lunes, agosto 24, 2020

REFLEXIÓN 363. LA DESVERGÜENZA DEL PUEBLO, PECADOR COMO SODOMA. (ISAÍAS 3:9-11).

Isaías 3:9-11. Siembra bien y te irá bien…

9 La apariencia de sus rostros testifica contra ellos; porque como Sodoma publican su pecado, no lo disimulan. ¡Ay del alma de ellos! porque amontonaron mal para sí. 10 Decid al justo que le irá bien, porque comerá de los frutos de sus manos. 11 ¡Ay del impío! Mal le irá, porque según las obras de sus manos le será pagado. Isaías 3

9. La apariencia de sus rostros. Mejor, "su aprecio por los rostros", es decir, "su parcialidad" (cf. Hech. 10: 34: "acepción de personas"). Esos impíos no distinguían entre lo bueno y lo malo; hacían lo que les agradaba. La conveniencia era lo que valía, no la justicia. 156 Sus conceptos y sus hechos testificaban contra ellos a la vista del cielo.

Como Sodoma. Los moradores de Sodoma pecaron abiertamente. La ciudad fue notoria por su impiedad, y el pueblo se deleitaba en su mala fama. No pretendían hacer el bien. Públicamente se jactaban de su maldad. Esa clase de pecadores estaba en evidente rebelión contra Dios, y no procuraba ocultar ese hecho. El vicio ya no rendía homenaje alguno a la virtud, aparentando hacer el bien. Eran evidentes el vicio y la iniquidad; había total desvergüenza al hacer lo malo. Por su disolución, las ciudades de Israel eran como las ciudades de la llanura; estaban maduras para la destrucción.

Amontonaron mal. El pecado siembra las semillas de su propia destrucción. La impiedad del pecador va seguida de una copa de amargura y mal que quemará su alma y destruirá su ser. Todos los que hacen el mal amontonan mal para sí, y no bien.

10. Decid al justo. Todos siegan lo que han sembrado. Los justos siembran buena simiente, la cual producirá una buena cosecha. La gran lección que los humanos necesitan aprender es que todo lo que siembran, eso habrán de cosechar. Padres y maestros no pueden cometer mayor error que el permitir que los jóvenes crean que cuando siembran el mal podrán cosechar el bien. Inexorablemente se ha pronunciado una maldición sobre el pecador. Por lo tanto, nadie debe decirle al pecador de Sión que en el futuro le irá bien. Esto no puede ser, pues Dios ha pronunciado una maldición. Sólo el que abandona el pecado y hace el bien puede esperar la bendición del cielo.

11. ¡Ay del impío! Este no es un decreto arbitrario de parte de Dios, sino la afirmación de un hecho fundamental. En el mundo no hay nada más real que el hecho de que la siembra del mal produce mal. Cuando se siembra impiedad, los que la han sembrado y quienes los rodean sin duda recogerán una cosecha de desdicha. Por su iniquidad, Israel se estaba destruyendo a sí mismo. Era necesario inculcar este hecho en forma permanente en los corazones de todos, a fin de que se apartaran del pecado y que como resultado la nación pudiera ser salvada. No hay mayor patriota ni ciudadano de mayor valor que el predicador de justicia. Isaías mantuvo esto ante su pueblo de principio a fin, y en cierta medida sus esfuerzos tuvieron éxito. Su predicación influyó mucho para que hubiera una reforma, y así salvó a la nación de la tragedia que de otro modo rápidamente habría asolado al país.

Le será pagado. El rollo 1QIsª de los Manuscritos del Mar Muerto (ver T. I, p. 35; t. IV, P.128) dice: "ocurrirá a él". 4CBA/Ministerio Hno. Pio


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