(Este capítulo 10 está basado en San Lucas 1:5-23; 57-80; 3:1-18; San Mateo 3:1-12; San Marcos 1:1-8).
DE ENTRE LOS FIELES DE ISRAEL, QUE POR LARGO TIEMPO HABÍAN
ESPERADO LA VENIDA DEL MESÍAS,
surgió el precursor de Cristo. El anciano sacerdote Zacarías y su esposa
Elizabet eran "justos delante de Dios;" y en su vida tranquila y
santa, la luz de la fe resplandecía como una estrella en medio de las tinieblas
de aquellos días malos. A esta piadosa pareja se le prometió un hijo, que iría
"ante la faz del Señor, para aparejar sus caminos." Zacarías habitaba
en "la región montañosa de Judea," pero había subido a Jerusalén para
servir en el templo durante una semana, según se requería dos veces al año de
los sacerdotes de cada turno.
"Y ACONTECIÓ QUE EJERCIENDO ZACARÍAS EL SACERDOCIO
DELANTE DE DIOS por el orden de su vez, conforme a la costumbre del sacerdocio,
salió en suerte a poner el incienso, entrando en el templo del Señor." Estaba de pie delante del altar de oro en el lugar santo
del santuario. La nube de incienso ascendía delante de Dios con las oraciones
de Israel. De repente, sintió una presencia divina. Un ángel del Señor estaba
"en pie a la derecha del altar." La posición del ángel era una
indicación de favor, pero Zacarías no se fijó en esto.
DURANTE MUCHOS AÑOS, Zacarías
había orado por la venida del Redentor; y ahora el cielo le había mandado su
mensajero para anunciarle que sus oraciones iban a ser contestadas; pero la
misericordia de Dios le parecía demasiado grande para creer en ella. Se sentía
lleno de temor y condenación propia.
PERO FUE SALUDADO CON LA GOZOSA SEGURIDAD: "No temas, Zacarías; porque tu oración ha sido oída, y tu mujer Elizabet te dará a luz un hijo, y le pondrás por nombre Juan. Y tendrás gozo y alegría, y muchos se regocijarán en su nacimiento. [V.M.] Porque será grande delante de Dios, y no beberá vino ni sidra; y será lleno del Espíritu Santo.... Y a muchos de 73 los hijos de Israel convertirá al Señor Dios de ellos. Porque él irá delante de él con el espíritu y virtud de Elías, para convertir los corazones de los padres a los hijos, y los rebeldes a la prudencia de los justos, para aparejar al Señor un pueblo apercibido. Y dijo Zacarías al ángel: ¿En qué conoceré esto? porque yo soy viejo, y mi mujer avanzada en días."
ZACARÍAS SABÍA MUY BIEN QUE ABRAHÁN EN
SU VEJEZ HABÍA RECIBIDO UN HIJO porque
había tenido por fiel a Aquel que había prometido. Pero por un momento, el
anciano sacerdote recuerda la debilidad humana. Se olvida de que Dios puede
cumplir lo que promete.
¡QUÉ CONTRASTE ENTRE ESTA INCREDULIDAD Y LA DULCE FE
INFANTIL DE MARÍA, la virgen de Nazaret, cuya
respuesta al asombroso anuncio del ángel fue: "He aquí la sierva del
Señor; hágase a mí conforme a tu palabra'! (Lucas 1:38).
EL NACIMIENTO DEL HIJO DE ZACARÍAS, como el del
hijo de Abrahán y el de María, había de enseñar una gran verdad espiritual, una
verdad que somos tardos en aprender y propensos a olvidar.
POR NOSOTROS MISMOS SOMOS INCAPACES DE
HACER BIEN; pero lo que nosotros no
podemos hacer será hecho por el poder de Dios en toda alma sumisa y creyente.
FUE MEDIANTE LA FE COMO FUE DADO EL HIJO DE LA PROMESA. Es por la fe como se engendra la vida espiritual, y somos
capacitados para hacer las obras de justicia.
A LA PREGUNTA DE ZACARÍAS,
el ángel respondió: "Yo soy Gabriel, que estoy delante de Dios; y soy
enviado a hablarte, y a darte estas buenas nuevas."
QUINIENTOS AÑOS ANTES, Gabriel había dado a conocer a Daniel el período profético que había de extenderse hasta la venida de Cristo. El conocimiento de que el fin de este período se acercaba, había inducido a Zacarías a orar por el advenimiento del Mesías. Y he aquí que el mismo mensajero por quien fuera dada la profecía había venido a anunciar su cumplimiento. Las palabras del ángel: "Yo soy Gabriel, que estoy delante de Dios," demuestran que ocupa un puesto de alto honor en los atrios celestiales.
Cuando fue a Daniel con un mensaje, dijo: "Ninguno hay que se esfuerce conmigo en estas cosas, sino Miguel [Cristo] vuestro príncipe. (Daniel 10:21).
El Salvador habla de Gabriel
en el Apocalipsis diciendo que "la declaró, enviándola por su ángel a Juan
su siervo." (Apoc. 1:1). Y a Juan,
el ángel declaró:74"Yo soy siervo contigo, y con tus hermanos los
profetas."(Apoc. 22:9).
¡Admirable Pensamiento, Que El Ángel Que Sigue
En Honor Al Hijo De Dios Es El Escogido Para Revelar Los Propósitos De Dios A
Los Hombres Pecaminosos!
ZACARÍAS HABÍA EXPRESADO DUDA ACERCA DE LAS PALABRAS DEL
ÁNGEL. No había de volver a hablar hasta que
se cumpliesen. "He aquí --dijo el ángel,-¬estarás mudo hasta el día que
esto sea hecho, por cuanto no creíste a mis palabras, las cuales se cumplirán a
su tiempo."
EL SACERDOTE DEBÍA ORAR EN ESTE CULTO POR EL
PERDÓN DE LOS PECADOS PÚBLICOS Y NACIONALES, Y POR LA VENIDA DEL MESÍAS; pero
cuando Zacarías intentó hacerlo, no pudo pronunciar una palabra. Saliendo
afuera para bendecir al pueblo, "les hablaba por señas, y quedó
mudo." Le habían esperado mucho tiempo y empezaban a temer que le hubiese
herido el juicio de Dios. Pero cuando salió del lugar santo, su rostro
resplandecía con la gloria de Dios, "y entendieron que había visto visión
en el templo.' Zacarías les comunicó lo que había visto y oído; y "fue,
que cumplidos los días de su oficio, se vino a su casa." Poco después del
nacimiento del niño prometido, la lengua del padre quedó desligada, "y
habló bendiciendo a Dios. Y fue un temor sobre todos los vecinos de ellos; y en
todas las montañas de Judea fueron divulgadas todas estas cosas. Y todos los
que las oían, las conservaban en su corazón, diciendo: ¿Quién será este
niño?"
TODO ESTO TENDÍA A LLAMAR LA ATENCIÓN A LA
VENIDA DEL MESÍAS, para
la cual Juan había de preparar el camino. El Espíritu Santo descendió sobre
Zacarías, y en estas hermosas palabras profetizó la misión de su hijo: "¡Y
tú, niño, serás llamado profeta del Altísimo, pues irás ante la faz del Señor,
para preparar sus caminos; dando conocimiento de salvación a su pueblo, en la
remisión de sus pecados; a causa de las entrañas de misericordia de nuestro
Dios, en las que nos visitará el Sol naciente, descendiendo de las alturas,
para dar luz a los que están sentados en tinieblas y en sombra de muerte; para
dirigir nuestros pies en el camino de la paz." 75 "Y el niño crecía,
y se fortalecía en espíritu: y estuvo en los desiertos hasta el día que se
mostró a Israel." [Lucas 1:76-80). V.M.].
ANTES QUE NACIERA JUAN, EL ÁNGEL HABÍA DICHO: "Será grande delante de
Dios. Y no beberá vino ni sidra; y será lleno del Espíritu Santo." (Lucas
1:15). Dios había llamado al hijo de Zacarías a una gran obra, la mayor
que hubiera sido confiada alguna vez a los hombres. A fin de ejecutar esta
obra, el Señor debía obrar con él. Y el Espíritu de Dios estaría con él si
prestaba atención a las instrucciones del ángel.
JUAN HABÍA DE SALIR COMO MENSAJERO DE JEHOVÁ, para comunicar a los hombres la luz de Dios. Debía dar una
nueva dirección a sus pensamientos. Debía hacerles sentir la santidad de los
requerimientos de Dios, y su necesidad de la perfecta justicia divina. Un
mensajero tal debía ser santo. Debía ser templo del Espíritu de Dios. A fin de
cumplir su misión, debía tener una constitución física sana, y fuerza mental y
espiritual. Por lo tanto, le sería necesario dominar sus apetitos y pasiones.
Debía poder dominar todas sus facultades, para poder permanecer entre los
hombres tan inconmovible frente a las circunstancias que le rodeasen como las
rocas y montañas del desierto.
EN EL TIEMPO DE JUAN EL
BAUTISTA, LA CODICIA DE LAS RIQUEZAS, Y EL AMOR AL LUJO Y A LA OSTENTACIÓN, se habían difundido extensamente. Los placeres sensuales,
banquetes y borracheras estaban ocasionando enfermedades físicas y
degeneración, embotando las percepciones espirituales y disminuyendo la
sensibilidad al pecado.
JUAN DEBÍA DESTACARSE COMO
REFORMADOR. Por su vida abstemia y su
ropaje sencillo, debía reprobar los excesos de su tiempo. Tal fue el motivo de
las indicaciones dadas a los padres de Juan, una lección de temperancia dada
por un ángel del trono celestial.
EN LA NIÑEZ Y
LA JUVENTUD ES CUANDO EL CARÁCTER ES MÁS IMPRESIONABLE. Entonces es cuando debe adquirirse la facultad del dominio
propio. En el hogar y la familia, se ejercen influencias cuyos resultados son
tan duraderos como la eternidad. Más que cualquier dote natural, los hábitos
formados en los primeros años deciden si un hombre vencerá o será vencido en la
batalla de la vida.
LA JUVENTUD
ES EL TIEMPO DE LA SIEMBRA. Determina el carácter de la cosecha, para esta vida y la
venidera. 76
COMO PROFETA, Juan había de "convertir los corazones de los padres
a los hijos, y los rebeldes a la prudencia de los justos, para aparejar al
Señor un pueblo apercibido."
Al Preparar
El Camino Para La Primera Venida De Cristo, Representaba A Aquellos Que Han De
Preparar Un Pueblo Para La Segunda Venida De Nuestro Señor.
EL MUNDO ESTÁ ENTREGADO A
LA SENSUALIDAD ABUNDAN LOS ERRORES Y LAS FÁBULAS. Se han multiplicado las rampas de Satanás para destruir a
las almas. Todos los que quieran alcanzar la santidad en el temor de Dios deben
aprender las lecciones de temperancia y dominio propio. Las pasiones y los
apetitos deben ser mantenidos sujetos a las facultades superiores de la mente.
Esta disciplina propia es esencial para la fuerza mental y la percepción
espiritual que nos han de habilitar para comprender y practicar las sagradas
verdades de la Palabra de Dios. Por esta razón, la temperancia ocupa un lugar
en la obra de prepararnos para la segunda venida de Cristo.
EN EL ORDEN NATURAL DE LAS COSAS, El Hijo De
Zacarías Habría Sido Educado Para El Sacerdocio. Pero la educación de las escuelas rabínicas le
habría arruinado para su obra.
DIOS NO LE ENVIÓ A LOS
MAESTROS DE TEOLOGÍA para que aprendiese a
interpretar las Escrituras. Le llamó al desierto, para que aprendiese de la
naturaleza, y del Dios de la naturaleza. Fue en una región solitaria donde
halló hogar, en medio de las colinas áridas, de los desfiladeros salvajes y las
cuevas rocosas.
PERO ÉL MISMO QUISO DEJAR A
UN LADO LOS GOCES Y LUJOS DE LA VIDA y
prefirió la severa disciplina del desierto. Allí lo que le rodeaba era
favorable a la adquisición de sencillez y abnegación. No siendo interrumpido
por los clamores del mundo, podía estudiar las lecciones de la naturaleza, de
la revelación y de la Providencia.
LAS PALABRAS DEL ÁNGEL A
ZACARÍAS Habían Sido Repetidas Con Frecuencia A Juan Por Sus Padres Temerosos
De Dios. DESDE
LA NIÑEZ, se le había recordado su misión, y él había aceptado el cometido
sagrado. Para él la soledad del desierto era una manera bienvenida de escapar
de la sociedad en la cual las sospechas, la incredulidad y la impureza lo
compenetraban casi todo. Desconfiaba de su propia fuerza para resistir la
tentación, y huía del constante contacto con el pecado, a fin de no perder el
sentido de su excesiva pecaminosidad. Dedicado a Dios como nazareno desde su
nacimiento, hizo 77 él mismo voto de consagrar su vida a Dios.
SU ROPA ERA LA DE LOS
ANTIGUOS PROFETAS: UN MANTO DE PELO DE CAMELLO, ceñido a sus lomos por un cinturón de cuero. Comía
"langostas y miel silvestre," que hallaba en el desierto; y bebía del
agua pura de las colinas.
PERO JUAN NO PASABA LA VIDA
EN OCIOSIDAD, ni en lobreguez ascética
o aislamiento egoísta. De vez en cuando, salía a mezclarse con los hombres; y
siempre observaba con interés lo que sucedía en el mundo. Desde su tranquilo
retiro, vigilaba el desarrollo de los sucesos. Con visión iluminada por el
Espíritu divino, estudiaba los caracteres humanos para poder saber cómo
alcanzar los corazones con el mensaje del cielo.
SENTÍA EL PESO DE SU MISIÓN. En la soledad, por la meditación y la oración, trataba de
fortalecer su alma para la carrera que le esperaba. Aun cuando residía en el
desierto, no se veía libre de tentación. En cuanto le era posible, cerraba
todas las avenidas por las cuales Satanás podría entrar; y sin embargo, era
asaltado por el tentador. Pero sus percepciones espirituales eran claras; había
desarrollado fuerza de carácter y decisión, y gracias a la ayuda del Espíritu
Santo, podía reconocer los ataques de Satanás y resistir su poder.
JUAN HALLABA EN EL DESIERTO SU ESCUELA Y SU SANTUARIO. Como Moisés entre las montañas de Madián, se veía cercado por la presencia de Dios, y por las evidencias de su poder. No le tocaba morar, como al gran jefe de Israel, entre la solemne majestad de las soledades montañosas; pero delante de él estaban las alturas de Moab al otro lado del Jordán, hablándole de Aquel que había asentado firmemente las montañas y las había rodeado de fortaleza.
El aspecto lóbrego y
terrible de la naturaleza del desierto donde moraba, representaba vívidamente
la condición de Israel.
LA FRUCTÍFERA VIÑA DEL
SEÑOR HABÍA LLEGADO A SER UN DESIERTO DESOLADO. Pero sobre el desierto, los cielos se inclinaban brillantes
y hermosos. Las obscuras nubes formadas por la tempestad, estaban cruzadas por
el arco iris de la promesa. Así también, por encima de la degradación de Israel
resplandecía la prometida gloria del reinado del Mesías.
LAS NUBES DE IRA ESTABAN
CRUZADAS POR EL ARCO IRIS DE SU PACTADA MISERICORDIA. 78 A solas, en la noche silenciosa, leía la promesa que
Dios hiciera a Abrahán de una posteridad tan innumerable como las estrellas. La
luz del alba, que doraba las montañas de Moab, le hablaba de Aquel que sería
"como la luz de la mañana cuando sale el sol, de la mañana sin
nubes." (2 Samuel 23:4). Y en el resplandor del mediodía veía el esplendor
de la manifestación de Dios, cuando se revelará "la gloria de Jehová, y
toda carne juntamente la verá." (Isaías 40:5).
CON ESPÍRITU
ALEGRE AUNQUE ASOMBRADO, BUSCABA EN LOS ROLLOS PROFÉTICOS LAS REVELACIONES DE
LA VENIDA DEL MESÍAS: la Simiente prometida que había de aplastar la cabeza de la
serpiente; el Shiloh, "el pacificador," que había de aparecer antes
que dejase de reinar un rey en el trono de David. Ahora había llegado el
momento. Un gobernante romano se sentaba en el palacio del monte Sión. Según la
segura palabra del Señor, el Cristo ya había nacido. De día y de noche
estudiaba las arrobadoras descripciones que hiciera Isaías de la gloria del
Mesías, en las que lo llamaba el Retoño de la raíz de Isaí; un rey que reinaría
con justicia, juzgando "con rectitud por los mansos de la tierra";
sería un "abrigo contra la tempestad, . . . la sombra de una peña grande
en tierra de cansancio"; Israel no sería ya llamado
"Desamparada," ni su tierra "Asolamiento," sino que sería
llamado del Señor "mi deleite," y su tierra "Beúla."
(Isaías 11:4; 32:2. 62:4). VM.
EL CORAZÓN DEL SOLITARIO
DESTERRADO SE HENCHÍA DE LA GLORIOSA VISIÓN.
Miraba al Rey en su hermosura, y se olvidaba de sí mismo. Contemplaba la
majestad de la santidad, y se sentía deficiente e indigno. Estaba listo para
salir como el mensajero del Cielo, sin temor de lo humano, porque había mirado
lo divino. Podía estar en pie sin temor en presencia de los monarcas
terrenales, porque se había postrado delante del Rey de reyes.
JUAN NO COMPRENDÍA
PLENAMENTE LA NATURALEZA DEL REINO DEL MESÍAS.
Esperaba que Israel fuese librado de sus enemigos nacionales; pero el gran
objeto de su esperanza era la venida de un Rey de justicia y el establecimiento
de Israel como nación santa. Así creía que se cumpliría la profecía hecha en
ocasión de su nacimiento: "Acordándose
de su santo pacto;... que sin temor librados de nuestros enemigos,79 le
serviríamos en santidad y en justicia delante de él, todos los días
nuestros."
VEÍA QUE LOS HIJOS DE SU
PUEBLO ESTABAN ENGAÑADOS, satisfechos y dormidos en
sus pecados. Anhelaba incitarlos a vivir más santamente. El mensaje que Dios le
había dado para que lo proclamase estaba destinado a despertarlos de su letargo
y a hacerlos temblar por su gran maldad. Antes que pudiese alojarse la semilla
del Evangelio, el suelo del corazón debía ser quebrantado. Antes de que
tratasen de obtener sanidad de Jesús, debían ser despertados para ver el
peligro que les hacían correr las heridas del pecado.
DIOS NO ENVÍA MENSAJEROS
PARA QUE ADULEN AL PECADOR. No da mensajes de paz
para arrullar en una seguridad fatal a los que no están santificados. Impone
pesadas cargas a la conciencia del que hace mal, y atraviesa el alma con
flechas de convicción. Los ángeles ministradores le presentan los temibles
juicios de Dios para ahondar el sentido de su necesidad, e impulsarle a clamar:
"¿Qué debo hacer para ser salvo?" Entonces la mano que humilló en el
polvo, levanta al penitente. La voz que reprendió el pecado, y avergonzó el
orgullo y la ambición, pregunta con la más tierna simpatía: "¿Qué quieres
que te haga?"
CUANDO COMENZÓ EL
MINISTERIO DE JUAN, la nación estaba en una
condición de excitación y descontento rayana en la revolución. Al desaparecer
Arquelao, Judea había caído directamente bajo el dominio de Roma. La tiranía y
la extorsión de los gobernantes romanos, y sus resueltos esfuerzos para
introducir las costumbres y los símbolos paganos, encendieron la rebelión, que
fue apagada en la sangre de miles de los más valientes de Israel. Todo esto
intensificó el odio nacional contra Roma y aumentó el anhelo de ser libertados
de su poder.
EN MEDIO DE LAS DISCORDIAS
Y LAS LUCHAS, se oyó una voz procedente
del desierto, una voz sorprendente y austera, aunque llena de esperanza: "Arrepentíos,
que el reino de los cielos se ha acercado." Con un poder nuevo y
extraño, conmovía a la gente. Los profetas habían predicho la venida de Cristo
como un acontecimiento del futuro lejano; pero he aquí que se oía un anuncio de
que se acercaba.
EL ASPECTO SINGULAR DE JUAN
HACÍA RECORDAR A SUS OYENTES LOS ANTIGUOS VIDENTES. En sus modales e 80 indumentaria, se asemejaba al profeta
Elías. Con el espíritu y poder de Elías, denunciaba la corrupción nacional y
reprendía los pecados prevalecientes. Sus palabras eran claras, directas y
convincentes. Muchos creían que era uno de los profetas que había resucitado de
los muertos. Toda la nación se conmovió. Muchedumbres acudieron al desierto.
JUAN PROCLAMABA LA VENIDA
DEL MESÍAS, e invitaba al pueblo a
arrepentirse. Como símbolo de la purificación del pecado, bautizaba en las
aguas del Jordán. Así, mediante una lección objetiva muy significativa,
declaraba que todos los que querían formar parte del pueblo elegido de Dios
estaban contaminados por el pecado y que sin la purificación del corazón y de
la vida, no podrían tener parte en el reino del Mesías.
PRÍNCIPES Y RABINOS,
SOLDADOS, PUBLICANOS Y CAMPESINOS ACUDÍAN A OÍR AL PROFETA. Por un tiempo, la solemne
amonestación de Dios los alarmó. Muchos fueron inducidos a arrepentirse, y
recibieron el bautismo. Personas de todas las clases sociales se sometieron al
requerimiento del Bautista, a fin de participar del reino que anunciaba.
MUCHOS DE LOS ESCRIBAS Y
FARISEOS VINIERON CONFESANDO SUS PECADOS Y PIDIENDO EL BAUTISMO. Se habían ensalzado como mejores que
los otros hombres, y habían inducido a la gente a tener una alta opinión de su
piedad; ahora se desenmascaraban los culpables secretos de su vida.
PERO EL ESPÍRITU SANTO HIZO
COMPRENDER A JUAN QUE MUCHOS DE ESTOS HOMBRES NO TENÍAN VERDADERA CONVICCIÓN
DEL PECADO. Eran oportunistas. Como
amigos del profeta, esperaban hallar favor ante el Príncipe venidero. Y
pensaban fortalecer su influencia sobre el pueblo al recibir el bautismo de
manos de este joven maestro popular.
JUAN
LES HIZO FRENTE CON LA ABRUMADORA PREGUNTA: "¡Oh generación de víboras! ¿Quién os
enseñó a huir de la ira que vendrá? Haced, pues, frutos dignos de
arrepentimiento, y no comencéis a decir en vosotros mismos: Tenemos a Abraham
por padre: porque os digo que puede Dios, aun de estas piedras, levantar hijos
a Abraham."
LOS JUDÍOS HABÍAN
INTERPRETADO ERRÓNEAMENTE la promesa de Dios de favorecer eternamente a Israel: "Así ha dicho Jehová,
que da el sol para la luz del día, las leyes de la luna y de las estrellas para
la luz de la noche; que parte la mar y braman sus 81 ondas; Jehová de los
ejércitos es su nombre: Si estas leyes faltaren delante de mí, dice Jehová,
también la simiente de Israel faltará para no ser nación delante de mí todos
los días. Así ha dicho Jehová: Si
los cielos arriba se pueden medir, y buscarse abajo los fundamentos de la
tierra, también yo desecharé toda la simiente de Israel por todo lo que
hicieron, dice Jehová." (Jeremías 31:35-37).
Los Judíos
Consideraban Que Su Descendencia Natural De Abrahán Les Daba Derecho A Esta
Promesa. Pero Pasaban Por Alto Las Condiciones Que Dios Había Especificado.
ANTES
DE HACER LA PROMESA, HABÍA DICHO: "Daré mi ley en sus entrañas, y
escribiréla en sus corazones; y seré yo a ellos por Dios, y ellos me serán por
pueblo.... Porque perdonaré la maldad de ellos, y no me acordaré más de su
pecado." (Jeremías 31:33,34).
EL FAVOR DE DIOS SE ASEGURA
A AQUELLOS EN CUYO CORAZÓN ESTÁ ESCRITA SU LEY. Son uno con él. Pero los judíos se
habían separado de Dios. A causa de sus pecados, estaban sufriendo bajo sus
juicios. Esta era la causa de su servidumbre a una nación pagana. Los
intelectos estaban obscurecidos por la transgresión, y porque en tiempos
pasados el Señor les había mostrado tan grande favor, disculpaban sus pecados.
Se lisonjeaban de que eran mejores que otros hombres, con derecho a sus
bendiciones. Estas cosas "son escritas para nuestra admonición, en quienes
los fines de los siglos han parado.' (1 Corintios 10:11).
¡CON CUÁNTA
FRECUENCIA INTERPRETAMOS ERRÓNEAMENTE LAS BENDICIONES DE DIOS, y nos lisonjeamos de que somos
favorecidos a causa de alguna bondad nuestra! Dios no puede hacer en favor
nuestro lo que anhela hacer. Sus dones son empleados para aumentar nuestra
satisfacción propia, y para endurecer nuestro corazón en la incredulidad y el
pecado.
JUAN DECLARÓ
A LOS MAESTROS DE ISRAEL QUE SU ORGULLO, EGOÍSMO Y CRUELDAD DEMOSTRABAN QUE
ERAN UNA GENERACIÓN DE VÍBORAS,
una maldición mortal para el pueblo, más bien que los hijos del justo y
obediente Abrahán. En vista de la luz que habían recibido de Dios, eran peores
que los paganos, a los cuales se creían tan superiores. Habían olvidado la roca
de la cual habían sido cortados, y el hoyo del cual habían sido arrancados.
DIOS NO
DEPENDÍA DE ELLOS PARA CUMPLIR SU PROPÓSITO. Como había llamado a Abrahán de un pueblo pagano, podría
llamar 82 a otros a su servicio. Sus corazones podían aparentar ahora estar tan
muertos como las piedras del desierto, pero su Espíritu podía vivificarlos para
hacer su voluntad, y recibir el cumplimiento de su promesa.
"Y YA TAMBIÉN -DECÍA EL PROFETA,- EL
HACHA ESTÁ PUESTA A LA RAÍZ de los árboles: todo árbol pues que no hace buen
fruto, es cortado, y echado en el fuego." No por su nombre, sino por sus frutos,
se determina el valor de un árbol. Si el fruto no tiene valor, el nombre no
puede salvar al árbol de la destrucción.
JUAN DECLARÓ A LOS JUDÍOS QUE SU SITUACIÓN DELANTE DE DIOS Había
De Ser Decidida Por Su Carácter Y Su Vida. La profesión era inútil. Si su vida
y su carácter no estaban en armonía con la ley de Dios, no eran su pueblo.
BAJO SUS ESCRUTADORAS
PALABRAS, sus oyentes quedaron
convencidos. Vinieron a él preguntando: "¿Pues qué haremos?" Él contestó: "El que tiene dos
túnicas, dé al que no tiene; y el que tiene qué comer, haga lo mismo."
Puso a los publicanos en guardia contra la injusticia, y a los soldados contra
la violencia.
TODOS LOS QUE
SE HACÍAN SÚBDITOS DEL REINO DE CRISTO,
decía él, debían dar evidencia de fe y arrepentimiento. En su vida, debía
notarse la bondad, la honradez y la fidelidad. Debían atender a los
menesterosos, y presentar sus ofrendas a Dios. Debían proteger a los indefensos
y dar un ejemplo de virtud y compasión.
ASÍ TAMBIÉN LOS SEGUIDORES
DE CRISTO DARÁN EVIDENCIA DEL PODER TRANSFORMADOR DEL ESPÍRITU SANTO. En su vida diaria, se notará la
justicia, la misericordia y el amor de Dios. De lo contrario, son como el tamo
que se arroja al fuego. "Yo a la
verdad os bautizo en agua para arrepentimiento --dijo Juan;-¬ más
el que viene tras mí, más poderoso es que yo; los zapatos del cual yo no soy
digno de llevar; él os bautizará en Espíritu Santo y en fuego."
EL PROFETA ISAÍAS HABÍA
DECLARADO QUE EL SEÑOR LIMPIARÍA A SU PUEBLO DE SUS INIQUIDADES "con espíritu de juicio y con
espíritu de ardimiento." La palabra del Señor a Israel era: "Volveré
mi mano sobre ti, y limpiaré hasta lo más puro tus escorias.' (Isaías 4:4;
1:25).
PARA EL PECADO, DONDEQUIERA QUE SE ENCUENTRE, "nuestro Dios es fuego
consumidor." (Hebreos
12:29). En todos los que se sometan a su poder, el Espíritu de Dios consumirá
el pecado. Pero si los hombres se aferran al pecado, llegan a 83 identificarse
con él. Entonces la gloria de Dios, que destruye el pecado, debe destruirlos a
ellos también.
JACOB, después de su noche de lucha con el
ángel, exclamó: "Vi a Dios cara a cara, y fue librada mi alma." (Génesis
32:30).
JACOB había sido culpable de un gran pecado
en su conducta hacia Esaú; pero se había arrepentido. Su transgresión había sido
perdonada, y purificado su pecado; por lo tanto, podía soportar la revelación
de la presencia de Dios. Pero siempre que los hombres se presentaron a Dios
mientras albergaban voluntariamente el mal, fueron destruidos. En el segundo
advenimiento de Cristo, los impíos serán consumidos "con el espíritu de su
boca," y destruidos "con el resplandor de su venida.' (2
Tesalonicenses 2:8). La Luz De La Gloria De Dios, Que Imparte Vida A Los
Justos, Matará A Los Impíos.
EN EL TIEMPO DE JUAN EL
BAUTISTA, Cristo estaba por
presentarse como revelador del carácter de Dios. Su misma presencia haría
manifiestos a los hombres sus pecados.
ÚNICAMENTE en la medida en que estuviesen
dispuestos a ser purificados de sus pecados, podrían ellos entrar en comunión
con él.
ÚNICAMENTE los limpios de corazón podrían morar
en su presencia.
ASÍ DECLARABA JUAN EL
BAUTISTA EL MENSAJE DE DIOS A ISRAEL.
Muchos prestaban oído a sus instrucciones. Muchos lo sacrificaban todo a fin de
obedecer. Multitudes seguían dé lugar en lugar a ese nuevo maestro, y no pocos
abrigaban la esperanza de que fuese el Mesías. Pero al ver Juan que el pueblo
se volvía hacia él, buscaba toda oportunidad de dirigir su fe a Aquel que había
de venir. 84 DTG/EGW
(Este capítulo 10 está basado en San Lucas 1:5-23; 57-80; 3:1-18; San Mateo 3:1-12; San Marcos 1:1-8).
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