Juan 3:1-21. Vers. (1-13) Cristo enseña a Nicodemo la necesidad del nuevo nacimiento. (14-15) La fe en su muerte. (16-17) El inmenso amor de Dios por el mundo. (18-21) La condenación por causa de la incredulidad.
1 HABÍA un hombre de los fariseos que se llamaba Nicodemo, un principal entre los judíos. 2 Este vino a Jesús de noche, y le dijo: Rabí, sabemos que has venido de Dios como maestro; porque nadie puede hacer estas señales que tú haces, si no está Dios con él. 3 Respondió Jesús y le dijo: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios.
4 Nicodemo le dijo: ¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo? ¿Puede acaso entrar por segunda vez en el vientre de su madre, y nacer? 5 Respondió Jesús: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios. 6 Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es. 7 No te maravilles de que te dije: Os es necesario nacer de nuevo. 8 El viento sopla de donde quiere, y oyes su sonido; mas ni sabes de dónde viene, ni a dónde va; así es todo aquel que es nacido del Espíritu.
9 Respondió Nicodemo y le dijo: ¿Cómo puede hacerse esto? 10 Respondió Jesús y le dijo: ¿Eres tú maestro de Israel, y no sabes esto? 11 De cierto, de cierto te digo, que lo que sabemos hablamos, y lo que hemos visto, testificamos; y no recibís nuestro testimonio. 12 Si os he dicho cosas terrenales, y no creéis, ¿Cómo creeréis si os dijere las celestiales? 13 Nadie subió al cielo, sino el que descendió del cielo; el Hijo del Hombre, que está en el cielo.
14 Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es necesario que el Hijo del Hombre sea levantado, 15 para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.
16 Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. 17 Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvado por él.
18 El que en él cree, no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios. 19 Y esta es la condenación: que la luz vino al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas. 20 Porque todo aquel que hace lo malo, aborrece la luz y no viene a la luz, para que sus obras no sean reprendidas. 21 Mas el que practica la verdad viene a la luz, para que sea manifiesto que sus obras son hechas en Dios. (Juan 3).
1. Nicodemo. [Conversación con Nicodemo, Juan 3: 1-21] Nombre griego que significa "vencedor del pueblo". En los días del NT muchos judíos habían adoptado nombres griegos. Los discípulos Andrés, Felipe, Dídimo y Alfeo tenían nombres tales.
Nicodemo era rico, fariseo y miembro del consejo
nacional, el sanedrín.
La división en capítulos impide apreciar la relación que hay entre el relato del cap. 3 con los últimos versículos del cap. 2. La entrevista con Nicodemo ilustra la declaración del cap. 2:25, que Jesús "sabía lo que había en el hombre" (ver com. cap. 3:3). Reconoció en este dirigente a un sincero buscador de la verdad, uno a quien podía "fiar", o confiar, un conocimiento más claro y más completo de su misión que a la mayoría de los hombres (cap. 2:24).
Nicodemo era una notable excepción del principio general presentado en cap. 2:24-25. De esa manera, en el mismo comienzo de su ministerio público, Jesús ganó un amigo cuya influencia providencialmente torció los planes de los dirigentes que querían terminar prematuramente la misión de Cristo (ver cap. 7:50-51; cf. cap. 19:39; DTG 147, 424).
Principal. "Magistrado" (BJ). Es decir, miembro del sanedrín (ver p. 68).
Los judíos. Ver com. cap. 1:19.
2. Vino a Jesús. Esta visita se realizó en el monte de los Olivos (DTG 140; cf. pp. 636-637), quizá no mucho después de la primera limpieza
del templo, registrada en el cap. 2:13-17. Nicodemo había presenciado ese hecho
dramático (DTG 140), y, sin duda, había oído a Jesús y había presenciado
algunos de sus milagros (cap. 2: 23). Indudablemente compartía con otros judíos
la esperanza de un Mesías político que libertaría a la nación del yugo romano
(ver com. Luc. 4:19); y tuvo que sentirse perplejo cuando Jesús le explicó la
naturaleza espiritual de su reino. Nicodemo era cauteloso por naturaleza, y no
se manifestó abiertamente como seguidor del humilde nazareno hasta después de
la crucifixión (Juan 19:39; cf. DTG 148). La semilla sembrada en esta ocasión
cayó en terreno fértil y finalmente produjo una abundante cosecha.
De noche. Conociendo la actitud que por lo general mostraban
los dirigentes para con Jesús, Nicodemo consideró que no era sabio comprometer
su reputación o posición haciendo saber que tomaba a Jesús en serio hasta el
punto de buscar una entrevista personal con él. Esta precaución dio más peso a
los esfuerzos de Nicodemo para desviar a los dirigentes de su propósito de
arrestar a Jesús.
Rabí. Ver com. cap. 1:38.
Sabemos. Nicodemo estaba satisfecho con la evidencia de la
aprobación divina manifiesta en las palabras de Jesús y en sus obras. Los otros
dirigentes tuvieron las mismas oportunidades de observar y considerar la
naturaleza de las credenciales de Jesús (cf. cap. 2:18-20), y, sin duda, sabían
tan bien como Nicodemo la conclusión a que se llegaba mediante esa evidencia; pero el orgullo y la perversidad de su
corazón les impidieron reconocer su validez. En cambio, Nicodemo la
reconoció. Fue uno de los "muchos" (cap. 2:23) que
"creyeron".
De Dios. Estas palabras están en una posición enfática en
griego. Con ellas Nicodemo reconoció que los milagros de Jesús constituían la
prueba de una autoridad más que humana.
Como maestro. Gr. didáskalos (ver com. cap. 1:38), un título de
respeto.
Nicodemo mismo era "maestro
[didáskalos] de Israel" (cap. 3:10), y, sin embargo, estaba dispuesto a aceptar como su
igual a Jesús- Quien No Tenía Educación Académica Ni Permiso Oficial Para
Enseñar-.
La única explicación de esta
visita es que comprendía en su corazón que Jesús era más que simplemente un
maestro. Sin embargo, al principio su
orgullo le impidió que revelara sus pensamientos más íntimos de que Jesús podía
ser el Mesías. Pero cuando se compara su reacción con la de los otros
dirigentes de la nación, es sorprendente hasta qué punto su ardiente deseo de
conocer la verdad venció a su orgullo
natural.
Nadie. Los milagros o "señales" (cap. 2:23) constituían una evidencia de poder divino que no se podía negar.
En ocasiones
posteriores, Jesús llamó la atención de los dirigentes judíos al significado de
sus milagros para probar su misión divina (cap. 5:36; 10:38; cf. DTG 372).
Tú haces. El pronombre personal "tú" es enfático. Los
milagros de Jesús eran diferentes de los de otros hombres; demostraban ser
genuinos.
Si no está Dios con él. Los milagros demostraban aprobación divina y reconocimiento divino. Nicodemo fue llevado por
la evidencia hasta sus conclusiones lógicas.
3. De cierto, de cierto. Ver com. cap. 1:51. Jesús desdeñó
la lisonja que se le brindaba, y dirigió su respuesta a la tácita súplica en
procura de verdad, implícita en el hecho de que Nicodemo lo había buscado para
una entrevista privada.
De nuevo. "De lo alto" (BJ). Gr. ánthen que en otras partes en Juan significa "de arriba" (cap. 3:31; 19:11; etc.). Esta palabra puede usarse correctamente en ambos sentidos, y no es seguro qué significado quiso darle Jesús aquí. Es claro que Nicodemo la entendió en el sentido de "de nuevo" (vers. 4), pero quizá Jesús quiso decir "de lo alto", el sentido en que se usa ánthen después en el mismo capítulo (vers. 31).
Con seguridad, el nacimiento al que Jesús se refiere aquí es un segundo
nacimiento, pero no es una repetición del primer nacimiento como la traducción
"de nuevo" podría implicar.
De acuerdo con la teología judía,
el haber nacido como hijo de Abrahán era casi una garantía de admisión en el
reino celestial (cap. 8:33). Pero a fin de ser salvos, los que no eran judíos
debían convertirse en hijos de Abrahán por adopción. No le habría sorprendido a
Nicodemo oír que Jesús afirmara que los que no eran judíos debían nacer
"de nuevo" a fin de "ver el reino de Dios", pero la idea de
que él, un respetable judío, estuviera fuera del círculo de la salvación, era
un pensamiento nuevo e inquietante.
Dos años y medio
más tarde (cap. 8:39), Jesús explícitamente declaró que pertenecer al linaje de
Abrahán significa tener una semejanza moral y no una relación física.
Comparar esto con las enseñanzas de Pablo sobre el mismo tema
(Rom. 2:28-29; 9:6-7; 10:12-13; Gál. 3:9, 28-29;
etc.).
La conversión y el nacimiento son semejantes en que ambos señalan el comienzo de una nueva vida.
(ver com. Juan 1:13; Rom. 6:3-6; 2 Cor. 5:17; cf. Efe. 4:22. 24; Col. 3:9-11).
Ver. Es decir "entrar en" (vers. 5). El reino de Dios. Jesús aquí se refiere en primer lugar a su reino espiritual, el reino de la gracia divina (ver com. Mat. 4:17; 5:2).
4. ¿Puede acaso entrar? Nicodemo sabía que Jesús no
hablaba de volver a nacer físicamente, y su respuesta no implica que en
realidad pensaba así. Tan sólo reconocía la imposibilidad. Pero la otra
conclusión le pareció igualmente increíble: la idea de que él -judío piadoso-
necesitara experimentar lo que mencionaba Jesús. Hizo frente a un dilema: no podía aceptar la
primera alternativa y no estaba dispuesto a aceptar la otra.
5. De cierto, de cierto. Ver com. Mat. 5:18; Juan 1:51.
De agua y del Espíritu. Jesús ahora explica lo que significa nacer "de nuevo"
(ver com. cap. 1:12-13).
La referencia al "agua" es una clara alusión al bautismo con agua que se administraba a los prosélitos judíos y que parece haber sido practicado por los esenios (pp. 64, 92). Además, durante muchos meses Juan había estado bautizando a sus compatriotas judíos en el río Jordán (Mat. 3:5-6, 11).
Sin embargo, los fariseos, que pretendían poseer un grado superior de justicia, rehusaban el bautismo (Luc.7:30), porque Juan lo convertía en el símbolo del arrepentimiento (ver com. Mat. 3:6).
Sin duda, Nicodemo había
escuchado a Juan y quizá había oído sus afirmaciones en cuanto al bautismo con
agua (Juan 1:26) y con el Espíritu Santo (vers. 33).
Nicodemo anticipaba su entrada en el reino de Dios por
haber nacido judío y ser piadoso, pero Jesús declaró que cualquier cosa que
fuera inferior a una transformación completa de la vida mediante el poder del
Espíritu Santo, era inadecuada. Ver com. Rom. 6:3-6.
Ser nacido "de agua y del
Espíritu" equivale a ser "nacido de nuevo", es decir, "de
lo alto" (ver com. Juan 3:3). Los que son nacidos de lo alto tienen a Dios
como a su Padre y se le parecen en carácter (ver 1 Juan 3:1-3; cf. Juan 8:39,
44). Por la gracia de Dios, en adelante aspiran a vivir superando el pecado
(Rom. 6:12-16) y a no entregar su voluntad para cometer pecados (1 Juan 3:9; 5:18).
6. Nacido de la carne. Es decir, por nacimiento natural
(cap. 1:13).
El principio del mundo natural
que todo ser viviente se reproduce "según su género" (Gén. 1:21),
también rige en el reino espiritual.
En el NT "carne" y
"espíritu" son antagónicos, y representan dos formas de vida opuestas
y excluyentes. Cf. Rom. 6:12-18.
8. Viento. Gr. pnéuma, "espíritu", "aliento", "viento". Es obvio que aquí se aplica el último significado. Así es todo aquel. A semejanza de viento, el nuevo nacimiento es invisible. El razonamiento de que el nuevo nacimiento es una ficción de la imaginación debido a que no se lo ve con los ojos de la carne, no tiene más validez que si se lo usara para negar la acción del viento porque éste no se ve.
En cada caso, el juicio que se haga debe basarse en
los efectos que se producen.
10. Maestro de Israel. Literalmente, "el maestro de
Israel". Nicodemo estaba perplejo ante cosas que debiera haber estado
enseñando a otros.
11. De cierto, de cierto. Ver com. Mat. 5:18; Juan 1:51.
Hablamos. En ese momento Jesús habló en plural quizá porque
declaraba un principio general, que era cierto tanto para él como para
Nicodemo. Lo que Nicodemo había dicho (vers. 9) demostraba que siendo
"maestro de Israel" (vers. 10), no sabía mucho. Las afirmaciones y
las preguntas de Nicodemo revelan lo que no sabía. Su conocimiento de la
salvación sólo era teórico y se basaba en una falsa teoría.
Si Nicodemo hubiese experimentado
el nuevo nacimiento, no sólo lo hubiera comprendido él mismo, sino que hubiera
podido hablar con inteligencia acerca de él a otros. Algunos sugieren que el
plural que emplea Jesús se refiere a los miembros de la Deidad.
No recibís. Si persistía en no entender de qué hablaba Jesús,
Nicodemo iba a quedar clasificado con los perversos que "no le
recibieron" (cap. 1:11).
12. Cosas terrenales. La distinción aquí entre "cosas terrenales" y "las celestiales" no es del todo clara. Quizá por "cosas terrenales" Jesús se refiere a los principios elementales de la salvación, tales como el nuevo nacimiento. Por contraste, "las celestiales" serían los misterios más profundos de Dios cuya comprensión quizá sólo podría haberse esperado de un maestro de Israel.
Nicodemo
todavía estaba luchando por comprender los principios elementales y le faltaba
del todo la preparación para tratar verdades más profundas (cf. 1 Cor. 3:1-2;
Heb. 5:12-14).
13. Nadie. Nadie puede hablar con autoridad acerca de las
"cosas celestiales" a menos que haya estado en el cielo (cf. vers.
11). Sólo por revelación los hombres
pueden discernir los secretos del cielo, nunca especulando en cuanto a ellos.
Subió al cielo. Es decir, ningún ser humano ha
ido al cielo para conocer las "cosas celestiales" (vers. 12).
Sólo el Hijo del hombre, que
descendió del cielo, ha estado allí y sólo él puede revelarlas. No se hace
referencia aquí a la ascensión de Cristo al cielo después de la resurrección.
Descendió del cielo. Cf. cap. 6:33, 38, 41-42, 50-51,
58; ver com. cap. 1:14.
Hijo del Hombre. El título característico que
Jesús usa para sí mismo. Su empleo aquí prueba que Jesús todavía está
hablando. Ver com. Mar. 2:10.
Que está en el cielo. La evidencia textual se inclina
(cf. p. 147) por la omisión de esta frase. Si no se la elimina, se refiere a la
existencia atemporal de Jesús en el ciclo, su morada permanente. Sin embargo,
es posible que la frase fuera añadida por un escriba posterior, y, por lo
tanto, en un tiempo cuando Jesús una vez más estaba "en el cielo".
14. La serpiente. Ver com. Núm. 21:6-9.
Así. En el desierto, la mirada ferviente de la fe provocó sanidad. Así también la fe en el infinito sacrificio del Calvario proporciona el sanamiento de la plaga del pecado.
En su último día de enseñanza en el templo, Jesús declaró: "Yo, si fuere levantado de la tierra, a todos atraeré a mí mismo" (cap. 12:32). En Juan, la expresión "levantado" siempre se refiere a la crucifixión (cap. 8:28; 12:34; etc.).
El registro evangélico no da
ningún otro ejemplo, durante este período inicial del ministerio de Cristo, en
el cual él revelara la profunda verdad que aquí dijo a Nicodemo. Cuando vio a
Jesús que pendía de la cruz, Nicodemo debe haber recordado vívidamente la
figura de Moisés levantando la serpiente en el desierto, y las palabras de
Jesús en cuanto a que sería "levantado".
Este suceso, que destruyó las
esperanzas de los discípulos, convenció a Nicodemo de la divinidad del Hijo de
Dios (DTG 721-722). En los sinópticos, sólo Mateo (cap. 20:19) cita a Jesús
cuando predijo su muerte en la cruz.
Es necesario que. Cada vez que Jesús usa estas
palabras refiriéndose a sí mismo (cap. 9:4; 10:16; 12:34; cf. cap. 20:9),
afirma que el cielo estimó que era necesario que él viniera a esta tierra para
cumplir el plan de salvación. Ver com. Luc. 2:49.
La mayoría de los comentadores
sostienen que las palabras de Jesús terminan con el vers. 15, y que comenzando
con el vers. 16 se presenta el comentario del evangelista.
15. Cree. Ver com. cap. 1:12; 3:16.
No se pierda. La evidencia textual establece (cf. p. 147) la
omisión de estas palabras en el vers. 15 y su inclusión en el vers. 16.
16. Amó Dios. La palabra castellana "amor" es muy
inadecuada para expresar la profundidad del solícito interés que expresan las
palabras griegas agápe, "amor" y agapáÇ, "amar" (ver com. Mat.
5:43).
El amor es el
atributo resaltante del Creador respecto a sus criaturas. Es la fuerza predominante
en el gobierno divino. "Dios es amor" (1 Juan 4:8).
Juan se refiere a sí mismo como
"aquel discípulo a quien Jesús amaba" (cap. 21:7; cf. cap. 13:23;
19:26; 20:2; 21:20), es decir, el que era más amado. Sencillamente, la razón
era que Juan -más que cualquiera de los otros discípulos- se sometió a la
influencia de la perfecta vida de Jesús y finalmente llegó a comprender y
reflejar la perfección de esa vida más plenamente que ellos.
Juan estaba mejor preparado que
los otros discípulos para apreciar la magnitud del amor divino y para
explicarlo a sus prójimos. Esto intenta hacerlo en cap. 3:16: "De tal manera
amó Dios", y en 1 Juan 3:1 exclama otra vez: "Mirad, cuál amor nos ha
dado el Padre". Le faltaban palabras para expresar la profundidad de ese
amor eterno e inmutable, y Juan sencillamente invita a los hombres para que lo
"miren" o "contemplen".
La expresión suprema del amor
divino es la dádiva que hizo el Padre al entregar a su propio Hijo (Juan 3:16),
mediante el cual se hace posible que seamos "llamados hijos de Dios"
(1 Juan 3:1). "Nadie tiene mayor amor que éste, que uno ponga su vida por
sus amigos" (Juan 15:13).
Al mundo. Gr. kósmos, el mundo como una entidad creada y organizada.
(Ver com. Mat. 4:8).
El amor de Dios abarca a toda la humanidad, pero
beneficia directamente sólo a los que responden a ese amor (ver com. Juan 1:12).
El amor requiere reciprocidad para ser plenamente efectivo. Pero es
significativo que el amor de Dios abarque tanto a los que lo rechazan como a
los que lo aceptan.
Ninguno de los perdidos puede acusar a Dios de que no
lo ama.
Afirmar que Dios ha predestinado a algunas personas para que se pierdan -sin tomar en cuenta la propia elección de ellas en ese asunto- es como decir que las aborrece. Es tildarlo de injusto y hacerlo responsable por el destino de ellas.
Ver Rom. 5:8; 2 Cor. 5:19; com. Juan 3:17-20.
Que ha dado. El amor es genuino sólo cuando está en acción. El amor de Dios por los pecadores lo indujo a dar todo lo que tenía por la salvación de ellos (ver Rom. 5:8).
La esencia del amor es sacrificar el yo en favor de
otros; el egoísmo es la antítesis del amor.
Su Hijo unigénito. Literalmente "su Hijo único" (BJ). Ver Nota Adicional del cap. 1; com. Luc. 1:35; Juan 1:14. Todo aquel. No hay límites para el amor de Dios.
No hay nadie a quien él
arbitrariamente le rehúse los beneficios de la gracia salvadora. Sólo hay una
condición: creer en Cristo y cooperar voluntariamente con él. Ver com. cap.
1:12.
La bondad de Dios es la que
induce a los hombres al arrepentimiento (Rom. 2:4). Es la luz del sol de su
amor la que enternece los corazones endurecidos, rescata a los perdidos y
convierte a los pecadores en santos.
Cree. Ver com. cap. 1:12.
Se pierda. "Perezca" (BJ). Gr. apóllumi,
"destruir completamente", "raer", "desvanecer en la
nada". "La paga del pecado es muerte" (Rom. 6:23). Lo opuesto de
la "vida eterna" no es un sufrimiento eterno, sino aniquilación
eterna, muerte eterna.
El pecado tiene en
sí mismo las semillas de la disolución. El resultado es la muerte, no
simplemente porque Dios lo quiera, sino porque el pecador ha elegido separarse
de Dios, la fuente de la vida.
Vida eterna. Gr. ZçaiÇnios. En Juan, el adjetivo
aionios, "eterno", sólo aparece con la palabra zoe,
"vida" (cap. 3:15-16, 36; 4:14, 36; 5:24, 39; 6:27, 40, 47, 54, 68;
10:28; 12:25, 50; 17:2-3). En cuanto al significado de zÇ, ver com. cap.
1:4, y de aiÇnios, ver com. Mat. 25:41. El texto griego de Juan 3:16 dice literalmente:
"pueda proseguir teniendo vida eterna".
"Vida
eterna" es vida que dura para siempre, vida que no tiene fin. Se hace
posible únicamente mediante una conexión ininterrumpida con la Fuente de toda
vida.
En 1 Juan 5:11 el evangelista destaca el hecho de que Dios "nos ha dado vida eterna [zÇ'aiÇnios]". El don de la vida eterna se concretó cuando Dios dio el inefable don de su único Hijo.
El cristiano sincero tiene el privilegio
de regocijarse en que tiene "vida eterna" ahora, como una dádiva de
Dios y "esta vida está en su Hijo" (1 Juan 5: 11; cf. cap. 3: 2).
"El que tiene al Hijo, tiene la vida; el que no tiene al Hijo de Dios, no tiene la vida" (1 Juan 5:12). La posesión de la vida eterna depende de que Cristo habite por fe en el corazón. El que cree tiene vida eterna y "ha pasado de muerte a vida" (ver com. Juan 5:24-25; 6:54; 8:51).
17. Envió Dios. Equivalente a "Dios... ha
dado" (Juan 3:16; cf. Mat. 15:24;
Mar. 9:37; Luc. 4:18, 43). Juan aquí no se preocupa por la relación teológico
entre Aquel que es enviado y Aquel que lo envió, sino más bien por el propósito
para el que fue enviado (ver com. Mat. 1:23). El que Cristo fuera enviado no
implica superioridad del que lo envió ni inferioridad del enviado. Durante toda
la eternidad pasada Cristo "era igual a Dios" (Ev 446; ver com. Juan
1:1).
Su Hijo. Ver com. Luc. 1:35; Juan 1:14.
Al mundo. Es decir, en la encarnación (ver com. cap. 1:14).
Para condenar al mundo. Juan se apresura a explicar (vers. 18-19) que los que no creen en el Hijo ya han sido condenados, sencillamente porque rehusaron creer.
El propósito de Dios al enviar a su Hijo
al mundo es salvar al mundo. Si debido a la venida del Salvador algunos hombres
incurren en condenación, no se puede atribuir la culpa a Dios.
La condenación no resulta de la venida de la Luz
verdadera (ver com. cap. 1:4-9) sino de que los hombres deliberadamente se
apartaron de la luz porque prefirieron las tinieblas.
Los judíos pensaban que el Mesías vendría como un Juez para condenar a los descreídos (ver com. Luc. 4:19), y que los ángeles se regocijarían por la destrucción de los perdidos (ver com. cap. 15:7). Pero Cristo no vino a condenar al mundo, como lo merecía, sino a salvarlo (cf. DTG 16).
Por él. Ver com. Mat. 1:21; Luc. 19:10. Dios quiere que
todos los hombres sean salvados, y mediante la gran dádiva de su Hijo dispuso
su salvación.
Pero la voluntad de Dios debe ser confirmada por la voluntad de cada uno individualmente a fin de que pueda ser efectiva. La salvación sólo es para los que creen y reciben a Cristo (ver com. Juan 1:12; 3:16).
18. Ya ha sido condenado. Así como los que creen en Cristo
son justificados en virtud de su fe en él, así también los que no creen automáticamente
son condenados debido a su falta de fe. Nunca fue la voluntad del Padre que
algunos rechazaran a Cristo, y los que lo hacen traen así condenación sobre sí
mismos. La ausencia de fe salvadora es la que provoca la condenación. "Todo
lo que no proviene de fe, es pecado" (Rom. 14:23).
El propósito de la venida del
Salvador al mundo no fue traer condenación; pero para los incrédulos es un resultado
inevitable de su venida. Dios ha predeterminado que los que creen sean salvos y
que los que no creen se pierdan; pero ha dejado con cada ser humano la facultad
de elegir el creer o no creer. En este sentido, el caso de cada creyente y de
cada incrédulo, de cada santo y de cada pecador fue decidido cuando se
determinó el plan de salvación, pero se dejó con cada individuo la facultad de
elegir ser santo o pecador. Esta es la predestinación bíblica. En el juicio
final, se pronunciará una sentencia sobre los hombres individualmente, así como
hace mucho se pronunció sobre ellos una sentencia colectiva. Ver com. Juan
3:19; 5:29; Efe. 1:3-12.
El nombre. Ver com. cap. 1:12.
Unigénito. Ver com. cap. 1:14.
Hijo de Dios. Ver Nota Adicional del cap. 1; com. Luc. 1:35.
19. Condenación. Gr. krísis, el proceso de juzgar.
No kríma, la sentencia o el resultado del juicio.
La luz vino. Ver com. cap. 1:4-5,9. Juan explica cómo viene la condenación
sobre los hombres. No es porque Dios quiera que los hombres se pierdan (ver
com. cap. 3:18), sino porque algunos han preferido las tinieblas a la luz.
La sentencia no es arbitraria,
sino el resultado inevitable de la ley que estipula que "la paga del
pecado es muerte" (Rom. 6:23).
La suerte de cada hombre queda
sellada por la forma en que reacciona ante la luz. Mientras los hombres
permanecen sin la luz, no hay condenación (Sal. 87:4, 6; Eze. 3:18-21; 18:2-32;
33:12-20; Luc. 23:34; Juan 15:22; Rom. 7:7-9; 1 Tim. 1:13), pero cuando la luz
de la verdad brilla en sus corazones, "no tienen excusa por su
pecado" (Juan 15:22).
Los que no están dispuestos a
renunciar a sus malos caminos prefieren las tinieblas, y al hacerlo, se
enceguecen a sí mismos frente a la luz (2 Cor. 4:4). Por otro lado, Jesús ha
prometido que el que elige seguirle "no andará en tinieblas" (Juan 8:12)
y que nadie lo "arrebatará" de su mano (cap. 10:28).
20. Aborrece la luz. Sólo el que aborrece la luz será
cegado por el maligno (ver com. vers. 19). Rehúye la luz por la misma razón por
la que un ladrón rehúye a un policía.
21. Practica la verdad. Es decir, fervientemente anhela
que los principios de la verdad actúen más plenamente en su vida. Una persona
tal, al igual que Pablo, reconoce que en ella "no mora el bien" (Rom.
7:18) y que el mérito de una vida victoriosa pertenece a Dios, quien ha hecho
eso posible por medio de Jesucristo (Rom. 8:1-4; 1 Cor. 15:57; Gál. 2:20; ver
com. Mat. 5:48). 5CBA
COMENTARIOS DE EGW
1-17 DTG 140-149. "NICODEMO"
https://elaguila3008.blogspot.com/2009/11/dtg-capitulo-17-nicodemo.html
19. DTG 539. "UN
PUEBLO CONDENADO"
https://elaguila3008.blogspot.com/2009/11/dtg-capitulo-64-un-pueblo-condenado.html
19-21. CMC 238.239. "Y esta es la condenación: que la luz vino al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas.
Porque todo
aquel que hace lo malo, aborrece la luz y no viene a la luz, para que sus obras
no sean reprendidas. Mas el que practica la verdad viene a la luz, para que sea
manifiesto que sus obras son hechas en Dios" (Juan 3:19-21).
Este mensaje evangélico
constituye uno de los pasajes más preciosos del Nuevo Testamento. Cuando es
aceptado produce en las vidas de los que lo reciben buenas obras cuyo valor
sobrepasa en mucho al de los diamantes y el oro. Tiene poder para producir
alegría y consuelo en la vida terrenal y para derramar la vida eterna sobre el
creyente. Ojalá que la gracia ilumine de tal manera nuestro entendimiento para
que comprendamos plenamente su significado. El Padre nos está diciendo: Derramé sobre vosotros 239 un tesoro más
precioso que cualquier posesión terrenal, un tesoro que os enriquecerá y os
hará felices para siempre.
Ministerio Hno. Pio
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