Juan 12:12-50. Los dirigentes judíos rechazan a Jesús. Vers. (12-19) Cristo entra triunfalmente en Jerusalén. (20-22) Unos griegos desean ver a Jesús. (23-36) Cristo predice su muerte. (37-41) Los judíos, completamente ciegos. (42-43) Muchos gobernantes creen secretamente en Jesús. (44-50) por lo tanto, él pide fervorosamente una confesión de fe.
12 El siguiente día, grandes multitudes que habían venido a la fiesta, al oír que Jesús venía a Jerusalén, 13 tomaron ramas de palmera y salieron a recibirle, y clamaban: ¡Hosanna! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor, el Rey de Israel!
14 Y halló Jesús un asnillo, y montó sobre él, como está escrito: 15 No temas, hija de Sion; He aquí tu Rey viene, Montado sobre un pollino de asna.
16 Estas cosas no las entendieron sus discípulos al principio; pero cuando Jesús fue glorificado, entonces se acordaron de que estas cosas estaban escritas acerca de él, y de que se las habían hecho. 17 Y daba testimonio la gente que estaba con él cuando llamó a Lázaro del sepulcro, y le resucitó de los muertos.
18 Por lo cual también había
venido la gente a recibirle, porque había oído que él había hecho esta señal. 19 Pero los fariseos dijeron
entre sí: Ya veis que no conseguís nada. Mirad, el mundo se va tras él.
20 Había ciertos griegos entre los que habían subido a adorar en la fiesta. 21 Estos, pues, se acercaron a Felipe, que era de Betsaida de Galilea, y le rogaron, diciendo: Señor, quisiéramos ver a Jesús. 22 Felipe fue y se lo dijo a Andrés; entonces Andrés y Felipe se lo dijeron a Jesús.
23 Jesús les respondió diciendo: Ha llegado la hora para que el Hijo del Hombre sea glorificado. 24 De cierto, de cierto os digo, que si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, queda solo; pero si muere, lleva mucho fruto. 25 El que ama su vida, la perderá; y el que aborrece su vida en este mundo, para vida eterna la guardará. 26 Si alguno me sirve, sígame; y donde yo estuviera, allí también estará mi servidor. Si alguno me sirviere, mi Padre le honrará.
27 Ahora está turbada mi alma; ¿y qué diré? ¿Padre, sálvame de esta hora? Más para esto he llegado a esta hora. 28 Padre, glorifica tu nombre. Entonces vino una voz del cielo: Lo he glorificado, y lo glorificaré, otra vez. 29 Y la multitud que estaba allí, y había oído la voz, decía que había sido un trueno. Otros decían: Un ángel le ha hablado. 30 Respondió Jesús y dijo: No ha venido esta voz por causa mía, sino por causa de vosotros.
31 Ahora es el juicio de este mundo; ahora el príncipe de este mundo será echado fuera. 32 Y yo, si fuere levantado de la tierra, a todos atraeré‚ a mi mismo. 33 Y decía esto dando a entender de qué muerte iba a morir.
34 Le respondió la gente: Nosotros hemos oído de la ley, que el
Cristo permanece para siempre. ¿Cómo, pues, dices tú que es necesario que
el Hijo del Hombre sea levantado? ¿Quién es este Hijo del Hombre?
35 Entonces Jesús les dijo: Aún por un poco está la luz entre vosotros;
andad entre tanto que tenéis luz, para que no os sorprendan las tinieblas;
porque el que anda en tinieblas, no sabe a dónde va. 36 Entre tanto que tenéis luz, creed
en la luz, para que seais hijos de luz. Estas cosas habló Jesús, y se
fue y se ocultó de ellos.
37 Pero a pesar de que había hecho tantas señales delante de ellos, no creían en él; 38 para que se cumpliese la palabra del profeta Isaías, que dijo: Señor, ¿Quién ha creído a nuestro anuncio? ¿Y a quién se ha revelado el brazo del Señor? 39 Por esto no podían creer, porque también dijo Isaías: 40 Cegó los ojos de ellos, y endureció su corazón; Para que no vean con los ojos, y entiendan con el corazón, y se conviertan, y yo los sane. 41 Isaías dijo esto cuando vio su gloria, y habló acerca de él.
42 Con todo eso, aun de los gobernantes, muchos creyeron en él; pero a causa de los fariseos no lo confesaban, para no ser expulsados de la sinagoga. 43 Porque amaban más la gloria de los hombres que la gloria de Dios. 44 Jesús clamó y dijo: El que cree en mí, no cree en mí, sino en el que me envió; 45 y el que me ve, ve al que me envió. 46 Yo, la luz, he venido al mundo, para que todo aquel que cree en mi no permanezca en tinieblas.
47 Al que oye mis palabras, y no las guarda, yo no le juzgo; porque no he venido a juzgar al mundo, sino a salvar al mundo. 48 El que me rechaza, y no recibe mis palabras, tiene quien le juzgue; la palabra que he hablado, ella le juzgará en el día postrero. 49 Porque yo no he hablado por mi propia cuenta; el Padre que me envió, él me dio mandamiento de lo que he de decir, y de lo que he de hablar.
50 Y sé‚ que su mandamiento es vida eterna. Así pues, lo que yo hablo, lo
hablo como el Padre me lo ha dicho. (Juan 12).
EVANGELIO SEGÚN SAN MATEO 1-28.
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EVANGELIO SEGÚN SAN MARCOS 1-16
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EVANGELIO SEGÚN SAN LUCAS 1-24
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12. El siguiente día. [La entrada triunfal, Juan
12:12-19 = Mat. 21:1-11 = Mar. 11:1-11 = Luc. 19:29-44. Comentario principal:
Mateo.] El día siguiente sería el que seguía a la fiesta, o sea domingo (ver
com. vers. 1).
Grandes multitudes. Ver com. vers. 9. Aunque la
afirmación de Josefo de que era determinada pascua se reunieron en Jerusalén
más de 2.500.000 personas (Guerra vi. 9.3) es posiblemente exagerada, sin
embargo, indica que enormes multitudes deben haberse reunido en Jerusalén
durante este período.
13. Ramas. Mejor "palmas". Se
mencionan "palmas" en 1 Mac. 13:51 ("ramos de palmeras",
BJ) en relación con la entrada triunfal de Simón, el sumo sacerdote, en la
torre de Jerusalén. Las palmas en las manos de la gran multitud de Apoc. 7:9
son un símbolo de triunfo (ver CS 723).
Rey de Israel. La primera parte de las
aclamaciones, evidentemente, es de Sal. 118:25-26 y la última parte -"el Rey
de Israel"- es una alusión a Zac. 9:9. En cuanto al Mesías como rey de
acuerdo con las expectativas de los judíos, ver com. Luc. 4:19; cf. Juan 18:37;
19:19. Los escritores de los evangelios presentan con variantes el clamor de la
multitud. Sin duda, las aclamaciones fueron variadas.
14. Un asnillo. Juan omite los detalles en cuanto
a la forma en que se lo consiguió (ver Mar. 11:1-7).
15. No temas. Esta frase no es del hebreo ni de
la LXX en Zac. 9:9, pero podría provenir de Isa. 40:9.
16. No las entendieron. Los discípulos no entendieron el
propósito ni la importancia de lo que Jesús estaba haciendo. En lo que atañe al
propósito, ver com. Mat. 21:5; cf. DTG 525-526. Aunque Jesús había dicho
claramente a sus discípulos que su muerte estaba próxima (Mat. 17:22-23; etc.),
parece que lo olvidaron en la excitación del momento. El hecho de que él, en un
acto sin precedentes, hubiera permitido que lo aclamaran como "Rey de
Israel", alimentó las esperanzas de ellos de que, después de todo,
satisfaría sus expectativas y las de la multitud, se proclamaría rey y
desempeñaría el papel de un mesías político. Después de la resurrección,
mediante un estudio de las profecías -guiados por el Espíritu Santo-
comprendieron el propósito de lo que hacía Cristo.
17. Daba testimonio. Los que habían sido testigos
oculares de la resurrección de Lázaro se mezclaron con la multitud y daban su testimonio.
Así cundía el entusiasmo.
18. A recibirle. Había dos multitudes, la que
acompañaba a Jesús y la otra, que salía de Jerusalén para recibirle.
19. El mundo. Si bien unos pocos MSS dicen "todo el mundo", la evidencia textual establece el texto como aparece en la RVR. En todo caso, ambas expresiones son equivalentes. El lenguaje es hiperbólico. Emana de hombres frustrados y airados.
En vez de que la gente
estuviera dispuesta a apoderarse de Jesús y entregarlo en poder de ellos,
resultó que la multitud lo rodeaba con gozosas aclamaciones y lo saludaba como
a un rey. En esas circunstancias, cualquier intento de arrestar a Jesús hubiera
provocado un tumulto. Algunos de los líderes recurrieron a Jesús pidiéndole que
acallara a las multitudes, pero no tuvieron éxito (Luc. 19:39-40). Todo lo que
pudieron hacer fue observar el desfile y ver cómo su odiado enemigo entraba en
Jerusalén en medio de un triunfo real. Quizá se sintieron algo así como Amán
cuando conducía a Mardoqueo montado en un caballo real (Est. 6:11). No sabiendo
cual era en realidad el propósito de Jesús, sin duda, lo imaginaron a punto de
proclamarse rey, aboliendo el poder de ellos y encabezando una revolución
contra Roma.
20. Ciertos griegos. [Entrevista con los griegos, Juan
12:20-36ª.] Este suceso quizá ocurrió el martes anterior a la crucifixión, en
relación con la última visita de Jesús al templo (ver com. Mat. 23:1; cf. DTG
574).
A adorar. El hecho de que vinieran a adorar
y no a participar de la pascua, sugiere que estos griegos no eran prosélitos
plenos. Josefo menciona a extranjeros que acudían a Jerusalén para adorar en
ocasión de la pascua (Guerra vi. 9.3). Los prosélitos a medias, al igual que
los gentiles, quedaban restringidos al atrio de los gentiles. Puede verse una
descripción de los atrios del templo en la Mishnah Middoth; cf. Kelim 1.8.
21. Felipe. Ver com. Mar. 3:18.
Betsaida. Ver com. Mat. 11:21.
Ver. Aquí se usa en el sentido de
"tener una entrevista", como en Luc. 8:20. En cuanto a los propósitos
de la entrevista solicitada, ver DTG 575.
22. Lo dijo a Andrés. Tanto Felipe como Andrés tenían
nombres griegos, y sus antecedentes helenísticos quizá expliquen su parte en
este hecho. No se da la razón por la cual Felipe consultó a Andrés, pero
indudablemente buscó el consejo de este antes de presentar a Jesús el caso de
los griegos (ver com. cap. 6: 8). En el relato de la alimentación de los cinco
mil (cap. 6:1-14), Andrés demostró ser más practico que Felipe, el cual, en esa
ocasión, no sólo demostró ser más precavido sino también lento de corazón para
creer.
23. Les respondió. Las palabras fueron más bien una
respuesta ante la situación provocada por la visita de los griegos y no una
respuesta directa para ellos.
Ha llegado la hora. Antes Jesús había anunciado que
su hora todavía no había llegado (cap. 2:4; 7:30; 8:20; com. cap. 2:4). Sin
embargo, estaba próxima la hora de su muerte. Contando el martes, sólo faltaban
cuatro días para su crucifixión. Indudablemente, la visita de los griegos le
sugirió a Jesús cual sería el resultado de su muerte, a saber, la conversión de
muchos procedentes de las naciones de los gentiles.
Hijo del Hombre. Ver com. Mat. 1:1; Mar. 2:10.
24. De cierto. Ver com. Mat. 5:18; Juan 1:51.
Muere. Una sencilla ilustración de la
naturaleza. Una semilla de trigo colocada en la tierra muere como grano de
trigo, pero la vida no es destruida. Hay en la semilla un germen de vida que no
se destruye con su disolución. En el crecimiento de la nueva planta la semilla
se convierte en muchas semillas. Sin embargo, una multiplicación tal no ocurre
si la semilla no es arrojada en la tierra. Tal fue el caso de Jesús. Si hubiera
elegido no morir por la raza culpable, hubiera quedado "solo". La
raza humana habría perecido y no habría habido una cosecha de almas para el
reino. Mediante su muerte, Jesús proporcionó vida a todos los que perseveran en
tener fe en él. Comparar esto con el
razonamiento de Pablo en 1 Cor. 15:36.
25. Ama su vida. Ver com. Mat. 10:39; cf. Mar.
8:35; 10:39. La palabra para vida aquí es psuj'‚ (ver com. Mat. 10:28),
frecuentemente traducida como "alma" (Mar. 8:36-37 etc.). El que
tiende a salvar y preservar su vida física aquí, perderá su "alma", o
sea, la vida eterna. El que está dispuesto a sacrificarse sirviendo a Dios en
este mundo, preservará su "alma" y disfrutará de vida eterna en el
mundo venidero. De esta manera, "la ley del sacrificio propio es la ley de
la conservación". "La ley del servicio propio es la ley de la destrucción
propia" (DTG 576-577).
El que está
dispuesto a poner a un lado todo lo que le es más caro en esta vida, pero que
se interpone en el camino de su crecimiento espiritual, a la larga descubrirá
que no ha perdido nada que valiera la pena y que, en cambio, ha ganado las
verdaderas riquezas (Fil. 3:8-10).
El mundo considera la senda de la abnegación y el sacrificio propio como necedad y perdida, así como un niñito podría considerar el arrojar el buen grano en la tierra como un despilfarro insensato. Pero el mundo futuro revelará que el que está apegado a este mundo actual ciertamente fue necio, y que el hijo de Dios realmente fue sabio.
En
Mat. 10:28 se describe la perdida final y la destrucción del "alma".
Aborrece. En el sentido de "amar
menos" (ver com. Luc. 14:26).
26. Me sirve. Ver com. Juan 12:25; cf. Mar.
9:35; 10:43-45.
Sígame. Ver com. Mat. 16:24; cf. Mar. 8:34.
Donde yo estuviera. El compañerismo espiritual y la
comunión con su Señor serán los privilegios de aquel que sirve al Señor en esta
vida (Mat. 28:20), y disfrutará de una comunión cara a cara en el mundo
venidero.
Mi Padre le honrará. En Mar. 10:29-30 se trata de las
recompensas por el servicio. Las condiciones y recompensas del discipulado, sin
duda se presentan aquí con referencia a los griegos que querían ser discípulos.
27. Turbada. Gr.tarássÇ. El mismo verbo aparece en los cap. 11:33; 13:21, donde Jesús es el que se turba. Jesús aconseja a sus discípulos que no se "turben" (14:1,27). El motivo de la turbación de Jesús en este caso se indica en su oración: "Padre, sálvame de esta hora'. La visita de los griegos le había hecho recordar la cosecha de los gentiles. Pero entre la cosecha del Evangelio y el momento en que Jesús estaba, se alzaba la cruz y la agonía mental y física que la acompañaría. La humanidad de Jesús rechazaba esto. La vívida contemplación de las escenas futuras fue la causa de la súbita angustia material del Señor (cf. con. Mat. 26:38). Mi alma. Expresión idiomática que, prácticamente, equivale a "yo" (ver com. Sal. 16:10).
Sálvame. Esta oración es similar a la
ofrecida unos pocos días más tarde en el Getsemaní (Mat. 26:39). Estemos
seguros de que, si se hubiera podido encontrar algún otro medio para salvar al
hombre que implicara menos sacrificio, la oración de Jesús habría sido
contestada. Pero era necesario el sacrificio infinito para realizar todo lo que
debía lograr el plan de salvación (ver PP
54-55). En vista de esto, Jesús se sometió para cumplir el plan hasta su
terminación.
28. Padre. Ver com. Mat. 6:9; Juan 11:41. Glorifica tu nombre. Esta oración estaba en armonía con lo que Jesús había enseñado antes acerca de su relación con el Padre, cuya gloria siempre buscaba el Maestro (cap. 7:18; 8:50). En cuanto a que "nombre" representa el carácter, ver com. Mat. 6:9.
Entonces vino. En dos ocasiones previas, se oyó una voz del cielo: en el bautismo (Mat. 3:17) y en la transfiguración (Mat. 17:5). Lo he glorificado. Por medio de la vida, el ministerio y los milagros de Jesús (por ejemplo, ver cap. 11:4).
Lo glorificaré otra vez. En la muerte y resurrección de Jesús.
29. Un trueno. Como en el caso de los que oyeron
la voz que habló a Pablo en ocasión de su conversión (ver com. Hech. 23:9),
también esta vez la gente oyó el sonido de la voz procedente del cielo, pero no
pudo comprender el significado.
Un ángel le ha hablado. Algunos interpretaron el sonido
como un mensaje divino. Esto parece implicar que entendieron lo que se decía. A
juzgar por la respuesta de Jesús, que la voz vino "por causa de
vosotros", parecería que los griegos, y sin duda otros, oyeron y comprendieron
la voz (DTG 578). Para ellos fue como una evidencia que confirmaba que Jesús
era el Enviado de Dios.
30. Por causa de vosotros. Ver com. vers. 29; cf. DTG 578.
31. Ahora. Había llegado una hora solemne en
la historia del mundo. Jesús estaba por morir por la raza culpable, asegurando
así la salvación de los hombres y confirmando la derrota del reino de Satanás. La
palabra "ahora" estaba, pues, henchida de gran significado.
El juicio de este mundo. No porque Jesús estuviera por
sentarse como juez, pues "no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar [o
'juzgar', como se traduce por lo general krinÇ] al mundo, sino para que el
mundo sea salvo por él" (ver com. cap. 3:17). Sin embargo, mediante su
relación con el Hijo, los hombres estaban decidiendo su destino eterno (ver
com. cap. 9:39). Al rehusar aceptar a Jesús como el Mesías de la profecía y el
Salvador del mundo, la nación Judía selló su suerte e incurrió en condenación.
Príncipe de este mundo. Sólo en Juan se encuentra este
título aplicado a Satanás (cf. cap. 14:30; 16:11). Otros títulos que se le dan son
"dios de este siglo" (2 Cor. 4:4) y "príncipe de la potestad del
aire" (Efe. 2:2). En lo que respecta a la autoridad de este mundo que usurpó
Satanás, ver com. Mat. 4:8-9.
Echado fuera. Había habido una expulsión
anterior, cuando Lucifer cayó de su encumbrada posición (ver. PP 22). Ahora su obra
sería más restringida. Por la forma en que trató al Hijo de Dios, se
desenmascaró el verdadero carácter de Satanás. De allí en adelante "no
podría ya acechar a los ángeles mientras salían de los atrios celestiales, ni acusar
ante ellos a los hermanos de Cristo" (DTG 709; ver com. Apoc. 12:7-9).
32. Levantado. Es decir, sobre la cruz. El mismo
verbo aparece en cap. 3:14 (ver allí el comentario), donde Jesús compara su
alzamiento con la elevación de la serpiente en el desierto. En el cap. 8:28
Jesús ya ha mencionado que iba a ser levantado, y explica de que ese acto sería
ejecutado por los judíos. Esto demuestra claramente que no se refería a su
ascensión.
A todos. No sólo los miembros de la raza humana
fueron atraídos a Cristo por el sacrificio que el hizo de sí mismo, sino
también los ángeles y los habitantes de los otros mundos fueron atraídos de
nuevo a él por la demostración del amor de Dios que lo llevaba al sacrificio
(Col. 1:20).
Atraeré. En millares de vidas, la cruz ha
demostrado tener una atracción mayor que todas las fascinaciones del mundo. Después
de su actuación casi infructífera en Atenas, donde hizo frente a la lógica con
la lógica, en Corinto Pablo se propuso "no saber entre vosotros cosa
alguna sino a Jesucristo, y a este crucificado" (1 Cor. 2:2; cf. HAp 198). Como resultado, tuvo un éxito muy
grande en sus labores. Con el paso de los siglos, el magnetismo de la cruz no
ha disminuido en lo más mínimo. Todavía es "el poder y la sabiduría de
Dios para ganar almas para Cristo" (6 T 67)
33. De que muerte. Ver com. vers. 32.
34. Ley. Gr. nómos, que se aplica aquí al
AT en términos generales como en cap. 10:34 (ver allí el comentario).
Cristo permanece para siempre. Los que hablaban pueden haberse
referido a pasajes tales como Sal. 89:36; 110:4; Isa. 9:6; Dan. 7:13-14. En la
literatura apocalíptico de ese periodo, se presenta claramente como eterno el
reino del Mesías. Por ejemplo, el libro seudoepigráfico de Enoc (ver p. 88)
declara acerca del Elegido: "Pues la sabiduría es derramada como agua, y
la gloria no falta delante de el para siempre" (49:1). "Y el Señor de
los Espíritus morar sobre ellos, y con ese Hijo de Hombre comerán y se echarán
y se levantarán por siempre jamás" (62:14).
El Hijo del Hombre. Ver com. Mat. 1:1; Mar. 2:10.
Sea levantado. Los que preguntaban no podían
armonizar la referencia de Jesús a su muerte con lo que ellos creían que
enseñaban las Escrituras acerca del reino eterno del Mesías. Si con el término
"Hijo del Hombre" Jesús quería decir el Mesías -como evidentemente
los judíos creían que significaba (ver Enoc 62:14, citado bajo "Cristo
permanece para siempre"; ver también p. 88)-, entonces, ¿de qué modo
correspondía esta referencia a su muerte? La pregunta muestra que la gente
entendió el término "levantado" como una referencia a la muerte.
35. Aun por un poco. Jesús no respondió directamente
la pregunta. Había otras cosas más importantes que ellos debían comprender en
ese momento, El tiempo se estaba terminando. Jesús, la Luz del mundo (cap. 8:12)
pronto dejaría este mundo. Estaban brillando los últimos rayos de luz. Seis
meses antes él había dicho: "Todavía un poco de tiempo estaré con
vosotros" (cap. 7:33). Ahora sólo quedaban unos pocos días. Cristo
exhortaba a los hombres a que lo aceptaran ahora. Debían aprovechar las
oportunidades de ese momento y no gastar el tiempo en preguntas y dudas.
Andad. Gr. peripatéÇ (ver com. cap. 7:1).
Os sorprendan. O "sobrevengan".
Anda en tinieblas. Ver com. cap. 8:12.
36. Hijos de luz. Ver com. Luc. 16:8. El creyente
llega a ser semejante a Aquel en quien cree. Los que reciben a Jesús, la Luz,
ellos mismos se convierten en centros de los cuales irradia luz a otros (ver
com. Mat. 5:14-16).
Se ocultó. Cf. cap. 8:59. Este fue el último
día de Jesús en el templo, y su último día de ministerio público. Tras una
exhortación final a los dirigentes de Israel, Jesús dejó el templo para
siempre. Ver com. Mat. 23:38.
37. No creían. [Los dirigentes judíos rechazan definitivamente
a Jesús, Juan 12:36-50.] En cuanto a los milagros como una
base de la fe, ver pp. 198-199.
LA NATURALEZA Y EL
PROPÓSITO DE LOS MILAGROS.
LOS ESCRITORES DE
LOS EVANGELIOS SE REFIEREN A LOS MILAGROS DE NUESTRO SEÑOR EN VARIOS TÉRMINOS. Los más comunes
son dúnamis, "poder", y s'meíon, "señal". El primero se usa
cuando se desea caracterizar el milagro como una manifestación del poder
divino; el segundo, como una confirmación visible de la autoridad divina de
Jesús. Cuando el escritor desea destacar la reacción de la gente,
usa téras, "maravilla", thaumásion, "cosa admirable",
éndoxon, "cosa gloriosa", o parádoxon, "cosa extraña". Téras
era la palabra común para una "maravilla" hecha por un mago, y por
eso los escritores del Nuevo Testamento siempre la acompañan con una de las
palabras que indican un milagro genuino como un acto de Dios. Jesús comúnmente
hablaba de sus milagros como érga, "obras".
HE AQUÍ DOS
DEFINICIONES DE MILAGRO: "Acto del poder divino, superior al orden
natural y a las fuerzas humanas. Cualquier suceso o cosa rara,
extraordinaria y maravillosa" (Diccionario de la Real Academia). "En
sentido estricto, intervención extraordinaria de la Providencia en el orden
natural de las cosas, y puede definirse: suceso ocurrido fuera del orden y de
las leyes naturales (supra, contra o praeter naturam) cuya causa excede el
poder de toda naturaleza creada" (Martín Alonso, Enciclopedia del idioma).
LA PALABRA MILAGRO
DERIVA DEL LATÍN MIRACULUM: "un objeto de admiración",
"cosa maravillosa", "cosa extraña", "cosa
admirable", "algo asombroso"; de mirari:
"maravillarse".
POR LO TANTO,
NUESTRA PALABRA "MILAGRO" designa específicamente
cualquier suceso que resulta inexplicable debido a las limitaciones del
conocimiento humano y a nuestra comprensión. No hay milagros para Dios, pues su
conocimiento y su comprensión son infinitos. La apariencia milagrosa de ciertos
fenómenos naturales no radica tanto en los hechos mismos como en el efecto que
producen en la mente de los seres limitados que los contemplan. El suceso es
objetivo, pero su apariencia milagrosa es subjetiva.
A MEDIDA QUE
AUMENTAN EL CONOCIMIENTO Y LA COMPRENSIÓN DE LOS HOMBRES, algunos sucesos
que antes parecían milagrosos pueden dejar de serlo. Por ejemplo, cuando se
inventó la imprenta, se la consideró como algo milagroso y se la atribuyó al
diablo. Los hombres de ese tiempo y con esos conceptos, ¿Qué habrían
pensado de la televisión? Sin embargo, los milagros de nuestro Señor
significaron la acción de un poder completamente desconocido para el hombre y
produjeron resultados que aún hoy día no se pueden explicar dependiendo del
conocimiento humano.
A PESAR DE TODO, LO
QUE PARECE SER UNA VIOLACIÓN DE UNA LEY DE LA NATURALEZA, tal como la
comprendemos, podría ser sencillamente la acción de una ley de naturaleza
superior y desconocida que modifica o contrarresta una ley inferior y conocida.
Por ejemplo, la gravedad atrae todas las cosas hacia la tierra; pero una ley
superior de la naturaleza contrarresta la ley de la gravedad cuando un ser
viviente levanta esas mismas cosas, cuando el sol eleva hacia la atmósfera
toneladas de agua para formar las nubes, o cuando la acción de la capilaridad
hace subir la savia desde las raíces de un abeto gigantesco (como las sequoais
de California) hasta sus ramas más altas. O cuando una ley puede ser modificada
por otra, como en el caso de las fuerzas centrífuga y centrípeta, que se
equilibran para mantener un planeta en su órbita. Las fuerzas de la naturaleza
actúan de acuerdo con la expresa voluntad de Dios, y por esto es difícil pensar
o demostrar que los milagros sean una violación de la ley natural. Sería más
correcto considerarlos como variaciones de la acción de una ley natural tal
como la conocen y entienden los hombres. Dios nunca procede en contra de sí
mismo. 199
UN MILAGRO DE
CURACIÓN NO ES MAYOR QUE EL MILAGRO DE UNA VIDA TRANSFORMADA. En realidad,
una vida tal es el mayor de todos los milagros. Y Dios sencillamente actúa en
cada uno de ellos en forma que no podemos comprender plenamente, para nuestro
bien en esta vida y en la venidera. Hay una ley espiritual que determina que
"la paga del pecado es muerte"; pero hay otra ley superior que enseña
que "la dádiva de Dios es vida eterna" (Rom. 6:23; 7:21 a 8:4). Ver
DTG 373-374.
PARA PODER
COMPRENDER EL PROPÓSITO por el cual se produjeron los milagros de
Jesús y las condiciones bajo las cuales pudieron ser hechos, es necesario
verlos en su verdadera perspectiva, tal como se relacionan con el ministerio de
Jesús en la tierra.
¿POR QUE JESÚS HIZO
MILAGROS? Cada milagro de nuestro Señor tuvo un propósito definido. Nunca
ejerció su poder divino para satisfacer la curiosidad ociosa o para demostrar
que tenía la facultad de proceder así (DTG 678), o para beneficiarse a sí mismo
(DTG 677). "Sus obras admirables fueron todas hechas para beneficio de
otros" (DTG 95; cf. 373), y contribuyeron material y
espiritualmente al bienestar de ellos.
De esa manera
procuraba que los hombres estuvieran seguros del amor, la simpatía y la
protección de su Padre celestial.
La evidencia de la
obra de Cristo en favor de los hombres, demostrada en formas extraordinarias
los guiaría a una mejor comprensión y a un aprecio más profundo de la forma en
que él suple las necesidades de ellos día tras día en los sucesos más comunes
de la vida (DTG 334-335).
LOS MILAGROS DE
NUESTRO SEÑOR TAMBIÉN ILUSTRABAN VERDADES ESPIRITUALES. El paralítico de
Capernaúm primero fue curado de su parálisis espiritual (Mat. 2: 9-11). El
ciego de Siloé disfrutó de la restauración de su vista natural y de la
espiritual (Juan 9:5-7, 35-38). El pan que se dio a los 5.000 tenía el
propósito de conducirlos al Pan de vida que descendió del cielo (Juan 6:26-35).
La resurrección de
Lázaro demostró el poder de Cristo para impartir vida a todos los que creen en
él (Juan 11:23-26; cf. 5:26-29) y su poder para infundir nueva vida en los que
están espiritualmente muertos. "Cada milagro era de un carácter destinado
a conducir a la gente al árbol de la vida, cuyas hojas son para la sanidad de
las naciones" (DTG 334).
LOS MILAGROS DE
NUESTRO SEÑOR TESTIFICABAN, POR SOBRE TODO, De Su Misión Divina Como El
Salvador De La Humanidad y daban validez a la verdad de su mensaje. Jesús
se refirió una y otra vez a sus obras asombrosas como una evidencia de su
autoridad divina y de su mesianismo (Mt. 11:20-23; Jn. 5:36; 10:25, 32, 37-38;
14:10-11); y por eso los de sincero corazón reconocían la divinidad que obraba
en Cristo y mediante él (Mat. 13:54; Luc. 9:43; 19:37; 24:19; Juan 3:2; 6:14;
9:16, 33).
LOS MILAGROS DE
CRISTO NO SÓLO CONTRIBUYERON EN UNA FORMA GENERAL para la comprensión
de esos propósitos, sino que cada uno -por lo menos los registrados en los
Evangelios- parece haber sido significativo en sí mismo y por sí mismo (ver
com. Luc. 2:49). Por eso, un estudio de los milagros de nuestro Señor
debiera incluir una investigación de sus resultados, y, por lo tanto, del
propósito que los produjo y qué indujo a los evangelistas a registrarlos (ver
la columna "Propósito Y [o] resultado(s)", pp. 200-203).
¿EN QUÉ
CIRCUNSTANCIAS HIZO JESÚS MILAGROS? "Cristo no realizó nunca
un milagro que no fuese para suplir una necesidad verdadera" (DTG 334).
Dios no recibe honra cuando se acude a él para que haga lo que los hombres
pueden hacer por sí mismos. El propósito final de un milagro sólo se puede
comprender cuando los hombres reconocen que sus necesidades superan a su
sabiduría. No hay duda de que primero debe haber un profundo sentido de
necesidad. Luego debe creerse que Dios puede proporcionar la ayuda que se
necesita tan desesperadamente y que él la proporcionará, También debe existir
un ferviente deseo y un intenso anhelo de que Dios 200 supla esa
necesidad. Debe haber una disposición del corazón y de la mente de avanzar
por fe, en armonía con todo lo que Dios pueda pedir. Finalmente tiene que
sentirse la disposición de ordenar la vida desde ese momento en armonía con los
principios del reino de los cielos y de dar testimonio del amor de Dios y de su
poder.
38. Para que se cumpliese. El griego puede traducirse como una indicación de resultado y no de propósito (ver com. cap. 9:3; cf. com. cap. 11:4). El pasaje entonces diría: "No creían en‚ Como resultado se cumplió la palabra del profeta Isaías, etc." (com. Mat. 1:22; Juan 12:39). Señor, ¿Quién ha creído? Cita de Isa. 53:1, tomada de la LXX y no del hebreo. Los dos textos son idénticos, con excepción del vocativo "Señor" que no aparece en el hebreo. Ver com. Isa. 53:1.
39. No Podían
Creer. Esta afirmación
debiera entenderse en consonancia con el comentario del vers. 38. La
presciencia de Dios no impide el libre albedrío. La profecía de Isaías era
sencillamente una predicción de lo que había anticipado la presciencia de Dios.
"Las profecías no determinan el carácter de los hombres que las cumplen. Los
hombres proceden de acuerdo con su libre albedrío" (EGW RH 13-11-1900; ver
com. Mat. 1:22; Juan 3:17-20).
40. Cegó los ojos. Una cita de Isa. 6:10, aunque no
concuerda exactamente con el texto hebreo de que ahora disponemos ni con la
LXX. Quizá Juan cita en forma aproximada o tenía ante sí un texto ligeramente
diferente a los que hoy tenemos. Ver com. Isa. 6:10; Mat. 13:15.
41. Cuando vio su gloria. La evidencia textual (cf. p. 147)
favorece el texto "porque vio su gloria". En un caso u otro pareciera
que se refiere a la visión de Iza. 6, en relación con la cual se pronunciaron
las palabras de Juan 12:40.
42. Aun de los gobernantes. En contraste con la ceguera de la
nación.
No lo confesaban. Aquí está la respuesta a la
pregunta formulada algún tiempo antes: "¿Acaso ha creído en él alguno de
los gobernantes o de los fariseos?" (cap. 7:48). Más tarde, algunos lo
confesaron manifiestamente, por ejemplo, Nicodemo (cap. 19:39; cf. cap. 3:1) y
José de Arimatea (ver com. Mat. 27: 57).
Expulsados. Ver com. cap. 9:22.
43. Amaban más la gloria de los
hombres. Ver com. Mat. 23:5.
44. Jesús clamó. No se puede señalar exactamente
el momento específico de este discurso, con relación al retiro de Jesús y su
ocultamiento mencionados en el vers. 36. Los vers. 37-50 parecen ser el
comentario de Juan en cuanto a cómo fue rechazado el Mesías. Con la enseñanza de ese día en el templo,
terminó el ministerio público de Cristo. De allí en adelante enseñó a sus
discípulos en forma privada.
En el que me envió. La frase "el que me
envió" o "el que me ha enviado" es frecuente en Juan (cap.
5:24,30,37; 6:38-40,44; etc.). Esta cláusula hace resaltar la completa unidad
del Hijo con el Padre (ver com. cap. 3:17; 10:30).
45. Al que me envió. Cristo vino para presentar el carácter de su Padre ante el mundo (ver com. cap. 1:18). Cuando Felipe dijo: "Señor, muéstranos el Padre", Jesús declaró: "El que me ha visto a mí, ha visto al Padre" (cap. 14: 8-9).
El Padre y el Hijo estaban
perfectamente unidos en sus metas, propósitos y forma de proceder (ver com.
cap. 10:30).
46. Luz. En cuanto a Jesús como la Luz,
ver com. cap. 1:4; 8:12.
En tinieblas. Ver com. 1 Juan 2:11; cf. Juan
12:35-36.
47. No le juzgo. Ver com. cap. 3:17; 9:39.
48. Quien le juzgue. Cf. cap. 5:45. Aquí no es Moisés,
sino la palabra de Cristo la que juzga. Los contemporáneos de Jesús quedaban
sin excusa pues habían oído de él la verdad acerca de su identidad y misión. No
podían aducir ignorancia en cuanto a los requerimientos para la salvación. Si
no hubiesen oído la verdad, no hubieran sido considerados responsables (ver
com. cap. 9:39-41). Así pasa con los que oyen la Palabra de Dios hoy día.
¡Grande es la responsabilidad que Dios coloca sobre los que la oyen! Pueden
ridiculizar y aun despreciar los sermones, pero para pesar suyo al fin
encontrarán que deben rendir cuenta de lo que han hecho teniendo en cuenta lo
que han oído.
49. Por mi propia cuenta. Al rechazar las palabras de
Jesús, los judíos estaban rechazando a Dios el Padre, a quien profesaban
adorar. Jesús procuró advertirles acerca de esto. Así también sucede cuando los
hombres rehúsan las palabras de los mensajeros del cielo. Rechazan no meramente
a los mensajeros sino también a Aquel que les dio su mensaje y los envió (ver
com. Mat. 10:40).
50. Vida eterna. Ver com. cap. 3:16. La orden del
Padre era que los hombres creyeran en Cristo a quien él había enviado al mundo.
Sólo así podían ser salvados (Hech. 4:12). En una declaración paralela, Juan
afirmó: "Este es su mandamiento: Que creamos en el nombre de su Hijo
Jesucristo" (1 Juan 3:23). Los judíos creían que recibirían la salvación
porque se esforzaban en el estudio y la observancia de la Torah. Muchos de
ellos depositaban su esperanza de vida eterna en el hecho de ser descendientes
de Abrahán. Jesús les advirtió que sólo los que lo aceptaran a él como el Hijo
de Dios y como el Salvador del mundo, serían salvados. "Esta es la vida
eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien
has enviado" (Juan 17:3). 5CBA
“La vida eterna consiste en
guardar los mandamientos de Dios y creer en Jesús” Mt. 19:16-22; Rom. 2:13-16;
Apoc. 14:12; 22:14; Isa. 66:22-24. Los judíos de la era cristiana, no lo
alcanzaron porque solo se quedaron en el pacto antiguo y no actualizaron su fe,
en el verdadero fundamento de la fe: Jesús y su ley. Rom. 9:30-33; Hechos 4:12;
Jer. 31:31-36; Heb. 10:15-23.
COMENTARIOS DE EGW
12-19. DTG 523-532. "TU REY VIENE"
https://elaguila3008.blogspot.com/2009/11/dtg-capitulo-63-tu-rey-viene.html
20-43 DTG 574-580. "EN EL ATRIO EXTERIOR"
https://elaguila3008.blogspot.com/2009/11/dtg-capitulo-68-en-el-atrio-exterior.html
Ministerio Hno. Pio
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