sábado, julio 17, 2021

REFLEXIÓN 770. (VI). MINISTERIO FINAL EN JERUSALÉN, PASCUA, 31 D. C/ Los dirigentes judíos rechazan a Jesús (JUAN 12:12-50).

Juan 12:12-50. Los dirigentes judíos rechazan a Jesús. Vers. (12-19) Cristo entra triunfalmente en Jerusalén. (20-22) Unos griegos desean ver a Jesús. (23-36) Cristo predice su muerte. (37-41) Los judíos, completamente ciegos. (42-43) Muchos gobernantes creen secretamente en Jesús. (44-50) por lo tanto, él pide fervorosamente una confesión de fe.

12 El siguiente día, grandes multitudes que habían venido a la fiesta, al oír que Jesús venía a Jerusalén, 13 tomaron ramas de palmera y salieron a recibirle, y clamaban: ¡Hosanna! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor, el Rey de Israel!

14 Y halló Jesús un asnillo, y montó sobre él, como está escrito: 15 No temas, hija de Sion; He aquí tu Rey viene, Montado sobre un pollino de asna.

16 Estas cosas no las entendieron sus discípulos al principio; pero cuando Jesús fue glorificado, entonces se acordaron de que estas cosas estaban escritas acerca de él, y de que se las habían hecho. 17 Y daba testimonio la gente que estaba con él cuando llamó a Lázaro del sepulcro, y le resucitó de los muertos. 

18 Por lo cual también había venido la gente a recibirle, porque había oído que él había hecho esta señal. 19 Pero los fariseos dijeron entre sí: Ya veis que no conseguís nada. Mirad, el mundo se va tras él.   

20 Había ciertos griegos entre los que habían subido a adorar en la fiesta. 21 Estos, pues, se acercaron a Felipe, que era de Betsaida de Galilea, y le rogaron, diciendo: Señor, quisiéramos ver a Jesús. 22 Felipe fue y se lo dijo a Andrés; entonces Andrés y Felipe se lo dijeron a Jesús. 

23 Jesús les respondió diciendo: Ha llegado la hora para que el Hijo del Hombre sea glorificado. 24 De cierto, de cierto os digo, que si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, queda solo; pero si muere, lleva mucho fruto. 25 El que ama su vida, la perderá; y el que aborrece su vida en este mundo, para vida eterna la guardará. 26 Si alguno me sirve, sígame; y donde yo estuviera, allí también estará mi servidor. Si alguno me sirviere, mi Padre le honrará.

27 Ahora está turbada mi alma; ¿y qué diré? ¿Padre, sálvame de esta hora? Más para esto he llegado a esta hora. 28 Padre, glorifica tu nombre. Entonces vino una voz del cielo: Lo he glorificado, y lo glorificaré, otra vez. 29 Y la multitud que estaba allí, y había oído la voz, decía que había sido un trueno. Otros decían: Un ángel le ha hablado. 30 Respondió Jesús y dijo: No ha venido esta voz por causa mía, sino por causa de vosotros. 

31 Ahora es el juicio de este mundo; ahora el príncipe de este mundo será echado fuera. 32 Y yo, si fuere levantado de la tierra, a todos atraeré‚ a mi mismo. 33 Y decía esto dando a entender de qué muerte iba a morir. 

34 Le respondió la gente: Nosotros hemos oído de la ley, que el Cristo permanece para siempre. ¿Cómo, pues, dices tú que es necesario que el Hijo del Hombre sea levantado? ¿Quién es este Hijo del Hombre?

35 Entonces Jesús les dijo: Aún por un poco está la luz entre vosotros; andad entre tanto que tenéis luz, para que no os sorprendan las tinieblas; porque el que anda en tinieblas, no sabe a dónde va. 36 Entre tanto que tenéis luz, creed en la luz, para que seais hijos de luz. Estas cosas habló Jesús, y se fue y se ocultó de ellos. 

37 Pero a pesar de que había hecho tantas señales delante de ellos, no creían en él; 38 para que se cumpliese la palabra del profeta Isaías, que dijo: Señor, ¿Quién ha creído a nuestro anuncio? ¿Y a quién se ha revelado el brazo del Señor? 39 Por esto no podían creer, porque también dijo Isaías: 40 Cegó los ojos de ellos, y endureció su corazón; Para que no vean con los ojos, y entiendan con el corazón, y se conviertan, y yo los sane. 41 Isaías dijo esto cuando vio su gloria, y habló acerca de él.

42 Con todo eso, aun de los gobernantes, muchos creyeron en él; pero a causa de los fariseos no lo confesaban, para no ser expulsados de la sinagoga. 43 Porque amaban más la gloria de los hombres que la gloria de Dios. 44 Jesús clamó y dijo: El que cree en mí, no cree en mí, sino en el que me envió; 45 y el que me ve, ve al que me envió. 46 Yo, la luz, he venido al mundo, para que todo aquel que cree en mi no permanezca en tinieblas.

47 Al que oye mis palabras, y no las guarda, yo no le juzgo; porque no he venido a juzgar al mundo, sino a salvar al mundo. 48 El que me rechaza, y no recibe mis palabras, tiene quien le juzgue; la palabra que he hablado, ella le juzgará en el día postrero. 49 Porque yo no he hablado por mi propia cuenta; el Padre que me envió, él me dio mandamiento de lo que he de decir, y de lo que he de hablar.

50 Y sé‚ que su mandamiento es vida eterna. Así pues, lo que yo hablo, lo hablo como el Padre me lo ha dicho. (Juan 12).

EVANGELIO SEGÚN SAN MATEO 1-28.

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EVANGELIO SEGÚN SAN MARCOS 1-16

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EVANGELIO SEGÚN SAN LUCAS 1-24

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12. El siguiente día. [La entrada triunfal, Juan 12:12-19 = Mat. 21:1-11 = Mar. 11:1-11 = Luc. 19:29-44. Comentario principal: Mateo.] El día siguiente sería el que seguía a la fiesta, o sea domingo (ver com. vers. 1).

Grandes multitudes. Ver com. vers. 9. Aunque la afirmación de Josefo de que era determinada pascua se reunieron en Jerusalén más de 2.500.000 personas (Guerra vi. 9.3) es posiblemente exagerada, sin embargo, indica que enormes multitudes deben haberse reunido en Jerusalén durante este período.

13. Ramas. Mejor "palmas". Se mencionan "palmas" en 1 Mac. 13:51 ("ramos de palmeras", BJ) en relación con la entrada triunfal de Simón, el sumo sacerdote, en la torre de Jerusalén. Las palmas en las manos de la gran multitud de Apoc. 7:9 son un símbolo de triunfo (ver CS 723).

Rey de Israel. La primera parte de las aclamaciones, evidentemente, es de Sal. 118:25-26 y la última parte -"el Rey de Israel"- es una alusión a Zac. 9:9. En cuanto al Mesías como rey de acuerdo con las expectativas de los judíos, ver com. Luc. 4:19; cf. Juan 18:37; 19:19. Los escritores de los evangelios presentan con variantes el clamor de la multitud. Sin duda, las aclamaciones fueron variadas.

14. Un asnillo. Juan omite los detalles en cuanto a la forma en que se lo consiguió (ver Mar. 11:1-7).

15. No temas. Esta frase no es del hebreo ni de la LXX en Zac. 9:9, pero podría provenir de Isa. 40:9.

16. No las entendieron. Los discípulos no entendieron el propósito ni la importancia de lo que Jesús estaba haciendo. En lo que atañe al propósito, ver com. Mat. 21:5; cf. DTG 525-526. Aunque Jesús había dicho claramente a sus discípulos que su muerte estaba próxima (Mat. 17:22-23; etc.), parece que lo olvidaron en la excitación del momento. El hecho de que él, en un acto sin precedentes, hubiera permitido que lo aclamaran como "Rey de Israel", alimentó las esperanzas de ellos de que, después de todo, satisfaría sus expectativas y las de la multitud, se proclamaría rey y desempeñaría el papel de un mesías político. Después de la resurrección, mediante un estudio de las profecías -guiados por el Espíritu Santo- comprendieron el propósito de lo que hacía Cristo.

17. Daba testimonio. Los que habían sido testigos oculares de la resurrección de Lázaro se mezclaron con la multitud y daban su testimonio. Así cundía el entusiasmo.

18. A recibirle. Había dos multitudes, la que acompañaba a Jesús y la otra, que salía de Jerusalén para recibirle.

19. El mundo. Si bien unos pocos MSS dicen "todo el mundo", la evidencia textual establece el texto como aparece en la RVR. En todo caso, ambas expresiones son equivalentes. El lenguaje es hiperbólico. Emana de hombres frustrados y airados. 

En vez de que la gente estuviera dispuesta a apoderarse de Jesús y entregarlo en poder de ellos, resultó que la multitud lo rodeaba con gozosas aclamaciones y lo saludaba como a un rey. En esas circunstancias, cualquier intento de arrestar a Jesús hubiera provocado un tumulto. Algunos de los líderes recurrieron a Jesús pidiéndole que acallara a las multitudes, pero no tuvieron éxito (Luc. 19:39-40). Todo lo que pudieron hacer fue observar el desfile y ver cómo su odiado enemigo entraba en Jerusalén en medio de un triunfo real. Quizá se sintieron algo así como Amán cuando conducía a Mardoqueo montado en un caballo real (Est. 6:11). No sabiendo cual era en realidad el propósito de Jesús, sin duda, lo imaginaron a punto de proclamarse rey, aboliendo el poder de ellos y encabezando una revolución contra Roma.

20. Ciertos griegos. [Entrevista con los griegos, Juan 12:20-36ª.] Este suceso quizá ocurrió el martes anterior a la crucifixión, en relación con la última visita de Jesús al templo (ver com. Mat. 23:1; cf. DTG 574).

A adorar. El hecho de que vinieran a adorar y no a participar de la pascua, sugiere que estos griegos no eran prosélitos plenos. Josefo menciona a extranjeros que acudían a Jerusalén para adorar en ocasión de la pascua (Guerra vi. 9.3). Los prosélitos a medias, al igual que los gentiles, quedaban restringidos al atrio de los gentiles. Puede verse una descripción de los atrios del templo en la Mishnah Middoth; cf. Kelim 1.8.

21. Felipe. Ver com. Mar. 3:18.

Betsaida. Ver com. Mat. 11:21.

Ver. Aquí se usa en el sentido de "tener una entrevista", como en Luc. 8:20. En cuanto a los propósitos de la entrevista solicitada, ver DTG 575.

22. Lo dijo a Andrés. Tanto Felipe como Andrés tenían nombres griegos, y sus antecedentes helenísticos quizá expliquen su parte en este hecho. No se da la razón por la cual Felipe consultó a Andrés, pero indudablemente buscó el consejo de este antes de presentar a Jesús el caso de los griegos (ver com. cap. 6: 8). En el relato de la alimentación de los cinco mil (cap. 6:1-14), Andrés demostró ser más practico que Felipe, el cual, en esa ocasión, no sólo demostró ser más precavido sino también lento de corazón para creer.

23. Les respondió. Las palabras fueron más bien una respuesta ante la situación provocada por la visita de los griegos y no una respuesta directa para ellos.

Ha llegado la hora. Antes Jesús había anunciado que su hora todavía no había llegado (cap. 2:4; 7:30; 8:20; com. cap. 2:4). Sin embargo, estaba próxima la hora de su muerte. Contando el martes, sólo faltaban cuatro días para su crucifixión. Indudablemente, la visita de los griegos le sugirió a Jesús cual sería el resultado de su muerte, a saber, la conversión de muchos procedentes de las naciones de los gentiles.

Hijo del Hombre. Ver com. Mat. 1:1; Mar. 2:10.

24. De cierto. Ver com. Mat. 5:18; Juan 1:51.

Muere. Una sencilla ilustración de la naturaleza. Una semilla de trigo colocada en la tierra muere como grano de trigo, pero la vida no es destruida. Hay en la semilla un germen de vida que no se destruye con su disolución. En el crecimiento de la nueva planta la semilla se convierte en muchas semillas. Sin embargo, una multiplicación tal no ocurre si la semilla no es arrojada en la tierra. Tal fue el caso de Jesús. Si hubiera elegido no morir por la raza culpable, hubiera quedado "solo". La raza humana habría perecido y no habría habido una cosecha de almas para el reino. Mediante su muerte, Jesús proporcionó vida a todos los que perseveran en tener fe en él.  Comparar esto con el razonamiento de Pablo en 1 Cor. 15:36.

25. Ama su vida. Ver com. Mat. 10:39; cf. Mar. 8:35; 10:39. La palabra para vida aquí es psuj'‚ (ver com. Mat. 10:28), frecuentemente traducida como "alma" (Mar. 8:36-37 etc.). El que tiende a salvar y preservar su vida física aquí, perderá su "alma", o sea, la vida eterna. El que está dispuesto a sacrificarse sirviendo a Dios en este mundo, preservará su "alma" y disfrutará de vida eterna en el mundo venidero. De esta manera, "la ley del sacrificio propio es la ley de la conservación". "La ley del servicio propio es la ley de la destrucción propia" (DTG 576-577).

El que está dispuesto a poner a un lado todo lo que le es más caro en esta vida, pero que se interpone en el camino de su crecimiento espiritual, a la larga descubrirá que no ha perdido nada que valiera la pena y que, en cambio, ha ganado las verdaderas riquezas (Fil. 3:8-10).

El mundo considera la senda de la abnegación y el sacrificio propio como necedad y perdida, así como un niñito podría considerar el arrojar el buen grano en la tierra como un despilfarro insensato. Pero el mundo futuro revelará que el que está apegado a este mundo actual ciertamente fue necio, y que el hijo de Dios realmente fue sabio. 

En Mat. 10:28 se describe la perdida final y la destrucción del "alma".

Aborrece. En el sentido de "amar menos" (ver com. Luc. 14:26).

26. Me sirve. Ver com. Juan 12:25; cf. Mar. 9:35; 10:43-45.

Sígame. Ver com. Mat. 16:24; cf. Mar. 8:34.

Donde yo estuviera. El compañerismo espiritual y la comunión con su Señor serán los privilegios de aquel que sirve al Señor en esta vida (Mat. 28:20), y disfrutará de una comunión cara a cara en el mundo venidero.

Mi Padre le honrará. En Mar. 10:29-30 se trata de las recompensas por el servicio. Las condiciones y recompensas del discipulado, sin duda se presentan aquí con referencia a los griegos que querían ser discípulos.

27. Turbada. Gr.tarássÇ. El mismo verbo aparece en los cap. 11:33; 13:21, donde Jesús es el que se turba. Jesús aconseja a sus discípulos que no se "turben" (14:1,27). El motivo de la turbación de Jesús en este caso se indica en su oración: "Padre, sálvame de esta hora'. La visita de los griegos le había hecho recordar la cosecha de los gentiles. Pero entre la cosecha del Evangelio y el momento en que Jesús estaba, se alzaba la cruz y la agonía mental y física que la acompañaría. La humanidad de Jesús rechazaba esto. La vívida contemplación de las escenas futuras fue la causa de la súbita angustia material del Señor (cf. con. Mat. 26:38). Mi alma. Expresión idiomática que, prácticamente, equivale a "yo" (ver com. Sal. 16:10).

Sálvame. Esta oración es similar a la ofrecida unos pocos días más tarde en el Getsemaní (Mat. 26:39). Estemos seguros de que, si se hubiera podido encontrar algún otro medio para salvar al hombre que implicara menos sacrificio, la oración de Jesús habría sido contestada. Pero era necesario el sacrificio infinito para realizar todo lo que debía lograr el plan de salvación (ver PP  54-55). En vista de esto, Jesús se sometió para cumplir el plan hasta su terminación.

28. Padre. Ver com. Mat. 6:9; Juan 11:41. Glorifica tu nombre. Esta oración estaba en armonía con lo que Jesús había enseñado antes acerca de su relación con el Padre, cuya gloria siempre buscaba el Maestro (cap. 7:18; 8:50). En cuanto a que "nombre" representa el carácter, ver com. Mat. 6:9. 

Entonces vino. En dos ocasiones previas, se oyó una voz del cielo: en el bautismo (Mat. 3:17) y en la transfiguración (Mat. 17:5). Lo he glorificado. Por medio de la vida, el ministerio y los milagros de Jesús (por ejemplo, ver cap. 11:4). 

Lo glorificaré otra vez. En la muerte y resurrección de Jesús.

29. Un trueno. Como en el caso de los que oyeron la voz que habló a Pablo en ocasión de su conversión (ver com. Hech. 23:9), también esta vez la gente oyó el sonido de la voz procedente del cielo, pero no pudo comprender el significado.

Un ángel le ha hablado. Algunos interpretaron el sonido como un mensaje divino. Esto parece implicar que entendieron lo que se decía. A juzgar por la respuesta de Jesús, que la voz vino "por causa de vosotros", parecería que los griegos, y sin duda otros, oyeron y comprendieron la voz (DTG 578). Para ellos fue como una evidencia que confirmaba que Jesús era el Enviado de Dios.

30. Por causa de vosotros. Ver com. vers. 29; cf. DTG 578.

31. Ahora. Había llegado una hora solemne en la historia del mundo. Jesús estaba por morir por la raza culpable, asegurando así la salvación de los hombres y confirmando la derrota del reino de Satanás. La palabra "ahora" estaba, pues, henchida de gran significado.

El juicio de este mundo. No porque Jesús estuviera por sentarse como juez, pues "no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar [o 'juzgar', como se traduce por lo general krinÇ] al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él" (ver com. cap. 3:17). Sin embargo, mediante su relación con el Hijo, los hombres estaban decidiendo su destino eterno (ver com. cap. 9:39). Al rehusar aceptar a Jesús como el Mesías de la profecía y el Salvador del mundo, la nación Judía selló su suerte e incurrió en condenación.

Príncipe de este mundo. Sólo en Juan se encuentra este título aplicado a Satanás (cf. cap. 14:30; 16:11). Otros títulos que se le dan son "dios de este siglo" (2 Cor. 4:4) y "príncipe de la potestad del aire" (Efe. 2:2). En lo que respecta a la autoridad de este mundo que usurpó Satanás, ver com. Mat. 4:8-9.

Echado fuera. Había habido una expulsión anterior, cuando Lucifer cayó de su encumbrada posición (ver. PP 22). Ahora su obra sería más restringida. Por la forma en que trató al Hijo de Dios, se desenmascaró el verdadero carácter de Satanás. De allí en adelante "no podría ya acechar a los ángeles mientras salían de los atrios celestiales, ni acusar ante ellos a los hermanos de Cristo" (DTG 709; ver com. Apoc. 12:7-9).

32. Levantado. Es decir, sobre la cruz. El mismo verbo aparece en cap. 3:14 (ver allí el comentario), donde Jesús compara su alzamiento con la elevación de la serpiente en el desierto. En el cap. 8:28 Jesús ya ha mencionado que iba a ser levantado, y explica de que ese acto sería ejecutado por los judíos. Esto demuestra claramente que no se refería a su ascensión.

A todos. No sólo los miembros de la raza humana fueron atraídos a Cristo por el sacrificio que el hizo de sí mismo, sino también los ángeles y los habitantes de los otros mundos fueron atraídos de nuevo a él por la demostración del amor de Dios que lo llevaba al sacrificio (Col. 1:20).

Atraeré. En millares de vidas, la cruz ha demostrado tener una atracción mayor que todas las fascinaciones del mundo. Después de su actuación casi infructífera en Atenas, donde hizo frente a la lógica con la lógica, en Corinto Pablo se propuso "no saber entre vosotros cosa alguna sino a Jesucristo, y a este crucificado" (1 Cor. 2:2; cf.  HAp 198). Como resultado, tuvo un éxito muy grande en sus labores. Con el paso de los siglos, el magnetismo de la cruz no ha disminuido en lo más mínimo. Todavía es "el poder y la sabiduría de Dios para ganar almas para Cristo" (6 T 67)

33. De que muerte. Ver com. vers. 32.

34. Ley. Gr. nómos, que se aplica aquí al AT en términos generales como en cap. 10:34 (ver allí el comentario).

Cristo permanece para siempre. Los que hablaban pueden haberse referido a pasajes tales como Sal. 89:36; 110:4; Isa. 9:6; Dan. 7:13-14. En la literatura apocalíptico de ese periodo, se presenta claramente como eterno el reino del Mesías. Por ejemplo, el libro seudoepigráfico de Enoc (ver p. 88) declara acerca del Elegido: "Pues la sabiduría es derramada como agua, y la gloria no falta delante de el para siempre" (49:1). "Y el Señor de los Espíritus morar sobre ellos, y con ese Hijo de Hombre comerán y se echarán y se levantarán por siempre jamás" (62:14).

El Hijo del Hombre. Ver com. Mat. 1:1; Mar. 2:10.

Sea levantado. Los que preguntaban no podían armonizar la referencia de Jesús a su muerte con lo que ellos creían que enseñaban las Escrituras acerca del reino eterno del Mesías. Si con el término "Hijo del Hombre" Jesús quería decir el Mesías -como evidentemente los judíos creían que significaba (ver Enoc 62:14, citado bajo "Cristo permanece para siempre"; ver también p. 88)-, entonces, ¿de qué modo correspondía esta referencia a su muerte? La pregunta muestra que la gente entendió el término "levantado" como una referencia a la muerte.

35. Aun por un poco. Jesús no respondió directamente la pregunta. Había otras cosas más importantes que ellos debían comprender en ese momento, El tiempo se estaba terminando. Jesús, la Luz del mundo (cap. 8:12) pronto dejaría este mundo. Estaban brillando los últimos rayos de luz. Seis meses antes él había dicho: "Todavía un poco de tiempo estaré con vosotros" (cap. 7:33). Ahora sólo quedaban unos pocos días. Cristo exhortaba a los hombres a que lo aceptaran ahora. Debían aprovechar las oportunidades de ese momento y no gastar el tiempo en preguntas y dudas.

Andad. Gr. peripatéÇ (ver com. cap. 7:1).

Os sorprendan. O "sobrevengan".

Anda en tinieblas. Ver com. cap. 8:12.

36. Hijos de luz. Ver com. Luc. 16:8. El creyente llega a ser semejante a Aquel en quien cree. Los que reciben a Jesús, la Luz, ellos mismos se convierten en centros de los cuales irradia luz a otros (ver com. Mat. 5:14-16).

Se ocultó. Cf. cap. 8:59. Este fue el último día de Jesús en el templo, y su último día de ministerio público. Tras una exhortación final a los dirigentes de Israel, Jesús dejó el templo para siempre. Ver com. Mat. 23:38.

37. No creían. [Los dirigentes judíos rechazan definitivamente a Jesús, Juan 12:36-50.] En cuanto a los milagros como una base de la fe, ver pp. 198-199.

LA NATURALEZA Y EL PROPÓSITO DE LOS MILAGROS.

LOS ESCRITORES DE LOS EVANGELIOS SE REFIEREN A LOS MILAGROS DE NUESTRO SEÑOR EN VARIOS TÉRMINOS. Los más comunes son dúnamis, "poder", y s'meíon, "señal". El primero se usa cuando se desea caracterizar el milagro como una manifestación del poder divino; el segundo, como una confirmación visible de la autoridad divina de Jesús.  Cuando el escritor desea destacar la reacción de la gente, usa téras, "maravilla", thaumásion, "cosa admirable", éndoxon, "cosa gloriosa", o parádoxon, "cosa extraña". Téras era la palabra común para una "maravilla" hecha por un mago, y por eso los escritores del Nuevo Testamento siempre la acompañan con una de las palabras que indican un milagro genuino como un acto de Dios. Jesús comúnmente hablaba de sus milagros como érga, "obras".

HE AQUÍ DOS DEFINICIONES DE MILAGRO: "Acto del poder divino, superior al orden natural y a las fuerzas humanas.  Cualquier suceso o cosa rara, extraordinaria y maravillosa" (Diccionario de la Real Academia). "En sentido estricto, intervención extraordinaria de la Providencia en el orden natural de las cosas, y puede definirse: suceso ocurrido fuera del orden y de las leyes naturales (supra, contra o praeter naturam) cuya causa excede el poder de toda naturaleza creada" (Martín Alonso, Enciclopedia del idioma).

LA PALABRA MILAGRO DERIVA DEL LATÍN MIRACULUM: "un objeto de admiración", "cosa maravillosa", "cosa extraña", "cosa admirable", "algo asombroso"; de mirari: "maravillarse".

POR LO TANTO, NUESTRA PALABRA "MILAGRO" designa específicamente cualquier suceso que resulta inexplicable debido a las limitaciones del conocimiento humano y a nuestra comprensión. No hay milagros para Dios, pues su conocimiento y su comprensión son infinitos. La apariencia milagrosa de ciertos fenómenos naturales no radica tanto en los hechos mismos como en el efecto que producen en la mente de los seres limitados que los contemplan. El suceso es objetivo, pero su apariencia milagrosa es subjetiva.

A MEDIDA QUE AUMENTAN EL CONOCIMIENTO Y LA COMPRENSIÓN DE LOS HOMBRES, algunos sucesos que antes parecían milagrosos pueden dejar de serlo. Por ejemplo, cuando se inventó la imprenta, se la consideró como algo milagroso y se la atribuyó al diablo. Los hombres de ese tiempo y con esos conceptos, ¿Qué habrían pensado de la televisión? Sin embargo, los milagros de nuestro Señor significaron la acción de un poder completamente desconocido para el hombre y produjeron resultados que aún hoy día no se pueden explicar dependiendo del conocimiento humano.

A PESAR DE TODO, LO QUE PARECE SER UNA VIOLACIÓN DE UNA LEY DE LA NATURALEZA, tal como la comprendemos, podría ser sencillamente la acción de una ley de naturaleza superior y desconocida que modifica o contrarresta una ley inferior y conocida. Por ejemplo, la gravedad atrae todas las cosas hacia la tierra; pero una ley superior de la naturaleza contrarresta la ley de la gravedad cuando un ser viviente levanta esas mismas cosas, cuando el sol eleva hacia la atmósfera toneladas de agua para formar las nubes, o cuando la acción de la capilaridad hace subir la savia desde las raíces de un abeto gigantesco (como las sequoais de California) hasta sus ramas más altas. O cuando una ley puede ser modificada por otra, como en el caso de las fuerzas centrífuga y centrípeta, que se equilibran para mantener un planeta en su órbita. Las fuerzas de la naturaleza actúan de acuerdo con la expresa voluntad de Dios, y por esto es difícil pensar o demostrar que los milagros sean una violación de la ley natural. Sería más correcto considerarlos como variaciones de la acción de una ley natural tal como la conocen y entienden los hombres. Dios nunca procede en contra de sí mismo. 199

UN MILAGRO DE CURACIÓN NO ES MAYOR QUE EL MILAGRO DE UNA VIDA TRANSFORMADA. En realidad, una vida tal es el mayor de todos los milagros. Y Dios sencillamente actúa en cada uno de ellos en forma que no podemos comprender plenamente, para nuestro bien en esta vida y en la venidera. Hay una ley espiritual que determina que "la paga del pecado es muerte"; pero hay otra ley superior que enseña que "la dádiva de Dios es vida eterna" (Rom. 6:23; 7:21 a 8:4). Ver DTG  373-374.

PARA PODER COMPRENDER EL PROPÓSITO por el cual se produjeron los milagros de Jesús y las condiciones bajo las cuales pudieron ser hechos, es necesario verlos en su verdadera perspectiva, tal como se relacionan con el ministerio de Jesús en la tierra.

¿POR QUE JESÚS HIZO MILAGROS? Cada milagro de nuestro Señor tuvo un propósito definido. Nunca ejerció su poder divino para satisfacer la curiosidad ociosa o para demostrar que tenía la facultad de proceder así (DTG 678), o para beneficiarse a sí mismo (DTG 677). "Sus obras admirables fueron todas hechas para beneficio de otros" (DTG  95; cf. 373), y contribuyeron material y espiritualmente al bienestar de ellos.

De esa manera procuraba que los hombres estuvieran seguros del amor, la simpatía y la protección de su Padre celestial.

La evidencia de la obra de Cristo en favor de los hombres, demostrada en formas extraordinarias los guiaría a una mejor comprensión y a un aprecio más profundo de la forma en que él suple las necesidades de ellos día tras día en los sucesos más comunes de la vida (DTG 334-335).

LOS MILAGROS DE NUESTRO SEÑOR TAMBIÉN ILUSTRABAN VERDADES ESPIRITUALES. El paralítico de Capernaúm primero fue curado de su parálisis espiritual (Mat. 2: 9-11). El ciego de Siloé disfrutó de la restauración de su vista natural y de la espiritual (Juan 9:5-7, 35-38). El pan que se dio a los 5.000 tenía el propósito de conducirlos al Pan de vida que descendió del cielo (Juan 6:26-35).

La resurrección de Lázaro demostró el poder de Cristo para impartir vida a todos los que creen en él (Juan 11:23-26; cf. 5:26-29) y su poder para infundir nueva vida en los que están espiritualmente muertos. "Cada milagro era de un carácter destinado a conducir a la gente al árbol de la vida, cuyas hojas son para la sanidad de las naciones" (DTG 334).

LOS MILAGROS DE NUESTRO SEÑOR TESTIFICABAN, POR SOBRE TODO, De Su Misión Divina Como El Salvador De La Humanidad y daban validez a la verdad de su mensaje. Jesús se refirió una y otra vez a sus obras asombrosas como una evidencia de su autoridad divina y de su mesianismo (Mt. 11:20-23; Jn. 5:36; 10:25, 32, 37-38; 14:10-11); y por eso los de sincero corazón reconocían la divinidad que obraba en Cristo y mediante él (Mat. 13:54; Luc. 9:43; 19:37; 24:19; Juan 3:2; 6:14; 9:16, 33).

LOS MILAGROS DE CRISTO NO SÓLO CONTRIBUYERON EN UNA FORMA GENERAL para la comprensión de esos propósitos, sino que cada uno -por lo menos los registrados en los Evangelios- parece haber sido significativo en sí mismo y por sí mismo (ver com. Luc. 2:49). Por eso, un estudio de los milagros de nuestro Señor debiera incluir una investigación de sus resultados, y, por lo tanto, del propósito que los produjo y qué indujo a los evangelistas a registrarlos (ver la columna "Propósito Y [o] resultado(s)", pp. 200-203).

¿EN QUÉ CIRCUNSTANCIAS HIZO JESÚS MILAGROS? "Cristo no realizó nunca un milagro que no fuese para suplir una necesidad verdadera" (DTG 334). Dios no recibe honra cuando se acude a él para que haga lo que los hombres pueden hacer por sí mismos. El propósito final de un milagro sólo se puede comprender cuando los hombres reconocen que sus necesidades superan a su sabiduría. No hay duda de que primero debe haber un profundo sentido de necesidad. Luego debe creerse que Dios puede proporcionar la ayuda que se necesita tan desesperadamente y que él la proporcionará, También debe existir un ferviente deseo y un intenso anhelo de que Dios 200 supla esa necesidad. Debe haber una disposición del corazón y de la mente de avanzar por fe, en armonía con todo lo que Dios pueda pedir. Finalmente tiene que sentirse la disposición de ordenar la vida desde ese momento en armonía con los principios del reino de los cielos y de dar testimonio del amor de Dios y de su poder.

38. Para que se cumpliese. El griego puede traducirse como una indicación de resultado y no de propósito (ver com. cap. 9:3; cf. com. cap. 11:4). El pasaje entonces diría: "No creían en‚ Como resultado se cumplió la palabra del profeta Isaías, etc." (com. Mat. 1:22; Juan 12:39). Señor, ¿Quién ha creído? Cita de Isa. 53:1, tomada de la LXX y no del hebreo. Los dos textos son idénticos, con excepción del vocativo "Señor" que no aparece en el hebreo. Ver com. Isa. 53:1.

39. No Podían Creer. Esta afirmación debiera entenderse en consonancia con el comentario del vers. 38. La presciencia de Dios no impide el libre albedrío. La profecía de Isaías era sencillamente una predicción de lo que había anticipado la presciencia de Dios. "Las profecías no determinan el carácter de los hombres que las cumplen. Los hombres proceden de acuerdo con su libre albedrío" (EGW RH 13-11-1900; ver com. Mat. 1:22; Juan 3:17-20).

40. Cegó los ojos. Una cita de Isa. 6:10, aunque no concuerda exactamente con el texto hebreo de que ahora disponemos ni con la LXX. Quizá Juan cita en forma aproximada o tenía ante sí un texto ligeramente diferente a los que hoy tenemos. Ver com. Isa. 6:10; Mat. 13:15.

41. Cuando vio su gloria. La evidencia textual (cf. p. 147) favorece el texto "porque vio su gloria". En un caso u otro pareciera que se refiere a la visión de Iza. 6, en relación con la cual se pronunciaron las palabras de Juan 12:40.

42. Aun de los gobernantes. En contraste con la ceguera de la nación.

No lo confesaban. Aquí está la respuesta a la pregunta formulada algún tiempo antes: "¿Acaso ha creído en él alguno de los gobernantes o de los fariseos?" (cap. 7:48). Más tarde, algunos lo confesaron manifiestamente, por ejemplo, Nicodemo (cap. 19:39; cf. cap. 3:1) y José de Arimatea (ver com. Mat. 27: 57).

Expulsados. Ver com. cap. 9:22.

43. Amaban más la gloria de los hombres. Ver com. Mat. 23:5.

44. Jesús clamó. No se puede señalar exactamente el momento específico de este discurso, con relación al retiro de Jesús y su ocultamiento mencionados en el vers. 36. Los vers. 37-50 parecen ser el comentario de Juan en cuanto a cómo fue rechazado el Mesías.  Con la enseñanza de ese día en el templo, terminó el ministerio público de Cristo. De allí en adelante enseñó a sus discípulos en forma privada.

En el que me envió. La frase "el que me envió" o "el que me ha enviado" es frecuente en Juan (cap. 5:24,30,37; 6:38-40,44; etc.). Esta cláusula hace resaltar la completa unidad del Hijo con el Padre (ver com. cap. 3:17; 10:30).

45. Al que me envió. Cristo vino para presentar el carácter de su Padre ante el mundo (ver com. cap. 1:18). Cuando Felipe dijo: "Señor, muéstranos el Padre", Jesús declaró: "El que me ha visto a mí, ha visto al Padre" (cap. 14: 8-9). 

El Padre y el Hijo estaban perfectamente unidos en sus metas, propósitos y forma de proceder (ver com. cap. 10:30).

46. Luz. En cuanto a Jesús como la Luz, ver com. cap. 1:4; 8:12.

En tinieblas. Ver com. 1 Juan 2:11; cf. Juan 12:35-36.

47. No le juzgo. Ver com. cap. 3:17; 9:39.

48. Quien le juzgue. Cf. cap. 5:45. Aquí no es Moisés, sino la palabra de Cristo la que juzga. Los contemporáneos de Jesús quedaban sin excusa pues habían oído de él la verdad acerca de su identidad y misión. No podían aducir ignorancia en cuanto a los requerimientos para la salvación. Si no hubiesen oído la verdad, no hubieran sido considerados responsables (ver com. cap. 9:39-41). Así pasa con los que oyen la Palabra de Dios hoy día. ¡Grande es la responsabilidad que Dios coloca sobre los que la oyen! Pueden ridiculizar y aun despreciar los sermones, pero para pesar suyo al fin encontrarán que deben rendir cuenta de lo que han hecho teniendo en cuenta lo que han oído.

49. Por mi propia cuenta. Al rechazar las palabras de Jesús, los judíos estaban rechazando a Dios el Padre, a quien profesaban adorar. Jesús procuró advertirles acerca de esto. Así también sucede cuando los hombres rehúsan las palabras de los mensajeros del cielo. Rechazan no meramente a los mensajeros sino también a Aquel que les dio su mensaje y los envió (ver com. Mat. 10:40).

50. Vida eterna. Ver com. cap. 3:16. La orden del Padre era que los hombres creyeran en Cristo a quien él había enviado al mundo. Sólo así podían ser salvados (Hech. 4:12). En una declaración paralela, Juan afirmó: "Este es su mandamiento: Que creamos en el nombre de su Hijo Jesucristo" (1 Juan 3:23). Los judíos creían que recibirían la salvación porque se esforzaban en el estudio y la observancia de la Torah. Muchos de ellos depositaban su esperanza de vida eterna en el hecho de ser descendientes de Abrahán. Jesús les advirtió que sólo los que lo aceptaran a él como el Hijo de Dios y como el Salvador del mundo, serían salvados. "Esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado" (Juan 17:3). 5CBA

“La vida eterna consiste en guardar los mandamientos de Dios y creer en Jesús” Mt. 19:16-22; Rom. 2:13-16; Apoc. 14:12; 22:14; Isa. 66:22-24. Los judíos de la era cristiana, no lo alcanzaron porque solo se quedaron en el pacto antiguo y no actualizaron su fe, en el verdadero fundamento de la fe: Jesús y su ley. Rom. 9:30-33; Hechos 4:12; Jer. 31:31-36; Heb. 10:15-23.

COMENTARIOS DE EGW

12-19. DTG 523-532. "TU REY VIENE"

https://elaguila3008.blogspot.com/2009/11/dtg-capitulo-63-tu-rey-viene.html

20-43 DTG 574-580. "EN EL ATRIO EXTERIOR"

https://elaguila3008.blogspot.com/2009/11/dtg-capitulo-68-en-el-atrio-exterior.html

Ministerio Hno. Pio


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