jueves, noviembre 19, 2009

26 ! MARANATA ELSEÑOR VIENE ¡ "Dios Interviene en Favor de su Pueblo"


DIOS INTERVIENE EN FAVOR DE SU PUEBLO
Oid, pueblos todos; está atenta, tierra, y cuanto hay en ti; Y Jehová el Señor, el Señor desde su santo templo, sea testigo contra vosotros. Porque he aquí, Jehová sale de su lugar, y descenderá y hollará las alturas de la tierra. (Miq. 1: 2, 3).
Es en la crisis cuando se revela el carácter. . . La gran prueba final viene a la terminación del tiempo de gracia, cuando será demasiado tarde para que la necesidad del alma sea suplida.*
Dios lleva cuenta con las naciones. A través de cada siglo de la historia de este mundo los malhechores han estado atesorando ira para el día de la ira; y cuando llegue el tiempo en que la iniquidad haya rebasado los límites de la misericordia de Dios, su paciencia habrá terminado. Cuando las cifras acumuladas en los libros de registro del cielo señalen la suma total de la transgresión, vendrá la ira sin mezcla de misericordia; entonces se verá lo tremendo que será el haber agotado la paciencia divina. Esta crisis se producirá cuando las naciones se unan para abolir la ley de Dios.
Vendrán días cuando los justos serán movidos a sentir celo por Dios a causa de la abundante iniquidad. Nada sino el poder divino puede enfrentar la arrogancia de Satanás unido con malos hombres; pero en la hora de mayor peligro para la iglesia el remanente fiel ofrecerá las más fervientes oraciones en su favor, y Dios oirá y responderá en el momento mismo cuando la culpabilidad de los transgresores haya llegado al máximo. Entonces "hará justicia a sus escogidos, que claman a él día y noche" y no "se tardará en responderles" (Luc. 18: 7).*
La sustitución de lo verdadero por lo falso es el último acto del drama. Cuando esta sustitución se torne universal, Dios se revelará a sí mismo. Cuando las leyes de los hombres sean exaltadas por encima de las leyes de Dios, cuando los poderes de esta tierra procuren forzar a los hombres a guardar el primer día de la semana, sabed que ha llegado el tiempo cuando Dios actuará. Se levantará en su majestad y sacudirá terriblemente la tierra. Saldrá de su lugar para castigar a los habitantes de la tierra por su iniquidad. La tierra descubrirá sus sangres y no cubrirá más a sus muertos.* 261

SE TERMINA LA GRACIA
El que es injusto, sea injusto todavía; y el que es inmundo, sea inmundo todavía; y el que es justo, practique la justicia todavía; y el que es santo, santifíquese todavía. (Apoc. 22: 11).
Cuando el juicio investigador haya acabado su obra, el destino de todo ser humano habrá sido decidido para vida o para muerte. El tiempo de gracia termina un poco antes de la aparición del Señor en las nubes de los cielos.*
Los burladores llamaban la atención a las cosas de la naturaleza -a la sucesión invariable de las estaciones, al cielo azul que nunca había derramado lluvia, a los verdes campos refrescados por el suave rocío de la noche-, y exclamaban: "¿No habla acaso en parábolas?" Con desprecio declaraban que el predicador de la justicia era fanático rematado; y siguieron corriendo tras los placeres y andando en sus malos caminos con más empeño que nunca antes. Pero su incredulidad no impidió la realización del acontecimiento predicho. Dios soportó mucho tiempo su maldad, dándoles amplia oportunidad para arrepentirse, pero a su debido tiempo sus juicios cayeron sobre los que habían rechazado su misericordia.
Cristo declara que habrá una incredulidad análoga respecto a su segunda venida. Así como en tiempo de Noé los hombres "no entendieron hasta que vino el diluvio, y los llevó a todos; así", según las palabras de nuestro Salvador, "será la venida del Hijo del Hombre" (Mat. 24: 39, VM). Cuando los que profesan ser el pueblo de Dios se unan con el mundo, viviendo como él vive y compartiendo sus placeres prohibidos; cuando las campanas repiquen a bodas, y todos cuenten en perspectiva con muchos años de prosperidad mundana, entonces, tan repentinamente como el relámpago cruza el cielo, se desvanecerán sus visiones brillantes y sus falaces esperanzas.*
Los acontecimientos relacionados con el fin del tiempo de gracia y la preparación para el tiempo de angustia han sido presentados con claridad. Pero hay miles de personas que comprenden estas importantes verdades de modo tan incompleto como si nunca hubiesen sido reveladas. Satanás procura arrebatar toda impresión que podría llevar a los hombres por el camino de la salvación.* 262

EL TIEMPO DE GRACIA TERMINARÁ SIN ADVERTENCIA
Pero acerca de los tiempos y de las ocasiones, no tenéis necesidad, hermanos, de que yo os escriba. Porque vosotros sabéis perfectamente que el día del Señor vendrá así como ladrón en la noche. (1 Tes. 5: 1, 2).
Los justos y los pecadores estarán viviendo aún sobre la tierra en su estado mortal: los hombres estarán plantando y edificando, comiendo y bebiendo, inconscientes de que arriba, en el santuario celestial, habrá sido pronunciada la decisión final e irrevocable. Antes del diluvio, después que Noé entró en el arca, Dios lo guardó allí, y dejó a los impíos afuera, pero la gente, ignorando que su condena estaba determinada, prosiguió por siete días más en su descuido, en su vida amante de placeres, y se mofaron de las advertencias del juicio inminente. "Así" dice el Salvador, "será la venida del Hijo del Hombre". La hora decisiva que fijará el destino de cada hombre, el retiro final de la misericordia ofrecida a los culpables, vendrá silenciosa, inadvertidamente, como ladrón en la noche.*
Los hombres se están dejando adormecer en una seguridad fatal y sólo despertarán cuando la ira de Dios se derrame sobre la tierra.*
Cuando al fin del tiempo, el Señor se encamine hacia la tierra para ejecutar su juicio, las temidas plagas comenzarán a caer. Entonces, los que menospreciaron la Palabra de Dios, los que la estimaron livianamente, errarán de mar a mar, de norte a sur, irán de aquí para allá buscando la Palabra del Señor y no la hallarán. . . Los ministros de Dios habrán realizado su última obra, ofrecido sus últimas oraciones, derramado su última amarga lagrima en favor de una iglesia rebelde y un pueblo impío.*
La vista de Jesús, al mirar a través de las edades, se fijó en nuestro tiempo cuando dijo: "¡Si también tú conocieses, a lo menos en este tu día, lo que es para tu paz!" Este es aún tu día, oh iglesia de Dios, a quien él ha hecho la depositaria de su ley. Este día de oportunidad y gracia está llegando a su fin. El sol se está ocultando rápidamente. ¿Podría ocurrir que se esté ocultando y tú no conozcas "lo que es para tu paz"? ¿Habrá de pronunciarse la irrevocable sentencia, "mas ahora está encubierto de tus ojos"? (Luc. 19: 42).* 263

TIEMPO DE ANGUSTIA CUAL NUNCA FUE. 
 En aquel tiempo se levantará Miguel, el gran príncipe que está de parte de los hijos de tu pueblo; y será tiempo de angustia, cual nunca fue desde que hubo gente hasta entonces; pero en aquel tiempo será libertado tu pueblo, todos los que se hallen escritos en el libro. (Dan. 12: 1).
Cuando termine el mensaje del tercer ángel la misericordia divina no intercederá más por los habitantes culpables de la tierra. El pueblo de Dios habrá cumplido su obra; habrá recibido la "lluvia tardía", el "refrigerio de la presencia del Señor", y estará preparado para la hora de prueba que le espera. Los ángeles se apuran, van y vienen de acá para allá en el cielo. Un ángel que regresa de la tierra anuncia que su obra está terminada; el mundo ha sido sometido a la prueba final, y todos los que han resultado fieles a los preceptos divinos han recibido "el sello del Dios vivo". Entonces Jesús dejará de interceder en el santuario celestial. Levantará sus manos y con gran voz dirá: "Hecho es". . .
Cuando él abandone el santuario, las tinieblas envolverán a los habitantes de la tierra. Durante ese tiempo terrible, los justos deben vivir sin intercesor, a la vista del santo Dios. Nada refrena ya a los malos y Satanás domina por completo a los impenitentes empedernidos. La paciencia de Dios ha concluido. El mundo ha rechazado su misericordia, despreciado su amor y pisoteado su ley. Los impíos han dejado concluir su tiempo de gracia; el Espíritu de Dios, al que se opusieron obstinadamente, acabó por apartarse de ellos. Desamparados ya de la gracia divina, están a merced de Satanás, el cual sumirá entonces a los habitantes de la tierra en una gran tribulación final. Cuando los ángeles de Dios dejen ya de contener los vientos violentos de las pasiones humanas, todos los elementos de contienda se desencadenarán. El mundo entero será envuelto en una ruina más espantosa que la que cayó antiguamente sobre Jerusalén.*
Únicamente los que tengan manos limpias y corazones puros subsistirán en aquel tiempo de prueba. . . Ahora, mientras los cuatro ángeles están reteniendo los cuatro vientos, es el momento en que debemos asegurar nuestra vocación y elección.* 264

SE SUELTAN LOS CUATRO VIENTOS.
No hagáis daño a la tierra, ni al mar, ni a los árboles, hasta que hayamos sellado en sus frentes a los siervos de nuestro Dios. (Apoc. 7: 3).
Hay ángeles que rodean el mundo, rechazando las pretensiones de supremacía que presenta Satanás, por causa de la vasta multitud de sus adherentes. No oímos las voces, no vemos con nuestra vista natural la labor de estos ángeles, pero sus manos están unidas al rededor del mundo, y con atenta vigilancia mantienen a raya a las huestes de Satanás, hasta que se complete el sellamiento del pueblo de Dios.*
Juan ve los elementos de la naturaleza: terremotos, tempestades y lucha política, representados como siendo retenidos por cuatro ángeles. Estos vientos están bajo control hasta que Dios ordena soltarlos. Ahí está la seguridad de la iglesia de Dios. Los ángeles de Dios son los que retienen los vientos de la tierra, para que no soplen sobre la tierra, ni sobre el mar, ni sobre ningún árbol, hasta que los siervos de Dios sean sellados en sus frentes.*
El momento actual es de interés abrumador para todos los que viven. Los gobernantes y estadistas, los hombres que ocupan puestos de confianza y autoridad, los hombres y mujeres pensadores de todas las clases, tienen la atención fija en los acontecimientos que se producen en derredor de nosotros. Observan las relaciones tirantes e inestables que existen entre las naciones. Observan las presiones que se ejercen sobre todo elemento terrenal, y reconocen que algo grande y decisivo está por acontecer, que el mundo se encuentra en vísperas de una crisis estupenda.*
Los ángeles están hoy reteniendo los vientos de contienda, hasta que el mundo sea advertido acerca de su inminente destrucción; pero se está preparando una tormenta, que se va a desencadenar sobre la tierra, y cuando Dios ordene a sus ángeles que suelten los vientos, habrá una escena tal de lucha que ninguna pluma la puede describir. . .*
El Señor nos ha concedido misericordiosamente un momento de tregua. Toda facultad que nos ha sido concedida por el cielo ha de ser empleada en hacer la obra que el Señor nos asignó en favor de los que perecen en la ignorancia. El mensaje de amonestación debe resonar en todas partes del mundo. . . hay una gran obra que hacer, y esta tarea ha sido encomendada a los que conocen la verdad para este tiempo.* 265

COMIENZAN A CAER LAS SIETE ÚLTIMAS PLAGAS
Oí una gran voz que decía desde el templo a los siete ángeles: Id y derramad sobre la tierra las siete copas de la ira de Dios. (Apoc. 16: 1).
Cuando Cristo deje de interceder en el santuario, se derramará sin mezcla la ira de Dios de la que son amenazados los que adoran a la bestia y a su imagen y reciben su marca. (Apoc. 14: 9, 10) Las plagas que cayeron sobre Egipto cuando Dios estaba por libertar a Israel fueron de índole análoga a los juicios más terribles y extensos que caerán sobre el mundo inmediatamente antes de la liberación final del pueblo de Dios. En el Apocalipsis se lee lo siguiente con referencia a esas mismas plagas tan temibles: "Vino una plaga mala y dañosa sobre los hombres que tenían la señal de la bestia, y sobre los que adoraban su imagen". El mar "se convirtió en sangre como de un muerto; y toda alma viviente fue muerta en el mar ". También " los ríos, y . . . las fuentes de las aguas, . . . se convirtieron en sangre ". Por terribles que sean estos castigos, la justicia de Dios está plenamente vindicada. El ángel de Dios declara: "Justo eres tú, oh Señor, . . . porque has juzgado estas cosas: porque ellos derramaron la sangre de los santos y de los profetas, también tú les has dado a beber sangre; pues lo merecen "(Apoc. 16: 2-6).
Al condenar a muerte al pueblo de Dios, los que lo hicieron son tan culpables de su sangre como si la hubiesen derramado con sus propias manos. . .
En la plaga que sigue, se le da poder al sol para "quemar a los hombres con fuego. Y los hombres se quemaron con el grande calor" (Apoc. 16: 8, 9).
Estas plagas no serán universales, pues de lo contrario los habitantes de la tierra serían enteramente destruidos. Sin embargo, serán los azotes más terribles que hayan sufrido jamás los hombres. Todos los juicios que cayeron sobre los hombres antes del fin del tiempo de gracia fueron mitigados con misericordia. La sangre propiciatoria de Cristo impidió que el pecador recibiese el pleno castigo de su culpa; pero en el juicio final la ira de Dios se derramará sin mezcla de misericordia.*
Los dardos de la ira de Dios pronto han de caer, y cuando él comience a castigar a los transgresores, no habrá ningún período de respiro hasta el fin.* 266

LA PROMULGACIÓN DEL DECRETO DE MUERTE
Y se le permitió infundir aliento a la imagen de la bestia, para que la Imagen hablase e hiciese matar a todo el que no la adorase. (Apoc. 13: 15).
Cuando Jesús salga del lugar santísimo, su Espíritu refrenador se retirará de los gobernantes y del pueblo. Estos quedarán bajo el dominio de los ángeles malos. Entonces, por consejo y dirección de Satanás, se harán leyes tales que, a menos que el tiempo sea muy corto, no se salvará ninguna carne.*
Vi que los cuatro ángeles iban a retener los vientos mientras no estuviese hecha la obra de Jesús en el santuario, y que entonces caerían las siete postreras plagas. Estas enfurecerían a los malvados contra los justos, pues los primeros pensarían que habríamos atraído los juicios de Dios sobre ellos, y que si pudieran raernos de la tierra las plagas se detendrían. Se promulgará un decreto para matar a los santos, lo cual los hará clamar día y noche por su libramiento. Ese será el tiempo de angustia de Jacob.*
Vi después que los hombres importantes de la tierra consultaban entre sí, Satanás y sus ángeles estaban atareados en torno de ellos. Vi un edicto del que se repartieron ejemplares por distintas partes de la tierra, el cual ordenaba que si dentro de determinado plazo no renunciaban los santos a su fe peculiar y prescindían del sábado para observar el primer día de la semana, quedaría la gente en libertad para matarlos.*
Por más que un decreto general haya fijado el tiempo en que los observadores de los mandamientos puedan ser muertos, sus enemigos, en algunos casos, se anticiparán al decreto y tratarán de quitarles la vida antes del tiempo fijado. Pero nadie puede atravesar el cordón de los poderosos guardianes colocados en torno de cada fiel. Algunos son atacados al huir de las ciudades y villas. Pero las espadas levantadas contra ellos se quiebran y caen como si fueran de paja. Otros son defendidos por ángeles en forma de guerreros. . . Con ternura y simpatía, los ángeles han presenciado la angustia de ellos y han escuchado sus oraciones. Aguardan la orden de su jefe para arrancarlos del peligro. Pero tienen que esperar un poco más. El pueblo de Dios tiene que beber la copa y ser bautizado con el bautismo.* 267

SEÑALADOS PARA LA MUERTE
Y fueron enviadas cartas por medio de correos a todas las provincias del rey, con la orden de destruir, matar y exterminar a todos los judíos, jóvenes y ancianos, niños y mujeres, en un mismo día. (Est. 3: 13.)
El decreto que se promulgará finalmente contra el pueblo remanente de Dios será muy semejante al que promulgó Asuero contra los judíos.*
Cuando los que honran la ley de Dios hayan sido privados de la protección de las leyes humanas empezará en varios países un movimiento simultáneo para destruirlos. Conforme vaya acercándose el tiempo señalado en el decreto, el pueblo conspirará para exterminar la secta aborrecida. Se convendrá en dar una noche el golpe decisivo, que reducirá completamente al silencio la voz disidente y reprensora.
Se proclamará el decreto obligándolos a dejar a un lado el sábado del cuarto mandamiento, y honrar el primer día, o perder la vida. Pero ellos no cederán, ni pisotearán el sábado del Señor para honrar una institución del papado. Los rodearán las huestes de Satanás y los hombres perversos, para alegrarse de su suerte, porque no parecerá haber para ellos medio de escapar.
Cuando llegue ese tiempo de angustia, cada caso se habrá decidido, y ya no habrá tiempo de gracia ni misericordia para el impenitente. El sello del Dios vivo estará sobre su pueblo. Ese pequeño remanente, incapaz de defenderse en el mortífero conflicto con las potestades de la tierra mandadas por la hueste del dragón, hace de Dios su defensa. Ha sido promulgado por la más alta autoridad terrestre el decreto de que adoren a la bestia y reciban su marca bajo pena de persecución y muerte.*
Vi que los santos sufrían gran angustia mental. Parecían rodeados por los malvados moradores de la tierra. Todas las apariencias estaban en su contra, y algunos empezaron a temer que Dios los hubiese abandonado al fin para dejarlos perecer a manos de los malos. . .
Los malvados, saboreando de antemano su triunfo, exclamaban: "¿Por qué no os libra vuestro Dios de nuestras manos? ¿Por qué no os escapáis por los aires para salvar la vida?" Pero los santos no los escuchaban.* 268

PROTEGIDOS POR LOS ÁNGELES
Anda, pueblo mío, entra en tus aposentos, cierra tras ti tus puertas; escóndete un poquito, por un momento, en tanto que pasa la indignación. (Isa. 26: 20.)
En el día de la dura prueba [Cristo] dirá: "Anda, pueblo mío, entra en tus aposentos, cierra tras ti tus puertas; escóndete un poquito, por un momento, en tanto que pasa la indignación".
¿Cuales son las cámaras en las cuales habrán de esconderse?
Son la protección de Cristo y sus ángeles. El pueblo de Dios no estará en ese tiempo en un solo lugar. Formará grupos esparcidos por toda la tierra.*
Vi a los santos abandonar las ciudades y los pueblos, y juntarse en grupos para vivir en los lugares más apartados. Los ángeles les proveían comida y agua, mientras que los impíos sufrían hambre y sed.*
Durante la noche pasó ante mi una escena sumamente impresionante. Parecía haber gran confusión y lucha de ejércitos. Un mensajero del Señor se paró ante mí y dijo: "Llama a tu familia. Yo os conduciré, seguidme". Me llevó por un oscuro pasaje a través de un bosque; luego por un desfiladero de las montañas, y dijo "Aquí estarás segura ". Había otros que habían sido llevados a aquel retiro. El mensajero celestial dijo: "El tiempo de prueba vendrá como ladrón en la noche, como el señor anunció que vendría".*
En el período final de la historia de esta tierra, el señor obrará poderosamente en favor de los que se mantengan firmemente por lo recto. . . En medio del tiempo de angustia cual nunca hubo desde que fue nación, sus escogidos permanecerán inconmovibles. Satanás, con toda la hueste del mal, no puede destruir al más débil de los santos de Dios. Los protegerán ángeles excelsos en fortaleza, y Jehová se revelará en su favor como "Dios de dioses", que puede salvar hasta lo sumo a los que ponen su confianza en él.*
En el tiempo de angustia que vendrá inmediatamente antes de la venida de Cristo, los justos serán resguardados por el ministerio de los santos ángeles; pero no habrá seguridad para el transgresor de la ley de Dios. Los ángeles no podrán entonces proteger a los que estén menospreciando uno de los preceptos divinos.* 269

LOS IMPÍOS DURANTE LAS PLAGAS
He aquí vienen días, dice Jehová el Señor, en los cuales enviaré hambre a la tierra, no hambre de pan, ni sed de agua, sino de oír la palabra de Jehová. E irán errantes de mar a mar; desde el norte hasta el oriente discurrirán buscando palabra de Jehová, y no la hallarán. (Amós 8: 11, 12).
En el tiempo cuando los juicios de Dios estén cayendo sin misericordia, ¡oh, cuán envidiable resultará para los pecadores la posición de los que habitan "al abrigo del Altísimo", el pabellón en el cual el Señor esconde a todo el que lo ama y obedece sus mandamientos!*
Y al callar la dulce voz de la misericordia, el miedo y el horror invadieron a los malvados. Con terrible claridad oyeron estas palabras: "¡Demasiado tarde! ¡Demasiado tarde!"*
Cristo padeció [en la cruz] mucho de lo que los pecadores padecerán cuando se derramen sobre ellos las copas de la ira de Dios. Una negra desesperación, a manera de paño mortuorio, rodeará sus almas culpables, y entonces comprenderán la pecaminosidad del pecado en toda amplitud.*
Quienes habían menospreciado la Palabra de Dios corrían azorados de un lado a otro, errantes de mar a mar y de norte a oriente en busca de la Palabra del Señor. Dijo el ángel: "No la hallarán. Hay hambre en la tierra; no hambre de pan ni sed de agua, sino de oír las palabras del Señor. ¡Qué no darían por oír una palabra de aprobación de parte de Dios!". . .
Muchos de los impíos se enfurecieron grandemente al sufrir los efectos de las plagas. Ofrecían un espectáculo de terrible agonía. Los padres recriminaban amargamente a sus hijos y los hijos a sus padres, los hermanos a sus hermanas y las hermanas a sus hermanos. . . La gente se volvía contra sus ministros con acerbo odio y los reconvenían diciendo: "Vosotros no nos advertisteis. Nos dijisteis que el mundo entero se iba a convertir, y clamasteis '¡Paz, paz!' para disipar nuestros temores. Nada nos enseñasteis acerca de esta hora, y a los que nos precavían contra ella los tildabais de fanáticos y malvados que querían nuestra ruina". Pero vi que los ministros no se libraron de la ira de Dios. Sus sufrimientos eran diez veces mayores que los de sus feligreses.* 270

EL TIEMPO DE ANGUSTIA DE JACOB
¡Ah, cuán grande es aquel día! Tanto, que no hay otro semejante a él; tiempo de angustia para Jacob; pero de ella será librado. (Jer. 30: 7).
Vi que los cuatro ángeles iban a retener los vientos mientras no estuviese hecha la obra de Jesús en el santuario, y que entonces caerían las siete postreras plagas. Estas enfurecieron a los malvados contra los justos, pues los primeros pensaron que habíamos atraído los juicios de Dios sobre ellos, y que si podían raernos de la tierra las plagas se detendrían. Se promulgó un decreto para matar a los santos, lo cual los hizo clamar día y noche por su libramiento. Este fue el tiempo de la angustia de Jacob.*
Así como Satanás influyó en Esaú para que marchase contra Jacob, así también instigará a los malos para que destruyan al pueblo de Dios en el tiempo de angustia. Como acusó a Jacob, acusará también al pueblo de Dios. Cuenta a las multitudes del mundo entre sus súbditos, pero el pequeño grupo constituido por los que guardan los mandamientos de Dios resiste a su pretensión a la supremacía. Si pudiese hacerlos desaparecer de la tierra, su triunfo sería completo. Ve que los ángeles protegen a los que guardan los mandamientos e infiere que sus pecados les han sido perdonados; pero no sabe que la suerte de cada uno de ellos ha sido resuelta en el santuario celestial. Tiene conocimiento exacto de los pecados que les ha hecho cometer y los presenta ante Dios con la mayor exageración y asegurando que esa gente es tan merecedora como él mismo de ser excluida del favor de Dios. Declara que en justicia el Señor no puede perdonar los pecados de ellos y destruir al mismo tiempo a él y a sus ángeles. Los reclama como presa suya y pide que le sean entregados para destruirlos.
Mientras Satanás acusa al pueblo de Dios haciendo hincapié en sus pecados, el Señor le permite probarlos hasta el extremo. . . Reconocen plenamente su debilidad e indignidad. Satanás trata de aterrorizarlos con la idea de que su caso es desesperado, de que las manchas de su impureza no serán lavadas jamás. Espera así aniquilar su fe, hacerles ceder a sus tentaciones y alejarlos de Dios.* 271

POR QUE HABRÁ TIEMPO DE ANGUSTIA
Dios es nuestro amparo y fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones. (Sal. 46: 1).
Aun cuando los hijos de Dios se ven rodeados de enemigos que tratan de destruirlos, la angustia que sufren no procede del temor de ser perseguidos a causa de la verdad; lo que temen es no haberse arrepentido de cada pecado y que debido a alguna falta por ellos cometida no puedan ver realizada en ellos la promesa del Salvador: "Yo también te guardaré de la hora de prueba que ha de venir sobre todo el mundo" (Apoc. 3: 10, VM). Si pudiesen tener la seguridad del perdón, no retrocederían ante las torturas ni la muerte; pero si fuesen reconocidos indignos de perdón y hubiesen de perder la vida a causa de sus propios defectos de carácter, entonces el santo nombre de Dios sería vituperado.
Por todos lados oyen hablar de conspiraciones y traiciones y observan la actitud amenazante de la rebelión. Eso hace nacer en ellos un deseo intensísimo de ver acabarse la apostasía y de que la maldad de los impíos llegue a su fin. Pero mientras piden a Dios que detenga el progreso de la rebelión, se reprochan a sí mismos con gran sentimiento el no tener mayor poder para resistir y contrarrestar la potente invasión del mal. Les parece que si hubiesen dedicado siempre toda su habilidad al servicio de Cristo, avanzando de virtud en virtud, las fuerzas de Satanás no tendrían tanto poder sobre ellos.
Afligen sus almas ante Dios, recordándole cada uno de sus actos de arrepentimiento de sus numerosos pecados y la promesa del Salvador: "¿Forzará alguien mi fortaleza? Haga conmigo paz, sí haga paz conmigo" (Isa. 27:5). Su fe no decae si sus oraciones no reciben inmediata contestación. Aunque sufren la ansiedad, el terror y la angustia más desesperantes, no dejan de orar. Echan mano del poder de Dios como Jacob se aferró al ángel; y de sus almas se exhala el grito: "No te soltaré hasta que me hayas bendecido".*
El tiempo de angustia es el crisol que revelará los caracteres semejantes al de Cristo. Tiene como propósito inducir al pueblo de Dios a renunciar a Satanás y sus tentaciones.* 272

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