Juan 9. El Medico Divino. Vers. (1-12) Jesús devuelve la vista a un hombre que nació ciego, (13-34) y este es llevado ante los fariseos, quienes se ofenden por este milagro y expulsan al hombre de la sinagoga; (35-38) pero Jesús lo acoge, y el hombre lo acepta. (39-41) A quienes ilumina Jesús.
1 AL PASAR Jesús, vio a un hombre ciego de nacimiento. 2 Y le preguntaron sus discípulos, diciendo: Rabí, ¿quién pecó, éste o sus padres, para que haya nacido ciego? 3 Respondió Jesús: No es que pecó éste, ni sus padres, sino para que las obras de Dios se manifiesten en él.
4 Me es necesario hacer las obras del que me envió, entre tanto que el día dura; la noche viene, cuando nadie puede trabajar. 5 Entre tanto que estoy en el mundo, luz soy del mundo. 6 Dicho esto, escupió en tierra, e hizo lodo con la saliva, y untó con el lodo los ojos del ciego, 7 y le dijo: Ve a lavarte en el estanque de Siloé (que traducido es, Enviado). Fue entonces, y se lavó, y regresó viendo.
8 Entonces los vecinos, y los que antes le habían visto que era ciego, decían: ¿No es éste el que se sentaba y mendigaba?
9 Unos decían: Él es; y otros: A él se parece. Él decía: Yo soy. 10 Y le dijeron: ¿Cómo te fueron abiertos los ojos?
11 Respondió él y dijo: Aquel hombre que se llama Jesús hizo lodo, me untó los Ojos, y me dijo: Ve al Siloé, y lávate; y fui, y me lavé, y recibí la vista. 12 Entonces le dijeron: ¿Dónde está él? Él dijo: No sé.
13 Llevaron ante los fariseos al que había sido ciego. 14 Y era día de reposo* cuando Jesús había hecho el lodo, y le había abierto los ojos. 15 Volvieron, pues, a preguntarle también los fariseos cómo había recibido la vista. Él les dijo: Me puso lodo sobre los ojos, y me lavé, y veo. 16 Entonces algunos de los fariseos decían: Ese hombre no procede de Dios, porque no guarda el día de reposo. Otros decían: ¿Cómo puede un hombre pecador hacer estas señales? Y había disensión entre ellos. 17 Entonces volvieron a decirle al ciego: ¿Qué dices tú del que te abrió los ojos? Y él dijo: Que es profeta.
18 Pero los judíos no creían que él había sido ciego, y que había recibido la vista, hasta que llamaron a los padres del que había recibido la vista, 19 y les preguntaron, diciendo: ¿Es éste vuestro hijo, el que vosotros decís que nació ciego? ¿Cómo, pues, ve ahora?
20 Sus padres respondieron y les dijeron: Sabemos que éste es nuestro hijo, y que nació ciego; 21 pero cómo vea ahora, no lo sabemos; o quién le haya abierto los ojos, nosotros tampoco lo sabemos; edad tiene, preguntadle a él; él hablará por sí mismo. 22 Esto dijeron sus padres, porque tenían miedo de los judíos, por cuanto los judíos ya habían acordado que si alguno confesase que Jesús era el Mesías, fuera expulsado de la sinagoga. 23 Por eso dijeron sus padres: Edad tiene, preguntadle a él.
24 Entonces volvieron a llamar al hombre que había sido ciego, y le dijeron: Da gloria a Dios; nosotros sabemos que ese hombre es pecador. 25 Entonces él respondió y dijo: Si es pecador, no lo sé; una cosa sé, que habiendo yo sido ciego, ahora veo.
26 Le volvieron a decir: ¿Qué te hizo? ¿Cómo te abrió los ojos? 27 Él les respondió: Ya os lo he dicho, y no habéis querido oír; ¿por qué lo queréis oír otra vez? ¿Queréis también vosotros haceros sus discípulos? 28 Y le injuriaron, y dijeron: Tú eres su discípulo; pero nosotros, discípulos de Moisés somos. 29 Nosotros sabemos que Dios ha hablado a Moisés; pero respecto a ése, no sabemos de dónde sea.
30 Respondió el hombre, y les dijo: Pues esto es lo maravilloso, que vosotros no sepáis de dónde sea, y a mí me abrió los ojos. 31 Y sabemos que Dios no oye a los pecadores; pero si alguno es temeroso de Dios, y hace su voluntad, a ése oye. 32 Desde el principio no se ha oído decir que alguno abriese los ojos a uno que nació ciego. 33 Si éste no viniera de Dios, nada podría hacer. 34 Respondieron y le dijeron: Tú naciste del todo en pecado, ¿y nos enseñas a nosotros? Y le expulsaron.
35 Oyó Jesús que le habían expulsado; y hallándole, le dijo: ¿Crees tú en el Hijo de Dios? 36 Respondió él y dijo: ¿Quién es, Señor, para que crea en él? 37 Le dijo Jesús: Pues le has visto, y el que habla contigo, él es. 38 Y él dijo: Creo, Señor; y le adoró.
39 Dijo Jesús: Para juicio he venido yo a este mundo; para que los que no ven, vean, y los que ven, sean cegados. 40 Entonces algunos de los fariseos que estaban con él, al oír esto, le dijeron: ¿Acaso nosotros somos también ciegos? 41 Jesús les respondió: Si fuerais ciegos, no tendríais pecado; mas ahora, porque decís: Vemos, vuestro pecado permanece. (Juan 9).
EVANGELIO SEGÚN SAN MATEO 1-28.
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EVANGELIO SEGÚN SAN MARCOS 1-16
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EVANGELIO SEGÚN SAN LUCAS 1-24
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1. Al pasar Jesús. [El ciego de nacimiento, Juan
9:1-41.
LA NATURALEZA Y EL PROPÓSITO DE LOS MILAGROS.
LOS ESCRITORES DE LOS EVANGELIOS SE
REFIEREN A LOS MILAGROS DE NUESTRO SEÑOR EN VARIOS TÉRMINOS. Los más comunes
son dúnamis, "poder", y s'meíon, "señal". El primero se usa
cuando se desea caracterizar el milagro como una manifestación del poder
divino; el segundo, como una confirmación visible de la autoridad divina de
Jesús. Cuando el escritor desea destacar la reacción de la gente,
usa téras, "maravilla", thaumásion, "cosa admirable",
éndoxon, "cosa gloriosa", o parádoxon, "cosa
extraña". Téras era la palabra común para una "maravilla"
hecha por un mago, y por eso los escritores del Nuevo Testamento siempre la
acompañan con una de las palabras que indican un milagro genuino como un acto
de Dios. Jesús comúnmente hablaba de sus milagros como érga, "obras".
HE AQUÍ DOS DEFINICIONES DE MILAGRO: "Acto del
poder divino, superior al orden natural y a las fuerzas
humanas. Cualquier suceso o cosa rara, extraordinaria y
maravillosa" (Diccionario de la Real Academia). "En sentido estricto,
intervención extraordinaria de la Providencia en el orden natural de las cosas,
y puede definirse: suceso ocurrido fuera del orden y de las leyes naturales
(supra, contra o praeter naturam) cuya causa excede el poder de toda naturaleza
creada" (Martín Alonso, Enciclopedia del idioma).
LA PALABRA MILAGRO DERIVA DEL LATÍN
MIRACULUM: "un objeto de admiración", "cosa maravillosa",
"cosa extraña", "cosa admirable", "algo
asombroso"; de mirari: "maravillarse".
POR LO TANTO, NUESTRA PALABRA
"MILAGRO" designa específicamente cualquier suceso que resulta inexplicable
debido a las limitaciones del conocimiento humano y a nuestra comprensión. No
hay milagros para Dios, pues su conocimiento y su comprensión son infinitos. La
apariencia milagrosa de ciertos fenómenos naturales no radica tanto en los
hechos mismos como en el efecto que producen en la mente de los seres limitados
que los contemplan. El suceso es objetivo, pero su apariencia milagrosa es
subjetiva.
A MEDIDA QUE AUMENTAN EL CONOCIMIENTO
Y LA COMPRENSIÓN DE LOS HOMBRES, algunos sucesos que antes parecían
milagrosos pueden dejar de serlo. Por ejemplo, cuando se inventó la imprenta,
se la consideró como algo milagroso y se la atribuyó al diablo. Los hombres de
ese tiempo y con esos conceptos, ¿Qué habrían pensado de la
televisión? Sin embargo, los milagros de nuestro Señor significaron la acción
de un poder completamente desconocido para el hombre y produjeron resultados
que aún hoy día no se pueden explicar dependiendo del conocimiento humano.
A PESAR DE TODO, LO QUE PARECE SER
UNA VIOLACIÓN DE UNA LEY DE LA NATURALEZA, tal como la comprendemos, podría
ser sencillamente la acción de una ley de naturaleza superior y desconocida que
modifica o contrarresta una ley inferior y conocida. Por ejemplo, la gravedad
atrae todas las cosas hacia la tierra; pero una ley superior de la naturaleza
contrarresta la ley de la gravedad cuando un ser viviente levanta esas mismas
cosas, cuando el sol eleva hacia la atmósfera toneladas de agua para formar las
nubes, o cuando la acción de la capilaridad hace subir la savia desde las
raíces de un abeto gigantesco (como las sequoais de California) hasta sus ramas
más altas. O cuando una ley puede ser modificada por otra, como en el caso de
las fuerzas centrífuga y centrípeta, que se equilibran para mantener un planeta
en su órbita. Las fuerzas de la naturaleza actúan de acuerdo con la expresa
voluntad de Dios, y por esto es difícil pensar o demostrar que los milagros
sean una violación de la ley natural. Sería más correcto considerarlos como
variaciones de la acción de una ley natural tal como la conocen y entienden los
hombres. Dios nunca procede en contra de sí mismo. 199
UN MILAGRO DE CURACIÓN NO ES MAYOR
QUE EL MILAGRO DE UNA VIDA TRANSFORMADA. En realidad, una vida tal es el
mayor de todos los milagros. Y Dios sencillamente actúa en cada uno de ellos en
forma que no podemos comprender plenamente, para nuestro bien en esta vida y en
la venidera. Hay una ley espiritual que determina que "la paga del pecado
es muerte"; pero hay otra ley superior que enseña que "la dádiva de
Dios es vida eterna" (Rom. 6:23; 7:21 a 8:4). Ver DTG 373-374.
PARA PODER COMPRENDER EL PROPÓSITO por el cual
se produjeron los milagros de Jesús y las condiciones bajo las cuales pudieron
ser hechos, es necesario verlos en su verdadera perspectiva, tal como se
relacionan con el ministerio de Jesús en la tierra.
¿POR QUE JESÚS HIZO MILAGROS? Cada milagro
de nuestro Señor tuvo un propósito definido. Nunca ejerció su poder divino para
satisfacer la curiosidad ociosa o para demostrar que tenía la facultad de
proceder así (DTG 678), o para beneficiarse a sí mismo (DTG 677). "Sus
obras admirables fueron todas hechas para beneficio de otros"
(DTG 95; cf. 373), y contribuyeron material y espiritualmente al
bienestar de ellos.
De esa manera procuraba que los
hombres estuvieran seguros del amor, la simpatía y la protección de su Padre
celestial.
La evidencia de la obra de Cristo en
favor de los hombres, demostrada en formas extraordinarias los guiaría a una
mejor comprensión y a un aprecio más profundo de la forma en que él suple las
necesidades de ellos día tras día en los sucesos más comunes de la vida (DTG
334-335).
LOS MILAGROS DE NUESTRO SEÑOR TAMBIÉN
ILUSTRABAN VERDADES ESPIRITUALES. El paralítico de Capernaúm primero
fue curado de su parálisis espiritual (Mat. 2: 9-11). El ciego de Siloé
disfrutó de la restauración de su vista natural y de la espiritual (Juan 9:5-7,
35-38). El pan que se dio a los 5.000 tenía el propósito de conducirlos al
Pan de vida que descendió del cielo (Juan 6:26-35).
La resurrección de Lázaro demostró el
poder de Cristo para impartir vida a todos los que creen en él (Juan 11:23-26;
cf. 5:26-29) y su poder para infundir nueva vida en los que están
espiritualmente muertos. "Cada milagro era de un carácter destinado a
conducir a la gente al árbol de la vida, cuyas hojas son para la sanidad de las
naciones" (DTG 334).
LOS MILAGROS DE NUESTRO SEÑOR TESTIFICABAN,
POR SOBRE TODO, De Su Misión Divina Como El Salvador De La
Humanidad y daban validez a la verdad de su mensaje. Jesús se refirió una
y otra vez a sus obras asombrosas como una evidencia de su autoridad divina y
de su mesianismo (Mt. 11:20-23; Jn. 5:36; 10:25, 32, 37-38; 14:10-11); y por
eso los de sincero corazón reconocían la divinidad que obraba en Cristo y
mediante él (Mat. 13:54; Luc. 9:43; 19:37; 24:19; Juan 3:2; 6:14; 9:16, 33).
LOS MILAGROS DE CRISTO NO SÓLO
CONTRIBUYERON EN UNA FORMA GENERAL para la comprensión de esos
propósitos, sino que cada uno -por lo menos los registrados en los Evangelios-
parece haber sido significativo en sí mismo y por sí mismo (ver com. Luc.
2:49). Por eso, un estudio de los milagros de nuestro Señor debiera
incluir una investigación de sus resultados, y, por lo tanto, del propósito que
los produjo y qué indujo a los evangelistas a registrarlos (ver la columna
"Propósito Y [o] resultado(s)", pp. 200-203).
¿EN QUÉ CIRCUNSTANCIAS HIZO JESÚS
MILAGROS? "Cristo no realizó nunca un milagro que no fuese para suplir
una necesidad verdadera" (DTG 334). Dios no recibe honra cuando se acude a
él para que haga lo que los hombres pueden hacer por sí mismos. El propósito
final de un milagro sólo se puede comprender cuando los hombres reconocen que
sus necesidades superan a su sabiduría. No hay duda de que primero debe haber
un profundo sentido de necesidad. Luego debe creerse que Dios puede
proporcionar la ayuda que se necesita tan desesperadamente y que él la proporcionará,
También debe existir un ferviente deseo y un intenso anhelo de que Dios 200
supla esa necesidad. Debe haber una disposición del corazón y de la mente
de avanzar por fe, en armonía con todo lo que Dios pueda pedir. Finalmente
tiene que sentirse la disposición de ordenar la vida desde ese momento en
armonía con los principios del reino de los cielos y de dar testimonio del amor
de Dios y de su poder.
Respecto al marco cronológico de este suceso, ver com. Mat. 19:1. El milagro de curación acaeció en un día sábado (Juan 9:14), quizá el sábado después de la fiesta de los tabernáculos, con la cual se relacionan los sucesos de los cap. 7 y 8 (ver com. cap. 7: 2; 8:2). Sin embargo, es posible que hubieran pasado varios meses entre el sermón del cap. 8 y el milagro. De ser así, este hecho tuvo lugar durante la visita de Jesús a Jerusalén, con motivo de la dedicación, unos pocos meses más tarde (ver com. cap. 10:22).
Ciego de nacimiento. En el Cercano Oriente, la ceguera
todavía es común, y se debe a diversas causas, especialmente a la tracoma.
Entre los milagros mencionados en los Evangelios, éste es el único del que se
destaca que el mal había existido de nacimiento.
2. ¿Quién pecó? Los judíos enseñaban que los
sufrimientos de esta vida eran castigos divinos por los pecados. De acuerdo con
el Talmud: "No hay muerte sin pecado, y no hay sufrimiento sin
iniquidad" (Shabbath 55a).
"Un enfermo no sana de su
enfermedad hasta que no le hayan sido perdonados todos sus pecados"
(Nedarim 41 a).
Los rabinos también enseñaban que
Dios se encargaba de que el pecado fuera castigado de acuerdo con la regla:
medida por medida. De esta regla se dan
varios ejemplos en la Mishnah: "En la medida con que un hombre mide, él es
medido a su vez".
"Sansón fue en pos [del
deseo] de sus Ojos; por lo tanto, los filisteos le sacaron los Ojos . . .
Absalón se gloriaba de su cabello; por eso fue colgado de su cabello. Y debido a que cohabitó con las diez concubinas
de su padre, fue atravesado con diez lanzas . . . Y debido a que robó tres
corazones, el corazón de su padre, el corazón del tribunal de justicia y el
corazón de Israel . . . por lo tanto tres dardos lo traspasaron" (Sotah 1.
7-8).
Los judíos sostenían que cada
pecado acarreaba su castigo peculiar y creían que era posible determinar -por
lo menos en ciertos casos- la culpa de un hombre por la naturaleza de su
sufrimiento.
*Después de la destrucción del
templo y el fin del sanedrín, y cuando concluyó la matanza de judíos, el rabí
José enseñaba que Dios castigaba con calamidades naturales a los que merecían
la muerte. "El que hubiera sido sentenciado a apedreamiento, o bien se cae
del tejado, o una bestia salvaje lo pisotea. El que hubiera sido sentenciado a
la hoguera, o bien cae en el fuego, o es víctima de una serpiente. El que
hubiera sido sentenciado a la decapitación, es entregado a las autoridades, o
lo asaltan los ladrones. El que hubiera sido sentenciado a estrangulamiento, o se
ahoga en un río, o muere asfixiado" (Talmud Kethuboth 30a, 30b).
Aunque estas declaraciones son de
una fecha posterior a los días de Jesús, reflejan, sin duda, el pensamiento de
los judíos en su tiempo. Esto es evidente por la pregunta de los discípulos en
esta ocasión; también por la pregunta de Jesús sobre este tema en Luc. 13:2,4.
Debiera tenerse en cuenta que,
aunque esto representa la opinión de una mayoría abrumadora, los judíos
aceptaban la existencia de lo que llamaban "el castigo de amor". Creían
que, en ese caso, Dios enviaba el castigo para probar y purificar. Sostenían
que tales castigos nunca interferían con el estudio de la Torah o con la
oración.
El que voluntariamente se sometía a esos castigos, sería ricamente recompensado.
Sin embargo, consideraban que
esos castigos de amor eran excepciones a la regla general: donde hay
sufrimiento, también hay culpabilidad.
¿PECÓ, ÉSTE? Si este hombre estaba ciego como resultado de sus
propios pecados, entonces debía haber pecado antes de que naciera, puesto que
su ceguera era de nacimiento.
Hay unos pocos indicios en la
literatura rabínica que muestran que los judíos consideraban que a lo menos
había la posibilidad de que un niño pecara antes de nacer. Por ejemplo, el
Midrash Rabbah com. Gén. 25:22 sostiene que Esaú cometió pecado tanto antes de
nacer como en el momento de nacer.
Sin embargo, la opinión
predominante entre los judíos era que un niño no podía ser culpado de mala
conducta antes de su nacimiento. El Midrash Rabbah, com. Lev. 22:27, narra el
relato de una madre que llevó a su hijo ante el juez debido a alguna falta. Al
observar que el juez condenaba a otros a ser azotados, comenzó a temer que, si
denunciaba la falta de su hijo, el juez lo mataría. Cuando le llegó su turno,
no dijo nada de la falta, sino sencillamente acusó a su hijo de que antes de
que naciera le había dado puntapiés [como un animal díscolo]. El juez preguntó:
¿Ha cometido algo más? Ella contestó que no. Entonces él dijo: Esa no es
ninguna falta. La respuesta del juez refleja la enseñanza generalizada entre
los judíos acerca de un supuesto pecado prenatal cometido por un niño.
Sin duda, los discípulos habían
oído los sutilísimos argumentos de los rabinos en cuanto a esta difícil
cuestión, y estaban ansiosos de oír lo que Jesús tenía que decir respecto al
asunto.
SUS PADRES. Esta parte de la pregunta de los discípulos tenía por lo menos cierta base bíblica, pues la ley declara que el Señor castiga "la maldad de los padres sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación de los que" aborrecen a Dios (Exo. 20:5).
Frecuentemente, los hijos sufren las consecuencias de las iniquidades de sus padres, pero no son castigados por las culpas de sus padres.
(Veamos el com. Eze. 18:1-2; cf. PP 313).
¿Qué
pensáis vosotros, los que usáis este refrán sobre la tierra de Israel, que
dice: Los padres comieron las uvas agrias, y los dientes de los hijos, tienen
la dentera?
"Es inevitable que los hijos sufran las consecuencias de la maldad de sus padres, pero no son castigados por las culpas de sus padres, a no ser que participen de los pecados de éstos" (PP 313).
El pecado degradó y depravó la naturaleza de Adán y
Eva. Era imposible que los padres de la raza humana transmitieran a su posteridad
lo que ellos mismos no poseían “No poseían ya la inmortalidad, pero si nos
trasmitieron la mayor de las maldiciones, La Muerte y la naturaleza caída” (ver
CS 588).
"Por lo
tanto nosotros, como descendientes de ellos, sufrimos el resultado de la
transgresión de nuestros antepasados, pero no porque se nos impute
arbitrariamente su culpa. Si esto fuera así, podría acusarse a Dios de ser
injusto.
si
ocurre que los padres sólo transmiten lo que tienen, se elimina esa acusación
si se considera que la única alternativa habría sido aniquilar a la familia
humana en el momento del primer pecado.
La
puesta en marcha del plan de salvación implicaba la necesidad de perpetuar la
vida de nuestros primeros padres, aunque eso permitiera la operación de la ley
de la herencia. Sin embargo, esta situación era justa pues había sido
instituido el plan de salvación, el cual haría que al fin quedaran eliminados
los apetitos pervertidos, la moral depravada, la enfermedad y la degeneración
del cuerpo, que se transmitieron como legado de padre a hijo.
Este
plan también prometía en esta vida la victoria sobre las tendencias al mal,
heredadas y cultivadas. El saludable resaltado final no sólo será la salvación
de multitudes sin número, sino también la eterna inmunidad contra futuras
transgresiones. Los compatriotas de Ezequiel no comprendieron esta verdad y
acusaron injustamente a Dios de infligir sobre ellos el castigo de pecados por
los cuales no tenían ninguna responsabilidad.
En Ezequiel 18. El profeta trata de explicar por medio del refrán popular de las uvas agrias, que los hijos no cargan con los errores de sus padres. Sino que cada uno, desde ese momento en adelante, tendrán que decidir entre vivir conforme la ley de Dios o no.
Pero es necesario precisar, que ellos estaban ahí como cautivos, y muchos habían muerto ante las dos invasiones de los babilonios en el 605, y 597 AC. Y el resto que son ellos, fueron traídos como cautivos. Todo sucedió como consecuencia de la herencia generacional. Lo que hicieron los reyes pasados como Salomón, …Manases... el que decidió la suerte de Judá.
El pueblo también participó de las maldades de esos reyes…por eso son castigados sus generaciones…porque Dios es justo. Tantas maldades hicieron estos reyes siglos antes de que se diera el cautiverio… que Dios no pudo evitarles la tragedia, a los que vivirían en el futuro. (2 Reyes 21; 23).
Al final de todo este capítulo se llega a la conclusión que tiene que ver con la obediencia o desobediencia a la ley de Dios. Causa de bendiciones o maldiciones. Como lo resumió Jesús, tomado del antiguo testamento. Amor a Dios y amor al prójimo.
*Éste tema es muy controversial. Cuándo Los Padres Heredan Maldiciones A Sus Hijos Y Cuándo No lo heredan.
El problema con algunos interpretes, es que siempre se van al otro lado. Pero raras veces mantienen el contraste… el a veces Sí y a veces No.
ES A VECES SÍ. Como lo expresa el segundo mandamiento. Donde la idolatría es un pecado, una maldición que Dios no perdona sino hasta después de 4 generaciones. (Ex. 20:4-6). Y además como el caso de Saúl y los de Gabaón. (2 Sam 21:1-9).
En el caso de Juan 9. Jesús dice que el joven había nacido ciego, para que los propósitos de Dios se cumplieran… cada pasaje y caso es único y es necesario tratarlo e interpretarlo de acuerdo al contexto.
Pero en el caso de éste capítulo es No.
¿Pero porque estaban en esa situación? Por su propia decisión.
Pero debemos entender las condiciones subyacentes de las maldiciones generacionales. A veces los castigos son personales o nacionales. (2 Reyes 21; 23).
Lo que se ve en este capítulo de Ezequiel 18. Se habla de castigos o bendiciones individuales, personales, por la decisión que tomen a la luz de la palabra de Dios a partir de ahora. Pero este capítulo no dice porque estaban cautivos en babilonia o porque los de Jerusalén vendrían pronto a engrosar la fila de los cautivos. Esos temas ya se han dicho hasta el cansancio en capítulos anteriores y por otros profetas… 4CBA/MHP
*Algunos de los rabinos enseñaban
que la epilepsia, cojera, mudez y sordera eran el resultado de la transgresión
de las más triviales reglas tradicionales (ver Talmud Pesahim 112b; Gittin 70a;
Nedarim 20a, 20b).
Habían recibido de Satanás su
filosofía errónea en cuanto al sufrimiento, pues el "autor del pecado y de
todos sus resultados, había inducido a los hombres a considerar la enfermedad y
la muerte como procedentes de Dios, como un castigo arbitrariamente infligido
por causa del pecado" (DTG 436). No habían captado la lección del libro de
Job que muestra que "el sufrimiento es infligido por Satanás, pero que
Dios predomina sobre él con fines de misericordia" (DTG 436; ver com. Sal.
38:3).
3. Ni sus padres. Una enseñanza tal iba directamente
en contra del concepto popular sostenido por los judíos (ver com. vers. 2).
Se manifiesten. Con frecuencia, esta declaración
ha sido entendida -o, más correctamente, mal entendida- como una enseñanza de
que un inocente niño había sido castigado con ceguera a fin de que 38 años más
tarde Dios pudiera revelar su grandioso poder. La traducción de la RVR (y
también de la BJ y la VM) tiende a apoyar esta observación. Sin embargo, la
preposición "para" (Gr. hína) con que comienza esta cláusula, aunque
con frecuencia expresa propósito, también muchas veces puede dar comienzo a una
oración consecutiva o a una que da la idea de resultado. Ejemplos de este
último uso son los siguientes: Luc. 9:45; Gál. 5:17; 1 Tes. 5:4; 1 Juan 1:9;
ver com. Mat. 1:22. Si hína en Juan 9:3
se interpreta como expresando un resultado, entonces parece eliminarse el
problema que presenta este pasaje, y el versículo podría ser parafraseado así:
"Ni este hombre pecó, ni sus padres; pero como resultado de su sufrimiento
las obras de Dios serán manifestadas en él". Jesús "no explicó la
causa de la aflicción del hombre, sino que les dijo [a los judíos] cuál sería
el resultado" (DTG 437). Para aquellos que le aman, Dios hace que todas
las cosas -incluso las aflicciones enviadas por el enemigo- les ayuden a bien
(Rom. 8:28). En la providencia de Dios, los castigos del enemigo son encauzados
para nuestro bien.
4. Me es necesario hacer las obras. La evidencia textual sugiere el texto "nos es necesario" (cf. p. 147), frase que hace resaltar la asociación de los discípulos con Jesús en sus labores. Que me envió. Frase frecuentemente repetida por Juan (cap. 4:34; 5:24; 6:38; etc.; ver com. cap. 3:17).
Entre tanto que el día dura. Es decir, el tiempo para trabajar
(Sal. 104:23). La frase sugiere urgencia. Una figura similar se encuentra en la
Mishnah, donde el rabí Tarfón, comentando en cuanto al tiempo diurno de la
vida, dice: "El día es corto, y la obra [a realizarse] es mucha; y los
obreros son indolentes, pero la recompensa es mucha, y el amo de la casa es
insistente" (Aboth 2. 15).
La noche viene. Para Jesús, la noche no estaba
lejos (cap. 7:33). Su breve "día" era el tiempo de su ministerio aquí
en la tierra; la llegada de su noche, el tiempo cuando se alejaría de este
mundo (cap. 9:5).
5. Entre tanto. Esto no significa que Jesús fue la luz del mundo sólo durante el tiempo de su permanencia histórica en la tierra, pues él todavía es la luz del mundo.
Se refería particularmente a su papel como la "luz" durante el tiempo cuando anduvo visiblemente entre los hombres. En el griego no hay artículo ante "luz" (tal como se ha traducido en la RVR), y tampoco figura el pronombre "yo", como en la declaración: "Yo soy la luz del mundo" (cap. 8:12).
En cuanto
al significado de la figura, ver com. cap. 1:45; cf. DTG 429-430).
6. Escupió en tierra. Los antiguos creían que la saliva
contenía virtudes curativas (ver, por ejemplo, Talmud Baba Bathra 126b). Sin
embargo, es difícil que Jesús haya usado la saliva por su supuesta propiedad
curativa. Es posible que lo haya hecho simplemente para robustecer la fe del
hombre. En otros dos milagros se menciona el uso de saliva (ver com. Mar. 7:33;
cf. cap. 8:23).
La preparación de lodo estaba sin duda comprendida dentro de las restricciones de las leyes rabínicas en cuanto al sábado (cap. 9:14; ver com. cap. 5:10, 16; 7:22-24). Específicamente se prohibía amasar (Mishnah Shabbath 7. 2).
Por ejemplo, se permitía que los
hombres echaran agua sobre afrecho para prepararlo como alimento para los
animales, pero no se les permitía "mezclarlo" (Mishnah Shabbath 24.
3; ver com. cap. 5:16; 9:16).
Untó . . . los ojos. Aquí también (ver com.
"escupió en tierra") Jesús transgredió la tradición rabínica que sólo
permitía ese tipo de untura cuando normalmente se realizaba en otros días. Se
prohibía cualquier untura o ungimiento desacostumbrado. Por ejemplo, los
antiguos usaban vinagre para aliviar el dolor de muelas. Una persona aquejada
de ese dolor no debía chupar vinagre por entre la dentadura durante el sábado,
pero podía tomar vinagre en la forma acostumbrada durante las comidas, y en esa
manera podía hallar alivio (Mishnah Shabbath 14. 4).
7. Siloé. Estanque de la parte meridional de Jerusalén (ver
com. Isa. 8:6; ver mapa frente a la p. 513; Josefo, Guerra v. 4: 1-2; 9:4).
Que traducido es, Enviado. Siloé es una transliteración, a través del griego, del Heb. Shilóaj, que proviene del verbo shalaj, "enviar". Era característico en Juan añadir el significado de los nombres propios hebreos para los lectores griegos (cap. 1:38,42).
La orden de
lavarse en el estanque no se debía a que hubiera algún poder curativo en el
agua misma, sino, sin duda, a que Jesús deseaba probar la fe del hombre. Cf. 2
Rey. 5:10.
8. Que era ciego. La evidencia textual (cf. p.147)
establece el texto "era mendigo" (BJ).
¿No es éste? La construcción del griego muestra que se esperaba
una respuesta positiva. Estaban seguros
de que era él.
Se sentaba y mendigaba. Es decir, "solía sentarse y
mendigar". Tenía esa costumbre. El Midrash cita varias fórmulas empleadas
por los mendigos cuando pedían una limosna: "'Benefíciate por mi
intermedio"' (Rabbah, com. Lev. 25:25). "'Dame limosnas"' (Id.
[131a]). En el Talmud se lee lo siguiente: "Amo, ella le dijo a él,
'aliméntame' " (Kethouboth 66b).
9. A él se parece. Sin duda, la apariencia del
hombre había cambiado mucho. Sus ojos abiertos le iluminaban ahora todo el
rostro. Se había despertado muchísima excitación acerca de su identidad, pero
el hombre mismo resolvió la cuestión afirmando: "Yo soy".
10. ¿Cómo? Una pregunta perfectamente natural. Evidentemente, los vecinos no pusieron en
duda la validez del milagro, como, en cambio, lo hicieron después los
dirigentes (vers. 18).
11. Que se llama Jesús. Sin duda, Jesús sólo se había
identificado por nombre. El ciego no sabía que era el Mesías (vers. 35-38). Nunca
había visto a Jesús, pues cuando fue a lavarse en el estanque de Siloé -en la
parte sur de Jerusalén- todavía era ciego.
12. ¿Dónde está él? Era natural el deseo de ver al
obrador del milagro. Cf. cap. 7:11.
13. Llevaron. Literalmente "están llevando" o
"llevan" (BJ). Juan narra el relato con dramática intensidad. No se
presenta la razón por la cual la gente llevó al hombre restaurado ante los
fariseos. Quizá el hecho de que la curación fuera una violación de las leyes
sabáticas tradicionales (ver com. vers. 6) llevó a la gente a la conclusión de
que el caso requería la atención de los fariseos.
14. Día de reposo. Puesto que el caso del ciego no
era una emergencia, es decir, su vida no estaba en peligro, la curación
efectuada por Jesús era una violación de la ley tradicional judía (ver com.
cap. 7:22-24). Esas leyes también prohibían hacer lodo y untar (o ungir) los
ojos (ver com. cap. 9:6).
Los judíos, los pretendidos paladines de la ley, tergiversaban completamente la intención y el propósito del sábado (ver com. Mar. 2:27-28). No se daban cuenta de que el día era santificado para el bien del hombre: física, mental y espiritualmente.
Su santificación nunca tuvo el propósito de impedir obras de necesidad y de misericordia que concuerdan con la energía creadora que conmemora el sábado (ver com. Gén. 2:1-3). Sanar al enfermo no era una violación de la ley divina del sábado. Al condenar a nuestro Señor por una violación tal, los judíos demostraban su ignorancia de una ley que debían observar.
15. También los fariseos. Esos dirigentes religiosos
averiguaron en cuanto a los hechos que rodeaban el caso. No negaron el milagro.
El hombre restaurado daba una respuesta breve e indudablemente cortés.
16. De Dios. Los fariseos concedían que el milagro era
verdadero, pero insinuaban que el poder por el cual fue obrado era del maligno
(ver com. Mat. 12:24).
No guarda el día de reposo. Se consideró que la curación era
pecaminosa porque se trataba de un caso crónico que no requería inmediata
atención. No estaba en peligro la vida (ver com. vers. 14). La preparación de
lodo y el untamiento de los ojos también fueron considerados como violaciones
de las leyes del sábado (ver com. vers. 6).
Otros decían. Entre los fariseos, había algunos de un espíritu y
una actitud mejores, tales como Nicodemo (cap. 3:1-21; 7:50-51) y José (ver
com. Mat. 27:57).
Pecador. Los judíos enseñaban que Dios obraba milagros sólo
para los que eran dignos. El Talmud registra el siguiente interesante debate:
"Dijo R. Papa a Abaye: ¿Cómo es que se efectuaban milagros para las
generaciones pasadas, y para nosotros no se realizan milagros?... Además,
cuando el rabí Judá se sacaba un zapato [en preparación para el ayuno], llovía,
al paso que nos atormentamos y clamamos a gritos, y no se nos toma en cuenta.
Le contestó: Las generaciones anteriores estaban listas para sacrificar la vida
por la santidad del nombre [de Dios]. Nosotros no sacrificamos nuestra vida por
la santidad del nombre [de Dios]" (Berakoth 20a). Cf. Luc. 7: 4.
17. ¿Qué dices tú? El énfasis recae en el
"tú". Los fariseos no se ponían de acuerdo, y esta pregunta puede
haber tenido el propósito de ocultar su división.
Del que te abrió. El pensamiento del texto griego
es el siguiente: "¿Y tú qué dices de él, ya que te ha abierto los
ojos?" (BJ).
Que es profeta. En griego (así como en la RVR) no
hay artículo delante del sustantivo "profeta". El hombre restaurado
no reconocía a Jesús como "el profeta", como lo había hecho la
multitud alimentada con panes y peces (ver com. cap. 6:14; cf. cap. 1:21); pero
reconocía a Jesús como más que un hombre común. Estaba convencido que el poder
que lo había sanado era de Dios, y que la persona en que obraba ese poder era
mensajera de Dios. Su testimonio contradecía el de los fariseos, que afirmaban:
"Ese hombre no procede de Dios" (cap. 9:16).
18. No creían. Hasta este momento, el milagro no había sido puesto
en duda. Pero los judíos afrontaban una aparente contradicción impuesta por las
circunstancias: ¿Cómo podía violar el sábado un hombre dotado de un poder de
curación tan extraordinario, que indudablemente provenía de Dios? Quizá el
milagro no era genuino. Andaban a tientas buscando una solución, y decidieron
preguntar a los padres.
19. ¿Es éste vuestro hijo? Aquí hay tres preguntas quizá
formuladas como para confundir a los padres: ¿Es éste vuestro hijo? ¿Decís que
nació ciego? ¿Cómo explicáis que ahora vea?
20. Nació ciego. Este era el punto que los judíos
esperaban que podría demostrarse que no era cierto. Su plan para invalidar el
milagro había fallado.
21. No lo sabemos. Esto no era cierto, o a lo menos
estaban eludiéndola verdad. Aparentemente, no estuvieron presentes en el
momento cuando fueron untados los ojos del ciego o cuando se lavó en el
estanque, por lo que no podían ser testigos oculares. Pero, junto con sus
vecinos, habían oído de la curación y conocían las circunstancias (vers. 22).
Edad tiene. Los judíos consideraban que la madurez comenzaba a partir de los 13 años y un día, en el caso de los muchachos, y un año antes en el caso de las niñas.
El que había sido ciego tenía más de 13 años, pero sólo
se puede conjeturar cuántos más tenía. En el vers. 1 se lo identifica
sencillamente como "un hombre" (Gr. ánthrÇpos), un miembro de la
familia humana.
22. Tenían miedo de los judíos. Esta observación prueba que los
padres conocían bien las circunstancias de la curación (ver com. vers. 21). El
temor de ser excomulgados los indujo a ocultar la verdad.
Era el Mesías. Muchos de los judíos (ver com. Juan 7:41) y aun de los gobernantes (cap.
7:50-51; ver com. cap. 9:16) estaban convencidos de que ciertamente era el Enviado
de Dios.
Fuera expulsado de la sinagoga. Esto, sin duda, se refiere a una
excomunión (o entredicho) por 30 días que aplicaban los judíos por ciertas
faltas, tales como el uso de lenguaje ofensivo contra los que estaban en
autoridad (ver Mishnah Eduyyoth 5. 6; Talmud Nedarim 50b; Moed, Katan 16a;
Kiddushin 70a. En cuanto al tema de la excomunión (o entredicho), ver Strack y
Bilierbeck, Commentar zum Neuen Testament, t. 4, pp. 293-333.
23. Edad tiene. Ver com. vers. 21.
24. Da gloria a Dios. De acuerdo con esta fórmula, se
requería que la persona implicada -dentro de sus circunstancias- procediera de
tal forma que honrara a Dios. El contexto indica la clase de proceder que se
esperaba. En el caso de Acán, la fórmula demandaba una confesión de culpabilidad
(Jos. 7:19). En este caso, el pedido implicaba que la conducta y la confesión
del hombre que había recibido la vista no habían honrado a Dios. Los judíos
procuraron conseguir la declaración de que no había sido Jesús, sino Dios quien
había curado al hombre.
Pecador. Es decir, porque de acuerdo con el parecer de ellos
había violado el sábado (ver com. vers. 14).
25. No lo sé. No estaba tan seguro como los judíos. Ellos
afirmaban "sabemos" (vers. 24); sin embargo, no habían dado pruebas
suficientes, ni habían resuelto el dilema de cómo un pecador podía realizar
milagros tales (vers. 16).
Una cosa sé. El que había sido sanado manifestó notable
sagacidad. Rehusó apelar a sutilezas en cuanto a si Jesús era pecador. Basó su
testimonio en una evidencia indiscutible.
26. ¿Qué te hizo? Evidentemente, este nuevo
interrogatorio tenía el propósito de confundir al que había sido ciego. Esperaban
hallar algún defecto o alguna contradicción en su testimonio.
27. No habéis querido oír. Es decir, no aceptáis mi testimonio.
Haceros sus discípulos. La construcción en griego muestra que se espera una respuesta negativa. "¿Acaso vosotros también queréis ser sus discípulos?"
El Espíritu Santo capacitó a ese ignorante para que hiciera esa valiente defensa (ver com. Mat. 10:19).
28. Discípulos de Moisés. Aunque no se trata de una designación común, esta expresión se halla en el Talmud con referencia a los eruditos fariseos (Yoma 4a).
Se hace resaltar el contraste entre los discípulos
de Jesús y los de Moisés. Un contraste similar se presenta en la Mishnah entre
los discípulos de Abrahán y los de Balaam, nombre que se atribuye a los
cristianos (Aboth 5. 19).
29. Dios ha hablado a Moisés. Esta cláusula aparece con
frecuencia en el AT. (Lev. 4:1; 6:1; 8:1; etc.; cf. Exo. 33:11; Heb. 1:1).
No sabemos. Entre la gente había quienes pretendían saber (cap.
7:27). Claramente Jesús informó a los judíos que él procedía de Dios (cap. 8:42),
pero decidieron no creer su testimonio.
30. Esto es lo maravilloso. Esos dirigentes religiosos
deberían haber conocido bien el origen y las pretensiones de un obrador de
milagros tan notable como Jesús. Había
estado en actividad entre ellos durante más de tres años. Se habían dado una
prueba tras otra para inspirar fe, pero los judíos rechazaban la evidencia de
sus sentidos. Eran ignorantes porque así lo querían, y merecían plenamente la
forma dramática en que quedaron desenmascarados en esta ocasión.
31. Dios no oye a los pecadores. Esta afirmación concordaba con la
opinión de por lo menos una parte de los fariseos (ver com. vers. 16). El
razonamiento del ex ciego era irrefutable. Como lo admitían algunos de los
fariseos, si Dios obra milagros sólo para los que son dignos, entonces debían
aceptar que el obrador de milagros provenía de Dios, especialmente en vista del
carácter desusado del milagro (vers. 32).
Por supuesto, la afirmación
"Dios no oye a los pecadores" se aplica al pecador voluntario o impenitente.
Pero Dios siempre oye la oración del arrepentido que suplica misericordia y perdón
(ver com. Luc. 18:13). Con frecuencia, también oye las oraciones de los que se
han apartado de la senda correcta; no abandona inmediatamente a los que se descarrían.
Con frecuencia, continúa bendiciéndolos como un incentivo para que vuelvan. Debido
a este hecho, lo inverso de esta declaración no siempre es verdad. El hecho de
que Dios responda a la oración de un hombre no necesariamente demuestra que
aprueba toda la conducta de ese hombre. El que recibe claras respuestas a sus
oraciones, no debiera regocijarse pensando que eso es una evidencia de rectitud
y de aceptación. Debiera escudriñar diligentemente su corazón para estar más
plenamente en armonía con el modelo divino. No debe interpretar la bendición de
Dios como una sanción de toda su conducta. Cualquier persistencia voluntaria en
un pecado conocido finalmente llevará a una separación irrevocable entre el
pecador y Dios (Apoc. 22:11).
Hace su voluntad. Cf. 1 Juan 3:22; CC 95.
32. Desde el principio. Literalmente "desde los
siglos". Expresión equivalente a "jamás" (BJ). Los registros
históricos no mostraban ningún ejemplo de un caso de ceguera congénita que se
hubiera curado.
33. Nada podría hacer. Algunos de los mismos fariseos habían suscitado esta cuestión (vers. 16). Nicodemo había confesado lo mismo (cap. 3:2). El hombre había logrado una victoria completa. Su lógica era irrefutable. Los fariseos quedaron frustrados.
No teniendo nada para responder a los argumentos del hombre,
recurrieron a los insultos.
34. Naciste del todo en pecado. Le enrostraron la calamidad que había sufrido desde su nacimiento como una demostración de algún pecado especial, quizá insinuando un pecado prenatal (ver com. vers. 2). Le expulsaron. Quizá en cumplimiento de la amenaza mencionada en el vers. 22 (ver allí el comentario).
35. Hallándole. El Buen Pastor (Juan 10:11; ver
com. Luc. 15:1-7) halla a la oveja perdida que los pastores de Israel habían
expulsado. Jesús nunca está lejos de los que están dispuestos a recibir la
influencia divina (Rom. 10:8-9).
Hijo de Dios. La evidencia textual tiende a confirmar el texto (cf. p. 147) "Hijo del Hombre". El reconocer a Jesús como "Hijo de Dios" era una confesión común de fe (Juan 1:49; 11:27; cf. Mat. 16:16; Juan 1:34; 20:31).
Concuerda con el testimonio que el hombre sanado había
presentado ante los fariseos (Juan 9:30-33). Sin embargo, Jesús usaba el título
"Hijo del Hombre" para referirse a sí mismo (ver com. Mat. 1:1; Mar.
2:10).
36. ¿Quién es? El que había sido curado no había visto a Jesús
antes. Cuando el Señor le ordenó que fuera a lavarse en el estanque de Siloé,
el hombre todavía era ciego. Habiendo sido ciego de nacimiento, nunca había
visto un rostro humano antes de ese día. ¡Cuán emocionado debe haberse sentido
al contemplar la faz de sus padres y sus allegados! Ahora, por primera vez,
contempla el amante rostro de Jesús. ¡Qué contraste con las ásperas caras de
los fariseos hipócritas! Sin duda, la voz identificó a Jesús con el que lo
había sanado.
Señor. Gr. kúrios, aquí quizá sencillamente en señal de respeto,
sin ningún sentido religioso.
Para que crea en él. Estaba dispuesto a creer en el
Mesías, y creía que ese hombre a quien había reconocido como profeta (vers. 17)
podía decirle quién era el Mesías.
37. Pues le has visto. Las palabras no se refieren a un
encuentro anterior sino a ese momento. Vio en Jesús a Aquel a quien los que
habían tenido el uso de la vista durante toda su vida eran incapaces de ver.
¡No hay peor ciego que el que no quiere ver! Comparar este proceder de los
judíos con lo registrado en el cap. 6:36.
38. Señor. Gr. kúrios, ahora quizá la palabra expresa
reverencia e implica el reconocimiento de la divinidad de Cristo (ver com.
vers. 36).
Le adoró. Como una secuela dramática del relato, el hombre
cuya vista física fue restaurada vio a Jesús, la verdadera luz del mundo. No
sólo se regocijó en la luz del cuerpo, sino que también vio con los ojos del
alma.
39. Juicio. Gr. kríma, no el acto de juzgar -que es krísis-
sino el resultado del juicio, en este caso, de zarandeo o separación. Este
versículo no es, pues, una contradicción del cap. 3:17 (cf. cap. 8:15). El
propósito final del primer advenimiento no fue juzgar al mundo, sino salvar al
mundo (cf. Luc. 19:10). Sin embargo, la venida de Cristo llevó luz hasta las
tinieblas de los corazones de los hombres, y al aceptar o rechazar los hombres
aquella luz, pronunciaban juicio sobre sí mismos. La luz misma no juzgaba a
nadie, pero eran juzgados por ella aquellos sobre los cuales brillaba. Este
efecto del ministerio de Cristo había sido predicho por Simeón (Luc. 2:34-35).
Los que no ven. Esto era cierto en dos sentidos. Cristo curaba a los físicamente ciegos (Mat. 11:5). También curaba a los ciegos espirituales. Ambos aspectos del ministerio de Cristo fueron demostrados en este milagro.
Sean cegados. Cf. Isa. 6:9-10; Mar. 4:11-12.
Cuando los hombres aman las tinieblas más que la luz (Juan 3:19), finalmente pierden su sentido de percepción espiritual (ver Mat. 6:23; 1 Juan 2:11).
40. ¿Nosotros somos también ciegos? La construcción
del griego anticipa una respuesta negativa. El énfasis está en
"nosotros". Seguramente nosotros, los líderes religiosos, ¡no somos
ciegos! No se trataba de una pregunta humilde, llena de ansiedad. Sin duda, los
fariseos vieron lo que estaba implicado en la afirmación del Señor, y sus
palabras fueron pronunciadas en son de mofa.
41. Si fuerais ciegos. Es decir, si no hubiera habido oportunidad
de recibir la luz. Dios juzga a los hombres por la luz que han recibido o que
podrían haber recibido si se hubiesen esforzado por recibirla. Ver com. cap.
15:22.
Vemos. El engreimiento que experimentaban por su
conocimiento hacía imposible que Dios les impartiera más conocimiento. Al
rechazar a Jesús, los judíos rechazaron el vehículo mediante el cual el cielo
procuraba impartirles luz. (5CBA).
COMENTARIOS DE EGW
1-41. DTG 436-441. "LA
LUZ DE LA VIDA"
https://elaguila3008.blogspot.com/2009/11/dtg-capitulo-51-la-luz-de-la-vida.html
Ministerio Hno. Pio
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