Hechos 3. Curación Del Cojo. Vers. (1-11) Pedro predica a la gente que viene a ver al cojo sanado, y (12) declara que la curación de éste no ha sido por su poder o el de Juan, sino por el de Dios y de su Hijo Jesús, mediante la fe en su nombre.
(13-16) Además, le los reprende por haber crucificado a Jesús, (17-18) lo cual hicieron debido a su ignorancia de las Escrituras; pero que aún así cumplieron las profecías divinas de las Escrituras. (19-26) Los exhorta al arrepentimiento y a la fe para alcanzar el perdón de sus pecados y la salvación en el nombre de Jesús.
1 Pedro y Juan subían juntos al
templo a la hora novena, la de la oración. 2 Y era traído un hombre cojo de
nacimiento, a quien ponían cada día a la puerta del templo que se llama la
Hermosa, para que pidiese limosna de los que entraban en el templo. 3 Este,
cuando vio a Pedro y a Juan que iban a entrar en el templo, les rogaba que le
diesen limosna.
4 Pedro, con Juan, fijando en él
los Ojos, le dijo: Míranos. 5 Entonces él les estuvo atento, esperando recibir
de ellos algo. 6 Mas Pedro dijo: No tengo plata ni oro, pero lo que tengo te
doy; en el nombre de Jesucristo de Nazaret, levántate y anda. 7 Y tomándole por
la mano derecha le levantó; y al momento se le afirmaron los pies y tobillos;
8 y saltando, se puso en pie y anduvo; y entró con ellos en el templo, andando, y saltando, y alabando a Dios. 9 Y todo el pueblo le vio andar y alabar a Dios. 10 Y le reconocían que era el que se sentaba a pedir limosna a la puerta del templo, la Hermosa; y se llenaron de asombro y espanto por lo que le había sucedido. 11 Y teniendo asidos a Pedro y a Juan el cojo que había sido sanado, todo el pueblo, atónito, concurrió a ellos al pórtico que se llama de Salmón.
12 Viendo esto Pedro, respondió al pueblo: Varones israelitas, ¿por qué os maravilláis de esto? ¿o por qué ponéis los Ojos en nosotros, como si por nuestro poder o piedad hubiésemos hecho andar a éste?
13 El Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, el Dios de nuestros padres, ha glorificado a su Hijo Jesús, a quien vosotros entregasteis y negasteis delante de Pilato, cuando éste había resuelto ponerle en libertad. 14 Mas vosotros negasteis al Santo y al Justo, y pedisteis que se os diese un homicida, 15 y matasteis al Autor de la vida, a quien Dios ha resucitado de los muertos, de lo cual nosotros somos testigos. 16 Y por la fe en su nombre, a éste, que vosotros veis y conocéis, le ha confirmado su nombre; y la fe que es por él ha dado a éste está completa sanidad en presencia de todos vosotros.
17 Mas ahora, hermanos, sé que por ignorancia lo habéis hecho, como también vuestros gobernantes. 18 Pero Dios ha cumplido así lo que había antes anunciado por boca de todos sus profetas, que su Cristo había de padecer.
19 Así que, arrepentíos y
convertíos, para que sean borrados vuestros pecados; para que vengan de la
presencia del Señor tiempos de refrigerio, 20 y
él envíe a Jesucristo, que os fue antes anunciado; 21
a quien de cierto es necesario que el cielo reciba hasta los tiempos de la
restauración de todas las cosas, de que habló Dios por boca de sus santos
profetas que han sido desde tiempo antiguo.
22 Porque Moisés dijo a los
padres: El Señor vuestro Dios os levantará profeta de entre vuestros hermanos,
como a mí; a él oiréis en todas las cosas que os hable;
23 y toda alma que no oiga a aquel profeta,
será desarraigada del pueblo.
24 Y todos los profetas desde Samuel en adelante, cuantos han hablado, también han anunciado estos días. 25 Vosotros sois los Hijos de los profetas, y del pacto que Dios hizo con nuestros padres, diciendo a Abraham: En tu simiente serán benditas todas las familias de la tierra. 26 A vosotros primeramente, Dios, habiendo levantado a su Hijo, lo envió para que os bendijese, a fin de que cada uno se convierta de su maldad. (Hechos 3).
1. Pedro y Juan. No se dice nada en cuanto al tiempo que pudo
haber transcurrido desde el día de Pentecostés. El pasaje de Hech. 2:42-47
probablemente resume un progreso gradual sin que se produjera algún episodio
extraordinario, y bien podría abarcar un período de varios meses. Es digno de
notar que Lucas, quien le da tanta importancia a los datos cronológicos en el
Evangelio (Luc. 3:1; 6:1), no haga lo mismo en Hechos.
El hecho de que Pedro y Juan
aparezcan juntos, liga estrechamente el relato de los Evangelios con el de
Hechos. Ambos apóstoles habían estado relacionados personalmente desde mucho
tiempo atrás. Habían pescado juntos en
el mar de Galilea (Luc. 5:10). Con Jacobo, habían gozado de una amistad íntima
con el Señor (Mar. 5:37; 9:2; 13:3; 14:33). Habían sido enviados juntos para
que prepararan la pascua que Jesús deseaba comer con sus discípulos (Luc.
22:8). La noche del juicio de Jesús, Juan, que era conocido por quienes
componían la casa del sumo sacerdote, llevó a Pedro al palacio de ese jerarca
(Juan 18:15-16). Juan y Pedro serían enviados más tarde para ayudar a Felipe en
su ministerio en Samaria (Hech. 8:14), y con Jacobo aprobarían la obra hecha por
Pablo y Bernabé entre los gentiles (Gál. 2:9). Por lo tanto, el hecho de que
ahora aparezcan juntos es una consecuencia directa de la camaradería entre los
dos apóstoles.
Subían. Este episodio ocurrió mientras los dos apóstoles se
dirigían al templo a rendir culto.
Al templo. Gr. hierón, "templo", que no sólo incluía el santuario, sino también el atrio y todos los edificios del predio del templo (ver com. Mat. 4:5). Los apóstoles "estaban siempre en el templo, alabando y bendiciendo a Dios" (Luc. 24:53; Hech. 2:46).
Los judíos que se
convertían al cristianismo no tenían edificios de iglesia donde reunirse, y aún
no habían comprendido que los servicios del templo ya no tenían un significado
espiritual especial para los cristianos.
La hora novena, la de la oración. Corresponde a
las 15 horas, es decir, las 3 de la tarde (ver com. cap. 2:15; t. V, p. 52). Esta
era la hora del sacrificio vespertino (Josefo, Antigüedades xiv. 4.3). Se
conocía como "la hora de la oración" y como "la hora del
incienso" (Luc. 1:9-10).
Los sacrificios de la mañana y de
la tarde se ofrecían con incienso a la hora tercera y a la hora novena
(alrededor de las 9 y las 15 respectivamente); en esas horas los piadosos oraban
en los atrios del templo. Parece que algunos, por lo menos, acostumbraban orar
también a mediodía (Sal. 55:17; ver com. Dan. 6:10; Hech. 10:9).
Se sabe que en el siglo II d. C.
se hacía una tercera oración diaria cerca de la puesta del sol, y es posible
que esta costumbre fuera anterior a ese período. Los escritos rabínicos sugieren que había
cierta libertad en cuanto a la hora precisa de estas oraciones. La práctica de
orar tres veces al día aparece con seguridad en la iglesia cristiana ya en el
siglo II; probablemente, se tomó de la sinagoga judía (Didaje 8). A comienzos
del siglo III, parece que muchos cristianos oraban durante tres períodos
diarios (Clemente de Alejandría, Stromata, vii. 7).
2. Era traído. Como en esos días no había hospitales ni asilos, el
cojo tenía que ser puesto por sus amigos donde la gente de buena voluntad pudiera
verlo y ayudarlo (Mar. 10:46; Luc. 16:20; 18:35). Las multitudes que iban al
templo podían sentirse inclinadas a socorrerlo debido al sentimiento religioso
del momento.
Cojo de nacimiento. La información exacta de la duración
del sufrimiento de este cojo es característica de Lucas (cap. 9:33; 14:8). El
cojo tenía unos 40 años de edad cuando fue sanado (ver com. cap. 4:22).
Puerta... la Hermosa. No aparece una puerta con este
nombre en otro pasaje bíblico ni en la literatura judía. Los eruditos no
concuerdan en cuanto a si esta puerta puede identificarse con la de Susa, en el
muro exterior, al este de la zona del templo, o con la puerta de Nicanor, la
cual quizá comunicaba el atrio de los gentiles con el atrio de las mujeres. Algunos
han ubicado la puerta de Nicanor entre el atrio de las mujeres y el de los
hombres. Desde que se realizaron las últimas excavaciones del área del templo,
se ha sugerido que la puerta "la Hermosa" es la triple puerta que
daba al lado sur, a la cual se ascendía por una magnífica escalinata.
Que la puerta "la
Hermosa" haya formado parte del muro exterior, o que estaba entre los
atrios, es algo que parece depender en gran medida de la ruta que se cree que
siguieron los apóstoles durante esta narración. Lucas registra que llegaron a
la puerta, sanaron al cojo, entraron en el templo y, al parecer, después de
haber orado se encontraron con una multitud atraída por el milagro ocurrido en
el pórtico de Salomón. Como parece que este pórtico estaba dentro del muro
exterior oriental (ver com. vers. 11), es posible que la puerta "la
Hermosa" pudiera haber sido una puerta exterior, porque si hubiera sido
interior, entre los atrios, los apóstoles tendrían que haber pasado por ella de
nuevo para llegar al pórtico de Salomón.
Muchos eruditos prefieren suponer
que los apóstoles salieron de nuevo por la puerta "la Hermosa" antes
de encontrarse con la multitud en el pórtico de Salomón, y que esta puerta es
la de Nicanor, situada probablemente entre el atrio de los gentiles y el atrio
de las mujeres. Josefo describe esta puerta de la siguiente manera: "Una,
la que estaba fuera del santuario, era de bronce corintio, y tenía un valor
mucho mayor que el de las que estaban revestidas de plata y adornadas de
oro" (Guerra v. 5.3).
Con respecto a la misma puerta,
la Mishnah afirma: "Todas las puertas fueron cambiadas por puertas de oro
excepto la puerta de Nicanor, porque con ella había ocurrido un milagro; de
cualquier modo, algunos dicen que su bronce brillaba como oro" (Middoth
2.3). Considerando la evidencia, es imposible precisar de qué puerta se trata.
Para que pidiese limosna. Es probable que en los
alrededores del templo, como ocurre hoy en muchas mezquitas e iglesias, hubiera
muchos ciegos, cojos, inválidos y mendigos.
3. Entrar en el templo. El hecho de que los apóstoles
estaban por entrar en el templo, probablemente para rendir culto, sin duda hizo
pensar al cojo que eran hombres piadosos de quienes podía esperar una limosna.
Les rogaba que le diesen limosna. Debido a su
pobreza, no podía ver más allá de sus necesidades y de los recursos materiales
que le hacían falta. Puede ser que aun el más piadoso, como llegó a serlo el
cojo después que fue curado (vers. 8), no reconozca, debido a sus deficiencias
físicas inmediatas, de dónde o cómo viene el poder divino. Por su apariencia,
Pedro y Juan no demostraban que eran instrumentos del poder celestial. Por otra
parte, este cojo, testigo diario de los servicios del templo, y quizá también
conocedor de lo que allí se comentaba, difícilmente podía ignorar los
conmovedores acontecimientos que habían acompañado a la reciente crucifixión y
resurrección de Jesús.
4. Fijando en él los ojos. O "fijó en él la
mirada" (BJ). Ver com. Hech. 10:10; Luc. 4:20.
Míranos. Pedro y Juan no estaban insinuando que el cojo
debía pensar que ellos poseían poder en sí mismos para sanarlo (vers. 6); pero
sí procuraron que el cojo fijara su atención en ellos para poder conducirlo a
Cristo.
5. Esperando. La esperanza del cojo era recibir algo para satisfacer
una necesidad física temporal, para lo cual habría bastado un poco de dinero.
6. Plata ni oro. Se sabe que los apóstoles
administraban los fondos encomendados a los dirigentes de la iglesia por la
generosidad de los miembros de la comunidad cristiana (cap. 2:45; 5:2). Podría
entenderse que Pedro y Juan no tenían dinero propio, pero ¿por qué no le dieron
al cojo de la tesorería de la iglesia? O no tenían consigo nada de ese dinero
en el momento, o por alguna razón creían que esos recursos debían reservarse
para ayudar a los conversos cristianos.
Pero tenían más que dinero para
dar: un don que la iglesia con su posterior riqueza ha demostrado no poseer. Se
relata una notable anécdota en cuanto a una visita de Tomás de Aquino al papa
Inocencio IV, en una ocasión cuando éste tenía delante de sí una gran cantidad
de dinero sobre la mesa. Dijo el papa: "Tomás, como puedes ver, la iglesia
no puede decir lo mismo que dijo la iglesia primitiva: 'No tengo plata ni oro'
". A lo cual Tomás de Aquino respondió: "Es verdad, Santo Padre; pero
tampoco puede decir como le dijo Pedro al cojo: 'Levántate y anda"'.
Lo que tengo. Lucas ya se ha referido antes de este episodio
(cap. 2:43) a las "maravillas y señales" hechas por los apóstoles;
por lo tanto, este milagro no necesariamente fue el primero de Pedro después de
Pentecostés. En este pasaje Pedro habla con firme certeza. Frente a este
notable episodio, cada cristiano debe preguntarse ¿qué tengo yo para dar? Uno
ni puede dar lo que no ha recibido, ni puede dar sinceramente si su corazón es
mezquino. No puede dar de Cristo si no posee a Cristo; pero cuando tiene a
Cristo, lo sabe, y no puede esperar antes de compartir su precioso don con
otros.
En el nombre. El nombre Jesucristo, el Salvador ungido, contiene
la descripción de la personalidad y del carácter de su divino Portador. La
reverente invocación de este nombre dio por resultado la demostración del poder
de Cristo. El reconocimiento y la invocación del poder de este nombre es
frecuente en el libro de los Hechos (cap. 4:10, 12; 9:14; 16:18; 19:5, 13;
22:16). La plena confianza con la cual Pedro pronunció este nombre antes de
sanar al cojo, fue la expresión de una sencilla fe en la promesa de su Maestro
(Mar. 16:18). Ver com. Hech. 3:16.
Jesucristo de Nazaret. Es probable que este nombre no fuera desconocido para el inválido.
Un ciego había recibido antes la vista en
el estanque de Siloé (Juan 9:7-8), y quizá este cojo sabía de la curación del
paralítico en el estanque de Betesda (Juan 5:2-9), que padecía una enfermedad
parecida a la suya.
Nazaret era un lugar de mala fama
(Juan 1:46). Según Juan, en el letrero que se puso sobre la cruz (cap. 19: 19)
aparecía la palabra "nazareno", gentilicio de los de Nazaret. Para
los judíos no sólo era una piedra de tropiezo que Jesús fuera de origen galileo
(cap. 7:40-42), sino también que fuera de Nazaret. Para el cojo tuvo que haber sido una gran
prueba de fe responder a la invitación de Pedro, pues apenas unas pocas semanas
antes Jesucristo de Nazaret había muerto vergonzosamente sobre la cruz como si
hubiera engañado al pueblo. Pero el pronunciar ese nombre con fe abrió el
camino para que obrara el poder de Dios. "Tan pronto se menciona el nombre
de Jesús con amor y ternura, los ángeles se acercan a fin de enternecer y
subyugar el corazón" (CM 112).
Levántate y anda. La evidencia textual sugiere (cf.
p. 10) que el texto decía así; pero admite que también podría haber sido
simplemente "anda". Si este hombre caminó alguna vez, lo hizo con
gran dificultad, pues era cojo de nacimiento (vers. 2). La orden de Pedro tenía
que ser obedecida confiando en el poder de Dios, sin tomar en cuenta las
condiciones. La obediencia con fe significa curación.
7. Se levantó. El proceder de Pedro fue como una ayuda bondadosa a
la fe infantil y quizá incipiente del cojo. Fue una ayuda provisoria que salvó
el abismo que se interponía entre el último momento de invalidez del hombre y
el primer momento de su aceptación por la fe del hecho de que se había obrado
en él un milagro. Los hijos de Dios deben también hacer lo que hizo Pedro:
"Fortaleced las manos cansadas, afirmad las rodillas endebles" (Isa.
35:3).
Se le afirmaron. Los débiles y flácidos músculos y
tendones se pusieron fuertes y activos.
Tobillos. Lucas era médico (Col. 4:14); por lo tanto, es un
escritor con experiencia médica el que describe con precisión lo que le ocurrió
al cojo.
8. Saltando, se puso en pie y anduvo. Probablemente
sería mejor traducir "comenzó a caminar", en vez de
"anduvo". Cuando recibió fuerza, dio un salto y fue capaz de ponerse
de pie por primera vez en su vida. Caminó paso tras paso, alternando uno y otro
con saltos de gozo.
En el templo. ¡Cuánto habrá anhelado este hombre durante años
poder entrar caminando en el templo como lo hacían otros! Ahora que era capaz
de hacerlo, entró inmediatamente. En esa hora de la oración los atrios del
templo estaban llenos de quienes acudían a rendir culto. ¡Cuál no debe haber
sido la admiración de la multitud cuando lo vio "andando, y saltando, y
alabando a Dios"!
9. Todo el pueblo le vio. Este milagro no ocurrió a
escondidas. Los testigos de esta curación fueron numerosos, y entre ellos tuvo
que haber muchos que durante años sabían que ese hombre era cojo. Las autoridades judías estuvieron dispuestas
a admitir esto (cap. 4:16).
El relato detallado y minucioso
de Lucas es convincente. Sin duda se basó en las narraciones de testigos
oculares con quienes habló, y fue autenticado por la Inspiración. El Dios que
creó puede volver a crear, y lo hace a voluntad.
10. Le reconocían. La gente sabía con seguridad que
el hombre había sido cojo, y que no era impostor; ahora veían que estaba sano. Podían
ver que había entrado en el templo, saltando y regocijándose sano y alabando a
Dios.
A la puerta... la Hermosa. Ver com. vers. 2.
11. Teniendo asidos. Un MS del siglo VI dice:
"Cuando Pedro y Juan salieron, él [el cojo sanado] salió sosteniéndose en
ellos; y los que estaban asombrados se hallaban en el pórtico llamado de
Salmón". Esta variante, si bien no es de gran autoridad, ayuda a ubicar la
puerta "la Hermosa" y a identificarla con la puerta de Nicanor (ver
com. 2).
Atónito. Jesús había predicado acerca de las obras de Dios
sólo unos pocos meses antes desde "el pórtico de Salomón", durante la
fiesta de la dedicación (Juan 10:22-23). El recuerdo de lo que entonces dijo,
tuvo que haber permanecido en el pensamiento de los discípulos. La gente se
había quejado porque Jesús no había declarado con franqueza si era el Cristo o
no (Juan 10:24-26); sin embargo estuvieron listos para apedrearle cuando dijo
que era uno con el Padre (Juan 10:30-33). Pero ahora la gente oyó que Jesús era
proclamado "Santo y justo", "Autor de la vida", el Cristo,
el Mesías de la profecía (Hech. 3:14-15, 18).
Pórtico. Gr. stoá, "pórtico", "galería".
En el ralato original de la construcción del primer templo no se encuentra
ninguna mención de un "pórtico que se llama de Salomón". Josefo (Antigüedades
xx. 9.7) ubica este pórtico al lado oriental del predio del templo. Dice que se
distinguía por dos hileras de columnas de unos 12 m de alto (Guerra v. 5.2). Se
lo llamó "pórtico de Salomón" quizá porque en él había restos del
edificio anterior al tiempo de Zorobabel.
Cuando Herodes Agripa I estaba completando la obra de su abuelo, la
gente procuró persuadirlo de que echara abajo este pórtico y lo reconstruyera,
pero se negó a hacerlo.
12. ¿Por qué os maravilláis? Esta pregunta es similar a la del
ángel: "¿Por qué estáis mirando al cielo?" (cap. 1:11). En ambos
casos la idea es que los testigos del milagro no deberían estar tan asombrados
por el acontecimiento como evidentemente lo estaban.
¿Por qué ponéis los ojos en nosotros? Ver com. cap. 1:10.
No debía atribuirse el milagro a hombres como Pedro y Juan, sino sólo al poder
divino.
Piedad. Las palabras de Pedro hacen recordar la teoría
popular de que si una persona es suficientemente piadosa, Dios la oirá y se
producirán grandes resultados (Juan 9:31) El apóstol rechaza esta idea. Ninguna
pureza propia le habría servido a Pedro. Sólo el poder de Dios manifestado en
el nombre de Jesús de Nazaret podía efectuar el milagro.
13. El Dios de Abraham. Este es un eco de la enseñanza y
de la forma de hablar de nuestro Señor (Mat. 22:32), aunque la frase es del AT
(Exo. 3:6,15).
Cuando Pedro
aseveró que Jesús era Hijo del Dios de Abraham, aseguró a sus oyentes judíos
que no estaba predicando un nuevo Dios, sino que relacionaba a Jesús con el
Dios de los padres de ellos.
Hijo. Gr. páis, palabra que puede significar
"hijo", "niño" o "siervo". La LXX emplea la
palabra país en este tercer sentido en los últimos capítulos de Isaías para
designar al "siervo de Jehová". En verdad, este pasaje se parece mucho a Isa. 52:13. En el NT se aplica
país a Cristo en Mat. 12:18; Hech. 3:26; 4:27,30. Estos pasajes sugieren que
Mateo y Lucas comprendían que el siervo sufriente de Isaías era una figura que
podía aplicarse a Cristo. Ver com. Isa. 41:8.
Entregasteis. Pedro es franco y valiente al culpar a los judíos de la muerte de Jesús, y así lo hicieron siempre los apóstoles a partir de ese momento.
Negasteis. Cf. Juan 19:15.
Resuelto. O "decidido". Pilato había decidido con
plena justicia dejar en libertad a Jesús por ser inocente (Juan 19:4); pero los
judíos, para su culpa y vergüenza, le persuadieron que lo condenara a muerte.
14. Santo. Este notable calificativo quizá no era nuevo para
los oyentes de Pedro, pues aparece en la literatura judía del período
intertestamentario (ver com. Juan 6:69). El endemoniado lo había usado al dirigirse
a Cristo (Mar. 1:24). Jesús había sido hallado inocente de toda acusación
durante el juicio a que fue sometido (Mar. 15:10; Luc. 23:4). Tanto Pilato como
su esposa habían dado un claro testimonio de que Jesús era inocente (Mat.
27:19, 24). Lo mismo hicieron el ladrón arrepentido (Luc. 23:41) y el centurión
(vers. 47). Ver com. Hech. 2:27.
Justo. Ver 1 Ped. 3:18; 1 Juan 2:1; com. Hech. 7:52.
Pedisteis... un homicida. Es decir, a Barrabás (Mar. 15:7;
Luc. 23:19).
15. Autor de la vida. Gr. arj'gós t's zó's, "autor u originador de la vida" (cf. Heb. 2:10; 12:2). "En Cristo hay vida original, que no proviene ni deriva de otra" (DTG 489).
El autor de la
vida y de la salvación es Aquel de quien fluyen vida y salvación. Se presenta a
Cristo claramente como el Creador de toda vida. El mismo lo afirmó repetidas
veces (Juan 3:14-15; 5:26,40; 6:48,51). Los judíos habían preferido dejar con
vida a un homicida, a un asesino, y matar al Autor y Dador de la vida.
Dios ha resucitado. En el NT se afirma repetidas
veces que el Padre fue quien levantó a Cristo de los muertos (Hech. 2:24; Rom.
6:4; 8:11). Al mismo tiempo, Jesús afirmó que tenía poder de poner su vida y
volverla a tomar (Juan 10:18). Estas dos declaraciones en cuanto a la
resurrección no son contradictorias, pues aunque Cristo tenía vida en sí mismo,
como el Hijo encarnado que tomó la "forma de siervo" (Fil. 2:7), no
podía "hacer nada por sí mismo" (Juan 5:19). Jesús usaba su poder
divino sólo por orden del Padre; por esto, aunque "el Salvador salió de la
tumba por la vida que había en él" (DTG 729), lo hizo cuando Dios, su
Padre, lo llamó.
De lo cual. Es decir, "del cual" o "de
quien". Pedro asevera de nuevo el hecho básico de que los apóstoles sabían
de qué estaban hablando. Habían conocido al Señor, lo habían visto morir, y lo
habían visto resucitado.
16. Su nombre. Repetidas veces en el NT, y especialmente en
Hechos, se presenta el nombre de Jesús como el medio por el cual se hacen
milagros y se obtiene la salvación (Hech. 3:6; 4:10,12, 17-18; 16:18; Mar.
9:38; Luc. 10:17). El empleo de la palabra "nombre" en este sentido
debe entenderse teniendo en cuenta el rico significado del término en el NT.
Ver com. Hech. 2:21.
Los eruditos han destacado que en
los tiempos antiguos se creía que ciertos nombres tenían especial santidad y
particular eficacia; por lo tanto, entre los judíos del período posterior al
exilio, la manera de pronunciar el nombre divino Yahweh era mantenida en
secreto, conocida sólo por el sumo sacerdote; finalmente se perdió del todo.
Se creía que la mención de otros
nombres era especialmente poderosa para que se efectuaran milagros. Josefo
relata haber visto a un tal Eleazar que pretendía echar fuera demonios usando
el nombre de Salomón (Antigüedades viii. 2.5).
Los siete
hijos de Esceva intentaron en Éfeso usar el nombre de Jesús con el mismo propósito (cap.
19:13-14). Pensaron que había un poder mágico en sólo mencionar el nombre. Sin
duda muchos de los que observaron los milagros realizados por los discípulos en
el nombre de Jesús, pensaron que la eficacia de esos milagros consistía en el
empleo de un nombre mágico. Ver t. I, pp. 179-182.
Pero queda fuera de
toda duda que los discípulos al hacer milagros no emplearon el nombre de Cristo
con la idea de que había poder mágico en la pronunciación de ese nombre.
En el AT, la palabra hebrea shem,
"nombre", algunas veces se emplea con el sentido de
"carácter" (Jer. 14:7,21), y puede ser casi un sinónimo de la persona
misma (Sal. 18:49). Esta estrecha relación entre el nombre y el carácter se
ilustra con la abundancia de nombres del AT que indican el carácter de quienes
los tenían o la anticipación que los padres expresaban respecto a la
personalidad de sus hijos. Es probable que la misma idea de
"carácter" sea la que corresponda con la palabra "nombre"
en el libro pseudoepigráfico de Enoc (cap. 48:7), donde se dice del Hijo del
Hombre: "Porque en su nombre [los justos] son salvos".
Otro aspecto de esto puede verse
en tiempos del NT, cuando la palabra griega ónoma, "nombre", puede
significar "persona". Por eso, en un papiro egipcio del año 13 d. C.
aparece la frase "de parte del nombre escrito debajo", lo cual significa,
"de parte del suscrito". Un uso similar aparece en Hech. 1:15; Apoc.
3:4; 11:18.
Todo esto indica que al
pronunciar el nombre de Jesús para realizar milagros y para proclamar
salvación, los apóstoles declaraban que el poder de sanar y de salvar se
empleaba en una relación vital con la persona y el carácter de Jesucristo.
La declaración de Pedro en este
pasaje, "le ha confirmado su nombre", era una afirmación de que
Cristo mismo era quien había hecho el milagro, y no que un encanto mágico
hubiera actuado automáticamente sobre el cojo. El poder de Cristo está al
alcance de todos, pero debe ser aceptado mediante una fe viva en él.
Vosotros veis y conocéis. No había nada oculto en este
milagro, ninguna posibilidad de hacer trampas. No se sustituyó al cojo con un
hombre sano para hacer creer que el inválido había sido sanado. Todos conocían
al hombre que había sido cojo, y ahora veían que estaba curado.
Por él. Es decir, por medio de Cristo. Cf. 1 Ped. 1:21. La
fe que hubo tanto en Pedro el sanador como en el hombre sanado, dependió en
cada uno de ellos del poder de Cristo. Pedro recibió el poder de Dios por medio
de la fe; el hombre también recibió fe, por la cual pudo ser sanado su cuerpo. La
fe sanadora es en sí misma un don (Rom. 12:3; 1 Cor. 12:9).
17. Por ignorancia. La ignorancia es tan peligrosa en
el aspecto espiritual como en otros asuntos. Se puede pecar por ignorancia,
como ocurrió en el caso que aquí se presenta; pero la ignorancia no es una
excusa válida para justificar el pecado. Aun en el gobierno humano, el no
conocer una ley no es razón para excusarse de su transgresión. Es necesario
arrepentirse con tanta sinceridad de un pecado de ignorancia como de cualquier
otro pecado. Son especialmente culpables
los que son ignorantes porque permiten que el prejuicio y sus sentimientos les
impidan conocer las cosas de las cuales la razón y la conciencia dan
testimonio. Cf. Luc. 23:34.
18. Ha cumplido así. Esta es la culminación de todo lo
expuesto por Pedro y la base de su exhortación al arrepentimiento. La fuerza de
su lógica residía en el hecho de que estaba predicando una profecía cumplida.
Profetas. Cf. Luc. 24:25-27. Como se registra en Hech. 1:16; 2:23, Pedro también destaca el hecho de que los profetas del AT predijeron la obra de Cristo.
El propósito de todas las Escrituras es exponer el plan trazado para la salvación del hombre por medio del sufrimiento redentor de Cristo. A partir de la primera promesa evangélica (Gén. 3:15) continuó un testimonio a través del AT que destaca la expiación vicaria por medio de Jesucristo.
En este
sentido son de especial importancia en el AT los pasajes que se encuentran en
Sal. 22:18 (cf. Mat. 27:35); Dan. 9:26;
Zac. 11:13 (cf. Mat. 27:9-10); Isa. 53.
Que su Cristo había de padecer. Hasta donde se sepa, los judíos
nunca aplicaron al Mesías la profecía de Isaías respecto al siervo sufriente. La
doctrina de un Mesías sufriente discrepaba muchísimo con las opiniones de los
judíos en la edad apostólica, y casi no fue comprendida por los mismos
discípulos de Cristo hasta después de su resurrección.
Pedro mismo protestó cuando
Cristo expuso claramente a sus discípulos los sufrimientos que padecería, y fue
severamente reprendido porque vacilaba en aceptar esa perspectiva (Mat.
16:21-23). Este pasaje de Hechos revela un cambio notable en la comprensión de Pedro;
ahora afirma que los sufrimientos de Cristo armonizaban con el plan divino. Sin
duda los apóstoles habían recibido esta instrucción por medio de la enseñanza
de Jesús después de la resurrección (Luc. 24:44-48) y por la iluminación del Espíritu
Santo en Pentecostés. Pedro más tarde demostró que comprendía esta doctrina
fundamental cuando escribió acerca del Salvador que había llevado "él
mismo" los pecados (1 Ped. 2:23-24).
19. Arrepentíos. Gr. metanoéÇ, "cambiar de
opinión", y en el sentido espiritual, "arrepentirse" (ver com.
Mat. 3:2). Esta exhortación al arrepentimiento es la culminación lógica de la
dura reprensión de Pedro a quienes lo habían desafiado. No tendría mucho
sentido tal reprensión si no tuviera el propósito de producir arrepentimiento. Esto
es lo que debe suceder con toda predicación evangélica.
Convertíos. Gr. epistréfÇ, "darse vuelta". En la LXX
se emplea con frecuencia esta palabra para traducir el vocablo hebreo shub
"volver", término que muchas veces tiene el sentido espiritual de volver
a Dios (ver com. Eze. 18:30). El verbo epistréfÇ describe apropiadamente el
cambio que ocurre en una persona cuando acepta a Cristo como Salvador y Rey, y
Lucas lo emplea frecuentemente en este sentido (Hech. 9:35; 11:21; 26:20).
LA CONVERSIÓN es la
base de una experiencia cristiana genuina. Se distingue del nuevo nacimiento
(Juan 3:3,5) sólo en que puede considerarse como el acto del hombre que se
aparta de su vieja vida de pecado, mientras que el nuevo nacimiento o
regeneración es la obra del Espíritu Santo que actúa sobre el hombre simultáneamente
con su conversión. Ninguna de las dos fases de esta experiencia puede cumplirse
sin el Espíritu Santo; pero el Espíritu Santo no puede hacer su obra mientras
la persona no esté dispuesta a permitir que Dios se posesione de su vida (Apoc.
3:20).
Borrados. O "limpiados". En la Biblia el perdón del
pecado muchas veces se representa como un lavamiento (Juan 13:10; Apoc. 1:5;
ver com. Apoc. 22:14). La idea de quitar o lavar el pecado es similar. La
imagen que bien puede asociarse con las palabras aquí expresadas es la de una
acusación que define los pecados del penitente, que son absueltos por el amor
perdonador del Padre (Isa. 43:25; Col. 2:14; ver com. Mat. 1:21; 3:6; 26:28;
Luc. 3:3).
El resultado inmediato para los que aceptaron la exhortación de Pedro al arrepentimiento fue el perdón de sus pecados.
En este sentido puede considerarse que esos pecados fueron borrados de
inmediato; sin embargo, la eliminación definitiva del pecado ocurrirá precisamente
antes de la segunda venida de Cristo y en relación con el fin de la obra del
Salvador como Sumo Sacerdote (ver com. inmediato, "para que"). La
culpa por pecados específicos queda cancelada cuando son confesados y
perdonados, y serán borrados del registro en el día del juicio (cf. Eze. 3:20;
18:24; 33:13; CS 539).
Para que. Gr. hópÇs an, "para que", "a fin de
que". Esta frase expresa propósito. La conversión de los pecadores tiene
el poder de acelerar el cumplimiento de los propósitos de Dios y, por lo tanto,
de apresurar la venida de su reino en su plenitud. La traducción "pues que
vendrán" (RVA) no es precisa.
En este pasaje Pedro parece
señalar una cierta secuencia de acontecimientos. Instó a sus oyentes a arrepentirse y a
convertirse. Dijo que estas actitudes serían seguidas por (1) el perdón de sus
pecados, (2) la venida de los "tiempos de refrigerio", y (3) el
glorioso advenimiento de Jesucristo.
En cualquier estudio de la
secuencia de sucesos implicados en las palabras de Pedro, deberían tenerse en
cuenta dos puntos: (1) Pedro, como los otros discípulos, no conocía "los tiempos
o las sazones" (Hech. 1:7; cf. Juan 21:20-23); su visión del futuro no era
de largo alcance, y esperaba gozosamente el muy pronto retorno de su Señor (ver
Nota Adicional de Rom. 13). (2) Por inspiración divina Pedro se dio cuenta que
ciertas profecías de los últimos días se estaban cumpliendo en su tiempo. En
verdad, esa inspiración bien pudo haberle permitido ver sólo ese cumplimiento
inmediato, que resultó ser limitado, aunque este punto no es esencial en este
estudio. Por ejemplo, en el día de Pentecostés, afirmó que la profecía de Joel,
de que en "los postreros días" Dios derramaría su Espíritu sobre toda
carne, se estaba cumpliendo entonces (Hech. 2:14-18). Verdaderamente hubo un
cumplimiento limitado de la profecía de un derramamiento divino; y también es
cierto, como ya se dijo, que en cierto sentido los pecados de los convertidos
fueron entonces borrados, porque fueron cubiertos por la sangre redentora de Jesucristo.
Pero de acuerdo con la
perspectiva de los planes en el cielo hasta su segunda venida. planes de Dios
que se llevaban a cabo, especialmente en relación con el cumplimiento de la
profecía, ahora podemos ver que en un sentido más literal y completo "los
postreros días" son nuestros días, y que es ahora cuando realmente podemos
esperar la venida de Cristo.
Del mismo modo vemos que el gran
derramamiento del Espíritu de Dios -los "tiempos del refrigerio"- se
refieren específicamente a nuestros días: los días de la lluvia tardía (ver
com. Joel 2:23).
Así también podemos y debemos
considerar que el perdón de los pecados corresponde con nuestro tiempo. ¿Por
qué tenemos que separarlo tanto de los otros dos acontecimientos que dijo Pedro
que ocurrirían? En verdad, cuando estudiamos este tema del perdón de los
pecados dentro del ámbito de la obra de Cristo en el santuario celestial (ver
com. Dan. 8:14), descubrimos que los pecados serán finalmente borrados en los
últimos días de la historia de esta tierra, inmediatamente antes de la venida
de Cristo (PP 371-372; CS 472-475; ver com. Eze. 18:24).
Es, pues, evidente que la
afirmación de Pedro (vers. 19), tomada en conjunto, implica un elemento
temporal definido. Hablando por inspiración, y por lo tanto más allá de su
propia comprensión limitada, Pedro se refiere claramente a dos grandes
acontecimientos de los últimos días de la historia de este mundo: (1) El gran
derramamiento del Espíritu de Dios, y (2) la eliminación final de los pecados
de los justos. Estos acontecimientos están ligados con un tercer acontecimiento
culminante: la segunda venida de Cristo.
De la presencia. Literalmente "del
rostro". El "refrigerio" viene directamente desde el trono de
Dios.
20. Él envíe. El tema dominante de los escritores del NT es el
retorno de Cristo. Ver com. vers. 19.
Os fue antes anunciado. Mejor "os fue antes
designado", "os había sido destinado" (BJ). Para Dios el plan de la redención existe
desde la eternidad (Mat. 25:34; Efe. 1:4; Apoc. 13:8), y se puso en marcha a
pesar de la resistencia de Satanás y de los pecadores. Resta que los que están implicados en el plan
cumplan sus condiciones mediante su obediencia (cf. Luc. 22:42; Heb. 10:7).
21. El cielo reciba. Los discípulos habían sido
testigos de la ascensión de Cristo (cap. 1:9-10), y comprendían que Cristo
debía permanecer en el cielo hasta su segunda venida. Jesús había dicho a sus
discípulos que era necesario que él los dejara (Juan 14:1-6), pero un aún
entonces no lo comprendieron, hasta que lo vieron ascender y se dieron cuenta
de que debían esperar su regreso.
Restauración. Cristo murió como Redentor del mundo, y por lo
tanto la restauración prometida fue posible por su crucifixión.
Aquí Pedro presenta un resumen de
la idea que desarrolla plena y cabalmente en 2Ped. 3:7-13. Los cielos nuevos y
la tierra nueva de este pasaje son una restitución, una restauración frente al
pecado y la degradación, que, como resultado de la caída del hombre en el
pecado, destruyeron la hermosura y la perfección de la creación original (ver
com. Isa. 65:17-25; Miq. 4:8).
Este pasaje no enseña, como han
pensado algunos, que finalmente se salvarán todos. La Escritura no enseña tal
doctrina; pero sí expresa la idea de un estado final en el cual la justicia, y
no el pecado, tendrá dominio sobre un mundo redimido y recreado. Presenta una
meta de elevadísimo valor para la experiencia cristiana, que resulta del
verdadero arrepentimiento y de la conversión, y ofrece una esperanza aún más
amplia para el posible crecimiento en sabiduría y en santidad en el mundo
venidero que el que los cristianos algunas veces han estado dispuestos a
destacar.
De que habló Dios. Esta frase puede referirse a
"los tiempos de la restauración", es decir, al acto divino de la
restauración, predicho proféticamente, o a "todas las cosas", en cuyo
caso se refiere al cumplimiento de las promesas de Dios por medio de los
profetas. Aquí hay una clara aseveración de que las declaraciones de los profetas
son los mensajes de Dios. Fue Dios quien habló por medio de los profetas (2
Ped. 1:21). Este pasaje es prácticamente idéntico a Luc. 1:70.
Desde tiempo antiguo. Estas palabras abarcan las muchas
e inmutables promesas manifestadas por medio de los profetas que fomentaron las
esperanzas del pueblo de Dios a través de los siglos. Zacarías vio el comienzo
del cumplimiento de estas promesas en el nacimiento de su hijo Juan (Luc.
1:70). El plan de salvación ha existido desde antes del "principio del
mundo" (Apoc. 13:8)
22. Moisés dijo. El linaje de profetas verdaderos sugerido aquí y en el vers. 24, revela la esperanza de la venida de algún profeta que sobrepujaría a todos los otros, tal como se revela en la pregunta que le hicieron a Juan el Bautista: "¿Eres tú el profeta?" (Juan 1:21). Ninguno de los dirigentes posteriores a Moisés fue exactamente como él (ver Deut. 18:15; com. Hech. 3:22, "como a mí").
Su obra señaló una nueva época: la manifestación de la gloria de Dios por medio de una teocracia, con su ley y sus servicios de culto divinamente ordenados.
La venida de Jesús señaló el comienzo de otra nueva época: su reino fue establecido en el corazón "nuevo" de los hombres (Jer. 31:31-34; Heb. 8:8-12).
A los padres. La evidencia textual favorece (cf. p. 10) la
omisión de esta frase.
Como a mí. Aquí se le hace citar a Moisés la promesa de Dios
de que el profeta que vendría sería como él (Deut. 18:18); pero el paralelo no
es completo, porque Moisés no fue el Hijo unigénito de Dios ni quien pagó el
precio de la expiación en forma vicaria; y Jesús fue ambas cosas.
A él oiréis. Es decir, le obedeceréis (ver com. Juan 6:60).
Os hable. Aquí Pedro modifica algo la cita de Deut. 18:18
para convertirla en una orden para sus oyentes.
23. Alma. Gr. psujé (ver com. Mat. 10:28; cf. Hech. 2:41).
Será desarraigada. El pasaje que Pedro cita (Deut.
18:19), aunque no literalmente, dice, "yo le pediré cuenta". Las
palabras que Pedro coloca en su lugar son un eco de la frase común en el AT:
"será cortado el tal varón de entre su pueblo" (Lev. 17:4,9; cf. Exo.
12:15,19).
24. Desde Samuel. Es probable que se nombre aquí a
Samuel porque los profetas de Israel primero aparecen en relación con él como
un grupo, especialmente en lo que se refiere a las escuelas de los profetas. En
el siglo III d. C., Juda-ha-Nasi, redactor de la Mishnah, se refirió a Samuel
como "el mayor de los profetas" (Talmud palestino Hagigah, 77a). Esto
bien podría representar una posición aceptada en los días de Pedro.
Estos días. No es claro si Pedro se refiere aquí a "los
tiempos de la restauración" (vers. 21) o a los notables momentos en los cuales
vivían él y sus oyentes. Bien pudo haber pensado en los dos, creyendo que los
acontecimientos que estaba presenciando finalmente serían el comienzo de las
escenas finales (cf. cap. 2:17).
25. Hijos de los profetas. Los profetas y sus mensajes
fueron enviados especialmente a los israelitas (Rom. 3:2).
Del pacto. Pedro identifica aquí el pacto abrahánico (Gén. 12:3)
con el pacto de la salvación, así como lo hace Pablo (Gál. 3:8). A pesar de la
luz espiritual y de los privilegios de que gozaban los judíos, no habían reconocido
a Jesús como el Mesías. En todas las edades, y sobre todo ahora, quienes gozan
de privilegios espirituales especiales pueden ser culpables del mismo error.
En tu simiente. Refiriéndose a Gén. 12:3, Pablo
dice que Cristo es la "simiente" y que todos los fieles en Cristo son
herederos de Abrahán (Gál. 3:16, 29). El uso que Pedro le da al pasaje no es
tan explícito, pero al citarlo es evidente que lo aplica a Cristo.
26. A vosotros primeramente. Es digno de notarse esta prioridad del judío como receptor del Evangelio. Pedro no sabía aún las condiciones en las cuales el Evangelio sería predicado a los paganos, pero sus palabras implican que entendía claramente que el mensaje tenía que ir primero a los judíos. Esta secuencia también fue empleada por Pablo: "Al judío primeramente, y también al griego" (Rom. 1:16; cf. cap. 2:9-10). Empleó tanto esta secuencia en su predicación del Evangelio, que se convirtió en una fórmula (Hechos 13:46; cf. cap. 9:19-20; 14:1; 17:1-3). Cf. t. IV, pp. 31-32.
Hijo. Gr. páis (ver com. vers. 13).
Para que os bendijese. La bendición de la cual se habla
aquí sigue a la resurrección, e implica el poder de Cristo que capacita al
hombre para apartarse del pecado y entrar en una nueva vida en el Salvador. Esta
nueva vida del creyente es posible por medio de la resurrección de nuestro
Señor (Efe. 2:4-6; Col. 2:12-13).
Se convierta. Gr. apostréfo, "volverse", que como el
verbo afín epistréfo, aparece con frecuencia en la LXX como traducción del
verbo hebreo shub (ver com. vers. 19). Este pasaje es ambiguo. Puede entenderse que Jesús aparta a los
hombres de la iniquidad o que los bendice cuando se apartan de ella. Pero en
cierto sentido ambas cosas son ciertas. Las bendiciones de la salvación sólo
pueden recibirse por medio del poder restaurador del Espíritu Santo, que obra
en el transgresor el imprescindible apartamiento del pecado, con
arrepentimiento y conversión. (6CBA).
COMENTARIOS DE EGW
1-26 HAp 47-49. A LA PUERTA DEL TEMPLO.
https://elaguila3008.blogspot.com/2012/04/capitulo-6-la-puerta-del-templo.html
Ministerio Hno. Pio
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