X. SUCESOS FINALES (15-26)
15. DIOS INTERVIENE EN EL ARMAGEDÓN.
Llegará el estruendo hasta el fin de la tierra, porque Jehová tiene juicio contra las naciones;
él es el Juez de toda carne; entregará los impíos a la espada, dice Jehová. (Jer. 25:31).
El gran conflicto siguió su curso durante seis mil años; el Hijo de Dios y sus mensajeros celestiales lucharon contra el poder del maligno, para iluminar y salvar a los hijos de los hombres. Ahora todos han tomado su resolución; los impíos se han unido enteramente a Satanás en su guerra contra Dios. Ha llegado el momento en que Dios ha de vindicar la autoridad de su ley pisoteada. Ahora el conflicto no se desarrolla tan sólo contra Satanás, sino también contra los hombres. "Jehová tiene juicio con las naciones"; "entregará los impíos a la espada".
La marca de la redención ha sido puesta sobre los "que gimen y se angustian a causa de todas las abominaciones que se hacen". Ahora sale el ángel de la muerte representado en la visión de Ezequiel por los hombres armados con instrumentos de destrucción , y a quienes se les manda: "¡Al anciano, al joven, y a la doncella, y a los niños y a las mujeres, matadlos, hasta exterminarlos! Mas no lleguéis a ninguno en quien esté la marca; ¡y comenzad desde el santuario!"
Dice el profeta: "Comenzaron pues por los ancianos que estaban delante de la Casa"(Eze. 9:1-6 VM). La obra de destrucción empieza entre los que profesaron ser guardianes espirituales del pueblo. Los falsos centinelas caen primero. De nadie se tendrá piedad y ninguno escapará. Hombres, mujeres, doncellas y niños perecerán juntos.
"Jehová sale de su lugar para castigar a los habitantes de la tierra por su iniquidad; la tierra también descubrirá sus homicidios, y no encubrirá más a sus muertos" (Isa. 26: 21, VM)... En la loca lucha de sus propias desenfrenadas pasiones y debido al terrible derramamiento de la ira de Dios sin mezcla de piedad, caen los impíos habitantes de la tierra: sacerdotes, gobernantes y el pueblo en general, ricos y pobres, grandes y pequeños. "Y los muertos por Jehová en aquel día estarán tendidos de cabo a cabo de la tierra; no serán llorados, ni recogidos, ni enterrados" (Jer. 25:33, VM).* 295
16. CÓMO SERÁ LA BATALLA FINAL
Abrió Jehová su tesoro, y sacó los instrumentos de su furor. (Jer. 50:25).
Por su propia voluntad, Dios convoca a las fuerzas de la naturaleza y les ordena que exterminen el poderío de sus enemigos; "el fuego y el granizo, la nieve y el vapor, el viento de tempestad que ejecuta su palabra" (Sal. 148: 8).
Cuando los paganos amorreos se empecinaron en su oposición a los propósitos de él, Dios intervino y lanzó "del cielo grandes piedras" sobre los enemigos de Israel. Se nos dice que durante las escenas finales de la historia de este mundo, habrá una batalla más grande aún, cuando abrirá "Jehová su tesoro" y sacará "los instrumentos de su furor". Pregunta: "¿Has tú entrado en los tesoros de la nieve, o has visto los tesoros del granizo, lo cual tengo yo reservado para el tiempo de angustia, para el día de la guerra y de la batalla?" (Job 38: 22, 23).
El revelador describe la destrucción que se producirá cuando salga "una gran voz del templo del cielo, del trono, diciendo: Hecho es". Dice él: "Y cayó del cielo sobre los hombres un grande granizo como del peso de un talento" (Apoc. 16: 17, 21).* En las escenas finales de la historia de esta tierra, la guerra hará estragos.* Los poderes del mal no se rendirán en el conflicto sin una lucha. Pero la Providencia tiene una parte que desempeñar en la batalla del Armagedón.*
El Capitán de las huestes del Señor estará a la cabeza de los ángeles del cielo para dirigir la batalla.*
Aquel sobre cuyas vestiduras está escrito el nombre Rey de reyes y Señor de señores, dirige los ejércitos del cielo que cabalgan sobre blancos caballos, vestidos de lino fino, blanco y limpio.*
Cuando vuelva de nuevo a la tierra, sacudirá "no solamente la tierra, mas aún el cielo" (Heb. 12: 26). "Temblará la tierra vacilando como un borracho, y será removida como una choza". "Plegarse han los cielos como un libro"; "los elementos ardiendo serán deshechos, y la tierra y las obras que en ella están serán quemadas". "Mas Jehová será la esperanza de su pueblo, y la fortaleza de los hijos de Israel" (Isa. 24:20; 34:4; 2 Ped. 3:10; Joel 3: 6).* 296
17. ESTAD PREPARADOS
También vosotros estad preparados; porque el Hijo del Hombre vendrá a la hora que no pensáis. (Mat. 24:44).
Suponed que Cristo apareciera hoy en las nubes del cielo, ¿quién... estaría listo para encontrarse con él? Suponed que fuéramos trasladados al reino de los cielos así como estamos. ¿Nos hallaríamos preparados para unirnos con los santos de Dios, y vivir en armonía con la familia real, los hijos del Rey celestial? ¿Qué preparación habéis hecho para el juicio? ¿Estáis en paz con Dios?... ¿Estáis procurando ayudar a los que os rodean, los que están en vuestro hogar, en vuestro vecindario, a aquellos con quienes os relacionáis y que no guardan los mandamientos de Dios?...
Recordad que la profesión carece de valor sin una práctica que se entreteja con la vida diaria. Dios sabe si en verdad estamos observando su ley. Conoce lo que hacemos, pensamos y decimos. ¿Nos estamos preparando para encontrarnos con el rey? Cuando venga en las nubes del cielo con poder y grande gloria, ¿podréis decir: "He aquí, éste es nuestro Dios, le hemos esperado, y nos salvara"? (Isa. 25: 9.) A los que puedan decir esto Cristo les dirá: "Venid más alto. En esta tierra me habéis amado. Estuvisteis dispuestos a hacer mi voluntad. Podéis entrar ahora en la Santa Ciudad y recibir la corona de la vida eterna".
Si fuera posible que se nos admitiera en el cielo como estamos, ¿Cuántos de nosotros podríamos mirar a Dios? ¿Cuántos de nosotros tenemos el vestido de bodas? ¿Cuántos de nosotros estamos sin mancha ni arruga o alguna cosa semejante? ¿Cuántos de nosotros somos dignos de recibir la corona de la vida?...
Este es el tiempo de que disponemos para lavar y planchar: El tiempo cuando hemos de lavar nuestros vestidos
en la sangre del Cordero... ¿No permitiremos que el pecado se aleje de nosotros?...
Os ruego, hermanos y hermanas, que trabajéis con fervor para aseguraros la corona de la vida eterna. La recompensa será digna del conflicto, digna del esfuerzo... En la carrera que estamos corriendo, cada uno puede recibir la recompensa ofrecida: La corona de la vida eterna. Yo anhelo esa corona; quiero decir que deseo lograrla con la ayuda de Dios.
Quiero significar que me aferraré a la verdad, hasta que pueda ver al Rey en su hermosura.* 297
18. LA RESURRECCIÓN GENERAL DE LOS JUSTOS
¡Despertad y cantad, moradores del polvo! Porque tu rocío es cual rocío de hortalizas, y la tierra dará sus muertos.
(Isa. 26:19).
El Rey de reyes desciende en la nube, envuelto en llamas de fuego. El cielo se recoge como un libro que se enrolla, la tierra tiembla ante su presencia, y todo monte y toda isla se mueven de sus lugares... Entre las oscilaciones de la tierra, las llamaradas de los relámpagos y el fragor de los truenos, el Hijo de Dios llama a la vida a los santos dormidos. Dirige una mirada a las tumbas de los justos, y levantando luego las manos al cielo, exclama: "¡Despertaos, despertaos, despertaos, los que dormís en el polvo y levantaos!"
Por toda la superficie de la tierra, los muertos oirán esa voz; y los que la oigan, vivirán. Y toda la tierra repercutirá bajo las pisadas de la multitud extraordinaria de todas las naciones, tribus, lenguas y pueblos. De la prisión de la muerte sale revestida de gloria inmortal gritando: "¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿Dónde, oh sepulcro, tu victoria?" (1 Cor. 15: 55.)
Y los justos vivos unen sus voces a las de los santos resucitados en prolongada y alegre aclamación de victoria.
Todos salen de sus tumbas de igual estatura que cuando fueron depositados en ellas... Pero todos se levantan con la lozanía y el vigor de la eterna juventud... La forma mortal y corruptible, desprovista de gracia, manchada en otro tiempo por el pecado, se vuelve perfecta, hermosa e inmortal. Todas las imperfecciones y deformidades quedan en la tumba...
Los justos vivos son mudados "en un momento, en un abrir de ojo" (vers. 52). A la voz de Dios fueron glorificados; ahora son hechos inmortales, y juntamente con los santos resucitados son arrebatados para recibir a Cristo, su Señor, en los aires. Los ángeles "juntarán a sus escogidos, de los cuatro vientos, desde un extremo del cielo hasta el otro" (Mat. 24:31).*
Cuando los niñitos salen dotados de inmortalidad de sus lechos de polvo, inmediatamente vuelan hacia los brazos de sus madres. * Amigos, a quienes la muerte tenía separados desde largo tiempo, se reúnen para no separarse más, y con cantos de alegría suben juntos a la ciudad de Dios.* 298
19. LA VICTORIA DE LOS SANTOS QUE DUERMEN
No os maravilléis de esto; porque vendrá hora cuando todos los que están en los sepulcros oirán su voz; y los que hicieron lo bueno, saldrán a resurrección de vida; mas los que hicieron lo malo, a resurrección de condenación. (Juan 5:28,29).
En la primera resurrección el Dador de la vida llamará a su posesión adquirida, y hasta esa hora de triunfo, cuando resuene la trompeta final y marche ese vasto ejército hacia la victoria eterna, todo santo que duerme estará en un lugar seguro, y será guardado como joya preciosa, a quien Dios conoce por su nombre. Gracias al poder del Salvador que moraba en ellos mientras vivían, y debido a que fueron participantes de la naturaleza divina, serán levantados de entre los muertos.*
"Vendrá hora" dijo Cristo "cuando todos los que están en los sepulcros oirán su voz; y... saldrán" (Juan 5: 28, 29). Esa voz resonará en todas las moradas de los muertos; y cada santo que duerme en Jesús despertará y dejará su prisión. Entonces el carácter virtuoso que hemos recibido por medio de la justicia de Cristo, nos vinculará con la verdadera grandeza, del más alto nivel.*
Gloriosa será la victoria de los santos que duermen [en el Señor] en la mañana de la resurrección...
El Dador de la vida coronará de inmortalidad a todos los que se levanten del sepulcro.*
Allí está la hueste resucitada. Su último pensamiento se refería a la muerte y sus angustias. Sus ideas postreras tenían que ver con el féretro y la tumba. Pero ahora exclaman: "¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿Dónde, oh sepulcro, tu victoria?" (1 Cor. 15: 55)... Allí están en pie; y reciben el toque final de la inmortalidad cuando salen para encontrarse con el Señor en el aire... Hay dos filas de ángeles, una a cada lado;. . . entonces la hueste angélica da la nota de victoria y las dos filas de ángeles inician el himno, y la hueste de los redimidos se les une como si ya lo hubieran entonado sobre la tierra; y en realidad, lo han hecho. ¡Oh, qué música! No hay una sola nota discordante. Toda voz proclama: "El Cordero que fue inmolado es digno". El, por su parte, contempla el resultado de la angustia de su alma y se siente saciado.* 299
20. MISTERIOS DE LA RESURRECCION
Yo sé que mi Redentor vive, y al fin se levantará sobre el polvo; y después de deshecha esta mi piel, en mi carne he de ver a Dios; al cual veré por mí mismo, y mis ojos lo verán, y no otro, aunque mi corazón desfallece dentro de mí. Job 19:25-27
Nuestra identidad personal es preservada en la resurrección, si bien no saldrán de la tumba las mismas partículas de materia. La obra asombrosa de Dios es misterio para el hombre. El espíritu, el carácter del hombre, retorna a Dios donde se lo preserva. En la resurrección cada hombre tendrá su propio carácter. A su debido tiempo Dios llamará a los muertos, dándoles otra vez el aliento de vida, y ordenará a los huesos secos que vivan. Surguirá la misma forma, pero libre de enfermedad y todo defecto. Volverá a vivir llevando sus mismos rasgos individuales, de tal manera que los amigos se reconocerán. No hay ley de Dios en la naturaleza que indique que el Señor va a volver a reunir las mismas partículas de materia que compusieron el cuerpo antes de la muerte. Dios dará a los justos muertos un cuerpo conforme a su beneplácito.
Pablo ilustra este hecho con la semilla sembrada en el campo. La semilla plantada muere, pero allí surge una nueva semilla. La sustancia natural del grano que muere nunca más vuelve a surgir como antes, pero Dios le da el cuerpo que él quiere. El cuerpo humano se compondrá entonces del material más escogido por cuanto es una nueva creación, un nuevo nacimiento. Se siembra un cuerpo natural, resucita un cuerpo espiritual.
[El creyente] puede morir, como Cristo murió, pero la vida del Salvador está en él. Su vida está escondida con Cristo en Dios. "Yo he venido para que tengan vida" dijo Jesús, "y para que la tengan en abundancia"(Juan 10: 10). El desarrolla el gran proceso mediante el cual los creyentes son hechos uno con él en la vida presente, para que sean uno con él a través de la eternidad... En el día final los resucitará como partes de sí mismo...Cristo llegó a ser uno con nosotros a fin de que nosotros lleguemos a ser uno con él en divinidad. (56) 300
21. LA VIDA ETERNA COMIENZA AHORA
Este es el testimonio: Que Dios nos ha dado vida eterna; y esta vida está en su hijo. (1 Juan 5:11).
La resurrección de Jesús fue una muestra de la resurrección final de todos los que duermen en él.* [Los cristianos] pueden morir; pero la vida de Cristo está en ellos, y en la resurrección de los justos serán levantados en novedad de vida.*
"En él [Cristo] estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres" (Juan 1: 4). No es la vida física la que se menciona aquí, sino la inmortalidad, la vida que es propiedad exclusiva de Dios. El verbo, que era con Dios, y que era Dios, tenía esa vida. La vida física es algo que cada individuo recibe. No es eterna o inmortal; porque Dios, el Dador de la vida, la toma nuevamente. El hombre no tiene control sobre su vida. Pero la vida de Cristo no provenía de otro ser. Nadie le puede quitar esa vida. "De mí mismo la pongo" dijo. En él estaba la vida original, propia, no derivada de otra. Esta vida no es inherente al hombre. Puede poseerla sólo mediante Cristo.*
Mientras llevaba la naturaleza humana, [Cristo] dependía del Omnipotente para su vida. En su humanidad, se aferraba de la divinidad de Dios; y cada miembro de la familia humana tiene el privilegio de hacer lo mismo... Si nos arrepentimos de nuestras transgresiones, y recibimos a Cristo como el dador de la vida.... llegamos a ser uno con él, y nuestra voluntad es puesta en armonía con la voluntad divina. Llegamos a ser participantes de la vida de Cristo, que es eterna. Obtenemos la inmortalidad de Dios al recibir la vida de Cristo, por cuanto en Cristo mora la plenitud de la divinidad corporalmente. Esta vida implica la unión mística y la cooperación de lo divino con lo humano.*
Cristo se hizo carne con nosotros, a fin de que pudiésemos ser espíritu con él. En virtud de esta unión hemos de salir de la tumba, no simplemente como manifestación del poder de Cristo, sino porque, por la fe, su vida ha llegado a ser nuestra. Los que ven a Cristo en su verdadero carácter, y lo reciben en el corazón, tienen vida eterna. Por el Espíritu es como Cristo mora en nosotros; y el Espíritu de Dios, recibido en el corazón por la fe, es el principio de la vida eterna.* 301
22. NOS RECONOCEREMOS UNOS A OTROS
Entonces conoceré como fui conocido. (1 Cor. 13:12).
Conoceremos a nuestros amigos como los discípulos conocieron a Jesús. Pueden haber estado deformados, enfermos o desfigurados en esta vida mortal, y levantarse con perfecta salud y simetría; sin embargo, en el cuerpo glorificado su identidad será perfectamente conservada. Entonces conoceremos así como somos conocidos. En la luz radiante que resplandecerá del rostro de Jesús, reconoceremos los rasgos de aquellos a quienes amamos.*
Los redimidos se encontrarán y reconocerán a las personas por ellos conducidos al Salvador. ¡Qué bienaventurada plática sostendrán con esos seres! "Yo era pecador -dirá uno-; sin Dios y sin esperanza en el mundo; tú te acercaste a mí y me diste a conocer el precioso Salvador como mi única esperanza"...
Otros dirán: "Yo era un pagano que vivía en un país pagano también. Y tú dejaste a tus amigos y tu cómodo hogar para ir a enseñarme cómo descubrir a Jesús y creer en él como el único Dios verdadero. Yo derribé todos mis ídolos y adoré a Dios, y ahora lo veo cara a cara. Estoy salvado para siempre, y podré contemplar eternamente al que amo"...
Algunos expresarán su gratitud hacia los que alimentaron a los hambrientos y cubrieron al desnudo. "Cuando la desesperación cegó mi alma con incredulidad, el Señor te envió a mí -dirán-, para que hablaras palabras de esperanza y consuelo. Me trajiste alimento para suplir mis necesidades físicas, y me abriste la Palabra de Dios, haciéndome comprender mis necesidades espirituales. Me trataste como a un hermano. Simpatizaste conmigo en mis pesares y restauraste mi alma magullada y herida, para que pudiera asirme de la mano de Cristo que hacia mi se extendía para salvarme.
En medio de mi ignorancia me enseñaste pacientemente que tenía un Padre celestial que velaba por mí.
Me leíste las preciosas promesas de la Palabra de Dios. Me inspiraste confianza en el hecho de que Cristo me salvaría.
Mi corazón se suavizó y ablandó hasta quebrantarse, al contemplar el sacrificio que Jesús había hecho por mí... Y aquí me tienes, salvado eternamente para vivir siempre en su presencia y alabar al que entrego su vida por mí". ¡Qué regocijo sentirán esos redimidos al encontrarse y saludar a los que se preocuparon por su salvación!... ¡Cuánto gozo y satisfacción sentirán palpitar en su corazón!* 302
23. LA ESPERANZA BIENAVENTURADA
Aguardando la esperanza bienaventurada y la manifestación gloriosa de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo. (Tito 2:13).
Jesús dijo que iría a preparar mansiones para nosotros, y que podríamos también estar donde él estuviere. Habitaremos siempre con él y gozaremos de la luz de su precioso semblante. Mi corazón salta de gozo ante tan alentadora perspectiva. Estamos casi en el hogar. ¡Cielo, dulce cielo! Es nuestro eterno hogar. Cada instante me regocijo de que Jesús viva, y porque él vive, nosotros también viviremos. Dice mi alma: Alaba al Señor. En Jesús hay plenitud, hay provisión para cada uno, para todos, ¿por qué habríamos de morir por falta de pan?...
Tengo hambre y sed de salvación, y de una completa armonía con la voluntad de Dios. Tenemos una buena esperanza por medio de Jesús. Es segura y firme y entra hasta dentro del velo. Nos da consuelo en la aflicción y gozo en medio de la angustia; dispersa la lobreguez que nos rodea y nos permite contemplar a través de todo esto la inmortalidad y la vida eterna... Las riquezas terrenales ya no nos atraen, porque tenemos esta esperanza que se eleva por encima de los tesoros de esta tierra y se aferra de la herencia inmortal, los tesoros que son durables, incorruptibles, incontaminados e inmarcesibles...
Nuestros cuerpos mortales pueden morir y ser depositados en la tumba. No obstante, la bendita esperanza vive hasta la resurrección, cuando la voz de Jesús llame a los que duermen en el polvo. Gozaremos entonces la plenitud de la bendita y gloriosa esperanza. Sabemos en quién hemos creído. No hemos corrido ni trabajado en vano. Una rica y gloriosa recompensa nos espera; es el premio por el cual corremos, y si perseveramos con valor, ciertamente lo obtendremos...
Hay salvación para nosotros, ¿por qué nos quedamos alejados de la fuente? ¿Por qué no vamos y bebemos para que nuestras almas puedan refrescarse, vigorizarse y florecer para Dios? ¿Por qué nos aferramos tanto a la tierra? Hay para nosotros algo mejor que lo terrenal para pensar y hablar. Podemos encontrarnos en un estado de ánimo celestial.
¡Oh, espaciémonos en el carácter amoroso e inmaculado de Jesús, y mediante la contemplación llegaremos a transformarnos a su imagen! Tengamos buen ánimo. Tengamos fe en Dios.* 303
24. LA TRASLACIÓN DE LOS JUSTOS
Porque el Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero. Luego nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor. (1 Tes. 4:16,17).
Pronto apareció la gran nube blanca. Parecióme mucho más hermosa que antes. En ella iba sentado el Hijo del hombre.
Al principio no distinguimos a Jesús en la nube; pero al acercarse más a la tierra, pudimos contemplar su bellísima figura... La voz del Hijo de Dios despertó a los santos dormidos y los levantó revestidos de gloriosa inmortalidad. Los santos vivientes fueron transformados en un instante y arrebatados con aquéllos en el carro de nubes.
Este resplandecía en extremo mientras rodaba hacia las alturas. El carro tenía alas a uno y otro lado, y debajo, ruedas. Cuando el carro ascendía, las ruedas exclamaban: "¡Santo!" y las alas, al batir, gritaban: "¡Santo!" y la comitiva de santos ángeles que rodeaba la nube exclamaba: "¡Santo, santo, santo, Señor Dios Todopoderoso!" Y los santos en la nube cantaban: "¡Gloria! ¡Aleluya!"... *
Juntos entramos en la nube y durante siete días fuimos ascendiendo al mar de vidrio, donde Jesús sacó coronas y nos las ciñó con su propia mano. Nos dio también arpas de oro y palmas de victoria. En el mar de vidrio, los 144.000 formaban un cuadro perfecto. Algunas coronas eran muy brillantes y estaban cuajadas de estrellas, mientras que otras tenían muy pocas; y sin embargo, todos estaban perfectamente satisfechos con su corona. Iban vestidos con un resplandeciente manto blanco desde los hombros hasta los pies Había ángeles en todo nuestro derredor mientras íbamos por el mar de vidrio hacia la puerta de la ciudad. Jesús levantó su brazo potente y glorioso y, posándolo en la perlina puerta, la hizo girar sobre sus relucientes goznes y nos dijo: "En mi sangre lavasteis vuestras ropas y estuvisteis firmes en mi verdad. Entrad". Todos entramos, con el sentimiento de que teníamos perfecto derecho a estar en la ciudad.*
Una voz más armoniosa que música alguna que hayan escuchado los oídos mortales, se oirá decir:
"Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo".* 304
25. LA TIERRA DESPOBLADA
Miré a la tierra, y he aquí que estaba asolada y vacía; y a los cielos, y no había en ellos luz. Miré a los montes, y he aquí que temblaban, y todos los collados fueron destruidos. Miré, y no había hombre, y todas las aves del cielo se habían ido. (Jer. 4:23-25).
A la venida de Cristo los impíos serán borrados de la superficie de la tierra, consumidos por el espíritu de su boca y destruidos por el resplandor de su gloria. Cristo lleva a su pueblo a la ciudad de Dios, y la tierra queda privada de sus habitantes. "He aquí que Jehová vacía la tierra, y la dejará desierta, y cual vaso, la volverá boca abajo, y dispersará sus habitantes". "La tierra será enteramente vaciada y completamente saqueada; por que Jehová ha hablado esta palabra". "Porque traspasaron la ley, cambiaron el estatuto, y quebrantaron el pacto eterno. Por tanto la maldición ha devorado la tierra, y los que habitan en ella son culpables: por tanto son abrasados los habitantes de la tierra" (Isa. 24:1, 3, 5, 6, VM).
Toda la tierra tiene el aspecto desolado de un desierto. Las ruinas de las ciudades y aldeas destruidas por el terremoto,
los árboles desarraigados, las ásperas rocas arrojadas por el mar o arrancadas de la misma tierra, están esparcidas por la superficie de ésta, al paso que grandes cavernas señalan el sitio donde las montañas fueron arrancadas desde sus cimientos.
Ahora se realiza el acontecimiento predicho por el último solemne servicio del día de la expiación. Una vez terminado el servicio que se cumplía en el lugar santísimo, y cuando los pecados de Israel habían sido quitados del santuario por virtud de la sangre del sacrificio por el pecado, entonces el macho cabrío emisario era ofrecido vivo ante el Señor; y en presencia de la congregación el sumo sacerdote confesaba sobre él "todas las iniquidades de los hijos de Israel, y todas sus transgresiones, a causa de todos sus pecados, cargándolos así sobre la cabeza del macho cabrío" (Lev. 16:21VM). Asimismo, cuando el servicio de propiciación haya terminado en el santuario celestial, entonces, en presencia de Dios y de los santos ángeles y de la hueste de los redimidos, los pecados del pueblo de Dios serán puestos sobre Satanás; se lo declarará culpable de todo el mal que les ha hecho cometer.* 305
26. SATANÁS ES ATADO
Vi a un ángel que descendía del cielo, con la llave del abismo, y una gran cadena en la mano. Y prendió
al dragón, la serpiente antigua, que es el diablo y Satanás, y lo ató por mil años. (Apoc. 20:1,2).
El autor del Apocalipsis predice el destierro de Satanás y el estado caótico y de desolación a que será reducida la tierra;
y declara que este estado de cosas subsistirá por mil años. Después de descritas las escenas de la segunda venida del Señor y la destrucción de los impíos, la profecía prosigue: "Y vi a un ángel que descendía del cielo, con la llave del abismo, y una gran cadena en su mano. Y prendió al dragón, la serpiente antigua, que es el diablo y Satanás, y lo ató por mil años; y lo arrojó al abismo, y lo encerró, y puso su sello sobre él, para que no engañase más a las naciones, hasta que fuesen cumplidos mil años; y después de esto debe ser desatado por un poco de tiempo" (Apoc. 20: 1-3).
Según se desprende de otros pasajes bíblicos, es de toda evidencia que la expresión "abismo" se refiere a la tierra en estado de confusión y tinieblas. Respecto a la condición de la tierra "en el principio", la narración bíblica dice que "estaba desordenada y vacía; y las tinieblas estaban sobre la haz del abismo" (Gén. 1: 2 ). Las profecías enseñan que será reducida, en parte por lo menos, a ese estado.
Contemplando a través de los siglos el gran día de Dios, el profeta Jeremías dice: "Miro hacia la tierra, y he aquí que está desolada y vacía; también hacia los cielos miro, mas no hay luz en ellos. Miro las montañas, y he aquí que están temblando, y todas las colinas se conmueven. Miro, y he aquí que no parece hombre alguno, y todas las aves del cielo se han fugado. Miro, y he aquí el campo fructífero convertido en un desierto, y todas las ciudades derribadas" (Jer. 4: 23-26, VM).
Aquí es donde, con sus malos ángeles, Satanás hará su morada durante mil años. Limitado a la tierra, no podrá ir a otros mundos para tentar e incomodar a los que nunca cayeron. En este sentido es cómo está atado: No queda nadie en quien pueda ejercer su poder. Le es del todo imposible seguir en la obra de engaño y ruina que por tantos siglos fue su único deleite.* 306 (MARANATHA) EGW
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