Isaías 3:9-11. Siembra bien y te irá bien…
9 La apariencia de sus rostros testifica contra ellos; porque como Sodoma publican su pecado, no lo disimulan. ¡Ay del alma de ellos! porque amontonaron mal para sí. 10 Decid al justo que le irá bien, porque comerá de los frutos de sus manos. 11 ¡Ay del impío! Mal le irá, porque según las obras de sus manos le será pagado. Isaías 3
9. La apariencia de sus rostros. Mejor, "su aprecio por los rostros", es
decir, "su parcialidad" (cf. Hech. 10: 34: "acepción de
personas"). Esos impíos no distinguían entre lo bueno y lo malo; hacían lo
que les agradaba. La conveniencia era lo que valía, no la justicia. 156 Sus
conceptos y sus hechos testificaban contra ellos a la vista del cielo.
Como Sodoma. Los moradores de Sodoma pecaron abiertamente. La
ciudad fue notoria por su impiedad, y el pueblo se deleitaba en su mala fama.
No pretendían hacer el bien. Públicamente se jactaban de su maldad. Esa clase
de pecadores estaba en evidente rebelión contra Dios, y no procuraba ocultar
ese hecho. El vicio ya no rendía homenaje alguno a la virtud, aparentando hacer
el bien. Eran evidentes el vicio y la iniquidad; había total desvergüenza al
hacer lo malo. Por su disolución, las ciudades de Israel eran como las ciudades
de la llanura; estaban maduras para la destrucción.
Amontonaron mal. El pecado siembra las semillas de su propia
destrucción. La impiedad del pecador va seguida de una copa de amargura y mal
que quemará su alma y destruirá su ser. Todos los que hacen el mal amontonan
mal para sí, y no bien.
10. Decid al
justo. Todos siegan lo que han sembrado. Los justos
siembran buena simiente, la cual producirá una buena cosecha. La gran lección
que los humanos necesitan aprender es que todo lo que siembran, eso habrán de
cosechar. Padres y maestros no pueden cometer mayor error que el permitir que
los jóvenes crean que cuando siembran el mal podrán cosechar el bien.
Inexorablemente se ha pronunciado una maldición sobre el pecador. Por lo tanto,
nadie debe decirle al pecador de Sión que en el futuro le irá bien. Esto no
puede ser, pues Dios ha pronunciado una maldición. Sólo el que abandona el
pecado y hace el bien puede esperar la bendición del cielo.
11. ¡Ay del impío! Este no es un decreto arbitrario de parte de Dios, sino
la afirmación de un hecho fundamental. En el mundo no hay nada más real que el
hecho de que la siembra del mal produce mal. Cuando se siembra impiedad, los
que la han sembrado y quienes los rodean sin duda recogerán una cosecha de
desdicha. Por su iniquidad, Israel se estaba destruyendo a sí mismo. Era
necesario inculcar este hecho en forma permanente en los corazones de todos, a
fin de que se apartaran del pecado y que como resultado la nación pudiera ser
salvada. No hay mayor patriota ni ciudadano de mayor valor que el predicador de
justicia. Isaías mantuvo esto ante su pueblo de principio a fin, y en cierta
medida sus esfuerzos tuvieron éxito. Su predicación influyó mucho para que
hubiera una reforma, y así salvó a la nación de la tragedia que de otro modo
rápidamente habría asolado al país.
Le será pagado. El rollo 1QIsª de los Manuscritos del Mar Muerto
(ver T. I, p. 35; t. IV, P.128) dice: "ocurrirá a él". 4CBA/Ministerio
Hno. Pio
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