Juan 5. En la segunda pascua. Vers. (1-9) Jesús cura en día sábado a un hombre enfermo durante treinta y ocho años; (10-16) por esto los judíos lo persiguen y tratan de matarlo. (17-31) Jesús demuestra quién es, basado en el testimonio de su Padre (32-35) y en el de Juan, (36-38) en sus propias palabras (39- 47) y en las Escrituras.
1 DESPUES de estas cosas había una fiesta de los judíos, y subió Jesús a Jerusalén. 2 Y hay en Jerusalén, cerca de la puerta de las ovejas, un estanque, llamado en hebreo Betesda, el cual tiene cinco pórticos. 3 En éstos yacía una multitud de enfermos, ciegos, cojos y paralíticos, que esperaban el movimiento del agua. 4 Porque un ángel descendía de tiempo en tiempo al estanque, y agitaba el agua; y el que primero descendía al estanque después del movimiento del agua, quedaba sano de cualquier enfermedad que tuviese. 5 Y había allí un hombre que hacía treinta y ocho años que estaba enfermo. 6 Cuando Jesús lo vio acostado, y supo que llevaba ya mucho tiempo así, le dijo: ¿Quieres ser sano? 7 Señor, le respondió el enfermo, no tengo quien me meta en el estanque cuando se agita el agua; y entre tanto que yo voy, otro desciende antes que yo. 8 Jesús le dijo: Levántate, toma tu lecho, y anda. 9 Y al instante aquel hombre fue sanado, y tomó su lecho, y anduvo. Y era día de reposo* aquel día.
10 Entonces los judíos dijeron a aquel que había sido sanado: Es día de reposo;* no te es lícito llevar tu lecho. 11 Él les respondió: El que me sanó, él mismo me dijo: Toma tu lecho y anda. 12 Entonces le preguntaron: ¿Quién es el que te dijo: Toma tu lecho y anda? 13 Y el que había sido sanado no sabía quién fuese, porque Jesús se había apartado de la gente que estaba en aquel lugar. 14 Después le halló Jesús en el templo, y le dijo: Mira, has sido sanado; no peques más, para que no te venga alguna cosa peor. 15 El hombre se fue, y dio aviso a los judíos, que Jesús era el que le había sanado. 16 Por esta causa los judíos perseguían a Jesús, y procuraban matarle, porque hacía estas cosas en el día de reposo.*
17 Y Jesús les respondió: Mi Padre hasta ahora trabaja, y yo trabajo. 18 Por esto los judíos aún más procuraban matarle, porque no sólo quebrantaba el día de reposo,* sino que también decía que Dios era su propio Padre, haciéndose igual a Dios. 19 Respondió entonces Jesús, y les dijo: De cierto, de cierto os digo: No puede el Hijo hacer nada por sí mismo, sino lo que ve hacer al Padre; porque todo lo que el Padre hace, también lo hace el Hijo igualmente.
20 Porque el Padre ama al Hijo, y le muestra todas las cosas que él hace; y mayores obras que estas le mostrará, de modo que vosotros os maravilléis. 21 Porque como el Padre levanta a los muertos, y les da vida, así también el Hijo a los que quiere da vida. 22 Porque el Padre a nadie juzga, sino que todo el juicio dio al Hijo, 23 para que todos honren al Hijo como honran al Padre. El que no honra al Hijo, no honra al Padre que le envió. 24 De cierto, de cierto os digo: El que oye mi palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, más ha pasado de muerte a vida.
25 De cierto, de cierto os digo: Viene la hora, y ahora es, cuando los muertos oirán la voz del Hijo de Dios; y los que la oyeren vivirán. 26 Porque como el Padre tiene vida en sí mismo, así también ha dado al Hijo el tener vida en sí mismo; 27 y también le dio autoridad de hacer juicio, por cuanto es el Hijo del Hombre. 28 No os maravilléis de esto; porque vendrá hora cuando todos los que están en los sepulcros oirán su voz;
29 y los que hicieron lo bueno, saldrán a resurrección de vida; más los que hicieron lo malo, a resurrección de condenación. 30 No puedo yo hacer nada por mí mismo; según oigo, así juzgo; y mi juicio es justo, porque no busco mi voluntad, sino la voluntad del que me envió, la del Padre. 31 Si yo doy testimonio acerca de mí mismo, mi testimonio no es verdadero.
32 Otro es el que da testimonio acerca de mí, y sé que el testimonio que da de mí es verdadero. 33 Vosotros enviasteis mensajeros a Juan, y él dio testimonio de la verdad. 34 Pero yo no recibo testimonio de hombre alguno; mas digo esto, para que vosotros seáis salvos. 35 Él era antorcha que ardía y alumbraba; y vosotros quisisteis regocijaras por un tiempo en su luz.
36 Mas yo tengo mayor testimonio que el de Juan; porque las obras que el Padre me dio para que cumpliese, las mismas obras que yo hago, dan testimonio de mí, que el Padre me ha enviado. 37 También el Padre que me envió ha dado testimonio de mí. Nunca habéis oído su voz, ni habéis visto su aspecto, 38 ni tenéis su palabra morando en vosotros; porque a quien él envió, vosotros no creéis.
39 Escudriñad las Escrituras; porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí; 40 y no queréis venir a mí para que tengáis vida. 41 Gloria de los hombres no recibo. 42 Mas yo os conozco, que no tenéis amor de Dios en vosotros. 43 Yo he venido en nombre de mi Padre, y no me recibís; si otro viniere en su propio nombre, a ése recibiréis.
44 ¿Cómo Podéis Vosotros Creer, Pues Recibís Gloria Los Unos De Los Otros, Y No Buscáis La Gloria Que Viene Del Dios Único? 45 No penséis que yo voy a acusaros delante del Padre; hay quien os acusa, Moisés, en quien tenéis vuestra esperanza.
46 Porque si creyeseis a Moisés, me creeríais a mí, porque de mí escribió él. 47 Pero si no creéis a sus escritos, ¿Cómo creeréis a mis palabras? (Juan 5).
EVANGELIO SEGÚN SAN MATEO 1-28.
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EVANGELIO SEGÚN SAN MARCOS 1-16
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1. Después de estas cosas. [Segunda pascua: El inválido de
Betesda, Juan 5: 1-15. Acerca de los milagros pp. 198-203.] La misma frase, o
su equivalente, se usa en el comienzo de los cap. 6 y 7 (ver com. cap. 6:1).
Una fiesta. Si bien unos pocos MSS dicen "la fiesta",
como si fuera una fiesta específica, la evidencia textual tiende a confirmar
(cf. p. 147) el texto "tina fiesta".
Desde tiempos antiguos los
comentadores han estado divididos acerca de la identidad de esta fiesta. La
opinión de los padres de la iglesia está dividida entre la pascua y el
Pentecostés, y un manuscrito del siglo IX, de este Evangelio, ahora en Oxford,
llega aun a insertar "fiesta de los ázimos" en vez de "fiesta de
los judíos", identificando así esta fiesta como la pascua. Pero otro manuscrito posterior presenta una
tentativa diferente de identificación al insertar las palabras "los
tabernáculos" después de "judíos".
Algunos comentadores modernos
creen que se trataba de la fiesta de la dedicación, y muchos otros sostienen
que esta fiesta debe identificarse con Purim. De modo que casi cada fiesta del
año religioso judío ha tenido su defensor.
Aunque debe admitirse que no se
puede dar respuesta final al problema, hay ciertas evidencias que pueden tomarse
en cuenta para llegar a una conclusión
provisoria.
En el capítulo anterior (cap. 4:35),
Jesús declaró que quedaban cuatro meses hasta la siega. Puesto que la cosecha de los cereales en
Palestina se llevaba a cabo en abril y mayo, los sucesos del cap. 4 parecerían
haber ocurrido en diciembre o enero. En ese mismo tiempo se celebraba la fiesta
de la dedicación (también conocida como Hanuca) en todas las sinagogas de
palestina.
Sin embargo, es dudoso que ésta
sea la fiesta a la que se hace referencia aquí, no sólo porque no era una de
las fiestas que los judíos celebraban regularmente en Jerusalén (Exo. 23:14;
Deut. 16:16), sino también porque correspondía con el invierno (Juan 10:22), un
tiempo cuando difícilmente los enfermos habrían estado en los pórticos que
rodeaban el estanque de Betesda. La fiesta siguiente era Purim, que acontecía
en la mitad del último mes del año judío, cerca del primero de marzo. Aunque para entonces la temperatura habría
sido más benigna, todavía es dudoso que Purim fuera la fiesta a que se hace
referencia aquí porque -al igual que la fiesta de la dedicación- no era una de
las grandes festividades cuando por lo general los judíos iban a Jerusalén.
Las otras tres fiestas con las
cuales se ha identificado la del cap. 5:1 -la pascua, Pentecostés y de los
tabernáculos- todas se celebraban en Jerusalén y correspondían con períodos
generalmente de un tiempo agradable.
De estas tres, parecería que la
pascua es la que más se puede identificar con la de este pasaje. Ya la
identificó así Ireneo en el siglo II (Contra herejías ii. 22. 3).
La misma expresión, "fiesta
de los judíos" se usa para la pascua en cap. 6:4, y la fiesta del cap. 5:1
es la primera fiesta después del cap. 4:35 a la cual Jesús, al igual que los
judíos en general, habría "subido" "a Jerusalén". Ver pp. 183-184; com. Mat. 20:17.
Este milagro, que dio lugar a una
acusación contra Jesús ante el sanedrín (ver com. vers. 16-18), señala la
terminación del ministerio en Judea. Posiblemente era entonces la pascua del
año 29 d. C. (ver p. 183; Nota Adicional com. Luc. 4), un año después de la
primera limpieza del templo (ver com. Juan 2:13). De modo que el ministerio en
Judea abarcó más o menos un año, habiéndose interrumpido transitoriamente por
el retiro a Galilea (cap. 4:1-3).
Subió Jesús a Jerusalén. Ver com. Mat. 20:17.
2. Puerta de las ovejas. Gr. probatik', un adjetivo que se
refiere a algo relacionado con ovejas. Los intérpretes difieren en cuanto a si
aquí debiera entenderse "mercado de ovejas" (KJV), "estanque de
ovejas", o "puerta de ovejas" (RVR, BJ). Todas estas interpretaciones
son posibles. Se desconoce el lugar del "mercado de ovejas" y tampoco
se sabe de ningún estanque de ovejas; en cambio se conoce la "puerta de
las ovejas" (Neh. 3:1; 12:39). Si bien esta tercera interpretación
pareciera ser la más acertada, no hay cómo probar a qué se refiere el adjetivo
probatik'.
Estanque. Aunque se ha debatido la ubicación de este estanque, por lo general se lo identifica con un estanque doble que está ligeramente al noroeste de la iglesia de Santa Ana, al norte de la Vía Dolorosa.
Orígenes, que escribió en el siglo III, describió este estanque como
que hubiera estado rodeado por cuatro pórticos, y añadió que un quinto lo
dividía en dos partes. Esto corresponde con la descripción de Juan. El estanque
que se ve hoy está bastante más abajo del nivel de la superficie del terreno,
pues con el correr de los siglos se han acumulado escombros sobre los cuales se
ha construido nuevos edificios. Se ven claramente varios arcos.
Betesda. "Bezatá" (BJ). El nombre de este lugar
aparece escrito en diferentes formas en varios manuscritos: B'thesda, B'thzatha,
Belzetha y B'thsaida, y la evidencia textual en favor de cada una de estas
variantes no deja de tener su importancia. Sin embargo, la evidencia textual
sugiere el texto Bethzathá. El sector nororiental de la ciudad, donde parece
que estuvo ubicado este estanque (ver el com. de "Estanque"), se
llamaba Bezetha (Josefo, Guerra ii. 19. 4; v. 4. 2), y podría haber una
relación linguística entre los dos nombres.
El nombre Betesda podría provenir
del arameo (aquí llamado "hebreo", como en otros lugares de Juan;
cap. 19:13,17) beth jesda', "casa de misericordia". Por otra parte,
podría derivar de beth 'esda, "casa del derramamiento". En los
documentos de Qumrán se menciona Beth 'esdatáyin, "casa de dos
derramamientos", como nombre de un estanque cerca del templo.
Cinco pórticos. Ver el comentario de
"Estanque".
3. Esperaban el movimiento del agua. La evidencia
textual tiende a confirmar la omisión de esta frase y de todo el vers. 4. Esta
explicación parece haberse añadido posteriormente para explicar la expectativa
descrita en el vers. 7. Al parecer, la tradición era que un ángel causaba el
movimiento de las aguas (cf. DTG 171). Así lo consigna Tertuliano a principios
del siglo III. La agitación del agua era real (cf. DTG 172) y puede fácilmente
explicarse como fenómeno natural. Varias de las fuentes de Jerusalén son
intermitentes; es decir, el agua sale en gran caudal por unos momentos y luego
cesa. Si el estanque de Betesda era surtido por una de estas fuentes, la
presión del agua podría fácilmente agitar la calma del estanque.
Junto a este estanque de Betesda
los más fuertes atropellaban a los más débiles en su ansiedad por llegar al
agua cuando se agitaba, y más de uno moría en vez de encontrar la salud (DGT
171-172, 176). Mientras más egoísta, más determinado y más fuerte fuera un
hombre, era más probable que llegara primero al estanque para ser curado. Era
muy improbable que los más necesitados se beneficiaran, por lo que Jesús eligió
el caso peor. El primero en llegar al estanque cada vez que se agitaba el agua
aparentemente se sanaba; pero los dones de Dios son igualmente para todos los
que están en condiciones de recibirlos. Además, la curación se efectuaba sólo
periódicamente. Los principios implícitos en este registro de esas
"curaciones" en el estanque parecen extrañamente diferentes de los
principios mediante los cuales Jesús efectuaba sus milagros (ver pp. 198-199).
LA
NATURALEZA Y EL PROPÓSITO DE LOS MILAGROS.
LOS ESCRITORES DE LOS EVANGELIOS SE
REFIEREN A LOS MILAGROS DE NUESTRO SEÑOR EN VARIOS TÉRMINOS. Los más comunes
son dúnamis, "poder", y s'meíon, "señal". El primero se usa
cuando se desea caracterizar el milagro como una manifestación del poder
divino; el segundo, como una confirmación visible de la autoridad divina de
Jesús. Cuando el escritor desea destacar la reacción de la gente,
usa téras, "maravilla", thaumásion, "cosa admirable",
éndoxon, "cosa gloriosa", o parádoxon, "cosa
extraña". Téras era la palabra común para una "maravilla"
hecha por un mago, y por eso los escritores del Nuevo Testamento siempre la
acompañan con una de las palabras que indican un milagro genuino como un acto
de Dios. Jesús comúnmente hablaba de sus milagros como érga, "obras".
HE AQUÍ DOS DEFINICIONES DE MILAGRO: "Acto del
poder divino, superior al orden natural y a las fuerzas
humanas. Cualquier suceso o cosa rara, extraordinaria y
maravillosa" (Diccionario de la Real Academia). "En sentido estricto,
intervención extraordinaria de la Providencia en el orden natural de las cosas,
y puede definirse: suceso ocurrido fuera del orden y de las leyes naturales (supra,
contra o praeter naturam) cuya causa excede el poder de toda naturaleza
creada" (Martín Alonso, Enciclopedia del idioma).
LA PALABRA MILAGRO DERIVA DEL LATÍN
MIRACULUM: "un objeto de admiración", "cosa maravillosa",
"cosa extraña", "cosa admirable", "algo asombroso";
de mirari: "maravillarse".
POR LO TANTO, NUESTRA PALABRA
"MILAGRO" designa específicamente cualquier suceso que resulta inexplicable
debido a las limitaciones del conocimiento humano y a nuestra comprensión. No
hay milagros para Dios, pues su conocimiento y su comprensión son infinitos. La
apariencia milagrosa de ciertos fenómenos naturales no radica tanto en los
hechos mismos como en el efecto que producen en la mente de los seres limitados
que los contemplan. El suceso es objetivo, pero su apariencia milagrosa es
subjetiva.
A MEDIDA QUE AUMENTAN EL CONOCIMIENTO
Y LA COMPRENSIÓN DE LOS HOMBRES, algunos sucesos que antes parecían
milagrosos pueden dejar de serlo. Por ejemplo, cuando se inventó la imprenta,
se la consideró como algo milagroso y se la atribuyó al diablo. Los hombres de
ese tiempo y con esos conceptos, ¿qué habrían pensado de la
televisión? Sin embargo, los milagros de nuestro Señor significaron
la acción de un poder completamente desconocido para el hombre y produjeron
resultados que aún hoy día no se pueden explicar dependiendo del conocimiento
humano.
A PESAR DE TODO, LO QUE PARECE SER
UNA VIOLACIÓN DE UNA LEY DE LA NATURALEZA, tal como la comprendemos, podría
ser sencillamente la acción de una ley de naturaleza superior y desconocida que
modifica o contrarresta una ley inferior y conocida. Por ejemplo, la gravedad
atrae todas las cosas hacia la tierra; pero una ley superior de la naturaleza
contrarresta la ley de la gravedad cuando un ser viviente levanta esas mismas
cosas, cuando el sol eleva hacia la atmósfera toneladas de agua para formar las
nubes, o cuando la acción de la capilaridad hace subir la savia desde las
raíces de un abeto gigantesco (como las sequoais de California) hasta sus ramas
más altas. O cuando una ley puede ser modificada por otra, como en el caso de
las fuerzas centrífuga y centrípeta, que se equilibran para mantener un planeta
en su órbita. Las fuerzas de la naturaleza actúan de acuerdo con la expresa
voluntad de Dios, y por esto es difícil pensar o demostrar que los milagros
sean una violación de la ley natural. Sería más correcto considerarlos como
variaciones de la acción de una ley natural tal como la conocen y entienden los
hombres. Dios nunca procede en contra de sí mismo. 199
UN MILAGRO DE CURACIÓN NO ES MAYOR
QUE EL MILAGRO DE UNA VIDA TRANSFORMADA. En realidad, una vida tal es el
mayor de todos los milagros. Y Dios sencillamente actúa en cada uno de ellos en
forma que no podemos comprender plenamente, para nuestro bien en esta vida y en
la venidera. Hay una ley espiritual que determina que "la paga del pecado
es muerte"; pero hay otra ley superior que enseña que "la dádiva de
Dios es vida eterna" (Rom. 6:23; 7:21 a 8:4). Ver DTG 373-374.
PARA PODER COMPRENDER EL PROPÓSITO por el cual
se produjeron los milagros de Jesús y las condiciones bajo las cuales pudieron
ser hechos, es necesario verlos en su verdadera perspectiva, tal como se
relacionan con el ministerio de Jesús en la tierra.
¿POR QUE JESÚS HIZO MILAGROS? Cada milagro
de nuestro Señor tuvo un propósito definido. Nunca ejerció su poder divino para
satisfacer la curiosidad ociosa o para demostrar que tenía la facultad de
proceder así (DTG 678), o para beneficiarse a sí mismo (DTG 677). "Sus
obras admirables fueron todas hechas para beneficio de otros"
(DTG 95; cf. 373), y contribuyeron material y espiritualmente al
bienestar de ellos. De esa manera procuraba que los hombres estuvieran seguros del
amor, la simpatía y la protección de su Padre celestial.
La evidencia de la obra de Cristo en
favor de los hombres, demostrada en formas extraordinarias los guiaría a una
mejor comprensión y a un aprecio más profundo de la forma en que él suple las necesidades
de ellos día tras día en los sucesos más comunes de la vida
(DTG 334-335).
LOS MILAGROS DE NUESTRO SEÑOR TAMBIÉN
ILUSTRABAN VERDADES ESPIRITUALES. El paralítico de Capernaúm primero
fue curado de su parálisis espiritual (Mat. 2: 9-11). El ciego de
Siloé disfrutó de la restauración de su vista natural y de la espiritual (Juan
9:5-7, 35-38). El pan que se dio a los 5.000 tenía el propósito de
conducirlos al Pan de vida que descendió del cielo (Juan 6:26-35).
La resurrección de Lázaro demostró el
poder de Cristo para impartir vida a todos los que creen en él (Juan 11:23-26;
cf. 5:26-29) y su poder para infundir nueva vida en los que están
espiritualmente muertos. "Cada milagro era de un carácter destinado a
conducir a la gente al árbol de la vida, cuyas hojas son para la sanidad de las
naciones" (DTG 334).
LOS MILAGROS DE NUESTRO SEÑOR
TESTIFICABAN, POR SOBRE TODO, De Su Misión Divina Como El Salvador De La
Humanidad y daban validez a la verdad de su mensaje. Jesús se refirió una
y otra vez a sus obras asombrosas como una evidencia de su autoridad divina y
de su mesianismo (Mat. 11:20-23; Juan 5:36; 10:25, 32, 37-38; 14:10-11); y por
eso los de sincero corazón reconocían la divinidad que obraba en Cristo y
mediante él (Mat. 13:54; Luc. 9:43; 19:37; 24:19; Juan 3:2; 6:14; 9:16, 33).
LOS MILAGROS DE CRISTO NO SÓLO
CONTRIBUYERON EN UNA FORMA GENERAL para la comprensión de esos
propósitos, sino que cada uno -por lo menos los registrados en los Evangelios-
parece haber sido significativo en sí mismo y por sí mismo (ver com. Luc.
2:49). Por eso, un estudio de los milagros de nuestro Señor debiera
incluir una investigación de sus resultados, y, por lo tanto, del propósito que
los produjo y qué indujo a los evangelistas a registrarlos (ver la columna "Propósito
Y [o] resultado(s)", pp. 200-203).
¿EN QUÉ CIRCUNSTANCIAS HIZO JESÚS
MILAGROS? "Cristo no realizó nunca un milagro que no fuese para suplir
una necesidad verdadera" (DTG 334). Dios no recibe honra cuando se acude a
él para que haga lo que los hombres pueden hacer por sí mismos. El propósito
final de un milagro sólo se puede comprender cuando los hombres reconocen que
sus necesidades superan a su sabiduría. No hay duda de que primero debe haber
un profundo sentido de necesidad. Luego debe creerse que Dios puede
proporcionar la ayuda que se necesita tan desesperadamente y que él la
proporcionará, También debe existir un ferviente deseo y un intenso anhelo de
que Dios 200 supla esa necesidad. Debe haber una disposición del corazón y
de la mente de avanzar por fe, en armonía con todo lo que Dios pueda pedir.
Finalmente tiene que sentirse la disposición de ordenar la vida desde ese
momento en armonía con los principios del reino de los cielos y de dar
testimonio del amor de Dios y de su poder.
5. Treinta y ocho años. Esta declaración es un testimonio
importante en cuanto a la naturaleza verdaderamente milagrosa de la curación
efectuado por Jesús, pues elimina cualquier posibilidad de que el hombre
pudiera haber estado sufriendo de una invalidez transitoria. En Luc. 13:11 y
Hech. 4:22 hay declaraciones similares referentes a otros milagros. Este
inválido estaba solo, sin amigos, sin esperanza, tullido por la parálisis (DTG
171-172). Su caso era el peor de todos los que estaban reunidos al borde del
estanque (DTG 176).
6. ¿Quieres? La pregunta de Jesús era retórica, pues era
evidente que el hombre deseaba liberarse de su enfermedad; pero sirvió para
llamar inmediatamente la atención del doliente hacia Jesús y al problema del
remedio de su aflicción.
7. No tengo quien. "No tengo a nadie"
(BJ). La patética respuesta del afligido pone de manifiesto una historia de
miseria física, de haber sido abandonado por sus amigos y de reiterados motivos
de esperanza, seguidos cada vez por amargos chascos. En este punto del relato,
su esperanza todavía radicaba en el estanque que se suponía que era milagroso. Es
evidente que todavía no se le había ocurrido que Jesús podía sanarlo por otros
medios.
8. Levántate. Estas palabras de Jesús son sorprendentemente
similares a las de Mar. 2:11. Su concisión y precisión deben haber inspirado
confianza al Enfermo (DTG 171-172). Es evidente que Jesús no trató de refutar
la superstición acerca del estanque ni puso en duda las causas de la enfermedad
del hombre, sino que mediante un enfoque positivo le ordenó que demostrara su
fe. Ver en la p. 199 las condiciones impuestas por Jesús al realizar sus
milagros.
Lecho. "Camilla" (BJ). Un jergón que podía
enrollarse fácilmente y llevarse sobre el hombro.
9. Al instante. Juan usa esta expresión mucho menos
frecuentemente que Marcos (ver com. Mar. 1:10), y aquí establece un agudo
contraste con los "treinta y ocho años" durante los cuales había
estado enfermo el hombre.
Anduvo. "Se puso a andar" (BJ). El griego emplea
el pretérito imperfecto, "andaba", para señalar continuidad. El
enfermo anduvo y siguió andando. Físicamente entró en una nueva forma de vida.
Día de reposo. Este es el primero de los siete milagros que se registra que fueron realizados en sábado (ver los milagros 3, 5-6, 9, 27-29 en la lista de las pp. 210-213). Ahora, por primera vez, Jesús desafió abiertamente los reglamentos sabáticos de los rabinos (ver com. Mar. 1:22; 2:23-28; 7:6-13).
La importancia que daba a esta cuestión queda demostrada
porque hizo el milagro cuando la ciudad estaba llena de visitantes que habían
venido para la fiesta, y porque destacó su repudio a esas tradiciones al
realizar un milagro y darle publicidad haciendo que el hombre llevara su lecho
(ver com. Juan 5:10,16).
10. No te es lícito. Ver com. Mar. 2:24.
Los judíos no parecían
interesarse en que el hombre hubiera sido curado en sábado, sino en que estaba
llevando una carga, su lecho, en ese día.
La ley tradicional judía contenía
estrictos reglamentos en cuanto a llevar cargas en sábado. En este respecto, la
Mishnah presenta una lista de 39 clases de trabajos que no deben ser efectuados
en sábado, el último de los cuales es "acarrear algo de una propiedad a
otra" (Mishnah Shabbath 7).
Otro pasaje de la Mishnah declara
que si un hombre lleva públicamente a "una persona viva en una cama, no es
culpable aun respecto a la cama, porque la cama es secundaria respecto a
él" (Mishnah Shabbath 10), lo que parece implicar que llevar un lecho
vacío se consideraría como una transgresión.
11. El Que Me Sanó. El que hasta entonces
había sido inválido, evidentemente no intentó justificar su acción mediante la
ley judía, sino más bien recurrió a la autoridad superior que Jesús le había
demostrado que poseía.
12. ¿Quién es el que te dijo? Los que hicieron esta pregunta
sabían de sobra que nadie sino Jesús podría haber realizado el milagro, pero
quizá buscaban una prueba directa por la cual pudieran demostrar que era un
transgresor de los reglamentos sabáticos de ellos. Como lo comprueban
acontecimientos posteriores (vers. 16-47), pensaban que tenían una acusación
válida contra él.
13. Se había apartado. "Había desaparecido entre la
gente" (BJ, 1966). Gr. ekneúÇ, "escurrirse",
"escabullirse". El propósito de Jesús al realizar este milagro no fue
el de verse implicado en un debate con los judíos, sino demostrar la naturaleza
de la verdadera observancia del sábado mediante un acto llamativo, y poner de
manifiesto la falsedad de las restricciones tradicionales con las que los
fariseos procuraban trabar a su nación.
La gente. "Un gentío" (VM). Jerusalén estaba
verdaderamente atestada durante las grandes festividades (vers. 1), y, sin
duda, este milagro fue realizado en la presencia de muchos que llevarían el
informe más allá de los límites de Judea. Es notable que Jesús no le pidió una
confesión de fe al inválido antes de sanarlo; sin embargo, es obvio que su fe
estuvo a la altura de las circunstancias.
14. Le halló Jesús. Evidentemente, Jesús buscó al hombre pues el impacto espiritual de la curación todavía no había influido sobre él.
Aunque el propósito principal del milagro parece haber sido mostrar a
los judíos la insensatez de sus tradiciones (ver com. vers. 10), Jesús no
descuidó la salvación de aquel a quien había sanado.
Templo. Gr. hierón, una palabra que se refiere a todo el
predio del templo y no al santuario propiamente dicho (ver com. Mat. 4:5).
Jesús quizá encontró al hombre en uno de los atrios del templo.
No peques más. O "no continúes pecando". Jesús llevó la
atención del hombre de su bienestar físico a su necesidad de limpieza
espiritual. Su respuesta en Betesda a la orden de Jesús: "Levántate, toma
tu lecho, y anda" había sido una respuesta de fe, el comienzo de una salud
tanto espiritual como física.
Esta nueva orden de Jesús:
"No peques más" implicaba ambas cosas: que su vida interior había
sido de pecado (DTG 171) y que esos pecados habían sido perdonados. La relación
íntima entre la curación física y el perdón de los pecados quedó demostrada en
la curación del paralítico (Mar. 2:5-12).
Alguna cosa peor. Esto podría entenderse como una
recaída en una enfermedad mucho más grave que la que ya había experimentado el
hombre, quizá una enfermedad aguda en lugar de la invalidez crónica que por
tanto tiempo había sufrido.
Sin embargo, por este
pasaje no debe llegarse a la conclusión de que la enfermedad es un castigo
divino por la vida inicua del que la sufre, o que una dolencia sigue
necesariamente a una vida de pecado. El caso de Job y las palabras de Jesús
acerca del ciego (cap. 9: 2-3) indican claramente que es peligroso establecer
esa relación (ver com. Job 42: 5; Sal. 38: 3; 39: 9).
(*TEMAS CONTROVERSIALES necesitan entenderse
correctamente. Entonces debemos decir que el castigo de Dios a veces se da
también.
-Podemos el caso del rey Uzias. 2 Cron. 26:19. Estando ante Jehová el rey, lleno de ira y de rebeldía, le sobrevino un castigo. Herido de lepra, comprendió horrorizado que la mano de Dios estaba sobre él.
También el caso de los hijos de Aaron. Nadab y
Abiu, Fuego salió de delante de Jehová y los consumió. Lev. 10:2).
15. Dio aviso a los judíos. Es evidente que el hombre
identificó a su Benefactor ante los judíos porque procuraba aminorar su propia
culpabilidad cooperando al responder a la pregunta de ellos (vers. 10-13), y también
porque deseaba divulgar el conocimiento de Aquel que lo había sanado.
16. Perseguían a Jesús. Jesús fue llevado ante el
sanedrín y acusado de haber quebrantado el sábado (DTG 174), y a esa acusación
fue añadida la de blasfemia (vers. 18). Los dirigentes de la nación procuraban
contrarrestar la innegable y gran influencia que Jesús tenía sobre la gente
(ver com. cap. 2:23). También dispusieron que hubiera espías para que lo
vigilaran, indudablemente para crear la atmósfera propicia para condenarlo a muerte
(DTG 184).
Al censurar públicamente a Jesús
en este momento, en la primavera (marzo-mayo) del 29 d. C., los dirigentes
judíos procuraban socavar la autoridad e influencia de Jesús sobre la gente
(DTG 184). Lanzaron una proclama pública para prevenir a la nación contra él y
pusieron espías para que le siguieran los pasos, esforzándose por hallar una
causa que les permitiera iniciar una acción legal contra él. Dándose cuenta
plenamente de que su oposición a Jesús no tenía excusa, de allí en adelante se
enconaron todavía más contra él, y comenzaron a trazar planes para ver cómo
podían quitarle la vida. Consiguieron cumplir con ese designio dos años más
tarde, en la pascua del 31 d. C.
Durante la primavera del 29 d. C.
ya tenían amplias pruebas del mesianismo de Jesús: sabían de la visión de
Zacarías (Luc. 1:5-20), del anuncio hecho a los pastores (Luc. 2:8-12), de la
llegada de los magos (Mat. 2:1-2), de la visita de Jesús al templo a la edad de
12 años (Luc. 2:42-50), del testimonio de Juan el Bautista en cuanto a Cristo
como el Mesías (Juan 1:19-34). Más recientemente habían tenido la prueba
adicional de la perfección evidente del carácter de Jesús, de la rectitud de
sus enseñanzas y del carácter divino de sus milagros. Además de todo esto,
tenían las profecías. Los judíos deben haber recibido la impresión de que esas
profecías se estaban cumpliendo en los sucesos que acontecían.
En el día de reposo. Parece que los judíos censuraron
públicamente al hombre por haber llevado su lecho en sábado, pero no lo
castigaron. Sin embargo, procuraban matar a Jesús, el autor del milagro, quizá
no sólo porque había curado al hombre sino también porque le había ordenado que
llevara su lecho en sábado (ver com. 7:22-24; 9:6,14). Mientras que la ley
judía permitía que se atendiera a un hombre atacado de una enfermedad aguda,
prohibía tratar un caso crónico como éste. En ese sentido, un antiguo
comentario judío, escrito muchos siglos después de los días de Jesús, pero que
indudablemente refleja la situación de la época de Cristo, declara: "¿Es
permisible que una persona cure en sábado? Nuestros maestros han enseñado: Un
peligro mortal sobrepuja al sábado, pero si es dudoso que él [un enfermo]
recupere la salud o no, uno no debiera pasar por alto el sábado [debido al
enfermo]" (Tanchuma B. citado en Strack y Billerbeck, Kommentar zum Neuen
Testament, t. 1, p. 624). Lo que prefirió hacer Jesús en este caso del hombre
que había estado enfermo durante 38 años parece haber sido hecho a propósito
para demostrar la falacia de esas restricciones legales judías.
17. Hasta ahora trabaja. Literalmente "está
trabajando hasta ahora". Con estas palabras Jesús aseguró a sus oyentes
que Dios -que había creado el mundo- todavía estaba trabajando activamente en
medio de ellos, aun en el día sábado (ver Material Suplementario de EGW com.
Hech. 17:28).
Esto Contradecía La
Opinión Deísta De Algunos Círculos Del Judaísmo, la cual tendía a alejar tanto
a Dios del mundo que llegaba a tener poco contacto con él. Más que eso, las palabras
de Jesús eran una afirmación de que sus propias obras, tal como se revelaban en
el milagro de curación que acababa de realizar, ciertamente eran una obra de
Dios. El pensamiento aquí expresado es básico en el discurso de Jesús de Juan
5:19-47.
Y yo. O "y yo también" (BJ). El uso enfático
del pronombre con la conjunción "y", implica la igualdad de Jesús con
Dios.
18. Su propio Padre. Hablar
de Dios como "Padre" no era enteramente ajeno a la forma de hablar de
los judíos. Ocasionalmente en la literatura judía intertestamentaria (pp.
85-87), Dios es llamado el Padre de los judíos (Jubileos 1:24-25,28; Tobías
13:4). Unas pocas veces, en las oraciones, es llamado "Padre"
(Eclesiástico 23:1,4; Sabiduría 14:3). No era por una expresión tal por la que
los judíos ahora acusaban a Jesús de blasfemia. Sin duda, comprendiendo que no
tenían respuesta para la defensa que Jesús hacía por curar en sábado (ver com.
Juan 5:17), recurrieron a desafiar su afirmación de ser igual a Dios, que reconocían
como implícita en su declaración: "Mi Padre hasta ahora trabaja, y yo
trabajo". Juan hace clara la diferencia en la mente de los judíos entre
hablar de Dios como Padre y la afirmación implícita de Jesús de que Dios era su
propio Padre en un sentido especial.
Igual a Dios. Ver
Fil. 2:6; com. Juan 1:1. Es muy significativo el reconocimiento que aquí se
hace de que la relación Padre-Hijo entre Dios y Jesús es una relación de
igualdad. A veces se ha presentado el argumento de que Jesús era el Hijo de Dios
únicamente en el mismo sentido en que todos los hombres son hijos de Dios; es
decir, en virtud de la creación y de la paternidad espiritual. Se ha hecho
resaltar que el término "hijo de Dios" se usaba con frecuencia en el
mundo grecorromano como un título para los emperadores, para indicar que eran
semidioses, pero no necesariamente que poseían la deidad completa. Sin embargo,
lo registrado por Juan muestra que los judíos entendieron claramente que las
palabras de Jesús eran una declaración de su igualdad con el Altísimo.
19. El Hijo. Aunque frecuentemente Jesús se refiere a sí mismo
como el Hijo del Hombre -un título que pone énfasis en su humanidad y quizá
implica su mesianismo (ver com. Mat. 1:1; Mar. 2:10)- en este contexto el
título pleno de "el Hijo" claramente significa "el Hijo de
Dios". Esto es evidente tanto por el hecho de que lo usa en relación con
el Padre como por su referencia al Hijo de Dios en Juan 5:25. Es significativo
que cuando los judíos acusaron a Jesús de que pretendía ser Dios, él explicó y
amplió esa pretensión y no la disminuyó en forma alguna. Ver Nota Adicional com. cap. 1.
Por sí mismo. "Por su cuenta" (BJ). Es decir, por su propia iniciativa.
Lo que ve hacer al Padre. Las acciones de Jesús estaban en
completa armonía con la forma en que Dios trata al hombre. Más que eso, eran la
expresión suprema del amante cuidado de Dios para el hombre. Jesús podía
expresar perfectamente el carácter de Dios porque había sido uno con él (Juan
1:1) y porque, como Hijo, prestaba entera obediencia a la voluntad del Padre.
20. Ama al Hijo. Cf. cap. 3:35.
Todas las cosas. Aquí Jesús asegura su perfecta
comprensión de la voluntad del Padre. Sólo alguien que fuera Dios mismo podía
honradamente hacer tal afirmación.
Mayores obras. Es decir, mayores que los milagros de curación que
Jesús había estado realizando (ver com. vers. 21). La fuerza de la declaración
de Jesús es tanto más notable por haber sido hecha frente a la condenación del
milagro que acababa de efectuar.
21. Como el Padre. La comparación implica en sí
misma la igualdad del Hijo con el Padre. Los judíos creían correctamente que la
resurrección de los muertos era una prerrogativa divina. Al pretender que tenía
ese mismo poder, Jesús afirmaba su divinidad.
El Hijo. . . da vida. Sin duda, esto se aplica tanto al
poder de Jesús para levantar a los muertos "a la final trompeta" (1
Cor. 15:52) como a su poder para dar nueva vida a cada cristiano que
experimenta el nuevo nacimiento (cf. cap. 3:3). Pasó mucho tiempo antes de que
la literatura judía indicara que la resurrección era considerada como una obra
del Mesías; pero en este discurso Jesús no hacía resaltar su mesianismo sino su
divinidad.
22. El Padre a nadie juzga. El Padre ha entregado en las
manos del Hijo el exitoso cumplimiento de la obra de la redención. El Padre no
se ha hecho hombre, no ha dado su vida para salvar a los hombres.
En cambio el Hijo, que sí se hizo hombre y dio su vida por la raza humana, en justicia es Aquel que juzga a los que lo han rechazado.
Sólo él conoce todo el poder de la
tentación, sólo él ha llevado los pecados del mundo (ver com. Juan 5:27, 29; Heb. 4:15).
23. Honren. En su contexto inmediato las palabras de Jesús
amonestaron a sus oyentes, quienes profesaban honrar a Dios y que por esa misma
razón debían también honrar al Hijo. En realidad, es imposible honrar a Dios
sin honrar al Hijo, a quien Dios ha enviado.
24. De cierto. Ver com. Mat. 5:18; Juan 1:51.
El que oye. Este versículo es significativo porque demuestra la
estrecha relación entre oír y creer. En realidad, los dos actos están
expresados en griego mediante participios que comparten un artículo común, lo
que implica que oír no tiene valor a menos que también se crea (ver com. Mat. 7: 24). Aquí también Jesús hace resaltar
su sumisión al Padre, pues el mensaje del Hijo ("mi palabra") tiene
el propósito de que los hombres crean en el Padre y pongan su confianza en él.
Tiene vida eterna. Esta declaración es más que una promesa de vida eterna futura. Es una afirmación de que el creyente, aquí y ahora, puede comenzar a disfrutar vida eterna porque está unido espiritualmente con su Señor, cuya vida comparte.
"El Espíritu de Dios, recibido en el corazón
por la fe, es el principio de la vida eterna" (DTG 352; ver Juan 6:47; 1
Juan 5:11-12; com. Juan 3:16).
No vendrá a condenación. Ver Juan 3:18; Rom. 8:1.
Ha pasado. Pasar de muerte a vida no es sólo una
transformación corporal que ocurrirá en la resurrección futura, sino también
una experiencia por la cual ya ha pasado todo verdadero cristiano, y en cuyo
fruto continúa deleitándose. Espiritualmente, el cambio crucial de muerte a
vida se produce cuando un hombre nace de nuevo (ver Efe. 2:5; Col. 2:13; 3:1;
com. Juan 1:13; 3:5).
25. De cierto. Ver com. Mat. 5:18; Juan 1:51.
Viene la hora, y ahora es. La palabra "viene"
claramente se aplica a la resurrección literal futura (vers. 28) pero las
palabras "ahora es" parecen aludir a la experiencia a la que acaba de
referirse Jesús, cuando el cristiano "ha pasado de muerte a vida"
(vers. 24). Son, pues, un recordativo de que una resurrección espiritual está
inmediatamente al alcance de cualquiera que, aunque esté espiritualmente muerto,
sin embargo, oirá "la voz del Hijo de Dios". Hay un uso similar de
estas frases en cap. 4:21,23.
También es verdad que este
versículo parece hablar sólo de una resurrección parcial, al paso que en el
vers. 28 se afirma en forma clara que en la resurrección futura "todos los
que están en los sepulcros oirán su voz". Entendido de esta manera, podría
verse en el vers. 25 una referencia a la resurrección especial de muchos
"santos que habían dormido", pero que se levantaron cuando resucitó
Cristo, como las primicias de su victoria (Mat. 27:52-53).
26. Como. . . así también. Ver com. vers. 21.
Ha dado al Hijo. Ver com. cap. 6:37.
Vida en sí mismo. "En Cristo hay vida
original, que no proviene ni deriva de otra" (DTG 489). Sin embargo, como
el Hijo encarnado que se había despojado "a sí mismo" (Fil. 2:7) del
ejercicio de sus prerrogativas divinas, Cristo -hablando de su existencia en la
tierra como hombre entre los hombres- podía referirse a la vida que poseía como
una dádiva recibida de Dios. "La divinidad de Cristo es la garantía que el
creyente tiene de la vida eterna" (DTG 489; ver Nota Adicional com. cap.
1).
27. Autoridad. Al comisionar al Hijo para que realizara el plan de
la redención para la salvación del hombre y la gloria de Dios, el Padre también
le ha entregado la ejecución del juicio. Es razonable que esto sea así pues el
Hijo de Dios, un ser divino, también es el Hijo del hombre, un ser humano que
ha resistido la tentación (Heb. 4:15), ha llevado el pecado por nosotros y ha
probado la muerte. Sin embargo, ha triunfado en el gran conflicto con Satanás. Por
lo tanto, ningún otro ser del universo está calificado para realizar el juicio
eterno de los hombres, y ningún otro ser puede glorificar y vindicar a Dios
mediante ese juicio (ver com. vers. 22).
28. Vendrá hora. Ver com. vers. 25.
Todos. Esta es una referencia general a la resurrección de
los muertos al fin del mundo, sin hacer distinción entre la primera y la
segunda resurrección (Apoc. 20:5-6). En los días de Jesús, las opiniones de los
judíos estaban divididas en cuanto a la resurrección. Los saduceos negaban que
resucitarían los muertos, al paso que los fariseos mantenían firmemente que eso
ocurriría. Aun entre los judíos que sostenían la doctrina de la resurrección, indudablemente
también existía la división en cuanto a quiénes estarían incluidos en ella;
Algunos sostenían que sólo resucitarían los justos; otros opinaban que tanto
los justos como los impíos saldrían de sus tumbas. Concordando con esta última
opinión, un documento de fines del siglo II a. C. o comienzos del I manifiesta
que los patriarcas habrían afirmado: "Entonces también nosotros
resucitaremos, cada uno sobre nuestra tribu, adorando al Rey del cielo. Entonces
también resucitarán todos los hombres, algunos para gloria y otros para vergüenza"
(Testamento de Benjamín 10:7-8). Conforme a su costumbre, Jesús no entró en
disputas en cuanto a los diversos puntos de vista sostenidos por los judíos
acerca de la resurrección, sino simplemente declaró la verdad que "todos
los que están en los sepulcros. . . saldrán".
29. Los que hicieron lo bueno. No se debe inferir por estas
palabras que la salvación se gana "haciendo lo bueno". Tanto las
obras buenas como las malas son un reflejo de la condición espiritual de un
hombre. Los árboles pueden ser considerados como buenos o malos de acuerdo con
sus frutos, y por lo tanto merecen ser cultivados o deben ser destruidos,
aunque la condición intrínseca de un árbol, buena o mala, no reside en sus
frutos. Así también los hombres pueden ser clasificados conforme a sus obras,
aunque ellas no son sino la indicación externa de su condición espiritual
interna, que es el factor determinante de su salvación.
Resurrección de vida. Es decir, una resurrección que se
caracteriza por la vida eterna o resulta en ella. Ciertamente, es una
resurrección que es vida en sí misma, pues es realizada por la vida de Cristo
en que participa el creyente. "Cristo se hizo carne con nosotros, a fin de
que pudiésemos ser espíritu con él. En virtud de esta unión hemos de salir de
la tumba, no simplemente como manifestación del poder de Cristo, sino porque,
por la fe, su vida ha llegado a ser nuestra" (DTG 352).
Condenación. Gr. krísis, "juicio". El contraste de
esta palabra con "vida" indica que se debe entender aquí en el
sentido de "juicio adverso". Esta es la misma palabra traducida
"condenación" en el vers. 24 y "juicio" en el vers. 22. Todo
esto parece indicar que el juicio al que se hace referencia como entregado a
Cristo es principalmente el juicio de los impíos (ver com. cap. 9:39).
30. Hacer nada. Cf. vers. 19; cap. 6:38.
Según oigo. Es decir, lo que procede del Padre. Juicio. Gr. krísis, ver com. vers. 29. En vista del contexto, estas palabras de Jesús son una afirmación del juicio de su condenación de los pecadores en el juicio final (ver com. vers. 22, 27).
Padre. La evidencia textual establece (cf. p.147) la
omisión de esta palabra.
31. Testimonio acerca de mí mismo. En cuanto al
testimonio legal de la vida personal de uno, por lo menos en lo que atañe a
ciertas fases, la Mishnah declara: "Nadie puede testificar acerca de sí
mismo" (Mishnah Kethuboth 2. 9).
La declaración de Jesús en este
versículo quizá tenía el propósito de hacer mella en los que pensaban de esa manera
entre sus oyentes judíos. A primera vista, otro pasaje (cap. 8:14) parece
contradecir esta declaración de Jesús. Sin embargo, en cada caso las palabras
de Jesús eran adecuadas al modo de pensar de sus oyentes.
En el otro pasaje (cap. 8:14) el
debate no era en cuanto a la relación de Cristo con el Padre sino más bien a su
declaración: "Yo soy la luz del mundo", que los fariseos rechazaron
porque dijo eso de sí mismo. Sin embargo, ante esa objeción, Jesús insistió en
que sus palabras eran verdaderas. No obstante, en este pasaje el caso es
diferente. Aquí Jesús procuraba demostrar que dependía de su Padre, indicando
que tenía poder para realizar las obras, como una prueba de sus afirmaciones
(cap. 5:36-37). Para dar fuerza a su argumento, parece haber recordado a sus
oyentes el principio judío de que un testimonio acerca de la conducta de uno
mismo no se consideraba válido.
32. Otro. Desde la antigüedad, los comentadores han entendido
este versículo en dos formas diferentes. Algunos han supuesto que la palabra
"otro" se refiere a Juan el Bautista en vista del contexto inmediato
(vers. 33-35), y, sin duda, los que oían a Jesús en ese tiempo lo entendieron
en esa forma (ver com. vers. 34).
Por eso, reconociendo que su
propia autoridad no era aceptada (vers. 31), Jesús amplió su argumento
recurriendo a cuatro testimonios diferentes: (1) El testimonio de Juan (vers.
32-35); (2) el de los milagros (vers. 36), el cual los judíos no podían
ignorar; (3) el testimonio del Padre (vers. 37); y (4) el de las Escrituras
(vers. 39), y, especialmente, los escritos de Moisés (vers. 45-47), a quien los
judíos reconocían como su autoridad preeminente.
Muchos otros intérpretes, si bien
no niegan el cuádruple desarrollo del argumento de Jesús, han entendido que
este versículo se aplica más bien al Padre, en anticipación del vers. 37. Han
destacado que el vers. 32 está en tiempo presente, como una expresión adecuada
del testimonio continuo del Padre en cuanto a su Hijo, al paso que los vers.
33-35, que claramente se aplican a Juan, están en el pasado, puesto que su
ministerio ya había terminado para entonces.
33. Vosotros enviasteis. Quizá sea una referencia a lo que
se registra en cap. 1:19-27.
34. Testimonio de hombre alguno. Cuando Jesús declaró que había
otro que daba testimonio de él (vers. 32), sin duda muchos judíos pensaron
inmediatamente que se refería a Juan el Bautista (cf cap. 1:7-8,15-18,26-27,29-36).
Jesús prosiguió haciendo notar que ciertamente Juan había dado testimonio de la
verdad, pero que la validez de lo que Jesús afirmaba no dependía de ese
testimonio humano.
Para que vosotros seáis salvos. Aunque reconocía que la verdad de
sus palabras no dependía de que Juan hubiera testificado de ellas, con todo,
Jesús recordó a los judíos que Juan había testificado de él porque muchos
creían en Juan (Mat. 21:26). Recurriendo a un testimonio tal, Jesús podía
animar a algunos para que creyeran en él, y así pudiera salvarlos.
35. Antorcha. Gr. lújnos, "una lámpara" (ver com. cap.
1:9). El apóstol Juan declara del Bautista que "no era él la luz"
(cap. 1:8). Más bien, Juan el Bautista era una lámpara comparado con Cristo,
que era "aquella luz verdadera" (cap. 1:9). Así como no se necesita
más una lámpara cuando ha llegado la luz del día, así también la obra de Juan
era reemplazada por la de Jesús.
La palabra traducida
"ardía" es una forma del verbo kaíÇ, "encender", y por eso
podría implicar que Juan tan sólo era una luz secundaria que había sido
"encendida" [o prendida] por la Luz mayor.
Quisisteis. En Mat. 3:5-7; 21:26 se describe la popularidad de
Juan.
Por un tiempo. Cuando Cristo presentaba este discurso, ya había
terminado el ministerio público de Juan, e indudablemente estaba encarcelado
(ver com. Luc. 3:19-20).
36. Que el de Juan. En vista del contexto del vers.
34, parece claro que Jesús quiere decir aquí que tenía un testimonio mayor que
el que Juan dio de él.
Obras. En ellas se incluían no sólo los milagros de Jesús,
sino todo su ministerio en favor de los hombres: su vida impecable, sus
enseñanzas, sus actos de misericordia, su muerte y su resurrección. En su
conjunto, esas obras constituían un testimonio en cuanto a la verdad de lo que
pretendía, testimonio que no puede ser igualado por ninguna declaración humana.
"La más alta evidencia de que él provenía de Dios estriba en que su vida
revelaba el carácter de Dios" (DTG 373).
37. El Padre. El testimonio supremo de la verdad que es en Cristo
no se ha de buscar en el testimonio humano ni tampoco en las obras de Jesús,
sino en la voz de Dios que habla al corazón humano. Cuando el cristiano sabe en su propio corazón
que "el Padre. . . ha dado testimonio de" Cristo, queda poseído de
una certidumbre que sobrepuja a toda otra seguridad. Quizá Jesús también pensó
en la voz del cielo que se oyó en ocasión de su bautismo (ver com. Mat. 3:17).
Nunca habéis oído. Los que escuchaban a Jesús habían
oído el testimonio de Juan y habían visto las obras de Jesús, pero no conocían
en absoluto la tercera clase de testimonio -el testimonio del Padre que se
revela en el corazón-, pues, como Jesús les dijo: "A quien él envió, vosotros
no creéis" (vers. 38). Aunque el oír el testimonio humano y el observar
los hechos de Jesús pueden venir antes de la fe, la prueba suprema del
mesianismo y deidad de Jesucristo sólo se pueden captar después de que la fe ha
comenzado a crecer en el corazón. Sólo mediante el oído y el ojo de la fe el
Padre puede ser oído y visto, y la palabra que él habla acerca de Jesucristo
puede morar en el hombre y ser aprehendida por él. Cuando esa palabra mora en
forma real y es aprehendida, no puede haber una certeza mayor.
39. Escudriñad las Escrituras. Este pasaje puede traducirse como una simple
afirmación: "Escudriñáis las Escrituras", o como una orden:
"¡Escudriñad las Escrituras!" El contexto parece indicar que lo más probable
es que estas palabras sean una sencilla declaración de Cristo a los judíos:
"Escudriñáis las Escrituras porque pensáis tener vida eterna en ellas, y
ellas testifican en cuanto a mí". Desde antiguo existía la creencia entre
los judíos de que el conocimiento de la ley le garantizaba de por sí al hombre
la vida eterna.
Por ejemplo, se
dice que Hillel, rabino del siglo I a. C., afirmó: "Uno que ha atesorado
para sí las palabras de la Torah, ha adquirido para sí la vida del mundo venidero"
(Mishnah Aboth 2. 7).
Jesús aquí se
refiere a esta creencia para recordarles a los judíos que las Escrituras en las
cuales ellos pensaban encontrar la vida eterna eran precisamente los escritos
que testificaban de él (PP 383). También este pasaje ha sido usado con eficacia
como una orden para estudiar las Escrituras. Si los judíos las hubiesen
escudriñado con los ojos de la fe, hubieran estado preparados para reconocer al
Mesías cuando él estuvo entre ellos.
Un pasaje casi
idéntico a este versículo aparece en un evangelio apócrifo, descubierto en
Egipto en un papiro escrito no después del año 150 d. C. Dice:
"Volviéndose a los gobernantes del pueblo, dijo estas palabras:
'Escudriñáis las escrituras, [aquellas escrituras] en las cuales pensáis tener
vida, ellas son las que testifican acerca de mí'" (Papiro Egerton 2,
líneas 5-10; texto griego en H. Idris Bell y T. C. Skeat, Fragments of an
Unknown Gospel [Londres, 1935], pp. 8-9).
Un pasaje como éste
parece haberse basado en el Evangelio de Juan y, por lo tanto, es una prueba
importante de la existencia de ese Evangelio durante la primera mitad del siglo
II.
El hecho de que el papiro que contiene ese evangelio apócrifo fuera descubierto en Egipto, indica que indudablemente el Evangelio de Juan había circulado allí -a una distancia considerable de Éfeso, su probable lugar de origen- durante algún tiempo antes de que fuera usado para la preparación de un relato apócrifo sobre Cristo.
Esto,
junto con el Papiro Rylands de Juan, es una evidencia significativa de la
validez de la fecha tradicionalmente atribuida al cuarto Evangelio: cerca de
fines del siglo I d. C. (ver pp. 173-175).
40. Venir a mí. En dos discursos posteriores
Jesús demostró claramente que ir a él da como resultado la vida eterna, y que
"venir" a él es un sinónimo de creer en él (cap. 6:35; 7:37-38). Aunque
repetidas veces los judíos fueron a él para oír y para hacerle preguntas, no lo
hicieron con fe ni comprendiendo la necesidad que tenían de su poder para
salvar.
Para que tengáis vida. Ver com. cap. 3:16; 10:10.
41. Gloria de los hombres. El éxito final de la obra de
Jesús no dependía de que los dirigentes judíos de sus días lo reconocieran como
el Mesías. El propósito de su mensaje y de su ministerio iba más allá de
cualquier aprobación que pudieran darle los seres humanos. Su meta suprema era
vencer el reino del mal para la gloria de Dios.
42. Amor de Dios. Es decir, el amor de los hombres
para con Dios, no el amor de Dios para ellos. Dios amaba a los fariseos, pero
con demasiada frecuencia ellos no respondieron a ese amor (cf. 1 Juan 4:10-11,19).
43. No me recibís. Cf. cap. 1:5,10-11.
Si otro viniere. Algunos comentadores han
entendido esto como una alusión histórica directa a Barcoquebas, el caudillo
insurgente judío que fue aclamado como el Mesías durante la segunda revolución,
132-135 d. C. (ver la p. 80). Rechazando la posibilidad de una verdadera
predicción profético, se han aventurado a interpretar este versículo como una
indicación de que el Evangelio de Juan no podría haber sido escrito antes de la
segunda revolución. Una interpretación tal debe ser rechazada teniendo en
cuenta dos cosas: (1) Es clara la evidencia de que Juan fue escrito antes de
ese tiempo (ver com. vers. 39; también las pp. 173-175); (2) la afirmación de
Jesús en ninguna forma es una declaración de que alguien vendría en su propio
nombre pretendiendo ser el Mesías, sino más bien una declaración hipotética de
que si alguien lo hiciera, los judíos estarían dispuestos a recibirlo. Al mismo
tiempo, es cierto que Barcoquebas fue aceptado como el Mesías, aun por el
dirigente judío Akiba, y en esa forma se demostró la verdad de la proposición
de Jesús.
44. Gloria. O "buena reputación". Muchos de los
judíos se juzgaban a sí mismos en base a su propio criterio. Consideraban la
reputación de un hombre como buena o mala en términos de las tradiciones de
ellos, en vez de tener en cuenta a Dios y su carácter como su norma. Por lo
tanto, no podían creer en Cristo.
Viene del Dios único. El hecho de que Dios es único y
absoluto significa que sólo hay una verdadera norma para juzgar el carácter: el
carácter de Dios mismo tal como se revela en su ley. El principio de que Dios es único era un
dogma primordial de la fe judía, pero los judíos lo negaban con sus hechos
hasta el punto de que juzgaban a sus prójimos mediante normas tradicionales
humanas.
45. Moisés. Para los judíos, la ley de Moisés era la base de la
religión, y, ciertamente de toda la vida. Ahora Jesús hace resaltar ante sus
oyentes el asombroso hecho de que si hubieran entendido correctamente esa ley,
habrían visto a Cristo revelado en ella. Estaban, pues, condenados por su
profeta máximo.
En un manuscrito de un evangelio
apócrifo del siglo II d. C., aparece un pasaje muy parecido a este versículo. Dice:
"No penséis que he venido a acusaros ante mi Padre; vuestro acusador es
Moisés, en quien habéis puesto vuestra esperanza" (Papiro Egerton 2,
líneas 10-14; cf. com. Juan 5:39). En
cuanto al significado de éste y de otros pasajes de este documento, que son
paralelos con Juan, ver com. vers. 39.
Vuestra esperanza. Los judíos depositaban su
esperanza de vida eterna en la conformidad con la ley de Moisés como se la
interpreta tradicionalmente (ver com. vers. 39).
46. De mí escribió él. Indudablemente, ésta no es una
referencia a ningún pasaje particular de los escritos de Moisés, a menos que
sea Deut. 18:15, 18 (ver allí el comentario), sino más bien una alusión general
a los pasajes del Pentateuco que señalaban a Cristo, en particular los
servicios del santuario y las profecías de Jacob (Gén. 49:10) y de Balaam (Núm.
24:17). Si los judíos hubieseis comprendido correctamente esos pasajes, habrían
estado preparados para aceptar a Cristo cuando vino. En cambio, veían los
preceptos de Moisés como la base de una forma legalista de vida. Por eso
fracasaron en reconocer a Jesús como el Mesías, y de ese modo se colocaron bajo
la condenación de los mismos escritos por los cuales pensaban que vivían.
(5CBA).
COMENTARIOS DE EGW
1-47. DTG 171-184. "BETESDA
Y EL SANEDRÍN"
https://elaguila3008.blogspot.com/2009/11/dtg-capitulo-21-betesda-y-el-sanedrin.html
Ministerio Hno. Pio
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