DESDE SUS MÁS TIERNOS AÑOS, el niño judío estaba rodeado por los requerimientos de los
rabinos. Había reglas rígidas para cada acto, aun para los más pequeños
detalles de la vida. Los maestros de la sinagoga instruían a la juventud en los
incontables reglamentos que los israelitas ortodoxos debían observar.
PERO JESÚS NO SE INTERESABA EN ESOS ASUNTOS. Desde la niñez, actuó independientemente de
las leyes rabínicas. Las Escrituras del Antiguo Testamento eran su
constante estudio, y estaban siempre sobre sus labios las palabras: "Así
dice Jehová."
A MEDIDA QUE EMPEZÓ A COMPRENDER LA CONDICIÓN DEL PUEBLO, vio que los requerimientos de la sociedad y los de Dios
estaban en constante contradicción.
LOS HOMBRES SE APARTABAN DE LA PALABRA DE DIOS, Y ENSALZABAN
LAS TEORÍAS QUE HABÍAN INVENTADO.
Observaban ritos tradicionales que no poseían virtud alguna. Su servicio era
una mera repetición de ceremonias; y las verdades sagradas que estaban
destinadas a enseñar eran ocultadas a los adoradores.
EL VIO QUE EN ESTOS SERVICIOS SIN FE NO HALLABAN PAZ. No conocían la libertad de espíritu que obtendrían
sirviendo a Dios en verdad. Jesús había venido para enseñar el significado del culto
a Dios, y no podía sancionar la mezcla de los requerimientos humanos con los
preceptos divinos.
EL NO ATACABA LOS PRECEPTOS NI LAS PRÁCTICAS DE LOS
SABIOS MAESTROS; pero cuando
se le reprendía por sus propias costumbres sencillas presentaba la Palabra de
Dios en justificación de su conducta.
DE TODA MANERA AMABLE Y SUMISA, Jesús procuraba agradar a aquellos con quienes trataba.
Porque era tan amable y discreto, los escribas y ancianos suponían que
recibiría fácilmente la influencia de su enseñanza. Le instaban a recibir las
máximas y tradiciones que habían sido transmitidas desde los antiguos rabinos,
pero él pedía verlas autorizadas en la Santa 65 Escritura. Estaba dispuesto a
escuchar toda palabra que procede de la boca de Dios; pero no podía obedecer a
lo inventado por los hombres.
JESÚS PARECÍA CONOCER LAS ESCRITURAS DESDE EL PRINCIPIO AL
FIN, y las presentaba con su verdadero
significado. Los rabinos se avergonzaban de ser instruidos por un niño.
Sostenían que incumbía a ellos explicar las Escrituras, y que a él le tocaba
aceptar su interpretación. Se indignaban porque él se oponía a su palabra.
Sabían que en las Escrituras no podían encontrar autorización para sus
tradiciones. Se daban cuenta de que en comprensión espiritual, Jesús los
superaba por mucho.
SIN
EMBARGO, SE AIRABAN PORQUE NO OBEDECÍA SUS DICTADOS. No pudiendo
convencerle, buscaron a José y María y les presentaron su actitud disidente.
Así sufrió él reprensión y censura.
EN EDAD MUY TEMPRANA, JESÚS HABÍA EMPEZADO A OBRAR POR SU
CUENTA EN LA FORMACIÓN DE SU CARÁCTER, y
ni siquiera el respeto y el amor por sus padres podían apartarlo de la
obediencia a la Palabra de Dios. La declaración: "Escrito está"
constituía su razón por todo acto que difería de las costumbres familiares.
PERO LA INFLUENCIA DE LOS RABINOS LE AMARGABA LA VIDA. Aun en su juventud tuvo que aprender la dura lección del
silencio y la paciente tolerancia.
SUS HERMANOS, COMO SE LLAMABA A LOS HIJOS DE JOSÉ, se ponían del lado
de los rabinos. Insistían en que debían seguirse las tradiciones como si fuesen
requerimientos de Dios. Hasta tenían los preceptos de los hombres en más alta
estima que la Palabra de Dios, y les molestaba mucho la clara penetración de
Jesús al distinguir entre lo falso y lo verdadero. Condenaban su estricta
obediencia a la ley de Dios como terquedad. Les asombraba el conocimiento y la
sabiduría que manifestaba al contestar a los rabinos. Sabían que no había
recibido instrucción de los sabios, pero no podían menos que ver que los
instruía a ellos. Reconocían que su educación era de un carácter superior a la
de ellos. Pero no discernían que tenía acceso al árbol de la vida, a una fuente
de conocimientos que ellos ignoraban.
CRISTO NO ERA EXCLUSIVISTA, y había ofendido especialmente a los fariseos al apartarse, en este respecto, de sus rígidas reglas. Halló al dominio de la religión rodeado por altas murallas 66 de separación, como si fuera demasiado sagrado para la vida diaria, y derribó esos muros de separación. En su trato con los hombres, no preguntaba: ¿Cuál es vuestro credo? ¿A qué iglesia pertenecéis? Ejercía su facultad de ayudar en favor de todos los que necesitaban ayuda. En vez de aislarse en una celda de ermitaño a fin de mostrar su carácter celestial, trabajaba fervientemente por la humanidad. Inculcaba el principio de que la religión de la Biblia no consiste en la mortificación del cuerpo.
ENSEÑABA QUE LA RELIGIÓN PURA Y SIN MÁCULA NO ESTÁ DESTINADA SOLAMENTE
A HORAS FIJAS Y OCASIONES ESPECIALES. En todo momento y lugar, manifestaba
amante interés por los hombres, y difundía en derredor suyo la luz de una
piedad alegre. Todo esto reprendía a los fariseos.
DEMOSTRABA QUE LA RELIGIÓN NO CONSISTE EN EGOÍSMO, y que su mórbida devoción al interés personal distaba
mucho de ser verdadera piedad. Esto había despertado su enemistad contra Jesús,
de manera que procuraban obtener por la fuerza su conformidad a los reglamentos
de ellos. Jesús obraba para aliviar todo caso de sufrimiento que viese. Tenía
poco dinero que dar, pero con frecuencia se privaba de alimento a fin de
aliviar a aquellos que parecían más necesitados que él.
SUS HERMANOS SENTÍAN QUE LA INFLUENCIA DE ÉL
CONTRARRESTABA FUERTEMENTE LA SUYA.
Poseía un tacto que ninguno de ellos tenía ni deseaba tener. Cuando ellos
hablaban duramente a los pobres seres degradados, Jesús buscaba a estas mismas
personas y les dirigía palabras de aliento. Daba un vaso de agua fría a los
menesterosos y ponía quedamente su propia comida en sus manos. Y mientras
aliviaba sus sufrimientos, asociaba con sus actos de misericordia las verdades
que enseñaba, y así quedaban grabadas en la memoria. Todo esto desagradaba a
sus hermanos. Siendo mayores que Jesús, les parecía que él debía estar sometido
a sus dictados. Le acusaban de creerse superior a ellos, y le reprendían por
situarse más arriba que los maestros, sacerdotes y gobernantes del pueblo. Con
frecuencia le amenazaban y trataban de intimidarle; pero él seguía adelante,
haciendo de las Escrituras su guía. Jesús amaba a sus hermanos y los trataba
con bondad inagotable; pero ellos sentían celos de él y manifestaban la 67
incredulidad y el desprecio más decididos. No podían comprender su conducta.
SE LES
PRESENTABAN GRANDES CONTRADICCIONES EN JESÚS. Era
el divino Hijo de Dios, y sin embargo, un niño impotente. Siendo el Creador de
los mundos, la tierra era su posesión; y, sin embargo, la pobreza le acompañaba
a cada paso en esta vida. Poseía una dignidad e individualidad completamente
distintas del orgullo y arrogancia terrenales; no contendía por la grandeza
mundanal; y estaba contento aun en la posición más humilde.
ESTO AIRABA A SUS HERMANOS. No podían explicar su constante serenidad bajo las pruebas
y las privaciones. No sabían que por nuestra causa se había hecho pobre, a fin
de que "con su pobreza" fuésemos "enriquecidos”. (2 Corintios
8:9). No podían comprender el misterio de su misión mejor de lo que los amigos
de Job podían comprender su humillación y sufrimiento.
JESÚS NO ERA COMPRENDIDO
POR SUS HERMANOS, PORQUE NO ERA COMO ELLOS.
Sus normas no eran las de ellos. Al mirar a los hombres, se habían apartado de
Dios, y no tenían su poder en su vida. Las formas religiosas que ellos
observaban, no podían transformar el carácter. Pagaban el diezmo de "la
menta y el eneldo y el comino," pero omitían "lo más grave de la ley,
es a saber, el juicio y la misericordia y la fe." (Mateo
23:23). El
ejemplo de Jesús era para ellos una continua irritación. El no odiaba sino una
cosa en el mundo, a saber, el pecado. No podía presenciar un acto malo sin
sentir un dolor que le era imposible ocultar. Entre los formalistas, cuya
apariencia santurrona ocultaba el amor al pecado, y un carácter en el cual el
celo por la gloria de Dios ejercía la supremacía, el contraste era inequívoco.
POR
CUANTO LA VIDA DE JESÚS CONDENABA LO MALO, ENCONTRABA OPOSICIÓN TANTO EN SU
CASA COMO FUERA DE ELLA. Su abnegación e integridad eran comentadas con
escarnio. Su tolerancia y bondad eran llamadas cobardía. Entre las amarguras
que caen en suerte a la humanidad, no hubo ninguna que no le tocó a Cristo.
HABÍA QUIENES TRATABAN DE VILIPENDIARLE A CAUSA DE
SU NACIMIENTO, y
aun en su niñez tuvo que hacer frente a sus miradas escarnecedoras e impías
murmuraciones.
SI HUBIESE RESPONDIDO CON UNA PALABRA O MIRADA
IMPACIENTE, si hubiese complacido a sus hermanos con un solo acto malo,
no habría sido un ejemplo perfecto. Así 68 habría dejado de llevar a cabo el
plan de nuestra redención. Si hubiese admitido siquiera que podía haber una
excusa para el pecado, Satanás habría triunfado, y el mundo se habría perdido.
ESTA ES LA
RAZÓN POR LA CUAL EL TENTADOR OBRÓ PARA HACER SU VIDA TAN PENOSA COMO FUERA
POSIBLE, a fin de inducirle a
pecar. Pero para cada tentación tenía una respuesta: "Escrito está." Rara
vez reprendía algún mal proceder de sus hermanos, pero tenía alguna palabra de
Dios que dirigirles. Con frecuencia le acusaban de cobardía por negarse a
participar con ellos en algún acto prohibido; pero su respuesta era: Escrito
está: "El temor del Señor es la sabiduría, y el apartarse del mal la
inteligencia." (Job 28:28).
HABÍA ALGUNOS QUE BUSCABAN SU SOCIEDAD,
SINTIÉNDOSE EN PAZ EN SU PRESENCIA; pero muchos le evitaban, porque su vida inmaculada los
reprendía. Sus jóvenes compañeros le instaban a hacer como ellos. Era de
carácter alegre; les gustaba su presencia, y daban la bienvenida a sus prontas
sugestiones; pero sus escrúpulos los impacientaban, y le declaraban estrecho de
miras. Jesús contestaba: Escrito está: "¿Con qué limpiará el joven su
camino? Con guardar tu palabra." "En mi corazón he guardado tus
dichos, para no pecar contra ti." (Salmos 119:9,11).
CON FRECUENCIA SE LE PREGUNTABA: ¿POR QUÉ
INSISTES EN SER TAN SINGULAR, TAN DIFERENTE DE NOSOTROS TODOS? Escrito está, decía: "Bienaventurados los perfectos de
camino; los que andan en la ley de Jehová. Bienaventurados los que guardan sus
testimonios, y con todo el corazón le buscan: pues no hacen iniquidad los que
andan en sus caminos." (Salmos 119:1-3)
CUANDO LE PREGUNTABAN POR QUÉ NO PARTICIPABA
EN LAS DIVERSIONES DE LA JUVENTUD DE NAZARET,
decía: Escrito está: "Heme gozado en el camino de tus testimonios, como
sobre toda riqueza. En tus mandamientos meditaré, consideraré tus caminos.
Recrearéme en tus estatutos: no me olvidaré de tus palabras."(119: 14-16).
Jesús no contendía por sus derechos. Con frecuencia su trabajo resultaba
innecesariamente penoso porque era voluntario y no se quejaba. Sin embargo, no
desmayaba ni se desanimaba. Vivía por encima de estas dificultades, como en la
luz del rostro de Dios. No ejercía represalias cuando le 69 maltrataban, sino
que soportaba pacientemente los insultos.
REPETIDAS VECES SE LE PREGUNTABA: ¿POR QUÉ TE
SOMETES A TANTOS DESPRECIOS, AUN DE PARTE DE TUS HERMANOS? Escrito está, decía: "Hijo mío, no te olvides de mi
ley; y tu corazón guarde mis mandamientos: porque largura de días, y años de
vida y paz te aumentarán. Misericordia y verdad no te desamparen; átalas a tu
cuello, escríbelas en la tabla de tu corazón: y hallarás gracia y buena opinión
en los ojos de Dios y de los hombres." (Proverbios 3:1-4).
DESDE EL TIEMPO EN QUE LOS PADRES DE JESÚS LE ENCONTRARON EN
EL TEMPLO, SU CONDUCTA FUE UN MISTERIO PARA ELLOS. No quería entrar en controversia; y, sin embargo, su
ejemplo era una lección constante. Parecía puesto aparte. Hallaba sus horas de
felicidad cuando estaba a solas con la naturaleza y con Dios. Siempre que
podía, se apartaba del escenario de su trabajo, para ir a los campos a meditar
en los verdes valles, para estar en comunión con Dios en la ladera de la
montaña, o entre los árboles del bosque.
LA MADRUGADA LE ENCONTRABA CON FRECUENCIA EN ALGÚN LUGAR
AISLADO, meditando, escudriñando las Escrituras,
u orando. De estas horas de quietud, volvía a su casa para reanudar sus deberes
y para dar un ejemplo de trabajo paciente.
LA VIDA DE CRISTO ESTABA SEÑALADA POR EL RESPETO Y EL AMOR
HACIA SU MADRE. María creía en su corazón
que el santo niño nacido de ella era el Mesías prometido desde hacía tanto
tiempo; y, sin embargo, no se atrevía a expresar su fe. Durante toda su vida
terrenal compartió sus sufrimientos. Presenció con pesar las pruebas a él impuestas
en su niñez y juventud. Por justificar lo que ella sabía ser correcto en su
conducta, ella misma se veía en situaciones penosas. Consideraba que las
relaciones del hogar y el tierno cuidado de la madre sobre sus hijos, eran de
vital importancia en la formación del carácter.
LOS HIJOS Y LAS HIJAS DE JOSÉ SABÍAN ESTO, y apelando a su ansiedad, trataban de corregir las
prácticas de Jesús de acuerdo con su propia norma.
MARÍA HABLABA CON FRECUENCIA CON JESÚS, y le instaba a conformarse a las costumbres de los
rabinos. Pero no podía persuadirle a cambiar sus hábitos de contemplar las
obras de Dios y tratar de aliviar el sufrimiento de los hombres y aun de los
animales.
CUANDO LOS SACERDOTES Y MAESTROS PEDÍAN LA AYUDA 70 DE MARÍA PARA
DOMINAR A JESÚS, ella se sentía muy afligida; pero su corazón se apaciguaba
cuando él presentaba las declaraciones de la Escritura que sostenían sus
prácticas. A veces vacilaba entre Jesús y sus hermanos, que no creían que era
el enviado de Dios; pero abundaban las evidencias de la divinidad de su
carácter. Lo veía sacrificarse en beneficio de los demás. Su presencia
introducía una atmósfera más pura en el hogar, y su vida obraba como levadura
entre los elementos de la sociedad.
INOCENTE
E INMACULADO, ANDABA ENTRE LOS IRREFLEXIVOS, los toscos y descorteses,
entre los deshonestos publicanos, los temerarios pródigos, los injustos
samaritanos, los soldados paganos, los rudos campesinos y la turba mixta.
Pronunciaba una palabra de simpatía aquí y otra allí, al ver a los hombres cansados,
y sin embargo obligados a llevar pesadas cargas. Compartía sus cargas, y les
repetía las lecciones que había aprendido de la naturaleza acerca del amor, la
bondad y la benignidad de Dios.
ENSEÑABA A TODOS A CONSIDERARSE DOTADOS DE TALENTOS PRECIOSOS, que, si los empleaban debidamente, les granjearían
riquezas eternas. Arrancaba toda vanidad de la vida, y por su propio ejemplo
enseñaba que todo momento del tiempo está cargado de resultados eternos; que ha
de apreciarse como un tesoro, y emplearse con propósitos santos. No pasaba por
alto a ningún ser humano como indigno, sino que procuraba aplicar a cada alma
el remedio salvador. En cualquier compañía donde se encontrase, presentaba una
lección apropiada al momento y las circunstancias. Procuraba inspirar esperanza
a los más toscos y menos promisorios, presentándoles la seguridad de que
podrían llegar a ser sin culpa e inocentes, y adquirir un carácter que los
revelase como hijos de Dios.
CON FRECUENCIA SE ENCONTRABA CON AQUELLOS QUE HABÍAN CAÍDO BAJO
EL DOMINIO DE SATANÁS y no tenían fuerza para
escapar de su lazo. A una persona tal, desalentada, enferma, tentada y caída,
Jesús dirigía palabras de la más tierna compasión, palabras que eran necesarias
y podían ser comprendidas. A otros encontraba que estaban luchando mano a mano
con el adversario de las almas. Los estimulaba a perseverar, asegurándoles que
vencerían; porque los ángeles de Dios estaban de su parte y les darían la
victoria. Los que eran así ayudados se convencían de que era 71 un ser en quien
podían confiar plenamente. El no traicionaría los secretos que volcaban en su
oído lleno de simpatía.
JESÚS SANABA EL CUERPO TANTO COMO EL ALMA. Se interesaba en toda forma de sufrimiento que llegase a su
conocimiento, y para todo doliente a quien aliviaba, sus palabras bondadosas
eran como un bálsamo suavizador. Nadie podía decir que había realizado un
milagro; pero una virtud -la fuerza sanadora del amor- emanaba de él hacia los
enfermos y angustiados. Así, en una forma discreta, obraba por la gente desde
su misma niñez. Esa fue la razón por la cual después que comenzó su ministerio
público, tantos le escucharon gustosamente.
SIN EMBARGO, DURANTE SU NIÑEZ, SU JUVENTUD Y SU EDAD VIRIL,
JESÚS ANDUVO SOLO. En su pureza y fidelidad,
pisó solo el lagar, y ninguno del pueblo estuvo con él. Llevó el espantoso peso
de la responsabilidad de salvar a los hombres. Sabía que a menos que hubiese un
cambio definido en los principios y los propósitos de la familia humana, todos
se perderían. Era esto lo que pesaba sobre su alma, y nadie podía apreciar esa
carga que descansaba sobre él. Lleno de un propósito intenso, llevó a cabo el
designio de su vida, de ser él mismo la luz de los hombres. 72 DTG/EGW
No hay comentarios:
Publicar un comentario