DESDE los tiempos más remotos de la historia del hombre, Satanás se esforzó por engañar a nuestra raza. El que había promovido la rebelión en el cielo deseaba inducir a los habitantes de la tierra a que se uniesen con él en su lucha contra el gobierno de Dios.
Adán y Eva habían sido perfectamente felices
mientras obedecieron a la ley de Dios, y esto constituía un testimonio
permanente contra el aserto que Satanás había hecho en el cielo, de que la ley
de Dios era un instrumento de opresión y contraria al bien de sus
criaturas. Además, la envidia de Satanás se despertó al ver la
hermosísima morada preparada para la inocente pareja. Resolvió hacer caer a ésta para que, una vez
separada de Dios y arrastrada bajo su propio poder, pudiese él apoderarse de la
tierra y establecer allí su reino en oposición al Altísimo.
Si Satanás se hubiese presentado en su verdadero
carácter, habría sido rechazado en el acto, pues Adán y Eva habían sido
prevenidos contra este enemigo peligroso; pero Satanás trabajó en la
obscuridad, encubriendo su propósito a fin de poder realizar mejor sus fines. Valiéndose de la serpiente, que era entonces
un ser de fascinadora apariencia, se dirigió a Eva, diciéndole: "¿Conque
Dios os ha dicho: no comáis de todo árbol del huerto?" (Génesis 3:1.) Si
Eva hubiese rehusado entrar en discusión con el tentador, se habría salvado; pero
ella se aventuró a alegar con él y entonces fue víctima de sus artificios. Así es como muchas personas son aún
vencidas. Dudan y discuten respecto a la
voluntad de Dios, y en lugar de obedecer sus mandamientos, aceptan teorías
humanas que no sirven más que para encubrir los engaños de Satanás.
"Y respondió la mujer a la serpiente: Del fruto
de los árboles 587 del jardín bien
podemos comer: mas del fruto del árbol que está en medio del jardín, ha dicho
Dios: No comeréis de él, ni lo tocaréis, no sea que muráis. Entonces dijo la serpiente a la mujer: De
seguro que no moriréis; antes bien, sabe Dios que en el día que comiereis de
él, vuestros ojos serán abiertos, y seréis como Dios, conocedores del bien y
del mal." (Vers. 2-5, V.M.) La serpiente declaró que se volverían como Dios, que tendrían más sabiduría que
antes y que serían capaces de entrar en un estado superior de existencia. Eva cedió a la tentación, y por influjo suyo
Adán fue inducido a pecar. Ambos
aceptaron la declaración de la serpiente de que Dios no había querido decir lo
que había dicho; desconfiaron de su Creador y se imaginaron que les estaba
cortando la libertad y que podían ganar gran caudal de sabiduría y mayor
elevación quebrantando su ley.
PERO ¿Cómo comprendió Adán, después de su pecado, el sentido de las siguientes palabras: "En el día que comieres de él de seguro morirás"? ¿Comprendió que significaban lo que Satanás le había inducido a creer, que iba a ascender a un grado más alto de existencia?
De haber sido así, habría salido ganando con la transgresión, y Satanás habría resultado en bienhechor de la raza. Pero Adán comprobó que no era tal el sentido de la declaración divina. Dios sentenció al hombre, en castigo por su pecado, a volver a la tierra de donde había sido tomado: "Polvo eres, y al polvo serás tornado." (Vers. 19.)
Las
palabras de Satanás: "Vuestros ojos serán abiertos" resultaron ser
verdad pero sólo del modo siguiente: después de que Adán y Eva hubieron
desobedecido a Dios, sus ojos fueron abiertos y pudieron discernir su locura;
conocieron entonces lo que era el mal y probaron el amargo fruto de la
transgresión.
En medio del Edén crecía el árbol de la vida, cuyo
fruto tenla el poder de perpetuar la vida, Si Adán hubiese permanecido
obediente a Dios, habría seguido gozando de libre acceso a aquel árbol y habría
vivido eternamente. Pero en cuanto hubo
pecado, quedó privado de comer del árbol de la vida y 588 sujeto a la
muerte. La sentencia divina: "Polvo
eres, y al polvo serás tornado," entraña la extinción completa de la vida.
LA INMORTALIDAD PROMETIDA AL HOMBRE a condición de que obedeciera, se había perdido por la transgresión. Adán no podía transmitir a su posteridad lo que ya no poseía; y no habría quedado esperanza para la raza caída, si Dios, por el sacrificio de su Hijo, no hubiese puesto- la inmortalidad a su alcance. Como "la muerte así pasó a todos los hombres, pues que todos pecaron, "Cristo "sacó a la luz la vida y la inmortalidad por el evangelio." (Romanos 5: 12; 2 Timoteo 1:10.)
Y sólo por Cristo puede obtenerse la
inmortalidad. Jesús dijo: "El que
cree en el Hijo, tiene vida eterna, más el que es incrédulo al Hijo, no verá la
vida." (Juan 3: 36.) Todo hombre
puede adquirir un bien tan inestimable si consiente en someterse a las
condiciones necesarias. Todos "los
que perseverando en bien hacer, buscan gloria y honra e inmortalidad,"
recibirán "la vida eterna." (Romanos 2:7.)
EL UNICO que prometió a Adán la vida en la
desobediencia fue el gran seductor. Y la
declaración de la serpiente a Eva en Edén.- "De seguro que no
moriréis"- fue el primer sermón que haya sido jamás predicado sobre la
inmortalidad del alma. Y sin embargo
esta misma declaración, fundada únicamente en la autoridad de Satanás,
repercute desde los púlpitos de la cristiandad, y es recibida por la mayoría de
los hombres con tanta prontitud como lo fue por nuestros primeros padres. A la divina sentencia: El alma que pecare,
ésa morirá (Ezequiel 18:20), se le da el sentido siguiente: El alma que pecare,
ésa no morirá, sino que vivirá eternamente.
No puede uno menos que extrañar la rara infatuación con que los hombres
creen sin mas ni más las palabras de Satanás y se muestran tan incrédulos a las
palabras de Dios.
Si al hombre, después de su caída, se le hubiese
permitido tener libre acceso al árbol de la vida, habría vivido para siempre, y
así el pecado habría inmortalizado. Pero
un querubín y una espada que arroja llamas guardaban "el camino del
589 árbol de la vida" (Génesis 3:
24), y a ningún miembro de la familia de Adán le ha sido permitido salvar esta
raya y participar de esa fruta de la vida. Por consiguiente no hay ni un solo
pecador inmortal.
Pero después de la caída, Satanás ordenó a sus ángeles
que hicieran un esfuerzo especial para inculcar la creencia de la inmortalidad
natural del hombre; y después de haber inducido a la gente a aceptar este
error, debían llevarla a la conclusión de que el pecador viviría en penas
eternas. Ahora el príncipe de las tinieblas, obrando por conducto de sus
agentes, representa a Dios como un tirano vengativo, y declara que arroja al
infierno a todos aquellos que no le agradan, que les hace sentir eternamente
los efectos de su ira, y que mientras ellos sufren tormentos indecibles y se
retuercen en las llamas eternas, su Creador los mira satisfecho.
Así es como el gran enemigo reviste con sus propios
atributos al Creador y Bienhechor de la humanidad. La crueldad es satánica.
Dios es amor, y todo lo que él creó era puro, santo, y amable, hasta que el
pecado fue introducido por el primer gran rebelde. Satanás mismo es el enemigo
que tienta al hombre y lo destruye luego si puede; y cuando se ha adueñado de
su víctima se alaba de la ruina que ha causado. Si ello le fuese permitido
prendería a toda la raza humana en sus redes. Si no fuese por la intervención
del poder divino, ni hijo ni hija de Adán escaparían.
Hoy día Satanás está tratando de vencer a los hombres,
como venció a nuestros primeros padres, debilitando su confianza en el Creador
e induciéndoles a dudar de la sabiduría de su gobierno y de la justicia de sus
leyes. Satanás y sus emisarios representan a Dios como peor que ellos, para
justificar su propia perversidad y su rebeldía. El gran seductor se esfuerza en
atribuir su propia crueldad a nuestro Padre celestial, a fin de darse por muy
perjudicado con su expulsión del cielo por no haber querido someterse a un
soberano tan injusto. Presenta al mundo la libertad de que gozaría bajo su
dulce 590 cetro, en contraposición con la esclavitud impuesta por los severos
decretos de Jehová. Es así como logra sustraer a las almas de la sumisión a
Dios.
¡Cuán repugnante a todo sentimiento de amor y de misericordia y hasta a nuestro sentido de justicia es la doctrina según la cual después de muertos los impíos son atormentados con fuego y azufre en un infierno que arde eternamente, y por los pecados de una corta vida terrenal deben sufrir tormentos por tanto tiempo como Dios viva!
Sin embargo, esta doctrina ha sido enseñada muy generalmente y se encuentra aún incorporada en muchos de los credos de la cristiandad. Un sabio teólogo sostuvo: "El espectáculo de los tormentos del infierno aumentará para siempre la dicha de los santos. Cuando vean a otros seres de la misma naturaleza que ellos y que nacieron en las mismas circunstancias, cuando los vean sumidos en semejante desdicha, mientras que ellos estén en tan diferente situación, sentirán en mayor grado el goce de su felicidad."
Otro dijo lo siguiente:
"Mientras que la sentencia de reprobación se esté llevando a efecto por
toda la eternidad sobre los desgraciados que sean objeto de la ira, el humo de
sus tormentos subirá eternamente también a la vista de los que sean objeto de
misericordia, y que, en lugar de compadecerse de aquéllos, exclamarán: ¡Amén!
¡Aleluya! ¡Alabad al Señor!"
¿En qué página de la Palabra de Dios se puede encontrar semejante enseñanza? ¿Los rescatados no sentirán acaso en el cielo ninguna compasión y ni siquiera un leve asomo de humanidad? ¿Habrán quedado esos sentimientos por ventura substituídos por la indiferencia del estoico o la crueldad del salvaje? -No, mil veces no. No es ésa la enseñanza del Libro de Dios. Los que presentan opiniones como las expresadas en las citas anteriores pueden ser sabios y aun hombres honrados; pero han sido engañados por los sofismas de Satanás.
El es quien los induce a desnaturalizar las enérgicas expresiones de las Sagradas Escrituras, dando al lenguaje bíblico un tinte de amargura y malignidad que es propio de él, Satanás, pero 591 no de nuestro Creador. "¡Vivo yo! dice Jehová el Señor, que no me complazco en la muerte del inicuo, sino antes en que vuelva el inicuo de su camino y viva. Volveos, volveos de vuestros caminos malos, pues ¿por qué moriréis? " ( Ezequiel 33:11),
¿Qué Ganaría Dios con que creyéramos que él se goza en contemplar los tormentos eternos, que se deleita en oír los gemidos, los gritos de dolor y las imprecaciones de las criaturas a quienes mantiene sufriendo en las llamas del infierno? ¿Pueden acaso esas horrendas disonancias ser música para los oídos de Aquel que es amor infinito?
Se alega que esas penas sin fin que sufren los
malos demuestran el odio de Dios hacia el pecado, ese mal tan funesto a la paz
y al orden del universo. ¡Oh, qué horrible blasfemia! ¡Como si el odio que Dios
tiene al pecado fuese motivo para eternizar el pecado! Pues según las
enseñanzas de esos mismos teólogos, los tormentos continuos y sin esperanza de
misericordia enfurecen sus miserables víctimas, que al manifestar su ira con
juramentos y blasfemias, aumentan continuamente el peso de su culpabilidad. La
gloria de Dios no obtiene realce con que se perpetúe el pecado al través de los
siglos sin fin.
Es incalculable para el espíritu humano el daño que ha producido la herejía de los tormentos eternos. La religión de la Biblia, llena de amor y de bondad, y que abunda en compasión, resulta empañada por la superstición y revestida de terror. Cuando consideramos con cuán falsos colores Satanás pintó el carácter de Dios, ¿podemos admirarnos de que se tema, y hasta se aborrezca a nuestro Creador misericordioso ?
Las ideas espantosas que respecto de Dios han sido propagadas por el mundo desde el púlpito, han hecho miles y hasta millones de escépticos e incrédulos. La teoría de las penas eternas es una de las falsas doctrinas que constituyen el vino de las abominaciones de Babilonia, del cual ella da de beber a todas las naciones. (Apocalipsis 14:8; 17:2.) Es verdaderamente inexplicable que los ministros de 592 Cristo hayan aceptado esta herejía y la hayan proclamado desde el púlpito. La recibieron de Roma, como de Roma también recibieron el falso día de reposo. Es cierto que dicha herejía ha sido enseñada por hombres piadosos y eminentes, pero la luz sobre este asunto no les había sido dada como a nosotros. Eran responsables tan sólo por la luz que brillaba en su tiempo; nosotros tenemos que responder por la que brilla en nuestros días.
Si nos alejamos del testimonio de la Palabra de Dios y aceptamos falsas doctrinas porque nuestros padres las enseñaron, caemos bajo la condenación pronunciada contra Babilonia; estamos bebiendo del vino de sus abominaciones.
¿SALVACIÓN UNIVERSAL?
Muchos a quienes subleva la doctrina de los tormentos eternos se lanzan al error opuesto. Ven que las Santas Escrituras representan a Dios como un ser lleno de amor y compasión, y no pueden creer que haya de entregar sus criaturas a las llamas de un infierno eterno. Pero, como creen que el alma es de por sí inmortal, no ven otra alternativa que sacar la conclusión de que toda la humanidad será finalmente salvada.
Muchos son los que consideran las amenazas de la Biblia como destinadas tan sólo a amedrentar a los hombres para que obedezcan y no como debiendo cumplirse literalmente. Así el pecador puede vivir en placeres egoístas, sin prestar atención alguna a lo que Dios exige de él, y esperar sin embargo que será recibido finalmente en su gracia.
SEMEJANTE DOCTRINA que así especula con la misericordia divina, pero ignora su justicia, agrada al corazón carnal y alienta a los malos en su iniquidad. Para muestra de cómo los que creen en la salvación universal tuercen el sentido de las Escrituras para sostener sus dogmas deletéreos para las almas, basta citar sus propias declaraciones.
UN FALSO EJEMPLO DE SALVACIÓN UNIVERSAL. En los funerales de un joven irreligioso, muerto instantáneamente en una desgracia, un ministro universalista escogió por texto de su discurso las siguientes palabras que se refieren a David: "Ya estaba consolado acerca de Amnón que era muerto." (2 Samuel 13: 39.)
"A menudo me preguntan -dijo el orador- cuál será
la 593 suerte de los que mueren en el pecado, tal vez en estado de embriaguez,
o que mueren sin haber lavado sus vestiduras de las manchas ensangrentadas del
crimen, o como este joven, sin haber hecho profesión religiosa ni tenido
experiencia alguna en asuntos de religión. Nos contentamos con citar las
Sagradas Escrituras; la contestación que nos dan al respecto ha de resolver tan
tremendo problema. Amnón era pecador en extremo; era impenitente, se embriagó y
fue muerto en ese estado. David era profeta de Dios; debía saber si Amnón se
encontraba bien o mal en el otro mundo. ¿Cuáles fueron las expresiones de su
corazón? -'El rey David deseó ver a Absalom: porque estaba consolado acerca de
Amnón que era muerto.'
"¿Y qué debemos deducir de estas palabras? ¿No es
acaso que los sufrimientos sin fin no formaban parte de su creencia religiosa?
-Así lo entendemos nosotros; y aquí encontramos un argumento triunfante en
apoyo de la hipótesis más agradable, más luminosa y más benévola de la pureza y
de la paz finales y universales. Se había consolado de la muerte de su hijo. ¿Y
por qué?- Porque podía con su ojo de profeta echar una mirada hacia el glorioso
estado, ver a su hijo muy alejado de todas las tentaciones, libertado y
purificado de la esclavitud y corrupciones del pecado, y, después de haber sido
suficientemente santificado e iluminado, admitido a la asamblea de espíritus
superiores y dichosos. Su solo consuelo consistía en que su hijo amado al ser
recogido del presente estado de pecado y padecimiento, había ido adonde el soplo
sublime del Espíritu Santo sería derramado sobre su alma obscurecida; adonde su
espíritu se desarrollaría con la sabiduría del cielo y con los dulces
transportes del amor eterno, a fin de ser así preparado para gozar con una
naturaleza santificada del descanso y de las glorias de la herencia eterna.
"Con esto queremos dar a entender que creemos que la salvación del cielo no depende en nada de lo que podamos hacer en esta vida, ni de un cambio actual de corazón, ni de una creencia actual ni de una profesión de fe religiosa." 594
ASÍ ES
COMO ESTE PROFESO MINISTRO de
Cristo reitera la mentira ya dicha por la serpiente en Edén: "De seguro
que no moriréis." "En el día que comiereis de él, vuestros ojos serán
abiertos, y seréis como Dios." Afirma que los más viles pecadores -el
homicida, el ladrón y el adúltero- serán preparados después de la muerte para
gozar de la eterna bienaventuranza.
¿Y de dónde saca sus conclusiones este falseador de las Sagradas Escrituras? -De una simple frase que expresa la sumisión de David a la dispensación de la Providencia. Su alma "deseó ver a Absalom: porque estaba consolado acerca de Amnón que era muerto." Al mitigarse con el andar del tiempo la acrimonia de su aflicción, sus pensamientos se volvieron del hijo muerto al hijo vivo que se había desterrado voluntariamente por temor al justo castigo de su crimen. ¡Y esto es una evidencia de que el incestuoso y ebrio Amnón fue al morir llevado inmediatamente a la morada de los bienaventurados, para ser purificado y preparado allí para la sociedad de los ángeles inmaculados! ¡Fábula amena, por cierto, muy apropiada para satisfacer el corazón carnal ¡Es la doctrina del mismo Satanás y produce el efecto que él desea! ¿Es entonces de extrañar que con tales enseñanzas la iniquidad abunde?
La conducta de este falso maestro ilustra la de otros muchos. Desprenden de sus contextos unas cuantas palabras de las Sagradas Escrituras, por más que en muchos casos aquéllos encierren un significado contrario al que se les presta; y esos pasajes así aislados se tuercen y se emplean para probar doctrinas que no tienen ningún fundamento en la Palabra de Dios. El pasaje citado para probar que el borracho Amnón está en el cielo, no pasa de ser una mera conjetura, a la que contradice terminantemente la declaración llana y positiva de las Santas Escrituras de que los dados a la embriaguez no poseerán el reino de Dios. (1 Corintios 6:10.
Y así es como los que dudan, los incrédulos y los escépticos convierten la verdad en mentira. Y con tales sofismas se engaña a muchos y se los arrulla en la cuna de una seguridad carnal. 595 Si fuese cierto que las almas de todos los hombres van directamente al cielo en la hora de la disolución, entonces bien podríamos anhelar la muerte antes que la vida. Esta creencia ha inducido a muchas personas a poner fin a su existencia. Cuando está uno anonadado por los cuidados, por las perplejidades y los desengaños, parece cosa fácil romper el delgado hilo de la vida y lanzarse hacia la bienaventuranza del mundo eterno.
DIOS DECLARA POSITIVAMENTE EN SU PALABRA que castigará a los transgresores de su ley. Los que se lisonjean con la idea de que es demasiado misericordioso para ejecutar su justicia contra los pecadores, no tienen más que mirar a la cruz del Calvario La muerte del inmaculado Hijo de Dios testifica que "la paga del pecado es muerte," que toda violación de la ley de Dios debe recibir su justa retribución.
Cristo, que era sin pecado, se hizo pecado a causa del hombre. Cargó con la culpabilidad de la transgresión y sufrió tanto, cuando su Padre apartó su faz de él, que su corazón fue destrozado y su vida aniquilada. Hizo todos esos sacrificios a fin de redimir al pecador. De ningún otro modo habría podido el hombre libertarse de la penalidad del pecado. Y toda alma que se niegue a participar de la expiación conseguida a tal precio, debe cargar en su propia persona con la culpabilidad y con el castigo por la transgresión. Consideremos lo que la Biblia enseña además respecto a los impíos y a los que no se han arrepentido, y a quienes los universalistas colocan en el cielo como santos y bienaventurados ángeles. "Al que tuviere sed, le daré a beber de la fuente del agua de la vida de balde." (Apocalipsis 21: 6, V.M.)
Esta promesa es sólo para aquellos que tuvieren sed. Sólo aquellos que sienten la necesidad del agua de la vida y que la buscan a cualquier precio, la recibirán. "El que venciere heredará todas las cosas; y yo seré su Dios, y él será mi hijo." (Vers. 7.)
Aquí también, las condiciones están especificadas. Para heredar todas las cosas, debemos resistir al pecado y vencerlo. 596
El Señor declara por el profeta Isaías: "Decid al
justo que le irá bien." "¡Ay del impío! mal le irá porque según las
obras de sus manos le será pagado." (Isaías 3: 10, 11.) "Pero aunque
el pecador haga mal cien veces -dice el sabio,- y con todo se le prolonguen los
días, sin embargo yo ciertamente sé que les irá bien a los que temen a Dios,
por lo mismo que temen delante de él. Al hombre malo empero no le irá
bien." (Eclesiastés 8: 12, 13, V.M.) Y San Pablo declara que el pecador se
atesora "ira para el día de la ira de la manifestación del justo juicio de
Dios; el cual pagará a cada uno conforme a sus obras;" "tribulación y
angustia sobre toda persona humana que obra lo malo." (Romanos 2: 5, 6,
9.)
"Ningún fornicario, ni persona impúdica, u hombre avaro, el cual es idólatra, tiene herencia alguna en el reino de Cristo y de Dios." (Efesios 5: 5, V.M.) "Seguid la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor." (Hebreos 12: 14.)
"Bienaventurados los que guardan sus mandamientos, para que su potencia sea en el árbol de la vida, y que entren por las puertas en la ciudad. Mas los perros estarán fuera, y los hechiceros, y los disolutos, y los homicidas, y los idólatras, y cualquiera que ama y hace mentira." (Apocalipsis 22: 14, 15.)
Dios ha hecho a los hombres una declaración respecto
de su carácter y de su modo de proceder con el pecador: "¡Jehová, Jehová,
Dios compasivo y clemente, lento en iras y grande en misericordia y en
fidelidad; que usa de misericordia hasta la milésima generación; que perdona la
iniquidad, la transgresión y el pecado, pero que de ningún modo tendrá por
inocente al rebelde!" (Éxodo 34: 6, 7, V.M.) "Destruirá a todos los
inicuos." "Los transgresores ¡todos a una serán destruídos; el
porvenir de los malos será cortado!" (Salmos 115: 20; 37: 38, V.M.) El
poder y la autoridad del gobierno de Dios serán empleados para vencer la
rebelión; sin embargo, todas las manifestaciones de su justicia retributiva
estarán perfectamente en armonía con el carácter de Dios, de un Dios
misericordioso, paciente y benévolo. 597
Dios no fuerza la voluntad ni el juicio de nadie. No
se complace en la obediencia servil. Quiere que las criaturas salidas de sus
manos le amen porque es digno de amor. Quiere que le obedezcan porque aprecian
debidamente su sabiduría, su justicia y su bondad. Y todos los que tienen justo
concepto de estos atributos le amarán porque serán atraídos a él por la
admiración de sus atributos.
Los principios de
bondad, misericordia y amor enseñados y puestos en práctica por nuestro
Salvador son fiel trasunto de la voluntad y del carácter de Dios. Cristo
declaró que no enseñaba nada que no hubiese recibido de su Padre. Los
principios del gobierno divino se armonizan perfectamente con el precepto del
Salvador: "Amad a vuestros enemigos." Dios ejecuta su justicia sobre
los malos para el bien del universo, y hasta para el bien de aquellos sobre
quienes recaen sus juicios. El
quisiera hacerlos felices, si pudiera hacerlo de acuerdo con las leyes de su
gobierno y la justicia de su carácter. Extiende hasta ellos las manifestaciones
de su amor, les concede el conocimiento de su ley y los persigue con las
ofertas de su misericordia; pero ellos desprecian su amor, invalidan su ley y rechazan
su misericordia. Por más que reciben continuamente sus dones, deshonran al
Dador; aborrecen a Dios porque saben que aborrece sus pecados. El Señor soporta
mucho tiempo sus perversidades; pero la hora decisiva llegará al fin y entonces
su suerte quedará resuelta. ¿Encadenará él entonces estos rebeldes a su lado?
¿Los obligará a hacer su voluntad?
Los que han escogido a Satanás por jefe, y que se han
puesto bajo su poder, no están preparados para entrar en la presencia de Dios.
El orgullo, el engaño, la impureza, la crueldad se han arraigado en sus
caracteres. ¿Pueden entonces entrar en el cielo para morar eternamente con
aquellos a quienes despreciaron y odiaron en la tierra? La verdad no agradará
nunca al mentiroso; la mansedumbre no satisfará jamás a la vanidad y al
orgullo; la pureza no puede ser aceptada por el disoluto; el amor desinteresado
no tiene atractivo para el egoísta. ¿Qué 598 goces podría ofrecer el cielo a
los que están completamente absorbidos en los intereses egoístas de la tierra?
¿Acaso podrían aquellos que han pasado su vida en
rebelión contra Dios ser transportados de pronto al cielo y contemplar el alto
y santo estado de perfección que allí se ve, donde toda alma rebosa de amor,
todo semblante irradia alegría, la música arrobadora se eleva en acordes
melodiosos en honor a Dios y al Cordero, y brotan raudales de luz del rostro de
Aquel que está sentado en el trono e inundan a los redimidos? ¿Podrían acaso
aquellos cuyos corazones están llenos de odio hacia Dios y a la verdad y a la
santidad alternar con los ejércitos celestiales y unirse a sus cantos de
alabanza? ¿Podrían soportar la gloria de Dios y del Cordero? -No, no; años de
prueba les fueron concedidos para que pudiesen formar caracteres para el cielo;
pero nunca se acostumbraron a amar lo que es puro; nunca aprendieron el
lenguaje del cielo, y ya es demasiado tarde. Una vida de rebelión contra Dios
los ha inhabilitado para el cielo. La pureza, la santidad y la paz que reinan
allí serían para ellos un tormento; la gloria de Dios, un fuego consumidor.
Ansiarían huir de aquel santo lugar. Desearían que la destrucción los cubriese
de la faz de Aquel que murió para redimirlos. La suerte de los malos queda
determinada por la propia elección de ellos. Su exclusión del cielo es un acto
de su propia voluntad y un acto de justicia y misericordia por parte de Dios.
Del mismo modo que las aguas del diluvio, las llamas
del gran día proclamarán el veredicto de Dios de que los malos son incurables.
Ellos no tienen ninguna disposición para someterse a la autoridad divina. Han
ejercitado su voluntad en la rebeldía; y cuando termine la vida será demasiado
tarde para desviar la corriente de sus pensamientos en sentido opuesto,
demasiado tarde para volverse de la transgresión hacia la obediencia, del odio
hacia el amor.
Al perdonarle la vida a Caín el homicida, Dios dio al
mundo un ejemplo de lo que sucedería si le fuese permitido al pecador 599
seguir llevando una vida de iniquidad sin freno. La influencia de las
enseñanzas y de la conducta de Caín arrastraron al pecado a multitudes de sus
descendientes, hasta "que la malicia de los hombres era mucha en la
tierra, y que todo designio de los pensamientos del corazón de ellos era de
continuo solamente el mal." "Y corrompióse la tierra delante de Dios,
y estaba la tierra llena de violencia." (Génesis 6:5,11).
FUE
POR MISERICORDIA para con el
mundo por lo que Dios barrió los habitantes de él en tiempo de Noé. Fue también
por misericordia por lo que destruyó a los habitantes corrompidos de Sodoma.
Debido al poder engañador de Satanás, los obreros de iniquidad se granjean
simpatía y admiración y arrastran a otros a la rebelión. Así sucedió en días de
Caín y de Noé, como también en tiempo de Abraham y de Lot; y así sucede en
nuestros días. Por misericordia para con el universo destruirá Dios finalmente
a los que rechazan su gracia.
"Porque la paga del pecado es muerte: mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro." (Romanos 6: 23.) Mientras la vida es la heredad de los justos, la muerte es la porción de los impíos. Moisés declaró a Israel: "Mira, yo he puesto delante de ti hoy la vida y el bien, la muerte y el mal." (Deuteronomio 30:15.)
La muerte de
la cual se habla en este pasaje no es aquella a la que fue condenado Adán, pues
toda la humanidad sufre la penalidad de su transgresión. Es "la muerte
segunda," puesta en contraste con la vida eterna.
A consecuencia del pecado de Adán, la muerte pasó a toda la raza humana. Todos descienden igualmente a la tumba.
Y debido a las disposiciones del plan de salvación, todos saldrán de los sepulcros. "Ha de haber resurrección de los muertos, así de justos como de injustos." (Hechos 24: 15.) "Porque así como en Adán todos mueren, así también en Cristo todos serán vivificados." (1 Corintios 15: 22.) Pero queda sentada una distinción entre las dos clases que serán resucitadas. "Todos los que están en los sepulcros oirán su voz [del Hijo del hombre]; y los que hicieron bien, saldrán a resurrección de 600 vida; más los que hicieron mal a resurrección de condenación." (S. Juan 5: 28, 29.)
Los que hayan sido "tenidos por dignos" de resucitar para la vida son llamados "dichosos y santos." "Sobre los tales la segunda muerte no tiene poder." (Apocalipsis 20: 6, V.M.) Pero los que no hayan asegurado para sí el perdón, por medio del arrepentimiento y de la fe, recibirán el castigo señalado a la transgresión: "la paga del pecado." Sufrirán un castigo de duración e intensidad diversas "según sus obras," pero que terminará finalmente en la segunda muerte.
Como, en conformidad con su justicia
y con su misericordia, Dios no puede salvar al pecador en sus pecados, le priva
de la existencia misma que sus transgresiones tenían ya comprometida y de la
que se ha mostrado indigno. Un escritor inspirado dice: "Pues de aquí a poco
no será el malo: y contemplarás sobre su lugar, y no parecerá." Y otro
dice: "Serán como si no hubieran sido." (Salmo 37: 10; Abdías 16.)
Cubiertos de infamia, caerán en irreparable y eterno olvido.
Así se pondrá fin al pecado y a toda la desolación y las
ruinas que de él procedieron. El salmista dice: "Reprendiste gentes,
destruiste al malo, raíste el nombre de ellos para siempre jamás. Oh enemigo,
acabados son para siempre los asolamientos." (Salmo 9: 5, 6.) San Juan, al
echar una mirada hacia la eternidad, oyó una antífona universal de alabanzas
que no era interrumpida por ninguna disonancia. Oyó a todas las criaturas del
cielo y de la tierra rindiendo gloria a Dios. (Apocalipsis 5:13.) No habrá
entonces almas perdidas que blasfemen a Dios retorciéndose en tormentos sin
fin, ni seres infortunados que desde el infierno unan sus gritos de espanto a
los himnos de los elegidos.
EN EL ERROR fundamental de la inmortalidad natural, descansa la doctrina del estado consciente de los muertos, doctrina que, como la de los tormentos eternos, está en pugna con las enseñanzas de las Sagradas Escrituras, con los dictados de la razón y con nuestros sentimientos de humanidad.
Según la 601 creencia popular, los redimidos en el cielo están al cabo de todo lo que pasa en la tierra, y especialmente de lo que les pasa a los amigos que dejaron atrás. ¿Pero cómo podría ser fuente de dicha para los muertos el tener conocimiento de las aflicciones y congojas de los vivos, el ver los pecados cometidos por aquellos a quienes aman y verlos sufrir todas las penas, desilusiones y angustias de la vida? ¿Cuánto podrían gozar de la bienaventuranza del cielo los que revolotean alrededor de sus amigos en la tierra? ¡Y cuán repulsiva es la creencia de que, apenas exhalado el último suspiro, el alma del impenitente es arrojada a las llamas del infierno! ¡En qué abismos de dolor no deben sumirse los que ven a sus amigos bajar a la tumba sin preparación para entrar en una eternidad de pecado y de dolor! Muchos han sido arrastrados a la locura por este horrible pensamiento que los atormentara. ¿Qué dicen las Sagradas Escrituras a este respecto? David declara que el hombre no es consciente en la muerte: "Saldrá su espíritu, tornaráse en su tierra: en aquel día perecerán sus pensamientos." (Salmo 146: 4.)
Salomón da el mismo testimonio: "Porque los que viven saben que han de morir: mas los muertos nada saben." "También su amor, y su odio y su envidia, feneció ya: ni tiene ya más parte en el siglo, en todo lo que se hace debajo del sol." "Adonde tú vas no hay obra, ni industria, ni ciencia, ni sabiduría." (Eclesiastés 9: 5, 6, 10.)
Cuando, en respuesta a sus oraciones, la vida de
Ezequías fue prolongada por quince años, el rey agradecido, tributó a Dios
loores por su gran misericordia. En su canto de alabanza, dice por qué se
alegraba: "No te ha de alabar el sepulcro; la muerte no te celebrará; ni
esperarán en tu verdad los que bajan al hoyo. El viviente, el viviente sí, él
te alabará, como yo, el día de hoy." (Isaías 38: 18, 19, V.M.) La teología
de moda presenta a los justos que fallecen como si estuvieran en el cielo
gozando de la bienaventuranza y loando a Dios con lenguas inmortales, pero
Ezequías no veía tan gloriosa perspectiva en la muerte. Sus palabras concuerdan
con el testimonio del 602 salmista: "Porque en la muerte no hay memoria de
ti: ¿Quién te loará en el sepulcro?" (Salmo 6: 5.) "No son los
muertos los que alaban a Jehová, ni todos los que bajan al silencio."
(Salmos 115: 17, V.M. )
En el día de Pentecostés, San Pedro declaró que el
patriarca David "murió, y fue sepultado, y su sepulcro está con nosotros
hasta el día de hoy." "Porque David no subió a los cielos."
(Hechos 2: 29, 34.) El hecho de que David permanecerá en el sepulcro hasta el
día de la resurrección, prueba que los justos no van al cielo cuando mueren. Es
sólo mediante la resurrección, y en virtud y como consecuencia de la
resurrección de Cristo por lo cual David podrá finalmente sentarse a la diestra
de Dios.
Y San Pablo dice: "Porque si los muertos no
resucitan, tampoco Cristo resucitó. Y si Cristo no resucitó, vuestra fe es
vana; aun estáis en vuestros pecados. Entonces también los que durmieron en
Cristo son perdidos." (1 Corintios 15: 16-18.) Si desde hace cuatro mil
años los justos al morir hubiesen ido directamente al cielo, ¿cómo habría
podido decir San Pablo que si no hay resurrección, "también los que
durmieron en Cristo, son perdidos"? No habría necesidad de resurrección.
El mártir Tyndale, refiriéndose al estado de los
muertos, declaró: "Confieso francamente que no estoy convencido de que
ellos gocen ya de la plenitud de gloria en que se encuentran Dios y los ángeles
elegidos. Ni es tampoco artículo de mi fe; pues si así fuera, entonces no puedo
menos que ver que sería vana la predicación de la resurrección de la carne."
-Guillermo Tyndale, en el prólogo de su traducción del Nuevo Testamento,
reimpreso en British Reformers-Tindal, Frith, Barnes, pág. 349.
ES UN HECHO incontestable que la esperanza de pasar al
morir a la felicidad eterna ha llevado a un descuido general de la doctrina
bíblica de la resurrección. Esta tendencia ha sido notada por el Dr. Adán
Clarke, quien escribió: "¡La doctrina de la resurrección parece haber sido
mirada por los cristianos 603 como si tuviera una importancia mucho mayor que
la que se le concede hoy! ¿Cómo es eso? Los apóstoles insistían siempre en ella
y por medio de ella incitaban a los discípulos de Cristo a que fuesen
diligentes, obedientes y de buen ánimo. Pero sus sucesores actuales casi nunca
la mencionan. Tal la predicación de los apóstoles, y tal la fe de los
primitivos cristianos; tal nuestra predicación y tal la fe de los que nos
escuchan. No hay doctrina en la que el Evangelio insista más; y no hay doctrina
que la predicación de nuestros días trate con mayor descuido." -Commentary
on the New Testament, tomo II, comentario general de 1 Corintios 15, pág. 3.
Y así siguieron las cosas hasta resultar en que la gloriosa verdad de la resurrección quedó casi completamente obscurecida y perdida de vista por el mundo cristiano.
Es así que un escritor religioso
autorizado, comentando las palabras de San Pablo en 1 Tesalonicenses 4:13-18,
dice: "Para todos los fines prácticos de consuelo, la doctrina de la
inmortalidad bienaventurada de los justos reemplaza para nosotros cualquier
doctrina dudosa de la segunda venida del Señor. Cuando morimos es cuando el
Señor viene a buscarnos. Eso es lo que tenemos que esperar y para lo que
debemos estar precavidos. Los muertos ya han entrado en la gloria. Ellos no
esperan el sonido de la trompeta para comparecer en juicio y entrar en la
bienaventuranza."
Pero cuando Jesús estaba a punto de dejar a sus discípulos, no les dijo que irían pronto a reunírsele. "Voy a prepararos el lugar -les dijo.- Y si yo fuere y os preparare el lugar, vendré otra vez, y os recibiré conmigo." (S. Juan 14: 2, 3, V.M.)
Y San Pablo nos dice además
que "el mismo Señor con aclamación, con voz de arcángel, y con trompeta de
Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero: luego
nosotros, los que vivimos, los que quedamos, juntamente con ellos seremos
arrebatados en las nubes a recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre
con el Señor." Y agrega: "Por tanto, consolaos los unos a los otros
en estas palabras. 604 (Tesalonicenses 4: 16-18.) ¡Cuán grande es el contraste
entre estas palabras de consuelo y las del ministro universalista citadas
anteriormente! Este último consolaba a los amigos en duelo con la seguridad de
que por pecaminoso que hubiese sido el fallecido, apenas hubo exhalado su
último suspiro, debió ser recibido entre los ángeles. San Pablo recuerda a sus
hermanos la futura venida del Señor, cuando las losas de las tumbas serán rotas
y "los muertos en Cristo" resucitarán para la vida eterna.
Antes de entrar en la mansión de los bienaventurados, todos deben ser examinados respecto a su vida; su carácter y sus actos deben ser revisados por Dios. Todos deben ser juzgados con arreglo a lo escrito en los libros y recompensados según hayan sido sus obras. Este juicio no se verifica en el momento de la muerte.
Notad las palabras de San Pablo: "Por
cuanto ha establecido un día, en el cual ha de juzgar al mundo con justicia,
por aquel varón al cual determinó; dando fe a todos con haberle levantado de
los muertos." (Hechos 17: 31.) El apóstol enseña aquí lisa y llanamente
que cierto momento, entonces por venir, había sido fijado para el juicio del
mundo.
San Judas se refiere a aquel mismo momento cuando
dice: "A los ángeles que no guardaron su original estado, sino que dejaron
su propia habitación, los ha guardado en prisiones eternas, bajo tinieblas,
hasta el juicio del gran día." Y luego cita las palabras de Enoc:
"¡He aquí que viene el Señor, con las huestes innumerables de sus santos
ángeles, para ejecutar juicio sobre todos!" (S. Judas 6, 14, 15, V.M.) San
Juan declara que vio "a los muertos, pequeños y grandes, estar en pie
delante del trono; y abriéronse los libros; . . . y los muertos fueron juzgados
de acuerdo con las cosas escritas en los libros." (Apocalipsis 20: 12,
V.M.)
Pero si los muertos están ya gozando de la bienaventuranza del cielo o están retorciéndose en las llamas del infierno, ¿qué necesidad hay de un juicio venidero?
Las enseñanzas de la Palabra de Dios
respecto a estos importantes puntos no son obscuras ni contradictorias; una
inteligencia mediana puede 605 entenderlas. ¿Pero qué espíritu imparcial puede
encontrar sabiduría o justicia en la teoría corriente? ¿Recibirán acaso los
justos después del examen de sus vidas en el día del juicio, esta alabanza:
"¡muy bien, siervo bueno y fiel, . . . entra en el gozo de tu Señor!"
cuando ya habrán estado habitando con él tal vez durante siglos? ¿Se sacará a
los malos del lugar de tormento para hacerles oír la siguiente sentencia del
juez de toda la tierra: "¡Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno!"?
(S. Mateo 25: 21, 41, V.M.) ¡Burla solemne! ¡Vergonzosa ofensa Inferida a la
sabiduría y justicia de Dios!
La teoría de la inmortalidad del alma fue una de aquellas falsas doctrinas que Roma recibió del paganismo para incorporarla en el cristianismo.
Martín Lutero la clasificó entre "las fábulas monstruosas que forman parte del estercolero romano" de las decretales. (E. Petavel, Le Probleme de l'Immortalité, tomo 2, pág. 77.)
Comentando las palabras de
Salomón, en el Eclesiastés, de que los muertos no saben nada, el reformador
dice: "Otra prueba de que los muertos son ... insensibles.... Salomón
piensa que los muertos están dormidos y no sienten absolutamente nada. Pues los
muertos descansan, sin contar ni los días ni los años; pero cuando se despierten
les parecerá como si apenas hubiesen dormido un momento." -Lutero,
Exposition of Solomon's Book Called Ecclesiastes, pág. 152.
En ningún pasaje de las Santas Escrituras se encuentra declaración alguna de que los justos reciban su recompensa y los malos su castigo en el momento de la muerte. Los patriarcas y los profetas no dieron tal seguridad. Cristo y sus apóstoles no la mencionaron siquiera.
La Biblia enseña a las claras que los muertos no van inmediatamente al cielo. Se les representa como si estuvieran durmiendo hasta el día de la resurrección. (1Tesalonicenses 4:14; Job 14:10-12.) El día mismo en que se corta el cordón de plata y se quiebra el tazón de oro (Eclesiastés 12:6), perecen los pensamientos de los hombres. Los que bajan a la tumba permanecen en el silencio. Nada saben de lo que se hace bajo el sol. (Job 14:21.) ¡Descanso 606 bendito para los exhaustos justos! Largo o corto, el tiempo no les parecerá más que un momento. Duermen hasta que la trompeta de Dios los despierte para entrar en una gloriosa inmortalidad.
"Porque sonará la trompeta, y los muertos resucitarán incorruptibles.... Porque es necesario que este cuerpo corruptible se revista de incorrupción, y que este cuerpo mortal se revista de inmortalidad. Y cuando este cuerpo corruptible se haya revestido de incorrupción, y este cuerpo mortal se haya revestido de inmortalidad, entonces será verificado el dicho que está escrito: ¡Tragada ha sido la muerte victoriosamente!" (1 Corintios 15:52-54, V.M.)
En el momento en que sean despertados de su profundo sueño, reanudarán el curso de sus pensamientos interrumpidos por la muerte. La última sensación fue la angustia de la muerte. El último pensamiento era el de que caían bajo el poder del sepulcro. Cuando se levanten de la tumba, su primer alegre pensamiento se expresará en el hermoso grito de triunfo: "¿Dónde está, oh Muerte, tu aguijón? ¿dónde está, oh Sepulcro, tu victoria?" (Vers. 55.) 607 CS EGW
No hay comentarios:
Publicar un comentario