(Este capítulo 14. Está basado en San Juan
1:19-51).
JUAN EL BAUTISTA ESTABA PREDICANDO Y BAUTIZANDO EN BETÁBARA,
AL OTRO LADO DEL JORDÁN. No quedaba muy lejos del
lugar donde antaño Dios había detenido el río en su curso hasta que pasara
Israel. A corta distancia de allí, la fortaleza de Jericó había sido derribada
por los ejércitos celestiales. El recuerdo de dichos sucesos revivía en este tiempo,
y prestaba conmovedor interés al mensaje del Bautista. ¿No habría de volver a
manifestar su poder, para librar a Israel, Aquel que había obrado tan
maravillosamente en tiempos pasados? Tal era el pensamiento que conmovía el
corazón de la gente que diariamente se agolpaba a orillas del Jordán.
LA PREDICACIÓN DE JUAN SE HABÍA POSESIONADO TAN
PROFUNDAMENTE DE LA NACIÓN, que exigía la atención de
las autoridades religiosas. El peligro de que se produjera alguna insurrección,
inducía a los romanos a considerar con sospecha toda reunión popular, y todo lo
que tuviese el menor viso de un levantamiento del pueblo excitaba los temores
de los gobernantes judíos.
JUAN NO HABÍA RECONOCIDO LA AUTORIDAD DEL SANEDRÍN NI PEDIDO
SU SANCIÓN SOBRE SU OBRA; y había reprendido a los
gobernantes y al pueblo, a fariseos y saduceos por igual. Sin embargo, el
pueblo le seguía ávidamente. El interés manifestado en su obra parecía aumentar
de continuo.
AUNQUE ÉL NO LE HABÍA MANIFESTADO DEFERENCIA,
EL SANEDRÍN ESTIMABA QUE, POR ENSEÑAR EN PÚBLICO,
se hallaba bajo su jurisdicción. Ese cuerpo estaba compuesto de miembros
elegidos del sacerdocio, y de entre los principales gobernantes y maestros de
la nación. El sumo sacerdote era quien lo presidía, por lo general. Todos sus
miembros debían ser hombres de edad provecta, aunque no demasiado ancianos;
hombres de saber, no sólo versados en la religión e historia de los judíos,
sino en el saber general. Debían ser sin defecto físico, y hombres casados, y
además, padres, pues así era más probable que fuesen 107 humanos y
considerados. Su lugar de reunión era un departamento anexo al templo de
Jerusalén.
EN EL TIEMPO DE LA INDEPENDENCIA DE LOS JUDÍOS, EL SANEDRÍN
ERA LA CORTE SUPREMA DE LA NACIÓN, y
poseía autoridad secular tanto como eclesiástica. Aunque en el tiempo de Cristo
se hallaba subordinado a los gobernadores romanos, ejercía todavía una
influencia poderosa en los asuntos civiles y religiosos.
Era Difícil Para El Sanedrín Postergar La
Investigación De La Obra De Juan.
ALGUNOS RECORDABAN LA REVELACIÓN DADA A ZACARÍAS EN EL
TEMPLO, y su profecía de que su hijo sería el
heraldo del Mesías. En los tumultos y cambios de treinta años, estas cosas
habían sido en gran parte olvidadas. Ahora la conmoción ocasionada por el
ministerio de Juan las traía a la memoria de la gente. Hacía mucho que Israel
no había tenido profeta; hacía mucho que no se había realizado una reforma como
la que se presenciaba.
EL
LLAMAMIENTO A CONFESAR LOS PECADOS PARECÍA NUEVO Y SORPRENDENTE. Muchos de
entre los dirigentes no querían ir a oír las invitaciones y denuncias de Juan,
por temor a verse inducidos a revelar los secretos de sus vidas; sin embargo,
su predicación era un anuncio directo del Mesías.
ERA BIEN
SABIDO QUE LAS SETENTA SEMANAS DE LA PROFECÍA DE DANIEL, que incluían el
advenimiento del Mesías, estaban por terminar; y todos anhelaban participar en
esa era de gloria nacional que se esperaba para entonces. Era tal el entusiasmo
popular, que el Sanedrín se vería pronto obligado a sancionar o a rechazar la obra
de Juan.
EL PODER QUE DICHA ASAMBLEA EJERCÍA SOBRE EL PUEBLO ESTABA
YA DECAYENDO. Era para ella un asunto
grave saber cómo mantener su posición. Esperando llegar a alguna conclusión,
enviaron al Jordán una delegación de sacerdotes y levitas para que se
entrevistaran con el nuevo maestro. Cuando los delegados llegaron, había una
multitud congregada que escuchaba sus palabras.
CON AIRE DE AUTORIDAD, DESTINADO A IMPRESIONAR A LA GENTE Y
A INSPIRAR DEFERENCIA AL PROFETA,
llegaron los altivos rabinos. Con un movimiento de respeto, casi de temor, la
muchedumbre les dio paso. Los notables, con lujosa vestimenta y con el orgullo
de su posición y poder, se llegaron ante el profeta del desierto.
"¿TÚ,
QUIÉN ERES?" PREGUNTARON. 108 "No soy yo
el Cristo," contestó Juan, sabiendo lo que ellos pensaban. "¿Qué
pues? ¿Eres tú Elías?" "No soy." "¿Eres tú el
profeta?" "No." "¿Pues quién eres? para que demos respuesta
a los que nos enviaron.
¿QUÉ
DICES DE TI MISMO?" "Yo soy la voz del que clama en el desierto:
Enderezad el camino del Señor, como dijo Isaías profeta." El pasaje al que
se refirió Juan es la hermosa profecía de Isaías: "Consolaos, consolaos,
pueblo mío, dice vuestro Dios. Hablad al corazón de Jerusalem: decidle a voces
que su tiempo es ya cumplido, que su pecado es perdonado.... Voz que clama en
el desierto: Barred camino a Jehová: enderezad calzada en la soledad a nuestro
Dios. Todo valle sea alzado, y bájese todo monte y collado; y lo torcido se
enderece, y lo áspero se allane. Y manifestaráse la gloria de Jehová, y toda
carne juntamente la verá." (Isaías 40:1-5).
ANTIGUAMENTE, CUANDO UN REY VIAJABA POR LAS COMARCAS MENOS
FRECUENTADAS DE SUS DOMINIOS,
se enviaba delante del carro real a un grupo de hombres para que aplanase los
lugares escabrosos y llenase los baches, a fin de que el rey pudiese viajar con
seguridad y sin molestia. Esta costumbre es la que menciona el profeta para
ilustrar la obra del Evangelio. "Todo valle sea alzado, y bájese todo monte
y collado." Cuando el Espíritu de Dios conmueve el alma con su maravilloso
poder de despertarla, humilla el orgullo humano. El placer mundanal, la
jerarquía y el poder son tenidos por inútiles. Son destruidos los
"consejos, y toda altura que se levanta contra la ciencia de Dios," y
se sujeta "todo intento a la obediencia de Cristo." (2 Corintios
10:5). Entonces la humildad y el amor abnegado, tan poco apreciados entre los
hombres, son ensalzados como las únicas cosas de valor. Tal es la obra del
Evangelio, de la cual el mensaje de Juan era una parte.
LOS RABINOS CONTINUARON PREGUNTANDO: "¿Por qué pues bautizas, si tú no eres el Cristo, ni
Elías, ni el profeta?" Las palabras "el profeta" se referían a
Moisés. Los judíos se habían inclinado a creer que Moisés sería resucitado de
los muertos 109 y llevado al cielo. No sabían que ya había sido resucitado.
CUANDO EL BAUTISTA INICIÓ SU MINISTERIO, muchos pensaron que tal vez fuese el profeta Moisés
resucitado; porque parecía tener un conocimiento cabal de las profecías y de la
historia de Israel. También se creía que antes del advenimiento del Mesías,
Elías aparecería personalmente. Juan salió al cruce de esta expectación con su
negativa; pero sus palabras tenían un significado más profundo. Jesús dijo
después, refiriéndose a Juan: "Y si queréis recibirlo, éste es Elías, el
que había de venir." (Mateo 11:14 VM.).
JUAN VINO CON EL ESPÍRITU Y PODER DE ELÍAS, para hacer una obra como la que había hecho Elías. Si los
judíos le hubiesen recibido, esta obra se habría realizado en su favor. Pero no
recibieron su mensaje. Para ellos no fue Elías. No pudo cumplir en favor de
ellos la misión que había venido a realizar.
MUCHOS DE LOS QUE ESTABAN REUNIDOS AL LADO DEL JORDÁN HABÍAN
ESTADO PRESENTES EN OCASIÓN DEL BAUTISMO DE JESÚS; pero la señal dada entonces había sido manifiesta para
unos pocos de entre ellos. Durante los meses precedentes, durante el ministerio
del Bautista, muchos se habían negado a escuchar el llamamiento al
arrepentimiento. Así habían endurecido su corazón y obscurecido su
entendimiento.
CUANDO EL CIELO DIO TESTIMONIO A JESÚS EN OCASIÓN DE SU
BAUTISMO, no lo percibieron. Los ojos que nunca
se habían vuelto con fe hacia el Invisible, no vieron la revelación de la
gloria de Dios; los oídos que nunca habían escuchado su voz, no oyeron las
palabras del testimonio. Así sucede ahora. Con frecuencia, la presencia de
Cristo y de los ángeles ministradores se manifiesta en las asambleas del
pueblo; y, sin embargo, muchos no lo saben. No disciernen nada insólito. Pero
la presencia del Salvador se revela a algunos. La paz y el gozo animan su
corazón. Son consolados, estimulados y bendecidos.
LOS DIPUTADOS DE JERUSALÉN HABÍAN PREGUNTADO A JUAN:
"¿POR QUÉ, PUES, BAUTIZAS?" y
estaban aguardando su respuesta. Repentinamente, al pasear Juan la mirada sobre
la muchedumbre, sus ojos se iluminaron, su rostro se animó, todo su ser quedó
conmovido por una profunda emoción. Con la mano extendida, exclamó: "Yo
bautizo con agua; pero en medio de vosotros está uno, a quien no conocéis, el
mismo que 110 viene después de mí, a quien no soy digno de desatar la correa de
su zapato." (Juan 1:26,27).
EL MENSAJE QUE DEBÍA SER LLEVADO AL SANEDRÍN ERA CLARO E
INEQUÍVOCO. Las palabras de Juan no
podían aplicarse a otro, sino al Mesías prometido. Este se hallaba entre ellos.
Con asombro, los sacerdotes y gobernantes miraban en derredor suyo esperando
descubrir a Aquel de quien había hablado Juan. Pero no se le distinguía entre
la multitud.
CUANDO,
EN OCASIÓN DEL BAUTISMO DE JESÚS,
Juan le señaló como el Cordero de Dios, una nueva luz resplandeció sobre la
obra del Mesías. La mente del profeta fue dirigida a las palabras de Isaías:
"Como cordero fue llevado al matadero." (Isaías 53:7).
DURANTE LAS SEMANAS QUE SIGUIERON, Juan estudió con nuevo interés las profecías y la enseñanza de las ceremonias de los sacrificios. No distinguía claramente las dos fases de la obra de Cristo -como sacrificio doliente y como rey vencedor,- pero veía que su venida tenía un significado más profundo que el que discernían los sacerdotes y el pueblo. Cuando vio a Jesús entre la muchedumbre, al volver él del desierto, esperó confiadamente que daría al pueblo alguna señal de su verdadero carácter. Casi impacientemente esperaba oír al Salvador declarar su misión; pero Jesús no pronunció una palabra ni dio señal alguna. No respondió al anuncio que hiciera el Bautista acerca de él, sino que se mezcló con los discípulos de Juan sin dar evidencia externa de su obra especial, ni tomar medidas que lo pusiesen en evidencia.
AL DÍA SIGUIENTE,
JUAN VIO VENIR A JESÚS. Con la luz de la gloria de Dios descansando sobre
él, el profeta extendió las manos diciendo: "He aquí el Cordero de Dios,
que quita el pecado del mundo. Este es del que dije: Tras mí viene un varón, el
cual es antes de mí: . . . y yo no le conocía; más para que fuese manifestado a
Israel, por eso vine yo bautizando con agua.... Vi al Espíritu que descendía
del cielo como paloma, y reposó sobre él. Y yo no le conocía; mas el que me
envió a bautizar con agua, Aquél me dijo: Sobre quien vieres descender el Espíritu,
y que reposa sobre él, éste es el que bautiza con Espíritu Santo. Y yo le vi, y
he dado testimonio que éste es el Hijo de Dios."
¿ERA ÉSTE EL CRISTO? Con
reverencia y asombro, el pueblo 111 miró a Aquel que acababa de ser declarado
Hijo de Dios. Todos habían sido profundamente conmovidos por las palabras de
Juan. Les había hablado en el nombre de Dios. Le habían escuchado día tras día
mientras reprendía sus pecados, y diariamente se había fortalecido en ellos la
convicción de que era enviado del cielo.
PERO, ¿QUIÉN ERA ÉSTE MAYOR QUE JUAN EL BAUTISTA? En su porte e indumentaria, nada indicaba que fuese de alta
jerarquía. Aparentemente, era un personaje sencillo, vestido como ellos, con la
humilde vestimenta de los pobres. Había entre la multitud algunos de los que en
ocasión del bautismo de Cristo habían contemplado la gloria divina y oído la
voz de Dios. Pero desde entonces el aspecto del Salvador había cambiado mucho.
En ocasión de su bautismo, habían visto su rostro transfigurado por la luz del
cielo; ahora, pálido, cansado y demacrado, fue reconocido únicamente por el
profeta Juan. Pero al mirarle, la gente vio un rostro donde la compasión divina
se aunaba con la conciencia del poder. Toda mirada de sus ojos, todo rasgo de
su semblante, estaba señalado por la humildad y expresaba un amor indecible.
Parecía rodeado por una atmósfera de influencia espiritual. Aunque sus modales
eran amables y sencillos, daba a los hombres una impresión de un poder
escondido, pero que no podía ocultarse completamente.
¿Era Éste Aquel A
Quien Israel Había Esperado Tanto Tiempo? Jesús Vino Con Pobreza Y Humillación,
A Fin De Ser Tanto Nuestro Ejemplo Como Nuestro Redentor. Si Hubiese Aparecido
Con Pompa Real, ¿Cómo Podría Habernos Enseñado La Humildad? ¿Cómo Podría Haber
Presentado Verdades Tan Terminantes En El Sermón Del Monte? ¿Dónde Habría
Quedado La Esperanza De Los Humildes En Esta Vida, Si Jesús Hubiese Venido A
Morar Como Rey Entre Los Hombres?
SIN EMBARGO, Para La Multitud Parecía Imposible
Que El Ser Designado Por Juan Estuviese Asociado Con Sus Sublimes Esperanzas.
Así Muchos Quedaron Chasqueados Y Muy Perplejos.
LAS PALABRAS QUE LOS SACERDOTES Y RABINOS
TANTO DESEABAN OÍR, a saber, que Jesús restauraría ahora el
reino de Israel, no habían sido pronunciadas. Tal rey habían estado esperando y
por él velaban; y a un rey tal estaban dispuestos a recibir. Pero 112 No Querían Aceptar A Uno Que Tratase De Establecer En Su Corazón Un
Reino De Justicia Y De Paz.
AL
DÍA SIGUIENTE, MIENTRAS DOS DISCÍPULOS ESTABAN CERCA, JUAN VOLVIÓ A VER A JESÚS
ENTRE EL PUEBLO. Otra vez se iluminó el
rostro del profeta con la gloria del Invisible, mientras exclamaba: "He
aquí el Cordero de Dios." Las palabras conmovieron el corazón de los
discípulos. Ellos no las comprendían plenamente. ¿Qué significaba el nombre que
Juan le había dado: "Cordero de Dios"? Juan mismo no lo había
explicado. Dejando a Juan, se fueron en pos de Jesús. Uno de ellos era Andrés,
hermano de Simón; el otro Juan, el que iba a ser el evangelista. Estos fueron
los primeros discípulos de Cristo.
MOVIDOS
POR UN IMPULSO IRRESISTIBLE, SIGUIERON A JESÚS, ansiosos de hablar con él, aunque asombrados y en silencio,
abrumados por el significado del pensamiento: "¿Es éste el Mesías?"
Jesús sabía que los discípulos le seguían. Eran las primicias de su ministerio,
y había gozo en el corazón del Maestro divino al ver a estas almas responder a
su gracia.
SIN EMBARGO, VOLVIÉNDOSE, LES PREGUNTÓ: "¿Qué buscáis?" Quería dejarlos libres para volver
atrás, o para expresar su deseo. Ellos eran conscientes de un solo propósito.
LA PRESENCIA DE CRISTO LLENABA SU PENSAMIENTO. EXCLAMARON:
"RABBÍ, . . . ¿DÓNDE MORAS?" En
una breve entrevista, a orillas del camino, no podían recibir lo que anhelaban.
Deseaban estar a solas con Jesús, sentarse a sus pies, y oír sus palabras.
"Díceles: Venid y ved. Vinieron, y vieron donde moraba, y quedáronse con
él aquel día."
SI JUAN Y ANDRÉS HUBIESEN ESTADO DOMINADOS POR EL ESPÍRITU
INCRÉDULO DE LOS SACERDOTES Y GOBERNANTES,
no se habrían presentado como discípulos a los pies de Jesús. Habrían venido a
él como críticos, para juzgar sus palabras.
MUCHOS
CIERRAN ASÍ LA PUERTA A LAS OPORTUNIDADES MÁS PRECIOSAS. No sucedió así con
estos primeros discípulos. Habían respondido al llamamiento del Espíritu Santo,
manifestado en la predicación de Juan el Bautista. Ahora, reconocían la voz del
Maestro celestial. Para ellos, las palabras de Jesús estaban llenas de
refrigerio, verdad y belleza. Una iluminación divina se derramaba sobre las
enseñanzas de las Escrituras del Antiguo Testamento. Los multilaterales temas
de la verdad se destacaban con una nueva luz. 113 Es la contrición, la fe y el
amor lo que habilita al alma para recibir sabiduría del cielo. La fe obrando
por el amor, es la llave del conocimiento, y todo aquel que ama "conoce a
Dios." (1Juan 4:7).
EL DISCÍPULO JUAN ERA DE AFECTOS SINCEROS Y
PROFUNDOS, aunque de naturaleza
contemplativa. Había empezado a discernir la gloria de Cristo, no la pompa
mundanal, ni el poder que se le había enseñado a esperar, sino la "gloria
como del unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad." (Juan 1:14). Estaba
absorto en la contemplación del maravilloso tema.
ANDRÉS TRATÓ DE IMPARTIR EL GOZO QUE LLENABA
SU CORAZÓN. Yendo en
busca de su hermano Simón, exclamó: "Hemos hallado al Mesías."
SIMÓN NO SE HIZO LLAMAR DOS VECES. Él también había oído la predicación de Juan el Bautista,
y se apresuró a ir al Salvador. Los ojos de Jesús se posaron sobre él, leyendo
su carácter y su historia. Su naturaleza impulsiva, su corazón amante y lleno
de simpatía, su ambición y confianza en sí mismo, la historia de su caída, su
arrepentimiento, sus labores y su martirio: el Salvador lo leyó todo, y dijo:
"Tú eres Simón, hijo de Jonás: tú serás llamado Cefas (que quiere decir,
Piedra)."
"EL SIGUIENTE DÍA QUISO JESÚS IR A GALILEA, Y HALLA
FELIPE, al cual dijo: Sígueme." Felipe
obedeció al mandato, y en seguida se puso también a trabajar para Cristo.
Felipe llamó a Natanael. Este último había estado entre la muchedumbre cuando
el Bautista señaló a Jesús como el Cordero de Dios.
AL MIRAR A JESÚS, NATANAEL QUEDÓ DESILUSIONADO. ¿Podía ser el Mesías este hombre que llevaba señales de
pobreza y de trabajo? Sin embargo, Natanael no podía decidirse a rechazar a
Jesús, porque el mensaje de Juan le había convencido en su corazón. Cuando
Felipe lo llamó, Natanael se había retirado a un tranquilo huerto para meditar
sobre el anuncio de Juan y las profecías concernientes al Mesías. Estaba
rogando a Dios que si el que había sido anunciado por Juan era el Libertador,
se lo diese a conocer, y el Espíritu Santo descendió para impartirle la seguridad
de que Dios había visitado a su pueblo y le había suscitado un cuerno de
salvación. Felipe sabía que su amigo Natanael escudriñaba las profecías, y lo
descubrió en su lugar 114 de retiro mientras oraba debajo de una higuera, donde
muchas veces habían orado juntos, ocultos por el follaje.
EL MENSAJE: "HEMOS HALLADO A AQUEL DE QUIEN ESCRIBIÓ
MOISÉS EN LA LEY, Y LOS PROFETAS," pareció
a Natanael una respuesta directa a su oración. Pero la fe de Felipe era aún
vacilante. Añadió con cierta duda: "Jesús, el hijo de José, de
Nazaret."
LOS PREJUICIOS VOLVIERON A LEVANTARSE EN EL CORAZÓN DE
NATANAEL. Exclamó: "¿De Nazaret puede
haber algo de bueno?" Felipe no entró en controversia. Dijo: "Ven y
ve. Jesús vio venir a sí a Natanael, y dijo de él: He aquí un verdadero
israelita, en el cual no hay engaño." Sorprendido, Natanael exclamó:
"¿De dónde me conoces? Respondió Jesús, y díjole: Antes que Felipe te llamara,
cuando estabas debajo de la higuera te vi." Esto fue suficiente. El
Espíritu divino que había dado testimonio a Natanael en su oración solitaria
debajo de la higuera, le habló ahora en las palabras de Jesús. Aunque presa de
la duda, y cediendo en algo al prejuicio, Natanael había venido a Cristo con un
sincero deseo de oír la verdad, y ahora su deseo estaba satisfecho. Su fe
superó a la de aquel que le había traído a Jesús. Respondió y dijo:
"Rabbí, tú eres el Hijo de Dios; tú eres el Rey de Israel."
SI NATANAEL
HUBIESE CONFIADO EN LOS RABINOS PARA SER DIRIGIDO, nunca habría hallado a
Jesús. Viendo y juzgando por sí mismo, fue como llegó a ser discípulo. Así
sucede hoy día en el caso de muchos a quienes los prejuicios apartan de lo
bueno. ¡Cuán diferentes serían los resultados si ellos quisieran venir y ver!
Ninguno llegará a un conocimiento salvador de la verdad mientras confíe en la
dirección de la autoridad humana. Como Natanael, necesitamos estudiar la
Palabra de Dios por nosotros mismos, y pedir la iluminación del Espíritu Santo.
Aquel que vio a Natanael debajo de la higuera, nos verá en el lugar secreto de
oración.
Los Ángeles Del Mundo De Luz Están Cerca De
Aquellos Que Con Humildad Solicitan La Dirección Divina. Con El Llamamiento De Juan, Andrés, Simón,
Felipe Y Natanael, Empezó La Fundación De La Iglesia Cristiana.
JUAN DIRIGIÓ A DOS DE SUS DISCÍPULOS A CRISTO. Entonces uno de éstos, Andrés, 115 halló a su hermano, y
lo llevó al Salvador. Luego Felipe fue llamado, y buscó a Natanael. Estos
ejemplos deben enseñarnos la importancia del esfuerzo personal, de dirigir
llamamientos directos a nuestros parientes, amigos y vecinos.
HAY QUIENES DURANTE TODA LA VIDA HAN PROFESADO CONOCER A
CRISTO, y sin embargo, no han hecho nunca un
esfuerzo personal para traer siquiera un alma al Salvador. Dejan todo el
trabajo al predicador. Tal vez él esté bien preparado para su vocación, pero no
puede hacer lo que Dios ha dejado para los miembros de la iglesia. Son muchos
los que necesitan el ministerio de corazones cristianos amantes.
MUCHOS HAN DESCENDIDO A LA RUINA CUANDO PODRÍAN HABER SIDO
SALVADOS, si sus vecinos, hombres y mujeres
comunes, hubiesen hecho algún esfuerzo personal en su favor. Muchos están
aguardando a que se les hable personalmente.
EN LA FAMILIA
MISMA, EN EL VECINDARIO, EN EL PUEBLO EN QUE VIVIMOS, hay para nosotros trabajo
que debemos hacer como misioneros de Cristo. Si somos creyentes, esta obra será
nuestro deleite. Apenas se ha convertido uno cuando nace en él el deseo de dar
a conocer a otros cuán precioso amigo ha hallado en Jesús. La verdad salvadora
y santificadora no puede quedar encerrada en su corazón. Todos los que se han
consagrado a Dios serán conductos de luz. Dios los hace agentes suyos para
comunicar a otros las riquezas de su gracia. Su promesa es: "Y daré a
ellas, y a los alrededores de mi collado, bendición; y haré descender la lluvia
en su tiempo, lluvias de bendición serán." (Ezequiel 34:26).
FELIPE DIJO A NATANAEL: "VEN Y VE." No le pidió que aceptase el testimonio de otro, sino que
contemplase a Cristo por sí mismo.
AHORA QUE JESÚS ASCENDIÓ AL CIELO, SUS
DISCÍPULOS SON SUS REPRESENTANTES ENTRE LOS HOMBRES, y una de las maneras más eficaces de ganar
almas para él consiste en ejemplificar su carácter en nuestra vida diaria.
Nuestra influencia sobre los demás no depende tanto de lo que decimos, como de
lo que somos.
LOS HOMBRES PUEDEN COMBATIR Y DESAFIAR NUESTRA
LÓGICA, pueden resistir nuestras súplicas; pero una vida de amor
desinteresado es un argumento que no pueden contradecir. Una vida consecuente,
caracterizada por la mansedumbre de Cristo, es un poder en el mundo. 116 La
enseñanza de Cristo fue la expresión de una convicción íntima y de la
experiencia, y los que aprenden de él llegan a ser maestros según el orden
divino. La palabra de Dios, pronunciada por aquel que haya sido santificado por
ella, tiene un poder vivificador que la hace atrayente para los oyentes, y los
convence de que es una realidad viviente.
CUANDO UNO HA RECIBIDO LA VERDAD CON AMOR, lo hará manifiesto en la persuasión de sus modales y el
tono de su voz. Dará a conocer lo que él mismo oyó, vio y tocó de la palabra de
vida, para que otros tengan comunión con él por el conocimiento de Cristo. Su
testimonio, de labios tocados por un tizón ardiente del altar es verdad para el
corazón dispuesto a recibirlo, y santifica el carácter. Y el que procura dar la
luz a otros, será él mismo bendecido. Habrá "lluvias de bendición."
"El que riega será él mismo regado." (Ezequiel 34:26; Proverbios
11:25).
DIOS PODRÍA
HABER ALCANZADO SU OBJETO DE SALVAR A LOS PECADORES, sin nuestra ayuda; pero a
fin de que podamos desarrollar un carácter como el de Cristo, debemos participar
en su obra. A fin de entrar en su gozo -el gozo de ver almas redimidas por su
sacrificio,- debemos participar de sus labores en favor de su redención.
LA PRIMERA EXPRESIÓN DE LA FE DE NATANAEL, tan completa, ferviente y sincera, fue como música en los oídos de Jesús. Y él respondió y le dijo: "¿Porque te dije, te vi debajo de la higuera, crees? cosas mayores que éstas verás."
El Salvador miró
hacia adelante con gozo, considerando su obra de predicar las buenas nuevas a
los abatidos, de vendar a los quebrantados de corazón, y proclamar libertad a
los cautivos de Satanás. Al pensar en las preciosas bendiciones que había
traído a los hombres, Jesús añadió: "De cierto, de cierto os digo: De aquí
adelante veréis el cielo abierto, y los ángeles de Dios que suben y descienden
sobre el Hijo del hombre."
CON ESTO, CRISTO DICE EN REALIDAD: En la orilla del Jordán, los cielos fueron abiertos y el
Espíritu descendió sobre mí en forma de paloma. Esta escena no fue sino una
señal de que soy el Hijo de Dios. Si creéis en mí como tal, vuestra fe será
vivificada. Veréis que los cielos están abiertos y nunca se cerrarán. Los he
abierto a vosotros.
LOS ÁNGELES DE DIOS ESTÁN ASCENDIENDO, y llevando las oraciones de los menesterosos
117 y angustiados al Padre celestial, y al descender, traen bendición y
esperanza, valor, ayuda y vida a los hijos de los hombres.
LOS ÁNGELES DE DIOS Pasan Siempre De La Tierra Al Cielo, y del
cielo a la tierra.
LOS MILAGROS DE CRISTO, EN FAVOR DE LOS AFLIGIDOS Y
DOLIENTES, fueron realizados por el poder de
Dios mediante el ministerio de los ángeles. Y, es por medio de Cristo, por el
ministerio de sus mensajeros celestiales, como nos llega toda bendición de
Dios.
AL REVESTIRSE DE LA HUMANIDAD, nuestro Salvador une sus intereses con los
de los caídos hijos e hijas de Adán, mientras que por su divinidad se aferra al
trono de Dios. Y así es Cristo el medio de comunicación de los hombres con Dios
y de Dios con los hombres. 118 DTG/EGW
(Este capítulo 14. Está basado en San Juan 1:19-51).
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