7,11 podría tener cualquiera de los dos
sentidos. No se menciona la copa en relación con el pan, pero esto no
necesariamente excluye la posibilidad de que se haga referencia a la Cena del
Señor. Si bien el contexto no justifica una conclusión dogmática, podría
señalarse que la expresión "partimiento del pan" aparece en un
conjunto que describe actividades religiosas. El vers. 41 habla de que los
creyentes habían recibido la palabra, habían sido bautizados, y añadidos a la
iglesia. Por lo tanto, podría ser lógico suponer que el "partimiento del
pan" que nos ocupa también tuvo un significado religioso específico. Ver com. Hech. 20:7; 1 Cor. 11:20-21.
Oraciones. Ver com. cap. 1:14. He aquí cuatro elementos
básicos en la vida de la nueva sociedad cristiana: (1) los creyentes creían en
el conocimiento de la verdad por medio de la enseñanza de los apóstoles; (2)
eran conscientes de su comunión con Cristo y con sus hermanos por medio de
cultos en conjunto y en bondad y caridad mutuas; (3) participaban en el
"partimiento del pan, lo cual probablemente incluía la Cena del Señor; y
(4) oraban con frecuencia, tanto en privado como en público.
43. Sobrevino. Mejor "les sobrevenía". Temor. Reverencia, no miedo.
Toda persona. El temor reverente tuvo que haber sobrevenido tanto
a los creyentes como a los no creyentes. Durante los meses que acababan de
pasar, Jerusalén había experimentado momentos difíciles. La obra de Jesús había
llegado a su culminación, y la atención del público se concentró en él. Había
sido crucificado y se había levantado de los muertos.
Los discípulos sin temor habían
proclamado su resurrección y ascensión. Luego habían transcurrido los notables
sucesos del día de Pentecostés. El derramamiento del Espíritu Santo había sido
presentado como una prueba de que Cristo había sido aceptado en el cielo. El
impacto de la comunidad cristiana sobre los incrédulos había resultado en la
conversión y el bautismo de millares. Había muchos motivos para que hubiera un
reverente temor en el corazón de los habitantes de Jerusalén.
Maravillas y señales. Había un motivo más para
maravillarse. El Espíritu se manifestó dando a los apóstoles gran poder, no
sólo para predicar, sino también para hacer milagros, tal como Jesús lo había
prometido (ver com. Mar. 16:14-18).
44. Juntos. Podría referirse a la reunión literal de los
creyentes o a su unidad espiritual.
Tenían en común todas las cosas. "Tener,en común todas las
cosas" no era desconocido en la vida cotidiana de ese tiempo. Quienes
llegaban a Jerusalén para celebrar las fiestas anuales recibían lo que
necesitaban de sus amigos en esa ciudad; sin embargo, es claro que la
afirmación de Lucas sugiere más que esto. Los cristianos tenían que depender de
sí mismos, y eso dio lugar a una nueva forma de vida cristiana; sin embargo,
esto no significa que se hubiera instituido lo que se llama "socialismo
cristiano". Era quizá la continuación y la ampliación de la "bolsa"
común de Juan 12:6; 13:29.
Los nuevos conversos estaban más
dispuestos a compartir sus posesiones materiales por causa del nuevo amor que
habían hallado en Cristo y en sus hermanos, y su ferviente expectación del pronto
retorno del Señor (Hech. 1:11). No estaban obligados a compartir nada (cap.
5:4). Era el cumplimiento literal de las palabras de nuestro Señor (Luc. 12:33),
y una actitud muy natural en una sociedad fundada, no sobre la ley del interés
propio y de la competencia, sino sobre la ley de la simpatía y de la abnegación.
El Espíritu de Dios estaba manifestando su poder no sólo en dones específicos,
sino en forma de amor.
No hay evidencia alguna de que
esta forma de vida hubiera continuado en la iglesia por mucho tiempo, salvo en
la generosa caridad que la iglesia sin duda mostró en toda oportunidad
posible. Sin embargo, al mismo tiempo la
iglesia aprendió a discriminar en su manera de proceder (2 Tes. 3:10; 1 Tim.
5:8,16).
La iglesia de Jerusalén repetidas
veces tuvo que depender de la generosidad de las iglesias gentiles, según se ve
en Hech. 11:29; sin embargo, no debiera pensarse que la iglesia de Jerusalén
quedó reducida a la pobreza por haber practicado excesivamente la caridad en
sus primeros años, sino debido a las duras persecuciones y hambres a que fue
sometida (ver com. Hech. 11:27-30; Rom. 15:26; 1 Cor. 16:1-3).
45. Vendían. Las ventas se hacían cuando se presentaban
situaciones difíciles que exigían el gasto de fondos para ayudar a los
necesitados.
Sus propiedades y sus bienes. Gr. ktéma, "bienes
raíces", y húparxis, "posesiones", "bienes muebles".
Lo repartían. Distribuían lo que juntaban por la venta de sus
posesiones.
A todos. Es decir, a todos los creyentes.
Según la necesidad de cada uno. Estas palabras implican una
juiciosa discriminación. La ayuda dependía del grado de necesidad. Pronto quedó
preparado el camino para la ayuda sistemática (ver com. cap. 6:1-6).
46. Perseverando... cada día. Los nuevos creyentes eran
constantes en su culto público.
Unánimes. Ver com. cap. 1:14.
En el templo. Podría pensarse que los seguidores de Aquel a quien
los dirigentes habían condenado a muerte, habrían dejado de ir al templo; al
contrario, lo frecuentaban aun antes del día de Pentecostés (Luc. 24:53). Tuvo
que ser ahora para ellos un lugar más precioso que en los días en que no sabían
que su Señor era el Mesías. Por medio de él habían aprendido a conocer en
verdad al Dios del templo. También podrá parecer extraño que se les permitiera
rendir culto y enseñar en el templo, porque más tarde se les prohibió hacerlo.
Pero debe recordarse que los
atrios del templo estaban abiertos a todo israelita que no alterará el orden;
esto se debía quizá, en parte, a que había en el sanedrín personas como
Gamaliel, Nicodemo y José de Arimatea, que estaban a punto de aceptar a Cristo.
También es posible que la iglesia
hubiera adquirido cierta popularidad por la santidad de la vida de sus miembros
y la liberalidad de sus limosnas. En cuanto a los discípulos, éstos no
concebían que su religión significara que habían apostatado del judaísmo, sino
que era más bien el cumplimiento de éste. Por lo tanto, los cristianos rendían
culto con sus hermanos de sangre judíos (Hech. 3:1), no sólo por costumbre y
por deseo, sino también con la esperanza de ganarlos para el Evangelio. Ver
com. cap. 3:1.
Partiendo el pan. Ver com. vers. 42.
En las casas. Los cristianos rendían culto en el templo, pero los
rasgos distintivos de su vida en común, el partimiento del pan y el compartir
el alimento se practicaban en las casas.
Comían juntos. Es evidente que el partimiento del pan era una
práctica habitual de los cristianos (ver com. Hech. 2:42; 1 Cor. 11:20-22).
Con alegría. Gr. agallíasis, "gozo",
"exaltación". Se regocijaban por el privilegio de ser cristianos.
Sencillez. Gr. afelót's, que literalmente significa
"libre de piedras", es decir, suelo liso; aquí se refiere a sencillez
de carácter, a la benevolencia pura y la generosidad. Es natural que estas
emociones fueran evidentes entre los primeros cristianos.
47. Alabando a Dios. Esta frase es empleada con
frecuencia por Lucas (Luc. 2:13,20; 19:37; Hech. 3:8-9). El gozo que sentían en
su nueva fe naturalmente los inducía a alabar al Padre. El verdadero hijo de
Dios siempre halla suficiente razón para alabar al Señor.
Favor. Jesús había sido bien recibido por el pueblo. Ahora
la iglesia gozó de un favor similar, posiblemente porque sus miembros alababan
a Dios y eran caritativos.
El Señor. La iglesia reconocía que el aumento del número de
quienes aceptaban la fe se debía al Señor y no a ella misma.
Añadía. El pretérito imperfecto del verbo sugiere la idea
de continuidad después del día de Pentecostés, idea que se refuerza por medio
del complemento del verbo: "cada día".
A la iglesia. La evidencia textual favorece (cf. p. 10) la
omisión de esta frase; sin embargo, aparece la frase epíto autó, expresión
idiomática que según algunos debería entenderse como "a la comunidad"
(BJ).
Los que habían de ser salvos. La frase griega dice hoi sÇzoménoi, "los que estaban siendo salvados". La traducción "habían de ser salvos" quizá refleje la idea teológica de los traductores, pero no representa correctamente lo que dice el griego. (6CBA).
COMENTARIOS DE EGW
1-47. HAp 29-38. PENTECOSTÉS.
https://elaguila3008.blogspot.com/2012/03/capitulo-4-pentecostes.html
Ministerio Hno. Pio
No hay comentarios:
Publicar un comentario