Juan 6. Vers. (1-14) Cristo alimenta a cinco mil personas con cinco panes y dos peces, (15) y el pueblo quiere coronarlo como rey; (16-25) pero él se retira y camina sobre el mar frente a sus discípulos. (26-31) Reprocha a la gente que lo busca y a todos los oyentes interesados sólo en las cosas materiales. (32-65) Declara que él es el pan de vida para los creyentes. (66-67) Muchos discípulos se apartan de él. (68-69) Pedro manifiesta su fe en él. (70-71) Judas es diablo.
1 DESPUES de esto, Jesús fue al otro lado del mar de Galilea, el de Tiberias. 2 Y le seguía gran multitud, porque veían las señales que hacía en los enfermos. 3 Entonces subió Jesús a un monte, y se sentó allí con sus discípulos. 4 Y estaba cerca la Pascua, la fiesta de los judíos.
5 Cuando alzó Jesús los ojos, y vio que había venido a él gran multitud, dijo a Felipe: ¿De dónde compraremos pan para que coman éstos? 6 Pero esto decía para probarle; porque él sabía lo que había de hacer.
7 Felipe le respondió: Doscientos denarios de pan no bastarían para que cada uno de ellos tomase un poco. 8 Uno de sus discípulos, Andrés, hermano de Simón Pedro, le dijo: 9 Aquí está un muchacho, que tiene cinco panes de cebada y dos pececillos; mas ¿Qué es esto para tantos? 10 Entonces Jesús dijo: Haced recostar la gente. Y había mucha hierba en aquel lugar; y se recostaron como en número de cinco mil varones. 11 Y tomó Jesús aquellos panes, y habiendo dado gracias, los repartió entre los discípulos, y los discípulos entre los que estaban recostados; asimismo de los peces, cuanto querían. 12 Y cuando se hubieron saciado, dijo a sus discípulos: Recoged los pedazos que sobraron, para que no se pierda nada. 13 Recogieron, pues, y llenaron doce cestas de pedazos, que de los cinco panes de cebada sobraron a los que habían comido. 14 Aquellos hombres entonces, viendo la señal que Jesús había hecho, dijeron: Este verdaderamente es el profeta que había de venir al mundo.
15 Pero entendiendo Jesús que
iban a venir para apoderarse de él y hacerle rey, volvió a retirarse al monte
él solo.
20 Mas él les dijo: Yo soy; no temáis. 21 Ellos entonces con gusto le recibieron en la barca, la cual llegó en seguida a la tierra adonde iban.
22 El día siguiente, la gente que estaba al otro lado del mar vio que no había habido allí más que una sola barca, y que Jesús no había entrado en ella con sus discípulos, sino que éstos se habían ido solos. 23 Pero otras barcas habían arribado de Tiberias junto al lugar donde habían comido el pan después de haber dado gracias el Señor.
24 Cuando vio, pues, la gente que Jesús no estaba allí, ni sus discípulos, entraron en las barcas y fueron a Capernaúm, buscando a Jesús. 25 Y hallándole al otro lado del mar, le dijeron: Rabí, ¿Cuándo llegaste acá?
26 Respondió Jesús y les dijo: De cierto, de cierto os digo que me buscáis, no porque habéis visto las señales, sino porque comisteis el pan y os saciasteis. 27 Trabajad, no por la comida que perece, sino por la comida que a vida eterna permanece, la cual el Hijo del Hombre os dará; porque a éste señaló Dios el Padre. 28 Entonces le dijeron: ¿Qué debemos hacer para poner en práctica las obras de Dios? 29 Respondió Jesús y les dijo: Esta es la obra de Dios, que creáis en el que él ha enviado.
30 Le dijeron entonces: ¿Qué señal, pues, haces tú, para que veamos, y te creamos? ¿Qué obra haces? 31 Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como está escrito: Pan del cielo les dio a comer.
32 Y Jesús les dijo: De cierto, de cierto os digo: No os dio Moisés el pan del cielo, mas mi Padre os da el verdadero pan del cielo. 33 Porque el pan de Dios es aquel que descendió del cielo y da vida al mundo. 34 Le dijeron: Señor, danos siempre este pan.
35 Jesús les dijo: Yo soy el pan de vida; el que a mí viene, nunca tendrá hambre; y el que en mí cree, no tendrá sed jamás. 36 Mas os he dicho, que aunque me habéis visto, no creéis. 37 Todo lo que el Padre me da, vendrá a mí; y al que a mí viene, no le echo fuera. 38 Porque he descendido del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió.
39 Y esta es la voluntad del Padre, el que me envió: Que de todo lo que me diere, no pierda yo nada, sino que lo resucite en el día postrero. 40 Y esta es la voluntad del que me ha enviado: Que todo aquel que ve al Hijo, y cree en él tenga vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero.
41 Murmuraban entonces de él los judíos, porque había dicho: Yo soy el pan que descendió del cielo. 42 Y decían: ¿No es éste Jesús, el hijo de José, cuyo padre y madre nosotros conocemos? ¿Cómo, pues, dice éste: Del cielo he descendido? 43 Jesús respondió y les dijo: No murmuréis entre vosotros.
44 Ninguno puede venir a mí, si el Padre que me envió no le trajere; y yo le resucitaré en el día postrero. 45 Escrito está en los profetas: Y serán todos enseñados por Dios. Así que, todo aquel que oyó al Padre, y aprendió de él, viene a mí. 46 No que alguno haya visto al Padre, sino aquel que vino de Dios; éste ha visto al Padre.
47 De cierto, de cierto os digo: El que cree en mí, tiene vida eterna. 48 Yo soy el pan de vida. 49 Vuestros padres comieron el maná en el desierto, y murieron. 50 Este es el pan que desciende del cielo, para que el que de él come, no muera.
51 Yo soy el pan vivo que
descendió del cielo; si alguno comiere de este pan, vivirá para siempre; y el pan
que yo daré es mi carne, la cual yo daré por la vida del mundo.
52 Entonces los judíos contendían
entre sí, diciendo: ¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?
53 Jesús les dijo: De cierto, de cierto os digo: Si no coméis la carne del Hijo del Hombre, y bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. 54 El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero. 55 Porque mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida. 56 El que come mi carne y bebe mi sangre, en mí permanece, y yo en él.
57 Como me envió el Padre viviente, y yo vivo por el Padre, asimismo el que me come, él también vivirá por mí. 58 Este es el pan que descendió del cielo; no como vuestros padres comieron el maná, y murieron; el que come de este pan, vivirá eternamente. 59 Estas cosas dijo en la sinagoga, enseñando en Capernaúm.
60 Al oírlas, muchos de sus discípulos dijeron: Dura es esta palabra; ¿Quién la puede oír? 61 Sabiendo Jesús en sí mismo que sus discípulos murmuraban de esto, les dijo: ¿Esto os ofende? 62 ¿Pues qué, si viereis al Hijo del Hombre subir adonde estaba primero? 63 El espíritu es el que da vida; la carne para nada aprovecha; las palabras que yo os he hablado son espíritu y son vida.
64 Pero hay algunos de vosotros que no creen. Porque Jesús sabía desde el principio quiénes eran los que no creían, y quien le había de entregar. 65 Y dijo: Por eso os he dicho que ninguno puede venir a mí, si no le fuere dado del Padre.
66 Desde entonces muchos de sus discípulos volvieron atrás, y ya no andaban con él. 67 Dijo entonces Jesús a los doce: ¿Queréis acaso iros también vosotros?
68 Le respondió Simón Pedro: Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna. 69 Y nosotros hemos creído y conocemos que tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente. 70 Jesús les respondió: ¿No os he escogido yo a vosotros los doce, y uno de vosotros es diablo? 71 Hablaba de Judas Iscariote, hijo de Simón; porque éste era el que le iba a entregar, y era uno de los doce. (Juan 6).
EVANGELIO SEGÚN SAN MATEO 1-28.
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EVANGELIO SEGÚN SAN MARCOS 1-16
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EVANGELIO SEGÚN SAN LUCAS 1-24
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1. Después de esto. [Alimentación de los cinco mil, Juan 6:1-14 = Mat. 14:13-21 = Mar. 6:30-44
= Luc. 9:10-17. Comentario principal:
Marcos y Juan. Ver mapa p. 210; diagrama p. 221; en cuanto a los milagros, pp.
198-203.] En el cuarto Evangelio esta expresión generalmente indica que había
pasado un considerable lapso desde los acontecimientos previamente narrados, y
no significa necesariamente que lo que se va a consignar ocurrió muy poco
después de lo anterior (cf. cap. 5:1; 7:1). Los sucesos del cap. 6 ocurrieron
casi un año después de los del cap. 5, si la fiesta anónima del cap. 5:1 fue la
pascua (ver pp. 135, 238; com. cap. 5: 1). En realidad, aquí Juan pasa por alto
en silencio todo el período del ministerio público de Jesús en Galilea. De
acuerdo con la cronología aceptada por este Comentario, el cap. 6 se ubica en
torno del tiempo de la pascua (vers. 4) del año 30 d. C.
Los acontecimientos de este capítulo son los únicos, dentro del período del ministerio de Jesús en Galilea, de los cuales toma nota Juan (ver pp. 187-188). Al escribir Juan su relato de hechos aparentemente inconexos de la vida de Jesús, quizá dé lugar a que surja la pregunta de la razón por la cual prefirió relatar el milagro de la alimentación de los cinco mil. Podría observarse, primero, que de las cuatro pascuas del ministerio de Jesús, ésta fue la única que él no celebró en Jerusalén.
Es
evidente que Juan anota cuidadosamente estas fiestas y menciona que Jesús
asistió a cada una de las otras (cap. 2:13; 5:1; 12:1,12). A lo menos en parte,
quizá tenía el propósito de que el relato del cap. 6 señalara esta ocasión de
la pascua y explicara por qué Jesús no subió a Jerusalén. Lo que es más
importante, los acontecimientos del cap. 6 explican cómo el pueblo de Galilea
-una vez tan ávido de seguir a Jesús (ver com. Mar. 1:44-45; 3:7-12; Juan 4:45)-
ahora se volvió contra él (ver com. Juan
6:66), así como el año anterior los dirigentes en Jerusalén se habían vuelto
contra él (ver com. cap. 5:1). Así como aquel acontecimiento había hecho
terminar el ministerio de Jesús en Judea, así también los sucesos del cap. 6
señalan la terminación de su ministerio público en Galilea (ver com. Mat. 15:21).
El Evangelio de Juan presta
especial atención a la evidencia de que Jesús ciertamente era el Mesías (ver p.
870), y al hecho de que los judíos creyeran o no en esa evidencia (ver com.
Juan 1:12). Por lo tanto, parecería que Juan consigna los pasos principales
mediante los cuales la nación se volvió contra Cristo, y, finalmente, lo
rechazó. Ese propósito justificaría plenamente la elección de los sucesos del
cap. 6. Quizá Juan también pensó que los Evangelios sinópticos ya habían
cubierto el período del ministerio en Galilea con suficientes detalles.
Al otro lado del mar. Es decir, yendo de Capernaúm a
las proximidades de Betsaida Julias (Luc. 9:10; cf. com. Mar. 6: 33), en el extremo norte del lago. Al
terminar el cap. 5, Jesús todavía estaba en Judea. Ahora se dice que había ido "al otro
lado. . . el de Tiberias", lo que implica que entre los sucesos de los
cap. 5 y 6 había regresado a Galilea. En cuanto a las circunstancias y el
propósito de este viaje, ver com. Mar.
6:30.
Tiberias. Juan es el único escritor bíblico que se refiere al lago de Galilea como el mar de Tiberias (ver también cap. 21:1). Esto podría deberse a que escribió su Evangelio quizá varias décadas después que los otros, y el nombre Tiberias, aplicado al lago, sin duda se usaba entonces más que antes. En los días de Jesús, la ciudad de Tiberias, de la cual el lago tomó su nombre, había sido edificada por Herodes Antipas, y, por lo tanto, el lago todavía no se conocía generalmente con ese nombre.
2. Le seguía. O, de acuerdo con el tiempo verbal griego,
"estaban siguiendo", es decir, constantemente. Sin duda, esto se refiere a la popularidad
general de Jesús en el apogeo de su ministerio en Galilea, después de un largo
período de viajes, enseñanza y curaciones entre los pueblos y aldeas de Galilea
(ver com. vers. 1).
Veían. A medida que las multitudes seguían a Jesús,
repetidas veces le veían efectuar milagros.
Señales. En cuanto a los milagros, ver las pp. 198-203.
LA NATURALEZA Y EL PROPÓSITO DE LOS
MILAGROS.
LOS ESCRITORES DE LOS EVANGELIOS SE
REFIEREN A LOS MILAGROS DE NUESTRO SEÑOR EN VARIOS TÉRMINOS. Los más comunes
son dúnamis, "poder", y s'meíon, "señal". El primero se usa
cuando se desea caracterizar el milagro como una manifestación del poder
divino; el segundo, como una confirmación visible de la autoridad divina de
Jesús. Cuando el escritor desea destacar la reacción de la gente,
usa téras, "maravilla", thaumásion, "cosa admirable",
éndoxon, "cosa gloriosa", o parádoxon, "cosa
extraña". Téras era la palabra común para una "maravilla"
hecha por un mago, y por eso los escritores del Nuevo Testamento siempre la
acompañan con una de las palabras que indican un milagro genuino como un acto
de Dios. Jesús comúnmente hablaba de sus milagros como érga, "obras".
HE AQUÍ DOS DEFINICIONES DE MILAGRO: "Acto del
poder divino, superior al orden natural y a las fuerzas
humanas. Cualquier suceso o cosa rara, extraordinaria y
maravillosa" (Diccionario de la Real Academia). "En sentido estricto,
intervención extraordinaria de la Providencia en el orden natural de las cosas,
y puede definirse: suceso ocurrido fuera del orden y de las leyes naturales
(supra, contra o praeter naturam) cuya causa excede el poder de toda naturaleza
creada" (Martín Alonso, Enciclopedia del idioma).
LA PALABRA MILAGRO DERIVA DEL LATÍN
MIRACULUM: "un objeto de admiración", "cosa maravillosa",
"cosa extraña", "cosa admirable", "algo
asombroso"; de mirari: "maravillarse".
POR LO TANTO, NUESTRA PALABRA
"MILAGRO" designa específicamente cualquier suceso que resulta inexplicable
debido a las limitaciones del conocimiento humano y a nuestra comprensión. No
hay milagros para Dios, pues su conocimiento y su comprensión son infinitos. La
apariencia milagrosa de ciertos fenómenos naturales no radica tanto en los
hechos mismos como en el efecto que producen en la mente de los seres limitados
que los contemplan. El suceso es objetivo, pero su apariencia milagrosa es
subjetiva.
A MEDIDA QUE AUMENTAN EL CONOCIMIENTO
Y LA COMPRENSIÓN DE LOS HOMBRES, algunos sucesos que antes parecían
milagrosos pueden dejar de serlo. Por ejemplo, cuando se inventó la imprenta,
se la consideró como algo milagroso y se la atribuyó al diablo. Los hombres de
ese tiempo y con esos conceptos, ¿Qué habrían pensado de la
televisión? Sin embargo, los milagros de nuestro Señor significaron
la acción de un poder completamente desconocido para el hombre y produjeron
resultados que aún hoy día no se pueden explicar dependiendo del conocimiento
humano.
A PESAR DE TODO, LO QUE PARECE SER
UNA VIOLACIÓN DE UNA LEY DE LA NATURALEZA, tal como la comprendemos, podría
ser sencillamente la acción de una ley de naturaleza superior y desconocida que
modifica o contrarresta una ley inferior y conocida. Por ejemplo, la gravedad
atrae todas las cosas hacia la tierra; pero una ley superior de la naturaleza
contrarresta la ley de la gravedad cuando un ser viviente levanta esas mismas
cosas, cuando el sol eleva hacia la atmósfera toneladas de agua para formar las
nubes, o cuando la acción de la capilaridad hace subir la savia desde las
raíces de un abeto gigantesco (como las sequoais de California) hasta sus ramas
más altas. O cuando una ley puede ser modificada por otra, como en el caso de
las fuerzas centrífuga y centrípeta, que se equilibran para mantener un planeta
en su órbita. Las fuerzas de la naturaleza actúan de acuerdo con la expresa
voluntad de Dios, y por esto es difícil pensar o demostrar que los milagros
sean una violación de la ley natural. Sería más correcto considerarlos como
variaciones de la acción de una ley natural tal como la conocen y entienden los
hombres. Dios nunca procede en contra de sí mismo. 199
UN MILAGRO DE CURACIÓN NO ES MAYOR
QUE EL MILAGRO DE UNA VIDA TRANSFORMADA. En realidad, una vida tal es el
mayor de todos los milagros. Y Dios sencillamente actúa en cada uno de ellos en
forma que no podemos comprender plenamente, para nuestro bien en esta vida y en
la venidera. Hay una ley espiritual que determina que "la paga del pecado
es muerte"; pero hay otra ley superior que enseña que "la dádiva de
Dios es vida eterna" (Rom. 6:23; 7:21 a 8:4). Ver DTG 373-374.
PARA PODER COMPRENDER EL PROPÓSITO por el cual
se produjeron los milagros de Jesús y las condiciones bajo las cuales pudieron
ser hechos, es necesario verlos en su verdadera perspectiva, tal como se
relacionan con el ministerio de Jesús en la tierra.
¿POR
QUE JESÚS HIZO MILAGROS? Cada milagro de
nuestro Señor tuvo un propósito definido. Nunca ejerció su poder divino para
satisfacer la curiosidad ociosa o para demostrar que tenía la facultad de
proceder así (DTG 678), o para beneficiarse a sí mismo (DTG 677). "Sus
obras admirables fueron todas hechas para beneficio de otros"
(DTG 95; cf. 373), y contribuyeron material y espiritualmente al
bienestar de ellos.
De esa manera procuraba que los
hombres estuvieran seguros del amor, la simpatía y la protección de su Padre
celestial.
La evidencia de la obra de Cristo en
favor de los hombres, demostrada en formas extraordinarias los guiaría a una
mejor comprensión y a un aprecio más profundo de la forma en que él suple las
necesidades de ellos día tras día en los sucesos más comunes de la vida (DTG
334-335).
LOS MILAGROS DE NUESTRO SEÑOR TAMBIÉN
ILUSTRABAN VERDADES ESPIRITUALES. El paralítico de Capernaúm primero
fue curado de su parálisis espiritual (Mat. 2: 9-11). El ciego de
Siloé disfrutó de la restauración de su vista natural y de la espiritual (Juan
9:5-7, 35-38). El pan que se dio a los 5.000 tenía el propósito de
conducirlos al Pan de vida que descendió del cielo (Juan 6:26-35).
La resurrección de Lázaro demostró el
poder de Cristo para impartir vida a todos los que creen en él (Juan 11:23-26;
cf. 5:26-29) y su poder para infundir nueva vida en los que están
espiritualmente muertos. "Cada milagro era de un carácter destinado a
conducir a la gente al árbol de la vida, cuyas hojas son para la sanidad de las
naciones" (DTG 334).
LOS MILAGROS DE NUESTRO SEÑOR
TESTIFICABAN, POR SOBRE TODO, De Su Misión Divina Como El Salvador De La
Humanidad y daban validez a la verdad de su mensaje. Jesús se refirió una
y otra vez a sus obras asombrosas como una evidencia de su autoridad divina y
de su mesianismo (Mat. 11:20-23; Juan 5:36; 10:25, 32, 37-38; 14:10-11); y por
eso los de sincero corazón reconocían la divinidad que obraba en Cristo y
mediante él (Mat. 13:54; Luc. 9:43; 19:37; 24:19; Juan 3:2; 6:14; 9:16, 33).
LOS MILAGROS DE CRISTO NO SÓLO
CONTRIBUYERON EN UNA FORMA GENERAL para la comprensión de esos
propósitos, sino que cada uno -por lo menos los registrados en los Evangelios-
parece haber sido significativo en sí mismo y por sí mismo (ver com. Luc.
2:49). Por eso, un estudio de los milagros de nuestro Señor debiera incluir
una investigación de sus resultados, y, por lo tanto, del propósito que los
produjo y qué indujo a los evangelistas a registrarlos (ver la columna
"Propósito Y [o] resultado(s)", pp. 200-203).
¿EN QUÉ CIRCUNSTANCIAS HIZO JESÚS
MILAGROS? "Cristo no realizó nunca un milagro que no fuese para suplir
una necesidad verdadera" (DTG 334). Dios no recibe honra cuando se acude a
él para que haga lo que los hombres pueden hacer por sí mismos. El propósito
final de un milagro sólo se puede comprender cuando los hombres reconocen que
sus necesidades superan a su sabiduría. No hay duda de que primero debe haber
un profundo sentido de necesidad. Luego debe creerse que Dios puede
proporcionar la ayuda que se necesita tan desesperadamente y que él la
proporcionará, También debe existir un ferviente deseo y un intenso anhelo de
que Dios 200 supla esa necesidad. Debe haber una disposición del corazón y
de la mente de avanzar por fe, en armonía con todo lo que Dios pueda pedir.
Finalmente tiene que sentirse la disposición de ordenar la vida desde ese
momento en armonía con los principios del reino de los cielos y de dar
testimonio del amor de Dios y de su poder.
3. A un monte. Gr. eis to óros, "al monte" (BJ). Es decir, probablemente a determinada montaña o colina prominente cerca de la orilla en la proximidad de Betsaida.
Todos los
pasajes paralelos de los sinópticos dicen que era "un lugar
desierto", es decir, un paraje deshabitado (Mat. 14:13; Mar. 6:32; Luc. 9:12).
Aquí Jesús esperaba estar a solas con sus discípulos después de que ellos
regresaron de predicar por toda Galilea (Mar. 6:31).
4. Pascua. Ver com. vers. 1.
Fiesta de los judíos. Esta frase explicativa habría
sido innecesaria para lectores judíos, e indica que Juan escribió teniendo en
cuenta tanto a lectores gentiles como a judíos.
5. Había venido. Gr. "venía" (BJ). La
forma verbal en griego implica que Jesús dirigió su pregunta a Felipe mientras
la multitud se estaba congregando. Por
otro lado, por la forma en que todos los sinópticos consignan este milagro, se
ve que los discípulos llevaron el problema a Jesús cuando era tarde en el
día. Parece razonable llegar a la
conclusión de que Jesús mismo formuló la pregunta en cuanto al alimento cuando
primero apareció la multitud, y varias horas más tarde, no habiendo hallado
solución, Felipe y los otros discípulos volvieron a su Maestro con el problema,
y sugirieron que Jesús despidiera a la gente sin alimentarla.
Felipe. Juan es el único escritor evangélico que menciona
específicamente a Felipe en relación con este milagro. Puesto que era de
Betsaida (cap. 1:44), resulta natural que Jesús se volviera a él pidiéndole
consejo en cuanto a cómo y dónde se podría conseguir alimento. Sin embargo, ver
com. cap. 6:6, 8.
¿De dónde? Así dice literalmente en griego. Pero debe
entenderse en forma lógica y no geográfica. La respuesta de Felipe, que se
refiere a los medios para conseguir alimentos y no al lugar en donde se podría
obtenerlos, demuestra que entendía que Jesús preguntaba cómo sería posible
alimentar a una multitud semejante.
6. Para probarle. Jesús tenía una razón mucho más
profunda para dirigir su pregunta a Felipe que el mero hecho de que éste era
oriundo de la zona (ver com. vers. 5), y por eso podría sugerir una manera de
conseguir alimentos. La pregunta del Señor tenía el propósito de poner a prueba
la fe de Felipe. La respuesta pesimista del discípulo en cuanto a la
imposibilidad de alimentar a los miles de personas presentes sólo hizo que
fuera más impresionante la solución que Jesús dio al problema. Al hacer que
primero Felipe presentara lo que opinaba de la situación, Jesús pudo causar
mediante su milagro un impacto todavía mayor sobre la mente de Felipe que lo
que hubiera sido posible de otra manera.
Sabía lo que había de hacer. Estas palabras reflejan la tranquilidad con la que Jesús hizo frente a lo que parecía ser un problema insoluble. Esa confianza emanaba de su completa fe en el poder de su Padre para cubrir las necesidades de aquellos por quienes pronto intercedería. A su vez, esa fe era el resultado de una completa comunión entre el Padre y el Hijo (ver com. Mar. 3:13). No había ningún pecado ni ninguna forma de egoísmo que se interpusiera en el camino para obstruir la efusión plena del poder del Padre mediante su Hijo encarnado. Sólo de esa manera Jesús podía actuar entre los hombres con la plena seguridad de ser capaz de hacer frente a cualquier situación que pudiera suscitarse, y de responder ante cualesquiera necesidades humanas que pudieran serle presentadas.
7. Doscientos denarios. Ver com. Mar. 6:37.
8. Andrés. Como en el caso de Felipe (vers. 5), Juan es el
único evangelista que registra la parte de Andrés en la narración. Esas
referencias a determinadas personas -no mencionadas de otra manera en relación
con este milagro- son una evidencia de que el Evangelio de Juan es el relato de
un testigo ocular.
Al igual que Felipe, Andrés
provenía del cercano pueblo de Betsaida. En otro caso, Juan presenta a Felipe
acudiendo a Andrés -tal vez en procura de consejo y apoyo para presetar a Jesús
el caso de los griegos que preguntaban por él (cap. 12:20-22). Parece probable
que ahora también Felipe recurriera a Andrés en busca de ayuda para resolver el
problema que Jesús le presentaba, o Andrés voluntariamente presentó su
observación cuando supo de la pregunta que Jesús había hecho a Felipe, su
amigo.
9. Un muchacho. Gr. paidárion, literalmente
"un niñito". Sin embargo, la palabra no se limita a ese significado y
puede aplicarse aun a un muchacho bastante crecido, tal como se la usa en la
LXX al referirse a José (Gén. 37:30) cuando tenía por lo menos 17 años (Gén.
37:2), y en el libro apócrifo de Tobías, de quien se dice que era un paidárion
cuando ya estaba en edad de casarse (Tobías 6:2). Como Andrés era de la
cercana Betsaida, puede haber conocido personalmente a este muchacho, lo que
explicaría por qué se sintió libre para sugerir que se emplearan los recursos
del jovencito como alimento.
Panes de cebada. Ver com. Mar. 6:38. La cebada
era considerada como un alimento de calidad inferior. Filón enseña que es adecuada para
"animales irracionales y para hombres en tristes circunstancias" (De
Specialibus Legibus iii. 57). Así también un antiguo comentario judío afirma
que "las lentejas son alimento para hombres y el forraje de cebada para
animales" (Midrash Rabbah, com. Rut 2:9). De esta manera Jesús enseñó una lección
de sencillez (ver com. Mar. 6:42).
Pececillos. Gr. opsárion, diminutivo de ópson, "alimento
preparado", "bocadillo", "alimento para comer con
pan". Puesto que se usaban pececillos conservados, secos o condimentados
para comer como "bocadillos" o con pan, opsárion especialmente se
refiere a ellos. Resulta claro que éste es su significado por los pasajes
paralelos de los Evangelios sinópticos, donde en vez de este término se emplea
la palabra habitual para "pez", ijthús. El pan constituía la parte
principal de la comida, y el pescado le daba sabor. Esta costumbre queda
ejemplificada por un papiro egipcio de fines del siglo I d. C., en el cual, al
dar las instrucciones para una fiesta, se indica: "Para la fiesta de
cumpleaños de Gemella envíense algunos manjares [opsárion]. . . y una artaba
[una medida grande] de pan de trigo" (Papiro de Fayum 11931, citado en J.
H. Moulton y George Milligan, The Vocabulary of the Greek Testament, p. 470). Ver
com. cap. 21:9.
¿Qué es esto? Pareciera que Andrés pronunció la pregunta casi con
espíritu de burla ante el pensamiento de que Jesús aun siquiera se imaginara
que fuera posible alimentar a una multitud tan grande con tan pequeña cantidad
de alimento. Los cinco panes y los pocos pececillos que les daban sabor tan
sólo hacían resaltar más la indudable imposibilidad de la situación. Sin
embargo, Jesús tomó lo que Andrés presentaba como algo imposible y lo convirtió
en el medio para demostrar el poder de Dios para hacer lo que de otra manera
sería imposible.
10. Haced recostar la gente. "Haced sentar a la
gente" (BJ, 1966). La palabra griega para "gente" viene de
ánthrÇpos, "hombre", en un sentido genérico, que, indudablemente,
incluía a todos los presentes. No se
piense que sólo se sentaron los hombres y que las mujeres y los niños quedaron
de pie.
Se recostaron. . . varones. La palabra griega que aquí se
traduce "varones" deriva de an'r, que se usa específicamente para el
sexo masculino. Si bien es cierto que todos se sentaron, sin embargo, de
acuerdo con la costumbre de ese lugar y ese tiempo, sólo se contaron los
hombres (ver Mat. 14:21). Fácilmente
podría haber estado presente en esta ocasión un total de 10.000 personas. En cuanto a las disposiciones tomadas para
que se sentaran, ver com. Mar. 6:39-40.
La instrucción específica que
Jesús dio a sus discípulos de que hicieran sentar a la gente antes de que le
sirvieran el alimento, hace resaltar la importancia del orden. Sin duda habría
sido imposible que los discípulos distribuyeran equitativamente el alimento
entre una multitud arremolinada, pero estando las personas sentadas en grupos
sobre la hierba, cada uno pudo recibir su porción.
11. Habiendo dado gracias. Cada uno de los otros tres
Evangelios dice que Jesús bendijo el pan. Juan añade el pensamiento de que dio gracias a su Padre por el milagro
que sabía que sucedería. Lo que dice
Juan es significativo en cuanto a la fuente del poder por el cual Jesús hacía
milagros (DTG 117). Había velado su poder, propio de la segunda persona de la
Deidad, cuando tomó "forma de siervo" (Fil. 2:7). Declaró: "No puede el Hijo hacer nada
por sí mismo, sino lo que ve hacer al Padre" (Juan 5:19; cf. vers. 30). Ahora
dependía completamente del poder de su Padre ( DTG 302-303,492-493), y
demostraba esa dependencia ofreciendo una oración de agradecimiento aun antes
de que ocurriera el milagro. "En su vida revestida de humanidad, el
Salvador dependía implícitamente de Dios. Sabía que el poder de su Padre era suficiente para todas las cosas. . .
Cristo pidió la bendición de su Padre sobre el alimento, y éste vino" (EGW RH 29-
3-1898). Acerca de los medios por los cuales se realizaban los milagros de
Jesús, ver DTG 117.
Discípulos. La evidencia textual (cf. p. 147) establece la
omisión de las palabras "entre los discípulos, y los
discípulos". Desde el punto de
vista del relato, carece de importancia el hecho de que estas palabras
estuvieran originalmente en el texto de Juan, ya que cada uno de los otros
Evangelios consigna que Jesús dio el alimento a sus discípulos y que ellos lo
distribuyeron a la gente.
Cuanto querían. La forma del verbo griego que se
usa aquí puede entenderse como que la gente repetidas veces pidió alimento a
los discípulos, hasta que todos quedaron completamente satisfechos. Los sinópticos consignan que "comieron todos,
y se saciaron" (Mat. 14:20; Mar. 6:42; cf. Luc. 9:17). No sólo la gente fue alimentada; cada uno recibió todo lo
que quería.
12. Recoged. Cada uno de los sinópticos registra que se
recogieron 12 cestas de alimentos después de que la gente se satisfizo, pero
sólo Juan declara que Jesús de un modo especial pidió que se recogieran los
fragmentos de alimento para que no se perdiera nada. Había satisfecho
abundantemente las necesidades de la gente, todos habían recibido más de lo que
podían desear. Pero ahora, para que nadie pensara que este generoso milagro
autorizaba a derrochar, el Señor cuidadosamente enseñó la lección de frugalidad
en el uso de las bendiciones divinas.
13. Cestas. Ver com. Mar. 6:43.
14. Hombres. Gr. ánthrÇpos; ver com. vers. 10.
Señal. "Milagro" (VM). Ver la p. 198.
Dijeron. Gr. "decían". Es decir, la declaración
fue repetida vez tras vez al irse propagando entre la multitud.
Profeta que había de venir. Juan es el único escritor
evangélico, repetimos, que registra la impresión que recibió la gente con este
milagro (ver com. Mat. 14:22).
La prontitud con que la gente
común de Galilea estuvo dispuesta a aceptar a Jesús como el Mesías indica cuán
general era la expectativa de un Salvador y cuán grande la popularidad que
Jesús había alcanzado. Ya había demostrado
que era un conductor de hombres; sabían que podría curar a cualquiera que fuera
herido en batalla; habían visto cómo podía proporcionar alimento para un
ejército. Ciertamente, un jefe tal sería invencible en una guerra contra los
romanos opresores. ¡Tenía que ser el Mesías!
Bien se daban cuenta los judíos
que el verdadero don profético no se había manifestado entre ellos desde hacía
varios siglos. No es, pues, sorprendente que esperaran su renovación junto con
la venida del Mesías (en 1 Macabeos 4:46; 14:41 se presenta esa expectativa en
el siglo II a. C; cf. Juan 1:21). Repetidas veces, en el siglo I d. C. algunos judíos demasiado
entusiastas fueron engañados por impostores que se proclamaban a sí mismos como
"profetas" y que prometían liberar a los judíos del yugo romano, tal
como habría sucedido de acuerdo con el concepto popular en cuanto al Mesías.
Josefo (Antigüedades xx. 5. 1; 8. 6) registra la caída de dos de esos
"profetas": Teudas y un egipcio (cf. Hech. 5:36; 21:38). Jesús advirtió a sus discípulos respecto a la venida
de falsos "cristos" o mesías (Mat. 24:4-5).
15. Apoderarse de él. "Tomarle por la fuerza"
(BJ). [Jesús camina sobre el lago, Juan 6:15-24 = Mat. 14:22-36 = Mar. 6:45-56.
Comentario principal: Mateo.] Gr. harpázÇ, "apoderarse rápidamente",
quizá sea el origen de la palabra castellana "harpía" (o
"arpía"), ser mitológico que se suponía que arrebataba a sus presas. Esta
palabra describe gráficamente el intento de la gente a quien Jesús acababa de
alimentar y que se había convencido de que él era el Mesías. Su renuencia a
procurar la realeza tan sólo aumentó la avidez de la gente en hacerlo rey, y
evidentemente se hizo general la convicción de que tenían que apoderarse de él
rápidamente para proclamarlo rey. Sin duda, razonaban que una vez que lo
hubieran proclamado como monarca, tendría que defender lo que ellos pretendían
de él. Como se aproximaba la pascua, tal vez intentaban presentarlo ante las
multitudes que pronto se congregarían en Jerusalén.
En vista del deseo demostrado más
tarde por los discípulos para el establecimiento inmediato de un reino terrenal
(Mar. 10:35-40; cf. Luc. 24:19-21), es razonable concluir de que ellos animaban
a la turba para que forzara a Jesús a hacer valer sus derechos reales (DTG 340;
ver com. Juan 6:64-65).
Rey. Ver com. vers. 14.
Volvió a retirarse. Gr. anajréÇ,
"retirarse", "regresar otra vez", lo que quizá implica que
Jesús había descendido de la montaña o de la región montañosa donde había buscado
reposo con sus discípulos, y se había encontrado con la multitud a la orilla
del mar. Por lo tanto, regresaba ahora a las montañas para continuar meditando.
En lugar de anajÇréÇ, un importante manuscrito griego antiguo dice féugÇ,
"huir". Esta variante también se ha conservado en algunas versiones
antiguas. Cualquiera que fuera el texto exacto, es claro que Jesús comprendió
que se avecinaba una crisis, y se retiró discretamente.
Monte. Ver com. vers. 3.
Solo. El hecho de que Jesús se retirara solo, cuando
antes de que viniera la multitud había llevado a sus discípulos consigo para
meditar y descansar, es una indicación más de que ellos mismos no entendían el
propósito de Cristo al rehusar la realeza (ver com. Mat. 14:22). Ese día, que
había comenzado como un día de descanso con sus discípulos después de la gira
por Galilea, se había convertido más bien en un momento crucial del ministerio
de Jesús, y su terminación lo encontró incomprendido y completamente solo (ver
com. Mat. 14:23).
Una vez más Jesús venció la misma
tentación con que Satanás lo había acosado en el desierto: la tentación de
vender la naturaleza espiritual de su reino por la gloria mundana. Una vez más
había tratado de mostrar a sus seguidores, quienes eran lentos para entender,
que su reino no era "de este mundo" (Juan 18:36), sino un reino de
gracia (Mat. 5:3,10; 13:18-52), un reino espiritual en el que entran los
creyentes mediante la experiencia del nuevo nacimiento (Juan 3:3). Sólo "a
la final trompeta" el reino de la gracia se transformará en el reino de la
gloria (1 Cor. 15:51-57; ver com. Mat. 4:17; 5:2).
16. Al anochecer. Ver com. Mat. 14:23.
Descendieron sus discípulos. El relato de Mateo y Marcos
indica que Jesús despidió a los discípulos mientras se alejaba de la multitud,
es decir, antes de que se retirara al monte. Por otra parte, Juan consigna que
Jesús se dirigió al monte, y que cuando anocheció los discípulos comenzaron a
cruzar el mar. Esta aparente discrepancia puede reconciliarse comprendiendo que
aunque Jesús ordenó a sus discípulos que se fueran, en realidad no zarparon
durante algún tiempo, es decir, hasta que anocheció (DTG 342-343).
17. Capernaúm. Marcos consigna que Jesús dijo a sus discípulos que fueran en una barca en la dirección de Betsaida, que estaba aproximadamente al noreste del lago (ver Mar. 6:45; com. Mat. 14:22).
Tanto Marcos como Mateo
declaran que cuando finalmente desembarcaron, llegaron a la región de Genesaret
(Mar. 6:53; Mat. 14:34), a unos 8 km al suroeste de Betsaida. Por otro lado,
Juan dice que los discípulos se dirigieron hacia Capernaúm, el lugar desde
donde Jesús dirigía sus actividades en Galilea, que estaba en la orilla
noroeste del lago, entre Betsaida y Genesaret. El que finalmente llegaran a
Genesaret quizá se debió a que el viento tormentoso desvió su rumbo.
18. Se levantaba. Las tormentas súbitas y violentas
son frecuentes en el lago de Galilea, ocasionadas por el aire frío procedente
de los cerros circundantes, que sopla con violencia a través de profundas
hondonadas hasta la superficie del lago. Con frecuencia, estas tormentas se
presentan con rapidez y terminan súbitamente. Desde donde zarparon, al este de
Betsaida, normalmente los discípulos nunca hubieran estado lejos de la costa en
su viaje a Capernaúm. Sin embargo, Mateo en esta ocasión habla de ellos como
que estaban "en medio del mar" (Mat. 14:24), y la evidencia textual
sugiere (cf. p. 147) el texto: "Estaban a muchos estadios de la
tierra". Ya sea que esa variante esté en el original o no, el hecho parece
ser que debido a la tormenta, no llegaron a su destino, y arribaron en cambio,
más al sur, a Genesaret. Por lo tanto,
habían sido arrojados lejos de la orilla (ver com. Mat. 8:24; 14:24).
19. Estadios. Gr. stádioi (ver p. 52), medida de longitud de unos
185 m. Los discípulos habían avanzado como 5 km, con lo que fácilmente habrían
llegado a Capernaúm, si no hubieran sido desviados por el viento.
Vieron. Gr. theÇréÇ, "advertir", "prestar
atención". La BJ, siguiendo al texto griego, traduce "ven". Este
uso del presente hace que sea más vívida la aparición de Jesús en una forma tan
inesperada.
Sobre el mar. Gr. epí t's thaláss's. Esta expresión aparece otra
vez (cap. 21:1), donde se refiere a que Jesús caminaba por la orilla del mar. Por
eso, se ha argüido que Juan no registra aquí necesariamente un milagro, y que
los discípulos, estando cerca de la costa, vieron a Jesús que caminaba por la
orilla. Si bien es cierto que el relato de Juan, y posiblemente también el de
Marcos, pueden interpretarse en esta forma, la narración paralela de Mateo,
donde se cuenta que Pedro caminó sobre el agua, claramente indica que Jesús
realmente caminó sobre el mar.
Para los discípulos de Jesús,
este milagro fue un testimonio de su divinidad, como lo indica su reacción (ver
Mat. 14:33). Job habla de Dios como el que "anda sobre las olas del
mar" (cap. 9:9). Un antiguo comentario judío cita Sal. 86: 8 y después
pregunta: "¿Por qué dice, 'oh Señor, ninguno hay como tú entre los
dioses'?... Porque no hay nadie que pueda hacer las obras que tú haces. Por ejemplo, un hombre puede abrirse paso en
un camino, pero no puede hacerlo en el mar, pero Dios abre para sí una senda en
medio del mar" (Midrash Rabbah, com. Exo. 16:4).
20. Yo soy. Gr. egÇ eimí, "yo soy". Estas palabras se
encuentran repetidas veces en la LXX como la traducción del Heb. 'ani hu', "yo [soy] él", una
declaración hecha por Jehová de que él es Dios (cf. Deut. 32:39; Isa. 43:10;
46:4). Juan consigna que Jesús usó esta declaración repetidas veces en momentos
cruciales de su vida. Por eso, al afirmar su preexistencia divina, declaró:
"Antes que Abraham fuese, yo soy" (Juan 8:58). Al predecir que iba a
ser traicionado, dijo a sus discípulos: "Desde ahora os lo digo antes que
suceda, para que cuando suceda, creáis que yo soy" (cap. 13:19); y cuando
fue acosado por Judas y los soldados en el huerto, en respuesta a los que
decían que buscaban a Jesús de Nazaret, otra vez afirmó: "Yo soy"
(cap. 18:5). Refiriéndose a este último caso, Juan añade: "Cuando les
dijo: Yo soy, retrocedieron, y cayeron a tierra" (vers. 6). Si bien es cierto
que en muchos contextos las sencillas palabras "yo soy" quizá no
debieran tomarse con un significado especial (cf. cap. 6:35; 8:12), sin
embargo, cuando Jesús las usó en un momento de crisis al declarar su identidad,
parecen tener un significado similar a las del AT, y son una afirmación de su
deidad. En algunos casos, ésta parece ser claramente la verdad (cap. 8:58;
13:19; 18:5). Si bien es cierto que en este contexto una interpretación tal
quizá no esté claramente indicada, con todo, la reacción de los discípulos al
declarar: "Verdaderamente eres Hijo de Dios" (Mat. 14:33), implica
que las palabras de Jesús egÇ eimí, "yo soy", aquí también implicaban
más que una simple afirmación de su identidad humana.
21. Con gusto. Gr. thélÇ, "querer", "desear". "Quisieron
recogerle en la barca" (BJ). Este verbo hace resaltar el cambio de actitud
que se produjo en los discípulos al oír las palabras de Jesús. Antes estaban
temerosos. Ahora no sólo estaban dispuestos a recibirlo, sino que deseaban su
presencia.
Llegó en seguida a la tierra. Esto podría interpretarse como un
milagro adicional, que indicaría que, tan pronto como Jesús entró en la barca,
ésta fue transportada sobrenaturalmente a la orilla. Por otro lado, las
palabras de Juan podrían entenderse como si indicaran que la tormenta había
arrojado la barca hasta cerca de la orilla occidental del mar cuando Jesús
apareció. En favor de esta suposición está el hecho de que Mateo y Marcos no
dicen que el viaje hubiera salido de lo normal, una vez que Jesús entró en la
barca. La afirmación de Mateo de que los discípulos estaban "en medio del
mar" (Mat. 14:24) cuando vieron a Jesús, podría entenderse en el sentido
no de que estaban en el centro del mar, sino que el agua los rodeaba (ver com.
vers.17).
22. La gente que estaba. Seguramente la noche anterior
muchos de los 5.000 volvieron a sus hogares en la zona circundante, pero sin
duda algunos, con más celo religioso, habían quedado a la orilla del mar toda
la noche, y quizá otros de los que habían sido alimentados el día anterior
volvieron ahora esperando una repetición del milagro (ver com. vers. 24).
Otro lado del mar. Es decir, la costa oriental del
lago de Galilea, el lado opuesto de aquel en el que se acaba de decir que
habían desembarcado Jesús y los discípulos (vers. 21).
Vio. No es fácil especificar el momento exacto al cual
se refiere cada uno de los verbos de este versículo, pero pareciera que,
"vio" aquí debe entenderse en el sentido de "comprendió". Es
decir, a la mañana siguiente, la gente que había quedado en la orilla oriental
de Galilea comprendió el significado de lo que había advertido el día anterior,
que los discípulos habían llevado la única barca disponible, y que Jesús se
había ido con ellos.
23. Pero. Este versículo tiene el propósito de explicar el origen de las barcas que había usado la gente para cruzar el lago la mañana después del milagro (vers. 24), pues su indicación cronológica está explicada por las palabras "el día siguiente" (vers. 22). No se debe entender que fue el día anterior cuando los discípulos se fueron sin Jesús, y que de ese modo se deduzca que él podría haber viajado en las barcas que procedían de Tiberias.
Barcas... de Tiberias. Ver com. vers. 1. Quizá eran
barcas de pesca que habían estado en el lago durante la noche (cap. 21:3), y el
viento de la tormenta las había impulsado a la orilla.
Después. La secuencia cronológica de la frase "después
de haber dado gracias el Señor se refiere al tiempo cuando comió la gente, no a
la llegada de las barcas de Tiberias, lo que no aconteció hasta el día
siguiente.
Haber dado gracias. Lo que Juan menciona aquí
específicamente, que la gente comió "después de haber dado gracias el
Señor", añade énfasis al pensamiento de que el milagro de Jesús de
alimentar a 5.000 fue el resultado
directo de su oración, y de ese modo el milagro fue obra del Padre por la
intercesión de Cristo (ver com. vers. 11).
24. Entraron en las barcas. Es decir, las barcas que habían llegado
esa mañana de Tiberias. Sin duda, eran embarcaciones pequeñas, por lo que la gente
que viajó en ellas para cruzar el lago podría haber sido tan sólo una fracción
de los miles que se habían congregado el día anterior.
Capernaúm. El lugar donde se centraban las actividades de
Jesús en Galilea, y donde era natural que la gente lo buscara (ver com. vers.
17).
Buscando a Jesús. Ver com. vers. 26.
25. Hallándole. [Sermón acerca del pan de vida;
rechazo en Galilea, Juan 6:25 a 7:1. Ver
mapa p. 210; diagrama p. 221.] En el vers. 59 se indica que fue en la sinagoga
de Capernaúm donde la gente del otro lado del mar encontró a Jesús.
Otro lado del mar. En contraste con el vers. 22,
aquí estas palabras se refieren a la orilla occidental del mar de Galilea. Se
explican teniendo en cuenta el contexto precedente, donde el escenario es la
orilla oriental del lago.
Rabí. Ver com. Mat. 23:7. La aplicación de este título a
Jesús ilustra el concepto equivocado de la gente respecto a él y a su obra.
26. De cierto, de cierto. Ver com. Mat. 5:18, Juan 1:51.
Me buscáis. Jesús no hizo caso de su pregunta, y comenzó
inmediatamente a tratar los motivos que tenían para buscarle. Al dejar en claro
los motivos materiales de ellos, no sólo se refería a la satisfacción de sus
apetitos físicos, sino también a sus ambiciosas expectativas de que él haría
valer sus derechos como vencedor militar y gobernante político.
Señales. "Milagros" (VM). Ver la p. 198.
27. Trabajad. El trabajo que aquí Jesús reprocha no es el
necesario para ganarse la vida. Su
reproche más bien se aplica a los que trabajan hasta el punto de descuidar el
alimento del alma.
Lo que Jesús aquí
reprocha es el hábito común de trabajar sólo por las cosas perecederas, e
ignorar las cosas eternas.
Vida eterna. Ver com. vers. 53-54.
Señaló. "Ha marcado con su sello" (BJ). En la
antigüedad, era costumbre usar un sello así como se emplea la firma hoy día. Era
un signo de confirmación personal o de propiedad. Esta palabra se usa en el primero
de esos sentidos (cap. 3:33), y en este caso también parece que se usa para
indicar que el Padre ha testificado que Jesús es su Hijo. Todos los milagros de
Jesús, obrados por el poder del Padre, fueron testimonios tales.
Sin embargo, puesto que el sellamiento está
relacionado, particularmente por Pablo, con la recepción del Espíritu Santo que
generalmente acompañaba al bautismo (ver Efe. 1:13; 4:30), no parece fuera de
lugar entender que la referencia específica de Jesús aquí es a su propia
recepción del Espíritu acompañada por la aprobación de su Padre en ocasión de
su bautismo (Mat. 3:16-17).
28. ¿Qué debemos hacer? La forma verbal en tiempo
presente podría entenderse como una implicación de que los judíos preguntaban
acerca de una forma habitual de vida, y no un acto aislado. En esto estaban en
lo correcto, tal como lo indica la respuesta de Jesús en el vers. 29. Su
pregunta era un reconocimiento tácito de que comprendían que las palabras de
Jesús eran una acusación en contra de su vida religiosa en general.
Obras de Dios. Estas palabras se hallan también en Jer. 48:10 (la
LXX también usa el plural), donde se refieren a las obras que Dios desea. El
concepto judío de la verdadera religión en gran medida se expresaba en términos
de obras, por lo que era natural que al preguntar cómo podrían agradar a Dios,
inquirieran en cuanto a las obras que podrían hacer.
29. La obra de Dios. Jesús les hizo frente en su
propio terreno y encuadró su respuesta en términos de la pregunta de ellos. Así
procuró desviar su atención de un concepto equivocado de la religión a una
comprensión de lo que realmente significa agradar a Dios.
Creáis. La evidencia textual establece (cf. p.147) la
variante pistéu'te, que implica un hábito
permanente de creencia, en vez de pistéus'te, que indicaría un acto específico
de creer en determinado momento. La primera forma tiene más significado en este
contexto.
Las palabras de Jesús aquí
presentan la verdad básica de la salvación por la fe. Creer (o confiar; la palabra griega pistéuÇ
puede traducirse en cualquiera de las dos formas) es el acto fundamental de la
vida cristiana. Ningún otro acto puede ser verdaderamente una "obra de
Dios", un hecho deseado por Dios, y, por ende, que le sea agradable, a
menos que lo preceda la fe, porque sólo la fe coloca al hombre en la verdadera
relación con Dios (Heb. 11:6). Las palabras de Jesús aquí son paralelas con la
admonición de Pablo y Silas al carcelero de Filipos. El carcelero clamó:
"¿Qué debo hacer para ser salvo?" Los siervos de Dios le
respondieron: "Cree en el Señor Jesucristo" (Hech. 16:30-31). Ver 1
Juan 3:23.
30. Señal. Gr. s'méion, la misma palabra traducida como
"milagros" en el vers. 26 (VM). Ver pp. 198-200. Los que le
preguntaban a Jesús ya habían visto el milagro de los panes y los peces, y
habían llegado a creer que él era el Mesías; pero debido a que no cumplió sus
expectativas en cuanto a lo que haría el Mesías, se habían chasqueado. Ahora,
cuando él comenzó a examinar a fondo la verdadera condición del corazón de
ellos y a demandarles que creyeran a pesar de su chasco, le pidieron un milagro
más. Su actitud al exigir esto quizá es la misma que está indicada en un
antiguo comentario judío sobre Deut. 18:19, que dice: "Si un profeta
comienza a profetizar y da una señal y prodigio, escúchesele entonces. Pero si no lo hace, no se le escuche"
(Sifré Deuteronomio 18 y 19, sec. 177 [108a], citado en Strack y Bilierbeck,
Kommentar zum Neuen Testament, t. 1, p. 727).
Para que... te creamos. Gr. pisteusÇmen soi. Esta
declaración contrasta muchísimo con la admonición de Jesús del vers. 29,
pistéus'te eis hón, "que creáis en el que" Dios ha enviado. Jesús
había declarado que debían creer en él; los judíos replicaron exigiendo un
milagro para que pudieran creerle, es decir, creer lo que él les decía. Una vez
más no habían comprendido que la salvación no radica sencillamente en un
asentimiento intelectual sino, lo que es más importante, en una unión por la fe
con una Persona.
31. Maná. Ver com. Exo. 16:15. Un antiguo comentario judío sobre Ecl. 1:9 declara acerca del Mesías: "Así como el anterior redentor [Moisés] hizo que descendiera maná... así también el Redentor posterior [el Mesías] hará descender maná" (Midrash Rabbah). Si bien esta afirmación, por lo menos en su forma actual, sólo se remonta al siglo IV d. C., parece reflejar una tradición más antigua que, sin duda, estaba en la mente de los judíos que disputaban con Jesús en Capernaúm. Por ejemplo, 2 Baruc 29:8 afirma: "Y acontecerá en ese mismísimo tiempo [cuando el Mesías comience a ser revelado] que el tesoro de maná otra vez descenderá de lo alto, y comerán de él en esos años, porque éstos son los que han venido para la consumación del tiempo". Jesús acababa de suministrar milagrosamente pan al pueblo, pero, dudando de su mesianismo, la gente ahora declaraba que Moisés había hecho un milagro aún mayor al dar pan "del cielo" a sus padres. Además, sin duda ellos se referían tácitamente a que el milagro de Moisés había de ser repetido por el verdadero Mesías. Desde el punto de vista de ellos, Jesús no había traído pan del cielo, sino que sólo había multiplicado unos sencillos panes de cebada y peces de los que ya se disponía. Tienen que haber razonado que si Jesús era realmente el Mesías, realizaría por lo menos un milagro tan grande como el que creían que había hecho Moisés.
Les dio. Las palabras aquí citadas no se encuentran
exactamente en esta forma ni en el AT hebreo ni en la LXX. Parecen haber sido tomadas
libremente del Sal. 78:24, teniendo también en cuenta a Neh. 9:15. En cada uno de esos pasajes se hace notar que
fue Dios quien dio el maná, y no Moisés.
32. De cierto, de cierto. Ver com. Mat. 5:18; Juan 1:51.
No os dio Moisés. Indudablemente, los judíos creían
que la dádiva del maná se debía a Moisés (ver com. vers. 31). Algunos han
entendido que la respuesta que da aquí Jesús niega esa creencia, y que es una
afirmación de la verdad de que el maná ("el pan del cielo") realmente
había venido de Dios. Otros han entendido que Jesús no se ocupa de la cuestión
de si Moisés había hecho descender el maná, sino que más bien declara que el
maná, que materialmente era alimento, en realidad no era "pan del
cielo" en un sentido espiritual, y, por lo tanto, no era "el
verdadero pan del cielo". No parece irrazonable entender que Jesús aquí
proclama ambas verdades: que Dios, y no Moisés, fue el dador del
maná material, y también que el verdadero pan del cielo debe ser reconocido
como una dádiva espiritual y no material.
Da. El uso aquí del tiempo presente, tanto en griego
como en castellano, hace resaltar que el Don de Dios les estaba siendo ofrecido
precisamente en ese tiempo en la persona de Aquel que estaba delante de ellos.
33. Descendió. Mejor, de acuerdo con el texto griego, "el que
baja [desciende]" (BJ). La forma verbal en griego implica un acto
continuo. Estas palabras hablan de la
venida de Jesús a este mundo como un hecho eterno. (Por contraste, ver com.
vers. 38, 41.) Hasta este punto, los judíos habían pensado en Jesús como un
dador de pan. Ahora comenzó a presentarse como el pan mismo, aunque en este
punto -en el griego- la declaración podría entenderse como que se aplicara
indistintamente al pan o a Cristo. Por
la respuesta de los judíos registrada en el vers. 34, es claro que entendieron
que Jesús se refería al pan como el "que baja del cielo" (BJ). En ese
tiempo, la mentalidad de los judíos de ningún modo estaba preparada para un
concepto más espiritual.
Vida. Gr. zÇ'. Ver com. cap. 1:4; 8:51; 10:10. Así como
el pan material estimula la vida física, así también Cristo "el pan de
Dios... que baja del cielo" (BJ), es la fuente de vida espiritual.
34. Danos siempre. Con este pedido mostraron los
judíos que no habían comprendido lo que estaba implícito en el vers. 33, que Jesús
mismo era el pan del cielo. Todavía pensaban en él tan sólo como el que da pan.
A semejanza de la samaritano que había pedido agua que para siempre apagara su
sed a fin de que no necesitara sacar agua otra vez (cap. 4:15), también los
judíos ahora pedían una provisión continua de pan. Tal como lo entendían,
Moisés había proporcionado a Israel pan celestial durante 40 años. Si Jesús era
realmente el Mesías, con seguridad podría realizar un milagro todavía mayor y
darles pan para siempre (ver com. vers. 31-32).
35. Yo soy el pan. Ahora Jesús claramente declara de
sí mismo que es el pan celestial del cual ha estado hablando. Tres veces en
este discurso repite esta declaración referente a sí mismo (vers. 41, 48, 51).
El que a mí viene. La forma verbal griega,
literalmente implica no un solo acto de venir a Cristo, sino un hábito
permanente de vida. "El que a mí viene" claramente es paralelo con
"el que en mí cree", pues sólo se puede venir a Cristo por fe (ver
com. vers. 29). Venir y creer, ambos actos son "obra de Dios".
Nunca tendrá hambre. Las palabras de Jesús contrastan
nítidamente con las que se encuentran en Eclesiástico (libro familiar a los
judíos del tiempo de Cristo), donde se le hace declarar a la sabiduría:
"Los que me comen quedan aún con hambre de mí; los que me beben sienten
todavía sed" (cap. 24:21, BJ).
37. Todo. Gr. pan, adjetivo en el género neutro, por lo que
debe entenderse en el sentido más amplio posible.
Jesús aquí expresó
la verdad de que todas las cosas le fueron dadas por su Padre: su poder y
autoridad, su pan diario, sus seguidores. Declaró: "No puedo yo hacer nada
por mí mismo" (cap. 5:30; ver com. cap. 6:1). Este versículo no debe
entenderse como que indica que Dios ha elegido a ciertas personas para la
salvación, y que ellas inevitablemente irán a Cristo y serán salvadas (ver com.
vers. 40). Es más bien una declaración en los términos más amplios de la
relación de Jesús con el Padre, una relación de entrega completa, de plena
dependencia y de entera confianza en que todo lo que Dios quiso para Cristo con
seguridad sería cumplido.
El que a mí viene. La segunda cláusula de este
versículo es una aplicación específica de la verdad general declarada en la
primera cláusula. Tan sólo en el amor de Dios se proporciona la gracia mediante
la cual el pecador puede venir a Jesús, y mediante él al Padre.
No le echo fuera. Este es un ejemplo de una figura
de retórica conocida como "litote", con la cual se dice menos que lo
que se quiere expresar, negando lo contrario de lo que se quiere afirmar. De
ésa manera, Jesús quiso decir que cordialmente da la bienvenida a aquel que
viene a él.
38. He descendido del cielo. El tiempo perfecto, en griego,
indica un acto específico en el pasado, junto con sus resultados que aún
perduran. En el vers. 33 se hace referencia a la encarnación como un hecho
eterno. Aquí se la ve desde el ángulo del acontecimiento específico del
nacimiento de Jesús entre los hombres, y también se abarca el resultado de
aquel suceso tal como se ve en su ministerio y presencia permanente (ver com.
vers. 33, 41).
Mi voluntad. La completa sumisión de Jesús a su Padre es para los
creyentes una seguridad de que todo lo que Jesús hace para ellos tiene su origen en el
amante corazón de Dios. Las palabras de Cristo demuestran la falsedad de la
opinión de que Dios está airado con el hombre y que la salvación de los
pecadores se basa en que Cristo ha apaciguado la ira del Padre. El ministerio
de la vida de Jesús y su muerte por el hombre fueron más bien expresiones del
amor de su Padre.
39. Del Padre. La evidencia textual establece (cf. p. 147) la
omisión de estas palabras, por lo que se leería: "Y esta es la voluntad
del que me ha enviado" (BJ). Ya sea que las palabras hubieran estado o no
en el texto original, la referencia es, por supuesto, al Padre.
Todo. Gr. pan (ver com. vers. 37). Que este versículo no se debe tomar como
una afirmación de que una vez que un hombre ha aceptado a Cristo es
inevitablemente suyo para siempre, se ve con claridad por pasajes tales como
Luc. 9:62; Juan 15:9-10; Heb. 6:4-6.
ESTE VERSÍCULO
TAMPOCO ENSEÑA LA PREDESTINACIÓN en el sentido de que la elección de un hombre,
hecha por Dios desde la eternidad, es el factor determinante para la salvación
de un hombre y para la condenación de otro (ver com. Juan 6:40). Es más bien
una expresión de la confianza completa que Jesús tenía en su Padre. Ver com.
cap. 3:17-20.
Lo resucite. Gr. anast'sÇ autó. Como en un caso anterior en este mismo capítulo, aquí el objeto que recibe la acción del verbo es neutro, lo que incluye no sólo a los hombres sino a todas las cosas dadas a Cristo por el Padre.
En el vers. 37 Jesús había afirmado que la voluntad del Padre es que todas
las cosas le sean dadas. Ahora lleva más lejos el pensamiento al afirmar que la
voluntad de Dios en este respecto se extiende al "día postrero". Aquí
Jesús vislumbra "el fin, cuando entregue el reino a Dios y Padre" (1
Cor. 15:24); cuando todo ser creado del universo declarará: "Al que está
sentado en el trono, y al Cordero, sea la alabanza, la honra, la gloria y el
poder, por los siglos de los siglos" (Apoc. 5:13).
40. Del que me ha enviado. La evidencia textual establece
(cf. p. 147) la variante "esta es la voluntad de mi Padre" (BJ), y no
"esta es la voluntad del que me ha enviado". Aquí Jesús confirma lo que declaró en el
vers. 37, que la voluntad del Padre es salvar. Ahora aclara que el deseo del
Padre no sólo es que los pecadores vayan a Cristo, sino que su propósito
también se extiende hasta la consumación del plan de salvación en el tiempo de
la resurrección.
Todo. Gr. pas, adjetivo del género masculino que indica
una persona, y contrasta con pan, "todo [neutro, que se refiere a cosa]",
en los vers. 37, 39. Así como en el vers. 37 primero se establece una verdad
general, y después se hace una aplicación específica de esa verdad al caso del
hombre que viene a Cristo, así también en el vers. 39 se establece la misma
verdad general en un sentido aún más amplio, y en el vers. 40 se aplica esa
verdad al caso específico de cada uno que ve a Jesús y cree en él. La seguridad
que da el Padre de que finalmente su Hijo recibirá todas las cosas que le
corresponden, asegura que cada uno que cree en el Hijo será individualmente
resucitado por él cuando finalmente llame a los suyos.
Ve al Hijo. Por supuesto, esto no significa que sólo los que
vieron a Jesús en la carne participarán de la resurrección. La palabra
"ve" implica aquí percepción espiritual, contemplar con los, ojos de
la fe, como lo indica la palabra acompañante "cree" (cf. cap. 12:45).
Cree. Al igual que en el vers. 35, aquí Jesús otra vez
afirma la gran importancia que tiene creer en él. Este énfasis puesto en la fe muestra
claramente, que no es suficiente el asentimiento intelectual. Los que tendrán
parte en la resurrección de los justos son los que creen, los que tienen una fe
que actúa más allá de los límites de sus sentidos naturales.
Vida eterna. Ver com. Juan 8:51; 10:10; 1 Juan 5:12; cf. DTG
352.
Le resucitaré. En contraste con el pasaje similar del vers. 39, esta afirmación es notable porque quien recibe la acción "le" (Gr. autón) es del género masculino, lo que indica una persona, y no es del género neutro como en el vers. 39 (ver allí el comentario). Aquí Cristo habla específicamente de los justos que serán resucitados de sus tumbas, en vista de que todo lo, que es de Cristo finalmente será recuperado por él. Este pasaje también es significativo por la ubicación enfática del pronombre "yo". El sentido de la declaración de Jesús es: "Yo, precisamente yo, lo resucitaré". Así como Cristo es el mediador entre Dios y el hombre y el que salva al hombre del pecado, así también él es quien resucitará a los hombres en el día final (cf. cap. 5:25-27).
41. Que descendió. Gr. ho katabás. El descenso de
Cristo del cielo a la tierra se enfoca aquí desde el ángulo de su encarnación
(ver com. cap. 3:13; 6:33, 38).
Al no reconocer con certeza a Jesús como el Hijo de Dios, los judíos se irritaban ante el solo pensamiento de que prendiera haber
descendido del cielo.
42. Hijo de José. Las palabras de este versículo
parecen reflejar la forma aramea Yeshua' bar Yosef, "Jesús, hijo de
José", el nombre por el cual probablemente Jesús era conocido entre sus
vecinos. Para ellos, la idea de que era hijo de José y de María a quienes
conocían eliminaba por completo la posibilidad de que tuviera un origen
celestial.
43. No murmuréis. Es significativo que Jesús no
intentara explicar el misterio de su nacimiento y de su ascendencia divina. Más
bien se ocupó inmediatamente del problema espiritual, que era la razón por la
cual los judíos interpretaban mal sus palabras. Las murmuraciones no podrían
darles una solución.
44. Si el Padre... no. la salvación es esencialmente
obra de Dios y no del hombre. El hombre debe ir a Dios por su propio libre
albedrío, pero el que vaya a Dios sólo es posible en vista de que él lo atrae
por medio de su amor (ver com. Jer. 31:3).
*Éste es otro de los temas controversiales de la
biblia. Si solo Dios hace todo para la salvación del hombre. ¿Por qué no Salva
al mundo entero? Entendamos bien el contexto de que está hablando el Señor.
Dios ama a todos y quiere salvarlos, Sí. Ahí está la condición, lo que registra
en Juan 3:16-21: “si creen en Jesús”. Creer es practicar los principios de
Dios.
El amor de Dios está en éste mundo. Lo único que se
tiene que hacer es aceptarlo. A eso llama Santiago, la fe con las obras. La fe
real es hacer la voluntad de Dios; expresado en su ley; los diez mandamientos. Dios
da la iniciativa y la sostenibilidad. Pero es deber del hombre hacer que
funcione en su vida. De esa forma el amor del Padre se sostendrá, y actuará en
nuestra vida por medio de Jesús.
Le resucitaré. Ver com. vers. 40.
45. Los profetas. Evidentemente, estas palabras se
usan en un sentido literal para referirse a la sección profético de la Biblia
hebrea, que ya se designaba así en los días de Jesús (ver Luc. 24:44; Hech.
7:42; 13:40; t. 1, p. 40; comparar con el prólogo del Eclesiástico).
Serán todos enseñados. Esta cita está tomada de Isa, 54:13, pero no sigue exactamente ni el texto hebreo (que se refleja en la RVR) ni a la LXX, que podría traducirse así: "Y todos tus hijos [serán] enseñados de Dios". En este pasaje, probablemente, la cita fue adaptada para que concordara con el contexto. Los antiguos intérpretes judíos entendían este pasaje de Isaías como una profecía de la obra de Dios en el día cuando viniera el Mesías. Afirmaban: "Dios dijo a Abrahán: Tú has enseñado a tus hijos la Ley en este mundo, pero en el mundo futuro yo les enseñaré la Ley de mi gloria, como dice: Y todos tus hijos serán discípulos de Jehová" (de Tanjuma B, citado en Strack y Bilierbeck, Kommentar zum Neuen Testament, t. 4, p. 919).
Si esto se entendía así en los
días de Jesús, su empleo de este pasaje parecería haber tenido un significado
mesiánico para sus oyentes, y esto hace más clara su conclusión de que todo
aquel que oyó acerca del Padre, viene a él.
Al Padre. Literalmente "lo que procede del Padre". Lo
que hace que los hombres vayan a Cristo no es meramente el oír y el aprender
acerca del Padre, sino que uno oye procedente del Padre el mensaje que él
quiere que los hombres conozcan acerca de la salvación que se puede encontrar
en Jesús. La misma expresión aparece en cap. 8:26,40 con referencia al mensaje
predicado por Jesús, que había recibido de su Padre, y en cap. 7:51 del
testimonio de un hombre acerca de sí mismo. Ciertamente, la palabra que Dios ha
hablado al mundo en Jesús es un testimonio de su amor por el hombre.
La verdad
importante que también se enseña aquí es que es insuficiente oír lo que procede
de Dios si el hombre no aprende, es decir, si no escucha o presta atención.
46. De Dios. Literalmente "del lado de Dios", "de
cerca de Dios". Cristo, que es Dios mismo, vino a esta tierra desde su
lugar al lado del Padre. Ver cap. 7:29; 16:27; 17:8; com. cap. 1:1; 3:13.
47. De cierto. Ver com. Mat. 5:18; Juan 1:51.
El que cree. Es decir, el que tiene fe o confianza.
En mí. La evidencia textual tiende a confirmar (cf. p.
147) la omisión de estas palabras (ver com. cap. 1:12).
Tiene Vida Eterna. Mediante la fe en Cristo, el
cristiano participa de la vida de Dios. Al tener fe ahora, también recibe de
esa vida eterna ahora (ver com. 3 Juan 8:51; 10:10; 1 Juan 5:21; cf. DTG 352).
48. Yo soy. Ahora Jesús claramente declara de sí mismo que es
el pan celestial del cual ha estado hablando. Ver com. vers. 35.
49. Murieron. Jactanciosamente,
los judíos pretendían que Moisés había dado a sus padres maná del cielo para
que comieran (vers. 30-31), y habían desafiado a Jesús para que demostrara su
mesianismo realizando un milagro todavía mayor. Pero él no hizo frente a su
demanda con un milagro, sino más bien destacó ante ellos el significado
espiritual del mesianismo, el hecho de que él les ofrecía alimento para vida
eterna. Ahora, con toda razón, les recordó que sus padres -de quienes estaban
tan orgullosos- no obstante haber comido el maná, estaban muertos. Como una
prueba de su afirmación de que era más grande que Moisés, Jesús declaró -que él
que era el pan que descendió del cielo- podía dar vida eterna (ver com. vers.
50).
50. Que Desciende. Jesús no había aquí específicamente
de su nacimiento, sino del hecho o de que, desde la eternidad, es el
Mediador entre Dios y el hombre, Aquel mediante el cual Dios se comunica con el
mundo y por cuyo medio salva al mundo (1Cor. 8:6).
No muera. El maná que los judíos pretendían que Moisés había
dado a sus padres (vers. 31), no había impedido que murieran, pero Jesús les
ofrece un alimento celestial que asegura vida eterna.
51. Yo soy. Ver com. vers. 35.
Que descendió del cielo. En contraste con el versículo
anterior, aquí el griego simplemente presenta el hecho de que Cristo vino del
cielo a la tierra en el tiempo de la encarnación. En esto basaba Jesús su derecho de tener vida
eterna para el mundo.
Comiere de este pan. Cf. vers. 53; ver DTG 354-355.
Yo daré. Al hablar de la dádiva de Cristo para el mundo en
los vers. 32-33 se usa el tiempo presente, con lo que resalta que Cristo es una
dádiva continua, eterna. Pero aquí, como en el vers. 27, se usa el futuro, lo
que enfoca el acontecimiento específico de la cruz, cuando Cristo dio su
"carne", en un acto culminante, "por la vida del mundo'.
La evidencia textual establece
(cf. p. 147) una variante más sencilla en este punto, pero esa variante de
ninguna manera cambia el sentido de la sentencia: "Y el pan que yo daré es
mi carne, por la vida del mundo".
Carne. Gr. sarx, palabra que Juan ya ha usado refiriéndose
a la encarnación de Cristo (ver com. cap. 1:14; comparar con su uso en cap. 17:
2). En este pasaje, "carne" parece referirse claramente a la
humanidad de Cristo, sin que haya el pensamiento de la imperfección implícita
en la palabra (ver cap. 3:6; 6:63). Al tomar sobre sí la humanidad, el Hijo de
Dios pudo dar su "carne", es decir, morir y de esa manera hacer que
su perfecta humanidad estuviera al alcance de los que participan de él por fe.
52. Contendían. Gr. májomai, "luchar", y, por lo tanto, cuando se usa como aquí para una discusión verbal, "disputar", "querellar". Cuando Jesús afirmó ser el pan del cielo, los judíos comenzaron a murmurar (vers. 41).
Ahora, cuando los invitó a comer
de su carne, sus emociones fueron más violentas. Sin duda, algunos vieron un significado más
profundo en sus palabras que otros, pero todos ellos parecen haber estado
confundidos al dar un significado demasiado literal a sus expresiones. Ver com.
vers. 53,
53. Bebéis su sangre. Esta declaración debe haber
escandalizado aún más a los oyentes de Jesús, que interpretaban todo en forma
literal (vers. 52), pues la ley prohibía específicamente que se usara sangre
como alimento (Gén. 9:4; Deut. 12:16). Si los judíos hubieran recordado la
razón de esa prohibición, podrían haber entendido mejor el significado de las
palabras de Jesús. La razón dada para la prohibición es que la sangre es la
vida (Gén. 9:4). Así podrían haber comprendido que comer la carne de Cristo y
beber su sangre significaba apropiarse de su vida por fe. "Comer la carne
y beber la sangre de Cristo es recibirlo como Salvador personal, creyendo que
perdona nuestros pecados, y que somos completos en él" (DTG 353; cf. SC 108;
8T 170; EGW RH 23-11-1897). Tan sólo porque Cristo dio su vida humana por
nosotros, podemos participar de su vida eterna, divina.
54. El que come. Gr. ho trÇgÇn, un participio activo que implica comer continuamente, una alimentación constante. No es suficiente participar una vez de Cristo. Sus seguidores deben nutrir continuamente su ser espiritual alimentándose de Aquel que es el pan de vida. Jesús acababa de declarar "el que cree en mí, tiene vida eterna" (vers. 47). Ahora añadió: "El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna".
Por
eso es claro que comer su carne y beber su sangre significa creer, tener fe en
él (ver com. vers. 53).
Le resucitaré. Ver com. vers. 40.
55. Mi carne es verdadera comida. Ver com. vers.
53.
56. En mí permanece. En otro pasaje, Juan declara que
el que guarda los mandamientos de Dios mora en él (1 Juan 3:24), lo que,
comparado con este pasaje, hace resaltar la naturaleza práctica de comer la
carne y beber la sangre de Cristo.
57. Padre viviente. Repetidas veces se habla de la
Deidad como del "Dios viviente" (Deut. 5:26; Mat. 16:16; Hech. 14:15;
2 Cor. 6:16). Él es Aquel que vive por sí mismo, sin depender de ningún otro
para su vida. Por lo tanto, también es la fuente de la vida de todos los otros
seres del universo. Lo que es cierto en este respecto acerca del Padre lo es
también en cuanto al Hijo, pues "en Cristo hay vida original, que no
proviene ni deriva de otra" (DTG 489; ver Nota Adicional com. Juan 1).
Por el Padre. Literalmente "mediante el Padre". Aunque
es Dios, sin embargo, mientras estuvo en la tierra en carne humana, Jesús
dependía completamente de su Padre (ver com. vers. 11). Vivía "mediante el
Padre". Así el cristiano ha de depender de Cristo y recibir de él la vida
divina y la naturaleza divina (ver DTG 98). Es de esta vida eterna de la que el
cristiano puede participar ahora, y es también esta vida la que se manifestará
en él en la resurrección (cap. 5: 26-29; cf.
DTG 352).
58. Maná. La evidencia textual tiende a confirmar (cf. p.
147) la omisión de esta palabra. No
importa la variante que se use, es claro que la referencia es al maná.
59. Enseñando en Capernaúm. Si bien algunos MSS añaden la frase "en el sábado", la evidencia textual establece (cf. p. 147) el texto como aparece en la RVR. Al paso que es virtualmente seguro que el texto original de este pasaje no contenía esas palabras, algunos manuscritos preservan la interesante tradición de que el sermón de Jesús en cuanto al pan de vida fue presentado en el día sábado. Los discípulos no hubieran caminado de regreso a Capernaúm después de la puesta del sol, el viernes de noche (ver p. 52; com. Mat. 14:22-36). Que Jesús repetidas veces enseñaba en las sinagogas, es claro por una cantidad de referencias (Mat. 4:23; 9:35; 12:9; 13:54; Mar. 1:39; 3:1; Juan 18:20). La sinagoga era el centro de la vida de la comunidad judía, por lo tanto, era un lugar lógico para que allí Jesús se relacionara con la gente y la estimulara a pensar en cosas religiosas (ver p. 57).
Quizá esta sinagoga de Capernaúm
era la misma que el centurión donó a los judíos (Luc. 7:5). Antes se pensaba
que las ruinas que todavía existen en Teil Hum (por lo general reconocidas como
la antigua Capernaúm) eran las de aquella sinagoga. Sin embargo, ahora es claro
que las ruinas en cuestión quizá no vayan más allá del siglo III d. C. Con
todo, sin duda están encima de los restos de un edificio más antiguo, que
podría haber sido la sinagoga donde enseño Jesús. Si es así, sería razonable
pensar que las ruinas que se ven hoy día, en general, reproducen la apariencia
de la sinagoga de los días de Jesús.
Las ruinas actuales, de unos 15 m
de ancho por 21 m de largo, son de piedra caliza blanca, y están orientadas de
tal manera que la congregación miraba al sur, es decir hacia el templo de
Jerusalén. En tres de los lados del recinto principal había una galería para
las mujeres y los niños, que estaba sostenida por columnas, y a la que se
llegaba por unas gradas desde el exterior. El piso principal parece haber sido
reservado para los hombres. Al lado del edificio hay un atrio.
60. Sus discípulos. Los vers. 66-77 muestran claramente que éstos no eran principalmente los doce, sino otros de entre las grandes multitudes que habían estado siguiendo a Jesús. A partir de su chasco, en ocasión de la alimentación de los 5.000, cuando Jesús rehusó que lo hicieran rey, esa gente lo había criticado cada vez más.
Lo habían seguido a Capernaúm
con la esperanza de continuar recibiendo alimento milagrosamente proporcionado,
pero cuando Jesús reprochó a la gente por esto y declaró que más bien debían
esperar alimento espiritual y debían participar de Jesús, la crítica de la
gente se transformó en un claro rechazo.
La puede oír. El verbo griego que aquí se emplea, akóuÇ, puede
significar "escuchar a" u "obedecer" (en una forma muy
parecida a la del Heb. shama'; ver com. Mat. 7:24). El pronombre también puede
traducirse como "la", con referencia a la declaración que Jesús
acababa de hacer o como "lo" que se referiría a Jesús mismo. Por eso
la pregunta que los discípulos hicieron con disgusto, podría entenderse como:
¿Quién puede oírlo a él (u oír lo que dice)? ¿Quién puede obedecerle (u
obedecer lo que dice)? Rehusando
comprender la verdad espiritual de las palabras de Jesús, e insistiendo sólo en
su significado literal, protestaron por la completa imposibilidad de comer la
carne de Jesús o beber su sangre. Para sus mentes mal dispuestas, las palabras
de Jesús eran, ciertamente, "dura... palabra".
61. Sabiendo Jesús en sí mismo. Cf. cap. 2:25.
Discípulos murmuraban. Hasta este momento sólo se había
dicho que los judíos habían murmurado contra Jesús (vers. 41). Ahora, los que
habían sido abiertamente sus seguidores, se apartaron de él y se unieron a sus
compatriotas que se habían opuesto a Jesús. Parece que hubo tres grupos en la
sinagoga durante este discurso: los doce, que habían cruzado el lago durante la
tormenta; los seguidores de Jesús, que habían cruzado a Capernaúm al día
siguiente; y aquellos de quienes Juan había como "los judíos", que,
evidentemente, en su mayor parte criticaron a Jesús desde el comienzo.
Ofende. Gr. skandalízÇ (ver com. Mat. 5:29).
62. ¿Pues qué, si? Jesús presenta su pregunta sin
una conclusión. Podría entenderse como que significa que si veían al Hijo del
Hombre ascender al cielo, entonces, en su obstinación, se iban a ofender aún
más. O podría entenderse que implicaba que si lo veían ascender, eso les iba a
ser una prueba de que ciertamente había venido del cielo e iban a comprender el
verdadero significado espiritual de sus palabras. El hecho de que,
evidentemente, Jesús no presentó la conclusión de su pregunta, es significativo
en sí mismo, pues cualquiera de esas conclusiones podría haber sido
correcta. Habría dependido del corazón
del hombre que hubiera visto su ascensión.
Adonde estaba primero. Cf. cap. 3:13.
63. El que da vida. Jesús había estado exhortando a
sus oyentes para que participaran del alimento celestial que les daría vida. Ahora
destacó aún más claramente que un alimento tal es espiritual. Sus oyentes no
habían comprendido hasta entonces este hecho.
Carne. Esta no es la carne a la que se hace referencia en
los vers. 51-56. Allí se presentan juntas la carne y la sangre de Cristo al
hablarle del alimento espiritual que reciben los que son participantes de la
vida de su Señor. Aquí la palabra "carne" se usa en un contexto
diferente; se la hace contrastar con "espíritu y así, claramente se
refiere a las cosas materiales de esta vida, en particular al alimento material
que no puede nutrir la vida eterna y espiritual.
He hablado. Es una referencia directa a las palabras de este
discurso. Las palabras que Jesús acababa de hablar y que seguramente todavía
estaba hablando.
Son espíritu. Las verdades que Cristo enunció atañen a cosas
espirituales, y recibirlas por fe en el corazón es recibir vida espiritual (ver
com. cap. 3:16; cf. cap. 17:3).
64. Que no creen. Nuevamente
Jesús hace resaltar la importancia de creer, o sea, de la fe. Sus palabras eran
espíritu y vida sólo para los que creían. Ver com. vers. 29, 40.
Sabía desde el principio. Cf.
cap. 2:25.
Quién le había de entregar. Indudablemente,
la afirmación: "Hay algunos de vosotros que no creen", incluía tanto
a Judas como a los judíos descreídos. La dificultad de Judas estribaba en que
rehusaba aceptar la verdad de que el reino de Jesús había de ser espiritual. En
cambio, él esperaba un reino material y terrenal, en el que ansiaba ocupar un
lugar prominente (DTG 665-669). Si hubiese aceptado las palabras de Cristo en
esta ocasión, se hubiera corregido su error en un concepto básico.
65. Si no le fuere dado. "Si no se le concede"
(BJ). Este versículo es una secuela lógica de la afirmación de Jesús: "Hay
algunos de vosotros que no creen" (ver com. vers. 64). Estas palabras
debieran haber tenido un significado especial para Judas (ver com. vers. 64). Pero
éste, en su orgullo y confianza propia, estaba tratando de manejar los
acontecimientos de tal manera que Jesús fuera proclamado rey de los judíos (ver
com. vers. 15). Con su propia habilidad, estaba tratando de que se constituyera
el reino venidero, tal como él lo concebía. Pero en todo to no reconocía que el
hombre no es el autor del plan de salvación y no puede salvarse a sí mismo; y
que aunque el hombre puede cooperar con Dios para apresurar el triunfo de la
causa divina en el mundo, la dádiva de la salvación y la venida del reino son obra
de Dios (ver com. vers. 27,39).
66. Volvieron Atrás. Esto señala el momento decisivo de la obra de Jesús
en Galilea, y, ciertamente, de todo su ministerio. Hasta entonces, había sido ampliamente
aceptado como un maestro y profeta popular. Ahora, muchos de sus seguidores lo
abandonaron y desde ese momento en adelante estuvo más y más en la sombra de la
cruz.
67. Los doce. Esta es la única vez en que Juan se refiere a los
doce discípulos como a "los doce", y lo hace así sin indicar
previamente cómo eligió Jesús a ese grupo. Así también presenta a Pilato (cap.
18:29) y a María Magdalena (cap. 19:25) en su relato, sin explicar quiénes
eran. Esto parece indicar muy claramente que Juan -escribiendo varias décadas
después de que los otros Evangelios estaban en circulación- se daba cuenta de
que, mediante los Evangelios sinópticos y otros informes, los que leían su
relato ya estarían familiarizados con los principales personajes implicados en
la vida de Jesús. Teniendo en cuenta este hecho, es más fácil comprender por
qué en el cuarto Evangelio no se procura presentar el relato sistemático que se
encuentra en los sinópticos, sino más bien una interpretación teológico de
ciertos acontecimientos significativos del ministerio de Cristo.
¿Queréis acaso iros también? La construcción de esta pregunta
en griego implica una respuesta negativa, de modo que la fuerza
de la sentencia es: "Vosotros no queréis iros también, ¿no es
cierto?" Como Juan acababa de declarar, Jesús sabía quiénes de sus
seguidores le eran leales y quiénes no (vers. 64). Por ende, esta pregunta no fue formulada para
la información de Jesús sino más bien para probar a los doce en cuanto a los
motivos que tenían para seguirlo.
68. ¿A quién iremos? Contrástense estas palabras con
la afirmación de Pedro en otra ocasión, Luc. 5:8.
Palabras de vida eterna. Aunque, sin duda, Pedro no
comprendía todavía plenamente la naturaleza espiritual del reino de Cristo, sin
embargo su declaración aquí muestra que había comenzado a percibir que las
palabras que Jesús había hablado eran ciertamente la clave para la vida eterna
espiritual.
Un antiguo comentario judío
describe las palabras que Dios habló desde el Sinaí como "palabras de
vida" (Midrash Rabbah, com. Exo. 20:2). El hecho de que Pedro usara aquí
un término similar para referirse a lo que Jesús acababa de decir, junto con su
reconocimiento de Jesús como el Mesías inmediatamente después, revela que
comprendía el origen divino de las palabras de Jesús.
69. Conocemos. "Sabemos" (BJ). El verbo griego puede traducirse "hemos
descubierto", lo que implica que ya habían aprendido la verdad, y todavía
creían que era verdad, a pesar de los muchos que ahora rechazaban a Jesús. Pedro,
hablando en nombre de los doce, declaró que no sólo tenían fe en que Jesús era
el Mesías, sino que también, debido a los milagros que habían visto y las
palabras que habían oído, ahora podían decir que sabían que él era el Hijo de
Dios. Los judíos descreídos habían visto los mismos milagros y habían oído las
mismas palabras. Pero les faltaba fe, y, como resultado, se habían ido sin creer.
Los discípulos, aceptando las palabras y las obras de Jesús por fe, habían
llegado a la conclusión opuesta, y ahora estaban convencidos de que Jesús era
el Mesías. En los asuntos del espíritu, la fe precede al conocimiento.
Que tú eres el Cristo. La evidencia textual tiende a
confirmar (cf. p. 147) el texto "que tú eres el Santo de Dios". Sin
embargo, el texto de Tertuliano dice simplemente "el Cristo",
mientras que en otros dice: "el Cristo, el Santo de Dios", "el
Hijo de Dios" y "el Cristo el Hijo de Dios".
El título "el Santo"
aparece repetidas veces en la literatura judía escrita en el período
intertestamentario como un título para Dios (ver Eclesiástico 4:14; 23:9;
43:10; Baruc 4:22, 37; 5:5). Probablemente, en este sentido era familiar para
los discípulos, y por eso el empleo que Pedro hace de ese título para Jesús,
aquí parecería constituir un reconocimiento de su divinidad.
70. Les respondió. Juan reconoce que Pedro habla en
nombre de los doce.
Diablo. Es decir, inspirado por el diablo (cf. cap. 13: 2).
Las palabras de Jesús podrían ser comparadas con su afirmación similar dirigida
a Pedro en otra ocasión (Mar. 8:33). Aquí Jesús reconoció que, aunque Pedro se
consideraba como el portavoz de los doce, Judas no compartía la consagración de
Pedro (ver com. vers. 64-65).
71. Judas Iscariote. Ver com. Mar. 3:19. La evidencia textual se inclina
(cf. p. 147) por la variante "Judas, hijo de Simón Iscariote" (BJ). Como
es probable, si el nombre Iscariote se refiere al lugar del origen de Judas,
razonablemente ése sería su apellido y el de su padre.
Le iba a entregar. El texto griego en ninguna manera
indica que Judas estaba inevitablemente predestinado a entregar (o traicionar)
a Jesús. Juan escribió su Evangelio
muchos años después. Retrocede
mentalmente, mira el futuro, y, desde su punto de vista, cuando escribe,
exclama: "Pues éste, ¡uno de los doce!, iba a traicionar a Jesús".
(5CBA).
COMENTARIOS DE EGW
1-13. DTG 332-339. "DADLES VOSOTROS DE COMER"
https://elaguila3008.blogspot.com/2009/11/dtg-capitulo-39-dadles-vosotros-de.html
14-21 DTG 340-346. "UNA NOCHE SOBRE EL LAGO"
https://elaguila3008.blogspot.com/2009/11/dtg-capitulo-40-una-noche-sobre-el-lago.html
22-71 DTG 347-359. "LA
CRISIS EN GALILEA"
https://elaguila3008.blogspot.com/2009/11/dtg-capitulo-41-la-crisis-en-galilea.html
Ministerio Hno. Pio
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